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MOCEOP: “Como los curas austriacos, no rechazaremos a ninguna pareja de cualquier condición que se ame”

Miércoles, 24 de marzo de 2021
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Parejas-homosesuales-Iglesia_2324177573_15416886_660x371Comunicado sobre la negativa de la jerarquía a bendecir a las parejas homosexuales

“La jerarquía de la Iglesia ha vuelto estos días a condenar por enésima vez las relaciones homosexuales”

“Otra vez la jerarquía de nuestra Iglesia, anclada en prejuicios irracionales, sigue sin tener en cuenta a gran parte del pueblo de Dios, para quien no es aceptable el rechazo de la homosexualidad”

“Pensamos que lo más grave es que esto sigue haciendo sufrir a muchos cristianos y cristianas, y está contra la misericordia y el amor de Jesús de Nazaret a los excluidos”

(MOCEOP).- La jerarquía de la Iglesia ha vuelto estos días a condenar por enésima vez las relaciones homosexuales. La Congregación para la Doctrina de la Fe respondió negativamente, de forma oficial en la web vaticana, a la pregunta de si la Iglesia puede dar su bendición a las parejas homosexuales: “No es lícito impartir una bendición a relaciones, o a parejas incluso estables, que implican una praxis sexual fuera del matrimonio (es decir, fuera de la unión indisoluble de un hombre y una mujer abierta, por sí misma, a la transmisión de la vida), como es el caso de las uniones entre personas del mismo sexo”.

Aparte de pervertir el sentido evangélico de la bendición: desear la bendición de Dios a los amigos o las buenas personas que la piden –como sigue siendo una bonita práctica sobre todo en los pueblos de América Latina- e incluso a los enemigos (Lc 6,28), esta declaración eclesiástica nos trae de nuevo la postura de la jerarquía eclesiástica frente a las personas y el colectivo LGTBI, que vuelve a ser negativa; aunque unas palabras del papa Francisco hace tiempo parecían presagiar un cambio de actitud. ¿Aprobaría él este comunicado o estará prisionero de los sectores más conservadores y tradicionalistas de la Iglesia para impedir las necesarias transformaciones en ésta?

Nuestra jerarquía sigue empeñada en su tradición doctrinal, sin entender que las relaciones homosexuales pueden ser de amor y, por lo tanto, buenas y muy queridas por Dios. Sigue empecinada en un dogmatismo rayano en fundamentalismo, creyéndose la única intérprete autorizada del “designio de Dios sobre el matrimonio y la familia”, confundiendo lo que Dios quiere con su propia doctrina y prejuicios, y diciendo que si una pareja de gays o lesbianas dice que están verdaderamente enamorados y se aman generosa y limpiamente, se equivocan: es una ilusión, un engaño.

Otra vez la jerarquía de nuestra Iglesia, anclada en prejuicios irracionales, sigue sin tener en cuenta a gran parte del pueblo de Dios, para quien no es aceptable el rechazo de la homosexualidad. Una postura que es, además, muy cínica por parte de muchos de nuestros jerarcas represores, como ha quedado de manifiesto.

Manifiesta estar fuera de la evolución histórica y social, fuera de su tiempo, fuera de los avances en los derechos humanos como el que supone amar con respeto y generosidad a quien y como uno quiera. Manifiesta estar fuera del conocimiento de la persona humana que nos fueron dando las ciencias humanas y la experiencia de que hay un espectro muy variado y legítimo de orientaciones sexuales humanas. Manifiesta, en fin, estar fuera de la realidad en el sentido de que las relaciones de amor no están necesaria ni exclusivamente centradas en la procreación, como afirma la nueva moral cristiana que estudiamos hace ya cuarenta años y reconoce para el matrimonio el mismo Derecho Canónico.

Pensamos que lo más grave es que esto sigue haciendo sufrir a muchos cristianos y cristianas, y está contra la misericordia y el amor de Jesús de Nazaret a los excluidos. Lo veíamos estos días en una dolorida y anónima “Carta abierta de un joven gay a Dios con motivo de la última declaración de la Santa Sede sobre la bendición de parejas homosexuales”, aparecida en Religión Digital y de la que recordamos aquí sus palabras, porque las suyas son más importantes que las nuestras:

“Señor, hoy soy solo uno más de tus hijos, que puede ser tu hija, también, y a quien llamas con nombre propio, con plena dignidad… No es nuevo que nos llamen personas con ‘tendencias objetivamente desordenadas’ y que nos pongan el sello del pecado. No es nuevo, pero siempre que se reafirma es doloroso, muerde el alma como el mal espíritu al corazón de tus santos… Recuerdo mi miedo, Señor, miedo que mata la esperanza, que mata la vida… Señor, veo la iglesia delante de mí cerrada… Y luego pienso, ¿esta es la Iglesia que tú querías? ¿Ésta de puertas cerradas, con olor a polilla, de columnas de piedra, de retablos de oro? ¿Ésta de cardenales que acusan, de poderosos que presionan, que le matan el vuelo a la libertad, a la novedad y al encuentro?… Te hablo desde mi fragilidad, Señor, desde mi dolor, desde mi soledad… Te hablo desde mis días de… dolor de consciencia desesperada, de sueños rotos, de necesidad de amor, cariño, libertad, paz… Señor, que repitamos ‘bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados’…y que amemos mucho, en nuestros trabajos, en nuestras familias, en nuestras camas, en todas partes, a quien sea y como sea, pero siempre amando”.

Pero importantes sectores de la Iglesia europea, inmediatamente después de hacerse pública esta declaración, manifestaron que seguirán bendiciendo las uniones homosexuales exigiendo la modernización de la Iglesia, porque –dice un grupo de curas austríacos– “la realidad nos ha demostrado que las parejas homosexuales pueden celebrar el amor de Dios en la Iglesia igual que el resto”.

Como hermanos y hermanas del MOCEOP nos unimos a esta actitud de rebeldía de nuestros colegas ante una norma de la jerarquía que consideramos injusta y que no corresponde con la misericordia de Dios con todos sus hijos e hijas; como ellos, seguiremos con nuestra disidencia práctica y no rechazaremos a ninguna pareja de cualquier condición que se ame y busque de nuestra parte la bendición de Dios.

Pero sí se pueden bendecir armas que matan…

 

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La tragedia de la inmigración (Moceop).

Jueves, 22 de marzo de 2018
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llegan_a_la_isla_italiana_de_lampedusa__inmigrantes_del_norte_de_frica_594116cc8be4f28c1e7469b17_gUn nuevo mazazo informativo nos ha sacudido a todos, por la noticia de la muerte de 20 inmigrantes en aguas de Melilla y la desaparición de otros 27. En total, 47 vidas humanas que se han perdido. La patera en la que viajaban zozobró y los cuerpos flotantes de 20 de ellos, fueron avistados por pasajeros de un buque que dio el aviso para que las autoridades los rescataran.

¿Hasta cuándo vamos a estar familiarizándonos con estos trágicos hechos que por desgracia tan a menudo suceden?

Desde MOCEOP denunciamos las políticas migratorias de la Unión Europea que provoca estas tragedias. Desde 1997 más de 6.000 personas han perdido la vida intentando llegar a Europa huyendo de las guerras, del hambre, de las enfermedades, de la miseria.

Un fenómeno que aumenta de manera alarmante. En 2016 llegaron a nuestro país 6979 personas. En 2017 fueron 20.757. Un aumento de un 197%.

Basta ya de tantas fronteras abiertas para el libre flujo de productos y capitales, pero cerradas para las personas.

Basta ya de concertinas que destrozan y matan, de vallas, de devoluciones en caliente por las que España ha sido condenada por el Tribunal europeo de Derechos Humanos…

Basta ya de unos CIES donde no se respetan los derechos humanos y donde han muerto ya 8 personas en dependencias de encierro y traslado forzoso y cuya responsabilidad recae sobre el Estado.

Como dice Francisco “Somos hijos de las migraciones y es una obligación ética acoger a las personas migrantes”… con carácter prioritario a quienes huyen de la guerra.

El arzobispo de Tánger Monseñor Agrelo dice: “No creo que haya nadie con capacidad moral de prohibir el paso al pobre”.

Apoyamos a Francisco en su mensaje anticipado con motivo de la Jornada mundial del migrante y del refugiado donde marca las líneas que debemos todos (autoridades y ciudadanos) fomentar con los que llegan a nuestros lugares, a nuestros pueblos, a nuestras ciudades:

ACOGER: que emigrantes y refugiados puedan entrar de modo seguro, sin esos riesgos que a miles de ellos les supone la muerte. Se deben conceder visados por motivos humanitarios y de reagrupación familiar. Hay que activar políticas internacionales de asilo y refugio, replanteando las actuales. Apertura de corredores humanitarios…

PROTEGER: “toda una serie de acciones en defensa de los derechos y de la dignidad de los emigrantes y refugiados, independientemente de su estatus migratorio”.

PROMOVER: para que puedan realizarse como personas: derecho a un trabajo, a reagrupación familiar…

INTEGRAR: fomentar la cultura del encuentro intercultural… para enriquecimiento mutuo de las culturas…

Todo nuestro apoyo al papa Francisco y a los colectivos que trabajan desde hace años con los inmigrantes luchando por el reconocimiento de sus derechos y denunciando las injusticias que contra ellos se cometen.

Moceop (Movimiento por el celibato opcional)

9 de Febrero de 2018

Fuente Fe Adulta

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Clelia Luro, viuda del obispo Jerónimo Podestá

Domingo, 21 de agosto de 2016
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cleliajeronimopodesta“Memoria viva de una Iglesia sufriente”

Podestá: “Deseo que mi vida con Clelia sea leída con ojos limpios, como haría Cristo”

(Josemari Lorenzo).- Pese a que el Vaticano siempre se refirió a ella, con gran ridículo, como “esa mujer” o “la consabida persona”, el nombre de la argentina Clelia Luro ocupó grandes espacios en los medios de comunicación en la última parte del siglo pasado y primeros años del actual.

Nacida rica en el barrio porteño de La Recoleta y muy activa en el periodismo o como escritora de libros, su combate por un cristianismo liberador y los derechos de los curas casados le permitió relacionarse con grandes prelados -Hélder Cámara, Pere Casaldáliga, el británico cardenal Hume…-, con lo más granado de la teología de la liberación -Leonardo Boff y Gustavo Gutiérrez- y con intelectuales de todos los continentes, entre otros los cineastas Fellini y Pasolini.

Pero era conocida sobre todo por su relación con el obispo Jerónimo Podestá. Juntos, como “pareja sacerdotal” (así se presentaban) lideraron durante décadas el movimiento de los sacerdotes casados que buscan la aceptación del Vaticano. El Movimiento pro Celibato Opcional (MOCEOP) se dijo “huérfano” nada más conocer la muerte de Clelia, el pasado día 5. Tenía 86 años y acababa de remitir al papa Francisco su último libro, Relatos de viajes. Caminos en la diáspora, sobre la larga lucha por el celibato opcional.

Las federaciones de curas casados (unos cien mil, de los que cinco mil son españoles) tienen en Clelia un símbolo. Pero la escritora argentina era mucho más que una luchadora por esa causa. Lo contó en Mi nombre es Clelia, un libro que vino a presentar en Madrid en 2002. EL PAÍS subrayó entonces que, entre las aristas de extrema humanidad que surgen entre el clero casado, ninguna tan viviente como la protagonizada por el obispo Podestá y su asistente Clelia.

De familia bien, estudiante en las mejores universidades -Pontificia de Comillas y Gregoriana de Roma-, elegido muy joven por Juan XXIII como obispo de Avellaneda y participante activo en el Vaticano II, Podestá había apostado por una pastoral liberadora nada más acabar el concilio, lo que le costó la persecución de los militares de su país y, a la par, una ruptura con Roma, entonces amigada con un poder que empezaba a matar en nombre de “los valores cristianos”.

El famoso obispo murió en 2000 y Clelia Luro volvió el año pasado a Madrid para dar a conocer las pastorales y sermones de su marido, y las entrevistas grabadas, los manifiestos y las execraciones contra los poderosos, y también sus bellas cartas de amor. El archivo Podestá es memoria viva de una Iglesia sufriente que ha sido barrida, al menos ocultada, por la jerarquía y que ahora, reinante un buen papa argentino, quizás retome fuerza. Fue Clelia quien hizo popular la queja del gran Dom Hélder: “Si doy comida a los pobres, ellos me llaman santo. Pero si pregunto por qué los pobres no tienen comida, entonces me llaman comunista”. O este otro mensaje de Casaldáliga: “Somos soldados derrotados de una causa invencible”.

Francisco ha prometido dar voz a las mujeres en su Iglesia. Lástima que Clelia haya callado. Nadie como ella vivió en primera persona el apartamiento de la mujer por Roma, aquel arrojarnos a unas nuevas catacumbas, más dolorosas“. Así dijo. Podestá fue muchas veces al Vaticano a explicar al Papa cómo sus problemas en Argentina lo eran por su predicación en favor de los pobres, no por una supuesta relación amorosa con su secretaria, como decía la maledicencia, todavía sin razón. Roma no le creyó.

Para sacarlo de Argentina y dar gusto a los militares, acabó comunicándole por carta la concesión del título de obispo de Orrea de Anínico, una diócesis imaginaria de África. A cambio, debía “arrancar de su corazón y de su lado a esa señora, la consabida persona”. Así se le dijo. Ese mismo día, Podestá tomó la decisión de dar carnalidad a su amor. Escribió: “Deseo que mi vida con Clelia sea leída con ojos limpios, como haría Cristo”.

Lo que vino inmediatamente fue el exilio, escapando de milagro de los matones, enterados de que la molesta pareja había perdido el respeto de Roma.

Clelia nunca se cansó de lamentar que el Vaticano ignorase las advertencias de su marido sobre lo que se avecinaba en Argentina: años de matanzas y terribles violaciones de los derechos humanos. Hace siete meses, comentando la elección de Francisco, que le había alegrado moderadamente, dijo a EL PAÍS: “Si el Papa y los obispos de entonces hubieran alzado la voz no habría habido tanta muerte y tantos desaparecidos. Pero hubo algunos que incluso apoyaron aquel horror”.

Superada la dictadura, la Iglesia argentina pidió perdón por sus silencios o complicidades. Clelia pensaba que “ese ejemplo, tardío pero cierto, no le vendría mal a la jerarquía española, implicada a su vez con una dictadura militar que también mataba en nombre de principios occidentales y cristianos”.

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Curas en unas sociedades adultas

Domingo, 18 de octubre de 2015
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celibato_560x280Encuentro Internacional de Curas Casados

Del 29 de octubre al 1 de noviembre, en Guadarrama

(Tere Cortés, Moceop).- “Curas en unas comunidades adultas”: lema del Encuentro Internacional de Curas Casados, que tendrá lugar los días 29 de octubre al 1 de noviembre, cerca de Madrid (Guadarrama): organizado por la Federación Europea de Curas Católicos Casados y coordinado por MOCEOP, colectivo español surgido hacia 1977 en torno al fenómeno de los curas casados e impulsado por los aires frescos del Concilio Vaticano II.

La realidad social del abandono del ejercicio ministerial por parte de un gran número del clero español, en los años 70 sobre todo, fue motivo de reflexión para comunidades y sacerdotes. De esa reflexión y preocupación por el hecho de las secularizaciones aparece MOCEOP como movimiento cristiano de ayuda y autoayuda, en un principio, para todos aquellos curas que dejaban su vida de curas, teniéndose que reubicar en la sociedad civil, tratando de conservar su dignidad y su fe. La reivindicación de la opcionalidad del celibato frente a la ley impuesta a los sacerdotes de rito latino fue uno de los aglutinantes iniciales, reflejada en las siglas MOCEOP (Movimiento pro Celibato Opcional).

La evolución posterior amplió nuevas perspectivas poniendo entre las coordenadas del movimiento la lucha por los derechos y las grandes causas humanas: libertad, solidaridad, igualdad, ecología, sentido de la vida, esperanza. Y, a la vez, se apostó por una nueva iglesia, en la que la pequeña comunidad se veía como el entorno en el que vivir la fe en Jesús desde el servicio, la vivencia de la fraternidad, la creatividad y otras formas alternativas de vivir en iglesia sin pretender romper con la comunión eclesial.

La vivencia común y compartida con otros colectivos de distintos países de objetivos parecidos hizo que se aunaran fuerzas, lo que dio lugar a un movimiento internacional de curas casados. Y ahora, aprovechando la coincidencia en 2015 de los 50 años del Vaticano II, los 30 del primer congreso de ese movimiento en Ariccia (Italia) y los 10 de la puesta en marcha de la Confederación Internacional, ha parecido oportuno convocar este Encuentro Internacional, para hacer una lectura de lo vivido como movimiento internacional. Para ello, pretendemos, una vez más, compartir nuestras experiencias, desde la fraternidad y la sencillez; realizar un análisis y evaluación de nuestros recorridos personales y como movimientos, así como formular ciertas conclusiones globales; y decidir cuáles son los caminos de futuro para nuestras apuestas y reivindicaciones.

Todo ello se hará en este encuentro, que se pretende sea experiencial y no de debate ideológico, con la participación de otros grupos y comunidades cristianas que tienen recorridos similares de vivencias de una fe, una comunidad y una iglesia renovadas y comprometidas con los retos sociales y eclesiales actuales: compartir esos recorridos siempre nos enriquece y nos ayuda a mejorar la calidad de la sociedad y de la iglesia.

No queremos dejar de ser utópicos: queremos seguir en la lucha leal y aguerrida en la que llevamos tantos años y hemos gastado tantas fuerzas: la felicidad del ser humano a través de nuestros medios y mediaciones, con nuestra impronta cristiana y nuestro compromiso solidario. Queremos seguir sirviendo de referente para quienes viven la fe desde la frontera, desde unas vivencias cristianas y alternativas, en muchas ocasiones, a las oficiales, eclesiásticas, vaticanas. Es el camino que hemos seguido y así lo demuestran los lemas y mensajes de los encuentros que hemos tenido, tanto a nivel local, nacional o internacional: compatibilidad de sacerdocio y matrimonio, el ministerio presbiteral al servicio de la Iglesia de Jesús en el momento actual, nuevos ministerios al servicio de la comunidad, derechos humanos en la Iglesia, la mujer también es iglesia, otra iglesia es posible y real, una nueva espiritualidad centrada en el evangelio, nuevos caminos eclesiales, sueños de quijote para un mundo materializado, la comunidad que sigue a Jesús, fronteras y horizontes…

Toda esta carga experiencial es la que vamos a compartir comunitariamente: una experiencia que nos ha conducido a descubrir cada vez con mayor nitidez que la comunidad es el eje, el centro, el punto de referencia clave: esa comunidad en la que muchas y muchos hemos vivido y seguimos, y que a través de los años “ha ido confirmando la convicción inicial de seguir formando parte de la iglesia, en iglesias locales, domésticas, en las que la comunidad cobra el protagonismo y las diferentes tareas -incluso la de presidencia- se van asumiendo según la disponibilidad o capacidad de cada creyente. Comunidades no impositivas sino acogedoras, no jerarquizadas sino igualitarias; no volcadas en el culto sino en la celebración festiva; comunidades de búsqueda y compromiso, con apuestas por vivir en positivo de cara al mundo actual. Una realidad pequeña; pero nada despreciable y -al parecer- con grandes posibilidades de cara al futuro”. Así lo decíamos en nuestro libro, publicado en 2010, Curas Casados. Historias de fe y ternura.

A ello nos ayudarán distintos actos: presentación de experiencias de comunidades concretas de distintos entornos y países, talleres sobre distintos servicios en la comunidad; y dos ponencias: una de Silvia R. de Lima Silva, teóloga latinoamericana conocedora de las comunidades de base, y otra del teólogo español J. Antonio Estrada, que pondrán en clave teológica toda esta riqueza vivencial. Una mesa redonda en torno a los retos para los creyentes en el mundo presente nos situará para concretar nuestros compromisos personales y grupales.

Completa nuestra convivencia la presentación del libro “Curas en unas comunidades adultas”, preparado y editado por la Federación Europea, en la que se nos ofrece un recorrido por la historia del movimiento internacional de curas casados con los momentos más ricos y la síntesis de las más destacables líneas de actuación y compromisos, tanto colectivos como personales; y como el otro elemento fundamental, una serie de experiencias comunitarias de muy diversa procedencia, que nos hablan de ese camino hacia la mayoría de edad real que tantas comunidades han recorrido y siguen recorriendo.

Y en medio, al lado y a la vez, la convivencia, la tertulia personalizada, la fiesta sencilla y distendida, en las que los sentimientos, los recuerdos, las luchas y esperanzas afloran espontáneamente y sin artificio. Como siempre, y como cristianos que somos, la oración de la mañana y la Eucaristía final lubricarán todas nuestras vivencias.

Estaríamos muy agradecidos de contar con vuestra presencia, que facilitará la difusión de nuestras vivencias y conclusiones. Si necesitáis más información detallada la podéis encontrar en la web moceop.net.

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“Los sacerdotes casados, signo del espíritu (XXI)”, por Rufo González

Domingo, 7 de septiembre de 2014
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Cura-casadoLeído en la página web de Redes Cristianas

EL CELIBATO NO PUEDE SER ES VALOR SUPREMO, NI LA CONDICIÓN IMPRESCINDIBLE PARA SER SACERDOTE

En la Iglesia Latina: actitud y aptitud para animar, servir y unir a las comunidades no valen para ejercer el ministerio, si se carece del celibato

Los sacerdotes en activo, aunque pierdan dichas actitudes y aptitudes, son mantenidos en el ministerio, si mantienen el celibato

Todo ser humano es “signo del Espíritu”

Escribe un comentarista del post anterior: “Un poco de sensatez y sinceridad nos vendría bien a todos. Incluido al redactor que pone a los sacerdotes casados como signos no solo del tiempo que hace, sino del Espíritu y no de cualquier espíritu soplón veleto sino del Espíritu Santo. Atrevidillo que es el panegirista” (Joel, miércoles 26 marzo 2014, 00:11).

Si “el Espíritu de Dios, que con admirable providencia dirige el curso de los tiempos y renueva la faz de la tierra, está presente en la evolución socioeconómica… y el fermento evangélico en el cora­zón del hombre excitó y excita una irrefrenable exigencia de dignidad” (GS 26), ¿cómo no podemos ver la acción del Espíritu en los sacerdotes casados, personas humanas, amadas por Dios, que piden lo que está de acuerdo con el Evangelio? Es precisamente el “fermento evangélico”, que ellos tienen en su corazón, lo que les “excita a la irrefrenable exigencia de dignidad”, de que sean reconocidas sus actitudes y aptitudes para animar, servir y unir a las comunidades. No vendrá mal recordar lo que el Papa Juan Pablo II, citando al mismo Concilio, decía de todo ser humano: “El hombre, única criatura terrestre que Dios ha amado por sí misma (GS 24), llega al conocimiento y a la realiza­ción de su ser solamente por obra del Espíritu Santo” (Juan Pablo II: encícl. Dominum et vivificantem, 59. Ed. BAC-Documentos. Madrid 1986: “El misterio trinitario”, pág. 196).

¿Por qué se expedienta a un sacerdote en la Iglesia?

Curiosamente estas actitudes y aptitudes no son muy exigidas por la disciplina eclesiástica. ¿Quién no conoce a sacerdotes en ejercicio que carecen de buena parte de actitudes y aptitudes del buen Pastor? Sólo si carece del celibato –cosa que Jesús no tenía en cuenta- se le impide el ministerio. Por el contrario, se mira para otro lado si está apegado al dinero, si es un déspota, si tiene dividida a la comunidad, si es incapaz de coordinar y respetar la participación de todos, si no sabe o no quiere discernir los carismas de los hermanos, si no cuida de los más pobres, si no tiene “consejo pastoral” o “económico”, si gasta el dinero en suntuosidades y vestimenta lujosa, si es vanidoso y soberbio, si no prepara las homilías… Incluso si es poco dado a la oración y a ejercicios espirituales… Nada de esto será motivo de apartarlo del ejercicio ministerial.

¡Pobres sacerdotes de rito oriental!

article-2535114-1A77354700000578-789_964x1148¿Conocéis algún caso en que se expediente a un clérigo en ejercicio por alguna de estas cosas que acabo de citar? No sólo no se le abre un expediente, ni siquiera una monición seria. No sea que se enfade y amenace con “irse a su casa”. Pero si ama a una mujer y quiere vivir en pareja, aunque su corazón esté lleno del amor divino, dirán que tiene el corazón “dividido”, y, por tanto, no puede ejercer el ministerio. ¡Pobres sacerdotes de rito oriental, aunque el concilio Vaticano II les llame “sacerdotes de grandísimo merito”! (PO 16). Por cierto ya en los debates conciliares un buen número de Padres participantes (más de 200, los más conservadores) pedían cambios en esta alusión a los sacerdotes casados: que se suprimiera ese párrafo todo él, porque este párrafo debilitaba cuanto luego se decía sobre el celibato; que se suprimiera el calificativo de “sacerdotes del mérito mejor” (optimi meriti),; incluso que se dijera que los sacerdotes orientales que viven en matrimonio realizan a su modo la perfección sacerdotal, pues esta forma de sacerdocio no es la misma que la de los sacerdotes célibes y goza de distinto valor. La Comisión Redactora respondió que “el párrafo entero no puede suprimirse, pues fue aprobado por la mayoría del Aula”. Se aceptó suprimir los consejos sobre su vida conyugal, sustituyéndolos por una invitación a “perseverar en su santa vocación”. Se mantuvo el elogio de “muy prestigiosos”. No se aceptó la última proposición de hacer distinciones entre los dos sacerdocios, pues es teológicamente inadmisible (Martín Descalzo: “Un periodista en el Concilio”, PPC, 1966 t. IV p. 500-505).

Es aberrante creer que Dios es rival del amor humano

Es muy tradicional el recurso al texto de Pablo para apoyar el celibato ministerial: “quiero que estéis sin preocupaciones; el no casado se preocupa de los asuntos del Señor, cómo agradará al Señor, en cambio el casado se ocupa de los asuntos del mundo, cómo agradará a la esposa, y anda dividido…” (1Cor 7, 32-34). El mismo Vaticano II, en el decreto “sobre el ministerio y la vida de los presbíteros” (n. 16), aduce este texto para hablar de la unión a Cristo con “un corazón indiviso”. Por el contexto, esta alusión de Pablo es una invitación a centrarse en la parusía inminente, tal como se entendía en aquellos momentos. De ninguna manera puede entenderse del celibato, como estado de vida, y menos del obligatorio, y en todos los tiempos. Hoy, con la teología actual de las realidades terrenas, este texto no puede sostenerse. ¿Qué se entiende por “asuntos del Señor” y “asuntos del mundo”? ¿”Agradar a la esposa o al esposo” supone no “agradar al Señor”? El amor a Dios, a Cristo, no puede entrar en rivalidad con el amor a la familia, a la esposa, a los padres, etc. El amor de Dios, no sólo no divide el corazón, sino que lo unifica: en Dios amamos a todos con el amor más limpio y desinteresado que pueda imaginarse.


Sabiamente lo dice K. Rahner y lo explica el psicoanálisis

“No entiendo por qué ahora, para amar más al Señor, sea necesario amar menos o, lo que sería más grave, no amar a otra persona. ¿En qué Dios estamos pensando cuando nos imaginamos o proponemos que amando menos a un ser humano lo amamos más a él? ¿No es una insoportable aberración el solo hecho de proponer que Dios puede ser el rival de nuestro amor y nuestra entrega a otro ser humano? ¿No habrá que decir, más bien, que amamos más a Dios precisamente porque amamos más a otra u otras personas? ¿O es que podemos asegurar tranquilamente que el amor a Dios es una realidad “categorial”, como lo es cualquier relación nuestra con otra persona? (K. Rahner, «Bruderschaft und Brüderlichkeit»: Pastoralchetische Hefte 22. 1964. 9-35). Por lo demás, los psicoanalistas nos han explicado muy bien que, en esos piadosos discursos elogiando el “amor preferencial”, de forma que ese amor así vivido, es más puro y más total, lo que en realidad se esconde es el deseo de poder y dominación de la institución sobre aquellos sujetos a los que quiere tener perfectamente controlados. Cuando leo esos discursos, no puedo evitar que mi recuerdo vaya derecho a la seria y grave afirmación que hizo Pierre Legendre: “la obra maestra del Poder consiste en hacerse amar”. Quienes se ven sometidos en la capacidad más grande que Dios nos ha dado a los humanos, además de someterse, llegan a amar apasionadamente al que les somete. Verdaderamente ésa es la obra maestra del Poder. No ocurre nada tan singular, tan excelso, y también tan extravagante, como eso en este mundo” (Epílogo de “Curas Casados. Historias de fe y ternura”. Coord. Ramón Alario y Tere Cortés. Moceop. Albacete 1910, p. 342-343).

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