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Peregrinos de Emaús

Domingo, 14 de abril de 2024

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Señor Jesús, acuérdate
de esta pequeña casa, allí en Emaús,
y del fin del camino que conduce a ella cuando se viene de la carretera principal.
Acuérdate de aquellos a los que una tarde, abordaste allí,
acuérdate de sus corazones abatidos,
acuérdate de tus palabras que les abrasaron,
acuérdate del fuego en el hogar a cuyo lado te sentaste,
y de donde se levantaron transformados,
y de donde partieron hacia las proezas de amor…

Míranos.

Mira, todos somos peregrinos de Emaús,
somos todos los hombres que luchan en la oscuridad de la noche,
llenas de dudas después de los días malos.
Nosotros también somos los de los corazones cobardes.
Ven sobre nuestro camino, abrásanos el corazón a nosotros también.
Entra con nosotros a sentarte junto a nuestro fuego…
Y que exultando de alegría triunfal, a nuestra vez,
nos levantemos para saltar y revelar.

*

Abbé Pierre

***

Arcabas-Emmaus

En aquel tiempo, los discípulos [de Emaús] contaban lo que les había ocurrido cuando iban de camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Estaban hablando de ello, cuando el mismo Jesús se presentó en medio y les dijo:

La paz esté con vosotros.

Aterrados y llenos de miedo, creían ver un fantasma.

Pero él les dijo:

¿De qué os asustáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior? Ved mis manos y mis pies; soy yo en persona. Tocadme y convenceos de que un fantasma no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.

Y dicho esto, les mostró las manos y los pies.

Pero como aún se resistían a creer, por la alegría y el asombro, les dijo:

¿Tenéis algo de comer?

Ellos le dieron un trozo de pescado asado. Él lo tomó y lo comió delante de ellos. Después les dijo:

Cuando aún estaba entre vosotros ya os dije que era necesario que se cumpliera todo lo escrito sobre mí en ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.

Entonces les abrió la inteligencia para que comprendieran las Escrituras y les dijo:

Estaba escrito que el Mesías tenía que morir y resucitar de entre los muertos al tercer día y que en su nombre se anunciará a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén, la conversión y el perdón de los pecados. Vosotros sois testigos de estas cosas.

 *

Lucas 24, 35-48

***

La paz no es una situación; ni siquiera un estado de ánimo, ni tampoco es, ciertamente, sólo una situación política; la Paz es Alguien. La paz es un nombre de Dios. Es su «nombre, que se acerca» (Is 30,27) y trae con él la bendición que funda la comunidad, que toca personalmente y reconcilia. La paz es Alguien, el Traspasado, que aparece en medio de nosotros y nos muestra sus manos y su costado diciendo: «La paz esté con vosotros».

La paz es verle a él: «¡Señor mío y Dios mío!» (Jn 20,28) y aceptar asimismo la muerte como algo que no puede ser separado de su amor. «El es nuestra paz. Paz para los que están cerca y para los que están lejos» (Ef 2,17). En este pasaje encontramos la identificación más fuerte de la paz con el nombre de Jesús.

«El ha hecho de los dos pueblos uno solo» (Ef 2,14). A partir de toda dualidad, desorden y separación, a partir de toda división, ha hecho el «Uno», ha fundado el Uno y «ha anulado la enemistad en su propia carne» (Ef 2,14). Quien por medio de la oración busca la paz con todo su corazón, busca a aquel que es la paz, en el único lugar en que se entregan la reconciliación, el perdón de los pecados y la paz: el lugar del sacrificio, el Gólgota, el Moria eterno.

*

B. Standaert,
Paz y Oración,
en G. Alberigo – E. Bianchi – C. M. Martini, La paz: don y profecía,
Magnano 19912, pp. 129s).

***

***

(Imágenes de Jean-Marie Pirot, Arcabas)

***

 

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“Uno sólo es vuestro Maestro: el Cristo”

Domingo, 5 de noviembre de 2023
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¿Quién es entonces el discípulo? Es aquel que sigue a Jesús yendo detrás de él, como se va detrás del Maestro, pero reconociendo en él a alguien que es más que un Maestro y haciendo de él el único guía: “Uno sólo es vuestro Maestro: el Cristo” (Mt 23,10), porque es el Mesías mismo.

Esta relación no está fundada sobre la institución, sobre la doctrina, sino sobre la fe, sobre la adhesión a su persona.

Jesús se mostró como Rabbí, pero no porque es Rabbí hay que seguirle. Si no entendemos este punto discriminante, es inútil nuestro seguimiento: se transforma entonces para algunos sólo en un maestro Espiritual, en un hombre carismático para otros, un revolucionario para otros mas, y esto no basta para fundamentar la fe y hacer de nosotros unos creyentes. Estemos atentos: el cristianismo siempre ha tenido el grave peligro de entrever y a veces predicar el Jesús Rabbí en base a la actualidad encontrada en su enseñanza: ha salido así el Jesús socialista, el Jesús hippy, el Jesús gurú, el Jesús filántropo… Si esta lectura de Jesús se impusiera, seria el fin de la fe cristiana.

A los discípulos que le llamaban Maestro y Señor Jesús les dice que hacían bien, pero se presenta a ellos como Señor y Maestro (cf Jn 13,13ss).

Ante todo, kyrios, y, subordinado a esto, rabbí.

Si la “forma”, la condición, en que se presentó Jesús era la de un Rabbí, la percepción que de él tuvo la comunidad apostólica trascendió, fue mas alla de la Forma.

*

E. Bianchi,
Seguir a Jesús, el Señor,
Narcea, Madrid 1982, 46-47;
traducción, Rita de Nardo.

***

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo

“En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros.

Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.”

*

Mateo 23,1-12

***

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Señor, ¿para qué te tenemos? ¡Para que te ocupes de nuestras cosas y nosotros de las tuyas! (Mt.6:33)

Miércoles, 16 de agosto de 2023
Comentarios desactivados en Señor, ¿para qué te tenemos? ¡Para que te ocupes de nuestras cosas y nosotros de las tuyas! (Mt.6:33)

Del blog de J.A. Olaz El rincón del peregrino:

Me proteges cada día como cordero tuyo, y yo me ocupo de tus cosas alabándote todos los días,

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 Señor, ¿para qué te tenemos? ¡Para que te ocupes de nuestras cosas y nosotros de las tuyas! (Mt.6:33)

Así tú lo has dicho.

Señor, Tú me das la vida cada madrugada
Y yo no reparando en ello
respiro con dificultad cada día
Y así sobrevivo hasta la extenuación.
Y hago mil planes sin contar contigo
Los buitres de mi jardín mustio y reseco merodean por todo mi ser
Y mis huesos están resecos como el polvo.

Y yo como paloma blanca
Como Cordero de tu rebaño
Soy atacado y muy herido por mis
sombríos planes, con las fieras y las alimañas de este mundo.
Y así día tras día.

Hombre, dices continuamente que crees en el Señor,

el rey de tu jardín
Y dejas al Señor del Mal habitar junto al pozo blanco.

¡Cuánto pánico tiene el hombre
a descansar en el jardín de su señor!
A darle todos los aperos del jardinero
y dejar que él y solo él sea el jardinero de tu vida.

Dejarle ser sembrador
Podar nuestras ramas
Enderezarnos cada día
Regar nuestra alma
Para que otros recojan tus frutos

Padre, recibo tu aliento cada día,tu viento que no reseca y es brisa del edén
Para ser aliento, el tuyo, y ya jamás quedarme sin él.

Tú me llevarás por donde no quiero para hacer lo que no quiero

En las huellas de la humildad
me haces ver tus pisadas que son firmes
y sin volver la vista atrás me pides con dulzura como tú lo sabes hacer,
que pise a tu lado como Padre e hijo, como dos amigos.

Y me recuerdas que tú eres águila real y me creas y crías cada día
dejándome llevar por tus sentidos.

Me proteges cada día como
cordero tuyo, y yo me ocupo de tus
cosas alabándote todos los días,
simplemente, estando muy agradecido por qué tú te ocupas
de las mías

Eso tengo que vivirlo porque así me lo has pedido

*

Alfonso Olaz

21.07.2023

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Peregrinos de Emaús

Domingo, 18 de abril de 2021
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Señor Jesús, acuérdate
de esta pequeña casa, allí en Emaús,
y del fin del camino que conduce a ella cuando se viene de la carretera principal.
Acuérdate de aquellos a los que una tarde, abordaste allí,
acuérdate de sus corazones abatidos,
acuérdate de tus palabras que les abrasaron,
acuérdate del fuego en el hogar a cuyo lado te sentaste,
y de donde se levantaron transformados,
y de donde partieron hacia las proezas de amor…

Míranos.

Mira, todos somos peregrinos de Emaús,
somos todos los hombres que luchan en la oscuridad de la noche,
llenas de dudas después de los días malos.
Nosotros también somos los de los corazones cobardes.
Ven sobre nuestro camino, abrásanos el corazón a nosotros también.
Entra con nosotros a sentarte junto a nuestro fuego…
Y que exultando de alegría triunfal, a nuestra vez,
nos levantemos para saltar y revelar.

*

Abbé Pierre

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Arcabas-Emmaus

En aquel tiempo, los discípulos [de Emaús] contaban lo que les había ocurrido cuando iban de camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Estaban hablando de ello, cuando el mismo Jesús se presentó en medio y les dijo:

La paz esté con vosotros.

Aterrados y llenos de miedo, creían ver un fantasma.

Pero él les dijo:

¿De qué os asustáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior? Ved mis manos y mis pies; soy yo en persona. Tocadme y convenceos de que un fantasma no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.

Y dicho esto, les mostró las manos y los pies.

Pero como aún se resistían a creer, por la alegría y el asombro, les dijo:

¿Tenéis algo de comer?

Ellos le dieron un trozo de pescado asado. Él lo tomó y lo comió delante de ellos. Después les dijo:

Cuando aún estaba entre vosotros ya os dije que era necesario que se cumpliera todo lo escrito sobre mí en ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.

Entonces les abrió la inteligencia para que comprendieran las Escrituras y les dijo:

Estaba escrito que el Mesías tenía que morir y resucitar de entre los muertos al tercer día y que en su nombre se anunciará a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén, la conversión y el perdón de los pecados. Vosotros sois testigos de estas cosas.

 

 *
Lucas 24, 35-48
***

La paz no es una situación; ni siquiera un estado de ánimo, ni tampoco es, ciertamente, sólo una situación política; la Paz es Alguien. La paz es un nombre de Dios. Es su «nombre, que se acerca» (Is 30,27) y trae con él la bendición que funda la comunidad, que toca personalmente y reconcilia. La paz es Alguien, el Traspasado, que aparece en medio de nosotros y nos muestra sus manos y su costado diciendo: «La paz esté con vosotros».

La paz es verle a él: «¡Señor mío y Dios mío!» (Jn 20,28) y aceptar asimismo la muerte como algo que no puede ser separado de su amor. «El es nuestra paz. Paz para los que están cerca y para los que están lejos» (Ef 2,17). En este pasaje encontramos la identificación más fuerte de la paz con el nombre de Jesús.

«El ha hecho de los dos pueblos uno solo» (Ef 2,14). A partir de toda dualidad, desorden y separación, a partir de toda división, ha hecho el «Uno», ha fundado el Uno y «ha anulado la enemistad en su propia carne» (Ef 2,14). Quien por medio de la oración busca la paz con todo su corazón, busca a aquel que es la paz, en el único lugar en que se entregan la reconciliación, el perdón de los pecados y la paz: el lugar del sacrificio, el Gólgota, el Moria eterno.

*

B. Standaert,
Paz y Oración,
en G. Alberigo – E. Bianchi – C. M. Martini, La paz: don y profecía,
Magnano 19912, pp. 129s).

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(Imágenes de Jean-Marie Pirot, Arcabas)

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Señor, te digo:

Jueves, 7 de mayo de 2020
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Señor, te digo:

“Señor, que perecemos. Es plural. Y aquí es preciso que nos metamos con todos los que en el tercer mundo no solo corren peligro de perecer, sino que perecen de verdad: hambrunas, guerras, epidemias, refugio… Es que a veces solo le pedimos a Dios que llueva en mi finca. Pero es que hay otras muchas fincas sedientas y hay muchas personas hambrientas, con una enfermedad que se curaría simplemente con comida. Y ahí sí que tenemos el remedio en nuestras manos.

Yo no pido a Dios que quite el virus. Le pido que acertemos con la vacuna de esa y de otras enfermedades. Que las empresas farmacéuticas sirvan-sirvan- a todo el mundo. Que gastemos dinero en investigación para todos los males. No veo a un Dios que nos sane a nosotros y a otros millones de Hijos, no. Es momento de sentirnos hermanos de toda la humanidad. Y vivir la experiencia de clamar a Dios con confianza, pero sin esperar que Él lo resuelva.

Me siento como un niño en los brazos del Padre-Madre Dios. Y no le pido que me cure y que nos quite el coronavirus. Le pido algo tan grande como que Él me tenga en sus brazos. Un padre, una madre, que tiene al hijo pequeño con fiebre y no puede hacer nada más que tenerle en brazos. Eso me consuela.

Solidaridad y gratitud. Hay tantas personas que dedican su vida al servicio de los demás y quizás no se lo agradecemos o lo valoramos. Danos gratitud, agradecimiento, reconocimiento para todos esos servicios y en especial para los más humildes, pero necesarios… Danos, Señor, la actitud, el cariño. Hay ángeles humanos que están echando una gran mano a los que sufren. Pero parece que es preciso que toda la humanidad seamos ángeles de unión y servicio, no diablos de separación y enemistad.

No nos acordábamos de Dios, pero ahora ha surgido esta necesidad y nuestras súplicas son muy abundantes. Enséñanos a orar con el Padre nuestro y con nuestra implicación para que se realice eso que pedimos. Porque Dios no tiene otra manos que las mías. Y vamos a empezar por perdonar las deudas, también las económicas de todo tipo para que vivamos la alegría de que Dios nos perdona.

Cuando pase este virus, va a venir lo más difícil: Los problemas económicos y sobre todo, a ver si somos capaces de ser personas nuevas, solidarias, conscientes de nuestra debilidad y de la necesidad de los demás. Convierte, da la vuelta a nuestros pensamientos y corazones.

No te bajes de la cruz. Y enséñanos a estar ahí, en la cruz. No queramos que se pase y nos bajemos de los problemas sin vivirlos. Que ahí aprendamos a vivir con la cruz, ésta y las demás que nos llegan en la vida.

NO te pido estas cosas. Te pido tu Espíritu y me basta. Estas cosas solamente las comento contigo como con mi mejor amigo.

*

Gerardo Villar
Fe Adulta

Imagen Jim Ferringer

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Cantor

Viernes, 1 de febrero de 2019
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Del blog Nova Bella:

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Y canto,

y el canto me emborracha,

y olvido quién soy,

y te llamo amigo,

a ti que eres mi Señor”

*

Rabindranath Tagore

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Peregrinos de Emaús

Domingo, 15 de abril de 2018
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Del blog de la Communion Béthanie:

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Señor Jesús, acuérdate
de esta pequeña casa, allí en Emaús,
y del fin del camino que conduce a ella cuando se viene de la carretera principal.
Acuérdate de aquellos a los que una tarde, abordaste allí,
acuérdate de sus corazones abatidos,
acuérdate de tus palabras que les abrasaron,
acuérdate del fuego en el hogar a cuyo lado te sentaste,
y de donde se levantaron transformados,
y de donde partieron hacia las proezas de amor…

Míranos.

Mira, todos somos peregrinos de Emaús,
somos todos los hombres que luchan en la oscuridad de la noche,
llenas de dudas después de los días malos.
Nosotros también somos los de los corazones cobardes.
Ven sobre nuestro camino, abrásanos el corazón a nosotros también.
Entra con nosotros a sentarte junto a nuestro fuego…
Y que exultando de alegría triunfal, a nuestra vez,
nos levantemos para saltar y revelar.

*

Abbé Pierre

***

Arcabas-Emmaus

*

En aquel tiempo, los discípulos [de Emaús] contaban lo que les había ocurrido cuando iban de camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Estaban hablando de ello, cuando el mismo Jesús se presentó en medio y les dijo:

La paz esté con vosotros.

Aterrados y llenos de miedo, creían ver un fantasma.

Pero él les dijo:

¿De qué os asustáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior? Ved mis manos y mis pies; soy yo en persona. Tocadme y convenceos de que un fantasma no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.

Y dicho esto, les mostró las manos y los pies.

Pero como aún se resistían a creer, por la alegría y el asombro, les dijo:

¿Tenéis algo de comer?

Ellos le dieron un trozo de pescado asado. Él lo tomó y lo comió delante de ellos. Después les dijo:

Cuando aún estaba entre vosotros ya os dije que era necesario que se cumpliera todo lo escrito sobre mí en ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.

Entonces les abrió la inteligencia para que comprendieran las Escrituras y les dijo:

Estaba escrito que el Mesías tenía que morir y resucitar de entre los muertos al tercer día y que en su nombre se anunciará a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén, la conversión y el perdón de los pecados. Vosotros sois testigos de estas cosas.

 

 *
Lucas 24, 35-48
***

La paz no es una situación; ni siquiera un estado de ánimo, ni tampoco es, ciertamente, sólo una situación política; la Paz es Alguien. La paz es un nombre de Dios. Es su «nombre, que se acerca» (Is 30,27) y trae con él la bendición que funda la comunidad, que toca personalmente y reconcilia. La paz es Alguien, el Traspasado, que aparece en medio de nosotros y nos muestra sus manos y su costado diciendo: «La paz esté con vosotros».

La paz es verle a él: «¡Señor mío y Dios mío!» (Jn 20,28) y aceptar asimismo la muerte como algo que no puede ser separado de su amor. «El es nuestra paz. Paz para los que están cerca y para los que están lejos» (Ef 2,17). En este pasaje encontramos la identificación más fuerte de la paz con el nombre de Jesús.

«El ha hecho de los dos pueblos uno solo» (Ef 2,14). A partir de toda dualidad, desorden y separación, a partir de toda división, ha hecho el «Uno», ha fundado el Uno y «ha anulado la enemistad en su propia carne» (Ef 2,14). Quien por medio de la oración busca la paz con todo su corazón, busca a aquel que es la paz, en el único lugar en que se entregan la reconciliación, el perdón de los pecados y la paz: el lugar del sacrificio, el Gólgota, el Moria eterno.

*

B. Standaert,
Paz y Oración,
en G. Alberigo – E. Bianchi – C. M. Martini, La paz: don y profecía,
Magnano 19912, pp. 129s).

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(Imágenes de Jean-Marie Pirot, Arcabas)

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“Dejar espacio al señor”, por Carmen Barba Pérez.

Sábado, 16 de diciembre de 2017
Comentarios desactivados en “Dejar espacio al señor”, por Carmen Barba Pérez.

028“Sales al encuentro del que practica gozosamente la justicia y recuerda tus caminos” (Is 64,4)

Instituto Superior de Pastoral, 25 de noviembre de 2017

1. Introducción: una nueva oportunidad

Con la fiesta de Cristo Rey los cristianos terminamos el año litúrgico confesando a Jesús como el centro de nuestras vidas, como el eje sobre el que gira toda nuestra existencia, confesando –como nos ha recordado el Papa Francisco en el Mensaje con motivo de la primera Jornada mundial de los pobres– que “el inocente clavado en la cruz, pobre, desnudo y privado de todo, encarna y revela la plenitud del amor de Dios”1.

El Adviento nos abre las puertas de un nuevo año. Del mismo modo que el inicio de cada año natural se nos ofrece como una oportunidad, como una posibilidad abierta, para dar lo mejor de nosotros mismos en los 365 días que tenemos por delante…, así tendríamos que vivir el comienzo de cada año litúrgico que se no ofrece como novedad, oportunidad, nuevo comienzo…

Creo –es mi percepción, quizás equivocada– que los cristianos solemos caer en un error: considerar el año litúrgico como un “ciclo” como un tiempo circular que vuelve una y otra vez, sin cambio, repitiéndose monótonamente: otro Adviento, otra Navidad…, después vendrá otra Cuaresma, otra Pascua…, y así para volver a empezar.

Esta sensación de circularidad imprime monotonía y rutina y no se corresponde con lo que proclamamos como creyentes que es, justamente, lo contrario: domingo a domingo celebramos al Dios de la sorpresa, al Dios de la novedad, a Aquel que va siempre por delante, que no se repite, a Aquel que sostiene y empuja nuestra historia (personal, comunitaria, mundial, eclesial…), que nos interpela y compromete en la construcción del Reino, hasta que Jesús (el centro de nuestra vida) sea realmente todo en todos.

Nuestro caminar personal, familiar, social, histórico… es un caminar hacia delante, hacia lo mejor, hacia la superación constante…, es un caminar que se nos abre lleno de posibilidades, que nos debe ilusionar, que nos debe llenar de nuevas energías… porque Dios, que es novedad constante, lo impulsa desde dentro.

Creo que si miramos el nuevo año litúrgico desde esta perspectiva, seremos capaces de romper con la rutina para dejarnos sorprender, conmover y movilizar. Ya no será “otro Adviento más”, sino “un Adviento nuevo y distinto”; ni “una Navidad más”, sino “una Navidad nueva e inolvidable”…

Nuestra experiencia nos dice que todo comienzo pone en marcha nuevos resortes, nuevas actitudes. Voy a detenerme en cuatro movimientos a las que, expresamente, nos invita el Adviento y la Navidad.

2. Ponernos en marcha

2.1. Primer movimiento: despertar para servir

En los tiempos en que vivimos es urgente estar despiertos, vigilantes, atentos, en vela. Si vamos por la vida dormidos, distraídos, inconscientes… no tendremos el gozo y la oportunidad de descubrir la novedad que se nos ofrece. Si no estamos despiertos, pasarán este Adviento y esta Navidad, acabará el “cansancio” de estas fiestas y todo volverá a ser igual que antes “a la espera de otro Adviento”.

La Palabra de Dios insiste en la necesidad de despertar del sueño, de estar vigilantes. Se nos llama a “velar y orar porque no sabemos ni el día ni la hora”2. Estar despiertos y conscientes es la condición para acoger la permanente venida de Dios a nosotros, su constante adviento.

Es la actitud que descubriremos en los pastores de Belén, aquellos marginados de la historia que se mantenían despiertos y vigilantes en medio de la noche, con esa atención necesaria para poder percibir y acoger lo importante.

No se trata de un esfuerzo titánico y voluntarista sino de esa forma de ser y de vivir que se transforma en movimiento cotidiano de apertura, de disponibilidad, de acogida, de espera paciente y activa, porque como decía Simone Weil: «los bienes más preciados no deben ser buscados, sino esperados»3.

Estar despiertos, espabilarnos… equivale a caer en la cuenta de nuestra realidad y de la realidad de quienes nos rodean. Es descubrir que no estamos solos, que todos nos necesitamos, que nada ni nadie puede sernos indiferente porque “nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en el corazón del seguidor de Jesús”4. Se trata de vivir con consciencia nuestro día a día, poniendo lo mejor de nosotros mismos en lo cotidiano.

Estar despiertos es, en definitiva, sentirnos vivos, ponernos en marcha, salir de nuestras rutinas y hacer de nuestra vida un servicio, a pesar de la indiferencia o el escepticismo que podamos encontrar a nuestro alrededor.

Estar despiertos exige aprender a discernir los signos de los tiempos para reconocer la presencia de Dios y de su reino en los acontecimientos de la vida y actuar en consecuencia.

Una forma de vida despierta, atenta y vigilante, en servicio al otro, comporta superar el «no tengo tiempo» (para lo más valioso: la escucha de la Palabra, la oración-contemplación reposada, la dedicación a los demás) por el «aquí estoy». Supone una permanente atención para rechazar las “obras de la oscuridad” (apatía, comodidad, indiferencia, rutina, afán de protagonismo, hedonismo, corrupción de toda índole) y acoger “las armas de la luz” (paz, justicia, dignidad personal, derechos humanos para todos, compromiso en la transformación de la sociedad y construcción de unas redes sociales nuevas)5.

SÓLO DESPIERTOS PODEMOS ESCUCHAR CON PACIENCIA, SALIR CON PRONTITUD Y ACOGER CON TERNURA.

2.2. Segundo movimiento: escuchar para liberar

Despiertos y vigilantes ¿para qué? ¿con qué objetivo?

Despiertos, atentos y expectantes, con los ojos y los oídos bien abiertos para poder sacudirnos todo lo que nos embota y atonta y emprender la apasionante tarea de liberarnos y liberar.

El Adviento es una llamada a la libertad, a romper las ataduras de todo aquello que nos encierra, nos encoge, nos empequeñece como personas. Es una llamada a eliminar los obstáculos que nos incapacitan para recibir a Aquel que, estando ya en nuestras vidas, nos invita a dejarle espacio, a ensanchar nuestra tienda, la tienda de nuestro corazón, para ser cada vez más conscientes de su presencia.

Escuchar con todo nuestro ser es desprendernos de todo aquello que nos impide abrirnos a la novedad de Dios. Es reencontrarnos con nuestro yo más profundo, superar la locura en la que nos sumergimos tantas veces, salir de la instalación en la superficie de nuestro ser, de la reducción de nosotros mismos a lo que tenemos, a lo que hacemos, a las funciones que ejercemos, a la imagen que damos.

Abrirnos a la escucha que libera es abandonar todo aquello que nos hace ir demasiado deprisa, demasiado encerrados en nuestros pensamientos, ocupaciones y problemas. Es –como decía Dietrich Bonhoeffer– “permitir que [en medio del trajín cotidiano] Dios nos interrumpa. Constantemente Él se cruzará en nuestro camino y cancelará nuestros proyectos humanos enviándonos personas que vienen con sus propios reclamos y peticiones. Puede que, absortos en nuestras importantes ocupaciones diarias, pasemos de largo como hizo el sacerdote ante el hombre que había caído en mano de los ladrones… quizás también enfrascados en la lectura de la Biblia. De este modo pasamos de largo ante el signo que Dios ha erigido bien visible en nuestra vida para mostrarnos que lo que cuenta no es nuestro camino sino el suyo” 6.

Por eso el Adviento es una llamada a la “conversión”.

Pero ¡cuidado!, convertirse no se trata tanto de hacer un nuevo esfuerzo voluntarista por cambiar, cuanto de caer en la cuenta de que nuestra única tarea es vivir lo que ya somos: hijos e hijas de Dios Padre/Madre y, por tanto, hermanos y hermanas entre nosotros.

En Jesús, hecho niño en Belén, se nos da la oportunidad de redescubrir nuestra identidad más profunda y celebrarla con gozo. Él no sólo nos revela quién es Dios, sino que proclama quienes somos cada uno de nosotros. Por eso, desde la contemplación expectante y humilde del misterio de la Encarnación tenemos que aprender que mirar a Jesús es como mirarnos en un espejo.

Es necesario abrir el oído y escuchar para vivir con un corazón limpio y libre de falsas tradiciones el misterio al que nos acercamos con “temor y temblor”7 experimentando en el hondón del ser la grandeza a la que hemos sido llamados: somos hijos e hijas de Dios, aunque aún no se haya manifestado plenamente8.

Sólo descubriendo con asombro lo que somos por don y gracia nos abriremos a la libertad9 que necesitamos para dejar que algo nuevo brote en nuestras vidas. En la libertad y desde la libertad, la violencia se torna justicia, la intolerancia se transforma en paciencia y consuelo; el cansancio por la rutina deja paso a la alegría de la novedad; el deseo de venganza da espacio al perdón sin condiciones…

Despiertos y liberados podemos salir al encuentro de Aquel que nos quiere encontrar.

2.3. Tercer movimiento: salir para dejarse encontrar

Sabemos que la palabra «Adviento» significa literalmente «advenimiento», «venida», «llegada». Son cuatro semanas en las que Dios (el que viene, el que tiene la iniciativa) y nosotros (los que le esperamos) somos los protagonistas. Es decir, son cuatro semanas de “movimiento” porque se va a producir un “encuentro” que va a trastocar nuestra vida.

Dios viene, se hace presente… nosotros esperamos su venida, nos preparamos para ella. Pero nuestra espera no puede ser pasiva.

En realidad, si lo pensamos despacio ¿podemos hablar de la venida del Señor? ¿No es verdad que Dios está ya siempre presente en nosotros, puesto que si existimos es gracias a su presencia en lo más profundo de nuestro ser? ¿No afirmamos con san Pablo que «en él vivimos, nos movemos y existimos»10?

Y si esto es así (que lo es) entonces, ¿tiene sentido hablar de que Dios sale a nuestro encuentro, de que Él viene? ¿acaso se ha ido?

Si Él ya ha venido, si ya está con nosotros, entonces ¿a quién esperamos?

Responder a esta pregunta es importante en nuestro camino creyente, porque en el fondo cuestiona cómo vivimos la Navidad: ¿es un recuerdo de algo que se produjo de forma puntual en Belén hace más de 2000 años, o es una realidad que sigue aconteciendo de un modo nuevo y distinto en este 2017 para ti…, para mí…, para todos…?

Afirmamos que Dios viene, que sale a nuestro encuentro. Todos tenemos experiencia de que, cuando nos abrimos con un corazón creyente a lo que nos rodea, somos capaces de percibir la constante venida de Dios que se hace presente y activo en la creación, en la historia, en la sociedad y en la vida de las personas.

Siempre y en todo lugar podemos escuchar los pasos de nuestro Dios. Él viene y está presente en la luz y en las tinieblas, en el gozo y en el dolor, en el trabajo y en el descanso… En cada instante (como dice el profeta) se rasga el cielo y desciende el salvador11.

Él sale a nuestro encuentro de un modo total y permanente. Viene a nuestro mundo, a nuestra historia, a cada uno de nosotros… Se hace presente presencia.

Y puesto que Dios nos ha dado en Jesús todo lo que nos podía dar, somos nosotros los que debemos dejarle sitio12 allí donde quiere dejarse encontrar13. “Si realmente queremos encontrar a Cristo, es necesario que toquemos su cuerpo en el cuerpo llagado de los pobres […] en los rostros y en las personas de los hermanos más débiles”14: rostros “marcados por el dolor, la marginación, la opresión, la violencia, la tortura y el encarcelamiento, la guerra, la privación de la libertad y de la dignidad, por la ignorancia y el analfabetismo, por la emergencia sanitaria y la falta de trabajo, el tráfico de personas y la esclavitud, el exilio y la miseria, y por la migración forzada. La pobreza tiene el rostro de mujeres, hombres y niños explotados por viles intereses, pisoteados por la lógica perversa del poder y el dinero”15.

Él viene, sigue viniendo, sigue saliendo a nuestro encuentro, recordándonos que el camino del Reino se construye desde la práctica gozosa de la justicia16 porque es en estos hermanos nuestros, los más pequeños y desamparados donde Él se hace presente, donde Él se hace de nuevo Navidad. Leer más…

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“Uno sólo es vuestro Maestro: el Cristo”

Domingo, 5 de noviembre de 2017
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¿Quién es entonces el discípulo? Es aquel que sigue a Jesús yendo detrás de él, como se va detrás del Maestro, pero reconociendo en él a alguien que es mas que un Maestro y haciendo de él el único guía: “Uno sólo es vuestro Maestro: el Cristo” (Mt 23,10), porque es el Mesías mismo.

Esta relación no está fundada sobre la institución, sobre la doctrina, sino sobre la fe, sobre la adhesión a su persona.

Jesús se mostró como Rabbí, pero no porque es Rabbí hay que seguirle. Si no entendemos este punto discriminante, es inútil nuestro seguimiento: se transforma entonces para algunos sólo en un maestro Espiritual, en un hombre carismático para otros, un revolucionario para otros mas, y esto no basta para fundamentar la fe y hacer de nosotros unos creyentes. Estemos atentos: el cristianismo siempre ha tenido el grave peligro de entrever y a veces predicar el Jesús Rabbí en base a la actualidad encontrada en su enseñanza: ha salido así el Jesús socialista, el Jesús hippy, el Jesús gurú, el Jesús filántropo… Si esta lectura de Jesús se impusiera, seria el fin de la fe cristiana.

A los discípulos que le llamaban Maestro y Señor Jesús les dice que hacían bien, pero se presenta a ellos como Señor y Maestro (cf Jn 13,13ss).

Ante todo, kyrios, y, subordinado a esto, rabbí.

Si la “forma”, la condición, en que se presentó Jesús era la de un Rabbí, la percepción que de él tuvo la comunidad apostólica trascendió, fue mas alla de la Forma.

*

E. Bianchi,
Seguir a Jesús, el Señor, Narcea, Madrid 1982, 46-47;
traducción, Rita de Nardo.

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En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo

“En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros.

Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.”

*

Mateo 23,1-12

***

*

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Hablas del Señor

Sábado, 4 de noviembre de 2017
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Del blog Nova Bella:

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Pensad cuán poco sabréis aprovecharos

de las inspiraciones y hablas del Señor

(…)

cada palabra de El os durase para toda la vida,

sin ser menester decíroslo otra vez”

*

San Juan de Ávila

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Esperanza

Jueves, 3 de diciembre de 2015
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Puse mi esperanza en el Señor,
y él se inclinó
para escuchar mis gritos.

*

(Salmo  40:2)

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Haz, Señor

Martes, 10 de noviembre de 2015
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Del blog de la Communion Béthanie:

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“¿Qué quieres que haga por ti?
Preguntas al ciego, como si eso no fuera obvio.
“¡Señor, haz que vea! “.
No temas poner barro sobre mis ojos,
la noche en mi noche, para rasgar el velo que envuelve mi corazón.
Haz que vea como Tú ves.
Hazme llorar para ver más claro.
Haz que mi corazón sangre cuando otro sufre en silencio interior.
Haz que vea tu templo en el cuerpo de mi hermano.
Haz que yo vea temblar el cielo entero ante un hombren caído.
Haz que mire sin vergüenza ni confusión en el rostro la cruz donde te ofreces.
Haz que vea la tumba vacía.

*

Hermana Anne LECU

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Peregrinos de Emaús

Domingo, 19 de abril de 2015
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Del blog de la Communion Béthanie:

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Señor Jesús, acuérdate
de esta pequeña casa, allí en Emaús,
y del fin del camino que conduce a ella cuando se viene de la carretera principal.
Acuérdate de aquellos a los que una tarde, abordaste allí,
acuérdate de sus corazones abatidos,
acuérdate de tus palabras que les abrasaron,
acuérdate del fuego en el hogar a cuyo lado te sentaste,
y de donde se levantaron transformados,
y de donde partieron hacia las proezas de amor…

Míranos.

Mira, todos somos peregrinos de Emaús,
somos todos los hombres que luchan en la oscuridad de la noche,
llenas de dudas después de los días malos.
Nosotros también somos los de los corazones cobardes.
Ven sobre nuestro camino, abrásanos el corazón a nosotros también.
Entra con nosotros a sentarte junto a nuestro fuego…
Y que exultando de alegría triunfal, a nuestra vez,
nos levantemos para saltar y revelar.

*

Abbé Pierre

Arcabas-Emmaus

*

(Imágenes de Jean-Marie Pirot, Arcabas)

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“Maranatha”, por José Arregi.

Viernes, 12 de diciembre de 2014
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Ad4 Maranatha[1]Leído en su blog:

Tras la muerte de Jesús, el atrevido profeta judío de la compasión subversiva, las primeras comunidades cristianas de Palestina lo invocaban con esa palabra aramea formada de dos: “Marana, tha. Ven, Señor”. Y mientras repetían con ardor esta sencilla invocación, se les llenaba el pecho de consuelo y fortaleza para seguir esperando, practicando la esperanza, anticipando su cumplimiento.

Pensaban que Jesús, mártir de su bondad rebelde y sanadora, había sido arrebatado por Dios hasta el cielo junto a sí –esas cosas pensaban entonces– y que pronto, muy pronto, volvería del cielo a la tierra para cumplir de una vez para siempre aquella esperanza que había anunciado y que había sido la razón de su condena: el “reino de Dios” o la liberación de todos los seres, el fin de toda opresión, el levantamiento de todas las condenas, y una gran mesa compartida llena de pan y de vino.

Al retorno esperado de Jesús lo llamaron en griego Parusía o Epifanía, en latín Adventus. Son los términos –presencia, manifestación, venida– con que en el imperio romano designaban las raras visitas del emperador a alguna ciudad o rincón del imperio. Pero los cristianos invocaban a Jesús como el anti-emperador. Lo invocaban con el corazón y lo hacían presente en la vida. Todo se llenaba de luz y de presencia, transformándolo todo.

Nosotros no esperamos que Jesús vuelva, pues nunca se fue. Ni que venga del cielo, pues el cielo es en todas partes. Ni que Dios lo envíe, porque Dios es Todo en todo, o está en camino de serlo. Ya no podemos creer como ellos, pero amamos y confiamos como ellos.

Su mismo ardor nos inspira, su misma esperanza nos alienta. No habrá fin del mundo, pues el universo puede ser eterno. Pero hay un mundo que debe acabar: este mundo aplastado por Mamón, el Capital o el Mercado. Hay una eternidad que debemos inaugurar cada día, en cada instante: la eternidad de la vida buena, justa y dichosa. No es verdad que “hay lo que hay” . No nos harán creer que otro mundo no es posible. Esperar es transformar este mundo en otro mundo humano, fraterno, y mucho más feliz. Esperar es reformar lo que impide vivir, como respirar es nutrir todas las células del cuerpo. Si esperamos, podemos. Maranatha.

Todo es permanente Adviento, transformación, movimiento. Espacio en expansión, galaxias inmensas, estrellas que parecen tan quietas, planetas, aire y fuego, nubes y mares, moléculas, átomos y electrones, partículas y ondas y todo lo que no conocemos, que es casi todo… ¿Qué es lo que mueve esa energía que lo mueve todo, sino el santo Espíritu, impulso viviente de toda la santa materia espiritual? ¿Qué es Dios sino este Adviento y Presencia que es y que viene, Calma viviente, Corazón latiente en el que somos y respiramos?

Respiremos. Maranatha. Hoy empezamos los cristianos cuatro semanas que llamamos de “Adviento”.

Hacemos nuestros los anuncios y figuras de los profetas de Israel. Más allá de creencias y ritos, vamos en busca del glorioso advenimiento de un mundo nuevo. Que todos los seres humanos, del norte y del sur, caminemos unidos, sintiéndonos hermanos de todos los seres. Que ningún ser humano sea aplastado, tampoco un gusanillo. Que no alce la espada pueblo contra pueblo, que nadie se adiestre para la guerra. Que la tierra sea lavada de la sangre inocente derramada, y habite el lobo con el cordero.

Que la justicia sea el árbitro de las naciones, que ningún pobre sea vendido por un par de sandalias, que no haya daño ni estrago en la tierra. Que la bondad nos conmueva más que ninguna amenaza, que miremos la herida más que la culpe, y la mirada cure al herido, transforme al violento, convierta al corrupto. Que la justicie llene la tierra como las aguas colman el mar. Que la justicia y la paz se besen.

El tiempo urge, pero la paz nos sostiene, a la vez que nos empuja. La paz contigo, hermana. Y contigo, hermano. Maranatha. El mundo que esperamos está viniendo, es adviento. Paso a paso, latido a latido lo hacemos llegar.

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Alabanza.

Domingo, 20 de julio de 2014
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Estemos trabajando, en paro o de vacaciones… No dejemos de alabar al Señor.

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 ¿Cómo podré pagar al Señor
todo el bien que me ha hecho?

¡Levantaré la copa de la salvación
e invocaré su nombre!

Cumpliré mis promesas al Señor
en presencia de todo su pueblo.

Mucho le cuesta al Señor
ver morir a los que le aman.

¡Oh Señor, yo soy tu siervo!,
¡soy el hijo de tu sierva!

Tú has roto los lazos que me ataban.

En gratitud, te ofreceré sacrificios,
e invocaré, Señor, tu nombre.

Cumpliré mis promesas al Señor
en presencia de todo su pueblo,
en los atrios del templo del Señor,
¡en medio de ti, Jerusalén!

¡Aleluya!

*
Salmo115 (116) 12-13, 14-17, 18-19

***

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Impón silencio en mi oración.

Jueves, 5 de junio de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

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Tómame, Señor, en la riqueza divina de tu silencio,
plenitud capaz de colmar todo en mi alma.

Haz callar en mí lo que no seas tú,
lo que no sea tu presencia toda pura,
toda solitaria, toda apacible.!

Impón silencio a mis deseos,
a mis caprichos, a mis sueños de evasión,
a la violencia de mis pasiones.

Cubre por el silencio la voz
de mis reivindicaciones, de mis llantos.

Impregna de tu silencio
mi naturaleza demasiado impaciente por hablar,
demasiado inclinada a la acción exterior y ruidosa.

Impón tu silencio en mi oración,
para que sea puro impulso hacia ti.

Haz descender tu silencio
hasta el fondo de mi ser,
y haz subir este silencio
hacia ti, en homenaje de amor!

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Tu dulzura.

Domingo, 26 de enero de 2014

Del blog de la Communion Béthanie:

Dame, Señor, la dulzura.

Esta cualidad que conoces por tu corazón.

La necesito para mí como para los demás.

Porque demasiado a menudo, me pongo nervioso.

Es mi naturaleza.

Dame esta dulzura.

Cuando me haya impregnado de ella, creo que romperé a hablar de nuevo.

Por el momento, grito, me enfado y pierdo paciencia.

¿ Por qué tanta insolencia?

Tu dulzura, Señor, no es una cualidad.

Es la misma expresión de tu Ser.

Tú que miras las cosas de verdad, puedes ayudarme a transformarme.

Tu dulzura en mi cuerpo, es el principio de la felicidad.

*
Daniel Federspiel, sdb
(Salesianos de Don Bosco)

***

Especialmente dedicado a nuestro querido hermano Álamo… él sabe por qué…

***

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