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Archivo para la categoría ‘“Migajas” de espiritualidad’

Cristo yacente

Viernes, 29 de marzo de 2024

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Oh Cristo yacente

Subes por mi calle

tu bello dolor

de golpeada carne de madera

Y cómo la oreas

de claveles

de alas de requiebros

de goterones de lágrimas

en ese íntimo escalofrío

de la emoción

profunda

de un barrio

Al pararse el paso

el arrebato

de una mano

vuela

a taponarte

un instante sólo

la herida abierta

del costado

como si aún te manase

sangre limpia

Oh Cristo yacente

Qué importa

que no crea

que anduvieras en la mar

que del lodo

de tu saliva

dieras la luz

a unos ojos ciegos

que sacaras

de un cesto

el ágape

de una multitud

Qué importa

Subes por mi calle

la lírica parábola

de la pureza

de una vida en un cuerpo

que me estremece

como si te viera

en el regazo de mirra

de tu madre

muerto

y ensangrentado

*

©Rubén Lapuente

***

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Cristo desnudo

Viernes, 29 de marzo de 2024

Del blog Pays de Zabulon:

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Me  pregunto por qué Nuestro Señor quiso estar totalmente desnudo en la cruz. La primera razón fue porque, por su muerte, quería poner al hombre en estado de inocencia, y los vestidos que llevamos son la marca del pecado. ¿No sabes que Adán mismo tan pronto como transgredió todo empezó a avergonzarse de sí mismo, y se hizo lo mejor que pudo vestidos con hojas de higuera? Porque antes del pecado no había en absoluto vestidos y Adán estaba totalmente desnudo. El Salvador por su misma desnudez mostraba que era la misma pureza, y además, que reparaba a los hombres su inocencia.

Pero la principal razón fue para enseñarnos cómo es necesario, si queramos agradarle, despojarnos y reducir nuestro corazón a la misma desnudez en la que estaba su sagrado cuerpo, despojándolo de toda clase de afecciones y pretensiones, a fin que no ame ni desee a otro que Él.

Un día el gran abad Serapion fue encontrado totalmente desnudo en una calle por algunos de sus amigos; éstos, movidos por la compasión, le dijeron: quién pusoos ha puesto en tal estado y quién os ha robado vuestros hábitos?. Oh, es este libro  el que me ha despojado así, hablando del libro de los Evangelios que sostenía.

Y yo, te aseguro que nada es tan limpio para despojarnos, que la consideración del incomparable despojo y la desnudez del Salvador crucificado.”

*

San Francisco de Sales,
Sermón para el Viernes Santo, 28 de marzo de 1614

***

Fuente: : francoisdesales.wordpress.com

***

Hoy la Iglesia nos invita a un gesto que quizás para los gustos modernos resulte un tanto superado: la adoración y beso de la cruz. Pero se trata de un gesto excepcional. El rito prevé que se vaya desvelando lentamente la cruz, exclamando tres veces: “Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo”. Y el pueblo responde: “Venid a adorarlo”.

El motivo de esta triple aclamación está claro. No se puede descubrir de una vez la escena del Crucificado que la Iglesia proclama como la suprema revelación de Dios. Y cuando lentamente se desvela la cruz, mirando esta escena de sufrimiento y martirio con una actitud de adoración, podemos reconocer al Salvador en ella. Ver al Omnipotente en la escena de la debilidad, de la fragilidad, del desfallecimiento, de la derrota, es el misterio del Viernes Santo al que los fieles nos acercamos por medio de la adoración.

La respuesta “Venid a adorarlo” significa ir hacia él y besar. El beso de un hombre lo entregó a la muerte; cuando fue objeto de nuestra violencia es cuando fue salvada la humanidad, descubriendo el verdadero rostro de Dios, al que nos podemos volver para tener vida, ya que sólo vive quien está con el Señor. Besando a Cristo, se besan todas las heridas del mundo, las heridas de la humanidad, las recibidas y las inferidas, las que los otros nos han infligido y las que hemos hecho nosotros. Aun más: besando a Cristo besamos nuestras heridas, las que tenemos abiertas por no ser amados.

Pero hoy, experimentando que uno se ha puesto en nuestras manos y ha asumido el mal del mundo, nuestras heridas han sido amadas. En él podemos amar nuestras heridas transfiguradas. Este beso que la Iglesia nos invita a dar hoy es el beso del cambio de vida.

Cristo, desde la cruz, ha derramado la vida, y nosotros, besándolo, acogemos su beso, es decir, su expirar amor, que nos hace respirar, revivir. Sólo en el interior del amor de Dios se puede participar en el sufrimiento, en la cruz de Cristo, que, en el Espíritu Santo, nos hace gustar del poder de la resurrección y del sentido salvífico del dolor.

*

M. I. Rupnik,
Omelie di pascua. Venerdi santo,
Roma 1998, 47-53

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Ante la Cruz…

Viernes, 29 de marzo de 2024

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ANTE LA CRUZ

Ante la cruz me llamas
en tu agonía.
Ante la cruz me llamas.
Y he aquí que tropiezo
con las palabras.

Porque si dices ante
¿no me pides, Señor,
sino que mire
frente a frente la cruz
y que la abrace?

Si te miro, Señor,
y Tú me miras,
es un horno de amor
lo que en ti veo,
y lo que veo en mí,
Señor, no es nada,
nada, nada, Señor,
sino silencio.

Un silencio vacío:
si Tú lo llenas
se habrá hecho la luz
en las tinieblas.

Y si en la cruz te abrazo
y Tú me abrazas,
el silencio, Señor,
es más palabra.

Ante la cruz, Señor,
aquí me tienes,
ante la cruz, Señor,
pues Tú lo quieres.

II

VÍA DOLOROSA

I

PARA DECIR LO QUE PASÓ AQUEL VIERNES…

…a Jesús, en cambio, lo hizo azotar
y lo entregó para que fuese crucificado.
(Mt.27,26)

Para decir lo que pasó aquel viernes
en los palacios de Jerusalén y en sus afueras
no bastan las palabras.
Por eso no hay
en las avenidas del relato
-Mateo, Marcos, Juan- sino una capa
de misericordia, un leve
y condensado recuerdo a los azotes.
Para decir lo que pasó aquel viernes
en los palacios de Jerusalén: la sangre,
los insultos, los golpes, la corona
de espinas,
los gritos, la locura, la ira desatada
contra el más bello y puro de los hombres,
contra el más inocente…
para decir lo que pasó aquel viernes
solo valen las lágrimas.

II

SIMÓN DE CIRENE SE ENCUENTRA CON LA CRUZ

Al salir encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón,
y le obligaron a que cargara con la cruz de Jesús.
(Mt. 27, 32)

Pesan los días y pesan los trabajos
y en las venas el cansancio es veneno
que apresura los pasos hacia el dulce
reposo del hogar;
los pasos hacia el dulce
abrazo del amor y del sueño.
Ni siquiera
hay espacio en el alma para el canto
de un pájaro. Tampoco para el sordo
rumor que empieza a arder
sobre el polvo en la plaza.
Viene Simón el de Cirene convertido
en pura sed, en pura
materia de fatiga.
Esa cruz
le sobreviene como un alud de asombro
y rebeldía.
Pero
entre la náusea de la sangre sabe
que siempre hay un dolor que añadir al dolor.
Entre la náusea de la sangre mira
y encuentra esa mirada como un pozo
encendido,
como un pozo
donde se funde el Galileo
con el dolor del mundo.
Apenas un instante y el abrazo
del corazón y la madera hasta la cima.
Vuelve Simón el de Cirene. Queda
una cruz en su piel.
Y una mirada.

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III

MUJER EN JERUSALÉN

Mis ojos suben por las calles de Jerusalén
bajo una lluvia de dolor,
bajo una lluvia
que va a lavar el mundo.
Mis ojos suben arrimados
a la cal de las paredes
mientras todo el fragor del sufrimiento
se hace eco en mis párpados.
Puedo sentir tu sed,
la quemazón de tus rodillas rotas
sobre los filos de la tierra.
Toma mi corazón, toma mis lágrimas,
déjalas que ellas laven tus heridas
ahora que soy
mujer en Jerusalén y que te sigo.
Mis ojos se adelantan
por los empedrados de Jerusalén
para encontrar los tuyos.
Y no hay en ellos
rebeldía.
Bajo la cruz
Tú eras una antorcha
de mansedumbre. Derramabas
una piedad universal con cada aliento.

Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí
(Lc.23,28)

¿Y cómo no llorar, Señor?
Déjame, al menos,
si no llorar por Ti, llorar contigo.

III

GÓLGOTA

I

EL CORAZÓN DE LAS MUJERES

Muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea
para asistirlo, contemplaban la escena desde lejos.
(Mt 27, 55)

Estirándose sobre la distancia,
el corazón de las mujeres
se hizo cruz en el Gólgota.
¡Oh corazón de las mujeres, cruciforme,
arca lúcida,
oscura estancia del amor y permanente
arcaduz del misterio!
¡Oh corazón de las mujeres,
prodigioso arroyo fiel que mana
desde el mar de Galilea hasta el Calvario!
¡Y más allá del Calvario, hasta los límites
verticales y alzados,
hasta la orilla de la fe donde se trueca
el destino del hombre!
Mujeres, con vosotras he visto
la salvación del mundo,
su rostro ensangrentado, la medida
de sus brazos abiertos,
la extensión de su abrazo,
que acerca hasta nosotros
la dádiva incansable de sus manos
abiertas y horadadas para siempre.
Y he visto su corazón de par en par,
su corazón como una cueva dulce,
su corazón, abrigo
para toda intemperie.
He visto con vosotras
los pies del redentor, nunca cansados
de venir hacia mí, también heridos
de mí, por mí, también clavados
para la eternidad.
¡Oh pies de Cristo
impresos
sobre la arena de mi corazón!
¡Oh Cristo que atrajiste
hasta Ti el corazón de estas mujeres,
déjame ahora
latir en su latido:
contemplarte.

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II

STABAT MATER

Estaba la madre al pie
de la cruz. La madre estaba.
Enhiesta y crucificada,
color de nardo la piel.
En el pecho el hueco aquel
que vacío parecía.
No me lo cierres, María
que quiero encerrarme en él,
que quiero encerrarme y ver
todo lo que tú veías.
Sé tú mi madre, María,
como lo quería Él.

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III

CIERRA EL CIELO LOS OJOS …

Desde el mediodía hasta las tres de la tarde
la tierra se cubrió de tinieblas.
(Mt. 27, 45)

Cierra el cielo los ojos:
cae
la noche a plomo sobre el mediodía
de aquel viernes de abril en el Calvario.
No puede el cielo ser tan impasible
cuando en la cruz está muriendo un hombre,
ya solo sufrimiento y sangre,
cuando muere
el amado de Dios.
¿O acaso vuelve el rostro el cielo
también
y es abandono
lo que creían sombra?
Pesa, pesa, pesa…
Pesa esta oscuridad
que hace crujir los hombros
mientras el ser se vence
inexorablemente hacia el abismo.
Esta tiniebla tiene
peso, longitud, altura,
y penetra en el alma
y duele y vela
la mirada de Dios en la distancia.
¿No hay otro modo, Señor, no hay otro modo
de morir, de vivir, que hacer a ciegas
esta larga jornada de camino?
Pues si ha de ser así, Señor, te pido
que al menos en la muerte no me falte
un bordón de plegaria: que no olvide
tu nombre dulce con el que llamarte.

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IV

EL GRITO

Y Jesús, dando de nuevo un fuerte grito entregó su espíritu
(Mt.27, 50)

Un grito. Luego el silencio.
Y en silencio estoy aquí
mientras resucitas Tú
y resucitan los muertos.
¡Cristo, ten piedad de mí!

Con Cristo

*

Mercedes Marcos Sánchez,

Poeta ante la Cruz (Meditación en Mateo)

***

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Getsemaní…

Jueves, 28 de marzo de 2024

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I
GETSEMANÍ
I
SOLEDAD EN GETSEMANÍ

Llegó Jesús con ellos a un huerto llamado Getsemaní y dijo a sus discípulos:
“Sentaos aquí, mientras yo voy más allá a orar”. Y llevándose a Pedro
y a los dos hijos del Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia.
(Mt. 26, 36-37)

En la piedra del miedo
se habían afilado las traiciones
y la noche de Jerusalén ya no escondía
la densidad del abandono.
El Maestro lo supo,
y no un presentimiento, una certeza
comenzó a golpearle contra la soledad.
Ahora la soledad no era
aquella extensión dulce donde encontrar al Padre,
ni era
el campo de batalla donde el Hijo
de Dios fuera tentado como Hijo
de Dios.
La soledad era una fuerza
incontenible: vaciaba de luz
todas las casas del espíritu, dolía
como el frío
cuando hiela la sangre.
La soledad mordiendo
el corazón del hombre,
la soledad poniendo al descubierto
al hombre, solo al hombre.
(La soledad es una calle larga
que lleva a la tristeza).
Quiso salir de la ciudad. Bajo la luna
la espalda de los que se volvían era un incendio
que le abrasaba la memoria.
Acaso
fueran piadosos los olivos con su óleo
de intimidad donde resuena
la palabra del Padre.
¡Oh paradoja del ascenso
donde los pies se hunden
en el lodo del hombre!
¡Oh paradoja del conocimiento
donde todo es maraña de raíces!
Getsemaní no es una zarza ardiendo,
es la espesura sin piedad
donde el hombre está solo,
desnudamente solo, sin asilo,
despojado del hombre,
despojado de Dios.
Getsemaní no es óleo, es agonía,
es otra vez un campo de batalla donde el Hijo
del Hombre ha de enfrentarse
con todos los demonios del hombre:
el tedio, la amargura, la angustia, los peldaños
que van a dar al morir.
Getsemaní no es óleo. Es agonía:
y en el centro del huerto queda solo
un verdadero hombre verdadero
abrazado al silencio de Dios, pero obediente.
Fiat, Señor, digo hoy contigo,
fiat, Señor, aunque me duela.

II

 NO ERA EL SUEÑO, SEÑOR…

Bajo la luna llena encanecían los olivos.
La quietud era sólida y destilaba
un plomo ardiente que invadía los cuerpos.
El silencio
se había vuelto mineral
y en la sangre aún rompían las palabras
anunciadoras y terribles
que se habían mezclado con el vino.

Regresó y volvió a encontrarlos dormidos,
pues sus ojos estaban cargados
(Mt. 26, 43)

No era el sueño, Señor, era el espanto
lo que subía
río arriba del alma hasta los ojos:
era el espanto
de ver luchar a Dios y no hacer nada.

III

 EL BESO

Entonces todos los discípulos
lo abandonaron y huyeron.
(Mt. 26, 56)

En la piedra del miedo
se habían afilado las traiciones
y ahora
iban subiendo entre las luces,
ensayando
el más turbio, el más falso
de los besos.
¿Quién dijo que el amor era un abrazo?
Este beso no es beso, es un cuchillo
que asesina de lejos y empozoña
el corazón de muchos y lo cubre
de la callosidad del abandono.
En el puente del beso se ha cumplido
lo que dijeron los profetas, pero
Señor te pido ahora que me quites
esa suerte de puente y que me dejes
del lado del amor, en tus orillas.

IV

ORACIÓN PARA NO DORMIR

 Pedro lo siguió de lejos
(Mt., 26, 58)

Oh, Señor, en esta hora
en que también se confunde
la distancia con el miedo,
si Tú me ves que me aparto
de tu agonía y que duermo
para no ver al que sufre
ni ver mi interior desierto,
mírame, que yo te sigo,
aun como Pedro de lejos.
Mírame y en tu mirada
sostenme para que el fuego
de tanto amor me despierte
siempre que me venza el sueño.

*

Mercedes Marcos Sánchez,

Poeta ante la Cruz (Meditación en Mateo)

***

El día de Jueves Santo se celebra la memoria de la primera vez que Nuestro Señor tomó el pan y lo convirtió en su cuerpo, tomó el vino y lo transformó en su sangre. Esta verdad requiere de nosotros una gran humildad, que sólo puede ser un don suyo. Me refiero a esa humildad de mente por la que conocemos la verdad de que lo que antes era pan ahora es su cuerpo y lo que antes era vino ahora es su sangre. Por eso nos arrodillamos para honrar a Jesús en el Santísimo Sacramento. Sucesivamente, cuando se ora ante el altar de la Reserva, nos damos cuenta de cómo estamos unidos a él en el sufrimiento del huerto de Getsemaní, tan cercanos a él como María Magdalena cuando lo encontró en el huerto el primer domingo de pascua: este hecho es el que nos causa más extrañeza.

El día de Jueves Santo […] evocamos también cómo nuestro Señor, durante la última cena, se levantó y se puso a lavar los pies de sus apóstoles y, con este gesto, nos mostró algo de la divina bondad.

Jesús nos revela en qué consiste lo divino. Jesús lavó los pies de sus discípulos para mostrar las atenciones y la gran bondad que Dios tiene con nosotros. Es un pensamiento maravilloso que podría ocupar nuestra mente y nuestras plegarias.

Si esta bondad divina puede manifestársenos, ¿qué podremos hacer nosotros a cambio? ¿No deberíamos igualar esta dulce bondad suya, que rebosa amor por nosotros, y brindar la misma bondad y el mismo amor? Esto demostraría que el amor, la caridad cristiana, no es sólo una palabra fácil, sino algo que nos lleva a la acción y al servicio, especialmente al de los pobres y al de cuantos pasan necesidad.

*

B. Hume,
Il mistero e l’assurdo,
Cásale Monf. 1999, 107s

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Despedida

Jueves, 28 de marzo de 2024

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Despedida

Os quiero y querré siempre, amigos;
no he tenido con vosotros secretos
y seguiré compartiendo alegrías y penas,
esperanzas, sueños y proyectos.
Y esto no es un loco arrebato
ni cosa de un momento de ensueño.
Yo os amé primero y no me desdigo.

Os quiero, de por vida, compañeros;
y tanto os amo y deseo hacerlo,
a pesar del poco tiempo transcurrido
desde que os elegí y nos conocemos,
que os abro mi corazón
y os hago testigos de mis secretos,
utopía, reino y evangelio.

Os quiero como a hermanos pequeños
pues tenemos el mismo Padre
aunque seamos tan distintos.
Yo estaré siempre con vosotros;
y no busquéis razones para ello,
es que os quiero y miro
como me enseñaron y me gusta hacerlo.

Os quiero como a mí mismo me quiero,
y aunque parezca locura
no me avergüenza ser mendigo
hacerme servidor vuestro
y dar la vida por entero,
aunque sea Señor y Maestro
y me miréis con respeto.

Os quiero discípulos y amigos,
y sólo anhelo y os pido
que os améis con locura,
con pasión y ternura,
sin medida ni barreras,
como me habéis visto hacerlo.
Es mi único mandamiento.

Os quiero llenos de Espíritu
y mecidos por su brisa y viento,
libres y muy dispuestos
para curar a heridos y enfermos,
ser sal en medio del mundo
y prójimos que ofrecen consuelo.
¡Sed iguales y multiplicad los servicios!

*

Florentino Ulibarri

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圣餐 / Eucaristía

Jueves, 28 de marzo de 2024

Para Patio Global. Pinturas religiosas en China

Era el tiempo en el que se procedía a una violenta persecución contra todas las religiones en China. Tuve noticias de que muchos obispos, sacerdotes, hermanas y simples fieles estaban en la cárcel o en campos de trabajos forzados. Habían sido condenados por su fe en Cristo. Recuerdo las santas misas que celebré en la habitación de mi albergue. Sólo el jefe de la delegación de la que formaba parte conocía mi identidad sacerdotal. !Ay de mí si los chinos la hubieran descubierto! Sin embargo, me había traído de Hong Kong una botellita de vino, hostias y algunas hojas de papel con las partes móviles de la misa. Me levantaba a las dos o a las tres de la noche y celebraba la misa en la habitación del albergue, con el mínimo de luz, para no levantar sospechas. Ofrecía yo el divino sacrificio por todos los hermanos cristianos chinos que sabía que estaban en la cárcel, en campos de trabajos forzados o en la clandestinidad.

Aquellas misas nocturnas me conmovían. Estaba llevando a cabo un gesto misionero en China. Dice el Concilio que la eucaristía es “la fuente y la cima de la evangelización” (PO 5).

Es Dios, en efecto, quien evangeliza y convierte los corazones, a través de la obra del misionero, aunque también de modos misteriosos que sólo él conoce. Qué gesto misionero más auténtico puede haber, por consiguiente, que celebrar la misa en la China de la “revolución cultural“, cuando estaba prohibido cualquier gesto público de culto?.

*

Piero Gheddo,
Il Vangelo delle 7.18,
Bolonia 1991, pp. 162ss.

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El perdón

Miércoles, 27 de marzo de 2024

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(El abrazo, de Juan Genovés. Congreso de los Diputados de España)

El perdón no debe ser ocasional, algo excepcional, sino que debe integrarse sólidamente en la existencia y ser la expresión habitual de las disposiciones de unos hacia otros. Deberás empezar por dominar la reacción de tu corazón ante la ofensa recibida -tu rencor, tu obstinación en tener razón- y deberás sentirte verdaderamente libre. Pero el perdón da el paso decisivo al renunciar al castigo del otro. Con ello abandona el principio de equivalencia, en el cual se contrapone el dolor al dolor, el perjuicio al perjuicio, la expiación a la falta, para entrar en el de la libertad interior. Aquí también se restablece un orden, no con pasos y medidas rígidas, sino con una victoria creadora. El corazón se ensancha […]. Jesucristo relaciona el perdón de los hombres con el de Dios. Este es el primero en perdonar, y el hombre no es más que su criatura. Por tanto, el perdón humano surge del perdón divino del Padre. El que perdona se asemeja al Padre. Actuando así, persuades al otro para que comprenda su error; creando con él la armonía del perdón, “habrás ganado a tu hermano”. Entonces vuelve a florecer leí fraternidad. El que así piensa aprecia al prójimo. Le duele saber que su hermano está en falta, como a Dios le duele el pecado, porque aleja de él al hombre. Y de la misma manera que Dios desea redimir al hombre caído, así el hombre instruido por Jesucristo sólo anhela que la persona que le ha ofendido reconozca su falta y vuelva así a la comunidad de la vida santa.

Jesucristo es el modelo de esta actitud. Él es el perdón viviente. que no sólo ha perdonado la culpa, sino que ha restaurado la verdadera “justicia“. Ha destruido cuanto de lo más terrible se había acumulado, cargado sobre sus espaldas la deuda que había de pesar sobre el pecador […]. Vivimos de la obra redentora de Jesucristo, pero no podemos disfrutar de la redención sin contribuir a ella.

*
Romano Guardini,
El Seńor I,
Madrid 31958, 531-540, passim)

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Pregón al inicio de la Semana Santa.

Martes, 26 de marzo de 2024

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Pregón al inicio de la Semana Santa.

Éste es el tiempo de la historia,
de la historia pura y dura
que sucede cada día a todas horas;
de la pasión de Dios desbordada
sobre nosotros y las realidades humanas
que gritan y mueren machacadas.

Éste es tiempo de muerte y vida,
de salvación a manos llenas;
del nosotros compartido,
del todos o ninguno;
de gestos que destilan esperanza
y del silencio respetuoso y contemplativo.

Tiempo de amor, tiempo de clamor;
tiempo concentrado, tiempo no adulterado;
tiempo santo, humano y divino,
para sorberlo hasta la última gota;
tiempo en el que Dios nos toma la delantera
y nos ofrece la vida a manos llenas.

Tiempo de fidelidad y Nueva Alianza
por encima de lo que sabemos,
queremos, soñamos y podemos.
Es el tiempo de todos los que han perdido,
de los que han sufrido o malvivido,
y de los que se han dado sin medida a su ejemplo.

Es el tiempo de la memoria subversiva,
de Dios haciendo justicia
en el templo y en la historia
y dándonos su espíritu y vida.
¡Es Semana Santa, humana y divina,
gratuita y portal de la Pascua florida!

*

Florentino Ulibarri

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Una semana diferente…

Lunes, 25 de marzo de 2024

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En estos tiempos de LGTBIfobia asesina en muchas partes del mundo, de pérdida de derechos como consecuencia de la entrada de la extrema derecha en las instituciones y gobiernos (Argentina, El Salvador, algunas comunidades autónomas de España…) como vemos casi a diario en esta página Cristianos Gays,  esta Semana será muy, muy diferente… Para algunos será una semana de retiro, para alguno, quizá, de vacación y ocio. Para otros, semana de fe y de oración, de Cristos yacientes y Dolorosas con lágrimas en los ojos y espadas en el corazón.

Pero si el pueblo recuerda a Jesús no es porque sufrió y murió, sino porque resucitó. Nadie evoca ni celebra la muerte de un fracasado. Ni se entiende el dolor del Viernes Santo, sin la apoteosis del Domingo de Resurrección. Por eso, la Semana Santa, no puede considerarse como una enfermiza y caduca forma de recrearse en el dolor, sino como afirmación rotunda y gozosa de que, a través de la Cruz, se llega a la Pascua.  Que es Luz, Vida y Esperanza para los creyentes. Es la base de nuestra fe cristiana.

Hay algo que los cristianos debemos evitar en Semana Santa: convertirnos en meros espectadores de la Pasión. A este Dios sólo se le entiende cuando sabemos amar a los que sufren, acercarnos a ellos y compartir su Pasión. Como la Verónica y el Cirineo del Evangelio. La Semana Santa es buena ocasión para mirar a nuestro derredor, porque  son muchos los cristos anónimos que cargan con su cruz y suben al Calvario. Arrimar el hombro al dolor de este mundo es el mejor modo de resucitar con Él.

***

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Hay que salvar a Dios

En 1972, Maurice Zundel fue llamado al Vaticano por Pablo VI para predicar en el retiro de Cuaresma. Místico, teólogo, Maurice Zundel es un verdadero profeta del siglo XX.  En palabras del abbé Pierre: “Con él, nos encontrábamos en presencia de Alguien. Por su misma persona accedíamos casi naturalmente al misterio de Dios. A lo absoluto.

Os invitamos a seguir con Maurice Zundel, paso a paso, hasta Pascua …

Cristo en Auschwitz

Cristo en Auschwitz

Porque la Pasión de Jesucristo revela en el tiempo el amor eterno de Dios para con el hombre, Dios será eternamente crucificado mientras haya un único ser, una sola criatura que diga no. No hay parcialidad en Dios. Dios no es una madre que discierne entre sus hijos; cada criatura es el objeto de una ternura infinita y, mientras haya una sola que no sea recogida en las cosechas eternas, Dios será crucificado. Esto es el Infierno, el Infierno de Dios, el Infierno en la luz de la Cruz, el Infierno al cual condenamos a Dios y del cual absolutamente hay que librarlo. Es la única manera de escuchar la llamada de la Cruz. No se trata de un sacrificio ofrecido a Moloch por un inocente acosado y abandonado, se trata de esta inocencia del Dios revelado en Jesús. Se trata de la Pasión de un Dios que es madre, infinitamente más que todas las madres, y cuya justicia maternal contiene esta sustitución de la inocencia infinita a la culpabilidad ilimitada. Y si esto es verdad,  hay que revertir absolutamente todas las perspectivas: no es a nosotros, es a Dios a quien hay que salvar.  Hay que salvar a Dios de nosotros mismos, como es necesario salvar la música de nuestro ruido, la verdad de nuestros fanatismos y el amor de nuestra posesión. La Cruz finalmente es la cicatrización de todas las heridas que Dios no ha cesado de soportar en el curso de la Historia, ya que todos los males y las catástrofes que afectaron el Universo, la Vida y la humanidad, fueron otras tantas heridas en el Corazón de Dios.

***

David Trullo+Ecce Homo

(David Trullo+Ecce Homo)

Señor Jesús, Tú que consentiste que te hirieran, gracias por venir para habitar mi gran herida. Dame la gracia de abandonarme en Ti en la confianza, Tú que conoces el peso de los días y la dureza del camino …

 *

Maurice Zundel
***

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¿Quién es este que viene?

Domingo, 24 de marzo de 2024

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¿Quién es este que viene,

recién atardecido,
cubierto por su sangre
como varón que pisa los racimos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

¿Quién es este que vuelve,
glorioso y malherido,
y, a precio de su muerte,
compra la paz y libra a los cautivos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Se durmió con los muertos,
y reina entre los vivos;
no le venció la fosa,
porque el Señor sostuvo a su elegido.

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Anunciad a los pueblos
qué habéis visto y oído;
aclamad al que viene
como la paz, bajo un clamor de olivos.
Amén.

***

El pueblo que fue cautivo
y que tu mano libera
no encuentra mayor palmera
ni abunda en mejor olivo.
Viene con aire festivo
para enramar tu victoria,
y no te ha visto en su historia,
Dios de Israel, más cercano:
Ni tu poder más a mano
ni más humilde tu gloria.

¡Gloria, alabanza y honor!
Gritad: “¡Hosanna!”, y haceos,
como los niños hebreos
al paso del Redentor.
¡Gloria y honor
al que viene en el nombre del Señor!
Amén.

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(Himnos de las Primeras Vísperas y de los Laudes de la Liturgia de las Horas del Domingo de Ramos)

***

No se puede abordar la vida de Jesús a sangre fría, porque ahí se juega el destino del hombre: Jesús se presenta como el Maestro de la vida.

          Sus lágrimas nos conmueven aún más al aproximarse el domingo de Ramos, donde asistimos a una especie de triunfo del Señor que no le lleva a engaño. Pocos días antes de su crucifixión, lleva sobre sí a toda la humanidad, a toda la historia, a todo el universo, a la luz de esta revelación formidable que hará de la muerte de Dios una afirmación de su omnipotencia.

          ¿Cómo puede llorar Dios? ¿Qué significa esto? ¿No se repite hasta el infinito que Dios es omnipotente? Pues bien, no: lo que Dios ha revelado al mundo es precisamente el fracaso de un Dios que se revela como amor, que no es otra cosa que amor. ¿Y qué puede hacer el amor? Sólo amar. Y cuando el amor no encuentra amor, cuando siempre choca con un rechazo obstinado, se queda impotente, y sólo puede ofrecer las propias heridas. Si Dios no se hubiese comprometido con nuestro destino y nuestra historia hasta morir en la cruz, sería un Dios incomprensible y escandaloso. Por suerte, Jesús nos ha librado de tal escándalo y ha abierto los ojos de nuestro corazón: él imprime en lo más hondo de nuestra alma ese rostro de un Dios silencioso, de un Dios incapaz de obligarnos y que se entrega en nuestras manos, de un Dios que nos concede un crédito insensato; de un Dios, finalmente, que no puede entrar en nuestra historia sin el consentimiento de nuestro amor. Quien no se aleja de sí mismo para tomar contacto con Jesús no puede pretender haberlo encontrado.

*

Maurice Zundel,
Scintille, Cinisello B. 1990, 98s.

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Dios ni consintió, ni quiso, ni menos aún exigió la muerte de Jesús, para perdonarnos.

Domingo, 24 de marzo de 2024

aiss_10DOMINGO 6º DE CUARESMA (RAMOS) (B)

Mc 14-15

Aunque la liturgia comience con el recuerdo de la entrada de Jesús en Jerusalén, no podemos pensar que fue una entrada triunfal. Hubiera sido la ocasión ideal, que los dirigentes judíos estaban esperando, para prender a Jesús. La subida a Jerusalén por la fiesta de Pascua se hacía siempre en grupo (un pueblo, una familia o una facción). Era siempre una romería, y esto implicaba fiesta y alegría (cantar, bailar, agitar ramos u otros objetos vistosos). Lo narran los cuatro evangelios, pero en Mt y Jn encontramos la verdadera razón del relato: para que se cumpla la Escrituras, “mira a tu Rey que viene…

Lo verdaderamente importante, en el relato de la pasión, está más allá de lo que se puede narrar. Lo esencial de lo que ocurrió no se puede meter en palabras. Lo que los textos nos quieren trasmitir hay que buscarlo en la actitud de Jesús, que refleja plenitud de humanidad. Lo importante no es la muerte física de Jesús sino descubrir por qué le mataron, por qué murió y cuáles fueron las consecuencias de su muerte para los discípulos. La Semana Santa es la ocasión privilegiada para plantearnos la revisión de nuestros esquemas teológicos sobre el valor de la muerte en la cruz.

Estamos en el mejor momento del año para tomar conciencia de la coherencia de toda la vida de Jesús. Dándose cuenta de las consecuencias de sus actos, no da un paso atrás y las acepta plenamente. Es una advertencia para nosotros, que estamos siempre acomodando nuestra conducta para evitar consecuencias desagradables. Sabemos que nuestra plenitud está en darnos a los demás, pero seguimos calculando nuestras acciones para no ir demasiado lejos, poniendo límites “razonables” a nuestra entrega; sin darnos cuenta de que un amor calculado no es más que egoísmo camuflado.

Los textos que han llegado a nosotros no son de fiar porque están escritos desde una visión pascual de la pasión y muerte y no pretenden informarnos de lo que pasó sino darnos una teología sobre los hechos. Hoy sabemos que le mataron los romanos por miedo a un levantamiento contra Roma. Pero lo que sabemos sobre Jesús no da pie para pensar que fuese un sedicioso. Lo más probable es que los jefes religiosos dieran a Pilato argumentos para que pensara que Jesús podía ser un peligro real para el imperio.

La muerte de Jesús es la consecuencia directa de un rechazo frontal y absoluto por parte de los jefes religiosos de su pueblo. Rechazo a sus enseñanzas y a su persona, por intentar purificar su religión. No pensemos en un rechazo gratuito y malévolo. Fariseos, escribas y sacerdotes no eran gente depravada que se opusieron a Jesús porque era bueno. Eran gente religiosa que pretendía ser fiel a la voluntad de Dios, que ellos encontraban en la Ley. También para Jesús era prioritaria la voluntad del Padre, pero no la buscaba en la Ley sino en el hombre. Su muerte manifiesta lo radical de la oposición.

Era Jesús el profeta, como creían los que le seguían, o era el antiprofeta que seducía al pueblo. La respuesta no era tan sencilla. Por una parte, Jesús iba claramente contra la interpretación de la Ley y el culto del templo, signos inequívocos del antiprofe­ta. Pero por otra, los signos de amor eran una muestra de que Dios estaba con él, como apuntó Nicodemo. Lo mataron porque denunció a las autoridades que, con su manera de entender la religión, oprimían al pueblo. Le mataron por afirmar, con hechos y palabras, que el valor del hombre concreto está por encima de la Ley y del templo.

Nunca podremos saber lo que Jesús experimentó ante su muerte. Ni era un inconsciente ni era un loco ni era masoquista. Tuvo que darse cuenta de que los jefes querían eliminarlo. Lo que nos importa a nosotros es descubrir las poderosas razones que Jesús tenía para seguir diciendo lo que tenía que decir y haciendo lo que tenía que hacer, a pesar de que estaba seguro que eso le costaría la vida. Tomó conscientemente la decisión de ir a Jerusalén donde estaba el peligro. Que le importara más ser fiel a sí mismo que salvar la vida, es el dato que nosotros debemos valorar. Demostró que la única manera de ser fiel a Dios es ponerse del lado del oprimido y defenderlo, aun a costa de su vida.

No se puede pensar en la muerte de Jesús, desconectándola de su vida. Su muerte fue consecuencia de su vida. No fue una programación por parte de Dios para que su Hijo muriera en la cruz y de este modo nos librara de nuestros pecados. Jesús fue plenamente un ser humano que tomó sus propias decisiones. Gracias a que esas decisiones fueron las adecuadas, de acuerdo con las exigencias de su verdadero ser, nos han marcado a nosotros el camino de la verdadera salvación. Si nos quedamos en el mito del Hijo, que murió por obediencia al Padre, hemos malogrado su muerte y su vida.

Hay explicaciones teológicas de la muerte de Jesús que se siguen presentando a los fieles, aunque la inmensa mayoría de los exégetas y de los teólogos las han abandonado hace tiempo. No debemos seguir interpretando la muerte de Jesús como un rescate exigido por Dios para pagar la deuda por el pecado. Además de ser un mito ancestral, está en contra de la idea de Dios que el mismo Jesús desplegó en su vida. Un Dios que es amor, que es Padre, no casa muy bien con el Señor que exige el pago de una deuda hasta el último centavo. Ni podemos ofender a Dios ni Él se puede sentir ofendido.

Para los discípulos la muerte fue el revulsivo que los llevó al descubrimiento de lo que era verdaderamente Jesús. Durante su vida lo siguieron como el amigo, el maestro, incluso el profeta; pero no pudieron conocer el verdadero significado de su persona. A ese descubrimiento llegaron por un proceso de maduración interior, al que solo se puede llegar por experiencia. La muerte de Jesús les obligó a esa profundización en su persona y a descubrir en aquel Jesús de Nazaret, al Señor, al Mesías al Cristo y al Hijo. En esto consistió la experiencia pascual. Ese mismo recorrido debemos hacer nosotros.

A nosotros hoy, la muerte de Jesús nos obliga a plantear la verdadera hondura de toda vida humana. Jesús supo encontrar, como ningún otro ser humano, el camino que debemos recorrer todos para alcanzar plenitud humana. Amando hasta el extremo, nos dio la verdadera medida de lo humano. Desde entonces, nadie tiene que romperse la cabeza para buscar el camino de mayor humanidad. El que quiera dar sentido a su vida no tiene otro camino que el amor total, hasta desaparecer.

La interpretación de la muerte de Jesús determina la manera de ser cristiano. Ser cristiano no es subir a la cruz con Jesús, sino ayudar a bajar de la cruz a tanto crucificado que hoy podemos encontrar en nuestro camino. Jesús, muriendo de esa manera, hace presente a un Dios sin pizca de poder, pero repleto de amor, que es la fuerza suprema. En ese amor reside la verdadera salvación. El “poder” de Dios se manifiesta en la vida de quien es capaz de amar entregando todo lo que es.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Búsqueda

Sábado, 23 de marzo de 2024

Del blog Nova Bella:

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Dices que no hay respuestas,
que no has hallado aquello que buscabas.

*

Dionisia García

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Amor fraterno.

Viernes, 22 de marzo de 2024

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      Desde que el Seńor insertó en el mundo como fermento “incomodador ” el principio del amor fraterno, se ha introducido en las estructuras sociales una levadura de permanente revolución.

       Ahora, en ocasiones -incluso a menudo-, sucede esto: hasta los cristianos nos adherimos a ciertos valores relativos como si fueran absolutos y no nos damos cuenta de que esos valores, que eran considerados como absolutos antes de Cristo, no pueden ser considerados ya como tales después de la venida de Cristo.

     Bajo la acción fermentadora -aunque invisible- del amor, han sido purificados de una manera gradual; se ha resquebrajado la corteza que esconde su núcleo sustancial; de un modo lento, aunque indefectible, han sido colocados en su verdadero sitio en la jerarquía de los valores. Aparece aquel incómodo precepto del amor fraterno: esclavos y libres son iguales; el orden está subordinado al amor; la patria está ordenada a la amplia familia humana y sus intereses han de ser subordinados a los de la familia colectiva de las naciones; la potestad familiar ha de ser transformada en su raíz; la personalidad de cada uno, hombre y mujer, adulto o pequeńo, esclavo o libre- ha de ser respetada como sagrada, como reflejo de la misma personalidad divina.

      Todo se desbarajusta, todo se revoluciona, todo se tambalea: los perezosos y los temerosos hacen sonar la alarma, pero el amor procede de manera inexorable en su obra “corrosiva”: donde es posible se corrige, donde no lo es se abate. !Qué extrańo es este Cristo! Cuáles son los límites de la autoridad? Cuáles los del amor familiar y los del amor patrio? Cuáles los del orden? Cuál es la única dirección en la que es lícito decir que alguien puede inmolarse por un ideal? Cuándo puede decirse de verdad que una acción es heroica y virtuosa? Entre qué límites tiene fundamento la propiedad? La respuesta de Cristo es inflexiblemente sencilla: todo lo define y califica el amor al otro: al otro en cuanto tal, prescindiendo de cualquier esquema en el que este pueda encontrarse encasillado. Libre o esclavo, bárbaro o escita, rico o pobre, etc.

*

Giorgio La Pira,
Sobre el optimismo cristiano“,
en L’Osservatore Romano, 1941)

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Venerable Giorgio La Pira O.P.

Laico dominico y político italiano (alcalde de la ciudad de Florencia). Vivió su vocación cristiana de servicio al prójimo a través de la política, con un gran compromiso por la promoción de la justicia y la paz. Trabajador incansable por la paz (Guerra Fría, Vietnam, Israel y Palestina…) que se volcó en la ayuda a los pobres.

Giorgio La Pira nace el 9 de enero de 1904 en Pozzallo (Sicilia, Italia) en el seno de una familia humilde.

En su juventud, al cursar estudios universitarios, una crisis religiosa le llevó a abandonar la fe a raíz de su contacto con el marxismo. Sin embargo, en la Pascua de 1924 redescubrió que el vacío que sentía solo podía llenarlo Dios. Un año más tarde se hizo laico dominico

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Racimos

Jueves, 21 de marzo de 2024

Del blog Nova Bella:

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La vida nos viene en pequeños racimos: un racimo de soledad, y luego otro racimo que apenas nos deja tiempo para respirar.

*

May Sarton

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“Un testimonio encarnado”, por Miguel Ángel Mesa.

Miércoles, 20 de marzo de 2024
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De su blog Otro Mundo es posible:

«Vino porque su corazón de Dios ya no podía más y, sin dejar de ser quién era, tomó un corazón humano» (Agustí Altisent).

 Los cristianos, como seguidores de Jesús, no pueden ya creer, contemplar y experimentar a su Padre mas que como un Dios encarnado. Y encarnarse supone todo lo contrario a irrealidad, otro mundo, más allá. En-carnarse significa que el Misterio de toda la vida que nos rodea, se vuelve epifanía en-la-carne, en la carne de la persona del Jesús histórico, en la de todos los seres humanos desde el principio de la creación, en la naturaleza que nos rodea, en el universo del que formamos parte. Descendemos de las estrellas, que contienen el gen de la Vida, somos tierra amorosa, polvo enamorado y encarnado.

Cada hombre o mujer posee unas cualidades, unos carismas que pueden conservar codiciosamente para su propio bienestar, o hacerlos que fructifiquen, se desarrollen y multipliquen en la entrega al otro, que es donde se logra la plenitud de la persona, haciendo crecer a quien se da y a quien recibe y, a la vez, devuelve su agradecimiento desde su propia realidad y cualidades.

Hemos creído que a Dios le podemos encontrar solo en la oración personal o junto al tabernáculo de la iglesia. Y estos son grandes medios, pero solo para encontrar fuerza y salir a buscar su rostro. El Dios encarnado no está en las piedras, ni en las tradiciones, ni en las leyes, ni en las liturgias.

Al Dios vivo y verdadero, solo le encontraremos donde le encontró Jesús, en los demás, especialmente en los más sufrientes y desvalidos: leprosos, prostitutas, ciegos, alejados de la fe. Pongámosle nosotros ahora los nombres actuales: enfermos de Sida, presos, mujeres objeto de violencia machista o de trata, niños y niños explotados, desahuciados de sus viviendas, excluidos de los servicios sociales, inmigrantes, ancianos, parados…

Solo mezclándonos, saliendo de nuestros lugares sagrados, contaminándonos, acogiendo, buscando, sin mostrar carteles ni etiquetas, «como uno de tantos», como la sal en la comida, pequeños destellos de luz, ternura y esperanza en un mundo desolado y dolorido. Uniendo nuestra acción y pasión con otras muchas personas, en redes, como pescadores deportivos que esperan, atraen, contemplan al pez dolorido, le quitan el anzuelo, le acarician y le devuelven para que recupere la dirección y el gozo por la vida.

La encarnación produce grandes beneficios, el ciento por uno, aunque eso sí, nunca son materiales, ni nos producirán beneficios en la Bolsa, ni el aumento de dinero en la cartilla del banco. Son otros rendimientos y otras ganancias, personales, íntimas, espirituales, mucho más importantes las que proporcionan.

Y conlleva muchas veces enfrentamientos, marginación, incomprensión, oposición, provocaciones, difamación… Aliarse, defender, ponerse al lado de quienes sufren las consecuencias de la opresión y la exclusión, encarnándose en su mundo y sus luchas, suelen traer estas consecuencias. Y, a pesar de todo, una alegría y una paz profundas.

«Felices quienes “pasan por uno de tantos”, quienes no destacan, quienes trabajan y crecen humanamente desde la cotidianidad, desde el esfuerzo y el servicio en silencio, desinteresado».

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San José

Martes, 19 de marzo de 2024
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Teresa de Jesús nos dice de José:

“Y tomé por abogado y señor al glorioso san José y me encomendé mucho a él. Vi claro que, tanto de esta necesidad como de otras mayores, de perder la fama y el alma, este padre y señor mío me libró mejor de lo que yo lo sabía pedir. No me acuerdo hasta hoy de haberle suplicado nada que no me lo haya concedido

(Vida 6,6)

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En vez del hombre de poder,

prefiero al hombre de presencia y de ternura,

el compañero que da el gusto de vivir.

*

(Fuente)

***

“Explícanos, José,

cómo se es grande sin exhibirse,

cómo se lucha sin aplauso,

cómo se avanza sin publicidad,

cómo se persevera y se muere uno

sin esperanza de un póstumo homenaje,

cómo se alcanza la gloria desde el silencio,

cómo se es fiel sin enfadarse con el cielo.

Dínoslo en este tu día, buen padre José.”

*

Oración popular

***

Lecturas del día de la Fiesta de San José

***

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Escuchen qué cosa y cosa
tan maravillosa, aquesta:
un padre que no ha engendrado
un Hijo, a quien otro engendra.

Un hombre que da alimentos
al mismo que lo alimenta;
cría al que lo crió, y a mismo
sustenta que lo sustenta.

Manda a su propio Señor
y su Hijo Dios respeta;
tiene por ama a una esclava,
y por esposa a una reina.

Celos tuvo y confianza,
seguridad y sospechas,
riesgos y seguridades
necesidad y riquezas.

Tuvo, en fin, todas las cosas
que pueden pensarse buenas;
y es fin, de María esposo
y, de Dios, padre en la tierra. Amén.

*

Sor Juana Inés de la Cruz

***

José, descendiente de David, era, probablemente, de Belén. Por motivos familiares o de trabajo, se trasladó más tarde a Nazaret, y allí se convirtió en esposo de María. El ángel de Dios le comunicó el misterio de la encarnación del Mesías en el seno de María, y José, hombre justo, aceptó, aunque no sin haber padecido una dura crisis interior.

Se fue después a Belén, para el nacimiento del niño, y tuvo que huir a Egipto, de donde volvió para ir de nuevo a Nazaret.

Cuando Jesús tiene doce años, vemos a José y a María en Jerusalén, donde encontraron a su hijo entre los doctores del templo. A continuación, el evangelio calla. Es posible que muriera antes del comienzo de la vida pública de Jesús.

***

Al sur de Nazaret se encuentra una caverna llamada Cafisa. Es un lugar escarpado; para llegar a él, casi hay que trepar. Una mañana, antes de la salida del sol, fui allí. No me di cuenta del paisaje, muy bello, ni de las fieras, ni del canto de mil pájaros…

Estaba yo fuertemente abatido; sin embargo, experimentaba en el fondo del corazón que habría de saber algo de parte del Señor.

Entré en la gruta; había un gran vano formado por rocas negras con diferentes ángulos y corredores. Había muchas palomas y murciélagos, pero no hice ningún caso. Solo en aquel recinto severo no exento de majestad, me senté sobre una esterilla que llevaba conmigo. Puse, como Elías, mi cara entre las rodillas y oré intensamente. Tal vez por la fatiga o la tristeza, en cierto momento me adormecí. No sé cuánto tiempo estuve en oración y cuánto tiempo adormecido. Pero allí, en aquella gruta que nunca podré olvidar, durante aquellos momentos de silencio, me pareció ver un ángel del Señor, maravilloso, envuelto en luz y sonriente.

«José, hijo de David -me dijo-, no tengas miedo de acoger a María, tu esposa, y quedarte con ella. Lo que ha sucedido en ella es realmente obra del Espíritu Santo: tú lo sabes. Y debes imponer al niño el nombre de Jesús. Tu tarea, José, es ser el padre legal ante los hombres, el padre davídico que da testimonio de su estirpe… Y has de saber, José, que también tú has encontrado gracia a los ojos del Señor… Dios está contigo». El ángel desapareció. La gruta siguió como siempre, pero todo me parecía diferente, más luminoso, más bello.

«Gracias, Dios mío. Gracias infinitas por esta liberación. Gracias por tu bondad con tu siervo. Has vuelto a darme la paz, la alegría, la vida. Así pues, Jesús, María y yo estaremos siempre unidos, fundidos en un solo y gran amor…, en un solo corazón».

La tempestad había desaparecido, había vuelto el sol, la paz, la esperanza… Todo había cambiado.

*

J. M. Vernet,
Tú, José,
Ediciones STJ,
Barcelona 2001.

***

Desde este blog no somos de hacer publicidad pero hoy haremos una excepción por su mensaje:

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PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Viene bien la lectura de este artículo de Leonardo Boff: “San José tiene todas las características para ser la personificación del Padre en la Trinidad”

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¡Queremos ver a Jesús!

Lunes, 18 de marzo de 2024
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¡Queremos ver a Jesús!

Hoy me adhiero, Señor,
al grupo de los que quieren verte
-saludarte, presentarse,
escucharte, hablarte…-.
Como a aquellos griegos gentiles,
pero curiosos e inquietos,
que acudieron a Felipe para conocerte,
también a mí me has tocado y despertado
abriéndome el horizonte
con tu presencia, mirada y mensaje.

Pero, ¿quién me acercará hasta ti?
¿Quién me llevará a tu presencia?
¿Quién me ayudará a superar las murallas
-culturales, religiosas, personales-
que nos separan y me retienen?
¿Quién será el anfitrión de nuestro encuentro?
¿Quién se hará cargo de este deseo
que surge de lo más hondo de mi ser
y me acompaña noche y día
desde la primera vez?

¿Tu Iglesia que se dice católica?
¿Sus vicarios, obispos, presbíteros…
y demás padres señores y dignidades
tan seguros e inflexibles en sus verdades?
¿La Curia Vaticana y sus jefes?
¿Los monseñores y cardenales?
¿Los guardianes de la doctrina y creadores de leyes?
¿Los teólogos que hablan y escriben en otro lenguaje?
¿Los liturgos que no sintonizan con la gente?
¿Los nuevos grupos y comunidades que emergen?…

¿Quién será el anfitrión de nuestro encuentro?

Entre tus discípulos y apóstoles
siempre hubo, y seguro que las hay hoy,
personas cercanas y humildes,
con los pies en la tierra, en el “humus”,
y los ojos fijos en ti;
hermanos atentos y sin ambiciones;
pastores que huelen a lo que deben oler;
pobres despojados hasta de su ser;
creyentes que se siembran sin temor a desaparecer;
hombres y mujeres que gozan al estar junto a ti…

¡Ojalá tenga la suerte
de toparme con ellos hoy,
aquí, en casa, o en los caminos,
o en las plazas, o en las fiestas, o en el templo…
o en cualquier lugar,
sea espacio sagrado o profano;
…o en el reverso de la historia
tan olvidado y arrinconado,
pero que tanto te preocupa a ti
y a todos los que siguen tus huellas!

¡Que llegue esa hora
para estar en tu compañía, Jesús!

*

Florentino Ulibarri

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La Ley de la semilla: Jesús vence perdiendo…

Domingo, 17 de marzo de 2024
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DEJA LA CURIA, PEDRO

Deja la curia, Pedro,
desmantela el sinedrio y la muralla,
ordena que se cambien todas las filacterias impecables
por palabras de vida, temblorosas.

Vamos al Huerto de las bananeras,
revestidos de noche, a todo riesgo,
que allí el Maestro suda la sangre de los Pobres.

La túnica inconsútil es esta humilde carne destrozada,
el llanto de los niños sin respuesta,
la memoria bordada de los muertos anónimos.

Legión de mercenarios acosan la frontera de la aurora naciente
y el César los bendice desde su prepotencia.
En la pulcra jofaina Pilatos se abluciona, legalista y cobarde.

El Pueblo es sólo un «resto»,
un resto de Esperanza.
No Lo dejemos sólo entre guardias y príncipes.
Es hora de sudar con Su agonía,
es hora de beber el cáliz de los Pobres
y erguir la Cruz, desnuda de certezas,
y quebrantar la losa—ley y sello— del sepulcro romano,
y amanecer
de Pascua.

Diles, dinos a todos,
que siguen en vigencia indeclinable
la gruta de Belén,
las Bienaventuranzas
y el Juicio del amor dado en comida.

¡No nos conturbes más!
Como Lo amas,
ámanos,
simplemente,
de igual a igual, hermano.
Danos, con tus sonrisas, con tus lágrimas nuevas,
el pez de la Alegría,
el pan de la Palabra,
las rosas del rescoldo…
…la claridad del horizonte libre,
el Mar de Galilea ecuménicamente abierto al Mundo.

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera
Editorial Sal Terrae, Santander 1986

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***

En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban:

– “Señor, quisiéramos ver a Jesús.”

Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó:

– “Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará.

Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre.”

Entonces vino una voz del cielo:

– “Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.

La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo:

– “Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.”

Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.

*

(Juan 12,20-33)

*

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Hablar del anonadamiento de Jesús es ciertamente una tarea imposible. El hombre Jesús vence perdiendo. Vence negándose a sí mismo como hombre el poder de dominar, de afirmarse frente a los otros y sobre los otros. De esta realidad tenía una conciencia muy lúcida que transparentaba en toda su enseñanza y en toda su vida.

Investigadores curiosos o gente ansiosa de conocimientos o experiencias excepcionales, algunos griegos querían verle en sus últimas días en Jerusalén. Jesús utiliza esa bellísima imagen que tanto recuerda la parábola del Reino de los Cielos: “Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere da mucho fruto” (Jn 1 2,24). El grano de trigo no es otro que él mismo: Jesús. La kénosis de la encarnación llegará a sus últimas consecuencias en la pasión y muerte de cruz. Pero la imagen del grano de trigo que muere y produce la espiga y luego el pan, tiene también una relación evidente con el misterio de la eucaristía.

La vitalidad de esa semilla sepultada es prodigiosa. La ley de la semilla es morir para multiplicarse: no tiene otro sentido ni otra función que la de ser un servicio a la vida. Lo mismo el anonadamiento de Jesucristo: germen de vida sepultado en la tierra. Para Jesús, amar es servir y servir es desaparecer en la vida de los otros, morir para hacer vivir.

Todo don de sí mismo es una semilla de amor que hace que nazca amor. Allí donde es más difícil aceptar el anonadamiento de ser esclavos unos de otros y de ser comidos por los otros, es donde se cosecha más abundantemente el fruto de la caridad.

Que el Señor nos conceda llegar a esta entrega total de nuestro ser cada vez que deseemos demostrar lo que valemos con discursos de niñatos petulantes y desconsiderados. Que nos conceda sumergirnos en su misterio de humildad y de gloria a pesar de nuestra incapacidad de comprenderlo

*

A. M. Cánopi,
L’annientamento di Cristo, perpetuato nel mistero eucaristico…, en “Deus absconditus”,
Ghiffa 1980, 60-69, passim.

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Alabar a Dios en medio de los problemas.

Sábado, 16 de marzo de 2024
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Tras una estancia de siete meses en un templo trapense, Henri Nouwen pensaba que había podido solucionar algunos de sus problemas personales. Pero poco después de su regreso, y ya en su profesión, pasó por una serie de experiencias que lo decepcionaron y lo humillaron bastante. Y entonces se dio cuenta de lo que le había pasado. “No se construyen conventos para solucionar problemas, sino para alabar a Dios en medio de los problemas“.

Muchos creen que rezando y meditando podrán resolver sus problemas, podrán superar su depresión, podrán corregir su sensibilidad, llenar su vacío interior. Pero con frecuencia la oración no les sirve. Rezan y rezan, pero están cada vez más insatisfechos… Detrás se esconde la idea utópica de que podrán resolver todos sus problemas de una buena vez, de que en algún momento habrán dejado atrás para siempre todas las crisis.

 Alabar a Dios en medio de los problemas reinterpreta la situación. No pido que la situación cambie ni que se solucione el problema, sino que alabo a Dios en medio de los problemas. Esto relativiza  los problemas y ya significa un cambio en la situación. He tomado distancia de ellos, no me dominan mis dificultades, no tengo que pensar en ellas todo el tiempo, puedo quitar mi atención de mi y mirar a Dios, a quien alabo por sus “justos caminos“.

 Ya no corro detrás de la solución utópica de resolver mis problemas. En la alabanza no resuelvo el problema, pero me desprendo de él“.

*

Anselm Grün

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Alegría

Viernes, 15 de marzo de 2024
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Del blog Nova Bella:

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Qué alegría vivir sintiéndose vivido.

*

Pedro Salinas

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Recordatorio

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