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El Credo de Pablo VI

Sábado, 21 de julio de 2018
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credopablovi-320x19550 años del texto, atribuido a Jacques Maritain

El filósofo estuvo a punto de ser condenado por el Santo Oficio

“Símbolo del Concilio Vaticano II… en el nombre de la Santa Trinidad, para llevar el Evangelio y abrir en la Iglesia el necesario aggiornamento y el aire fresco de la Buena Nueva a toda la humanidad”

(Josep Miquel Bausset).-  Hoy 30 de junio se cumplen 50 años de la proclamación del “Credo del papa Pablo VI“, redactado en gran parte (a partir, evidentemente, del texto de Nicea), por el filósofo francés Jacques Maritain.

Del 22 de febrero de 1967 al 30 de junio de 1968, la Iglesia, por expreso deseo del papa Montini, celebró el Año de la Fe, para así recordar a los santos Pedro y Pablo, con motivo del XIX centenario del martirio de estos apóstoles. Aquel Año Santo concluyó el 30 de junio de 1968, hoy hace 50 años, con la proclamación del “Credo del Pueblo de Dios, que desarrollaba el texto del Concilio de Nicea, con una seria de complementos.

El 12 de enero de 1967, el cardenal y teólogo suizo Charles Journet escribió una carta a Maritain para comunicarle que pronto se reuniría con el papa Pablo VI. El filósofo francés respondió al cardenal, que tenía una idea que quería proponerle: “Que el papa redactara una profesión de fe completa y detallada, en la cual se explicitara todo lo que contiene el Símbolo de Nicea. Esta sería en la historia de la Iglesia, la profesión de fe de Pablo VI”.

El cardenal Journet, sin que lo supiese Maritain, enseñó al papa una fotocopia de la carta que le había escrito el filósofo Maritain proponiéndole esta idea de la redacción del Credo.

pablo-vi-y-jacques-maritainPablo VI, con Jacques Maritain

El 14 de diciembre del mismo año 1967, Pablo VI recibió de nuevo al cardenal Journet, que le presentó otra vez la idea de Maritain sobre la redacción de un Credo. El papa Montini le comentó al cardenal, que al final del Concilio Vaticano II ya le habían aconsejado promulgar un nuevo Símbolo de la Fe, y que el papa había pedido al teólogo francés Yves Congar que preparase un texto, que finalmente quedó archivado.

Fue entonces cuando Montini dijo al cardenal Journet: “Prepárenme ustedes un esquema de lo que piensen que haya de ser hecho”. Journet pasó a Maritain este encargo del papa y el filósofo, al inicio de 1968, en París, redactó un texto que pasó al cardenal y éste, de nuevo, al papa.

De hecho, el texto de Mariatin quería ser solamente un esbozo para ayudar al cardenal Journet a redactar un escrito completo. Pero el cardenal envió al papa el Credo de Maritain, sin ninguna más añadidura. Hace falta recordar que durante los años cincuenta, el filósofo Maritain estuvo a punto de ser condenado por el Santo Oficio debido a su pensamiento filosófico, sospechoso de “naturalismo integral”. Si la condena no prosperó, fue en buena parte, por la defensa que Montini (en aquel momento Sustituto de la Secretaría de Estado) hizo va de Maritain.

Así las cosas, el 6 de abril llegó a Roma una carta del teólogo Benoit Duroux, consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe, elogiando el texto del Credo de Maritain. De esta manera, el 30 de junio de 1968, hoy hace 50 años, el papa Pablo VI pronunció solemnemente en la plaza de San Pedro el Credo del Pueblo de Dios, basado fundamentalmente en el texto que había escrito Maritain, con unas pocas variaciones.

pablo-viEl Credo de Pablo VI, que proclama la fe en la Santa Trinidad y desarrolla el Símbolo de Nicea, comienza proclamando la fe en un único Dios, “Creador de las cosas visibles y de las cosas invisibles y también Creador, en cada hombre, del alma espiritual e inmortal”. Este Dios, que “es amor”, engendró el Hijo, “por el cual han estado hechas todas las cosas”, y que “habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad”. Es Jesús quien “anunció y fundó el Reino de Dios” y quien “nos dio su mandamiento nuevo”, enseñándonos “el camino de las bienaventuranzas evangélicas”. Jesús, como “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, murió por nosotros y resucitó por su propio poder al tercer día”. El Credo de Pablo VI también proclama la Virgen Madre de Dios como la “nueva Eva” y por lo tanto, “Madre de la Iglesia”.

El Credo, además, afirma que el Espíritu Santo “ilumina, vivifica, protege y rige la Iglesia”. Este texto, que confiesa “un solo bautismo instituido por Jesucristo para el perdón de los pecados”, proclama la fe en “la Iglesia edificada por Jesucristo sobre la piedra que es Pedro”. Una Iglesia que es “el cuerpo místico de Cristo, Pueblo de Dios que peregrina aquí en la tierra”. El Credo de Pablo VI, que afirma que también “fuera de la estructura de la Iglesia se encuentran muchos elementos de santificación y de verdad”, destaca que “la misa es realmente el sacrificio del Calvario”.

El Credo de Pablo VI nos recuerda el comentario al Credo que hizo mossèn Josep Mª Rovira Belloso, fallecido el pasado día 16, donde este teólogo proclamaba su fe como una actitud que “da lugar a la esperanza plena de vida eterna y a la caridad eficaz y universal“. También este Credo de Pablo VI nos recuerda el “Credo que ha dado sentido a mi vida”, del P. Josep Mª Díez Alegría.

Este texto, del cual hoy conmemoramos los 50 años de su solemne proclamación, fue como el símbolo del Concilio Vaticano II, reunido de 1962 a 1965 en el nombre de la Santa Trinidad, para llevar el Evangelio a todo el mundo y para abrir en la Iglesia el necesario aggiornamento que llevara el aire fresco de la Buena Nueva a toda la humanidad.

Fuente Religión Digital

Cristianismo (Iglesias), Iglesia Católica , , , , , , , ,

“Las reformas posibles de Francisco”, por Nicolás Castellanos

Domingo, 9 de agosto de 2015
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papamultitud_560x280De su blog Hombres Nuevos:

Retomar y aplicar el Concilio Vaticano II, “coger al mundo en su carrera”

Yves Congar: “La labor reformadora nace del amor a la Iglesia”

¿Qué reformas debieran ahora impulsarse bajo la inspiración del Papa Francisco? Repaso y sugiero algunas de mayor calado. – Retomar y aplicar el Concilio Vaticano II: el retorno a las fuentes, la eclesiología de comunión, mayor énfasis en el protagonismo de los laicos, que la mujer pueda intervenir a la hora de tomar decisiones en la Iglesia.

– Recuperar la preocupación de Juan XXIII y el Concilio Vaticano II de dialogar con el mundo, “coger al mundo en su carrera”. Y en este diálogo con el mundo, hacer un discernimiento sobre los nuevos signos de los tiempos: la descentralización del poder, el ecumenismo, el diálogo interreligioso, la escasez de vocaciones sacerdotales, religiosas, de compromiso laical, servicio de la comunidad cristiana en el mundo moderno, ¿y de la parroquia, qué?

– Desde el Concilio Vaticano II tenemos pendiente responder a esta pregunta: ¿Iglesia, qué dices de Dios? La cuestión de Dios tiene que pasar a primer plano. Y la respuesta tiene que ser colegial desde toda la geografía eclesial.

– La Iglesia debe, en opinión de muchos, hacer una hermenéutica integral del kerigma cristiano, desde el logos de la modernidad.

– Desde el SUR estimo que un capítulo fundamental de la agenda pastoral y social del nuevo sucesor de Pedro tiene que ser la JUSTICIA EN EL MUNDO y el PROBLEMA PLANETARIO DE LA POBREZA, IGNOMINIA DE LA HUMANIDAD.

– Como pastor, al obispo de Roma le puede la Salus animarum”, que empieza con la promoción integral, desde ahora y desde aquí, de TODO el hombre y de TODAS las mujeres y hombres y culmina en el cielo.

– Como pastor bueno y samaritano se pregunta todas las noches: ¿Dónde van a dormir los pobres en esta excluyente civilización? Y no puede menos de reafirmar la opción preferencial por los pobres.

– Será crítico con la economía globalizada del mercado, con la violación de los derechos humanos y defensor del 75% de empobrecidos y excluidos. Todo esto exige ser audaz y valiente como María de Nazaret en el Magníficat.

Debe pesar más su densidad de pastor que la burocracia de la Curia imponiendo un poder centralizador. Se espera que sea el obispo de Roma, en colegialidad con todos los obispos del mundo, que también son sucesores de los apóstoles.

– Hoy, que se habla de la muerte de las utopías y el fin de la historia, es la gran oportunidad de presentar la oferta gratuita no impuesta de la utopía de Jesús, la mística del Evangelio, libro abierto a la vida, a la personalización y a la más exquisita humanización, alma de esta sociedad de tecnologías punta.

No puede faltar en su agenda promover un ecumenismo real desde las bases eclesiales y en la cúspide, en donde se dé un real diálogo de escucha, compartir y decidir juntos. El diálogo con las grandes religiones pueden servir de antídoto a algunos fundamentalismos reinantes.

Un papa libre, en fidelidad al Evangelio, en esta sociedad cambiante no puede acosar a los teólogos sino instaurar un diálogo y comunión dialéctica, entrañable, crítica y profética. Los jóvenes de hoy le piden que preste atención a los cambios radicales y permanentes de la sociedad para que no se desenganchen de la Iglesia.

En el inicio de su itinerario apostólico tras las huellas de Pedro sería bueno recordar aquel axioma del gran teólogo y cardenal, Y. Congar: “La labor reformadora nace del amor a la Iglesia”.

Nicolás Castellanos

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La iglesia, ¿edificada sobre el Vaticano?”, por José María Castillo.

Miércoles, 9 de julio de 2014
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Vaticano.Basílica de San Pedro.Fachada.Estatua de Jesucristo.20110909Leído en su blog Teología sin Censura:

Pope Godoy, co-autor (con el catedrático de Filología Griega de la Universidad de Córdoba, Jesús Peláez, y su Grupo de Análisis Semántico) del “Diccionario Griego-Español del Nuevo Testamento” (DGENT), ha publicado en “Eclesalia” (27.VI. 14) un excelente comentario al texto evangélico de Mt 16, 19, en el que demuestra que el apóstol Pedro no es, ni puede ser, la “roca” sobre la que presuntamente Jesús edificó su Iglesia.

Pues bien, si es un error semántico (y teológico) afirmar que la Iglesia se fundamenta sobre la “roca”, que sería Pedro, mayor despropósito o equivocación es pretender – por más que esto no se diga explícitamente – que en realidad lo que Jesús instituyó en Pedro y sobre Pedro fue la primacía canónica del obispo de Roma. Y digo esto porque el especialista en eclesiología más reconocido en los últimos tiempos, el profesor Y. Congar, dejó escrito, en su “Diario de un Teólogo” (Madrid, Trotta, 2004, p. 404) lo siguiente:

“Veo cada vez con más claridad que el fondo de todo es una cuestión de eclesiología, y me doy cuenta de cuáles son las posiciones eclesiológicas que están en causa. Mi estudio de la historia de las doctrinas eclesiológicas me ayuda a ver las cosas con toda claridad. Todo parte de esto: en Mt 16, 19 los Padres han visto la institución del sacerdocio y del episcopado. Para ellos, lo que se funda en Pedro es la ecclesía; los poderes conferidos a Pedro pasan de él a la ecclesía. Dicho esto, los Padres, algunos de ellos al menos (¿los occidentales?), admiten, dentro de la ecclesía, la primacía canónica del obispo de Roma. Sin embargo, la propia Roma, y eso a partir, tal vez, del siglo II, monta las cosas de otra forma. Ella ve en Mt 16, 19 su propia institución. Para ella, los poderes no pasan de Pedro a la ecclesía, sino de Pedro a la sede romana. De suerte que la ecclesía no se forma solamente a partir de Cristo, vía Pedro, sino a partir del papa. Para la Iglesia, estar construida sobre Pedro significa, a ojos de los papas, recibir consistencia y vida del papa, en el cual, como en la cabeza, reside la plenitudo potestatis [potestad plena]”.

Esto supuesto, y en la medida en que todo esto es así para no pocos funcionarios del Vaticano, se comprende que el actual obispo de Roma, el papa Francisco, esté viviendo un “auténtico calvario”. Es un secreto a voces que el mismo papa, aclamado con entusiasmo por tantos miles y miles de personas de buena voluntad, al mismo tiempo está soportando la resistencia (incluso, a veces, el rechazo) de no pocos altos cargos de la Curia Vaticana. Son “hombres de Iglesia” que no toleran el nombramiento de ocho cardenales como los consejeros del papa en su proyecto de renovación de la Iglesia. Ocho cardenales que no pertenecen a la Curia y que, sin embargo, en asuntos de suma importancia, pueden tener – y seguramente tienen – más poder de consejo y decisión que la misma Curia. Por primera vez, en muchos siglos, los curiales se encuentran ante la posibilidad real de perder el poder que hasta ahora vienen disfrutando. Como ocurrió en el concilio Vaticano II, lo sola posibilidad de entrar en un proceso de auténtica descentralización de la “sacra potestas”, que, desde el siglo XI, se ha concentrado de forma creciente en la Curia Vaticana, pone demasiado nerviosos a los que ostentan los cargos más determinantes de las decisiones eclesiásticas que vienen de Roma.

Ahora bien, si esto efectivamente es así, la situación que acabo de describir sería la demostración más patente de que en realidad Congar tenía razón en la profunda constatación que he copiado de su diario personal. Es decir, estaríamos ante la prueba más clara de que, afectivamente, la Curia Vaticana se atribuye una historia y un poder que ciertamente no tiene su origen en Cristo, sino que solamente se puede explicar a partir de las lógicas apetencias de mando que son propias de los seres humanos, sobre todo de quienes somos demasiado humanos.

Y conste – para cerrar esta reflexión – que, si digo estas cosas, no es porque yo no quiera lo mejor para la Iglesia. Todo lo contrario. Porque la Iglesia me importa tanto, y la quiero tanto, por eso no me puedo callar ante una situación que tantísimo daño le está haciendo a esta Iglesia, que puede ser fuente y origen de tanto bien o de tanto mal para millones de seres humanos, que la queremos y la necesitamos. Si no consta que Jesús diera un poder tan decisivo a determinados cargos residentes en Roma, ¿con qué autoridad se lo apropian ellos? Mientras esta pregunta no tenga la debida respuesta, esta Iglesia que tenemos no tiene arreglo.

Biblia, Espiritualidad , , , , ,

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