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Los ángeles cantan, María medita, se encarna Dios (Vigilia de fin de año)

Viernes, 31 de diciembre de 2021
Comentarios desactivados en Los ángeles cantan, María medita, se encarna Dios (Vigilia de fin de año)

navidad-nacimiento-del-nino-dios-en-la-gruta-de-la-montanaDel blog de Xabier Pikaza:

Como otros cristianos, durante muchos años, he dedicado unas horas finales del año a evocar en oración  la gracia del año anterior, la tarea de Jesús y  la bendición del Año Nuevo

En ese contexto, este fin de año 2021, ofrezco unas ideas para aquellos que quieran cantar con los ángeles (Lc 2, 14), meditar con María (Lc 2, 19) y encarnarse con Jesús (Jn 1, 14)

El lector interesado puede centrarse en uno de esos textos o contemplar los tres unidos. A los que así hagáis, os deseo con Mabel, y Mikel, mi hermano, que os queráis y cuidéis unos otros, con unos  textos tomados de 40 palabra de Jesús.

1.CANTO DE ÁNGELES.

Gloria a Dios en el Cielo, paz en la tierra a los hombres

Texto: Lucas 2,8-14

En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. Y el ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: “No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.” De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.”

La palabra ángel es un símbolo “teológico”. No hace falta que “creas” en ángeles-personas, con alas o sin alas, con cuerpo o sin cuerpo, con rostro más o menos masculino o femenino. Quizá no existen ángeles en ese sentido externo con sus nombres y su historia personal. Tengo en mi estantería un bellísimo libro dedicado a los Nombres y Propiedades de los ángeles en hebreo (Porciúncula, Asís 1994); es un gozo releerlo entrando en el imaginario simbólico de los ángeles. Desde ese plano simbólico ha de entenderse este pasaje.

Este evangelio  empieza hablando del Ángel de Dios en singular (melek Yahvé, angelos Kyriou), es decir, del mismo Dios que se hace mensajero y habla con los hombres, guiándoles en el camino, cantando, tocando instrumentos de música y bailando. Pero junto a ese ángel único, que es Dios, que anuncia la Navidad a los pastores (Lc 2, 10-12) se corporaliza y aparece, en la noche de Belén, el inmenso coro (orquesta divina) que canta al Dios hecho niño, repitiendo sin cesar el “gloria”: Gloria a Dios en la altura, paz en la tierra a los hombres, amados de Dios

Estos ángeles músicos, que rodean a Dios y que cantan su grandeza, aparecen con cierta frecuencia en la literatura tardía israelita, no sólo en la canónica (como en el libro de Daniel), sino en la apócrifa (como en los Libros de I Henoc). Ellos forman la corte de Dios, y le rodean y cantan, por miles de millones, como dice a lo largo de casi todas sus páginas el libro del Apocalipsis. Son seres celestes, cuya esencia es la música y cuya forma es la gloria, el fuego y la luz que se expande y rodea al misterio de Dios. Así aparecen aquí en torno al Excelso al que se llama Señor de los Ejércitos (Yahvé Sebaot), que forman un coro incontable de espíritu cantores. Así ensalzan en ese pasaje a Dios y a los hombres:

Gloria a Dios en las alturas. Gloria se dice en griego doxa, aquello que brilla y resplandece, como una luz, una gran claridad. Pero el sentido básico que recibe en este pasaje viene del hebreo, donde gloria se dice kabod, una palabra que está internamente vinculada a quien define en sentido propia. Entendida así, gloria es ante todo la riqueza y el poder, que se expresa en las grandes manifestaciones de los príncipes del mundo, y más propiamente en Dios.

La gloria de Dios se manifiesta en su teofanía, cuando libera a su pueblo victorioso en las aguas del Mar Rojo, y de un modo especial en el Monte Sinaí, cuando despliega su grandeza y revela a los hombres su ley. La misma gloria de Dios, expresada en la Nube que se posa sobre el Tabernáculo, dirige a los hebreos a través del desierto y se posa después y reside en el Templo de Jerusalén, sentado sobre Querubines (Ex 25, 18-21). Gloria es, pues, la dignidad y la grandeza insuperable del Excelso, a quien ningún ser humano puede contemplar sin morir.

Pues bien, la gloria, es decir, la grandeza y poderío, el honor y majestad de Dios se manifiesta de un modo especial, incomparable, en el nacimiento de Jesús, un simple niño. Esta es la paradoja cristiana, la novedad inefable del Dios que no expresa su poderío en el terror sagrado de las convulsiones agónicas del mundo, ni en la lucha y destrucción de los poderes adversarios (en una guerra y victoria escatológica), sino en el nacimiento de un niño, lo más frágil y pequeño de la historia humana, en la línea de aquello que había dicho Is 7, 14, al predecir la revelación de Dios en el niño Emmanuel, Dios con nosotros (cf. Mt 1, 23).

La gloria de los ángeles cantores (¡ejército celeste de paz!) se abre y despliega ante los pastores de Belén, hombres, en general, despreciados. Dios no anuncia la llegada de su Cristo a reyes y sacerdotes, sino a pastores, a quienes dedica la melodía de los ángeles del cielo.

Esos pastores que escuchan el canto de Dios en los campos abierto, fuera del poblado, ellos no tienen que hacer ningún ejercicio de meditación profunda, como los videntes de 1 Henoc 14, que preparan cuidadosamente el ascenso hasta el último círculo de Dios, sino que se limitan a escuchar. No tienen estudios superiores, no son especialistas religiosos, no cumplen las ceremonias sagradas del templo, pero han sido capaces de descubrir la presencia de Dios en el niño, compartiendo el canto de los ángeles.

Y sobre la tierra paz. Los ángeles cantan la gloria de Dios en la altura. Pero, a través, a través de una ampliación que es normal en la Biblia desde el Génesis 1,1-2 (al principio creó Dios los cielos y la tierra) pasan de la altura o cielo de Dios a la tierra de los hombres, traduciendo o expandiendo así gloria en forma de paz.

Ésta es la palabra clave: Paz se dice en griego eirene, palabra de la que viene “irenismo” y que significa concordia, tranquilidad, equilibrio. Pero es más significativa la palabra hebrea que está en su fondo, y que es shalom, que significa más que simple eirene. Shalom es prosperidad, felicidad, seguridad en sentido personal y social, pero es, al mismo tiempo, plenitud vital y personal, en todos los sentidos. No hay nada mayor ni más importante que la paz, pues el mismo Dios es Paz, Shalom, que se expresa y despliega en la vida de los hombres.

La novedad de nuestro canto está en que identifica la paz definitiva con el nacimiento de un niño al que no acogen en Belén, un niño a quien sólo reciben los pastores del campo, no los grandes habitantes de ciudad real de David, o de Jerusalén, la capital de los sacerdotes. Los ángeles de la gloria de Dios anuncian de esa forma la llegada y triunfo paz que se extiende sobre el mundo a través de los hombres y mujeres que son como estos pastores del campo, que vigilan y custodian sus rebaños en la noche.

A los hombres de (la) buena voluntad… Más difícil de traducir es esta última frase, que puede tener dos sentidos. El primero y más conocido consiste en tomar la palabra “buena voluntad” (es decir, la eudokía) como una propiedad de los hombres. Según eso, Dios ofrece su paz a los hombres, a través del niño que nace. Eso significaría en el fondo “paz para los buenos” (y para los malos, por tanto, guerra).

Pero desde una perspectiva bíblica, y en el contexto en que se encuentran los pastores, resulta preferible traducir esa palabra eudokiaa desde su trasfondo semita (en hebreo razôn“), diciendo “paz a los hombres de la buena voluntad de Dios”, es decir, a los hombres a los que Dios ama gozosamente, porque su hijo nace entre ellos. Aquí se expresa, por tanto, la “buena voluntad” de Dios, su gozo más alto, su placer supremo, que consiste en alegrarse y gozar con los hombres.

 El gozo de los ángeles de Dios que cantan anunciando la paz a los hombres es la manifestación suprema de su gloria, es decir, de su kabod más alto. Este pasaje, de tipo hímnico, nos sitúa ante el Dios que se goza con los hombres en la fiesta del nacimiento de su Hijo. Sólo por este gozo de Dios pueden los hombres alegrarse y vivir, compartiendo el misterio del mismo Dios.

2. MEDITACIÓN DE MARÍA

Lucas 2,16-21:

María guardaba todas estas cosas comparándolas en su corazón

 

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Los ángeles cantan (no piensan: Tocan instrumentos, bailan…). María en cambio piensa (esto es, medita): A ella le toca quedarse con el niño: Amamantar, limpiar, cuidad, educar al mismo Hijo de Dios. Por eso, ella tiene que meditar.

Las palabras de 2, 19 (meditaba todas estas cosas…), repetidas en Lc 2, 51 (tras la escena del niño perdido en el templo), muestran a María, Madre de Jesús, como expresión suprema de una fe pensante, de un pensamiento creyente y activo. Su pensamiento está centrado en el niño, que Dios mismo le ha dado (a ella y a José), en la forma de cuidarle.

Las “cosas” en las que María medita son aquí las referentes al nacimiento de Jesús en un campo de rebaños (fuera de Belén, ciudad donde sus “parientes” no le reciben), con el testimonio de los pastores que hablan de la manifestación del Ángel de Dios y el canto del coro de los ángeles (Lc 2, 1-8)…

María, arropada por José, piensa en el niño de descampado, como los miles y miles de niños del suburbio, de la cueva, de las villas barrosas, de la calle, barrida por el frío y por el viento. A María le ha “tocado” una buena: Por eso tiene que pensar en las cosas la vida del niño (de todos los niños del mundo), la tarea inmensa que el mismo Dios le ha confiado (a ella con José). Este pasaje nos sitúa ante la revelación de Dios que se realiza en obras y palabra (gesta y verba), conforme a la teología tradicional de la iglesia, aunque aquí encontramos antes “cosas que son palabras”, como seguiré indicando.

Todas estas cosas son como he dicho las referentes al nacimiento de Jesús. La terminología es básicamente hebrea, pues “cosas” se dice, que en sentido estricto significa “palabras”, es decir, aquello que se dice. Pero, desde el trasfondo del lenguaje hebreo que Lucas está empleando aquí, esas palabras/cosas en las que María medita sondebarim;, de dabar, cosa importante, asunto… . En esa línea, dabar no es la idea que simplemente se piensa, sino la cosa que se hace diciendo.  María piensa estas cosas (debarim),las que tiene que hacer, las que hará su niño; cosas de niño, más importantes que las de Herodes rey, más significativas que la de Augusto emperador.

Guardaba… María conservaba y recreaba “esas cosas”, y así las mantenía, de manera que ellas tenían no sólo una existencia fuera, sino también en su corazón. Eso significa que hay una conexión muy honda entre el mundo exterior y el interior, de manera que no pueden separarse. Pero ella no es simplemente un “depósito” donde se guardan la cosas que han pasado, sino que, al mantenerlas dentro de sí, María las recrea, tiene que cumplirlas, tiene que empezar una vida nueva al servicio del niño, de todos los niños del mundo[1].

Comparándolas También se podría decir “meditándolas”, porque la palabra griega aquí empleada (symbalein, como símbolo) tiene un sentido muy concreto de echar o poner dos cosas, una junto a otra (symballô). De esta forma se evoca un pensar por comparación, poniendo unas al lado de la otras dos o más partes o elementos de un todo, como se hace en el símbolo (que viene de la misma raíz). Esta palabra significa que María comparaba los acontecimientos del nacimiento de Jesús con el conjunto de su experiencia creyente y de la experiencia de su pueblo, como israelita que conocía las promesas de Dios y las palabras de los profetas. María sitúa su tarea de madre de Jesús en el contexto de la tarea de todas las madres, la más importante de todas las obras de la humanidad.

María aparece aquí como la primera “teóloga” en el sentido radical de la palabra, pues “teologar” no es un pensar en abstracto, sino repensar la tradición desde las nuevas circunstancias de la vida, desde su propia experiencia de Jesús. Estamos, pues, ante una meditación y teología de tipo histórico, concreto, reelaborando en la propia vida el proceso de los acontecimientos de la salvación.

En esta línea se mantiene la palabra hebrea tahageh:,meditar de un modo concreto sobre los acontecimientos y tareas de la propia vida, en el sentido incluso físico de “rumiar”, como un pensamiento que no se ha separado del movimiento de labios que se mueven produciendo un sonido característico. Esa es la hagôn omeditación clásica que aparece en la historia israelita, como pensamiento concreto de la vida, experiencia comprometida de vinculación personal con el despliegue de la realidad, y especialmente con la manifestación de Dios.

En su corazón. El lugar propio de esta meditación no es la mente que conoce ideas, sino el corazón que valora y compara experiencias. Así lo indica ya la palabra griega evn th/| kardi,a| auvth/j,, en su corazón (kardi,a) así entendido como “facultad de amar” (es el hogar del sentimiento y del afecto) y también de conocer en profundidad, como dice la bienaventuranza de los “limpios de corazón que verán a Dios” (Mt 5, 7). Cuando el corazón descubre y despliega las cosas con limpieza interior (no puramente externa) se abre a lo divino.

En este contexto es quizá más significativa la expresión hebrea: be-libba., en su corazón. Ciertamente, la palabra leb, corazón evoca en primer lugar el órgano físico vinculado con la respiración y la sangre; pero en sentido simbólico, alude al hombre entero en su capacidad de amar y pensar, de sentir y conocer en el sentido más profundo de la palabra. El corazón vincula al hombre con Dios, y con los demás hombres, para conocimiento y comunión de vida, aunque se puede convertir y se convierte también a veces en lugar de malos pensamiento y deseos.

El corazón de María es el lugar en el que Dios mismo viene a expresar el sentido de su revelación, es la sede de la palabra y del conocimiento salvador, vinculado de un modo especial con Jesús niño, que depende por un lado de ella, siendo por otro la expresión más honda del misterio de Dios. Significativamente este pasaje nos pone ante un corazón/pensamiento de mujer, que “medita” sobre Dios, deliberando y pensando con amor de madre en la suerte de su hijo.

3. LA PALABRA DE DIOS SE HIZO CARNE (Jn 1, 14)

Y habitó entre nosotros

Jn 1, 9-14: La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Los ángeles cantaban, sin más preocupación que la música de Dios. María meditaba con la gran preocupación y gozo que Dios les había dado (a ella y a José, en forma de niño)… Finalmente queda, en otro plano, el Dios que se ha hecho carne en el niño. El Dios que lo sabe y tiene todo, que tiene que aprender a ser niño, a ser hombre-persona, al servicio de todos. En la vigilia de esta noche, tras habernos puesto en el lugar de los ángeles (cantando) y en el de María (meditando), tenemos que ponernos en el lugar de Dios: Como si fuéramos Dios, como si tuviéramos que hacernos hombres.

Esta afirmación (Dios se hizo carne) constituye el centro de identidad del cristianismo (frente a griegos y judíos) al afirmar que el Logos que era Dios en el principio se hizo carne en la historia de los hombres. No es una sentencia para discutir. Aceptada o no. ella ha de ser bien situada desde la perspectiva del Dios que se encarna, que nace y vive en (con) los hombres. Leer más…

Biblia, Espiritualidad ,

Vigilia de Navidad: Romance del Dios Peregrino de Adviento

Lunes, 24 de diciembre de 2018
Comentarios desactivados en Vigilia de Navidad: Romance del Dios Peregrino de Adviento

48952917_1137005066476684_1391946394658406400_nDel blog de Xabier Pikaza:

Hay cuatro peregrinaciones:

1. Peregrinación exterior, a santuarios como Jerusalén o Compostela
2. Peregrinación interior… Hombres que buscan dentro a Dios
3. Peregrinación de amor: La de unos hombres que buscan a otros hombres
4. Peregrinación de Dios… que buscan en amor a los hombres.

Esa 4ª peregrinación es la de Adviento, y sobre ella escribió Juan de la Cruz el más bello de todos los romances, que algunos llaman Romance de la Trinidad (porque empieza así hablando del Dios Trinidad) pero que en sentido estricto es el Romance el Dios peregrino de la Navidad.

A esa peregrinación de Dios dedico esta Vigilia. Si tienes prisa, deja el tema aquí. Si puedes parar un momento,deja que este Romance te anime y alumbre por dentro. Habrá merecido la pena.

Introducción. Romance del Dios peregrino

48413886_1136986239811900_468175444131184640_nDejo los preámbulos, las introducciones eruditas. Empiezo con texto. Así comienza la Vigilia del Dios de Navidad:

. Trinidad, Dios en sí, bodas del Padre (RTrin 1- 76)

a. Ser como donación y encuentro

SJC (=San Juan de la Cruz) comienza retomando el motivo de Jn 1,1, recreando desde esa perspectiva la frase originaria de la Biblia (Gen 1,1): en el principio, antes de la creación, se encuentra el Verbo (RTrin: Romance de la Triniadd 1-2). Conforme a la experiencia de la iglesia, que recoge y despliega la revelación de la Biblia (y de la historia de Jesús), SJC presenta al Verbo como Palabra personal, es decir como Persona, en comunión radical con Dios Padre:

En el principio moraba / el Verbo y en Dios vivía
en quien su felicidad / infinita poseía.
El mismo Verbo Dios era / que el principio se decía.
Él moraba en el principio y principio no tenía.
Él era el mismo principio / por eso de él carecía (RTrin 1-10)

El texto dice que el Verbo vivía (moraba) en Dios “en quien su felicidad infinita poseía” (Rom 1-4). Para SJC este Verbo es evidente¬mente el Hijo de la tradición dogmática cristiana, ratificada en e1 Concilio de Nicea (año 325), es el Hijo entendido como “palabra activa” de Dios, no como idea que puede existir en sí misma, es el Hijo es Verbo, acción comunicadora, es el mismo Dios que existe así al comunicarse, dándose a sí mismo.

Son significativas las primeras notas de este Verbo. Se dice que mora en Dios, indicando así que Dios no es un ser solitario, alguien que existe cerrado en sí mismo. De un modo consecuente, según eso, la nota primordial de la realidad no es la indepen¬dencia del ser que vive en sí (sustancia) y según eso se aísla de los otros, sino el gesto creador de aquel que sale de sí y puede (quiere) hacer que el otro sea (de tal manera que la realidad es según eso Padre, que se da y se entrega, dándose al Hijo, en quien vive, siendo de esa forma en sí al ser en el otro).

En esa línea se añade que el Verbo es feliz en palabra paradójica: posee infinita felicidad no “poseyéndose” a sí mismo, sino siendo en (por) el otro, pues la felicidad resulta inseparable del amor, es decir, de la comunión con otro. Y se dice también que Dios es principio total no teniendo principio, y dando todo su ser al Hijo (en quien tiene su ser y su gloria). Por su parte el Verbo es plenitud y es principio, pero siendo en el otro y desde el otro, es decir, en el Padre (RTrin 7-9).

En ese contexto se añade que ni el Padre es en sí (de manera que no puede decir “yo soy”, sino que dice que “sea el Hijo”), y el Hijo tampoco es en sí (sino en el Padre). De esa forma, el “ser” de Dios no se define como autonomía egoísta (dominio de sí mismo), sino como donación, de forma que en el principio de Dios se encuentra el Hijo, que es el mismo Dios “entregado”, saliendo de sí mismo y existiendo en el otro. Este misterio toma forma de paternidad y filiación:

El Verbo se llama Hijo, / que de el Principio nacía.
Hale siempre concebido, / y siempre le concebía.
Dale siempre su sustancia / y siempre se la tenía (RTrin 11-16).

En ese principio que siempre perdura encontramos ahora al Padre que concibe sin cesar al Hijo, en generosidad-fecundidad originaria, de manera que sólo tiene aquello que da o regala, dándose a sí mismo, plenamente (¡dale siempre su substancia y siempre se la tenía!). Lógicamente, según la tradición cristiana, el Dios primigenio se llama Padre, aunque presenta ras¬gos que recuerdan quizá más la imagen de la Madre (¡hale siempre concebido!). Pero más que el puro nombre importa la función del Padre (Madre) que solo puede tener su sustancia (poseerse) en la medida en que entrega (la “da”, dándose al Hijo).

b. Ser en sí, siendo en el otro

48387631_1136986699811854_2030076121348833280_nEn este principio trinitario (¡el Padre sólo tiene aquello que “da” y pierde, y el Hijo sólo tiene aquello que recibe y que nueva “da”, dándose al Padre) aparece ya en resumen (como en germen) todo el pensamiento y experiencia de SJC. El punto de partida de su pensamiento no es un tipo de “ontología cósmica” (como la de Aristóteles), ni es tampoco un pensamiento conceptual o discursivo. El principio y sentido de la realidad ha de entenderse, según eso, de forma trinitaria, desde el fondo de este símbolo de fe, que SJC presenta de forma narrativa en su romance. En el principio está el “don personal”, de manera que el “ser” de cada uno (empezando por el Padre) está en el otro (empezando por el Hijo), y así podemos hablar de una gloria (o esencia) compartida, pues cada uno la tiene sólo en la medida en que la pierde, es decir, en la medida en que se entrega, dándose a sí mismo, para quedar así en manos del otro (y ser el otro).

La gloria Padre es el Hijo y la del Hijo el Padre (RTrin 17-20), de manera que cada uno existe y es glorioso precisamente teniendo su gloria fuera de sí mismo (en el otro a quien la entrega, ofreciéndose a sí mismo). Ambos, Padre e Hijo, se vinculan, por lo tanto, al entregarse y ser uno en el otro, en una especie de unidad paterno-filial, que paradójicamente recibe y tiene rasgos nupciales, de manera que la realidad sólo existe (se despliega) allí donde cada uno la pierde, se pierde a sí mismo (dando lo que tiene), para ser y encontrarse a sí mismo en el otro.

Este ser-amor que se expresa y consiste en la entrega de cada uno aparece así como fundamento de todo lo que existe en cielo y tierra, en contra de la visión ontológica de una filosofía ontológica, donde cada uno es realidad en la medida en que se busca y se tiene a sí mismo, como substancia en sí (ontología griega) o como sujeto que se piensa a sí mismo (para sí mismo) y de esa forma se separa de los otros. En contra de eso, la realidad del Dios cristiano se define como alteridad, ser cada uno en la vida y ser del otro:

Como amado en el amante / uno en otro residía,
y aquese amor que los une, / en lo mismo convenía
con el uno y con el otro /en igualdad y valía (RTrin 21- 26).

Como amado en el amante… De esa forma, aquel que ama no reside o mora en sí, sino en el otro, pues para ser “en sí” es preciso salir de sí, ya que el ser es, según eso, donación y movimiento, alteridad y encuentro, de tal forma que el “en sí” y el “fuera de sí” se identifican. Ésta es la palabra decisiva que SJC ha formulado con toda precisión en la base de su relato creyente, llevando hasta el final rasgos y notas que encontramos ya en el evangelio de Juan.

De esa forma se define y completa el movimiento primero de la peregrinación de Dios (contrario al discurso ontológico normal de las religiones y las filosofías), pues cada uno sólo “es” (sólo se tiene) en la medida en que se da para que sea el otro, siendo así y teniéndose en el otro, no en sí mismo. Ser no es tenerse como substancia, ni pensarse como sujeto, sino darse para que exista el otro, siendo de esa forma en el otro.

El Padre Dios reside así en el Hijo, y el Verbo-Hijo en el Padre, de manera que no hay primero un “ser en sí” y luego “un ser en el otro”, pues cada uno sólo puede ser en sí siendo en el otro. En ese sentido no se puede hablar de Dios como “substancia”, ni como “sujeto”, sino sólo del Padre y del Hijo, que son Dios, dándose una al otro y compartiendo de esa forma la “esencia”. De esa manera, pudiéndose llamar en un sentido “padre” e “hijo”, ellos se muestran y aparecen de esa forma, al menos simbólicamente, como esposos, pero no en gesto de posesión (uno tiene al otro), sino de kénosis fundacional, de vaciamiento pleno, para que sea el otro.

La paternidad originaria (donación generosa de ser) se expresa así como pleno vaciamiento de Dios Padre, que es divino precisamente al no cerrarse en sí, sino al perderse y darlo todo (darse del todo) para hacer así que surja el otro. Sólo de esa forma, al dar y perderse totalmente en el otro (para encontrarse fuera de sí mismo) puede hablarse de paternidad-filiación y nupcialidad (de comunicación y pérdida de sí, con encuentro pleno del uno en el otro).

c. La paradoja de ser, comunión en gratuidad

SJC no intenta explicar la paradoja. Simplemente la rela¬ta, mostrando así que el Padre (al serlo en plenitud) se entrega totalmente a su Hijo, de tal manera que sólo en él (en el Hijo) puede encontrarse, pues sólo es en sí al ser en el otro. Eso significa que el Padre no impone su figura y su potencia desde arriba, pues no tiene un “ser previo” (absoluto) fuera de su donación, sino que sólo existe en sí al darse y ser en el otro (en el Hijo).

La realidad se entiende así como “vaciamiento amoroso”, es decir, como “donación de sí”, pues el Padre sólo existe al darse al Hijo, y el Hijo por su parte, al responderle y entregarle su existencia. De esa forma son en sí, pero sólo siendo en el otro, es decir, en la medida en que cada uno se entrega, existiendo uno en el otro, y los dos en comunión, de manera que el amor del Padre al Hijo es igual que el amor del Hijo al Padre, en donación mutua. Esa pérdida de sí y esa mutua donación, entendida como amor que les une precisamente al distinguirles (existiendo cada uno en el otro), recibe el nombre de Espíritu Santo. Por eso, con toda la tradición cristiana, SJC puede afirmar que ese amor (Espíritu Santo) «convenía con el uno y con el otro- en igualdad y valía», traduciendo así de un modo muy preciso la experiencia que está en el fondo del Concilio de Constantinopla (año 381). Leer más…

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Que vuele el fuego de Dios. Catequesis de Vigilia de Pentecostés

Sábado, 23 de mayo de 2015
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Pentecost-fireDel blog de Xabier Pikaza:

Me han pedido de lejos (América) una Catequesis de Vigilia de Pentecostés, y me permito colgarla también de este lugar.

Estoy convencido de que tú, amigo o comunidad, parroquia o grupo, habéis organizado ya la Gran Vigilia de Dios de este 23-5-15, día de Oscar Romero, hombre de fuego de Dios, pero quizá puedan ayudarte las reflexiones que siguen:

– ¿Cómo prepararnos para el fuego del Dios de Jesús, si ese fuego se enciende y arde cuando? ¡No podemos, y sin embargo, debemos hacerlo: Uno a uno, juntos en familia o comunión cristiana!

‒ ¿Cómo hacerlo nosotros, si es el mismo Dios que debe alentar en nuestra vida, abriendo caminos, tendiendo puentes, curando enfermedades, perdonando pecados, llenando todo de amor y de justicia?

‒ ¿Cómo estar dispuestos a escuchar la voz, abriendo el pecho para el fuego, los ojos para la luz, los oídos para la voz, la mano para el trabajo y el abrazo…? ¿Cómo, cómo, cómo…?

Con esas y otras preguntas he redactado esta catequesis, que ha de empezar con la lectura y la oración compartida en torno al principio del libro de los Hechos (Hch 1-2). También tú empieza leyendo ese pasaje, para traducirlo así en tu vida. Quizá te baste y puedas seguir por ti mismo. Por si te ayudan te ofrezco las siguientes reflexiones.

vigilia_pentecostes-300x188— En el primer Pentecostés del año 30 comenzó la Iglesia de Jesús, retomando la gran inspiración del judaísmo antiguo, pero abriendo un camino de fuego y palabra para todas la naciones, y así lo ha puesto de relieve este pasaje del libro de Hechos (Hch 1-2).

— En este Pentecostés 2015 debe recomenzar tu camino por el fuego y la palabra de Dios. Toma un tiempo de reposo, para abrir así tu “alma”, con aquellos con quienes compartes tu andadura de estudio y práctica cristiana, en línea de catequesis, desde tu pasado cristiano, buscando un futuro más lleno de Dios y justicia, con todos los hermanos.

Que el hermano Romero de América, de toda la Iglesia, beatificado hoy en San Salvador avive tu fuego, impulse tu camino, con María de Pentecostés.Buena Vigilia y Pascua del Fuego de Dios, este año 2015, con todos y para todos.

1. COMIENZO, Hch 1-2. LUGARES Y GENTES

El comienzo de esta catequesis será leer cuidadosamente el texto, empezando por Hch 1, la Ascensión del Señor (Monte de los Olivos) y la reunión de los primeros cristianos en la Iglesia (en el Cenáculo, habitación alta de una casa, posiblemente la sala de la Última Cena, donde se alojaban, Hch 1, 13). Después se pasas del Cenáculo a la calle, donde empieza la misión. Este comienzo es muy significativo y merece la pena que nos fijemos bien en algunos detalles. Éstos son los que yo destacaría. Vosotros, los lectores, podéis destacar otros.

Comencemos por los lugares:

‒ Monte de los Olivos (Hch 1, 1-12; cf. 1, 12). Éste es el monte de la última oración de Jesús (en el huerto de ese monte). Era el monte donde muchos judíos esperaban que llegara el Reino de Dios, según el libro de Zacarías (Zac 14, 4). Dios mismo dividiría ese monte en dos, y vendría con gloria, para imponer su reinado… Pero Jesús resucitado lleva a sus discípulos a ese monte…para decirles que el Reino no llega de esa forma por ahora… Más aún, en vez de traer el Reino de esa forma “se va” (sube al cielo…), y confía su tarea a sus discípulos: ¡que reciban el Espíritu Santo y que vayan al mundo entero como discípulos suyo (Hch 1, 8).

‒ Cenáculo (Hch 1, 12-26). Una sala amplia (la sala superior, para reuniones)… en una casa amplia, de las que había en Jerusalén para celebrar la pascua y las grandes fiestas, cuando venían los peregrinos… Ésta es la casa de la reflexión (oración…, diálogo, estudio). Será una casa para nueve días, la primera gran “novena” de la iglesia, desde la Ascensión a Pentecostés. Ése tiempo de la casa (del retiro de grupo, de la búsqueda común) es fundamental… Éste es un tiempo fundamental, no a solas, sino en grupo… para ver juntos, para recordar, para planear, para compartir…

‒ La calle (Hech 2). Pero los discípulos no pueden quedarse en el cenáculo, en clausura miedosa, en nostalgia dolorida, esperando que llegue Jesús y que resuelve él nuestra tarea. Nos ha dejado una misión, tenemos que afrontarla, recibiendo el Espíritu, saliendo a la calle, empezando por Pedro (hoy el Papa Francisco), todos… Ésta es la misión, la gran tarea. Salir a la calle de Jerusalén, a la plaza, a los mercados y escuelas, a los lugares de marginación, diciendo que Jesús ha tocado nuestra vida con su Espíritu.

Jesús nos ha dejado su tarea:

Ha culminado su camino, ha realizado su obra: Ha proclamado el mensaje, ha muerto y ha resucitado. Ciertamente, el sigue con nosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos, como sabe y dice Mt 28, 16-20, pero está de otra manera, no como antes. Está de un modo más honda, dejándonos su tarea, para que nosotros la continuemos.

Es bueno que él se haya ido, como dice el texto de la Ascensión (Hch 1, 1-11). Se ha ido, se han cubierto las “nubes” de Dios, en la altura, donde está “sentado” (culminada su obra) y “de pie” caminando con nosotros. Nos ha dejado con pena, no podemos tocarle como antes (como le quería tocar María Magdalena)… Pero es bueno que Jesús se haya ido, de una forma externa, para darnos su Espíritu (como dice él mismo en su discurso de despedida: Jn 13-17). Leer más…

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El obispo maltés Charles Scicluna, acudió a un acto convocado por una organización católica LGTB.

Miércoles, 21 de mayo de 2014
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Charles-SciclunaCharles Scicluna, obispo auxiliar de la Iglesia Católica en Malta, tras afirmar recientemente que las uniones entre personas del mismo sexo suponen un “acto moral muy grave“, acudió este fin de semana a un evento realizado por la organización Dracma, un colectivo católico de personas LGTB, con motivo del Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia.

Charles Scicluna, obispo auxiliar de la Iglesia Católica en Malta, ha sorprendido este fin de semana al acudir a un evento convocado por una organización de minorías sexuales del país europeo.

Scicluna acudió al acto convocado por la organización Dracma, un colectivo de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales católicos, con motivo del Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia.

El obispo acudió al acto contra la discriminación acompañado por un grupo de sacerdotes católicos, mostrando su respaldo al trabajo que llevan a cabo los activistas de la organización Dracma.

Scicluna, pese a mostrar públicamente que celebra el Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia, condenó recientemente el reconocimiento de los derechos de la diversidad sexual.

El obispo auxiliar de la Iglesia Católica en Malta manifestó que reconocer el derecho de las parejas homosexuales a unirse mediante uniones civiles supone un “acto moral muy grave.

Fuente PinkNews

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