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“ Jesús, ¿un coach para tu éxito?, ¿qué éxito?”, por Rubén Bernal

Martes, 1 de febrero de 2022
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Todo gira en torno a la nueva imagen de Dios que se revela en la cruz de Jesús: una imagen paradójica que mostraba su fuerza en la debilidad (2Co 12,9-10), su sabiduría en la simpleza (1Co 1,23-35), su riqueza en la pobreza (2Co 8,9), su divinidad en la humillación (Flp 2,6-8). [1]

La teología evangélica sensible a la theologia crucis que no se deja seducir por el ángel de luz de la theologia gloriae apenas existe en el contexto devocional hispanohablante. Este contexto aún bebe mayoritariamente (con grandes excepciones) de los planteamientos triunfalistas de la versión evangelical de la american religion y sus libros de superventas traducidos a nuestra lengua. El triunfalismo, el éxito, el poder, la fuerza… todo lo contrario al camino de Jesús se presenta como el paradigma que la Iglesia debe seguir. Incluso eso de «negarse a uno mismo», no está permitido en estos modelos de importación.

Si a veces, en el ámbito evangélico, quedan suficientemente desenmascarados aquellos rasgos de la teología de la prosperidad a los que no se debe sucumbir, por desgracia los planteamientos triunfalistas son todavía asumidos acríticamente. Estos vienen reforzados por personas famosas del mundo de la fe, cantantes, escritores, predicadores, locutores radiofónicos… ¿a caso van a estar equivocados tantos patrocinadores de productos de consumo espiritual?

¿Cuántos proyectos y modelos de «éxito» ajenos al seguimiento a Jesús tratan de venderle hoy a la Iglesia? ¿Cuántos proceden de esquemas del mundo empresarial definiendo el éxito por los resultados?, ¿cuántos asumen paradigmas piramidales?, ¿cuántos toman para la vida de fe patrones de dudosos libros de autoayuda?, ¿cuántos tienen ideas sobre el liderazgo que poco o nada tienen que ver con el Nazareno?, ¿cuántos toman elementos prescindibles de determinado tipo de coaching? Pensaba que eso era una moda de los años noventa y de la primera década del dos mil, pero estaba equivocado, sigue aunque con palabras nuevas.

Dios no entiende el éxito como lo entiende el mundo, los parámetros del reinado de Dios no son los mismos que la sociedad tiene como guía. No se debe olvidar que nuestra victoria consta en una cruz, en el Logos humanado que es ejecutado como un criminal. Tomar nuestras cruces y negarnos a nosotros mismos no es la vida de éxito que promocionan autores de blancas sonrisas, que anuncian haber descubierto secretos ocultos que casualmente nadie los conocía en todos estos años de cristianismo. Eso sí, en sus castillos de humo encontraremos algunos versículos por aquí y por allá, desanclados de sus contextos y empleados como recetas mágicas, como fórmulas de conquista bajo el eufemismo de «principios bíblicos».

Estos vendedores de éxito que quieren sacar «todo tu potencial» centran la atención mayormente en ellos, en la legitimidad y garantía que dan sus años de experiencia, su longevidad en el ministerio, sus logros, sus alcances, sus finanzas (¡cómo no!), su sonrisa… no hay centralidad en Cristo ni en su cruz. Son ellos los que tienen la receta para tu éxito personal. En tal caso, para restarse algo de protagonismo, aparece un Jesús amaestrado a capricho, un Jesús adiestrado como efecto de marketing para ratificar el producto, pero el resultado no deja de ser un éxito conforme el espíritu de este mundo.

Jesús Misionero 0001El programa de Jesús, su proyecto, no es capitaneado por el sistema de este mundo, su reinado «no es de este mundo», es más, consecuentemente, la Iglesia no debe funcionar desde paradigmas triunfalistas, ni descansar en el poder político, ni en el poder económico, ni en el poder de los medios de comunicación, ni en la fuerza bruta, ni promoverse desde palabras persuasivas de humana sabiduría, ni en la charlatanería, ni en el potencial humano de tu liderazgo, ni en las mejores luces de colores, ni en el mejor logotipo para pulseras y camisetas… Buscamos la excelencia, desde luego, hacer las cosas lo mejor posible y con la mejor calidad, pero tanto nuestro modelo como nuestra confianza están en Jesucristo.

El reinado de Dios, parece funcionar como un mundo al revés, va a la contra de lo que nuestra sociedad y cultura entiende como éxito (aunque para nosotros, los creyentes, sí sea un éxito). Reconocemos a Jesús como nuestro rey, pero él no tiene nada que ver con la forma en la que reinan los reyes de este mundo. Él mismo se desmarcó de ciertas suposiciones que la gente tenía sobre el mesianismo regio (davídico). Estas palabras de Jesús en el evangelio de Lucas son maravillosas:

Jesús les dijo: ―Los reyes de las naciones oprimen a sus súbditos, y los que ejercen autoridad sobre ellos se llaman a sí mismos benefactores. No sea así entre vosotros. Al contrario, el mayor debe comportarse como el menor, y el que manda como el que sirve. Porque, ¿quién es más importante, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No lo es el que está sentado a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre vosotros como uno que sirve. (Lc 22,25-27)

Nuestro maestro, ¡nuestro rey! cambió los roles, y vivió como un sirviente porque el reinado de Dios es… como el mundo al revés.

Cuando Pedro reconoció a Jesús como el Mesías (Mt 16, 15-17), Jesús le indicó, junto al resto de discípulos, que su tipo de mesiazgo no se parecía en nada a lo que en la sociedad se esperaba. No iba a ser el mesías militar ni político que muchos ansiaban tener, por tanto, no impondría el reinado de Dios mediante el poder o la autoridad belico-política. Jesús se desmarcó de esa idea tan arraigada en el judaísmo de su época, pero muchos creyentes en la actualidad revisten (¡disfrazan!) a Jesús de esa falsa imagen mesiánica que el mismo rechazó. En las actuales tensiones políticas puede verse. Por su parte, Jesús propondría un camino alternativo, asumiría la vía del siervo sufriente expresada en Isaías (cf. Is 42,1-7; 49,1-9; 50,4-11; 52,13-53,12). Este modelo de Jesús es también modelo para su Iglesia.

En aquel momento, Jesús les siguió enseñando a sus discípulos que, en vez del prestigioso favor y apoyo de las autoridades religiosas (que lógicamente serían para la sociedad personas autorizadas y de renombre que darían públicamente garantías de su mesiazgo), lo que tendría de ellos sería su rechazo y feroz oposición, tal es así, que le conducirán a la muerte (Mt 16,21). ¿Es esto un modelo de éxito según el mundo?, ¿no sería considerado un fracaso? pues en este «aparente fracaso» está nuestra victoria. ¡Crux sola est nostra theologia!

A Pedro, a pesar de que había confesado un rato antes a Jesús como el Mesías, no le encajó esta enseñanza. Pedro ve que, lo que dice Jesús de sí mismo es muy duro, no se parece en nada a las expectativas mesiánicas triunfalistas que él, como judío, deseaba que Jesús cumpliera. ¿Cómo va a ser rechazado el Mesías? ¿Cómo va a ser llevado a la muerte? Por eso dijo: «Señor, ten compasión de ti mismo. ¡En ninguna manera esto te acontezca» (v.22). Lo que Pedro no sabía es que sus palabras estaban planteadas desde otro modelo de mesiazgo, uno cómodo, triunfalista, uno similar al que Satanás propone a Jesús en el relato de las tentaciones (Mt 4,1-11).

Aunque no me quiero extender aquí para desarrollarlo, la mayoría de especialistas entienden las tentaciones en el desierto como una forma seductora de enfocar el ministerio mesiánico de Jesús, una seducción a los medios políticos, económicos-materiales y religiosos. Tanto Satanás en Mt 4 como Pedro ahora, representan la idea de ambición y dominio que tienta a los seres humanos. Ambos tientan a Jesús a abandonar el modelo de siervo sufriente con el que se identifica y adoptar un camino fácil. No es casual que Jesús diga a Pedro: «apártate de mí, Satanás!» (v.23).

En el evangelio de Lucas, vemos que el programa de Jesús, su proyecto vital que anuncia en la Sinagoga de Nazaret (Lc 4,14-30), viene presentado justo después de las tentaciones en el desierto, para que de ese modo el programa satánico de poder y triunfalismo sea contrastado con el que Jesús toma de Isaías 61.

Cuando Jesús lee al profeta Isaías, presenta el modelo mesiánico que va a seguir, y ese modelo no es el de un líder de éxito, bajo el estilo de una vida fácil o el estilo de un dictador al que todos sirven. Él no vino para lucrarse, ni para escalar en grandes posiciones sociales, ni para ser servido, vino para servir y darse enteramente por amor (Cf. Mt 20,28).

En vez de un modelo exitoso conforme a los parámetros del mundo, vemos que su propuesta, vivida hasta las últimas consecuencias, va a tener mucho rechazo. Es un rechazo que vemos a lo largo de su ministerio, que le conduce a la cruz.

En este pasaje de Lucas donde Jesús presenta su programa en la sinagoga, vemos ya, en el v.29 que después de oírle, los asistentes quieren tirarle por un acantilado.

Ir contra viento y marea es duro, es incómodo. Ir a la contra del sistema y de los poderes de este mundo es gratificante cuando estamos en el camino de fe, pero es duro, te toca cargar con tu cruz en vez de vivir cómodamente sin complicarte. Y es que, quien quiera salvar su vida guardándose de complicaciones, viviendo para sí mismo, buscando acrecentar su potencial desde paradigmas de nuestro mundo, estará perdiendo su vida. En cambio, quien rechaza eso de vivir egoístamente, buscando el bien propio, quien rechaza salvar su vida para servir a la causa de Cristo y del reinado de Dios, habrá descubierto realmente la vida plena (Mt 16,25-26).

Según Lucas 4, después de sufrir las tentaciones triunfalistas de poder, riqueza, milagrería… el proyecto de Jesús es perfilado con claridad: le corresponde transitar un camino peligroso donde muchas veces tendrá que ir a la contra de los poderes del sistema humano. A nosotros, a su Iglesia, nos corresponde seguir a Jesús, pues somos, nada más y nada menos, que su cuerpo actuando en el mundo, que recibe las mismas tentaciones que él recibió, las cuales nos toca también superar.

Pido que tengamos criterio, discernimiento del Espíritu, para dejar de tragarnos modelos exitosos que nada tienen que ver con la dirección que debe tener la Iglesia según el propio programa marcado por Jesús.


[1] C. GIL ARBIOL; «El fracaso del proyecto de Pablo y su reconstrucción». Estudios Bíblicos LXXIII (2015), p.377.

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6987F026-6E11-4B89-B523-79246B737748Rubén Bernal Pavón (Málaga, España), es graduado en Teología por la Facultad de Teología SEUT (Madrid) con un máster en Teología Fundamental por la Universidad de Murcia. Ha realizado estudios teológicos en el Instituto Superior de Teología y Ciencias Bíblicas CEIBI (Santa Cruz de Tenerife). Tiene una diplomatura en Religión, Género y Sexualidad por UCEL/GEMRIP (Rosario, Argentina). Pastor de la Iglesia Protestante del Redentor de Málaga (IEE). Rubén es uno de los directores de Lupa Protestante.

Fuente Lupa Protestante

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Juan José Tamayo: “La extrema derecha de Dios”

Jueves, 5 de noviembre de 2020
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Extrema-derecha_2282181811_15044976_660x371“La internacional cristo-neofascista al asalto del poder blandiendo la Biblia”

Una alianza cristo-bíblico-militar-neoliberal-patriarcal neofascista ensombrece el mundo, y muy especialmente América Latina. Ejemplos de ello son España, Colombia, Costa Rica, Brasil, El Salvador, Bolivia…

Actúa coordinadamente en todos los continentes, utiliza irreverentemente el nombre de Cristo y defiende la “teología de la prosperidad” como legitimación del sistema capitalista en su versión neoliberal

Estamos ante una crasa manipulación de la religión y una perversión de lo sagrado que se alimenta del odio, crece e incluso disfruta con él, lo fomenta entre sus seguidores y pretende extenderlo a toda la ciudadanía

El salto a la política del movimiento religioso fundamentalista en alianza con la extrema derecha supone un grave retroceso para la sociedad en todos los sentidos

¿Tendremos que resignarnos ante esta extrema derecha de Dios y sus violentas manifestaciones? En absoluto

Una exposición más amplia y fundamentada se encuentra en mi libro La Internacional del odio. ¿Cómo se construye? ¿Cómo se deconstruye?, que aparecerá a mediados de noviembre en la editorial Icaria

En América Latina, Estados Unidos y Europa estamos asistiendo a un avance de las organizaciones y partidos políticos de extrema derecha, que conforman un entramado perfectamente estructurado y coordinado a nivel global y están en conexión orgánica con grupos fundamentalistas cristianos, hasta conformar lo que Nazaret Castro llama “la Internacional neofascista” y yo califico de “Internacional Cristo-neofascista” y “Extrema derecha de Dios”.

Uno de los ejemplos más emblemáticos de esta Internacional en España es la complicidad y total sintonía entre las organizaciones católicas españolas ultraconservadoras HazteOír, El Yunque, Infocatólica y otras, y el partido de extrema derecha Vox.

En Colombia fracasaron los acuerdos de paz porque los evangélicos fundamentalistas y los católicos integristas hicieron campaña en contra alegando que en ellos se defendían el matrimonio igualitario, el aborto y la homosexualidad. En la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Costa Rica en 2018 ganó el pastor evangélico Fabricio Alvarado con un discurso a favor de los “valores cristianos” y del neoliberalismo y contra el aborto y el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos favorable al matrimonio entre personas del mismo sexo.

En Brasil, los partidos evangélicos fundamentalistas fueron decisivos en la reprobación de Dilma Rousseff y en la elección del exmilitar Jair Messias Bolsonaro como presidente del país. Son ellos realmente los que inspiran y legitiman su política declaradamente homófoba, sexista, xenófoba y antiecológica.

El Gobierno de El Salvador parece seguir similares derroteros. En su toma de posesión el presidente de la República, Nayib Bukele, invitó a dirigir una oración al pastor evangélico argentino Dante Gebel, conocido por sus vínculos con pastores ultraconservadores de Estados Unidos. La diputada de Conciliación Nacional, Eileen Romero, presentó en la Asamblea Legislativa una moción para decretar la lectura obligatoria de la Biblia en las escuelas.

En Bolivia, los militares y los grupos religiosos fundamentalistas dieron un golpe de Estado contra Evo Morales, presidente legítimo de la República Plurinacional, que colocó a las comunidades indígenas en el centro de su política social, cultural, económica y en la cartografía mundial. Y lo hicieron con la Biblia y el crucifijo para legitimar el golpe, lavar las muertes producidas por el mismo, confesionalizar cristianamente la política, negar la identidad de las comunidades indígenas, justificar la represión contra ellas y desprestigiar sus cultos, calificándolos de “satánicos”.

Felizmente la ciudadanía ha devuelto la democracia a Bolivia en las elecciones del 18 de octubre, en las que el candidato del partido de Evo Morales, Movimiento al Socialismo (MAS), Luis Arce, ex ministro de Economía con Evo, ha obtenido la mayoría absoluta en la primera vuelta con el 53% de los votos y tomará posesión de su cargo como presidente de la República Plurinacional de Bolivia el 8 de noviembre para un periodo de 2020 a 2025.

Tras los fenómenos aquí analizados producidos en diferentes países creo puede hablarse de una alianza cristo-bíblico-militar-neoliberal-patriarcal neofascista que actúa coordinadamente en todos los continentes, muy especialmente en América Latina, y utiliza irreverentemente el nombre de Cristo. Estamos ante una crasa manipulación de la religión y una perversión de lo sagrado que se alimenta del odio, crece e incluso disfruta con él, lo fomenta entre sus seguidores y pretende extenderlo a toda la ciudadanía y que nada tiene que ver con la orientación liberadora e igualitaria del cristianismo originario.

La Internacional cristo-neofascista ha cambiado el mapa político y religioso en Estados Unidos, está cambiándolo en América Latina y va camino de hacerlo en Europa. El salto a la política del movimiento religioso fundamentalista en alianza con la extrema derecha supone un grave retroceso en la autonomía de la política y de la cultura, en la secularización de la sociedad, en la separación entre Estado y religión, en la autonomía de la ciencia, en las políticas ecológicas y en la opción por las personas, los colectivos y los pueblos oprimidos.

El cristo-neofascismo no tiene intención de abandonar el escenario político y religioso. Ha venido para quedarse, posee un importante protagonismo en la agenda política internacional y está consiguiendo cada vez más seguidores. Actúa coordinadamente en todos los continentes, y muy especialmente en América Latina, utiliza irreverentemente el nombre de Cristo y defiende la “teología de la prosperidad” como legitimación del sistema capitalista en su versión neoliberal. Y, a decir verdad, lo hace con excelentes resultados: refuerza gobiernos autoritarios, derroca a presidentes elegidos democráticamente, da golpes de Estado enseguida legitimados por otros Estados y organismos internacionales, impide la aprobación de leyes en defensa de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, de los derechos LGTBI y de los derechos de la Tierra, encarcela a dirigentes políticos, etc.

¿Tendremos que resignarnos ante esta extrema derecha de Dios y sus violentas manifestaciones? En absoluto.

Coincido con la intelectual alemana Carolin Emcke en su brillante ensayo Contra el odio (Taurus) en la necesidad de hacer un elogio de lo diferente y lo “impuro”, enfrentarnos al odio como condición necesaria para defender la democracia, adoptar una visión abierta de la sociedad y ejercer la capacidad de ironía y duda, de la que carecen los generadores de odio.

Este artículo es una reelaboración actualizada y ampliada del publicado en la Agenda Latinoamericana 2021.

Una exposición más amplia y fundamentada se encuentra en mi libro La Internacional del odio. ¿Cómo se construye? ¿Cómo se deconstruye?, que aparecerá a mediados de noviembre en la editorial Icaria.

Fuente Religión Digital

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“Teología de la prosperidad”, por Antonio Spadaro.

Sábado, 1 de septiembre de 2018
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deadkennedysEnsayo del jesuita Spadaro y del evangélico Figueroa en la Civiltá Cattólica

La teología de la prosperidad conduce a un “Evangelio diferente”

“El peligro es transformar a Dios en un poder a nuestro servicio, a la Iglesia en un supermercado de la fe”

El peligro de un «evangelio diferente»

(Antonio Spadaro S.I. – Marcelo Figueroa, en la Civiltá cattolica).-«Teología de la prosperidad»: tal es el nombre más conocido y descriptivo de una corriente teológica neopentecostal evangélica. El núcleo de esta «teología» es la convicción de que Dios quiere que sus fieles tengan una vida próspera, es decir, que sean económicamente ricos, físicamente sanos e individualmente felices. Este tipo de cristianismo coloca el bienestar del creyente en el centro de la oración y transforma a su Creador en aquel que hace realidad sus pensamientos y deseos.

El peligro de esta forma de antropocentrismo religioso, que pone en el centro al hombre y su bienestar, es el de transformar a Dios en un poder a nuestro servicio, a la Iglesia en un supermercado de la fe, y la religión en un fenómeno utilitarista y eminentemente sensacionalista y pragmático.

Como veremos más adelante, esta imagen de prosperidad y bienestar hace referencia al denominado american dream, al «sueño estadounidense». No se identifica con él, sino con una interpretación reductiva suya. En sí, este «sueño» es la visión de una tierra y de una sociedad entendidas como un lugar de oportunidades abiertas. Históricamente fue la motivación que impulsó a lo largo de los siglos a muchos emigrantes económicos a dejar su propia tierra y a ir a los Estados Unidos para conseguir un lugar en el que su trabajo produjese resultados inalcanzables en su «viejo mundo».

La «teología de la prosperidad» parte de esta visión, pero la traduce mecánicamente en términos religiosos como si la opulencia y el bienestar fuesen el verdadero signo de la predilección divina a «conquistar» mágicamente con la fe. Esta «teología» fue difundida en todo el mundo durante décadas —gracias a gigantescas campañas mediáticas— por movimientos y ministros evangélicos, especialmente los neocarismáticos.

El objetivo de nuestra reflexión es ilustrar y valorar este fenómeno, que quiere ser también una tentativa de justificación teológica del neoliberalismo económico. Al final verificaremos cómo el papa Francisco ha intervenido varias veces para indicar los peligros de esta teología que, como se ha dicho, «oscurece el evangelio de Cristo».[1]

La difusión en el mundo

El «evangelio de la prosperidad» (prosperity gospel) ha ido difundiéndose no solamente en los Estados Unidos, donde nació, sino también en África, especialmente en Nigeria, Kenia, Uganda y Sudáfrica. En Kampala hay un gran estado cubierto, la Miracle Center Cathedral, cuya construcción costó siete millones de dólares. Es la obra del pastor Robert Kayanja, que desarrolló también un vasto movimiento muy presente en los medios de comunicación de masas.

Pero el «evangelio de la prosperidad» ha tenido también un notable impacto en Asia, sobre todo en India y Corea del Sur. En este último país hubo en los años ochenta un fuerte movimiento autóctono vinculado a esta corriente teológica, promovido por el pastor Paul Yonggi Cho. Este predicó una «teología de la cuarta dimensión», según la cual los creyentes, mediante el desarrollo de visiones y sueños, iban a poder llegar a controlar la realidad, obteniendo casi todo tipo de prosperidad inmanente.[2]

Se observa también un arraigo en la República Popular China gracias a las «Iglesias de Wenzhou». Wenzhou es un gran puerto oriental en la provincia de Zhejiang, en cuya zona han ido apareciendo grandes cruces rojas en cada vez más edificios. Tales cruces suelen indicar la presencia de una «Iglesia de Wenzhou», una comunidad creada por varios empresarios locales y vinculada al movimiento de la «teología de la prosperidad».[3]

En América Latina la difusión y la propagación de esta teología se dio de manera exponencial, y ello desde 1980, aunque también pueden encontrarse raíces de este proceso entre los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado. Este fenómeno religioso se traduce desde el punto de vista mediático en el uso de la televisión por parte de figuras muy carismáticas de algunos pastores, que lanzan un mensaje simple y directo montado en torno a un espectáculo de música y de testimonios y a una lectura fundamentalista y pragmática de la Biblia.

Si consideramos América Central, Guatemala y Costa Rica se han convertido probablemente en los dos bastiones principales de esta corriente religiosa. En Guatemala ha sido determinante la presencia del líder carismático Carlos Enrique Luna Arango, llamado «Cash Luna». Costa Rica es la sede del canal evangélico de televisión satelital TBN-Enlace.

En América del Sur la difusión más significativa se dio en Colombia, Chile y Argentina, pero no cabe duda de que Brasil merece una consideración especial, porque posee una dinámica propia y un movimiento pentecostal autóctono como la «Iglesia Universal del Reino de Dios». Este grupo, denominado también «Deja de sufrir», tiene ramificaciones en toda América Latina, pero ha conservado un idioma intermedio entre el español y el portugués, que determina un tipo de comunicación peculiar y minuciosamente estudiado. Basta analizar el anuncio de la «Iglesia Universal» brasileña para encontrar en ella un fuerte mensaje de prosperidad y bienestar ligado a la frecuentación personal de sus templos con el fin de recibir múltiples beneficios.

Este «evangelio» es objeto de anuncio propagandístico a través de una presencia masiva en los grandes medios de comunicación y está apoyado por su fuerte incidencia en la vida política.

Los orígenes del movimiento y el «sueño estadounidense»

Si buscamos los orígenes de estas corrientes teológicas las encontramos en los Estados Unidos, donde la mayoría de los investigadores de la fenomenología religiosa estadounidense las hacen remontarse al pastor neoyorkino Essek William Kenyon (1867-1948). Kenyon sostenía que a través del poder de la fe pueden modificarse las realidades materiales concretas. Pero la conclusión directa de esta convicción es que la fe puede llevar a la riqueza, a la salud y al bienestar, mientras que la falta de fe lleva a la pobreza, a la enfermedad y a la desdicha.

En realidad, los orígenes de la «teología de la prosperidad» son complejos, pero aquí presentamos las raíces más significativas, remitiendo, para una profundización, a libros y ensayos especializados. Por ejemplo, la teóloga Kate Ward escribió sobre la influencia de Adam Smith, en especial de su «teoría de los sentimientos morales».[4] La autora muestra en este sentido cómo para Smith la compasión no tiene que ver con los pobres, sino con la admiración hacia aquellos que han tenido una historia exitosa.

Estas doctrinas se han asociado con el positive thinking, el «pensamiento positivo», y se han alimentado también en una medida importante de él. El positive thinking es expresión del denominado american way of life («modo de vida estadounidense»). En tal sentido, se relacionan con la «posición excepcional» que Alexis de Tocqueville, en su célebre obra La democracia en América (1831), atribuyó a los estadounidenses. Según este autor, en virtud de dicha excepcionalidad «se ha de creer que ningún pueblo democrático llegará a encontrarse nunca en una posición semejante». Tocqueville llega a afirmar que ese modo de vida plasma también la religión de los estadounidenses.

A veces son las mismas autoridades estadounidenses las que certifican esta conexión.[5] En su reciente discurso sobre el estado de la Unión, pronunciado el 30 de enero de 2018, el presidente Donald Trump afirmó, para describir la identidad del país: «Juntos estamos redescubriendo “la manera estadounidense de vivir”», y prosiguió: «En los Estados Unidos sabemos que la fe y la familia, no el Gobierno y la burocracia, son el centro de la vida estadounidense. El lema es: “En Dios confiamos” (In God we trust). Y celebramos nuestras convicciones, a nuestra policía, a nuestros militares y veteranos como héroes que merecen nuestro total y constante apoyo». Así pues, en unas pocas frases aparecen ya Dios, el ejército y el sueño estadounidense.[6]

Las «megaiglesias» del «evangelio diferente»

Un impulso fundamental a estas ideas de «prosperidad evangélica» se dio con el denominado «movimiento de la fe», que tuvo como principal mentor al pastor y autoproclamado «profeta» Kenneth Hagin (1917-2003). Una de las características de Hagin eran visiones recurrentes que lo llevaban a dar una interpretación singular de algunos textos muy conocidos de la Biblia. Tal es el caso, por ejemplo, de Mc 11,23-24: «En verdad os digo que si uno dice a este monte: “Quítate y arrójate al mar”, y no duda en su corazón, sino que cree en que sucederá lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: Todo cuanto pidáis en la oración, creed que os lo han concedido y lo obtendréis». Estos dos versículos son para Hagin pilares de la «teología de la prosperidad».

Según afirma, la fe milagrosa, para traducirse en obras, debe ser sin incertidumbres, especialmente en las cosas imposibles: debe declarar específicamente el milagro y creer que se lo obtendrá de la manera imaginada. Hagin enfatizó también otro aspecto: que el milagro deseado se considere como ya sucedido. Es decir, se debe desplazar su realización del futuro al pasado.

Tanto Kenyon como Hagin comprendieron que la comunicación de masas era un instrumento fundamental para la rápida difusión de sus enseñanzas. El primero se sirvió de su show personal «Kenyon’s Church of the Air» [«La Iglesia del aire de Kenyon»], y el segundo, del programa «Faith Seminar of the Air» [«El seminario de fe del aire»].

Hay algunos predicadores que pueden citarse como continuadores de las teologías de Kenyon y Hagin y de su estrategia de comunicación. El primero de ellos es Kenneth Copeland —que fue «ungido» por el mismo Hagin como sucesor suyo—‍, con su programa televisivo «Believer’s Voice of Victory» [«La voz de victoria del creyente»], que ha difundido en gran parte del mundo estas doctrinas. Del mismo modo, Norman Vincent Peale (1889-1993), pastor de la Marble Collegiate Church de Nueva York, alcanzó popularidad con sus libros con títulos elocuentes en su significado: El poder del pensamiento positivo; Cambia tus pensamientos y cambiará todo; Guía para una vida apacible. Peale fue un predicador exitoso, y llegó a mezclar marketing y predicación.

En los Estados Unidos millones de personas frecuentan asiduamente «megaiglesias» que difunden estas teologías de la prosperidad. Los predicadores, profetas y apóstoles enrolados en esta rama extrema del neopentecostalismo han ocupado espacios cada vez más importantes en los medios de comunicación de masas, han publicado una enorme cantidad de libros que se han convertido rápidamente en superventas y han pronunciado conferencias que muy a menudo llegan a millones de personas a través de todos los medios disponibles de Internet y de las redes sociales.

Nombres como Oral Roberts, Pat Robertson, Benny Hinn, Robert Tilton, Joel Osteen, Joyce Meyer y otros han acrecentado su popularidad y riqueza profundizando, enfatizando y extremando este evangelio. Joyce Meyer afirma que su programa televisivo «Enjoying everyday life» [«Gozar de la vida de cada día»] llega a dos terceras partes del mundo a través de la radio y la televisión y ha sido traducido a 38 idiomas.[7]

Lo que resulta absolutamente claro es que el poder económico, mediático y político de estos grupos —a los que hemos definido genéricamente como «evangélicos del sueño estadounidense»— los hace mucho más visibles que el resto de las Iglesias evangélicas, también que las de la línea pentecostal clásica. Además, su crecimiento es exponencial y directamente proporcional a los beneficios económicos, físicos y espirituales que prometen a sus seguidores: bendiciones todas que están muy lejos de las enseñanzas de una vida de conversión propia de los movimientos evangélicos tradicionales.

Si bien surgieron y pasaron después por diversas denominaciones, estos movimientos han recibido no pocas críticas también de los grupos de aquellas Iglesias carismáticas que han mantenido su religiosidad evangélica basada en los milagros, las profecías y los signos. Muchos sectores evangélicos tanto tradicionales como más recientes (bautistas, metodistas, presbiterianos…) han criticado duramente esos movimientos, llegando a denominar lo que proclaman como «un evangelio diferente».[8]

El bienestar económico y la salud

Como ya hemos anticipado, los pilares del «evangelio de la prosperidad» son sustancialmente dos: el bienestar económico y la salud. Esta acentuación es fruto de una exégesis literal de algunos textos bíblicos utilizados dentro de una hermenéutica reduccionista. Al Espíritu Santo se lo reduce a un poder al servicio del bienestar individual. Jesucristo ha abandonado su papel de Señor para transformarse en un deudor de cada una de sus palabras. El Padre ha sido reducido «a una especie de botones cósmico [cosmic bellhop] que se ocupa de las necesidades y de los deseos de sus criaturas».[9]

En los predicadores de este evangelio, la «palabra de fe» que pronuncian pasa a ocupar el lugar que tradicionalmente ocupa en el movimiento evangélico por la Biblia como norma de fe y de conducta, llegando a elevársela a la potencia y al efecto de la palabra apostólica del «ungido». Hablar en nombre de Dios de manera directa, concreta y específica da a la «palabra positiva» un sentido creativo considerado capaz de hacer que las cosas sucedan si los que asisten no la obstaculizan con su falta de fe.

Al mismo tiempo, enseñan que, tratándose de una «confesión de fe», los seguidores, con sus palabras, son responsables de lo que les sucede, trátese de la bendición o de la maldición económica, física, generacional o espiritual. Un refrán que muchos pastores repiten reza: «Hay un milagro en tu boca» («There is a miracle in your mouth»). El proceso milagroso es el siguiente: visualizar detalladamente lo que se quiere, declararlo expresamente con la boca, reclamárselo a Dios con fe y autoridad y considerarlo ya recibido. Por último, el «reclamar» las promesas de Dios extraídas de los textos bíblicos o de la palabra profética del pastor coloca al creyente en una posición dominante respecto de un Dios prisionero de su misma palabra tal como esa palabra es percibida y creída por el fiel.

El tema de la salud ocupa un papel preponderante en la «teología de la prosperidad». En estas doctrinas es la propia mente la que debe concentrarse en las supuestas leyes bíblicas que después producen la potencia deseada a través de la lengua. Se presupone, por ejemplo, que un enfermo, sin recurrir al médico, puede curarse con solo concentrarse y pronunciar en presente o en pasado frases bíblicas u oraciones inspiradas en la Escritura. Una de las frases utilizadas de manera instrumental es: «Por las llagas de Cristo ya estoy sanado». A su juicio, estas palabras causan de manera inmediata el «desbloqueo» de la bendición divina, que en ese mismo momento operará la curación.

Evidentemente, sucesos luctuosos o desastres, también naturales, o tragedias, como las de los migrantes u otras similares, no ofrecen narrativas convincentes que sirvan para mantener a los fieles vinculados al «evangelio de la prosperidad». Este ese el motivo por el cual, en estos casos, se nota una falta total de empatía y de solidaridad por parte de los adherentes. No hay compasión por las personas que no son prósperas, porque, claramente, ellas no han seguido las «reglas» y, por tanto, viven en el fracaso y, consiguientemente, no son amadas por Dios.

Un Dios de «alianzas» y de «semillas»

Una de las características de estos movimientos es el énfasis que ponen en la «alianza» sellada por Dios con su pueblo, sus testamentos de la Biblia. Y principalmente se ha tratado de alianzas con sus patriarcas. Es así como el texto de la alianza con Abrahán ocupa un lugar central, en el sentido de la prosperidad que promete. La lógica de este concepto del «Dios de las alianzas» es que, del mismo modo como los cristianos son hijos espirituales de Abrahán, son también herederos de los derechos materiales, de las bendiciones financieras y de las ocupaciones territoriales terrenas. Más que de una alianza bíblica parecería que se trata de un «contrato». Leer más…

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