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Pedro Miguel Lamet: El autor de ‘Amén y aleluya’ dice que “Arrupe ya es seguido y reconocido en todo el mundo sin ser oficialmente santo”

Sábado, 23 de marzo de 2024
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IMG_3270“En Francisco se está cumpliendo la profecía de Arrupe”

“La ocasión más obvia es que parece que finalmente ha llegado la hora del reconocimiento eclesial de este gran hombre, vetado por la cúpula de la Iglesia durante décadas, con la apertura del proceso de canonización  el 5 de febrero de 2019”

“Era al mismo tiempo alegre y sobrio, delicado y cordial, magnético y cercano, sencillo y exquisito, asceta para sí mismo y cariñoso con los demás, provisto de un excelente sentido del humor”

“Fue en cierto modo un precursor del papa Francisco en su lucha a favor de los más pobres y olvidados de este mundo”

“Afortunadamente la causa de Arrupe no va meteórica, como otras que han causado recientemente ciertas perplejidades. No hay prisa. La hornacina no le viene mal, pero Arrupe ya es seguido y reconocido en todo el mundo sin ser oficialmente santo”

Se podría decir que Pedro Arrupe sedujo a Pedro Miguel Lamet desde aquel ya lejano mes de agosto de 1983, cuando el entonces periodista vivió una experiencia que le marcaría para siempre: “Entrevistarme durante quince días con un santo”. Desde entonces, Lamet ha publicado más de 50 libros y ha reeditado varias veces la biografía de Arrupe, que ahora, en ‘Amén y aleluya. Vida y mensaje de Pedro Arrupe’ (Editorial Mensajero) presenta por su lado ‘más espiritual’, de místico que “tenía conocimientos extrasensoriales de las personas y el don de la profecía”.

A juicio de Lamet, el padre Arrupeera al mismo tiempo alegre y sobrio, delicado y cordial, magnético y cercano, sencillo y exquisito, asceta para sí mismo y cariñoso con los demás, provisto de un excelente sentido del humor”. Y cree, además, que “fue precursor de Francisco” y que “en Francisco se está cumpliendo la profecía de Arrupe”.

 Por eso, el escritor está convencido de que “ha llegado la hora del reconocimiento eclesial de este gran hombre, vetado por la cúpula de la Iglesia durante décadas, con la apertura del proceso de canonización  el 5 de febrero de 2019. Y, aunque no haya todavía milagros reconocidos a su intercesión, Lamet cree que “no hay milagro mayor que el que un hombre de Dios siga convirtiendo, entusiasmando y provocando seguimiento de Cristo incluso heroico después de muerto, como si estuviera vivo“.

Eso sí, tampoco quiere que sea un santo exprés: “Afortunadamente la causa de Arrupe no va meteórica, como otras que han causado recientemente ciertas perplejidades. No hay prisa. La hornacina no le viene mal, pero Arrupe ya es seguido y reconocido en todo el mundo sin ser oficialmente santo”

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Arrupe y Lamet en los años 80

– ¿Por qué otro libro sobre Arrupe? ¿Tenías cosas nuevas que contar o querías centrarte especialmente en su alma y en su espiritualidad?

– Mi trayectoria con esta obra ha sido larga. Mi sueño hace más de cuarenta años era escribir esta biografía. Pero cuando Arrupe era el general mediático y en la cresta de la ola, los superiores me lo negaron. Hasta que cayó enfermo de trombosis y en desgracia del Vaticano, como todo el mundo sabe, en 1981. Entonces fue el provincial de España, a la sazón Ignacio Iglesias, quien, por iniciativa propia, en 1982 me llamó y me pidió que comenzara a trabajar en la proyectada obra, subrayando que era urgente ir a entrevistarle en la enfermería de la curia generalicia de Roma antes de que perdiera la facultad del habla ya bastante mermada por un ictus cerebral al regresar de Tailandia y Filipinas.

A partir de entonces me dediqué a investigar su vida durante cinco años en Roma, Japón y el País Vasco para preparar su biografía. De este modo, en octubre de 1989, el libro estaba en la calle en una editorial laica, “Temas de hoy”, y en la misma colección en que salían las biografías de Felipe González, los Albertos, Mario Conde…, y lentamente, aunque de forma implacable y sobre todo por el sistema de “boca a boca”, más allá de las expectativas de los editores ante la “vida de un cura”, ha venido reeditándose, con varias actualizaciones y títulos, hasta quince veces en diversas editoriales, formatos y lenguas. Recibí y sigo recibiendo numerosas cartas sobre su contenido, entre ellas las de algunos obispos, como la que me envió en su día el famoso cardenal Vicente Enrique y Tarancón, gran defensor y amigo de Arrupe, que alababa el libro y la capacidad de evocación del personaje con estas palabras: “Lo he leído con placer y entusiasmo. Se ve que eres poeta”. Lo que sí puedo decir es que intenté desde la emoción y frescura del momento presentar su vida y personalidad con la mayor autenticidad posible, y es a él, a mi biografiado, a la fuerza de su figura humana y espiritual, a lo que atribuyo el éxito del libro.

¿Que por qué ahora esta nueva obra? La ocasión más obvia es que parece que finalmente ha llegado la hora del reconocimiento eclesial de este gran hombre, vetado por la cúpula de la Iglesia durante décadas, con la apertura del proceso de canonización  el 5 de febrero de 2019. Era la ocasión para reescribir mi obra, aligerarla de aparato crítico con intención de acercarla más al pueblo, profundizar en su itinerario espiritual, centrarla en el proceso interior de este gran hombre de Dios. Con este fin he añadido después de cada capítulo sugerencias para la reflexión y oración, una especie de “repetición ignaciana” para interiorizar mejor su vida y mensaje.

IMG_3255Poema de Lamet a Arrupe

– ¿El haber conocido a Arrupe en una larga entrevista a fondo marcó tu vida?

– La primera vez que le vi fue cuando yo era novicio, en una conferencia que nos dio sobre su experiencia con la bomba de Hiroshima. No imaginaba que iba a ser llamado personalmente por él para hacerle “de negro” en la redacción de un programa radiofónico destinado a Latinoamérica que fue grabado bajo mi dirección por el propio  Arrupe en Radio Vaticana sobre “Las siete palabras de Cristo en la cruz”. También trabajé en la Oficina de Prensa de su viaje a España, le entrevisté para “Vida Nueva” y tuve el privilegio de que presentara en Verdú mi biografía de san Pedro Claver. La fascinación por Arrupe era entonces algo frecuente entre sus súbditos. Tanto que le pedíamos fotos dedicadas, cosa insólita en un superior.

Pero en agosto de 1983 viví una experiencia única, inolvidable, que me marcaría en mi vida de hombre, de jesuita y escritor: entrevistarme durante quince días con un santo. No fue un momento fácil. La Compañía estaba bajo vigilancia, en “estado de excepción”, gobernada por dos delegados de Juan Pablo II y con su proceso constitucional interrumpido.  Arrupe se hallaba desautorizado y enfermo del ictus cerebral. Sí, efectivamente, puedo confesar que aquel encuentro se convertiría una de las vivencias más cruciales e impresionantes de mi vida, en una enorme gracia, una certeza interior de estar junto a un hombre de Dios, un místico, como he narrado repetidas veces y vuelvo a hacer en este libro.

– ¡Te has convertido, sin duda, en el ‘arrupólogo‘ más experto del mundo!

– Eso, la verdad, me importa bien poco. Quizás sea cierto que soy la persona que más tiempo le ha dedicado y que ha conseguido que mejor se le conozca entre la gente. Pero solo me veo como un mediador entre Arrupe y los lectores. Es él quien sigue actuando de forma admirable, cambiando vidas. Al final de las conferencias que he dado sobre él o después de haber leído mi biografía, muchas personas se me acercan o me escriben cartas para contarme que Arrupe les ha transformado, les ha empujado a seguir una vocación o al compromiso cristiano con la fe y la justicia. Lo mismo ocurre con Amén y aleluya. Después de cuarenta años Arrupe parece seguir teniendo una gran acogida entre los nuevos lectores; según me llegan ecos, a la gente le llega dentro. Nuevas generaciones acceden a él, quizás por una razón, porque se adelantó a un tiempo que es el que precisamente ahora estamos viviendo

– ¿Cómo era Arrupe por dentro? ¿Lloraba, se quejaba, contaba chistes?

– Un ser humano muy completo, lo que en la vieja tipología de Hartman se denominaba “carácter apasionado” (emotivo, activo, secundario).  Era al mismo tiempo alegre y sobrio, delicado y cordial, magnético y cercano, sencillo y exquisito, asceta para sí mismo y cariñoso con los demás, provisto de un excelente sentido del humor. Tanto, que su talante vital puede describirse por anécdotas. Baste citar la del viajero, que sin saber que era Arrupe, se sentó a su lado en el avión y, al enterarse de que era jesuita, puso a caldo al nuevo general por “estar destruyendo la Compañía”. “¿Qué opina usted de él?”, preguntó. A lo que don Pedro respondió con una sonrisa: “Arrupe y yo estamos íntimamente identificados”.

IMG_3256 Con una trayectoria providencial, llevado de la mano de Dios desde niño, gracias a familia cristiana vasca tradicional, la orfandad temprana de madre y padre, el contacto con la pobreza del cinturón de Madrid cuando estudiaba Medicina, dos milagros en Lourdes, un noviciado ejemplar, la expulsión de España, su vocación al Japón, su inculturación, la bomba atómica, un provincialato internacional, el Concilio, su elección a general, un duro posconcilio e inspiraciones osadas y proféticas, su calvario, muerte y resurrección, Dios le preparó para ser un hito en la historia contemporánea de la Iglesia.

¿Por dentro? El hombre que entrevisté en Roma era transparente. Desde su piel fina emanaba presencia de Dios. Despojado de todo, – el que hablaba nueve lenguas solo podía hacerlo en español, y los nombres propios por señas-, era sin duda el hombre del amén y el aleluya. Sus últimas palabras: “Para el presente amén, para el futuro aleluya” dan título a mi libro. Con un “así sea al ahora”, aceptaba un calvario físico y espiritual, provocado por las medidas de san Juan Pablo II, y una alegría esperanzada para el futuro. Decía su enfermero, el hermano Rafael Bandera: “Cuando entraba en su cuarto, solo con mirarlo y estar unos minutos junto a él, todo mi interior entraba en paz. Dios le había dado ese carisma: dar paz, contagiarla por su gran fe y amor a Cristo y la Compañía”. No se quejaba. Lloraba sí, pero nunca se sabía si era de dolor o consolación

– ¿Qué hacía para salir de sus noches oscuras?

– En mis encuentros recorrí su vida con él: risas, miradas soñadoras, dolor. Recuerdo que un día lo encontré más alicaído. Se impresionaba mucho con el recuerdo de las personas concretas, afectadas por la bomba atómica. Y repetía una y otra vez: “¡Ha sido una cosa única! ¡Qué bonito, padre!”. Pero tenía mucho interés en hablar de los últimos años: “¡Aquí solo con Dios, solo, solo…, todo roto, todo inútil!”. Le dije cómo muchos lo consideraban un profeta de nuestro tiempo y le admiraban en todo el mundo. Entonces sonreía, entre desprendido y sufriente.

Sobre las ocasiones difíciles de su generalato me dijo de sí mismo: “Pobre hombre: Hay que sufrir y ofrecerlo. Es la vida. Dios está más allá de todo. Siempre alegría en el Señor. Mi vida es estar en Dios. Tenemos que ver a Dios en todo. Yo no entiendo esto. Pero debe ser de Dios, de su providencia… Es algo muy especial. Para mí muy bien. Pero ¿y para la Compañía? Tiene que ser cosa de Dios. De vez en cuando siento una fuerza muy especial”. Me confirmó la luz sentida en su enfermedad, cuando estaba en el hospital. Con los ojos cerrados, se dio la vuelta y cogió el rosario: “De esto: mucho, mucho, mucho. ¿Hasta cuándo? Yo no sé. Espero, espero. Para mí nada, nada, nada. (Lo decía muy expresivamente, con enorme sentido trágico). Arriba, Dios trino. Luego, el Corazón del Señor, y este pobre. El Señor me da su luz. Yo quiero darle todo al Señor. Todo es muy difícil. Es lo que Dios permite. Algo especial que nos ha enviado de una manera muy rápida. Bendito él, benditos sean los hombres”. (Utilizaba el término hombres para referirse a los jesuitas). “Pero es tremendo, tremendo”. Lo decía con fuerza, pronunciando mucho una erre muy vasca. “Más que nunca, en las manos de Dios”.

IMG_3257Tras el ictus cerebral Arrupe es trasladado del hospital a una habitación pobre y desnuda de la enfermería, no diferente de las de otros enfermos, de la Curia SJ. Comienza la larga noche oscura del padre General. Nombra vicario a Vicent O´Keefe. El 6 de octubre se presenta el Secretario de Estado, cardenal Agostino Casaroli. Pide entrevistarse a solas con el enfermo. Le entrega una carta del papa por la que interrumpía el curso institucional de la Compañía nombrando delegados suyos en la Orden a los padres Dezza y Pittau (el primero, octogenario confesor de dos papas; el segundo, conocido por sus atenciones al papa Wojtyla como provincial del Japón). El enfermero hermano Bandera no quiso dejarlo solo. Cuando O’Keefe entró, se lo encontró llorando. Según el enfermero, le pidió que le llevara al cuarto del anciano Dezza, pero el hermano le disuadió y le dijo que, siendo aún general, Dezza debía venir a verle a él. Según sus apuntes, Bandera oyó que Arrupe exclamó: “Dios así lo quiere, hágase su voluntad. Dios tiene sus caminos, es grande”. “Pasó treinta minutos (creo que sufrió mucho), cuando su rostro y sus ojos volvieron a ser los de siempre: sonrisa, serenidad, paz profunda”

– Dices, por ejemplo, que nunca se enfadaba. ¿Es posible algo así en un personaje con tanta responsabilidad?

 – Hay un secreto para explicarlo: Después de su muerte se encontró en el reclinatorio de su cuarto una estampa del Corazón de Jesús. Detrás constaba algo insólito, que muy pocos santos han hecho en su vida: un voto de perfección realizado al parecer en Estados Unidos durante el año que hizo la Tercera Probación jesuítica y visitaba a presos en el Corredor de la Muerte. Consiste en, entre dos opciones de vida, elegir siempre la más perfecta. Y lo cumplía, incluso cuando sabía quién era su Judas: su secretario personal jesuita que le traicionaba revelando en la curia vaticana asuntos secretos de su cargo.  Sin embargo, nunca lo relevó de su cargo.

– ¿Llegó a tener experiencias místicas: éxtasis, levitaciones…?

Por su modestia creo que no comunicó a nadie sus dones místicos, aunque muchos de sus compañeros estaban convencidos de ello. A mí, cuando le pregunté si su oración era occidental u oriental, me confió que su modo de oración era “total”. Varios testigos lo confirman, especialmente en los últimos tiempos. El hermano Bandera  afirma que se transfiguraba en la oración y la misa como si no estuviera en este mundo.

IMG_3258Juan Pablo II y Arrupe. ¿Alguien se imagina un santo don esa mirada aviesa y cruel?

Pedro Arrupe, según me confesó él mismo, experimentó cuatro iluminaciones o ilustraciones en su vida, por las que vio todo claro:

De estudiante en Oña, cuando escuchó una voz que le dijo: “Tú serás el primero” (Profecía de su futuro generalato).

En Cleveland durante la “tercera probación”, posible fecha de su voto de perfección. “Comenzó para mí un mundo nuevo”.

En Hiroshima, cuando el reloj se paró tras la explosión de la bomba atómica y experimentó “el no tiempo“.

En la toma de decisiones de especial importancia: la opción por la justicia como una consecuencia de la fe. “Lo vi claro delante de Dios. Los jesuitas teníamos que dar ese paso. Fue algo precioso, bonitísimo” (Me lo comunicó con al rostro transportado).

Tenía conocimientos extrasensoriales de las personas. Casi todos los jesuitas se sentían percibidos y comprendidos antes de contarles nada. A mí, trabajando en Roma como periodista a la puerta del Sínodo, un día en que me sentía especialmente deprimido, me lo adivinó sin decirle yo nada, y en vez de darme la mano normalmente, me la cogió de lado y la apretó con cariño y firmemente.En la última entrevista en Roma me dijo: “Lo veo todo claro”. “Sí, todo claro. Veo un mundo nuevo. Servir a Dios. Todo por el Señor”. “¿Y antes, en las ocasiones difíciles, también?”-pregunté. “También”, me respondió. Leer más…

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“ Castillo, Lamet y Halík”, por Gabriel Mª Otalora

Viernes, 12 de mayo de 2023
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medio-rostro-de-jesusDe su blog Punto de Encuentro:

Este mes se ha presentado el libro “Declive de la Religión y futuro del Evangelio“, de José Mª Castillo. uno de los que le hicieron los honores fue Pedro Miguel Lamet y acaba de escribir una reflexión en Fe adulta muy interesante sobre el tema. Tomás Halík, por su parte, ha publicado “La tarde del cristianismo” en donde expone la transformación de la necesaria religiosidad más allá de la religión cultural (sic). Su tesis es que nuestra crisis cristiana se manifiesta en la estructura eclesiástica que facilita la crisis de fe. El desvarío institucional nos aboca a una crisis de fe, a lo verdaderamente importante.

Ante la expectación que ha levantado Castillo, este otro libro ha pasado más desapercibido, cuando lo cierto es que apunta a lo mismo desde los claroscuros -contradicciones que diría Castillo- de nuestra fe cristiana y las consecuencias de desafección que estamos constatando en la Iglesia -entendida como institución- pretendiendo enseñar lo contrario de lo que vive.

Para Castillo, lo que más daño ha hecho al cristianismo y a la Iglesia es convertirse en Religión establecida y renunciar a vivir el Evangelio. Y ahora, que hemos entrado, en picado, en la crisis de la Religión y de Dios, empezamos a tomar conciencia de que al Dios trascendente solamente podemos conocerlo en la humanización de Dios, tal como lo vemos y lo palpamos en el Evangelio, en la vida y en las obras de Jesús.

Su libro es una llamada de atención a que la Iglesia no tiene futuro si no es desde el seguimiento creíble de Jesús recuperando como centro el Evangelio. Pero no matiza si se refiera a la iglesia institucional religiosa o a la iglesia como comunidad que experimenta al Dios de Jesús… No es lo mismo, me parece. Lamet, al tiempo que destaca en su artículo la sintonía de Castillo con el Papa Francisco y su mensaje, plantea dos “dudas” (sic) que las convierte en sugerencia a modo de preguntas. Aquí me centro en la segunda duda, que la formula de la siguiente manera: ¿El concepto de Religión solo se puede circunscribir a estructuras de poder, dinero y sometimiento? ¿No hay algo más? ¿No ha puesto Dios en el fondo del hombre una semilla de radical inquietud y búsqueda de lo transcendente, donde quiera que esté? ¿No ha llegado el momento de maduración de la humanidad que pueda acceder a cierta mística, aunque sea en calderilla?

Efectivamente, reivindica la religiosidad como relación intensa con Dios y anhelo íntimo al que tendemos y buscamos, cada persona en su contexto con sus claroscuros y condicionantes. El problema está en otro lado, en la contradicción entre lo que se predica y lo que se vive. El escándalo eclesial de la contradicción entre la doctrina y la práctica. ¡No existe un Dicasterio para velar por la ortopraxis, es decir, por la caridad! Es lo que tantas veces he cuestionado, que la institución sea más importante que el Mensaje. Y eso es lo que Castillo, a mi entender, no diferencia explícitamente -religión sociológica que busca seguridades vs. experiencia de fe- y que Lamet se lo sugiere en sus preguntas poniendo en valor la espiritualidad trascendente. Para Halík, la religión como experiencia no debe regresar porque nunca se fue, simplemente sigue cambiando como lo ha hecho a lo largo de toda la historia.

Recuperemos nuestra fe en Jesús, como alienta Castillo, en la divinidad de Jesús que dice Halík, mediante nuestra apertura solidaria a la revelación de Dios Amor en el sufrimiento de los hombres y mujeres del mundo. La Iglesia que vive la religión como ligazón íntima anhelante y coherente, alimentada por la oración, no puede asimilarse a la institución eclesial cimentada en el clericalismo -del que participa buena parte del laicado- como ya ocurriera en tiempos de Jesús. Por eso estamos necesitados de denuncias proféticas contra la perversión religiosa que reivindiquen la necesidad de humanizar lo divino, como hace Castillo en su libro, y Halík en el suyo al referirse a una posible nueva Reforma; eso sí, que no cause el trauma rupturista de la anterior.

Una crisis eclesiástica como la actual que nos ha llevado a la crisis de fe habrá que remontarla con humildad, volviendo a lo esencial con actitudes ejemplares de amor (como el previo para evangelizar). Pero una cosa es el desvarío del poder eclesial (clericalismo, vanagloria, adoctrinamiento) y su declive, y otra la vivencia religiosa de la fe en Cristo (religare) que apunta a un nuevo amanecer con la barca sinodal impulsada por Francisco en la que cabemos todos. Laus Deo.

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“El retrato secreto de Jesús”, por Carmiña Navia Velasco.

Viernes, 3 de marzo de 2023
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retrato-secreto-jesusPedro Miguel Lamet, publicó en el 2018, una novela histórica, cuyo protagonista es Jesús de Nazaret. Un protagonista siempre referenciado por las palabras de otros, nunca mirado de frente en su actuar o en su interior. La historia de Jesús el maestro galileo, puede ser quizás la historia más repetidamente contada a lo largo de los siglos en el mundo occidental. Podemos decir que cada uno tiene su  propio y único Jesús. El de esta novela es original y fascinante.

El autor nos muestra una personal visión de su protagonista a partir de la investigación “despegada” de un gentil: un tribuno romano con vocación de intelectual que al ser encargado de descubrir las rebeliones contra Roma, se desvía hacia el descubrimiento del  mensaje evangélico. La trama novelística muy bien tramada nos lleva por los recovecos de Jerusalén y del imperio para descubrir tramos de la historia, tanto de la social-política amplia, como de las pequeñas y más íntimas de los y las protagonistas.

Nos queda muy claro cuál es el Jesús de Lamet. Su adhesión al Maestro pasa por: Su crítica radical al templo y a toda forma religiosa que se queda en los ritos y las obligaciones y que oprime.

Su escogencia clara por los débiles y los márgenes de esta sociedad basada en el prestigio, el dinero y los privilegios.

Y sobre todo su propuesta del amor universal, gratuito y sin medidas entre toda la humanidad.

Aún para los conocedores del Evangelio, la figura delineada por el narrador en la novela es muy atrayente y su convincente forma de presentarla, igual.

Por supuesto, el trabajo previo realizado por el escritor es exhaustivo y muy serio. Hay investigación histórica, ambiental y geopolítica. La novela se sumerge en el imperio romano desde sus intríngulis más sutiles y sus sentimientos más escondidos. El trabajo realizado sobre la mujer de Pilatos muestra claramente cómo enlazar la ficción y la realidad obteniendo un resultado de real verosimilitud.

En todo este entramado encontramos, no obstante, un lunar a mi juicio muy grande: La figura de “la Magdalena” como se le llama más de una vez. Pedro Miguel Lamet en lugar de atenerse a los datos que la historia y la literatura de la época de Jesús pueden arrojar, se deja llevar por los prejuicios y falsos presupuestos de la formación anti-femenina del cristianismo. Ya está reconocido por la academia, por los estratos eclesiales más serios (en 1969, se reconoce la confusión y se cambia la lectura del evangelio en su fiesta), e inclusive por el cine que no hay testimonios reales que permitan identificar a María de Magdala con una prostituta. La iglesia oficialmente ha reconocido que esa falsa identificación se debió a una confusión entre diferentes mujeres que aparecen en los textos evangélicos.

Parece sin embargo, que al autor de nuestra novela le resultó más cómodo y tal vez más atractivo o “picante” mantener el equívoco y repetir una vez más una de las grandes mentiras de la historia: que María Magdalena, seguidora de Jesús de Nazaret y primera testigo de su resurrección, venía de la prostitución. Esta falta de rigurosidad se nota ampliamente. La novela construye la figura del profeta de Galilea a partir de conversaciones entre el investigador-narrador y distintos personajes significativos (casi exclusivamente hombres) por sus encuentros con Jesús. Hacia el final de la obra, el personaje entrevistado es precisamente María de Magdala. Su presentación en general es floja y su personaje no tiene tanta consistencia como otros.

Es una lástima, porque en nuestros días cuando los que el materialismo rampante invita a presentaciones seductoras de Jesús, esta podría haber sido, a más de novedosa, fascinante por lo desarrollado y trabajado que aparece el mandamiento del amor… Pero se desperdicia y desprecia una vez más al público femenino porque se insiste en minimizar el papel que una figura como la de ella jugó realmente en todo el desarrollo del cristianismo primitivo. Después de la lectura, disminuye el deseo de leer No sé cómo amarte, del mismo autor, en la que parece que María de Magdala es protagonista central.

Cali, Febrero de 2023

Cfr. Pedro Miguel Lamet: El retrato secreto de Jesús de Nazaret. Novela Histórica. Ediciones Mensajero, 2018

Fuente Fe Adulta

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Pedro Miguel Lamet: No sé cómo amarte

Martes, 28 de marzo de 2017
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2c058894d1b8805740404bb977642130Del blog de Xabier Pikaza:

Pedro Miguel Lamet, No sé cómo amarte. Cartas de María Magdalena a Jesús de Nazaret, Mensajero, Bilbao 2016 (376 págs).

Mi primera respuesta fue de emoción apasionada, que iba creciendo a medida que P. M. Lamet recreaba la historia de María de Magdala, maltratada por su padre y por su entorno, sin más salida que dejar su casa y mantener la vida (su vida) con la moneda de opresión y compra-venta de su cuerpo, por simple y supremo afán de supervivencia, cumpliendo el primer mandamiento de Gen 1-2: vivid… (ella no pudo cumplir el segundo, y multiplicaos, porque mujeres de su condición no tienen hijos, pues no encuentran hombre ni amor para tenerlos).

Pero no encontré un “momento interior” para escribir una reseña de esta “novela”, porque me considero amigo de P. M. Lamet (y es difícil escribir de los amigos), y porque he vivido y vivo inmerso, desde hace muchos años, en la trama religiosa y literaria de María Magdalena, la mujer que el evangelio presenta como “amiga” de Jesús, en la línea del “discípulo amigo” (varón o mujer), a quien la tradición de Juan y después el conjunto de la Iglesia ha identificado al menos veladamente con uno de los “doce” apóstoles, varones enviados a predicar el evangelio.

No tenía distancia ante Pedro Miguel ni ante su tema… y he dejado que pasaran los meses antes de ponerme a comentarla, pero ahora, de pronto (8.2,17), día internacional de la mujer trabajadora, he sentido el impulso de volver a leerla, entrando en su trama interior de mujer amante. Ciertamente, el buen trabajo define a la mujer, pero más le define el buen amor, su capacidad de ser amada.

Así he dedicado a María de Magdala, con P. M. Lamet (y en el fondo con Jesús de Nazaret) las mejores horas de esta repentina primavera de Castilla, con los prunos en flor, con los jacintos amorosos y las yemas abiertas del lilar del patio.

Una de las promesas de esa primavera 2017 ha sido de nuevo el libro de P. M. Lamet sobre María Magdalena, y quiero presentarlo, como lectura gozosa del tiempo de Pascua que llega, tiempo propicio para iniciar el camino del amor.

Esta María Magdalena de P. M. Lamet empieza diciendo no sé cómo amarte…. pero a medida que vamos leyendo descubrimos que ella sabe y que nos enseña a amar, si es que así queremos, y nos enseña a descubrir y revivir la primavera, preparando, con las flores tempranas de la imagen, la Gran Flor de Pascua, que el Cristo del Amor, a quien amamos, sin saber nunca amarle del todo, desde este lado del río de la vida.

Gracias, Pedro Miguel, por el libro… gracias contigo a al editorial Mensajero, por haberlo publicado así, de forma profesional y amorosa, para que podamos descubrir una de las caras más brillantes de ese poliedro del Amor que es el Cristo de María Magdalena, el Cristo de millones y millones de personas que decimos con ella “no sé cómo amarte”, y al decir, seguimos caminando, pues el mismo amor nos hace capaces no sólo de trabajar, sino también de vivir buscando en esperanza, atraídos por el mismo Amor.

María Magdalena, una mujer de la primera tradición de la Iglesia

Esa misma tradición de la Iglesia, a partir de Jn 19, 19, 25-27 (que recrea los datos de Mc 15, 40-41 par.) ha situado ante la cruz a las dos marías (la madre de Jesús y la Magdalena, dejando en la penumbra a la de Cleofás), y al Discípulo al que Jesús amaba (es decir, a su amigo/a). Toda la historia del mundo está resumida en esa imagen del Dios moribundo con su madre y el discípulo amigo, con Magdalena “amiga” como testigo.

Resultaría difícil, y quizá arriesgado en unos tiempos de sospecha como los nuestros, escribir una novela sobre el discípulo amigo varón, pues los datos que tenemos y el contexto judeo-helenista en el que se han transmitido, pueden abrirse a interpretaciones histórica y simbólicas, de tipo afectivo y/o religioso que hoy no comprenderíamos. Quizá no ha llegado todavía el momento de escribir una novela histórica sobre ese “discípulo amigo”, a pesar de que existen ya estudios exegéticos que ofrecen claves para trazar su posible argumento, entre ellos el espléndido trabajo de S. Vidal, Los escritos originales de la comunidad del discípulo amigo de Jesús El evangelio y las cartas de Juan, Sígueme, Salamanca 1997, reelaborado en Evangelio y cartas de Juan. Génesis de los textos joánicos, Mensajero, Bilbao 2013.

Pero ha llegado hace algún tiempo el momento de escribir la historia de María Magdalena, sea de forma novelada, como ha hecho entre nosotros D. Lamarre (=T. León), La comunidad de Magdala, Arcíbel, Sevilla 2007, sea de forma histórico-exegética, como han intentado, por ejemplo, C. Bernabé, María Magdalena. Tradiciones en el cristianismo primitivo, Verbo Divino, Estella 1994 y J. Shaberg, La resurrección de María Magdalena, Verbo Divino, Estella 2008. A diferencia de la falsa reconstrucción (estéril y plana) de D. Brown y de la mala película de Ron Howard (El código de Vinci, cf. juicio crítico incluso en elpais.com/diario/2006/06/06/opinion/1149544813_850215.html), la “historia” de María Magdalena nos sitúa ante una de las claves de la vida humana, desde la perspectiva de Jesús y de su entorno. Leer más…

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María Magdalena escribe cartas de amor a Jesús de Nazaret

Domingo, 8 de mayo de 2016
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“No sé cómo amarte”, nueva novela de Pedro Miguel Lamet

“Quiere ser una novela de amor, de un amor insólito”

“María era, junto a Juan, el discípulo amado, la mujer más querida y privilegiada por Jesús, porque si no, no se explicaría que la eligiera para su primera aparición y para anunciar la resurrección a los discípulos”

Las relaciones de María Magdalena y Jesús de Nazaret, que han despertado tantas interpretaciones, es el tema que el escritor y periodista Pedro Miguel Lamet aborda en su nueva novela, No sé cómo amarte, que acaba de publicar Ediciones Mensajero.

Después de la crucifixión y muerte de Jesús, su famosa discípula envía a María, la madre del Maestro, 23 cartas, que nunca se atrevió a entregarle en vida y que contienen, en tono intimista y apasionado, tanto el relato biográfico de su peripecia humana como su experiencia y mirada femenina sobre los hechos evangélicos.
Nacida en Magdala e hija de un rico comerciante en salazón de pescado, que maltrataba a su madre, se ve obligada, todavía adolescente, a huir y atravesar duras y arriesgadas situaciones: desde un lupanar en Cesarea Marítima a ser vendida como esclava, favorita del rey de los Nabateos y famosa bailarina en Tiberíades, pasando por el amor de un centurión romano, la explotación de una banda de beduinos en el desierto y la amistad de un sabio griego y un médico judío. Fascinada por Jesús, que la cura de sus dolencias, se convierte en su más fiel seguidora hasta su muerte y resurrección.

La novela pretende retratar la psicología de una mujer buscadora, libre y compleja, ante la trágica experiencia de un amor tan espiritualmente grande como humanamente imposible, que la supera y la sublima. “Después de la saturación propiciada por él éxito de El Código da Vinci, de ínfima calidad literaria -declara el autor-, creo que faltaba una obra de ficción, que, basada en los textos evangélicos y en los datos históricos del contexto de la época, se adentrara en el íter psicológico y espiritual de la Magdalena. Quiere ser una novela de amor, de un amor insólito“.

“Intento reconstruir, como lo haría un pintor renacentista -añade Lamet-, el retrato de una mujer inteligente, insatisfecha y buscadora, aunque maltratada por la vida, que descubre un amor tan grande, que por una parte le explica el sentido de la vida y que al mismo tiempo se convierte en tragedia por el drama de Jesús y las exigencias de su misión”.

El autor jesuita reconoce que se mueve entre dos aguas: la imagen tradicional de la “pecadora” y la que sostienen algunos biblistas actuales, para los que los famosos “siete demonios” eran meras enfermedades físicas o depresiones. Ser mujer en aquel medio judío equivalía a ser nada, aún menos, bazofia pisoteada. Sostiene que, según los evangelios, María era, junto a Juan, el discípulo amado, la mujer más querida y privilegiada por Jesús, porque si no, no se explicaría que la eligiera para su primera aparición y para anunciar la resurrección a los discípulos varones. “Hay otros muchos testimonios evangélicos sobre esta forma contracultural de tratar Jesús a las mujeres y en general a los pobres y marginados”. En el relato aparecen también los roces obvios con Pedro y los otros rudos pescadores, y no faltan los celos de algunas mujeres del grupo. “De ahí a que las rocambolescas tesis de que el Maestro la prefiriera como papisa o sobre una estirpe de Jesús, como defiende una literatura de consumo, hay un abismo”, declara el novelista.

Con esta nueva obra, Pedro Miguel Lamet quiere exponer además una visión trasversal del amor. “Al lado de Jesús esta mujer, bella y sensible, va aprendiendo que todo amor brota de un Amor total; que no hay diferencia, sino continuidad entre el amor humano y el amor divino, porque tienen una única fuente. Y que todo el amor está dentro de ella, aunque no obtenga toda la respuesta que desea, ya que el amor que siente, ese único amor, es humano y a la vez infinito, salta a la eternidad“.

Al mismo tiempo el escritor pretende, con sus hallazgos y respuestas, ofrecer una vía liberadora de ayuda, consuelo y crecimiento interior a cuantos, desde la soledad, el dolor y la marginación, se enfrentan hoy con los envites propios de un mundo cruel e injusto. El libro ha sido lanzado también en edición digital.

Fuente Religión Digital

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Ahora sé que soy música

Jueves, 2 de octubre de 2014
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Ante tanta negatividad, corrupción, tristeza programada, miedo difuso, me gustaría proclamar que somos parte de una sinfonía como notas perdidas que no han tomado conciencia de su esencia de música. La gran tarea del momento es recuperar la armonía con el Todo al que pertenecemos.

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AHORA SÉ QUE SOY MÚSICA

Ahora sé que soy música”,
dijo el río, el pájaro y el chopo,
la piedra, la naranja, el pez, el niño,
la crisálida, el pan, la luna, la ladera,
el pelo de mujer, todo el paisaje…

Mundo-armonía,
pentagrama escondido que silencian
los grandes altavoces.

Se asomaban al aire tan desnudos
que eran sombra del aire.
Y perdido en sus notas se me iba,
como lengua de agua, mi voz
en su hermosura,
mi pena en su lamento,
mi lágrima en la risa,
mi viejo Dios
en su divina parsimonia
privado de adjetivos.

Supe entonces que ser es ser silencio
porque el alma se entienda sinfonía.

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Pedro Miguel Lamet

Ray Scott, Nov 30, 2009

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Mi pequeña verdad y la gran Verdad.

Domingo, 2 de marzo de 2014
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Del blog de Pedro Miguel Lamet:

fe

La pasión con que algunos defienden sus posturas religiosas en blogs, artículos y debates me ha recordado esta historia que cuenta Anthony de Mello:

En cierta ocasión salió el diablo a pasear con un amigo. De pronto vieron ante ellos a un hombre que estaba inclinado sobre el suelo tratando de recoger algo.

«¿Qué busca ese hombre?», le preguntó al diablo su amigo.

«Un trozo de Verdad», respondió el diablo.

«¿Y eso no te inquieta?», volvió a preguntar el amigo.

«Ni lo más mínimo», respondió el diablo. «Le permitiré que haga de ello una creencia religiosa».

Una creencia religiosa es como un poste indicador que señala el camino hacia la Verdad. Pero las personas que se obstinan en adherirse al indicador se ven impedidas de avanzar hacia la Verdad, porque tienen la falsa sensación de que ya la poseen.

Hay que romper cada día mi pequeña verdad para que pueda acercarme algo más a la gran Verdad.

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Recordatorio

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