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Antonio López Baeza: “Si no volvemos al Evangelio, Cristo no estará con nosotros”

Domingo, 5 de junio de 2016

lopez-baezaAutor de “Carlos de Foucauld y la fragancia del Evangelio” (PPC)

“¿Qué evangelio leen este tipo de creyentes, incluso de jerarcas católicos, que atacan al Papa?”

(Jesús Bastante).- Hoy nos acompaña Antonio López Baeza. Viene a presentarnos un nuevo libro, editado por PPC, titulado Carlos de Foucauld, La fragancia del Evangelio. Nos comenta que Foucauld fue un ejemplo e evangelización y humanidad. Tuvo una vida azarosa y su fe le llegó de forma sorprendente: de la mano del rezo islámico, descubrió la belleza de la oración. Y le cambió la vida. Es un personaje que Antonio conoce muy bien porque lleva años trabajando en la investigación. Y durante 7 años ha dirigido la revista “Iesus Caritas”, fraternidad sacerdotal de Carlos de Foucauld.

Antonio, bienvenido a Religión Digital.

Dinos: ¿Quién es Carlos de Foucauld y por qué continúa siendo un personaje tan buscado y tan leído?

Para nosotros, es el que ha abierto caminos nuevos a la misión evangelizadora de la Iglesia. Por su estancia en África de tantos años con tantas dificultades. Pasó 16 años en el Sáhara. Primero en Beni-Abbès y después en Tamanrasset, donde murió. Fue un hombre que nos hizo ver que la evangelización era, ante todo, un testimonio de amistad desinteresado. Él fue, en primer lugar, militar. Nieto de militares.

Y vizconde.

Exactamente, y Vizconde de Foucauld.

Y después, a partir de su experiencia con los creyentes del Islam, descubrió la belleza de la oración. Cuando en su exploración de Marruecos, donde tuvo que pasar desapercibido porque en aquélla época ningún europeo podía entrar allí. Pasó como judío, acompañado de otro judío. Y en ese tiempo lo que más le impresionó fue la oración de los musulmanes.

Curioso, que fuera a través de la oración islámica cuando reconoce su vocación cristiana.

Fue el comienzo de su conversión. Que se completaría cuando regresó a París con mucho éxito, por su estudio cartográfico del Atlas marroquí, con los mejores premios de París de científicos de aquél momento. Convive con su prima Maria de Bôndi en quien descubre, lo que él después diría en muchos momentos: que tanta inteligencia y bondad, no puede estar enemistada con la fe. Fe de la que él se encontraba lejos, desde que acabó sus estudios a los diez y siete años con los jesuitas de París.

¿Qué papel tiene el desierto físico y el espiritual en la conversión de Foucauld?

Están muy unidos. Él tiene páginas sobre el desierto de una belleza incomparable. Describiendo sus amaneceres y atardeceres, en las numerosas cartas que escribe a sus amigos y familia. Pero es que el desierto con su silencio y su soledad, invita a ir más allá de lo inmediato. Eso es el desierto geográfico, el físico. Pero también es importante ese desierto a nivel de la constatación de los propios límites, buscando a esos propios límites un sentido. Un valor. Porque cuando el ser humano se encuentra desprovisto de medios, es cuando tiene que sacar lo mejor de sí mismo. Y es en ese momento también cuando el hermano Carlos de Foucauld, comienza a profundizar en la contemplación, que él llamaría, “adoración”. Adoración del eterno, del absoluto, en el mismo desierto. Si te fijas en el libro, la editorial PPC ha tenido el acierto de poner en la portada “un” desierto. Porque el desierto junto con Nazaret, son los dos valores principales de espiritualidad del hermano Carlos.

La soledad, para poder encontrarse con el otro.

Y el “Otro” no solo con mayúsculas. El otro, por ejemplo, el musulmán. Él recibió no solo el testimonio religioso orante de los musulmanes, sino que fue también asistido caritativamente por ellos. Y descubrió que la verdadera relación de un creyente con otro creyente, de distintas religiones, es la aceptación del valor de la persona humana, y del amor mutuo, de la fraternidad. Antes hemos hablado de Nazaret y el desierto, y junto con ellos, Carlos desarrolló la conciencia de la fraternidad universal tan cercana a Francisco de Asís.

Y al actual Papa.

¡Por supuesto!

¿Hay algo de Foucauld en Francisco?

Bueno, en mi libro hay varias citas del papa Francisco. Y algunas totalmente referentes a Carlos de Foucauld. En su retiro a los curas que hace todos los años en el Corazón de Jesús, el 15 de junio del año pasado citó textualmente a Carlos de Foucauld como modelo de evangelización. Porque había unido muy claramente la oración a la acción pastoral. Y en el Sínodo de la familia le dedica un capítulo entero porque la espiritualidad en Nazaret coincide, según el Papa, con los objetivos de una verdadera pastoral familiar.

Hablábamos antes del Papa Francisco como alguien que también cree en esa fraternidad universal. Estamos en un momento en que las disputas en nombre de Dios nos están alejando. Asistiendo, más allá de lo que es el Estado Islámico, a una pelea religiosa como no se recordaba probablemente desde la época de las cruzadas. Entre supuestos buenos y supuestos malos.

El papa Francisco está actualizando lo que Francisco de Asís vivió ya en las cruzadas. El diálogo con los musulmanes en plan fraterno. De mutuo enriquecimiento. No se trata de imponer nada, sino de ser capaz de recibir, en una reciprocidad adulta y plenamente espiritual, lo bueno que tienen todas la religiones. Porque el integrismo consiste en pensar que mi religión es la única verdadera. Cuando en realidad esos va en contra de la misma definición de Iglesia católica.

Lo que pasa es que alguno nos acusará ahora de “buenistas”.

¿Buenistas?

De estar pensando siempre que los otros llegan y nos matan, o están asesinando y secuestrando cristianos, etc.

Sí, pero eso supone darles la razón a ellos. Como si el fundamentalismo fuera la solución a los problemas de la humanidad. Cuando estos problemas solo tienen una solución: reconocer que la dignidad de las persona humana está por encima de todos los demás intereses, incluidos los doctrinales, los religiosos y los teológicos. Los dogmáticos.

Debería ser más sencillo trabajar por esa fraternidad universal en un mundo que cada vez está más globalizado en lo económico, en lo mediático. Hoy no pasa algo en el otro lado del mundo sin que nos enteremos al momento. ¿O no es así?

Es que lo globalizado, a mi modo de ver, son las intenciones imperialistas del capital, y lo medios de comunicación de gran alcance. Si se globalizara la conciencia, una conciencia donde fuera la dignidad de la persona el valor máximo, ya se estaría contribuyendo a la fraternidad universal. Y a la lucha contra los fundamentalismos y los dogmatismos, que son los que nos están haciendo daño. Tanto desde un campo como desde otro. Porque no se puede negar cierto fundamentalismo también en sectores de la Iglesia católica.

Que ataca incluso a su propio jerarca. Y últimamente bastante más.

Lamentablemente. Esa es una de las cosas que nos hace sufrir, y que a mí me hace pensar: ¿qué evangelio lee este tipo de creyente, incluso de jerarcas católicos, que atacan al Papa?

¿Con qué fragancia (cogiendo el subtítulo de tu libro), del Evangelio?

¿Con qué argumentos evangélicos, con qué espíritu pueden atacar al Papa, a un hombre que llega a Lampedusa y su primera palabra es “qué vergüenza”?

No hace falta decir más para estar denunciando una situación mundial en la que los más débiles son las víctimas de un poder generalmente anónimo. Y de un poder que está muchas veces vinculado a la ideología religiosa, más que a la religión en sí misma.

Entonces en la Iglesia y en la política ¿el poder es el verdadero problema?

Para mí, sí. Aquí soy radical. Las palabras de Jesús: “sabéis que los poderosos de este mundo oprimen”, yo las leo de una forma absoluta. Creo que nadie que aspire al poder, puede ser un servidor de los intereses del pueblo. De los intereses de los más desfavorecidos. Porque el poder siempre entrará en lucha con otro poder y tendrá que defenderse a sí mismo, más que seguir sirviendo a esos objetivos del bien común.

Pero entonces, cómo nos organizamos. Porque por mucho que se nos diga que “yo no estoy aquí para mandar sino para servir”, etc, al final, el líder de turno, lo que atesora es, además de bastante responsabilidad, muchísimo poder.

Para mí eso no tiene más que una respuesta. El poder promulga leyes. Y si las leyes del poder tienden a favorecer los intereses de los más desfavorecidos, no cabe duda de que es posible un gobierno. Es posible un poder, que ya no sería el que denuncia el evangelio. Le podríamos seguir llamando poder, porque es una estructura sociológica, política y económica. Pero si lo que se intenta es legislar a favor de los más débiles. Sería posible.

¿Dónde estaría hoy Carlos de Foucauld?

Es una pregunta arriesgada porque hablar de la mente de otro hombre y de otra época, es muy difícil llegar a una respuesta con la que te quedes completamente tranquilo.  Carlos Foucauld tiene expresiones tremendas, como aquella de “hay que conseguir una religión donde triunfe la sencillez de ritos, la sencillez de dogma, la sencillez de moral y la sencillez de jerarquía. Es decir, donde hay una llamada a la participación popular, laical, etc., tremenda.

Donde parece que no estaría, al menos hasta hace tres años, sería en cúpula eclesiástica. Pensando así.

Claro. Aunque los papas anteriores también lo han citado. De Benedicto XVI me ofreció unas citas muy valiosas, este joven amigo, Bernardo Pérez Andreu. Y de Pablo VI. De Juan Pablo II, tengo a través de los testigos una frase suya muy fuerte, que pronunció en la diócesis de Saint Denis en París: “Carlos de Foucauld es uno de los santos que más bien me han hecho en mi vida”. Luego cuesta trabajo comprender qué aspecto de la espiritualidad de Carlos de Foucauld nos quedamos. Porque él identifica la adoración eucarística y el servicio a los pobres.

Ver al Cristo que se adora, que se bendice y se consagra en cada uno de los sufrientes de este mundo… Y, qué quieres decir con el subtítulo: La fragancia del Evangelio. ¿Qué fragancia es la del Evangelio que vive Carlos de Foucauld?

Quien se enfrente con el libro se encontrará al final con un apéndice donde queda resumido y muy bien explicitado lo que yo entiendo por la fragancia del Evangelio.

La profecía.

La profecía de Carlos de Foucauld: si el futuro de la Iglesia no es esto, y esto, y esto; no es la Iglesia de Cristo. Y es por ahí por donde la fragancia es el el retorno. Volvamos al Evangelio como Carlos de Foucauld y como Francisco de Asís. “Si no volvemos al Evangelio, Cristo no estará con nosotros”. Esto es textual de Carlos de Foucauld.

Que es lo mismo que decía Francisco de Asís. “El evangelio sin glosa”. Lo decía en más de un momento a través de los escritos de su época y a través de las cartas a su maestro, San Antonio de Padua. Que era profesor en Bolonia de Teología.

Hemos puesto demasiadas glosas, demasiadas leyes y dogmas. Demasiadas interpretaciones.

Como decía el Papa a Kirill, el líder de la Iglesia Ortodoxa: “entre vosotros y nosotros hay mucha unión de fe, aunque nos separe la doctrina“. Efectivamente, la Iglesia es lo que dice Carlos de Foucauld: sencillez de normas, de moral y de ritos. Y sencillez de jerarquía. Está claro. Hemos hecho de la Iglesia un animal tan grande, que su movimiento es lentísimo. De mucha dificultad para llegar al objetivo evangélico.

¿Tiene solución ese grandísimo edificio, o hay que demolerlo?

Hay que salirse de él. Dejar que se caiga solo. El Papa ya se ha salido del Vaticano en su vida. Porque oficialmente no. Pero como persona ha dejado la casa grande, el edificio viejo. Y esto ya es un signo. Que ojalá lo sigan muchos de nuestros responsables, obispos y demás.

¿Nos equivocamos los que pensamos que no estamos hablando solo de gestos y de signos? Sino que detrás de todo lo que está haciendo el papa Francisco hay algo más.

Es que no puede haber algo más. Porque para mí, desde su aparición en el día de su elección, hasta las últimas cosas suyas que voy viendo, (con aspectos que puedes estar más o menos de acuerdo), en la tónica y la línea general, me parece evangélico. Hemos tenido un Papa político, uno intelectual, y ahora tenemos un Papa evangélico.

Te iba a preguntar: ¿y después, qué?. Pero casi mejor disfrutar de este Papa evangélico y después veremos qué Papa viene.

Todo eso es hacer teología o ciencia ficción. Yo sigo creyendo que “mi reino no es de este mundo”. Sigo creyendo que el reino de Dios sí es de este mundo, pero que el reino del papa Francisco, no es de este mundo. Él está prestando una colaboración, a mi modo de ver muy de acuerdo con el evangelio del reino. Pero es una colaboración. Él ha venido y pasará. Y la Iglesia seguirá, y los creyentes seguiremos en la Iglesia. Unos aceptando más lo tradicional y lo convencional, y otros luchando por la novedad constante, que es lo que supone la resurrección. “He aquí que todo lo hago nuevo”.

Y cada uno con sus talentos y sin enterrarlos.

Y desde el punto en el que te sitúas. Mucha gente de actitud tradicional, está posicionada más a la derecha, sin querer, por la trayectoria de su vida y por su educación. Y el Evangelio lo dice muy claro: “no juzguéis y no seréis juzgados”. Aunque a mí no me parece bien y no estoy de acuerdo, no tengo por qué condenarlos.

Pues ha sido un placer Antonio. Muchas gracias por este rato.

“Carlos de Foucauld. La fragancia del Evangelio”. Editado por PPC. Escrito por Antonio López Baeza, que está aquí con nosotros.

Muchas gracias a Religión Digital. Es muy de valorar vuestro gran servicio.

Es tu casa. Gracias por presentarnos tu libro.

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Foucauld fue un ejemplo de evangelización y humanidad.

Cuando el ser humano se encuentra desprovisto de medios, es cuando tiene que sacar lo mejor de sí mismo.

La verdadera relación de un creyente con otro creyente, de distintas religiones, es la aceptación del valor de la persona humana.

El integrismo consiste en pensar que mi religión es la única verdadera.

No se puede negar cierto fundamentalismo también en sectores de la Iglesia católica.

Si las leyes del poder tienden a favorecer los intereses de los más desfavorecidos, no cabe duda de que es posible un gobierno.

Hemos hecho de la Iglesia un animal tan grande, que su movimiento es lentísimo.

El Papa ya se ha salido del Vaticano en su vida… como persona ha dejado la casa grande, el edificio viejo.

Fuente Religión Digital

Biblioteca, General

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