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“Visitar un lugar sagrado”, por Magda Bennásar Oliver, sfcc

Martes, 28 de febrero de 2023
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BTS_ambientgrace_chatfield_044Grace Cathedral en San Francisco, California. Foto: Grace Cathedral

Esta es la definición de peregrinar, según el diccionario: visitar, ir hacia un lugar, uno, que sabemos y sentimos como sagrado.

La mayoría de nosotrxs al oír la palabra peregrinar, peregrinación… pensamos en los lugares emblemáticos (Jerusalén, La Meca, Santiago de Compostela, Vezelay, Sainte-Baume… los dos últimos lugares de peregrinación de María de Magdala) que a lo largo de la historia han acogido y siguen acogiendo a millones de personas que buscaban y buscamos: paz, perdón, luz, sanación, inspiración…

Y, precisamente, para acercar ese lugar sagrado a los más pobres, enfermos, a la mayoría de mujeres dominadas por varones o por superioras, o a los que no podían o a las que no les dejaban ir, se fueron diseñando en las entradas de las grandes catedrales europeas Laberintos. Una de las primeras es la Catedral de Chartres en el siglo XII.

El laberinto es un arquetipo de la dimensión del peregrinar a nuestro propio centro y al centro de Todo, para los que estamos en búsqueda real, no sólo teórica.

Es un espacio sagrado, terapéutico que recoge sabiamente las vueltas y revueltas de la vida, que si las caminamos en confianza, como en una peregrinación real, nos ponen en conexión íntima con la Fuente, con el Centro, con nuestro propio Shalom.

Caminar el Laberinto de la mano del Buen Pastor, guiadas por su luz, aún en medio de las más densas tinieblas, puede ayudarnos a captar esos matices que tal vez, cuando estamos caminando en los senderos y rutas afuera, son más físicos: subidas difíciles, frío y calor, curvas que nos confunden y podemos tener la sensación de alejarnos del centro, cuando en realidad estamos llegando, pero no lo vemos…y si estamos conectadxs, seguimos esa intuición, esa voz interior que nos conecta con el entorno y nos arropa y acompaña.

Cuando estamos en un espacio como el Laberinto, podemos caminar cerrando los ojos casi del todo, respirando, equilibrando el paso, y así ir descubriendo también dentro, durante esa travesía, nuestras noches largas o esa necesidad compulsiva de encontrar atajos y ponerle nombre, y mirarlo de frente, y dejarlo ir o acogerlo. El laberinto nos da la autoridad interior para seguir, optar, soltar, acoger.

¿Atajos? No los hay. Sólo está la Ruah que a través del itinerario de Jesús, nos hace de espejo y nos sostiene, siempre y sobre todo cuando parece que el camino es demasiado difícil. También está la comunidad que camina conmigo y en silencio, cada una en su surco, en su trayectoria en un mismo sentir.

Hace años, entré en la Catedral Episcopaliana de San Francisco de California, con dos compañeras de comunidad. Era mediodía, (como para la Samaritana), en pleno centro financiero de una de las ciudades más cosmopolitas e interreligiosas del mundo.

Al entrar y ver, y oír, fue automático en las tres, descalzarnos e iniciar la caminata, acompañadas por personas descalzadas de todas las razas y religiones, con sus trajes de ejecutivos y ejecutivas o sus saris, o sus hábitos, o sus vaqueros. Todxs en un silencio cálido, acompañado por una música de fondo, íbamos caminando buscando nuestro centro. ¡Impresionante!

Todavía se me pone la carne de gallina cuando recuerdo aquella experiencia. Al fondo de la catedral presidía una imagen iluminada con numerosas velas, era un icono de María de Magdala. Allí venerada, admirada, invocada como la primera apóstol. Maestra de generaciones. Gracias hermanxs episcopalianxs.

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Secciones de la colcha conmemorativa del SIDA cuelgan en la nave de Grace Cathedral en San Francisco, California. Foto: Grace Cathedral

Muy parecido el sentimiento, unos años después, al de apoyar la frente en el Muro de las Lamentaciones de las mujeres, en Jerusalén, en una peregrinación cuyo objetivo era conectar con el sentir de nuestras hermanas mayores de los orígenes: conocer su cultura, su religión…nos llevó a conocer su espacio sagrado. Rezar llorando, lamentando su dolor en el muro de sus lamentaciones, donde millones de mujeres siguen llegando de cualquier parte del mundo porque siguen en la diáspora, unas como judías, otras como cristianas que no nos dejan estar en nuestros espacios sagrados, por ser mujeres. Otras como buscadoras de las causas del holocausto que siguen experimentando en sus almas y/o cuerpos porque siguen sintiéndose desplazadas y hambrientas en los campos de concentración provocados por las guerras, el machismo, la ablación…

Preguntemos a nuestras hermanas de Irán, Afghanistán, Africa, cómo se sienten. ¿Dónde encuentran la fuerza para seguir luchando año tras año, gobierno tras gobierno? No nos equivoquemos, hay respuestas. Tenemos que encontrarlas, para que todas encontremos la puerta, la ruta al espacio seguro.

Iniciar nuestro tiempo de Cuaresma con una oportunidad de peregrinar con otras personas con esa búsqueda es en sí un espacio sagrado, un regalo en estos tiempos tan complejos.

También en presencia de madre Tierra, en plena naturaleza del País Vasco, donde las imágenes de rebaños cuidados, respetados están en cada ventana de donde haremos el retiro, música juguetona de agua que corre y, si tenemos suerte, nieve amorosamente dejada en el monte alto, como algodón, para que disfrutemos de un paisaje idílico en una casa donde se cuida el mínimo detalle.

Sentir la belleza de ese lugar sana las heridas, los roces, las pequeñeces que pueden a veces impedirnos hacer la experiencia. Sigo impactada por varios comentarios de nuestra hermana Patricia en Veracruz: le pregunté si la gente iba a la playa, que tienen ahí mismo, cuando la temperatura es tan alta de hasta 48º, y dijo no, mi mar está contaminado, el dinero consigue tapar la boca del gobierno para que la industria siga echando enormes cantidades de residuos en su mar, que es nuestro mar.

Y no menos importante, la gran novedad turística: la construcción del Tren Maya. Puede parecer una idea preciosa para conocer estas culturas. Para su construcción habrá una deforestación incalculable con lo que esto significa para el Planeta y para sus gentes, y una mayor expropiación de tierras sagradas que pertenecen a poblaciones indígenas, supervivientes de la continua colonización. Como dice Euronews: No comment! ¿Qué siento, qué sientes?

Cuaresma, tiempo de peregrinación interior para buscar la luz que nos indique cual debe ser nuestro siguiente paso, en nuestra lucha por la justicia y la igualdad, con todos, en especial con las mujeres.

Nos encantaría verte y compartir vida y mesa en sororidad.

Espiritualidad Integradora Cristiana espiritualidadcym@gmail.com

Magda Bennásar Oliver, sfcc

Fuente Fe Adulta

Espiritualidad ,

Vigilia de Navidad: Romance del Dios Peregrino de Adviento

Lunes, 24 de diciembre de 2018
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48952917_1137005066476684_1391946394658406400_nDel blog de Xabier Pikaza:

Hay cuatro peregrinaciones:

1. Peregrinación exterior, a santuarios como Jerusalén o Compostela
2. Peregrinación interior… Hombres que buscan dentro a Dios
3. Peregrinación de amor: La de unos hombres que buscan a otros hombres
4. Peregrinación de Dios… que buscan en amor a los hombres.

Esa 4ª peregrinación es la de Adviento, y sobre ella escribió Juan de la Cruz el más bello de todos los romances, que algunos llaman Romance de la Trinidad (porque empieza así hablando del Dios Trinidad) pero que en sentido estricto es el Romance el Dios peregrino de la Navidad.

A esa peregrinación de Dios dedico esta Vigilia. Si tienes prisa, deja el tema aquí. Si puedes parar un momento,deja que este Romance te anime y alumbre por dentro. Habrá merecido la pena.

Introducción. Romance del Dios peregrino

48413886_1136986239811900_468175444131184640_nDejo los preámbulos, las introducciones eruditas. Empiezo con texto. Así comienza la Vigilia del Dios de Navidad:

. Trinidad, Dios en sí, bodas del Padre (RTrin 1- 76)

a. Ser como donación y encuentro

SJC (=San Juan de la Cruz) comienza retomando el motivo de Jn 1,1, recreando desde esa perspectiva la frase originaria de la Biblia (Gen 1,1): en el principio, antes de la creación, se encuentra el Verbo (RTrin: Romance de la Triniadd 1-2). Conforme a la experiencia de la iglesia, que recoge y despliega la revelación de la Biblia (y de la historia de Jesús), SJC presenta al Verbo como Palabra personal, es decir como Persona, en comunión radical con Dios Padre:

En el principio moraba / el Verbo y en Dios vivía
en quien su felicidad / infinita poseía.
El mismo Verbo Dios era / que el principio se decía.
Él moraba en el principio y principio no tenía.
Él era el mismo principio / por eso de él carecía (RTrin 1-10)

El texto dice que el Verbo vivía (moraba) en Dios “en quien su felicidad infinita poseía” (Rom 1-4). Para SJC este Verbo es evidente¬mente el Hijo de la tradición dogmática cristiana, ratificada en e1 Concilio de Nicea (año 325), es el Hijo entendido como “palabra activa” de Dios, no como idea que puede existir en sí misma, es el Hijo es Verbo, acción comunicadora, es el mismo Dios que existe así al comunicarse, dándose a sí mismo.

Son significativas las primeras notas de este Verbo. Se dice que mora en Dios, indicando así que Dios no es un ser solitario, alguien que existe cerrado en sí mismo. De un modo consecuente, según eso, la nota primordial de la realidad no es la indepen¬dencia del ser que vive en sí (sustancia) y según eso se aísla de los otros, sino el gesto creador de aquel que sale de sí y puede (quiere) hacer que el otro sea (de tal manera que la realidad es según eso Padre, que se da y se entrega, dándose al Hijo, en quien vive, siendo de esa forma en sí al ser en el otro).

En esa línea se añade que el Verbo es feliz en palabra paradójica: posee infinita felicidad no “poseyéndose” a sí mismo, sino siendo en (por) el otro, pues la felicidad resulta inseparable del amor, es decir, de la comunión con otro. Y se dice también que Dios es principio total no teniendo principio, y dando todo su ser al Hijo (en quien tiene su ser y su gloria). Por su parte el Verbo es plenitud y es principio, pero siendo en el otro y desde el otro, es decir, en el Padre (RTrin 7-9).

En ese contexto se añade que ni el Padre es en sí (de manera que no puede decir “yo soy”, sino que dice que “sea el Hijo”), y el Hijo tampoco es en sí (sino en el Padre). De esa forma, el “ser” de Dios no se define como autonomía egoísta (dominio de sí mismo), sino como donación, de forma que en el principio de Dios se encuentra el Hijo, que es el mismo Dios “entregado”, saliendo de sí mismo y existiendo en el otro. Este misterio toma forma de paternidad y filiación:

El Verbo se llama Hijo, / que de el Principio nacía.
Hale siempre concebido, / y siempre le concebía.
Dale siempre su sustancia / y siempre se la tenía (RTrin 11-16).

En ese principio que siempre perdura encontramos ahora al Padre que concibe sin cesar al Hijo, en generosidad-fecundidad originaria, de manera que sólo tiene aquello que da o regala, dándose a sí mismo, plenamente (¡dale siempre su substancia y siempre se la tenía!). Lógicamente, según la tradición cristiana, el Dios primigenio se llama Padre, aunque presenta ras¬gos que recuerdan quizá más la imagen de la Madre (¡hale siempre concebido!). Pero más que el puro nombre importa la función del Padre (Madre) que solo puede tener su sustancia (poseerse) en la medida en que entrega (la “da”, dándose al Hijo).

b. Ser en sí, siendo en el otro

48387631_1136986699811854_2030076121348833280_nEn este principio trinitario (¡el Padre sólo tiene aquello que “da” y pierde, y el Hijo sólo tiene aquello que recibe y que nueva “da”, dándose al Padre) aparece ya en resumen (como en germen) todo el pensamiento y experiencia de SJC. El punto de partida de su pensamiento no es un tipo de “ontología cósmica” (como la de Aristóteles), ni es tampoco un pensamiento conceptual o discursivo. El principio y sentido de la realidad ha de entenderse, según eso, de forma trinitaria, desde el fondo de este símbolo de fe, que SJC presenta de forma narrativa en su romance. En el principio está el “don personal”, de manera que el “ser” de cada uno (empezando por el Padre) está en el otro (empezando por el Hijo), y así podemos hablar de una gloria (o esencia) compartida, pues cada uno la tiene sólo en la medida en que la pierde, es decir, en la medida en que se entrega, dándose a sí mismo, para quedar así en manos del otro (y ser el otro).

La gloria Padre es el Hijo y la del Hijo el Padre (RTrin 17-20), de manera que cada uno existe y es glorioso precisamente teniendo su gloria fuera de sí mismo (en el otro a quien la entrega, ofreciéndose a sí mismo). Ambos, Padre e Hijo, se vinculan, por lo tanto, al entregarse y ser uno en el otro, en una especie de unidad paterno-filial, que paradójicamente recibe y tiene rasgos nupciales, de manera que la realidad sólo existe (se despliega) allí donde cada uno la pierde, se pierde a sí mismo (dando lo que tiene), para ser y encontrarse a sí mismo en el otro.

Este ser-amor que se expresa y consiste en la entrega de cada uno aparece así como fundamento de todo lo que existe en cielo y tierra, en contra de la visión ontológica de una filosofía ontológica, donde cada uno es realidad en la medida en que se busca y se tiene a sí mismo, como substancia en sí (ontología griega) o como sujeto que se piensa a sí mismo (para sí mismo) y de esa forma se separa de los otros. En contra de eso, la realidad del Dios cristiano se define como alteridad, ser cada uno en la vida y ser del otro:

Como amado en el amante / uno en otro residía,
y aquese amor que los une, / en lo mismo convenía
con el uno y con el otro /en igualdad y valía (RTrin 21- 26).

Como amado en el amante… De esa forma, aquel que ama no reside o mora en sí, sino en el otro, pues para ser “en sí” es preciso salir de sí, ya que el ser es, según eso, donación y movimiento, alteridad y encuentro, de tal forma que el “en sí” y el “fuera de sí” se identifican. Ésta es la palabra decisiva que SJC ha formulado con toda precisión en la base de su relato creyente, llevando hasta el final rasgos y notas que encontramos ya en el evangelio de Juan.

De esa forma se define y completa el movimiento primero de la peregrinación de Dios (contrario al discurso ontológico normal de las religiones y las filosofías), pues cada uno sólo “es” (sólo se tiene) en la medida en que se da para que sea el otro, siendo así y teniéndose en el otro, no en sí mismo. Ser no es tenerse como substancia, ni pensarse como sujeto, sino darse para que exista el otro, siendo de esa forma en el otro.

El Padre Dios reside así en el Hijo, y el Verbo-Hijo en el Padre, de manera que no hay primero un “ser en sí” y luego “un ser en el otro”, pues cada uno sólo puede ser en sí siendo en el otro. En ese sentido no se puede hablar de Dios como “substancia”, ni como “sujeto”, sino sólo del Padre y del Hijo, que son Dios, dándose una al otro y compartiendo de esa forma la “esencia”. De esa manera, pudiéndose llamar en un sentido “padre” e “hijo”, ellos se muestran y aparecen de esa forma, al menos simbólicamente, como esposos, pero no en gesto de posesión (uno tiene al otro), sino de kénosis fundacional, de vaciamiento pleno, para que sea el otro.

La paternidad originaria (donación generosa de ser) se expresa así como pleno vaciamiento de Dios Padre, que es divino precisamente al no cerrarse en sí, sino al perderse y darlo todo (darse del todo) para hacer así que surja el otro. Sólo de esa forma, al dar y perderse totalmente en el otro (para encontrarse fuera de sí mismo) puede hablarse de paternidad-filiación y nupcialidad (de comunicación y pérdida de sí, con encuentro pleno del uno en el otro).

c. La paradoja de ser, comunión en gratuidad

SJC no intenta explicar la paradoja. Simplemente la rela¬ta, mostrando así que el Padre (al serlo en plenitud) se entrega totalmente a su Hijo, de tal manera que sólo en él (en el Hijo) puede encontrarse, pues sólo es en sí al ser en el otro. Eso significa que el Padre no impone su figura y su potencia desde arriba, pues no tiene un “ser previo” (absoluto) fuera de su donación, sino que sólo existe en sí al darse y ser en el otro (en el Hijo).

La realidad se entiende así como “vaciamiento amoroso”, es decir, como “donación de sí”, pues el Padre sólo existe al darse al Hijo, y el Hijo por su parte, al responderle y entregarle su existencia. De esa forma son en sí, pero sólo siendo en el otro, es decir, en la medida en que cada uno se entrega, existiendo uno en el otro, y los dos en comunión, de manera que el amor del Padre al Hijo es igual que el amor del Hijo al Padre, en donación mutua. Esa pérdida de sí y esa mutua donación, entendida como amor que les une precisamente al distinguirles (existiendo cada uno en el otro), recibe el nombre de Espíritu Santo. Por eso, con toda la tradición cristiana, SJC puede afirmar que ese amor (Espíritu Santo) «convenía con el uno y con el otro- en igualdad y valía», traduciendo así de un modo muy preciso la experiencia que está en el fondo del Concilio de Constantinopla (año 381). Leer más…

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Llegar a hacer silencio ¿es un proceso?

Miércoles, 11 de julio de 2018
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emigrantesMe pregunto mucho estos días en que a raíz de evaluar el curso con algunos grupos emerge una constante: “me cuesta parar, silenciarme, orar…”

El silencio no es dejar de hablar, es una peregrinación hacia nuestro centro, donde el silencio se convierte en presencia, en palabra habitada. No es poesía, es espiritualidad tangible. Te invito a probar. Y me cuentas.

¿Por qué peregrinación? Porque es un proceso de desprendimiento de capas: de cosas, de ruidos, de relaciones, que nos agobian, que nos quitan la energía porque son una carga.

Cosas: para llegar a un silencio habitado molesta todo lo que no es necesario. Requiere un estilo de vida solidario con personas y planeta. Una vida minimalista, donde lo que se tiene se usa y respeta con agradecimiento y solidaridad. Y donde lo que no se usa se comparte con justicia y sobriedad.

Ruidos: Los ruidos de fuera son fáciles de silenciar o integrar si son de tráfico o de la calle…Los más interesantes son los de dentro. ¿Qué voces me hablan cuando me pongo a la escucha atenta? Esas voces de nuestro ego, de nuestro pasado y presente pueden ser muy insistentes y no se callan hasta que se les atiende. Y esta es la prueba de los fuertes. A diferencia de lo que cree el ego que considera fuerte al que aguanta y puede solo, el fuerte en sentido humano y evangélico es el humilde, el que está en su verdad y busca acompañamiento porque sabe que el ego “mandonea” pero no acompaña.

Y justo ahí se da la criba. Los que asumen su “humus”, su tierra, y se dejan lavar los pies por algún Jesús en su vida como amiga o amigo o pequeña comunidad que con respeto nos dicen la verdad o ahí pierde el rumbo. “Déjalo todo y sígueme”: efectivamente, si no soy capaz de dejarme ayudar no puedo seguir a Jesús, porque no le veo. Son caminos diferentes: uno sigue hacia la Jerusalén de la vida donde poco a poco se nos invita a dar la vida, a entregar el ego para que se transforme en hermana y hermano. El otro sigue su propia carrera de obstáculos, su escalada a una cima donde al llegar nadie te espera porque has dejado atrás lo mejor de los demás: su presencia y compañía con sus limitaciones e imperfecciones, carácter y sueños.

Relaciones: La he dejado la última porque cuando se dan las otras dos, a veces las relaciones se recolocan porque ya no exigimos tanto, o no tenemos tanto miedo que muchas veces se convierte en proyección y ataque…pero no siempre es así.

Las relaciones son siempre buenas cuando se da el principio de respeto. Es el barómetro que no falla. ¿Te respetan?, entonces te dejarán expresar, te dejarán ser tú, te pedirán que les dejes expresar y que les dejes ser ellos o ellas. Cuando algo de esto falla, cuando uno de los dos impone, domina…puede haber cariño pero no respeto. La empatía es el fruto del silencio respetuoso.

El ruido de la falta de respeto en las relaciones humanas es el más difícil de integrar. De hecho no se calla nunca porque es Dios mismo quien grita dentro de nosotras con respeto para que nos dejemos respetar y también para que respetemos íntegramente las diferencias en las personas de nuestro entorno. Dios, el Silencio, nos indica el camino de liberación, nos pone hermanas que tienen Ruah o sea espíritu de sabiduría para ayudarnos a discernir…

¿Es el silenciamiento un proceso? Tampoco se trata de darle demasiada importancia a nuestro ruido, sólo el justo para llegar al respeto que es el bálsamo sanador. Si le damos demasiada importancia, je je, el ego ha ganado.

Y cuando consigues un poco de sosiego interior porque le dejas al Maestro vivir en tu centro, entonces su Palabra es Vida. Cada palabra del evangelio se convierte en tu riqueza, y ya no necesitamos tantas cosas y personas y actividades… es como construir en familia o comunidad la casita en el bosque con las piedras y maderas del mismo bosque, naturalmente, sin cementos armados, ni a golpe de talonario. Con sencillez y respeto a la naturaleza, a nuestra naturaleza, quitando la maleza y preparando el espacio…¡Precioso el proceso!

Magdalena Bennásar Oliver

www.espiritualidadintegradoracristiana.es

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