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Aparece una importante carta inédita del padre Arrupe sobre Teilhard de Chardin

Jueves, 16 de febrero de 2023
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Teilhard_de_Chardin(1)Leído en el blog de Pedro Miguel Lamet:

Contra una visión de la Iglesia “de horizontes estrechos” Aparece una importante carta inédita del padre Arrupe sobre Teilhard de Chardin

Un nuevo documento, hasta ahora inédito, revela hasta qué punto el superior general de la Compañía de Jesús, padre Pedro Arrupe, tenía entre sus inquietudes personales más queridas reivindicar la figura del famoso y destacado jesuita paleontólogo y científico interdisciplinar, Teilhard de Chardin, que no pudo ver publicadas sus obras en vida

Pedro Arrupe, defendió a Teilhard afirmando que es “uno de los grandes maestros del pensamiento contemporáneo, cuyo éxito actualmente no debe asombrarnos. De hecho, él ha llevado a cabo una grandiosa tentativa para reconciliar el mundo de la ciencia y el de la fe”

En 1962 el Santo Oficio publica un monitum  que manda retirar sus obras de seminarios y universidades católicas. Decretaba que en sus obras, publicadas después de muerto, “abundan en tales ambigüedades e incluso errores serios, que ofenden a la doctrina católica”.  En la década de 1980 se trató de reivindicar su pensamiento, pero la Santa Sede refrendó la advertencia de 1962

Entre muchas declaraciones, me dijo que además de santa Teresa, san Juan de la Cruz, san Ignacio y san Francisco Javier, los autores contemporáneos que más leía eran Karl Rahner, De Lubac y Teilhard de Chardin. Y me señaló un libro que tenía sobre la mesa: una biografía de Teilhard en imágenes.

En la carta recién descubierta, Arrupe afirma que “el padre Teilhard intenta mostrar que la evolución traduce un avance de la materia hacia el espíritu”

Teilhard estaba preocupado por“anunciar su fe a un mundo alejado de Dios o para el que la Iglesia es una institución anticuada, encerrada en horizontes estrechos”

Subraya otro rasgo de su personalidad: su amor ardiente por Cristo, situado en el centro de su pasión por un mundo transformado, y que se realiza en el cristianismo. Este no es a sus ojos ‘un accesorio añadido al Mundo’, sino más bien ‘la piedra fundamental y la clave de la bóveda’”

“El padre Teilhard no solo vivía su sacerdocio y su vida religiosa con una gran intensidad en lo más íntimo de sí mismo, sino que además lo decía, lo proclamaba tanto a los no creyentes como a los creyentes”

“Hay en él la intuición profética de un gran número de problemas que habrían de movilizar y todavía movilizan el pensamiento y la acción de la Iglesia”

Se trata, pues, de un documento importante para la biografía del padre Arrupe y un texto que refuerza un rasgo destacado de su personalidad: su optimismo radical, muy teilhardiano, su teología inmanentista, frente a las corrientes pesimistas del hombre y el mundo, su creencia en que todo hombre lleva de alguna manera a Dios dentro (incluso los criminales llegó a decir), su apertura al dialogo con la cultura y el mundo.

Un nuevo documento, hasta ahora inédito, revela hasta qué punto el superior general de la Compañía de Jesús, padre Pedro Arrupe, tenía entre sus inquietudes personales más queridas reivindicar la figura del famoso y destacado jesuita paleontólogo y científico interdisciplinar, Pierre Teilhard de Chardin, que no pudo ver publicadas sus obras en vida, por prohibición de la Santa Sede, y recibió un monitum del Santo Oficio siete años después de su muerte. Se trata de una extensa y ponderada carta dirigida en 1981 por el padre Arrupe al provincial de Francia, Henri Madelín con ocasión del centenario de la muerte del científico. La ha revelado Leandro Sequeiros, SJ, presidente de la sección española de la Asociación Amigos de Teilhard de Chardin.

Siempre lo defendió

 Ya era conocida la admiración de Arrupe por el brillante pensador francés. Lector asiduo de sus obras, nada más ser elegido General de los jesuitas en 1965, en la primera rueda de prensa a preguntas de los periodistas sobre la contradicción que suponía el monitum dictado en 1962 contra el pensador francés y la exaltación que de Teilhard hacían escritores católicos, Pedro Arrupe, defendió a Teilhard afirmando que es “uno de los grandes maestros del pensamiento contemporáneo, cuyo éxito actualmente no debe asombrarnos. De hecho él ha llevado a cabo una grandiosa tentativa para reconciliar el mundo de la ciencia y el de la fe”.

Hay que aclarar que el Monitum publicado hacía solo tres años no era una condena formal. Pero afirmaba que en sus obras, publicadas después de muerto, “abundan en tales ambigüedades e incluso errores serios, que ofenden a la doctrina católica. Por esta razón, los eminentísimos y reverendísimos Padres del Santo Oficio exhortan a todos los Ordinarios, así como a los superiores de institutos religiosos, rectores de seminarios y presidentes de universidades, a proteger eficazmente las mentes, particularmente de los jóvenes, contra los peligros presentados por las obras del P. Teilhard de Chardin y de sus seguidores”. Eso de facto supuso la retirada de sus obras de las bibliotecas de seminarios y universidades católicas Pese a la censura impuesta por Roma a su obra, numerosas ediciones de los libros de Teilhard de Chardin se distribuyeron por todo el mundo en los años inmediatos a la publicación del monitum. En la década de 1980 se trató de reivindicar su pensamiento, pero la Santa Sede refrendó la advertencia de 1962.

Pedro Arrupe, tras señalar cómo en su trabajo y su espiritualidad todas las cosas confluyen en Cristo, concluye ante los informadores queno se puede dejar de reconocer la riqueza del mensaje del padre Teilhard para nuestro tiempo”, y que su esfuerzo “está completamente en la línea del apostolado de la Compañía de Jesús”. Es de imaginar cómo fueron recibidas estas palabras por la prensa internacional, particularmente la francesa.  Arrupe juzgaba positivamente a uno de los profetas más intuitivos del momento frente a sus detractores.

En otra ocasión Arrupe recordaba las palabras de Teilhard de Chardin: “El mundo pertenecerá a aquellos que le den la mayor esperanza”. Y cuando su estrecho colaborador Yves Calvez le velaba en el hospital después de la trombosis cerebral que le sobrevino en 1981, le leyó una noche El medio divino de Teilhard de Chardin y especialmente algunas frases. “Nuestra capacidad de disminución son nuestras verdaderas pasividades. (…) En cierto modo, para penetrar definitivamente en nosotros, Dios debe excavarnos, vaciarnos, hacerse un hueco”. Para Arrupe, lector de Teilhard, esa era una de las certezas de las que vivía, como se demostraría en los nueve años de postración y humillación que sufrió mansamente por su enfermedad y las medidas de la Santa Sede.

En julio de 1983, consciente de las dificultades de expresión y difícil recuperación que tenía el padre Arrupe, solicité licencia para trasladarme a Roma y conversar con él, con el fin de terminar mi proyecto, largos años acariciado, de completar una biografía de Arrupe, que apareció publicada en repetidas ediciones revisadas con los títulos Arrupe, una explosión en la Iglesia y Arrupe, testigo del siglo XX y profeta del XXI. Jamás olvidaré la experiencia de aquellas entrevistas con un hombre disminuido por la enfermedad,  pero transparente y transido de una gran luz interior. Entre muchas declaraciones, me dijo que además de santa Teresa, san Juan de la Cruz, san Ignacio y san Francisco Javier, los autores contemporáneos que más leía eran Karl Rahner, De Lubac y Teilhard de Chardin. Y me señaló un libro que tenía sobre la mesa: una biografía de Teilhard en imágenes. En realidad él ya no podía leer, por eso se limitaba a hojear la fotos de su vida. ¡Fue su último libro de cabecera!

De la materia al espíritu

                En la carta recién descubierta dice entre otras cosas que Teilhard “se preocupó por restaurar una visión holística del mundo, y en particular de situar al ser humano en su verdadero lugar, por lo que propone las directrices generales de una ciencia antropológica completa”, sin “reduccionismo” alguno, y que “se esfuerza en manifestar la organicidad de las ligazones entre la historia natural y la historia de las religiones del mundo”. Sobre el debatido tema de la evolución tiene el mérito  de “hacer cambiar de sentido un camino dominante en el momento en el que él iniciaba su carrera como científico: el de la evolución de las especies vivientes que llega hasta los humanos y que se esgrimía como la demostración del materialismo, el rechazo de la existencia de un mundo espiritual que se estimaba que solo podía ser salvable por el fijismo.” “Oponiéndose a esto, el padre Teilhard intenta mostrar que la evolución traduce un avance de la materia hacia el espíritu”.

      resucitado1          Teilhard estaba preocupado por “anunciar su fe a un mundo alejado de Dios o para el que la Iglesia es una institución anticuada, encerrada en horizontes estrechos. Un testimonio especial de una vocación de jesuita en el que la competencia técnica, lejos de ocultar o de devorar el compromiso, coopera a estimular y nutrir su preocupación apostólica y misionera”. Lo conecta con el fenómeno de la inculturación y con el padre Ricci en China. Preocupación que “nos empuja a lo mayor y que nosotros interpretamos como tener una presencia en diversos lugares en los que la Iglesia ha estado ausente hasta ahora con demasiada frecuencia”.

                Subraya otro rasgo de su personalidad: “su amor ardiente por Cristo, situado en el centro de su pasión por un mundo transformado, y que se realiza en el cristianismo. Este no es a sus ojos ‘un accesorio añadido al Mundo’, sino más bien ‘la piedra fundamental y la clave de la bóveda”, llegando a la conclusión de que la Encarnación puede entonces iluminar el mundo,

                “Adhesión y unión a Cristo -añade- traduce más lo que es la existencia de los sacerdotes y de los religiosos. El padre Teilhard no solo vivía su sacerdocio y su vida religiosa con una gran intensidad en lo más íntimo de sí mismo, sino que además lo decía, lo proclamaba tanto a los no creyentes como a los creyentes”. A continuación, subraya también su adhesión a la Iglesia: Es necesario añadir que él fue fiel y obediente. Y que él había obedecido por profunda fe en la Iglesia y por el amor que le tenía a ella, lo cual lo sabemos por el peso de sufrimiento que le costó”.

                Ve Pedro Arrupe en Teilhard de Chardin una dimensión profética: “Hay en él la intuición profética de un gran número de problemas que habrían de movilizar y todavía movilizan el pensamiento y la acción de la Iglesia. Todo se logra en el amor filial a esta Iglesia que el padre Teilhard no disociaba jamás de Cristo, y de su amor simbolizado por su Corazón. Como ha escrito el padre Teilhard: ‘El Cristo’. ‘Su Corazón. ‘Un Fuego capaz de penetrar todas las cosas’.

                Se trata pues de un documento importante para la biografía del padre Arrupe y un texto que refuerza un rasgo destacado de su personalidad: su optimismo radical, muy teilhardiano, su teología inmanentista, frente a las corrientes pesimistas del hombre y el mundo, su creencia en que todo hombre lleva de alguna manera a Dios dentro (incluso los criminales llegó a decir), su apertura al dialogo con la cultura, los increyentes y todas las religiones, su esperanza en el futuro y la profunda alegría que le animaba incluso en los peores momentos y que le inspiró sus últimas palabras antes de morir: “Para el presente amén, para el futuro, alegría”.En el caso de Teilhard, como en otros casos, se sumaba una circunstancia agravante; el sujeto castigado «teológicamente» era, además, expulsado de su casa y de su patria. Teilhard fue extraditado de Francia y se vio obligado a emigrar a Estados Unidos. Murió en Nueva York el 10 de abril de 1954.

                Por su importancia publicamos íntegramente la citada carta en traducción del francés de Leandro Sequeiros, SJ.:

TEXTO ÍNTEGRO

Carta del padre general de la Compañía de Jesús, pedro Arrupe, al Provincialo de Francia, Henri Madelin (30 de mayo de 1981)

Curia Praepositi Generalis Societatis Iesu Roma –Borgo Sto Spirito, 5- Par R.P. Henri Madelin-Provincial, ParísRoma,
30 de mayo de 1981

Querido Padre Provincial, PC.

                arrupe-thu Con ocasión del centenario del nacimiento del padre Pierre Teilhard de Chardin, no puede faltar el dirigirme a usted como representante de la Compañía de Jesús en Francia para compartir lo que significa para mí la persona y la obra de este gran jesuita surgido de entre ustedes. Y quiero compartirlo gratamente con ocasión del Coloquio que han organizado el Centro Sèvres y el Centre des Fontaines para profundizar el conocimiento de los aspectos clave del pensamiento científico y religioso del padre Teilhard. Yo se por supuesto que a través de los participantes en este Coloquio mi palabra se unirá a la de otros muchos, jesuitas y no jesuitas, que muestran un interés cordial por la persona y la obra de nuestro hermano.El padre Teilhard me es sin duda querido por los rasgos de su esfuerzo que se inscriben tan ejemplarmente en una vocación de jesuita: la búsqueda opinable de una mejor comprensión de la fe, plenamente actualizada; el empeño misionero por anunciar esta fe a aquellos que están alejados de ella.

                Su búsqueda de una comprensión de la fe profunda y actualizada se expresa en dos dimensiones complementarias. En primer lugar, dentro de una ciencia fragmentada bajo el impacto de la especialización de las disciplinas, Teilhard se preocupó por restaurar una visión holística del mundo, y en particular de situar al ser humano en su verdadero lugar, por lo que propone las directrices generales de una ciencia antropológica completa, que es a la vez física, biológica y sociológica, haciendo un lugar a las especificidades sin caer en el reduccionismo.

                Al mismo tiempo, en aras de la coherencia interna que evita toda forma de concordismo, Teilhard se esfuerza en manifestar la organicidad de las ligazones entre la historia natural y la historia de las religiones del mundo.

                Animado por estos objetivos, el padre Teilhard ha osado mirar de frente los problemas abiertos por los puntos de vista evolucionistas que se han impuesto progresivamente dentro del campo de las ciencias de la naturaleza y del ser humano, pero ante las cuales la conciencia cristiana a menudo sigue huyendo. Poderosamente arraigado en la fe de la Iglesia por su educación familiar y por la formación en una orden religiosa, Teilhard pertenecía entero al universo científico – por sus competencias de geólogo y más aún de paleontólogo – entonces desconocido para muchos de sus hermanos en la fe.

                Por una decisión mal reflejada y por temperamento, Teilhard rechaza las cosas estrechas, y no declara incompatibles entre ellas estas realidades, la fe y la ciencia, igualmente vitales a sus ojos. Más aún: el busca unirlas por un camino de profundidad.

                Teilhard tiene además el mérito de hacer cambiar de sentido un camino dominante en el momento en el que él iniciaba su carrera como científico: el de la evolución de las especies vivientes que llega hasta los humanos y que se esgrimía como la demostración del materialismo, el rechazo de la existencia de un mundo espiritual que se estimaba que solo podía ser salvable por el fijismo.

                Oponiéndose a esto, el padre Teilhard intenta mostrar que la evolución traduce un avance de la materia hacia el espíritu. Este punto de vista puede hoy considerarse como razonable y aceptable, lo mismo que hoy nos podemos adherir, sin reservas, a todas las conclusiones teológicas que el padre Teilhard ha basado en este punto de vista fundamental.

                Él se sitúa entonces de forma espontánea más allá de los simplismos de una ideología cientificista que estaría orgullosa de un reduccionismo mortal del ser humano y de las cosas a solos sus elementos, pero más allá también de la pereza y de la timidez de una fe que rechazase el valor y el derecho de las investigaciones humanas. Estaba persuadido de que él regresa al cristiano del futuro, un “buscador que se entrega por amor a los trabajos de lo que se va a descubrir” y que lo convierte en “adorador de algo que es más grande que el mundo”, al trabajo en el mundo mismo. [Obras completas, VI, 223 (“La mística de la ciencia”) – 1939 (20 marzo)  La mística de la ciencia. VI, La energía humana 177-196. Taurus, Madrid, 1963, Ensayistas de Hoy, nº 34]. El padre Teilhard está caracterizado a continuación, pero mejor podemos decir que al mismo tiempo, por su preocupación, – central, constante, perfectamente consciente, – por anunciar su fe a un mundo alejado de Dios o para el que la Iglesia es una institución anticuada, encerrada en horizontes estrechos. Un testimonio especial de una vocación de jesuita en el que la competencia técnica, lejos de ocultar o de devorar el compromiso, coopera a estimular y nutrir su preocupación apostólica y misionera.

                A aquellos que consideran que el cristianismo está pasado de moda, el padre Teilhard quiere mostrar, y lo consigue en buena parte tanto entre cristianos como entre no creyentes, que el cristianismo, la Iglesia, constituyen el corazón mismo del mundo, de este mundo sometido a una transformación tan profunda, que él osa decir que la Iglesia solo puede aportar la luz sobre sin el cual el mundo estaría condenado a la ruina.

                No tengo necesidad de señalar cómo tal audacia, tal anchura y profundidad de este punto de vista lo separan de muchos de los cristianos temerosos. Las concepciones del padre Teilhard anuncian la apertura del mundo y la preocupación de la inculturación que ha caracterizado la enseñanza del Concilio, de Juan XXIII y de Pablo VI y que marcan hoy en día la de Juan Pablo II.

                Estas enseñanzas se inscriben en la preocupación que ha sido fundamental dentro de la Compañía de Jesús, la capacidad de ser audaces en proyectos apostólicos, tales como los del padre Ricci en China, por no citar más que uno. Preocupación que nos empuja a lo mayor y que nosotros interpretamos como tener una presencia en diversos lugares en los que la Iglesia ha estado ausente hasta ahora con demasiada frecuencia.

El tercer rasgo de la personalidad y de la obra del padre Teilhard es sin embargo todavía más valioso para nosotros es este: su amor ardiente por Cristo, situado en el centro de su pasión por un mundo transformado, y que se realiza en el cristianismo. Este no es a sus ojos “un accesorio añadido al Mundo”, sino más bien “la piedra fundamental y la clave de la bóveda”; Cristo es para Teilhard “el Centro único, valioso y consistente, que brilla en la cima del provenir del Mundo, en el punto opuesto de las regiones oscuras, eternamente decrecientes, donde se atreve a entrar nuestra Ciencia cuando esta se adentra por el camino de la Materia y del Pasado” [Obras completas, Ciencia y Cristo, IX, París, 60-61 (“Ciencia y Cristo”) — 1921 (27 febrero) Ciencia y Cristo, o Análisis y Síntesis. IX, 43-58]

                La Encarnación puede entonces iluminar el mundo, ese mundo en el que la ciencia moderna despliega la inmensidad en el espacio y en el tiempo; esta ciencia representa para el universo nuevamente conocido donde todo está en generación, el “si” de Dios que toma sobre él un devenir que lo ha lanzado él mismo. Alrededor de Cristo, hay una coherencia en los misterios de la creación, de la encarnación, de la redención, hasta la de la mutación última, la única capaz de lograr el mundo en Dios.

                Esta visión cristológica sustentó todos los esfuerzos del padre Teilhard y rigió su testimonio. Él era siempre consciente de que su tarea, incesantemente recomenzada, para situar con luminosidad total el lugar de Cristo en el universo evolutivo que la ciencia moderna nos hace necesario aceptar, era la forma – moderna también – que los Padres de la Iglesia fueron los primeros en ofrecer como revelación de Dios en Jesucristo. Teilhard buscaba imitarlos.

                Y nosotros estamos aquí en la fuente de todo aquello que fue el padre Teilhard: fe en Cristo, adhesión a Cristo en un grado raramente alcanzado. Adhesión y unión a Cristo traduce más lo que es la existencia de los sacerdotes y de los religiosos. El padre Teilhard no solo vivía su sacerdocio y su vida religiosa con una gran intensidad en lo más íntimo de sí mismo, sino que además lo decía, lo proclamaba tanto a los no creyentes como a los creyentes. Este ejemplo tiene actualidad después de discreciones abusivas.

                Y es también muy actual para todos – y yo no querría omitir el resaltar este tema – la adhesión del padre Teilhard a la Iglesia. Ya he dicho antes cuál era el lugar que ocupaba la Iglesia en su visión de las cosas. Es necesario añadir que él fue fiel y obediente. Y que él había obedecido por profunda fe en la Iglesia y por el amor que le tenía a ella, lo cual lo sabemos por el peso de sufrimiento que le costó.

                Teilhard mantenía “sentir con la Iglesia” según la expresión de San Ignacio. Y al final – como él mismo decía -de “presentir” con ella. [Obras completas, X, 204 (“Cristianismo y Evolución”). En: Como yo creo. 1945  (11 noviembre)  “Cristianismo y Evolución. X, 191-206]

                Es bueno volver a leer toda su obra, siempre dentro de unos límites, para descubrir, a treinta o cincuenta años de distancia, todo lo que en ella hay de presentimiento de todo aquello que se preparaba en la Iglesia y todo lo que iba a eclosionar en la segunda mitad y al final del siglo XX.

                Hay en él la intuición profética de un gran número de problemas que habrían de movilizar y todavía movilizan el pensamiento y la acción de la Iglesia. Una sensibilidad seguramente adquirida sobre todo en la intimidad.

Esto se necesita tanto hoy día, en un tiempo en el que no se hace fácil a aquellos que quieren servir a la Iglesia de esa misma manera.

                Yo no digo probablemente nada nuevo a los participantes en el Coloquio de los jesuitas de rue de Sèvres que han frecuentado asiduamente la lectura de la obra del padre Teilhard. Os hago partícipes de algunas razones que he descubierto para seguirle y de reemprender sin cesar la exploración de su pensamiento.

                He querido una vez más recurrir al ejemplo para nuestros tiempos del padre Teilhard que tuvo una gran valentía para tener un conocimiento profundo de la fe en el diálogo del misterio de Cristo con todas las verdades descubiertas, con el objeto de anunciar esta fe a todos aquellos mismos a los que les puede sorprender y que por sí mismos no están incapacitados para entender.  Todo se logra en el amor filial a esta Iglesia que el padre Teilhard no disociaba jamás de Cristo, y de su amor simbolizado por su Corazón. Como ha escrito el padre Teilhard: “El Cristo”. “Su Corazón”. “Un Fuego capaz de penetrar todas las cosas”.

                Crea usted en esta ocasión, querido padre Provincial, en mis sentimientos más fraternales, hacia usted y hacia todos aquellos a los que usted estime comunicar mis propósitos.

Pedro Arrupe, SJ

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Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, General, Iglesia Católica , , , ,

Desechos del mundo

Martes, 29 de marzo de 2022
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Del blog Nova Bella:

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Acercarme a los que la sociedad desprecia como desechos del mundo porque ni siquiera sospecha que hay un alma vibrando bajo tanto dolor.

*

Pedro Arrupe

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

Hoy hace falta una reforma en la iglesia del mismo talante que la del tiempo de San Ignacio

Sábado, 31 de julio de 2021
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ignacioDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. San Ignacio (Azpeitia, 1491- Roma, 1556) y el Padre arrupe (Bilbao, 1907 – Roma, 1991).

Allá en Roma, en la iglesia del Gesù (Jesús), están enterrados san Ignacio de Loiola y el Padre Arrupe.

         Jesuitas, y no jesuitas bien-pensantes consideran a ambos como los dos fundadores de la Compañía de Jesús: Ignacio la crea en el siglo XVI y el Padre Arrupe la reconduce en pleno siglo XX.

         Los dos partieron o volvieron al principio y fundamento de la vida a Dios.

         San Ignacio tras una primera parte más que turbulenta de su vida, vuelve a la piedra angular: al Señor. Ignacio de Loyola con su meditación fundamental que son los Ejercicios.

         El P Arrupe, (Bilbao, 1907-Roma, 1991) hombre creyente y místico a fondo perdido, encauza la Compañía de Jesús hacia los pobres, marginados, (Teología de la Liberación).

         En la ya histórica Congregación General (n 32) de la Compañía de Jesús, celebrada el 2 de diciembre de 1974, entre otras cosas los jesuitas dijeron y aprobaron:

  • o Nuestra Compañía no puede responder a las graves urgencias del apostolado de nuestro tiempo si no modifica su práctica de la pobreza. Los compañeros de Jesús no podrán oír “el clamor de los pobres”, si no adquieren una experiencia personal más directa de las miserias y estrecheces de los pobres» (n. 5)
  • o «Es absolutamente impensable que la Compañía pueda promover eficazmente en todas partes la justicia y la dignidad humana, si la mejor parte de su apostolado se identifica con los ricos y poderosos o se funda en la seguridad de la propiedad, de la ciencia o del poder» (n. 5).
  1. Ser conscientes del momento viviendo desde el principio y fundamento tanto personal como eclesialmente. Reformas y contra-reformas.

      arrupe-thu   No es fácil ser lúcido en el momento histórico -personal y comunitario- en el que nos toca vivir a cada cual, a la sociedad y a la iglesia. Las turbulencias suelen ser grandes, uno no ve por dónde tirar en las variables históricas que requieren discernimiento personal, eclesial, social, político, etc. Pero es bueno ser lúcido, humildemente lúcidos: El Señor es mi luz y mi salvación (salmo 26). Ser consciente, vivir despiertos y con las lámparas encendidas es una actitud muy humana y cristiana.

         Allá por el siglo XVI, tiempos de Lutero, del Concilio de Trento y de San Ignacio, era necesaria una Reforma en la Iglesia que no terminaba de llegar. Finalmente vino del norte de Europa, de Alemania, promovida por Lutero, “padre” del protestantismo naciente, contra el que reaccionará Roma con su Contrarreforma tridentina.

         Como fruto de la Contrarreforma fueron surgiendo diversos movimientos e instituciones católicas con la buena finalidad de elevar un poco el nivel de una iglesia que se encontraba en una situación peor que decadente. Surgen varios movimientos sacerdotales: los jesuitas con S Ignacio, el oratorio de sacerdotes de San Felipe de Neri (1515-1595), un poco más tarde los sacerdotes vicencianos (San Vicente de Paúl, 1576-1660), la Escuela sacerdotal francesa de San Sulpice del padre Olier ya en el siglo XVII, el movimiento sacerdotal promovido por el cardenal Bérulle (1575-1629), a su vez impulsado por San Francisco de Sales.

         Fruto de esta Contrarreforma será una mejoría notable en la vida eclesial, que durará hasta mediados del siglo XIX, más o menos. A partir del s XIX surgirá un movimiento eclesiástico decadente en su teología, antimodernista a carta cabal. Esto llegará hasta nuestros tiempos con el paréntesis del Vaticano II, que supuso un paréntesis de libertad, de creatividad, modernidad.

  1. También hoy la Iglesia necesita una gran reforma.

 El obispo de Roma: Francisco.

         Es evidente que la iglesia actual necesita una Reforma del peso y talante de la del siglo XVI. Buena prueba de ello es la renuncia  de Benedicto XVI. ¿A qué se debe, si no, que Benedicto XVI se retirara? Benedicto fue muy consciente de que la Iglesia necesita una Reforma a fondo para la que ya se sentía sin fuerzas. Y dejó la puerta abierta…

Probablemente la Iglesia se enquistó en el siglo XVIII, se le atragantaron la Ilustración y la modernidad y todavía estamos pagando las consecuencias.

         Dice Joao Libanio (teólogo jesuita brasileño) que durante treinta años, desde 1978 hasta la elección del papa Francisco hemos tenido dos pontificados en los que se paralizó cualquier avance.

Ahora, el papa Francisco tiene otro modo de entender las cosas, el cristianismo y la Iglesia. Es evidente que Francisco no es Benedicto, mucho menos todavía Juan Pablo II. Podrá hacer mucho o poco, el tiempo, la historia y los contrarios a Francisco dirán. Pero el Magisterio de  y sus gestos, sus símbolos son más evangélicos: los pobres, vivir en Santa Marta y no en las estancias pontificias, reducción de protocolos litúrgicos y políticos, “menos doctrinarismo” y mayor acercamiento a los pobres, viaje a Lampedusa: puerto de las pateras, la empatía con la laicidad del Estado, una firme voluntad de cambio, de renovación y saneamiento de la Curia, de la Iglesia. No hay homilía o discurso en el que no haya una palabra del Dios de misericordia. Un hombre que no ha sacado a relucir los graves pero cansinos temas de los últimos tiempos eclesiásticos: la condena de teólogos, la homosexualidad, divorcios, bioética, etc.

         A esta voluntad de reforma de Francisco se debe el frontal enfrentamiento de un buen puñado de cardenales, obispos y curas, además de laicos.

         Hoy en día, como en tiempos de San Ignacio es necesaria una Reforma en la contrarreforma que surgió después del Concilio Vaticano II, un saneamiento a fondo de tantas cuestiones eclesiásticas que no tiene nada que ver con el Evangelio de Jesús.

  1. Motivos para la esperanza.

         El centro de la Iglesia no es el papa, ni el obispo, sino Cristo y el pueblo de Dios. No perdamos nunca de vista estas referencias. Pero es bueno que el Obispo de Roma sea un hombre que inspire esperanza y ánimo. Un hombre cercano al Evangelio y, por tanto, a los pobres, a los que sufren, etc.

Una Iglesia así es más creíble a la que hemos vivido estos últimos treinta años, más o menos.

         Con Francisco, tal vez comenzamos a asistir a una recuperación de una Iglesia más limpia, más libre y más evangélica. Como diría san Ignacio: para mayor gloria de Dios y bien de la humanidad.

En muchos momentos de la vida nos puede embargar la tristeza, la decepción, él “no saber por dónde tirar”, podemos vivir desarbolados, en un desconcierto. Calma: en tiempos de desolación no hacer mudanza, decía san Ignacio. Es bueno, hace bien volver al principio y fundamento de la vida, que no coincide siempre con las posiciones históricas que se han dado, que nos han llevado  a fundamentalismos fanáticos como los que hemos vivido y todavía conocemos y padecemos. Tanto personal como eclesialmente (incluso social y éticamente) hay que ir a los fundamentos. Ni el Derecho canónico coincide con el Evangelio ni lo eclesiástico con el Reino de Dios.

¿Quién podrá apartarnos del amor de Dios? (Romanos 8)

         Cuando los vientos arrecian en el orden personal e institucional: crisis, problemas, situaciones, etc., es saludable (salud) permanecer en la roca que nos salva, tomar la mano que nos sostiene (salmo 94), cimentarnos en la piedra angular, en el principio y fundamento que decía San Ignacio.

Vivir superficialmente y huyendo hacia adelante con el peso de un supuesto pasado, no conduce a nada, los problemas siguen y nos persiguen.

         Volvamos al principio y fundamento que es Cristo.

 

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Treinta años sin Arrupe, el “santo” de migrantes y refugiados

Lunes, 8 de febrero de 2021
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La Compañía ya trabaja en la beatificación de quien fuera su general

“No me resigno a que, cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera vivido”

Arrupe fue, y quiso ser, el “apóstol” del quinto país del mundo: el de los desplazados, refugiados, inmigrantes. Gracias a su impulso, surgió el Servicio Jesuita para Refugiados, que hoy recuerda al religioso vasco con cariño, y trabajando

¿Cuánto de Arrupe hay hoy en Francisco, el primer Papa jesuita de la historia? Mucho. Así lo recordó Bergoglio durante su visita a Japón. Como él, el Pontífice también ha dedicado buena parte de sus esfuerzos por acabar con las armas nucleares

 Pedro Miguel Lamet: El último secreto de Pedro Arrupe

“Me espanta que podamos dar respuestas de ayer a los problemas de mañana. No pretendemos defender nuestras equivocaciones, pero tampoco cometer la mayor de todas: la de esperar con los brazos cruzados y no hacer nada por miedo a equivocarnos”.

“No me resigno a que, cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera vivido”. Tal día como hoy, 5 de febrero de 1991, Pedro Arrupe volvía al padre. El general de los jesuitas, que vivió sus últimos años en silencio y, casi, olvidado por una Roma que había girado al lado oscuro del Concilio, dejaba una huella imborrable en miles de personas, olvidadas por los grandes poderes. Los mismos que hoy, treinta años después, Francisco denomina ‘descartados’.

Y es que Arrupe, cuyo proceso de beatificación está siendo cuidado con esmero por el responsable de las causas de la Compañía, Pascual Cebollada, quiso ser, y lo consiguió, el “apóstol” del quinto país del mundo: el de los desplazados, refugiados, inmigrantes. Gracias a su impulso, surgió el Servicio Jesuita para Refugiados, que hoy recuerda al religioso vasco con cariño, y trabajando.

Diez años de silencio, por un derrame cerebral, con una intervención de la Compañía ordenada por Juan Pablo II, que sin embargo no lograron acabar con el legado de Arrupe, elegido general en un año que no pudo ser otra cosa que providencial para la Iglesia: 1965.

Opción por los pobres

Como Superior General de la Compañía de Jesús, trató de implementar el Concilio Vaticano II, y hacerlo fecundo entre los jesuitas, con una idea clara: la opción por los pobres. ¿Cuánto de Arrupe hay hoy en Francisco, el primer Papa jesuita de la historia? Mucho. Así lo recordó Bergoglio durante su visita a Japón. Como él, el Pontífice también ha dedicado buena parte de sus esfuerzos por acabar con las armas nucleares.

Hace justo dos años, se abría la causa de beatificación de Pedro Arrupe. El coronavirus ha impedido que, como deseaba la Compañía, el trabajo fuera más rápido, especialmente después del anuncio de la beatificación de Rutilio Grande. Antes de emprender la ardua tarea de tratar de beatificar a Ellacuría y los mártires de la UCA, los jesuitas están comprometidos en llevar a Arrupe a los altares. Aunque ya está en los de centenares de miles de descartados, olvidados, pobres.

Y, a buen seguro, en el corazón del Papa Francisco, el Pontífice que está haciendo realidad algunos de los sueños de Arrupe. “Me espanta que podamos dar respuestas de ayer a los problemas de mañana. No pretendemos defender nuestras equivocaciones, pero tampoco cometer la mayor de todas: la de esperar con los brazos cruzados y no hacer nada por miedo a equivocarnos”. Sea.

Fuente Religión Digital

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Pedro Miguel Lamet: Pedro Arrupe, profeta de los refugiados

Jueves, 3 de diciembre de 2020
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711A59EC-E20D-4E5F-B1A9-61F6F56AE755Leído en su blog:

Se adelantó a su tiempo

En una reunió alguien comentó últimas dramáticas noticias llegadas del Sureste asiático y referidas a las boat people (refugiados que, hacinados en frágiles embarcaciones, vagan por los mares de aquellas zonas sin tener dónde desembarcar). En ese instante al general de la Compañía de Jesús se le iluminan los ojos y siente la primera llamada de este maltratado colectivo.

Desde entonces existe en Roma un centro, el Jesuit Refugee Service, destinado a coordinar y sostener todos estos esfuerzos, así como otros centros continentales en el Sureste asiático (Bangkok) y en África (Nairobi), etc. La iniciativa espoleó otras nuevas ideas en el nivel local y universal

¿Qué hay en sus raíces? El corazón grande de un cristiano ejemplar que ya desde joven había experimentado la injusticia de una forma dramática en el cinturón de los suburbios de Madrid, cuando estudiaba la carrera de medicina

A él no le dio tiempo de ver un mundo transformado. Pero quizás una de sus frases debería en este campo empujarnos al compromiso: “No me resigno a que, cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera vivido”.

“Estamos llamados a reconocer en sus rostros –ha dicho el papa recientemente- el rostro de Cristo, hambriento, sediento, desnudo, enfermo, forastero y encarcelado, que nos interpela (cf. Mt 25,31-46). Si lo reconocemos, seremos nosotros quienes le agradeceremos el haberlo conocido, amado y servido“

20.11.2020 | Pedro Miguel Lamet

Todo surgió en una tarde, en vísperas de la Navidad de 1979. Charlaba Pedro Arrupe, en el ambiente distendido de una conversación familiar, con sus asistentes. Alguien comentó el asunto de las últimas dramáticas noticias llegadas del Sureste asiático y referidas a las boat people (refugiados que, hacinados en frágiles embarcaciones, vagan por los mares de aquellas zonas sin tener dónde desembarcar). En ese instante al general de la Compañía de Jesús se le iluminan los ojos y siente la primera llamada de este maltratado colectivo.

La Compañía tiene que responder inmediatamente a este reto”, exclama. A la mañana siguiente, cursa una veintena de telegramas a otros tantos provinciales de Extremo Oriente y de la India, así como de Europa y América del Norte. Pocos meses más tarde, observará Arrupe: “La respuesta fue realmente notable. Inmediatamente llegaron ofrecimientos de ayuda en forma de personas, de material y de todo tipo de recursos. Llegaron también alimentos, medicinas y dinero. En más de un país se hicieron esfuerzos por influir, a través de los medios de comunicación, en los respectivos Gobiernos e instituciones privadas capaces de intervenir. Se ofrecieron personas tanto para el trabajo pastoral como para servicios de organización en favor de los refugiados”.

Era un punto de partida. Los jesuitas comenzaron a trabajar intensamente en campos de refugiados de Tailandia, Camboya, Indonesia, Filipinas, África negra y Centroamérica. Desde entonces existe en Roma un centro, el Jesuit Refugee Service, destinado a coordinar y sostener todos estos esfuerzos, así como otros centros continentales en el Sureste asiático (Bangkok) y en África (Nairobi), etc. La iniciativa espoleó otras nuevas ideas en el nivel local: esfuerzos por la reconciliación en Irlanda del Norte, presencia de jesuitas en la zona de los Apalaches, en Estados Unidos, así como en una comunidad terremotada de Italia meridional.

Hoy, cuarenta años después, aquella semilla es un árbol frondoso. ¿Qué hay en sus raíces? El corazón grande de un cristiano ejemplar que ya desde joven había experimentado la injusticia de una forma dramática en el cinturón de los suburbios de Madrid, cuando estudiaba la carrera de medicina, y que llevaba el futuro en las entrañas. Que denunció una Europa encerrada en sí misma, y que gritó confuerza a una sociedad que permite que “unos se mueren de hambre cuando otros lo hacen por exceso de colesterol”. Hoy las lacerantes imágenes que nos llegan de todo el mundo de familias de refugiados huyendo de la guerra, el hambre o hacinados en campos vergonzantes, son una prueba más de que Pedro Arrupe se adelantó a su tiempo, con la intuición de un profeta y la visión de un místico, porque sus acciones no brotaban de mera filantropía sino del evangelio contemplado en muchas horas de oración y un apasionado amor a Jesucristo.

A él no le dio tiempo de ver un mundo transformado. Pero quizás una de sus frases debería en este campo empujarnos al compromiso: “No me resigno a que, cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera vivido.” Sin duda en este aspecto como en otros, el papa Francisco, con su opción decidida por los marginados, refugiados e inmigrantes, sigue sus huellas. Así lo reconoció en su visita al centro de inmigrantes de Asti, que Arrupe quiso también visitar antes de morir. “Estamos llamados a reconocer en sus rostros –ha dicho el papa recientemente- el rostro de Cristo, hambriento, sediento, desnudo, enfermo, forastero y encarcelado, que nos interpela (cf. Mt 25,31-46). Si lo reconocemos, seremos nosotros quienes le agradeceremos el haberlo conocido, amado y servido“.

Publicado en https://escuela.entreculturas.org/pedro-arrupe-profeta-de-los-refugiados/

Para conocer más sobre el padre Arrupe, te recomendamos leer: Arrupe. Testigo del siglo XX, profeta del XXI
Para más obras del mismo autor: consulta esta web
Te invitamos también a visitar la página  www.pedrolamet.com

 

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La última frase de Pedro Arrupe antes de morir. Palabras consoladoras para nuestro tiempo

Viernes, 23 de octubre de 2020
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Arrupe-rosario-enfermo-700x963Leído en el blog de Pedro Miguel lamet:

Hoy, con la pandemia encima, las injusticias y locuras políticas que estamos viviendo, es toda una meditación: “Para el presente amén, para el futuro aleluya”.

El pasado no importa. Pasó, no hay que darle vueltas. Alimentar el sentimiento de culpa por algo que se hizo mal es masoquismo, no sirve para nada

Este instante, este presente mío es lo que tengo y lo que Dios quiere para mí, taladra hacia el infinito

Teilhard de Chardin, que concebía el cosmos como una flecha con sentido, decía: “Todo cuanto acontece es adorable”.

“Hay un plan”. Sí, hay un plan. Lo que pasa es que aquí vemos el tapiz por el lado de los cosidos y todavía no podemos captar el colorido y la maravilla del paisaje que puede verse del otro lado

En estos tiempos tan tumultuosos me gusta recordar algunas frases del padre Arrupe, porque sin duda era uno de esos hombres que, como a él le gustaba decir, tenía “el futuro en la médula”. Quizás mi preferida es la última que pronunció antes de morir. La oyó el padre Mariano Ballester, SJ, que le atendió mucho en los últimos días de su vida y que durante su enfermedad le ayudó en la logopedia con mucha dificultad a hablar y escribir después de la trombosis que sufrió de regreso de su viaje a Tailandia y Filipinas.

Hoy, con la pandemia encima, las injusticias y locuras políticas que estamos viviendo, es toda una meditación:

“Para el presente amén, para el futuro aleluya”.

Tiene más miga de lo que parece. El pasado no importa. Pasó, no hay que darle vueltas. Alimentar el sentimiento de culpa por algo que se hizo mal es masoquismo, no sirve para nada. Sobre todo, al saber que el amor de Dios lo quema, los perdona. Darle vueltas a lo negativo del pasado es una forma de protagonismo absurdo, una falta de fe y una tortura inútil.

Importa este momento, el presente, el ahora. Vivir en el ahora es el secreto de la verdadera felicidad. Pero para ello es necesario aceptarlo como parte de la providencia. Y este ahora siempre es perfecto porque para mí es la voluntad de Dios. La amargura brota de no aceptar este momento tal como es. Eso no indica que no queramos transformar y mejorar el mundo. Pero poco haremos si lo hacemos desde la frustración y la amargura. Si nos pasamos la vida violentados por lo que no conseguimos, protestando porque no tenemos esto o aquello, dando coces a la vida, nada haremos de provecho. Este instante, este presente mío es lo que tengo y lo que Dios quiere para mí, taladra hacia el infinito. Vivir en este instante es un modo de instalarse en la eternidad, porque en el fondo de mí mismo habito en el todo, aunque no me dé cuenta. Por tanto “para el presente amén”.

Y “para el futuro aleluya”. Acusaban al padre Arrupe de ser “un optimista patológico”. Él respondía: “¿Cómo no voy a ser optimista, si creo en Dios?” La gente hoy está muy preocupada con el futuro: “Qué va a ser de mí, de mi familia, del mundo. ¿A dónde nos va a llevar esta pandemia? ¿Cómo vamos a salir de esta enorme crisis sanitaria y económica?” Y en lo personal, el futuro de mi trabajo, la esposa, el marido, los hijos y un largo etcétera.

Teilhard de Chardin, que concebía el cosmos como una flecha con sentido, decía: “Todo cuanto acontece es adorable”. Importa este momento, el presente, el ahora. Vivir en el ahora es el secreto de la verdadera felicidad. Pero para ello es necesario aceptarlo como parte de la providencia. Y este ahora siempre es perfecto porque para mí es la voluntad de Dios

Y Arrupe con el rosario en la mano, durante la última entrevista que concedió para mi biografía en Roma, muy enfermo me decía: “En manos de Dios” forzando una sonrisa desde sus labios hemipléjicos.

La frase preferida de otro gran santo jesuita, el padre José María Rubio, lo formulaba de otra forma: “Hacer lo que Dios quiere y querer lo que Dios hace”. Y Bernanos, “todo es gracia”.

Recuerdo un film, de esos que un personaje vuelve desde del cielo, que afirmaba: Hay un plan”. Sí, hay un plan. Lo que pasa es que aquí vemos el tapiz por el lado de los cosidos y todavía no podemos captar el colorido y la maravilla del paisaje que puede verse del otro lado. Pero es el mismo tapiz.

Así que atrapemos este instante, cerremos los ojos para ver de otra manera y abrámoslos para disfrutar de lo que tenemos, aunque nos parezca solo una brizna de felicidad. No deja de ser un sacramento y no nos enredamos con un pasado que ya no existe y un futuro que ignoramos, y que para los creyentes siempre será un “happy end”

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“La alegría de sentirnos tan inseguros”, por Pedro Miguel Lamet

Jueves, 17 de septiembre de 2020
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alegria-sentirnos-inseguros_2266583401_14890320_660x371Leído en su blog:

Como un pequeñuelo en brazos de su madre

Me pide un lector que le explique la frase del padre Arrupe “Tan cerca de nosotros no había estado el Señor, acaso nunca; ya que nunca habíamos estado tan inseguros”

Todas son frases que responden a una misma actitud: su optimismo y su confianza, consecuencias de la fe.

La Iglesia de Jesús no está en el Sanedrín sino con todos los pequeños que buscan en medio de la oscuridad y se sienten inseguros

Me pide un lector que le explique la frase del padre Arrupe “Tan cerca de nosotros no había estado el Señor, acaso nunca; ya que nunca habíamos estado tan inseguros”. La interpreta como que la cercanía del Señor crea inseguridad. Es justamente lo contrario: los pobres, los débiles, los inseguros son los predilectos de Jesús de Nazaret y por tanto, como enseñan las bienaventuranzas los más próximos al Reino.

Hay que conocer el contexto en que la frese fue pronunciada. La Iglesia vivía la época arriesgada del posconcilio: defecciones sacerdotales, crisis de vocaciones, inseguridad derivada de que las cosas no estaban tan claras y definidas como antaño. Recuerdo que un día salieron para secularizarse nada menos que dos generales de órdenes religiosas. Giuliana di Febo, que en esos tiempos era secretaria de Arrupe en la Unión de Superiores Mayores, de la que Arrupe fue relegido presidente 16 veces, me contó que cuando fue con la noticia a Arrupe, éste en vez de escandalizarse comentó: Giuliana, ahora tenemos que quererles más”.

  Y cuando un compañero vasco le habló indignado por el número de salidas, Pedro le contestó: “El último que apague la luz”, como diciendo que para él la Compañía no era un absoluto. Todas son frases que responden a una misma actitud: su optimismo y su confianza, consecuencias de la fe. Es una frase que ante los que siguen teniendo miedo ante el cambio o ante actitudes tan savonarlescas excomulgando y declarando herejes por aquí y acullá, resulta consoladora. La Iglesia de Jesús no está en el Sanedrín sino con todos los pequeños que buscan en medio de la oscuridad y se sienten inseguros. Como dice el salmo: “Como un pequeñuelo en brazos de su madre, así está mi alma dentro de mí”.

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¿A qué se debe que la Iglesia sea irrelevante en la sociedad?

Viernes, 31 de julio de 2020
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42301465-947E-4AEF-94BA-6BE54ABEC5A6Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

Notas Biográficas de San Ignacio

         S Ignacio nace en Loyola, Azpeitia, en 1491.

Cae herido gravemente en la defensa de Pamplona en 1521 en la defensa de Pamplona. En la larga convalecencia, comienza a fraguarse su conversión, que quedará plasmada en Manresa en 1.522. De esta época data su obra “Ejercicios Espirituales”: especialmente su primera meditación: Principio y Fundamento.

Tras una peregrinación a Tierra Santa estudiará teología en Barcelona, Alcalá, Salamanca y París. Será en París donde se encuentre y capte un grupo de jóvenes compañeros universitarios: Pedro Fabro, Fco. Javier, Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás Bobadilla, etc.

En 1.534, el día de la Asunción, en la iglesia de Montmartre de París hacen los votos, que constituyen prácticamente el nacimiento de lo que será la Compañía de Jesús. Este grupo naciente tiene intención de marchar a Tierra Santa, pero si no pudieran hacer este viaje antes de un año, marcharían a Roma para ponerse a disposición del Papa. En 1.540 el papa Paulo III aprueba solemnemente este nuevo movimiento religioso: La Compañía de Jesús, que junto con los “Ejercicios” es la segunda gran obra de San Ignacio.

S Ignacio muere en Roma, donde está enterrado, en 1.556 (entre la segunda y tercera etapa del Concilio de Trento).

  1. Principio y fundamento

         La primera meditación de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio es probablemente la piedra angular y lo más importante de la vida de San Ignacio y de toda existencia humana.

         También esta es la cuestión radical de nuestra vida: ¿Cuál es cimiento de mi vida? ¿Por qué y para qué vivo?

         Quien sabe de dónde viene y hacia dónde va en la vida, ya sabe mucho y definitivo en la existencia.

         Como en los viajes en avión, también en la vida hay muchas turbulencias y -a veces- pasamos por situaciones difíciles: enfermedades, crisis personales, problemas familiares, económicos, noches oscuras de tipo religioso, comunitario, eclesiástico. Pero todo se sobrelleva si tenemos un principio y fundamento, una piedra angular en la que apoyarnos.

         Esto para un creyente, para un cristiano es muy importante, es decisivo.

         El principio y fundamento del ser humano es Dios no la economía, ni el poder, ni unos líderes políticos o eclesiásticos. La roca que nos salva, la piedra angular es Dios (JesuCristo).

         Vivir desde este convencimiento profundo es fuente de una gran serenidad y confianza en la vida.

  1. Europa: Pretender eliminar nuestro propio pasado es destruirnos.

         Con alguna frecuencia ocurre que un presidente o líder político de una nación o de un estado no asiste a un acto religioso (en nuestro caso cristiano) que se celebra. Y la razón que aluden es que somos un estado aconfesional o laico. Estas escenas las hemos visto en Loiola y hace pocas semanas en el funeral por las víctimas de la pandemia celebrado en Madrid.

         Esto es de una cortedad y mala educación mental y cultural infinitas.

         Por una parte, los líderes políticos, más bien los gobernantes, gobiernan un pueblo en el que una gran mayoría son creyentes o de tradición cristiana. Ese pueblo merece un respeto y una dignidad por parte de sus dirigentes.

         Probablemente el estado tiene que ser aconfesional, laico, pero ha de respetar y convivir respetuosa y educadamente con las diversas tradiciones religiosas que existan en ese estado.

Por otra parte, si a mí me invita un amigo a su boda budista, o de otra religión, yo no puedo ser tan corto y tan necio como para no asistir a la celebración y luego que “me echen de comer”. Si no somos buenos, que no lo somos, al menos seamos inteligentes y educados.

         Muy genéricamente podríamos pensar que Europa se ha construido con un “poco” de filosofía griega (pongamos Platón) hace 2500 años), otro poco de ética judía (que eso es el Sinaí), y con una lectura cristiana de la vida desde la hondura de del Evangelio de JesuCristo y desde la ciencia, el pensamiento científico que va fraguando a partir del siglo XVIII.

         Cuando se oye o se lee en los medios de comunicación los juicios que se emiten respecto de nuestro pasado cultural, filosófico, religioso europeo, no es que sea algo malo, sino que muestran una ignorancia infinita. Europa se construyó en torno a un esquema de pensamiento y de valores, que podríamos concretarlo gráficamente en el camino de Santiago. Europa se construyó antes -y mejor- “caminando hacia Santiago que con el euro (pura cuestión económica). Detrás de lo que hoy denominamos comunidad europea no hay más que una comunidad económica: dinero, euros, ahí no hay más.

         ¿De dónde ha surgido la ética, el concepto de persona, los valores como el respeto al ser humano y la libertad, justicia, etc. si no es de nuestra propia traditio cultural-cristiana?

Otra cuestión serán las interpretaciones, adaptaciones del Evangelio a cada momento de la historia. Pero sin memoria no hay futuro.

  1. ¿Momento agnóstico, increyente?

         Tradicionalmente nuestro pueblo ha sido creyente, cristiano. Nuestras gentes eran creyentes, nuestra fe, nuestras costumbres y nuestro techo cultural era cristiano.  Se solía decir que no había un lugar del mundo en el que no hubiera un misionero vasco.

         Pero hoy en día es evidente que la marea cultural en la que vivimos el estado es aconfesional, muchas personas son agnósticas, algunos -los menos- llegan a ser ateos, y la mayor parte frívolos, superficiales y consumistas, que es el modus vivendi actual. También muchas personas -cristianas o no- son serias, honradas, aman la justicia, la paz, la bondad.

         ¿Qué nos ha pasado para que lo que “predica” la Iglesia tenga tan poco valor y vigencia en la sociedad? Las iglesias “están vacías” y tampoco la iglesia está presente en la sociedad. ¿A qué se debe, si no, la ausencia de una Palabra (logos) sensata, con sentido, de la iglesia en este gran problema en la pandemia? ¿A qué se debe que la iglesia haya pasado a ser irrelevante en la vida social, política, cultural?

         Cuando las cosas van mal, hasta los equipos de fútbol hacen “autocrítica”. La Iglesia no tolera una crítica ni se hace autocrítica ¿Qué nos ha pasado en la iglesia? O quizás, ¿qué hemos hecho del Evangelio? Es cierto que en la pandemia muchas parroquias, religiosos y religiosas, ong, etc. han prestado y prestan un gran servicio asistencial, cáritas, comedores sociales, etc. Pero la Iglesia -a excepción del papa Francisco- no sabe decir una palabra de consuelo, de esperanza, de ánimo, de bondad, de alivio sicológico, humano.   Los jerarcas siguen “erre que erre” con su doctrina y sus ritos, pero lejos del espíritu evangélico.

         Ni el mundo entra ya en la iglesia, ni la iglesia entra en el mundo.

         ¿Tal vez es que los eclesiásticos hemos dejado de lado el evangelio?

  1. el que quiera salvar su vida, la perderá.

        Esta expresión de Jesús: el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará, estará después muy presente en la espiritualidad ignaciana.

        Es una gran verdad: cuando nos buscamos siempre a nosotros mismos, terminamos siendo unos ególatras vividores.

        Vivir -humana y cristianamente- no es vegetar, “ni pasárselo bien”, ni tan siquiera ir a Misa según el aforo que nos permitan, vivir es convivir con los demás en el mundo, en familia, trabajo, comunidad eclesial, vivir es hacer, dar vida, sanar, creatividad.

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¿Reformas en la Iglesia? ¡Ojalá! Ecclesia semper reformanda

Miércoles, 31 de julio de 2019
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42301465-947E-4AEF-94BA-6BE54ABEC5A6Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

 San Ignacio y su tiempo

Allá por el siglo XVI, tiempos de Lutero, del Concilio de Trento y de San Ignacio, era necesaria una Reforma que no terminaba de llegar. Finalmente vino del norte de Europa, de Alemania, promovida por Lutero, “padre” del protestantismo naciente, contra el que reaccionará Roma con su Contrarreforma tridentina.

Como fruto de la Contrarreforma fueron surgiendo diversos movimientos e instituciones católicas con la buena finalidad de elevar un poco el nivel de una iglesia que se encontraba en una situación peor que decadente. Surgen varios movimientos sacerdotales: los jesuitas, el oratorio de sacerdotes de San Felipe de Neri (1515-1595), un poco más tarde los sacerdotes vicencianos (San Vicente de Paúl, 1576-1660), la Escuela sacerdotal francesa de San Sulpice del padre Olier ya en el siglo XVII, el movimiento sacerdotal promovido por el cardenal Bérulle (1575-1629), a su vez impulsado por San Francisco de Sales.

A finales del siglo XVI y comienzos del XVII, como fruto de la disciplina del Concilio de Trento nace la obligatoriedad de la residencia de los Obispos en sus diócesis, pues eran más señores feudales trotamundos, que pastores. Nacen los seminarios para la formación del clero. Se reestructura la vida pastoral parroquial: comienzan a inscribirse y llevar adelante los libros parroquiales. El sacerdote, es el hombre centrado en los sacramentos y, sobre todo en la Eucaristía, está presente en la parroquia (el modelo, el tipo de sacerdocio será el cura de Ars, 1786-1859).

Fruto de esta Contrarreforma será una mejoría notable en la vida eclesial, que durará hasta mediados del siglo XIX, más o menos. A partir el s XIX surgirá un movimiento eclesiástico decadente en su teología, antimodernista a carta cabal. Esto llegará hasta nuestros tiempos con el paréntesis del Vaticano II, que fueron tiempos de libertad, de creatividad, modernidad.

San ignacio y nuestro tiempo. El obispo de Roma: Francisco.

arrupe-thuSe suele decir, y creo que con buen criterio, que la Compañía de Jesús ha tenido dos fundadores: San Ignacio, lógicamente, y a mediados del siglo XX, el P. Arrupe, místico que dio un golpe de timón e introdujo la Compañía de Jesús en la modernidad, en la Teología de la Liberación (en los pobres).

Es evidente que la iglesia actual necesita una Reforma del peso y talante del siglo XVI. Buena prueba de ello es la renuncia de Benedicto XVI. ¿A qué se debe, si no, que Benedicto XVI se retirara? Benedicto fue muy consciente de que la Iglesia necesita una Reforma a fondo para la que ya se sentía sin fuerzas. Y dejó la puerta abierta…

Probablemente la Iglesia se enquistó en el siglo XVIII, se le atragantó la Ilustración y la modernidad y todavía estamos pagando las consecuencias. Con la excepción y paréntesis del Vaticano II, la Iglesia no ha asumido ni se ha adentrado en la modernidad, que por otra parte no es lo mismo que la moda zafia que esperan algunos católicos.

El papa Francisco es Jesuita y latinoamericano. Posiblemente tenga otro modo de entender las cosas y el cristianismo que nosotros, los europeos. Es evidente que Francisco no es Benedicto, menos todavía Juan Pablo II. El Magisterio de Francisco son sus gestos, sus símbolos: los pobres, vivir en Santa Marta y no en las estancias pontificas, reducción de protocolos litúrgicos y políticos, “menos doctrinarismo”, menos carrerismo eclesiástico y mayor acercamiento a los pobres, viaje a Lampedusa: puerto de las pateras, la empatía con la laicidad del Estado, una firme voluntad de cambio, de renovación y saneamiento de la Iglesia. No hay homilía o discurso en el que no haya una palabra del Dios de misericordia. Un hombre que no ha sacado a relucir los graves pero cansinos temas de los últimos tiempos eclesiásticos: homosexualidad, divorcios, bioética, etc.

Los modos pueden ser de religiosidad popular, pero la Reforma será más profunda y en serio. El Magisterio del Obispo de Roma son sus gestos, más que su teología.

Motivos para la esperanza.

El centro de la Iglesia no es el sistema eclesiástica, la curia, las disposiciones jurídicas, sino Cristo y el pueblo de Dios. No perdamos nunca de vista estas referencias.

Es bueno que el Obispo de Roma sea un hombre que inspira esperanza y ánimo. Francisco es un hombre cercano al Evangelio y, por tanto, a los pobres, a los que sufren, etc. ¿Podrá el papa Francisco llevar adelante la Reforma que hoy necesita también la Iglesia? El sector jerárquico ultraconservador que se está enfrentando a Francisco, saldrá “con la suya”?

Una Iglesia así es más creíble a la que hemos vivido estos últimos treinta años, más o menos.

Tal vez comenzamos a asistir a una recuperación de una Iglesia más limpia, más libre y más evangélica. Como diría san Ignacio: para mayor gloria de Dios y bien de la humanidad.

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Aquella misa en la favela…, por Pedro Arrupe sj

Viernes, 7 de junio de 2019
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fabela_1Hace algunos años, cuando visitaba una provincia de jesuitas en América Latina, fui invitado a celebrar en un suburbio, en una favela , en uno de los lugares más pobres de la zona. Unas cien mil personas vivían allí en medio del barro, porque este suburbio estaba construido en una depresión que se inundaba cada vez que llovía…

La misa tuvo lugar bajo una es pecie de techumbre en mal estado, sin puerta, con perros y gatos que entraban libremente. La eucaristía comenzó con cantos, acompañados por un guitarrista que no era precisamente un virtuoso. El resultado me pareció, con todo, maravilloso. El canto repetía : “Amar es darse… ¡Qué bello es vivir para amar y qué grande tener para dar!”.

A medida que el canto avanzaba, sentí que se me hacía un gran nudo en la garganta. Tenía que hacer un verdadero esfuerzo para continuar la misa. Aquellas gentes, que parecían no tener nada, estaban dispuestas a darse a sí mismas para comunicar a los demás la alegría, la felicidad.

Cuando en la consagración elevé la hostia, percibí, en medio del tremendo silencio, la alegría del Señor que se encuentra entre los que ama. Como dic e Jesús: “Me ha enviado a predicar la Buena Noticia a los pobres”, y “felices los pobres”...

Al dar la comunión, me fijé en que en aquellos rostros secos, duros, quemados por el sol, había lágrimas que rodaban como perlas. Acababan de encontrarse con Jesús, que era su único consuelo. Mis manos temblaban.

Mi homilía fue corta. Fue sobre todo un diálogo. Me contaron cosas que no suelen escucharse en los discursos importantes, cosas sencillas, pero profundas y sublimes, desde un punto de vista humano.

Una vie jecita me dijo: “Usted es el superior de estos padres, ¿no? Pues bien, señor, un millón de gracias, porque vosotros, los jesuitas, nos habéis dado este gran tesoro que necesitamos y no teníamos: la misa”.

Un muchacho dijo en público: “Padrecito: quiero qu e sepa que estamos muy agradecidos, porque estos padres nos han enseñado a amar a nuestros enemigos. Hace una semana yo había conseguido un cuchillo para matar a un compañero al que odiaba. Pero después de escuchar al padre predicar el Evangelio, en vez de matar a aquel compañero compré un helado y se lo regalé”.

Por fin, un tipo corpulento, con aspecto de delincuente y que casi daba miedo, me dijo: “Venga a mi casa. Tengo un regalo para usted”. Yo, indeciso, dudaba si debería aceptarlo, pero el jesuita qu e me acompañaba me dijo: “Acepte, padre, son muy buena gente”.

Así que fui con él a su casa, que era una barraca medio destruida, y me invitó a sentarme en una silla desvencijada. Desde mi sitio yo podía contemplar la puesta del sol. El grandullón me dijo: “Mire, señor, ¡qué hermosura!” Nos quedamos en silencio durante algunos minutos. El sol desapareció. El hombre exclamó: “No sabía cómo agradecerle todo lo que hacen por nosotros. No tengo nada que darle. Pero pensé que le gustaría ver esta puesta de sol. ¿A que le ha gustado? Adiós”. Y me dio la mano.

Cuando se iba, pensé: “No es fácil encontrar un corazón así”. Ya abandonaba la calleja, cuando una mujer, muy pobremente vestida, se acercó a mí, me besó la mano, me miró y me dijo con voz emocionada: “Padre, rece por mí y por mis hijos. Yo también he oído esa misa tan bonita que usted acaba de decir. Tengo que volver a mi casa. Pero no tengo nada que dar a mis hijos… Rece por mí: Él nos ayudará”. Y desapareció corriendo hacia su casa.

¡Qué cosas aprendí en aquella misa entre los pobres! ¡Qué diferencia con las grandes recepciones que organizan los poderosos de este mundo!

Testimonio de Pedro Arrupe recogido en un libro-entrevista de Jean-Claude Distsch

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Enamórate

Sábado, 9 de febrero de 2019
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Enamórate

No hay nada más práctico que
encontrar a Dios.
Es decir, enamorarse rotundamente
y sin ver atrás.
Aquello de lo que te enamores,
lo que arrebate tu imaginación,
afectará todo.
Determinará lo que te haga levantar
por la mañana,
lo que harás con tus atardeceres,
cómo pases tus fines de semana,
lo que leas, a quién conozcas,
lo que te rompa el corazón
y lo que te llene de asombro
con alegría y agradecimiento.
Enamórate, permanece enamorado,
y esto lo decidirá todo.

*

Pedro Arrupe

***

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Arrupe, ¿santo? Su causa de canonización arranca en Roma hoy, 5 de febrero

Martes, 5 de febrero de 2019
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arrupe-thuEl religioso español, que vivió el desastre de Hiroshima, creó el Servicio Jesuita para Refugiados

Francisco: “La Iglesia necesita que aprovechéis el coraje y el ejemplo del Padre Arrupe”

(Jesús Bastante).- El padre Arrupe, ¿santo? La posibilidad, impensable en tiempos de Juan Pablo II o Benedicto XVI, comenzó a tomar forma durante el pontificado de Francisco. El Papa argentino cita constantemente a quien fuera su prepósito general, la última vez durante la JMJ de Panamá, y parece decidido a apostar por su beatificación.

Tanto es así, que la causa de canonización de Pedro Arrupe arrancará en Roma, el próximo 5 de febrero (28 aniversario de su muerte), con una ceremonia que tendrá lugar en el Palacio Laterano, junto a la basílica de San Juan de Letrán, donde el vicario general de Roma, el cardenal Angelo De Donatis, presidirá una eucaristía de acción de gracias.

Vasco, nacido en Bilbao el 14 de noviembre de 1907, el padre Arrupe estudió medicina en Madrid, ingresó al noviciado en 1927 y fue ordenado sacerdote en 1936. Su primer destino fue Estados Unidos, luego Japón, donde permaneció durante veinte años.

El 6 de agosto de 1945, vivió la experiencia catastrófica del bombardeo atómico de Hiroshima, que lo marcará para siempre, como se puede leer en uno de sus escritos:

“Tan pronto como las baldosas y las explosiones de cristal y de vigas terminaron de caer y cesó el estruendo, me levanté del suelo y vi el reloj frente a mí, todavía sujeto a la pared, pero me detuve: parecía como si el reloj hubiera permanecido clavado. Eran las 8:10. Este reloj silencioso e inmóvil era para mí un símbolo. La explosión de la primera bomba atómica puede considerarse como un evento por encima de la historia. No es un recuerdo, es una experiencia perpetua, que no se detiene con el tic-tac del reloj. Hiroshima no tiene relación con el tiempo: pertenece a la eternidad”.

Arrupe fue elegido en 1965 en la clausura del Concilio, 28º Superior General de la Compañía de Jesús, y se pone en marcha, durante casi veinte años, “un proceso profundo y delicado de cambio que provoca grietas y cierta preocupación”, según apunta la biografía oficial.

Su sucesor en 1985, Peter Hans Kolvenbach, lo define como “un innovador que ha abierto muchos caminos nuevos, ha dado un impulso a un nuevo espíritu misionero en el mundo y ha iniciado una nueva forma de vida consagrada, siguiendo el ejemplo de los apóstoles”.

Arrupe, de hecho, acentuó el servicio prestado por los jesuitas en todo el mundo, con especial atención a los más pequeños y por la justicia social. De África a Asia y a Europa, fue bajo su intuición que nació el “Servicio Jesuita a Refugiados“.

El 7 de agosto de 1981 de agosto, Arrupe sufrió una grave trombosis cerebral al regresar a Roma de un viaje a Filipinas y Tailandia. Como consecuencia, pierde buena parte de la capacidad de comunicarse y la movilidad del lado derecho. Murió el 5 de febrero de 1991, viviendo en oración esta vez de la enfermedad.

El Papa Francisco ha rendido varias veces homenaje a la “visión profética” del Superior General, recogiéndose en su tumba en la iglesia de Gésù en Roma y alentando así a los antiguos alumnos y estudiantes de escuelas o universidades jesuitas en septiembre de 2016: “La Iglesia necesita que aprovechéis el coraje y el ejemplo del Padre Arrupe”.

Dos veces en sus homilías en Santa Marta, evocó esta anécdota contada por el padre. Pedro Arrupe, invitado por un hombre rico para recibir dinero para las misiones en Japón. La entrega del sobre tuvo lugar delante de periodistas y fotógrafos. Arrupe dijo que ese día sufrió una “gran humillación” pero aceptó el dinero “para los pobres de Japón”. Cuando abrió el sobre, “había 10 dólares en él”. Y el Papa arremetió contra “esta espiritualidad de los cosméticos, donde uno quiere parecer ‘bueno, hermoso’.

Por otro lado, el Instituto Universitario de Migraciones (IUEM) de Comillas, que celebra este año su 25 aniversario, el IUEM ha creado el I Premio Padre Arrupe a los Derechos Humanos.

Con él se busca reconocer la labor de personas e instituciones en la defensa y promoción de los Derechos Humanos en el ámbito de las migraciones y el refugio. La convocatoria permanecerá abierta hasta el 30 de marzo.

Para más información, consulta las bases en este enlace.

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Fuente Religión Digital

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Ignacio de Loyola: El vasco más universal.

Martes, 31 de julio de 2018
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ignacioDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. ALGUNOS DATOS BIOGRÁFICOS DE SAN IGNACIO

Celebramos hoy la fiesta de nuestro patrono y paisano: San Ignacio de Loyola.

San Ignacio nace en Loyola, Azpeitia, en 1491. Inicialmente es militar y tras el accidente en 1521 en Pamplona del que queda herido y cojo para toda su vida, comienza a fraguarse su conversión en la larga convalecencia de Azpeitia, que quedaría plasmada en Manresa en 1.522. De esta época data su obra “Ejercicios Espirituales“: especialmente su primera meditación: Principio y Fundamento.

Tras una peregrinación a Tierra Santa estudia teología en Barcelona, Alcalá, Salamanca y París. Será en París donde se encuentre con un grupo de jóvenes compañeros universitarios: Pedro Fabro, Fco. Javier, Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás Bobadilla, etc. y en 1.534, el día de la Asunción en una capilla de Montmartre de París hacen los votos ya con la intención de marchar a Tierra Santa, pero si no podía hacer este viaje antes de un año, marcharían a Roma para ponerse a disposición del Papa. En 1.540 el papa Paulo III aprueba solemnemente este nuevo movimiento religioso: La Compañía de Jesús, que junto con los “Ejercicios”, es la segunda gran obra de San Ignacio.
Finalmente S Ignacio muere en Roma, donde está enterrado, en 1.556 (entre la segunda y tercera etapa del Concilio de Trento).

Cuando muere S. Ignacio, la Compañía de Jesús estaba ya bien cimentada: En 1.550 S Ignacio había terminado las Constituciones de la Compañía de Jesús y ésta contaba ya con más de mil miembros. Tras doce años de misionero principalmente en India, Fco Javier había muerto hacía unos pocos años, en 1.552 en Zancón, frente a China. Laínez y Salmerón eran grandes teólogos en aquellos difíciles tiempos. S Fco de Borja fundaba la universidad de Gandía.

01. SAN IGNACIO (AZPEITIA, 1491- ROMA, 1556) Y EL PADRE ARRUPE (BILBAO, 1907 – ROMA, 1991).

arrupe-thuAllá en Roma, en la iglesia del Gesù (Jesús), están enterrados san Ignacio de Loiola y el Padre Arrupe.

Jesuitas, y no jesuitas, bien-pensantes consideran a ambos como los dos fundadores de la Compañía de Jesús: Ignacio la crea en el siglo XVI y el Padre Arrupe la reconduce en pleno siglo XX.

Los dos partieron o volvieron al principio y fundamento de la vida a Dios.

SAN IGNACIO tras una primera parte más que turbulenta de su vida, vuelve a la piedra angular de la vida: al Señor. Ignacio de Loiola con su meditación fundamental que son los Ejercicios.

El P ARRUPE, (Bilbao, 1907-Roma, 1991) hombre creyente y místico a fondo perdido, encauza la Compañía de Jesús hacia los pobres, marginados, (Teología de la Liberación).
En la ya histórica Congregación General (n 32) de la Compañía de Jesús, celebrada el 2 de diciembre de 1974, entre otras cosas dijeron y aprobaron:

o Nuestra Compañía no puede responder a las graves urgencias del apostolado de nuestro tiempo si no modifica su práctica de la pobreza. Los compañeros de Jesús no podrán oír “el clamor de los pobres”, si no adquieren una experiencia personal más directa de las miserias y estrecheces de los pobres» (n. 5)

o «Es absolutamente impensable que la Compañía pueda promover eficazmente en todas partes la justicia y la dignidad humana, si la mejor parte de su apostolado se identifica con los ricos y poderosos o se funda en la seguridad de la propiedad, de la ciencia o del poder» (n. 5).

o Sentimos inquietud a causa de las diferencias en la pobreza efectiva de personas, comunidades y obras (n. 6)

o En este mundo en que tantos mueren de hambre, no podemos apropiarnos con ligereza el título de pobres. Debemos hacer un serio esfuerzo por reducir el consumismo; sentir efectos reales de la pobreza, tener un tenor de vida como el de las familias de condición modesta… examinar capítulos de comidas, bebidas, vestuario, habitación, viajes, vacaciones… (n. 7)

02. SER CONSCIENTES DEL MOMENTO VIVIENDO DESDE EL PRINCIPIO Y FUNDAMENTO TANTO PERSONAL COMO ECLESIALMENTE.

No es fácil ser lúcido en el momento histórico -personal y comunitario- en el que nos toca vivir a cada cual y ala iglesia. Las turbulencias suelen ser grandes, uno no ve por dónde tirar en las variables históricas que requieren discernimiento personal, eclesial, social, político, etc. Pero es bueno ser lúcido, humildemente lúcidos: El Señor es mi luz y mi salvación (salmo 26). Ser consciente, vivir despiertos y con las lámparas encendidas es una actitud muy humana y cristiana.

En muchos momentos de la vida nos puede embargar la tristeza, la decepción, él “no saber por dónde tirar”, podemos vivir desarbolados, en un desconcierto. Calma: en tiempos de desolación no hacer mundanza, decía san Ignacio. Es bueno, hace bien volver al principio y fundamento de la vida, que no coincide siempre con las posiciones históricas que se han dado, que pueden conducir a fundamentalismos fanáticos como los que hemos vivido y todavía conocemos. Tanto personal como eclesialmente (incluso social y éticamente) hay que ir a los fundamentos: ni el Derecho canónico coincide con el Evangelio ni lo eclesiástico con el Reino de Dios.

¿Quién podrá apartarnos del amor de Dios? (Romanos 8)

Cuando los vientos arrecian en el orden personal: crisis, problemas, situaciones, etc., es saludable (salud) permanecer en la roca que nos salva, tomar la mano que nos sostiene (salmo 94), cimentarnos en la piedra angular. Vivir superficialmente y huyendo hacia adelante con el peso de un supuesto pasado, no conduce a nada, los problemas siguen y nos persiguen.

Por otra parte, volver al principio y fundamento no consiste mantener o recuperar numantinamente unas formas, sino descansar en el Señor: solamente en Dios descansa mi alma, (salmo 61). San Ignacio y el P Arrupe coinciden plenamente en el principio y fundamento, no tanto en las variables históricas. Las circunstancias históricas del siglo XVI, del siglo XX o del siglo XXI son muy diferentes, el principio y fundamento sigue siendo el mismo, pero el puente, la religación (religión) entre Dios y el hombre necesariamente cambia, las modalidades, expresiones, formas culturales cambian, a no ser que nos convirtamos en ultramontanos fanáticos.

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Homo consumens

Viernes, 2 de febrero de 2018
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Del blog de la Comunidad Anawin de Zaragoza:

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Una gran proporción de hombres y mujeres de los países ricos parecen haber cambiado la especie homo sapiens en homo consumens.

Desde la infancia se nos viene modelando como consumidores, a manos de una publicidad que es ya como el aire que respiramos.

Una vez formado, ese homo consumens, -él y ella-, influye a su vez en la economía, creando y justificando necesidades cada vez mayores: lo superfluo se torna conveniente, lo conveniente se hace necesario, lo necesario se hace indispensable.

Se crea la sociedad de consumo, con valores, actitudes y leyes propias.

En esa sociedad, la “libertad” quiere decir uso ilimitado de bienes: “desarrollo” significa tener más. La “información” es libre cuando viene de determinada dirección y empuja a determinadas metas.

El centro: mi “yo”. Los demás seres humanos: cosas para mí; el motivo: ganancias.

La ley moral: la eficacia; medios: todos los eficaces, caiga quien caiga.

consumidor

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Pedro Arrupe,
1907-1991

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¡Enamórate!

Lunes, 18 de septiembre de 2017
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Del blog de la Communidad Anawin de Zaragoza:

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«Nada puede importar más que encontrar a Dios. Es decir, enamorarse de Él de una manera definitiva y absoluta. Aquello de lo que te enamoras atrapa tu imaginación, y acaba por ir dejando su huella en todo. Será lo que decida qué es lo que te saca de la cama cada mañana, qué haces con tus atardeceres, en qué empleas tus fines de semana, lo que lees, lo que conoces, lo que rompe tu corazón, y lo que te sobrecoge de alegría y gratitud. ¡Enamórate! ¡Permanece en el amor! Todo será de otra manera.»

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Pedro Arrupe

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En el silencio interior

Sábado, 8 de julio de 2017
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Es en el silencio donde se aprende a contemplar a Dios. Existe una belleza y una verdad que sobrepasan el presente y que solo el silencio es capaz de revelar. La Palabra de Dios que ansiosamente buscamos, y que nos habla en el silencio interior.

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Pedro Arrupe

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Los jesuitas “bendicen” la película de Scorsese sobre su persecución en Japón

Jueves, 12 de enero de 2017
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silence-poster“Silencio” es una excelente película que no deja a nadie indiferente, según la Compañía

Varios religiosos asesoraron el rodaje del filme, que se estrenó este 6 de enero

Novela Silencio de Shūsaku Endō ( PDF)

Un total de 93 jesuitas dieron su vida por la fe; de ellos tres han sido canonizados (Pablo Miki, Juan de Goto y Diego Kisai), 37 beatificados y los demás tienen introducida la causa de beatificación

(Jesuitas).- La película Silencio se estrenó en España el pasado 6 de enero. Basada en la novela histórica del escritor japonés católico Shūsaku Endō, es un proyecto personal de Scorsese que ha tardado veinte años en materializar. Se enmarca en los duros años de persecución del cristianismo que llegó a Japón de la mano de San Francisco Javier y dos compañeros jesuitas en 1549. Considerada por muchos jesuitas y laicos ignacianos que ya la han visto una excelente película, cargada de espiritualidad y profundidad, a pesar de su crudeza, no deja indiferente.

Jay Cocks, guionista que ha colaborado con Scorsese en La edad de la inocencia y Gangs of New York, firma la adaptación de la novela a la gran pantalla, protagonizada por Liam Neeson (La Lista de Schindler), Andrew Garfield (La red social, Hasta el último hombre) y Adam Driver (Star Wars Episodio VII: El despertar de la fuerza, ‘Girls’), Tadanobu Asano (Thor, Ichi the killer) y Ciarán Hinds (Camino a la perdición).

La apasionante historia de sacrificio y fe que narra traslada al espectador a la segunda mitad del siglo XVII. Dos jóvenes jesuitas viajan a Japón en busca de un misionero, su mentor, que tras ser perseguido y torturado, ha renunciado a su fe. Ellos mismos vivirán el suplicio y la violencia que los japoneses ejercen sobre los cristianos. Como telón de fondo planea el silencio de Dios ante el martirio que pesa sobre uno de los protagonistas, silencio al que alude el título de la novela y la película.

Jesuitas en el rodaje

silencio-de-scorsesePara preparar mejor a los actores y hacer creíbles a los personajes, Scorsese pidió ayuda a los jesuitas. El estadounidense James Martin SJ fue asesor del director durante todo el rodaje. El jesuita español Alberto Núñez fue consultor técnico del set y su misión fue preparar a los actores sobre los modos de proceder jesuita y supervisar las escenas de carácter religioso. Por su parte, dos jesuitas de los Estudios Kuancgchi de Taipei, el americano Jerry Martinson y el italiano Emilio Zanetti, también estuvieron en el set, e incluso este último aparece de extra. Asimismo el actor Andrew Garfield hizo Ejercicios Espirituales para interiorizar mejor la espiritualidad ignaciana.

La novela

silencio-endoEl escritor japonés Shūsaku Endō (1923-1996) publicó la novela Silencio en 1966 y fue reconocida ese mismo año con el premio Tanizaki, uno de los más prestigiosos galardones literarios japoneses. Es el trabajo más conocido de su autor y suele citarse como su obra maestra. Shūsaku Endō es uno de los grandes escritores japoneses del siglo XX, con la particularidad de ser cristiano católico, en un país en el que la población cristiana no llega al 1%. La religión es un tema presente en varias de sus obras.

El personaje central de la novela está basado en la figura histórica de Cristóvão Ferreira, un misionero jesuita portugués de principios del siglo XVII que durante la época de las persecuciones contra los cristianos, tras sufrir terribles torturas, se convirtió en un apóstata.

La publicación del libro causó una gran conmoción en Japón, donde nunca hasta entonces se había tratado de modo tan la brutal la persecución sufrida por los cristianos.

La Compañía de Jesús en Japón

El cristianismo llegó a Japón de la mano del jesuita San Francisco Javier en 1549. Las conversiones fueron abundantes en esos primeros dos años que Javier permaneció en Japón, antes de partir hacia su ansiada China, a cuyas puertas moriría. En pocas décadas nació una Iglesia floreciente cuya labor se tornó cuando el 25 de julio de 1587 el gobernador Hideyoshi decretó el exilio de los jesuitas. A partir de 1600 pasó a ser una Iglesia clandestina, perseguida y plagada de mártires pero que logró mantenerse, oculta, durante 250 años.

fotograma-de-silencioEn 1590 la Compañía contaba en Japón con 140 jesuitas entre japoneses y extranjeros, que estaban ilegalmente en suelo japonés. A partir de 1600 y con una situación política crítica se empezaron a ejecutar a varios cristianos de relieve. La situación empeoró con la llegada de la administración Tokugawa en Edo (actualmente Tokio) en 1603, cuando la persecución a los cristianos se hizo mucho más severa. En aquel tiempo los católicos de Japón eran unos 400.000 y en los comienzos del periodo fueron martirizados varias decenas de miles. Un total de 93 jesuitas dieron su vida por la fe; de ellos tres han sido canonizados (Pablo Miki, Juan de Goto y Diego Kisai), 37 beatificados y los demás tienen introducida la causa de beatificación.

Durante 250 años 50.000 “católicos ocultos” de Nagasaki y Goyo en el norte de Kyshu, mantuvieron la fe en la clandestinidad y la sostuvieron de generación a generación. Los padres bautizaban a sus hijos y los educaban en la fe, enseñándoles la doctrina cristiana y las oraciones en latín, sin sacerdotes que les administraran los sacramentos, y con una transmisión oral de la Biblia. La pervivencia de la fe durante estos siglos es un milagro de la fidelidad de la Iglesia japonesa.

fotograma-de-silenceHasta 1908 no regresan los jesuitas a Japón. Lo hicieron tres religiosos procedentes de EE.UU., Alemania y China. La provincia jesuita de Alemania Oriental desde 1933 y la de Toledo (España) desde 1934 comenzaron a colaborar con la misión enviando jesuitas y otras ayudas. Años más tarde se incorporará otra provincia española, la Bética (Andalucía y Canarias).

Dos jesuitas españoles misioneros en Japón han sido Padres Generales de la Compañía de Jesús, el P. Arrupe (1965-1985) y el P. Adolfo Nicolás SJ (2008-2016).

Hoy residen en Japón unos 200 jesuitas, el 30% de ellos nativos. La educación es uno de los pilares de su trabajo. Cuentan con casas de ejercicios, centros de pastoral, parroquias, colegios y la Universidad Sophia. En Nagasaki, la Compañía cuenta con el Museo de los Mártires. Centrado en la historia cristiana de Japón, presenta el testimonio de sus mártires. En la colina en la que se levanta y sus alrededores murieron unos 600 cristianos, de muchas nacionalidades; de ellos, 45 eran jesuitas. Hace unos años fue elevado a santuario diocesano.

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Fuente Religión Digital

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Aquella misa en la favela…, por Pedro Arrupe sj

Viernes, 3 de junio de 2016
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fabela_1Hace algunos años, cuando visitaba una provincia de jesuitas en América Latina, fui invitado a celebrar en un suburbio, en una favela , en uno de los lugares más pobres de la zona. Unas cien mil personas vivían allí en medio del barro, porque este suburbio estaba construido en una depresión que se inundaba cada vez que llovía…

La misa tuvo lugar bajo una es pecie de techumbre en mal estado, sin puerta, con perros y gatos que entraban libremente. La eucaristía comenzó con cantos, acompañados por un guitarrista que no era precisamente un virtuoso. El resultado me pareció, con todo, maravilloso. El canto repetía : “Amar es darse… ¡Qué bello es vivir para amar y qué grande tener para dar!”.

A medida que el canto avanzaba, sentí que se me hacía un gran nudo en la garganta. Tenía que hacer un verdadero esfuerzo para continuar la misa. Aquellas gentes, que parecían no tener nada, estaban dispuestas a darse a sí mismas para comunicar a los demás la alegría, la felicidad.

Cuando en la consagración elevé la hostia, percibí, en medio del tremendo silencio, la alegría del Señor que se encuentra entre los que ama. Como dic e Jesús: “Me ha enviado a predicar la Buena Noticia a los pobres”, y “felices los pobres”...

Al dar la comunión, me fijé en que en aquellos rostros secos, duros, quemados por el sol, había lágrimas que rodaban como perlas. Acababan de encontrarse con Jesús, que era su único consuelo. Mis manos temblaban.

Mi homilía fue corta. Fue sobre todo un diálogo. Me contaron cosas que no suelen escucharse en los discursos importantes, cosas sencillas, pero profundas y sublimes, desde un punto de vista humano.

Una vie jecita me dijo: “Usted es el superior de estos padres, ¿no? Pues bien, señor, un millón de gracias, porque vosotros, los jesuitas, nos habéis dado este gran tesoro que necesitamos y no teníamos: la misa”.

Un muchacho dijo en público: “Padrecito: quiero qu e sepa que estamos muy agradecidos, porque estos padres nos han enseñado a amar a nuestros enemigos. Hace una semana yo había conseguido un cuchillo para matar a un compañero al que odiaba. Pero después de escuchar al padre predicar el Evangelio, en vez de matar a aquel compañero compré un helado y se lo regalé”.

Por fin, un tipo corpulento, con aspecto de delincuente y que casi daba miedo, me dijo: “Venga a mi casa. Tengo un regalo para usted”. Yo, indeciso, dudaba si debería aceptarlo, pero el jesuita qu e me acompañaba me dijo: “Acepte, padre, son muy buena gente”.

Así que fui con él a su casa, que era una barraca medio destruida, y me invitó a sentarme en una silla desvencijada. Desde mi sitio yo podía contemplar la puesta del sol. El grandullón me dijo: “Mire, señor, ¡qué hermosura!” Nos quedamos en silencio durante algunos minutos. El sol desapareció. El hombre exclamó: “No sabía cómo agradecerle todo lo que hacen por nosotros. No tengo nada que darle. Pero pensé que le gustaría ver esta puesta de sol. ¿A que le ha gustado? Adiós”. Y me dio la mano.

Cuando se iba, pensé: “No es fácil encontrar un corazón así”. Ya abandonaba la calleja, cuando una mujer, muy pobremente vestida, se acercó a mí, me besó la mano, me miró y me dijo con voz emocionada: “Padre, rece por mí y por mis hijos. Yo también he oído esa misa tan bonita que usted acaba de decir. Tengo que volver a mi casa. Pero no tengo nada que dar a mis hijos… Rece por mí: Él nos ayudará”. Y desapareció corriendo hacia su casa.

¡Qué cosas aprendí en aquella misa entre los pobres! ¡Qué diferencia con las grandes recepciones que organizan los poderosos de este mundo!

Testimonio de Pedro Arrupe recogido en un libro-entrevista de Jean-Claude Distsch

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Pedro Arrupe, compañero de Jesús

Martes, 15 de marzo de 2016
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Del blog Nova Bella:

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“Arrupe miraba al mundo con confianza, no una confianza que le viniera de sí mismo, sino que le venía de sentirse parte activa de la mirada amorosa y comprometida de Dios que en Jesús se hace un «sí» total a la humanidad y a la vida. Sus frases habituales eran del estilo de «todo ser humano lleva en su misma esencia algo de bueno que debemos conducir a Dios»; «teniendo confianza mutua se consigue todo»; «podemos contribuir a que la parte luminosa aumente en el mundo».

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Julio Martínez

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Ven Espíritu Creador

Sábado, 14 de junio de 2014
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Señor, ¡necesito de tu Espíritu!, de aquella fuerza divina que ha transformado tantos, haciéndoles capaces de gestos extraordinarios de entrega generosa a tu pueblo.

Sintiendo el reto de la misión que me encomiendas, desearía yo, una acción muy profunda tuya en mi alma, que me concediera los tesoros de los dones que repartiste a tantos hombres y mujeres: de sabiduría e inteligencia, de consejo y fortaleza, de conocimiento y temor de Dios, que fue el ideal de tantas almas santas de esta tierra.

Dame lo que diste a los profetas. Que, aunque mi ser pequeño proteste, me vea forzado a hablar por la seducción soberana de tu Evangelio.

Dame aquel Espíritu que lo escruta todo, lo sugiere todo y lo enseña todo. Aquel Espíritu que transformó a los débiles pescadores de Galilea en las columnas vivas de tu Iglesia, por el sencillo testimonio de su amor por sus hermanos. Aquel Espíritu que transformó la terquedad indómita de Pablo en la ruta de Damasco, colmándole de gracia su existencia para convertirlo en apóstol de tu Cristo.

Y esta efusión vivificante será como una nueva creación de corazones transformados, de una sensibilidad receptiva a la voz que nos viene de nuestro Padre, de una fidelidad espontánea a su Palabra. Y así nos hallarás más fieles, más disponibles y más compañeros, para servir alegres a tu pueblo sediento de tu Reino.

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Pedro Arrupe sj

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Recordatorio

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