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¿Quién gestiona las llaves petrinas del Reino? (Mt 16,13-20)

Sábado, 16 de septiembre de 2023
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IMG_0405Del blog de Xabier Pikaza:

Las llaves de la iglesia católica han sido a veces más fariseas que petrinas

Según Mt 16, 19, Jesús dijo a Pedro “yo te daré” las llaves del Reino de los cielos…”. Y así fue, según el evangelio de Mateo que se distingue  de otros textos del NT (Ef, Jn…) en los que Pedro no aparece como portador de las llaves del Reino.

Este pasaje (yo te daré las llaves del Reino) constituye un texto esencial de la revelación, no sólo para los católicos, sino  para los cristianos de otras iglesias. Por eso debemos estudiarlo con cuidado.

Así quiero destacarlo en esta postal,  leyéndolo al trasluz de otros dos textos importantes de Mateo que matizan su sentido conforme a una lectura integral/sinodal del evangelio.   

Texto base: Mateo 16,13-20

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos contestaron: “Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.” Él les preguntó: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.”

Jesús le respondió: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.” Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

1. Llaves del Reino, llaves de Pedro (Mt 16, 17-19).

A ti te daré las llaves del reino de los cielos. Todo lo que ates en la tierra habrá sido atado en el cielo, y lo que desates en la tierra habrá sido desatado en los cielos.

Éstas son las llaves con la que Pedro ha abierto el camino del Reino de Jesús para los gentiles, acogiendo el mensaje de Pablo y vinculando ese mensaje al de los judeo-cristianos. Estas llaves han servido para abrir el reino a los pobres, excluidos y gentiles. Pedro las utilizó una vez y para siempre, en el momento clave de la iglesia, como clavero supremo, abriendo con ellas (con la autoridad de Dios) el mismo Reino de Dios para los pobres y expulsados de la ley judía.

A estas llaves de Pedro se han opuesto, dentro de la misma iglesia, las contra-llaves de un tipo de escribas y fariseos “cristianos” que se han opuesto de hecho a la apertura de  Pedro y que han querido introducir dentro de la iglesia un tipo de ley anti-petrina, que ha tendido a convertir la iglesia de Jesús en una mala sinagoga de escribas-fariseos,  partidarios del mal judaísmo (no del bueno), un tema que aparece ya en la cartas de Pablo y, sobre todo, en la historia de un mal catolicismo que, diciéndose petrino, ha sido de hecho anti-petrino

Estas llaves auténticas de Pedro han pasado al conjunto de la Iglesia, que es comunidad de comunidades, de forma quea cada iglesia sea heredera de las llaves de Pedro, como ha puesto de relieve

Conforme a la palabra solemne de Mt 16, 19, Jesús ha dado a Pedro las llaves del Reino de los cielos. Pero después, otro pasaje del mismo concede a cada comunidadcristiana «las mismas llaves»: «todo lo que atéis en la tierra será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra será desatado en el cielo» (Mt 18, 18).

El mismo Mateo habla además de unas «llaves perversas», propias de los fariseos. Desde ese fondo podemos mirar de conjunto el tema de las llaves y la función de la autoridad de la iglesia en Mateo , integrando así a Pedro dentro de la comunidad, que debe superar siempre el riesgo “fariseo” del poder sacral.

(1) Las llaves de los escribas y fariseos (Mt 23, 13).

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres. Pues vosotros no entráis, ni dejáis entrar a los que están entrando.

Ellos escribas-fariseos no han de entenderse aquí como representantes de una autoridad ajena a la iglesia (en la línea de un buen judaísmo rabínico posterior), sino como cristianos de línea farisea, cuya existencia e influjo ha destacado Hechos (cf. Hech. 15, 5).

Mateo no critica por tanto a unos «judíos/judíos», sino a unos escribas y fariseos de la iglesia, que han querido tomar el poder de las llaves, para utilizarlas de un modo legalista, cerrando el Reino de Dios a los otros (es decir, a los que no cumplen sus normas, a los pobres de Jesús, a los impuros).

Al actuar así, esos cristiano-fariseos no entran en el Reino (pues no aceptan la apertura petrina de Jesús a los pobres y excluídos, conforme a la historia auténtica Pedro), ni dejan entrar a los demás (pues les cierran el camino de la iglesia, que es portadora de ese Reino).

En esa línea se ha dicho, y se sigue diciendo (conforme al magisterio de Francisco) que  en ciertos momentos (a partir del X y especialmente del XVI d.C., las llaves de la iglesia católica han sido a veces más fariseas  (en el mal sentido de la palabra) que petrinas, han servido para cerrar más que para abrir.

Por eso, la reforma sinodal de la iglesia, que está defendiendo Francisco, ha de ser  plenamente petrina no anti-petrina, en la línea del Pedro integral de los evangelios y del mismo mensaje de Pablo, que critica ciertos rasgos del poder del Pedro pero que, en 1 Cor 15 le sitúa en el principio de la Iglesia.

 Se trata, por tanto, de recuperar al Pedro hermano,  al Pedro sinodal que recibe, según Mateo, las llaves del Reino, pero no para  encerrarse con ellas en una iglesia-fuerte, sino para garantizar con ellas la libertad y responsabilidad de cada una de las comunidades cristianas, como he puesto de relieve en mi comentario de Mateo.

(3) Las llaves de cada comunidad (18, 15-20).

 Conforme a lo anterior, cada comundad cristiana, en comunión con las demás comunidades, es heredera y portadora de las mismas llaves de Pedro,que han de ser asumidas y utilizadas en sentido salvador, de apertura mesiáncia, a cada iglesia.

En verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra habrá sido atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra habrá sido desatado en el cielo. También os digo que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidan, les será hecha por mi Padre que está en los cielos. Porque donde dos o tres están congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

Este pasaje omite la primera función de Pedro (ser “roca“), quizá suponiendo que ella no puede repetirse, sino que Jesús la ha concedido una vez y para aiempre a Pedro, en el principio de la Iglesia, pero atribuye la segunda funciòn (cerrar y abrir el Reino), vinculada a las llaves de Dios (atar y desatar, cerrar y abrir), a cada comunidad, que aparece así como presencia de Cristo (verdadera Piedra eclesial, auténtico Pedro).

De una forma que resulta lógica en la línea del judaísmo y cristianismo antiguo, pero que va en contra de una visión  posterior de algunas iglesias, el Jesús de Mateo no atribuye las llaves de Dios (atar–desatar) a un obispo,  patriarca o papa separado,  sino a cada una de las comunidades cristianas (donde estén dos o tres reunidos en mi nombre…).

Lo que hizo Pedro en su tiempo, de una vez por siempre, para el conjunto de la Iglesia (entendida en forma de comunidad sinodal de iglesias), pueden y deben hacerlo después los creyentes reunidos de cada iglesia particular, que así aparecen como herederos de su función constituyente o magisterial.

 En esta línea, los papas que se dicen  y  han de ser portadores del carisma de Pedro han de potenciar la autoridad  sinodal de cada Iglesia

(4). Anejo. No llaméis a nadie Padre (23, 6-10).

“Los escribas y los fariseos… buscan los primeros asientos en los banquetes y las primeras sillas en las sinagogas, las salutaciones en las plazas y el ser llamados por los hombres: Rabí, Rabí. “Pero vosotros, no seáis llamados Rabí; porque uno solo es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis a nadie vuestro Padre en la tierra, porque vuestro Padre que está en los cielos es uno solo. Ni os llaméis Guía, porque vuestro Guía es uno solo, el Cristo.

Cada una de las comunidades, formadas por hermanos-iguales (sin diferencia de varones y mujeres, clérigos y laícos, siervos y señores), ha recibido «las llaves de Pedro», esto es, su capacidad de discernimiento al servicio del Reino de Dios.

Posiblemente había en las comunidades de las que habla Mateo profetas, sabios y escribas (cf. Mt 23, 34); incluso podría haber ministros eclesiales en la línea de los obispos y presbíteros posteriores; pero el texto no habla de ellos, ni les concede una autoridad sobre los otros, pues la autoridad de la iglesia se identifica con el discernimiento y diálogo fraterno de la comunidad.

Desde este fondo puede entenderse la crítica de Mt 23, 1-12 contra aquellos que buscan las «prôtokathedrias» o primeras cátedras (de honor y enseñanza) en las iglesias, pues todos los creyentes son hermanos y ninguno debe elevarse como padre, maestro o director sobre los otros.

Más aún, en esa misma línea deben entenderse las afirmaciones programáticas donde (siguiendo en la línea de Mc 9, 35-38; 10, 13-13. 35-45) Mateo ha puesto de relieve la autoridad de los pobres y pequeños, que aparecen así como verdaderos «papas de la iglesia». «¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? Jesús, llamando a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: En verdad os digo: si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt 18, 1-3).

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Nosotros… Nuestro…

Jueves, 29 de junio de 2023
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En la solemnidad de San Pedro y San Pablo, un texto que habla de Comunidad, de Palabra, de Compromiso… Del blog Amigos de Thomas Merton:

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…”el Doctor de la paz y Maestro de la unidad no quiso que hiciéramos una oración individual y privada, de modo que cada cual rogara sólo por sí mismo. No decimos: «Padre mío, que estás en el cielo», ni: «Dame hoy mi pan de cada día», ni pedimos el perdón de las ofensas sólo para cada uno de nosotros, ni pedimos para cada uno en particular que no caigamos en tentación y que nos libre del mal. Nuestra oración es pública y común, y cuando oramos lo hacemos no por uno solo, sino por todo el pueblo, ya que todo el pueblo somos como uno solo.

El Dios de la paz y el Maestro de la concordia, que nos enseñó la unidad, quiso que orásemos cada uno por todos, del mismo modo que él incluyó a todos los hombres en su persona. Aquellos tres jóvenes encerrados en el horno de fuego observaron esta norma en su oración, pues oraron al unísono y en unidad de espíritu y de corazón; así lo atestigua la sagrada Escritura que, al enseñarnos cómo oraron ellos, nos los pone como ejemplo que debemos imitar en nuestra oración: Entonces -dice- los tres, a una sola voz, se pusieron a cantar, glorificando y bendiciendo a Dios. Oraban los tres a una sola voz, y eso que Cristo aún no les había enseñado a orar.

Por eso fue eficaz su oración, porque agradó al Señor aquella plegaria hecha en paz y sencillez de espíritu. Del mismo modo vemos que oraron también los apóstoles, junto con los discípulos, después de la ascensión del Señor. Todos ellos -dice la Escritura- perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres y de María, la madre de Jesús, y de los hermanos de éste. Perseveraban unánimes en la oración, manifestando con esta asiduidad y concordia de su oración que Dios, que hace habitar unánimes en la casa, sólo admite en la casa divina y eterna a los que oran unidos en un mismo espíritu.”

*

San Cipriano

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SAN PEDRO Y SAN PABLO***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , ,

“No estamos obligados a aceptarla”: El párroco homófobo de San Pedro (Albacete), Óscar Robledo, advierte a los homosexuales de que “no son queridos” por Dios.

Viernes, 19 de agosto de 2022
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E093F562-E0B5-49A9-87D5-7332D4F1979DGente así debiera ser denunciada por la propia Fiscalía y expulsada del sacerdocio. Hay que tener muy poca vergüenza para afirmar que “No se juzga ni se acusa, ni se señala, ni se rechaza a la persona, pero su forma de vivir, esos criterios que se van desarrollando, nosotros no estamos obligados a aceptarla”,.. Él juzga, acusa señala y rechaza… Estos discursos son los que arman intelectualmente a los salvajes que atacan…

El párroco del municipio de San Pedro (Albacete) sostiene en plena misa que “estamos siendo adoctrinados. Hay muchas cosas que sabemos que, desde la ética cristiana, no pueden ser aceptadas”

El cura de San Pedro (Albacete), Óscar Robledo, ha utilizado el púlpito de su iglesia para asegurar que la sociedad está siendo adoctrinada y que los homosexuales no son algo “normal” ni “querido por Dios”.

Según publica La Vanguardia, el párroco utilizó la homilía del 14 de agosto para defender esta tesis homófoba. “Estamos siendo adoctrinados. Hay muchas cosas que sabemos que, desde la ética cristiana, no pueden ser aceptadas”, argumenta, para justo después poner un ejemplo: “Y nosotros poco a poco las vamos asumiendo como algo normal, como algo querido por Dios. Por ejemplo, la situación de parejas del mismo sexo”.

El cura sostiene que la homosexualidad es algo que “hoy por hoy, se ha vuelto común, pero eso no implica ser “normal” ni “querido por Dios”. “Cada persona es libre en sus decisiones, pero eso no quiere decir que tenga que ser aceptada como algo normal, como lo correcto. No se juzga ni se acusa ni se señala ni se rechaza a la persona, pero no estamos obligados a aceptar su forma de vivir, defiende.

El cura no solo está en contra de las parejas del mismo sexo, sino que insiste en que el lenguaje inclusivo es “excluyente“: “El detalle que a mí me parece contradictorio es que ese lenguaje rechaza a los otros. Ya no hay que decir todos y todas, sino todes. Entonces no es inclusivo, es excluyente“.

Pero el párroco fue mucho más allá y llegó a alertar sobre una supuesta corriente para normalizar y despenalizar la pederastia bajo el escudo de la ideología de género. “La académica canadiense (que defiende esa supuesta tesis) y otros muchos más que promueven estas ideas, las están tomando también para borrar la línea que hay entre el niño y el adulto, para llegar a decir que no existe niño ni existe adulto, sino que todos somos lo que somos. Por lo tanto, los que hoy son catalogados como pedófilos ya no son calificados como delito ni como una gravedad psicológica, sino que es una identificación sexual. Por lo tanto, el varón tiene derecho y el niño está en su deber de asumir una relación con el adulto”.

Algunos vecinos puntualizaban que “A través de un texto bíblico, y la propia interpretación de Óscar Robledo, se lanzaron mensajes que animaban a la no aceptación de las relaciones entre personas del mismo sexo apelando a “su forma de vivir”. Del mismo modo, expresaban que el sacerdote “decidió que un lugar de culto religioso era un estupendo sitio para hablar sobre la “ideología de género”, criticando el lenguaje inclusivo como algo “excluyente”. Y añaden que estas acusaciones “quizás pretenden desviar la mirada de sus feligreses de todos los casos de abusos sexuales a menores que se están destapando en el seno de la Iglesia Católica, y de los muchos que seguirán saliendo a la luz, lamentablemente”.

Para terminar de arreglarlo y ante la repercusión montada, el párroco trataba de arreglar el desaguisado empeorándolo aún más y sin pedir perdón atendía a El Digital de Albacete para aclarar lo ocurrido durante la celebración que ofició el pasado domingo. Detallaba que durante su homilía estableció tres ideas, haciendo referencia en la primera de ellas “a las parejas del mismo sexo, pero no a las personas individuales sino al tipo de relación”.

Explicaba el sacerdote que “desde el Evangelio y las enseñanzas de la Iglesia esto no se permite ni se acepta como la forma habitual”, y añadía que durante su homilía “aclaré este aspecto diciendo que en ningún momento la Iglesia ni atacaba, ni acusaba, ni juzgaba a las personas que establecieran este tipo de relaciones, sino que por el contrario las acogía”. Además, remarcaba que con sus palabras “también invitaba a las personas a que si en su familia tenían esta realidad, de personas que establecen relaciones con otra persona de su mismo sexo, había que acogerlas y valorarlas”. Del mismo modo, aclaraba que “no señalé ni ideologías concretas, ni hice referencia a ningún grupo ni colectivo concreto”, y consideraba que “de alguna manera, se nos está vendiendo en la sociedad la idea de que esto es lo común”, algo que puntualizaba “desde el Evangelio tenemos que estar en disposición de saber que no es lo mandado por Dios”! “Desde el punto de vista del Evangelio y la Doctrina de la Iglesia no lo es”.

Con relación a las palabras relacionadas con la pedofilia aclaraba Óscar Robledo que “hacía referencia a una académica que en sus escritos trata de expresar que la línea que diferencia al varón y a la mujer no debería existir y basándome en otros aspectos indicaba que hay una intención también de borrar la línea entre el menor y el adulto”. Al respecto, consideraba que en el caso de producirse la eliminación de esta distinción entre menores y adultos “podemos estar ante la  posibilidad de caer en este riesgo”.

Nuevamente el cura de San Pedro remarcaba que tras esta reflexión “en ningún momento mencioné que la ideología de género o que un determinado grupo estaba promoviendo esto, no he acusado a nadie, ni a ninguna persona, ni a ningún grupo, simplemente he puesto de manifiesto que se nos están vendiendo estas opciones como lo habitual, pero desde el Evangelio no es así”.

Defendía el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer, pero dejaba claro que la Iglesia acoge a todas las personas con independencia de a quien escojan amar. Subrayaba que durante su homilía “ni siquiera utilicé el término homosexualidad, ni ataqué a personas concretas ni a colectivos de ningún tipo”, añadiendo que “hablé de la sociedad y de la cultura que nos rodea”.

Unas palabras que no eran bien acogidas por todos los vecinos de San Pedro. En declaraciones a la cadena SER, el alcalde de San Pedro, Daniel Sancha (PSOE), ha adelantado que el Ayuntamiento de la localidad albaceteña, de poco más de mil habitantes, ya ha comunicado al párroco “que no compartimos sus palabras y las condenamos de manera rotunda”. “No vamos a permitir este tipo de discursos porque somos un pueblo comprometido y abierto con todos los colectivos”, ha añadido el máximo responsable del Consistorio.

Además, varios colectivos en defensa de los derechos del colectivo homosexual, sindicatos, juventudes y partidos han firmado un comunicado conjunto en el que acusan al presbítero de San Pedro de “promulgar un discurso de odio contra la dignidad de las personas LGTBIQ+.

https://twitter.com/jsp_albacete/status/1559990396582764545?s=21&t=HxEKforJb6LpfpAuzQ59jQ

“La estrategia del miedo y la mentira, una vez más, ha sido utilizada para sembrar odio o discordancia entre colectivos que conviven cada vez mejor en armonía, con respeto y aceptación de las diferencias individuales”. Además consideran que “no existe una orientación sexual más válida que otra, no existe una identidad más válida que otra, ni existe una expresión de género más válida que otra”. Por tanto, remarcan que “la dignidad de las personas prevalece frente a discursos que pretenden generar confusión o miedo a las minorías”.

Queremos manifestar y denunciar públicamente nuestro rechazo rotundo a las palabras de este párroco e invitarle a que se acerque y conozca nuestra realidad que, desde luego, dista mucho de los estereotipos y prejuicios que destilo en la liturgia del pasado domingo”, han añadido, entendiendo las palabras del cura como “un ataque grave a la convivencia entre personas de diferentes orientaciones sexuales, identidades y expresiones de género, así como una forma malintencionada de asociar sexualidades concretas a la pederastia”.

Igualmente instan “a las instituciones y entidades comprometidas con los valores democráticos de igualdad a que se pronuncien sobre un caso tan grave que afecta a la convivencia y a la dignidad de toda una comunidad y a sus familiares”.

Fuente La Sexta/El Español

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Apariciones entre interrogantes (III), por Salvador Santos.

Martes, 19 de junio de 2018
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SAN PEDRO Y SAN PABLOLo que os transmití fue, ante todo, lo que yo había recibido:…

que se apareció a Pedro y más tarde a los Doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez: la mayor parte viven todavía, aunque algunos han muerto. Después se le apareció a Santiago, luego a los apóstoles todos. Por último se me apareció también a mí, como al nacido a destiempo”. (I Cor 15,5-8)

Tradición de selectos

En la relación de personajes presentada por Pablo destacan rasgos susceptibles de ser interpretados como originarios de una incipiente institución. La supresión de las mujeres se debe tal vez al intento de restarles protagonismo y, al tiempo, excluirlas de zonas de influencia. El resto de mencionados parecen escalonados en orden al reconocimiento de su autoridad.

Pablo, modestamente último

Pablo se introduce entre los destinatarios de las apariciones del Galileo. Se nombra, con educación, en último lugar. Pero lo hace en un aparte. Con una descripción adornada de confidencias que destacan por su exagerada humildad:

“Por último se me apareció también a mí, como al nacido a destiempo. Es que yo soy el menor de los apóstoles; yo, que no merezco el nombre de apóstol, porque perseguí a la Iglesia”. (I Cor 15,8-9).

Y no deja de echarse flores envueltas en una modestia algo indigesta:

“Sin embargo, por favor de Dios soy lo que soy y ese favor suyo no ha sido en balde; al contrario: he rendido más que todos ellos, no yo, es verdad, sino el favor de Dios que me acompaña” (I Cor 15,10).

Pedro, delante.

El primer lugar de la lista lo ocupa Pedro. Pablo lo coloca en esa posición por su reconocida autoridad. Utiliza para nombrarle su sobrenombre escrito siguiendo la pronunciación en arameo Cefas (Kēfā), el que le puso el Galileo; según Juan, nada más conocerle:

“Tú eres Simón, el hijo de Juan; a ti te llamarán Cefas (que significa ‘Piedra’)” (Jn 1,42).

Sin embargo, ¡en ninguno de los evangelios se afirma que el Galileo se apareció a Pedro de forma individual! ¡Ni en primer, ni en cualquier otro lugar! Resulta evidente que la tradición a la que Pablo alude ideó ese hecho. Y, desde luego, ese pensamiento no salió del mismo Pedro. Este, fuente principal de Marcos, tuvo la sinceridad por emblema. Le aportó al evangelista la información de lo sucedido con total veracidad. Lo hizo sin ensalzarse, antes bien, mostrando sin recato todas sus miserias. Marcos escribió siguiendo idéntica pauta. De ahí que el amigo cabeza dura saliera tan mal parado en ese evangelio.

Después, los Doce

Para Pablo, el Galileo se apareció a continuación a los Doce. Predomina el simbolismo del ‘Doce’ (‘Doce’ equivale a pueblo en la mentalidad judía). Sin embargo la realidad hablaba de Once. Judas se había auto-descartado. Los textos de Mateo y Lucas hablan de los Once al referirse a la aparición al grupo de los discípulos representantes del proyecto del Galileo (Mt 28,16; Lc 24,33). Incluso en el añadido al evangelio de Marcos se usa ese número: ‘Once’ (Mc 16,14). La tradición recogida por Pablo muestra, no obstante, su carácter oficial y su anclaje en la ideología judía al escribir: ‘Doce’.

Aparición a quinientos

También esa tradición se distancia de Mateo, Lucas y Juan al mencionar una aparición del Galileo que los evangelios no citan: “a quinientos hermanos a la vez”. Al margen de otras consideraciones respecto al simbolismo del número quinientos, esta referencia parece querer subrayar la extensión y veracidad de los testimonios de quienes vivieron tal experiencia. De ahí que detalle: “la mayor parte viven todavía, aunque algunos han muerto”.

¿Y quiénes son estos?

El siguiente registro de Pablo emerge por encima de los dos anteriores. Los personajes citados en este apunte sorprenden. Resultan para nosotros tan inesperados como extraños:

“Después se le apareció a Santiago, luego a los apóstoles todos” (v. 7),

¿Quién es Santiago? ¿Y quiénes, esos nuevos apóstoles? A los Doce ya los ha citado con anterioridad En los evangelios no hay ni rastro de estos desconocidos personajes. En cambio, los destinatarios de la carta debían conocerlos sobradamente. Porque Pablo comienza diciendo que lo que escribe ahora repite lo que les habló en su día. Y a ese mensaje llega a llamarle: evangelio:

“Os recuerdo ahora, hermanos, el evangelio que os prediqué…” (v.1).

Pistas en el original

El texto original nos abre algún camino a seguir. El verbo griego traducido por: “se apareció” o “se dejó ver” se usa en cuatro ocasiones y en el mismo tiempo verbal. Se encuentra unido a Cefas, los Quinientos, Santiago y Pablo como destinatarios de la acción de “aparecerse”. Los otros dos receptores, “los Doce” y “los apóstoles todos” están redactados sin verbo y asociados: el primero a Cefas y el segundo a Santiago mediante el mismo adverbio temporal con significación: “después”, “luego”, “a continuación”, “más tarde”. Dos grupos de similares características:

Pedro y los Doce;

Santiago y los apóstoles todos están descritos con idéntica estructura gramatical e iguales nexos de unión. La tradición de Pablo descubre dos colectivos que actúan como dos referentes en paralelo.

La expresión “Santiago y los apóstoles todos”, fórmula incluida en el evangelio anunciado por Pablo a Los Corintios, señala a un conjunto especialmente significado de responsables, cuya autoridad –según Pablo- debía ser reconocida más allá de la jurisdicción en la que actuaban. Este colectivo representa un primer indicio por el que asoma el origen de la tradición a la que alude Pablo. El hecho de que dicha tradición haya omitido a las mujeres como principales testigos orienta hacia algún organismo afín a la mentalidad y la ley judía que no admitía como válido el testimonio de las mujeres.

Santiago, descubierto

El primer paso para aclararlo reclama identificar al tal Santiago. Porque en consonancia con el paralelismo que guarda este grupo con el de ‘Pedro y los Doce’, Santiago figura como personaje principal encabezando al resto de nombrados. Si resulta obvio que no se habla aquí de uno de los hijos de Zebedeo, decapitado en el año 44, ¿quién es este Santiago? ¿Y quiénes, los otros responsables asociados a él y denominados con el nombre de apóstoles?

La carta a los Gálatas, escrita en torno al año 57, aporta un dato importante. Se trata de uno de los hermanos del Galileo:

“Después, tres años más tarde, subí a Jerusalén para conocer a Pedro y me quedé quince días con él. No vi a ningún otro apóstol, excepto a Santiago, el hermano del Señor” (Gál 1,19).

De hermano malpensado a apóstol de primera

Pablo llama ‘apóstol’ a un hermano del Galileo, uno de los del conjunto de familiares que viajaron para prenderle convencidos de que había perdido el juicio. Es más, Pablo afirma que, junto a Pedro y Juan, Santiago está reconocido como columna del colectivo de seguidores. E incluso, al mencionar a los tres, le concede el lugar preeminente:

“…Santiago, Pedro y Juan, los respetados como pilares, nos dieron la mano a mí y a Bernabé en señal de solidaridad…” (Gál 2,9).

Dirigente y responsables

Por lo que parece, Santiago goza de prestigio e influencia. En su círculo más próximo aparecen también una serie de personajes de cierto rango:

“Al día siguiente, Pablo, con nosotros, entró en casa de Santiago donde estaban también todos los responsables” (Hech 21,18).

Los datos brindados por Pablo dan a entender que este hermano del Galileo, Santiago, ocupaba una posición de alto rango. En una mirada superficial, resulta congruente que, a tal condición, le correspondiese una aparición directa y personal del resucitado. Aunque esa supuesta coherencia suscita extrañeza. ¡Los evangelistas ignoraron tan específica y singular aparición!

Un personaje rodeado de interrogantes

La presencia de Santiago genera algunos interrogantes: ¿Cómo pudo convertirse tras la ejecución de su hermano en uno de los pilares de su proyecto si antes lo tuvo por perturbado? ¿No confirmaba la crucifixión del Galileo que tenía razón y no se equivocaba en su juicio respecto a él? ¿Por qué, entonces, se le ocurrió después adherirse a su locura? ¿No tendría otros ocultos intereses? Y ¿qué papel jugó en el arranque del proyecto una vez ejecutado su hermano.

Rumiando qué hacer

Al comienzo del libro de los Hechos, Lucas aporta otros detalles para confirmar esta situación. El Galileo se aparece a los discípulos y permanece con ellos una totalidad concreta (cuarenta días) de tiempo, la duración que necesitan para madurar en sus convicciones y comenzar su andadura. En eso andaban sus cabezas sembradas de dudas. Lucas lo explica diciendo que el Galileo les habló de su proyecto:

“…dejándose ver de ellos durante cuarenta días, les habló acerca del reino de Dios” (Hech 1,3).

Una manera de decir que pasaron una cuarentena devanándose los sesos; recapacitando qué hacer respecto al proyecto del Galileo.

Y ellos, erre que erre

Pero el grupo de seguidores no solo seguía a distancia del proyecto, estaba situado en el polo opuesto. La propuesta del Galileo marcaba una ruta a seguir. El colectivo de discípulos deambulaba indeciso por la otra orilla. Dos itinerarios muy separados entre sí. El proyecto exige una praxis social. El grupo apuesta por la pasividad. Guarecido bajo la bóveda religiosa, se plantan al acecho de una intervención divina y una nueva aparición excelsa del ejecutado. Siguen pensando en sus posibles posiciones de poder. Ellos miran hacia arriba. El proyecto, atento al suelo, requiere hacer camino. Están acomodados en la inmovilidad religiosa:

“Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? (Hech 1,11)

A pesar del mucho esfuerzo realizado por el Galileo animándoles a tomar la iniciativa y abrirse paso con una manera de hacer acorde a su enseñanza, ellos no salían del sueño nacionalista y aguardaban todavía el momento portentoso en el que Israel conseguiría la hegemonía política:

Señor, ¿es en esta ocasión cuando vas a restaurar el reino para Israel?” (Hech 1,6).

Después de tanto tiempo con él, no se habían enterado. Lucas amplía con detalles el posicionamiento del colectivo. Los términos que utiliza desbordan expresividad:

“Entonces regresaron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que está cercano a Jerusalén, a la distancia que se permite caminar un día de sábado. Cuando entraron, subieron a la sala de arriba donde se alojaban; eran: Pedro y Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago de Alfeo, Simón el Fanático y Judas el de Santiago. Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, con las mujeres” (Hech 1,12-14a).

No se sitúan como el Galileo fuera de la ciudad (“el monte de los Olivos”), sino en la misma sede político-religiosa (“Jerusalén”) donde dictaron sentencia de muerte contra él. No se han liberado. Continúan encadenados a las estrictas normas judías (“sábado”). Se han establecido en el lugar fijando allí su actitud de espera (“la sala de arriba”). Hasta se ha trastocado la lista de los Doce. No se nombra por parejas de hermanos, sino por orden de autoridad. Prevalece el rango; no, la hermandad (“Pedro y Juan, Santiago y Andrés…”). No se han adherido al proyecto del Galileo, están aferrados a la religión y sus formulismos cultuales (“la oración”).

Las mujeres aparecen al final de esta presentación de Lucas. La recensión denominada ‘occidental’ (Hechos se puede leer en dos recensiones, cosa que no ocurre con ningún otro libro del NT) afirma que ellas son las mujeres de los Once acompañadas de sus hijos.

¡Otra vez María y los hermanos!

El conjunto de seguidores se muestra estático. Unido a ellos, se nombra sorpresivamente a otro pequeño grupo nunca antes asociado a los discípulos y tampoco mencionado más tarde como tal colectivo. Una nueva aparición de la familia del Galileo:

“…además de María, la madre de Jesús, y sus hermanos” (Hech 1,14b)

Por Mc 6,3 y su paralelo Mt 13,55 conocemos los nombres de los cuatro hermanos: Santiago, José, Judas y Simón. La reaparición de los allegados causa sorpresa. A excepción de Santiago, de ese colectivo no quedará ni rastro en el libro de los Hechos. Se habló por primera vez de ellos por su intento de reconducir al Galileo al ordenamiento legal y religioso. En esta ocasión, confirman mantener su pronunciamiento en favor del orden establecido. Pero, ¿qué objetivo persiguen ahora? Si nunca se presentaron unidos al conjunto de seguidores, ¿qué propósito les ha movido a hacerlo cuando está ausente el Galileo? ¿Por qué se sitúan en primera línea en el momento crucial en que los seguidores están a punto de tomar decisiones respecto al camino a seguir? ¿Qué papel desean asumir?

A primera hora y en primera fila

Los congregados imaginaban próxima la irrupción del ideal y definitivo Israel. Se imponía estar preparados para su llegada. El pueblo restaurado abría nuevas posibilidades de acceder a posiciones aventajadas. Disponer de un espacio de influencia requería acudir a primera hora y colocarse en primera fila. No estaba fuera de lógica pensar que la condición de familiares podía favorecer al grupo de allegados. Quizás se le reconocerían ciertas prerrogativas por esa circunstancia. Ellos lo saben. Todos lo saben. Pedro es el primero en ser consciente de ello. De ahí que, en un contexto de predisposición unánime al reconocimiento de un nuevo Israel, Pedro tome la palabra:

“Uno de aquellos días Pedro se puso en pie en medio de los hermanos (había una multitud como de ciento veinte personas -múltiplo de 12 = Pueblo numeroso- reunidas con el mismo propósito) y dijo:” (Hech 1,15).

Pedro los descarta

Buscaban sustituir al traidor Judas para restaurar también el grupo de los Doce. A ellos les competía la máxima responsabilidad del nuevo Israel. Pedro trenzó una jugada redonda:

“Por tanto, uno de los hombres que nos acompañaron todo el tiempo mientras vivía con nosotros el Señor Jesús, a partir del bautismo de Juan hasta el día en que se lo llevaron a lo alto separándolo de nosotros, uno de esos tiene que ser con nosotros testigo de su resurrección” (Hech 1,21-22).

De un plumazo, descartó a los hermanos del Galileo. Los límites marcados por Pedro les excluían. El duro de mollera anduvo listo y amplió los márgenes al máximo. Desde la primera linde, la del Bautista, hasta el tope último: cuando lo perdieron de vista. ¿Por qué? Posiblemente no se fiaba de ninguno de ellos. Nunca habían acompañado al Galileo.

La elección recayó en un tal Matías, del que nunca más se habla en el NT. Sin embargo, pese a haber sido descartado por Pedro, Santiago aparece en la tradición recogida por Pablo como personaje influyente. ¿Qué otra u otras circunstancias propiciaron que conquistara esa condición de tan alto reconocimiento?

Atados y desunidos

El colectivo instalado en Jerusalén no acababa de soltar amarras. Mantenían los nudos atados bien firmes a la ideología y la religiosidad judía. Las rigideces de los miembros propensos a mantener este formato institucional generaron las primeras grietas. Los integrantes inmigrados de lengua griega no tardaron en sufrir el menosprecio. Los más vulnerables se llevaban la peor parte:

“Por aquellos mismos días, al crecer el número de los discípulos, se produjo una protesta de los de lengua griega contra los de lengua hebrea, a saber, que en el servicio asistencial de cada día desatendían a sus viudas” (Hech 6,1).

El desprecio a los más insignificantes mostraba la latente y profunda división interna, signo evidente de la absoluta contradicción entre las actuaciones del colectivo y el proyecto del Galileo. Leer más…

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Pascua 6. Tú eres la Piedra: Un amor que “ve” sobre la muerte

Viernes, 24 de abril de 2015
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1230330345914_fDel blog de Xabier Pikaza:

La tradición cristina ha sabido (no se ha esforzado en ocultarlo), que los Doce abandonaron a Jesús, cuando éste fue juzgado y condenado, a pesar de que habían sellado con él su compromiso en una cena de solidaridad. Parece que Simón, llamado Pedro (el Piedra) le negó de un modo especial, no por simple miedo (que también pudo tenerlo), sino por discrepancias sobre el mesianismo, porque Jesús «se dejaba» juzgar y matar, en vez tomar el poder y defenderse (cf. Mc 14 y paralelos).

Jesús murió abandonado, sin que sacerdotes y soldados juzgaran necesario crucificar a Simón/Pedro y a los otros miembros de su grupo, como hicieron con otros «bandidos», reos comunes o miembros de la resistencia (entre los que cita el evangelio a dos “ladrones”). Entre sus seguidores sólo unas mujeres parecen haberle acompañado hasta el final (cf. Mc 15, 40-47 y paralelos), aunque no pudieran enterrarle según rito, pues no tenían poder para ello.

Lógicamente, la historia mesiánica de Pedro podía haber terminado así. Pero el amor de Pedro hacia Jesús (y sobre todo la de Jesús a Simón) fue mayor que las razones religiosas y sociales, que estaban de parte del Sumo Sacerdote (aliado en este caso a los romanos).

El amor superó a la lógica, y Simón descubrió la «verdad» de Jesús crucificado, y así pudo verle de manera más alta, pues el amor tiene ojos que no tiene la razón (Pascal). Y así le “vió”, biotz begietan, como dice Blas de Otero en un verso famoso.

Desde ese fondo se entiende la confesión fundante de la iglesia cuando afirma que Simón “vio” a Jesús resucitado. Al situarse tras la muerte ante el conjunto de la vida de aquel a quien había amado y negado, Simón descubrió su verdad y le vio de forma nueva (cf. 1 Cor 15, 5 y Lucas 23, 34). Esta “experiencia” pascual de Simón no fue una alucinación estéril, como son la mayoría de las visiones de muertos, ni una aparición espectacular (de fantasmas espectaculares está llena la historia), sino el descubrimiento de una presencia personal, la revelación del Dios Abba-Padre que se manifiesta por un crucificado.

(Imagen 1: Una gran piedra sobre el lago/mar de Galilea o Chile. Aprender a “ver”, ésa es la tarea. Las restantes son imágenes convencionales de Pedro en la Iglesia, conforme a una visión “católica”).

Un itinerario de pascua

He presentado ya varias figuras de la Pascua: María Magdalena; María, la madre de Jesús; las mujeres de la tumba vacía; Tomás…

Ha sido necesario el oficio pascual de la Magdalena, como señalaba Jn 20, 11-18, y tras ella han corrido, como diceevangelio de Juan, Pedro y el Discípulo amado, que forman su gran “triunvirato”: Un Hombre (Pedro), una Mujer (Madgalena), un Creyente sin Más (el Amado).

Pero al lado de ese “triunvirato”, con una mujer esencial, la Iglesia ha destacado, a partir de Gal 1-2 y de Hech 15, otro, formado por los grandes testigos de las líneas oficiales de la Iglesia antigua, tal como ha sido ratificada por el “Concilio de Jerusalén”: Santiago, hermano de Jesús (judeo-cristianos de Jerusalén), Pablo, apóstol de los gentiles, y Pedro, signo de la tradición de histórica de Jesús y de la unión de las Iglesia.

Hoy me detengo en Simón Pedro, a quien la tradición católica presenta como “fundador” de la Iglesia, edificada sobre la palabra del Jesús Pascual: Tu es Petrus, tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, como seguirá viendo quien lea. Buena pascua a todos, con Pedro, con Francisco Papa, con todas las iglesias que reconocen algún modo su magisterio pascual.

Un recuerdo antiguo

Probablemente, el recuerdo más antiguo de una visión pascual de Pedro está evocado en Mc 16, 7, un pasaje que ha sido transformado después en los lugares paralelos (Lc 24, 5-6 y Mt 28, 7):

Id, decid a sus discípulos y a Pedro:
El (Jesús) os precede a Galilea,
allí le veréis, como os dijo (Mc 16, 7).

Las mujeres (y de un modo especial María Magdalena) reciben el encargo de preparar a Pedro, disponiéndole para la experiencia pascual del encuentro con Jesús. Antes era Jesús quien les había ido preparado… ahora deja como delegadas de su obra, como mensajeras de su pascua, a unas mujeres. Son ellas las que deben poner a punto a Pedro, haciéndole que recuerde la palabra de Jesús, que asuma y continúe su camino.

Pedro IILos discípulos verán a Jesús en Galilea, conde les saldrá al encuentro Jesús, cuando vayan con las mujeres, dejando la tumba vacía, la ciudad de muerte que es Jerusalén. Deben reunirse otra vez en la tierra de Jesús, para iniciar desde allí el camino pascual. Dentro de ese comienzo, Pedro garantiza la continuidad evangélica, la unidad del grupo, su vinculación con la historia de Jesús. La experiencia pascual no puede culminar sin Pedro; por eso tienen que buscarle las mujeres, ofreciéndole el encargo de Jesús. Pero no podemos olvidar que para ver a Jesús el mismo Pedro ha tenido que escuchar y acoger la palabra que le han dicho las mujeres.

((Originariamente se llamaba Simón Baryona, hijo de Juan, como recuerdan Mt. 16, 17, que conserva el apellido Baryona en arameo, y Jn 21, 15, que lo traduce al griego. Pero, en un momento determinado, para indicar y constituir su nueva función de fundamento dentro de la comunidad mesiánica, Jesús le llama Piedra o Roca. Esto es lo que significa su nuevo apodo, Cefas, conservado en arameo por san Pablo (1 Cor 1, 12; 3, 22; 9, 5; 15, 5; Gal 1, 18; 2, 9. 11. 14) y por Jn. 1, 42.

Las comunidades helenistas traducen al griego ese apodo de Simón y por eso los cristianos le llamamos desde entonces Petros (Petrus, Piedra, Pedro). Tan importante resulta ese apodo que al final se convierte en el verdadero nombre propio de Simón Baryona, el primero de los apóstoles del Cristo: Pedro.

La tradición evangélica supone que el mismo Jesús le ha impuesto ese nombre, constituyéndole Cefas (Petros), haciéndole así piedra de su nueva comunidad escatológica (cf. Mc 3, 13; Lc 6, 14; Mt 16, 18). La iglesia ha conservado y expandido ese nombre y cristianos seguimos llamando a Simón de esta manera (Cefas, Petros, Piedra, Pedro), para mantener firme su experiencia y transmitirla dentro de la iglesia. De esa forma, el mismo nombre de se ha venido a convertir en testimonio de experiencia pascual: siempre que llamamos a Simón El Piedra, estamos recordando que Jesús cimiento humano del edificio pascual de su iglesia))

Aparición. Huellas.

La experiencia pascual de Pedro resulta enigmática. Está en el fondo de todo el NT y sin embargo no se ha conservado ningún texto directo sobre ella, ninguna tradición donde se cuente de forma precisa cómo ha sido. Leer más…

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“¿Desacralizar el papado?”, por José Ignacio González Faus

Sábado, 25 de octubre de 2014
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el-papa-camina-solo_560x280Confidencia de Francisco a un obispo que le fue a visitar a Roma:

“Reza por mí; la derecha eclesial me está despellejando. Me acusan de desacralizar el papado”

“Demos gracias a Dios por ello, porque contribuirá a purificar la fe de los católicos”

“Un ministerio de Pedro sacralizado sólo sirve para que la curia romana se autosacralice a sí misma bajo la sombra del papa “

Puedo garantizar la anécdota porque me la contó su protagonista: un obispo (de cuyo nombre no debo acordarme) a quien Francisco, el actual obispo de Roma, le dijo literalmente en conversación privada: “reza por mí; la derecha eclesial me está despellejando. Me acusan de desacralizar el papado”.

Permítaseme preguntar si lo que está haciendo Francisco es desacralizar el papado o más bien cristianizarlo. Hace unos diez siglos, san Bernardo escribió una carta al papa Eugenio III y lo que le pedía en ella viene a ser otra “desacralización” del papado: que se parezca a Pedro y no a Constantino (o al sumo sacerdote judío), y que recuerde que Pedro no necesitó grandes palacios, ni mantos de armiño, ni lujosos medios de transporte para anunciar a Cristo. Por si fuera poco, el nada sospechoso Benedicto XVI declaró poco antes de su renuncia que esa carta de san Bernardo debería ser libro de cabecera para todos los papas.

Pedro fue muy apreciado en la iglesia primera, pero el libro de los Hechos de los Apóstoles no da ningún testimonio de que ello se debiera a una sacralización de su persona o de su ministerio: se le quería porque era perseguido y encarcelado, porque tenía intuiciones de líder sobre los nuevos caminos que había de emprender la iglesia primera, quizá también porque era humano y se le podían pedir cuentas cuando daba un paso que algunos timoratos no entendían (como entrar en casa de un pagano), o incluso se le podía reprender públicamente como hizo Pablo…

Algo parecido a lo que pedía san Bernardo es lo que intenta Francisco. Pero eso es cristianizar al papado. ¿O acaso habrá que acusar al mismo Jesucristo de “desacralizar” a Dios, por haberse vaciado de su rango divino y haber asumido figura de siervo (Fil, 2,6 ss)? Pues no: más bien hay que decir que un ministerio de Pedro sacralizado no hace más fácil la evangelización, ni más auténtica la fe de los católicos. Sólo sirve para que la curia romana se autosacralice a sí misma bajo la sombra del papa.

Tratando de comprender esa desviación cabría decir que brota de lo que suele presentarse como lo más característico, la gran virtud y el gran peligro de lo “católico”. Kat-hólico significa universal, pero no en sentido cuantitativo sino cualitativo: significa que ninguna dimensión natural queda fuera de lo cristiano (salvo el pecado que, por muy metido que lo tengamos, es lo más antinatural). Católico deriva del mismo vocablo griego (“holon”, en lugar de “pan”) de donde procede nuestra palabra holístico puesta hoy tan de moda, y que se refiere a una totalidad, pero en sentido distinto al que pueden evocar palabras como ”pan-germanismo” o pan-sexualismo.

Por eso se decía antaño que la diferencia entre catolicismo y protestantismo estaba sólo en una “y” (fe y razón, Dios y hombre, Gracia y libertad, vertical y horizontal…). Ésta sería la gran virtud de lo católico. Su gran peligro, de ahí derivado, es que puede contribuir a que nos perdamos en detalles ensombreciendo lo esencial cristiano y creyendo que comulgar en la boca (por ejemplo) es más santo y más piadoso que hacerlo en la mano. Al querer afirmarlo todo, se da el mismo valor a todo y se difumina la tremenda radicalidad cristiana.

La reforma de Lutero buscó en realidad una concentración en eso esencial cristiano, que luego algunos tacharon de reducción. Pero también se ha podido tildar a algunas personas y posturas católicas de ser “muy católicas pero muy poco cristianas”, terrible aviso que ya lanzó Fernando de los Ríos en 1933. Los shows multitudinarios del papa Wojtila con los gritos de “totus tuus” o “santo súbito” podrían ser tachados de muy católicos pero quizá poco cristianos. Y en fin: no sé si cabe decir que el protestantismo es como el canto gregoriano y el catolicismo como la polifonía barroca (y esto lo escribe un católico admirador del gregoriano).

Todos esos entornos de vestimentas especiales (y con sastres especiales), residencias regias, genuflexiones, apelativos de “santo padre”, viajes especiales… son en realidad muy secundarios. Cuando se los exagera y se los absolutiza contribuyen a crear una aureola idolátrica en torno al sucesor de aquel pescador de Galilea, llamado Pedro. Jesús no se sirvió de esas auras sagradas para anunciar la paternidad de Dios y el reinado de Dios. Y con el cristianismo se ha abolido la distinción entre lo sagrado y lo profano: porque, según Jesús, lo único sagrado es el ser humano, que está por encima de todos los “sábados” de la historia. De modo que, seguramente, el Maestro repetiría hoy a todo esos monseñores preocupados, sus palabras de antaño: “deja a los muertos que entierren a sus muertos, y ve a anunciar el reinado de la libertad de los hijos de Dios y la fraternidad de los hermanos en Cristo” (Lc 9,60).

Así pues: ¿que Francisco está desacralizando el papado? Demos gracias a Dios por ello, porque contribuirá a purificar la fe de los católicos facilitando además el acercamiento de otras iglesias cristianas. Porque, aunque sea cierto que a Dios sólo llegamos a través de mediaciones, eso no significa que debamos sacralizarlas.

José Ignacio González Faus

Fuente Religión Digital

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La iglesia, ¿edificada sobre el Vaticano?”, por José María Castillo.

Miércoles, 9 de julio de 2014
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Vaticano.Basílica de San Pedro.Fachada.Estatua de Jesucristo.20110909Leído en su blog Teología sin Censura:

Pope Godoy, co-autor (con el catedrático de Filología Griega de la Universidad de Córdoba, Jesús Peláez, y su Grupo de Análisis Semántico) del “Diccionario Griego-Español del Nuevo Testamento” (DGENT), ha publicado en “Eclesalia” (27.VI. 14) un excelente comentario al texto evangélico de Mt 16, 19, en el que demuestra que el apóstol Pedro no es, ni puede ser, la “roca” sobre la que presuntamente Jesús edificó su Iglesia.

Pues bien, si es un error semántico (y teológico) afirmar que la Iglesia se fundamenta sobre la “roca”, que sería Pedro, mayor despropósito o equivocación es pretender – por más que esto no se diga explícitamente – que en realidad lo que Jesús instituyó en Pedro y sobre Pedro fue la primacía canónica del obispo de Roma. Y digo esto porque el especialista en eclesiología más reconocido en los últimos tiempos, el profesor Y. Congar, dejó escrito, en su “Diario de un Teólogo” (Madrid, Trotta, 2004, p. 404) lo siguiente:

“Veo cada vez con más claridad que el fondo de todo es una cuestión de eclesiología, y me doy cuenta de cuáles son las posiciones eclesiológicas que están en causa. Mi estudio de la historia de las doctrinas eclesiológicas me ayuda a ver las cosas con toda claridad. Todo parte de esto: en Mt 16, 19 los Padres han visto la institución del sacerdocio y del episcopado. Para ellos, lo que se funda en Pedro es la ecclesía; los poderes conferidos a Pedro pasan de él a la ecclesía. Dicho esto, los Padres, algunos de ellos al menos (¿los occidentales?), admiten, dentro de la ecclesía, la primacía canónica del obispo de Roma. Sin embargo, la propia Roma, y eso a partir, tal vez, del siglo II, monta las cosas de otra forma. Ella ve en Mt 16, 19 su propia institución. Para ella, los poderes no pasan de Pedro a la ecclesía, sino de Pedro a la sede romana. De suerte que la ecclesía no se forma solamente a partir de Cristo, vía Pedro, sino a partir del papa. Para la Iglesia, estar construida sobre Pedro significa, a ojos de los papas, recibir consistencia y vida del papa, en el cual, como en la cabeza, reside la plenitudo potestatis [potestad plena]”.

Esto supuesto, y en la medida en que todo esto es así para no pocos funcionarios del Vaticano, se comprende que el actual obispo de Roma, el papa Francisco, esté viviendo un “auténtico calvario”. Es un secreto a voces que el mismo papa, aclamado con entusiasmo por tantos miles y miles de personas de buena voluntad, al mismo tiempo está soportando la resistencia (incluso, a veces, el rechazo) de no pocos altos cargos de la Curia Vaticana. Son “hombres de Iglesia” que no toleran el nombramiento de ocho cardenales como los consejeros del papa en su proyecto de renovación de la Iglesia. Ocho cardenales que no pertenecen a la Curia y que, sin embargo, en asuntos de suma importancia, pueden tener – y seguramente tienen – más poder de consejo y decisión que la misma Curia. Por primera vez, en muchos siglos, los curiales se encuentran ante la posibilidad real de perder el poder que hasta ahora vienen disfrutando. Como ocurrió en el concilio Vaticano II, lo sola posibilidad de entrar en un proceso de auténtica descentralización de la “sacra potestas”, que, desde el siglo XI, se ha concentrado de forma creciente en la Curia Vaticana, pone demasiado nerviosos a los que ostentan los cargos más determinantes de las decisiones eclesiásticas que vienen de Roma.

Ahora bien, si esto efectivamente es así, la situación que acabo de describir sería la demostración más patente de que en realidad Congar tenía razón en la profunda constatación que he copiado de su diario personal. Es decir, estaríamos ante la prueba más clara de que, afectivamente, la Curia Vaticana se atribuye una historia y un poder que ciertamente no tiene su origen en Cristo, sino que solamente se puede explicar a partir de las lógicas apetencias de mando que son propias de los seres humanos, sobre todo de quienes somos demasiado humanos.

Y conste – para cerrar esta reflexión – que, si digo estas cosas, no es porque yo no quiera lo mejor para la Iglesia. Todo lo contrario. Porque la Iglesia me importa tanto, y la quiero tanto, por eso no me puedo callar ante una situación que tantísimo daño le está haciendo a esta Iglesia, que puede ser fuente y origen de tanto bien o de tanto mal para millones de seres humanos, que la queremos y la necesitamos. Si no consta que Jesús diera un poder tan decisivo a determinados cargos residentes en Roma, ¿con qué autoridad se lo apropian ellos? Mientras esta pregunta no tenga la debida respuesta, esta Iglesia que tenemos no tiene arreglo.

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“Sólo Jesús edifica la Iglesia”. 29 de junio de 2014 S. Pedro y S. Pablo (A) Mateo 16, 13-19

Domingo, 29 de junio de 2014
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36-OrdinarioA13El episodio tiene lugar en la región pagana de Cesarea de Filipo. Jesús se interesa por saber qué se dice entre la gente sobre su persona. Después de conocer las diversas opiniones que hay en el pueblo, se dirige directamente a sus discípulos: “Y vosotros, ¿ quién decís que soy yo?”.

Jesús no les pregunta qué es lo que piensan sobre el sermón de la montaña o sobre su actuación curadora en los pueblos de Galilea. Para seguir a Jesús, lo decisivo es la adhesión a su persona. Por eso, quiere saber qué es lo que captan en él.

Simón toma la palabra en nombre de todos y responde de manera solemne: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Jesús no es un profeta más entre otros. Es el último Enviado de Dios a su pueblo elegido. Más aún, es el Hijo del Dios vivo. Entonces Jesús, después de felicitarle porque esta confesión sólo puede provenir del Padre, le dice: “Ahora yo te digo: tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.

Las palabras son muy precisas. La Iglesia no es de Pedro sino de Jesús. Quien edifica la Iglesia no es Pedro, sino Jesús. Pedro es sencillamente “la piedra” sobre la cual se asienta “la casa” que está construyendo Jesús. La imagen sugiere que la tarea de Pedro es dar estabilidad y consistencia a la Iglesia: cuidar que Jesús la pueda construir, sin que sus seguidores introduzcan desviaciones o reduccionismos.

El Papa Francisco sabe muy bien que su tarea no es “hacer las veces de Cristo”, sino cuidar que los cristianos de hoy se encuentren con Cristo. Esta es su mayor preocupación. Ya desde el comienzo de su su servicio de sucesor de Pedro decía así: “ La Iglesia ha de llevar a Jesús. Este es el centro de la Iglesia. Si alguna vez sucediera que la Iglesia no lleva a Jesús, sería una Iglesia muerta”.

Por eso, al hacer público su programa de una nueva etapa evangelizadora, Francisco propone dos grandes objetivos. En primer lugar, encontrarnos con Jesús, pues “él puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestras comunidades… Jesucristo puede también romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo”.

En segundo lugar, considera decisivo “volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio” pues , siempre que lo intentamos, brotan nuevos caminos, métodos creativos, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual”. Sería lamentable que la invitación del Papa a impulsar la renovación de la Iglesia no llegara hasta los cristianos de nuestras comunidades.

José Antonio Pagola

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
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“Tú eres Pedro, y te daré las llaves del Reino de los cielos”. Domingo 29 de junio de 2014. 13ª semana de tiempo ordinario. Pedro y Pablo, apóstoles

Domingo, 29 de junio de 2014
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ApostolesLeído en Koinonia:

Hechos 12,1-11: Era verdad: el Señor me ha librado de las manos de Herodes
Salmo responsorial: 33:El Señor me libró de todas mis ansias.
2Timoteo 4,6-8.17-18:
Ahora me aguarda la corona merecida
Mateo 16,13-19:
Tú eres Pedro, y te daré las llaves del Reino de los cielos

Hoy la Iglesia celebra en su liturgia la solemnidad de los santos Pedro y Pablo, columnas y apóstoles de la Iglesia.

En la primera lectura nos encontramos con el relato de la liberación de Pedro de la cárcel por obra de un ángel enviado por Dios. Eran tiempos de una persecución devastadora contra aquéllos que habían decidido seguir a Jesús, el Hijo de Dios; tanto así que este tiempo será recordado como la era de oro de la Iglesia, pues incontables mártires, niños y niñas, jóvenes y adultos, dieron testimonio con su sangre de la verdad de Cristo, al no aceptar la religión del imperio romano ni apostatar de su fe en el Señor Jesús.

En la segunda lectura nos encontramos con un pasaje de la despedida del apóstol Pablo a su discípulo amado Timoteo, en el cual le exhorta a dar un buen combate en la fe tal como lo ha hecho él, sin importarle las consecuencias que traiga consigo semejante actitud. Reconoce el apóstol que su fe está puesta en Cristo, quien lo fortalece en los momentos en que se encuentra prisionero en Roma, a la expectativa de lo que vayan a hacer con su vida. Espera la corona merecida y seguirá confiando hasta el final en el Señor, pues él lo seguirá librando de todo mal.

La fiesta de los Apóstoles Pedro y Pablo ofrece la ocasión para reflexionar, a partir del texto evangélico propuesto, sobre la confesión de fe como forma de construcción de la Iglesia.

El relato consta de una doble pregunta de Jesús a sus discípulos con su correspondiente respuesta (vv. 13-16) y de la bienaventuranza de Simón (vv. 17-19).

Las preguntas y respuestas sirven para la separación de dos categorías de personas, según la evaluación que hagan sobre Jesús. De una parte tenemos a la «gente», de la otra a «los discípulos». La gente o «los seres humanos» no captan el sentido auténtico de la actividad de Jesús. Su opinión lo coloca en continuidad con personajes del pasado: Juan el Bautista, Elías, Jeremías o uno de los profetas. Como Herodes en Mt 14,2 esta valoración puede estar entremezclada de elementos desfavorables.

Por el contrario los discípulos, de quienes Pedro es portavoz, han captado el verdadero significado de la actuación de Jesús. No solamente confiesan que es el Mesías esperado sino también que su mesianismo se origina en su filiación divina, condición que le posibilita transmitir la Vida de Dios, a diferencia de los ídolos muertos. El «Hijo de Dios vivo» se ha hecho presente en la vida de la humanidad, en una comunidad que lo reconoce el «Dios con nosotros» (cf Mt 1,23; 28,20).

Este reconocimiento recibe, a su vez, la proclamación de felicidad y dicha que hace Jesús respecto a sus seguidores de los que Pedro, gracias a su fe, se ha convertido en prototipo e imagen. Frente a la opinión de la gente, Pedro ha aceptado la revelación del Padre a los sencillos y humildes.

La originalidad de su confesión hace de Pedro y de sus compañeros, mensajeros de la fe en medio de un mundo hostil. Más allá de la historicidad sobre el nombre de su padre (aquí, hijo de Jonás, en Juan 21,15 hijo de Juan), en él se pueden detectar los rasgos de Jonás, el profeta que debió llevar la Palabra de Dios a la ciudad hostil y que, en ese intento, corrió el riesgo de ser sumergido en el mar (cf 14,30) y fue liberado de ese peligro mortal (cf 14,31).

En la Asamblea del desierto, Moisés recibió de Dios el don de la Ley (Dt 9,10; 10,4 etc.). Aquí el discípulo recibe el don de la fe en Jesús que lo convierte en elemento apto para la edificación de una nueva Asamblea, el Israel mesiánico, constituida en torno a Jesús como la Asamblea del desierto se constituía en torno a Moisés.

Se realiza entonces para la comunidad lo que se realizaba en el individuo sensato que ha colocado su cimiento sobre la roca de las palabras de Jesús (Mt 7,24-25). Los discípulos que adhieren a Jesús construyen una ciudad inconmovible, a la que no pueden derrotar las fuerzas de la Muerte o del Abismo.

Se crea de esta forma un espacio inexpugnable frente a las potencias del mal, en el que los discípulos no son sólo cimiento sino también administradores: A ellos se les han consignado las llaves y a ellos se les consigna la función judicial de tomar la decisión de aceptar o no la entrada a aquella ciudad: «Atar o desatar». Esta fórmula quiere significar una participación de la comunidad en la autoridad de Jesús.

La proclamación de la fe en Jesús por parte de Pedro, prototipo de los creyentes, es el cimiento inconmovible capaz de superar los embates de las fuerzas del Mal actuantes en la historia humana. Los que la proclaman pueden ofrecer asilo acogedor a quienes están amenazadas por aquellas fuerzas. Pueden también negar ese asilo a los que rechazan el designio salvífico. Leer más…

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¿Puso Jesús a Pedro como primer Papa de la Iglesia?

Domingo, 29 de junio de 2014
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ffeed19b363dcf645e3f60c6ad6e810dLeído en Religión Digital:

“El papado ha sido fundamental para la vida de la Iglesia”

“La Iglesia debería replantearse hoy el sentido y la misión del papado”

“Tanto la palabra “Iglesia” como el concepto de Iglesia aparecieron muchos años después”

(Ariel Álvarez, teólogo).- Muchos católicos creen que Pedro fue el primer papa que tuvo la Iglesia, y que el papado fue creado por el mismo Jesús el día que le dijo: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18). El Evangelio de Mateo es el único que cuenta esa escena.

Dice que cierto día en que Jesús estaba de viaje cerca de la ciudad de Cesarea de Filipo, al norte del país, les preguntó a sus discípulos qué opinaba la gente sobre él. Ellos le contestaron que todos estaban fascinados, y que lo comparaban con los grandes personajes de la historia de Israel: con Juan el Bautista, con Jeremías, y hasta con el glorioso Elías. Jesús había entrado, sin duda, en la galería de los grandes héroes. Pero Jesús volvió a interrogarlos: “¿Y ustedes quién dicen que soy yo?”.

Simón entonces contestó: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Al oír esta respuesta, Jesús lo felicitó diciendo: “Feliz de ti, Simón, porque eso no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos”. Y añadió: “Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt 16,13-19).

Este episodio es uno de los más discutidos por la exégesis bíblica, y desde hace siglos los estudiosos se preguntan qué significado tiene. Según la interpretación tradicional, aquí Jesús habría creado el papado, y habría puesto a Pedro al frente de la Iglesia. Sin embargo, serios argumentos impiden hoy seguir defendiendo esta interpretación.

Nadie fue a preguntarle

En primer lugar, si Jesús en verdad nombró a Pedro como jefe de la Iglesia, ¿cómo es que Mateo fue el único que se enteró, mientras los demás evangelistas ignoraron completamente un hecho tan trascendente?

En segundo lugar, si Jesús invistió a Pedro con semejante autoridad delante de todo el grupo, ¿por qué después encontramos a los discípulos discutiendo por los primeros puestos (Mt 18,1; 20,20-28)? ¿Y por qué Jesús, al verlos rivalizar así, no les recordó que ese lugar ya estaba asignado a Pedro, que era el nuevo jefe y guía de la Iglesia?

En tercer lugar, al morir Jesús y fundarse la primera comunidad cristiana, no vemos a Pedro actuar como se esperaría de un papa. Por ejemplo, cuando hubo que nombrar al sucesor de Judas, no es Pedro quien lo elige sino que es toda la asamblea la que ora, decide y lo acepta (Hch 1,23-26). Cuando hay que mandar predicadores para evangelizar Samaria, Pedro es enviado por los demás apóstoles como si fuera un misionero más, sometido a los otros (Hch 8,14). Cuando Pedro bautizó al centurión Cornelio, la comunidad entera se lo reprochó, y tuvo que presentarse en Jerusalén para dar explicaciones (Hch 11,1-18). Y cuando en Antioquía se discutió si los paganos debían o no circuncidarse, a nadie se le ocurrió consultarle a Pedro; se reunió un concilio, donde todos hablaron, y donde la opinión de Pedro fue una más, pero la decisión fue tomada por los apóstoles y presbíteros (Hch 15).

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Finalmente, resulta difícil aceptar que Jesús le haya dicho a Pedro que sobre él iba a fundar la Iglesia, porque tanto la palabra “Iglesia” como el concepto de Iglesia aparecieron muchos años después, según se deduce del Nuevo Testamento. Aquí, de las 114 veces que figura el término, nunca lo encontramos expresado durante la vida de Jesús (fuera de un par de escenas tardías, narradas sólo por Mateo: 16,18; 18,17). Evidentemente el concepto de Iglesia surgió después de Jesús, cuando la comunidad cristiana ya se había organizado con sus autoridades, su jerarquía y su estructura propia.

Esto lo vemos muy bien en los escritos de san Lucas. En su primer libro (el Evangelio), que narra cuando Jesús todavía vivía, el evangelista nunca emplea la palabra “Iglesia” para referirse a la comunidad. Utiliza otros términos como “grupo”, “seguidores”, “discípulos“. Pero en su segundo libro (Los Hechos), cuando Jesús ya ha muerto y los cristianos se han organizado en Jerusalén, entonces sí comienza a hablar de “Iglesia”.

Es decir que el concepto de “Iglesia” como la reunión de las comunidades cristianas, al frente de la cual debía estar Pedro como papa, no existía en tiempos de Jesús, de modo que éste no pudo haberle encargado al apóstol que fuera su piedra fundamental. Tampoco Jesús podía haber imaginado que, luego de su muerte, sus seguidores iban a organizar la Iglesia con la presencia de sacerdotes y obispos, al frente de los cuales estaría la figura de un papa.

Debates en la ciudad

¿Por qué entonces Mateo relata la escena en la que Jesús le encarga a Pedro ponerse al frente de la Iglesia universal y conducirla? Leer más…

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“Pedro y Teresa de Jesús”, por Gema Juan OCD.

Domingo, 29 de junio de 2014
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14519936472_791ff59e5b_mLeído en su blog Juntos Andemos:

Teresa de Jesús tuvo algunos amigos especiales dentro de la Biblia. Creyentes grandes que le ayudaron a vivir la fe, que le dieron luz para seguir el evangelio y le sirvieron de inspiración. Uno de ellos es Pedro.

Él y Teresa comparten una experiencia fundamental que cambió sus vidas radicalmente. Tal vez por eso, Pedro acude muchas veces a la pluma de Teresa. Los dos llegan con una invitación que hoy sigue siendo necesaria en la vida de cada creyente y de la Iglesia.

Lo que transforma la vida de ambos es el encuentro con Jesús. Lo hace inmediatamente, porque algo cambia en ellos, pero no es un cambio total repentino, aunque Pedro deja sus redes al instante (en cuanto Jesús dice: «Venid conmigo») y Teresa entra en un convento a los veinte años y hace su profesión «con gran determinación y contento», como ella misma dice.

No basta dejar las redes ni «todas las cosas del mundo y lo que teníamos por El». Teresa dirá: «Los que quisiéremos ser vuestros hijos verdaderos y no renunciar la herencia, no nos conviene huir del padecer. Vuestras armas son cinco llagas». Teresa ha heredado y hecho propia la fe madurada por Pedro: el Jesús que llama y fascina es, también, el Siervo de Dios.

Pedro y Teresa tendrán que recorrer un largo camino que va de la autosuficiencia a la confianza. De una cierta presunción al abandono. Tendrán que dejar de creer que las propias fuerzas bastan para vivir el camino que abre Jesús y ceder el protagonismo, dejarse llevar por la corriente de amor que ha asaltado sus vidas.

Teresa recuerda las negaciones de Pedro como el gran paso de su vida: «Salió de aquella quiebra no confiando nada de sí, y de allí vino a ponerla [la confianza] en Dios». De ella misma, dirá: «Suplicaba al Señor me ayudase; mas debía faltar… no poner en todo la confianza en su Majestad y perderla de todo punto de mí».

Los dos entendieron que había que rendirse, abandonarse a algo mayor. No con afán destructivo, sino por el deseo que despierta el encuentro con Jesús y la necesidad de salir de la propia ceguera, al comprender que aleja del amor. «Rendida y confiada» creía Teresa que era posible avanzar en el seguimiento de Jesús. Y Pedro, después de su negación, firmaría las palabras de ella: «Considerando en el amor que me tenía, tornaba a animarme, que de su misericordia jamás desconfié; de mí, muchas veces». Por eso, ni Pedro ni ella desesperaron.

Teresa acude a Pedro para animar: «Pensaba muchas veces que no había perdido nada San Pedro en arrojarse en la mar, aunque después temió. Estas primeras determinaciones son gran cosa». Sabe que el miedo puede abortar un camino de alegría. Y muy gráficamente, dirá que no hay que ser como sapos ni «solo cazar lagartijas».

Andar con cuidado, sí. Buscar maestros, también. Pero es importante «tener gran confianza, porque conviene mucho no apocar los deseos… podremos llegar a lo que muchos santos». La figura de Pedro le suscita fortaleza y autenticidad, y añade: «¡Siempre la humildad delante, para entender que no han de venir estas fuerzas de las nuestras!».

Recordará que Pedro, cabeza de la Iglesia, era un sencillo pescador, sin otro abolengo. Le interesa recalcar que no hay que «hacer caso ninguno del linaje las que de veras quieren ser hijas de Dios». Le importa que se haga visible que la verdadera dignidad viene de la fraternidad, del Padre que une a todos los seres humanos.

Evocará, también, el episodio en que Jesús pide a Pedro ir mar adentro, hasta lograr una gran pesca. Lo hace porque comparte con él una experiencia muy importante: el estremecimiento ante la divinidad. La emoción por la presencia bondadosa y salvadora, junto al sentimiento de pequeñez, el reconocimiento de la propia realidad humana.

Pedro se postra, diciendo: «Aléjate de mí, porque soy un hombre pecador, Señor» y Teresa comenta sus palabras, diciendo: «Todo este cimiento de la oración va fundado en humildad». El sostén de todo es descubrir que Él es el Señor, ante quien solo cabe la confianza amorosa y el seguimiento.

Aunque el apóstol aparece en más ocasiones, entra en escena en un momento clave de las VII Moradas, cuando Teresa explica para qué tanta oración y por qué seguir un camino espiritual: para vivir y servir como Jesús. Lo que Pedro ha recibido –igual que Teresa–, toda la experiencia de fe y amor que ha vivido, tiene un fin: «Que nazcan siempre obras», obras de amor.

Vivir desde el encuentro con Jesús define al cristianismo. Teresa escribirá: «No está el negocio en guardarnos de los hombres… ni en tener hábito de religión o no… ni en lo que toca al cuerpo… sino en contentar a Dios» —que era lo que hacía Jesús. Es lo mismo que Pedro decía: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres». Después, los dos sentirán la urgencia de compartir y comunicar: «No podemos dejar de proclamar lo que hemos visto y oído».

Pedro y Teresa hablan de la necesidad constante a volver a Jesús, e invitan a una confianza en Él sin límites. Recuerdan que acoger el Espíritu deshace los miedos y lleva a la verdadera misión: la de dar a Jesús y ofrecer salud en su nombre. Y así, valen para los dos las palabras de Pedro: «No tengo plata ni oro; pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar».

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