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“El gesto supremo”. Domingo de Ramos – B (Marcos 14,1–15,47)

Domingo, 24 de marzo de 2024

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Jesús contó con la posibilidad de un final violento. No era un ingenuo. Sabe a qué se expone si sigue insistiendo en el proyecto del reino de Dios. Es imposible buscar con tanta radicalidad una vida digna para los «pobres» y los «pecadores» sin provocar la reacción de aquellos a los que no interesa cambio alguno.

Ciertamente, Jesús no es un suicida. No busca la crucifixión. Nunca quiso el sufrimiento ni para los demás ni para él. Toda su vida se había dedicado a combatirlo allí donde lo encontraba: en la enfermedad, en las injusticias, en el pecado o en la desesperanza. Por eso no corre ahora tras la muerte, pero tampoco se echa atrás.

Seguirá acogiendo a pecadores y excluidos, aunque su actuación irrite en el templo. Si terminan condenándolo, morirá también él como un delincuente y excluido, pero su muerte confirmará lo que ha sido su vida entera: confianza total en un Dios que no excluye a nadie de su perdón.

Seguirá anunciando el amor de Dios a los últimos, identificándose con los más pobres y despreciados del imperio, por mucho que moleste en los ambientes cercanos al gobernador romano. Si un día lo ejecutan en el suplicio de la cruz, reservado para esclavos, morirá también él como un despreciable esclavo, pero su muerte sellará para siempre su fidelidad al Dios defensor de las víctimas.

Lleno del amor de Dios, seguirá ofreciendo «salvación» a quienes sufren el mal y la enfermedad: dará «acogida» a quienes son excluidos por la sociedad y la religión; regalará el «perdón» gratuito de Dios a pecadores y gentes perdidas, incapaces de volver a su amistad. Esta actitud salvadora, que inspira su vida entera, inspirará también su muerte.

Por eso a los cristianos nos atrae tanto la cruz. Besamos el rostro del Crucificado, levantamos los ojos hacia él, escuchamos sus últimas palabras… porque en su crucifixión vemos el servicio último de Jesús al proyecto del Padre, y el gesto supremo de Dios entregando a su Hijo por amor a la humanidad entera.

Para los seguidores de Jesús, celebrar la pasión y muerte del Señor es agradecimiento emocionado, adoración gozosa al amor «increíble» de Dios y llamada a vivir como Jesús, solidarizándonos con los crucificados

José Antonio Pagola

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“Pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte”. Domingo 24 de marzo de 2024. Domingo de Ramos

Domingo, 24 de marzo de 2024

24-ramosB cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 50,4-7: No me tapé el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado.
Salmo responsorial: 21: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Filipenses 2,6-11: Se rebajo, por eso Dios lo levantó sobre todo.
Marcos 14,1-15,47: Pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte.

Un año más, pedimos disculpas a quienes buscarán un comentario bíblico-teológico «normal» para un domingo de Ramos; esperamos que podrán encontrarlo fácilmente en la red. Nosotros esta vez queremos volver a tratar de hacer un comentario pensando en aquellas personas que –como también nosotros ante el comentario que teníamos ya redactado– se sienten mal ante ese conjunto de conceptos bíblicos que se repiten y enlazan indefinidamente sin salir de un bucle teológico-litúrgico dentro el cual muchos de nosotros –que pensamos como personas seculares, de la calle, con las preocupaciones diarias de la vida– sentimos que casi nos asfixiamos.

En efecto, muchos de nuestros comentarios bíblicos al uso pareciera que se mueven en «otro mundo», un mundo propio de referencias teológicas intrasistémicas, que funcionan con una lógica diferente a la real, y que parecen estar de antemano inmunizados contra toda crítica, porque, en ese ambiente bíblico-litúrgico al que están destinados, en las homilías, todo debe ser escuchado y recibido sin discusión, sin espíritu crítico, «con mucha fe». Los que tenemos una fe más o menos crítica, una fe que no quiere dejar de ser de personas de hoy y de la calle, nos preguntamos: ¿es posible celebrar la semana santa de otra manera? ¿Así como buscamos «otra forma de creer», hay «otra forma de celebrar y acoger la semana santa»?

Veamos. Comencemos preguntándonos: ¿qué sienten, qué sentimos, ante la semana santa, muchas personas creyentes de hoy?

Muchos creyentes adultos (trabajadores, profesionales de las más variadas ramas, y también intelectuales, o simples personas cultas) se sienten mal cuando, en semana santa, por la especial significación de tales días, o por acompañar a la familia –y con el recuerdo de una infancia y juventud tal vez religiosa–, entran en una iglesia, captan el ambiente, y escuchan la predicación. Se sienten de pronto sumergidos de nuevo en aquel mundo de conceptos, símbolos, referencias bíblicas… que elaboran un mensaje sobre la base de una creencia central que fuera del templo uno nunca se encuentra en ningún otro dominio de la vida: la «Redención». Estamos en Semana Santa, y lo que celebramos –así perciben en el templo– es el gran misterio de todos los tiempos, lo más importante que ha ocurrido desde que el mundo es mundo: la «Redención»… El «hombre» fue creado por Dios (sólo en segundo término la mujer, según la Biblia), pero ésta, la mujer, convenció al varón para que comieran juntos una fruta prohibida por Dios. Aquello fue la debacle del plan de Dios, que se vino abajo, se interrumpió, y hubo de ser sustituido por un nuevo plan, el plan de la Redención, para redimir al ser humano que cayó en «desgracia de Dios» desde la comisión de aquel «pecado original», debido a la infinita ofensa que dicho «pecado» le infligió a Dios.

Ese nuevo plan, de Redención, exigió la «venida de Dios al mundo», mediante su encarnación en Jesús, para así «asumir nuestra representación jurídica ante Dios y pagar por nosotros a Dios una reparación adecuada» por semejante ofensa infinita. Y es por eso por lo que Jesús sufrió indecibles tormentos en su Pasión y Muerte, para «reparar» aquella ofensa y redimir así a la Humanidad, y consiguiéndole el perdón de Dios y rescatándola del poder del demonio bajo el que permanecía cautiva.

Ésta es la interpretación, la teología sobre la que se construyen y giran la mayor parte de las interpretaciones en curso durante la semana santa. Y éste es el ambiente ante el que muchos creyentes de hoy se sienten mal, muy mal. Sienten que se asfixian. Se ven trasladados a un mundo imaginario que nada tiene que ver ni con el mundo real de cada día, ni con el de la ciencia, el de la información, o el del sentido más profundo de su vida. Por este malestar, otros muchos cristianos no sólo se han marchado de la semana santa tradicional, sino que se han alejado de la Iglesia.

¿Hay otra forma de entender la Semana Santa, que no nos obligue a transitar por el mundo manido de esa teología en la que tantos ya no creemos?

¿«No creemos», hemos dicho? Ante todo hay que decir –para alivio de muchos– que efectivamente, se puede no creer en tal teología. No se trata de ningún «dogma de fe» (si lo fuera, tampoco ello la haría creíble). Se trata de una genial construcción interpretativa del misterio de Cristo, debida a la intuición medieval de san Anselmo de Canterbury, que desde su visión del derecho romano, construyó, «imaginó» una forma de explicarse a sí mismo el secreto sentido de la muerte de Jesús. Estaba condicionado por muchas creencias propias de la Edad Media, e hizo lo que pudo, y lo hizo admirablemente: elaboró una fantástica interpretación que cautivó las mentes de sus coetáneos tanto, que perduró hasta el siglo XXI. Habría que felicitar a san Anselmo, sin duda.

El Concilio Vaticano II es el primer momento eclesial que supone un cierto abandono de la hipótesis de la Redención, o, para decirlo de otra manera, de una interpretación de la significación de Jesús más allá de la Redención. Por supuesto que en los documentos conciliares aparece la materialidad del concepto, numerosas veces incluso, pero la estructura del pensamiento y de la espiritualidad conciliar van más allá de él. El significado de Jesús para la Iglesia posconciliar –no digamos para la Iglesia con espiritualidad de la liberación– deja de pasar por la redención, por el pecado original, por los terribles sufrimientos expiatorios de Jesús y por la genial «sustitución penal satisfactoria» ideada por Anselmo de Canterbury… Desaparecen estas referencias, y cuando sorpresivamente se oyen, suenan extrañas, incomprensibles, o incluso suscitan rechazo. Es el caso de la película de Mel Gibson, que fue rechazada por tantos espectadores creyentes, no por otra cosa que por la imagen del «Dios cruel y vengador» que daba por supuesta, imagen que, evidentemente, hoy no sólo ya no es creíble, sino que invita vehementemente al rechazo.

¿Cómo celebrar la semana santa cuando se es un cristiano que ya no comulga con esas creencias? Uno se siente profundamente cristiano, admirador de Jesús, discípulo suyo, seguidor de su Causa, luchador por su misma Utopía… pero se siente mal en ese otro ambiente asfixiante de las representaciones de la pasión al nuevo y viejo estilo de Mel Gibson, de los viacrucis, los pasos de las procesiones de semana santa, las meditaciones las siete palabras, las horas santasque retoman repetitivamente las mismas categorías teológicas del san Anselmo del siglo XI… estando como estamos en el siglo XXI…

Bajo la semana santa que oficialmente se celebra, no dejan de estar, allá, lejos, bien adentro de sus raíces ancestrales, las fiestas que los indígenas originarios ya hacían sus celebraciones sobre la base cierta del equinoccio astronómico. Se trata de una fiesta que ha evolucionado muy diferentemente en cada cultura, y muy creativamente al ser heredada de un pueblo a otro, y al contagiarse de una religión a otra. Una fiesta que fue heredada y recreada también por los israelitas nómadas como fiesta del cordero pascual, y después transformada por los israelitas sedentarios como fiesta de los panes ácimos, en recuerdo y como reactualización de la Pascua, piedra angular de la identidad israelita… Fiesta que los cristianos luego cristianizaron como la fiesta de la Resurrección de Cristo, y que sólo más tarde, con el devenir de los siglos, en la oscura Edad Media, quedó opacada bajo la interpretación jurídica de la redención…

¿Por qué quedarse, pues, prendidos de una interpretación medieval, cautivos de una teología y una interpretación que no es nuestra, que ya no nos dice nada, y que podríamos abandonar porque ya cumplió su papel? ¿Por qué no sentirse parte de esta procesión tan humana y tan festiva de interpretaciones y hermenéuticas, de mitos y «grandes relatos» incesantemente renovados y recreados, y aportar nosotros también a esta trabajada historia nuestra propia parte, lo que nos corresponde hoy, con creatividad, responsabilidad y libertad? No podemos dejar de pensar que «Otra semana santa es posible»… ¡y urgente! Y también legítima, por lo menos.

No vamos a desarrollar aquí nosotros una nueva interpretación de estas fiestas. Bástenos ahora cumplir una pretensión doble: aliviar a los que se sentían culpables por desear que «otra semana santa fuera posible», por una parte, y, por otra, de invitar a todos a la creatividad, libre, consciente, responsable y gozosa. No en todas partes o en cualquier contexto será posible, pero sí lo será en muchas comunidades concretas. Si no lo es en la mía, podría serlo en alguna otra comunidad más libre y creativa que tal vez no esté muy lejos de la mía… ¿por qué no preguntar, por qué no buscarla?

Aunque los señalaremos concretamente en los próximos días, recordamos que los temas de la Pasión de Jesús están recogidos ampliamente en la serie «Un tal Jesús», principalmente en los episodios 106 a 126. Los audios y los guiones de estos episodios pueden recogerse libremente de http://radialistas.net/category/un-tal-jesus/ Por su carácter dramatizado, y por la mentalidad crítica con la que ya pudo ser escrita hace treinta años, la serie «Un tal Jesús» presenta, de un modo muy pedagógico, la visión de la vida de Jesús desde la perspectiva de la teología de la liberación. Leer más…

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24.3.24. Ungido por una mujer. Pregón de Semana Santa

Domingo, 24 de marzo de 2024

IMG_3735Del blog de Xabier Pikaza:

Este domingo proclama la Iglesia la Pasión del Señor según el evangelio de Marcos (Mc 14-15), que comienza por la unción de Betania (M 14,3-8). Es el primero y, en algún sentido, el más importante de los textos de la Semana Santa.

Que cada uno lea por sí mismo el evangelio. Yo lo comento aquí, desde la perspectiva de esta mujer de la unción y de las mujeres de la semana Santa. Buen día, buena semana a todos.

PRINCIPIO, UNAS MUJERES

Ellas permanecieron al lado de Jesús cuando los demás se fueron y así forman el lazo de unión entre Galilea y Jerusalén, entre el mensaje y camino de sanación y acogida de Jesús, de perdón y comunión, y su presencia/ esperanza de reino. Fracasó el “programa” de los Doce, su visión del Reino, y con ellos pudo fracasar el mismo programa de Jesús, pues no podemos suponer que él confiara en que su proyecto de Reino lo retomaran y llevaran adelante unas mujeres [1].

Ante la Cruz (Mc 15, 40-41): «Había unas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaban María Magdalena y María, la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé. Las cuales le habían seguido cuando estaba en Galilea y le habían servido, con otras muchas, que habían subido también con él a Jerusalén». Estas son las verdaderas discípulas/amigas de Jesús, las que van a servir como enlace entre su vida y el surgimiento de la iglesia pascual. El evangelio de Juan introduce el mismo dato tradicional: “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María esposa de Cleofás y María Magdalena” (Jn 19, 25).

– En el entierro (Mc 15, 47). «Y María Magdalena y María la de José miraban dónde le enterraban». Parece claro que ni familiares ni discípulos varones (los Doce) pudieron enterrar a Jesús. No recibieron su cadáver, no pudieron realizar los ritos de despedida ni esperanza de resurrección (o de acogida en manos de Dios). Parece claro que a Jesús le enterraron por orden y bajo dirección del Sanedrín judío), según ley (para que cadáver colgado de un madero no contaminara la tierra en tiempo de pascua: Jn 19, 31): Según Marcos, el entierro lo dirige un hombre rico, José de Arimatea. Pero las que de verdad conservan el testimonio de la sepultura y lo han transmitido a la iglesia son estas mujeres, y entre ellas

Ante la tumba vacía, mensaje pascual (Mc 16, 1-8):Fueron muy de mañana María Magdalena, y María la de Santiago y Salomé… (16, 1). Ellas compraron los perfumes y fueron para ungir a Jesús, descubriendo la tumba estaba abierta y vacía y recibiendo el mensaje del joven de pascua: Ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar donde lo habían colocado. Pero id, decir a sus discípulos y a Pedro que él os precede a Galilea, que allí le veréis, como os dijo (16, 6-7).

FINAL  DESDE UNA TUMBA, MENSAJE DE MUJERES (M 16, 1-8)

Las cosas se pueden contar de varias formas, y así las contaron Pablo (1 Cor 15, 3-8), el Evangelio apócrifo de Pedro y Mt 28, 1-4. Pero la fuente principal de nuestra visión de Pascua es Mc 18, 1-8  que vincula elementos de historia  “historia de pascual” y de comienzo de iglesia.

Cuando pasó el sábado, María Magdalena, María la madre de Santiago y Salomé compraron aromas para ungirle. Muy de mañana, el primer día de la semana, fueron al sepulcro, cuando salía el sol y se decían una a otra: ¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro? Pero cuando miraron, vieron que la piedra había sido movida, aunque era muy grande. Y cuando entraron al sepulcro vieron a un joven sentado al lado derecho, vestido con una túnica y se asustaron. Pero él les dijo: No temáis. Buscáis a Jesús nazareno, el crucificado. ¡Ha resucitado! No está aquí. Mirad el lugar donde le pusieron. Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que os precede a Galilea. Allí le veréis, como él os dijo. Ellas salieron y huyeron del sepulcro, porque estaban aterrorizadas y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, tenían miedo (Mc 16, 1-8).

 Las mujeres buscaban su cuerpo, pero, en lugar del cadáver, vieron un vacío y un ángel/palabra que decía: «no está aquí». La palabra del ángel de pascua (id a Galilea… allí le veréis, auton opsesthe, como os dijo, Mc 16, 7) abre desde las mujeres (para todos los amigos de Jesús) el horizonte del Reino, un camino de fe y compromiso.

Las mujeres querían ungir el cadáver de Jesús, para sellar su vida en una sepultura: pero descubrieron que su tumba estaba abierta y escucharon la palabra del ángel diciendo que había resucitado. Vieron que Jesús no estaba en la tumba y pudieron pensar que resucitaría con todos los muertos, al fin de los tiempos.

También pudieron pensar que había resucitado de manera fantasmal, como se dice que resucitaron algunos de los que aguardaban en las tumbas vecinas de Jerusalén, en el valle de Josafat (cf. Mt 27, 52-53). Pero en contra de eso, el ángel de Marcos afirma Jesús nazareno ha resucitado y que Pedro y sus discípulos debían volver a Galilea para encontrarle y retomar su camino, pues la tumba de Jerusalén estaba vacía.

 Este pasaje nos sitúa un cambio radical en la visión de la historia, un cambio que ha empezado a producirse en este mismo mundo una vez y para siempre, algo que las mujeres han descubierto con un tipo de intuición más honda, una experiencia que cambia la historia humana. Ésta es la mutación de Jesús, su tumba abierta, una mutación externamente pequeña (nadie la advierte, sólo ellas), pero que se agranda y extiende hasta llenar toda la tierra, como la pequeña piedra de Daniel, que baja del Monte de Dios y destruye la idolatría de este mundo viejo (cf. Dan 2, 34; 7, 24).

Así ha cambiado la forma de entender a Jesús y su mensaje, aunque el texto sigue diciendo que ellas, las mujeres, no fueron a Galilea, de manera que todavía no se ha cumplido la experiencia plena de pascua, sino que está para cumplirse cuando ellas, con Pedro y los discípulos vuelvan a Galilea. Ese símbolo de la tumba vacía, entendida como ausencia de Jesús y como hueco donde se visibiliza su nuevo mandato (id a Galilea para verle), muestra en germen todo el cristianismo. A partir de aquí, los amigos de Jesús (apoyados en el testimonio de estas mujeres) podrán proclamar el misterio de, Jesús, como centro de la nueva vida de sus seguidores.

Sólo unas mujeres han podido iniciar esta mutación. Ellas habían acompañado a Jesús como amigo durante el tiempo de la vida y no le «traicionaron» nunca, sino que estuvieron ante su cruz y quisieron despedirle desde el otro lado de su muerte (llorar por él, guardando su luto), descubriendo que él estaba vivo. De esa forma, Magdalena y las otras amigas supieron que Jesús estaba vivo, es decir, resucitado, en ellas y con ellas, ofreciéndoles su amor y confiándoles la tarea de continuar su movimiento.

 MENSAJE CENTRAL, UNCIÓN DE JESÚS. EN MEMORIA DE ELLA (MC 14, 3-9).

El texto nos sitúa en un contexto de comida funeraria, en el entorno de Jerusalén, donde los amigos de Jesús se reúnen tras su muerte, como sabemos por otras fuentes (cf. Mc 16, 14, final canónico), Hch 1, 4, Lc 24 y Jn 21. La escena sucede en Betania, lugar donde Jn 11 Juan ha situado la resurrección de Lázaro, signo y expresión de la de Cristo. Pues bien, en nuestro caso, los (algunos) discípulos se han reunido en ese entorno de muerte, en casa de Simón leproso, para recordar a Jesús crucificado y despedirle ritualmente, en un simposio funerario.

Precisamente allí donde se esperaban palabras de luto y memorias de muerte (historias y llantos de exequias), emerge una mujer y realiza un gesto de profundo simbolismo, con perfume, para mostrar que el muerto (Jesús) vive, de forma que ellos deben transformar el llano de muerte en perfume y palabra de resurrección.

Y estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, recostado [a la mesa], vino una mujer con un frasco de alabastro lleno de un perfume de nardo auténtico, muy caro. Rompió el frasco y se lo derramó sobre su cabeza. Algunos estaban indignados y comentaban entre sí. ¿Por qué la molestáis? Ha hecho conmigo una obra buena. A los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis, pero a mí no siempre me tendréis. Ha hecho lo que ha podido. Se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura. En verdad os digo: en cualquier lugar donde se anuncie el evangelio en todo el cosmos se dirá también lo que ha hecho esta mujer, para memoria de ella (Mc 14, 3-9).

             Siguiendo una costumbre inmemorial, familiares y amigos del difunto se reúnen para honrarle, mientras comen y recuerdan (repiten) sus historias, vinculando la afirmación de vida de aquellos que quedan (que comen para vivir) y la narración de la historia del muerto, para que descanse en paz permanezca entre ellos en forma de memoria buena. Precisamente aquí se expresa según Mc 14, 3-9 la primera y más honda experiencia de pascua, como irrupción de vida .

La despedida de Jesús se realiza en casa de Simón Leproso, un hombre que no pertenece a la sociedad “limpia” de aquellos que han matado a Jesús). El texto parece situarnos así ante el recuerdo de una fraternidad oculta (como soterrada), que no está presidida por familiares (quienes, lógicamente, deberían ofrecer el banquete por el muerto) ni por discípulos oficiales (que deberían ser promotores de una banquete de recuerdo de Jesús), sino por un leproso y una mujer innominada que confiesan el sentido de la muerte y vida de Jesús.

Aquellos que quisieron honrar a Jesús como muerto amado, recordado, no fueron en principio sus familiares y discípulos oficiales, sino esta mujer y el leproso de Betania, en cuya casa se celebra el banquete. Este dato sorprendente cuada bien dentro de la lógica del evangelio, con un leproso impuro, uno de aquellos a quienes Jesús había curado (cf. Mc 1, 40-45), y una mujer que confiesa su amor por Jesús perfume. Las autoridades (que guardan la limpieza oficial del pueblo han condenado matado a Jesús como impuro. Pero este leproso le recuerda ofreciendo en su honor (por su memoria) una comida.

Una mujer confiesa que está vivo. No se dice quién es, de dónde viene, sino, simplemente, que es mujer y que proclama con un gesto de profundo simbolismo el sentido de Jesús, a quien evoca como presencia de vida en la muerte, perfume que se expande desde el frasco roto, no para acompañar en su travesía de silencio al muerto, sino para anunciar que está vivo, como indica en otro contexto Pablo (cf. 2 Cor 2, 14-16).Normalmente, en una situación como ésa, los hombres cuentan y cantan la historia del muerto, en un tipo de celebración que transforma la ausencia en presencia de vida, en un contexto de comunión alimenticia). Pues bien, esta mujer no cuenta nada (no dice palabra, pero trae un perfume valioso de sepultura y lo derrama ante todos, ungiendo simbólicamente a Jesús como presencia de vida.

En la comida habitual de adiós por un difunto, se recordaba y exaltaba su memoria, para que descansara (durmiera) en paz, como antepasado venerable, para que el dolor de muerte por su fallecimiento se volviera presencia pacificadora de esperanza. Esta mujer no es una plañidera, ni se suma a la lista de aquellos que cuentan con nuevas palabras la historia del muerto y que lloran para despedirle, sino que realiza un gesto provocador que transforma el dolor por los muertos en esperanza de resurrección, derramando sobre la cabeza (simbólica) de Jesús el perfume caro, rompiendo el frasco (como el cuerpo de Jesús, roto por la muerte) para que la fragancia de su vida se extienda por toda la casa, venciendo.

Algunos presentes murmuran. Marcos parece identificarles con los Doce, que condenan a la mujer y de esa forma, implícitamente, rechazan el mensaje de muerte de Jesús que ella proclama, pues sólo piensan en dinero. Ellos también cultivan la memoria de Jesús, pero en realidad lo hacen para rechazar su novedad y negar su sentido (negando su mensaje). El texto nos sitúa, por lo tanto, ante la primera disputa pascual, ante dos formas de entender la misión y muerte de Jesús, distinguiendo a las mujeres del sepulcro vacío/roto que exhala su perfume y a los hombres que solo piensan en dinero. Leer más…

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Domingo de Ramos. Ciclo B

Domingo, 24 de marzo de 2024

A8 DOMINGO DE RAMOS jpgDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Este domingo se lee el relato de la Pasión de Jesús en el evangelio de Marcos, precedido de dos lecturas: una del libro de Isaías y otra de la carta a los Filipenses. Dada su extensión, la Conferencia Episcopal permite que, atendiendo a la índole de la asamblea, se lea una sola de las dos lecturas, o incluso que solo se lea el evangelio. Pero ambas ayudan grandemente a comprender la pasión de Jesús.

El Siervo (Jesús) acepta el plan de Dios (Isaías 50,4-7)

«Jesús murió porque hizo la cosa más inadecuada (entrada triunfal) en el momento más inadecuado (semana de Pascua) y en el sitio más inadecuado (Jerusalén)». ¿Una imprudencia? ¿Un suicidio? La lectura de Isaías indica que Jesús sabe perfectamente que le esperan golpes, insultos y salivazos. Ha sido el Padre quien se lo ha comunicado. Y él no se echó atrás. Lo aceptó, convencido de que el Padre lo ayuda y no quedará defraudado. Al mismo tiempo, el Padre le ha encomendado «decir al abatido una palabra de aliento». Y quien sufre hasta la muerte es la persona más capacitada para animar a los que sufren.

El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo,

para saber decir al abatido una palabra de aliento.

Cada mañana me espabila el oído,

para que escuche como los discípulos.

El Señor Dios me abrió el oído;

yo no resistí ni me eché atrás.

Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,

las mejillas a los que mesaban mi barba;

no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos.

El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes;

por eso endurecí el rostro como pedernal,

sabiendo que no quedaría defraudado.

Por la cruz a la victoria (Filipenses 2,6-11)

El Siervo estaba convencido de que no quedaría defraudado. Y eso mismo ocurre con Jesús. La lectura de la pasión no es la historia de un fracaso, sino de un triunfo. A la muerte más cruel e infamante, la de cruz, sigue el nombre sobre todo nombre y la adoración de todas las creaturas.

Cristo Jesús, siendo de condición divina,

no retuvo ávidamente el ser igual a Dios;

al contrario, se despojó de sí mismo

tomando la condición de esclavo,

hecho semejante a los hombres.

Y así, reconocido como hombre por su presencia,

se humilló a sí mismo,

hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo exaltó sobre todo

y le concedió el nombre sobre todo nombre;

de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble

en el cielo, en la tierra, en el abismo,

y toda lengua proclame:

Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Pasión de Jesucristo según san Marcos (14,1-15,47)

Este domingo se lee el relato de la Pasión de Jesús en el evangelio de Marcos. Dada su extensión me limito a sugerir dos puntos de atención (Jesús y sus discípulos) y a ofrecer cuatro posibles lecturas de la pasión.

¿Quién es Jesús?

El relato del capítulo 15 supone un gran contraste con el de los dos capítulos anteriores, 13-14. En estos, Jesús se enfrenta a toda clase de adversarios en diversas disputas y los vence con facilidad. Ahora, los adversarios, derrotados a nivel intelectual, deciden vencerlo a nivel físico, matándolo (14,1). Lo que más se destaca en Jesús es su conocimiento y conciencia plena de lo que va a ocurrir: sabe que está cercana su sepultura (14,8), que será traicionado por uno de los suyos (14,18), que morirá sin remedio (14,21), que los discípulos se dispersarán (14,27), que está cerca quien lo entrega (14,42). Las palabras que pronuncia en esta sección están marcadas por esta conciencia del final y tienen una carga de tristeza. Como cualquiera que se acerca a la muerte, Jesús sabe que hay cosas que se pierden definitivamente: la cercanía de los amigos (“a mí no siempre me tendréis con vosotros”: 14,7), la copa de vino compartida (14,25). No falta un tono de esperanza: del vino volverá a gozar en el Reino de Dios (14,25), con los discípulos se reencontrará en Galilea (14,28). Pero predomina en sus palabras un tono de tristeza, incluso de amargura (14,37.48-49), con el que Marcos subraya ―una vez más― la humanidad profunda de Jesús.

Cuatro veces se debate en estos capítulos la identidad de Jesús: el sumo sacerdote le pregunta si es el Mesías (14,61), Pilato le pregunta si es el Rey de los judíos (15,2), los sumos sacerdotes y escribas ponen como condición para creer que es el Mesías que baje de la cruz (15,31-32), el centurión confiesa que es hijo de Dios (15,39). A la pregunta del sumo sacerdote responde Jesús en sentido afirmativo, pero centrando su respuesta no en el Mesías, sino en el Hijo del Hombre triunfante (14,62). A la pregunta de Pilato responde con una evasiva: “tú lo dices” (15,2). A la condición de los sumos sacerdotes y escribas no responde. Cuando el centurión lo confiesa hijo de Dios, Jesús ya ha muerto. 

Los discípulos

Los datos son conocidos. Se entristecen al enterarse de que uno de ellos lo traicionará; pero, llegado el momento, todos huyen. Una vez más, Pedro desempeña un papel preponderante. Se considera superior a los otros, más fiel y firme (14,29), pero comenzará por quedarse dormido en el huerto (14,37) y terminará negando a Jesús (14,66-72). En este contexto de abandono total por parte de los discípulos adquiere gran fuerza la escena final del Calvario, cuando se habla de las mujeres que no sólo están al pie de la cruz, sino que acompañaron a Jesús durante su vida (15,40-41).

Cuatro lecturas posibles de los relatos de la pasión de Jesús.

La lectura de identificación personal y afectiva

            El testimonio escrito más antiguo que poseemos en este sentido es el de san Pablo. A veces, cuando habla de la muerte de Jesús, lo hace con frialdad dogmática, recordando que murió por nuestros pecados. Pero en otra ocasión lo enfoca de manera muy personal y afectiva: “He quedado crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que vive Cristo en mí. Y mientras vivo en la carne vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (Gal 2,19-20). En línea parecida, san Ignacio de Loyola, en la tercera semana de los Ejercicios espirituales, cuando se contempla la pasión, el ejercitante debe pedir “dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, llanto, pena interna de tanta pena como el Señor pasó por mí”.

La lectura indignada

            Es la que practicamos todas las mañanas al leer el periódico, cuando acompañamos la lectura de los titulares y de las noticias con toda suerte de imprecaciones, insultos y maldiciones. Los relatos de la pasión cuentan tal cantidad de atropellos, injusticias, traiciones, que se prestan a una lectura indignada. Sin embargo, los evangelios nunca invitan al lector a indignarse con la traición de Judas, a maldecir a las autoridades judías o romanas que condenan a Jesús, a insultar a quienes se burlan de él, a sentir como en el propio cuerpo los azotes, la corona de espina o los clavos, a llorar la muerte de Jesús. En ningún momento pretenden los evangelios excitar los sentimientos y, mucho menos, fomentar el sentimentalismo.

La lectura detallada

https://www.dropbox.com/s/1fm0ubby7kr5mue/La%20Pasi%C3%B3n%20de%20Jes%C3%BAs%20en%20el%20evangelio%20de%20Mc.docx?dl=0

Ofrezco un extenso comentario, que puede bajarse de la dirección indicada. En el ángulo superior derecho aparecerán dos ventanitas: COMPARTIR y ABRIR. Se pulsa ABRIR y se elige la opción que prefiera.

Presto gran atención a cuatro aspectos:

1) la división minuciosa de cada episodio, que a veces quizá parezca exagerada, como cuando distingo siete momentos en el relato de la oración del huerto; pero es la única forma de no pasar por alto detalles importantes.

2) los protagonistas, advirtiendo qué hacen o no hacen, qué dicen o no dicen, cómo reaccionan, por qué motivos se mueven, qué sienten.

3) la acción que se cuenta y sus presupuestos; a veces predominará lo informativo, ya que ciertos detalles a veces no se conocen bien, como la celebración de la Pascua en el mundo judío y en Qumrán o el proceso ante el Sanedrín.

4) el arte narrativo de Mc, que a menudo no se tiene en cuenta, pero que sirve también para captar su teología.

Este tipo de lectura, aunque aplique el mismo método a todas las escenas, pone de relieve lo típico de cada una de ellas y deja claro que el relato de la pasión está formado por episodios aparentemente cotidianos y por otros terriblemente dramáticos, como la oración del huerto. Lo importante es captar el espíritu y mensaje de cada episodio y el mensaje global de cada evangelio.

La lectura interactiva y orante

            Sería la respuesta personal al comentario anterior, reflexionando cada cual sobre lo que el texto le sugiere y lo que le invita a pedir.

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Domingo de Ramos. 28 de marzo, 2021

Domingo, 24 de marzo de 2024

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El Señor los necesita”.

(Mt 21, 1-10)

El Domingo de Ramos es la puerta grande de la Semana Santa. Después el camino se irá estrechando y haciéndose cada vez más difícil, pero empieza a lo grande.

Jerusalén, la Ciudad Santa, recibe a Jesús entre gritos de júbilo y alabanza. Al llegar Jesús la gente espontáneamente empieza a alfombrar el camino con sus capas y con ramos. Y aclaman al que llega: “-Viva, bendito el que viene en nombre del Señor!¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David! ¡Viva el Altísimo!”

Es una explosión de alegría que nadie sospecha que acabará dramáticamente. O quizá sí. El protagonista parece saber muy bien de qué va la historia. Es una historia de amor entregado.

Pero, ¿esas gentes que gritan alegres pueden sospechar que unos días más tarde vocearán el terrible: “-¡Crucifícale!, ¡Crucifícale!”?

Con todo, ¡no adelantemos acontecimientos! No vale, nosotros ya conocemos el final…

Pero hoy es Domingo de Ramos y en medio de todos esos gritos y gestos de alegría hay un detalle tierno que nos puede pasar desapercibido.

El Señor los necesita”. ¿A quién necesita el Señor? Tendríamos que preguntar a las personas expertas pero en todo el evangelio solo aparece una necesidad de Jesús y es esta.

Jesús manda a sus discípulos con este recado: “Y si alguien os dice algo, diréis que el Señor los necesita, pero en seguida los devolverá.

¡Una borrica y su pollino! Eso es lo que Jesús necesita, y solo un ratito, porque “los devolverá pronto”. Es el gran día de Jesús, pero él solo necesita una borrica y su pollino. ¿Qué necesitaríamos nosotros si fuera nuestro gran día? ¿Pensaríamos en una borrica? ¡No! También es verdad que aquí, en nuestro primer mundo, una borrica es casi un animal exótico (¿quién ha visto de cerca una borrica en el último año?).

En tiempos de Jesús también era algo especial. No todo el mundo tenía una borrica. El mismo Jesús la toma prestada. Pero ya que tenía que pedirlo prestado podría haber pedido un caballo. Sin embargo a él le va lo humilde y además quiere “necesitarlo”. ¡Qué suerte!

Oración

Déjanos, en este Domingo de Ramos, ser la borrica. Deja que sintamos que nos necesitas. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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Dios ni consintió, ni quiso, ni menos aún exigió la muerte de Jesús, para perdonarnos.

Domingo, 24 de marzo de 2024

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Mc 14-15

Aunque la liturgia comience con el recuerdo de la entrada de Jesús en Jerusalén, no podemos pensar que fue una entrada triunfal. Hubiera sido la ocasión ideal, que los dirigentes judíos estaban esperando, para prender a Jesús. La subida a Jerusalén por la fiesta de Pascua se hacía siempre en grupo (un pueblo, una familia o una facción). Era siempre una romería, y esto implicaba fiesta y alegría (cantar, bailar, agitar ramos u otros objetos vistosos). Lo narran los cuatro evangelios, pero en Mt y Jn encontramos la verdadera razón del relato: para que se cumpla la Escrituras, “mira a tu Rey que viene…

Lo verdaderamente importante, en el relato de la pasión, está más allá de lo que se puede narrar. Lo esencial de lo que ocurrió no se puede meter en palabras. Lo que los textos nos quieren trasmitir hay que buscarlo en la actitud de Jesús, que refleja plenitud de humanidad. Lo importante no es la muerte física de Jesús sino descubrir por qué le mataron, por qué murió y cuáles fueron las consecuencias de su muerte para los discípulos. La Semana Santa es la ocasión privilegiada para plantearnos la revisión de nuestros esquemas teológicos sobre el valor de la muerte en la cruz.

Estamos en el mejor momento del año para tomar conciencia de la coherencia de toda la vida de Jesús. Dándose cuenta de las consecuencias de sus actos, no da un paso atrás y las acepta plenamente. Es una advertencia para nosotros, que estamos siempre acomodando nuestra conducta para evitar consecuencias desagradables. Sabemos que nuestra plenitud está en darnos a los demás, pero seguimos calculando nuestras acciones para no ir demasiado lejos, poniendo límites “razonables” a nuestra entrega; sin darnos cuenta de que un amor calculado no es más que egoísmo camuflado.

Los textos que han llegado a nosotros no son de fiar porque están escritos desde una visión pascual de la pasión y muerte y no pretenden informarnos de lo que pasó sino darnos una teología sobre los hechos. Hoy sabemos que le mataron los romanos por miedo a un levantamiento contra Roma. Pero lo que sabemos sobre Jesús no da pie para pensar que fuese un sedicioso. Lo más probable es que los jefes religiosos dieran a Pilato argumentos para que pensara que Jesús podía ser un peligro real para el imperio.

La muerte de Jesús es la consecuencia directa de un rechazo frontal y absoluto por parte de los jefes religiosos de su pueblo. Rechazo a sus enseñanzas y a su persona, por intentar purificar su religión. No pensemos en un rechazo gratuito y malévolo. Fariseos, escribas y sacerdotes no eran gente depravada que se opusieron a Jesús porque era bueno. Eran gente religiosa que pretendía ser fiel a la voluntad de Dios, que ellos encontraban en la Ley. También para Jesús era prioritaria la voluntad del Padre, pero no la buscaba en la Ley sino en el hombre. Su muerte manifiesta lo radical de la oposición.

Era Jesús el profeta, como creían los que le seguían, o era el antiprofeta que seducía al pueblo. La respuesta no era tan sencilla. Por una parte, Jesús iba claramente contra la interpretación de la Ley y el culto del templo, signos inequívocos del antiprofe­ta. Pero por otra, los signos de amor eran una muestra de que Dios estaba con él, como apuntó Nicodemo. Lo mataron porque denunció a las autoridades que, con su manera de entender la religión, oprimían al pueblo. Le mataron por afirmar, con hechos y palabras, que el valor del hombre concreto está por encima de la Ley y del templo.

Nunca podremos saber lo que Jesús experimentó ante su muerte. Ni era un inconsciente ni era un loco ni era masoquista. Tuvo que darse cuenta de que los jefes querían eliminarlo. Lo que nos importa a nosotros es descubrir las poderosas razones que Jesús tenía para seguir diciendo lo que tenía que decir y haciendo lo que tenía que hacer, a pesar de que estaba seguro que eso le costaría la vida. Tomó conscientemente la decisión de ir a Jerusalén donde estaba el peligro. Que le importara más ser fiel a sí mismo que salvar la vida, es el dato que nosotros debemos valorar. Demostró que la única manera de ser fiel a Dios es ponerse del lado del oprimido y defenderlo, aun a costa de su vida.

No se puede pensar en la muerte de Jesús, desconectándola de su vida. Su muerte fue consecuencia de su vida. No fue una programación por parte de Dios para que su Hijo muriera en la cruz y de este modo nos librara de nuestros pecados. Jesús fue plenamente un ser humano que tomó sus propias decisiones. Gracias a que esas decisiones fueron las adecuadas, de acuerdo con las exigencias de su verdadero ser, nos han marcado a nosotros el camino de la verdadera salvación. Si nos quedamos en el mito del Hijo, que murió por obediencia al Padre, hemos malogrado su muerte y su vida.

Hay explicaciones teológicas de la muerte de Jesús que se siguen presentando a los fieles, aunque la inmensa mayoría de los exégetas y de los teólogos las han abandonado hace tiempo. No debemos seguir interpretando la muerte de Jesús como un rescate exigido por Dios para pagar la deuda por el pecado. Además de ser un mito ancestral, está en contra de la idea de Dios que el mismo Jesús desplegó en su vida. Un Dios que es amor, que es Padre, no casa muy bien con el Señor que exige el pago de una deuda hasta el último centavo. Ni podemos ofender a Dios ni Él se puede sentir ofendido.

Para los discípulos la muerte fue el revulsivo que los llevó al descubrimiento de lo que era verdaderamente Jesús. Durante su vida lo siguieron como el amigo, el maestro, incluso el profeta; pero no pudieron conocer el verdadero significado de su persona. A ese descubrimiento llegaron por un proceso de maduración interior, al que solo se puede llegar por experiencia. La muerte de Jesús les obligó a esa profundización en su persona y a descubrir en aquel Jesús de Nazaret, al Señor, al Mesías al Cristo y al Hijo. En esto consistió la experiencia pascual. Ese mismo recorrido debemos hacer nosotros.

A nosotros hoy, la muerte de Jesús nos obliga a plantear la verdadera hondura de toda vida humana. Jesús supo encontrar, como ningún otro ser humano, el camino que debemos recorrer todos para alcanzar plenitud humana. Amando hasta el extremo, nos dio la verdadera medida de lo humano. Desde entonces, nadie tiene que romperse la cabeza para buscar el camino de mayor humanidad. El que quiera dar sentido a su vida no tiene otro camino que el amor total, hasta desaparecer.

La interpretación de la muerte de Jesús determina la manera de ser cristiano. Ser cristiano no es subir a la cruz con Jesús, sino ayudar a bajar de la cruz a tanto crucificado que hoy podemos encontrar en nuestro camino. Jesús, muriendo de esa manera, hace presente a un Dios sin pizca de poder, pero repleto de amor, que es la fuerza suprema. En ese amor reside la verdadera salvación. El “poder” de Dios se manifiesta en la vida de quien es capaz de amar entregando todo lo que es.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Domingo de Ramos.

Domingo, 24 de marzo de 2024

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Mc 14, 1-15, 47

«¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?»

No es probable que hubiese mucha gente en Jerusalén que conociese a Jesús. El propio Mateo dice en su evangelio que los judíos se preguntaban: «¿Quién es éste?» … y les contestaban: «Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea» … Esto nos hace pensar que fueron los propios galileos que habían acompañado a Jesús a Jerusalén a celebrar la Pascua, los que quisieron preparar una entrada triunfal para reivindicar a su profeta.

Llama la atención que Jesús se prestase a ello, y que cuando los fariseos le pidieron que reprendiese a los discípulos que le aclamaban como mesías, él se negase: «Os aseguro que si estos callan gritarán las piedras». Jesús sabía que en Jerusalén se jugaba el todo por el todo, y es probable que llegase allí con la idea de jugar fuerte desde el primer momento; de llevar la iniciativa hasta que lograse la conversión de los judíos o hasta que las autoridades judías acabasen con él.

Y esta determinación nos puede ayudar a entender su entrada triunfal en Jerusalén, su contestación tajante a los fariseos que le increparon, el desalojo de los mercaderes del Templo y el tono desafiante empleado con los sacerdotes que habían presenciado la escena… También nos ayuda a comprender por qué, a partir del día siguiente, se presentó cada día en el Templo a predicar a los judíos desde las gradas del pórtico de Salomón; a urgirles a aceptar la buena Noticia; o por qué se enfrentó con violencia a todos los estamentos políticos y religiosos de Israel…

Si miramos ahora al otro lado de la escena, vemos a las autoridades alarmadas ante el entusiasmo que generaba en el pueblo; temerosas de que llegase un momento en que no fuesen capaces controlar la situación. Jesús contaba sólo con el poder de su palabra, mientras que los sacerdotes contaban con todo el poder y con el apoyo de la clase dirigente de la sociedad judía de la que formaban parte. Además, estaban espoleados por unas ganas irrefrenables de acabar con aquel impostor que ponía en riesgo su estatus y su influencia…

Y ésta es nuevamente una escena para contemplar; para saborear. Por una parte, Jesús, el carpintero de un pueblecito de Galilea, solo en medio de la gran urbe jugándose la vida para llevar la buena Noticia al mismo corazón de Judea. Por otra, saduceos, sacerdotes, levitas, doctores, fariseos, ricos y poderosos, tratando de destruirle y fracasando hasta que uno de sus discípulos decidió traicionarle.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Pasión de Jesús, ayer. Pasión del mundo, hoy.

Domingo, 24 de marzo de 2024

IMG_5405Domingo de pasión, 24 de marzo de 2024.

Marcos 15, 1-39

María, una de las discípulas de Jesús, llora desconsoladamente. Fue a celebrar la Pascua a Jerusalén, y vuelve a Galilea rota de dolor, como si le hubieran quebrado los huesos. Va a visitar a la anciana Sara, a la que acude cuando su fe se tambalea o se siente perdida.

– Sara, vengo rota. En Jerusalén han matado a Jesús de Nazaret, nuestro maestro. Me he quedado huérfana. Creí que era un profeta y ha muerto como un malhechor, con el cuerpo destrozado, en una cruz y a las afueras de la ciudad.

– María, siéntate aquí, a mi lado. Vamos a hablar de tu dolor y de la muerte de Jesús. Ha muerto como un profeta, aunque las autoridades hayan utilizado la mentira para hacernos creer que era un malhechor más, de los muchos que crucifica Roma cada semana.

– ¡Si al menos le hubieran hecho un juicio justo! pero se han ensañado con él. Lo han llevado atado ante Pilato, como si fuera un animal y los sumos sacerdotes le han acusado de cosas falsas. Tenían envidia de Jesús porque cada día crecía el grupo de personas que le escuchábamos, le seguíamos y le considerábamos nuestro maestro.

– Y no olvides que las autoridades religiosas no han soportado que Jesús les llamara sepulcros blanqueados y nido de víboras. Decir la verdad puede conducir a la muerte.

– Sara, no entiendo por qué Pilato ha querido salvar a Barrabás, malhechor y asesino, y ha condenado a Jesús.

– Hija, con el tiempo irás viendo que el poder es como una capa de barro que se va haciendo más espesa. Al principio, es una capa fina, y con un buen lavado puede desaparecer. Pero, con el tiempo, se va transformando en arcilla seca y se convierte en una máscara que oculta nuestro rostro y nos impide ver y oír lo que ocurre a nuestro lado. Pilato está borracho de poder. El poder se alimenta del miedo y controla a base de miedo. Por eso, ¿cuánto valía para él la vida de un inocente, si al entregarlo a la muerte podía continuar siendo gobernador?

– ¡Qué asco! Pilato es un cobarde.

– María, hija mía, todos somos cobardes, no lo olvides. Cada día tenemos que librar pequeñas batallas contra la cobardía para ser valientes y libres. Por eso, solo un pequeño grupo de mujeres habéis sido valientes para permanecer al pie de la cruz, acompañando a Jesús. El resto del grupo ha huido o se ha escondido.

– Sara, no olvidaré nunca cómo rezaba Jesús el salmo del justo agonizante. Empezó a recitarlo con voz potente, como si gritara: Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?” Y luego, con la voz más serena, le oíamos decir: “… a ti fui confiado desde el seno, desde el vientre de mi madre eres mi Dios. No andes lejos, que vivo en angustia, ven junto a mí, pues nadie me socorre… Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una bandada de malhechores; me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos…”. Nosotras íbamos rezando el salmo con él, entre sollozos, sabiendo que la muerte estaba próxima. Poco después, expiró.

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Algo así pudo pasar. San Ignacio de Loyola recomendaba leer el evangelio, como si estuviésemos presentes. Y, al hacernos presentes y reescribirlo, oramos.

Al mismo tiempo, tomamos conciencia de que hoy la pasión del mundo tiene los mismos rasgos que la de Jesús: en casi todos los países hay detenciones arbitrarias, acusaciones falsas, escarnio y burlas hacia las personas detenidas, abuso de poder, etc.

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Sigue habiendo multitud de polític@s que, por dar gusto a su gente, como Pilato, apuestan por la mentira, la violencia y las armas. Y consiguen fortunas, a costa de los derechos robados a su pueblo.

Y seguimos descubriendo los nidos de envidia que albergamos cada uno, cada una. Nidos que salen al exterior en forma de desprecio, comparaciones y humillaciones… Pilato, hoy, es un espejo en el que podemos vernos reflejad@s.

Estos días vamos a escuchar, orar y contemplar la pasión de Jesús de Nazaret. Quizá nos sabemos párrafos de memoria. Que el Espíritu Santo nos ayude a saber encarnarnos en la pasión del mundo, que nos espabile el oído, nos de lengua de inciad@s, nos libre de los miedos, y nos revista de fortaleza y valentía.

María, discípula amada.

 

Marifé Ramos

Fuente Fe Adulta

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“Hijo De Dios”.

Domingo, 24 de marzo de 2024

IMG_3620 Domingo de Ramos

24 marzo 2024

Mc 15, 1-39

Marcos -cronológicamente, el primero de los evangelios que ha llegado hasta nosotros- termina el relato de la cruz poniendo en boca de un pagano -no es casual que su texto fuera dirigido a comunidades que provenían del paganismo- la más elevada confesión de fe en Jesús: “Realmente este hombre era Hijo de Dios”.

Para una persona religiosa teísta, no hay título mayor que el de ser “hijo de Dios”. La creencia cristiana lo afirma de Jesús, en el sentido más real de la expresión. Sin embargo, parece claro que su sentido no puede ser sino metafórico. Eran los dioses-héroes griegos quienes concebían hijos y se veían involucrados directamente en los sentimientos y los conflictos humanos. Pero no cabe entender a la divinidad concibiendo hijos, tal como habitualmente se entiende esta palabra.

Hijo de Dios” es una metáfora -de “Dios”, como de todo aquello que no es objeto, solo puede hablarse metafóricamente- que apunta a nuestra verdad última: todos somos hijos, en cuanto “naciendo” constantemente de la Fuente o el Fondo que es origen de todo lo real. No cabe hablar de un dios separado que entra en el “juego” humano, como si fuera una fuerza más dentro del mismo. Lo que se ha nombrado como “Dios” no puede ser sino lo realmente real, aquello que permanece mientras todo lo demás cambia, el fondo que constituye y sostiene las formas, a la vez que se manifiesta y despliega en ellas.

Sin embargo, es posible otra lectura de la metáfora “Hijo de Dios”, esta vez hecha desde la propia persona de Jesús, a quien el evangelio se la aplica. Decir de él que se vivió como “hijo de Dios” significa que fue transparencia admirable del fondo de lo real, gracias a la consciencia y fidelidad con la que se vivió.

Tal vez se entienda mejor si advertimos con qué frecuencia los humanos somos “hijos” de nuestros miedos, de nuestras necesidades o de nuestra imagen. Son muchas y variadas las apetencias que se mueven en nosotros y que terminan esclavizándonos. Sus cantos de sirena, prometiendo satisfacer nuestros deseos, nos seducen y confunden. Hasta el punto de que olvidamos nuestra realidad de “hijos de Dios” -nuestra verdadera identidad- y vivimos en la creencia que nos reduce a la forma del yo.

“Hijo/hija de Dios” es aquella persona completamente libre, que no reconoce otro “padre” -otro dueño u otra fuerza- que la Fuente que le está haciendo ser en cada momento, la vida una que late en todas las formas. Al comprenderse una con la vida, la persona permite que la vida se exprese a través de ella. Como vida, se sabe siempre a salvo y se vive en docilidad a lo que la vida es en ella. Por todo ello, bien puede decirse que “hijo de Dios” es sinónimo de libertad y, más hondamente aún, de humanidad plena.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Domingo de Ramos: humilde viene de humus: tierra, barro.

Domingo, 24 de marzo de 2024

Entrada en JerusalénDel blog de Tomás Muro, La Verdad es libre:

        La homilía del Domingo de Ramos es la lectura, la escucha de la pasión y muerte del Señor.

        Solamente, pues, dos palabras.

01.- Domingo de Ramos: una extraña entrada en Jerusalén.

        El domingo de Ramos comenzamos la celebración de la Semana Santa recordando la “extraña” entrada de Jesús en Jerusalén.

        Aquellos días de la Pascua judía, Jerusalén acogía a millares de peregrinos. Se dice que por la Pascua podían reunirse alrededor de 150.000 personas en la ciudad. Muchos de aquellos judíos vivían una fiebre mesiánica de tipo político-nacional ya que esperaban la liberación de la opresión romana, incluso por la fuerza de las armas (zelotismo).

        Los mismos que el domingo de Ramos aclaman a Jesús como el liberador, “bendito el que viene”, “este es el liberador descendiente de David”, etc., son quienes el viernes santo piden a Pilato: caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos. (Mt 27,25).

Probablemente esta entrada no fue un hecho masivo y triunfal. Los evangelistas nos presentan a Jesús entrando humildemente en la “metrópoli” en un asno.

  • Esta entrada de Jesús no es un desfile militar. Lo de Jesús no tiene nada que ver con una entrada en un carro de combate. Tampoco tiene nada que ver con la entrada pontifical de un obispo en su diócesis, ni con otras entradas triunfales de tipo político o deportivo.
  • Más bien es una entrada “teológica” del Mesías, es la entrada del mesianismo humilde y pacífico de Jesús en el centro religioso de Israel, en Jerusalén, en el Templo, en el centro del poder.
  • El mesianismo de Jesús va, pues, por otros derroteros, el cristianismo va por otro lado: por la humildad, el servicio (siervo de los siervos), la no violencia.
  • Jesús sube a Jerusalén sabiendo lo que le espera, no huye de lo que le sobreviene.
  • El profeta Zacarías (siglo VI-V a.C.) anunciaba ya con gozo un Mesías humilde y sencillo, no violento: Alégrate Jerusalén porque llega tu rey victorioso y humilde sobre un asno… (Zac 9,9).

Se trata de la entrada del espíritu, del estilo mesiánico de Jesús en Jerusalén, en el Templo, en el centro del poder.

Es el mesianismo humilde de Jesús el que entra en Jerusalén.

Humilde: humus

La entrada de Jesús es humilde, que viene de humus: tierra, barro… Jesús es, como todos nosotros, barro del Génesis.

Necesitamos que entren no los poderosos, los tanques, los grandes economistas, el capital, otras entradas políticas…

Necesitamos el servicio, la entrega, la bondad, la humildad, la no violencia, la paz…

        Nuestra entrada en la vida, en la familia,  en la sociedad, en la iglesia ¿se parece a la de Jesús?

02.- Hacia la Pascua

Jesús sigue humildemente su camino mesiánico.

El domingo de Ramos termina en el domingo de Pascua. El camino de nuestros fracasos y desesperanzas termina en Emaús. El Éxodo termina en la libertad, la muerte en la Vida.

Celebremos con gozo los acontecimientos de esta Semana Santa, que son los de Jesús, pero son también nuestras propias vivencias y esperanzas.

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“Por una Semana Santa más comprometida con la realidad”, por Consuelo Vélez

Domingo, 24 de marzo de 2024

IMG_3672De su blog Fe y Vida:

Estamos terminando el tiempo de cuaresma y llega la celebración de la Semana Santa o Semana Mayor. En efecto, conmemorar la muerte y resurrección de Jesús es la razón y sentido de nuestra fe. De ahí que sea necesario que en la liturgia de esos días se vuelva a leer todo el relato de la pasión, de manera que no olvidemos el origen de la fe que profesamos. Lamentablemente, la historia de Jesús es un relato tan conocido, tan presentado en el cine, en la catequesis, en las predicaciones, pero -de una manera literal- que resulta difícil liberarnos de la historia un fantástica o desencarnada que nos han transmitido para entender la hondura de lo vivido por Jesús, el compromiso a fondo de Dios con la humanidad, a través de las palabras y hechos de Jesús.

Jesús no fue un hacedor de milagros en sentido mágico, con poderes sobrenaturales para curar enfermedades, calmar las aguas, expulsar demonios o multiplicar los panes. Jesús fue un hacedor de signos que desconcertaban a sus contemporáneos o los interpelaban. Jesús acoge a los enfermos y les dice que su enfermedad no es castigo de Dios como decían en aquella sociedad y, por tal razón, no tenían que vivir escondidos, excluidos o injuriados. Jesús les dice que ellos pueden y deben estar con los demás: les da la mano, los levanta, los conforta, es decir, les devuelve la dignidad que su entorno social les negaba por estar enfermos.

Jesús no hizo gestos extraordinarios como calmar las aguas o multiplicar los panes en el sentido literal de la palabra. Si así lo hubiera hecho ¿por qué todos los que lo vieron no quedaban convencidos de sus poderes extraordinarios? ¿por qué no estaban en los días de la pasión defendiéndolo y liberándolo de la muerte? Jesús fue un hacedor de solidaridad, de comunión, de ayuda, de benevolencia, de dar desde lo poco que se tiene -cinco panes y dos peces- para que nadie pase necesidad. Además, Jesús hizo de la comida -que para el pueblo judío era central como presencia de Dios entre ellos- el lugar donde Dios está con los “últimos” aquellos que la sociedad desprecia y nunca invita a compartir la mesa. En el tiempo de Jesús eran los pobres, publicanos, mujeres, niños, enfermos, etc. En nuestro tiempo siguen siendo los pobres, los migrantes, los de diferente etnia o religión, los de la diversidad sexual, las mujeres en muchos niveles y, tantos otros, que en cada realidad podrían nombrarse.

Jesús no fue un exorcista que sacaba demonios de las personas. Jesús fue un predicador que, con la autoridad de su Palabra y su coherencia de vida, liberaba a sus contemporáneos de tantos males psíquicos y emocionales que hacen que las personas tengan manifestaciones corporales extravagantes, agresivas, violentas. “Hasta los demonios se le someten”, decían sus discípulos, porque comprendían, con el actuar de Jesús, que no hay mal que no pueda ser vencido con el bien.

Algunos dirán que estamos quitándole la divinidad a Jesús con las afirmaciones anteriores. Pero no es así. Los estudios bíblicos actuales nos han ayudado a comprender la Sagrada Escritura y, por ende, la persona de Jesús, entendiendo el contexto en Él que vivió, la forma cómo se interpretaban las situaciones, las creencias, valores y actitudes de aquellos tiempos. Y, por supuesto, los géneros literarios en que se escribió la Biblia, géneros que permiten expresar la convicción fundamental de nuestra fe: ese Jesús que se hizo ser humano -no en apariencia- sino realmente, por la manera cómo amó y se comprometió con los suyos es, efectivamente, “Hijo de Dios”. Esta confesión de fe, fue la que hicieron sus discípulos y discípulas, convencidos de que la muerte no había vencido el amor de Dios transparentado en Jesús, por el contrario, había resucitado y seguía vivo en los primeros seguidores, quienes se sentían llenos del Espíritu de Jesús.

Las preguntas para esta Semana Santa que llega podrían ir por ese camino: ¿hemos entendido el actuar de Jesús? ¿comprendemos que Dios no mandó a su Hijo para que cumpliera una historia predeterminada sino para que viviera entre nosotros y nos enseñará como amar y servir en el mundo creado por Él? ¿seremos capaces de vivir como Jesús vivió? ¿amar como Él amó? ¿servir como Él sirvió?

Ojalá no volvamos a repetir la liturgia que, año tras año celebramos, sin una conversión de la propia vida. Jesús no necesita inciensos, ornamentos, velas, sermones, representaciones teatrales o coros clásicos que el pueblo no puede seguir. Todo esto bien empleado puede ayudar, pero es accesorio de cara a lo esencial. Lo que urge es ponernos en el camino de Jesús -eso es convertirse, no confesarse de los mismos pecados de siempre- y seguirle. ¿Por dónde caminaría hoy Jesús? ¿Qué milagros haría y con quién compartiría la presencia de Dios? Los pobres siguen siendo el camino privilegiado, es decir, trabajar por la justicia social. El cuidado de la casa común es innegociable. La reforma eclesial no puede postergarse más. Y, así, cada persona en su realidad concreta puede nombrar esas urgencias de su propio contexto a las que hoy Jesús respondería y, por lo tanto, las urgencias a las que hoy debemos responder nosotros. Tal vez habría que ir menos al templo para contemplar más la realidad buscando que la fe que profesamos y el evangelio que comunicamos llegue a la vida concreta de las personas. Solo con obras así, podemos testimoniar que el triduo pascual no es un rito vacío sino una fuente de vida y compromiso inagotable.

 (Foto tomada de: https://www.france24.com/es/programas/econom%C3%ADa/20220607-guerra-ucrania-empuja-pobreza-latinoamerica-cepal)

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Domingo de Ramos: el día que me declaré queer

Domingo, 24 de marzo de 2024

IMG_3771La reflexión de hoy es de la colaboradora invitada Flora x. Espiga. Flora es candidata a doctorado en teología y estudios de paz en la Universidad de Notre Dame. Ella es originaria de Beijing, China y ahora vive en South Bend, Indiana.

Las lecturas litúrgicas del Domingo de Ramos se pueden encontrar aquí.

Hace seis años, mientras encabezaba la procesión inaugural del Domingo de Ramos desde el exterior de mi iglesia hasta el altar, me manifesté como queer.

O una mejor manera de decirlo podría ser que decidí que esta procesión litúrgicamente maximalista del Domingo de Ramos sería la fiesta más apropiada que podría elegir conmemorar cada año como mi “aniversario de salida del armario”. Con mis labios cantando el conocido himno Hosana Filio David y mi mano derecha agitando perezosamente una rama de palma, me dije a mí mismo (y tal vez también le dije a Dios) que sí, soy raro y que sí, soy amado.

Durante varios años antes de salir del armario, la experiencia de aceptar mi sexualidad fue un proceso lento y de oración, de introspección y discernimiento. A diferencia de cómo las películas sobre personas homosexuales pueden retratar la experiencia de salir del armario (como Con amor, Simon), este nunca fue un momento claro y luminoso en el que me di cuenta de mi sexualidad con certeza inmediata.

Pero si darme cuenta de que era queer fue un proceso confuso y prolongado, la idea de “salir del armario lo fue aún más. Tanto en los espacios católicos como fuera de ellos, “salir del armario” como queer se parecía menos a declarar verbalmente mi sexualidad al mundo entero de una vez por todas, y más a usar una combinación de pistas y señales sutiles para indicar mi carácter queer a aquellos que percibía como afirmativos. , y a proteger partes extrañas de mí mismo de aquellos que tal vez no lo sean. Vivir como una persona queer significa navegar a diario por estas interminables incertidumbres y sutilezas.

Esta dinámica fue quizás la razón por la que parecía apropiado seleccionar uno de los días más claramente gloriosos y litúrgicamente extravagantes del año litúrgico como el día para conmemorar mi salida del armario: el Domingo de Ramos, leemos el evangelio de la entrada gloriosa de Jesús en Jerusalén y su muerte definitiva. En el cruce. El Domingo de Ramos proclamamos que Dios nos ama, incluso hasta el punto de su propia muerte. Cuando el Domingo de Ramos me sinceré conmigo mismo y con Dios, estaba seguro (y descansé cómodamente en la certeza) de que Dios me ama por lo que soy porque murió por mí.

Pero la lectura del evangelio de hoy, que este año litúrgico es del Evangelio de Marcos, cuenta una narración en la que Jesús, habiendo pasado la mayor parte de este evangelio ocultando su identidad como Mesías a su comunidad, se revela a sí mismo como el Mesías y luego es asesinado por el autoridades romanas debido a esta escandalosa revelación. Su “salida del armario” resulta en violencia.

Como académico comprometido con la no violencia y la paz, esta perspectiva ha hecho que mi relación con el Domingo de Ramos se vuelva incierta. Si todos estamos llamados a seguir a Jesús en su vida y muerte abnegada, ¿somos nosotros, como católicos queer, también llamados a una vida de sufrimiento, ostracismo y tal vez incluso muerte porque elegimos revelar quiénes somos? ¿Debemos, como lo han repetido muchas enseñanzas católicas sobre género y sexualidad, “abrazar nuestras propias cruces”? ¿O siempre estamos llamados, como sugieren las narrativas gay dominantes en Estados Unidos, a estar siempre dispuestos a declararnos queer sin importar los posibles riesgos o peligros que podamos enfrentar como resultado?

Me encantaría responder un rotundo “NO” a todas estas preguntas y decirles a todos los que dudan que son amados sin lugar a dudas. Pero es difícil ofrecer una afirmación simple y clarificadora de las historias de los evangelios del Domingo de Ramos y de la Semana Santa, y de cómo la gente ha interpretado estos evangelios durante siglos.

Por ejemplo, todavía no sé por qué en un mundo ya lleno de tanta violencia, la autorrevelación de un Dios amoroso y su muerte en la cruz marcan una de las semanas más santas de nuestra tradición católica. Profeso por fe, aunque todavía no sé realmente, si el propio sufrimiento y muerte de Jesús es realmente algo que siempre debemos emular. En un mundo que ya está lleno de matanzas y muertes injustas de personas marginadas, no sé por qué la violencia y la muerte se colocan en un pedestal de santidad en nuestra tradición de fe, o por qué los católicos queer siempre están llamados a abrazar sus propias cruces del yo. -renuncia.

No sé, y lo que es más importante, elijo no creer, que la abnegación y el sufrimiento prolongado son las únicas formas de vivir una vida de amor como el de Cristo. En cambio, deseo orar por seguridad, por vida, por compañerismo, por alegría y por el florecimiento de todos mis hermanos queer y trans. Rezo por un mundo donde los niños queer no mueran. Y oro por un mundo donde las muertes sean lamentadas en lugar de glorificadas.

Salí como queer el Domingo de Ramos debido a la rotunda proclamación del amor incesante de Dios por mí, incluso hasta el punto de la muerte, en la narración de la Pasión. La certeza de un Jesús que murió por mí me ofreció consuelo en una época en la que mi experiencia queer y mi futuro queer eran turbios y confusos. Ya no estoy tan seguro de si la imagen de un Dios-Hijo encarnado que murió en la cruz puede seguir dándonos a mí y a otras personas queer esperanza y consuelo en una iglesia y un mundo violentos y anti-queer.

Pero mi conmemoración anual de este Domingo de Ramos, día de fiesta de salida del armario (y toda la extraña alegría en mi propia vida que siguió a ese día hace seis años) me da una razón para seguir intentándolo y seguir esperando.

—Flora x. Tang, 24 de marzo de 2024

Fuente New Ways Ministry

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“Aquel Domingo de Ramos ensangrentado en la Iglesia salvadoreña”, por Ricardo Martí

Domingo, 24 de marzo de 2024

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De su blog 
Pensar un Cristianismo incomodo:

La pascua de Romero y el compromiso actual

La espiritualidad cuaresmal predicada por Romero, encarna una doble vertiente: “identificación” con lo que “está sucediendo” en la sociedad en la que vive, y “aceptación” del camino que van tomando en su vida los acontecimientos, en una dirección cuyo destino parece irreversible

Si como bien ha dicho Ignacio Ellacuría, “con monseñor Romero, Dios ha pasado por El Salvador”, puede decirse que en estas palabras “Dios ha hablado en El Salvador”

Si al decir de Romero, “si me matan resucitaré en el pueblo salvadoreño”, debe agregarse sin concesiones, que la resurrección exige fidelidad al mensaje del crucificado

El 24 de marzo se celebra el Domingo de Ramos, con el que se inicia la semana santa. La tradicional fiesta litúrgica cristiana, que en estas regiones de América Latina, ha demostrado ser la de mayor raigambre en la religiosidad popular, coincide con el día en que el calendario litúrgico recuerda la memoria (fiesta) de San Óscar Romero, el obispo mártir de San Salvador, asesinado el 24 de marzo de 1980.

Pero la fecha tiene “este año” para la Iglesia salvadoreña connotaciones especiales. Las coincidencias pueden no tener más importancia que lo que el sentido común suele expresar con las simples palabras ¡qué coincidencia! con o sin signos de admiración. Sin embargo, para quienes leen la fe desde la historia y con ella intentan interpretarla desde los “contextos actuales”, un simple cruce de fechas en un arco de cuarenta y cuatro años, puede convertirse en una “memoria” llena de significado, activa y militante.

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El pueblo salvadoreño “lo sabe” porque lo lleva en las “venas abiertas”, sin necesidad de que alguien tenga que recordárselo desde afuera o ¿tal vez sí?, considerando los rumbos que ha tomado el país con el actual gobierno y su “Régimen de Excepción”, que en marzo estará cumpliendo “dos años” de su puesta en práctica. Las autoridades salvadoreñas han cometido graves violaciones a los derechos humanos y de forma sistemática, con numerosas reformas legislativas para supuestamente enfrentar a las pandillas.

Esta política ha resultado en más de 71 mil detenciones, en su mayoría arbitrarias, el sometimiento a malos tratos y tortura y la muerte de al menos 132 personas bajo la custodia del Estado, quienes al momento de su fallecimiento no habían sido declaradas culpables de ningún delito (Cf. Zedryk Raziel, “El régimen de excepción de Bukele como instrumento para aplastar las disidencias”, [en línea]: https://elpais.com/internacional/2023-10-10/el-regimen-de-excepcion-de-bukele-como-instrumento-para-aplastar-las-disidencias.html; ver también: Rodolfo Cardenal, “El régimen de excepción fuera de control”, [en línea]: https://noticias.uca.edu.sv/articulos/el-regimen-de-excepcion-fuera-de-control).

Desde hace cuatro años la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, desde el Departamento de Teología y el Centro Monseñor Romero, ofrece cada semana una columna editorial de reflexión sobre el tema. También Radio YSUCA, invita a diversos especialistas en la materia, para hablar, por ejemplo, de “las condiciones en las cárceles de El Salvador”. La situación es gravísima, particularmente de cara a las elecciones; de allí la necesidad de “activar la memoria”, evocando algunos hechos inscriptos en la conciencia común de este país.

Con todo derecho El Salvador “y en el” la Iglesia salvadoreña pueden ser calificados de “pueblo crucificado. Desde el “testimonio” de fidelidad al “Dios crucificado”, han iluminado y alentado durante décadas a tantas iglesias hermanas latinoamericanas, que de forma larvada o abiertamente, han tenido que sufrir como actualmente la vecina Nicaragua, una dictadura descarada, llevada adelante por el presidente Daniel Ortega, convertida en intolerante persecución a la Iglesia, al menos a aquellos de sus miembros que no permiten que se “domestique” el mensaje del Evangelio.

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Matanza en la plaza de la catedral

Una cuaresma “sin evasiones piadosas” y vivida con realismo

El primer domingo de cuaresma de 1980, cayó un 24 de febrero. Hacía menos de un mes que Romero había pronunciado su discurso en la Universidad de Lovaina, al serle conferido el doctorado “honoris causa” (Óscar Romero, Diario 1978-1980, Barcelona, CPL, 2015, pp. 485-487). En aquella ocasión, luego de señalar que la miseria, es un hecho colectivo, y una injusticia que clama al cielo, agrega:

“Constatar estas realidades y dejarnos impactar por ellas, lejos de apartarnos de nuestra fe, nos ha remitido al mundo de los pobres, como a nuestro verdadero lugar, nos ha movido como primer paso fundamental a encarnarnos en el mundo de los pobres. Nos hemos encontrado con campesinos sin tierra y sin trabajo estable, sin agua ni luz, sin asistencia médica cuando las madres dan a luz y sin escuelas cuando los niños empiezan a crecer. Allí nos hemos encontrado con madres y esposas de desaparecidos y presos políticos […]. En ese mundo sin rostro humano, sacramento actual del Siervo Sufriente de Yahvé, ha procurado encarnarse la Iglesia de mi arquidiócesis” (Saint Óscar Romero, Voice of the voiceless. The four pastoral Letters and other statements, Maryknoll, New York, Orbis Books, 2020, p. 196).

En la homilía del primer domingo de cuaresma en que la liturgia lee el evangelio de las tentaciones, aquel año según la versión de Lucas, Romero habla de la victoria de Cristo sobre el enemigo del proyecto salvador de Dios. Muestra que Cristo es el hombre que aprende en la experiencia personal de todo hombre, el valor de la tentación y el valor de la tentación para afianzar las convicciones del ser humano. El proyecto de Dios choca con el proyecto de la maldad. El diablo en una visión hace pasar todos los reinos y las glorias del mundo, grandes desfiles de militares…todo esto es gloria del mundo. Pero Jesús que sigue “hambreando en el desierto, no se vende a la idolatría del poder”.

La cuaresma tiene que ver con el realismo de la “liberación” de un pueblo que debe aprender, que existe una lucha entre los poderes fáciles de la tierra, desde los cuales se atropella la dignidad de la persona humana, y se van estableciendo sistemas políticos, que van como adormeciendo la conciencia de los poderosos (Óscar Romero, Homilías de resurrección y vida. Ciclo C [1979-1980], Madrid, BAC, 2018, pp. 333, 336).

Al hilo de los textos bíblicos propuestos por la liturgia, que Romero escucha “desde” la realidad que impacta en el país, no deja de recordar las “eternas prácticas cristianas” de la penitencia, el ayuno y la oración, pero insiste en su “adaptación a las situaciones de los pueblos”. Pero también de la empatía de “ver” y “oír” el clamor del pueblo, que en su queja, a veces resignada y tantas veces demandante y hasta “violenta”, da cuenta que la injusticia es contraria a su dignidad y a su opción de fe.

Durante los años de su ministerio como arzobispo de San Salvador, Romero trabajó con equipos pastorales de “relevamientos sociales”, paralelos al Estado que “mentía sistemáticamente” sobre la realidad de pobreza, persecución, desaparecidos y asesinatos; por eso habla con la “autoridad”, no solo del que vive lo que predica, sino también con datos, lugares y nombres, que “visibilizan” una realidad que se pretendía ocultar.

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Masacre del río Sumpul

Los ejemplos de la espiritualidad clásica para el tiempo cuaresmal, Romero los “relee” con argumentos contundentes: no es lo mismo una cuaresma donde hay que ayunar en aquellos países en que se come bien, que una cuaresma entre nuestros pueblos del tercer mundo, hambrientos, de hombres y mujeres revolviendo basura en busca de comida, desnutridos, en perpetua cuaresma, en ayuno constante. En estas situaciones, a los que comen bien, la cuaresma es un llamamiento a la austeridad, a desprenderse para compartir con los que tienen necesidad” (Homilía en el 2° domingo de cuaresma [2 de marzo, 1980], Óscar Romero, Ibidem, p. 368).

El llamado a la austeridad, Romero lo venía planteando desde el domingo anterior al inicio de la cuaresma de 1980. El 17 de febrero, el mismo día en que envía su carta al presidente norteamericano Jimmy Carter, denunciando el apoyo económico y militar de EE.UU, a la Junta de Gobierno, a las FF.AA y grupos paramilitares salvadoreños, para continuar su plan de represión, dice sin ambages: Una Iglesia que no se une a los pobres para denunciar, desde los pobres, las injusticias que con ellos se cometen, no es verdadera Iglesia de Jesucristo” (Óscar Romero, Ibid. p. 298). Sabemos por su “Diario” que aquella homilía, que no pudo ser transmitida por radio YSAX, dado el atentado de bomba que había sufrido días antes, duró nada menos que una hora y cuarenta y cinco minutos (Óscar Romero, Diario 1978-1980, pp. 506, 508).

Romero es una “rara excepción”, de un obispo que “rompe” con el molde convencional de una homilía y es “escuchado con atención por su pueblo”; la razón es sencilla, tiene “algo que decir” y “algo que el pueblo espera escuchar”. La homilía de Romero, en la que se atreve a leer la carta enviada al presidente Carter, causó un revuelo en Roma, Secretaría de Estado, Nunciatura Apostólica en El Salvador y en la mayoría de los obispos salvadoreños que estaban “desconcertados”; esto, según varios testimonios, en particular, el de Ignacio Ellacuría, que se había reunido con Romero la noche del martes 19 de febrero (Cf. Óscar Romero, Diario 1978-1980, pp. 508-509).

La espiritualidad cuaresmal predicada por Romero, encarna una doble vertiente: “identificación” con lo que “está sucediendo” en la sociedad en la que vive, y “aceptación” del camino que van tomando en su vida los acontecimientos, en una dirección cuyo destino parece irreversible.

Memoria passionis en la última cuaresma

El teólogo alemán Martin Maier, ha recordado la última homilía del beato mártir Rutilio Grande sj., donde decía, “si Jesús de Nazaret volviera, como en aquel tiempo, bajando de Galilea a Judea, es decir desde Chalatenango a San Salvador, yo me atrevo a decir que no llegaría… lo pondrían preso, lo llevarían a muchas Juntas Supremas por subversivo…lo acusarían de revoltoso… contrario a la democracia… sin duda lo volverían a crucificar”.

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Maier asegura que “esa homilía” fue la que selló la sentencia de muerte de Rutilio el 12 de marzo de 1977 (Cf. Martin Maier, Óscar Romero. Mística y lucha por la justicia, Barcelona, Herder, 2005, p. 46). Romero predicó su penúltima homilía (la última en la catedral de San Salvador), el 23 de marzo, 5° y último Domingo de Cuaresma. Se sabe que no grabó en el magnetófono lo que luego solía volcar en su Diario, los últimos cuatros días de su vida. Sin embargo, en aquella homilía, que según testimonios duró más de una hora, puede verse cumplir lo que Maier dijo de Rutilio.

En efecto, luego de recordar que “la cuaresma es un llamamiento a celebrar nuestra redención en ese difícil complejo de cruz y de victoria”, “que nadie debe tomar a mal que, a la luz de las palabras divinas, iluminemos las realidades sociales, políticas, económicas, porque de no hacerlo así, no sería un cristianismo para nosotros”, agrega, “hay muchos que se escandalizan de esta palabra y quieren acusarla de que ha dejado la predicación del Evangelio para meterse en política; pero yo no acepto esta acusación”.

La misma enseñanza del magisterio del Vaticano II, Medellín y Puebla, dice Romero, no puede quedar en un estudio teórico, sino que su finalidad es “para que lo vivamos y lo traduzcamos en esta conflictiva realidad de predicar el Evangelio como se debe” (Óscar Romero, Ibid. pp. 469-470). Hacia el final, dirigiéndose de manera especial a los hombres del Ejército y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía y de los cuarteles, la palabra de Romero se vuelve “profética” en toda la magnitud y alcance de la semántica bíblica: “En nombre de Dios, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!” (Óscar Romero, Ibid. pp. 502-503).

Si como bien ha dicho Ignacio Ellacuría, “con monseñor Romero, Dios ha pasado por El Salvador”, puede decirse que en estas palabras “Dios ha hablado en El Salvador. Las consecuencias de las palabras de Romero pueden compararse con el vínculo que se establece en la predicación de Jesús con la Parábola de los viñadores homicidas (Mc 12, 1-12 y par.) y el “acelere” de su pasión; “existe una proximidad que la parábola establece entre cristología y el destino de los profetas” (Cf. Joachim Gnilka, El Evangelio según San Marcos. Mc 8, 27-16, 20, vol. II, Salamanca, Sígueme, 1986, p. 175).

El lunes 24 de marzo, Romero celebra una misa (“la última”) en la capilla del Hospital Divina Providencia, a las 6 de la tarde; era el primer aniversario de la muerte de Sara Meardi de Pinto, la madre de su amigo Jorge Pinto, cuyo periódico semanal “El Independiente”, había sufrido la explosión de una bomba hacía menos de dos semanas.

Las lecturas que escogió fueron: 1 Cor 15, 20-28, “Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que murieron”, luego orientó a los pocos asistentes con el salmo 23, “El Señor es mi pastor…aunque camine por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo”; y tomó el evangelio de Juan 12, 23-26: “Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre…si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere da mucho fruto”. Luego de resaltar las virtudes de aquella mujer, pide a todos la necesidad de “mirar nuestro momento histórico con esta esperanza, con este espíritu de entrega, de sacrificio y hagamos lo que podamos […] Unámonos, íntimamente, en fe y esperanza a este momento de oración por doña Sarita y por nosotros” [en este momento sonó el disparo]; (Óscar Romero, Ibid. pp. 506-507).

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Asesinato de Romero

La homilía duró apenas ¡diez minutos!; más allá de la circunstancias, los textos bíblicos y el hecho trágico se conjugaron, para darle a su muerte el marco litúrgico de un martirio jesuánico. Romero tuvo una muerte “anunciada”; su hablar y actuar lo fueron involucrando en vida como destino, con el de su pueblo sufriente. Su palabra que nunca se sintió “encadenada” (2 Tm 2, 9), a ningún poder (ni del estado, ni de “autoridades”  eclesiásticas), lo llevaron a testimoniar su fe con una muerte violenta que le propiciaron aquellos que no se oponían al “contenido dogmático” de su fe cristiana, sino a sus “opciones radicales” hechas en Jesucristo, el “autor y consumador de nuestra fe” (Hb 12, 2), y que proclama abiertamente “bienaventurados los perseguidos por la causa de la justicia” (Mt 5, 10-11).

Romero es un claro ejemplo, de que cuando un cristiano/a, con su palabra y con su vida, provocan al poder “político” aliado con las corporaciones de la riqueza en contra de los pobres, e incluso al statu quo “religioso”, indiferente o acomodaticio al gobierno de turno, la consecuencia inexorable será incomprensión, abandono, persecución y muerte.

Ramos y dolor en la despedida del pastor asesinado

La tradición más antigua de la Iglesia, enseña que el domingo de Ramos, la liturgia lee -como no lo hace en ningún otro Domingo- el evangelio de la Pasión, según cada año uno de los evangelios sinópticos. La celebración tiene un “alto contraste”, pues de una procesión con júbilo que recuerda la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén entre aclamaciones ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino que viene, de nuestro padre David! (Mc 11, 9-10), la asamblea pasa a sumergirse inmeditamente en la escucha atenta del relato de la pasión.

El día posterior a la muerte de Romero, el martes 25 de marzo, la Conferencia Episcopal Salvadoreña emitió una “declaración”, cuyo estilo sugería que era obra del obispo Arturo Rivera Damas, que sería sucesor de Romero, desempeñaría un importante papel en los acuerdos de paz, además de fiel intérprete para el largo y enrevesado proceso de beatificación. En la declaración, se decía que muchos cientos de muertes, incluidas las de seis sacerdotes, habían precedido a la del arzobispo “en un contexto de violencia que llega a los límites de la locura” (Cf. James R. Brockman, Monseñor Romero. La biografía del mártir de América, Maliaño, Sal Terrae, 2016, p. 397).

El clima estaba enrarecido, los obispos planearon concelebrar una misa con el nuncio apostólico Emanuele Gerada (enviado luego a Pakistán) en la catedral el jueves 27, pero fue cancelada a última hora. Los transeúntes y los presentes, recibieron con hostilidad al obispo Arnoldo Aparicio (Obispo de San Vicente), cuando fue a visitar el cuerpo de Romero. Durante la semana, mientras se preparaba la misa exequial, un grupo de sacerdotes, religiosas y miembros de las comunidades eclesiales de base iniciaron un ayuno en la catedral y colgaron una gran pancarta a la entrada en la que se decía que los obispos Aparicio, Revelo, Álvarez, Freddy Delgado, la Junta y el embajador de los EE.UU no debían hacerse presentes.

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Romero

Monseñor Urioste, que fue vicario general de Romero (luego promotor de la causa de beatificación), actuando como administrador de la arquidiócesis, envió a un seminarista de confianza para pedirles que retiraran la pancarta. Pero los que ayunaban se negaron, y durante aquellos días convulsos, agitados y tensos, los intentos posteriores para quitarla no tuvieron éxito. Se mantuvo como un “signo” de las divisiones de la Iglesia salvadoreña; de los obispos salvadoreños, “solo” Arturo Rivera Damas asistió a la misa exequial.

Juan Pablo II envió al cardenal Ernesto Corripio, de México, como su representante a la misa exequial, que se celebró el domingo de Ramos. Participaron también obispos de Costa Rica, Guatemala, Panamá, Perú, Estados Unidos, Ecuador, Francia, Brasil, Irlanda, España, México e Inglaterra. Junto a ellos concelebraron, el ministro de Asuntos Exteriores de Nicaragua, el padre Miguel D’Escoto y Gustavo Gutiérrez, el teólogo de la liberación peruano. Asistieron también miembros protestantes del Consejo Nacional de las Iglesias de los Estados Unidos y del Consejo Mundial de Iglesias. Casi trescientos sacerdotes de El Salvador y muchos de otras naciones concelebraron en la eucaristía.

El altar se había colocado delante de la puerta de la catedral, como se había hecho el año anterior para las exequias de los mártires de “El Despertar”, el padre Octavio Ortiz y cuatro jóvenes que murieron acribillados por la Guardia Nacional el 20 de enero de 1979 (Cf. Óscar Romero, Homilías para un pueblo que sufre. Ciclo B/I [1978-1979], Madrid, BAC, 2020, pp. 167-180). En esta ocasión, una muchedumbre de miles de personas de todas partes del país, se congregó ante las escaleras (Cf. Según el “National Catholic News Service, en una comunicación del 31 de marzo de 1980, dijo que los organizadores estimaron una participación de 200.000 personas, mientras que el Gobierno calculaba unas 30.000. La comunicación decía que parciparon 30 obispos, 300 sacerdotes y 500 religiosas).

En el momento del inicio, la policía y los cuerpos de seguridad no estaban a la vista, y los scouts y los representantes de las organizaciones populares mantenían el orden. Todo transcurría tranquilamente al principio. La misa seguía su curso cuando una amplia delegación de la Coordinadora avanzó hacia la plaza atestada de gente y envió a algunos de sus miembros a depositar una corona junto al ataúd ante el altar. El grupo aguardó en silencio en el límite de la muchedumbre mientras la misa proseguía. El cardenal Corripio estaba predicando cuando, repentinamente, una bomba explotó cerca de la delegación de la Coordinadora en la esquina más alejada del Palacio Nacional, que da a la plaza en ángulo recto frente a la fachada de la catedral. Inmediatamente comenzó un tiroteo desde la misma zona y la muchedumbre comenzó a huir.

La mayoría de la gente lo hizo hacia las calles del otro lado de la plaza, pero muchos forzaron las puertas de la catedral para entrar. Una valla de hierro separaba a la muchedumbre de las escaleras frontales, donde estaba el ataúd y el altar.

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Apresuradamente, el ataúd fue trasladado al interior, en parte, porque en la confusión del momento algunos pensaban que la extrema derecha venía a robar el cuerpo. Esta podría ser la razón de la posterior declaración del Gobierno, para quien los grupos de izquierda eran los que querían robarlo. La puerta de la valla estaba cerrada para impedir que la muchedumbre la pasara durante la misa, y antes de que pudiera abrirse muchos la saltaron y otros fueron pisoteados. La mayoría de los más de cuarenta muertos aquel día fueron víctimas de los pisotones de otros. En la catedral eran miles los que estaban tan apretujados que casi no podían respirar.

Algunos testigos contaron que habían visto el cuerpo de una niña de ocho años con un agujero de bala en la frente. El reportero Christopher Dickey, del Washington Post, decía que, entre los más de treinta muertos, “menos de diez murieron por heridas de bala” (1 de abril de 1980); mientras que NC News Service, informó que hubo “más de 40 muertos y 250 heridos, según las mismas fuentes de los hospitales y de la Cruz Roja” (1 de abril de 1980). Dentro de la catedral, mientras se escuchaban disparos y explosiones en el exterior, el cardenal Corripio y unos cuantos más se “apresuraron” a dar sepultura al cuerpo en la tumba preparada en el transepto oriental.

Al igual que la última misa de Romero en la capilla del hospital, la de sus exequias tampoco llegó a terminar. Aquella tarde, el Gobierno emitió una declaración farragosa en la que culpaba a la Coordinadora de la violencia, diciendo que su delegación había hecho estallar las bombas y había disparado a la gente, que había intentado robar el cuerpo del arzobispo y había retenido a los “distinguidos visitantes” en la catedral “con el pretexto de protegerles del peligro de salir, debido a la intervención de las patrullas de las fuerzas públicas”. Esta patraña pensada con la misma intención que se pergenió el asesinato de Romero, provocó que por la noche, veinticuatro de los visitantes extranjeros consiguieran reunirse en el Seminario San José de la Montaña, para analizar los acontecimientos del día.

Emitieron una declaración, firmada por ocho obispos y otras dieciséis personas, negando la versión del Gobierno. Los testigos, decían que habían visto que se disparaba desde el segundo piso del Palacio Nacional, y algunos habían dicho que la bomba procedía del mismo lugar. La delegación de la Coordinadora había traído una corona para acompañar el ataúd y después habían esperado con total silencio hasta que estalló la bomba.

La pascua de Romero y el compromiso actual

La memoria litúrgica de San Óscar Romero, coincide este año como decíamos, con el “Domingo de Pasión”, esto nos retrotrae a todos aquellos pasajes del evangelio donde Jesús vive una “pasión continua”, “sufriendo amenazas” de parte de los que detentan el poder religioso y político (Mc 11, 18; 14, 1; Mt 21, 46; Lc 11, 53-54; 13, 32; 19, 47; 20, 19; Jn 19, 10). La actividad de Jesús, según la exposición de los evangelios, está determinada por el conflicto, casi desde el principio. El conflicto se va agravando y termina con la ejecución de Jesús en la cruz. El conflicto tiene diversos escenarios: Galilea y Jerusalén. Jesús entra en conflicto con diversos grupos y finalmente con el poder romano, lo cual lo conduce a la muerte (Cf. Joachim Gnilka, Jesús de Nazaret. Mensaje e historia, Barcelona, Herder, 1993, p. 327).

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En el corto ministerio de Romero como arzobispo de San Salvador (al igual que el ministerio público de Jesús que duró solo 3 años), el conflicto fue in crescendo hasta acabar con su vida. El papa Francisco ha hablado de que Romero sufrió el martirio antes y después de su asesinato, (Cf. Francisco, Romero mártir incluso tras la muerte, difamado y calumniado; [en línea]: www.lastampa.it). Al igual que Jesús, que comenzó a manifestar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, sufrir de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día (Mt 16, 21, y par.), Romero también tuvo confidencias de amenazas y de su destino final.

José Calderón Salazar que por aquellos días era corresponsal guatemalteco del periódico mexicano “Excelsior”, informó de una entrevista telefónica que le había hecho el arzobispo dos semanas antes de su muerte y en la que le dijo:

“He sido amenazado de muerte con frecuencia. Le debo decir, como cristiano, que yo no creo en la muerte sin resurrección. Si me asesinan, resucitaré en el pueblo salvadoreño. Lo digo sin jactancia alguna, con la máxima humildad. Como pastor, estoy obligado por mandato divino a dar mi vida por aquellos a quienes amo -por todos los salvadoreños, incluso por aquellos que pueden llegar a asesinarme-. Si las amenzas se cumplen, desde este instante ofrezco mi sangre a Dios por la redención y por la resurección de El Salvador. El martirio es una gracia de Dios que no creo merecer. Pero si Dios acepta el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea semilla de libertad y signo de que la esperanza se hará pronto realidad. Que mi muerte, si es aceptada por Dios, sea para la liberación de mi pueblo y testimonio de esperanza en el futuro. Puede decir, si consiguen matarme, que perdono y bendigo a quienes lo hagan. Ojalá, en efecto, que pudieran convencerse de que desperdiciarán su tiempo. Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, nunca perecerá” (Cf. James R. Brockman, Ibid. p. 402).

No es el lugar aquí para hablar del accionar que tuvieron los escuadrones de la muerte y sus conexiones con las fuerzas armadas y los líderes de la oligarquía salvadoreña; tampoco del rol principal que desempeñó Roberto D’Aubuisson, dirigente de la violencia de extrema derecha en El Salvador, y autor intelectual del asesinato de Romero. Lo cierto es que este personaje fue uno de los fundadores del partido ARENA en septiembre de 1980 que mantendrá un puesto relevante en la política salvadoreña durante toda esa década, llegando incluso a ser presidente de la Asamblea Nacional en 1982.

Con el asesinato de Romero, y sus exequias “bañadas en sangre”, comenzó en El Salvador una guerra civil con decenas de miles de salvadoreños/as que sufrieron persecución y muerte; algunos casos conocidos por su atrocidad, como las Misioneras de Maryknoll (Maura Clarke, Ita Ford, Dorothy Kazel y Jean Donovan), violadas y asesinadas el 2 de diciembre de 1980; las masacres del río Sumpul o la del río Lempa, o de la entera población de El Mozote entre el 9 y 12 de diciembre de 1981, cuando a manos del batallón Atlacatl, 978 personas fueron asesinadas, de las cuales 553 eran menores de edad.

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Esta inmensa constelación de testigos de la fe y la justicia, que se calculan en 75.000 asesinados y 9000 desaparecidos (en este país que es como el “pulgarcito Latinoamericano”), tuvieron en apariencia un sello final con el asesinato de los mártires de la UCA y dos servidoras de la comunidad, el 16 de noviembre de 1989. Pero la inmensa mayoría de estos homicidios y genocidios permanecen sin juicio de los culpables.

Si al decir de Romero, “si me matan resucitaré en el pueblo salvadoreño”, debe agregarse sin concesiones, que la resurrección exige fidelidad al mensaje del crucificado. En este sentido, la Iglesia salvadoreña se ve hoy más interpelada que ayer. La razón es simple, los testigos de tantos martirios deben relevarse y mantener vivo el mensaje liberador de “denuncia” y “esperanza”, sin lo cual los pueblos, nunca exentos de “olvidar” los lazos de la opresión, pueden verse tentados a recaer en los mismos atropellos que sus mártires denunciaron.

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Fuente Religión Digital

Espiritualidad, General, Iglesia Católica , ,

Búsqueda

Sábado, 23 de marzo de 2024

Del blog Nova Bella:

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Dices que no hay respuestas,
que no has hallado aquello que buscabas.

*

Dionisia García

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

“Orar sin creer en un dios teísta”, por José Arregi.

Sábado, 23 de marzo de 2024

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De su blog Umbrales de Luz:

12/02/2024/en Reflexiones /

Teísmo” es tan ambiguo como theos (dios en griego) del que se deriva, pero hoy se entiende en general como la creencia en un dios-ente metafísico supremo, creador omnipotente y extrínseco al mundo, que interviene en él cuando y como quiere. Un dios en el que una mayoría creciente de nuestra sociedad ya no puede creer, al que ya no puede rezar. Yo tampoco creo en ese dios ni le oro rezando plegarias [1].

Pero ¿qué es orar? ¿Qué es rezar? ¿Qué es plegaria? Los tres términos no carecen de relación, aunque distan mucho de ser sinónimos. El término plegaria (prière en francés) proviene del latino precari (rogar, suplicar, pedir) y éste se remonta a la raíz indoeuropea prek (rogar). De esta raíz se deriva igualmente precario, que en Derecho se utiliza para referirse a una facultad que solo se ejerce gracias a una autorización revocable y en el lenguaje ordinario es sinónimo de inestable, efímero, pasajero. El lenguaje no engaña. Somos y nos sentimos radicalmente precarios: inestables, pasajeros, necesitados de otro. Por eso pedimos, rogamos, rezamos preces o plegarias. Por eso oramos en sentido amplio (pero la oración en su sentido profundo excluye más que incluye la plegaria de ruego o de petición).

Todos los seres son precarios, contingentes, dependientes. Y los humanos tenemos una aguda conciencia de serlo. Dependemos del aire que respiramos, del agua que bebemos, del fuego que nos calienta, de la tierra que nos sustenta, de la mano que nos sostiene, de la mirada que nos afirma y consuela. Dependemos del universo entero, y todo en el universo depende de todo, desde la onda o partícula de lo infinitamente pequeño hasta las estrellas incontables de incontables galaxias en expansión del universo o multiverso. El universo es una fecunda red sin fin de mutua dependencia creadora. Cada ser es gracias a otro, pero ese mismo otro también es en alguna medida gracias a quien lo hace ser. Los hijos son gracias a los padres, pero también los padres son gracias a los hijos. En realidad, todos somos gracias a todo lo que es. La precariedad es un aspecto de la comunión universal de la gracia de ser.

Esta conciencia (en sentido amplio, universal, no exclusivamente humano) de precariedad dependiente se traduce en oración de súplica y gratitud, de reconocimiento y queja, de celebración y pesar. La oración es la múltiple expresión de la infinita red relacional de interdependencia que nos constituye. Cada ser se expresa en su propio lenguaje. Recuérdese que el término latino orare se deriva de la raíz or-, y su primer significado, sin connotación religiosa alguna, es hablar, decir, perorar… Orar es decir a fondo nuestra precariedad y nuestra relacionalidad universal constitutiva. La existencia se vuelve una cadena de oración universal.

Cuanto existe ora – o reza, o recita o dice, se podría también decir –, expresa la gracia de ser gracias a todos los seres y la necesidad de todos los seres para ser uno mismo. Ora el silencio del desierto y el susurro del viento en el bosque. Oran el sol de día y la luna de noche y todas las estrellas y planetas del universo. Oran la fuente que mana y el río que discurre en el valle. Oran los pájaros y todos los animales de la Tierra y de otros planetas habitados. Oran los hijos de Haití y las madres de Gaza. Oran las palabras, los gestos corporales, el silencio profundo. Y toda oración brota del silencio y a él conduce y en su hondura nos escuchamos y respondemos.

¿Oramos o rezamos a Dios? Depende de lo que entendamos por Dios. No oramos ni rezamos plegarias a un dios ente supremo para que suceda algo que de otro modo no sucederá o para que deje de suceder algo que de otro modo sucederá. Esa oración contradice nuestro ser profundo en comunión. Pero innumerables creyentes han rezado y siguen rezando a dios, y lo hacen pidiendo por causas opuestas: uno le pide que luzca el sol y otro a su lado que llueva, uno le ruega por la victoria de su ejército y otro por su derrota, uno le da gracias por haberle curado de una enfermedad por la que su prójimo acaba muriendo (¿abandonado por dios?). Así sin fin. Tal oración/plegaria no tiene sentido para quien no crea en un dios “teísta”, un dios omnipotente exterior de voluntad cambiante que a veces interviene y otras veces no. Muchas personas de oración profunda, aun compartiendo un imaginario cultural teísta, se sintieron empujadas a superar dicha oración o plegaria teísta. Por ejemplo, Jesús dijo: “Al orar, no os perdáis en palabras… Vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de que vosotros se lo pidáis” (Mt 6,7-8). Y el Maestro Eckhart (hacia  1262-1328) enseñó: “Cuando no rezo por nadie y no pido nada, es cuando rezo del modo más verdadero”. El silencio pleno es la experiencia más profunda y su expresión más plena.

Con palabras o sin ellas, lo sepamos o no, todo nuestro ser ora o reza a todo. Pero no solo eso. Todo cuanto es, lo sepa o no, es pura expresión de su ser relacional con todo. Todo ora a todo. Ser, en el fondo, es oración. Todos los seres nos están rezando: agradeciendo, suplicando, confiando, invocando, llamando. La comunidad viviente de la Tierra y el cosmos por entero es una interminable plegaria en todas sus formas. La Realidad ilimitada es, en el fondo, una liturgia cósmica que se extiende desde el corazón del átomo hasta el universo/multiverso sin fin. El universo entero es una oración, una eterna comunión intercesora universal. Nuestra oración profunda, más allá de todo rezo y plegaria estrecha de petición, consiste en unir nuestro ser precario y orante al ser precario y orante de la realidad universal. El universo, se podría decir también, es una plegaria poética o un poema litúrgico creador (poiein en griego significa “crear”), como el poema de la creación de Gn 1: “Dijo Dios: ‘Hágase’ Y se hizo”.

¿Y Dios? Dios en cuanto Fondo fontal, Aliento vital, Relación creativa o Creatividad relacional es la oración profunda de cuanto existe a todo cuanto existe. Dios nos ora en todo. En el fondo, nuestra oración consiste en unirnos a la voz y al silencio poético, creador, de la oración de Dios. Y así nuestra oración se vuelve creadora del Dios que nos crea.

Aizarna, 25 de enero de 2024

www.josearregi.com

(Publicado en francés en Témoignage Chrétien, n° 4045, 8 de febrero de 2024, p. 7)

[1] Este texto fue publicado originariamente en francés con el título “Prier Dieu sans croire à sa ‘toute-puissance’ ”. La traducción al español ha requerido una mínima adaptación de la derivación del término francés prier (suplicar, rogar, rezar, pero también orar) a partir de la raíz latina precari (rogar, suplicar) e indoeuropea prek (suplicar). Las líneas que siguen se atienen a la sinonimia parcial de los términos españoles orar, rezar, plegaria.

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Amor fraterno.

Viernes, 22 de marzo de 2024

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      Desde que el Seńor insertó en el mundo como fermento “incomodador ” el principio del amor fraterno, se ha introducido en las estructuras sociales una levadura de permanente revolución.

       Ahora, en ocasiones -incluso a menudo-, sucede esto: hasta los cristianos nos adherimos a ciertos valores relativos como si fueran absolutos y no nos damos cuenta de que esos valores, que eran considerados como absolutos antes de Cristo, no pueden ser considerados ya como tales después de la venida de Cristo.

     Bajo la acción fermentadora -aunque invisible- del amor, han sido purificados de una manera gradual; se ha resquebrajado la corteza que esconde su núcleo sustancial; de un modo lento, aunque indefectible, han sido colocados en su verdadero sitio en la jerarquía de los valores. Aparece aquel incómodo precepto del amor fraterno: esclavos y libres son iguales; el orden está subordinado al amor; la patria está ordenada a la amplia familia humana y sus intereses han de ser subordinados a los de la familia colectiva de las naciones; la potestad familiar ha de ser transformada en su raíz; la personalidad de cada uno, hombre y mujer, adulto o pequeńo, esclavo o libre- ha de ser respetada como sagrada, como reflejo de la misma personalidad divina.

      Todo se desbarajusta, todo se revoluciona, todo se tambalea: los perezosos y los temerosos hacen sonar la alarma, pero el amor procede de manera inexorable en su obra “corrosiva”: donde es posible se corrige, donde no lo es se abate. !Qué extrańo es este Cristo! Cuáles son los límites de la autoridad? Cuáles los del amor familiar y los del amor patrio? Cuáles los del orden? Cuál es la única dirección en la que es lícito decir que alguien puede inmolarse por un ideal? Cuándo puede decirse de verdad que una acción es heroica y virtuosa? Entre qué límites tiene fundamento la propiedad? La respuesta de Cristo es inflexiblemente sencilla: todo lo define y califica el amor al otro: al otro en cuanto tal, prescindiendo de cualquier esquema en el que este pueda encontrarse encasillado. Libre o esclavo, bárbaro o escita, rico o pobre, etc.

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Giorgio La Pira,
Sobre el optimismo cristiano“,
en L’Osservatore Romano, 1941)

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Venerable Giorgio La Pira O.P.

Laico dominico y político italiano (alcalde de la ciudad de Florencia). Vivió su vocación cristiana de servicio al prójimo a través de la política, con un gran compromiso por la promoción de la justicia y la paz. Trabajador incansable por la paz (Guerra Fría, Vietnam, Israel y Palestina…) que se volcó en la ayuda a los pobres.

Giorgio La Pira nace el 9 de enero de 1904 en Pozzallo (Sicilia, Italia) en el seno de una familia humilde.

En su juventud, al cursar estudios universitarios, una crisis religiosa le llevó a abandonar la fe a raíz de su contacto con el marxismo. Sin embargo, en la Pascua de 1924 redescubrió que el vacío que sentía solo podía llenarlo Dios. Un año más tarde se hizo laico dominico

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Leandro Sequeiros: “¿Existen pruebas científicas de la existencia De Dios”

Viernes, 22 de marzo de 2024

cuadro-manos-de-dios-y-adan-detalle-de-la-creacionEn estos meses han visto la luz dos voluminosos libros con un tema común y que se están convirtiendo en mediáticos, gracias a una intensa campaña de promoción. El contenido de estos dos ensayos se dedica a un mismo objetivo: mostrar a los lectores y a la opinión pública que existen pruebas científicas de la existencia de Dios.

El tema no es nuevo. Muchos de los seguidores de estas páginas nutrieron su fe juvenil con la lectura del libro del jesuita padre Jesús Simón, A Dios por la ciencia. Estudios científico-apologéticos. Frente a los ateos, el docto autor jesuita pretendía demostrar que Dios existe basado en argumentos científicos.

Pero la publicación en España de libros de claro diseño apologético, parece haber encontrado un grupo de personas preocupadas por solucionar en sus vidas el problema de Dios. Síntoma que creemos positivo aunque defendemos que la apologética no es el camino.

Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios

Uno de los libros que comentamos tiene como autor a un español: José Carlos González-Hurtado (Madrid 1964), Presidente de la red de comunicaciones EWTN España. Profesionalmente es Senior Advisor global de la consultora estratégica Roland Berger y de algunas de las mayores firmas mundiales de Private Equity así como Consejero de varias compañías multinacionales de tecnología y consumo basadas en Europa y América.

Este voluminoso y documentado estudio, Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios, puesto a la venta el 12 de septiembre de 2023, en la editorial Voz de Papel, aborda el tema de la relación entre ciencia y religión combinando diversos enfoques (histórico, cultural, testimonial, divulgativo, sociológico) y prestando especial atención a los debates científicos actuales y de los dos últimos siglos. No se limita a refutar la leyenda urbana de la incompatibilidad entre ambas formas de conocimiento. Su objetivo es demostrar que una mirada sin prejuicios al panorama de la ciencia moderna lleva necesariamente a la idea de Dios. Para ello presenta argumentos de peso apoyándose en abundante documentación y usando un estilo desenfadado que convierte la lectura del libro en gratificante y enriquecedora.

Dios, la ciencia, las pruebas. El albor de una revolución

El segundo de estos libros de carácter apologético que están teniendo mucha repercusión mediática es una traducción del francés: Michel Yves Bolloré y Olivier Bonnassies (2023). Dios, la ciencia, las pruebas. El albor de una revolución. Editorial Funambulista, en coedición con Ladera Norte, Madrid, 573 páginas.

La tesis básica de este voluminoso y bien documentado estudio es que la ciencia moderna es impensable hoy sin aceptar la existencia de Dios. La tesis de este estudio ha sido refutada por el jesuita François Euvé (La ciencia ¿es una prueba de la existencia de Dios? Respuesta al libro Dios, la ciencia, las pruebas,edición de François Euvé y Etienne Klein. Éditions Salvator, mayo de 2022, 577 p.). Euvé pone en duda en valor de los argumentos, basados en el diseño del mundo, que para él no tienen valor para demostrar que Dios existe.

El trasfondo filosófico y teológico de este estudio es similar al del libro anterior. Para estos autores apologéticos, el llamado argumento del diseño, el argumento teleológico o “argumento del diseño inteligente”, se ha propuesto en teología durante siglos.

De alguna manera, este libro se inscribe en lo que hoy se denomina “nueva apologética” impulsada por grupos de científicos católicos muy vinculados a movimientos conservadores. Michel Yves Bolloré es  Ingeniero de formación, es hoy administrador de empresas e instituciones de educación superior. en Londres. Olivier Bonnassies es un hipergraduado: politécnico, es intenso divulgador de videos, artículos, boletines en redes sociales sobre temas a menudo vinculados a la racionalidad de la fe.

Tomás de Aquino lo presentó en su quinta prueba de la existencia de Dios como consecuencia necesaria de un silogismo. En 1802, el teólogo William Paley presentó en Teología Natural ejemplos de propósito intrincado en organismos. Su versión de la analogía del relojero argumentó que, de la misma manera que un reloj ha sido evidentemente diseñado por un artesano, la complejidad y la adaptación observada en la naturaleza debe haber sido diseñada, y la perfección y la diversidad de estos diseños muestran que el diseñador es omnipotente, el Dios cristiano.

Al igual que la ciencia de la creación, el diseño inteligente se centra en el argumento religioso de Paley del diseño, pero mientras que la teología natural de Paley está abierta a un diseño deísta a través de leyes dadas por Dios, el diseño inteligente busca la confirmación científica de repetidas intervenciones milagrosas en la historia de la vida.

La ciencia de la creación prefiguró los argumentos del diseño inteligente de la complejidad irreducible, citando incluso el flagelo bacteriano. En los Estados Unidos, los intentos de introducir la ciencia de la creación en las escuelas llevaron a juicios que fallaron que es de naturaleza religiosa y, por lo tanto, no puede enseñarse en las clases de ciencias de las escuelas públicas. El diseño inteligente también se presenta como ciencia y comparte otros argumentos con la ciencia de la creación, pero evita referencias bíblicas literales a cosas tales como la historia del Diluvio, la historia del Génesis o el uso de versículos de la Biblia para datar a la Tierra.

¿El regreso de la apologética?

Tanto el libro de González-Hurtado como este último se inscriben dentro del género que podemos llamar “apologético”: la defensa de la existencia de Dios basada, en este caso, en argumentos científicos. ¿Dios existe? Después de que la fe en fuerzas superiores, múltiples o singulares, haya moldeado la historia de los hombres, la ciencia se ha esforzado por racionalizar el mundo, tanto el comportamiento de los astros como el de los hombres.

Los autores de Dios, la ciencia, las pruebas. El albor de una revolución no se han dedicado al mundo de la ciencias duras. Michel Yves Bolloré es el hermano mayor de Vincent Bolloré, líder del Grupo del mismo nombre. Ingeniero de formación, administrador de empresas, miembro de la organización católica Opus Dei (que nada tiene que ver con el nombre, con la secta estigmatizada por Dan Brown en la famosa novela El Código Da Vinci), es hoy administrador de empresas e instituciones de educación superior en Londres.

Olivier Bonnassies es un hipergraduado: politécnico, Instituto HEC, ¡licenciado en teología! Emprendedor, es también autor de una veintena de libros, vídeos, escenarios, artículos, boletines y agregador de contenidos en Internet sobre temas a menudo vinculados a la racionalidad de la fe.

Para los escritores apologetas, desde Galileo y Copérnico se ha buscado comprender mecanismos que ya no dependieran de lo divino, de la magia o de un orden inmutable; al comprender mejor el mundo, las estrellas y el cosmos, la ciencia ha hecho retroceder la idea misma de un Dios que diseñó el mundo y ordenó nuestros destinos.

En estos extensos ensayos, abundantemente documentado e ilustrado, los autores, González-Hurtado, Michel Yves Bolloré y Olivier Bonnassies nos llevan tras los pasos de los descubrimientos de los últimos 150 años, en astronomía, física, química, biología, matemáticas, lógica, en los debates que han generado en filosofía, no para señalar que “Dios ha muerto”, sino para testimoniar que abren nuevos argumentos, incluso pruebas, sobre el origen del universo y el significado de la vida.

Este conocimiento parece venir a consolidar las lecturas históricas y simbólicas de la Biblia, a testimoniar el destino excepcional del pueblo judío, tanto las analogías propuestas a nuestra reflexión hacen converger observaciones científicas y mensaje bíblico. “Hay libros sobre las pruebas científicas de la existencia de Dios, de otros sobre pruebas filosóficas y otros más sobre pruebas religiosas. La singularidad de nuestro trabajo es haber ofrecido deliberadamente un panorama variado, alternando cosmología, filosofía, moral, historia, milagros y enigmas históricos. Esta diversidad fue posible porque las pruebas de la existencia de Dios son tan numerosas que las hay, de hecho, en todos los ámbitos”. Si el libro niega ser militante, ¡el tono está fijado!

Claramente, leer estos ensayos es fascinante. Dependiendo de tus intereses, quizás seas más receptivo a atravesar décadas de descubrimientos científicos, desde lo infinitamente grande a lo infinitamente pequeño, o a las “verdades humanamente inalcanzables de la Biblia”, al destino del pueblo judío, a los razonamientos sobre la identidad de Jesús y la fuerza increíble de la difusión del mensaje evangélico. Más abstractas, la filosofía, la lógica y las matemáticas también tienen su lugar en la abundante presentación de argumentos de los que los autores deducen con convicción a partir de numerosas pruebas.

Una de las fortalezas de estos ensayos es que parece un archivo de alegatos. A priori, todo está ahí, argumentos, contraargumentos, autores -en gran parte premios Nobel-, fuentes, tesis y antítesis… para desarrollar razonamientos interesantes y sólidamente sustentados.

En el campo bastante objetivo de la ciencia, aprendemos mucho sobre la comprensión progresiva de las leyes del universo, del consenso ahora ampliamente aceptado del Big Bang, un término acuñado originalmente para desacreditar la tesis de su autor sobre el tiempo cero del nacimiento simultáneo de materia, tiempo y espacio, sobre la expansión del universo y el increíble ordenamiento de la materia y la vida.

Sus leyes ahora más conocidas, tan precisas (“la sintonía fina del Universo”), las teorías recientemente demostradas por observaciones astronómicas (la radiación fósil del Big Bang en particular) o microscópicas (la increíble singularidad, complejidad e inteligencia de la genética código) precisamente ponen en duda el azar y la necesidad en el surgimiento de la vida y la conciencia. Un llamado a la reflexión, liberada del dogma materialista, sobre las “pruebas de la existencia de Dios”, de un dios o un ente superior, creador del cosmos y de las leyes de la vida.

“Durante siglos, el progreso de la ciencia ha reforzado la creencia materialista de que Dios no existe, – explica Olivier Bonnassies, coautor del libro, en una entrevista- . Pero desde hace un siglo, nuevos conocimientos han demostrado que no solo es posible que Dios haya creado el universo, sino que incluso es necesario.»

“Tender puentes entre racionalidades” La tradición científica, intelectual e interdisciplinar de la Compañía de Jesús

La tradición científica jesuita es bien conocida en la antigua y restaurada Sociedad (A. Udías. Los jesuitas y la ciencia.  Una  tradición  en  la  Iglesia.  Ediciones Mensajero, Bilbao, 2014 (Grupo  de  Comunicación Loyola), 372 pág.

En 1976 el Superior General de la Compañía de Jesús, Pedro Arrupe (1907-1991) presentó un argumento convincente para la dedicación de los jesuitas a las ciencias naturales en una carta sobre el apostolado intelectual: “¿Cómo podemos hacer presente a la Iglesia y mantener los contactos personales necesarios en un contexto social de vital importancia como el científico y tecnológico, sin darle a la ciencia la importancia que merece? ¿Cómo podemos hacer una reflexión teológica que sea inteligible sin un conocimiento profundo de las raíces científicas de esta mentalidad?”  Vio muy claramente la importancia de la ciencia y la tecnología en los desarrollos humanos modernos.

Las preguntas que Arrupe planteó en su carta siguen siendo relevantes hoy en día, cuando la presencia jesuita en los campos científicos ha disminuido radicalmente.  Para implementar la tarea científica, intelectual e interdisciplinar, desde la Compañía de Jesús se impulsaron algunas iniciativas, como ASINJA (Asociación Interdisciplinar José de Acosta) y más modernamente, desde 2004, la Cátedra Hana y Francisco J. Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión de la Universidad Comillas.

En la práctica de ambas, siguiendo las indicaciones de las Constituciones de la Compañía de Jesús y las Congregaciones Generales, los jesuitas que se podrían incluir dentro del Sector del Apostolado Intelectual – tal como ya lo practicaron los grandes científicos jesuitas del pasado, como Matteo Ricci, José de Acosta, Christophorus Clavius, Bernabé Cobo, Christoph Scheiner, y otros – consideraban su función como de “tender puentes” con otras racionalidades más que la defensa ideológica de unas determinadas verdades de fe.

Las raíces del apostolado intelectual: la ciencia, los saberes y la interdisciplinariedad

La Compañía de Jesús nació con una mirada hacia la cultura emergente. Y siempre procuró estar en los debates culturales y científicos de la modernidad. En esa convocatoria al debate intelectual hay que colocar a ASINJA. Pero acerquémonos a los últimos años.

La Compañía de Jesús, desde sus comienzos, se caracterizó por la presencia en los medios intelectuales (Congregación General 34, 1995, Decreto 16). Y desde el inicio, esa presencia fue muy significativa en los medios científicos. Años antes, en 1965, el Papa Pablo VI, dirigiéndose a la Congregación General 31, envió a la Compañía al mundo de ateísmo.

Esto implicaba una sólida formación universitaria junto a una profunda espiritualidad. Y además, esto no es una tarea de unos cuantos, sino una dimensión transversal de la Misión de la Compañía. Y esta Misión no puede separarse de la promoción de la justicia, la ecología y la espiritualidad.

Tal vez de la llamada del Papa Pablo VI a luchar contra el ateísmo y este Decreto 29 de la CG XXXI de 1965, marcan el inicio de ASINJA. El texto del decreto 29 (CG XXXI) comienza por recordar la importancia de ello:

Aprecien en gran manera los jesuitas el trabajo científico y en especial el de la auténtica investigación, y considérenlo como uno de los ministerios de la Compañía más necesarios. Es un apostolado muy eficaz, del todo conforme con la antigua tradición de la Compañía, y responder plenamente a las recomendaciones tantas veces reiteradas de los Sumos Pontífices, en particular durante el último siglo. Se adapta además muy bien a las exigencias de los hombres de nuestro tiempo, pues constituye una excelente base para iniciar y continuar el diálogo, incluso con los no creyentes, y sirve de medio para ganar su confianza en la Iglesia y para elaborar y enseñarles a realizar la síntesis de la fe con la vida [Congregación General XXXI (1965), Decreto 29 (“Investigación Científica”), número 1]

El documento anima también a los superiores a preocuparse por la formación de los jóvenes jesuitas en este campo, y a los que trabajan ya en él, a consagrarse enteramente a una tarea que requiere siempre al hombre entero (Decreto 29, número 4). También se recuerda, finalmente, que conviene respetar “la justa libertad de investigación, de pensamiento y de hacer conocer, humilde y valerosamente, su manera de ver en el campo de su competencia” (Decreto 29, número 4, citando textualmente al Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, número 62).

Conclusión: La epistemología oculta: tender puentes interdisciplinares

Será necesario acudir a los más de 40 volúmenes de ACTAS de las Reuniones Interdisciplinares de ASINJA. No es fácil encontrar en las Actas de las reuniones una definición precisa de lo que se entiende por interdisciplinariedad. Desde el primer volumen se usa esta palabra y se alude a ella como un intento de diálogo entre diferentes disciplinas. E incluso, en el volumen XI, en la presentación de Alberto Dou, se lee “La Asociación, al igual que todas las once Reuniones Interdisciplinares ya celebradas, se propone promover el diálogo entre la fe y la cultura contemporánea al servicio de los hombres de nuestro tiempo”.

Da la impresión de que se entendía por interdisciplinariedad el “diálogo entre la fe y la cultura”.  Pero, ¿qué se quería decir con esta expresión? ¿Qué epistemología oculta?

Se daba por supuesto que la fe (se supone que fe religiosa, y cristiana porque nunca –que sepamos- hubo representación de otras religiones) tiene un componente racional. Y que, por tanto, está legitimada para “dialogar” –como se entienda – con la “cultura” (que en este caso se suponía que era la cultura universitaria, la cultura científica, la racionalidad científico-técnica. Y además, al hablar de ciencia, en los primeros años se tenía una visión restringida a las ciencias experimentales y lógico-matemáticas. Más posteriormente (tal vez por influjo de Popper) se incorporaron las ciencias sociales (aunque algunos miembros no lo entendieron demasiado).

Superados los conflictos que promovió Snow en 1959 con “las dos culturas” y los debates entre Wilson y Gould sobre la asimilación o no de las humanidades por las ciencias naturales, los socios y amigos de ASINJA han podido dialogar (entendido como intercambio de opiniones, sin más) en un ambiente plural. Tal vez el único escollo que ASINJA ha tenido –al igual que sucede en la Cátedra Ciencia, Tecnología, Religión (ICAI, Universidad Comillas) ha sido la incorporación de los teólogos. Tal vez no deje de tener razón la profesora María José Frapolli (en el Congreso “Teología y Universidad”, Facultad de Teologia de Granada, 2012) cuando afirma que el obstáculo para la entrada de la Teología en la Universidad sea epistemológico: el método científico de la teología (al menos en España) es incompatible con la búsqueda libre de explicaciones del mundo.

Leandro Sequeiros. Presidente de ASINJA (Asociación Interdisciplinar José de Acosta)

Fuente Fe Adulta

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Racimos

Jueves, 21 de marzo de 2024

Del blog Nova Bella:

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La vida nos viene en pequeños racimos: un racimo de soledad, y luego otro racimo que apenas nos deja tiempo para respirar.

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May Sarton

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“El gozo de crear”, por Isabel Pavón

Jueves, 21 de marzo de 2024

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Crear es progresar. Crear es poner vida e ilusión donde no existe. Encontrar un tallo desgajado, apenas nada, sembrarlo en un viejo tiesto de barro, esperar y ver como aparecen las incipientes yemas, todas nuevas. Rescatar una planta desenraizada, a punto ya de morir, sanarla, abonarla, regarla y colocarla en el lugar idóneo para ver como revive y florece. Una semilla puesta en tierra, la ilusión de ver como germina, imaginar que a su tiempo nos regalará su fruto.

Engendrar un ser querido que llegará a nuestro entorno después de esperar las suficientes lunas. Disfrutar de su perfección, sus gestos, su sonrisa ajena aún al mundo en el que habita. Comprobar cómo con su nacimiento nos cambia la vida y retorna, renovada, la esperanza.

Un proyecto bien hecho tras arduas jornadas de concentración y esfuerzo. La satisfacción de verlo terminado. Recibir el visto bueno, exponerlo.

Re-crear vida en forma de palabras que impregnan un papel en blanco, inventar, transportar la mente a otros mundos, otras historias, otra época.

Concebir. Nacer. Sembrar. Trasplantar. Podar. Abonar. Regar. Escribir. Producir algo que antes no existía. Degustar un poco del poder de Dios. Todo esto que parece tan simple, y a la vez tan bello, nos permite conocer un poco más a nuestro Creador. Sus sentimientos de alegría cuando realiza su obra en nosotros.

A los seres humanos, toda creación desarrollada con amor nos hace avanzar, experimentar un nuevo génesis, cambiar nuestra vida, nuestras costumbres, depositarnos en las manos del Señor para que nos oriente y hacernos personas nuevas. Hemos de reinventar nuevas actitudes, re-crear soluciones nuevas. Morir a lo viejo y dejarnos moldear en lo nuevo.

Dejemos que el Señor re-cree nuestra mirada y dejémonos enfocar hacia la compasión, la verdadera forma de ver y vernos en los demás en todo lo que hacemos, porque Creados a su imagen, hombres y mujeres, reciben de Él su dignidad incomparable y, con ella, su capacidad creadora; son llamados a ser creadores, a su vez cooperando en la creación. “Dios crea creadores”. Felisa Elizondo, tomado del libro Así vemos a Dios. En clave de mujer…, Desclée De Brouwer.

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Publicado en Protestante Digital el 7/6/2019

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Isabel Pavón es diplomada en Religión, Género y Sexualidad en UCEL/GEMRIP. Escritora y poeta, ha recibido numerosos premios (poesía y relato) tanto España como en el extranjero.

Fuente Lupa Protestante

 

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“Un testimonio encarnado”, por Miguel Ángel Mesa.

Miércoles, 20 de marzo de 2024

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De su blog Otro Mundo es posible:

«Vino porque su corazón de Dios ya no podía más y, sin dejar de ser quién era, tomó un corazón humano» (Agustí Altisent).

 Los cristianos, como seguidores de Jesús, no pueden ya creer, contemplar y experimentar a su Padre mas que como un Dios encarnado. Y encarnarse supone todo lo contrario a irrealidad, otro mundo, más allá. En-carnarse significa que el Misterio de toda la vida que nos rodea, se vuelve epifanía en-la-carne, en la carne de la persona del Jesús histórico, en la de todos los seres humanos desde el principio de la creación, en la naturaleza que nos rodea, en el universo del que formamos parte. Descendemos de las estrellas, que contienen el gen de la Vida, somos tierra amorosa, polvo enamorado y encarnado.

Cada hombre o mujer posee unas cualidades, unos carismas que pueden conservar codiciosamente para su propio bienestar, o hacerlos que fructifiquen, se desarrollen y multipliquen en la entrega al otro, que es donde se logra la plenitud de la persona, haciendo crecer a quien se da y a quien recibe y, a la vez, devuelve su agradecimiento desde su propia realidad y cualidades.

Hemos creído que a Dios le podemos encontrar solo en la oración personal o junto al tabernáculo de la iglesia. Y estos son grandes medios, pero solo para encontrar fuerza y salir a buscar su rostro. El Dios encarnado no está en las piedras, ni en las tradiciones, ni en las leyes, ni en las liturgias.

Al Dios vivo y verdadero, solo le encontraremos donde le encontró Jesús, en los demás, especialmente en los más sufrientes y desvalidos: leprosos, prostitutas, ciegos, alejados de la fe. Pongámosle nosotros ahora los nombres actuales: enfermos de Sida, presos, mujeres objeto de violencia machista o de trata, niños y niños explotados, desahuciados de sus viviendas, excluidos de los servicios sociales, inmigrantes, ancianos, parados…

Solo mezclándonos, saliendo de nuestros lugares sagrados, contaminándonos, acogiendo, buscando, sin mostrar carteles ni etiquetas, «como uno de tantos», como la sal en la comida, pequeños destellos de luz, ternura y esperanza en un mundo desolado y dolorido. Uniendo nuestra acción y pasión con otras muchas personas, en redes, como pescadores deportivos que esperan, atraen, contemplan al pez dolorido, le quitan el anzuelo, le acarician y le devuelven para que recupere la dirección y el gozo por la vida.

La encarnación produce grandes beneficios, el ciento por uno, aunque eso sí, nunca son materiales, ni nos producirán beneficios en la Bolsa, ni el aumento de dinero en la cartilla del banco. Son otros rendimientos y otras ganancias, personales, íntimas, espirituales, mucho más importantes las que proporcionan.

Y conlleva muchas veces enfrentamientos, marginación, incomprensión, oposición, provocaciones, difamación… Aliarse, defender, ponerse al lado de quienes sufren las consecuencias de la opresión y la exclusión, encarnándose en su mundo y sus luchas, suelen traer estas consecuencias. Y, a pesar de todo, una alegría y una paz profundas.

«Felices quienes “pasan por uno de tantos”, quienes no destacan, quienes trabajan y crecen humanamente desde la cotidianidad, desde el esfuerzo y el servicio en silencio, desinteresado».

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Recordatorio

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