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Ante la Cruz…

Viernes, 29 de marzo de 2024

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ANTE LA CRUZ

Ante la cruz me llamas
en tu agonía.
Ante la cruz me llamas.
Y he aquí que tropiezo
con las palabras.

Porque si dices ante
¿no me pides, Señor,
sino que mire
frente a frente la cruz
y que la abrace?

Si te miro, Señor,
y Tú me miras,
es un horno de amor
lo que en ti veo,
y lo que veo en mí,
Señor, no es nada,
nada, nada, Señor,
sino silencio.

Un silencio vacío:
si Tú lo llenas
se habrá hecho la luz
en las tinieblas.

Y si en la cruz te abrazo
y Tú me abrazas,
el silencio, Señor,
es más palabra.

Ante la cruz, Señor,
aquí me tienes,
ante la cruz, Señor,
pues Tú lo quieres.

II

VÍA DOLOROSA

I

PARA DECIR LO QUE PASÓ AQUEL VIERNES…

…a Jesús, en cambio, lo hizo azotar
y lo entregó para que fuese crucificado.
(Mt.27,26)

Para decir lo que pasó aquel viernes
en los palacios de Jerusalén y en sus afueras
no bastan las palabras.
Por eso no hay
en las avenidas del relato
-Mateo, Marcos, Juan- sino una capa
de misericordia, un leve
y condensado recuerdo a los azotes.
Para decir lo que pasó aquel viernes
en los palacios de Jerusalén: la sangre,
los insultos, los golpes, la corona
de espinas,
los gritos, la locura, la ira desatada
contra el más bello y puro de los hombres,
contra el más inocente…
para decir lo que pasó aquel viernes
solo valen las lágrimas.

II

SIMÓN DE CIRENE SE ENCUENTRA CON LA CRUZ

Al salir encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón,
y le obligaron a que cargara con la cruz de Jesús.
(Mt. 27, 32)

Pesan los días y pesan los trabajos
y en las venas el cansancio es veneno
que apresura los pasos hacia el dulce
reposo del hogar;
los pasos hacia el dulce
abrazo del amor y del sueño.
Ni siquiera
hay espacio en el alma para el canto
de un pájaro. Tampoco para el sordo
rumor que empieza a arder
sobre el polvo en la plaza.
Viene Simón el de Cirene convertido
en pura sed, en pura
materia de fatiga.
Esa cruz
le sobreviene como un alud de asombro
y rebeldía.
Pero
entre la náusea de la sangre sabe
que siempre hay un dolor que añadir al dolor.
Entre la náusea de la sangre mira
y encuentra esa mirada como un pozo
encendido,
como un pozo
donde se funde el Galileo
con el dolor del mundo.
Apenas un instante y el abrazo
del corazón y la madera hasta la cima.
Vuelve Simón el de Cirene. Queda
una cruz en su piel.
Y una mirada.

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III

MUJER EN JERUSALÉN

Mis ojos suben por las calles de Jerusalén
bajo una lluvia de dolor,
bajo una lluvia
que va a lavar el mundo.
Mis ojos suben arrimados
a la cal de las paredes
mientras todo el fragor del sufrimiento
se hace eco en mis párpados.
Puedo sentir tu sed,
la quemazón de tus rodillas rotas
sobre los filos de la tierra.
Toma mi corazón, toma mis lágrimas,
déjalas que ellas laven tus heridas
ahora que soy
mujer en Jerusalén y que te sigo.
Mis ojos se adelantan
por los empedrados de Jerusalén
para encontrar los tuyos.
Y no hay en ellos
rebeldía.
Bajo la cruz
Tú eras una antorcha
de mansedumbre. Derramabas
una piedad universal con cada aliento.

Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí
(Lc.23,28)

¿Y cómo no llorar, Señor?
Déjame, al menos,
si no llorar por Ti, llorar contigo.

III

GÓLGOTA

I

EL CORAZÓN DE LAS MUJERES

Muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea
para asistirlo, contemplaban la escena desde lejos.
(Mt 27, 55)

Estirándose sobre la distancia,
el corazón de las mujeres
se hizo cruz en el Gólgota.
¡Oh corazón de las mujeres, cruciforme,
arca lúcida,
oscura estancia del amor y permanente
arcaduz del misterio!
¡Oh corazón de las mujeres,
prodigioso arroyo fiel que mana
desde el mar de Galilea hasta el Calvario!
¡Y más allá del Calvario, hasta los límites
verticales y alzados,
hasta la orilla de la fe donde se trueca
el destino del hombre!
Mujeres, con vosotras he visto
la salvación del mundo,
su rostro ensangrentado, la medida
de sus brazos abiertos,
la extensión de su abrazo,
que acerca hasta nosotros
la dádiva incansable de sus manos
abiertas y horadadas para siempre.
Y he visto su corazón de par en par,
su corazón como una cueva dulce,
su corazón, abrigo
para toda intemperie.
He visto con vosotras
los pies del redentor, nunca cansados
de venir hacia mí, también heridos
de mí, por mí, también clavados
para la eternidad.
¡Oh pies de Cristo
impresos
sobre la arena de mi corazón!
¡Oh Cristo que atrajiste
hasta Ti el corazón de estas mujeres,
déjame ahora
latir en su latido:
contemplarte.

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II

STABAT MATER

Estaba la madre al pie
de la cruz. La madre estaba.
Enhiesta y crucificada,
color de nardo la piel.
En el pecho el hueco aquel
que vacío parecía.
No me lo cierres, María
que quiero encerrarme en él,
que quiero encerrarme y ver
todo lo que tú veías.
Sé tú mi madre, María,
como lo quería Él.

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III

CIERRA EL CIELO LOS OJOS …

Desde el mediodía hasta las tres de la tarde
la tierra se cubrió de tinieblas.
(Mt. 27, 45)

Cierra el cielo los ojos:
cae
la noche a plomo sobre el mediodía
de aquel viernes de abril en el Calvario.
No puede el cielo ser tan impasible
cuando en la cruz está muriendo un hombre,
ya solo sufrimiento y sangre,
cuando muere
el amado de Dios.
¿O acaso vuelve el rostro el cielo
también
y es abandono
lo que creían sombra?
Pesa, pesa, pesa…
Pesa esta oscuridad
que hace crujir los hombros
mientras el ser se vence
inexorablemente hacia el abismo.
Esta tiniebla tiene
peso, longitud, altura,
y penetra en el alma
y duele y vela
la mirada de Dios en la distancia.
¿No hay otro modo, Señor, no hay otro modo
de morir, de vivir, que hacer a ciegas
esta larga jornada de camino?
Pues si ha de ser así, Señor, te pido
que al menos en la muerte no me falte
un bordón de plegaria: que no olvide
tu nombre dulce con el que llamarte.

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IV

EL GRITO

Y Jesús, dando de nuevo un fuerte grito entregó su espíritu
(Mt.27, 50)

Un grito. Luego el silencio.
Y en silencio estoy aquí
mientras resucitas Tú
y resucitan los muertos.
¡Cristo, ten piedad de mí!

Con Cristo

*

Mercedes Marcos Sánchez,

Poeta ante la Cruz (Meditación en Mateo)

***

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Tú, María Magdalena, mujer.

Sábado, 22 de julio de 2023
Comentarios desactivados en Tú, María Magdalena, mujer.

Del blog Tras las huellas de Sophia:

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Mirófora te reconocen,
tanto en evangelios canónicos como apócrifos.

Se te atribuyen tan contrastantes cualidades,
como solo un ser vital puede tener.

Prostituta, compañera, servidora, apóstol, adúltera, discípula,
proveedora, amiga, seguidora, la amada, hospedadora
enferma, penitente, enjugadora de lágrimas…
empero en cada una, tu impronta de MUJER.

En ti, Jesús el Señor,
mirándote a los ojos,
vio la creación de su Padre Celestial,
al cual Él también iba poco a poco descubriendo,
en su vida terrenal.

Mujer que con ímpetu desbordado,
creíste en el Rabí, que te amó,
como creación de su Padre celestial.

Seguiste al Maestro,
que hablándote de amor,
enjugó tus lágrimas
y te enseñó lo que es la esperanza,
en el Padre misericordioso.

Mujer fuerte que aún tras una cortina de llanto,
pudo ver en la mirada del Rabí,
la certeza del cielo prometido
y creyéndole, ayudada por Él,
te levantaste desde tu pobreza,
hasta convertirte en apóstol de los apóstoles,
por tus muchas batallas libradas y ganadas
en el Señor.

Magdala te vio nacer,
al pie de la cruz, renaciste en el Señor.

Mujer intrépida que ejemplo eres,
para muchos, para muchas otras como yo,
que en el cotidiano, libramos duras batallas por
ser como tú,… MUJERES valientes, seguidoras
del Maestro,
sororas con otras que al igual que tú,
muchas veces pareciera tenemos la contienda perdida.

No obstante, la fuerza del Espíritu dándonos la mano
nos levanta y nos une a ti,
gloriando eternamente al Rabí,
Señor del amor y de la misericordia.

*

Martha Eugenia,
Mujer Mariposa.
#poemario2023
04.07.2023

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***

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22.7.2023. Santa María Magdalena. El poder de la Mujer Histérica. El poder de la mujer “histérica”, las primeras mujeres cristianas y las mujeres de la Iglesia

Sábado, 22 de julio de 2023
Comentarios desactivados en 22.7.2023. Santa María Magdalena. El poder de la Mujer Histérica. El poder de la mujer “histérica”, las primeras mujeres cristianas y las mujeres de la Iglesia

268“Entre los círculos cristianos se mantuvo por largo tiempo la memoria de María como seguidora de Jesús”

Se celebra hoy la fiesta de María Magdalena, y quiero recordar en este día su  “historia” y figura, partiendo de un libro  M. Y. MacDonald, donde ella aparece como mujer histérica.

El libro expone la crítica  de Celso contra el cristianismo, una religión que a su juicio era falsa, por ser religión de mujeres: (a) Inspirada por la madre de Jesús (mujer de vida muy dudosa). (b)  fundada por María Magdalena (mujer histérica, amiga de Jesús a quien “veía” tras su muerte). (c) Cultivada por mujeres de vida ignorantes de los bajos fondos del imperio romano en la segunda parte del siglo II d.C.).

A pesar de la crítica de Celso, gran filósofo greco-romano, el cristianismo de la mujer histérica, terminó triunfando en todo el imperio. Este es el argumento básico de la respuesta de Orígenes, el cristiano más culto de ese tiempo, tal como aparece en su Crítica contra Celso.  

Este libro (Las mujeres en el cristianismo primitivo y la opinión pagana.El poder de la mujer histérica, Verbo Divino, Estella) investiga, de forma exhaustiva, la reacción de los pensadores paganos ante la novedad de las mujeres cristianas en siglo I-II, para situar y entender así mejor la novedad de la Iglesia.

 Evidentemente, dejo abierto el tema de la identidad de Magdalena y de la diferencia y posible relación entre M. Magdalena y María la hermana de Marta (sin ocuparme de María, la madre de Jesús). Dejo también a un lado la relación y diferencia entre las tradiciones de fondo del evangelio de Marcos y en especial las de Mateo,  Lucas y Juan, limitándome a exponer los temas de fondo del libro de MacDonal, con lo que implican para la visión y tarea de la mujer en el momento actual de la Iglesia y de la sociedad (con una cita final más larga para introducir a mis lectores en el tema).

Quien quiera saber más sobre el tema tendrá que acudir personalmente al libro de MacDonald (y al de Orígenes, Contra Celso).

EL LIBRO  Y EL TEMA DE FONDO DE M. Y. MACDONALD

El título alude a una expresión famosa de Celso, el mayor de los críticos anti-cristianos, que dijo que la Iglesia la había fundado una mujer “histérica” (María Magdalena); con esa acusación, que es en el fondo una alabanza, Celso nos ayuda a entender la novedad de las mujeres en el comienzo de la Iglesia.

29560Margaret Y. MacDonald (Saint Jean, Quebec, 1961), doctora por la Oxford University (1987), es profesora asociada de Nuevo Testamento, apócrifos y estudios posbíblicos en la Universidad de Otawa (desde 1990) y en la Universidad Saint Francis Xavier (Nova Scotia, Canadá).

Quiero dejar que hable ella, M. MacDonald, teóloga católica, una de las investigadoras más autorizadas sobre el tema, seleccionando algunas páginas y párrafos de la inroduccion de su libro (págs. 12-24). Quien quiera hacerse una idea más precisa del tema deberá leer todo el libro.

Estoy convencido de que no le defraudará: lo que los autores paganos pensaron y dijeron sobre  las mujeres cristianas antiguas nos ayuda a entender la novedad de la Iglesia, con la aportación esencial del Cristianismo en el campo de las relaciones humanas, en especial para las mujeres. Éstos son sus motivos principales:

1. El cristianismo primitivo, sobre todo en su línea paulina, causó sensación en todo el ambiente social porque animó a las mujeres a que vivieran solteras, es decir, independientes, sin control de padre, ni esposo, en una Iglesia que las respetaba como a tales, a mujeres libres. Las mujeres solteras eran vistas como “peligrosas”.

2. Ese cristianismo animó a las mujeres a que mantuvieran su propia religión dentro del matrimonio; eso significa que les pidió que fueran independientes respecto del marido, al que respetaban en otros campos, pero no en ése… de tal manera que resultaban “peligrosas”, pues en aquel contexto social la mujer tenía que seguir la religión del marido… Eso significa que que la mujer cristiana podría tener su grupo (sus amigos) y sus “salidas” (asistir a cultos) con independencia del marido. En otras palabras, podía tener “su vida” y eso era peligroso

3. La mujeres se comprometieron en el campo social de la misión y del testimonio cristiano, de manera que vinieron a presentarse como las mejores propagandistas del cristininismo… Tenían “visiones” y la gente les creía;; fundaban “movimientos”… y la gente les seguía; evidentemente, tenían que ser “histéricas”.

4. El cristianismo rompía el esquema de “varones fuera y mujeres en casa“, pues las mujeres tenían funciones directivas en las iglesias, que eran lugares “mixtos”, sociales y particulares… De esa manera se mezclaba lo que Roma quería mantener separado, empezando por una religión “pública” dirigida por los magistrados del Imperio… Pues bien, aquí había unas mujeres que realizaban funciones “privadas” (en sus casas), pero con repercusiones públicas…, en contra de las normas de vida del Imperio.

5. La acusación de los paganos contra las mujeres cristianas (histéricas, libres, quizá licenciosas, desobedientes…) causó mella en los cristianos, de manera que (al menos en parte) el retraimiento posteriores (¡las mujeres de nuevo a casa!), que aparece ya de alguna forma en las Cartas Pastorales ha sido una reacción contra el buen “nombre” social de la Iglesia.

6. Aquel problema del siglo I-II continúa  siendo el nuestro… Seguimos estando donde nos puso el comienzo de la Iglesia: somos “contemporáneos” de la primitiva comunidad cristiana, como han sabido siempre los grandes teólogos, desde A. Agustín hasta Santo Tomás, desde Ignacio de Loyola hasta Von Balthasar… La novedad es que ahora (año 2022) podemos tomar ese tema más en serio, en forma no sólo espiritual, sino también social…

TEMAS BÁSICOS DEL LIBRO DE MACDONLD

Una mujer histérica Celso fue el más fecundo de los críticos del cristianismo primitivo en el siglo segundo. Por desgracia, conservamos muy poca información sobre su vida. Su libro, La verdadera doctrina, escrito en torno al 170 d. D., no se ha conservado y lo conocemos sólo por la refutación que Orígenes escribió unos setenta años más tarde: Contra Celso.

Por fortuna, Orígenes cita extensamente a Celso, de tal forma que podemos reconstruir una gran parte del escrito original de Celso. Para este estudio, resulta muy importante el notable interés que Celso mostró por la presencia de mujeres entre los seguidores de Jesús. De hecho, Celso describe la fe cristiana en la resurrección como algo que fue creado por una “mujer histérica” que se hallaba embaucada por la brujería:

Pero debemos examinar la cuestión de si alguien que realmente había muerto ha resucitado alguna vez con el mismo cuerpo… Pues bien ¿quién fue el que vio eso? Una mujer histérica, como tú dices, o quizá algunas otras que habían sido embaucadas por la misma brujería, o que lo soñaron, hallándose en un estado peculiar de mente o que, motivadas por su mismo deseo, tuvieron una alucinación fundada en alguna impresión equivocada (una experiencia que ha sucedido a miles de personas); pero es todavía más probable que ellas quisieran impresionar a otros contándoles una fábula fantástica, de tal manera que a través de esta historia, propia de animales sin razonamiento, ellas tuvieran una oportunidad de impresionar a otros mendigos.

Celso tiene un conocimiento bastante detallado de la tradición cristiana, de manera que es posible que estuviera familiarizado con la importante función que desarrollaron las mujeres en los relatos pascuales, y de un modo especial, con la función de María Magdalena.

maria-magdalenaEntre los círculos cristianos se mantuvo por largo tiempo la memoria de María como seguidora de Jesús, como testigo de la resurrección y como heraldo de las noticias de la aparición de Jesús resucitado; así lo muestra el papel importante que ella ocupa en las tradiciones del Nuevo Testamento (Mc 16, 1-11; Mt 28, 1-8; Lc 24, 1-11; Jn 20, 1-18) y en varios escritos gnósticos de los siglos II y III. Celso advirtió que las mujeres continuaban realizando una función muy importante, pues actuaban en la iglesia como líderes de grupo después de la muerte de Jesús, y así describe la participación de las mujeres en las tácticas sediciosas de evangelización del cristianismo.

Si estas observaciones fueran de peso y no un simple intento de ridiculizar de manera estereotipada a los primitivos cristianos, Celso estaría asegurando que, desde los comienzos hasta su propio tiempo, el cristianismo había sido en gran medida una religión de mujeres.

Histérica, es decir, débil y sugestionable, pero importante La forma en que Celso presenta como “histérica” a una mujer que está dotada de un talento especial para la invención de creencias religiosas, refleja un sentimiento bien atestiguado en el Imperio Romano, donde se suponía que las mujeres se hallaban inclinadas a excesos en materias de religión… A veces, esta debilidad se mostraba como adicción a materias religiosas, un rasgo que, según se decía, sólo se daba raramente entre hombres. Esa debilidad tomaba a veces la forma de vinculación indebida a un nuevo y extraño grupo religioso.

Conforme a la opinión del antiguo autor Plutarco, la fidelidad al propio marido implica fidelidad a sus dioses y capacidad de “cerrar la propia puerta ante todas los rituales intrusivos y ante todas las supersticiones provenientes de otras tierras. Porque los rituales furtivos y secretos realizados por una mujer no encuentran favor alguno ante ningún dios” El relato de Celso nos lleva rápidamente del testimonio de una mujer que, como era predecible, se comportó de un modo desordenado…

Pues bien, a pesar de que Celso intentó minusvalorar con toda claridad el éxito del mensaje cristiano, sus esfuerzos no logran explicar la razón por la que una parte significativa de la población del imperio romano del siglo II encontró que esa historia “propia de animales sin razonamiento” resultaba convincente.

La descripción de la “mujer histérica” nos invita a tomar en consideración la actitud ambivalente que en la antigüedad se mostraba hacia el talento religioso desarrollado por mujeres: ese talento suscitaba, al mismo tiempo, admiración y una gran sospecha… La palabra “histérica” (paroistros), que Celso suele emplear en contexto de magia, nos ofrece ciertamente la impresión de una mujer engañada, desequilibrada… Pero, lejos de hallarse simplemente engañada e inmovilizada por la histeria, la mujer descrita por Celso ofreció un testimonio activo, fue capaz de contar unas historias fantásticas… (que convencieron a muchos y que extendieron el cristianismo…).

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Homenaje a la Miriam de Magdala que hay en ti.

Sábado, 22 de julio de 2023
Comentarios desactivados en Homenaje a la Miriam de Magdala que hay en ti.

magdalena-jesus-640x480Siempre hablamos de ella. Muchas de nosotras la consideramos nuestra maestra y hermana mayor. En ella proyectamos nuestros modelos de discípula, de mujer libre de las redes del patriarcado, y ,sobre todo, de mujer empoderada por un amor personal, profundo que como catapulta la lanzó a la tarea que Jesús le encomendó: contarle al mundo que Él vive. Contarle al patriarcado que así no, y los frutos desafortunadamente los vemos hoy más claramente… así no.

Ella tiene el secreto, la llave del cómo. Y nos lo cuenta, entre líneas, porque nunca interesó demasiado, y la manera de silenciarla fue considerarla prostituta. Ellos, el patriarcado sabían que este término tenía un poder fulminante entre hombres y mujeres.

Tenemos una amiga en Holanda y nos llevó a conocerlas en sus ventanas rojas, en sus calles tortuosas. Nuestra amiga va mucho a visitarlas. Pasa por delante de sus ventanas a una hora prudente, y les sonríe. Eso hicimos, y ellas se dan cuenta de tu sonrisa sororal. Jesús debía hacer eso. Yo me las imaginé, saliendo de sus ventanas donde humilladas maquillan sus cuerpos y  esperan que alguien compre su servicio, y liberadas de esa dependencia para alimentar a sus hijos… correr a una vida normal, como la nuestra. ¡Cómo no iba a enternecerse Jesús!

También a Miriam de Magdala la colocaron, ellos, en una ventana roja, pero gracias a muchas hermanas y hermanos biblistas que la sacaron hoy puede correr por nuestras calles en nuestras sandalias, como la discípula que fue y que sigue siendo hoy en ti y en mí.

Más que yo hablar, de nuevo, de ella, debo decir que es ella la que me habla de nosotras, de mí.

¿Qué nos dices Miriam de Magdala a las mujeres discípulas de hoy?

Aquí y ahora, te invito a que te hagas la pregunta, si quieres…yo me la he hecho y ahondando en el alma me encuentro con una palabra “haz tú lo mismo, descubre la Miriam de Magdala adormecida en tu hondón, en tu congelado interior, en tu fantasía…descongélala, sácala de cualquier ventana roja, y dale cobijo en tu alma de discípula”.

Si le dejas, se hará carne de tu carne. Si le dejas, te ayudará a caldear ese frío interior que nos impide caldear el mundo con la presencia del Amado.

Conozco a muchas mujeres hoy que encarnan su espíritu y corren por nuestras calles. Son entre otras, las beguinas de hoy. Dejaron atrás el patriarcado y sus redes e iniciaron grupos para dar oxígeno a muchas mujeres. Otras  Miriams están en sus casas,  totalmente comprometidas con el Resucitado siendo sus manos, su pensamiento, su mirada…

Es un momento histórico apasionante. Lo viejo está reviejo, lo nuevo brotando, madurando.

Las Miriam de Magdala de hoy, muchas tienen teología, predican, escriben, acompañan… somos miles. No salimos en las noticias, ni en las revistas eclesiásticas, no somos importantes para el mundo patriarcal, pero somos el tesoro escondido, la riqueza que salva el cristianismo. Jesús hoy, de nuevo pondría su movimiento en manos de Miriam de Magdala.

Jesús, el Amado, el Resucitado, hoy pone su movimiento emergente en nuestras manos de mujer, de nuevo. Manos de parteras y de predicadoras, manos de discípulas, maestras, profesoras y hermanas.

Somos una revolución, a lo femenino, como ellas, las primeras, en nuestras casas, en nuestros círculos, en las facultades de teología, en educación,  en las redes sociales… somos imparables.

Esa energía de la Ruah, atrae, reforma, suscita, se trata de acoger, acompañar, dar a luz, ayudar a nacer…

Magda Bennásar Oliver, sfcc

Fuente Fe Adulta

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“Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”

Jueves, 25 de mayo de 2023
Comentarios desactivados en “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”

magdalenaA propósito de Jn 20,1-18*

José Rafael Ruz Villamil Yucatán (México).

ECLESALIA, 05/05/23.- Los testimonios de los cuatro Evangelios son unánimes al relatar que los primeros testigos de la Resurrección de Jesús de Nazaret son las discípulas del propio Maestro. Así, Marcos: “pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamarle.” (Mc 16,1); y luego Mateo: “pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro.” (Mt 28,1); Lucas, menciona que “las mujeres [… María Magdalena, Juana y María la de Santiago…] que habían venido con él desde Galilea […] el primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado” (Lc 23,55; 24,1.10); y Juan: “el primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro…” (Jn 21,1).

Vale notar que las listas de discípulas que recuerdan los sinópticos difieren entre sí, a excepción de María Magdalena, de la que el cuarto evangelio guarda memoria como la única visitante que del sepulcro del Maestro. Y es que, si se me permite la comparación, el evangelio de Juan es a los sinópticos lo que la pintura abstracta a la pintura figurativa, esto es, mientras los tres primero testimonios evangélicos buscan en la memoria histórica —con toda las salvedades de la historiografía del mundo del Nuevo Testamento—, los datos más rigurosos para transmitir la Buena Nueva de Jesús de Nazaret, el cuarto evangelio, a la distancia de muchos años de los hechos en cuestión, decanta, sintetiza y abstrae la realidad histórica en beneficio de la realidad teológica, pero guardando, empero y paradójicamente, valiosísimos datos históricos en el sentido más actual del término (así R. E. Brown, El Evangelio según san Juan, Madrid 1999).

Siendo, pues, María Magdalena el icono por antonomasia de las discípulas de Jesús en la tradición joánica, vale intentar una aproximación a la memoria conservada de ella en las doce veces que la mencionan los Evangelios. Así, Marcos (15,40-41.42-47; 16,1-8.9-13) y Mateo (27,55-56.57-61; 28,1-8) la recuerdan, de modo paralelo, entre las mujeres que permanecen en el Calvario, que, luego, observan cuidadosamente el lugar de la sepultura de Jesús, y, que, finalmente, visitan la tumba del Maestro. La memoria de Lucas es harto interesante: antes de recordarla en su visita al sepulcro (24,9-11), la menciona en el grupo de discípulas que acompañan a Jesús y patrocinan su trabajo: “Recorrió a continuación ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.” (8,1-3).

Y es, precisamente. esta mención la de “los siete demonios” —repetida en Mc 16,9-13—, la que ha dado pie el rol de prostituta redimida que una cierta tradición, fatalmente ignorante tanto de los evangelios como de su contexto histórico cultural, ha sostenido sin tener en cuenta que, en términos generales, éstos relacionan el término demonio con la enfermedad, ya física, ya psicológica: ¿habrá que suponer que los demonios de la sexualidad y de la prostitución atormentaban, más bien, a los detractores de quien el Evangelio presenta como una mujer social y económicamente acomodada?.

Finalmente, si bien el evangelio de Juan menciona a María Magdalena en el Calvario (19,25-27), la referencia cumbre a esta discípula es cuando, luego de encontrar el sepulcro vacío y llorando junto a él, mantiene con el Resucitado el primer diálogo que de él conserva el cuarto evangelio.

En efecto, María Magdalena acude en cuanto puede a cumplir el homenaje al difunto que las mujeres de entonces acostumbran: llorar y lamentarse por tres días ante su sepulcro. El horror de encontrarlo abierto y vacío la convierte en mensajera de la gran Buena Nueva que aún ignora: no será sino hasta después de la visita de Pedro y el discípulo amado a la tumba vacía, cuando de rienda suelta al llanto que, si bien ritual, lo provoca ya no sólo la muerte del Maestro sino el robo de su cuerpo. La visión de dos ángeles precede al encuentro: con el rasgo característico con que el evangelio de Juan describe al Resucitado —irreconocible, en un primer momento, por su nueva realidad existencial—, Jesús se dirige a su discípula con una frase de consuelo que no disipa su confusión sino hasta que la llama por su nombre: «María». La reacción de la mujer de aferrarse a quien le hubiera transformado la vida es detenida y cambiada por un envió que, convirtiéndola literalmente en apóstol, cumple a cabalidad: “Fue María Magdalena y dijo a los discípulos: «He visto al Señor»…”.

Es así que el primer anuncio de la Resurrección de Jesús de Nazaret se da en el contexto de la igualdad radical por él mismo generada en el grupo de sus seguidores: la supresión del status de inferioridad de la mujer en una dimensión entonces—y probablemente ahora— impensable (cf. H. Küng, La mujer en el cristianismo, Madrid 2002), y que, junto con otros grupos sociales marginados y sometidos, habrá de ser el rasgo característico del nuevo orden en todos, absolutamente todos los ámbitos de las relaciones humanas tal como lo iniciara el Jesús histórico en el arco de su tiempo y lo avalara de modo definitivo el Padre con su Resurrección.

*El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega a Simón Pedro y al otro discípulo a quien Jesús quería y les dice:

– «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.»

Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio los lienzos en el suelo; pero no entró.Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve los lienzos en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a los lienzos, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos. Los discípulos, entonces, volvieron a casa.

Estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos:

– «Mujer, ¿por qué lloras?»

Ella les respondió:

– «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.»

Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús:

– «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?»

Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice:

– «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.»

Jesús le dice:

– «María.»

Ella se vuelve y le dice en hebreo:

– «Rabbuní que quiere decir: «Maestro»—.

Dícele Jesús:

– «Deja de tocarme, que todavía no he subido al Padre. Pero vete a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.»

Fue María Magdalena y dijo a los discípulos:

«He visto al Señor»

y que había dicho estas palabras.

*

Juan 20,1-18

***

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Ante la Cruz…

Viernes, 7 de abril de 2023
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ANTE LA CRUZ

Ante la cruz me llamas
en tu agonía.
Ante la cruz me llamas.
Y he aquí que tropiezo
con las palabras.

Porque si dices ante
¿no me pides, Señor,
sino que mire
frente a frente la cruz
y que la abrace?

Si te miro, Señor,
y Tú me miras,
es un horno de amor
lo que en ti veo,
y lo que veo en mí,
Señor, no es nada,
nada, nada, Señor,
sino silencio.

Un silencio vacío:
si Tú lo llenas
se habrá hecho la luz
en las tinieblas.

Y si en la cruz te abrazo
y Tú me abrazas,
el silencio, Señor,
es más palabra.

Ante la cruz, Señor,
aquí me tienes,
ante la cruz, Señor,
pues Tú lo quieres.

II

VÍA DOLOROSA

I

PARA DECIR LO QUE PASÓ AQUEL VIERNES…

…a Jesús, en cambio, lo hizo azotar
y lo entregó para que fuese crucificado.
(Mt.27,26)

Para decir lo que pasó aquel viernes
en los palacios de Jerusalén y en sus afueras
no bastan las palabras.
Por eso no hay
en las avenidas del relato
-Mateo, Marcos, Juan- sino una capa
de misericordia, un leve
y condensado recuerdo a los azotes.
Para decir lo que pasó aquel viernes
en los palacios de Jerusalén: la sangre,
los insultos, los golpes, la corona
de espinas,
los gritos, la locura, la ira desatada
contra el más bello y puro de los hombres,
contra el más inocente…
para decir lo que pasó aquel viernes
solo valen las lágrimas.

II

SIMÓN DE CIRENE SE ENCUENTRA CON LA CRUZ

Al salir encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón,
y le obligaron a que cargara con la cruz de Jesús.
(Mt. 27, 32)

Pesan los días y pesan los trabajos
y en las venas el cansancio es veneno
que apresura los pasos hacia el dulce
reposo del hogar;
los pasos hacia el dulce
abrazo del amor y del sueño.
Ni siquiera
hay espacio en el alma para el canto
de un pájaro. Tampoco para el sordo
rumor que empieza a arder
sobre el polvo en la plaza.
Viene Simón el de Cirene convertido
en pura sed, en pura
materia de fatiga.
Esa cruz
le sobreviene como un alud de asombro
y rebeldía.
Pero
entre la náusea de la sangre sabe
que siempre hay un dolor que añadir al dolor.
Entre la náusea de la sangre mira
y encuentra esa mirada como un pozo
encendido,
como un pozo
donde se funde el Galileo
con el dolor del mundo.
Apenas un instante y el abrazo
del corazón y la madera hasta la cima.
Vuelve Simón el de Cirene. Queda
una cruz en su piel.
Y una mirada.

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III

MUJER EN JERUSALÉN

Lo seguía muchísima gente, especialmente
mujeres que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él.
(Lc. 23, 27)

Mis ojos suben por las calles de Jerusalén
bajo una lluvia de dolor,
bajo una lluvia
que va a lavar el mundo.
Mis ojos suben arrimados
a la cal de las paredes
mientras todo el fragor del sufrimiento
se hace eco en mis párpados.
Puedo sentir tu sed,
la quemazón de tus rodillas rotas
sobre los filos de la tierra.
Toma mi corazón, toma mis lágrimas,
déjalas que ellas laven tus heridas
ahora que soy
mujer en Jerusalén y que te sigo.
Mis ojos se adelantan
por los empedrados de Jerusalén
para encontrar los tuyos.
Y no hay en ellos
rebeldía.
Bajo la cruz
Tú eras una antorcha
de mansedumbre. Derramabas
una piedad universal con cada aliento.

Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí
(Lc.23,28)

¿Y cómo no llorar, Señor?
Déjame, al menos,
si no llorar por Ti, llorar contigo.

III

GÓLGOTA

I

EL CORAZÓN DE LAS MUJERES

Muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea
para asistirlo, contemplaban la escena desde lejos.
(Mt 27, 55)

Estirándose sobre la distancia,
el corazón de las mujeres
se hizo cruz en el Gólgota.
¡Oh corazón de las mujeres, cruciforme,
arca lúcida,
oscura estancia del amor y permanente
arcaduz del misterio!
¡Oh corazón de las mujeres,
prodigioso arroyo fiel que mana
desde el mar de Galilea hasta el Calvario!
¡Y más allá del Calvario, hasta los límites
verticales y alzados,
hasta la orilla de la fe donde se trueca
el destino del hombre!
Mujeres, con vosotras he visto
la salvación del mundo,
su rostro ensangrentado, la medida
de sus brazos abiertos,
la extensión de su abrazo,
que acerca hasta nosotros
la dádiva incansable de sus manos
abiertas y horadadas para siempre.
Y he visto su corazón de par en par,
su corazón como una cueva dulce,
su corazón, abrigo
para toda intemperie.
He visto con vosotras
los pies del redentor, nunca cansados
de venir hacia mí, también heridos
de mí, por mí, también clavados
para la eternidad.
¡Oh pies de Cristo
impresos
sobre la arena de mi corazón!
¡Oh Cristo que atrajiste
hasta Ti el corazón de estas mujeres,
déjame ahora
latir en su latido:
contemplarte.

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II

STABAT MATER

Estaba la madre al pie
de la cruz. La madre estaba.
Enhiesta y crucificada,
color de nardo la piel.
En el pecho el hueco aquel
que vacío parecía.
No me lo cierres, María
que quiero encerrarme en él,
que quiero encerrarme y ver
todo lo que tú veías.
Sé tú mi madre, María,
como lo quería Él.

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III

CIERRA EL CIELO LOS OJOS …

Desde el mediodía hasta las tres de la tarde
la tierra se cubrió de tinieblas.
(Mt. 27, 45)

Cierra el cielo los ojos:
cae
la noche a plomo sobre el mediodía
de aquel viernes de abril en el Calvario.
No puede el cielo ser tan impasible
cuando en la cruz está muriendo un hombre,
ya solo sufrimiento y sangre,
cuando muere
el amado de Dios.
¿O acaso vuelve el rostro el cielo
también
y es abandono
lo que creían sombra?
Pesa, pesa, pesa…
Pesa esta oscuridad
que hace crujir los hombros
mientras el ser se vence
inexorablemente hacia el abismo.
Esta tiniebla tiene
peso, longitud, altura,
y penetra en el alma
y duele y vela
la mirada de Dios en la distancia.
¿No hay otro modo, Señor, no hay otro modo
de morir, de vivir, que hacer a ciegas
esta larga jornada de camino?
Pues si ha de ser así, Señor, te pido
que al menos en la muerte no me falte
un bordón de plegaria: que no olvide
tu nombre dulce con el que llamarte.

IV

EL GRITO

Y Jesús, dando de nuevo un fuerte grito entregó su espíritu
(Mt.27, 50)

Un grito. Luego el silencio.
Y en silencio estoy aquí
mientras resucitas Tú
y resucitan los muertos.
¡Cristo, ten piedad de mí!

Con Cristo

*

Mercedes Marcos Sánchez,

Poeta ante la Cruz (Meditación en Mateo)

***

Hoy la Iglesia nos invita a un gesto que quizás para los gustos modernos resulte un tanto superado: la adoración y beso de la cruz. Pero se trata de un gesto excepcional. El rito prevé que se vaya desvelando lentamente la cruz, exclamando tres veces: “Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo”. Y el pueblo responde: “Venid a adorarlo.

El motivo de esta triple aclamación está claro. No se puede descubrir de una vez la escena del Crucificado que la Iglesia proclama como la suprema revelación de Dios. Y cuando lentamente se desvela la cruz, mirando esta escena de sufrimiento y martirio con una actitud de adoración, podemos reconocer al Salvador en ella. Ver al Omnipotente en la escena de la debilidad, de la fragilidad, del desfallecimiento, de la derrota, es el misterio del Viernes Santo al que los fieles nos acercamos por medio de la adoración.

La respuesta “Venid a adorarlo” significa ir hacia él y besar. El beso de un hombre lo entregó a la muerte; cuando fue objeto de nuestra violencia es cuando fue salvada la humanidad, descubriendo el verdadero rostro de Dios, al que nos podemos volver para tener vida, ya que sólo vive quien está con el Señor. Besando a Cristo, se besan todas las heridas del mundo, las heridas de la humanidad, las recibidas y las inferidas, las que los otros nos han infligido y las que hemos hecho nosotros. Aun más: besando a Cristo besamos nuestras heridas, las que tenemos abiertas por no ser amados.

Pero hoy, experimentando que uno se ha puesto en nuestras manos y ha asumido el mal del mundo, nuestras heridas han sido amadas. En él podemos amar nuestras heridas transfiguradas. Este beso que la Iglesia nos invita a dar hoy es el beso del cambio de vida.

Cristo, desde la cruz, ha derramado la vida, y nosotros, besándolo, acogemos su beso, es decir, su expirar amor, que nos hace respirar, revivir. Sólo en el interior del amor de Dios se puede participar en el sufrimiento, en la cruz de Cristo, que, en el Espíritu Santo, nos hace gustar del poder de la resurrección y del sentido salvífico del dolor.

*

M. I. R.
Omelie di pascua. Venerdi santo,
Roma 1998, 47-53

***

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Viernes Santo: 7.3.23. La Pasión según san Mateo: Te ayudaré Dios mío para que no me abandones (E. Hillesum)

Viernes, 7 de abril de 2023
Comentarios desactivados en Viernes Santo: 7.3.23. La Pasión según san Mateo: Te ayudaré Dios mío para que no me abandones (E. Hillesum)

Chagall(p320)Larger (2).0Del blog de Xabier Pikaza;

Los mejores  intérpretes de la Pasíón de Dios (Cristo) Según Mateo en el siglo XX han sido  dos judíos:

(a) Marc Chagall (1897-1985) ha sido el más hondo pintor de crucificados; algunas de sus imágenes irán acompañando trabajo.  

(b)  Etty Hillesum (1914-1943), escritora y pensadora judía asumió de forma admirable el camino de la pasión de Dios según  Mateo (25,31-46), siendo ajusticiada, como Jesús, acompañando a Dios en su dolor en un campo nazi. 

Etty Hillesum (judía/cristiana) ejemplar ha realizado la más honda tarea de acompañar/consolar a Dios acompañando y consolando a los hombres y mujeres sufrientes, en el holocausto (shoah) de los nazis.

 Así lo indicará esta reflexión que tiene dos partes.  (a) Una visión general sobre  su vida  desde el evangelio de Mateo. (b) Una lectura de la pasión de Dios y el dolor de los hombres, en el evangelio de Mateo.

Las  reflexiones de la primera parte están inspiradas  básicamente en  Leandro Siqueiros: El diario de Etty Hillesum: buscar a Dios en el Holocausto http://wwwespiritualidadprogresista.blogspot.com/2010/10/etty-hillesum-una-de-las-mas.html y en J.I González Faus. “Etty Hillesum. Una vida que interpela”. Ed. Sal Terrae, 2008.

ETTY HILLESUM. VISIÓN GENERAL.

Introducción

Etty_Hillesum_1939E. Hillesum fue judía (aunque no se identifique con ninguna sinagoga particular) y lee el evangelio de Mateo desde su percepción radical judía, sin necesidad de “dejar” su judaísmo (abjurar) para leer el evangelio de Jesús, haciendo de esa forma un intenso camino religioso que es judíos siendo al mismo tiempo cristianos..

E. Hillesum no asume el cristianismo “oficial” (no se bautiza, ni forma parte de ninguna iglesia), porque no tiene “tiempo ni espacio para ello” y, sobre todo, porque está recorriendo un camino previo de “identificación” con el camino de Jesús, a quien ni siquiera nombre, porque quien a ella le importa es Dios.

Y sin embargo E. Hillesum esuna de las mejores intérpretes del evangelio de Mateo y de su experiencia de la pasión de Dios, que se identifica con el dolor de los hombres, conforma a la palabra originaria de Mt 25,31-40:Tuve hambre y me disteis de comer (o no me disteis de comer…).

Hillesum retoma, sin quizá saberlo, una hondísima experiencia rabínica del dolor de Dios que se expresa en el dolor de los hombres… (tema esbozado por el pensador judío A. Heschel, 1907-1972, en numerosas obras, sobre todo en su interpretación de los salmos). En esa línea, ella se siente llamada a “acompañar y consolar” a Dios en su dolor, en un gesto que puede vincularse con el de algunos salmos y, sobre todo, con un tipo de experiencia profética que ha sido tematizada por Ella no nombra a Mateo, ni a Jesús, pero está haciendo el “camino de Reino” (camino de Dios) en la línea de Mateo…

Contexto vital

Su nombre era Esther/Etty Hillesum y había nacido el 15 de enero de 1914 en Middelburg, en Holanda. Su padre, Louis Hillesum, enseñaba lenguas clásicas. Su madre era experta en lenguas modernas y literatura.

Etty obtuvo su primer diploma en Derecho en la Universidad de Ámsterdam; después se matriculó en la facultad de Letras para el estudio de las lenguas eslavas. Más tarde, cuando comenzó a estudiar la carrera de psicología, estalló la guerra. El día 15 de julio de 1942, en plena guerra, ,

Etty trabajó como mecanógrafa en una de las secciones del Consejo Hebraico holandés. Como en otros territorios ocupados, esta organización había nacido bajo la presión de los alemanes y actuaba de puente entre los nazis y la población judía.

Desde agosto de 1942 hasta el fin de septiembre de 1943, Etty Hillesum se ofreció voluntaria para trabajar como asistenta y enfermera en el campo de concentración de Westerbork, como enviada del Consejo Hebraico.  Actuó como correo de la resistencia y llevaba consigo cartas y mensajes de los prisioneros, además de recoger medicinas para llevar al campo.

Ante la barbarie que percibía a su alrededor en una Europa enloquecida, Etty se refugia en la experiencia religiosa interior y especialmente en la oración íntima e intensa. Escribe: –«(…) Las amenazas y el terror crecen día a día. Me refugio en la oración como un muro oscuro que ofrece seguridad, me refugio en la oración como si fuera la celda de un convento; ni salgo, tan recogida, concentrada y fuerte estoy.

Este retirarme en la celda cerrada de la oración, se vuelve para mí una realidad siempre más grande, y también un hecho siempre más objetivo. La concentración interna construye altos muros entre los cuales me reencuentro yo misma y mi totalidad, lejos de todas las distracciones. Y podré imaginarme un tiempo en el cual estaré arrodillada por días y días, hasta no sentir los muros alrededor, lo que me impedirá destruirme, perderme y arruinarme.» (Diario, 18 de mayo de 1942)

99AAE285-E507-4B1C-B043-47F5D2926DE3Etty Hillesum, en Auschwitz y ejecutada Mientras, seguía aumentando el número de deportaciones de civiles judíos. En el año 1943, Etty llegó a la conclusión de que la prisión era inevitable y se negó a aceptar los escondites que se le ofrecieron para no ser capturada por la Gestapo. Después de meditarlo, Etty se entregó a las SS el día 6 de junio de 1943, junto a sus padres y a sus hermanos. Etty dejó sus diarios a unos amigos, con los que también mantuvo una larga correspondencia durante su encarcelamiento en Westerbork. En una de las cartas afirma:

El paisaje que tenemos alrededor aparece de improviso mutado, el cielo se vuelve bajo y negro, nuestro modo de sentir la vida sufre grandes mutaciones y nuestro corazón se vuelve completamente gris y milenario. Pero no es siempre así. Un ser humano es una cosa bien singular. La miseria que reina aquí es verdaderamente indescriptible. En las grandes barracas se vive como topos en una cloaca.» (Carta de 3 de julio de 1943)

Este intercambio epistolar terminó con una tarjeta postal con fecha 7 de septiembre de 1943, arrojada desde un camión de ganado. Describe la repentina inclusión de ella y su familia en un transporte hacia Auschwitz que salió con 987 reclusos, incluidos 170 niños. La postal se despide con estas palabras: «Me esperaréis, ¿verdad?».

Los diarios . Etty, buscadora de Dios

La evolución espiritual y religiosa del Etty ocupa el primer plano en su diario. Se inicia con una Etty que es una mujer laica y que no practica ninguna religión. En esta etapa de su vida, el nombre de Dios aparece en el diario más como una expresión literaria o como un factor sociológico que con un sentido de fe religiosa, como dice González Faus. Poco a poco la espiritualidad de Etty va presentando una serie de tonalidades, colores y acentos propios. Pero a la vez, están muy cercanos a nuestra realidad actual.

En primer lugar, Etty se mostrará cada vez más sensible a la presencia de Dios, una presencia en todas las cosas y en todos los seres. Una presencia que unifica totalmente su ser. Una presencia que le hace sospechar que Dios tiene que ver con la búsqueda de la liberación interior y con la sensación que tantas veces ha sentido de que la vida merece la pena a pesar de todo.

Tratando de encontrarse a sí misma, se convierte en Buscadora de Dios.Un rasgo que destaca en su camino espiritual es que va descubriendo a Dios en su interior.

SE VA SINTIENDO HABITADA POR DIOS. 

Dentro de mí hay un pozo muy profundo. Y ahí dentro está Dios. A veces me es accesible. Pero a menudo hay piedras y escombros taponando ese pozo y entonces Dios está enterrado. Hay que desenterrarlo de nuevo. Me imagino que hay gente que reza con los ojos dirigidos hacia arriba. Ellos buscan a Dios fuera de sí mismos. También hay otras personas que agachan la cabeza profundamente y que la esconden entre sus manos; creo que esa gente busca a Dios dentro de sí misma” (26 de agosto de 1941)

 “Dios, cógeme de tu mano, te acompaño obedientemente, sin resistirme. No rehuiré nada de lo que me llegue en la vida, lo asimilaré con todas mis fuerzas. Pero dame de vez en cuando un breve instante de tranquilidad. Tampoco pensaré, en toda mi inocencia, que la paz, en caso de que me llegue, vaya a ser eterna. También aceptaré la intranquilidad y la lucha que volverán a continuación. Me gusta estar protegida por el calor y la seguridad, pero tampoco me rebelaré si entro en el frío, siempre y cuando sea de tu mano.

Iré a todas partes de tu mano y quiero procurar no tener miedo. Intentaré irradiar algo del amor, del verdadero amor humano que hay en mí, en cualquier parte que esté”.

Y volverá aún sobre este tema en el último cuaderno de su diario:“Amo tanto al prójimo, porque amo en cada persona un poco de ti, Dios. Te busco por todas partes en los seres humanos, y a menudo encuentro un trozo de ti. Intento desenterrarte de los corazones de los demás”. (15 de septiembre de 1942). Y el mismo día en el que moría J. Spier, es capaz de recordarlo de esta manera:

“…Tú, gran persona comprensiva, buscador de Dios, que encontraste a Dios. Has buscado a Dios por todas partes, en cada corazón que se abría a ti –y cuántos han sido-, y en todas partes encontraste un pequeño fragmento de Dios. Nunca te has rendido” (15 de septiembre de 1942).

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AYUDAR A DIOS

Etty elabora su propio lenguaje simbólico y místico. En esos tiempos de terror, como ella los califica, “ayudar a Dios, para Etty, es encontrarle un resguardo dentro de sí, ofrecerle hospitalidad, buscarle un cobijo en las personas sufrientes que encuentra, salvar un pedacito de Dios en los seres humanos…Salvar la existencia de Dios en la desventura. Ser huésped y amiga” (W. Tommasi); “Ayudar a Dios es ayudar al amor que no tiene más fuerza que su misma oferta” (González Faus).

En este sentido destaca  esta oración:

Corren malos tiempos, Dios mío. Esta noche me ocurrió algo por primera vez: estaba desvelada, con los ojos ardientes en la oscuridad, y veía imágenes del sufrimiento humano. Dios, te prometo una cosa: no haré que mis preocupaciones por el futuro pesen como un lastre en el día de hoy, aunque para eso se necesite cierta práctica…

Te ayudaré, Dios mío, para que no me abandones, pero no puedo asegurarte nada por anticipado. Sólo una cosa es para mí cada vez más evidente: que tú no puedes ayudarnos, que debemos ayudarte a ti, y así nos ayudaremos a nosotros mismos.

Es lo único que tiene importancia en estos tiempos, Dios: salvar un fragmento de ti en nosotros. Tal vez así podamos hacer algo por resucitarte en los corazones desolados de la gente. Sí, mi Señor, parece ser que tú tampoco puedes cambiar mucho las circunstancias; al fin y al cabo, pertenecen a esta vida…

Y con cada latido del corazón tengo más claro que tú no nos puedes ayudar, sino que debemos ayudarte nosotros a ti y que tenemos que defender hasta el final el lugar que ocupas en nuestro interior

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Homenaje a la Miriam de Magdala que hay en ti.

Viernes, 22 de julio de 2022
Comentarios desactivados en Homenaje a la Miriam de Magdala que hay en ti.

magdalena-jesus-640x480Siempre hablamos de ella. Muchas de nosotras la consideramos nuestra maestra y hermana mayor. En ella proyectamos nuestros modelos de discípula, de mujer libre de las redes del patriarcado, y ,sobre todo, de mujer empoderada por un amor personal, profundo que como catapulta la lanzó a la tarea que Jesús le encomendó: contarle al mundo que Él vive. Contarle al patriarcado que así no, y los frutos desafortunadamente los vemos hoy más claramente… así no.

Ella tiene el secreto, la llave del cómo. Y nos lo cuenta, entre líneas, porque nunca interesó demasiado, y la manera de silenciarla fue considerarla prostituta. Ellos, el patriarcado sabían que este término tenía un poder fulminante entre hombres y mujeres.

Tenemos una amiga en Holanda y nos llevó a conocerlas en sus ventanas rojas, en sus calles tortuosas. Nuestra amiga va mucho a visitarlas. Pasa por delante de sus ventanas a una hora prudente, y les sonríe. Eso hicimos, y ellas se dan cuenta de tu sonrisa sororal. Jesús debía hacer eso. Yo me las imaginé, saliendo de sus ventanas donde humilladas maquillan sus cuerpos y  esperan que alguien compre su servicio, y liberadas de esa dependencia para alimentar a sus hijos… correr a una vida normal, como la nuestra. ¡Cómo no iba a enternecerse Jesús!

También a Miriam de Magdala la colocaron, ellos, en una ventana roja, pero gracias a muchas hermanas y hermanos biblistas que la sacaron hoy puede correr por nuestras calles en nuestras sandalias, como la discípula que fue y que sigue siendo hoy en ti y en mí.

Más que yo hablar, de nuevo, de ella, debo decir que es ella la que me habla de nosotras, de mí.

¿Qué nos dices Miriam de Magdala a las mujeres discípulas de hoy?

Aquí y ahora, te invito a que te hagas la pregunta, si quieres…yo me la he hecho y ahondando en el alma me encuentro con una palabra “haz tú lo mismo, descubre la Miriam de Magdala adormecida en tu hondón, en tu congelado interior, en tu fantasía…descongélala, sácala de cualquier ventana roja, y dale cobijo en tu alma de discípula”.

Si le dejas, se hará carne de tu carne. Si le dejas, te ayudará a caldear ese frío interior que nos impide caldear el mundo con la presencia del Amado.

Conozco a muchas mujeres hoy que encarnan su espíritu y corren por nuestras calles. Son entre otras, las beguinas de hoy. Dejaron atrás el patriarcado y sus redes e iniciaron grupos para dar oxígeno a muchas mujeres. Otras  Miriams están en sus casas,  totalmente comprometidas con el Resucitado siendo sus manos, su pensamiento, su mirada…

Es un momento histórico apasionante. Lo viejo está reviejo, lo nuevo brotando, madurando.

Las Miriam de Magdala de hoy, muchas tienen teología, predican, escriben, acompañan… somos miles. No salimos en las noticias, ni en las revistas eclesiásticas, no somos importantes para el mundo patriarcal, pero somos el tesoro escondido, la riqueza que salva el cristianismo. Jesús hoy, de nuevo pondría su movimiento en manos de Miriam de Magdala.

Jesús, el Amado, el Resucitado, hoy pone su movimiento emergente en nuestras manos de mujer, de nuevo. Manos de parteras y de predicadoras, manos de discípulas, maestras, profesoras y hermanas.

Somos una revolución, a lo femenino, como ellas, las primeras, en nuestras casas, en nuestros círculos, en las facultades de teología, en educación,  en las redes sociales… somos imparables.

Esa energía de la Ruah, atrae, reforma, suscita, se trata de acoger, acompañar, dar a luz, ayudar a nacer…

Magda Bennásar Oliver, sfcc

Fuente Fe Adulta

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“ Que nuestras obras muestren que creemos en la resurrección”, por Consuelo Vélez

Martes, 19 de abril de 2022
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B24C242A-2FC6-4403-A037-A1CB72E9ABBBDe su blog Fe y Vida:

La vida cristiana gira en torno al misterio pascual

“‘Si Cristo no resucitó vana es nuestra fe’ (1 Cor 15,14). La resurrección de Jesús fue la superación de su muerte con el ‘sí’ de Dios a toda su vida”

“Estamos cercanos a celebrar nuevamente el misterio pascual y podríamos preguntarnos qué gestos, qué signos, qué señales harían creíble para nuestros contemporáneos nuestra fe en la resurrección del Señor”

“Creemos en la resurrección y la testimoniamos cuando defendemos la vida, toda vida. Haría falta que nuestra voz se levante más claramente en todas las circunstancias donde la vida está en peligro”

“Creemos en la resurrección cuando nos ponemos del lado de las víctimas. Creemos en la resurrección cuando cuidamos la creación. Creemos en la resurrección cuando apostamos por una iglesia sinodal”

“La forma cómo la iglesia hoy está organizada, no está siendo un testimonio creíble para muchos. No podrá ser la iglesia en la que se palpe que la resurrección de Jesús nos convoca y nos anima en todo nuestro compromiso”

“Que la Semana Santa que celebraremos esta próxima semana, nos comprometa a dar un testimonio de la resurrección de Jesús a través de todas nuestras obras”

La vida cristiana gira en torno al misterio pascual. “Si Cristo no resucitó vana es nuestra fe (1 Cor 15,14), resurrección que no solo es un recuerdo del pasado, sino que se sigue viviendo cada vez que se pasa “de la muerte a la vida” en nuestra historia actual.

La resurrección de Jesús fue la superación de su muerte con el “” de Dios a toda su vida. Ante el aparente triunfó de aquellos que gestaron su asesinato, se fue generando un movimiento de seguidores que afirmaban que Jesús había resucitado y seguía vivo entre ellos. Y no se quedaban en repetir las frases sino en mostrar con su vida que eso era así. Se notaba por las obras y prodigios que realizaban en el pueblo (Hc 5, 12) y sobre todo por el amor que vivían entre ellos: “La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos” (Hc 4, 32).

Estamos cercanos a celebrar nuevamente el misterio pascual y podríamos preguntarnos qué gestos, qué signos, qué señales harían creíble para nuestros contemporáneos nuestra fe en la resurrección del Señor. Cómo decirles no solo con palabras, sino sobre todo con hechos, que la vida del Resucitado nos sigue impulsando hoy a comprometernos para transformar las realidades de muerte en realidades de vida. Intentemos proponer algunas actitudes pero que cada cual señale las que cree son más necesarias.

Creemos en la resurrección y la testimoniamos cuando defendemos la vida, toda vida y en todas las circunstancias. A veces los cristianos somos muy dados a levantar la voz cuando se habla del inicio de la vida o del final de la misma, pero olvidamos la vida de los niños, de los jóvenes, de los adultos y, sobre todo, la vida de los más empobrecidos, excluidos, marginados. Haría falta que nuestra voz se levante más claramente en todas las circunstancias donde la vida está en peligro. Ha sido muy valiosa la voz de los obispos del pacífico colombiano que han hablado claro y de manera contundente defendiendo la vida de sus comunidades de la convivencia de los alzados en armas con las fuerzas estatales. Verdaderamente han levantado su voz y corren peligro, pero si no hacen, desdicen del evangelio que predican.

C416E79D-5264-4ED3-B944-83CAF75710F7Creemos en la resurrección cuando nos ponemos del lado de las víctimas, de los que exigen sus derechos, de los que trabajan por hacer de este mundo, un lugar posible para todos y todas. Aquí muchos rostros encarnan esas realidades: las mujeres, los indígenas, los negros, los jóvenes, la población de diversidad sexual, los migrantes, y podríamos nombrar a otros colectivos que realmente son excluidos y marginados, que no gozan de los derechos que por ser personas les pertenecen.

Creemos en la resurrección cuando cuidamos la creación, casa común para el bien de toda la humanidad. Está siendo muy difícil que los gobiernos tomen las medidas necesarias para detener la devastación ambiental. Además, los poderosos nos convencen de que es necesario generar ingresos y por eso no se pueden tomar otras alternativas. Y entonces ¿cuándo empezaremos a cuidar la creación? Recordemos que la resurrección no es solo de las personas sino de toda la creación, como lo dice Pablo en la primera carta a los Corintios: “Cuando hayan sido sometidas a él todas las cosas, entonces también el Hijo se someterá a Aquel que ha sometido a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos” (15, 28). La “nueva creación” como se suele llamar en los estudios de escatología no será algo nuevo que baje del cielo, sino este mismo mundo cuidado por quienes lo habitamos.

Creemos en la resurrección cuando apostamos por una iglesia sinodal, es decir, por una iglesia comunión, una iglesia donde todos y todas puedan sentirse en igualdad de condiciones, con los mismos derechos y deberes. La Iglesia es sacramento de Cristo Resucitado, por lo tanto, si no se esfuerza por mostrar los valores del reino, no puede hacer presente al Señor en medio de su pueblo. Y el papa Francisco ha propuesto el sínodo sobre la sinodalidad porque es consciente de que la forma cómo la iglesia hoy está organizada, no está siendo un testimonio creíble para muchos.

EB1B57A5-9159-49B7-8173-823D836E99A9Mientras no haya más espacios de participación para el laicado -mujeres y varones-, no se acabe el clericalismo -no sólo de los mismos clérigos sino de tanto laicado que lo fomenta- y mientras no sea una iglesia en salida, es decir, una Iglesia con las puertas abiertas que salga hacia las periferias humanas (…) que no tema herirse o accidentarse por salir a la calle en lugar de quedarse como una iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades (…) Una iglesia con menos miedo a equivocarse y más a quedarse encerrada en sus estructuras, en las normas que la vuelven implacable, en las costumbres donde se siente tranquila mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: ‘dadles de comer’ (Mc 6, 37) (Evangelii Gaudium nn. 46.49), no podrá ser la iglesia en la que se palpe que la resurrección de Jesús nos convoca y nos anima en todo nuestro compromiso.

Que la Semana Santa que celebraremos esta próxima semana, nos comprometa a dar un testimonio de la resurrección de Jesús a través de todas nuestras obras. Los discípulos afirmaban: “Dios lo resucitó de entre los muertos y nosotros somos testigos de ello” (Hc 3, 15) y hoy somos nosotros los que hemos de seguir dando este testimonio. El Señor nos lo confía, esperemos no defraudarlo.

(Foto tomada de https://www.dialhope.org/en-verdad-ha-resucitado/)

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Feliz Pascua

Lunes, 18 de abril de 2022
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20120401211505d3db9aDe nuevo llega la primavera y lo hace, como cada año, brindándonos el mejor de los regalos: la Pascua. Llega, también como siempre, intentando despertarnos del largo, demasiado largo, letargo invernal, en el que da la sensación como si el aburrimiento, el tedio, el absurdo y, la muerte, que aún es peor, fueran necesarios o, por lo menos, estuvieran permitidos, para poder justificarnos de todo lo habido y por haber. Ese invierno de las ideas preconcebidas y de los prejuicios gratuitos que congelan en nosotros, hasta hacerlos morir en muchos momentos, sentimientos maravillosos que nos hubieran podido impulsar a vivir de otra manera, por no decir la única que existe para hacernos de verdad felices; sentimientos tales, como, el amor, la paz, la concordia, la generosidad, el perdón, la vida en definitiva. Es hora de despertar, continúa recordándonos la “primavera pascual”, de esa especie de somnolencia resignada y aceptada por la inmensa mayoría de los humanos, como si de un “sino” forzoso e inevitable se tratara. Bendita Pascua, que viene como “inclusiva” de todos y como no “exclusiva” de nada ni de nadie; puesto que no entiende de creyentes ni de incrédulos, ni tampoco de los que son de un signo o de otro; porque ella, la “Pascua”, es la manifestación más excelsa de la “Vida” y, por lo mismo, la única capaz de engendrar amor infinito, perdón sin condiciones y esperanza profunda. Una vida que es de todos y para todos, a pesar de que siempre haya el espabilado, el malicioso o el vete tú a saber qué de turno que pretenda arrebatársela a algunos, a muchos, para qué andar con rodeos, porque eso sí que lo tienen los pobres, que son muchísimos, abundantes hasta la saciedad.

Viene la Pascua a decirnos que, una vez ya despiertos de ese letargo, debemos ponernos en camino hacia nuevas metas, las únicas que conducen de verdad a la consecución de un universo respetado, en el que la naturaleza y el cosmos, en general, dejen de ser objeto de depredación, para convertirse en los compañeros imprescindibles de viaje; a ponernos manos a la obra de cara a la construcción de una humanidad igualitaria, donde ser hombre o mujer sea tenido como la gran oportunidad para un mayor crecimiento en valores de convivencia y de solidaridad, haciendo posible que juntas y juntos fomentemos, con urgencia, lo único que nos hace de verdad felices, como es el amor que no entiende, precisamente, de diferencias biológicas, morfológicas ni nada de lo que pueda estar relacionado con semejantes distinciones, ya que, precisamente, el amor anida y se cobija en lo más íntimo que tiene cada hombre y cada mujer, como es el corazón, siempre libre de sexos y otros distingos;  a disponernos en camino hacia la eliminación, también, de credos exclusivos que no hacen sino levantar muros que separan y dinamitar puentes que impiden el acercamiento mutuo; a adoptar una actitud de enérgica renuncia contra todo tipo de ideologías excluyentes, pensamientos fanáticos y totalitarios, que no pretenden sino subyugar y oprimir.

Es Pascua y, por tanto, es tiempo más que propicio para soñar sin miedos ni reticencias y para apostar de manera decidida por la utopía; se acabó ya el tiempo del “por si acaso”, del “me lo tengo que pensar” y de la cobardía egoísta y gandula disfrazada del “hay que ser prudentes”, etc. No se puede continuar diciendo que se “cree en la Pascua” y, a continuación, apostar por una vida cansina y aburrida, como si se nos estuviera obligando a vivir “por decreto”. Pascua es tiempo de optar y decidir de manera libre, pero también responsable; de avanzar sin mirar hacia atrás, aunque sí hacia los lados; de acompañar, respetando que cada cual siga su camino;  de acoger, sin pretender “catequizar”; de compartir, sin tener en cuenta cálculos ni porcentajes.

Es tiempo, pues, de felicitar y felicitarnos la Pascua, ya que ella viene cargada de las razones más profundas y serias, que jamás puedan llegar a existir, para poder entender que la esperanza ha dejado de ser el asidero de los cobardes, para pasar a convertirse en el trampolín seguro de los intrépidos. A la vez que nos recuerda, también, que el “creer” y el “esperar” han dejado ya de ser, de manera definitiva, la excusa para justificar el “no amar”, sino, al contrario,  para pasar a convertirse en la exigencia más punzante de cara a vivir ese amor hasta las últimas consecuencias.

¡FELIZ PASCUA!

Juan Zapatero

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“El nuevo rostro de Dios”. Domingo de Resurrección – C (Juan 20,1-9)

Domingo, 17 de abril de 2022
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Ya no volvieron a ser los mismos. El encuentro con Jesús, lleno de vida después de su ejecución, transformó totalmente a sus discípulos. Lo empezaron a ver todo de manera nueva. Dios era el resucitador de Jesús. Pronto sacaron las consecuencias.

Dios es amigo de la vida. No había ahora ninguna duda. Lo que había dicho Jesús era verdad: «Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos». Los hombres podrán destruir la vida de mil maneras, pero, si Dios ha resucitado a Jesús, esto significa que solo quiere la vida para sus hijos. No estamos solos ni perdidos ante la muerte. Podemos contar con un Padre que, por encima de todo, incluso por encima de la muerte, nos quiere ver llenos de vida. En adelante solo hay una manera cristiana de vivir. Se resume así: poner vida donde otros ponen muerte.

Dios es de los pobres. Lo había dicho Jesús de muchas maneras, pero no era fácil creerle. Ahora es distinto. Si Dios ha resucitado a Jesús, quiere decir que es verdad: «Felices los pobres, porque tienen a Dios». La última palabra no la tiene Tiberio ni Pilato, la última decisión no es de Caifás ni de Anás. Dios es el último defensor de los que no interesan a nadie. Solo hay una manera de parecerse a él: defender a los pequeños e indefensos.

Dios resucita a los crucificados. Dios ha reaccionado frente a la injusticia criminal de quienes han crucificado a Jesús. Si lo ha resucitado es porque quiere introducir justicia por encima de tanto abuso y crueldad que se comete en el mundo. Dios no está del lado de los que crucifican, está con los crucificados. Solo hay una manera de imitarlo: estar siempre junto a los que sufren, luchar siempre contra los que hacen sufrir.

Dios secará nuestras lágrimas. Dios ha resucitado a Jesús. El rechazado por todos ha sido acogido por Dios. El despreciado ha sido glorificado. El muerto está más vivo que nunca. Ahora sabemos cómo es Dios. Un día él «enjugará todas nuestras lágrimas, y no habrá ya muerte, no habrá gritos ni fatigas. Todo eso habrá pasado».

José Antonio Pagola

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“El debía resucitar de entre los muertos”. Domingo 17 de abril de 2022. Pascua de Resurrección

Domingo, 17 de abril de 2022
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26-pascuaC1 cerezoDe Koinonia:

Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43: Hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.
Salmo responsorial: 117, 1-2. l6ab-17. 22-23: Éste es el día en que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Colosenses 3, 1-4: Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo.
Juan 20, 1-9: Él había de resucitar de entre los muertos.

A) Primer comentario

Para este domingo de Pascua nos ofrece la liturgia como primera lectura uno de los discursos de Pedro una vez transformado por la fuerza de Pentecostés: aquel que pronunció en casa del centurión Cornelio, a propósito del consumo de alimentos puros e impuros, lo que estaba en íntima relación con el tema del anuncio del Evangelio a los no judíos y de su ingreso a la naciente comunidad cristiana. El discurso de Pedro es un resumen de la proclamación típica del Evangelio que contiene los elementos esenciales de la historia de la salvación y de las promesas de Dios cumplidas en Jesús. Pedro y los demás apóstoles predican la muerte de Jesús a manos de los judíos, pero también su resurrección por obra del Padre, porque “Dios estaba con él”. De modo que la muerte y resurrección de Jesús son la vía de acceso de todos los hombres y mujeres, judíos y no judíos, a la gran familia surgida de la fe en su persona como Hijo y Enviado de Dios, y como Salvador universal; una familia donde no hay exclusiones de ningún tipo. Ese es uno de los principales signos de la resurrección de Jesús y el medio más efectivo para comprobar al mundo que él se mantiene vivo en la comunidad.

Una comunidad, un pueblo, una sociedad donde hay excluidos o marginados, donde el rigor de las leyes divide y aparta a unos de otros, es la antítesis del efecto primordial de la Resurrección; y en mucho mayor medida si se trata de una comunidad o de un pueblo que dice llamarse cristiano.

El evangelio de Juan nos presenta a María Magdalena madrugando para ir al sepulcro de Jesús. “Todavía estaba oscuro”, subraya el evangelista. Es preciso tener en cuenta ese detalle, porque a Juan le gusta jugar con esos símbolos en contraste: luz-tinieblas, mundo-espíritu, verdad-falsedad, etc. María, pues, permanece todavía a oscuras; no ha experimentado aún la realidad de la Resurrección. Al ver que la piedra con que habían tapado el sepulcro se halla corrida, no entra, como lo hacen las mujeres en el relato lucano, sino que se devuelve para buscar a Pedro y al “otro discípulo”. Ella permanece sometida todavía a la figura masculina; su reacción natural es dejar que sean ellos quienes vean y comprueben, y que luego digan ellos mismos qué fue lo que vieron. Este es otro contraste con el relato lucano. Pero incluso entre Pedro y el otro discípulo al que el Señor “quería mucho”, existe en el relato de Juan un cierto rezago de relación jerárquica: pese a que el “otro discípulo” corrió más, debía ser Pedro, el de mayor edad, quien entrase primero a mirar. Y en efecto, en la tumba sólo están las vendas y el sudario; el cuerpo de Jesús ha desaparecido. Viendo esto creyeron, entendieron que la Escritura decía que él tenía que resucitar, y partieron a comunicar tan trascendental noticia a los demás discípulos. La estructura simbólica del relato queda perfectamente construida.

La acción transformadora más palpable de la resurrección de Jesús fue a partir de entonces su capacidad de transformar el interior de los discípulos -antes disgregados, egoístas, divididos y atemorizados- para volver a convocarlos o reunirlos en torno a la causa del Evangelio y llenarlos de su espíritu de perdón.

La pequeña comunidad de los discípulos no sólo había sido disuelta por el «ajusticiamiento» de Jesús, sino también por el miedo a sus enemigos y por la inseguridad que deja en un grupo la traición de uno de sus integrantes.

Los corazones de todos estaban heridos. A la hora de la verdad, todos eran dignos de reproche: nadie había entendido correctamente la propuesta del Maestro. Por eso, quien no lo había traicionado lo había abandonado a su suerte. Y si todos eran dignos de reproche, todos estaban necesitados de perdón. Volver a dar cohesión a la comunidad de seguidores, darles unidad interna en el perdón mutuo, en la solidaridad, en la fraternidad y en la igualdad, era humanamente un imposible. Sin embargo, la presencia y la fuerza interior del «Resucitado» lo logró.

Cuando los discípulos de esta primera comunidad sienten interiormente esta presencia transformadora de Jesús, y cuando la comunican, es cuando realmente experimentan su resurrección. Y es entonces cuando ya les sobran todas las pruebas exteriores de la misma. El contenido simbólico de los relatos del Resucitado actuante que presentan a la comunidad, revela el proceso renovador que opera el Resucitado en el interior de las personas y del grupo.

Magnífico ejemplo de lo que el efecto de la Resurrección puede producir también hoy entre nosotros, en el ámbito personal y comunitario. La capacidad del perdón; de la reconciliación con nosotros mismos, con Dios y con los demás; la capacidad de reunificación; la de transformarse en proclamadores eficientes de la presencia viva del Resucitado, puede operarse también entre nosotros como en aquel puñado de hombres tristes, cobardes y desperdigados a quienes transformó el milagro de la Resurrección.

El evangelio de hoy está recogido en la serie «Un tal Jesús» de los hermanos López Vigil, en el capítulo 125 ó 126, Sus audios, así como los guiones de literarios de los episodios y sus correspondientes comentarios teológicos se pueden encontrar y tomar en http://www.untaljesus.net

B) Segundo comentario: «El Resucitado es el Crucificado»

Como otros años, incluimos aquí un segundo guión de homilía, netamente en la línea de la espiritualidad latinoamericana de la liberación, que titulamos con ese conocido lema de la cristología de la liberación que encabeza este apartado.

Lo que no es la resurrección de Jesús

Se suele decir en teología que la resurrección de Jesús no es un hecho “histórico”, con lo cual se quiere decir no que sea un hecho irreal, sino que su realidad está más allá de lo físico. La resurrección de Jesús no es un hecho realmente registrable en la historia; nadie hubiera podido fotografiar aquella resurrección. La resurrección de Jesús objeto de nuestra fe es más que un fenómeno físico. De hecho, los evangelios no nos narran la resurrección: nadie la vio. Los testimonios que nos aportan son de experiencias de creyentes que, después, “sienten vivo” al resucitado, pero no son testimonios del hecho mismo de la resurrección. Leer más…

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Resurrección, mutación divina de la vida humana

Domingo, 17 de abril de 2022
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37AE7122-5E80-42D4-B19E-D5D9DCB79AEDDel blog de Xabier Pikaza:

Todo tenía que haber terminado. Los hombres han matado a Jesús, mensajero de la vida de Dios, hombre de amor sobre la muerte.  Humanamente todo tenía que haber terminado, muertos todos, por no aceptar la vida de amor de Jesús. Pero el amor de Dios en Jesús ha triunfado de la muerto. Y así confesamos que ha resucitado y que nosotros resucitamos con él. 

Tras haber recorrido como vencedores triunfales la travesía constantiniana (con esquemas platónicos y sistemas imperiales y/o feudales), para ser fieles al evangelio y retomar el principio de Jesús, los cristianos deben volver a su tumba Jesús, subiendo como Ezequiel al Carro de Dios que les lleva al exilio (fuera de los campos de poder, al valle de los huesos muertos), para ser testigos del Dios de la gracia, presente en los pobres y exilados (cf. Mc 16, 1-8; Mt 28, 16-20).

Resulta conveniente (inevitable) que caiga o se abandone un templo de violencia sagrada (imposición legal), no para elevar en su lugar otro (que todo cambie para seguir siendo lo mismo), sino para transformar la vida, en comunicación transpersonal, humanidad resucitada. Las dificultades actuales no se solucionan con unos pequeños cambios de estructura, sino que los cristianos abandonar (transcender) la estructura sacral del templo, para descubrir a Dios como vida de su propia vida[1].

La historia antigua ha culminado en la muerte de Jesús, que sus discípulos han interpretado como “desbordamiento de vida”, conforme al Arquetipo que había comenzado a expresarse en el Antiguo Testamento y que culmina en el Nuevo, en forma de revelación de Dios, plenitud y sentido (pervivencia) de la vida humana, en comunicación personal, pues el mismo Jesús muerto vive en aquellos que le acogen. Ésta es la gran transmutación, que podría estar simbolizada con algunas variantes en un tipo de “alquimia” superior que no se realiza ya en metales, sino en el mismo movimiento de la vida humana (cf. Hch 15, 28), en línea de elevación, pues sólo aquello (aquel) que muere puede re‒vivir (ser en los otros), mientras que aquel que quiera cerrarse en sí mismo acabará perdiendo aquello que es y tiene, pues “quien quiera salvar su vida la perderá”; sólo quien la pierda por los otros la encontrará en ellos (cf. Mt 10, 39; 16, 25 par.). En esa línea, el Ser‒en‒Sí‒Mismo de Dios (su En Sof, según la cábala) se expresa como Ser‒dándose, esto es, muriendo, para que sean los otros[2].

La muerte de Jesús no fue un castigo (sacrificio) impuesto por Dios, sino el don o regalo más hondo de su vida, la expansión de su conciencia, que consiste en morir para vivir en plenitud (resucitar) en los demás, en nueva creación (mutación), esto es, en comunicación personal abierta al futuro de la plenitud de Dios que será todo en todos (1 Cor 15, 28). Así releyeron y recrearon los cristianos el AT desde la experiencia pascual de Jesús. No condenaron y rechazaron la Biblia de Israel por violenta y contraria al amor universal (como hicieron muchos gnósticos), sino que la entendieron en clave de resurrección. No buscaron la coherencia entre el AT y NT en detalles secundarios, no ocultaron la intensísima violencia de muchos pasajes del AT, pero descubrieron en la trama a veces sinuosa y quebrada del pueblo de Israel un camino que desemboca en la vida y don del Dios que entrega su vida por los hombres[3].

Los cristianos entendieron (descubrieron) esa muerte como “resurrección”, experiencia de vida trans‒personal, pero no en abstracto, ni como algo que viene después, tras la desaparición de su cadáver, sino en el mismo gesto de entrega total que es resurrección. Morir como Jesús es dar la vida, sin volverse atrás, como siembra del trigo de Dios (Jn 12, 20‒33), que fructifica en la experiencia pascual de los discípulos, cuando descubren que él (Jesús) vive en ellos, abriéndoles los ojos, de manera que puedan compartir y compartan en amor lo que son, regalándose la vida los unos a los otros. La historia de un hombre como Jesús no acaba en su tumba física, sino que se expresa de un modo radical tras/por ella, en su recuerdo, en su influjo y presencia en aquellos que le han conocido, y que siguen quizá recreando su figura y actualizando su obra. En ese sentido, la resurrección no es negación de la muerte, sino ratificación del sentido (semilla) de esa muerte, como dadora de vida[4].

“Apariciones”: Experiencias de presencia, comunicación comunión personal

Según el NT, el testimonio clave de la resurrección de Jesús han sido sus apariciones, como expresión de una forma intensa de presencia trans‒personal (en línea de transcendimiento y culminación, no de negación de la persona), en clave de fe (de acogida y comunicación creadora), no de imposición física. Jesús ha entregado su vida por los demás, y lo ha hecho de tal forma que ha podido mostrarse ante ellos (en ellos) vivo tras la muerte, como presencia y poder de vida, iniciando en (por) ellos un tipo más alto de existencia humana (es decir, una mutación mesiánica). Las apariciones son signos de presencia de Jesús resucitado, una experiencia nueva de vida, en línea de comunicación transpersonal.

Esas apariciones no son imaginaciones de algo que externamente no se ve, sino sentimiento y certeza radical de la presencia de aquel que ha vivido y muerto regalando su vida, como vida de Dios, como principio de renacimiento, un modo superior de entender (experimentar) el pasado y de comprometerse en el presente, desde el don de Dios en Jesús, en forma de mutación antropológica. Desde ese fondo pascual, la vida cristiana es una experiencia de renacimiento, la certeza vital de unos hombres y mujeres que se sienten/saben ya resucitados, tras haber pasado de la muerte a la vida, es decir, de una vida que es muerte (pues desemboca en ella) a la muerte que es vida en el Reino de Dios.

En un sentido, las apariciones, que Pablo ha recogido de forma oficial en 1 Cor 15, 3-7, podrían entenderse como simples visiones (manifestaciones) sobrenaturales de unos entes superiores, favorables o desfavorables (dioses, difuntos, demonios…), un tema que encontramos en muchas religiones. Pero, desde la perspectiva marcada por el Antiguo Testamento, esas apariciones han de entenderse como expresión de un modelo más alto de vida, en línea de mutación humana y comunicación transpersonal. No se trata de “ver” en forma milagrosa, sino de vivir de un modo nuevo (de renacer desde Cristo), superando/cumpliendo el arquetipo anterior, iniciando una forma superior de comunicación que comienza precisamente ahora, con la resurrección de Jesús[5].

‒ “Ver” a Jesús resucitado, descubrir su presencia. Sus seguidores saben y afirman que ellos mismos son él, es decir, que él vive en ellos y que ellos forman parte de su vida, pues son el mismo Jesús renacido, presente, mesiánico. En ese sentido, la visión‒presencia de alguien que han muerto tras haber dado la vida a (por) aquellos que les siguen forma el arquetipo o símbolo central de una humanidad, que nace y vive en (de) aquellos que mueren, en un mundo donde nada ni nadie acaba totalmente, sino que todo deja huella y sigue siendo (existiendo) al transformarse, no en línea de eterno retorno de lo que ya era (nada se crea, nada se destruye, sino que se transforma), sino de creación de lo que ha de ser. Leer más…

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Tres protagonistas inesperados. Domingo de Pascua de resurrección. Ciclo C.

Domingo, 17 de abril de 2022
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Juan-20-Resureccion-tumba-vacia-Maria-Magdalena-Pedro-JuanDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Una elección extraña

Las dos frases más repetidas por la iglesia en este domingo son: “Cristo ha resucitado” y “Dios ha resucitado a Jesús”. Resumen las afirmaciones más frecuentes del Nuevo Testamento sobre este tema.

Sin embargo, como evangelio para este domingo se ha elegido uno que no tiene como protagonistas ni a Dios, ni a Cristo, ni confiesa su resurrección. Los tres protagonistas que menciona son puramente humanos: María Magdalena, Simón Pedro y el discípulo amado. Ni siquiera hay un ángel. El relato del evangelio de Juan se centra en las reacciones de estos personajes, muy distintas.

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo:

Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

María reacciona de forma precipitada: le basta ver que han quitado la losa del sepulcro para concluir que alguien se ha llevado el cadáver; la resurrección ni siquiera se le pasa por la cabeza.

Simón Pedro actúa como un inspector de policía diligente: corre al sepulcro y no se limita, como María, a ver la losa corrida; entra, advierte que las vendas están en el suelo y que el sudario, en cambio, está enrollado en sitio aparte. Algo muy extraño. Pero no saca ninguna conclusión.

El discípulo amado también corre, más incluso que Simón Pedro, pero luego lo espera pacientemente. Y ve lo mismo que Pedro, pero concluye que Jesús ha resucitado.

El evangelio de san Juan, que tanto nos hace sufrir a lo largo del año con sus enrevesados discursos, ofrece hoy un mensaje espléndido: ante la resurrección de Jesús podemos pensar que es un fraude (María), no saber qué pensar (Pedro) o dar el salto misterioso de la fe (discípulo amado).

¿Por qué espera el discípulo amado a Pedro?

Es frecuente interpretar este hecho de la siguiente manera. El discípulo amado (sea Juan o quien fuere) fundó una comunidad cristiana bastante peculiar, que corría el peligro de considerarse superior a las demás iglesias y terminar separada de ellas. De hecho, el cuarto evangelio deja clara la enorme intuición religiosa del fundador, superior a la de Pedro: le basta ver para creer, igual que más adelante, cuando Jesús se aparezca en el lago de Galilea, inmediatamente sabe que “es el Señor”. Sin embargo, su intuición especial no lo sitúa por encima de Pedro, al que espera a la entrada de la tumba en señal de respeto. La comunidad del discípulo amado, imitando a su fundador, debe sentirse unida a la iglesia total, de la que Pedro es responsable.

Las otras dos lecturas: beneficios y compromisos.

A diferencia del evangelio, las otras dos lecturas de este domingo (Hechos y Colosenses) afirman rotundamente la resurrección de Jesús. Aunque son muy distintas, hay algo que las une:

  1. a) las dos mencionan los beneficios de la resurrección de Jesús para nosotros: el perdón de los pecados (Hechos) y la gloria futura (Colosenses);
  2. b) las dos afirman que la resurrección de Jesús implica un compromiso para los cristianos: predicar y dar testimonio, como los Apóstoles (Hechos), y aspirar a los bienes de arriba, donde está Cristo, no a los de la tierra (Colosenses).

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:

― Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-4

Hermanos: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.

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Domingo de Pascua de Resurrección. Ciclo C

Domingo, 17 de abril de 2022
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1D-de-Pascua

 

“- Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto.”

(Jn 20, 1-9)

Que en Dios no hay tiempo ni espacio, es algo que sabemos bien a estas alturas de la vida. En muchos sitios leemos o escuchamos que “la historia se repite”; que no se trata de algo lineal sino circular; las modas, las cosas, las situaciones, todo vuelve.

Sin perder esta idea de vista centrémonos en el evangelio de hoy. La primera persona que aparece es María Magdalena, ella sola. El texto nos dice que: “el domingo por la mañana, muy temprano, antes de salir el sol,…”. Veamos, el domingo antes de salir el sol aparece alguien de género femenino, sola. ¿No te evoca a algo? Algo así como a un caos en el que dijo Dios: “que exista la luz”. El día primero.

Y continúan los dos textos. En el del Génesis, la primera vez que las palabras de Dios se refieren a sí mismo, después de ir creándolo casi todo, dice un “Hagamos a los hombres a nuestra imagen”. Hagamos, en plural. Y en el evangelio de hoy, la primera palabra que utiliza María de Magdala para referirse a sí misma, también es un plural: “sabemos”. Aparece sola en escena, y cuando va donde Pedro y Juan y les cuenta que Jesús no está en el sepulcro, en lugar de decir “no sé donde lo han puesto”, habla en plural. No sabemos… pero ¿quiénes no sabemos?

La historia se repite, vivimos en una dimensión circular, todo vuelve… incluso el principio, la creación. Todo, la VIDA también; y vida en abundancia.

Oración

Bendita seas, Trinidad Santa.

Solamente en ti encontramos la Vida Eterna.

Solo tú. Eso es todo.

Amén.

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En la experiencia pascual, los discípulos descubrieron la verdadera Vida.

Domingo, 17 de abril de 2022
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Resurrección

DOMINGO DE PASCUA (C)

Jn 20,1-9

En este día de Pascua, debemos recordar a Pablo: si Cristo no ha resucitado, nuestra fe es vana. Aunque hay que hacer una pequeña aclaración. La formulación condicional (si) nos puede despistar y entender que Jesús podía no haber resucitado, lo cual no tiene sentido porque Jesús había alcanzado la VIDA antes de morir. Su Vida era la misma de Dios. Por lo tanto la posibilidad de que no resucitara es absurda. Todo el esfuerzo de la predicación de Jesús consistió en hacer ver a sus seguidores la posibilidad de esa Vida. Seré seguidor de Jesús solo en la medida que viva la misma Vida de Dios como él.

Lo primero que debemos tener en cuenta es que estamos celebrando hechos teológicos, no históricos ni científicos. Todavía la muerte de Jesús fue un acontecimiento histórico, pero la resurrec­ción no es constatable científicamente porque se realiza en otro plano fuera de la historia. Esto no quiere decir que no ha resucitado, quiere decir que para llegar a la resurrección, no podemos ir por el camino de los sentidos y los razonamientos. Nadie pudo ver, ni demostrar con ninguna clase de argumentos, la resurrección de Jesús. No es un acontecimiento que se pueda constatar por los sentidos. Esto es clave para salir del callejón en que nos encontramos por interpretar los textos de una manera literal.

La muerte y la vida física no son objetos de teología, sino de biología. La teología habla de otra realidad que no puede ser metida en conceptos. En ningún caso debemos entender la resurrección como la reanimación de un cadáver. Esta interpretación ha sido posible gracias a la antropología griega (alma–cuerpo), que no tiene nada que ver con lo que entendían los judíos por “ser humano”. La reanimación de un cadáver da por supuesto que los despojos del fallecido mantienen una relación con el ser que estuvo vivo. Pero la muerte devuelve el cuerpo al mundo de la materia de manera irreversible.

¿Qué pasó en Jesús después de su muerte? Nada. Absolutamente nada. La trayectoria histórica de Jesús termina en el instante de su muerte. En ese momento pasa a otro plano en el que no hay tiempo. En ese plano no puede “suceder” nada. En los apóstoles sí sucedió algo muy importante. Ellos no habían comprendido nada de lo que era Jesús, porque estaban en su falso yo, pegados a lo terreno y esperando una salvación que potenciara su ser contingente. Solo después de la muerte del Maestro, llegaron a la experiencia pascual. Descubrieron, no por razonamientos, sino por vivencia, que Jesús seguía vivo y que les comunicaba Vida. Eso es lo que intentaron transmitir a los demás, utilizando el lenguaje humano que es siempre insuficiente para expresar lo trascendente.

Todos estaríamos encantados de que se nos comunicara esa Vida, la misma Vida de Dios. El problema consiste en que no puede haber Vida, sin antes no hay muerte. Es esa exigencia de muerte lo que no estamos dispuestos a aceptar. “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo, pero si muere, da mucho fruto”. Esa exigencia de ir más allá de la vida biológica, es la que nos hace quedar a años luz del mensaje de esta fiesta de Pascua. Celebrar la Pascua es descubrir la Vida en nosotros y estar dispuestos a dar más valor a la Vida que se manifestó en Jesús que a la vida biológica tan apreciada.

No debo quedarme en la resurrección de Jesús. Debo descubrir que yo estoy llamado a esa misma Vida. A la Samaritana le dice Jesús: El agua que yo le daré se convertirá en un surtidor que salta hasta la Vida definitiva. A Nicodemo le dice: Hay que nacer de nuevo; lo que nace de la carne es carne, lo que nace del espíritu es Espíritu. El Padre vive y yo vivo por el Padre, del mismo modo el que me coma, (el que me asimile), vivirá por mí. Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí aunque haya muerto vivirá, y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Creemos esto? Entonces, ¿qué nos importa lo demás? Poner a disposición de los demás todo lo que somos y tenemos es la consecuencia de este descubrimiento de la verdadera Vida.
Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Vio y creyó.

Domingo, 17 de abril de 2022
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HE-RISEN-708x350@2xJn 20, 1-9

«Entró también el otro discípulo… vio y creyó»

Los textos de la resurrección coinciden entre sí hasta el momento en que las mujeres encuentran la losa removida y el sepulcro vacío, pero a partir de ahí son tantas las discrepancias en los relatos, que solo son entendibles asumiendo que la intención de sus autores no es la descripción de hechos, sino la expresión de una experiencia que cambió la vida de aquellos hombres y el rumbo de la humanidad.

Pongámonos en situación. A Jesús lo prenden el jueves por la noche y lo crucifican el viernes. Desde que lo prenden, los hombres del grupo permanecen atrancados por miedo a los judíos esperando el momento de huir a Galilea. Las mujeres se muestran más enteras, y las vemos primero al pie de la cruz, y luego yendo el primer día de la semana a ungirle al sepulcro.

Mateo afirma que las mujeres que van el domingo de madrugada al sepulcro son María Magdalena y María la Madre de Santiago, y añade que Jesús se les aparece a todos juntos dentro de la casa a continuación. Allí los cita para Galilea y les encarga la misión: «Id por el mundo y proclamad el evangelio a todas las gentes».

Marcos añade también que tras mostrarse a los discípulos y encomendarles la misión, es llevado al cielo y está sentado a la derecha del Padre.

Lucas nos da dos versiones radicalmente distintas; una en su Evangelio y otra en Hechos. Según la primera, las mujeres que van a ungirle —entre las que incluye también a Juana—, corren a contárselo a los discípulos pero no les creen. No obstante, Pedro va al sepulcro y lo comprueba. Ese mismo día, Jesús camina un largo trecho con dos seguidores que vuelven descorazonados a su casa de Emaús, y por la tarde se presenta donde están reunidos los discípulos y les encomienda la misión. Finalmente los saca camino de Betania y es elevado al cielo.

En la versión de Hechos, Lucas afirma que se aparece a los discípulos a lo largo de cuarenta días, y que luego se eleva en presencia de ellos hasta que una nube lo oculta a sus ojos.

Juan sitúa solo a María Magdalena en la escena del sepulcro. Cuando regresa a casa para contarlo, se encuentra con Pedro y Juan y los tres vuelven corriendo al sepulcro. Los hombres van a contar la noticia y María se queda sola llorando. Se le aparece Jesús, la consuela y le dice que va a subir al Padre. Juan sitúa ese mismo día la primera aparición a los discípulos, y la repite ocho días después. En un segundo epílogo, Jesús se encuentra con sus discípulos en el lago Genesaret, a donde han vuelto y retomado sus ocupaciones habituales…

Tal como habíamos dicho, son evidentes las contradicciones que presentan estos textos, pero a pesar de ellas, todos participan de tres elementos comunes que sobresalen sobre todo lo demás. El primero es la misión, el segundo, la efusión del Espíritu y el tercero, la exaltación de Jesús a la derecha del Padre.

En el fondo de todos los relatos encontramos un testimonio fundamental: Jesús se muestra vivo tras su muerte. Y nuestra tendencia natural es a dudar, pero dentro del simbolismo que encierran los textos, encontramos un hecho que no tiene explicación sin haber mediado una experiencia extraordinaria capaz de remover el ánimo de aquellos hombres hasta extremos inconcebibles.

Y es que un tiempo después de haber salido de Jerusalén aterrorizados por miedo a las autoridades judías, desmoralizados por la muerte de su maestro y sumidos en angustiosas dudas de fe por este hecho, aquellos hombres se presentan de nuevo en el Templo afirmando, y empeñando su vida en esta afirmación, que lo han visto vivo después de su muerte y han recibido de él una misión.

«Varones israelitas, escuchad estas palabras —es Pedro quien les habla—: Jesús de Nazaret, varón probado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales, fue entregado y muerto en la cruz por vosotros por medio de hombres sin Ley (los romanos). Pero Dios lo resucitó después de soltar las ataduras de la muerte, por cuanto no era posible que fuera dominado por ella; y nosotros somos testigos de ello».

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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He visto al Señor y me ha dicho esto.

Domingo, 17 de abril de 2022
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Domingo-de-Resurreccion-Ciclo-C-5-660x330Jn 20, 1-9

Es ya un lugar común identificar a María de Magdala con el domingo de resurrección pues cada año leemos el relato, que preservó el evangelio de Juan, sobre su encuentro con Jesús resucitado la mañana de Pascua. Pero lo curioso es que el Domingo de Pascua no se suele leer la parte más significativa de su experiencia sino el primer momento en el que ella se encuentra el sepulcro vacío y se lo cuenta a Pedro y Juan y ambos se acercan a constatar el hecho. El relato se cierra con la profesión de fe del “discípulo amado” y se renuncia a recordar el encuentro que Magdalena tienen a continuación con Jesús y el mandato que recibe.

Hoy, la invitación es a encontrarnos con esta mujer cuyo testimonio fue central para impulsar de nuevo a la misión a la comunidad de Jesús. Ella supo atravesar el dolor y la impotencia que suponía la cruz de Jesús y abrirse a la Vida que Dios le regalaba en su encuentro con el Maestro. Ella tuvo la audacia de confiar en lo que no parecía posible. A través de su fe pudo buscar sentido a lo acontecido e inviar a su comunidad a hacer lo mismo.

Magdalena en la memoria del evangelio según Juan [1]

La aparición a María Magdalena en el evangelio de Juan está enmarcada en la construcción literario-teológica que define el capítulo 20 de este evangelio. El capítulo se construye a través de cuatro episodios que describen como fue creciendo y ahondándose la fe en Jesús en la primera comunidad a partir de los acontecimientos pascuales. Más allá de los rasgos personales de los protagonistas, lo que se resalta es el carácter prototípico de la experiencia vivida por la comunidad en su conjunto (Jn 20, 1-18). Este proceso encarnado en los primeros seguidores y seguidoras de Jesús es propuesto como referente para las generaciones futuras (Jn 20, 30-31).

La figura de María Magdalena aparece en los dos primeros episodios. En ellos va a encarnar un itinerario hacia la fe desarrollado en varias secuencias narrativas. Los dos primeros versículos la muestran perpleja ante lo que ve. Sola llega al sepulcro y lo encuentra vacío (Jn 20, 1). En este momento no es capaz de ver más que la ausencia de Jesús en él y sale corriendo a contárselo a Pedro y al discípulo amado (Jn 20,2). Los tres regresan al sepulcro y contemplan los signos que permanecen tras la desaparición del cuerpo: las vendas de lino y el paño de la cabeza que había recubierto el cuerpo de Jesús. El texto dice que el discípulo amado vio y creyó, es decir interpreto los signos a la luz de los recuerdos de Jesús. Pero esto no parece suficiente y los discípulos regresan a casa y guardan silencio.

Los versículos siguientes describen un segundo paso en la fe (Jn 20, 3-18). María Magdalena se encuentra ante el sepulcro llorando la pérdida del maestro. En su dolor vuelve a interrogar a los hechos, buscando comprender lo que ha pasado. El encuentro con los ángeles primero y con Jesús después, la encaminan a comprender la hondura que lo que está viendo y a verbalizar su confesión de fe.

El camino que recorre desde que ve la piedra rodada del sepulcro al comienzo del relato hasta su confesión de su fe al final, es la síntesis de su itinerario como creyente. Su diálogo con el resucitado irá mostrando el proceso de ese itinerario. Al comienzo la presencia de Jesús es extraña y desconocida, lo confunde con un jardinero (Jn 20, 15). Pero Jesús toma la iniciativa y la llama por su nombre y ella entonces lo reconoce (Jn 20, 16). El reconocimiento viene acompañado por una revelación y un envío a la comunidad (Jn 20, 17). María regresa a la comunidad y proclama su fe: he visto al Señor y narra su encuentro con él (Jn 20, 18).

María Magdalena, en su encuentro con Jesús, lo llama maestro, reconociéndose, así como discípula y capacitándose para recibir una enseñanza nueva, ahora a la luz de la experiencia pascual (Jn 2016-17). En las palabras que Jesús le dirige se cumple lo que él les había anunciado en los discursos de despedida: “Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros” (Jn 14, 20). Ahora María comprende y corre a anunciar a los demás discípulos/as: “He visto al Señor y que le había dicho estas palabras” (Jn 20, 28). Ella en la perspectiva joánica se hace portadora de la auténtica revelación. Ella entra a formar parte de aquellos o aquellas por los/as que otros/as llegaran a creer (Jn 17,20).

María de Magdala, modelo de fe

Los relatos que evocan el encuentro de Magdalena con Jesús resucitado la proponen como paradigma de fe para todo/a creyente. Su testimonio encarna para nosotros/as ese camino que va de la incertidumbre y la oscuridad de la cruz, a la luz y las certezas hondas que emergen en el encuentro personal con el Resucitado.

Ella es modelo de actuación para todo aquel o aquella que quiera hacer el camino de encuentro con Jesús, el Cristo y se quiera configurar con él, viviendo su fe en una comunidad construida desde los valores del reino.

Ella fue enviada por el Resucitado a anunciar lo que había visto y experimentado. Sus palabras apenas vislumbradas en los textos evangélicos iluminaron, sin duda, el corazón de la primera comunidad. Hoy, su figura, su fe sigue siendo provocadora de experiencia e indicador que oriente el caminar de todos aquellos o aquellas, que se arriesguen a ser discípulos y discípulas de Jesús de Nazaret.

Carme Soto Varela

[1] Cfr. Carme Soto Varela “María Magdalena, discípula y testigo”, Reseña Bíblica, 77, (2013), 35-43.

Fuente Fe Adulta

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Desarrollar nuestra capacidad de ver

Domingo, 17 de abril de 2022
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Entender-comprenderDomingo de Pascua

17 abril 2022

Jn 20, 1-9

En el relato, se dice que los dos discípulos vieron lo mismo y, sin embargo, únicamente Juan “vio” (en el lenguaje del cuarto evangelio: “creyó”).

Hay un “ver” asociado a la vista y a la mente que, incapaz de trascenderlas, se queda en las apariencias o en las formas. Pero hay otro “ver” que, naciendo de la atención, provoca asombro, amplía la mirada y hace posible la comprensión.

En el primer caso, hemos quedado encerrados en el “pensar”; en el segundo, nos situamos en el “atender” y el silencio de la mente. Si aquel va asociado a la rutina, este es siempre novedad. Porque pensar es volver una y otra vez sobre la ya sabido (o mentalmente elaborado), mientras que atender implica dejarse sorprender por lo nuevo (que nos había quedado oculto).

La mente nos ayuda a entender; la atención, a comprender. Y no es lo mismo. Como dice la filósofa Teresa Gaztelu, “al entender, nuestra mente se representa una realidad: hace un dibujo o un `mapaʼ que refleje lo más fielmente posible lo dibujado; al comprender, no nos re-presentamos una realidad, sino que la presenciamos de forma directa y con todas las dimensiones de nuestro ser (cuerpo, mente, espíritu)”.

La teología, siguiendo la huella de Aristóteles y Tomás de Aquino, define la verdad como “adaequatio rei et intellectus”, es decir, como “correspondencia” entre la realidad y la idea que nuestra mente se hace de ella. Sin embargo, con los datos que hoy nos aportan las ciencias, sabemos que la trampa radica en el hecho de que nuestra mente no ve la realidad, sino solo una interpretación mental de la misma; con frecuencia sin ser consciente de ello, lo que la mente ve es una imagen que ella misma ha elaborado.

“Si comprender es ver algo en sí mismo -sigue diciendo Teresa Gaztelu-, para comprender necesitamos mirar las cosas con desapego, sin pretensión personal -de que las cosas sean de una determinada manera-, evitando colarse uno mismo en escena”.

Pues bien, esto solo es posible gracias a la atención, capacidad que se halla en todos nosotros y que podemos educar o entrenar hasta llegar a ser diestros en ella. Atendiendo lo que hacemos en cada momento, observando la mente, practicando el silencio… Silenciada la mente pensante, juzgadora y etiquetadora, se abrirá paso la comprensión: habremos pasado del “entender” al “comprender”, habremos empezado a “ver”, más allá de las apariencias y más allá de nuestras ideas previas.

¿Vivo más en el pensar o en el atender?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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PASCUA: A la resurrección se llega antes y mejor por el amor (Discípulo Amado y Magdalena)

Domingo, 17 de abril de 2022
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bae060cf906ba936be6661b91a909090Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Jesús ha muerto.

María Magdalena, las mujeres, Pedro y el Discípulo Amado se topan con los signos de la muerte: la losa del sepulcro quitada, vendas, sudario.

Es lo que ven, lo que comprueban.

La pregunta que se hicieron aquellas mujeres es la misma que nos hacemos nosotros: ¿quién nos removerá la losa, el problema de la muerte, del sepulcro?

¿Qué hay tras la muerte?

Sin embargo Jesús no está en el sepulcro ni vivo ni muerto. Algo creyó aquí San Pablo cuando escribía: la muerte ya no tiene dominio sobre Él. (Rom 6,8-9)

02.- Magdalena.

    Los cuatro evangelistas nos narran cómo las primeras en llegar al sepulcro fueron algunas mujeres. Mateo, Marcos y Juan sitúan entre estas mujeres a Magdalena.

    San Juan presenta a Magdalena (de Magdala) al final de su evangelio, al pie de la cruz

Magdalena, la resurrección de Jesús desde el Cantar de los Cantares

    La clave de lectura de todo el pasaje de la Magdalena y la resurrección está en el Cantar de los Cantares (un canto de bodas, de amor del AT).

  • Magdalena –comenta un santo Padre- “lo amó vivo, lo amó muerto, lo amó resucitado”. Al Señor llegamos siempre por vía del amor.
  • Magdalena se levanta muy temprano, cuando todavía está oscuro (Cantar de los Cantares 3,1 / Jn 20,1). En la noche de la vida, buscamos el amanecer.
  • Magdalena (la mujer del Cantar de los Cantares) se pone a buscarlo por la ciudad santa de Jerusalén (CC 3,2 / Jn 20,1). (Nietzsche nos condenó a vivir errantes por una inmensa noche, y en esas estamos en el momento cultural actual).
  • Ambas mujeres, la del Cantar de los Cantares y Magdalena, preguntan a las personas con quienes se encuentran: los guardias de la ciudad / los ángeles / el jardinero, si lo han visto, (CC 3,3 / Jn 20,13.15).
  • La esposa del Cantar de los Cantares y Magdalena terminan por encontrar al amado. (CC 3,4a; Jn 20,17).

No es una interpretación forzada, ni mucho menos.

El amor es lo que le hace llegar a Magdalena, y a todos, a la fe (confianza) en la Resurrección, en la vida.

 

03.- El discípulo amado y Pedro

         El Discípulo amado es todo creyente que se siente amado. El que ama, como Magdalena, llega a la fe, llega a la confianza en el Señor. Y llega antes porque se siente amado.

(No es día ni momento para hacer contraposiciones entre el Discípulo Amado y Pedro, pero la figura del discípulo amado aparece siempre positivamente ante la figura de Pedro).

         La figura cristiana clave de la tradición de Juan es el Discípulo Amado.

         A la fe en el resucitado se llega antes por el amor (Discípulo Amado)

03.1.    El Discípulo Amado.

La figura del “Discípulo Amado” es propia y exclusiva de la tradición de Juan. El Discípulo Amado aparece cinco veces en el Evangelio de Juan y en las cinco ocasiones aparece contrapuesto a Pedro:

  1. En la Cena quien más cerca está de Jesús (no es una cuestión meramente física) y quien entiende lo que allí está ocurriendo es el “Discípulo Amado“. Pedro no es consciente de lo que se está viviendo.(Jn 13, 23 ss)
  2. Pedro reniega de Cristo por tres veces en la Pasión, mientras que el Discípulo Amado le sigue hasta la cruz y recibe el encargo de acoger a la madre de Jesús, naciendo así la Iglesia. (Jn 19, 35-37). El creyente nsa en Cristo, como Cristo descansa en el Padre.
  3. Tras la resurrección (Jn 21) el Discípulo Amado reconoce inmediatamente a Cristo en el lago de Tiberíades: ¡Es el Señor! mientras que Pedro sigue dudando.
  4. Ahora, camino del sepulcro, el “Discípulo Amado” llega antes que Pedro a la fe en Cristo resucitado. (Jn 21, 7).
  5. Jn 21, 20 es el enigmático texto final en el que aparecen Pedro y el Discípulo Amado.

El “Discípulo Amado” es la figura de todo creyente libre, carismático, que sigue a Cristo por la fuerza del amor (representada por esta figura del “Discípulo a quien Jesús quería“) y no por la ley, representada por la figura de Pedro.

Se llega antes a la fe en el Señor por la fuerza del amor, que por la fuerza de la ley. El Discípulo Amado es un modo de ser en la Iglesia.

03.2.    Algunas consideraciones desde el Discípulo Amado:

  1. El Discípulo Amado en el evangelio de Juan es el personaje masculino de creyente y de vida en amor, como el femenino es Magdalena.
  2. El Discípulo Amado es el íntimo de Cristo (el creyente es íntimo de Cristo), lo mismo que Cristo tiene intimidad con Dios, el creyente tendrá también por la fe esa inmediatez e intimidad con Dios.
  3. El Discípulo Amado es el primero que reconoce al Señor resucitado. (En el sepulcro y en el lago).
  4. La Iglesia nace al pie de la cruz (Jn 19, 26).

Jesús nos entrega su espíritu (Pentecostés): (Jn 20, 22)

Del costado de Cristo brota agua y sangre (Espíritu): es un bautismo como en las bodas de Caná: agua y sangre, agua y vino:(Jn 2, 1-12; 19, 31-34).

La Iglesia nace con la pequeña comunidad representada en María y el Discípulos que son el núcleo de la Iglesia naciente

Admitiendo de buen grado el ministerio de Pedro, la figura de Pedro, el “Discípulo Amado” es una advertencia para que lo Eclesiástico y la ley no sofoquen lo Pneumatológico, la dimensión abierta, carismática de la comunidad cristiana. (Si en la Iglesia ha de venir algún cambio, vendrá por el amor, no por la ley).

04.- Feliz Pascua.

¿Quién nos removerá la losa, el peso y el problema de la muerte, del sepulcro? La losa de la muerte de Jesús y de nuestra muerte.

El amor. Quien remueve la losa de la muerte es el amor.

    Magdalena y el Discípulo a quien Jesús ama –que somos todos- llegan a creer en la vida y en la resurrección por el amor.

    Desde la mañana de Pascua se abre una nueva vida para el creyente, para el que corre, vey cree.

    Tenemos prisa –corrieron– por vivir y vivir en paz.

    Resucitamos en cada vida que nace, en cada momento que nos perdonan y perdonamos, en cada gesto de acogida, en la esperanza infinita…

Desde la Resurrección del Señor: Feliz Pascua y corramos hacia la vida.

 

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