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Isa ibn Maryam. María, la Navidad del Islam

Miércoles, 24 de diciembre de 2014

isa_maryamDel blog de Xabier Pikaza:

A diferencia de la Pascua (que sigue siendo una fiesta “interior” de los cristianos), la Navidad se ha convertido o puede convertirse fiesta universal que de un modo o de otro pueden aceptar todos los hombres y mujeres que “creen” en el misterio de la vida, entendida como don de Dios y simbolizada en una madre y un niño.

Esto sucede de un modo especial en el Islam, que acepta y desarrolla los diversos “milagros de la Navidad” (virginidad biológica de María, prodigios de Jesús niño…), pero sin reconocer aquello que para los cristianos es el único “milagro” verdadero: La encarnación de Dios.

‒ Para muchos cristianos actuales, los aspectos milagrosos del nacimiento e infancia, en sentido literal (biológico), resultan menos importantes e incluso contraproducentes: no son base de la fe, ni tienen carácter salvador, sino que sirven para confesar simbólicamente el origen divino de Jesús, de un modo que, en algún sentido, puede aplicarse a todos los creyentes (cf. Jn 1, 13), en unión a Jesús.

El Islam, en cambio, acentúa los rasgos más físicos y “maravillosos” de la Navidad de Jesús: La virginidad biológica de su madre, los prodigios que acompañaron a su nacimiento (la palmera que baja, el niño recién nacido que habla etc.). De todas formas, en el fondo de esos “milagros”, el Corán ha visto la “providencia” de Dios que se revela (aunque sin encarnarse) por la concepción y parto milagroso de María.

El islam conoce a María a través de algunos apócrifos judeocristianos, que han recogido y ampliado los relatos de la infancia, especialmente los relacionados con la maternidad virginal de María. Ellos sirven al Corán para destacar el sometimiento de María como verdadera musulmana, resaltando, al mismo tiempo, la exigencia y valor de su virginidad, entendida básicamente como expresión de fidelidad a Dios, como Mujer, en paralelo a Muhammad/Mahoma, que recibe el Corán (Palabra) de Dios en forma tambien virginal.

El Corán nos sitúa ante la Navidad de los apócrifos (en la línea del Protoevangelio de Santiago, del Evangelio de la Infancia del Salvador o del Evangelio árabe de Mateo), que destacan la infancia y milagros de Jesús, partiendo de su nacimiento maravilloso… Pero deja a un lado (o rechaza) la Navidad del Nacimiento/encarnación de Dios

Virgin_Mary_and_Jesus_(old_Persian_miniature)Así lo quiero desarrollar en esta postal. Los lectores amigos pueden quedarse en la mitad del texto. La segunda parte o excurso, tomado de un texto ya clásico, podrá servir para aquellos que quieran profundizar en el tema. Buena preparación, musulmana y cristiana, para la Navidad.

LOS MILAGROS Y EL MILAGRO DE LA NAVIDAD

He dicho que el Islam destaca el aspecto “biológico” de la virginidad materna de María, en la Navidad de Jesús, pero en ese fondo ha de situarse también la providencia especial de María, que es paralela a la de Mahoma-Muhammad. Ambos han concebido y dado a luz de un modo virginal: María a Jesús, Muhammad al Corán.

‒ Revelación de Dios por María y por Muhammad. Dios ha revelado su poder por María, haciéndola madre virginal de Jesús, que era portador de su Espíritu y de su Palabra. De esa forma, Dios ha expresado por ella su más honda potencia creadora; por eso, su sometimiento a la acción del Espíritu de Dios y el hecho de que ella será madre virginal de Jesús (por un milagro físico-biológico, sin intervención de varón) son signos fuertes de providencia divina (Corán 3, 33-37), conforme a la palabra de Dios que le dice “Te ha escogido y purificado. Te ha escogido entre todas las mujeres del universo” (Corán 3, 42). Pues bien, de un modo semejante, Dios ha escogido a Muhammad para revelar por medio de él su Corán.

‒ María y Muhammad son receptores de la Palabra de Dios. María ha sido Virgen por milagro especial de Dios, mujer que concibe sin varón… Éste es el “milagro” más importante del Islam, que apenas conoce otros milagros, ni les da importancia (a no ser el de Muhammad que recibe por “milagro” el Corán de Dios. . María ha dado a luz a Jesús, como la tierra primera engendró a Adán. Su virginidad es testimonio privilegiado de la acción de Dios que ejerce su poder sobre la historia (por medio de Gabriel, gran ángel).

‒ Dos milagros, una Navidad… Éstos son los dos “milagros” del Islam: El de María que concibe sin varón, porque recibe en su seno de mujer la “palabra” de Dios; el de Muhammad que recibe la revelación-Palabra de Dios (Corán) sin intervención de cultura humana. En esa línea, María acoge sumisa la palabra de Dios, como verdadera musulmana. De un modo semejante actuará Muhammad, recibiendo de un modo virginal el Corán a través de la revelación del Gabriel.

MARÍA Y LA NAVIDAD DE JESÚS, UN ELEMENTO IMPORTANTE DEL ISLAM

La concepción y nacimiento virginal de Jesús por medio de María son para el Islam una parte del misterio de la acción divina, y deberían haber suscitado la fe de los judíos, pero ellos no creyeron (3, 42-48; 19, 16-26). De igual manera, la revelación del Corán a Muhammad debe servir de signo para los creyentes.

‒ Jesús-niño defendió milagrosamente (hablando tras haber nacido) la virginidad de su madre, proclamando la grandeza de Dios, y actuó después como su enviado, realizando milagros y anunciando el evangelio para los judíos. Resulta significativa la importancia que el Corán ha dado al Jesús niño, a quien presenta como portador de un mensaje de Dios: conoce las cosas sin necesidad de haber aprendido, hace milagros antes de haber crecido. Así confirma el poder de Dios, que actúa por él, pidiendo sumisión a los judíos (3, 49-53; 19, 27-36).

‒ Jesús-adulto realizó milagros y fue profeta para los judíos: curó a ciegos y leprosos, resucitó muertos, ofreció pan a los hambrientos. Dios quería convertir a los judíos a través de sus milagros (cf. 5, 110-111). Pero estos se han negado, queriendo matar a Jesús. Pues bien, este Jesús rechazado es paradigma o ejemplo para Mahoma, también rechazado por los judíos de Medina. Pero hay una diferencia: Mahoma triunfó, revelando el Corán e instaurando la comunidad de sometidos; Jesús, en cambio, no pudo hacerlo, en el fondo ha fracasado.

De todas formas, ni María ni Muhammad (ni Jesús) valen por sí mismos (no son encarnación de Dios), sino que valen sólo como receptores de una Palabra de Dios, que expresa plenamente en el Corán. Al fin sólo importa Dios y su Corán. Ciertamente, Jesús ha sido un profeta y, enviado de Dios (cf. 4, 171; 19, 30), de tal manera que Muhammad ha podido presentarle como Espíritu y Palabra (Rûh y Kalima) que vienen de Dios (cf. 3, 45; 5, 171).

Jesús nace del Espíritu de Dios (es decir, de Gabriel) por medio de María (cf. 2, 87.252; 5, 110; 16, 2.102 etc.); lo mismo que el Corán ha nacido (ha sido revelado) por Gabriel, a través de Muhammad. Pero ni Jesús vale en sí mismo, ni María, ni Muhammad. Es único grande es Dios. María se ha limitado a escuchar la Palabra de Dios, obedeciendo de un modo sumiso, de forma que por sí misma nada puede.

Pero en su sentido más profundo, Jesús es sólo una función de Dios (no encarnación de Dios). Por eso, cuanto más se acentúe su grandeza (es Palabra o Espíritu divino), más desaparece su persona, más se niega su aportación humana; el único que importa es Dios, no Jesús, que es sólo un hombre en quien actúa la Palabra y Espíritu de Dios, que realiza de esa forma sus milagros. Lo mismo sucede con Muhammad, que tampoco tiene importancia por sí mismo, sino sólo como transmisor de la Palabra de Dios que es el Corán.

Conforme a esa lógica, en contra de las confesiones cristianas (que le hacen divino, persona trinitaria), el mismo Jesús ha negado según el Corán su carácter divino: No es Hijo a quien Dios ha engendrado (de forma biológico-sexual), al interior de una Trinidad de Padre-Dios, Madre-María e Hijo-Jesucristo (cf. 4, 171-172; 5, 72-75.116-117; 19, 88-94; 112). Él ha nacido de un modo virginal (como signo del Corán, que proviene también directamente de Dios, sin intervención de Muhammad). Pero en sí mismo no es más que un hombre.

MILAGRO FÍSICO-BIOLÓGICO, PERO SIN ENCARNACIÓN DE DIOS

En ese contexto ha de entenderse la virginidad de María, como signo de una intervención directa de Dios y como expresión de su pasividad y sumisión creyente. Por eso, los musulmanes pueden aceptar y aceptan el discurso de algunos apócrifos cristianos (concepción y nacimiento milagroso, sin varón; milagros del Jesús niño que habla y defiende a su madre…), pero no encarnación radical de Dios.

La mayoría de los musulmanes entienden los milagros de Jesús niño y la virginidad de María de un modo literal, como expresión de la supremacía y de la acción salvadora de Dios. Virginidad de María y milagros de Jesús aparecen de esa forma como signos de la acción directa de Dios, que realiza su obra por sí mismo, sin “encarnarse” en la historia humana.

El Islam nos sitúa de esa forma ante una experiencia de predestinación y de acción inmediata de Dios. Eso significa que María no hace nada por sí misma, sino que se limita a dejar que Dios engendre en ella a Jesús. De igual forma Muhammad:

‒ María ha escuchado la Palabra de Dios, dejando que ella actúe en su vida de mujer, haciéndola madre. En esa línea, los musulmanes interpretan la concepción virginal de una forma ‘física, que ha sido rechazada por la mayor parte de los cristianos, que insisten en la aportación personal de María (y de su diálogo con José). En esa línea se puede afirmar que acción del ángel Gabriel (engendrador de Dios) sustituye al semen masculino. Al someterse a la palabra y acción de Dios, María engendra lo que una mujer puede engendrar, un hijo.

‒ Muhammad, por su parte, escucha la Palabra de Dios, revelada por el mismo ángel Gabriel, pero no para tener un hijo como María, sino para revelar esa palabra a todos los humanos, por medio del Corán. Este es el ‘milagro’ de Muhammad; a través de la Palabra de Dios, él no ha engendrado un Hijo como María, sino que ha revelado el Libro de Dios y ha creado la verdadera comunidad de los creyentes, que es la ‘Umma.

Entre María, la mujer ‘sometida’ virginalmente a Dios, y Muhammad, el profeta de la sumisión total, hay una profunda relación. En ese contexto, virginidad significa sumisión (es decir, Islam), la más alta pasividad ante el misterio de la acción divina. Pues bien, en esa línea se puede añadir que como María estuvo sometida a Dios, las mujeres musulmanas han de fieles en su sometimiento a los varones. Como varón, Muhammad se somete a Dios, pero no a través de una virginidad corporal, sino escuchando y cumpliendo la palabra de Dios y creando la ‘Umma musulmana. Esta mariología islámica, en lo que implica de sometimiento femenino y virginidad pasiva, parece haber influido en algunos círculos cristianos. Pero, estrictamente hablando, ella es poco evangélica.

NAVIDAD MILAGROSA, PERO SIN NACIMIENTO DE DIOS

El Islam desarrolla generosamente la figura de María, madre de Jesús, tal como ha sido evocada por algunos apócrifos judeo-cristianos, que destacan su obediencia a Dios y la importancia de su virginidad. Pero su función ha de ser entendida dentro de la visión conjunto del Corán, con su crítica de la diosa (con el sometimiento histórico y social de la mujer) y la obediencia creyente de María, vinculada en este contexto a su virginidad, entendida en forma biológica.

La veneración que el Corán siente por María ha de situarse en el fondo del rechazo de la mujer-diosa (del paganismo) que Muhammad (=Mahoma) había querido superar. Pero Mahoma presenta también a María como ejemplo supremo de mujer y persona creyente, que acoge la palabra de Dios y recibe el don de su Espíritu. En el Islam hay nacimiento milagroso de Jesús, pero no Navidad de Dios.

‒ Rechazo del Nacimiento de Dios, rechazo de la “diosa”.

Muhammad, que proviene de un contexto al menos parcialmente politeísta, ha debido “borrar” la figura de la diosa o de las diosas, que aparecen en unos famosos versos satánicos (Corán 53, 19-23), en los que emerge el signo de tres diosas (entre ellas Ashera).

Sea cual fuere el origen y sentido más antiguo de esos versos, Muhammad y el Corán han rechazado apasionadamente a las diosas y madres sagradas, condenando así la divinización de los poderes cósmicos de la naturaleza femenina. Este rechazo de la diosa pagana constituye uno de mayores atractivos y riesgos del Corán.

Es un atractivo, por lo que tiene de despliegue de la pura trascendencia divina, más allá de todas las formas y figuras humanas. Dios queda de esa forma siempre más allá, sin proceso de amor-vida, sin nacimiento en la historia de los hombres, sólo como “palabra” (Corán) que está siempre más arriba, sin entrar en la trama de la vida de los hombres.

Es un riesgo, porque puede conducir a una especie de deshumanización de Dios, convertido en puro Dominador por encima de todas las formas de la vida humana. No hay nacimiento de Dios, no presencia humana del misterio, no hay Navidad originaria.

‒ Rechazo de la posible Navidad cristiana (de la encarnacion de Dios).

Parece que Muhammad ha entrado en contacto con círculos “sectarios” que han divinizado a la Madre de Jesús, introduciéndola en una Trinidad de tipo sexuado y familiar que estaría formada por Dios Padre, Diosa-Madre y Jesucristo. El cristianismo se habría convertido, según eso, en una repaganización triádica del evangelio (en la línea de una posible trinidad formada por El-Padre, Ashera-María y Cristo-Hijo). Es muy posible que Muhammad haya exagerado al oponerse a visión divina de María, la madre de Jesús, pues quizá no había grupos cristianos que la hubieran divinizado de esa forma, en línea de paganismo. Pero es evidente que ha visto y criticado un riesgo bien real: muchos cristianos han identificado de hecho a María con un tipo de diosa y como tal la han venerado.

Desde este fondo, y desde la visión coránica de la mujer ha de entenderse la figura y función de María que concibe a Jesús de un modo virginal, acogiendo como Muhammad la palabra de Dios. El Corán entiende la virginidad de María de un modo biológico y religioso, como signo de su absoluta sumisión ante el poder divino y como expresión de su apertura a la Palabra. En esa línea algunos piensan que la recuperación cristiana de María debería hacerse en perspectiva musulmana, de retorno a la virginidad biológica y de acogida radical de la Palabra que viene de Dios (con sumisión total a ella).

PROFUNDIZACIÓN Y RESUMEN

Muhammad ama a Jesús y le atribuye títulos y gestos muy significativos, pero deja en silencio otros que son importantes para los cristianos. Así ha recogido de un modo especial los pasajes de la leyenda de Jesús, trasmitida por apócrifos judeo-cristianos (Evangelio de Santiago, Infancia del Salvador, Pseudo-Mateo). Es evidente que conoce textos y/o tradiciones de iglesias cristianas y que acepta de buen ánimo la misión profética de Jesús, cuyo nacimiento entiende como signo de providencia :

− Jesús es el hijo de María, elegida por Dios como madre-virgen. Por eso se le dice “Te ha escogido y purificado. Te ha escogido entre todas las mujeres del universo” (Corán 3, 42). Dios expresa por ella su más honda potencia creadora. Por eso, el sometimiento de María a la acción del Espíritu de Dios y el nacimiento de Jesús son signos de providencia divina (Corán 3, 33-37).

− María Virgen generó a Jesús, como la tierra primera a Adán. Así se expresa la acción de Dios (por Gabriel, gran ángel) y la obediencia sumisa de María, que acoge su palabra, siendo verdadera musulmana (como Muhammad que recibió el Corán del mismo Gabriel). La concepción y nacimiento virginal de Jesús y deberían haber servido de prueba para los judíos, pero ellos no creyeron (3, 42-48; 19, 16-26).

− Jesús-niño defendió la virginidad de su madre, proclamando la grandeza de Dios, y actuó después como su enviado, realizando milagros y anunciando el evangelio para los judíos. El Corán ha dado mucha importancia al Jesús niño, a quien presenta como portador de un mensaje de Dios: sabe sin aprender, hace milagros antes de haber crecido, actuando como signo de Dios para los judíos (3, 49-53; 19, 27-36).

− Jesús-adulto ha sido realizador de milagros y profeta del evangelio para los judíos: curó a ciegos y leprosos, resucitó a muertos, ofreció pan a los hambrientos etc… Pero su persona en cuanto tal era secundaria. Sólo importa Dios, que actúa por Jesús, realizando sus milagros, para convertir a los judíos (cf. 5, 110-111), pero estos no lo hicieron, sino que quisieron matarle. Este Jesús rechazado es paradigma para Muhammad, también rechazado por los judíos de Medina. Pero: Muhammad triunfó, instaurando la comunidad de sometidos; Jesús, en cambio, no pudo hacerlo, en el fondo ha fracasado.

Para Muhammad Jesús es Siervo de Dios (Abd Allâh: 5, 72; 19, 30). Ciertamente le llama Nabî, profeta, y Rasûl, enviado de Allâh (cf. 4, 171; 19, 30), y puede presentarle incluso como Espíritu y Palabra (Rûh y Kalima) que vienen de Dios (cf. 3, 45; 5, 171 . Pero no le ha separado, ni le ha dado autonomía religiosa, ni ha valorado en sí, pues sólo importa en verdad Dios trascendente.

((Estos apelativos, vinculados a su concepción virginal (nace del Espíritu-Gabriel por María: cf. 2, 87.252; 5, 110; 16, 2.102 etc) y a su anuncio de evangelio, hacen que algunos piensen que Jesús casi divino para Muhammad. Cf. R. C. Zaehner, Inde, Israël, Islam, DDB, Bruges 1965, 305-333; G. Rizzardi, Il problema della Cristologia Coranica, Propaganda, Milano 1982. Ciertamente, Muhammad le vio como un personaje clave, expresión humana del “Espíritu” divino (cf. 16, 29; 32, 9; 38, 72), nuevo Adán, comienzo de una nueva creación (3, 59-68), pero nunca como Dios)).

Por eso, cuanto más acentúe la grandeza de Jesús menos destaca su identidad y persona humana: sólo Dios es grande, no Jesús, hombre en quien sólo actúa la Palabra y Espíritu divino. Lógicamente, el Jesús del Corán ha negado las confesiones que le hacen divino, persona trinitaria: no es Hijo a quien Dios ha engendrado (de forma biológico-sexual), al interior de una Trinidad de Padre-Dios, Madre-María e Hijo-Jesucristo (cf. 4, 171-172; 5, 72-75.116-117; 19, 88-94; 112) .

Tras llamar a ese Jesús, que fue gran profeta de Dios para los judíos, pero que no pudo culminar su misión, porque ellos quisieron matarle y él tuvo que esconderse (siendo liberado de la muerte), Dios le ha llamado a él, Muhammad, para anunciar su Palabra más honda y triunfadora, en forma árabe, para todos los humanos. Desde aquí se entiende su misión que vincula un mensaje de Palabra (Corán) y una campaña militar que culmina en el establecimiento de la ‘Umma o comunidad de liberados en la Meca. Él ha cumplido y superado de esa forma el evangelio de Jesús .

Es evidente que Muhammad, defensor apasionado de la diferencia y distinción de Dios, negará la esencia divina de Jesús y su pertenencia trinitaria. Por eso, aunque en un determinado nivel filológico (análisis de tradiciones y terminología del Corán) haya que seguir estudiando los textos evocados, el tema clave del diálogo cristiano con Muhammad (y el judaísmo) se sitúa en el plano de la misión y tarea profética.

Como vengo diciendo y repito ahora al final, ra muchos cristianos actuales, los aspectos milagrosos del nacimiento e infancia, en sentido literal, resultan secundarios e incluso contraproducentes: no son base de la fe, ni tienen carácter salvador, sino que sirven para confesar simbólicamente el origen divino de Jesús, de un modo que, en algún sentido, puede aplicarse a todos los creyentes: los que aceptan a Jesús (y en el fondo todos los humanos) superan por concepción y nacimiento el plano de la carne-sangre, sin negarla, de manera que, en un nivel profundo, nacen de Dios (cf. Jn 1, 13), conforme a la experiencia más profunda de creatividad que seguiremos evocando. Tampoco la controversia trinitaria (generación eterna de Jesús o ‘número’ divino de personas) resulta básica para esos cristianos, pues sólo puede plantearse y entenderse sobre el fundamento de una fe evangélica ya firme y no en la forma en que la situaba Muhammad.

EXCURSO. MARÍA EN EL CORÁN (PARA AQUELLOS QUE QUIERAN PROFUNDIZAR EN EL TEMA)

(Cf. Roger Du Pasquier«Marie et le Mystère Marial», Revue Connaissance des Religions nº 47-48, Juillet-Décembre 1996))

Jesús, que ocupa un lugar particularmente eminente en el Islam y de quien los musulmanes no pronuncian el nombre más que con veneración, es llamado siempre en el Corán “Jesús hijo de María” (Isa ibn Maryam). Esto quiere decir que su nacimiento virginal está testificado por la Revelación y representa un artículo de fe que ningún creyente pondría en duda. En cuanto a María (Maryam), su madre, ella es la mujer más venerada de los musulmanes ya que es la única cuyo nombre es mencionado en el Corán, siendo los demás nombres mencionados en este libro solo de personajes masculinos. Los pasajes del Libro sagrado, que datan tanto del comienzo de la Revelación así como de sus fases más tardías, subrayan la eminencia y la perfección de María, lo mismo que informan de las circunstancias que han rodeado el nacimiento milagroso de su hijo.

Si Cristianismo e Islam están fundamentalmente de acuerdo sobre el carácter sobrenatural del acontecimiento, existen sin embargo varias divergencias relativas a su alcance espiritual y a su significado fundamental, desde el momento en que, en la perspectiva musulmana, no podría tratarse de encarnación. Las circunstancias exteriores que rodean al acontecimiento divergen igualmente de una tradición a otra. Así en el Islam la Natividad, de la cual no se precisa el lugar, es ajena al lugar de Belén y al entorno del pesebre tan querido a la piedad cristiana. Igualmente la tradición musulmana, estimando que María no ha sido ni prometida ni casada antes de la Anunciación, ignora el personaje de José, lo mismo que pasa por alto el episodio de la huida a Egipto.

Los autores musulmanes, que frecuentemente se han interesado en la genealogía de la Virgen, le reconocen en general una ascendencia noble y la miran como perteneciendo al linaje de Aaron (Haroun), hermano de Moisés (Moussa). Con relación a sus padres y a su venida al mundo, cuentan un episodio cuyo recuerdo se ha hecho popular: su padre Imrân (Joaquín para los cristianos) y su madre Hanna (Santa Ana), que llevaban una existencia modesta y tranquila en Nazaret, no habían tenido descendencia hasta una edad avanzada.

Un día su atención se vio atraída por un pájaro que, en un árbol, daba alimento a sus crías. Emocionada y bajo el efecto de un arrebato de amor maternal, Hanna sintió el deseo de tener un hijo y de dedicarlo al servicio de Dios. Su deseo fue concedido y se quedo encinta. Es entonces donde se sitúa el episodio relatado por el Corán (III, 35): “La mujer de Imran dijo: «¡Mi Señor! Yo te consagro lo que está en mi seno; acéptalo de parte mía. Tu eres en verdad Aquel que escucha y que sabe”. Poco después trajo al mundo una niña y, siempre según la narración coránica, ella dijo: “Yo la llamo María, yo la pongo bajo tu protección a ella y a su descendencia, frente Satán el reprobado. Su Señor acogió a la niña haciéndole un bello recibimiento: la hizo crecer con un bello crecimiento y la confió a Zacarías”. Porque Imrân había muerto antes del nacimiento de la niña y Zacarías, su tío y padre del profeta Yahya (Juan Bautista), asumió su cuidado. Es entonces donde se sitúa un celebre episodio narrado por la misma sura (III, 37-38):

«María tenía la costumbre de retirarse en un mihrab un nicho de oración y cada vez que Zacarías entraba allí, comprobaba que ella disponía de un alimento llegado misteriosamente. El le preguntaba entonces: “¿Oh María, de donde viene todo esto?” Ella respondía: “Esto viene de Dios: Dios da su subsistencia a quién El quiere”.

Este versículo coránico figura frecuentemente entre los motivos caligráficos que adornan los mihrabs de las mezquitas, particularmente en Turquía. La importancia de María en el Islam está subrayada primero por el hecho de que la sura del Corán (XIX) que relata la Anunciación y la Natividad se designan por ese nombre. He aquí el pasaje principal:

“Mencionada María en el Libro. Ella dejó su familia y se retiró en un lugar hacia Oriente. Colocó un velo entre ella y los suyos. Nosotros le hemos enviado nuestro Espíritu; él se presentó ante ella bajo la forma de un hombre perfecto. Ella dijo: «¡En el Clemente me refugio contra ti, si eres piadoso!. El dijo: «Yo soy el enviado de tu Señor para darte un hijo puro». Ella dijo: «¿Cómo tendré yo un hijo? Ningún hombre me ha tocado nunca y yo no soy disoluta». El dijo: «Es así: Tu Señor ha dicho: Eso es fácil para Mí. Haremos de él un Signo para todos los hombres, una misericordia venida de Nosotros. El decreto es irrevocable»”

“Ella quedó encinta del niño y después se retiró con él en un lugar alejado. Los dolores la sorprendieron cerca de un tronco de palmera. Ella dijo: «¡Desdichada de mi! ¡Ojalá hubiera muerto antes de esto y estuviese completamente olvidada!». Gabriel que se encontraba a sus pies le dijo: «¡No te entristezcas! Tu Señor ha hecho surgir un arroyo a tus pies. Sacude hacia ti el tronco de la palmera: caerán dátiles frescos y maduros. Come, bebe y tranquilízate. Cuando veas a algún mortal, dile: «Yo he hecho voto al Clemente de ayunar. Hoy no hablaré a ningún humano»

Ella volvió con los suyos llevando el niño. Ellos dijeron: «¡Oh María! ¡Has hecho algo inadecuado! ¡Oh hermana de Aarón! ¡Tu padre no era un hombre malo y tu madre no era una prostituta!. María señaló al niño para que le interrogasen y ellos dijeron entonces: «¿Cómo hablaremos a un niño de cuna?». Pero éste respondió: «Yo soy en verdad el servidor de Dios. El me ha dado el Libro; El ha hecho de mí un Profeta; El me ha bendecido dondequiera que yo esté. El me ha prescrito la plegaria y la limosna mientras viva y la bondad hacia mi madre. El no me ha hecho ni violento ni malvado. ¡Que la Paz sea sobre mí el día en el que nací, el día en el que moriré, el día en que resucitaré!»

Este pasaje coránico, muy frecuentemente recitado, es uno de los elementos más importantes que mantienen viva en el Islam la presencia de María y de Jesús. Al milagro del recién nacido capaz de hablar en su cuna, se puede añadir otro mantenido en la memoria popular gracias a un hadîth profético atestando la impecabilidad de Jesús y de su madre. Refiriéndose a la tradición según la cual todos los niños, en su nacimiento, dan gritos porque están siendo “pinchados” por Satán, este hadîth afirma que solamente Maryam y su hijo Isa escaparon a la acción del demonio y permanecieron sin pecado.

Otras tradiciones transmitidas en el cuadro del Islam dan detalles sobre la Anunciación. El acontecimiento está situado en una caverna cercana a una piscina que, según algunos, sería la de Siloé en Jerusalén. María, entonces con 13 años, tenía la costumbre de dirigirse a ella con un botijo para coger agua. El joven “perfecto” que se le aparece entonces es generalmente identificado con el arcángel Gabriel que, viéndola temerosa, la tranquilizó, aceptando entonces ella someterse a la voluntad divina. Entonces el ángel sopló en un pliego de su túnica, lo que la hizo concebir.

Basándose en otros pasajes del Corán, comentaristas cristianos han podido pensar que María se encontraba impropiamente asimilada a una de las personas de la Trinidad tal como la entiende el Cristianismo pero que es rechazada por el Islam.

He aquí uno de los principales pasajes señalados: “Dios dice: ¡Oh Jesús hijo de María! Eres tú quien dices a los hombres: «¿Nos tomáis, a mí y a mí madre, como dos divinidades por encima de Dios?» Jesús dice: «¡Gloria a ti! No me corresponde declarar lo que no tengo derecho a decir. Tu lo habrías sabido si yo lo hubiera dicho…» (V, 116)

Los teólogos musulmanes reaccionan habitualmente subrayando que estos pasajes coránicos tratan de las realidades de la piedad cristiana y no de los dogmas oficiales de las Iglesias que, sobre este tema, están lejos de ser unánimes. Ahora bien parece evidente que muchos fieles de estas Iglesias miran como persona divina no solamente a Jesús sino igualmente a su madre.

Además de las numerosas menciones de María en el Corán, el Profeta Mahoma le ha dedicado numerosos elogios consignados en los hadîths. Así, según uno de ellos, “numerosos hombres han llegado a la perfección, pero entre las mujeres, solo la han alcanzado María hija de Imran, Fátima, Khadija y Asiya, esposa de Faraón. Esta última, que había aceptado la religión de Moisés, es mencionada en el Corán, pero sin figurar su nombre.

Un episodio de los comienzos del Islam merece todavía ser señalado: Cuando el Profeta, a la cabeza de las tropas musulmanas, se adueñó de La Meca, se dirigió a la Kaaba en la que limpió el interior de ídolos e imágenes, entre ellas la de Abraham, que estaba allí. Sin embargo hizo la excepción de un icono de la Virgen con el niño: el Profeta la recubrió con sus manos y ordenó que se hicieran desaparecer todas las demás pinturas y figuras. ¿Qué ocurrió después con este icono privilegiado? Algunos creen saber que fue discretamente puesto en lugar seguro, pero las tradiciones son muy vagas a este respecto. Lo esencial es sin duda que permanece el recuerdo de este gesto del fundador del Islam.
Hay que señalar una divergencia entre los comentadores musulmanes con respecto al estatus de María: unos, como Ibn Hazm (siglo XI), Ibn Arabî y Al-Qurtubi (siglo XIII), le reconocen la nabiyah, lo que la sitúa en el rango de los profetas, mientras que la mayoría de los teólogos, aún teniendo consciencia de sus méritos excepcionales, estiman que no sobrepasaría el nivel de la santidad (waliyah). Sea como sea, todos están de acuerdo en llamarla Sayyidatuna Maryam, cuya traducción exacta es “Nuestra Dama María”.

Es interesante constatar que los autores sufíes que le reconocen la cualidad profética son generalmente los mismos que le atribuyen las más altas funciones esotéricas en el cuadro de la espiritualidad islámica. Tal es el caso de los maestros que acabamos de citar y de algunos otros como Rûmi cuando compara el alma humana pacificada con la Virgen María que da nacimiento al corazón personificado por Jesús.
Los pasajes coránicos relativos a la Virgen han suscitado numerosos comentarios a menudo esotéricos por parte de autores sufíes. Es el caso de Abd er-Razzak Kâshânî que intercala en el texto de la sura III (42-45) comentarios característicos de esta manera de ver (reproducidos aquí entre paréntesis):

“Y cuando los ángeles (las facultades espirituales) dijeron a María (el alma inocente y pura) «Dios te ha elegido» (porque tu te has liberado de los deseos) y El te ha purificado (de los viles rasgos de carácter y de los atributos despreciables), El te ha escogido con preferencia a las demás mujeres (las mujeres son las almas sujetas al deseo y asociadas a actos reprensibles y hábitos despreciables). Oh María, sé piadosa con tu Señor (por tus deberes que son actos de obediencia y de adoración); y postérnate (en la estación del desapego, de la humillación, de la pobreza, de la incapacidad y de la búsqueda del perdón) e inclínate (en la estación de la humildad y del temor) con aquellos que se inclinan (los humildes).”

Para captar los significados esotéricos del papel de María en la espiritualidad musulmana, no se podría hacer nada mejor que dejarse guiar por la remarcable y sabia obra de Charles-André Gillis (Marie en Islam, Editions traditionnelles, 1990, ISBN 2-7138-0049-8) que expone las enseñanzas más importantes. Si cristianos y musulmanes están de acuerdo en reconocer en la Santa Virgen el modelo perfecto de la obediencia a la voluntad divina, los comentadores coránicos explican el sentido del nombre Maryam por el término abida que implica una sumisión total a Dios, lo que corresponde al sentido más exacto de la palabra islâm. Sin embargo María es algo más que ese modelo perfecto: “Según la realidad verdadera de su ser, María manifiesta un aspecto fundamental del Verbo eterno” escribe Charles-André Gillis, añadiendo que ella ocupa en el Islam una función que comporta “una dimensión propiamente iniciática cuya presencia misteriosa y raramente visible se manifiesta de manera constante”.

Recurriendo a la “ciencia de las letras” (ilm al-Hurûf), rama esotérica del saber tradicional bastante extraña a la mentalidad occidental moderna, el autor revela que Maryam, nombre árabe de María, comporta aspectos sobre los cuales los maestros antiguos habían señalado indicios sobre el papel universal de la Virgen. Es así que el valor numérico de las letras que la componen, 209, es el mismo que el de “cinco términos que se relacionan respectivamente con los ámbitos metafísico, ontológico, cosmológico, escatológico así como con ciertos aspectos del “polo” substancial de la Existencia. Hay ahí, para el pensamiento esotérico del Islam, una confirmación de la posición única de María.

Nuestro autor muestra a propósito de esto que el primero —que nos limitaremos a citar aquí— de estos cinco términos es marma, del verbo rama (lanzar), que puede aproximarse al nombre Maryam. Pues bien, este verbo figura en la enseñanza profética (hadîth) siguiente: “Tras de Allah, ningún blanco que se pueda alcanzar”. Y con la ayuda de citas —que sería muy largo reproducir aquí— de Ibn Arabî, del emir Abd al-Qadîr y de René Guénon, es posible deducir enseñanzas relativas a la función suprema de María: “En tanto que ella representa el origen de toda concepción y el limite de toda comprensión, la Virgen aparece como el velo supremo que Alá hace descender entre El y Sus servidores. Este velo es el de la Misericordia de la cual El los cubre y por la cual El les da, según sus necesidades y sus estados diversos, Su protección y Su perdón. Este velo no está a su vez velado a si mismo en vista de que, exteriormente, oculta a los otros: Maryam, en su perfección, no está separada de la Esencia divina…”

Citemos todavía otro comentario de apariencia paradójica, debido a Ibn Arabî, a propósito de la concepción milagrosa de Jesús nacido de una virgen. Como lo escribe el cheikh al-Akbar, “Dios llamo a Jesús a la existencia por la intermediación de María. Por ello, María fue situada en la posición de Adán y Jesús en la de Eva. Ya que, por lo mismo que un ser femenino vino a la vida a partir de uno masculino, un ser masculino nació a partir de una mujer. De esa manera Dios termina por donde había comenzado, trayendo al mundo un hijo sin padre, lo mismo que Eva vino a la existencia sin madre. Así Jesús y Eva son hermano y hermana de los que Adán y María son los padres”.

En la perspectiva de estas correspondencias, María ha podido ser llamada por los esoteristas musulmanes “hija de su hijo”, y tal es el título que Charles-André Gillis da a uno de sus capítulos. Sin embargo semejantes correspondencias, todo lo sorprendentes que puedan parecer a nuestra mentalidad, no son hechas solamente por autores musulmanes y, como lo señala en el mismo capítulo, se encuentran ejemplos igualmente bajo la pluma de cristianos. El ejemplo más conocido es sin duda la invocación por la cual se abre el último canto del Paraíso de Dante: “O Virgen madre e hija de tu hijo…” Habría muchas más, sobre todo ese verso de Chrétien de Troyes: “Este glorioso padre que de su hija hizo su madre…”.

Todo esto no impide la existencia de un serio desacuerdo entre Cristianismo e Islam a propósito de la filiación de Jesús. Así lo subraya la misma obra, “la doctrina islámica rechaza la idea de que el Muy-Alto pueda ser el padre, real o adoptivo, del Cristo manifestado, ya que eso implicaría que El entra, de una cierta manera, en una relación de “pareja”. Es por eso que el Espíritu Santo, que cumple en modo no-carnal en el “mundo de las similitudes” esta función “paternal” frente a la Virgen, tiene un estatus angélico y no divino puesto que está identificado con el Ángel Gabriel. En compensación, en el Cristianismo, este último tiene un simple papel de “anunciador”, y el Espíritu Santo es considerado como una persona divina”.

En el mismo orden de ideas, el teólogo musulmán cheik Si Hamza Boubakeur hace una interesante observación a propósito de un versículo coránico de la sura “Los Profetas” (XXI, 91): “Y aquella que había permanecido virgen, Nosotros le hemos insuflado de nuestro Espíritu, Nosotros hemos hecho de ella y de su hijo un signo para los mundos”. El texto coránico, señala el cheik, no dice “nuestro espíritu”, sino “de nuestro espíritu”. La preposición “min” (de) “incluye una parcela, un fragmento, una fracción y no el todo en su unidad”. Además el verbo nafakha empleado en el Corán, traducido por insuflar, significa etimológicamente “soplar con la boca”. En el Corán es empleado a menudo con otras acepciones, pero en ninguna parte se le encuentra con el sentido de “encarnarse”. Se trata entonces de un acto particular en el orden de la creación divina”.

Siempre alejándose resueltamente de las interpretaciones en desacuerdo con la estricta doctrina monoteísta, la tradición musulmana, particularmente en sus elementos esotéricos, reconoce en María otros privilegios y funciones de los que la obra de Charles-André Gillis subraya su importancia inmensa. Basándose en diversos pasajes coránicos, él atribuye a María una cualidad de “confirmadora” relacionándose con “el conjunto de manifestaciones del Verbo y de los Libros revelados”. La Virgen se identifica de esa manera al Espíritu universal y a la Tradición primordial. Ella es así investida de una misión de reconciliación del mundo en acuerdo con este pasaje coránico: “Y aquella que ha permanecido virgen… Nosotros hemos hecho de ella y de su hijo un Signo para los mundos”.

Otro punto a señalar: Charles-André Gillis estima posible el hablar de un cierto sacerdocio femenino eminentemente representado por la Virgen: “en tanto que Madona ella reúne en efecto Sabiduría divina e Inteligencia transcendente. Este sacerdocio juega un papel preponderante en las tradiciones caballerescas en las que domina un elemento afectivo y guerrero”. Ahora bien, es el amor y no el conocimiento el que domina en estas tradiciones, las cuales no han desaparecido del mundo musulmán y donde permanece una presencia de “Sayyidatuna Maryam”.

Una noción resume todas las enseñanzas y todas las tradiciones que posee el Islam a propósito de María, y es la de “Mujer Perfecta que corresponde en todos los grados al principio “pasivo” y substancial de la Existencia”. El valor “eminentemente simbólico” del nombre Maryam nos da la confirmación de ello, lo mismo que los términos que, según la “ciencia de las letras” son sus equivalentes numéricos. Así se encuentra ilustrada la afinidad que representa el Islam con la función marial y “el espíritu de servidumbre que es su marca”.

Siempre expresando nuestra alta estima por la obra de Charles-André Gillis, que se nos permita expresar nuestra sorpresa a propósito de este término de “servidumbre” que interviene con insistencia para caracterizar el espíritu del Islam y la función que en él ejerce María. La palabra “servidumbre”, que él no es el único autor en utilizarla en el mismo contexto, expresa en efecto una idea de obligación, de dominación impuesta las personas que la sufren de manera pasiva e independiente de su voluntad. Tal no es ciertamente la actitud requerida a los creyentes del Islam que, adhiriéndose a él, hacen por su propia voluntad acto de sumisión y de aceptación del orden divino, a ejemplo de la Santa Virgen frente al ángel de la Anunciación. Esta sumisión, que es identificación con la voluntad divina, corresponde exactamente a la actitud de María que, más y mejor que una “sierva”, es la pura adoradora totalmente consagrada a Dios.

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