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Mc 1, 29- 31. Primera autoridad: la suegra de Pedro

Martes, 6 de febrero de 2024
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IMG_2870Del blog de Xabier Pikaza:

Comenté ayer (sábado 3 de enero)  en RD y FB el texto entero del evangelio de este dom 5 TO (3.2.24: Mc 1,29-33) en el contexto de Marcos.  Hoy me fijo sólo en el milagro (paradigma, relato ejemplar) de la curación de la suegra de Simón-Pedro, que aquí aparece como primera autoridad de la iglesia según el evangelio.  

Texto

29 Al salir de la sinagoga, se fue inmediatamente a casa de Simón y Andrés, con Jacob y Juan. 30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre. Le hablaron en seguida de ella, 31 y él se acercó, la agarró de la mano y la levantó. La fiebre le desapareció y se puso a servirles.

Elementos principales

– La suegra, primera autoridad de la iglesia. De la “llamada y misión” de Simón Pedro y de los cuatro primeros apóstoles Jesús (Simón-Pedro, con su hermano Andrés; Jacob-Santiago y Juan: Los dos zebedeos) ha tratado Mc 1, 16-20. Pero el primer signo de iglesia y de la tarea intra-eclesial es este de la curación y ministerio de la suegra de Pedro.

– Los zebedeos son ricos/autónomos: Tienen un barco con jornaleros, un padre importantes… Son signo de una iglesia empresa, que puede convertirse en negocio, con padre empresario  y madre exigente (exige buen trabajo para sus hijos: los primeros puestos en la empresa de la Iglesia.

– Simón-Pedro y su hermano Andrés no tienen barca ni empresa. Pescan desde la orilla, con una red artesana… Y el texto supone que no tienen ni casa, sino que viven en la casa de la suegra de Pedro. Carecen de autonomía doméstica, económica y familiar. Pedro no es dueño de la casa (depende de la suegra); la tradición posterior le hará dueño de barco, pero, en principio, según este evangelio de Marcos, no manda ni en la casa donde  vive, ni sobre un barco que sería suyo (con jornaleros, como los zebedeos.

– Curar a la suegra… Es un gesto de piedad… Pero es, al mismo tiempo, un gesto de necesidad. Pedro (con Andrés, su hermano) depende de la suegra para vivir  y comer. La casa-iglesia no es de ellos, es de la suegra. Ésta es una imagen fantástica: Un Papa joven y prometedor que depende de su suegra…. Está por tanto casa. Su suegra es, por tanto, la que dirige su casa, la que le enseña…

La diaconisa/ministerio de la suegra.Según Mc 15-16 (y paralelos) la iglesia pascual cristiana nace por el testimonio y ministerio de unas mujeres. Sin ellas no hay iglesia; sin la suegra de Pedro no hay “casa-comunidad”, servicio. Nuestro texto termina diciendo que la suegra curada les servía (a Jesús y a su gente: diêkonei autois: 1, 31).

La diakonía es en Mc 13 el signo primordial de los ángeles de Dios que, en vez de descansar, servían a Jesús en el desierto (1, 13); la diaconia  define a las mujeres que al fin del evangelio aparecen como servidoras o diaconisas mesiánicas (15, 41). La suegra “sirve a todos”, y; su servicio no se puede entender como trabajo servil de la mujer, bajo el dominio de varones ociosos, sino como verdadero ministerio mesiánico, creador de la nueva familia de Jesús. Ella es en realidad el primer “sacerdote-obispo” de la iglesia cristiana.

Jesús levanta a la suegra de Pedro, la eleva, utilizando una palabra de tipo pascual, egeirô, levantar, lo mismo que en Mc 16,6 (cf. 2,11; 5,41; 9,27). La mujer está postrada, y Jesús la levanta, para que pueda realizar con autoridad y eficacia el  servicio eclesial. Ella sabe y realiza desde el principio  algo que Simón (su nuevo, su subordinado) no logrará aprender en el transcurso de su seguimiento histórico de Cristo (como indica Mc 8,32; 14,29-31. 66-72).

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Pero hay todavía otro detalle significativo: estamos en sábado; conforme al ritual judío, se hallaban todos obligados al descanso; pues bien, esta mujer rompe ese descanso ritual, supera el sábado judío y comienza a realizar la obra mesiánica, sirviendo a Jesús y sus discípulos. En ese sentido, esta suegra, superiora a Pedro,  Ella responde como auténtica discípula, rompiendo por Jesús la misma ley del sábado: sirve a los que vienen y convierte así su casa en primera de todas las «iglesias» (= de todos los lugares de servicio cristiano).

– Esta suegra ha aprendido en la escuela de Jesús: una vez sanada, respondió con un gesto de servicio, en su casa, ofreciendo la  eucaristía/comida a Jesús y a sus compañeros, en gesto que inaugura el primer ministerio cristiano. Nadie se lo ha dicho; no ha tenido que aprender de alguna exégesis rabínica. Lo ha comprendido ella misma, como mujer, que sabe estar al servicio de la vida, al recibir la ayuda de Jesús y al responderle, precisamente en sábado, de manera que su gesto (dejarse levantar por Jesús y servir a los demás) marcará de ahora en adelante todo el evangelio (hasta el final en que las mujeres vuelven a ser protagonistas: 15, 40.37; 16, 1-8)..

Simón y los restantes discípulos no lo entenderán hasta la pascua (y quizá nunca, si no vuelven a Galilea: Mc 16, 7), a no ser que se hagan servidores de los otros (cf. 9, 35; 10, 43), siguiendo al Hijo del hombre, que ha venido a servir y dar la vida por todos (10,45). Ella, en cambio, lo sabe desde el principio: ha superado el judaísmo de los escribas y se ha vinculado a Jesús; en el fondo ya es cristiana diaconisa, servidora de la iglesia reunida en la casa de su Simón y Andrés. No tiene que aparecer más en el evangelio, Marcos no dice ya nada de ella; pero su recuerdo queda anclado aquí, al comienzo del texto de Macos, como signo de apertura y respuesta al camino del evangelio.

De la sinagoga rabínica a la casa cristiana. Así empieza el texto: Al salir de la sinagoga, se fue inmediatamente a casa de Simón y Andrés, con Jacob y Juan. 30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre (1, 28-29).     De la sinagoga (ámbito judío) pasamos a la casa (espacio normal de la comunidad cristiana), el mismo sábado, que se convertirá en tiempo de salud y convivencia. Jesús entra con sus cuatro pescadores en la casa de la suegra de Simón, que está enferma. No se dice que tenga un espíritu impuro, como el hombre de la sinagoga (cf. 1, 23), sino simplemente que yace en el lecho con calentura (pyressousa: 1, 30).

Parece impotente, no puede hacer nada. Pero Jesús la agarra con fuerza de la mano y la levanta, en gesto de evocación pascual. La casa (oikia: 1, 29) es espacio de reunión y encuentro familiar, lugar privilegiado de la comunidad (cf. 3, 20.31-35). Lógicamente, la casa aparece después de la sinagoga. El texto dice que es la casa de Simón y Andrés y parece que ha de ser signo de pascua, de encuentro con Jesús al volver a Galilea (cf. 16, 7). Pues bien, precisamente en esa casa “cristiana” hay una mujer enferma, que no puede actuar: la suegra de Simón (que parece en realidad la “dueña” de la casa) está enferma de fiebre; ella es para Marcos la primera cristiana.

− E inmediatamente le hablaron de ella…El poseso de la sinagoga se presentó a sí mismo, gritando. Por el contrario, los que hablan a Jesús de la mujer son otros, quizá porque ella está en la habitación más privada, cerrada, donde Jesús no puede entrar directamente, a no ser que le hablen de ella y le lleven. ¿Quiénes? ¿Los que vienen con él de la sinagoga? ¿Los que estaban en casa? El texto no lo dice, sino sólo que Jesús entró en la habitación (proselthôn) e inmediatamente, sin preguntarle si quería, la agarró por la mano y la levantó (êgeiren autên: la resucitó: 1, 31; cf. 16, 6), de manera que ella pudo ponerse en pie a servirles (diêkonei autois). A la mujer relegada a la cama en un día de sábado hay que levantarla, pero después es ella misma la que toma la iniciativa de “su casa” (su iglesia), donde realiza el auténtico servicio humano.

− Todo eso sucede en un sábado (cf. 1, 21), un día en que nadie (ningún judío) debía trabajar, porque es descanso sagrado y no puede realizarse ninguna acción externa o material. El hecho de que ese día esté enferma la mujer de casa parece irrelevante, pues ella no tiene ninguna labor que realizar. Pues bien, Jesús la toma de la mano y la levanta, en signo de resurrección, como indica el verbo egeirein (cf. 2 Cor 4, 14; Rom 8, 11 y sobre todo Mc 16, 6, donde se dice que Jesús êgerthê, ha sido elevado/resucitado). El mismo sábado es tiempo de resurrección, y este pasaje supone que no hay que esperar al “día después” (el actual domingo, como en 16, 1), pues Jesús resucita/levanta a la suegra de Simón el mismo sábado pascual.

− Ella les servía (diêkonei autois: 1, 31). El servicio (diakonía) era el signo primordial de los ángeles de Dios que sirven/ayudan a Jesús en el desierto, enfrentándose a las fieras (1, 13), y será también el signo de las mujeres que hacia el final de la vida de Jesús aparecen como servidoras mesiánicas (15, 41). En esa línea, la suegra de Simón interpreta la curación que ha recibido como llamada a un servicio que no se puede entender a modo de simple trabajo servil (propio de mujeres que están bajo el dominio de varones ociosos), sino como ministerio mesiánico, creador de la nueva familia mesiánica. Jesús no le manda, no le dice nada, sino que se limita a levantarla; pero ella asume la iniciativa y saca las consecuencias de ese gesto, descubriendo el valor del servicio,  como esencia de la iglesia.

– Iglesia, la casa de la suegra… En el origen de toda obra eclesial (antes que Pedro/Papa y que los otros 4 apóstoles) se encuentra esta mujer, conforme a Marcos; ella es la primera resucitada y servidora en la iglesia, el primer “ministro” de la comunidad. Había casos en que el marido tenía su propia casa (a la que llevaba a su esposa); pero otros en los que el marido vivía  en la casa de los padres (o de la madre) de la esposa (matrimonio uxorilocal). En este caso, Simón (natural de Betsaida, al otro lado de la frontera entre Galilea y el Golán/Gaulan) habría venido a vivir (con su hermano Andrés) a la casa de la madre de su esposa, de manera que, estrictamente hablando, no podemos hablar de la casa de Simón (como suele hacerse), sino de la casa de su suegra.

En esta línea se entiende mejor el hecho de que ella (la suegra, la dueña de la casa) sea la que sirve a todos después de haber sido curada, viniendo a presentarse, al menos de forma simbólica, como el primer “ministro” de la iglesia de Jesús. De un modo significativo, la tradición cristiana (y en especial la católica) ha puesto muy de relieve el “ministerio de Simón”, llamado Pedro (=Roca). Pues bien, en el principio del evangelio resulta más destacado el ministerio o servicio de su suegra, que actúa como primera “presidente” de una comunidad “cristiana”. Leer más…

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“Dios no quiere que seas miserable”.

Lunes, 5 de febrero de 2024
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IMG_2860Kori Pacyniak

La reflexión de hoy es de la colaboradora invitada Kori Pacyniak (ellos/ellos), una católica queer, no binaria y trans, candidata a doctorado en la Universidad de California Riverside. Actualmente están completando una disertación titulada “Cuerpos sagrados, vidas sagradas: alegría, resistencia y liberación transcatólica” sobre las experiencias religiosas vividas por los transcatólicos. Ordenada sacerdote a través de Womenpriests católicas romanas, Kori actualmente se enfoca en crear espacios sagrados y liturgia por y para católicos queer y trans.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el V Domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

La primera lectura litúrgica de hoy que relata el lamento de Job por su sufrimiento podría resultar demasiado cercana para algunos de nosotros, especialmente en un año electoral y una semana después de que el Senado de Ohio anulara el veto del gobernador a un proyecto de ley de atención médica anti-trans. Muchos de nosotros probablemente hemos compartido la desesperanza de Job en algún momento. Sin embargo, nuestras lecturas combinan este pasaje de Job con un salmo que alaba a Dios y una segunda lectura y un pasaje del evangelio que exhorta nuestra obligación y propósito de predicar.

¿Qué significa tener la obligación o el propósito de predicar las buenas nuevas? ¿Estamos bajo la misma obligación que tenían Pablo y Jesús? Me imagino que la mayoría de nosotros no estamos llamados a ser predicadores itinerantes, viajando de ciudad en ciudad y predicando el evangelio desde púlpitos y esquinas. En lugar de pensar en la predicación únicamente en términos de lo que sucede en las iglesias o en los “predicadores” que protestan en las marchas del Orgullo, ¿qué pasaría si pensáramos en cómo nuestras vidas pueden dar testimonio de las buenas nuevas y la gloria de Dios como una forma de predicación?

Aquí podría insertar el tan citado “Predicad el evangelio. Si es necesario, utilice palabras” que se atribuyen (con razón o sin ella) a San Francisco de Asís. También podría añadir: “Vive tu vida de modo que la Iglesia Bautista de Westboro proteste por tu funeral”. Cada uno de nosotros tiene una vocación única, pero todos estamos llamados al camino de Jesús, a compartir y vivir la buena nueva.

IMG_2859Esta forma de predicación significa vivir la plenitud de mi identidad como católica y como persona trans y no binaria queer. Admito que probablemente pienso en género y sexualidad más que la mayoría de la gente. He pasado años tratando de discernir qué palabras (si las hay) representan adecuadamente quién soy y cómo existo en este mundo. Mi narrativa trans no es la de nacer en el cuerpo equivocado, pero aun así pasé años tratando de ser quien pensaba que otras personas querían que fuera. Tratando de obligarme a meter etiquetas y cajas que no eran mías.

A lo largo de todos esos años, esas noches turbulentas y días miserables cuando, como Job, pensaba que no había esperanza para un futuro, Dios nunca dejó de amarme. Incluso cuando me sentí tan sola porque no conocía a ningún otro católico trans, cuando sentí que la sociedad me hacía elegir entre ser católica y ser queer y trans, Dios estaba ahí conmigo. Como muchas personas trans, hubo días (y noches) en los que me preguntaba si la lucha valía la pena. Pero en el más desesperado de esos momentos, siempre había esa vocecita en mi cabeza y en mi corazón, recordándome que no perdiera la esperanza, que tuviera fe y perseverara.

Ocultar quiénes somos –ya sea nuestro género o nuestra sexualidad– normalmente no dura para siempre. Cuando tengo ganas de esconderme, vuelvo a algo que me dijo un sacerdote cuando luchaba con mi género. “Dios no quiere que seas miserable“. Palabras tan simples y, sin embargo, me ayudaron a darme cuenta de que Dios no tenía ningún problema en que yo fuera trans o queer. Yo, como todos, fui hecho a imagen de Dios, y Dios no puede ser contenido por las interpretaciones occidentales tradicionales del binario de género. Dios es mucho más que eso.

Cuando nos tomamos la molestia de discernir quiénes somos, a quién amamos, cómo nos entendemos a nosotros mismos, sería una pena ocultarlo. Nuestros diversos cuerpos, géneros y sexualidades son un reflejo de la infinita y asombrosa diversidad de Dios. Vivir nuestras vidas auténticamente, ser fieles a nosotros mismos y a Dios, quien nos hizo a su imagen, es nuestro propósito. ¿Qué mejor manera de predicar el amor de Dios que vivir según como Dios nos creó para ser?

Una invitación a participar en la investigación

Como parte de la disertación de Kori, sobre la cual explican más aquí, Kori está realizando entrevistas con católicos trans (cualquier persona que se identifique como trans, no binario, queer, agénero, no conforme con el género, etc. y se haya identificado como católico en algún momento). explorar las experiencias religiosas vividas por la comunidad, enfocándose en temas de alegría, resistencia y liberación, mientras trabajamos para construir una ética religiosa trans afirmativa y liberadora basada en la justicia social católica. Para conocer más sobre el proyecto o participar en él, haga clic aquí.

——Kori Pacyniak (ellos/ellos), 4 de febrero de 2024

Fuente New Ways Ministry

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“Pasión por la vida”. 5 Tiempo Ordinario – B (Marcos 1,29-39).

Domingo, 4 de febrero de 2024
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A portrait of an elderly African woman.Donde está Jesús crece la vida. Esto es lo que descubre con gozo quien recorre las páginas entrañables del evangelista Marcos y se encuentra con ese Jesús que cura a los enfermos, acoge a los desvalidos, sana a los enajenados y perdona a los pecadores.

Donde está Jesús hay amor a la vida, interés por los que sufren, pasión por la liberación de todo mal. No deberíamos olvidar nunca que la imagen primera que nos ofrecen los relatos evangélicos es la de un Jesús curador. Un hombre que difunde vida y restaura lo que está enfermo.

Por eso encontramos siempre a su alrededor la miseria de la humanidad: poseídos, enfermos, paralíticos, leprosos, ciegos, sordos. Hombres a los que falta vida; «los que están a oscuras», como diría Bertolt Brecht.

Las curaciones de Jesús no han solucionado prácticamente nada en la historia dolorosa de los hombres. Su presencia salvadora no ha resuelto los problemas. Hay que seguir luchando contra el mal. Pero nos han descubierto algo decisivo y esperanzador. Dios es amigo de la vida, y ama apasionadamente la felicidad, la salud, el gozo y la plenitud de sus hijos e hijas.

Inquieta ver con qué facilidad nos hemos acostumbrado a la muerte: la muerte de la naturaleza, destruida por la polución industrial, la muerte en las carreteras, la muerte por la violencia, la muerte de los que no llegan a nacer, la muerte de las almas.

Es insoportable observar con qué indiferencia escuchamos cifras aterradoras que nos hablan de la muerte de millones de hambrientos en el mundo, y con qué pasividad contemplamos la violencia callada, pero eficaz y constante, de estructuras injustas que hunden a los débiles en la marginación.

Los dolores y sufrimientos ajenos nos preocupan poco. Cada uno parece interesarse solo por sus problemas, su bienestar o su seguridad personal. La apatía se va apoderando de muchos. Corremos el riesgo de hacernos cada vez más incapaces de amar la vida y de vibrar con el que no puede vivir feliz.

José Antonio Pagola

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“Curó a muchos enfermos de diversos males”. Domingo 4 de febrero de 2024. Domingo quinto del tiempo ordinario.

Domingo, 4 de febrero de 2024
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14ordinarioB5 cerezoLeído en Koinonia:

Job 7,1-4.6-7: Mis días se consumen sin esperanza.
Salmo responsorial: 146: Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados.
1Corintios 9,16-19.22-23: ¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!
Marcos 1,29-39: Curó a muchos enfermos de diversos males

Hoy el libro de Job nos lo presenta sumido en un gran sufrimiento. Delante de sus amigos desnuda su corazón, su desilusión. Ellos, que defienden una teología alejada de la vida, no pueden comprender la queja de su amigo ni acompañarlo plenamente en su dolor. El grito de Job está presente en la vida diaria de muchos hombres y mujeres en todos los rincones del planeta, que enfrentan una vida de lucha y dificultad. Job compara su existencia con la vida de un «mercenario»; mercenario es quien vende su lucha, que libra por dinero causas que no son suyas y se fatiga por empresas que no ama.

El libro de Job, como sabemos, es una joya literaria dentro de la Biblia hebrea (de la que está tomado nuestro «Primer Testamento»). Es una reflexión sapiencial sobre ese problema irresoluble, o mejor, sobre ese misterio eterno que es «el mal». El misterio del mal, su presencia injustificada en el mundo, ante la cual necesitamos justificar a quienes podrían resultar implicados por la existencia del mal. A Dios, en primer lugar. En efecto, la «teodicea» o disciplina filosófica que trata de mostrar la existencia de Dios, trata en realidad de «justificar» a Dios –como expresa la etimología misma de la palabra–.

Lo importante del libro de Job no son sus «datos históricos» (que no existen, pues no es un libro histórico), ni las respuestas de tipo explicativo que quisiera dar sobre el dolor humano (que estarían hoy absolutamente sobrepasadas), sino la sabiduría que encierra en sus reflexiones.

En efecto, la ciencia avanza cada día, y no tiene sentido hoy estudiar la óptica en la obra de Newton por ejemplo, que fue uno de sus fundadores, pues como ciencia su obra está hoy enteramente sobrepasada. En cambio, no avanzamos cada día en sabiduría –que no está en el mismo plano de la ciencia–, y hoy la humanidad sigue viviendo de la sabiduría de personajes como Confucio, Buda, Sócrates, Jesús… En realidad no hemos avanzado sobre aquella sabiduría fundamental adquirida hace ya tres mil años… Esa constatación nos permite escuchar y leer el libro de Job.

Pablo, de manera parecida a Job, se encuentra en una discusión acalorada con sus interlocutores, en la comunidad de Corinto, en la que grupos fracciones que critican y cuestionan su autoridad (v.3). Pablo responde haciendo una defensa radical de su misión y declara su absoluta libertad frente a toda manipulación o poder humano. No se declara miembro de un movimiento o representante de alguna institución, sino como un hombre “obligado a cumplir una tarea”. En el imperio Romano era común la práctica del clientelismo, en la cual el benefactor se convertía en patrón de quien recibía sus beneficios. El apóstol desea dejar en claro la pureza de su mensaje, que no está vendido a ningún “cliente”, ni moldeado por ningún interés personal (v. 17-18). Esta libertad en Cristo, le permite al apóstol ser un servidor de los demás. No teme amoldarse a las condiciones de vida de los destinatarios de su mensaje: judíos, seguidores de la ley o rebeldes a ella, débiles. Pablo anuncia así el Evangelio de la libertad que no se matricula con la rigidez, ni hace el juego a ningún interés particular o sectario, sino que es capaz de entrar en diálogo con la diferencia y de llegar a “todas” las realidades humanas, como una Buena Noticia del amor de Dios.

Esto es precisamente lo que hace Jesús en el evangelio de Marcos: entrar en la vida de las personas, ser uno de ellos en su cotidianidad. El domingo pasado, lo vimos sanando a un endemoniado. Hoy, lo acompañamos con Simón y Andrés a la casa de Pedro. La casa, el lugar íntimo done se comparte el techo, la mesa. Allí se encuentra con una anciana enferma, la suegra de Pedro, Jesús se acerca, la toma de la mano y la levanta. Un gesto tan simple como es el acercarse, y tomar de la mano hace el milagro de recuperar a esta mujer, que no sólo recupera su salud, sino su capacidad de servicio. Al atardecer muchos vinieron a buscarlos, y relata el evangelista que Jesús continuó sanando. Era común en la época de Jesús que los enfermos fueran tenidos por malditos o poseídos por espíritus malos, de manera que eran alejados, excluidos y nadie se atrevía a acercarse a ellos. Jesús, al contrario, se entrega con amor y dedicación a su cuidado, siendo su servidor.

La práctica de curación, la lucha contra el mal, es decir, la praxis liberación del ser humano… es la práctica habitual de Jesús. Tan importante como hacer el bien, es evitar el mal, y luchar contra él: dar la vida en la tarea de procurar la paz, la salud, el bienestar, la felicidad… a todos aquellos que la han perdido. Ser cristiano es, entre otras muchas cosas, luchar contra el mal, no quedarse de brazos cruzados, o ensimismado en los propios asuntos, cuando vivimos en un mundo con las cifras escalofriantes de pobreza y miseria que hoy padecemos.

«Anunciar hoy el Reino» no es cuestión de sólo palabras; exige simultáneamente construirlo. La «evangelización», la nuestra, ha de ser como la de Jesús. Su «anunciar» la buena noticia no es cuestión de simplemente transmitir información… sino de hacer, de construir, de luchar contra el mal, de sanar, curar, rehabilitar a los hermanos, ponernos a su servicio, acompañar y dignificar la vida que, en todas sus manifestaciones, es manifestación de la mano creadora de Dios. Leer más…

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(4.2.24.Dom 5 TO). Marcos, un evangelio de milagros (Mc 1,29-39)

Domingo, 4 de febrero de 2024
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Un evangelio-de-marcosDel blog de Xabier Pikaza:

El pasado 11.3.2023, en la Purísima de Salamanca, parroquia de mi amigo Policarpo Diaz, dirigí un pequeño curso sobre los milagros en el Evangelio de Marcos, partiendo de dos libros que he dedicado al tema: Evangelio de Marcos,  VD, Estella 2012 y Comentario al evangelio de Marcos, Clie, Viladecavalls 2013.   

 Los milagros en el evangelio de Marcos cumplen varias funciones:

(a) Son testimonio de la presencia de Jesús en la vida de los creyentes, para indicar que la vida entera del cristiano es un “milagro”, una transformación. (b) Son un lenguaje, una forma de expresar de presencia de Jesús, de recordar su pasado y actualizar su presente. (c) Tienen un fondo histórico, pero no pueden entenderse de un modo historicista. (d) Son una experiencia histórica y una esperanza pascual, abren un camino de conversión y transformación de vida.

La reflexión que sigue consta de dos partes:  (1) Tres milagros de este domingo. (2) Dos esquemas  de milagros en Marcos.

TRES MILAGROS: CASA DE SIMÓN, CALLE DE CAFARNAUM Y CAMPO ABIERTO (Mc 1, 29-39)

1.- Casa de Simón; curación y servicio de suegra (1, 29-34)

(a. Suegra de Simón). 29 Al salir de la sinagoga, se fue inmediatamente a casa de Simón y Andrés, con Santiago y Juan. 30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre. Le hablaron en seguida de ella, 31 y él se acercó, la agarró de la mano y la levantó. La fiebre le desapareció y se puso a servirles.

 De la sinagoga (ámbito comunitaria de la vida judía), donde se situaba el pasaje anterior de Marcos,  pasamos a la casa(espacio normal de la comunidad cristiana). Jesús viene con sus cuatro pescadores a la casa de Simón, cuya suegra está enferma. No se dice que tenga un espíritu impuro, como lo tenía el hombre de la sinagoga (cf. 1, 23), sino que está con calentura (pyressousa: 1, 30), una fiebre que le impide trabajar. Parece impotente, no puede hacer nada. Pero Jesús agarra con fuerza su mano, para levantarla, en gesto y palabra de evocación pascual.

Se completa así la pareja de enfermos primordiales: el endemoniado de la sinagoga, sometido a la impureza de una enseñanza opresora; la enfebrecida de una casa que parece invadida por varones. Jesús cura a los dos, pero sólo a la mujer la levanta o resucita, de manera que ella puede servir en la casa.

 − La casa (oikia: 1, 29) es espacio de reunión y grupo familiar, lugar privilegiado de la comunidad (cf. 3, 20.31-35). Estamos en la casa de Simón y Andrés, donde entra Jesús con sus cuatro. Es quizá la casa de pascua donde deberían reunirse las mujeres de la tumba vacía cuando vuelvan a Galilea (cf. 16, 7). Jesús toma la mano de la enferma y la levanta (êgeiren autên: la resucita: 1, 31; cf. 16, 6), para convertirla en servidora. Casa de evocación pascual y servicio mutuo será la iglesia de Jesús. La mujer curada, es la primera cristiana de la historia.

El sábado (cf. 1, 21). Para los judíos es día sagrado en que nadie se afana en hacer cosas externas (trabajos materiales). Parece irrelevante que una mujer enferme en ese día, pues ese día no tiene labor que realizar entre las obras o trabajos de la casa. Pues bien, Jesús la toma de la mano y la levanta. Ésta es una experiencia pascual:superada por Jesús la fiebre (signo de muerte), la enferma se levanta y transforma el sábado en día pascual de servicio a los demás. Jesús no le manda. Es ella la que asume la iniciativa y saca las consecuencias, descubriendo el valor del servicio mutuo, por encima de la sacralidad del sábado judío.

Ella les servía (diêkonei autois: 1, 31). La diakonía era el signo primordial de los ángeles de Dios que, en vez de descansar, servían a Jesús en el desierto (1, 13); ella define a las mujeres que al fin del evangelio aparecen como servidoras o diaconisas mesiánicas (15, 41). La suegra de Simón interpreta el don que ha recibido; su servicio no se puede entender como trabajo servil de la mujer, bajo el dominio de varones ociosos, sino como verdadero ministerio mesiánico, creador de la nueva familia de Jesús. Por eso, la curada es la primera servidora de Jesús (cf. esquema 6, 4). En el origen de toda obra eclesial se encuentra esta mujer, conforme a Marcos.

 El gesto de Jesús resulta sorprendente, y casi puede verse como anuncio pascual, pues Marcos utiliza el verbo egeirô, levantar, lo mismo que en 16,6 (cf. 2,11; 5,41; 9,27). La mujer está postrada, y Jesús la levanta, realizando el verdadero trabajo humanizante que debía distinguir al sábado, aunque los fariseos no compartan esa forma de entenderlo (cf. 3,1-6). Pero tan importante como el gesto de Jesús resulta en este caso el tipo de respuesta de la suegra: se puso a servirles (diêkonei autois).

Recordemos que el servicio es un tema clave del evangelio, como hemos visto en la escena de la tentación: Satanás pone a prueba a los hombres para destruirles, los ángeles sirven (1,13). Servidoras de Jesús, el siervo universal (cf. 10,45), vendrán a ser las mujeres de la cruz y de la pascua (15,51). Pues bien, como primera servidora de Jesús y sus discípulos, como mujer que desde ahora ha comenzado a ser el más perfecto o grande entre todos los discípulos (cf. 9,3), hallamos a la suegra de Simón.

Ella sabe y realiza desde ahora algo que Simón (al que Jesús llamará Pedro) no querrá aprender en el transcurso de su seguimiento histórico de Cristo (como indica 8,32; 14,29-31. 66-72). Pero hay todavía otro detalle significativo: estamos en sábado; conforme al ritual judío, se hallaban todos obligados al descanso; pues bien, esta mujer rompe ese rito, supera el sábado judío y comienza a realizar la obra mesiánica, sirviendo a Jesús y sus discípulos.

No ha hecho falta que Jesús la llame a través de una vocación especial al seguimiento (como en 1,16-20). No hace falta que le diga cómo debe comportarse. Jesús ya le ha enseñado todo en el momento mismo de curarle. Ella responde como auténtica discípula, rompiendo por Jesús la misma ley del sábado: sirve a los que vienen y convierte así su casa en primera de todas las «iglesias» (= de todos los lugares de servicio cristiano).

Milagros a la puerta de casa, milagros en la calle (1, 32-34).

 1, 32 Al atardecer, cuando ya se había puesto el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. 33 La población entera se agolpaba a la puerta. 34 Él curó entonces a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, pero a éstos no los dejaba hablar, pues sabían quién era.

A la puesta del sol, terminado el descanso sagrado de los judíos (escribas incapaces de curar), las gentes del entorno vienen trayendo ante la casa de Simón a sus enfermos para que Jesús les cure (1, 32-34), pues son muchos los que siguen oprimidos por el mal, endemoniados. Precisamente cuando acaba el sábado judío del culto y el descanso puede empezar para los pobres el tiempo mesiánico de las curaciones. Leer más…

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La anticipación del Reino en la victoria sobre la enfermedad. Domingo 5 Ciclo B.

Domingo, 4 de febrero de 2024
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IMG_2832Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El evangelio del domingo pasado contaba el asombro causado por la predicación de Jesús y por su poder sobre los espíritus inmundos. Todo eso ocurrió un sábado en la sinagoga de Cafarnaúm. El evangelio de este domingo nos cuenta cómo terminó ese sábado y qué ocurrió en los días siguientes.

Curación de la suegra de Pedro (Mc 1,29-31)

Quien lee este relato de Marcos no presta atención al hecho de que la curación tenga lugar en sábado. Pero cuando se recuerda que una de las acusaciones más fuertes contra Jesús fue la de curar en sábado, el detalle adquiere mucha importancia. Para Jesús, como él mismo dirá más tarde, la persona está por encima de la ley, aunque sea la ley más santa.

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a la casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.

Curaciones al atardecer (Mc 1,32-34)

  Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.

Al ponerse el sol termina el descanso sabático. La gente puede caminar, comprar, etc., y aprovecha la ocasión para llevar ante Jesús a todos los enfermos y endemoniados. No se dice cuánto tiempo dedicó a curar a muchos de ellos. Se supone que hasta tarde. En Israel, como en todo el Mediterráneo, la noche no cae de repente.

El relato supone que Jesús realiza las curaciones sin ningún esfuerzo ni uso de la magia. Es interesante compararlo con lo que cuenta Plutarco a propósito del rey Pirro, rey de Epiro (+ 272 a.C.): “Se creía que Pirro curaba las enfermedades del bazo sacri­ficando un gallo blanco, haciendo dormir a los enfermos de espaldas y apretándoles suave­mente esa víscera con el pie derecho. (…) Se dice que el dedo gordo de su pie tenía una virtud divina, hasta el punto de que, después de su muerte, una vez quemado enteramente su cuerpo, se observó que aquel dedo no había sufrido las llamas y que estaba intacto” (Plutarco, Vida de Pirro).

En este contexto dice Marcos, casi de pasada, que Jesús «expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar». Esta idea, que ya apareció en el relato del endemoniado del domingo pasado y que se repetirá en otros momentos, la presentó Wilhelm Wrede en 1901 como «el secreto mesiánico». Jesús no quiere que la gente sepa desde el principio su verdadera identidad, tienen que irla descubriendo poco a poco, escuchándolo y viéndolo actuar.

Jesús y sus colaboradores siguen proclamando el Reino (1,35-39)

 Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron:

  ̶ Todo el mundo te busca.

Él les responde: 

̶ Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.

Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.

La conducta de Jesús trae a la mente las palabras del Salmo 63: «¡Oh, Dios, tu eres mi Dios, por ti madrugo!». Estamos al comienzo del evangelio, y Marcos indica algo que será una constante en la vida de Jesús: su oración, el contacto diario e intenso con el Padre, del que saca fuerzas para llevar adelante su misión.

 Esta misión no se caracteriza por elegir lo cómodo y fácil. En Cafarnaúm toda la gente pregunta por él, quiere verlo y escucharlo. Sin embargo, él decide recorrer de nuevo toda Galilea. Ya lo había hecho solo, cuando metieron a Juan en la cárcel. Ahora lo hace acompañado de los cuatro discípulos. Y no solo predica, también expulsa demonios.

El demonio de la depresión (Job 7,1-4.6-7)

La primera lectura, tomada del libro de Job, ha sido elegida pensando en los enfermos a los que cura Jesús. Job pertenece al grupo de los endemoniados, pero en sentido moderno. No se trata de que esté poseído por un espíritu inmundo, sino de que se halla sumido en una profunda depresión. No le encuentra sentido a la vida, la ve como una carga insoportable, una noche que no se acaba, un futuro sin esperanza. La solución le vendrá por un duro enfrentamiento con Dios, que le obligará a salir de sí mismo, a abrir la ventana y contemplar las maravillas que lo rodean, hasta terminar reconociendo humildemente que no puede discutir con Dios ni culparlo de lo que le ocurre.

Relacionando esta lectura con el evangelio, parece sugerir al deprimido: acude a Jesús, o que alguien te lleve a él. No te hablará duramente, como Dios a Job, pero quizá te ayude a salir de ti mismo y a superar tu depresión. Porque, como dice el Salmo de hoy: «Él sana los corazones destrozados, venda sus heridas» (Sal 146,3).

Habló Job, diciendo:

«El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio,

sus días son los de un jornalero;

como el esclavo, suspira por la sombra,

como el jornalero, aguarda el salario.

Mi herencia son meses baldíos,

me asignan noches de fatiga;

al acostarme pienso: ¿Cuándo me levantaré?

Se me hace eterna la noche y me harto de dar vueltas hasta el alba.

Mis días corren más que la lanzadera,

y se consumen sin esperanza. 

Recuerda que mi vida es un soplo,

y que mis ojos no verán más la dicha.»

«Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados» (Sal 146,1)

  En las diversas y numerosas curaciones que ha contado el evangelio, resulta extraño que nadie dé las gracias a Jesús. Ni la suegra de Simón, ni su familia, ni los que acuden al ponerse el sol, ni los enfermos de toda Galilea. Pasa haciendo el bien sin esperar recompensa.

  Por eso es bueno que el Salmo nos invite a alabar al Señor, reconociendo todo el bien que nos ha hecho. Este himno recoge motivos muy diversos para alabar a Dios: empieza por la reconstrucción de Jerusalén y la vuelta de los deportados, pero no pierde de vista a cada individuo, vendando las heridas de los que tienen el corazón destrozado y sosteniendo a los humildes.

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Domingo V del Tiempo Ordinario. 04 de febrero, 2024

Domingo, 4 de febrero de 2024
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D-V-TO

 

“Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simeón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: -Todo el mundo te busca.”

(Mc 1, 29-39)

Seguimos como la semana pasada en Cafarnaún. Es decir, en la “Aldea del Consuelo”.

Y este domingo Jesús primero se hace consuelo en casa. En lo íntimo y con los suyos sana la fiebre de la suegra de Pedro. En el evangelio no dice que los vecinos se enterasen del suceso. Solo dice que Jesús “la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.”

¿Cómo se enteraron los vecinos? No lo sabemos. Pero al anochecer le llevaron todos los enfermos y poseídos. Y así Jesús se hace consuelo para toda la aldea: “la población entera se agolpaba a la puerta”.

Pero estos baños de masas siempre provocan la misma reacción en Jesús: “se marchó al descampado y allí se puso a orar”. Soledad y oración. Encuentro con su Dios Abba, fuente de todo consuelo. El encuentro necesita silencio y soledad; necesita intimidad.

Todas las personas necesitamos de ese encuentro, y de manera especial cuando recibimos de Dios grandes dones o beneficios. Cuando las cosas nos van bien y saboreamos el dulce sabor del éxito. Ahí necesitamos más que nunca el Encuentro profundo con Dios pues corremos el grave peligro de quedarnos con los dones de Dios y alejarnos de Él (Cfr. Lc 15: “Dame la parte de la herencia que me corresponde…”). Corremos el dramático y original peligro de querer ocupar el lugar de Dios; podemos recordar lo que les sucede a Adán y Eva.

Por eso nos viene bien no perder de vista este ejemplo de Jesús. Esta manera de actuar tan suya. Tras el éxito se retira a orar. También lo hace en el fracaso. “Se marchó al descampado y allí se puso a orar”.

Oración

Danos, Trinidad Santa, el acierto necesario para volver siempre a Ti, tanto al oír el clamor de los aplausos como al escuchar las murmuraciones y las críticas. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Jesús nos quiere llevar a la verdadera vida.

Domingo, 4 de febrero de 2024
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suegra-pedro-meister_des_hitda-evangeliars_002DOMINGO 5 º (B)

Mc 1,29-39

Recuerda que los evangelios no son crónicas de sucesos sino teología narrativa. No tiene importancia que las palabras atribuidas a Jesús sean exactamente las que él pronunció; ni que los hechos narrados hayan sucedido así. Lo importante es el mensaje que quieren trasmitirnos. Lo difícil será traducirlo adecuadamente a nuestro lenguaje, siempre relativo, de manera que lo podamos entender hoy. Para ello es imprescindible que nos coloquemos en el ambiente de aquella época y conozcamos las características de aquella cultura.

Seguimos en el primer día de la actuación de Jesús. Marcos intenta perfilar a grandes rasgos y con firmes trazos, la figura de Jesús. Se trata de un montaje programático para dejar muy clara la manera que tenía Jesús de desarrollar su ministerio. No podemos desligar la perícopa que hemos leído hoy de la del domingo pasado. Ambas forman un todo teológico progresivo, que empieza en la sinagoga y termina orando solo en descampado. Allí consigue reavivar la experiencia de Dios, que le permite hablar y actuar con autoridad.

El paso de la sinagoga a la casa, y después a la calle, nos dice que Jesús lleva la salvación a todos los lugares en donde se desarrolla la vida y a todas las personas que tienen necesidad de liberación. Con toda naturalidad se nos habla de la suegra de Pedro, aunque nunca se hable de la esposa. En aquella sociedad era impensable el estado de soltero y Jesús nunca cuestionó las normas existentes con relación a la sexualidad, al matrimonio o a la familia. Los cambios que después se produjeron no se pueden vender como mensaje evangélico.

La cogió de la mano y la levantó. La palabra katekeito para decir “estaba postrada”, puede significar enfermedad o muerta, en cualquier caso, falta de vida. También para decir que la levantó, Mc emplea hgeiren, que puede significar levantar o resucitar. Está claro que Mc quiere dar un doble sentido a todo el relato, más allá del sentido literal.

Se le pasó la fiebre y se puso a servirles”. Jesús cura para que la mujer pueda servir. En el mundo griego, el servicio (diakonía) se consideraba una deshumanización. En las primeras comunidades cristianas, era el signo de seguimiento de Jesús. El verbo que se utiliza en griego es dihkonei = servía a la mesa. Los cristianos eligieron precisamente la palabra “diakonía” para expresar el nuevo fundamento de las relaciones humanas en la comunidad. El mismo Jesús dirá que no ha venido a ser servido sino a servir.

Al anochecer… Nos está indicando que los que se admiraban de las palabras y obras de Jesús eran judíos y no habían superado la dependencia de la Ley, que era la causa de la opresión. Al ponerse el sol terminaba el sábado y la obligación de descanso. Por lo tanto, ya podían ellos llevar a los enfermos y Jesús curarlos, sin faltar al primer precepto de la Ley.

Curó a muchos y expulsó muchos demonios. Todos buscan a Jesús para ser curados. Todos los evangelios comienzan con un éxito espectacular de la predicación de Jesús. Más tarde se verá que no les interesa nada más que ser atendidos en sus necesidades. Cuando queda claro que ese no es el objetivo de Jesús, le abandonan sin ninguna consideración.

Se marcha a descampado y allí se puso a orar. En muchos lugares de los evangelios se dice lo mismo: “Se levantó de madrugada, se fue a un descampado y allí se puso a orar”.Pasó la noche en oración”. “Por la mañana estaba allí sólo“. Es la clave de la vida de Jesús. Realmente necesitaba orar como verdadero ser humano que era. Descubrir lo que era su Abba para él y lo que era él para su Abba fue la clave de su espiritualidad. Esto solo se puede hacer apartándose de bullicio de la gente en soledad y silencio.

El domingo pasado decía el evangelio que hablaba con autoridad, no como los letrados. La clave está en este descubrimiento continuado de la presencia de Dios en él. A pesar de la absorben­te actividad, encontraba tiempo para estar a solas consigo mismo y cargar las pilas. Los evangelios nos dicen que también iba a la sinagoga y al templo, pero el verdadero encuentro con Dios lo realizaba a solas y en medio de la naturaleza.

¡Todo el mundo te busca! En el relato encontramos tres exageraciones intencionadas: ‘todo el mundo te busca’; ‘la población entera’; ‘todos los enfermos’. Los discípulos están en la misma dinámica que la gente. No quieren que su Maestro pierda la ocasión de afianzar su prestigio (poder). Jesús sabía muy bien lo que tenía que hacer: “Vámonos a otra parte”. En el principio del relato se habló por dos veces de su enseñanza (didach). Ahora dice predicar (khruxw), de donde viene kerigma, concepto clave de la primera comunidad.

Todos los evangelios empiezan constatando la euforia con que la gente sigue a Jesús. Pero pronto, se va apoderando de ellos, primero la decepción, después el abandono, y finalmente la oposición total. En Juan este proceso se escenifica de manera genial en el c. 6, después de la multiplicación de los panes, cuando quieren hacerle rey y terminan abandonándole todos diciendo: “¿quién puede hacerle caso?” El porqué de esta actitud es claro: buscan ser curados, liberados, queridos, no les interesa curar, servir y amar.

Si tomásemos conciencia de este cambio en la gente, comprenderemos donde falla nuestro cristianismo. La respuesta está en el relato de la curación de la suegra de Pedro. Jesús cura para que seamos capaces de servir. Esto es precisamente lo que no nos gusta. Cuando Jesús va dejando claro que Dios no es un tapagujeros, que su predicación lo que persigue es cambiar las actitudes fundamentales del ser humano y convertirle en libre servidor en vez de opresor, la gente empieza a sentirse incómoda y le abandona sin contemplaciones.

El evangelio no habla de resignación ante cualquier clase de dolor, sea físico, sea psíquico, sea moral. Tampoco identifica la salvación con la supresión del dolor. Todo lo contrario, afirma expresamente que la verdadera salvación puede alcanzarla todo ser humano a pesar del mal que nos rodea. Siempre que se pueda, se debe suprimir el dolor. La victoria contra el mal no está en suprimirlo, sino en evitar que te aniquile.

La solución al problema vital del hombre no puede venir de fuera, la tenemos que encontrar dentro. Solo un conocimiento de lo hondo del ser nos descubrirá lo que somos. El hombre tiene que superar sus limitaciones. Pero solo lo conseguirá descubriendo que esas limitaciones no le impiden alcanzar su plenitud. Conocerme a mí mismo es conocer a Dios como fundamento de mi ser. Ser fiel a sí mismo es la única manera de ser fiel a Dios.

El fallo del cristianismo fue convertir la buena noticia del evangelio en una religión. Jesús quiso liberar al ser humano de todo lo que le impide ser él mismo, incluida la religión. Hay problemas que no tienen solución, pero una vida más humana siempre es posible. El esperar que cambien las circunstancias para sentirme bien es señal de hedonismo.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Planteamiento de Marcos

Domingo, 4 de febrero de 2024
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Mc 1, 27-39

«Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios»

Estamos acostumbrados a leer el evangelio a pequeñas dosis, y esto tiene el riesgo de hacernos perder su visión de conjunto. Por ejemplo, el comienzo del evangelio de Marcos es una unidad que debe leerse de un tirón, pues muestra el ambiente de confrontación que vivió Jesús desde el primer momento y nos da las claves para entender mejor el resto. Vamos pues a tratar de hacer una síntesis de sus primeros capítulos.

Jesús, carpintero de Nazaret, siente la llamada de Dios, deja oficio y familia y va al Jordán al encuentro de Juan el Bautista. Se bautiza con él y se dirige al desierto para confirmar o afianzar su vocación antes de dedicar la vida a la misión a la que se siente llamado.

A su regreso del desierto, conoce e Simón, Andrés, Juan y Natanael y vuelve con ellos a Galilea. Se hospeda en Cafarnaúm, en casa de Simón, e invita a los tres primeros y a Santiago (hermano de Juan) a unirse a él en la aventura de predicar el Reino de Dios por los caminos de Galilea. Ellos aceptan y se emplazan el sábado en la sinagoga de Cafarnaúm.

Ante el asombro de todos, el carpintero toma la palabra y expone con autoridad una doctrina nueva y sorprendente. Al finalizar, un demente le increpa, y Jesús lo devuelve a su ser con la simple autoridad de sus palabras. A la salida, cura a la mujer de Simón que estaba enferma, y al atardecer le llevan a su puerta multitud de enfermos para que los cure. Pronto su fama se extiende por toda la comarca.

Marcos hace hincapié en el enfrentamiento que desde el principio mantiene Jesús con escribas y fariseos… y lo curioso es que parece ser él quien lo provoca. Su primera sanación la hace en sábado, quebrantando el precepto más sagrado para todo israelita. Sale a los caminos, encuentra un leproso, se acerca a él y le toca incurriendo en impureza. Vuelve a Cafarnaúm, perdona los pecados de un paralítico que le presentan para que lo sane, y los fariseos le acusan de blasfemo.

Invita a Leví, el publicano, a unirse al grupo y cena en su casa, con escándalo de los justos. Cuando le acusan de no ayunar, les habla del vino nuevo que va a romper sus odres viejos, y cuando les increpan por comer espigas en sábado, se arroga una vez más la potestad de interpretar la Ley en contra del criterio de los doctores: «El Sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el Sábado». Esta serie constante de enfrentamientos culmina en la sinagoga de Cafarnaúm, donde cura en sábado (sin necesidad alguna) a un hombre que tiene la mano paralizada. Los fariseos se conjuran con los herodianos para matarle…

Y ésta es la base del planteamiento posterior: Jesús, hombre poderoso en palabras y avalado por Dios con hechos asombrosos, es seguido por la gente sencilla a quien sana y devuelve la esperanza, y es rechazado de plano por la ortodoxia y el poder que acaban llevándolo a la muerte.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fe Adulta

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La suegra de Simón, modelo de discipulado y anfitriona de la comunidad.

Domingo, 4 de febrero de 2024
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Hay una figura muy importante en el evangelio que leemos hoy en Marcos 1,29-39. Se trata de la suegra de Simón. No se ha prestado suficiente atención a esta mujer en los estudios de exégesis ni se han hecho las habituales aplicaciones teológicas de su figura como debería ser el caso de un personaje que está presente en los tres evangelios sinópticos. Incluso en algunos casos se ha hablado de ella en contraste con Simón Pedro o como la causante de sus dudas de fe.

Esta mujer, sin embargo, aparece en el texto de Marcos con los verbos que definen a un verdadero discípulo de Jesús y a un modelo de discipulado. Jesús se acerca a ella, la toma de la mano, la levanta, la cura… y ella se pone a servirles, es decir ejerce la diaconía. Y prestará sus servicios de acogida y diaconía no solo a Jesús sino a todos quienes se acerquen a su casa. Más aún, pone su casa al servicio de la comunidad y la convierte en espacio de hospitalidad para quienes buscan a Jesús.

Esta situación de casas que se abren a los nuevos conversos está muy presente en los relatos evangélicos y reflejan la realidad de comunidades nacientes, que se reunirían en casas de aquellos que habían comenzado a seguir a Jesús. Así este relato bien cuenta la presencia y la acción diaconal de esta mujer que se convierte en discípula y organizadora de comunidades y seguramente la presenta como modelo para otros que quieran seguir a Jesús. Podríamos llegar a suponer que el espacio de casas, regido muchas veces por mujeres, aparece como el espacio de encuentro más habitual de las comunidades originarias, tal como también las describe san Pablo en sus cartas.

El texto sigue a continuación indicando que Jesús se irá con “Simón y sus compañeros” a “otra parte, a las aleas cercanas, para predicar también allí”. Es decir, el texto muestra cómo se consolidan grupos de discípulos itinerantes y misioneros junto a espacios más estables que se reúnen en las casas. Es habitual prestar más atención al movimiento de Jesús como un grupo itinerante pero los relatos parecen también hacer referencia a comunidades que se van consolidando en torno a espacios que son acogedores y que dan cierta estabilidad al grupo misionero. Recordar a esta mujer y su acción de diaconía nos presenta grupos y comunidades nacientes muy acogedora y capaces de generar espacios habitables concretos para reunir a grupos de creyentes.

Resulta cuanto menos llamativo que la presencia de una mujer que consolida una incipiente organización creyente según los textos de los tres sinópticos no resulte relevante para a eclesiología actual y que se focalicen unilateralmente las formas institucionales en la figura de Pedro. Este relato, junto a muchos otros, señala a Pedro como discípulo itinerante y a la mujer como un contrapunto de modelo de discipulado cuyas funciones son más orgánica e institucionales que las de su yerno. Habrá que seguir profundizando en este texto que puede dar mucha luz a los desafíos ministeriales que se presentan en la vida eclesial actual.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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Buscar el silencio.

Domingo, 4 de febrero de 2024
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IMG_2723Domingo V del Tiempo Ordinario

4 febrero 2024

Mc 1, 29-39

No hay profundidad humana sin cultivo del silencio. Porque solo el silencio mental -que no es mutismo no está reñido con la actividad ni con el encuentro con los otros- posibilita el autoconocimiento en profundidad y el saboreo, consciente y detenido, de aquello que somos. Y solo de ese saboreo puede nacer la sabiduría o comprensión.

La experiencia nos dice que el ruido mental y emocional fácilmente nos perturba y descoloca, introduciéndonos en los vericuetos oscuros, interminables y ansiosos del hacer y del acaparar, situando al ego como protagonista de la acción y eje alrededor del cual se hace girar todo lo demás.

La resistencia o incluso el miedo al silencio tienen siempre un porqué, posiblemente conectado con uno de estos dos elementos (o con los dos a la vez): el miedo al propio mundo interior y la hiperactividad mental.

Decía que con frecuencia se dan unidos porque, cuando se ha sufrido en soledad desde niños, se ha tendido a alejarse de los propios sentimientos -ya que sentir era sinónimo de sufrir- y se ha refugiado en la cabeza, haciendo del pensamiento un mecanismo de defensa. No es raro que la hiperactividad mental -una manifestación de la ansiedad- sea síntoma de sufrimiento interno, muchas veces olvidado. Cuando estamos bien, notamos que la mente se relaja y rumiamos menos.

Siendo conscientes de las dificultades, es bueno saber que siempre es posible entrenarse en el silencio mental: encontrando la propia motivación, ajustando los tiempos a nuestro momento, apoyándonos en textos o en audios que faciliten entrar en el silencio, practicándolo en grupo…

En la medida en que se va viviendo, el silencio pacifica, unifica, armoniza, relativiza los dramas, libera del sufrimiento mental, desinfla el ego y sus pretensiones, nos hace comprender nuestra verdadera identidad y, en consecuencia, aporta alegría y nos hace más humanos.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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De la sinagoga a casa de Pedro, siempre con fiebre.

Domingo, 4 de febrero de 2024
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Day_SimonsMotherinLaw_710Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- DE LA SINAGOGA A CASA DE PEDRO.

No se trata de salir de la sinagoga e ir a casa: Jesús está en la sinagoga, sale y va a casa de Pedro… No es esa la cuestión.

Como todo en los evangelios, también la geografía, los lugares, los números, los símbolos tienen un sentido más hondo, más teológico.

Jesús sale de la sinagoga, se marcha del viejo sistema del AT, de la ley… Jesús sale de la sinagoga y “va” a casa de Pedro, a la familia de Pedro que es la “asamblea eclesial”, la iglesia naciente.

La familia de Pedro es la Iglesia. (La familia del papa Francisco es la Iglesia…).

Jesús sale, pasa del AT al NT, de la ley a la libertad, del poder al servicio.

02. PEOR EL REMEDIO QUE LA ENFERMEDAD.

La familia de Pedro es la comunidad cristiana naciente la Iglesia. Jesús se encuentra ahora en “familia”, entre los suyos, incluso con los más íntimos, dice el evangelio: Pedro, Santiago y Juan. Pero resulta que los suyos, la suegra de Pedro, tiene fiebre. (en griego: piros: fuego: (piresousa: pirotecnia, pirómano, pirolisis, pira, etc…).

El fuego, la fiebre es de poder. Parece ser que Pedro, su familia y parte del grupo de discípulos de Jesús tenían ansiedad violenta de poder para expulsar a los romanos como fuere, -zelotismo-. Algunos de aquellos discípulos pretendían ocupar las primeras carteras del futuro e inmediato Reino o gobierno que Jesús iba a instaurar. La familia de Pedro, la línea eclesial de Pedro tenía fiebre, fuego por el poder.

Y va a resultar que es peor el remedio que la enfermedad: va a ser peor la casa de Pedro con su fiebre de poder, que la sinagoga.

03. LO DE JESÚS NO ES EL PODER.

Porque lo de Jesús no es el poder, Jesús no tiene poder, sino una bondadosa autoridad.

Lo de Jesús no es instaurar un sistema religioso de “ordeno y mando, hago saber y os vais a enterar”.

Tampoco es un asunto racial, nacional. Mi Reino no va por etnias, ni fronteras, ni por economía o escaños parlamentarios, ni por poder eclesiástico.

En resumidas cuentas: “mi reino no es como los de este mundo”, (Juan 18,36), pues “ya sabéis que los príncipes de la tierra tiranizan y oprimen a los suyos y entre vosotros no puede ser así, sino que el que quiera ser el mayor que sirva a los demás”, (Mateo 20,25).

04. “EXTRAÑAMENTE” DOS MUJERES SON MODELO DE IGLESIA.

El primer signo (milagro) de Jesús en el evangelio de Marcos es la curación de la suegra de Pedro. Y este mismo evangelista termina esta primera parte de su evangelio, antes de relatarnos la pasión y muerte del Señor, con la narración de aquella pobre viuda que da en el templo como

limosna los “cincuenta céntimos” que necesitaba para comer. (Mc 12,37-.44).

Es muy significativo que Marcos comience y termine su evangelio con dos mujeres sencillas: la de suegra de Pedro y con una pobre viuda. Las dos sin valor ni relevancia en la vida pública. (La mujer ni tan siquiera valía para ser testigo).

Sin embargo, la curación de la suegra de Pedro (curación de la familia de Pedro, es decir, de la Iglesia) de la fiebre de poder y la generosidad de aquella pobre viuda constituyen el modelo de identidad y de vida eclesial. La Iglesia es servicio y generosidad.

Resulta chocante cómo la mujer ha quedado tan relegada en la Iglesia.

En realidad en el sistema eclesiástico ha quedado relegado todo aquello que no sea sacro y clero, es decir, todo el laicado.

El “poder sacro”, incluidas sus intromisiones en el sutil dominio de las conciencias, se parece más a la sinagoga, al “estado febril” de la casa de Pedro, que a la suegra ya curada de sus deseos de poder.

05. (La suegra de Pedro) SE LEVANTÓ Y SE PUSO A SERVIRLES.

Dos aspectos más que importantes:

SE LEVANTÓ

En la primera lectura hemos escuchado como Job desesperado y postrado, fuera de la convivencia por la lepra y todo “gracias” al abandono de Dios, Job se pregunta: ¿cuándo me levantaré?

La suegra de Pedro estaba también postrada por otra enfermedad peor que la lepra, por el poder.

Cuando uno se encuentra con Cristo (con Dios) recupera la dignidad, la vida personal. En otros signos de este tipo: paralíticos, ciegos, etc. se dice que: levantándose le seguían por el camino.

Levantar es una expresión que se emplea también en los evangelios para hablar de resurrección. Estamos postrados, abatidos, muertos como el hijo menor y Cristo nos devuelve a la vida.

Podemos estar, vivir desvanecidos. Cristo es capaz de levantarnos.

Y SE PUSO A SERVIRLES.

Los del Obispado piensan que con marketing pastoral, estructuras, reuniones, consejos de gobiernos, Unidades pastorales y demás, ya está constituida la Iglesia. Para ser Iglesia, comunidad cristiana, no hace falta poder, sino actitud de servicio.

La Iglesia es valiosa por lo que sirve, no por lo que organiza y manda. Jesús salió de la sinagoga… La pobre viuda, el buen samaritano, el lavatorio de los pies son los criterios eclesiales.

06. SE MARCHÓ A DESPOBLADO A ORAR.

Es una actitud constante de Jesús: vivir siempre mirando a Dios, vivir en una interioridad constante.

Necesitamos vida interior, un clima de reflexión constante, un diálogo con Dios, confrontar nuestras vidas con Dios.

Y necesitamos marchar a “despoblado”, lejos del “mundanal ruido”, lejos de la tv, de la algarabía y palabrería de los mítines, de tanto ruido social, eclesiástico y político.

Hay cosas que solamente se entienden en silencio y en la oración.

Se levantó y se puso a servirles.

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“Milagros y exorcismos de Jesús en tela de juicio“,

Lunes, 8 de noviembre de 2021
Comentarios desactivados en “Milagros y exorcismos de Jesús en tela de juicio“,

jesus-heals-leperDel blog de Eduardo de Un oído en el Evangelio y otro en el Pueblo:

¿Jesús hizo milagros? ¿Jesús hizo exorcismos? ¿Qué significado tienen? ¿Y nuestra fe?

22.10.2021 | Eduardo de la Serna

Antes de comenzar mi reflexión sobre los llamados milagros y exorcismos de Jesús quiero decir algo sobre el título. Más de una vez me ha ocurrido de haber sido criticado, o haber tenido que dar explicaciones, por algo escrito solamente a raíz del título. Y – lo reconozco – con frecuencia, mi intención es que este sea provocador, es decir provocar la lectura; una especie de “anzuelo”.

En el lenguaje común, algo que está en “tela de juicio” es algo que está en duda, que se discute y – casi, casi – que se niega su realidad desde el comienzo. Pero, por lo que sé, el término proviene del ambiente judicial y se refiere a la “trama” de un juicio que, finalmente, espera una sentencia justa. Y es en este sentido que lo quiero pensar en estos párrafos que siguen.

Milagros

Lo que llamamos “milagros” en ocasiones traduce el término hebreo pl’ (Gen 18,14: “¿hay algo difícil, imposible, para Dios?”; algo “difícil” de evaluar, Dt 17,8; cf. Zac 8,6). El término, en ocasiones, se traduce al griego por adynatéô (alfa privativa, del verbo dynamai, poder: es decir: no poder, impotencia, imposible). En el Nuevo Testamento, el término castellano milagro suele traducir el griego “dynamis” que es de uso común: “lo que se puede / apto…”; la raíz remite a lo “ad-mirable”, lo asombroso. Alude a la reacción frente a algo que se “mira”. En este sentido hay una nota importante de diferencia: un signo de “poder” (en griego) remite a la fuerza que un hecho o acontecimiento tiene, mientras que referirlo como “milagroso” (en castellano) remite a la repercusión que tiene el hecho en el o los testigos. Hay que señalar, además, que, con frecuencia, como es razonable, no siempre el término “dynamis” se debe traducir por “milagro” (“poder”, sea este humano o divino, es también dynamis). Es bueno notar que, en ocasiones (pocas), se utiliza también el término thaumasía (muy frecuente en los Salmos [x51], solo 2 veces en Mateo, una en Marcos y una en Juan), lo admirable, maravilloso. Notemos, entonces, que mientras en castellano el acento está puesto en lo que los testigos observan de un hecho, en griego, el lenguaje de los Evangelios, el acento está puesto en el “poder”, sea de Dios, de Jesús, del Reino…

Sin duda muchos de los hechos-de-poder de Jesús causan asombro, pero – notablemente – muchos de estos no son calificados, simplemente se dice “abrió los ojos al ciego”, o “hizo andar al cojo”, pero no se lo califica de “milagro”; el término suele utilizarse en sumarios, no en narraciones.

En este sentido, es de notar una serie de elementos. [1] El así llamado “secreto mesiánico”, propio de Marcos: es decir, Jesús que manda, infructuosamente, por cierto, callar frente a un hecho-de-poder porque no quiere ser reconocido por los “milagros” sino en la cruz, “verdaderamente” (15,39). [2] También la intencionalidad teológica de los evangelistas al narrarlos, donde pretende “un plus” del hecho en sí: la humanidad “levantada”, la humanidad que “camina”, la humanidad que puede “ver” …  No es tanto, entonces, el hecho-de-poder lo que cuenta, en el relato evangélico, sino la vida, el discipulado, la fe… [3] Es sabido, también, que Juan no utiliza jamás el término dynamis (sí una vez thaumasía, para señalar – el ex ciego de nacimiento – lo “extraño” de que los “judíos” no sepan de donde es Jesús, 9,30); Juan utiliza el término signo (sêmeia), también conocido por los sinópticos pero en el sentido de aquellos que piden un “signo” a Jesús, o él que invita a reconocer los “signos de los tiempos”… los “milagros”, entonces, en el cuarto Evangelio “esconden” algo que debe ser descubierto, esconden la “gloria” de Jesús. [4] Finalmente notemos que el uso del par “signos y prodigios” (sêmeia kaì terata) tiene una connotación profética: es lo que se espera del profeta semejante a Moisés (Dt 34,11; cf. 18,18). Los signos y prodigios, entonces, son como lo fue la salida de Egipto (Dt 26,8) aunque también es algo que pueden llegar a hacer los “falsos profetas” (cf. Mt 24,24). Los “signos y prodigios” son frecuentes (además de en Deuteronomio [x6], donde son obras de Dios en las que Moisés interviene como mediador profético) en Hechos de los Apóstoles (x9) señalando la vocación profética de la comunidad cristiana; desde la venida del Espíritu Santo la Iglesia debe ser profética.

Señalemos, entonces, que Jesús, no pretende habitualmente, manifestar el poder del Reino, pero “no puede” permanecer indiferente ante el dolor y el sufrimiento; se conmueven sus entrañas y su compasión manifiesta visiblemente que Dios “no quiere” el sufrimiento del ciego, del cojo, de la viuda que acaba de perder a su único hijo… E incluso se “enoja” ante la fuerza de la enfermedad, como ante la persona con lepra. Pero, y esto parece lo importante, todos estos acontecimientos deben interpretarse como un signo de quién es Jesús, y de la presencia del Reino:

Vayan a informar a Juan de lo que han visto y oído: los ciegos recobran la vista, los cojos caminan, los que tienen lepra quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres reciben el Evangelio. (Lc 7,22)

Y no puede dejarse de lado que en esta lista de “signos”, de “milagros”, se incluye la evangelización a los pobres. Ciertamente se trata de manifestar el cumplimiento de textos de Isaías (26,19; 29,18-19; 35,5-6; 61,1), pero en la lista de signos, que manifiestan la presencia del Reino, no puede omitirse el anuncio del Evangelio a los pobres; precisamente los que no tienen “buenas noticias” en su vida cotidiana (como no tienen vista los ciegos, ni pureza los que tienen lepra…).

Señalemos, entonces, que los llamados “milagros” de Jesús son inseparables de su predicación del Reino, son constitutivos de esta y ni siquiera son lo más importante.

Exorcismos

Los llamados “exorcismos”, en cambio, remiten directamente al término griego (exorkistês) y sólo se encuentra una vez en toda la Biblia (Hch 19,13) referido a unos “exorcistas judíos ambulantes” que conjuran “en el nombre del Jesús que Pablo predica” … Flavio Josefo, en cambio, hace referencia a algunos exorcismos, también judíos:

El método del tratamiento de curación era del siguiente tenor: acercaba a la nariz del endemoniado el anillo, que tenía debajo del sello, una raíz del árbol que Salomón había indicado, y luego, al olerla el enfermo, le extraía por las fosas nasales el demonio, y nada más caer al suelo el poseso, Eleazar hacía jurar al demonio que ya no volvería a meterse en él, mencionando el nombre de Salomón y recitando los encantamientos que aquel había compuesto. (Ant. VIII,46-48)

Los exorcismos, entonces, se realizan por conjuros y rituales (y la notable referencia a Salomón), cosa que Jesús nunca realiza; él simplemente “expulsa” a los demonios luego de “conminarlos” (confrontarlos). [1] El término expulsar, quitar (ekballô) no necesariamente alude a los demonios (quitar una pelusa; o ser expulsado de un lugar) aunque es el término habitual; [2] conminar, ordenar (epitimáô) también se utiliza en otras ocasiones (Pedro conmina, reprende, a Jesús, el mendigo ciego Bartimeo es conminado a callar), se trata de una palabra confrontativa o de autoridad, como Jesús que manda callar, o conmina a la tempestad.

Lo importante, en nuestro caso, es que Jesús jamás realiza conjuros ni rituales, simplemente expulsa con su palabra, palabra que tiene autoridad. Y, nuevamente, esa palabra es signo del Reino de Dios (“si expulso demonios con el dedo de Dios es que el reino de Dios ha llegado a ustedes”, Lc 11,20). Se puede decir claramente, que Jesús no hace exorcismos, pero sí que expulsa demonios con la autoridad de su palabra; algo particularmente importante en Marcos y totalmente ausente en Juan. Es interesante (responde a la teología de Lucas, por cierto) que Jesús “reprende” a la fiebre que tiene “presa” a la suegra de Simón con una actitud que recuerda a Elías y Eliseo; es la palabra profética la que “expulsa” a la fiebre personificada que se había apoderado de la mujer.

No debe dejarse de lado, además, el sentido político que tienen – al menos en ocasiones – las expulsiones de demonios: no es inocente que el demonio que ha dominado a una persona en Gerasa, y que no puede ser dominado ni controlado, reciba el nombre de Legión, y que sea desplazado a una piara de cerdos (el jabalí era imagen de la IX legión, legio fretensis). Se ha afirmado, y coincidimos con ello, que los estados alterados de conciencia (EAC) son vistos como “demonios” en muchos ambientes pre-industriales, y que esto ocurre frecuentemente en los sectores más vulnerables de la comunidad, quienes experimentan críticamente la exclusión de la sociedad. El terapeuta le manifiesta con autoridad que hay otra sociedad en la que es incluido, restaurando, así, su psiquis dañada, alienada (se trata del reino, ciertamente, en el caso de Jesús).

Conclusión

En sociedades o comunidades con una fe débil, suele ser frecuente la necesidad de recurrir o pretender milagros o exorcismos para fortalecer a los alienados o a los necesitados;  la proliferación de estos suele ser, curiosamente, un alivio para muchos; un supuesto signo de la presencia de Dios para otros (y, con frecuencia, un buen ingreso económico para unos pocos). Pero, precisamente, mirando los evangelios, esto suele ser, claramente, expresión de una fe limitada y pobre y no una búsqueda firme y profunda de aquello que da hondura a nuestra vida (esa es la raíz hebrea del término fe, amén, la raíz, los cimientos, la firmeza).

No se trata de poner confianza en lo exterior, en lo extraordinario, precisamente, sino aprender a hundir las raíces de la vida en el Reinado de Dios, en un Dios que, como padre/madre nos invita a profundizar nuestra existencia en la palabra de Jesús, palabra profética, palabra con autoridad, palabra que nos envía y nos invita a salir de nosotros mismos hacia la cruz y los crucificados, los pobres para que tengan buenas noticias y así se pueda mostrar al mundo las maravillas de Dios que en signos y prodigios manifiesta que su p/maternidad se hace presente en la vida de las hermanas y los hermanos, ¡y vida en plenitud!

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“Confiar”. 12 Tiempo Ordinario – B (Marcos 4,35-40)

Domingo, 20 de junio de 2021
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Apenas se oye hablar hoy de la «providencia de Dios». Es un lenguaje que ha ido cayendo en desuso o que se ha convertido en una forma piadosa de considerar ciertos acontecimientos. Sin embargo, creer en el amor providente de Dios es un rasgo básico del cristiano.

Todo brota de una convicción radical. Dios no abandona ni se desentiende de aquellos a quienes crea, sino que sostiene su vida con amor fiel, vigilante y creador. No estamos a merced del azar, el caos o la fatalidad. En el interior de la realidad está Dios, conduciendo nuestro ser hacia el bien.

Esta fe no libera de penas y trabajos, pero arraiga al creyente en una confianza total en Dios, que expulsa el miedo a caer definitivamente bajo las fuerzas del mal. Dios es el Señor último de nuestras vidas. De ahí la invitación de la primera carta de san Pedro: «Descargad en Dios todo agobio, que a él le interesa vuestro bien» (1 Pedro 5,7).

Esto no quiere decir que Dios «intervenga» en nuestra vida como intervienen otras personas o factores. La fe en la Providencia ha caído a veces en descrédito precisamente porque se la ha entendido en sentido intervencionista, como si Dios se entrometiera en nuestras cosas, forzando los acontecimientos o eliminando la libertad humana. No es así. Dios respeta totalmente las decisiones de las personas y la marcha de la historia.

Por eso no se debe decir propiamente que Dios «guía» nuestra vida, sino que ofrece su gracia y su fuerza para que nosotros la orientemos y guiemos hacia nuestro bien. Así, la presencia providente de Dios no lleva a la pasividad o la inhibición, sino a la iniciativa y la creatividad.

No hemos de olvidar por otra parte que, si bien podemos captar signos del amor providente de Dios en experiencias concretas de nuestra vida, su acción permanece siempre inescrutable. Lo que a nosotros hoy nos parece malo puede ser mañana fuente de bien. Nosotros somos incapaces de abarcar la totalidad de nuestra existencia; se nos escapa el sentido final de las cosas; no podemos comprender los acontecimientos en sus últimas consecuencias. Todo queda bajo el signo del amor de Dios, que no olvida a ninguna de sus criaturas.

Desde esta perspectiva adquiere toda su hondura la escena del lago de Tiberíades. En medio de la tormenta, los discípulos ven a Jesús dormido confiadamente en la barca. De su corazón lleno de miedo brota un grito: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?». Jesús, después de contagiar su propia calma al mar y al viento, les dice: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?».

José Antonio Pagola

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“¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!”. Domingo 20 de junio de 2021. Domingo 12º ordinario

Domingo, 20 de junio de 2021
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37-ordinarioB12 cerezoLeído en Koinonia:

Job 38,1.8-11: Aquí se romperá la arrogancia de tus olas.
Salmo responsorial: 106: Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
2Corintios 5,14-17: Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.
Marcos 4,35-40: ¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!

En la primera lectura vemos cómo el Señor le contesta a Job desde un torbellino, una forma muy común en el Antiguo Testamento para las apariciones de Dios. Le muestra lo que el Señor es capaz de hacer por el ser humano, hasta frenar el mar para que no irrumpa contra él. Las comunidades cristianas crecen en medio de dificultades y conflictos. Se encuentran asediadas por muchas amenazas internas y externas. Son como una pequeña barca navegando en altamar, en aguas turbulentas. Cunde la desesperación y el desencanto. Job es el símbolo de la paciencia y la resistencia. Se siente asediado por todas partes. Dios lo interpela haciéndole caer en cuenta de que él es el Señor de la historia. Las dificultades de la vida no podrán derrotar a quien pone toda su confianza en Dios.

En La carta a los Corintios se nos expone la nueva humanidad que a través de la muerte de Cristo recobra la vida plena. Cristo murió por todos para que todos tengamos vida por medio de él. El amor de Cristo ha sido tan grande que nos ha rescatado de la muerte y de la esclavitud del pecado, y nos ha hecho partícipes de la vida nueva. Lo antiguo ha sido superado por la muerte y resurrección del Señor.

En el evangelio, el llamado relato de la tempestad presenta las dificultades por las que atravesaba la Iglesia primitiva en el contexto del imperio romano. El mar es símbolo de peligro; es una amenaza para quienes viven cerca de él, porque saben que por ahí vienen los perseguidores. La comunidad es esa pequeña nave que navega a la deriva. La fe de muchos naufraga ante las amenazas y las presiones del medio. Entonces es cuando hay que recordar que Jesús no ha abandonado la barca. El navega con ellos. Es capaz de derrotar la tempestad. La certeza de la presencia de Jesús fortalece la frágil fe de la comunidad.

Nos sentimos amenazados de muchas formas. La injusticia, la violencia y la corrupción por una parte; el consumismo, el relativismo y el sensualismo por otra. Sentimos la tentación de ceder. Fácilmente caemos en el pesimismo y la resignación. Desistimos de todo esfuerzo y dejamos que la historia empuje la barca a su propio viento. El ambiente nos ahoga y nos sentimos perdidos, desorientados o perplejos. Las palabras de Pablo resultan alentadoras: Cristo murió y resucitó; con él hemos muerto nosotros, y tenemos la firme esperanza de participar en su resurrección. Sólo la certeza de que Jesús camina con nosotros nos puede ayudar a vencer los miedos y las incertidumbres y a “remar mar adentro, hacia aguas profundas”.

Temas clásicos relacionados con este tipo de milagros de Jesús, centrados en la acción sobre la naturaleza, que tal vez ya perdieron su aliciente, son los de la posibilidad misma del milagro, las relaciones entre Dios y la naturaleza, y el tema de la oración de petición, cuando la petición se centra en una acción sobre la naturaleza. Formulamos estos temas en el apartado «para la reunión de grupo» Leer más…

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20.6.21. Caída la tarde, les dijo: Crucemos al otro lado

Domingo, 20 de junio de 2021
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5960629782_21061c88c8_oDel blog de Xabier Pikaza:

La iglesia, una tarea del otro lado

Así empieza el evangelio de este domingo 12 TO (Mc 4, 35-41). No fue fácil acoger y cumplir entonces aquel mandato de Jesús (hacia el 30 y el 70 d.C.). Tampoco lo es hoy, año 2021, aunque el papa Francisco siga hablando de iglesia en salida. Salir sí, pero: ¿Habrá que dejar los diversos vaticanos? ¿Qué barco hay que tomar? ¿Qué leyes, dogmas y poderes podemos llevar… o tendremos que salir como estamos, sin más, como dice el evangelio, nosotros mismos en la frágil barca?

Estas cuestiones me ocupan desde hace 50 años, cuando mi amigo F. de la Calle  (1937-2021) defendió en el Bíblico de Roma (con I. de la Potterie) una tesis doctoral titulada “Situación (=geografía) al servicio de Kerigma en el evangelio de Marcos”, que en parte habíamos preparado juntos. No quedé satisfecho. Queríamos salir con un Kerigma (al modo de Bultmann o de una iglesia bien establecida), para imponer nuestra verdad (y nuestro centro) a los de la periferia

Yo sospechaba ya entonces que el evangelio era la frontera (Jesús en/con los pobres, los excluidos, los paganos), estar y ser al otro lado. Así lo he comprobado con la tesis doctoral M. Villalobos (Cuerpos Abyectos, en el evangelio de Marcos, Herder, Barcelona 2021).  A su juicio, según Mc 4, 35, el tema y tarea es estar al otro lado, aprendiendo a ser y querer (dejarnos querer) por los de fuera, que no son sólo paganos de frontera (al otro lado de Galilea), sino pobres, enfermos, oprimidos, excluidos, homosexales…

Todo el evangelio de Marcos está lleno de gentes del otro lado: De salud incierta (leprosos, paralíticos), de identidad fronteriza (prostitutas, publicanos, eunucos),  de dignidad y género variado (expulsados, oprimidos, por sexo y raza etc. como dirá luego Mt 25, 31-46) etc. El evangelio es saber que somos “del otro lado”; que allí debemos ir para aprender lo que somos, para ser acogidos, para estar, para ser (e incluso para dar), porque el mismo Dios de Jesús es del otro lado.

Éste es el tema: Habiendo presentado su programa en Galilea (Mc 4, 1-34), Jesús decidió cruzar el largo   (vayamos al otro lado: eis to peran). Así lo hizo, con prisa, aquella misma tarde, al acabar: Vayamos (no “id” vosotros, ni “voy yo”, sino vayamos) al otro lado. Y así de pronto, para cumplir su mandato, toman a Jesús como estaba (con lo puesto), empujaron las barcas hasta el agua, colocaron los remos, izaron las velas al viento se fuero al otro lado:

Texto. Mc 4, 35-41:

images(a. Introducción). 35 Y aquel mismo día, al caer la tarde, les dijo: Vayamos a la frontera (al otro lado).36 Y dejando a la gente, le tomaron tal como estaba en la barca y le acompañaban otras barcas.

(b. Tormenta) 37 Y se desató una fuerte tormenta de viento y las olas se abalanzaban sobre la barca, de suerte que la barca estaba ya a punto de llenarse (de agua). 38 Y él estaba a popa, durmiendo sobre el cabezal, y lo despertaron, diciéndole: Maestro ¿no te importa que perezcamos?

(c. Jesús) 39 Y levantándose, increpó al viento y dijo al mar: ¡Cállate! ¡Enmudece! El viento amainó y sobrevino una gran calma. 40 Y les dijo:¿Por qué sois cobardes? ¿No tenéis aún fe? 41 Y temieron con un gran temor y se decían unos a otros: ¿Quién pues es éste, porque hasta el viento y el mar le obedece.

El otro lado de la vida. Un texto programático y extraño.

 Este es el tema, como he dicho: Dios es “del otro lado” (y con Dios también Jesús), y nosotros. Algo de eso sabía el filósofo Anaximandro de Mileto (siglo VI a.C.), cuando dijo que Dios es el “apeiron” (el otro lado, la frontera de la frontera). Algo de eso supo, en ese mismo tiempo, la tradición de Isaías de Jerusalén cuando situaba a Yahvé al otro lado (en el principio y ser de todo lo que existe). Mucho de eso supo y dijo con su vida Jesús de Nazaret cuando buscó, encontró y proclamó la gloria de Dios en los hombres y mujeres del otro lado (publicanos, prostitutas, enfermos, excluiros…), iniciando con ellos el camino del Reino.

1.Esta es la primera misión de Jesús según el evangelio de Marcos. Es la primera, y sigue siendo (por ahora) la última, la definitiva. El evangelio es ir (vayamos) eis to peran: es decir, al “límite” o frontera, al otro lado, sin llevar cosas nuestras (para imponer lo que somos), sin apoderarnos de las cosas de los otros (ir a conquistar, a tomar sus tierras); ir y ser con ellos lo que somos, ofreciendo, compartiendo, conviviendo.

2.La palabra central de Jesús es “vayamos al otro lado” (a la frontera), vivamos y seamos “en el otro lado”, para aprender, para compartir.  Pero inmediatamente después, leyendo el pasaje (Mc 4, 35-41), parece que Jesús no cumple lo que dice, pues el relato se detiene (se enreda) en una aparente “leyenda” de tempestad calmada. Es como si Marcos se olvidada del programa de Jesús (ir al otro lado, estar a la frontera)… y en vez de decir lo que pasa cuando se va al otro lado se detuviera en la tempestad de la travesía. Para ir al otro lado hay que “pasar” la gran tormenta.

3.El paso al otro lado implica una gran tormenta… de la que parece que aún no hemos salido, tras 2000 años de evangelio. Ciertamente, puede (y en un plano se trata) tratarse de una tempestad marina (física, externa) que los discípulos de “lago” (pescadores de aguas de poco fondo) conocían bien… Pero leyendo bien vemos que se trata de una tempestad mucho más hondo: Ir al otro lado significa salir, dejar lo que somos, empezar a ser en otro lugar, vida y circunstancia… Es evidente que llega la tormenta.

4.La tempestad o tormenta no es de Jesús, él está tranquilo, descansando (ha llegado la noche), y duerme. Él es de un lado y del otro, no lleva consigo “dogmas”, imposiciones legales, historias eternas de poderes, pequeños o grandes “concilios”… Cuando lleguen al otro lado, en la mañana recién amanecida, hará lo que hay que hacer, según el evangelio. Jesús es un “hombre” (=una persona) del otro lado: Del lado de los paganos, de los hombres “furiosos” (de Mc 5, 1ss), de las mujeres oprimidas (Mc 5,21ss). No lleva nada, va a cuerpo. Por eso puede dormir.

5.La tempestad es de los discípulos… Ir al otro lado significa para ellos perder sus antiguas seguridades, sus factorías de pesca, sus ventajas establecidas… Ir al otro lado sería ir a conquistas las tierras del otro lado (como ha hecho desde hace siglo la “Europa cristiana”… o la USA de la nueva frontera (según la doctrina famosa de Kennedy): Tras haber roto y conquistado las tierras de vida de los otros (moros, indígenas, negros, indios…) hay que conquistar nuevas fronteras…

6.Pero Jesús no va a conquistar, no va a imponer, no va a expulsar a moros, indígenas, salvajes, negros, indios… va simplemente a compartir evangelio.  Es evidente que Jesús vaya “dormido”, tranquilo, en la proa de la barca. Pasar al otro lado es simplemente convivir con los del otro lado, sin llevar nada para imponer, sin ejército para conquistar, sin dinero que ganar… La iglesia, en cambio, ha ido en su barca haciendo a veces muchas cosas buenas, pero también con imposiciones y normas para exigir, con soldados para defenderse….

0293182b-3f8e-4901-870e-015dc006b9a0_16-9-aspect-ratio_default_0         La mayor parte de los exegetas e intérpretes del evangelio han pasado por alto el programa de Jesús (vayamos al otro lado) y se han fijado en la pura anécdota de la tempestad.  Por eso se han fijado en el “milagro externo”: Una tempestad dura, a la salida de Galilea… Ciertamente, la tempestad es importante,  pero el tema de fondo no es la tempestad en sí, sino su razón, su motivo, su causa. Es la tempestad actual, propia de la iglesia 2021[1].

Año 2021. Vamos al otro lado.

Mc 4:35 Y en aquel día, al caer la tarde, les dijo: Vayamos al límite, al otro lado (a la frontera). 36 Y dejando a la gente, le tomaron tal como estaba en la barca y le acompañaban otras barcas.

             La escena anterior, desde Mc 4, 1, parece haber transcurrido a la vera del mar de Galilea, donde Jesús enseña a la muchedumbre desde la barca. Al final, al caer la tarde, dijo a los suyos (a aquellos a quienes ha enseñado en privado, probablemente a los Doce, a los que se ha referido el verso anterior, 1, 34): ¡Pasemos a la otra orilla! (eis to peran: 4, 35).

            En la orilla derecha (mirando desde la dirección del del río que lo atraviesa), que es la franja galileo/judía del “mar” de Galilea, quedan aquellos a quienes ha enseñado. En la otra orilla que es la izquierda ha de encontrar a otras personas, que están a la distancia de un corto viaje de barca a través de la noche, pero muy alejadas en plano cultural y religioso, pues no son judías sino siro-helenistas, de religión pagana. En principio, la travesía no tiene por qué ser difícil, porque el lago/mar no es ancho (unos 16 km), y porque sus discípulos, al menos los de 1, 16-20, son pescadores, expertos en barcas.

Muchos habían venido de otras partes a la vertiente galilea (Mc 3, 7-8), incluso del otro lado, es decir, de la Decápolis (4, 25; de todas maneras, la ciudad de Escitópolis, que formaba parte de la Decápolis, se encontraba en la orilla occidental del río Jordán, hacia el sur de Galilea). Pero ahora es Jesús quien decide pasar al otro lado del mar, a la zona oriental de la Decápolis pagana. Geográficamente está cerca: sus colinas se ven desde el lado galileo del “mar” de Genesaret; pero sus gentes parecen lejanas: distintas por cultura y religión, por tradiciones y formas de existencia[2].

La decisión de cruzar el mar (como los hebreos de Ex 14-14 habían cruzado el Mar Rojo para salir de Egipto) proviene del mismo Jesús, después que ha culminado su enseñanza en Galilea con el sermón de las parábolas. De esa forma inicia un nuevo comienzo en la travesía del evangelio, y su gesto nos sitúa, simbólicamente, al inicio de una gran marcha o misión universal de la iglesia, que ha de hallarse dispuesta a llevar su semilla a tierra pagana, es decir, a convivir con la gente del otro lado (paganos de la Decápolis, en España diríamos “moros”, gentes de vida distinta, personal, social…).

Jesús manda (pasemos, vayamos) y sus compañeros se arriesgan a pasarle en barca y van con él hacia un lugar distinto, a través del mar que puede embravecerse, en medio de la noche. Sin llevar nada, a cuerpo (sin llevar su pequeño emporio de poderes religiosos y/o sociales). A partir de aquí, los protagonistas son los discípulos, que “toman” a Jesús “tal como estaba” (hôs en) en la barca.

Fijemos bien esas palabras. Los discípulos no “meten” a Jesús en la barca, sino que le “toman” (paralambanousin), tal como está, es decir, como ha estado a lo largo de un día de enseñanza, sin dejarle siquiera bajar de la barca y tomar ropa, libros y/o leyes de repuesto.

Sin duda, es arriesgado cruzar el mar en esas condicione. Pero es evidente que ese riesgo se encuentra calculado: forma parte de la estrategia eclesial de un evangelio donde los discípulos de Jesús pueden presentarse como una familia en la tormenta, en medio de la noche (o a la caída la tarde). Jesús va en una barca y le acompañan otras, iniciando de esa forma un recorrido ejemplar de evangelio[3].

Las resistencias para pasar al otro lado (sigue el año 2021)

Mc 4,37 Y se desató una fuerte tormenta de viento y las olas se abalanzaban sobre la barca, de suerte que la barca estaba ya a punto de llenarse (de agua). 38 Y él estaba a popa, durmiendo sobre el cabezal, y lo despertaron, diciéndole: Maestro ¿no te importa que perezcamos?

Como indicará el próximo relato (5,1-20), Jesús cruza el mar con sus discípulos (¡en varias barcas, una especie de flotilla evangélica!) con el fin ofrecer el mensaje en la región de los gerasenos, que él quiere “limpiar” de demonios, como había empezado limpiando la sinagoga de Cafarnaúm (1, 21-28). Descubriremos entonces (en la curación del geraseno) que el mar es peligroso, lugar endemoniado donde caen y se ahogan los cerdos poseídos por el Diablo (5,13). Pues bien, por ese mar van embarcados los discípulos ahora, mientras se desata la tormenta y Jesús duerme en la popa, como indiferente a lo que pasa, cansado tras un día de trabajo (4,37-38).

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“¿Quién es este? ¿Quiénes somos nosotros?”, Domingo 12. Ciclo B.

Domingo, 20 de junio de 2021
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mc 4 35-41Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Si en la liturgia se leyera el evangelio de Marcos tal como lo escribió su autor, no a saltos, trompicones y omisiones, habríamos advertido que la popularidad creciente de Jesús suscita tres reacciones muy distintas: desconfianza por parte de su familia, rechazo por parte de los escribas, aceptación por parte de su nueva familia («estos son mis hermanos, mis hermanas y mi madre»). A esa nueva familia, Jesús la instruye en el capítulo de las parábolas (de las que sólo leímos dos el domingo pasado) e, inmediatamente después, la salva.

El episodio de hoy supone un gran paso adelante en la revelación de Jesús. Al principio, cuando la gente lo oye hablar y actuar en la sinagoga de Cafarnaúm, se pregunta asombrada: «¿Qué es esto?» (Mc 1,27). Más tarde, cuando cura al paralítico, exclama: «Nunca hemos visto nada igual» (Mc 2,12). Ahora, tras manifestar su poder sobre la naturaleza, calmando la tempestad, los discípulos se preguntan: «¿Quién es este

El mar como símbolo de las fuerzas caóticas (Job 38,1.8-11)

En el mito mesopotámico de la creación (Enuma elish) el dios Marduk debe luchar contra la diosa Tiamat, que representa el mar, para poder crear el universo. El mar simboliza el peligro, la amenaza a la vida. (En términos modernos, el tsunami que devora y destruye la tierra firme.)

La primera lectura, tomada del libro de Job, recoge este tema, despojándolo de sus connotaciones politeístas. El mar no es una diosa, es una fuerza caótica que amenaza con cubrirlo todo. El Señor no le machaca el cráneo ni la descuartiza, como hace Marduk con Tiamat; se limita a encerrarlo con doble puerta, a fijarle un confín en el que «se romperá el orgullo de tus olas».

El Señor habló a Job desde la tormenta:

– ¿Quién cerró el mar con una puerta, cuando escapaba impetuoso de su seno, cuando le puse nubes por mantillas y nubes tormentosas por pañales; cuando le establecí un límite poniendo puertas y cerrojos, y le dije: «Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus olas»?

El peligro del mar (Salmo 106)

El mar no es sólo una amenaza para la tierra firme, lo es también cuando se intenta cruzarlo en una pequeña nave como las antiguas. En el momento más inesperado se oscurece el cielo, estalla la tormenta, la nave sube y baja al ritmo frenético del oleaje. Sólo cabe la posibilidad de encomendarse a Dios. Esta es la experiencia que recoge el fragmento del Salmo 106, al que quizá mucha gente no preste atención, pero esencial para entender el evangelio de hoy.

Entraron en naves por el mar,

Comerciando por las aguas inmensas.

Contemplaron las obras de Dios,

sus maravillas en el océano.

Él habló y levantó un viento tormentoso,

que alzaba las olas a lo alto:

subían al cielo, bajaban al abismo,

se sentían sin fuerzas en el peligro.

Pero gritaron al Señor en su angustia,

y los arrancó de la tribulación.

Apaciguó la tormenta en suave brisa

y enmudecieron las olas del mar.

Se alegraron de aquella bonanza,

y él los condujo al ansiado puerto.

Den gracias al Señor por su misericordia,

por las maravillas que hace con los hombres. 

Jesús, los discípulos y el mar (Mc 4,35-41)

El pasaje del evangelio podemos dividirlo en cinco partes: 1) introducción: Jesús y los discípulos se embarcan hacia la otra orilla; 2) la tormenta: reacción opuesta de Jesús, que duerme, y de los discípulos, que lo despiertan asustados; 3) Jesús calma la tormenta; 4) Palabras de Jesús a los discípulos; 5) reacción final de éstos.

1) Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla». Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban.

2) Se levantó una fuerte tempestad, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa dormido sobre un cabezal. Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».

3) Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio! ¡Enmudece!». Y el viento cesó y vino una gran calma.

4) Él les dijo: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».

5) Se llenaron de miedo y se decían unos a otros: «¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y el mar lo obedecen!».

Tres de estas partes tienen especial relación con los textos de Job y el Salmo.

La segunda (la tormenta) recuerda la situación de grave peligro descrita en el Salmo. Pero, en este caso, los discípulos no se encomiendan a Dios, acuden a Jesús; no creen que pueda resolver el problema, simplemente les asombra que duerma tan tranquilo mientras están a punto de hundirse.

La tercera, en cambio, recuerda la lectura de Job, no por el tono poético, sino por el poder y la autoridad suprema que Jesús manifiesta sobre el mar, semejante a la de Dios en el Antiguo Testamento.

La quinta, que habla de la reacción de los discípulos, recuerda la reacción de los navegantes en el Salmo, pero con un cambio fundamental: los marineros del salmo se llenan de alegría y dan gracias a Dios, los discípulos sienten gran miedo y se preguntan quién es Jesús. Curiosamente, Marcos no ha dicho que los discípulos tuvieran miedo durante la tormenta, pero ahora sí lo tienen; es el miedo que provoca el contacto con el misterio.

Prescindiendo de la introducción, la parte que queda sin paralelo es la cuarta, las palabras de Jesús a los discípulos, que les interroga sobre su miedo y su fe. Estas dos preguntas son esenciales en el relato. De hecho, el pasaje dice al lector dos cosas: 1) el poder de Jesús es semejante al que se atribuye a Dios en el Antiguo Testamento; poder para dominar el mar y poder para salvar. 2) Al escuchar la lectura, el cristiano debe reconocer que sus miedos son muchos y su fe poca. Conocer a Jesús no es saberse de memoria unas fórmulas de antiguos concilios. El evangelio debe sorprendernos día a día y hacer que nos preguntemos quién es Jesús.

Desde antiguo se valoró el aspecto simbólico del relato: la nave de la iglesia, sometida a todo tipo de tormentas, es salvada por Jesús. Un aspecto que también podemos valorar a nivel individual.

¿Quiénes somos nosotros? (2 Corintios 5,14-17)

Aunque, en el Tiempo Ordinario, la segunda lectura carece generalmente de relación con las otras, el fragmento de hoy podemos verlo como un complemento al evangelio de Marcos.

Hermanos, nos apremia el amor de Cristo al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron. Y Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos. De modo que nosotros desde ahora no conocemos a nadie según la carne; si alguna vez conocimos a Cristo según la carne, ahora ya no lo conocemos así. Por tanto, si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo.

«¿Quién es este?», se preguntan los discípulos, sorprendidos por su poder sobre el viento y el mar. La respuesta de Pablo sobre quién es Jesús no se basa en el poder sino en la debilidad: «el que murió por nosotros». Pero esta aparente debilidad tiene un enorme poder transformador: convierte a los cristianos en criaturas nuevas. Ya no deben vivir para ellos mismos, «sino para quien murió y resucitó por ellos.»

Vivir para Cristo es la mejor síntesis de lo que fue la vida de Pablo después de su conversión. Viajes continuos, peligros de muerte, fundación de comunidades, persecuciones de todo tipo, prisiones, redacción de cartas… todo estaba motivado por el deseo de servir a Cristo y vivir para él. Un buen espejo en el que mirarnos.

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Domingo XII del Tiempo Ordinario. 20 de junio de 2021

Domingo, 20 de junio de 2021
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Vamos a la otra orilla. Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban.”

(Mc4, 35-40)

La otra orilla del evangelio, allí donde Jesús se llevó a sus discípulos, era otro mundo. Se fueron a tierras paganas, a lo desconocido e impuro.

Podríamos decir que Jesús salió de su “zona de confort” y arrastró tras de sí a sus discípulos. El viaje es lo que nos cuenta el breve evangelio de hoy.

Cuando nos ponemos en marcha hacia lo desconocido el camino se muestra abrumador y lleno de peligros. Aquellos primeros discípulos se las vieron con una tormenta poderosa que amenazaba con hundir su frágil barca. Mientras, Jesús, dormía profundamente.

Del miedo que pasaron los discípulos no hace falta dar muchos detalles. Cada una de nosotras sabe lo que significa encontrarse con la propia fragilidad como única defensa ante el peligro. Lo que podemos hacer es preguntarnos sí estamos dispuestas a aventurarnos, a ponernos en camino hacía “la otra orilla”.

Y, por otro lado, este evangelio, también nos obliga a pensar en quienes lo arriesgan todo por venir a nuestra orilla. Es triste pensar que son muchas, ¡demasiadas!, las personas que arriesgan su vida a bordo de frágiles embarcaciones. También ellas quieren tener un futuro.

Tal vez nosotras no tenemos que subirnos a una barca, pero es urgente que vayamos a la otra orilla. Que contemplemos el mundo, la sociedad y la economía desde la piel rasgada de quienes se quedan en los márgenes de nuestro sistema egoísta.

Debería ser obligado el tener que cambiar de perspectiva. Si tuviéramos que cruzar un mar en cayuco probablemente miraríamos con otros ojos las leyes que regulan el bienestar para solo unos pocos. Y sí, todo esto también es evangelio, no es política, es solamente responsabilidad. Porque aquella pregunta antigua: ¿Dónde está tu hermano? (Gn 4, 9) no deja de resonar en los labios de Dios.

Oremos

Trinidad Santa, empújanos a salir, llévanos a la otra orilla, a la piel de nuestras hermanas necesitadas.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Jesús dormía confiado en medio de la tormenta.

Domingo, 20 de junio de 2021
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LA-TEMPESTAD-e1533436322328-1Mc 4 35-40

Leemos hoy el final del c. 4. Podemos tener la sensación de tomar un tren en marcha sin saber de donde viene ni a donde va. Después de enseñar en Cafarnaúm, dejando clara la reacción de los jefes religiosos, narra Marcos varias parábolas y termina con el relato de la tempestad calmada. Los milagros, llamados de naturaleza, son los que menos visos tienen de responder a hechos reales. Son todo simbolismo.

La Biblia utiliza varias palabras para expresar lo que hoy llamamos milagro. El concepto de milagro que tenemos hoy (hecho en contra de la naturaleza) es reciente. No tiene sentido preguntarnos si los evangelios nos hablan de milagros con este significado. Lo que nos importa es descubrir el sentido de esa manera de hablar. El milagro era un modo de expresarse, comprensible para todos los que vivían en aquel tiempo.

Jesús pide a los discípulos que vayan a la otra orilla. Está haciendo referencia al paso del mar Rojo. Aquel paso les llevó a la tierra prometida. La otra orilla de mar de Galilea era tierra de gentiles. Es una invitación a la universalidad, más allá del ámbito judío, que se opone a la apertura. La primera “tormenta” que se desató en el seno de la comunidad cristiana fue precisamente por el intento de apertura a los paganos.

La tempestad está haciendo referencia a Jonás (fue increpado por el capitán por estar durmiendo mientras ellos estaban muertos de miedo). El mar es, en la Biblia, símbolo del caos, lugar tenebroso de constantes peligros. Dominar el mar era exclusivo de Dios. De ahí podemos sacar la enseñanza simbólica. El mensaje de Jesús tiene que llegar a todos los hombres, pero no se conseguirá si no se abandona la falsa seguridad de pertenecer a un pueblo elegido sino a través de la lucha contra las fuerzas del mal.

Mientras todos estaban muertos de miedo, él dormía… Hay que tener en cuenta que se llamaba también “cabezal” a la especie de almohada donde se colocaba la cabeza de un muerto. Están haciendo clara referencia a una situación pos-pascual. La primera comunidad tiene claro que Jesús está con ellos pero de una manera muy distinta a cuando vivía. Aunque no lo vean, tienen que seguir confiando en su presencia.

¿No te importa que nos hundamos? La necesidad extrema les obliga a pedir ayuda a Jesús como último recurso. Las palabras que le dirigen indican su estado de ánimo. No dudan que Jesús pueda salvarlos, dudan de que esté interesado en hacerlo, lo cual es el colmo de la desconfianza. Es dudar de su amor. Es lo que Jesús reprocha a los discípulos. Siguen necesitando de la acción externa para encontrar la seguridad.

Increpó al viento y dijo al mar: ¡Cállate! Son las mismas palabras que Jesús dirige a los espíritus inmundos. Además en singular, como queriendo personalizar al viento. Recordad que la palabra “ruah” (viento) es la misma que significa espíritu. Viento que perjudica equivale a mal espíritu. El “poder” de Jesús se dirige contra la fuerza del mal, no contra los elementos, que aunque sean hostiles nunca son malos.

¿Por qué sois cobardes? ¿Aún no tenéis fe? No son preguntas, sino constataciones de una evidencia. Ni confiaban en sí mismos ni confiaban en él. Aquí tenemos otra clave para la reflexión. Confiar en un Dios que está fuera y actuará desde allí nos ha llevado siempre al callejón sin salida del infantilismo religioso. Una vez más queda manifiesto que la fe no es la aceptación de unas verdades teóricas, sino la adhesión confiada a una persona. Jesús les acusa de no confiar ni en Dios ni en él ni en ellos.

¿Quién es este? El miedo y la pregunta final dejan claro que no habían entendido quién era Jesús. El relato no tiene en cuenta que Marcos ya había adelantado varios títulos divinos aplicados a Jesús desde la primera línea de su evangelio: “Orígenes de la buena noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios”. Queda demostrado que no vale una respuesta intelectual. Lo que es Jesús, no hay manera de mostrarlo ni demostrarlo. El descubri­miento tiene que ser experiencia personal de la cercanía de Jesús.

A todos nosotros el evangelio nos invita hoy a cruzar a la otra orilla. Estamos tan seguros en nuestra orilla que no será fácil que nos arriesguemos a cruzar el mar. Ni siquiera estamos convencidos de que exista otra Orilla, más allá de las comodidades y las seguridades que ambicionamos. Sin embargo, nuestra meta está al otro lado del riesgo y del peligro. La falta de confianza sigue siendo la causa de que no nos atrevamos a dar el paso. No terminamos de creer que Él va en nuestra propia barca.

El mensaje de Jesús es que debemos confiar, aunque nos parezca que Dios no se preocupa de nosotros. El enemigo del hombre no es la naturaleza, sino una falsa visión de la misma. La naturaleza es siempre buena. Dios no tiene que rectificar su obra para que los hombres confíen en Él. Flaco favor haría Jesús a sus discípulos si accediera a entrar en la dinámica de un Dios que pone su poder al servicio de los buenos. Jesús les habla de un Dios que se identifica con ellos en todas las circunstancias.

Job plantea una cuestión muy seria, pero la solución que da no es la adecuada. Dios tiene que devolver a Job lo que supuestamente le había quitado para que su fidelidad sea creíble. El Dios en quien Jesús confió fue el Dios escondido, en quien hay que confiar aunque no le veamos actuar. Dios está siempre dormido. Su silencio será siempre absoluto. Ni tiene palabras ni instrumentos para hacer ruido. Mientras no busquemos a Dios en el silencio, nos encontraremos con un ídolo fabricado a medida.

No son las acciones espectaculares de Dios las que nos tienen que llevar a confiar en Él. El maestro Eckhart decía que tomamos a Dios por una vaca de la que podemos sacar leche y queso. Pero también decía: utilizamos a Dios como una vela para buscar algo; y cuando lo encontramos, la tiramos. La idea de un Dios que pone su poder a mi servicio, es nefasta. No se trata de confiar en otro, si no de confiar en que Él está más cerca de mí que yo mismo. Solo si siento a Dios en mí, me sentiré seguro.

Meditación

¿Quién es éste? Nunca podrás saberlo
si en tu vida no reflejas la suya.
Lo importante no es encontrar respuestas
sino vivir la Vida verdadera.
Lo que es Jesús, es lo que tú también eres.
Jesús ha desplegado todas sus posibilidades.
Tú tienes esa tarea aún por hacer.

 

Fray Marcos

Fray Marcos

Fe Adulta

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Jesús, ese desconocido.

Domingo, 20 de junio de 2021
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tempestad-calmada¿Has entrado por los hontanares del mar o paseado por la hondura del océano? (Job 38, 16)

Domingo XII del TO

Mc 4, 35-40

Él dormía en la popa sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron:
-Maestro, ¿no te importa que naufraguemos?

De Jesús no tenemos un conocimiento real mientras no le reconozcamos mostrando un cristianismo de acción en nuestras obras. Hasta que, como a Pablo, se nos caigan de los ojos las escamas en Damasco (Hch 1, 18) y trabajemos más que nadie (1 Cor 15, 10) al servicio de los otros. Curada nuestra ceguera física y espiritual, empezaremos a ser verdaderos discípulos suyos y podremos decir con Juan que nos consta que conocemos a Dios y a Jesús si cumplimos sus mandamientos (1 Jn 2, 3), si desplegamos en nosotros y en los demás su vida plenamente.

“Un personaje ante el que la historia no ha sabido nunca ser indiferente, y que por ello entra en la aventura del tercer milenio vivo y controvertido”. Es la respuesta que Juan Arias, teólogo y escritor almeriense da al título de su best seller Jesús, ese gran desconocido (Edit. Maeva 2001) El que mayor repercusión ha tenido en la historia de los últimos veinte siglos, que ha condicionado profundamente la vida, el arte, la cultura, las costumbres de más de mil millones de personas que creen en él, explica. Un Jesús que ya Pablo en Colosenses 1, 15 reconocía ser en sus obras, en sus palabras y vida, el “rostro humano de Dios”, la “imagen de Dios invisible”.

Y que sin embargo, podríamos añadir, uno de los menos considerados por el pensamiento laico en nuestros días. Ya Don Ramón del Valle Inclán puso en boca de uno de los protagonistas de Luces de bohemia con lenguaje de su época, que “la religiosidad de España –y podrían legítimamente derribarse Pirineos- es como la de una tribu en el centro de África”.

El telón de esta obra trágico-cómica del desconocimiento se corre ya en el Antiguo Testamento“En mi lecho, por las noches / he buscado al que ama mi alma; / lo busqué, mas no lo hallé” (Cant 3, 1), se lamentaba ya la bienamada en el Cantar de los Cantares. Marcos nos dice que pocos le conocen realmente en su pueblo: “De dónde saca éste todo eso?” “¿No es éste el artesano, el hijo de María?” (Mc 6, 2-3). Natanael, sentado bajo la higuera, le replica a Felipe que de Nazareth no puede salir cosa buena (Jn 1, 46). María Magdalena pensó que era el hortelano al verle detrás de ella, sin reconocerle (Jn 20, 14-15). Los de Emaús caminaron y cenaron con él ignorando su identidad. Y ya en el Cenáculo, los discípulos acaban tomándole por un fantasma.

San Juan de la Cruz lamenta su desorientación en estos versos:

“Entréme donde no supe
y quedeme no sabiendo,
toda sciencia trascendiendo”

El verdadero conocimiento lo da el amor. Serán los ojos y el corazón de Juan y María de Magdala los que antes, mejor y más profundamente, reconocerán al Jesús resucitado. María, con su “¡Maestro“! (21, 16), Juan  diciéndole a Pedro: “Es el Señor” (Jn 21, 7). Los místicos, empedernidos buscadores de Dios, no han cesado en su búsqueda desde la noche obscura del alma. Ya el monje Simeón, siglo X, se lamentaba: “A menudo veía la luz. A veces se me aparecía en el interior de mí mismo, cuando mi alma poseía paz y el silencio, o bien no aparecía más que a lo lejos, e incluso se escondía del todo”.

Como a Job, nos interroga hoy Dios a nosotros: “¿Has entrado por los hontanares del mar o paseado por la hondura del océano?” (Job 38, 16). Un entrar o pasear por hontanares y mares que llevan al conocimiento en profundidad de uno mismo, de los otros, de Dios y de Jesús. Quien así vive, es una nueva creatura y nuestro interior se va renovando cada día, como apunta Pablo en 2 Cor 4, 14-17. Simplemente mentalizándonos que para conseguirlo, la mejor imagen de Dios y de Jesús la tenemos en el rostro del hombre, haciendo que la mirada suya y nuestra se fundan “en un divino-humano mutuo abrazo“.

SANDALIAS DE DIOS

No hurtes tus sandalias peregrinas
a mis desnudos pies llenos de llagas.

Lucieron dos en los divinos tuyos.
En los míos,
todos los astros se encendieron.

Tus ojos y los míos,
en cómplice ambiloquio las miraron,
y las miradas tuya y mía se fundieron
en un divino-humano mutuo abrazo.

(SOLILOQUIOS, Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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