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“Domingo de Ramos 2015. Devolver el Reino a los “pobres”, una historia pendiente “

Domingo, 29 de marzo de 2015

images129.3.15: Domingo de Ramos: La Entrada de Jesús en Jerusalén, día de la manifestación y promesa del Reino.

Entró para reinar, devolviendo el Reino a los pobres (es decir, al Pueblo de Dios, a los marginados y expulsados del reino de este mundo, conforme al mensaje de Isaías y de los grandes profetas…) pero le mataron, aquellos que tenían y defendían otro reino.

Por eso, importa recordar bien cómo habría reinado si le hubieran acogido o si le acogemos ahora, aunque, de hecho, él está reinando, aunque de otra forma, si aceptamos su propuesta y seguimos su camino .

Había preparado y prometido la llegada de Dios, que es la Humanidad Nueva, desde los expulsados, los pobres y enfermos, en Galilea, con palabras proféticas y gestos de sanación, y así vino a Jerusalén, como líder mesiánico, a la cabeza de un grupo de seguidores, que le llamaban maestro, guía y amigo.

Fue un día como hoy, primer “Domingo” cristiano, promesa de Pascua, hace unos dos mil años, y así entró en Jerusalén encabezando la gran procesión, manifestación definitiva de la historia humana

— Vino como “indignado” de Dios (igual que los profetas antiguos, desde Isaías hasta Juan Bautista), y así realizó su gesto de “limpieza” en el Templo, anunciando, provocando de aquel gran sistema. en contra de aquellos que tenían secuestrado a Dios y esclavizado al hombre. Estaba dispuesto a lograr la destrucción un tipo de “política” socio-religiosa al servicio de los poderosos de siempre.

— Vino como iluminado mesiánico, con la luz nueva de Dios y de la vida humana, en fraternidad liberada, a la cabeza de un grupo de peregrinos, en “marcha de Reino”, anunciando la llegada de estructuras sociales distintas, de justicia, ante las mismas “narices” del poder romano, acuartelado en la torre de Antonio (un triunviro imperial).

— Vino como amigo de sus amigos, cantando los cantos de Dios, es decir, los de la libertad humana… con un “hosanna” que significa “sálvanos, y nos salvaremos”. No traía guardaespaldas militares, ni gorilas policiales, ni poderes económicos. Pidió prestado un asno, y así vino, entre amigos de amigos, haciendo correr la voz de que llega la Humanidad Nueva de Dios.

— No quiso que el tema se decidiera por un tipo de mayoría, no organizó unas votaciones (legales o no, me da lo mismo),pues los grandes temas de la vida (nacimiento, amor y muerte) se arreglan por votaciones, sino con entrega gratuita al servicio de los demás. Además, bien se vio la respuesta oscura y asesina de las votaciones del Viernes Santo, amañadas por los sacerdotes, cuando la mayoría de los comprados por miedo y dinero votaron a favor de su muerte.

 

domingo-de-ramos— Vino con inmensa alegría, con el júbilo nuevo del Dios de Dios, cantando sobre un asno mientras bajaba por la Cuesta del Monte y del Huerto de los Olivos, por el lugar donde el mismo Dios había prometido que vendría, cantando con amigos a su lado, como poeta de esperanza, abriendo un camino de Reino en el que todos pudieran ser reyes, sin ninguno por encima de los otros, ni siquiera él mismo (¡mucho menos él mismo!)

Así vino Jesús a Jerusalén ante Pilato, que miraba desde la Torre de Antonio, y ante Caifás, que le esperaba en la Torre del Templo, y entró abiertamente, como Hijo de David, Mesías Rey, sin signos cósmicos externos como algunos le pedían (caída de astros o murallas), ni “argumentos” militares (ejércitos, armas), o económicos (miles y millones de dineros), sino ofreciendo a cuerpo su paz (humana, divina: es lo mismo), escuchando su “canto interior” (la voz de Dios) y el canto externo de su acompañantes que decían Hosana, Sálvanos oh Dios. De esa forma vino, montado en un asno, entre las palmas de olivo y los ramos (laureles) humildes de la tierra, como Hijo de Dios para el Reino.

Vino para reinar desde Jerusalén, y reina ya en el mundo entero, allí donde haya hombres y mujeres que escuchan su mismo canto y recorren su misma Procesión de Domingo de Ramos.

(Buen a todos. Las páginas que siguen y desarrollan este argumento están tomadas de X. Pikaza, Historia de Jesús, Verbo Divino, Estella 2013).

COMO HABRÍA REINADO JESÚS

1. Jesús no habría actuado como rey político o militar, en el sentido usual del término.

No habría tomado el poder, ni se habría convertido en emperador o regente político. Ciertamente, él se presentaba (y se habría presentado más abiertamente) como “virrey”, delegado y representante de un Dios-Rey, pero no en forma patriarcalista e impositiva, sino como amigo y hermana de los hombres, es decir, como Mesías (cf. Mc 3, 31-35). En esa línea podemos añadir que él habría venido a presentarse como signo y representante del Hijo del Hombre, es decir, de una humanidad reconciliada y fraterna.

Nos faltan modelos para imaginar este reinado de Jesús, pues nuestras categorías mentales y sociales se encuentran marcadas por dinámicas de poder militar, político o sagrado. Ciertamente, Juan ha trazado el perfil del reinado de Jesús, diciendo que ha venido a “dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 37); pero la verdad de su Reino no sería como la verdad de los sabios platónicos que se imponían sobre militares y trabajadores (como quiere la República VI), sino verdad de amor compartido, desde los más pobres.

2. El Reino de Jesús implicaría un nuevo tipo de relaciones humanas.

No habría necesitado instituciones militares de dominio externo, ni estructuras económicas de poder. En un primer momento, Roma podría haber seguido funcionando con sus medios militares y administrativos, en un nivel externo, de manera que los seguidores y amigos del “Reino mesiánico” de Jesús podrían haberse establecido y extendido a través de una red de conexiones personales de tipo no-gubernamental, no-militar.

Jesús no habría promovido un levantamiento armado; por eso, los miembros de su Reino no necesitaban acudir a las armas. No habría destruido con violencia las redes de dominio económico, pero se habría situado en un nivel más hondo, creando unas formas de convivencia y colaboración inmediata, de manera que, poco a poco (o por una mutación rápida), el orden político romano se habría vuelto innecesario, una realidad que se va vaciando desde dentro y que pierde su utilidad.

En ese sentido deberíamos hablar de una “mutación social” de Jesús, que no se cierra en un plano de la intimidad, sino que trasforma el mismo orden social: su “grupo de amigos” habría venido a convertirse en germen de una humanidad distinta, en línea de mutación social. Habría desparecido el Imperio de Roma, el dominio de los violentos, la opresión de los pobres.

3. Tributos, economía mesiánica.

Jesús no habría empezando destruyendo por la fuerza el orden económico del imperio romano, ni habría rechazado de un modo militar los impuestos del César (cf. Mc 12, 17), pues las “cosas” de Jesús (cosas de Dios) se realizan de un modo gratuito y por contacto personal, no a través de mecanismos de un dinero, que tiende a convertirse en ídolo supremo o mamona (Mt 6, 14).

En sentido estricto, Jesús se empezaría ocupando de aquello que el orden romano deja normalmente a un lado, es decir, de las personas que suelen quedar fuera del campo de los intereses de poder (enfermos, mendigos…). El orden económico mundial (o imperial) había conducido a una situación de desgarro y carencia en la que sufrían y morían los campesinos-artesanos de Galilea. Pues bien, contra de eso, los itinerantes del Reino, los pobres y excluidos, actuarían como portadores de un poder de “sanación humana” que cambiaría la forma de vivir de los “sedentarios” (ricos).

De esa forma se destruiría desde dentro el orden económico imperial, fundado en el dinero. Desaparecían los impuestos imperiales, las finanzas homicidas, los lujos de unos, el hambre de los otros. De esa manera, los mismos pobres, que aparecían de algún modo como “invisibles” (como si no existieran) para Roma, vendrían a presentarse como portadores de una “economía humana”, al servicio de todos,, sin propiedad exclusiva (particular) de algunos, sin relaciones de poder, pero con amor intenso, abierto a lo social y a lo económico.

4. Mutación humana.

Lo que Jesús propone y lo que así aparece como “proyecto de Reino” ante los sacerdotes de Jerusalén y ante Pilato (representante del Imperio) no es una sencilla adaptación, en el interior del sistema que había venido operando hasta el momento y que había culminado en la religión del templo judío y en el orden militar y político de Roma. Pero ese proyecto de Jesús no implicaba una evasión espiritualista, sino todo lo contrario: Una más honda “encarnación”, un cambio esencial, político y religioso, estructural y personal, una “mutación” humana.

El proyecto de Jesús no se sitúa en un nivel de conflictos y cambios militares, sociales o económicos, ni siquiera en el nivel de los cambios religiosos, en sentido confesional, sino que implica un mutación (un cambio de nivel, una elevación) dentro de aquello que pudiéramos llamar las “estructuras habituales de la vida humana”, que se habían estabilizado durante siglos en clave de luchas de poder.

En contra de esas estructuras de poder (propias de Roma y de sus “amigos” sacerdotes), Jesús y sus seguidores vendrían a establecer las bases de un “grupo de amistad verdadera, universal”, sanadora, reconciliadora, destruyendo las estructuras del poder organizado, empezando desde Galilea, pasando por Jerusalén, para llegar al mundo entero. Ésta es la “utopía” de Jesús, la utopía de un grupo de amor que puede mudar la historia humana; ésta era la esperanza de la llegada del Reino de Dios, que es la verdadera humanidad.

5. Por eso, Jesús no podría haber llamado a la venganza, p

ara luchar en contra de los sacerdotes del templo o los soldados de Roma, pues de esa manera seguiría manteniéndose en el nivel antiguo. Si Jesús se hubiera vengado de los sacerdotes continuaría moviéndose en su mismo nivel, utilizando así sus medios de tipo “sacrificial”, es decir, violento. Si hubiera querido vengarse de Roma seguiría estando en el nivel de Roma y no podría haber renunciado a la defensa armada (cf. Mt 26, 53; Jn 18, 37).

Pues bien, en contra de eso, Jesús no apela a los sacrificios de los sacerdotes ni a la defensa armada, sino que se sitúa en un nivel distinto de humanidad, según la mutación a la que hemos aludido, no por negación de la política, sino por búsqueda de una “política” distinta, al servicio de la humanidad reconciliada. No ha buscado la venganza, ni ha querido conseguir ninguna cosa con violencia militar, pues sabía que la violencia y la venganza dejan al hombre en manos de la muerte.

Por eso, él no ha luchado externamente contra el templo, pero estaba convencido de que el templo actual se encuentra en manos de poderes de violencia, de manera que terminará destruyéndose a sí mismo, como ha dicho y prometido, un día como hoy (anunciando y provocando su ruina: cf. Mc 13, 2; 14, 58; 15, 29 par). Tampoco ha luchado de forma militar contra Roma, pues no ha querido situarse en el plano de violencia en que se mueve el imperio de la “bestia” (por utilizar una terminología que viene desde los grandes profetas de Israel).

La certeza de que Roma acabará (y con Roma todos los imperios que se fundan sobre bases de violencia) le permite alimentar una esperanza distinta, la esperanza de una humanidad que puede empezar a vivir ya en plano de amistad mutua, es decir, gracia (ésta es la clave de su mutación). Ese fue su proyecto, con esa esperanza y tarea subió a Jerusalén, entrando allí como Rey Verdadero.

6. El triunfo de Jesús no supondría una independencia política de Israel

o de su movimiento mesiánico, en el sentido antiguo, pues un tipo de dependencia o independencia pertenece al orden “violento” de la economía y la política, vinculada a guerras y pactos en línea de poder.

Jesús sabe que tanto la llamada dependencia como la independencia en línea de poder (con triunfo de Roma o de los celotas, enfrentados en la guerra del 67-70 d. C.) constituyen dos variantes de una misma violencia de base que él ha venido a superar. Ciertamente, él quiere y busca la “independencia” frente al poder imperial, y en ese sentido es radicalmente anti-romano, pero no para utilizar sus
mismos medios y para dominar sobre el mundo con violencia, sino para cambiar las mismos coordenadas en las que se situaba antes la opresión interhumana, en línea polítia.

En este contexto debemos apelar de nuevo al tema de la “mutación” o cambio de nivel al que hemos aludido. Sabemos cómo surgen y caen los imperios, dentro de una historia fascinante de sucesión de reinos (bestias), tal como aparece, de forma clásica, en una historia profética que va desde Isaías (siglo VIII a.C.) hasta Daniel (siglo II a.C., cf. Dan 7: babilonios, persas, macedonios, sirios…). Lo que debe llegar es algo distinto, no un reino nuevo, sino la superación de todos los reinos “bestiales”, con el surgimiento de reino que sea presencia gratuita de Dios, un reino donde triunfe y se expanda simplemente la verdad del hombre como gracia (cf. Dan 7, 13) .

Todo nos permite suponer que Jesús ha seguido los modelos de Isaías y Daniel, viendo que un tipo de historia de violencia y opresión tiene que terminar, porque hay Dios y porque el hombre ha sido creado para el amor y la paz.

Jesús sabe que una historia antigua se está destruyendo a sí misma… y así sigue tras 2000 años. Pero está convencido de que viene, ha de venir, algo distinto: el Reino de Dios, que es Reino de los hombres. Por eso subió a Jerusalén, un día como hoy, hace veinte siglos.
Pues bien, rompiendo la clausura de esa historia, Jesús ha venido a situarse en un plano distinto, de gratuidad, como representante o adelantado de la humanidad del Reino que responde al plan de Dios, en línea de perdón y amor mutuo, superando el nivel anterior de violencia y juicio.

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