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Tortícolis

Jueves, 21 de junio de 2018
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torticolisDecía monseñor Tarancón: “los obispos españoles padecemos de torticolis, mirando siempre hacia Roma”.

Me acuerdo mucho de esta reflexión. Veo que ahora está de actualidad todo lo que sea “Franciscano”, del papa Francisco. Y los que piensan como él alaban todo lo que hace y se callan todo comentario por los interrogantes que nos pueda producir.

Pero veo que las iglesias de base, la iglesia española, no vamos cambiando los criterios profundos, los razonamientos… Me da mucho miedo a que el pequeño cambio que se ve, sea fruto de un mimetismo. Pero ¿qué pasará si viene otro papa de distinta orientación?

Hay un hecho muy claro y que atañe a la liturgia. He oído a multitud de curas e incluso a algún obispo decir que los nuevos libros litúrgicos no agradan ni los sentimos prácticos y de un contenido unidireccional para las celebraciones. Sin embargo no ha habido, que yo sepa, ninguna reclamación pública ante el Vaticano.

Echo en falta un cambio profundo de ideas y de planteamientos. Me parece que no nos estamos convirtiendo, desde dentro, en una línea más abierta y más de periferia. Ante realidades fuertes: refugiados, presos, corrupción, violencia machista, me gustaría escuchar más voces críticas y mayores enfoques evangélicos.

Siento que cada obispo es responsable en su diócesis y que eso requiere una gran creatividad propia. Casi siempre que se habla de Roma, se habla del papa. ¿Es que Roma es eso solo?

Y sobre todo, no veo transformación en la participación de los seglares en la comunidad eclesial. Algún pequeño cambio, pero ante una realidad muy fuerte de falta de presbíteros no se plantea la participación y responsabilidad de los seglares. Les dejamos hacer alguna pequeña cosa.

He echado siempre en falta que nuestras comunidades cristianas vivamos desde nuestra fe y la contrastemos con la diócesis de Roma. Todos los días lo siento al partir el trocito de forma en la eucaristía y mojarlo en el cáliz.

He echado siempre en falta que nuestras comunidades cristianas vivamos la fe desde nuestra creencia. Que, por supuesto miremos a Roma, pero para ver cómo allí funciona la catequesis, la predicación, la atención a los pobres, el anuncio a los no creyentes, la construcción del reino. Y eso nos pueda iluminar y ayudar. Creo que se ha insistido demasiado en Roma como fuente de doctrina y de ritos litúrgicos. Qué bien si nuestra comunidad hermana es ejemplo de cómo vivir el Evangelio hoy y aquí.

El esfuerzo sea algo más que la tortícolis de ver por dónde soplan los vientos en el Vaticano o qué es lo que allí agrada; que sea mirar a nuestro interior, a las comunidades y a las personas con quienes convivimos y ahí profundizar en la escucha y el seguimiento de Jesús. Roma nos va a dar el sentido de catolicidad.

Yo veo que muchas veces se escribe y se dice “tal persona es de la era de Francisco”, pero en la realidad percibo que siguen como antes, con distintas citas y distinta insistencia pero sin vivir la realidad del Espíritu desde las periferias.

Las personas convertidas de verdad viven cualquier circunstancia desde el Evangelio. Aunque no esté de moda.

Gerardo Villar Pérez

Fuente Fe Adulta

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“Decir haciendo, Crónicas de la periferia” por Pepa Torres

Sábado, 10 de febrero de 2018
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9788428554176Miguel Ángel Mesa
Madrid.

ECLESALIA, 29/01/18.- Decir haciendo es una recopilación de artículos y posts que su autora, Pepa Torres, ha seleccionado entre los publicados en la revista Alandar y en los blogs de EntreParéntesis y Cristianisme y Justícia, en torno a sus varios compromisos.

Pepa Torres Pérez es religiosa apostólica del Corazón de Jesús y vive en el barrio de Lavapiés. Es teóloga feminista, educadora social, pero sobre todo se siente militante de muchas de las causas vinculadas a las luchas por la dignidad y la igualdad de las mujeres, las personas migrantes y los movimientos sociales, entre los que se mueve como pez en el agua.

La dedicatoria ya nos muestra de dónde proviene su compromiso vital y cuál es el espíritu que la mantiene y la mueve: “A mis abuelas Araminta y Saturnina, mujeres de periferia y resistencia, y por cuyos sueños de libertad y emancipación hoy soy, en parte, lo que soy”.

Sí, porque todo lo que ha dejado tan bien escrito en este libro, no solo tiene el sustrato de una historia que la ha vivificado y concedido unas profundas raíces vitales, y de una formación teológica, social, política y humana profunda y sólida, sino que todo lo expuesto ha pasado por el crisol de la experiencia, del día a día, de las luchas, las alegrías, las lágrimas, las derrotas, las luchas y las esperanzas de todas las mujeres y los hombres con quienes convive y a quienes acompaña.

Son muchas las asociaciones que aparecen en estas páginas, a las que Pepa apoya. Pero sobre todo presenta personas, muchas de ellas de religión musulmana y que viven en Lavapiés.

Sí, en especial musulmanes, con quienes reza semanalmente en su casa. Una casa abierta a quien la necesite y que comparte con dos mujeres más, Mayte y Carre, con quienes ha formado una comunidad intercongregacional que provoca la admiración de toda la gente que pasa por su hogar, abierto a quien desee compartir con ellas sus vidas.

La oración que empezó un día de forma aislada, se ha convertido desde hace años en un encuentro que convoca a personas cristianas, musulmanas, de otras religiones o sin adscripción religiosa alguna. Y lo que se celebra en ella es la vida concreta, con sus problemas, su sufrimiento, sus gozos, la amistad y el anhelo por una sociedad más justa y fraterna. El agradecimiento al Dios de Jesús y a Alá, por todo lo que se vive en el día a día. Y lo cierto es que quien asiste, repite. Por algo será… Lo dice el autor de esta presentación por experiencia personal.

Decía que en el texto se hacen presentes, con la mayor naturalidad del mundo, las luchas de las trabajadoras del hogar de Territorio doméstico, la librería y el Centro social Traficantes de sueños, los inmigrantes que acaban de saltar la valla de Melilla, la vecina musulmana que les trae un plato cocinado por ella, los militantes que apoyan a los refugiados o por una Sanidad universal, los grupos de mujeres feministas… Porque Pepa sabe que no puede hablar de un Dios bueno, Padre y Madre, misericordioso, sin nombrar a las víctimas del sistema que sufren y que, sin embargo no deben ser objeto de asistencia, sino sujetos dignos de su propia vida e historia, junto a quienes se comprometen de igual a igual con su suerte y su liberación. Nos dice:

“Desde mi doble condición de teóloga y activista reclamo la teología del grito. Porque los excluidos y excluidas no son mudos. Tienen voz. Gritan con sus bocas, en diversidad de acentos y lenguas, y cuando estas son acalladas siguen haciéndolo con la palabra de sus cuerpos”.

Resuenan en estas palabras las de Monseñor Romero, a quien admira profundamente, y de quien ha aprendido que nadie se puede comprometer a fondo, con los marginados de nuestra sociedad y del mundo, sin una espiritualidad y una mística de vida que te sostenga, anime y vivifique. Y este es otro de sus rasgos más característicos: en todo lo que vive, en lo que se compromete, en lo que comparte, se aprecia una profunda mística, que transparenta y atrae. Sus palabras, sus abrazos, su compromiso, su fuerza vital nacen de algo que la nutre interiormente, desde el seguimiento de Jesús por la plena humanización de las mujeres y los hombres, con quienes comparte su existencia.

No oculta nada, denuncia las injusticias con pelos y señales, nombra a los culpables del daño que provocan a los más débiles, tanto en la sociedad como en la Iglesia, pero detrás de todo ello hay un proyecto de amor, de esperanza, de gozo fraterno, de utopía y esperanza labradas en los acontecimientos diarios. Y los grandes proyectos no difuminan las pequeñas alegrías, los mínimos detalles que dan otro sabor a la cotidianidad: la flor del balcón, las confidencia de la amiga, el diálogo sereno tomando un café, el abrazo matutino al árbol en el parque…

Todo la nutre, en todo contempla ese algo más que queda balbuciendo, desde la más absoluta normalidad. Y todo condimentado con el sabor inconfundible de su atención, su ternura y su amistad.

Para más informaciónwww.sanpablo.es

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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“Salir hacia afuera”, por Gerardo Villar.

Miércoles, 15 de noviembre de 2017
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la-sal-de-la-tierra-por-cortesRepetimos mucho esta frase con el papa Francisco: salir a las periferias…

Me parece que hay algo más sencillo que salir: los que somos iglesia vivamos fuera; estemos fuera. Por eso, cuando hoy se levanta la voz porque la iglesia nos vamos quedando con muchas menos personas, fuera de las estadísticas, lo veo como un hecho a valorar.

Cuando la iglesia no tengamos medios, ni dinero, ni poder… eso va a ser una riqueza inmensa: estaremos de veras en la periferia. Es muy distinto estar fuera que intentar acercarnos a las periferias. No será una opción, sino una realidad impuesta.

Hablamos de llevar a Jesús a los demás. Más bien será descubrir a  Jesús, que ya está en ellos.

Nos agarramos y defendemos las posesiones, los derechos a la enseñanza… Qué bien el día que carezcamos de todo eso. ¿No decimos que los mártires son siembra de cristianos? Pues cuanto menos pintemos, más cerca estaremos de Jesús

Necesitamos una gran purificación: no pintar, no tener poder, experimentar el vacío y la pobreza. Mientras sigamos siendo una institución con grandes poderíos, celebraciones, números, edificios, concordatos…, nos va a resultar muy difícil vivir como Jesús.

Llego a un pueblo como cura y tengo casa, salones, luz, agua, teléfono… Eso no lo tiene nadie que llega a una localidad, sino que lo tiene que ganar, pagar… ¿Se han olvidado los curas obreros?

Jesús nos dice en qué condiciones hemos de ir fuera: “no llevéis alforja, ni sandalias, ni dos túnicas”. Necesitamos pasar por una purificación de hábitos, seguridades, posesiones, títulos.

Un grupo de personas, unas ciento cincuenta, han ido hoy a las oficinas del obispado pidiendo que les borren de los libros de bautismo donde constan como cristianos. Si no tienen conciencia de cristianos, ¿qué pintan al ser considerados y contados como tales? Todos los años me piden el número de personas bautizadas, casadas, enterradas… En estos pueblos, cercano a cero.

Nuestra fuerza está en la debilidad. Cuando soy débil, soy fuerte como seguidor de Jesús.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, Iglesia Católica , , ,

“Salir a las periferias”. 9 de febrero de 2014. 5 Tiempo ordinario (A). Mateo 5, 13-16

Domingo, 9 de febrero de 2014
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Jesús da a conocer con dos imágenes audaces y sorprendentes lo que piensa y espera de sus seguidores. No han de vivir pensando siempre en sus propios intereses, su prestigio o su poder. Aunque son un grupo pequeño en medio del vasto Imperio de Roma, han de ser la “sal” que necesita la tierra y la “luz” que le hace falta al mundo.

“Vosotros sois la sal de la tierra”. Las gentes sencillas de Galilea captan espontáneamente el lenguaje de Jesús. Todo el mundo sabe que la sal sirve, sobre todo, para dar sabor a la comida y para preservar los alimentos de la corrupción. Del mismo modo, los discípulos de Jesús han de contribuir a que las gentes saboreen la vida sin caer en la corrupción.

Vosotros sois la luz del mundo. Sin la luz del sol, el mundo se queda a oscuras y no podemos orientarnos ni disfrutar de la vida en medio de las tinieblas. Los discípulos de Jesús pueden aportar la luz que necesitamos para orientarnos, ahondar en el sentido último de la existencia y caminar con esperanza.

Las dos metáforas coinciden en algo muy importante. Si permanece aislada en un recipiente, la sal no sirve para nada. Solo cuando entra en contacto con los alimentos y se disuelve con la comida, puede dar sabor a lo que comemos. Lo mismo sucede con la luz. Si permanece encerrada y oculta, no puede alumbrar a nadie. Solo cuando está en medio de las tinieblas puede iluminar y orientar. Una Iglesia aislada del mundo no puede ser ni sal ni luz.

El Papa Francisco ha visto que la Iglesia vive hoy encerrada en sí misma, paralizada por los miedos, y demasiado alejada de los problemas y sufrimientos como para dar sabor a la vida moderna y para ofrecerle la luz genuina del Evangelio. Su reacción ha sido inmediata: “Hemos de salir hacia las periferias”.

El Papa insiste una y otra vez: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrase a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termina clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos”.

La llamada de Francisco está dirigida a todos los cristianos: “No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos”. “El Evangelios nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro”. El Papa quiere introducir en la Iglesia lo que él llama “la cultura del encuentro”. Está convencido de que “lo que necesita hoy la iglesia es capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones”.

José Antonio Pagola

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