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Felipe VI, ¿Su Majestad Católica?

Sábado, 21 de junio de 2014
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peq_coronaLos Reyes de España han estado muy vinculados a la Iglesia, sin embargo la única referencia que apareció en la proclamación del nuevo monarca fue una pequeña cruz

JUAN RUBIO | Pese a ostentar en el largo listado de títulos, y además en primer lugar, el de Su Majestad Católica, Felipe VI no tuvo en su coronación ni simbología ni ceremonia religiosas. Solo una cruz se coló en el acto.

La corona, que junto al cetro, lució en el estrado del Congreso de los Diputados, está rematada por una pequeña cruz, que aparece desde que en 1983 se adoptó oficialmente tanto el diseño de la corona como el del escudo,como símbolos del Estado.

No podía ser de otra manera. En la Constitución de 1978 se dice de forma explícita:

Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y las demás confesiones. (Artículo 16, apartado 3)

En virtud de este artículo, la cruz fue desapareciendo de los lugares oficiales, aunque, de vez en cuando, se remuevan las cosas y salten las anécdotas. En el despacho de quien fuera presidente del Congreso, el socialista José Bono, destacaba un gran crucifijo que no parecía gustar a muchos diputados.

En otra ocasión, con motivo de un acto cultural en la catedral-mezquita de Córdoba, el Cabildo, por recomendación de la Casa Real, tuvo que retirar una cruz del lugar en el que se iban a celebrar los actos. Dos caras de una moneda.

En medio, la repetida frase de Tierno Galván al tomar posesión de su despacho en la Alcaldía de Madrid, cuando, invitado a quitar el crucifijo, dijo:

La contemplación de un hombre justo que murió por los demás no molesta a nadie. Déjenlo donde está.

El título de Majestad Católica queda como reliquia histórica. Fue concedido por Alejandro VI, el papa Borgia, en 1496 a los Reyes Católicos por su cruzada contra el islam.

reyes-catolicos-300x220Hoy, la Casa Real, en su protocolo, ofrece esta versión:

 

Hizo referencia en su momento a la concreta adscripción religiosa del monarca y a su defensa de la fe católica, aunque también denotaba, según ciertas interpretaciones, una proyección de carácter ecuménico y universalista en un momento en el que, por primera vez en la historia del mundo, un poder político –en este caso la Monarquía Hispánica– alcanzaba una dimensión global con soberanía y presencia efectiva en todos los continentes –América, Europa, Asia, África y Oceanía– y en los principales mares y océanos –Atlántico, Pacífico, Índico y Mediterráneo–.

José Luis Sampedro, experto en temas nobiliarios, refiriéndose a la jura o promesa, dice:

Ya no hay súbditos, sino ciudadanos, por lo que el rey solo tiene que hacer un juramento que consta de dos partes: respeto a la Constitución y a las leyes, y respeto a los derechos de las comunidades autónomas (…). El juramento se hace ante Dios, la promesa ante la conciencia y el honor. Cualquiera de las dos son válidas.

AF_Infantas2_SILUETA-300x200Lo que sí parece cierto, más allá de la sobria ceremonia y de la lógica ausencia de símbolos en un Estado aconfesional, es que haya algún guiño a ese título. Por lo pronto, entre las primeras visitas de los nuevos reyes, ya se ha incorporado la que realizarán al papa Francisco en los primeros días de julio. No faltarán otros gestos de cara a los católicos.

Quienes consideran una afrenta esta ausencia de ceremonia religiosa, evocando la coronación de Juan Carlos I en 1975, han de saber que, cuando el entonces príncipe, sucesor con título de rey, según las leyes vigentes entonces, juró la Ley de Principios del Movimiento de 1958, que decía:

La Nación española considera como timbre de honor el acatamiento a la Ley de Dios, según la doctrina de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, única verdadera y fe inseparable de la conciencia nacional, que inspirará su legislación.

Luego en 1975 es lo que correspondía hacer.

Eran otros tiempos

La Casa Real sondeó al entonces cardenal arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Vicente Enrique y Tarancón, sobre el formato de celebración religiosa que podría llevarse a cabo.

Ya habían hablado antes el príncipe y el cardenal con motivo del entierro de Franco, cuando un grupo de obispos intentó que al sepelio del caudillo acudiera el Episcopado en su totalidad. Se acordó que lo presidiera el cardenal primado de Toledo y unos pocos obispos, mientras que el presidente de la CEE se reservaría el acto de coronación del nuevo rey, también con pocos obispos.

El cardenal madrileño, administrador de sutilezas y equilibrios, no quiso ofrecer una imagen que pareciera la continuidad. Él mismo propuso un sencillo Te Deum, breve ceremonia de acción de gracias. Pero fue el príncipe quien, en una llamada telefónica, le pidió que se celebrara una misa solemne, y en la Iglesia de los Jerónimos.

El cardenal se puso esa misma noche manos a la obra y pidió ayuda al entonces director Vida Nueva, José Luis Martín Descalzo. Ambos sabían que se trataba de un texto histórico. Y lo fue [ver íntegro]

Hubo quienes creyeron advertir en el tono de la homilía del cardenal un aire de admonición que parecía propia de otros tiempos, diciendo que “el altar estaba dictando al trono lo que debía de hacer”. El cardenal tuvo que salir al frente de las acusaciones, no solo con la exquisitez y equilibrio del texto en sí, sino incluso contando cómo “se me olvidaron las gafas para leer de cerca y tuve que hacer un esfuerzo, retirando los folios y alzando la voz”.

Felipe VI, ¿Su Majestad Católica? [íntegro solo suscriptores]

En el nº 2899 de Vida Nueva

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