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“María y la liberación de los pobres”, por Segundo Galilea.

Martes, 12 de diciembre de 2023
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191213_4084586_Reaparece_imagen_de_la_Virgen_de_Guadalupe_bEl tema de María en la liberación cristiana e integral de los pobres y oprimidos va a surgir como el resultado del encuentro entre la devoción popular mariana (que es la propia de esos pobres) y la aspiración y movilización de esos mismos pobres en busca de su dignidad, de sus derechos y de su libertad violados por sistemas socialmente injustos y muchas veces políticamente opresivos.

La cuestión puede plantearse así: ¿de qué manera influye la piedad y espiritualidad popular mariana en las aspiraciones y tareas de liberación de los pobres? ¿Tiene María un lugar en una sana teología espiritual de la liberación de los pobres? La respuesta eclesial es afirmativa. Puede ser articulada teológicamente e integrarse en la tradición mariológica de la iglesia. Ello es posible debido a que el tercer mundo católico ha ido tomando conciencia, casi simultáneamente: a) de los caminos de su liberación, b) de la naturaleza colectiva que ésta tiene en los pobres, c) de las potencialidades liberadoras de su catolicismo popular y de su piedad mariana.

Por eso, la relativamente reciente reflexión cristiana sobre la liberación ha dado un lugar a María desde el inicio, al lado del lugar central de Jesucristo. Esta mariología liberadora se ha ido enriqueciendo en los últimos años, no sólo con la experiencia espiritual de las comunidades cristianas y con la elaboración de los teólogos, sino muy decisivamente con intervenciones del magisterio de la iglesia. Los enfoques de Juan Pablo II sobre María y la liberación, la dignidad de los pobres y la justicia, expresados sobre todo en sus viajes a América Latina, son abundantes al respecto.

No se trata de extrapolar los evangelios a nuestra situación actual, ni de forzar las fuentes de la revelación, haciendo de María una militante de la liberación y de la justicia, en los términos y maneras que hoy lo entendemos. Ello sería tan errado como innecesario. Si María tiene un lugar en la liberación y justicia de los pobres, es por su actitud y por su capacidad de inspiración evangélica y humanizadora, y no tanto como modelo de acción militante. Así como María es también modelo de acción misionera e inspiración y criterio para los misioneros, aunque ella nunca haya sido misionera en el sentido que hoy lo entendemos. No; de cara a la misión o a la liberación, María no fue una militante, ni hay que buscar en ella modelos de militancia según los términos actuales.

El lugar de María en la liberación es mucho más profundo: ella nos revela por el testimonio de su vida las grandes actitudes cristianas que deben acompañar a los militantes de la liberación; por la función maternal que ejerce en los hijos de Dios ella inspira y nutre las motivaciones de los cristianos que luchan por la liberación y la justicia; ella es un signo que alimenta la esperanza cristiana en la liberación total de los pobres y sufrientes. María es necesaria para que los pobres y oprimidos tengan presentes las actitudes y criterios que se requieren para hacer de su liberación un camino auténtico de libertad de toda forma de servidumbre humana. María les testimonia, por su pobreza y humildad, que la verdadera liberación y libertad no es hacerse rico, ni actuar insolidariamente, ni buscar poder para abusar de otros más débiles, ni acceder al desarrollo para caer en servidumbres nuevas de hedonismo y materialismo.

La contribución de María a una espiritualidad de solidaridad liberadora con los pobres puede resumirse así:

1. La Predilección de María por los pobres y oprimidos.

María formó parte del pueblo llano de su tiempo, compartió su vida ardua y anónima. (El grado sociológico de la pobreza de María —o de Jesús, para el caso— no tiene importancia aquí.) Por ello se identifica con los sencillos y modestos de la tierra. Al compartir su suerte les revela su dignidad: la madre de Dios y de los hombres es una mujer como ellos. Esta solidaridad de María con la pobreza y los pobres es ya un factor en su liberación, pues la liberación comienza y se alimenta con el descubrimiento de la dignidad de los pobres y de su mutua solidaridad.

Esta opción preferencial por los pobres en María no es sólo un hecho evangélico: en la condición ardua y pobre del nacimiento de Jesús, en la inseguridad de la persecución de Herodes, que la llevó a exiliarse en Egipto con su familia, en la vida opaca y modesta de Nazaret como una mujer más del pueblo, etc. Es también un aspecto de la devoción popular mariana. El pueblo sencillo y pobre siente a María cercana, una de ellos. Las tradiciones sólidas de apariciones marianas (Guadalupe, Lourdes, Fátima como ejemplos bien conocidos) se dan en lugares pobres y a gente sencilla, a menudo niños y niñas. Los grandes lugares de veneración mariana son visitados sobre todo por los más pobres, necesitados, sufrientes y oprimidos, aun sociopolíticamente. Todo esto encierra un gran mensaje mariano sobre la dignidad de los pobres y una llamada a la solidaridad por su liberación humana.

2. María arroja una nueva luz en la liberación de inspiración cristiana.

Ésta se afirma esencialmente en la dignidad de los pobres y en los derechos que esta dignidad reclama. La liberación es la plenitud de la dignidad humana. La liberación tiene también por base la solidaridad fraterna de todos los hombres, creados todos a semejanza de Dios e hijos de Dios por gracia. La liberación debe conducir no sólo a sistemas más justos, sino sobre todo a la convivencia fraterna, debe transitar por los caminos de la solidaridad y no por las vías del odio, de la violencia y la lucha ciega y sistemática. Los logros puramente materiales de la liberación son relativos y aun ambiguos si no conducen a crecer en dignidad y en fraternidad de lo cual María fue modelo y es inspiración.

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3. María era consciente y solidaria con las miserias y servidumbres del pueblo de Israel.

Participaba en el anhelo de liberación de ese pueblo; integró ese anhelo en la promesa de Dios y en la obra de Cristo como redentor del pecado y como salvador de toda servidumbre humana. María dio a los anhelos de liberación de su pueblo un horizonte de esperanza en la venida del reino de Dios, que haría nuevas todas las cosas.

Esta actitud de María está condensada en su Magnificat (Lc 1,46-55). En el tercer mundo creyente se reza el Magníficat teniendo presente esta actitud. En algunos lugares se ha convertido en un texto clave para entender la actitud de María en la liberación de su pueblo. El propio magisterio de la iglesia ha hecho uso de él en este sentido (cf Puebla 297; instrucción sobre “Libertad cristiana y liberación”, Cong. de la Fe, n. 48; encíclica de Juan Pablo II sobre la “Bienaventurada Virgen María en la vida de la iglesia peregrina” (Redemptoris Mater, n. 37). El tema ha sido reiterado por el propio papa Juan Pablo II, particularmente en sus viajes a Iberoamérica, comenzando por su homilía en Zapopán, México (AAS LXXI, p. 230). En todo esto no hay abuso sociológico o ideológico con respecto al Magníficat; sólo la constatación de que las promesas de Dios, que se han comenzado a realizar con la venida de Cristo, por las que María da gracias al haber sido elegido como humilde instrumento, incluyen la realización de un reino de justicia entre los hombres. Un reino que enaltece a los humildes y derriba a los poderosos, que colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos (Lc 1,51-53). Esta promesa forma parte para siempre de la esperanza de los pobres, de la que María es un testigo privilegiado.

El mordiente liberador de la piedad mariana, ¿es sólo una hermosa teoría o responde a experiencias y hechos? ¿Ha habido momentos en la historia de esos pueblos en que María haya simbolizado e inspirado la causa de la justicia y la libertad? Hechos pasados y recientes responden que sí. Aunque en esto las motivaciones del pueblo o de los líderes sean complejas y se dé siempre la tentación de utilizar política o ideológicamente la devoción religiosa con las ambigüedades consiguientes, existe siempre el hecho de que en momentos de crisis, cuando está en juego la libertad, la intuición religiosa popular vio en María una protección y un símbolo de Dios que hace suya la justa causa de los pobres. Todo país en que la devoción mariana tiene una envergadura popular podría contribuir con ejemplos. Ya recordamos más atrás el caso, entre otros, del lugar de María en las gestas de emancipación de los países de Iberoamérica. Ejemplos contemporáneos tampoco faltan, desde los campesinos mexicoamericanos que en California luchan por sus reivindicaciones bajo el estandarte de la Virgen de Guadalupe hasta el pueblo filipino, que en 1986 cambió su sistema de gobierno no con armas ni puras consignas políticas, sino con manifestaciones pacíficas presididas por imágenes de María y rezando el rosario.

Segundo Galilea

Diccionario de Mariología

Fuente Reflexión y Liberación

Espiritualidad , , , , , ,

“María y la liberación de los pobres”, por Segundo Galilea.

Lunes, 12 de diciembre de 2022
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191213_4084586_Reaparece_imagen_de_la_Virgen_de_Guadalupe_bEl tema de María en la liberación cristiana e integral de los pobres y oprimidos va a surgir como el resultado del encuentro entre la devoción popular mariana (que es la propia de esos pobres) y la aspiración y movilización de esos mismos pobres en busca de su dignidad, de sus derechos y de su libertad violados por sistemas socialmente injustos y muchas veces políticamente opresivos.

La cuestión puede plantearse así: ¿de qué manera influye la piedad y espiritualidad popular mariana en las aspiraciones y tareas de liberación de los pobres? ¿Tiene María un lugar en una sana teología espiritual de la liberación de los pobres? La respuesta eclesial es afirmativa. Puede ser articulada teológicamente e integrarse en la tradición mariológica de la iglesia. Ello es posible debido a que el tercer mundo católico ha ido tomando conciencia, casi simultáneamente: a) de los caminos de su liberación, b) de la naturaleza colectiva que ésta tiene en los pobres, c) de las potencialidades liberadoras de su catolicismo popular y de su piedad mariana.

Por eso, la relativamente reciente reflexión cristiana sobre la liberación ha dado un lugar a María desde el inicio, al lado del lugar central de Jesucristo. Esta mariología liberadora se ha ido enriqueciendo en los últimos años, no sólo con la experiencia espiritual de las comunidades cristianas y con la elaboración de los teólogos, sino muy decisivamente con intervenciones del magisterio de la iglesia. Los enfoques de Juan Pablo II sobre María y la liberación, la dignidad de los pobres y la justicia, expresados sobre todo en sus viajes a América Latina, son abundantes al respecto.

No se trata de extrapolar los evangelios a nuestra situación actual, ni de forzar las fuentes de la revelación, haciendo de María una militante de la liberación y de la justicia, en los términos y maneras que hoy lo entendemos. Ello sería tan errado como innecesario. Si María tiene un lugar en la liberación y justicia de los pobres, es por su actitud y por su capacidad de inspiración evangélica y humanizadora, y no tanto como modelo de acción militante. Así como María es también modelo de acción misionera e inspiración y criterio para los misioneros, aunque ella nunca haya sido misionera en el sentido que hoy lo entendemos. No; de cara a la misión o a la liberación, María no fue una militante, ni hay que buscar en ella modelos de militancia según los términos actuales.

El lugar de María en la liberación es mucho más profundo: ella nos revela por el testimonio de su vida las grandes actitudes cristianas que deben acompañar a los militantes de la liberación; por la función maternal que ejerce en los hijos de Dios ella inspira y nutre las motivaciones de los cristianos que luchan por la liberación y la justicia; ella es un signo que alimenta la esperanza cristiana en la liberación total de los pobres y sufrientes. María es necesaria para que los pobres y oprimidos tengan presentes las actitudes y criterios que se requieren para hacer de su liberación un camino auténtico de libertad de toda forma de servidumbre humana. María les testimonia, por su pobreza y humildad, que la verdadera liberación y libertad no es hacerse rico, ni actuar insolidariamente, ni buscar poder para abusar de otros más débiles, ni acceder al desarrollo para caer en servidumbres nuevas de hedonismo y materialismo.

La contribución de María a una espiritualidad de solidaridad liberadora con los pobres puede resumirse así:

1. La Predilección de María por los pobres y oprimidos.

María formó parte del pueblo llano de su tiempo, compartió su vida ardua y anónima. (El grado sociológico de la pobreza de María —o de Jesús, para el caso— no tiene importancia aquí.) Por ello se identifica con los sencillos y modestos de la tierra. Al compartir su suerte les revela su dignidad: la madre de Dios y de los hombres es una mujer como ellos. Esta solidaridad de María con la pobreza y los pobres es ya un factor en su liberación, pues la liberación comienza y se alimenta con el descubrimiento de la dignidad de los pobres y de su mutua solidaridad.

Esta opción preferencial por los pobres en María no es sólo un hecho evangélico: en la condición ardua y pobre del nacimiento de Jesús, en la inseguridad de la persecución de Herodes, que la llevó a exiliarse en Egipto con su familia, en la vida opaca y modesta de Nazaret como una mujer más del pueblo, etc. Es también un aspecto de la devoción popular mariana. El pueblo sencillo y pobre siente a María cercana, una de ellos. Las tradiciones sólidas de apariciones marianas (Guadalupe, Lourdes, Fátima como ejemplos bien conocidos) se dan en lugares pobres y a gente sencilla, a menudo niños y niñas. Los grandes lugares de veneración mariana son visitados sobre todo por los más pobres, necesitados, sufrientes y oprimidos, aun sociopolíticamente. Todo esto encierra un gran mensaje mariano sobre la dignidad de los pobres y una llamada a la solidaridad por su liberación humana.

2. María arroja una nueva luz en la liberación de inspiración cristiana.

Ésta se afirma esencialmente en la dignidad de los pobres y en los derechos que esta dignidad reclama. La liberación es la plenitud de la dignidad humana. La liberación tiene también por base la solidaridad fraterna de todos los hombres, creados todos a semejanza de Dios e hijos de Dios por gracia. La liberación debe conducir no sólo a sistemas más justos, sino sobre todo a la convivencia fraterna, debe transitar por los caminos de la solidaridad y no por las vías del odio, de la violencia y la lucha ciega y sistemática. Los logros puramente materiales de la liberación son relativos y aun ambiguos si no conducen a crecer en dignidad y en fraternidad de lo cual María fue modelo y es inspiración.

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3. María era consciente y solidaria con las miserias y servidumbres del pueblo de Israel.

Participaba en el anhelo de liberación de ese pueblo; integró ese anhelo en la promesa de Dios y en la obra de Cristo como redentor del pecado y como salvador de toda servidumbre humana. María dio a los anhelos de liberación de su pueblo un horizonte de esperanza en la venida del reino de Dios, que haría nuevas todas las cosas.

Esta actitud de María está condensada en su Magnificat (Lc 1,46-55). En el tercer mundo creyente se reza el Magníficat teniendo presente esta actitud. En algunos lugares se ha convertido en un texto clave para entender la actitud de María en la liberación de su pueblo. El propio magisterio de la iglesia ha hecho uso de él en este sentido (cf Puebla 297; instrucción sobre “Libertad cristiana y liberación”, Cong. de la Fe, n. 48; encíclica de Juan Pablo II sobre la “Bienaventurada Virgen María en la vida de la iglesia peregrina” (Redemptoris Mater, n. 37). El tema ha sido reiterado por el propio papa Juan Pablo II, particularmente en sus viajes a Iberoamérica, comenzando por su homilía en Zapopán, México (AAS LXXI, p. 230). En todo esto no hay abuso sociológico o ideológico con respecto al Magníficat; sólo la constatación de que las promesas de Dios, que se han comenzado a realizar con la venida de Cristo, por las que María da gracias al haber sido elegido como humilde instrumento, incluyen la realización de un reino de justicia entre los hombres. Un reino que enaltece a los humildes y derriba a los poderosos, que colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos (Lc 1,51-53). Esta promesa forma parte para siempre de la esperanza de los pobres, de la que María es un testigo privilegiado.

El mordiente liberador de la piedad mariana, ¿es sólo una hermosa teoría o responde a experiencias y hechos? ¿Ha habido momentos en la historia de esos pueblos en que María haya simbolizado e inspirado la causa de la justicia y la libertad? Hechos pasados y recientes responden que sí. Aunque en esto las motivaciones del pueblo o de los líderes sean complejas y se dé siempre la tentación de utilizar política o ideológicamente la devoción religiosa con las ambigüedades consiguientes, existe siempre el hecho de que en momentos de crisis, cuando está en juego la libertad, la intuición religiosa popular vio en María una protección y un símbolo de Dios que hace suya la justa causa de los pobres. Todo país en que la devoción mariana tiene una envergadura popular podría contribuir con ejemplos. Ya recordamos más atrás el caso, entre otros, del lugar de María en las gestas de emancipación de los países de Iberoamérica. Ejemplos contemporáneos tampoco faltan, desde los campesinos mexicoamericanos que en California luchan por sus reivindicaciones bajo el estandarte de la Virgen de Guadalupe hasta el pueblo filipino, que en 1986 cambió su sistema de gobierno no con armas ni puras consignas políticas, sino con manifestaciones pacíficas presididas por imágenes de María y rezando el rosario.

Segundo Galilea

Diccionario de Mariología

Fuente Reflexión y Liberación

Espiritualidad , , , , ,

Ponerse en su lugar

Jueves, 5 de septiembre de 2019
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Scott Warren se enfrenta a 10 años de cárcel por dejar agua en el desierto a personas migrantes en Estados Unidos. ¡Exige que se le retiren los cargos!

*

“Las personas están hechas de tal modo que quienes oprimen no sienten nada;

es la persona oprimida la que siente lo que está ocurriendo.

A menos que nos hayamos puesto del lado de la persona oprimida,

para sentir como ella,

no podemos entender”.

*

Simone Weil

simone-weil2

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , ,

4ª etapa del Camino a Pentecostés. El Espíritu Santo consagra, unge a Jesús, para su Misión: Anunciar la Buena Nueva a los Pobres, y la liberación a los oprimidos Arnaldo Zenteno S.J. del equipo Animador CEB. Managua, Nicaragua

Domingo, 8 de junio de 2014
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5Leído en la página web de Redes Cristianas

El Espíritu Santo nos unge para seguir fielmente a Jesús en su Misión.

Nota previa: En la etapa anterior, vemos como el Espíritu conduce a Jesús al Desierto y le acompaña para vencer las Tentaciones que deformarían su identidad como Mesías. O sea en negativo vemos en lo que rechaza Jesús, la deformación del Mesías, lo contrario al Proyecto de Dios. En esta etapa vemos en positivo como el Espíritu lo unge para realizar su Misión conforme con el Corazón de Dios. Y nos preguntamos por nuestra Misión.

VER.

1.- Si vemos el ambiente que nos rodea, en la práctica para muchos cristianos a)Digamos en pocas palabras ¿Cuál es la Misión de Jesús?
b) Valoremos y analicemos las afirmaciones siguientes- de lo que suele pensar la gente que nos rodea o con la que tratamos o la que participa en nuestros Proyectos:
– ¿Su Misión es sobre todo hacer Milagros y responder así a nuestra Oraciones?
– ¿Su misión es estar en cada uno de nosotros-as y darnos la salvación individualmente y sin que esto tenga que ver con la situación del mundo que nos rodea ni con el cambio que sería necesario hacer en nuestra sociedad? ¿Lo principal que le interesa a Jesús en nuestra salvación eterna?
-La Misión de Jesús ¿es perdonarnos nuestros pecados?
– La Misión de Jesús ¿es sobre todo consolarnos en nuestras penas?

2.- Pensando ahora en nosotros mismos digamos en pocas palabras ¿Cuál es la Misión de Jesús , su identidad como Mesías? ¿Cómo vemos a Jesús nosotros?

3.- Digamos ahora en pocas palabras ¿Cuál es nuestra Misión como Comunidades y en qué se parece o se diferencia de la Misión de Jesús?

4.- En lo que recogimos de lo que mucha gente piensa sobre la Misión de Jesús ¿dónde aparece o no aparece la acción del Espíritu Santo? Y ¿por qué?

5.-Cuándo formulamos la Misión de las Comunidades ¿aparece allí el Espíritu Santo? Sí o No, y ¿por qué?

JUZGAR:

1.-Jesús ya ha predicado y hecho milagros fuera de Nazaret pequeño poblado-ranchería o comarca donde vivió y trabajó. Sus vecinos y conocidos se dicen ¿no es este el artesano que conocimos? ¿de dónde le viene todo esto? Desean y esperan sobre todo que haga Milagros a favor de ellos. También quieren escuchar su palabra.

Y Jesús en la Sinagoga va a presentarse, va a decirles quién es El y cuál es su Misión.Busca y halla un texto del Profeta Isaías (texto del 3er Isaías escrito al regreso del destierro en Babilonia) y Jesús empieza diciendo claramente: El Espíritu , me ha ungido, me ha consagrado….La palabra Cristo o Mesías quiere decir eso: Ungido y Consagrado, y lo es por el Espíritu Santo.

2.- Nosotros y en general los cristianos hablamos de la Misión de Jesús, pero no solemos hablar del Espíritu Santo en relación con la Misión de Jesús, a no ser ahora lo digamos por estar preparando la celebración de Pentecostés. Para Jesús es fundamental la acción, la consagración o unción del Espíritu Santo, pero para nosotros es algo irrelevante o que simplemente ni aparece. Y ya hemos visto en las etapas anteriores que el Espíritu Santo está presente y actúa desde la Encarnación de Jesús, en su conciencia de ser el hijo muy amado del Padre, y es el Espíritu el que lo conduce, lo empuja y lo acompaña al Desierto para ser tentado y definir su Misión, el sentido verdadero de su Mesianismo. Y ahora dando sentido a todas sus palabras nos dice, proclama: El Espíritu me ha consagrado para…
Pregunta: Podemos preguntarnos a) ¿Por qué nosotros no explicitamos la acción del Espíritu Santo en la Misión de Jesús? b) ¿Por qué probablemente tampoco lo hacemos al explicitar la Misión de nuestras Comunidades, y nuestra propia Misión personal y familiar?
-Si por el Bautismo somos consagrados como discípulas-os de Jesús ¿ no deberíamos vivir esto como fiel respuesta a la acción, al Actuar del Espíritu Santo en nosotras-os?

3.- Jesús nos dice expresamente que está Consagrado, Ungido por el Espíritu para Anunciar la Buena Noticia a los Pobres, la liberación a los Oprimidos y proclamar el Año de Gracia (de Justicia y Reconciliación también social) Si contrastamos esto con la predicación de Juan Bautista, y quizá con nuestra propia predicación, vemos que Juan Bautista habla sobre todo del pecado y de la conversión para ser buenos judíos y recibir al Mesías- y habla también del castigo si no nos convertimos. Jesús empieza a hablar de la Buena Noticia- claro también hablará y denunciará el pecado como lo contrario a la Buena Noticia de Dios, y lo diráen relación con esa Buena Noticia y el Amor Misericordioso de nuestro Buen Padre Dios.

4.-Jesús hizo Milagros conmovido en su corazón ante el dolor y la exclusión humana, pero no fue un curandero, ni médico. Hizo Milagros , pero en relación a la Buena Noticia de Dios

5.- Cuando preguntamos que es el Reino de Dios, se suele responder la Justicia, la Solidaridad etc… y eso es verdad en parte, pero allí ¿dónde aparece la Buena Noticia de Dios- pues se habla del Reino y de la Justicia, sin embargo no se explicita que eso, que esa vida Digna, es el sueño de Jesús, su Misión, el Reino de Dios? y cuándo hablamos del Reino de Dios ¿ aparece allí la Acción el Actuar, el impulso, la Inspiración del Espíritu Santo? Tal vez ahora en Pentecostés es un momento de convertirnos de reconocer, explicitar y abrirnos a la Acción del Espíritu Santo.

6.- Si meditamos o analizamos una de las formulaciones de nuestra Misión podemos sin duda reconocernos y alegrarnos por esta Misión, pero me vuelvo a preguntar y les pregunto:¿dónde se explicita ahí la acción del Espíritu Santo?

7.- Como insisten hoy los teólogos es muy importante no solo ver al Cristo Resucitado o exaltado ya en la Gloria, sino verlo en relación con el Jesús histórico que vivió, caminó y luchó, y fue ejecutado en nuestra historia caminando semejante a nosotros en todo , excepto en el pecado. Pero insisten en que el seguimiento fiel de Jesús histórico, no lo podemos separar, sino ver indisolublemente ligado en Jesús y en nosotros a la Acción del Espíritu Santo.

ACTUAR:

Para nuestro Actuar podemos tomar el texto de Lucas al hablar de la Ascensión de Jesús al cielo: Ustedes serán Bautizados en el Espíritu Santo (Hechos 1,5) Van a recibir la fuerza del Espíritu para ser mis Testigos en Jerusalén, Samaria y hasta los límites de la tierra(Hechos 1,8), y podemos preguntarnos 1.- ¿Qué vamos a hacer en nuestras familias y Comunidades para tener más conciencia y explicitar más y reconocer e invocar la Acción del Espíritu en Jesús y en nosotras-os y nuestras Comunidades?

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