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Sagradas Familias: hasta dónde hemos llegado, hasta dónde nos queda llegar

Martes, 2 de enero de 2024
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IMG_0978Diácono Ray Dever

La publicación de hoy para la Fiesta de la Sagrada Familia es del diácono Ray Dever, padre de una mujer transgénero adulta, diácono católico retirado con casi 50 años de experiencia parroquial y pastoral diversa. El diácono Ray ha sido invitado a abordar cuestiones LGBTQ por varias publicaciones nacionales y organizaciones católicas, incluida la Conferencia de Obispos Católicos de EE. UU., y con frecuencia brinda asesoramiento pastoral a familias católicas con niños transgénero de todo Estados Unidos. Tiene tres títulos de posgrado, incluida una maestría en teología.

En 2014, en la Fiesta de la Sagrada Familia, que la iglesia celebra cada año el domingo después de Navidad, ofrecí algunas ideas a los lectores de Bondings 2.0 sobre las familias católicas con hijos LGBTQ, incluida la mía. En ese momento, mi familia todavía estaba en las primeras etapas de adaptación y aceptación de la realidad de que nuestra hija mayor se declarara transgénero.

Me encontré con una publicación de Bondings 2.0 de una joven profesional, abogada si no recuerdo mal, que provenía de una familia católica conservadora y que tenía una relación entre personas del mismo sexo. Ella contó conmovedoramente que lo que más deseaba era poder volver a casa para pasar Navidad con su amado compañero, algo que sus padres no le permitirían por temor a violar las enseñanzas de la iglesia. Su historia me conmovió profundamente, tanto como padre como diácono, y comenté en línea sobre su situación desde la perspectiva de una familia muy católica que había llegado a una conclusión completamente diferente a la de sus padres. Eso llevó a una invitación del Ministerio New Ways para contar nuestra historia y ofrecer esa publicación inicial en el blog.

Mucho ha cambiado para las familias con niños LGBTQ durante la última década, para bien o para mal. Comenzando con las ahora famosas palabras “¿Quién soy yo para juzgar?” Desde el Papa Francisco en 2013 y continuando con su alcance pastoral a la comunidad LGBTQ, ha habido crecientes señales de esperanza de que la iglesia pueda avanzar, aunque lentamente, hacia una mayor comprensión y aceptación de las personas LGBTQ y sus familias que las apoyan.

IMG_2142Recientemente, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe publicó dos documentos positivos: una carta de octubre de 2023 que permite el bautismo de personas transgénero y una declaración de diciembre de 2023 que permite la bendición de uniones entre personas del mismo sexo. Aunque ambos documentos están llenos de limitaciones y lagunas, en general han sido recibidos con euforia por parte de la comunidad católica LGBTQ. Y en las reuniones recientemente terminadas en Roma del sínodo universal de la iglesia, las cuestiones LGBTQ estuvieron muy sobre la mesa de discusión, aunque aún está por ver cómo se desarrollará el último año del sínodo con respecto a esas cuestiones.

Por otro lado, si uno preguntara a las familias católicas con niños LGBTQ cómo ven los cambios de la última década, creo que escucharían perspectivas significativamente menos optimistas. El Dr. Anthony Fauci, a quien la mayoría de nosotros llegamos a conocer durante la pandemia de Covid pero que fue uno de los líderes de la respuesta a la epidemia de SIDA en la década de 1980, advirtió recientemente que el sentimiento anti-LGBTQ en este país es el peor que jamás haya existido en 40 años. El número de acciones legislativas anti-LGBTQ introducidas a nivel del gobierno estatal se ha disparado en los últimos cinco años, y 2023 marcó un récord en ese sentido. En muchos estados, las vidas de las familias con niños transgénero están en crisis, ya que se ha prohibido la atención médica necesaria para sus hijos y se ha investigado a las familias por abuso infantil simplemente por hacer todo lo posible para cuidar a sus hijos transgénero.

Y hay una intersección significativa entre lo que está sucediendo en el gobierno y lo que está sucediendo en la iglesia en Estados Unidos, ya que muchas de estas acciones legislativas han sido apoyadas públicamente por las iglesias locales. En los últimos años, más de 40 diócesis han emitido políticas generalmente negativas sobre la identidad de género y la orientación sexual, muchas de las cuales prohíben efectivamente que las personas transgénero asistan a escuelas católicas o reciban los sacramentos. (Una excepción notable es la Diócesis de Davenport, cuyas directrices pastorales de 2023 sobre género y orientación sexual adoptan un enfoque mejor informado y más compasivo que las otras políticas diocesanas).

Si me veo obligado a sopesar si los cambios de la última década han sido para bien o para mal, primero reflexionaría sobre cómo todo esto ha afectado a mi propia familia. En el lado positivo, nuestro viaje durante la última década ha visto a nuestra hija transgénero prosperar y ha acercado a nuestra familia. También ha ayudado a abrir nuestras mentes y corazones no sólo a las luchas de las personas LGBTQ, sino a las luchas de todos aquellos que se encuentran al margen de la sociedad y la iglesia.

En el lado negativo, nuestros tres hijos adultos abandonaron la iglesia, principalmente debido a la falta de aceptación de las personas LGBTQ. Nuestra hija mediana, que se casó en octubre y reunió a dos grandes familias católicas, lo hizo fuera de la iglesia principalmente porque no quería que las personas LGBTQ más cercanas a ella y a su esposo, incluida su hermana transgénero, se sintieran no bienvenidas en el día de su boda.

Y en la máxima ironía, nuestra hija transgénero ya no regresa a casa para Navidad, no porque no sea amada y bienvenida en nuestro hogar en Florida, donde hemos celebrado las Navidades familiares durante los últimos 30 años, sino porque no se siente segura viajando a un estado donde podría ser arrestada por usar un baño público. En cambio, ahora hacemos las maletas para nuestra celebración navideña familiar y viajamos hacia ella.

En este Domingo de la Sagrada Familia, mientras contemplamos esas escenas de comidas chispeantes en nuestros hogares e iglesias, debemos recordar que esta familia de hace 2.000 años también fue marginada de muchas maneras, incluso hasta el punto de tener que huir para salvar sus vidas con un bebé recién nacido. Para aquellas familias católicas con niños LGBTQ que se sienten marginadas y que están luchando con todo lo que sucede a su alrededor, sepan que su familia tiene el mismo valor y dignidad dados por Dios que cualquier otra familia en la iglesia. Mirad a la Sagrada Familia, al amor ilimitado de Dios por todos encarnado en la Encarnación. Miren la misericordia y el perdón ofrecidos a todos por la venida del niño Cristo. Y como el nuevo mandamiento nos llama a hacer, amaos unos a otros como Cristo nos amó y, sobre todo, continuad amando a vuestros hijos.

—Diácono Ray Dever, 31 de diciembre de 2023

Fuente New Ways Ministry

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“Educar en la fe en nuestros días”. Sagrada Familia – B (Lucas 2,22-40)

Domingo, 31 de diciembre de 2023
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IMG_1862El pasaje de Lucas termina diciendo: «El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él».

Cuando hablamos hoy de «educar en la fe», ¿qué queremos decir? En concreto, el objetivo es que los hijos entiendan y vivan de manera responsable y coherente su adhesión a Jesucristo, aprendiendo a vivir de manera sana y positiva desde el Evangelio.

Pero hoy día la fe no se puede vivir de cualquier manera. Los hijos necesitan aprender a ser creyentes en medio de una sociedad descristianizada. Esto exige vivir una fe personalizada, no por tradición, sino fruto de una decisión personal; una fe vivida y experimentada, es decir, una fe que se alimenta no de ideas y doctrinas, sino de una experiencia gratificante; una fe no individualista, sino compartida de alguna manera en una comunidad creyente; una fe centrada en lo esencial, que puede coexistir con dudas e interrogantes; una fe no vergonzante, sino comprometida y testimoniada en medio de una sociedad indiferente.

Esto exige todo un estilo de educar hoy en la fe donde lo importante es transmitir una experiencia más que ideas y doctrinas; enseñar a vivir valores cristianos más que el sometimiento a unas normas; desarrollar la responsabilidad personal más que imponer costumbres; introducir en la comunidad cristiana más que desarrollar el individualismo religioso; cultivar la adhesión confiada a Jesús más que resolver de manera abstracta problemas de fe.

En la educación de la fe, lo decisivo es el ejemplo. Que los hijos puedan encontrar en su propio hogar «modelos de identificación», que no les sea difícil saber como quién deberían comportarse para vivir su fe de manera sana, gozosa y responsable.

José Antonio Pagola

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“El niño iba creciendo y se llenaba de sabiduría”. Domingo 31 de diciembre de 2023. La Sagrada Familia de Nazaret.

Domingo, 31 de diciembre de 2023
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06-familia (B) cerezoLeído en Koinonia:

Eclesiástico 3,2-6.12.14: El que teme al Señor honra a sus padres.
Salmo responsorial: 127: Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos.
Hebreos 11,8.11-12.17-19: Fe de Abrahán, de Sara y de Isaac.
Lucas 2,22-40 El niño iba creciendo y se llenaba de sabiduría

Celebramos hoy la fiesta de la Sagrada Familia. Los textos de la liturgia hacen referencia a temas familiares. En la primera lectura, tomada del libro del Eclesiástico, escuchamos los consejos que un hombre, Ben Sirac, que vivió varios siglos antes de Jesucristo, da a sus hijos. El respeto y la veneración de éstos hacia sus padres es cosa agradable a los ojos de Dios, que éste no dejará sin recompensa. Los hijos que veneren a sus padres serán venerados a su vez por sus propios hijos. Todo estos consejos, aún conservando hoy plena validez, parecen insuficientes, puesto que están dados desde una mentalidad estrictamente rural, en donde otros aspectos de la vida familiar no son tenidos en cuenta. No sólo importa hablar hoy del respeto que los hijos deber a los padres, sino de la actitud de éstos con relación a los hijos. Esta insuficiencia resulta particularmente notable en momentos como los actuales, cuando la familia tiene planteados problemas de pérdida de sus funciones.

Desde una perspectiva cristiana, la familia continúa teniendo una función insustituible: ser una comunidad de amor en donde los que la integran puedan abrirse a los demás con una total sinceridad y confianza. Dejando aparte los consejos que en último lugar da San Pablo, y que son puramente circunstanciales y muy ligados a las costumbres y mentalidad de la época, la exhortación a la mansedumbre, a la paciencia, al perdón y, sobre todo, al amor, es algo realmente básico para la familia de nuestro tiempo.

El evangelio de Lucas que hoy proclamamos nos cuenta –dentro del género de los «relatos de la infancia»- el rito de la presentación del niño en el Templo, celebrado también por los padres de Jesús. El fragmento de hoy concluye con unas palabras muy importantes, que, junto con otros pasajes paralelos de Mateo, proclaman el “progreso” en el “crecimiento” de Jesús «en edad, sabiduría y gracia, ante los hombres y ante Dios».

Tiempos hubo en que la «cristología vertical descendente» clásica se veía en la necesidad de corregir estas palabras diciendo que, obviamente, eran metáforas, porque Jesús no podía «crecer, progresar en sabiduría ni en gracia», ya que era perfecto… La cristología renovada, «ascendente» ahora, por el contrario, se fijó en estos versículos y los subrayó: sería el evangelio mismo el que nos estaría afirmando que Jesús «fue haciéndose», no sólo creciendo en edad, sino «en sabiduría» e incluso «en gracia».

Este evangelio, y sus paralelos, es, por ello muy importante, por cuanto nos insta a desvincularnos de los planteamientos metafísicos griegos fixistas. La «encarnación» no sería un chispazo de conexión instantánea entre dos «naturalezas», sino todo un proceso histórico.

Pablo da algunos consejos para la convivencia con otros. Se requiere humildad, acogida mutua, paciencia. Y si fuese necesario, perdonar. Así procede Dios con nosotros. Su actitud debe ser el modelo de la nuestra (v.12-13). Pero, “por encima de todo”, está el amor, de Él tenemos que revestirnos, dice Pablo empleando una metáfora frecuente en sus cartas (v.14). De este modo “la paz de Cristo” presidirá en nuestros corazones (v.15).

Si el amor es el vínculo que une a las personas, la paz se irá construyendo en un proceso, los desencuentros irán desapareciendo (los enfrentamientos también) y las relaciones se harán cada vez más trasparentes. En el marco de la familia humana, esos lazos son detallados en el texto del Eclesiástico (3,3-17).

Lucas nos presenta a la familia de Jesús cumpliendo sus deberes religiosos (vv. 41-42). El niño desconcierta a sus padres quedándose por su cuenta en la ciudad de Jerusalén. A los tres días, un lapso de tiempo cargado de significación simbólica, lo encuentran. Sigue un diálogo difícil, suena a desencuentro; comienza con un reproche: “¿Por qué nos has hecho esto?”. La pregunta surge de la angustia experimentada (v. 48). La respuesta sorprende: “¿Por qué me buscaban?” (v. 49), sorprende porque la razón parece obvia. Pero el segundo interrogante apunta lejos: “¿No sabían que yo debía estar en las cosas de mi Padre?”. María y José no comprendieron estas palabras de inmediato, estaban aprendiendo (v.50).

La fe, la confianza, suponen siempre un itinerario. En cuanto creyentes, María y José maduran su fe en medio de perplejidades, angustias y gozos. Las cosas se harán paulatinamente más claras. Lucas hace notar que María “conservaba todas las cosas en su corazón” (v. 51). La meditación de María le permite profundizar en el sentido de la misión de Jesús. Su particular cercanía a él no la exime del proceso, por momentos difícil, que lleva a la comprensión de los designios de Dios. Ella es como primera discípula, la primera evangelizada por Jesús.

No es fácil entender los planes de Dios. Ni siquiera María “entiende”. Pero hay tres exigencias fundamentales para entrar en comunión con Dios: 1) Buscarlo (José y María “se pusieron a buscarlo”); 2) Creer en Él (María es “la que ha creído”); y 3) Meditar la Palabra de Dios (“María conservaba esto en su corazón”). Leer más…

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31.12.23. Fin de año, Sagrada Familia: Todos los hijos de Dios dispersos por el mundo (Jn 11, 52)

Domingo, 31 de diciembre de 2023
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la-familia-en-la-bibliaDel blog de Xabier Pikaza:

Termina el año con la fiesta de la “familia humana”, esto es, de la familia de formada por la unidad de todos los hijos de Dios dispersos por el mundo.

Tras la reforma litúrgica del Vaticano II, este domingo de Navidad ha quedado dedicado a la celebración de la Sagrada Familia, pero ni bíblica, ni teológica, ni litúrgicamente se ha conseguido ese intento por falta de “claridad” evangélica.

Los Papa post-conciliares (Pablo VI, JP II, B XVI) se han movido cada uno a su deriva, sin que esta reforma haya logrado cristalizar de una forma ilusionada y creadora, como corresponde al tiempo y mensaje de la navidad (del fin de año)

No hay (no se han escogido)  textos  litúrgicos apropiados para esta fiesta

Los escogidos son marginales (no tratan de la familia de Jesús) o contradictorios (introducen temas de las tablas domésticas  post-paulinas que derivan de un judeo-helenismo poco evangélico).

   Vengo pensando desde hace algún  tiempo que el texto clave para esta fiesta debería ser el de Jn 11, 52,vinculado a los textos de los sinópticos que después comento.

Jesús ha nacido (ha muerto)) para reunir en “sinagoga o comunión” (hina synagoge, eis Hen/Uno), a todos los hijos de Dios (=seres humanos) dispersos/perdidos (dieskorpismena: como ovejas errantes, oprimidas, sacrificadas)… Jn 11, 52,

Para reunir a todos los hombres/mujeres en Uno (eis Hen). Ésta es la palabra clave: (a) Reunir en uno (eis Hen), es reunir en el Dios de la tradición bíblica del Shema (escucha Israel, el Señor tu Dios Uno es: Dt 7, 5-6). (b) Esta Unidad/comunión en amor de Dios es principio, fundamento y sentido de la iglesia/sinagoga de la nueva humanidad.

 Esta es la fiesta de la familia universal:  que todos los  hombres y mujeres sean una sinagoga (sinagogein: reunir) en la que se integran varones y mujeres, judíos y gentiles, libres y oprimidos, pueblos y pueblos  Gal 3, 28), compartiendo casa, afecto, posesiones, trabajos y riquezas…

No es la fiesta de unidades aisladas,  ni de pequeños grupos/naciones (España, Italia…), sino de la humanidad  formada por de todos los hombres y pueblo, empezando por los  excluidos, dieskorpismena; a los que alude con enorme precisión el texto: los dispersados por montes y desiertos, bombardeados por armas “inteligentes” de muerte, los emigrantes, emigrantes etc etc. Estos son algunos de rasgos de esa reunión en familia de los dispersos/oprimidos del mundo.

Familia, no patriarcado: hermanos, hermanas y madres, sin patriarca/jefe (Mc 3, 31-35 par).

Y llegaron su madre y sus hermanos y quedando fuera, enviaron a llamarle. Y la multitud estaba sentada en torno a él y le dijeron: Mira: tú madre y tus hermanos están fuera y te buscan. Y (Jesús) respondiéndoles les dijo: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados alrededor de Él, en círculo, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque el que cumpla la voluntad de Dios, éste es mi hermano, mi hermana y mi madre (Mc 3, 31-35) [1].

             Los rabinos de Jerusalén le han acusado de estar endemoniado porque “cura en apariencia” con la fuerza de Satán/Belcebú a unos endemoniados, para oprimir de esa manera a todo el pueblo. Sus familiares no se atreven a llamarle “endemoniado, pero le toman como loco (está fuera de sí) y quieren llevarle preso a casa. Pero él reacciona conforme a este pasaje, trazando la identidad de su nueva familia/iglesia:

−Cuestión de Jesús: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” Tanto los que vienen a buscarle como los que avisan (mira: tú madre y tus hermanos están fuera…) suponen de antemano conocida la respuesta: Familia de Jesús son aquellos que están buscándole fuera. El texto no habla de “padre”, quizá porque ha muerte y el poder de la familia lo tienen los hermanos de sangre con su madre, viniendo con la intención de prender a Jesús y llevarle a su casa materna. Pero Jesús rechaza ese supuesto y pregunta ¿quién es? ¿quiénes son…?

Signo: Sentados en torno. “Mirando a los que estaban sentados en torno a él, en círculo…”. Jesús ha creado un nuevo espacio de convivencia familiar, donde sus nuevos hermanos/hermanas y madres están sentadas, en corro, formando con él grupo de “asentamiento”, sentados en círculo, en tono a Jesús, de modo que pueden mirarse y aceptarse por la mirada, no por un tipo de generación biológica o poder externo (sin padre superior).

Palabra. Jesús ratifica la identidad de su nueva familia, formada por endemoniados, enfermos etc., sentados en torno, diciendo, en palabra performativa (creadora de Iglesia): “estos son mi hermano, mi hermana y mi madre”. La primera “ley de familia” de la Biblia vinculaba al hombre y a la mujer diciendo: “procread, multiplicaos, dominad la tierra” (Gen 1, 28). Pues bien, ahora, los reunidos en torno a Jesús no son familia por generación, sino por cohabitación, sentándose en torno y mirándose unos a otros.

– Limitación: En esta familia de Jesús no hay padre/padrone, de tipopatriarca, pues Padre solo es Dios. Jesús no puede hablar en este contexto de padres porque él mismo aparece como referencia y signo de unión la familia. Por eso, lógicamente, en estas nuevas iglesias/familias de Jesús no hay lugar para padres superiores por encima del corro de hermanos/hermanas/madre. Ni Dios está arriba (no es superioridad impositiva) Tampoco Jesús esta encima. No hay jerarquía. La iglesia o comunidad se construye precisamente desde abajo el mismo corro, con Jesús

Surgimiento eclesial: Madres y hermanos. Junto a los hermanos/hermanas (en igualdad, varones y mujeres), el texto destaca a las madres que son autoridad en la medida en que acogen a los nacidos, les cuidan, les aman, les hablan, pero sin convertirse por eso en poder paterno de tipo jerárquico. Este pasaje nos sitúa por tanto ante una “eclesiogénesis” básicamente femenina, donde, con los hermanos/hermanas están las madres como donantes de vida (no por engendrar, sino por acoger, amar) en especial a los hijos/ pequeños, a quienes cuidan y educan.

−Justificación. “Porque el que cumpla la voluntad de Dios ése mi hermano. y mi hermana y mi madre…”. Filón aseguraba que “la honra de Dios” (tên tou Theou timên: Spic. Leg I, 317) vincula en lazo indisoluble a la familia de Dios, sobre los lazos de la carne y sangre… Eso aparece también dicho de Jesús, pero con dos diferencias significativas. (a) La voluntad de Dios no se expresa en un un tipo de “ley sacral” sino en la comunión de amor real entre hermanos y hermanas varones y mujeres, madre, e hijo. (b) En esta familia de Jesús no hay lugar los “padres” (portadores de un poder más alto). El amor vinculado a la voluntad de Dios no es de padres/patriarcas, sino de hermanos/hermanas y madres (cf. Mt 23, 1-9).

               Éste lenguaje es tan escandaloso, que ha sido difícil de aceptarlo para cierta iglesia, que ha vuelto con frecuencia a los modelos del judaísmo anterior, reforzándolos incluso, con el surgimiento de estructuras jerárquicas de dirección que marginan a las mujeres y tienen dificultad en aceptar a pecadores-posesos-ilegales como muestran los códigos de familia de 1 Ped, Col y Ef [2].

                         En esta familia de Jesús (de Mc 3, 31-35) hay hermanos-hermanas-madres, pero no padres/patriarcas (de patri/arkhê, dominio del padre). El padre sólo es auténtico padre, como Dios, dejando de ser arkhê, autoridad/potestad. En ese sentido, la patria/potestad no es cristiana no es evangélica. El un Padre verdadero (que es Dios) no es potestad.

 Jesús no ha venido a perfeccionar perfeccionado la familia patriarcal o legal de Israel, sino que ha creado un tipo de familia sin patria potestad, sin escribas legales como los de Mc 3, 22, sin patriarcas-patronos, sin parientes con poder genealógico más alto, sino una familia de hermanos/hermanas, de madre/hijos, abierta a los marginados, no en línea de exclusión o alejamiento (como pudo hacer Juan Bautista), sino de acogida, pues en ella caben todos los que escuchan y cumplen la voluntad de Dios, todos los perdidos (dieskorpismena) sobre el mundo.

Familias con casas/campos, con trabajo y comida compartida: cien casas/campos, hermanos/hermanas y madres, sin patriarcado (Mc 10, 29-30).

Pedro comenzó a decirle: Mira, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Jesús respondió: En verdad os digo: no hay nadie que haya dejado casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o tierras por mí y por el evangelio, que no reciba el ciento por uno en el tiempo presente en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, con persecuciones, y en el siglo futuro la vida eterna (Mc 10, 28-30 par, cf. Mt 19, 23-39 y Lc 18, 24-30).

             Este pasaje sigue en la línea anterior, pero con una inmensa novedad: La familia no es principio de negación, no es pura pobreza material, sino riqueza con casas/campos, con hermanos y hermanas… Familia abierta a todos, familia humana en la que todos tengan casa/hogar y campo/trabajo.

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Fiesta de la Sagrada Familia (31 de diciembre 2023)

Domingo, 31 de diciembre de 2023
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IMG_2081Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Fiesta de la Sagrada Familia. Ciclo B

Dos lecturas que encajan

En una fiesta de la Sagrada Familia, esperamos que las lecturas nos animen a vivir nuestra vida familiar. Y así ocurre con las dos primeras.

El libro del Eclesiástico insiste en el respeto que debe tener el hijo a su padre y a su madre; en una época en la que no existía la Seguridad Social, “honrar padre y madre” implicaba también la ayuda económica a los progenitores. Pero no se trata sólo de eso; hay también que soportar sus fallos con cariño, “aunque chocheen”.

Lectura del libro del Eclesiástico 3, 2-6. 12-14

Dios hace al padre más respetable que a los hijos y afirma la autoridad de la madre sobre su prole. El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos y, cuando rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo escucha. Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras vivas. La limosna del padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus pecados. 

La carta a los Colosenses ha sido elegida por los consejos finales a las mujeres, los maridos, los hijos y los padres. En la cultura del siglo I debían resultar muy “progresistas”. Hoy día, el primero de ellos provoca la indignación de muchas personas: “Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor.” Cuando se conoce la historia de aquella época resulta más fácil comprender al autor.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 12-21

Hermanos:

Como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo. Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.

Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos.

Un evangelio atípico

Si san Lucas hubiera sabido que, siglos más tarde, iban a inventar la Fiesta de la Sagrada Familia, probablemente habría alargado la frase final de su evangelio de hoy: “El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.” Pero no habría escrito la típica escena en la que san José trabaja con el serrucho y María cose sentada mientras el niño ayuda a su padre. A Lucas no le gustan las escenas románticas que se limitan a dejar buen sabor de boca.

Como no escribió esa hipotética escena, la liturgia ha tenido que elegir un evangelio bastante extraño. Porque, en la fiesta de la Sagrada Familia, los personajes principales son dos desconocidos: Simeón y Ana. A José ni siquiera se lo menciona por su nombre (sólo se habla de “los padres de Jesús” y, más tarde, de “su padre y su madre”). El niño, de sólo cuarenta días, no dice ni hace nada, ni siquiera llora. Sólo María adquiere un relieve especial en la bendición que le dirige Simeón, que más que bendición parece una maldición gitana.

Sin embargo, en medio de la escasez de datos sobre la familia, hay un detalle que Lucas subraya hasta la saciedad: cuatro veces repite que es un matrimonio preocupado con cumplir lo prescrito en la Ley del Señor. Este dato tiene enorme importancia. Jesús, al que muchos acusarán de ser mal judío, enemigo de la Ley de Moisés, nació y creció en una familia piadosa y ejemplar. El Antiguo y el Nuevo Testamento se funden en esa casa en la que el niño crece y se robustece.

La misma función cumplen las figuras de Simeón y Ana. Ambos son israelitas de pura cepa, modelos de la piedad más tradicional y auténtica. Y ambos ven cumplidas en Jesús sus mayores esperanzas.

Lectura del evangelio según san Lucas 2, 22-40

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.»

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.

Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:

– «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»

Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.

Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre:

– «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.

Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba. 

Sorpresa final

Las lecturas de hoy, que comenzaron tan centradas en el tema familiar, terminan centrando la atención en Jesús. Con dos detalles fundamentales:

  1. Jesús es el importante. La escena de Simeón lo presenta como el Mesías, el salvador, luz de las naciones, gloria de Israel. Ana deposita en él la esperanza de que liberará a Jerusalén. José y María son importantes, pero secundarios.
  2. Jesús es motivo de desconcierto y angustia. Lo que Simeón dice de él desconcierta y admira a José y María. Pero a ésta se le anuncia lo más duro. Cualquier madre desea que su hijo sea querido y respetado, motivo de alegría para ella. En cambio, Jesús será un personaje discutido, aceptado por unos, rechazado por otros; y a ella, una espada le atravesará el alma. Lucas está anticipando lo que será la vida de María, no sólo en la cruz, sino a lo largo de toda su existencia.

 

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“Fiesta de la Sagrada Familia”. Ciclo B. 31 Diciembre, 2023

Domingo, 31 de diciembre de 2023
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Una profetisa, Ana, se presentó en ese mismo momento y daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban que Jerusalén sería liberada.»

(Lc 2, 22-40)

En el evangelio de hoy nos encontramos a Jesús todavía como un bebé. A sus pocas semanas aún no puede explicar quién es, pero ya hay quienes lo reconocen.

En la escena, María y José suben al templo de Jerusalén para presentar a su hijo al Señor. Están cumpliendo con la Ley judía y con la costumbre. Pero lo que podría haber sido un simple trámite se convierte en una fiesta de alabanza a Dios. En la entrada del templo se encuentran con Simeón, «un hombre justo y piadoso», y con Ana, una profetisa. Las dos son personas mayores y mantienen una relación muy cercana con Dios: Simeón «tenía el don del Espíritu Santo», y Ana «daba culto a Dios noche y día».

Donde la mayoría solo verían a una familia más, Ana y Simeón reconocen al Mesías, quien liberaría a su pueblo. Si son capaces de verlo en un bebé, su mirada tiene que ser necesariamente especial: miran desde sus esperanzas más antiguas y profundas, desde la gratuidad, con unos ojos limpios de expectativas y pretensiones. Reconocen porque su corazón está lleno de Dios. Así, no dudan ni por un momento de quién es ese niño. Bendicen y dan gracias a Dios llenos de alegría y con naturalidad: la experiencia de su larga vida les dice que Dios está especialmente en lo humilde, por eso no se extrañan ante tal Mesías.

Ana y Simeón reconocen la maravilla delante de ellos, el tesoro que Dios les regala y pone en sus manos, y lo aceptan dando gracias y bendiciendo.

Oración

«Enséñanos, Trinidad Santa, a reconocerte en los acontecimientos más sencillos. Concédenos una mirada capaz de asombrarse ante la maravilla. Y que no nos olvidemos nunca de alabarte y agradecerte.»

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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En Navidad, lo humano y lo divino se han identificado.

Domingo, 31 de diciembre de 2023
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medjugorje-junio-2014-pentecostes-078(Domingo después de Navidad)

FAMILIA DE NAZARET (B)

Lc 2,22-40

Debemos aclarar que el modelo de familia de aquella época tenía muy poco que ver con el nuestro. Los estudios sociológicos, que se han hecho sobre la familia en tiempo de Jesús, no dejan lugar a duda. Si no tenemos en cuenta los resultados de esos estudios será imposible entender nada del ambiente en que se desarrolla la infancia de Jesús. El tipo de familia de Nazaret que se nos ha propuesto durante siglos, no ha existido. El modelo de familia del tiempo de Jesús, era el patriarcal. La familia molecular era inviable, tanto por motivos religiosos o sociológicos como económicos. ¿Qué podían hacer dos jóvenes de 13 y 14 años con un recién nacido entre los brazos?

Cuando el evangelio nos dice que José recibió en su casa a María, no quiere decir que fueran a vivir a una nueva casa. María dejó de vivir en la casa de su padre y pasó a integrarse en la familia de José. Esto no quiere decir que no tuvieran su intimidad y sus relaciones más estrechas los tres. El relato de la pérdida del Niño en Jerusalén es impensable en una familia de tres. Pero cobra su verosimilitud si tenemos en cuenta que es todo el clan el que hace la peregrinación y vuelven a casa todos juntos.

El relato evangélico que acabamos de leer no es histórico, pero es rico en enseñanzas teológicas. Está escrito sesenta o setenta años después de morir Jesús. Lucas quiere dejar claro, desde el principio de su evangelio, que la vida de Jesús estuvo insertada plenamente en las tradiciones judías. Su persona y su mensaje no son realidades caídas del cielo, sino surgidas desde el fondo más genuino del judaísmo tradicional.

Debemos buscar la ejemplaridad de la familia de Nazaret donde realmente está, huyendo de toda idealización que lo único que consigue es meternos en un ambiente irreal que no conduce a ninguna parte. Sus relaciones, aunque se hayan desarrollado en un marco familiar distinto, pueden servirnos como ejemplo de valores humanos que debemos desarrollar, cualquiera que sea el modelo donde tenemos que vivirlos. Jesús predicó lo que vivió. Si predicó el amor, es decir, la entrega, el servicio, la solicitud por el otro, quiere decir que primero lo vivió él. Todo ser humano nace como proyecto que tiene que ir desarrollándose a lo largo de toda la vida con la ayuda de los demás.

Debemos tener mucho cuidado de no sacralizar ninguna institución. Las instituciones son instrumentos que tienen que estar siempre al servicio de la persona, que es el valor supremo. Las instituciones no son santas, menos aún sagradas. Nunca debemos poner a las personas al servicio de la institución, sino al contrario. Con demasiada frecuencia se abusa de las instituciones para conseguir fines ajenos al bien del hombre. Entonces tenemos la obligación de defendernos de ellas con uñas y dientes. Claro que no son las instituciones las que tienen la culpa. Son algunos seres humanos que se aprovechan de ellas para conseguir sus propios intereses egoístas a costa de los demás.

No debemos echar por la borda una institución porque me exija esfuerzo. Todo lo que me ayude a crecer en mi verdadero ser, me exigirá esfuerzo. Pero nunca puedo permitir que la institución me exija nada que me deteriore como ser humano; ni siquiera cuando me reporte ventajas o seguridades egoístas. La familia, cualquier modelo de familia, puede ser el marco privilegiado para el desarrollo de la persona humana, no solo durante los años de la niñez o juventud, sino que debe ser el campo de entrenamiento durante todas las etapas de nuestra vida. El hombre solo puede crecer en humanidad a través de sus relaciones con los demás. Y toda familia es el marco privilegiado.

La familia es el marco más apropiado para las relaciones profundamente humanas. Sea como hijo, como hermano, como pareja, como padre o madre, como abuelo. En cada una de esas situaciones la calidad de la relación nos irá acercando a la plenitud humana. Los lazos de sangre o de amor natural debían ser puntos de apoyo para aprender a salir de nosotros mismos e ir a los demás con nuestra capacidad de entrega y servicio. Si en la familia superamos la tentación del egoísmo amplificado, aprenderemos a tratar a todos con la misma humanidad: exigir cada día menos y darse cada día más.

No tenemos que asustarnos de que la familia esté en crisis. El ser humano está siempre en constante evolución, si no fuera así, hubiera desaparecido hace mucho tiempo. En el evangelio no encontramos un modelo específico de familia. Se dio siempre por bueno el existente. Más tarde se adoptó el modelo romano, que tenía muchas ventajas, pues desde el punto de vista legal era muy avanzado. Los cristianos de los primeros siglos hicieron muy bien en adoptar ese modelo. Lo malo es que se sacralizó y se vendió después como único modelo cristiano, sin hacer la más mínima crítica.

Con el evangelio en la mano, debemos intentar dar respuesta a los problemas que plantean los distintos modelos de familia hoy. La Iglesia no debe esconder la cabeza debajo del ala e ignorarlos o seguir creyendo que se deben a la mala voluntad de las personas. No conseguiremos nada si nos limitamos a decir: el matrimonio es indisoluble. Más del 50 % se disuelven. No se trata de que las personas sean peores que hace cincuenta años. Hoy, para mantener un matrimonio, se necesita una madurez mayor.

Al no darse esa madurez, los matrimonios fracasan. Dos razones de esta mayor exigencia son: a) La estructura nuclear de la familia. Antes las relaciones familiares eran entre un número de personas mucho más amplio. Hoy al estar constituidas por tres o cuatro miembros, la posibilidad de armonía es mucho menor, porque los egoísmos se diluyen menos. b) La mayor duración de la relación. Hoy es normal que una pareja se pase sesenta años juntos. Es más fácil que surjan dificultades insuperables.

Como cristianos tenemos la obligación de hacer una seria autocrítica sobre el uniforme modelo de familia que proponemos. Jesús no sancionó ningún modelo, como no determinó ningún modelo de religión u organización política. Lo que Jesús predicó no hace referencia a las instituciones, sino a la actitud que debían tener cada ser humano en sus relaciones con los demás. Jesús enseñó que todo ser humano debía relacionarse con los demás como exige su verdadero ser, a esta exigencia le llamaba voluntad de Dios. Cualquier tipo de institución que permita o promueva esta relación puede ser cristiana.

No solo no es malo que se separe una pareja que no se ama. Es completamente necesario que se separen, porque no hay cosa más inhumana que obligar a vivir juntas a dos personas que no se aman. Esto no contradice en nada la indisolubilidad del matrimonio, porque lo único que demostraría es  la falta de amor que ha hecho nulo, de todo derecho, lo que hemos llamado matrimonio. Si hay sacramento ciertamente es indestructible. Pero, para que haya sacramento es imprescindible el amor auténtico.

Fray Marcos

 Fuente Fe Adulta

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Mutantes

Domingo, 31 de diciembre de 2023
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circuncisionAunque lo parezca, no es el título de una película de terror. Es una invitación navideña a dirigir la mirada a las mutaciones, cambios y transfiguraciones que vivieron algunos personajes de los relatos evangélicos del nacimiento de Jesús. Con la secreta intención de que a quien lo lea, le entren ganas de apuntarse también a“mutante”.

Zacarías e Isabel abren el pórtico del evangelio de Lucas, viejísimos ellos, cumplidores modélicos de la Ley y acostumbrados (mayormente él) al Templo, sus horarios y sus inciensos; estériles ambos (mayormente ella) y con poco futuro por delante. Pero después de la visita del ángel, él se queda mudo (¿se habría vuelto todo él escucha?), pero vuelve a casa rejuvenecido y ella se queda embarazada (rejuvenecida también vía consorte). Y de puro contenta, se quita de en medio durante cinco meses para saborear, sin que nadie la moleste, su pequeño magnificat: ¡Así me ha tratado Dios!

María entra en escena como una mujer de su casa, calladita ella como corresponde a muchacha honesta, casadera, vecina y residente en Nazaret. Pero sale de escena transformada en una mujer intrépida y caminante que se atraviesa medio país para encontrar a Isabel y poder contarse la una a la otra (pero ¿de qué se ríen las mujeres?) cómo las ha tratado Dios y lo contentas que están con Él y con las primeras pataditas de sus niños.

De lo de José tiene un poco de culpa su propio nombre (“que el Señor añada…”), y vaya que si le añadió: como hombre justo, prudente y temeroso de Dios, había decidido cerrar sigilosamente la puerta de su vida y de su casa dejando fuera a María, por puro respeto y por pura discreción. Pero no le quedó más remedio que abrírsela de par en par y dejar que entrara, no sólo ella, sino también y como “añadido” el que iba a asociarle a su torbellino mesiánico.

A los pastores los vemos al principio en lo suyo de cuidar ovejas, amedrentados y un poco liados en medio de aquella noche loca de ángeles, cánticos y resplandores en torno a una cuadra. Pero al final ya no parecen los mismos y, en vez de hablar de sus temas de siempre (“Estos piensos ya no son como los de antes”; “Lo que faltaba: Estrellita de parto precisamente esta noche”; “A ver si se van pronto los ángeles, que ya va siendo la hora de ordeñar…”), se ponen a “glorificar y a alabar a Dios”, dejando inventados de golpe el canto gregoriano, la Filarmónica de Viena y el Orfeón Donostiarra.

Para Simeón y Ana lo de subir cada día al Templo formaba parte de su rutina, eso sí, empleando cada día más tiempo en el recorrido: “Cada día distingo peor estos dichosos peldaños”, “No te quejes que subirlos con artritis es muchísimo peor…” Pero cuando él tuvo al Niño en sus brazos (¿qué hace un Niño como tú en un Templo como este…?) le reverdeció todo el ser, como si se le llenaran los ojos de candelas y sus rodillas vacilantes recobraran vigor. Se le fue del todo el miedo a la muerte y era como si en vez de sostener él al Niño, fuera éste quien le sostuviera.

Ana decidió aquella mañana que para ella se habían acabado los ayunos, las penitencias y las vigilias: se puso un pañuelo blanco en la cabeza y, en plan abuela de la Plaza del Templo, daba vueltas por allí, con la imagen del Niño grabada en sus pupilas y contándole a todo el mundo cómo era.

Y sintieron ellos, lo mismo que todos los demás (lo mismo que nosotros si estamos dispuestos a “mutar”), que habían llegado por fin a sí mismos.

Dolores Aleixandre

Fuente Fe Adulta

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La familia, escuela donde se aprende a ser humano.

Domingo, 31 de diciembre de 2023
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IMG_1865COMENTARIO AL DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA. 31/12/2023

Lc 2, 22-40

Este año 2023, la Fiesta de la Sagrada Familia, instituida por el papa León XIII, cumple 150 años. En estos días familiares de Navidad está bien reflexionar sobre la familia. Escogemos como modelo de familia a la familia de Nazaret. Aunque sabemos muy poco de ella, hemos diseñado sobre ella el ejemplar de familia cristiana, como comunidad de amor y vida. Jesús nació en esa familia y en ella, creció en estatura, sabiduría y gracia. Jesús, en eso y en todo, fue igual a nosotros. Por eso podemos ser como él, hacer lo que él hizo y como él lo hizo. Y todo empezó en Nazaret. La familia de Jesús fue una familia normal judía en la Palestina del siglo I, en una cultura mediterránea, bajo el Imperio romano, en un modelo romano de familia patriarcal. También nosotros iniciamos nuestra vida en un contexto espacio-temporal que troquela nuestra evolución posterior. La familia es el clima apropiado para el desarrollo de la persona humana. Es un marco de humanización. Los cuidados familiares son condición necesaria para un desarrollo normal, sano y son fundamento para las etapas evolutivas posteriores. Los humanos quedamos troquelados, marcados, por las experiencias primarias en la familia o contexto en que nos iniciamos como vivientes. Estas experiencias son indelebles.

Además, para los creyentes cristianos, la familia no es solo eso. Es un sacramento. Un signo de lo que es Dios en ella y en nosotros. Un lugar privilegiado para experimentar una imagen viva y activa de Dios: Una Presencia amorosa y cuidadora. La familia nos troquela en humanidad, cuidados, bondad, belleza y estilo de vida bienaventurada. Si no hay familia no hay ser humano pleno. Toda familia es divina si es verdaderamente humana (Fr. Marcos dixit). Tener un padre y una madre es como un tesoro, decía la sabiduría antigua, porque sin padre y sin madre no se puede ser persona. No tenemos otra manera de venir al mundo, de crecer, de madurar y ello forma parte del misterio de la creación de Dios. Por eso el misterio de ser padres cristianos no puede quedar reducido solamente a lo biológico. Supone hacer de la familia cristiana una relación de amor, respeto, comprensión, cuidado y ayuda. Todo modelo de familia que favorezca el desarrollo humano es cristiano. La Palabra de Dios hoy nos da pistas para lograrlo.

Los textos de la liturgia del día hablan de las virtudes a ejercer en familia y de las relaciones entre sus miembros. La primera lectura, del Eclesiástico, nos manda honrar y respetar al padre y a la madre. La segunda lectura, de la carta a los Colosenses, nos presenta la compasión, la bondad, humildad, mansedumbre, la paciencia, el perdón y sobre todo el amor, que es el vínculo de la unidad familiar y social como las virtudes propias de las relaciones familiares. Nos recomienda ser pacíficos, agradecidos; enseñarnos unos a otros con toda sabiduría; que la Palabra de Cristo habite entre vosotros. Y en un modelo patriarcal de familia, pide a las mujeres y a los hijos obediencia y sumisión al padre. Hoy no debería la Iglesia seguir proponiendo leer este texto por desfasado y contracultural de la cultura postmoderna donde la mujer está en pie de igualdad con el varón.

El Evangelio, de Lucas, nos presenta la realización del rito de la Purificación de María y la presentación de Jesús, que como todo judío primogénito debía ser consagrado al Señor. Una escena típicamente judía. Tampoco este texto es adecuado a nuestro hoy. Este rito de purificación hay que entenderlo desde el Código judío de la pureza e impureza. La visión negativa de la sexualidad hoy chirria en nuestra cultura. La narración evangélica lucana es el relato de una familia judía normal cumpliendo lo que la Ley manda. Lucas quiere destacar la normalidad de la infancia de Jesús. Es la vida de un judío de su época. Jesús es un judío observante de la Ley. Es un niño normal de una familia judía normal. Junto a este dato en la narración aparecen dos figuras del Templo: Simeón y la profetisa Ana. Simeón dando gracias a Dios porque ha cumplido su sueño: conocer al Mesías esperado. Simeón como prototipo del hombre de esperanza que consigue lo que espera. Su canto nos recuerda el himno del Magníficat. La profetisa Ana habla a todos sobre el niño repitiendo el canto de Zacarias. Ana es la primera predicadora. Para que ahora digan que las mujeres no podemos predicar. ¿Qué sería de nosotros si Ana en su momento, y Magdalena en el suyo, no hubieran cumplido con su carisma de hablar del niño-Mesías de la promesa y del Resucitado, profecía cumplida? Al final del fragmento del evangelio de Lucas que hemos leído, se afirma que “el niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él”. El niño iba creciendo como todos, porque somos un proyecto o diseño a desarrollarse evolucionando por etapas. Tenemos que aprender a ser mientras existimos.

La familia sigue siendo el espacio ideal para el desarrollo y crecimiento de la persona durante toda la vida si se constituye como red de apoyo y ayuda incondicional. Así, puede ser un laboratorio donde ensayar las experiencias fundamentales del crecimiento biológico, psicológico y espiritual. Así, las relaciones interpersonales crean humanidad. La calidad de esas relaciones familiares nos irá acercando a nuestro desarrollo máximo como ser para el otro. La maduración es costosa, no se regala nada en la vida. Pero merece la pena.

Conclusión. Quiero  cerrar este comentario usando algo de lo mucho que aprendí de J.L. Ruiz de Galarreta sobre la relación entre las Bienaventuranzas y el modelo de familia cristiana en el siglo XXI: Cuánto más felices seríais si eligierais ser… Una comunidad de vida y de amor animada por la ayuda mutua, la misericordia, la bondad, la dulzura y la comprensión. Así seríamos felices y bienaventurados. ¡El amor, el perdón, la paz y el cuidado son los secretos de una familia en comunión!

Hoy es Fin de Año. Día de acción de gracias y buenos propósitos. ¡¡¡Feliz Año Nuevo!!!

Mª África de la Cruz

Fuente Fe Adulta

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Irse en paz

Domingo, 31 de diciembre de 2023
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IMG_1867Domingo después de Navidad.

Fiesta de la “Sagrada Familia”

31 diciembre 2023

Lc 2, 22-40

El anciano Simeón, en este relato, es la representación del hombre sabio que, porque ha “visto”, puede decir con toda serenidad: “Ya me puedo ir en paz”. En un lenguaje teísta, el evangelista Lucas pone en boca de ese anciano que “mis ojos han visto a tu Salvador”, luz y gloria del pueblo.

Pero, ¿qué es el salvador, la luz y la gloria, sino aquello mismo que somos en nuestra verdadera identidad? Dejándonos llevar por el mecanismo de la mente y por lo que es posible plantear desde un nivel mítico de consciencia, creímos que podíamos ser salvados “desde fuera” por obra de alguien todopoderoso.

Pero la salvación no viene de fuera. Salvación, en latín, se dice salus y significa la salud plena, en todos los niveles: físico, mental, emocional, espiritual, planetario, universal. Es otro nombre de la plenitud que define lo realmente real, lo que es y lo que somos.

Entendida como viniendo desde fuera, la salvación sería fuente de alienación, en tanto en cuanto dependerías de otro para tu propia realización. Ese es el modo infantil de ver la realidad: el niño, en cuanto pura necesidad e impotencia, sabe que tiene que ser “salvado”, socorrido, desde fuera, absolutamente para todo.

Afirmar que no podemos ser salvados desde fuera no significa apostar por una actitud de orgullo o de autosuficiencia, como suelen pensar teólogos y personas religiosas. Porque en ningún momento se afirma que el sujeto de la salvación sea el pequeño yo. Dicho con más claridad: la salvación no es “algo” que el yo consiga; justamente al revés, es lo que somos, más allá del yo. Y lo descubrimos y lo vivimos solo en tanto en cuanto dejamos de identificarnos con nuestro yo. Es entonces cuando vemos la “salvación” y sentimos que podemos “irnos (vivir siempre) en paz”.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Familia: Seguro que María conocía mejor a Jesús que Dios.

Domingo, 31 de diciembre de 2023
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Foto-no-Facebook-muda-vida-de-uma-família-no-litoral-de-SPDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01.- La familia

Dentro de las fiestas de Navidad celebramos hoy la fiesta de la familia de Jesús, la Sagrada familia. Es un buen momento para pensar un poco en esta institución en la que hemos nacido y que tanto está cambiando por diversos motivos socio-culturales.

02.- Cambios en la vida familiar

La familia en el mundo rural, todavía no lejano, eran amplias: muchos miembros vivían en el caserío, en la casa rural: al menos tres generaciones: abuelos, padres, hijos / nietos y siempre había algún otro miembro, algún tío o pariente que quedaba “descolgado” en la vida.

Hoy la familia es mínima: apenas padres y uno / dos hijos.

Una civilización montada en el carro del placer no puede soportar la ancianidad y la vejez. Por ello, los ancianos y las personas mayores son un estorbo. Los ancianos, ni son jóvenes, ni producen, más bien son una carga y atan demasiado.  Pero esto antropológicamente no es sano: hay que vivir y ser consciente de las raíces propias, de nuestros antepasados, de las etapas de la vida, hay que tener noticias de la finitud de la vida, de la vejez, de la experiencia y, cuando llegue hay que saber que la muerte está presente en la vida … La vida no es siempre joven, ni bonita, ni de color de rosa …

Las relaciones de pareja y la concepción de la sexualidad han cambiado mucho.

En esta postmodernidad que vivimos no se entiende ni se admite el compromiso por largo tiempo, se tiene miedo al esfuerzo, a las dificultades, a las crisis. De ahí que el compromiso matrimonial (como en muchas ocasiones el religioso) dura poco tiempo.

Naturalmente que todo el mundo tiene derecho a rehacer su vida, pero el divorcio, las separaciones aunque necesarias, son un fracaso de las personas. No es ningún éxito en la vida el separarse.

En modelos de sociedad anteriores, los hijos eran un bien, hoy en día los hijos son una carga. Y es natural que se eviten. Si el ideal de vida es económicamente tan alto y tan vacío, lo normal es que los hijos se eviten.

         Por otra parte, unas viviendas tan pequeñas y tan caras, no permiten ni acceder a una vivienda ni vivir muchas personas en ellas. (En el fondo el control de natalidad no está en manos de los padres, sino del Estado, de la Kutxa y de la mentalidad consumista en la que vivimos).

La mujer ha accedido, gracias a Dios, a puestos y lugares que habitualmente no ocupaba: diversos tipos de trabajo, cultura, vida política, etc. Esto hace que las funciones del hombre y de la mujer en otros tiempos bien -o mal- definidas, hoy no lo estén tanto y creen a veces, ciertos desajustes en la vida familiar.

En otros tiempos la familia, la vida familiar era el lugar natural en el que uno iba creciendo, conviviendo, conociendo la vida. Las largas conversaciones familiares, las fiestas, las tradiciones, etc., hacían que la familia fuese la cuna de la vida. Hoy en día la familia o la casa son una pensión, porque la vida anda por la calle, la conversación la rige la televisión, la gente vive en las ideologías, en los grupos. Para muchos adolescentes y jóvenes los amigos, la pandilla es su lugar natural, más que la familia.

Otro factor importante en nuestro tiempo es que los jóvenes malamente llegan a formar su propia familia. Al no tener un trabajo seguro, no pueden comprometerse en un proyecto de vida: familia, matrimonio, un piso, etc. Pueden tener un contrato temporal que les proporciona un dinero inmediato, pero no pueden pensar en el futuro. Y todo el mundo debe hacer algo serio en la vida, porque si no lo hacemos, esta, la vida se convierte en un mero vagar o deambular por la vida.

03.- Evangelio de hoy y familia.

         Es una mera coincidencia, pero en el evangelio que acabamos de escuchar han aparecido no pocas personas que forman el entramado familiar: padres, padre y madre, primogénito, anciano Simeón, mujer muy anciana, Ana / jovencita, casada, viuda, el niño. Cada uno según su recorrido en la vida, pero, más o menos, hemos conocido y, quizás, vivido estas etapas de la vida o estos estados de vida. Hemos tenido padres, hemos sido niños, adolescentes y jóvenes, nuestros padres, nuestros mayores, quizás nuestros propios hermanos han envejecido y ahora lo estamos haciendo nosotros. Muchos habéis hecho la vida en matrimonio, quizás habéis enviudado, quizás el matrimonio se rompió.

         Y así hemos ido creciendo.

04.- La familia como lugar natural acceso a la vida.

         La familia es el lugar natural de acceso a la vida. [1] No solamente a la vida física, sino que en la familia hacemos y tenemos las primeras grandes y decisivas experiencias de nuestra existencia: la acogida en la vida. ¡Qué importante es que un niño sea y se sienta bien acogido en la vida, en la familia!

El afecto inicial paterno, materno, fraterno, la convivencia como lugar de crecimiento y realización. Al mismo tiempo recibimos en la familia la mayor parte los grandes valores: el amor, la protección, así como nuestra propia traditio: el sentido festivo, el valor del trabajo, la cultura, el idioma, la pertenencia a un pueblo, a una comunidad, la fe: el sentido de la vida. (Estamos en Navidad: la mayor parte de nosotros hemos recibido la fe -al menos parte de la fe- cantando villancicos y comiendo turrón en aquellas “mágicas y entrañables nochebuenas”).

05.- En la familia no hace falta dni ni ningún tipo de carnet.

         En la familia estamos como en nuestro habitat natural. Conocemos y nos conocen espontáneamente. En la familia no nos hace falta carné de identidad.

         Hay otros tipos de conocimiento. Cuando una persona, un niño se pone enfermo en la familia y le llevamos a la Residencia, allí le harán radiografías, analítica de todo tipo, etc. pero quien mejor conoce a ese niño, es su madre. No dudemos de que Dios conocía perfectamente a Cristo: nadie conoce al Padre, sino el Hijo y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, pero seguro que María conocía mucho mejor a Jesús que Dios. En la familia conocemos y somos conocidos y aceptados naturalmente, sin ambages.

06.- En ocasiones no es fácil la vida familiar

         Todos somos conscientes de que hay situaciones, etapas, circunstancias de la vida familiar que no son nada fáciles de vivir y sobrellevar.

         La familia de Jesús tampoco fue un romanticismo con lazo rosa incluido. José y María no entendían una palabra del comportamiento de Jesús: con quién andaba: pecadores y prostitutas, con zelotas, con quién comía: publicanos y pecadores; el comportamiento de Jesús con las autoridades no era precisamente de seda: vuelca las mesas del Templo, discute a brazo partido con los fariseos y, finalmente, Jesús termina como termina. (María llegó a creer -fe- en su hijo Jesús, pero no entendía su modo de pensar, de vivir…

         La vida familiar no es fácil.

         Por mil motivos: afectivos, psicológicos, ideológicos, económicos, muchas veces la situación familiar se resquebraja y, Dios quiera, que no se produzcan enfrentamientos y rupturas.

         Hay que buscar la paz y el respeto personal-familiar a toda costa.

         Cuanto más profunda es la relación que se disloca o se rompe, mayor es la herida. Si uno se enfada con la persona que le atiende en el supermercado, no tiene mayor transcendencia, pero cuando uno se enfrenta a su hermano (Caín y Abel), o a su padre, o a un miembro familiar o a un gran amigo, la herida es profunda y difícil de restañar.

         Hay que cuidar mucho la vida familiar; y no con grandes cosas, sino con la buena educación, discreción, saber callar y callarse. Saber guardar cuestiones, defectos, pecados. No estar siempre aireando viejas cuestiones familiares, supuestas afrentas, etc. Estar cerca en la medida de lo posible -y sin meternos donde no nos llaman- en situaciones difíciles de crisis, enfermedad. Personalmente pienso que el silencio y la discreción son una gran medicina preventiva y, si llega el caso, terapéutica en la vida familiar y no familiar. Mostrar estima hacia los miembros de la familia es igualmente valioso, apreciar sus cuestiones: trabajos, sus intereses humanos, aspiraciones, ilusiones; igualmente estar cerca en los sufrimientos, en las desgracias.

07.- Pensemos.

         Estas consideraciones son, naturalmente, discutibles. Únicamente pretenden ayudarnos a pensar un poco en estas cosas y a ser conscientes de ellas.

Nosotros sabemos por experiencia que en la familia se nace y se crece bien, con dificultades, pero es una buena plataforma (y no disponemos de otra) Cuando celebramos la fiesta de la Sagrada Familia es porque pensamos que la familia es un lugar sagrado de la vida y en ella se protege y se cuida la vida de todos sus miembros, especialmente de los más débiles: los niños y los ancianos.

[1] En otras culturas y momentos de la historia se ha accedió a la vida por la tribu (todavía en muchos sitios de África, es así). En Guinea Ecuatorial, por ejemplo, es más importante la tribu que la familia. Recordemos aquel momento en los años 1960 en que algunos jóvenes formaron aquellas “comunas”, que era otro modo -fallido- de acceder a la vida.

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El Verbo se hizo hombre… se hizo clase…

Viernes, 30 de diciembre de 2022
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JESÚS ADOLESCENTE EN EL TALLER DE JOSÉ.-John Everett Millais

En el vientre de María el Verbo se hizo hombre,

y en el taller de José, el Verbo se hizo clase...”

*

Pedro Casaldáliga

***

Cuando se retiraron los magos, el ángel del señor se apareció en sueños a José y le dijo:

«Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes vaa buscar al niño para matarlo».

José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodespara que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta:

De Egipto llamé a mi hijo».

Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo:

Levántate, coge al niño y a su madre y vuelve a la tierra de Israel, porque han muerto los que atacaban contrala vida del niño».

Se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a la tierra de Israel.Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes tuvo miedo de ir allá.Y avisado en sueños se retiró a Galilea y se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo dichopor medio de los profetas, que se llamaría nazareno.

*

Mateo 2, 13-15. 19-23

***

Dios es Familia

La familia de Nazaret, en cuanto realidad humana asumida y renovada por la encarnación del Verbo, se transforma no sólo en un lugar donde se hace presente de modo único y especial el misterio de la Trinidad, sino también en un símbolo, en la representación más perfecta, en un icono, que hace presente, vivos y operantes el amor y la fecundidad de Dios.

Jesús, María, José, la santa familia de Nazaret, son el centro del designio salvífico de Dios, el centro de la Nueva Alianza. Pertenecen a la plenitud de los tiempos. En esta familia de Jesús, donde se refleja admirablemente la vida de comunión, de amor de la Trinidad divina, los hombres reanudan el diálogo primitivo con Dios, retoman la armonía conyugal y familiar y de hermandad.

En la familia Dei y en la ecclesia Dei que es la sagrada familia de Nazaret, primera y perfecta comunidad de la Nueva Alianza, se está ante el Padre, unidos a Jesús y penetrados del Espíritu Santo y se vive, se celebra y se anuncia el evangelio de la familia.

*

J. M. Blanquet,
La Sagrada Familia icono de la Trinidad,
Barcelona 1996, 713

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Encontrar refugio en las Sagradas Familias Queer cuando la Iglesia se queda corta

Viernes, 30 de diciembre de 2022
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índiceLa publicación de hoy es una reflexión para la Fiesta de la Sagrada Familia, escrita por el colaborador de Bondings 2.0 Maka Black Elk. Para las lecturas litúrgicas, haga clic aquí.

La lectura del Evangelio de hoy recuerda el momento familiar de María y José cuando perdieron el rastro de su hijo. Empatizo con el pánico que debieron sentir buscándolo a través de las horas. También siento un alivio reconocible mezclado con la ira que pueden haber tenido al encontrar finalmente a su hijo en el templo, pero Jesús no está preocupado y responde casualmente: “¿No sabías que debo estar en la casa de mi Padre?” (Lc 2,49). Esta respuesta parece ser algo natural para Jesús. Incluso suena perplejo en cuanto a por qué sus padres estaban tan preocupados y temerosos por él. Comunica la tranquilidad profunda y permanente que siente por el templo mismo, como la casa de su Padre. ¿Dónde más podría haber estado? ¿Por qué no estaría a salvo allí?

La Iglesia ha sido y sigue siendo ese lugar de seguridad y consuelo para muchas personas. A lo largo de mi vida, también ha sido eso para mí, como el cálido abrazo del hogar familiar, cualquiera que sea la forma o el espacio que adopte esa familia. Tanto la iglesia como el hogar han sido lugares de santuario, una palabra que significa un lugar donde se guarda algo santo y sagrado.

Sin embargo, en otros momentos, especialmente para aquellos en la comunidad LGBTQ+, las iglesias o los hogares son cualquier cosa menos santuarios. Para las personas LGBTQ+, la tolerancia de algunas iglesias hacia ellas podría, en el mejor de los casos, ser una lástima paternalista y, en el peor de los casos, incluso equivaler a una sensación de hostilidad. Que exista una lista de parroquias amigables con las personas LGBTQ indica la implicación muy real y trágica de que hay lugares donde no todos son bienvenidos. ¿Qué significa cuando un lugar así, el hogar o la iglesia, ya no se siente como un lugar sagrado y seguro para estar?

He tenido la suerte en mi vida de estar expuesto solo a iglesias donde mi identidad ha sido aceptada y mi pertenencia no está en duda. Es una bendición profunda que a menudo he dado por sentada. Temo el día que entro a una iglesia solo para escuchar de alguna manera que los de mi comunidad no son bienvenidos allí, que la comunidad parroquial crea que Dios en este caso no me acoge allí en su casa, su santuario. Me imagino que debe ser doloroso cuando esa es la naturaleza de una parroquia a la que alguien espera pertenecer.

Oramos para que más comunidades eclesiásticas se conviertan en lugares de amor y aceptación para que, como un joven Jesús, todos puedan sentirse seguros en la casa del Padre. Pero cuando nuestras iglesias no logran ser un santuario, a menudo nuestras familias, entendidas en sentido amplio, pueden brindar apoyo.

Mientras trabajo para crear mi propio hogar y hacer que sea un lugar donde mi familia sienta pertenencia, santuario y santidad, tengo presente la realidad de este desafío de nuestra Iglesia. La Sagrada Familia es el ejemplo para apreciar y vernos a nosotros mismos. Recuerde que la Sagrada Familia en sí misma tampoco era la familia estándar o “normal”. José estuvo con María a pesar de que no tenía sentido que Jesús fuera su hijo. Eran refugiados por derecho propio. A medida que creamos nuestras propias familias queer y espacios de santuario, nosotros también podemos ver a la Sagrada Familia como un símbolo del mismo amor que también compartimos.

—Maka Black Elk, 29 de diciembre de 2022

Fuente New Ways Ministry

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Navidad… hagamos Familia, vivamos “todas” las familias…

Domingo, 26 de diciembre de 2021
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El Verbo se hizo hombre… se hizo clase…

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JESÚS ADOLESCENTE EN EL TALLER DE JOSÉ.-John Everett Millais

 

 


En el vientre de María el Verbo se hizo hombre,

y en el taller de José, el Verbo se hizo clase...”

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Pedro Casaldáliga

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Los padres de Jesús lo encuentran en medio de los maestros

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua.

Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.

Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.

A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.

Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:

“Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.”

Él les contesto:

“¿Por qué me buscábais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?”

Pero ellos no comprendieron lo que quería decir.

Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad.

Su madre conservaba todo esto en su corazón.

Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.

*

Lucas 2, 41-52

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Esta página de Lucas es la única en todo el evangelio en la que contemplamos a los tres miembros de la Sagrada Familia actuando como personas responsables y libres. En los episodios que preceden, Jesús es un niño, que no tiene aún ninguna autonomía; en las que siguen, José ha vuelto a la sombra -probablemente la sombra de la muerte- y no aparece más.

        Y bien, en esta narración los tres personajes aparecen como “buscadores de Dios”. Son apasionados y angustiados buscadores de Dios María y José, que pensaban buscar un niño perdido mientras iban tras uno en el que reside corporalmente la plenitud de la divinidad, como dice san Pablo (cf. Col 2,9); uno que, desde la eternidad, es el Verbo, que en el principio estaba ¡unto a Dios y era Dios (cf. Jn 1,1); uno que es el Señor del cielo y de la tierra (Mt 28,18).

        Es un buscador del Padre Jesús que, fascinado por el templo, no sabe marcharse: se queda nada menos que tres días, encantado, interrogando y escuchando insaciablemente a los rabinos que hablaban del Dios de Israel.

        Es una verdad difícil de comprender para los hombres, pero el significado más auténtico y profundo de sus casas es el de ser lugares donde, en la dulzura de afectos serenos e intensos, se debe ante todo buscar a Dios, al Dios que es la sede eterna y la fuente originaria de todo amor.

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G. Biffi,
Homilía sobre la Sagrada Familia

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Todas las Familias

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El niño iba creciendo, lleno de sabiduría
(Lc 2, 22-40)

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La familia la hacen las personas que la forman, su capacidad de quererse, de amarse, de perdonarse, de reconciliarse, de estar abiertas a compartir la vida con otros familias. La familia está cambiando. Es normal. Pueden cambiar las formas de establecerse los vínculos entre las personas. Puede cambiar el hecho de que todos vivan en la misma casa o que vivan separados. Pero al final, hay un vínculo clave en la familia: el amor. Ése es el vínculo que mantiene y mantendrá viva a la familia. Ése fue el vínculo que Jesús aprendió a valorar en su familia. Allí descubrió que es más fuerte incluso que los lazos de la sangre. Por eso, luego, más tarde, habló de Dios como el Padre, el Abbá que reúne a todos sus hijos en torno a la mesa común. Y para que entendiésemos la relación que nos une a Dios nos dijo que éramos sus hijos y él nuestro Padre.

Hoy nos toca a nosotros asumir la realidad concreta de nuestras familias, con sus luces y sus sombras, y seguir partiendo de ellas para construir el reino, la gran familia de Dios. Es nuestra responsabilidad fortalecer todo lo que podamos el vínculo del amor, que rompe las barreras de la sangre, de la raza, etc. y nos une a todos en una única familia. Hoy, como a Jesús, nos toca a nosotros encarnarnos en nuestra realidad concreta y construir la familia de Dios aquí y ahora.

Comunidad Anawin de Zaragoza

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“Pautas para educar en la Fe en familia”. Sagrada Familia – C (Lucas 2,41-52)

Domingo, 26 de diciembre de 2021
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Es mucho lo que se puede hacer. En primer lugar, preocuparse de que el hijo reciba una educación religiosa en el colegio y tome parte en la catequesis parroquial. Luego, seguir de cerca esa educación que está recibiendo fuera del hogar, conocerla y colaborar desde casa apoyando y estimulando al hijo. En el hogar, actuar sin complejos, sin esconder o disimular la propia fe. Esto es importante para los hijos.

Nuestra conducta transmite una imagen de Dios

A través de su conducta, sin darse cuenta, transmiten una imagen de Dios a sus hijos. La experiencia de unos padres autoritarios y controladores va transmitiendo la imagen de un Dios legislador, juez vigilante y castigador. La experiencia de unos padres despreocupados y permisivos, ajenos a los hijos, va transmitiendo la sensación de un Dios indiferente hacia todo lo nuestro, un Dios como inexistente. Pero si los hijos viven con sus padres una relación de confianza, comunicación y comprensión, la imagen de un Dios Padre se va interiorizando de una manera positiva y enriquecedora en sus conciencias.

En la educación en la fe, lo decisivo es el ejemplo

Que los hijos puedan encontrar en su propio hogar «modelos de identificación», que no les sea difícil saber como quién deberían comportarse para vivir su fe de manera sana, gozosa y responsable. Solo desde una vida coherente con la fe se puede hablar a los hijos con autoridad. Este testimonio de vida cristiana es particularmente importante en el momento en que los hijos, ya adolescentes o jóvenes, van encontrando en su mundo otros modelos de identificación y otras claves para entender y vivir la vida.

No todas las actuaciones de los padres garantizan una educación sana de la fe

No basta, por ejemplo, crear hábitos de cualquier manera, repetir gestos mecánicamente, obligar a ciertas conductas, imponer la imitación… Solo se interioriza lo que se experimenta como bueno. Se aprende a creer en Dios cuando, a nuestra manera, tenemos la experiencia de un Dios bueno. La fe se aprende viviéndola gozosamente. Por eso educan en una fe sana los padres que viven su fe compartiéndola gozosamente con sus hijos.

José Antonio Pagola, Dejar entrar en casa a Jesús
PPC, Madrid 2018, 79-80

 

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“Los padres de Jesús lo encuentran en medio de los maestros”. Domingo 26 de diciembre de 2021. Sagrada Familia

Domingo, 26 de diciembre de 2021
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06-sagradafamilia (C) cerezoLeído en Koinonia:

Eclesiástico 3, 2-6. 12-14: El que teme al Señor honra a sus padres.
Salmo responsorial: 127, 1-2. 3. 4-5: Dichosos los que temen al Señor.
Colosenses 3, 12-21: La vida de familia vivida en el Señor.
Lucas 2, 41-52: Los padres de Jesús lo encuentran en medio de los maestros

Celebramos hoy la fiesta de la Sagrada Familia. Los textos de la liturgia hacen referencia a temas familiares. En la primera lectura, tomada del libro del Eclesiástico, escuchamos los consejos que un hombre, Ben Sirac, que vivió varios siglos antes de Jesucristo, da a sus hijos. El respeto y la veneración de éstos hacia sus padres es cosa agradable a los ojos de Dios, que éste no dejará sin recompensa. Los hijos que veneren a sus padres serán venerados a su vez por sus propios hijos. Todos estos consejos, aún conservando hoy plena validez, parecen insuficientes, puesto que están dados desde una mentalidad estrictamente rural, en donde otros aspectos de la vida familiar no son tenidos en cuenta. No sólo importa hablar hoy del respeto que los hijos deber a los padres, sino de la actitud de éstos con relación a los hijos. Esta insuficiencia resulta particularmente notable en momentos como los actuales, cuando la familia tiene planteados problemas de pérdida de sus funciones.

Desde una perspectiva cristiana, la familia continúa teniendo una función insustituible: ser una comunidad de amor en donde los que la integran puedan abrirse a los demás con una total sinceridad y confianza. Dejando aparte los consejos que en último lugar da San Pablo, y que son puramente circunstanciales y muy ligados a las costumbres y mentalidad de la época, la exhortación a la mansedumbre, a la paciencia, al perdón y, sobre todo, al amor, es algo realmente básico para la familia de nuestro tiempo.

El evangelio de Lucas en el que se nos cuenta la pérdida del niño Jesús en el Templo, fue escrito probablemente unos cincuenta años después de este suceso. Doce años es, aproximadamente, la época en que los niños comienzan a sentirse independientes. Para Lucas, esta primera subida de Jesús a Jerusalén es el presagio de su subida pascual y por ello, estos acontecimientos hay que leerlos a la luz de la muerte y resurrección del Señor.

La sabiduría de Cristo ha consistido para Lc en entregarse desde su joven edad “a su Padre”, sin que esto quiera decir que supiera ya adónde le llevaría esa entrega. Pero en ella va incluida ciertamente la decisión de anteponer su cumplimiento a toda otra consideración. Sus padres no tienen aún esa sabiduría. María parece que llega a presentirla. Pero, de todas formas, respetan ya en su hijo una vocación que trasciende el medio familiar. Y esto es algo muy valioso para cada una de nuestras familias. La educación de los hijos tiene que comenzar por una actitud de sincero respeto. Si no, es imposible que surja la compresión y el amor.

Pablo da algunos consejos para la convivencia con otros. Se requiere humildad, acogida mutua, paciencia. Y si fuese necesario, perdonar. Así procede Dios con nosotros. Su actitud debe ser el modelo de la nuestra (v.12-13). Pero, “por encima de todo”, está el amor, de Él tenemos que revestirnos, dice Pablo empleando una metáfora frecuente en sus cartas (v.14). De este modo “la paz de Cristo” presidirá en nuestros corazones (v.15).

Si el amor es el vínculo que une a las personas, la paz se irá construyendo en un proceso, los desencuentros irán desapareciendo (los enfrentamientos también) y las relaciones se harán cada vez más trasparentes. En el marco de la familia humana, esos lazos son detallados en el texto del Eclesiástico (3,3-17).

Lucas nos presenta a la familia de Jesús cumpliendo sus deberes religiosos (vv. 41-42). El niño desconcierta a sus padres quedándose por su cuenta en la ciudad de Jerusalén. A los tres días, un lapso de tiempo cargado de significación simbólica, lo encuentran. Sigue un diálogo difícil, suena a desencuentro; comienza con un reproche: “¿Por qué nos has hecho esto?”. La pregunta surge de la angustia experimentada (v. 48). La respuesta sorprende: “¿Por qué me buscaban?” (v. 49), sorprende porque la razón parece obvia. Pero el segundo interrogante apunta lejos: “¿No sabían que yo debía estar en las cosas de mi Padre?”. María y José no comprendieron estas palabras de inmediato, estaban aprendiendo (v.50).

La fe, la confianza, suponen siempre un itinerario. En cuanto creyentes, María y José maduran su fe en medio de perplejidades, angustias y gozos. Las cosas se harán paulatinamente más claras. Lucas hace notar que María “conservaba todas las cosas en su corazón” (v. 51). La meditación de María le permite profundizar en el sentido de la misión de Jesús. Su particular cercanía a él no la exime del proceso, por momentos difícil, que lleva a la comprensión de los designios de Dios. Ella es como primera discípula, la primera evangelizada por Jesús.

No es fácil entender los planes de Dios. Ni siquiera María “entiende”. Pero hay tres exigencias fundamentales para entrar en comunión con Dios: 1) Buscarlo (José y María “se pusieron a buscarlo”); 2) Creer en Él (María es “la que ha creído”); y 3) Meditar la Palabra de Dios (“María conservaba esto en su corazón”). Leer más…

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26.12.21 Sagrada Familia. El Niño perdido y (no) hallado en el templo

Domingo, 26 de diciembre de 2021
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7767D29F-99EC-4D9C-A631-C3738CC9E94CDel blog de Xabier Pikaza:

De manera muy significativa y paradójica, Lucas ha escrito el bellísimo evangelio de este día (Lc 2, 41-52) para enseñarnos tres  cosas:

Jesús niño se ha “perdido” en el templo,  en sentido radical, como niño piadoso. Sus padres le han llevado allí a los 12 años, pero él ha descubierto que aquel no era su lugar. Ha ido al templo para “discutir como adolescente con los doctores “sabios”, para rebatirles. No ha seguido allí,les ha dejado solos con sus ritos y sus discusiones.

Jesús reconoce que se ha perdido, que ha buscado en el templo las cosas de su “Padre”, pero que no las ha encontrado. Por eso vuelve  con sus padres (María y José), no se queda en el templo (como si fuera su seminario, a los 12 años, como hizo un poco más tarde en gran sabi y vanidoso judío llamado Josefo). Por eso deja ese “seminario” y vuelve a su casa del pueblo, Nazaret, para seguir aprendiendo con su familia y con su gente. Su escuela no será el templo, sino el hobar y, de un modo especial, el trabajo (artesano, obrero de la construcción), con los pobres de la tierra; y alli, no en el templo, va creciendo en edad sabiduría y humaniad. No permanece en la “escuela elitista” del templo-iglesia, sino  que aprende y enseña después la universidad de la gente, de la calle.

Jesús descubrirá así que su familia son los hombres y mujeres del ancho mundo, en especial los pobres y trabajadores, los enfermos y excluidos… Por eso, según los evangelios sinópticos, Jesús no volverá al templo hasta el final de su vida, para decir a los sacerdotes que su escuela se ha vuelto una cueva de bandidos. Así lo indicaré partiendo de dos libros que cito al final de esta postal. Buen día navideño a todos.

La iglesia celebra este domingo después de Navidad la fiesta de la Sagrada Familia, la Familia de Dios, que está formada por todos los hombresy, de un modo especial, por los más necesitados (los hambrientos, desnudos, extranjeros, enfermos, encarcelados), a quienes Mt 25, 31-46 presenta como hermanos de Jesús.

Éste es el día de la familia humana de Jesús, niño nacido en un mundo en riesgo, niño que crece, que se independieza, que tiene hermanos. Aquí no vamos a presentar el tema entero, sino que nos limitamos a comentar el evangelio de este domindo de Navidad, que nos habla del Niño perdido en el templo.

Desde ese fondo compararemos esta escena de la infancia de Jesús según san Lucas con otro da la autobiografía de Flavio Josefo. A modo de conclusión presentaremos algunas reflexiones sobre Santiago, el hermano de Jesús, su familiar más conocido.

1. El niño Perdido en el templo

La tradición que está al fondo de Lc 1–2 ha situado a Jesús en un contexto de piedad sagrada israelita. Así aparece no sólo en los relatos de la “purificación y presentación” del niño en el templo (Lc 2, 21-40), sino, de un modo especial, en la historia edificante del “niño perdido y hallado en el templo” (Lc 2, 42-50; cf. 1 Sam 2-3).En ella se supone que Jesús conocía las tradiciones de Israel y era capaz de dialogar con los sabios, prdiéndose en el templo:

El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él. Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.

Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando.” Él les dijo: “Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?”. Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos (Lc 2, 40-51).

La escena, construida de forma simbólica, destaca la piedad de los padres y la sabiduría de Jesús,muchacho sabio, dialogando con los maestros de Jerusalén. Esa historia parece indicar que sabía cosas que no se aprenden, sin más, por tradición de escuela, sino que las conocía por tradición familiar y meditación interior (cf. Lc 2, 40). Jesús aparece así como “niño prodigio” o, quizá mejor, como adolescente sabio que, a los doce años, en el momento en que un judío se vuelve responsable de sí mismo, obligado a cumplir los preceptos de la Ley, dialoga con los sabios del templo de Jerusalén. Así aparece como un “bar” o “ben” “mitzvah”, un “hijo de los mandamientos”.

Los niños judíos actuales celebran esa fiesta de mayoría de edad a los trece años. No se sabe cómo y cuándo se celebraba exactamente en tiempos de Jesús, pero es claro que Lucas quiere evocar un tipo de celebración donde Jesús aparece, en su mayoría de edad, como alguien que puede responder y responde de sí mismo, como un “niño sabio” que permanece por unos días en Jerusalén (en la casa de su Padre Dios), para volver, sin embargo, con sus padres a Nazaret, creciendo así en sabiduría de las cosas de Dios. Sobr el trasfondo del tema: N. Krückemeier, Der zwölfjährige Jesus im Tempel (Lk 2.40-52) und die biografische Literatur der hellenistischen Antike, NTS 50 (2004) 307-319.

2. Comparación con F. Josefo.

Una anécdota como la anterior, donde Jesús adolescente dialoga con los maestros del templo, aparece en la autobiografía de F. Josefo, historiador judío algo más joven, que se describe a sí mismo como un auténtico niño prodigio:

Yo fui educado con un hermano mío, llamado Matías, hijos los dos del mismo padre y de la misma madre; progresaba mucho en la instrucción, destacaba por mi memoria e inteligencia; y cuando apenas había salido de la infancia, hacia los catorce años, todos me valoraban por mi afición a las letras, pues continuamente acudían los sumos sacerdotes y las autoridades de la ciudad para conocer mi opinión sobre algún punto de nuestras leyes que requiriera mayor precisión (Autobiografía II, 8-9).

Josefo aparece de manera mucho más pretenciosa que Jesús, pues no sólo dialoga (pregunta y responde), sino que enseña, de manera que a los catorce años actúa como “maestro de los maestros de la ley”. Hay además una diferencia esencial:

Josefo pertenece a una de las familias sacerdotales ricas de Jerusalén, de manera que no tiene más obligación ni tarea que estudiar.

Jesús, en cambio, como pondremos de relieve, pertenece a una familia de “campesinos obreros”, de manera que su ocupación directa es el trabajo, no el estudio.

Por otra parte, Josefo pudo seguir su etapa de “formación teórica” hasta los dieciséis años, para completarla con una educación práctica, pero no en el trabajo material, como Jesús, sino en la forma de vida de cada una de las tres “sectas” o filosofías (tendencias vitales) del judaísmo de su tiempo (fariseos, saduceos y esenios), para hacerse finalmente discípulo de Bano, un bautista anacoreta, culminando su formación a los diecinueve años (Aut II, 10-12).
Josefo era un “buscador curioso”; hoy diríamos un “burgués del pensamiento”.Tenía la vida asegurada, en plano económico y social. Por eso podía dedicarse al lujo de estudiar y experimentar en los diversos caminos de la educación judía, sin implicarse totalmente en nada de aquello que hacía.

Jesús, en cambio, será un “buscador vital”, alguien que explora en la vida de trabaja y sufrimiento de la gente de su entorno. No ha podido dedicarse a recorrer las diversas “sectas” o filosofía, pues no tiene tiempo ni medios para ellos; no puede estudiar en con medios caros, ni dedicarse a la administración pública, ni viajar a Roma como “embajador” de unos sacerdotes, para ser recibido por la gran Popea, mujer del César (de Nerón) (Ibid III, 13-16). Él tendrá que estudiar y aprender en la escuela más realista y exigente: la escuela de la vida y del trabajo, que le pone en contacto con la vida real, como seguiremos viendo.

Lo que distinguirá a Jesús no es el estudio y conocimiento teórico de la Escritura, pues en su tiempo había muchos rabinos o estudiosos como Josefo (o como Hilel y Filón, ya citados) que la conocían de un modo más preciso, de manera que podían comentarla siguiendo las leyes de la exégesis entonces normativa. Pues bien, sin ser especialista, hombre de estudio (¡y precisamente por no serlo!), Jesús ha sido y sigue siendo para los cristianos aquel que mejor ha conocido y explicado la Escritura, desde la experiencia de su vida.

Hay un tipo de escuela que enseña a ignorar, como suponen las discusiones de Jesús con los escribas o letrados, que conocen la “letra” de la Ley, pero no su vida interna. Precisamente para llegar hasta el fondo de esa vida de la Escritura, Jesús ha tenido que salir del círculo de letrados y sacerdotes (de la escuela y templo), entrando en el mundo real de la vida y trabajo de los pobres y expulsados de Galilea. Desde ellos y con ellos (para ellos) ha conocido la Escritura.

Por eso, cuando Lucas acaba diciendo que el Jesús adolescente de doce años dejó el templo y fue con sus padres, estando sometido a ellos, está suponiendo, al menos implícitamente, que asumió la vida de trabajo de su familia. Leer más…

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Fiesta de la Sagrada Familia. Ciclo C

Domingo, 26 de diciembre de 2021
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EF3FC538-9B27-4B81-967E-1F97EEB60A5BDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Dos lecturas que encajan

En una fiesta de la Sagrada Familia, esperamos que las lecturas nos animen a vivir nuestra vida familiar. Y así ocurre con las dos primeras.

Lectura del libro del Eclesiástico 3, 2-6. 12-14

El libro del Eclesiástico insiste en el respeto que debe tener el hijo a su padre y a su madre; en una época en la que no existía la Seguridad Social, “honrar padre y madre”implicaba también la ayuda económica a los progenitores. Pero no se trata sólo de eso; hay también que soportar sus fallos con cariño, “aunque chocheen”.

Dios hace al padre más respetable que a los hijos y afirma la autoridad de la madre sobre su prole. El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos y, cuando rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo escucha. Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras vivas. La limosna del padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus pecados.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 12-21

La sección final de la carta a los Colosenses exhorta a vivir como cristianos, insistiendo en la bondad, el perdón, la paz, el agradecimiento a Dios. Después de estos consejos, añade una serie de advertencias dirigidas a las esposas, los maridos, los hijos, los padres, los esclavos y los señores. Las cuatro primeras han sido elegidas para esta fiesta de la Sagrada Familia. Pueden resultar extrañas por su carácter exigente, como si las relaciones familiares en Colosas dejaran bastante que desear. Pero estos consejos forman parte de la cultura de la época, muy influida por la filosofía estoica. Con una notable diferencia en nuestro caso: mientras los estoicos enfocaban estas virtudes desde un punto de vista humano, la carta adopta un enfoque cristiano. Hay que obrar de este modo “como conviene en el Señor” y “porque eso le gusta al Señor”. Cristo es el punto de referencia para el comportamiento en la familia cristiana. Precisamente este enfoque permite adaptar la advertencia dirigida a la mujer a nuevas circunstancias. Hoy día no se le puede pedir que viva bajo la autoridad del marido “como conviene en el Señor”. Pero todos los miembros de la familia deben plantearse cuál es la forma de vida que “conviene en el Señor” y la que más le agrada.

Hermanos: Como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo. Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor.

Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.

Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor.

Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos.

¿Un evangelio impropio?

Después de los consejos anteriores, que animan a obedecer y respetar a los padres, lo que menos podíamos esperar es un evangelio en el que Jesús parece ofrecer un pésimo ejemplo de falta de respeto.

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: 

− Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados. 

Él les contestó: 

− ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre? 

Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres. 

No sólo el hecho de quedarse en el templo sin avisar, sino también la respuesta tan chulesca que da a María, le habrían merecido una bofetada en cualquier cultura anterior a la nuestra. Mal ejemplo para una fiesta de la familia. ¿Qué quiere decirnos Lucas con este extraño episodio que solo cuenta él?

Lo que quiere decir a María y de María

En el relato inmediatamente anterior se ha contado que Simeón, al tener a Jesús niño en sus brazos, además de hablar de su futuro anunció a María que una espada le atravesaría el alma. Jesús no iba a ser para ella puro motivo de alegría, sino también de angustia y preocupación. Saltando por alto doce años, la visita al templo le sirve a Lucas para ejemplificar esa espada que atravesaría a María durante toda su vida: sufrimiento y desconcierto (porque, aunque Jesús se explique, “ellos no comprendieron lo que quería decir”). Cuando hablamos de los sufrimientos de María, de sus “dolores”, pensamos casi siempre en la pasión y muerte de Jesús. Sin embargo, Jesús hizo sufrir a María toda su vida, no solo al final. La hizo sufrir con su actividad y sus palabras, que suscitaban la oposición y el rechazo de mucha gente y que terminarían provocando su muerte.

Lo que quiere decir de Jesús

¿Qué pensaba Jesús de sí mismo? ¿Era simplemente un buen israelita que, un día, acudió a que Juan lo bautizara y después tuvo la experiencia de que Dios le hablaba y le encomendaba una misión, como parece sugerir el comienzo del evangelio de Marcos? Lucas quiere corregir esta imagen. La estrechísima relación de Jesús con Dios no empieza en el bautismo, se da desde siempre.

Este episodio se comprende mucho mejor si se recuerda la historia del profeta Samuel. Consagrado por su madre al templo, ha pasado toda su vida junto al sacerdote Elí. Hasta que, a los doce años (según Flavio Josefo), una noche Dios lo llama: “Samuel, Samuel”. Naturalmente, no puede imaginar que Dios lo llame y va corriendo junto al sacerdote Elí. Este le dice que no lo ha llamado, que vuelva a acostarse. Pero la escena se repite al pie de la letra, y el narrador se siente obligado a comentar: “Samuel no conocía todavía a Yahvé”. Lleva doce años en el templo, viviendo con el sumo sacerdote, asistiendo al culto, pero “no conocía todavía a Yahvé”. Jesús, en cambio, a los doce años, sabe perfectamente cuál es su relación con él: “¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?” Dios es su Padre, y ese conocimiento se lo ha comunicado ya a José y María con anterioridad. Estas palabras contrastan no solo con la ignorancia de Samuel sino también con lo que le ha dicho María: “Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.” Para Jesús, su único Padre es Dios. Y su misión la ha recibido mucho antes del bautismo.

Lucas, tan buen conocedor de la Escrituras, cuando dice que Jesús asombraba a todos los maestros con su sabiduría, es posible que esté aludiendo al Salmo 119: “Soy más docto que todos mis maestros porque medito tus preceptos. Soy más sagaz que los ancianos porque observo tus decretos” (vv.99-100). Aunque Jesús no pondrá nunca el acento en la letra de los preceptos y decretos, sino en la entrega plena a la voluntad de su Padre.

María y nosotros

Lucas tiene especial interés en presentar a María como modelo del cristiano. Con pocas palabras (“He aquí la esclava del Señor”), con el silencio (como en el caso de los pastores y de Simeón) y, sobre todo, con su actitud de reflexionar y meditar todo lo que se relaciona con Jesús. María no es tan lista como los teólogos, y mucho menos que los obispos y papas. Ella no entiende muchas cosas. Jesús la desconcierta. Pero conoce el gran remedio para el desconcierto: la oración. Cuando estamos a punto de recomenzar el contacto con la actividad de Jesús, es muy bueno acordarnos de ella e intentar imitarla.

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26 de Diciembre de 2021. Fiesta de la Sagrada Familia. Ciclo C.

Domingo, 26 de diciembre de 2021
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“Su madre conservaba todas las cosas en lo íntimo de su corazón”

(Lc 2, 41-52)

María, como madre y como mujer de fe se nos pone hoy de ejemplo. Tras haber perdido a Jesús en Jerusalén, tras días de gran angustia familiar, no comprendiendo los comentarios de su hijo, se nos presenta a María orante, contemplativa, serena, posando lo que vive, lo que duda, sus alegrías y sus miedos, en el corazón. No es tanto el “espacio” de las emociones como lo profundo de la persona.

María irá comprendiendo con el paso de los años que su hijo no será como ella pensaba (ningún hijo ni hija lo somos). Es una parte del Evangelio que da lugar a volar con la imaginación a la vida oculta de Cristo, a esas conversaciones con sus padres, momentos en los que la rutina lo invadía todo…

En este tiempo en que vivimos nos resulta extraño este “conservar las cosas en lo íntimo del corazón”. Podemos preguntarnos: ¿y no lo compartía? Hoy que subimos fotos a facebook o las compartimos por whatsapp… Nuestra gente cercana sabe enseguida dónde hemos cenado, qué nos hemos comprado o a dónde hemos viajado… ¿Compartimos con la misma facilidad nuestros deseos, nuestros anhelos, cómo Dios va actuando en lo cotidiano de nuestra vida? Creo que no, que hay cosas que necesitamos guardar en lo profundo de nosotras mismas, allí donde no tenemos una imagen que mantener, donde somos realmente libres.

María nos enseña a vivir en Dios. Por cierto, en cada Eucaristía lo decimos: “por Cristo, con Él y en Él”. Se nos invita a abandonar ese vivir hacia fuera, pensando en qué van a opinar las demás personas sobre nosotras… Solo tras dejar en lo más íntimo de nuestro ser lo que nos va ocurriendo, podremos ser hombres y mujeres entregadas al servicio de la humanidad.

Oración

Trinidad Santa, ayúdanos a vivir en ti,
y a guardar lo que vamos viviendo en lo íntimo de nuestro ser.


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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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El evangelio no sacraliza ningún modelo de familia.

Domingo, 26 de diciembre de 2021
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LA FAMILIA DE NAZARET (C)

Lc 2,41-52

Solo si conocemos lo que era la familia en tiempo de Jesús, estaremos en condiciones de comprender lo que nos dice el evangelio. En aquel tiempo no existía la familia nuclear, formada por el padre la madre y los hijos. En su lugar encontramos el clan o familia patriarcal. El control absoluto pertenecía al varón más anciano. Todos los demás miembros: hijos, hermanos, tíos, primos, esclavos formaban una unidad sociológica. Este modelo ha persistido en toda el área mediterránea durante milenios. La esposa entraba a formar parte de la familia del varón, olvidándose de la suya propia.

Todos los miembros de la familia formaban una unidad de producción y de consumo. Pero la riqueza básica del clan era el honor. Sus miembros estaban obligados a mantenerlo por encima de todo. No era solo una cuestión social sino también económica. Las relaciones económicas eran inconcebibles al margen de la honorabilidad y el prestigio. Era vital para el clan que ningún miembro se desmandara y malograra el bienestar de toda la familia. Esto no quiere decir que no tuvieran los esposos relaciones especiales entre ellos y con los hijos. Incluso podían tener su casa propia, pero nunca gozaban de independencia.

Esta perspectiva nos permite comprender mejor algunos episodios de los evangelios. El que acabamos de leer es un ejemplo. Desde la idea de una familia formada por José, María y Jesús, es incomprensible que se volvieran de Jerusalén sin darse cuenta de que faltaba Jesús. Si todo el clan (treinta – cincuenta personas) sube a Jerusalén como familia, los varones irían juntos, las mujeres también y los jóvenes andarían por su lado, sin preocuparse demasiado los unos de los otros, porque la seguridad la daba el grupo.

Otros pasajes que se explican mejor desde esta perspectiva: (Mc 3, 20-21) “Al enterarse ‘los suyos’ se pusieron en camino para echarle mano, pues decían que había perdido el juicio”. Lo que pretendía su familia era evitar una catástrofe para él y para todo el clan. El tiempo les dio la razón. Más adelante (Mc 3, 31-34): “Una mujer dice a Jesús: tu madre y tus hermanos están fuera. Él contestó: Y ¿quiénes son mi madre y mis hermanos? Se nos está diciendo que para llevar a cabo su obra, Jesús tuvo que romper con su clan, lo cual no supone que rompiera con sus padres. Este episodio lo recoge también Mateo y Lucas.

Hay otro aspecto que también se explica mejor desde este contexto. La costumbre de casarse muy jóvenes (las mujeres a los 12 -13 años y los hombres a los 13-14). Era vital adelantar la boda, porque la media de edad era unos treinta y tantos años y a los cuarenta eran ya ancianos. En el ambiente que tenían que vivir, no era tan grave la inexperiencia de los recién casados, porque seguían bajo la tutela que daba el clan. También la responsabilidad de criar y educar a los hijos era tarea colectiva, sobre todo de las mujeres.

Jesús no se sometió a ese control porque le hubiera impedido desarrollar su misión. Fijaros el ridículo que hacemos cuando, en nombre de Jesús, predicamos una obediencia ciega, es decir irracional, a personas o instituciones. Cuando creemos que el signo de una gran espiritualidad es someter la voluntad a otra persona, dejamos de ser nosotros mismos. La explicación que acabo de dar pretende armonizar la responsabilidad de Jesús con su misión y el cariño entrañable que tuvo que sentir, sobre todo por su madre.

El relato evangélico que acabamos de leer está escrito ochenta años después de los hechos; por lo tanto no tiene garantías de historicidad. Sin embargo es muy rico en enseñanzas teológicas. No hay nada de sobrenatural ni de extraordinario en lo narrado. Se trata de un episodio que revela un Jesús que empieza a tomar contacto con la realidad desde su propia perspectiva. Justo a los doce años se empezaban a considerar personas, a tomar sus propias decisiones y a ser responsables de sus propios actos.

Sentado en medio de los doctores. Los doctores no tienen ningún inconveniente en admitirle en el “foro de debate”. Tiene ya su propio criterio y lo manifiesta. Lucas prepara lo que va a significar la vida pública, adelantando una postura que no es de niño. Sus padres no lo comprendían. La verdad es que fue, para todos los que le conocieron incomprensible. Siguió bajo su autoridad, pero ya ha dejado claro que su misión va más allá de los intereses del clan. La última referencia es un fuerte aldabonazo. Dice el texto: Jesús crecía en estatura en sabiduría y en gracia ante Dios y los hombres.

Debemos buscar la ejemplaridad de la familia de Nazaret donde realmente está, huyendo de toda idealización que lo único que consigue es meternos en un ambiente irreal que no conduce a ninguna parte. Lo importante no es la clase de institución familiar en que vivimos, sino los valores humanos que desarrollamos. Jesús predicó lo que vivió. Si predicó  la entrega, el servicio, la solicitud por el otro, quiere decir que primero lo vivió. El marco familiar es el primer campo de entrenamiento para los seres humanos. El ser humano nace como proyecto que tiene que desarrollarse con la ayuda de los demás.

No debemos sacralizar ninguna institución. Las instituciones tienen que estar siempre al servicio de la persona humana. Ella es el valor supremo. Las instituciones ni son santas ni sagradas. Con frecuencia se abusa de las instituciones para conseguir fines ajenos al bien del hombre. Entonces tenemos la obligación de defendernos. No son las instituciones las culpables sino algunos seres humanos que se aprovechan de ellas para defender sus propios intereses. No se trata de echar por la borda una institución por el hecho de que me exija esfuerzo. Todo lo que me ayude a crecer me exigirá esfuerzo. Pero nunca puedo permitir que la institución me exija nada que me deteriore como ser humano.

La familia sigue siendo hoy el marco privilegiado para el desarrollo de la persona humana, pero no solo durante los años de la niñez o juventud, sino durante todas las etapas de nuestra vida. El ser humano solo puede crecer en humanidad a través de sus relaciones con los demás. La familia es el marco ideal para esas relaciones profundamente humanas. Sea como hijo, como hermano, como pareja, como padre o madre, como abuelo. En cada una de esas situaciones, la calidad de la relación nos irá acercando a la plenitud humana. Los lazos de sangre o de amor natural debían ser puntos de apoyo para aprender a salir de nosotros mismos e ir a los demás con nuestra capacidad de entrega y servicio.

En ninguna parte del NT se propone un modelo de familia, sencillamente porque no se cuestiona el existente en aquel tiempo. Proponer un único modelo de familia como cristiano es pura ideología. Si dos hermanos viven con uno de los padres forman una familia, cuando muere el padre, ¿dejan de ser una familia? Y si son dos personas que se quieren y deciden vivir juntas, ¿no son una familia? Jesús no defendió instituciones, sino a las personas que la forman. En cualquier modelo de familia lo importante es el amor, que Jesús predicó y que debemos desarrollar en cualquier circunstancia que la vida.

Meditación-Contemplación 

Piensa: ¿Qué sería yo sin los demás?
Nada, absolutamente nada, ni siquiera mi existencia sería posible.
Si los que te rodean han hecho posible que tú seas,
¿es mucho pedir, que tú ayudes a los demás a ser?
Deja que todos encuentren en ti un apoyo para seguir viviendo;
es la única manera de vivir tú humanamente.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Recordatorio

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