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“Instrucción Cor Orans”, por Anna Seguí.

Miércoles, 1 de agosto de 2018
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carta-escri8 junio, 2018

Queridísima Mara: Recibí tu correo preguntándome cómo me había sentido con la nueva Instrucción -Cor Orans-, que nos ha mandado el Vaticano y qué me ha parecido. A decir verdad, cada uno reaccionamos según somos, y yo, ya sabes, pasión y fuego. Y ante este documento, lo que siento es sublevación, viendo que se nos trata como a menores de edad, quedando de manifiesto que las mujeres en la Iglesia seguimos siendo personas de segunda categoría.

La Instrucción es control subyugante a las monjas de vida monástica-contemplativa. Me subleva sobre todo la imposición de un asistente, ajeno a nuestra vida, que sea sacerdote, no puede ser mujer, para que tenga presencia en todas nuestras reuniones y encuentros federales, tome nota de todo y sea él quien informe al Vaticano de cuánto hacemos, decidimos y vivimos. Esto deja al margen a la presidenta, como si ella -por ser mujer-, no pueda dar razón ante el Vaticano y dondequiera que sea, de nuestra actividad y vida. Nos obligan a nosotras mujeres, no obligan a los varones monjes a tener un asistente. Una Constitución y una Instrucción para nosotras, no para ellos.

En fin, lo que me toca en este momento de convulsión interior, es entrar en mi cueva orante y serenarme a fuerza de oración y espera. Dejar que pase el huracán, el fuego, el terremoto, hasta el silbo suave y delicado del Amado, que me ayude a integrar esta injusticia hacia nosotras. Integrar sí, pero no silenciar esta injusticia, porque estas maneras impositivas no son evangélicas, el Evangelio defiende lo más libre y humano.

La verdad es que tengo pena por aquellos que lo han dispuesto y elaborado de esta manera, porque tenían la posibilidad de mostrar su adhesión al Papa, haciendo efectiva su fidelidad al pensamiento y magisterio que viene señalando sobre las mujeres, y han discrepado totalmente, prescindiendo de su posicionamiento hacia nosotras. Una Instrucción agarrada a la ley y poco evangélica, obsoleta para este momento de nuestra historia y su porvenir. Un documento obsesivo con la clausura, la nombra 77 veces, la oración solo 22. En fin, esto nos han impuesto sin poder hacer nada para quitarnos este yugo. Una Instrucción que podría haber sido elaborada desde presupuestos más evangélicos, con misericordia, bondad, belleza y con alegría como corresponde a todo lo evangélico, mostrando plena comunión y simpatía hacia nosotras. Lamentablemente el resultado final es imposición, control, avasallando la más elemental dignidad humana de la libertad. Porque lo que las mujeres hemos de vivir, las mujeres lo hemos de decidir, no los prelados eclesiásticos.

Solo añadir que, esta Instrucción viene de lejos, porque en el año 2012 ya nos mandaron un decreto en el que intentaron imponer la figura del asistente como obligatoria. Luego, al dimitir Benedicto XVI y con el nuevo Papa Francisco, con sus aires más renovadores, aquello quedó olvidado; pero está claro que ellos no lo olvidaron y finalmente se han salido con la suya, imponiendo la obligatoriedad del asistente para todas las federaciones del mundo. Uniformidad total, ninguna acogida a la pluralidad. Parece que, más que la misericordia, prevalece la ley.

Bien, Mara, no me alargo más, solo decirte que, en aquella ocasión del decreto del 2012, escribí al cardenal Joao Braz, prefecto de la Sagrada Congregación y le expresé el desagrado que sentía ante la falta de libertad para las mujeres monjas. No recibí ni acuse de recibo. La verdad, Mara, ¿a qué tanta Constitución, tanta Instrucción, tanta obligatoriedad para unas mujeres que lo único que pretendemos es vivir una sencilla vida para el Evangelio desde nuestros puestos orantes? Con el Evangelio y las Constituciones de la Orden vamos más que servidas. A qué añadir mil documentos más, ¡qué asfixia, qué impertinencia, qué desagradable!

Mi impulso, siempre primario, sería irme, dejarlo todo, alejarme para no pertenecer a una institución que así nos trata. Pero sé que estos impulsos los debo orar y frenar ante Dios, ser humilde y seguir junto a mis hermanas haciendo verdad una vida para el Evangelio, sirviendo, amando, orando. Pero con Teresa de Jesús expreso este lamento: “Pues no sois Vos, Criador mío, desagradecido para que piense yo daréis menos de lo que os suplican, sino mucho más; ni aborrecisteis, Señor de mi alma, cuando andabais por el mundo, las mujeres, antes las favorecisteis siempre con mucha piedad y hallasteis en ellas tanto amor y más fe que en los hombres/ que no hagamos cosa que valga nada por Vos en público, ni osemos hablar algunas verdades que lloramos en secreto, sino que no nos habíais de oír petición tan justa; no lo creo yo, Señor, de vuestra bondad y justicia que sois justo juez y no como los jueces del mundo, que como son hijos de Adán, y, en fin, todos varones, no hay virtud de mujer que no tengan por sospechosa/ Veo los tiempos de manera que no es razón desechar ánimos virtuosos y fuertes, aunque sean de mujeres. Cuando os pidiéremos honras, no nos oigáis, Señor mío, o dineros, o cosa que sepa a mundo; mas para honra de vuestro Hijo, ¿por qué no habéis de oír, Padre Eterno, a quien perdería mil honras y mil vidas por Vos?”  (CE 4,1). Y orar por los  que ostentan cargos de autoridad, sean religiosos o políticos, para que el Espíritu Santo les conceda mentes airosas, sabiduría del Evangelio y corazones generosos, capaces de disfrutar regalando libertades y no recortándolas.

Te escribiré pronto para mandarte la carta que entonces escribí al cardenal Joao Braz, quiero que conozcas su contenido, que sería el mismo que utilizaría si le escribiera en este momento. Yo espero que las comunidades nos manifestemos de alguna manera ante esa realidad. Hay mucho descontento con la frustrante Instrucción. Lo que desearía y propondría es que fuésemos capaces de apelar al Papa y que nos libre él de esta imposición poco afín a sus criterios como Papa. De mí, también daría comienzo a una actitud de desobediencia responsable, ante lo que creo una auténtica injusticia. Jesús no trató así a las mujeres, las trató con mucho cariño y las favoreció siempre.

Mara, acoge este desahogo en tu oración y comprensión, lo necesito, porque mi momento es delicado por hartazgo y desencanto, espero superar la prueba con la gracia de Dios que nunca falta. Un abrazo y hasta pronto.

Nura. Publicado en el Blog de Anna Seguí (ocd, orden carmelita descalza): https://aventurarlavida.wordpress.com

Vía Fe Adulta

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‘Mejor será que hilen’

Martes, 30 de enero de 2018
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9788428553957-1Ecos bíblicos en el Camino de Perfección de Santa Teresa
Mª del Pilar Huerta, Carmelita Descalza,
Toro (Zamora)

ECLESALIA. 15/01/18.- Si recordáis en el año del V Centenario de Santa Teresa os presenté mi primer  libro: “El Telar de la Palabra. Ecos bíblicos en la autobiografía teresiana” (ECLESALIA, 21/10/13). Ahora en el Año Jubilar Teresiano (2017-2018), tengo la alegría de presentaros mi nuevo libro: Mejor será que hilen. Ecos bíblicos en el Camino de perfección de Santa Teresa. Publicado por la editorial San Pablo.

Y comienzo tomando algunas de las palabras que la escritora Espido Freire pone en el prólogo: “¿Qué puede decirse nuevo, a estas alturas de Teresa de Jesús, esa misteriosa monja abulense, esa mujer molesta en su época (y en muchas otras), esa escritora apasionada, esa enferma crónica, esa mística entre dogmáticos, esa religiosa reformista, ese símbolo de una época y una forma de vida? ¿Ha quedado algo aún por analizar tras el V Centenario?”

La misma Espido Freire responde: “Pilar Huerta Román demuestra que sí. Pilar, nos acerca más allá del envejecimiento del lenguaje, de la distancia histórica y de una experiencia intimísima, qué hay en sus palabras y en sus enseñanzas”.

Mejor será que hilen, hilvana las Sagradas Escrituras y El Camino de perfección de Santa Teresa. No olvidemos que esta obra fue escrita en un momento en el que no era bien visto que las mujeres se dedicaran a la oración mental, de hecho el Camino recoge en sus páginas algunas frases que decían quienes se oponían a que las mujeres hicieran oración, entre ellas la que he elegido para título de este libro: “Mejor será que hilen”.

Y lo he hecho así porque considero que con mi trabajo estoy dando respuesta al deseo de tantas mujeres que aún en nuestros días siguen siendo marginadas fuera y dentro de la Iglesia. En mi caso, la acción literaria de hilar y posteriormente la de tejer, con los hilos de oro de la Sagrada Escritura y de Teresa de Jesús, me ha llevado a descubrir (a propósito de la intuición de la Santa sobre el Padrenuestro), que nada ni nadie puede quitar o añadir un ápice a la dignidad femenina. Esta oración es la verdadera “carta de los derechos humanos” presentada al Padre, que por serlo, nos hace a todos iguales, hijos en el Hijo, herederos por igual de este fantástico título”.

Por otra parte, el título de este nuevo libro, guarda cierta relación con mi primer libro, El telar de la Palabra, al que ya me he referido. En ambos nos movemos con las metáforas o imágenes de las telas y los hilos, y se mantiene una cierta continuidad al utilizar el mismo género y los mismos materiales. Ya pueden estar contentos aquellosteólogos letrados del tiempo de Teresa; su deseo, al cabo del tiempo, se ha visto cumplido… ¡aunque en un sentido muy diferente al que ellos pedían!

Me produce una gran satisfacción esta delicada labor de ir cosiendo, hilando, tejiendo la Sagrada Escritura con los escritos de Teresa, puesto que desde hace tiempo vengo comprobando el parecido o sintonía que se da entre ambos. Pero además, en esta ocasión he tenido la oportunidad de ver cómo esto mismo le ocurrió a Teresa. Tenemos la suerte de saber lo infinitamente feliz que le hizo escuchar un halago de algunos hombres importantes o significativos de su tiempo, porque ella misma muy contenta se lo comunica a su amigo Diego de Yepes: “Algunos hombres graves dicen que parece Sagrada Escritura”. Solamente cabe añadir que yo extiendo la afirmación de estos hombres graves como referida no solo al Camino de Perfección, sino al conjunto de los escritos de Teresa.

He dividido mi obra en 4 grandes partes con los siguientes títulos:

1. PASION POR LA IGLESIA (1-3).
2. LO QUE EL SEÑOR DESEA DE TI: AMOR, DESASIMIENTO Y HUMILDAD (4-16).
3. LA ORACIÓN FILIAL (17-26).
4. Al HILO DEL PADRENUESTRO (27-42).

Cada uno de estos capítulos va dividido a su vez en subtítulos, la mayoría de ellos bíblicos, que responden al contenido enunciado.

Solo me queda animaros a leer el libro en este Año Jubilar Teresiano, y si es posible pediros que animéis a otros a que lo hagan.

Termino con unas palabras de Espido Freire y un deseo mío:

“Un camino tiene sentido si se abre para muchos, si desbroza una senda para quienes vendrán después. El camino de Teresa continúa abierto, pero necesita, de vez en cuando, que alguien pode algunas zarzas: ningún camino que merezca la pena se completa sin esfuerzo. Para quienes se aproximen por primera vez a las palabras teresianas, el libro de Pilar será un bastón en el que pueden apoyarse, una guía para principiantes. Pondrá en relación textos muchas veces leídos, y otros que han quedado olvidados en oficios, pero que laten bajo las frases de Teresa.

Para quienes nos hemos adentrado ya en las palabras de Teresa, encontramos matices que no hubiéramos visto ni se nos hubieran ocurrido, y una mirada docta y cómplice, dulce y rigurosa, a la que se escapa poco. Una visión que no deja fuera la complicidad femenina, que muchas veces se añora en los estudios teresianos”.

Y yo añado: «Si en mi primer libro, mostré mi deseo de que llegarais cuanto antes a entrar en una tierra que mana leche y miel, ahora mi deseo es que caminéis sin desanimaros hasta llegar a esta fuente de agua viva que desde el principio nos está esperando, para engolfaros y daros abundosamente de beber: Oíd, sedientos todos, acudid por agua (Is 55, 1)»

Para más informaciónwww.sanpablo.es

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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“Ideología de género”, por José Arregi

Lunes, 9 de noviembre de 2015
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la_ideologia_de_genero_bigDel blog de José Arregi:

La ideología de género se ha convertido en objeto preferente de denuncia por parte de algunos obispos. Entre ellos destaca Mons. Munilla, obispo de San Sebastián, que no duda en presentarla como “metástasis del marxismo”, para igual asombro de marxistas y no marxistas que saben algo del asunto. Ha sido diseñada, sostiene, para destruir la familia y arruinar el alma de Occidente. Y, citando a Santa Teresa que calificó de “tiempos recios” la época que le tocó vivir, llama a los cristianos a afrontar con ánimo martirial los tiempos actuales en los que son perseguidos el bien y la verdad y quienes los defienden.

Clarifiquemos los términos. Según la Organización Mundial de la Salud –lo puedes encontrar en Wikipedia–, el término “género” significa algo tan simple como “los roles socialmente construidos, comportamientos, actividades y atributos que una sociedad considera como apropiados para hombres y mujeres”. ¿Será que también la OMS está afectada por esa perniciosa metástasis del marxismo? Seamos razonables.

Con el sexo se nace: soy hombre o mujer (aunque hay veces en que ni eso es tan claro); el género se construye, y depende en buena parte de lo que en una cultura determinada significa “ser hombre”, “ser mujer”. En cuanto a la “identidad de género” (me siento varón o mujer), depende tanto del sexo como del género, así como también de ese mundo insondable de nuestra psicología personal, maravillosa y frágil. El sexo es naturaleza y el género es cultura, pero existe una infinita red de interrelaciones entre ellas. No existen ni la pura naturaleza ni la pura cultura. Nada está cerrado. Todo está infinitamente abierto, y todo necesita cuidado, y un infinito respeto. Y siempre debemos empezar por acoger, más aun, por reconocer lo que es cada ser, cada persona, con su historia, su gracia, sus heridas. ¿Quién soy yo para dictar a nadie lo que debe ser, cómo debe sentirse o cómo debe amar, en nombre de una naturaleza cerrada que no existe, o en nombre de un “Dios” legislador exterior y patriarcal que tampoco existe?

El género –el papel culturalmente asignado al varón o a la mujer– se convierte en ideología perniciosa cuando establece relaciones de sumisión, y las religiones cargan con una grave responsabilidad histórica por ello. La ideología de género, como todas las ideologías, se halla siempre, consciente o inconscientemente, al servicio de una trama de intereses, y no pocas veces recurre a la religión para legitimarlos y legitimarse, para perpetuarse en el poder.

Basta, para ilustrarlo, con mencionar algunos textos bíblicos sobre la mujer. En el libro del Génesis, dice Dios a la mujer: Tendrás ansia de tu marido y él te dominará. No es Dios quien habla, sino quien lo escribió y la cultura patriarcal de la que depende: ideología de género. Contra lo que piensan quienes tanto la fustigan, la ideología de género no es un engendro de nuestros tiempos, matriz de todos los males de una sociedad hedonista, materialista y relativista, etc. Viene de muy lejos, y predomina en la Biblia. En el libro del Levítico se dice: “La mujer que conciba y dé a luz un varón quedará impura durante siete días, y si diera a luz una niña, quedará impura durante dos semanas, como cuando tiene la menstruación”. En el libro de Qohelet o Eclesiastés leemos estas terribles frases que me duele transcribir: La mujer es más amarga que la muerte, porque es una trampa; su corazón es un lazo y sus brazos cadenas”. “Entre mil se puede encontrar un hombre cabal, pero mujer cabal, ni una entre todas”.

San Pablo, que escribió en la Carta a los Gálatas aquello tan innovador de que “en Cristo ya no hay distinción entre varón y mujer”, en la primera Carta a los Corintios escribe, sin embargo, que “la cabeza de la mujer es el varón” y que “no procede el varón de la mujer, sino la mujer del varón, ni fue creado el varón por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón”, que, en consecuencia, “la mujer debe llevar sobre su cabeza una señal de sujeción” y que “no es decoroso que la mujer tome la palabra en la iglesia”. Y en la Carta a los Efesios, que no es de Pablo, se dice: Mujeres, someteos a vuestros maridos”.

La mujer impura, la mujer tentadora, la mujer sometida. ¿Palabra de Dios? No. Pura y dura ideología de género, humillante para la mujer tratada como inferior, degradante para el varón convertido en déspota. Liberar al Espíritu de la prisión de esa letra bíblica es la única manera de ser fieles a la Biblia. Seguir aferrados a “lo que está escrito” hace miles de años es seguir ahogando la vida. Es lo que hizo, por ejemplo, San Pío XI cuando, en 1930, condenó a quienes ponían en tela de juicio la “obediencia de la mujer al marido” o defendían que las mujeres pudiesen “tener libremente sus propios negocios”. Ideología de género con argumentos “teológicos”. El daño que ha hecho y sigue haciendo a la mujer, al homosexual, al transexual, al bisexual…, tratados como pervertidos cuando no como perversos en nombre de la “naturaleza” o de “Dios”, es espantoso.

Hoy condenarían –sin saber lo que hacen– por ideología de género a Santa Teresa, que hace 500 años, y refiriéndose a los inquisidores, escribió en su Camino de Perfección (aunque luego, por precaución, lo borró hasta hacerlo ilegible, pero hoy se puede leer): “Como son hijos de Adán y, en fin, todos varones, no hay virtud de mujer que no tengan por sospechosa”. Lo que hacía justamente era denunciar su ideología de género. Y, por cierto, cuando Santa Teresa hablaba de “tiempos recios”, no hablaba de los enemigos de la fe y de la Iglesia, sino de los eclesiásticos inquisidores. La historia se repite.

No repitamos la historia. Seamos naturaleza viviente y creadora. Seamos Iglesia compañera, Iglesia liberadora, Iglesia sanadora. Iglesia de Jesús.

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“¿Contemplación?”, por José Arregi

Jueves, 1 de octubre de 2015
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201301081331169d2d6cLeído en su blog:

Estos nuestros tiempos convulsos ¿son tiempos para invitar a la contemplación? Sostengo que sí. Pero “contemplar” tiene muy poco que ver con estarse mirando algo ociosamente con la mirada vaga, y no tiene que ver más con un tranquilo monasterio que con el trajín de la ciudad, ni con la vida retirada más que con la vida en la brecha.

Las palabras tienen su historia, nuestra historia, con sus tribulaciones y búsquedas. El término latino contemplare significaba originariamente la observación del vuelo de las aves en el cielo por parte de los augures o adivinos de oficio; lo hacían desde el templum, un espacio delimitado pero abierto en el campo o en el bosque. Creían que el futuro estaba decidido por los dioses o por el Destino (Fatum, Moira) y se podía descifrar mirando, entre otras cosas, el vuelo de las aves. Luego cerraron los templos, espacios abiertos a la intemperie, con piedras, leyes y miedos. El templo se convirtió en morada de “Dios” o de los dioses, en edificio sagrado separado del mundo profano. La contemplación se separó de las tareas de la vida, se contrapuso a la acción y se convirtió en cosa de especialistas: augures, sacerdotes o monjes.

Dejemos a un lado esas derivas y devolvamos al término su plenitud de sentido. Reinventemos la contemplación. Aprendamos a mirar el cielo y la tierra, lo invisible en lo visible, lo posible en lo real. Advirtamos las amenazas y las oportunidades del mundo en que vivimos. Miremos en el presente las señales de otro futuro mejor, para hacerlo real. Abramos los ojos, no sea que merezcamos el reproche del profeta Isaías, que el profeta Jesús hizo suyo: “Por mucho que miran, no ven; por más que oyen, no comprenden”. Abramos los ojos de fuera y de dentro, hasta que veamos que no hay ni fuera ni dentro, hasta que descubramos con claridad meridiana que todos los seres compartimos la misma luz y la misma noche, hasta que el dolor de los demás transforme nuestra mirada, hasta que nuestra mirada se vuelva transformadora.

Contemplar es ver lo invisible. Desde hace pocos años sabemos que la materia-energía física observada en el universo con los aparatos más sofisticados solo constituye aproximadamente un 4% de la materia-energía existentes: el resto está compuesto por materia oscura (22 %) y energía oscura (74 %), desconocida. Si no hubiera más materia que la observada –que me perdonen los físicos este torpe lenguaje–, las estrellas y las galaxias no se atraerían como se atraen; y si, por el contrario, no hubiera más energía que la observada, las galaxias no se expandirían como se expanden. Por lo demás, la materia es en el fondo energía, que nadie sabe lo que es, ni de dónde ni por qué. Pero es. Y es como una metáfora del misterio de cuanto es. Lo esencial es invisible. Lo invisible es lo esencial. Contempla el Misterio invisible en todo lo que ves, con ojos nuevos. “Dichosos vuestros ojos porque ven”, dijo Jesús a sus discípulas y discípulos.

Contemplar es atender. Atender es mirar y vivir con atención. Atender es dejar que el Misterio de la realidad se revele plenamente en todo cuanto es: en la hoja que cae, en el vuelo del pájaro, en el clamor de los refugiados en nuestras fronteras. Atender es hacer silencio, calmar emociones, liberarse de apegos, de saberes, creencias y esquemas mentales. Atender es ver a Dios en cada ser, el Todo en cada parte, y sentirse uno con todos los seres. Atender es dejarse acoger en el Corazón bueno de todo, y acogerlo todo con buen corazón. Atender es sintonizar, simpatizar, compadecerse y cuidar al herido. Atender es mirar la realidad con lucidez y con entrañas, y así recrearla. Somos lo que vemos, y somos igualmente lo que la mirada de los otros hace que seamos. Nuestros ojos, cuando miran, son capaces de hacer que todo sea bueno, o un poco mejor. Como Dios en el Génesis: “Miró Dios y vio que todo era bueno”. Atender es crear. Atender es vivir o ser en plenitud, simplemente SER uno con Todo, con Dios, ser pura relación de consideración, miramiento, respeto de la inagotable diversidad de lo que es, más allá de toda palabra e imagen que define, limita, divide, que nos encierra, estrecha, angustia.

Y eso es contemplar. A esa contemplación se han referido todas las tradiciones místicas como culminación de todas las formas de oración y de todos los caminos de realización humana, espiritual y física inseparablemente. En la tradición monástica cristiana, a la lectio (lectura) sigue la oratio (oración vocal), a la oratio sigue la meditatio (reflexión mental y cordial), y a la meditatio sigue la contemplatio, “engolfarse en Dios”, que diría Santa Teresa, lo mismo en el coro que entre pucheros.

Una contemplación que no se traduzca en compasión y compromiso, que no sea creadora, no es verdadera contemplación. Un compromiso militante que no se inspira en la mirada contemplativa (no digo religiosa), no es libre ni liberador, no crea. Donde se da lo uno se da lo otro, y donde falta lo uno falta lo otro. Nuestra sociedad necesita contemplativos por la misma razón por la que necesita militantes, y necesita militantes por la misma razón por la que necesita contemplativos. ¿Cuál es la razón? Que un mundo todavía invisible ha de hacerse realidad.

(Publicado en DEIA y en los diarios del Grupo Noticias el 20 de Septiembre de 2015)

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“No somos ángeles; tenemos cuerpo”, decía Santa Teresa.

Lunes, 4 de mayo de 2015
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obispo--575x323Así… con la mano en la boca nos gustaría ver más a este personaje… Y leemos un  buen artículo del blog de Juan Rubio A ras del suelo acerca de la última astracanada del obispo de San Sebastián:

 Munilla, el sucesor del P. Loring

“Monseñor Munilla se ha vuelto el cancerbero de la cárcel del alma”

“Famoso por sugerir a los teólogos que estudiaran la posibilidad de comer y beber el cuerpo y la sangre de María, como lo hacemos con Jesucristo en la Eucaristía”

Al P. Loring, ( 1921-2013), le ha salido sucesor. El famoso y televisivo jesuita, viejo estudiante de los marianistas en el Colegio del Pilar de Madrid, dedicó su vida entera, pluma en ristre, a “dejar las cosas claras” en lo que a sexo se refiere. Lo hizo en el libro “Para salvarte”, que tenía una edición para hombres “Para salvarte (él)”, en azul: y “Para salvarte (ella)” en rojo. Al final, tijera en mano, cuando apareció el Catecismo de la Iglesia Católica, hizo uno solo Para salvarte” y con portada en rojo (por lo del infierno, supongo; y dejó el azul. Según cuentan las estadísticas, el libro se vendió un millón de ejemplares y América Latina se llenó de sus “sabias enseñanzas” porque en España la gente ya sabía el mal que habían hecho aquellos libros en el alma de muchos jóvenes que desertaron de la Iglesia o empezaron a vivir su esquizofrenia cristiana, con doble vida moral: la que hay y la que decía el P. Loring. Habría un día que estudiar el mal que han hecho tantos libros a la larga, no condenados y el bien de otros condenados y llevados a la hoguera.

Pero esta vez, la mano que escribe es de alguien con mitra y báculo, es decir con patente de corso en los predios del magisterio ordinario episcopal. José Antonio Munilla, preclaro obispo de San Sebastián, famoso entre otras cosas por sugerir a los teólogos que estudiaran la posibilidad de comer y beber el cuerpo y la sangre de María, como lo hacemos con Jesucristo en la Eucaristía. Y para colmo, decirlo en un plató televisivo ante preguntas de adolescentes y niños. Una cosa es guardar el deposito de la fe y otra , bien distinta, embarrarlo.

Pues ese mismo prelado donostiarra, acaba de publicar un libro que, a buen seguro , se venderá como rosquillas como el del jesuita que a tantos jóvenes mantuvo encerrados en el dolor y el sufrimiento silencioso. Decía Santa Teresa en el Libro de la Vida “ Nosotros no somos ángeles, sino tenemos cuerpo”. (Gracias a Dios a la santa inquieta y andariega se han acercado otras miradas como Espido Freire o Julia Kristeva, entre otras admiradoras con sentido común)

Monseñor Munilla se ha vuelto el cancerbero de la cárcel del alma. Y vuelve la burra al trigo, sin que nadie se ocupe de llamarle la atención ni hacer autos de fe como se le han hecho a un clérigo de su propia diócesis por la simple razón de ayudar a la gente a conocer a Jesús.

El obispo de San Sebastián, se ha lanzado al ruedo como un buen torero, desafiando al morlaco. No se trata de llamar al pan, pan y al vino, vino; sino convertirse en el hazmerreir del respetable. Si uso la jerga taurina es porque así él la usó conmigo varias veces con pitos y otras con ovaciones.

Cuanto se dice en el libro no es propio de toreo de salón, sino de plaza de toros de tercera. No va contra la doctrina de la Iglesia, pero la rebaja en el lenguaje al paroxismo verbal capaz de herir y no sanar. Olvida Munilla que “ el lenguaje es sangre”. El libro se llama “Sexo con alma y cuerpo” y quizás sea esta una de las frases que lo resumen y que podrían ponerse en la contraportada:

La cultura del rollo, como se llama popularmente, de que ‘cada fin de semana me enrollo con uno o con otro’, genera muchas heridas y nos acostumbra a ser utilizados y a utilizar a los demás (…) Divertirse en clave de ‘lío’ es como ‘ir a buscar cacho’. ¿Cacho de qué? ¿De chorizo? ¿De morcilla? ¿De butifarra? (…) “El ‘lío’ es como la comida basura: uno reconoce que no es buena para la salud, pero está rica, es barata y casi siempre apetece (…) Es muy distinto el placer que se obtiene de una relación sexual sin amor del de otra relación en la que amor es lo que se quiere comunicar. Es como el jamón de jabugo o jamón de paleta cocida. Se llama jamón pero no es lo mismo”.

Y, lógicamente, como no podía ser de otra manera en esas continuas manías de clérigos que desconocen al Mago de Viena, …se mete en jardines opinando sobre la masturbación (“Una vivencia mecanizada, automática, rápida y despersonalizada“.) con la homosexualidad ( “Los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados””, como el marxismo, vaya…y otras lindezas que mejor no repetir.

Acabo con una frase de Unamuno:La lengua no es la envoltura del pensamiento sino el pensamiento mismo.l peligro. Menos mal que ya los jóvenes han descubierto que es mejor leer el Evangelio, con su mensaje de misericordia y luz y seguir escuchando al Papa , a quien en obispo donostiarra ha querido imitar en la jerga, olvidando la entrañable misericordia de quienes e quejan y retroceden y que necesitan más el bálsamo que el varapalo y la ofensa. Porque Monseñor Munilla con este libro ofende a muchos, pero también a la inteligencia.

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