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Misioneros bautizados por inmersión en “Silencio”, por Juan Masiá, sj

Lunes, 6 de febrero de 2017
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silencio-de-scorseseDe su blog Vivir y Pensar en la Frontera:

También Sebastián y Francisco son mártires, testimonios de bautismo y muerte salvadores.

Fui a ver Silencio por tercera vez, acompañado por unos amigos japoneses, un matrimonio joven de antiguos alumnos míos en la universidad Sophia. No son católicos, pero están familiarizados con lo cristiano por su contacto con jesuitas. Quería conocer su reacción espontánea ante la proyección de los martirios y torturas. Por eso guardé silencio , para no condicionar su interpretación con la mía.

A la salida del cine, hacia la cafetería, caminábamos los tres sin decir palabra. Silencio japonés significativo. Como si los tres presintiéramos que cualquier comentario precipitado estropearía la impresión con que nos ha tocado hondo el impacto de las escenas martiriales.

Sentados ya a la mesa, tras el primer sorbo de té, dice mi amigo: Yahari yokatta , que significa,”Muy bien, por supuesto, me gustó…”.

¿Y a tí también?, digo dirigiéndome a su mujer. “Sí, mucho, me ha emocionado”, dice ella, y añade: “… Sasuga, ano futariAquellos dos misioneros hicieron lo que propio de ellos…” “(Sasuga significa “como era de esperar”, ano futari significa “aquellos dos”. Sin duda se refiere a Sebastián y Francisco, los dos protagonistas)

“Precisamente sobre esos dos quería yo saber vuestra reacción”. “ ¿Cuál de los dos…?”, digo sin acabar la frase, con ambiguedad japonesa.

A lo que responde él: “Los dos sufren y les cuesta dar el paso que dan”.

Y añade ella: “Los dos están dando la vida tirándose al agua para salvar a otros”

(En japonés, al pie de la letra, mi wo nagedasu significa “arrojar la propia persona”, es decir, arriesgar la propia vida dándola como quien se tira al agua desde un trampolín).

Tienes razón, Teruko-san, los dos dan la vida. Dices bien, Iwao san, los dos sufren al dar ese paso. Yo también le he percibido así. Creo que los tres hemos captado la genialidad de Scorsese al filmar en cámara lenta a Sebastián pisando el icono, en paralelismo con la escena de Francisco arrojándose al agua, mientras grita que lo lleven a él para ahogarlo en lugar de los que iban a ser martirizados. Más aún, la imagen de Sebastián, boca abajo en el suelo después de pisar, puede parangonarse con la del cadáver de Francisco, al salir a flote.

Me satisfizo comprobar que mis amigos, antiguos alumnos, habían captado intuitivamente el mismo vínculo de motivación que aúna dos opciones diferentes. Merecía la pena esforzarse en clase por aprender la ética del amor en situación, para poder vivir y convivir desviviéndose por los demás…

Hasta aquí mi comentario en torno a la charla con mis amigos japoneses. Pero mi lectura de la obra maestra de Scorsese va mucho más lejos, prolongando su intuición en una reflexión teológica, con la que no era oportuno fatigarles a ellos en aquel momento. Mi lectura en clave teológica de las dos escenas mencionadas es la siguiente.

Francisco no es un mártir suicida, al elegir ofrecerse como víctima en lugar de otros (como haría en otro caso, por ejemplo, el P. Maximiliano Kolbe )

Sebastián no es un “apóstata al pie de la letra” (ni rechaza creencias, ni rechaza a Cristo), sino hace una opción de morir a sí mismo de algún modo redentor.

Francisco y Sebastián se sumergen en un agua de bautismo, muerte y resurrrección.

Si en las escenas de los mártires crucificados, el oleaje de la marea protagonizaba el mensaje bautismal de muerte y ascensión, también la curva cóncava en cámara lenta de la caída de Sebastián sobre el icono (caída en la que pisar se torna abrazo), en el momento siguiente se hace plana sobre el suelo para pasar a convexa y elevarse conectando en el plano inmediatamente siguiente con el alzar del brazo que da la orden de elevar a los mártires colgados para liberarlos.

Sebastián no pisa el icono para librarse de torturas, ni lo pisa para quejarse del silencio divino. Lo pisa abrazando al crucificado, dejándose bautizar, es decir, morir con él para conseguir así liberar de sus cruces a los otros crucificados.

En japonés la apostasía se llama haikyô (que significa “dar la espalda a la creencia”) o kikyô (que significa “tirar o desechar la creencia”). Pero de los cristianos que pisaron el icono se dice que “cayeron tropezando” (en japonés, koronda) La ambigüedad del verbo korobu (tropezar y caer) abre la puerta a lecturas diferentes: ¿caer en pecado escandalizando o caer abrazando compasivamente al “Caído y Pisoteado” para unirse a su acción redentora que libra los que iban a ser ejecutados?…

Creo que Scorsese, con la hondura de estas escenas, ha superado al fin la “última tentación”. En el caso de su película La última tentación, tanto el público que le acusaba de blasfemo como quienes le alababan la originalidad, no percibían el enigma del silencio de Dios vivido por el mismo Cristo. Pensaba la gente que la tentación era Magdalena. Pero la última tentación para Jesús era la tentación de bajarse de la cruz (Véase Lc 4, 13: relacionado con Lc 22, 41-46)

Esta vez Scorsese no oculta que Jesús es el primero en angustiarse en la pasión ante el silencio de Dios. Ese Cristo no es un Pantocrator dominador, amenazante y exclusivista (que hubiera dicho: “prohibido pisarme”), sino un Cristo redentor y misericordioso (que dice: “puedes pisarme, que para eso he venido, para dejarme pisar y que puedan ser así desclavados de sus cruces otros crucificados”).

Esto es reconfortante para quienes creemos en Jesucristo, no porque nos resuelva el problema teórico del mal, ni porque nos resuelva el problema existencial del silencio de Dios, sino a pesar de que no los resuelva racionalizándolos, sino haciéndonos capaces de quedarnos junto con él en silencio ante el misterio y sumergirnos en el bautismo y éxodo pascual de muerte y resurrección liberadoras.

La última escena, con la serenidad y paz profunda que sugiere la despedida de la esposa, nos lleva de nuevo al mundo de lo misericordioso y maternal: la tinaja que sirve de féretro evoca un útero maternal y la esposa introduce discreta y silenciosamente en su interior la cruz que Sebastián ha conservado a escondidas. Este epílogo es una ascensión, como también en el pórtico de la película, con los tres jesuitas bajando y subiendo a la vez aquellas escalinatas, jugaba con la imagen de la ascensión: subir hacia abajo para llenarlo todo (cf. Ef 4, 10). Obertura y final han marcado el mismo ritmo que la escena del clímax, en la que caer tropezando es caer abrazandoy caer hacia arriba, sumergirse bautismalmente para ascender pascualmente…

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En “Silencio”, el Pisoteado rompió el silencio, por Juan Masiá, sj

Jueves, 26 de enero de 2017
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silencio-de-scorseseDe su blog Vivir y Pensar en la Frontera:

Apariencia de renuncia, realidad de abrazo

“Ofrecí la espalda a los que me apaleaban” (Isaías, 50, 6)

(Juan Masiá, sj).- La novela de Shûsaku Endo, Silencio, se publicó en 1966, el año de mi llegada a Japón. En los debates sobre literatura y religión, se dividían las opiniones: de un lado, quienes ensalzaban al “Graham Greene japonés”; por otra parte, quienes sospechaban de la heterodoxia de la obra, presunta apología de actitudes apóstatas.

Mi escaso conocimiento de la lengua, con la que me debatía de la mañana a la noche durante el bienio de aprendizaje, no me permitía leerla, pero en la comunidad de estudiantes jesuitas discutíamos sobre la obra de Endo, apoyándonos (unos, para bien; otros, para mal) en recensiones publicadas en lenguas extranjeras.

Algunos misioneros y teólogos de la generación anterior juzgaban duramente a Endo, considerándolo peligroso para la fe de los japoneses bautizados de adultos. Otros, más abiertos, coincidían con los que acabábamos de vivir en Europa el entusiasmo por la apertura del Concilio Vaticano II. Los temas del silencio de Dios, la inculturación, la iglesia viajera en medio del mundo, el encuentro con las otras religiones y la opción por las víctimas oprimidas eran, para nosotros,algo obvio; en cambio, resultaban novedosos para una mayoría del público católico japonés.

Cuatro años después, mi primera lectura de Endo en japonés coincidió con mi traducción al japonés de San Manuel Bueno, de Unamuno, y espontáneamente surgió la idea de titularla El silencio de Dios.

En la década siguiente, tuve ocasión de comprobar con satisfacción que, entre el alumnado universitario no católico, estas dos lecturas suscitaban interés por la cuestión de fe, e incluso sirvieron para motivar la entrada en el catecumenado de algunos alumnos y alumnas. Para otros, en cambio, provocaban rechazo por parecerles “demasiado católicos” estos autores que, para el catolicismo “pre-conciliar”, más bien olían a heterodoxia.

Gracias a Scorsese, la problemática de Endo vuelve a primer plano. Dejando para otras plumas la crítica de cine, voy a pensar sobre cuestionamientos teológicos a propósito de la obra de Endo, a la que dedicaré los post de este blog durante las próximas semanas.

De momento, solo dos reflexiones, sobre el Pisoteado y sobre los pisoteados.

1. En el climax del filme y de la novela, la voz del Pisoteado rompe el silencio: el crucificado invita a pisar a quien “para eso se ha abajado, para eso ha venido”, rompe el silencio divino, para convertir el silencio del Padre en clamor del Hijo, puesto de parte de las víctimas de modo incondicional e irreversible, sumiso y comprometido. A partir de ese momento el tema deja de ser el silencio, para convertirse en la voz del Pisoteado.

El P. Adelino Ascenso, autor de una disertación doctoral sobre literatura y teología en la obra de Endo, escribe así sobre el momento crucial que convierte la apariencia superficial de apostasía en realidad profunda de encuentro con la misericordia del crucificado:

“Rodrigo se encontró implicado en un diálogo delicado cuando decidió pisar el emblemático icono del fumie como un acto de amor y compasión para con sus hermanos cristianos japoneses. Un diálogo tan arriesgado como ese es lo que necesita la teología cristiana… Rodrigo desafió y confrontó la imagen de Jesús que le había sido presentada hasta ahora y descubrió, oculto bajo la superficie, al auténtico Jesús, doliente con quienes sufren” (Transcultural Theodicy in the Fiction of Shûsaku Endo, P. U. G., Roma, 2009, p. 283)

2. Los pisoteados siguen exigiendo hoy que se rompa el silencio sobre ellos. Un ejemplo de pisoteados: los enterradores no cristianos de los mártires cristianos. Cuando se celebró, el 24 de noviembre de 2007, la beatificación de 188 mártires japoneses, se planteó la necesidad de revisar la memoria histórica cristiana en Japón, para no olvidar a otras víctimas del entorno de los mártires. Se trata de otras víctimas que suelen quedar olvidadadas y no reconocidas.

En las representaciones artísticas del martirio nos impresionaba ver a los crucificados, alanceados sobre sus cruces mientras bajo ellas ardía la hoguera, a la vez ejecución y pira crematoria. No se nos había ocurrido pensar que, además de los mártires, hubo otras víctimas. Ni habíamos caído en la cuenta de que los verdugos podían serlo.

¿Quiénes ejecutaban la sentencia? ¿Quiénes acarreaban la leña para la pira? ¿Quiénes se encargaban de la tarea enojosa de recoger los cadáveres? ¿Quiénes vigilaban en la prisión? A estas preguntas y a un largo etcétera que las sigue, responde el profesor Aoyama:

“Para esos trabajos enojosos había una mano de obra forzada, obligada a realizarlos, se les reclutaba en el barrio discriminado en que vivían quienes eran considerados hinin, es decir, no-humanos y no-ciudadanos por estar dedicados a trabajos considerasdos contaminantes (matanza de animales, curtir pieles, etc…)” (cf. Boletín de la Asociación cultural de estudios de la era cristiana de Nagoya, nn. 41 y 46)

Lo fuerte del caso es que los descendientes de esa casta discriminada siguen arrastrando hoy el peso de la discriminación. Han de ocultar el domicilio natal en el barrio discriminado (buraku) y el nombre de familia, si no quieren sufrir dicriminación a la hora de encontrar empleo o contraer matrimonio.

En medio de uno de esos barrios, en Kyoto, hay erigido un monumento conmemorativo a los mártires. Dicen los descendientes de quienes participaron obligatoriamente en la ejecución que, así como los mártires fueron víctimas por su fe (claro que no sólo por la fe, sino también por no someterse a la ideología política del estado), los antepasados de los discriminados de hoy también fueron víctimas, cuyos derechos humanos eran totalmente conculcados.

Olvidar esto mientras se celebraba una concentración masiva en Nagasaki para festejar la beatificación de los mártires habría sido una contradicción e incongruencia.

La iglesia de Japón, cuyos obispos publicaron un mensaje en defensa de los derechos humanos, en el 60 aniversario de la Declaración de Derechos, no puede cerrar los ojos a este problema, aunque, tanto dentro de la Iglesia como fuera de ella, haya quienes sigan diciendo que “entre nosotros no hay problema de discriminación”.

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Evangelio y calor humano

Lunes, 23 de enero de 2017
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Del blog Pays de Zabulon:

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“Que nuestra religión se fuera extendiendo entre ellos como un agua generosa que todo lo penetra es gracias al calor humano, hasta entonces desconocido que ella aportaba a esta pobre gente. Se debe a esto y sólo a esto: estos hombres han experimentado por primera vez en su vida el calor del corazón humano. Han encontrado a alguien que los traten como iguales, como a seres humanos. La bondad y la caridad de los padres ganaron así su corazón.”

Shûsaku Endô, Silencio.

El Evangelio es Buena Noticia, buena noticia de que eres amado por Dios, quienquiera que seas, cualesquiera que sean las circunstancias de tu existencia, cualquiera que sea tu destino. Dios te ha querido libre y feliz, y ha llegado el tiempo de la liberación de la humanidad, el tiempo de la salvación.

Basta ya de viejos temores, de ostracismos de cualquier género, de encerramientos y contrariedades que impiden al ser brotar libremente para la felicidad y la alegría de todos.

El Evangelio es Buena Noticia, noticia de salvación. Al igual de lo que dice Shûsaku Endô para los campesinos japoneses, esto ha sido verdad numerosas veces en la historia. El Evangelio penetró primero en el mundo de los esclavos, de los extranjeros, de los parias, en el mundo de los pobres, de los hambrientos, en el mundo de los explotados. Al mismo tiempo que aquí o allá, la Iglesia se institucionalizaba y reproducía en su seno las limitaciones y explotaciones que ella debía denunciar y combatir, hubo siempre unos locos enamorados por la liberación, trabajados en su interior por el Evangelio y que defendían la causa de los oprimidos, el rescate de los esclavos, la atención a los leprosos, la educación de los pobres, la igualdad entre los chicos y las chicas …

silence_andrew-garfield_shinya-tsukamoto-300x200Ha habido siempre profetas, hombres y mujeres que aportaban este calor humano, este respeto debido a cada uno y que se batían para hacerlo respetar, si esto no era con palabras, lo era con hechos.

Sí, el Evangelio es Buena noticia, buena noticia para todos. Me pregunto por qué este movimiento de liberación que describe Shûsaku Endô no ha concernido aún a las personas homosexuales. ¿Habrá cristianos, bastantes cristianos, para demostrar que el Evangelio les es anunciado a las personas tal como ellas son, les saludan, les consideran en su dignidad y restauran la belleza de su humanidad en su derecho a existir, a desarrollarse y a contribuir a la felicidad de todos?

Sueño con que el Evangelio aporte este calor humano a todos los que se sienten rechazados a causa de su homosensibilidad. Todos, incluidos los que están ya comprometios con Cristo, y a quienes se dejó creer que Cristo les rechazaba.

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Z – 22/01/2017

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Fuente Fotografías: 1. Andrew Garfield y Yôsuke Kubozuka, 2. Andrew Garfield y Shinya Tsukamoto, en la película de Martin Scorsese Silencio basada en la novela de Shûsaku Endô.

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Los jesuitas “bendicen” la película de Scorsese sobre su persecución en Japón

Jueves, 12 de enero de 2017
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silence-poster“Silencio” es una excelente película que no deja a nadie indiferente, según la Compañía

Varios religiosos asesoraron el rodaje del filme, que se estrenó este 6 de enero

Novela Silencio de Shūsaku Endō ( PDF)

Un total de 93 jesuitas dieron su vida por la fe; de ellos tres han sido canonizados (Pablo Miki, Juan de Goto y Diego Kisai), 37 beatificados y los demás tienen introducida la causa de beatificación

(Jesuitas).- La película Silencio se estrenó en España el pasado 6 de enero. Basada en la novela histórica del escritor japonés católico Shūsaku Endō, es un proyecto personal de Scorsese que ha tardado veinte años en materializar. Se enmarca en los duros años de persecución del cristianismo que llegó a Japón de la mano de San Francisco Javier y dos compañeros jesuitas en 1549. Considerada por muchos jesuitas y laicos ignacianos que ya la han visto una excelente película, cargada de espiritualidad y profundidad, a pesar de su crudeza, no deja indiferente.

Jay Cocks, guionista que ha colaborado con Scorsese en La edad de la inocencia y Gangs of New York, firma la adaptación de la novela a la gran pantalla, protagonizada por Liam Neeson (La Lista de Schindler), Andrew Garfield (La red social, Hasta el último hombre) y Adam Driver (Star Wars Episodio VII: El despertar de la fuerza, ‘Girls’), Tadanobu Asano (Thor, Ichi the killer) y Ciarán Hinds (Camino a la perdición).

La apasionante historia de sacrificio y fe que narra traslada al espectador a la segunda mitad del siglo XVII. Dos jóvenes jesuitas viajan a Japón en busca de un misionero, su mentor, que tras ser perseguido y torturado, ha renunciado a su fe. Ellos mismos vivirán el suplicio y la violencia que los japoneses ejercen sobre los cristianos. Como telón de fondo planea el silencio de Dios ante el martirio que pesa sobre uno de los protagonistas, silencio al que alude el título de la novela y la película.

Jesuitas en el rodaje

silencio-de-scorsesePara preparar mejor a los actores y hacer creíbles a los personajes, Scorsese pidió ayuda a los jesuitas. El estadounidense James Martin SJ fue asesor del director durante todo el rodaje. El jesuita español Alberto Núñez fue consultor técnico del set y su misión fue preparar a los actores sobre los modos de proceder jesuita y supervisar las escenas de carácter religioso. Por su parte, dos jesuitas de los Estudios Kuancgchi de Taipei, el americano Jerry Martinson y el italiano Emilio Zanetti, también estuvieron en el set, e incluso este último aparece de extra. Asimismo el actor Andrew Garfield hizo Ejercicios Espirituales para interiorizar mejor la espiritualidad ignaciana.

La novela

silencio-endoEl escritor japonés Shūsaku Endō (1923-1996) publicó la novela Silencio en 1966 y fue reconocida ese mismo año con el premio Tanizaki, uno de los más prestigiosos galardones literarios japoneses. Es el trabajo más conocido de su autor y suele citarse como su obra maestra. Shūsaku Endō es uno de los grandes escritores japoneses del siglo XX, con la particularidad de ser cristiano católico, en un país en el que la población cristiana no llega al 1%. La religión es un tema presente en varias de sus obras.

El personaje central de la novela está basado en la figura histórica de Cristóvão Ferreira, un misionero jesuita portugués de principios del siglo XVII que durante la época de las persecuciones contra los cristianos, tras sufrir terribles torturas, se convirtió en un apóstata.

La publicación del libro causó una gran conmoción en Japón, donde nunca hasta entonces se había tratado de modo tan la brutal la persecución sufrida por los cristianos.

La Compañía de Jesús en Japón

El cristianismo llegó a Japón de la mano del jesuita San Francisco Javier en 1549. Las conversiones fueron abundantes en esos primeros dos años que Javier permaneció en Japón, antes de partir hacia su ansiada China, a cuyas puertas moriría. En pocas décadas nació una Iglesia floreciente cuya labor se tornó cuando el 25 de julio de 1587 el gobernador Hideyoshi decretó el exilio de los jesuitas. A partir de 1600 pasó a ser una Iglesia clandestina, perseguida y plagada de mártires pero que logró mantenerse, oculta, durante 250 años.

fotograma-de-silencioEn 1590 la Compañía contaba en Japón con 140 jesuitas entre japoneses y extranjeros, que estaban ilegalmente en suelo japonés. A partir de 1600 y con una situación política crítica se empezaron a ejecutar a varios cristianos de relieve. La situación empeoró con la llegada de la administración Tokugawa en Edo (actualmente Tokio) en 1603, cuando la persecución a los cristianos se hizo mucho más severa. En aquel tiempo los católicos de Japón eran unos 400.000 y en los comienzos del periodo fueron martirizados varias decenas de miles. Un total de 93 jesuitas dieron su vida por la fe; de ellos tres han sido canonizados (Pablo Miki, Juan de Goto y Diego Kisai), 37 beatificados y los demás tienen introducida la causa de beatificación.

Durante 250 años 50.000 “católicos ocultos” de Nagasaki y Goyo en el norte de Kyshu, mantuvieron la fe en la clandestinidad y la sostuvieron de generación a generación. Los padres bautizaban a sus hijos y los educaban en la fe, enseñándoles la doctrina cristiana y las oraciones en latín, sin sacerdotes que les administraran los sacramentos, y con una transmisión oral de la Biblia. La pervivencia de la fe durante estos siglos es un milagro de la fidelidad de la Iglesia japonesa.

fotograma-de-silenceHasta 1908 no regresan los jesuitas a Japón. Lo hicieron tres religiosos procedentes de EE.UU., Alemania y China. La provincia jesuita de Alemania Oriental desde 1933 y la de Toledo (España) desde 1934 comenzaron a colaborar con la misión enviando jesuitas y otras ayudas. Años más tarde se incorporará otra provincia española, la Bética (Andalucía y Canarias).

Dos jesuitas españoles misioneros en Japón han sido Padres Generales de la Compañía de Jesús, el P. Arrupe (1965-1985) y el P. Adolfo Nicolás SJ (2008-2016).

Hoy residen en Japón unos 200 jesuitas, el 30% de ellos nativos. La educación es uno de los pilares de su trabajo. Cuentan con casas de ejercicios, centros de pastoral, parroquias, colegios y la Universidad Sophia. En Nagasaki, la Compañía cuenta con el Museo de los Mártires. Centrado en la historia cristiana de Japón, presenta el testimonio de sus mártires. En la colina en la que se levanta y sus alrededores murieron unos 600 cristianos, de muchas nacionalidades; de ellos, 45 eran jesuitas. Hace unos años fue elevado a santuario diocesano.

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Fuente Religión Digital

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“Silencio”, de Shusaku Endo

Martes, 10 de mayo de 2016
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silencio_shusaku-endoGabriel Mª Otalora
Bilbao (Vizcaya).

ECLESALIA, 02/05/16.- Me impactó el libro que con este mismo título, el escritor japonés Shusaku Endo (1923-1997) escribió en 1966 y que está publicado por Edhasa en apenas doscientas páginas. Ambientado en el Japón del siglo XVII, recoge el choque cultural y religioso entre los esfuerzos de los misioneros jesuitas con la mentalidad japonesa materialista. El nuevo trabajo del director Martin Scorsese rescata esta historia de la mano del actor protagonista Andrew Garfield en el papel del jesuita Rodrigues. La previsión era llegar en los cines a principios de 2016. A ver si llega pronto.

A las primeras generaciones de conversos japoneses les fue bien, pero pronto tuvieron que enfrentarse a diversas persecuciones locales; además de la rivalidad protestante (de ingleses y holandeses), Japón oficializó el budismo y los intereses despóticos de la nobleza local tampoco ayudaban a implantar la solidaridad y el amor fraterno. Y no menos importante, la difícil inculturización en una mentalidad oriental tan diferente en el contexto de las prácticas coloniales, en este caso portuguesas.

En la novela, dos jesuitas quieren llegar a Japón en plena prohibición de cualquier atisbo de cristianismo bajo pena de torturas y la muerte. Son enviados desde Portugal como la punta de lanza para consolar a los perseguidos y averiguar qué es de cierto que el provincial se ha convertido en un apóstata. En esta aventura, el padre Sebastián Rodrígues va experimentando su propia conversión llegando incluso a dudar de la bondad de Dios y de Jesús misericordioso cristiano cuando experimenta el silencio ante el dolor, sobre todo el de sus fieles.

Silence-previewNo es de extrañar que Graham Greene dijera que es una de las mejores novelas de nuestro tiempo. Endo en esta novela (premiada con los mejores galardones literarios de Japón), es el Greene japonés, sin duda. Novela elegante que mantiene el interés hasta la última página. Los “malos” tienen sus razones mientras que los buenos presuponemos que Dios va a actuar de una manera parecida a lo que nosotros creemos que tiene que ocurrir. Pero nuestras previsiones sobre lo que Dios debe hacer en un momento concreto no suelen coincidir con los suyos. Y los dilemas morales pueden llegar más lejos de lo que habíamos previsto. Por último, de la historia principal cuelga una historia paralela no menos espectacular; la del personaje Kichijoro y su relación con el jesuita Rodrigues.

Además de ser una aventura apasionante, este libro es una gran historia del amor cristiano que al rodarse para el cine, ha sido supervisada por algunos jesuitas a petición de Scorsese a fin de que todo resulte con la máxima veracidad posible. El libro al menos, queridos lectores, no se lo pueden perder ¡Que aproveche!

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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