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“Religiones y homosexualidad. Cuando la fe sale del armario”, por Joseph Runzo. Catedrático de filosofía y estudios religiosos en la Universidad de Chapman, editor de Love, sex and gender in the world religions

Miércoles, 24 de septiembre de 2014

NOLODUDESDIOSTEAMALeído en la página web de Redes Cristianas

(Tomado de la Revista Dialogal de la Asociación UNESCO para el Diálogo Interreligioso. Nº 12 de invierno 2004. Traducción del catalán: José Naranjo Estrada. Barcelona, 2013)

La polémica sobre el matrimonio homosexual nos hace peguntarnos qué dicen las grandes religiones sobre la homosexualidad. El recorrido histórico por las diversas tradiciones, a cargo del profesor Joseph Runzo, se complementa con entrevistas a personas que reúnen la doble condición de practicantes de la propia religión y homosexuales. (Entrevistas realizadas por Manuel Pérez Browne)

La sexualidad siempre ha planteado dificultades a las tradiciones religiosas de la humanidad. El sexo es uno de los impulsos más poderosos que nos mueven a los seres humanos y se puede percibir como una amenaza a la autoridad y a la tradición porque esta fuerza tan poderosa puede conducir a conductas fuera de las normas establecidas. En nuestro mundo de hoy las cuestiones sobre la homosexualidad ocupan un lugar destacado.

No hay una respuesta sencilla a la pregunta sobre “¿cómo han considerado la homosexualidad las religiones del mundo?” En primer lugar no hay una única respuesta que cubra colectivamente a todas las religiones del mundo. Pero además, a la larga, cada tradición desarrolla una compleja historia de ortodoxias sobre cualquier tema crucial. Así la cuestión de la homosexualidad provoca respuestas diversas al interior de las tradiciones porque lo que en el pasado se consideraba moralmente aceptable o inaceptable puede cambiar. Por ejemplo históricamente las religiones han aprobado determinadas actitudes y prácticas relacionadas con la sexualidad que ya hoy no se consideran aceptables: considerar a las mujeres como posesiones sexuales (escrituras hebreas), cuestiones de pureza relacionadas con el semen y el flujo mensual (ideas hebreas e induistas), poligamia (que ya no se practica en muchos países donde gran parte de la población es musulmana) y prostitución (Tomás de Aquino la veía como un baluarte contra la homosexualidad).

Las religiones del mundo

descargaLa religión viva más antigua del mundo es el hinduismo. En el hinduismo la conducta heterosexual siempre ha recibido más atención que la conducta homosexual. Históricamente la homosexualidad ha sido prohibida. En las Leyes de Manú, una codificación sistemática de cuestiones morales recopilada por brahmanes de las castas superiores hace aproximadamente 2000 años, la prohibición del lesbianismo es más fuerte: se lo considera merecedor de multas y palizas, mientas que la homosexualidad masculina se castiga menos, si bien ninguna de las dos recibe castigos tan severos como el adulterio. En el Kama Sutra, un texto del siglo IV atribuido a Vatsyayana, un sacerdote brahman célibe, se menosprecia la homosexualidad masculina.

Las imágenes heterosexuales abundan en la comprensión hinduista de las manifestaciones de la Divinidad (Brahman) en forma de diversos dioses y diosas. Pero a la par que se celebran los juegos amorosos del Señor Shivá y Párvati (su esposa divina) no existe en la mitología ninguna celebración comparable de relaciones homosexuales explícitas. Esto no obstante, Nancy M. Martín ha señalado que existen mitos en los que Shivá adopta una forma femenina para hacer el amor con un devoto, en los que devotos de la Gran Diosa (Mahadevi) se transforman en mujeres para adorarla y en los cuales devotos del enamoradizo dios Krishna se transforman en mujeres para podérsele acercar como amantes. Seguramente esto no es ninguna afirmación de homosexualidad, pero se muestra una cierta apertura. Además estas narraciones hindúes plantean una cuestión importante: ¿dónde están las líneas que separan los géneros y qué relación tienen con la homosexualidad? La sexualidad y el género, al menos en parte, son ideas construidas socialmente y por tanto la manera exacta como se entienden varía según las culturas y las religiones. No todas las culturas se obsesionan tanto por la división entre relaciones sexuales homosexuales y heterosexuales como hacen los “occidentales”. Si se vive en el mundo hinduista (o budista), donde el re-nacimiento es una realidad, se habrá sido hombre en algunas vidas y mujer en otras. Las fronteras entre los géneros y las cuestiones de sexualidad, llegan a ser mucho más fluidas en un mundo así.

Para los chinos, influidos tanto por el confucianismo como por el taoísmo desde el siglo VI a.C., la amistad entre los hombres se consideraba una de las virtudes confucianas y la homosexualidad masculina floreció durante la edad media en las cortes imperiales chinas, sobre todo durante las dinastías Han y Sung. El lesbianismo se toleraba como algo inevitable en las zonas separadas donde vivían las mujeres. Los taoístas pensaban que las relaciones heterosexuales tenían un efecto positivo en el equilibrio de los elementos yin (femeninos) y yang (masculinos), pero que unas relaciones heterosexuales excesivas tendrían el efecto negativo de apagar el yang (fuego) con yin (agua). Así entonces, como observa Goeffrey Parrinder en Sex in the World Religions, “la homosexualidad se toleraba ente los adultos porque el contacto íntimo entre dos elementos yang no podía comportar la pérdida de fuerza vital”. Veremos cómo estas actitudes taoístas afectaron después al budismo japonés.

untitled0805En el budismo que surgió en el contexto del hinduismo en el siglo VI a.C. no se da la aproximación positiva al sexo que el hinduismo comparte con las tradiciones judía y musulmana, teniendo en cuenta que todas están fuertemente centradas en el matrimonio y la familia. La conducta homosexual escasamente se trata en los textos budistas de la India. Fuera de los textos del budismo tántrico, que influyeron en las formas tibetanas y japonesas del budismo, las escrituras budistas advierten que la sexualidad es una atadura con esta vida y un obstáculo para la iluminación. No obstante en el movimiento posterior que condujo al budismo Mahayana que viajó de India a China hace aproximadamente dos milenios, los bodhisattvas (personas que han alcanzado la iluminación) con frecuencia son descritos junto a compañeros devotos, también hombres, siempre a su lado. Sin duda esto es en parte resultado de la vida comunitaria de los monjes budistas en los monasterios (ver Buddhism, Sexuality and Gender de José I. Cabezón). Por otro lado, con frecuencia se afirma que Kobo Diaschi, quien fundó la rama Shingon del budismo tántrico en Japón, llevó la homosexualidad desde China a los monasterios budistas japoneses.

En el siglo XII con la llegada desde China de la tradición budista Chan al Japón del período Kamakura, donde recibió el nombre de Zen, las órdenes militares de los samuráis japoneses se encontraron con la vida monástica del budismo. La relación maestro-discípulo entre los samuráis, frecuentemente homosexual, llevó al equivalente de las relaciones homosexuales de maestro-discípulo de los monasterios. Gary P. Leupp afirma: “La tradición homosexual en Japón del período Tokugawa representa una culminación y mezcla de diversas tradiciones -monástica, samurái, burguesa- estimulada por la aparición de pueblos y ciudades más grandes, con una población masculina desproporcionada. Si bien el clima intelectual incluía algunas tendencias contrarias a la sensualidad (en el budismo) y otras partidarias de la familia y la procreación (en el confucianismo…), nunca comportó una fuerte corriente de hostilidad hacia el sexto entre hombres” (Male Colors). Así pues, en la gran época Tokugawa de Japón (1615-1867) la homosexualidad se ligó a instituciones de élite: militares, señores feudales, corte imperial y monasterios.

Si ahora nos fijamos en las raíces de los monoteísmos occidentales, el código sacerdotal y de pureza del Levítico adopta el punto de vista contrario a las Leyes de Manu en lo que tiene que ver con el lesbianismo y la homosexualidad masculina y decreta una pena todavía más severa para la homosexualidad masculina: “Si un hombre judío se acuesta con otro hombre (…) cometen una abominación y serán castigados con la muerte; que corra la sangre sobre ellos” (Lv. 20,13). El lesbianismo no se menciona en el Levítico, mientras que san Pablo, un joven converso, lo menciona en Romanos 1,26. Con frecuencia se piensa que Dios destruyó las ciudades de Sodoma y Gomorra porque sus habitantes practicaban la homosexualidad. Sin embargo se trata de una interpretación tardía; el profeta Ezequiel es muy claro en cuanto al pecado fatal de los sodomitas: “La culpa de Sodoma, tu hermana, era ésta: ella y sus ciudades vivían en el esplendor, la abundancia de alimentos y un plácido bienestar, pero no ayudaban a los pobres e indigentes” (Ez. 16,49).

En general, teniendo en cuenta el fuerte énfasis que pone en el matrimonio (y Dios como casamentero), el judaísmo tradicionalmente ha prohibido la homosexualidad, pese a que algunos movimientos reformistas del judaísmo actual han moderado esta actitud y también lo podemos observar en las opiniones del rabí conservador experto en ética Elliot Dorff. No obstante esto, al fin y al cabo el estudio exhaustivo de David Biale Eros and the Jews: From Biblical Israel to Contemporary America solamente incluye cinco referencias a la homosexualidad o al lesbianismo, lo que indica hasta qué punto han sido cuestiones marginadas en esta tradición. Biale afirma que los movimientos juveniles sionistas alemanes estaban influenciados por las ideas neorrománticas de Hans Bluher, que “subrayaba los fuertes lazos homoeróticos entre los miembros masculinos del Wandervögel” y también observa la aparición más reciente de algunas escritoras jóvenes lesbianas en América (donde hoy viven casi la mitad de judíos del mundo), como Erica Jong y las poetisas Adrienne Rich e Irena Klepfisz.

La tradición islámica sigue al judaísmo tanto por lo que hace al énfasis en la familia como en la condena de la homosexualidad, a pesar de tener una visión positiva del sexo. Parrinder señala que con frecuencia se ha pensado que los versículos del Corán que comienzan en 9:24 condenan la homosexualidad y es cierto que en general esta tradición la condena de forma constante. A veces se argumenta que la homosexualidad es “antinatural” porque Al.là creó a los hombres para que se sintieran atraídos por las mujeres y a las mujeres para que se sintiesen atraídas por los hombres. No obstante esto, El jardín perfumado por el gozo del alma, un manual erótico escrito en el siglo XVI, incluye un apartado sobre la homosexualidad tratada positivamente, si bien es típico eliminarlo en las traducciones europeas. Como en el judaísmo y en el cristianismo, una visión más abierta respecto a la homosexualidad se ha comenzado a desarrollar en el islam de los países occidentales más ricos.

Al interior del cristianismo San Pablo condena la homosexualidad tanto masculina como femenina porque “cambian las relaciones naturales por las antinaturales” (Rom. 1,26). Sin embargo cuando examinamos las palabas de san Pablo tendríamos que recordar tres cosas: 1. San Pablo es un judío converso; 2. Escribe en el contexto de un imperio romano dado a los excesos y frecuentemente a las bacanales, donde había ciudades famosas por su inmoralidad, como el puerto marítimo de Corinto; y 3. Recomienda la rectitud sexual e incluso recomienda a las parejas que eviten el matrimonio, si pueden, porque espera que el eschaton llegue pronto. Hasta el siglo III d.C. el imperio romano no tomó medidas legales contra la homosexualidad entre adultos. De hecho, hasta que el entonces Imperio romano no llegara a ser oficialmente cristiano, el poderoso ejército tendía a seguir el mitraísmo, una religión con una fuerte corriente homosexual oculta. A partir de la conversión de Constantino al cristianismo los emperadores combinaron la moralidad cristiana y la ley romana, prohibiendo la homosexualidad por impía e incluso como un peligro para el Estado. Así, pues, el año 693 d.C. el concilio de Toledo afirmaba que la “sodomía” era “habitual en España” y declaraba que la conducta homosexual en un obispo, un sacerdote o un diacono comportaría la pérdida del cargo eclesiástico y el “exilio perpetuo”.

Por otra parte, cuando el cristianismo desarrolló una fuerte tradición monástica, se produjo una aceptación tácita de la homosexualidad. Como señala Juan Boswell “entrar en una orden monástica entre los años 500 y 1300 d.C. seguramente era la manera más segura de conocer a otros homosexuales” (ver Sexuality and the Sacred: Sources for Theological Reflection). En esa época encontramos algunos poemas y cartas homoeróticos y homosexuales escritos por un miembro del clero monástico y dirigidos a otro. Pero una visión más negativa de la homosexualidad comienza a surgir en el siglo XIII.

Esta actitud negativa que se comienza a desarrollar tiene un claro centro en la ideas de Tomás de Aquino. Para Tomás, seguidor de Aristóteles, cada cosa tiene su finalidad correcta y el pecado consiste en ir en contra de esta finalidad. Dado que desde el punto de vista de Tomás el único fin de las relaciones sexuales era la procreación, la actividad sexual no destinada a la procreación era pecaminosa. En consecuencia la conducta homosexual era pecaminosa. Hay que recordar que este era un período en el que la Iglesia occidental tendía a pensar que todo el sexo era pecaminoso, una idea que en parte procedía de san Agustín y sus antecedentes maniqueos.

La Iglesia moderna ha llegado a aceptar las necesidades sexuales humanas normales como algo positivo y, a medida que los debates sobre sexualidad humana llegaban a ser más públicos, crecía el abanico de conductas aceptables. Ya en el siglo XVII los puritanos, los anglicanos y los cuáqueros comenzaron a predicar que la sexualidad era un regalo otorgado por Dios no solamente para la procreación sino también como algo muy importante para el amor y la intimidad.

Inclusión y exclusión.

John Bowell ha marcado una importante distinción en el tratamiento de los homosexuales: puede ser que se los excluya como a marginados (outsiders), que sean aceptados como miembros de categoría inferior (inferior insiders), o que se los reconozca con sus características propias (distinguishable insiders). El teólogo anglicano Brian Hebblethwaite dice: “Existe la creencia muy extendida de que en muchos seres humanos la orientación homosexual es algo natural en el sentido de que tiene una base genética. En estas circunstancias se podría argüir que una relación homosexual comprometida y fiel es un bien moral y no se ha de condenar como si estuviera al mismo nivel que la promiscuidad sexual”. En contraste con la calificación de distinguishable insider por parte de Hebblethwaite, encontramos la de inferior insider en The Concise Sacramentum Mundi, que trata la homosexualidad en el apartado de “conductas defectuosas”; esta obra argumenta que “no tiene importancia si o hasta qué punto éste puede ser un trazo heredado o solamente adquirido” y sugiere que aunque la homosexualidad sea “irreversible”, si el homosexual busca “la totalidad de la otra persona” en una relación, no alcanza “la forma de encuentro cristiano”.

En cualquier caso, históricamente todas las tradiciones religiosas han permitido hasta cierto punto las prácticas homosexuales. Las religiones siempre tienen un cierto sentido práctico además de la teoría. Así, al fin y al cabo si canónicamente una determinada tradición religiosa está en contra de las prácticas homosexuales, el hecho de que muchos fieles tengan tendencias homosexuales obliga a esta tradición a tenerlo en cuenta en la práctica. En el mundo global donde vivimos hoy con comunicaciones globales, una clase media en expansión y mayor libertad de expresión y movilidad, los homosexuales han pasado de la invisibilidad del pasado a la visibilidad. Esto está obligando a las tradiciones religiosas del mundo a reexaminar su posición sobre la homosexualidad y a escuchar las voces de su interior. En el caso de las religiones que reconocen la humanidad y el compromiso religioso de los homosexuales en sus propias comunidades, la cuestión es si los homosexuales con creencias religiosas serán tratados meramente como personas de categoría inferior o se los aceptará completamente como miembros con características propias.

“La sexualidad no es un problema si vives de la forma más recta posible” (Abid, miembro del colectivo musulmán Imaan en Reino Unido)
¿Se puede ser homosexual y musulmán? La respuesta es que sí. Siempre me veo a mí mismo en primer lugar como un musulmán, que resulta que es también homosexual. A sus seguidores Al.là no solamente les pide que oren a él, que se sometan a sus designios y que sigan el ejemplo del Profeta de la mejor manera que puedan. Ni se le pide a todos que se casen, ni la sexualidad es un problema si oras y vives tu vida de la forma más recta posible.

¿Cuál es la postura oficial del Islam con respecto a la homosexualidad? Los sabios del Islam siempre explican a los musulmanes que la homosexualidad es un pecado. Esta me parece una postura realmente difícil de sostener, principalmente porque el Islam es aceptación total de todo creyente. Los sabios no entienden que un homosexual quiera

compartir su vida con alguien especial que sea de su mismo sexo y no del sexo opuesto. Ellos ven la homosexualidad como promiscuidad sexual, como algo que se escoge. Lo que no ven es que esto no se escoge. Esta gente no puede negarnos el Islam mientras continuamos valorando y respetando nuestra relación con Al.là. Ninguno nos puede juzgar, eso es cosa de Al.là. Por eso está el Día del Juicio, cuando todos tendremos que responder por nuestras acciones y decisiones. Yo diría que siempre he intentado vivir mi vida tan cerca del ejemplo del Profeta como he podido y he seguido mi religión tan bien como me lo ha permitido mi capacidad. Vivo abiertamente una vida honesta sin hacer mal a nadie.

¿Existen otros puntos de vista islámicos sobre esta cuestión? Hay una nueva voz al interior del Islam, llamada “Islam progresista”. Algunos sabios del Islam piden que los homosexuales vivan sus vidas con libertad dentro de las sociedades islámicas. Aunque todavía ven la homosexualidad como un pecado, argumentan que no están aquí para juzgar y que es Al.là quien decidirá cuándo retornaremos a él cada uno de nosotros una vez que hayamos muerto.

¿Puede explicar un poco su experiencia? Siempre me ha apasionado el Islam y mi relación con Al.là. Por esta razón yo lo pasé muy mal cuando comencé a cuestionarme mi sexualidad. Pero finalmente llegué a la conclusión de que necesitaba ser honesto conmigo mismo, aceptar quién era y seguir adelante. Hoy, por el hecho de haberme mostrado tal y como soy delante de mí mismo y delante de aquellos que me rodean, mi familia y mis amigos, soy más feliz y estoy más agradecido a Al.là por lo que tengo y por lo que he conseguido. ¡Que Al.là sea testimonio de nuestros esfuerzos por ser buenos musulmanes y nos permita tener éxito en este mundo y en el de después!
“La homosexualidad también es creación de Dios”. (Gwénaël Le Moing, miembro de la Asociación Cristiana de Gays y Lesbianas)
¿Se puede ser cristiano y homosexual? Sí, porque, para comenzar, la realidad lo demuestra: hay personas que lo son. Y se puede vivir con normalidad. Se trata de no seguir el mensaje oficial de la Iglesia católica sino de tomar como referencia el Evangelio. La Biblia no condena la homosexualidad y Jesús ni siquiera habla de ella. No hay ninguna contradicción. De hecho el mensaje de Jesucristo apoya a los discriminados y formar parte de una minoría ayuda a entenderlo. Es la Iglesia oficial la que tiene una interpretación homófoba de la Biblia.

¿Cuál es esta interpretación homófoba? Los homosexuales son respetados en su condición siempre y cuando no la expresen. La Iglesia no condena a las personas sino las prácticas homosexuales. Esto viene de su visión de la homosexualidad como una cosa que apenas tiene cabida dentro del matrimonio y enfocada a la procreación. La Iglesia no tiene en cuenta que hoy el campo de la procreación es mucho más amplio con la reproducción asistida y la adopción. Nos niega el derecho a adoptar, a ser familia, porque dice que una familia ha se ser formada por un padre, una madre y unos hijos nacidos de esta unión. Así discrimina a todas las familias monoparentales y homoparentales que existen y sobre todo discrimina a sus hijos.
¿Esta ha sido siempre la postura de la Iglesia? No. En el primer milenio se celebraban bendiciones de uniones homosexuales registradas en documentos oficiales de la Iglesia.

Solamente en el siglo XII se empezó a considerar el matrimonio como sacramento. Antes la gente se unía con un contrato, como las parejas de hecho, con uniones heterosexuales y homosexuales que la Iglesia bendecía. Nosotros, más que matrimonio, reclamamos estas bendiciones. En aquella época cercana a los orígenes la Iglesia era más abierta. Al final de la edad media, cuando la Iglesia se consolidó como institución, entró en este período negativo hacia los homosexuales, que aún perdura. Y con una estructura tan jerarquizada el diálogo es impensable. Al norte de Europa, donde las tradiciones protestantes dominantes no tienen esta presión jerárquica, el debate está mucho más avanzado.

Y en la práctica ¿cómo vive un homosexual de origen católico la postura de su Iglesia? Si se queda con lo que dice la Iglesia oficial, puede provocarle un grave conflicto interior. Pero la Iglesia es plural. Lo que pasa es que el mensaje que llega a la sociedad siempre es el oficial. Ha de buscar más y saber, por ejemplo, que el Concilio Vaticano II estableció que los cristianos han de actuar según su conciencia. Actuar de manera visible como cristiano y gay facilita el proceso de aceptación. También sirve el tener contactos personales dentro de la Iglesia. Aparte del mensaje oficial, para muchos católicos los homosexuales han de ser tratados con todos los derechos y han de poder expresar su sexualidad normalmente. Porque la homosexualidad también es creación de Dios…

“El budismo me ayuda a gozar mi condición sexual”. (Pilar Sánchez Morales, practicante de la comunidad budista Sakya Tashi Ling)
¿Qué postura tiene el budismo con respecto a la homosexualidad? Las principales enseñanzas de Buda tratan sobre el desarrollo de la felicidad y el cultivo de la mente; están relacionadas con la teoría del conocimiento y la sicología y tienen en la meditación uno de sus pilares. Además el budismo hace suyos el apoyo a los más débiles, la disposición a ignorar las desigualdades y el interés por los marginados por causa de los diferentes sistemas políticos o religiosos, entre otros. Partiendo de esta base, la práctica de esta filosofía de vida me enriquece como persona, me permite vivir más intensamente lo que me rodea y me ayuda a gozar de mi condición sexual. Esta no constituye ningún impedimento para practicar el budismo.

¿Cómo te ayuda el budismo para gozar de tu sexualidad? Cuando una persona descubre que es homosexual suele cuestionarse muchas cosas y la sociedad se encarga de hacer que se las cuestione todas. Lo pasas muy mal y llegas a plantearte si lo que sientes es malo. Ir contracorriente es duro; puede ser más fácil, de cara a los otros y a uno mismo, negar la propia homosexualidad. Vengo de una familia católica, muy conservadora y crecí pensando que los homosexuales eran unos depravados. Por esto descubrir mis sentimientos fue una experiencia muy traumática. Incapaz de asumirlo, vivía una pesadilla de desesperación y rechazo de mí misma. El budismo me ayudó a conocerme plenamente y a vivir mi sexualidad con total libertad y normalidad. Pero no solamente me ayudó a conocerme sexualmente, sino también como persona, a saber dónde están mis límites, a mejorar…
Esta postura de respeto ¿es compartida por todos los budistas? Teniendo en cuenta que las bases del budismo son precisamente el respeto, la tolerancia y la búsqueda de la felicidad para poder conseguir la armonía del ser y del espíritu y, a la vez, no permitir bajo ningún concepto que se haga mal en nombre de estos ideales o que se manifiesten de forma ofensiva, entiendo que estas ideas están generalizadas entre los budistas. Todo pasa por mantener ciertos equilibrios: no se puede ser heterosexual, homosexual o cualquier otra cosa de forma lasciva; se han de respetar ciertas normas básicas.

En la práctica ¿cómo se vive la homosexualidad en la comunidad budista? Yo me siento muy feliz. Mi homosexualidad no implica ninguna distinción y, al interior de la comunidad budista, olvido que mi sexualidad es diferente de la que tiene la mayoría. Me siento entendida y respetada y nunca he sufrido ninguna discriminación por parte de aquellos que practican el budismo. El budismo se fija en los actos y en sus consecuencias y siempre prima, por delante de la sexualidad de una persona, su humanidad. Aquí no se margina a nadie por tener una forma de amar o de sentir diferente a la de la mayoría.
“Una comunidad ha de estar unida por el judaísmo y no por la condición sexual”. (Adrià Echavarría. Miembro de la comunidad judía Atid, de Cataluña)

¿Qué postura tiene el judaísmo con respecto a la homosexualidad? Una postura múltiple, ya que el judaísmo está dividido en muchas ramas y además una de sus características es que sus miembros pueden formar comunidades. En este contexto pluralista las comunidades reformistas, progresistas y reconstruccionistas son las que, a lo largo del siglo XX, han ido aceptando a los homosexuales. Ahora bien, una gran parte del mundo judío, formada por los grupos ultraortodoxos, los ortodoxos y una parte del mundo conservador, no acepta la homosexualidad.

¿Cuáles son los argumentos de estos últimos para no aceptar la homosexualidad? No la aceptan, de acuerdo con lo que dice el famoso versículo 3 del capítulo 20 del Levítico, una serie de condenas de prácticas sexuales: “Si alguien se acuesta con varón, como se hace con mujer, ambos han cometido abominación; morirán sin remedio; su sangre caerá sobre ellos”. De aquí la condena de una parte del mundo judío a la homosexualidad y su visión de la sexualidad, que solamente puede ser entre un hombre y una mujer, con vista a la reproducción.

¿Y qué dicen las corrientes reformistas sobre este texto? El judaísmo siempre ha interpretado mucho los textos sagrados y, por lo que se refiere al Levítico, los progresistas interpretan que fue escrito en un período de persecución de los judíos en el que era normal condenar esta práctica y más aconsejado dedicarse a tener muchos hijos. Según la tradición, el día del Yom Qippur es típico leer este texto en las sinagogas. En las sinagogas progresistas, en cambio, leen otro texto.

¿La homosexualidad siempre ha sido aceptada por el mundo reformista? No. Es a partir de la experiencia dramática de la II Guerra Mundial y sobre todo de las luchas por los derechos civiles que se producen en Estados Unidos y en Europa en los años 50 y 60. El judaísmo progresista se vinculará a las luchas de los afroamericanos y a partir de aquí el movimiento homosexual comenzará a reivindicar ciertos derechos, a hacerse visible en las sinagogas. Entonces los rabinos progresistas comenzarán a plantearse el tema hasta llegar en muchos casos a la plena aceptación.

¿Crees que esta postura todavía podría evolucionar? Supongo que el prejuicio machista todavía pesa sobre las mentalidades de las personas que forman las comunidades progresistas. Esto también va en consonancia con los movimientos de izquierda de un país, que a veces no son tan progresistas como se declaran. En España los progresistas tienen poca fuerza, bien al contrario que en Israel y en los Estados Unidos. En Nueva York, por ejemplo, existe una sinagoga mayoritariamente de gays y lesbianas. Pero, a mi parecer, este no es el camino. Creo que una comunidad ha de estar unida por el judaísmo y no por la condición sexual de sus miembros.

Tendencias reveladoras

En general históricamente las religiones casi no han tendido a dedicar atención a la homosexualidad y, cuando la han condenado, frecuentemente ha sido en el contexto de una condena más amplia sobre “malas conductas” sexuales, como las relaciones sexuales heterosexuales fuera del matrimonio. No obstante si repasamos los puntos de vista religiosos hacia la homosexualidad podemos observar las tendencias siguientes:

1. Si la sexualidad está estrechamente ligada a la reproducción y a la fertilidad, la tradición religiosa tendrá menos tendencia a dejar espacio para la homosexualidad. Si esta conexión se pierde como en el budismo (que no otorga ningún valor especial a la reproducción) y en el hinduismo, entonces hay espacio para la sexualidad como placer, gozo y éxtasis, y un posible lugar para la homosexualidad. En esta segunda línea, Jack Dominian, un siquiatra católico, ha escrito que “los hombres y las mujeres viven las relaciones sexuales como un encuentro amoroso personal en el que las características humanas, no las biológicas, son el valor supremo. Lo más importante para ellos es el bienestar del cónyuge, no la fertilidad” (Sexuality an the Sacred). Aunque Dominian no lo haya dicho, los valores que describe en la sexualidad, se podrían aplicar a las relaciones homosexuales.

2. Las tradiciones religiosas que ponen énfasis en la pureza también se pueden oponer a la homosexualidad. Este es el caso del judaísmo y, de una manera diferente, del hinduismo, en el que las relaciones sexuales son impuras pero son también un buen augurio y una afirmación de la vida.

3. Cuanta mayor estructura jerárquica tenga una tradición y más estrechamente controle la conducta, más restricciones institucionalizadas presentará contra la conducta homosexual. Así, pues, hoy el catolicismo, tradiciones protestantes como los bautistas del sur de Estados Unidos, los mormones (Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos días) y las ramas ortodoxas del judaísmo tienen fuertes restricciones contra la homosexualidad. Al contrario el budismo, que siempre ha sido menos jerárquico, el hinduismo –que cuestiona la unidad institucional- y muchas tradiciones indígenas tienen una actitud mucho más tolerante. Es interesante observar que la tradición anglicana es a la vez jerárquica y está dividida en congregaciones por países, de modo que las zonas más conservadoras del mundo chocan con las más progresistas en las actuales batallas entre los anglicanos en cuanto a la ordenación de los obispos homosexuales.

4. Las tradiciones que ponen un énfasis importante en la familia como estructura religiosa toleran menos las prácticas no heterosexuales. Esto se puede observar en el judaísmo tradicional y en el catolicismo actual y también en nuevas religiones como la tradición mormona o la fe bahá´í, de origen persa. Además, fuera del catolicismo, estas tradiciones con una fuerte orientación familiar tienden a no otorgar ningún papel a las sociedades de renunciantes –como son hoy las órdenes monásticas masculinas y femeninas- que pueden ser un refugio para personas con orientaciones homosexuales.

5. Finalmente, la homosexualidad –es típico- ha sido aceptada en instituciones de élite: cortes imperiales, monasterios y cuerpos militares. Es decir, cuando la gente tiene mayores oportunidades, junto a una estabilidad social y económica, frecuentemente considera como normal un abanico más amplio de conductas sexuales.

 

 

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