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Josep Vicent Martínez: Cuaresma, tiempo esperanzador

Martes, 27 de febrero de 2024
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cuaresma_portada_01Para prepararnos convenientemente a las fiestas pascuales de la Resurrección del Señor se nos ofrece la cuaresma, que no tiene por qué ser un tiempo triste, gris o negro, sino un tiempo esperanzador, porque tal y como dice el Papa Francisco en el mensaje para la cuaresma del presente 2024: “a través del desierto Dios nos guía hacia la libertad”

En verdad, nuestra vida puede compararse con un desierto en el que muchas veces nos resulta imposible subsistir.

Cuando Dios sacó a los israelitas de Egipto, el pueblo cayó en la cuenta de que el mismo Señor se había fijado en la dura esclavitud que el pueblo sufría y bajó a liberarlos de sus esclavitudes.

Pero la fe del pueblo debía ser probada para que Dios pudiera cerciorarse de que su pueblo, en verdad, le estaba siendo fiel.

No fue así. El pueblo se rebeló contra su Dios, contra su Libertador, contra su único Señor, y pese a que una y otra vez el pueblo volvía a arrepentirse y pedía perdón, el Señor les perdonaba, pero al cabo de poco tiempo los israelitas volvían a ser infieles a su Dios, el que les había sacado de la esclavitud, y recaían en la idolatría, rechazando al Dios vivo y verdadero.

Algo así es nuestra vida con sus altibajos, con nuestras caídas y nuestras infidelidades, con nuestros momentos de alegría y casi de euforia por tener un Dios rico en misericordia y lealtad, el Dios siempre fiel que nos llama a la verdadera libertad, al amor, a la confianza en Él, a la obediencia a sus mandatos, a servir a todos, en especial a los más pobres, a los descartados, a las víctimas, a los que yacen medio muertos a la orilla del camino sin que nadie les eche una mano, etc.

Pues bien, Dios es siempre fiel y no puede negarse a sí mismo. Nosotros somos débiles, quebradizos, pecadores; nos mata el tener y el poseer, pero los preferimos antes que el ser: es cierto que vivimos en la sociedad de la apariencia y del despilfarro mientras miles y miles de hermanos nuestros no tienen lo necesario para poder vivir dignamente.

El ayuno, la limosna y la oración, (los tres resortes que Jesús nos enseñó a practicar no para que los hombres se fijen en nosotros, sino para que esos resortes nos ayuden en nuestro camino de conversión), siguen siendo vigentes en pleno siglo XXI, siempre que los entendamos en su significado más profundo, el que Jesús les dio.

“Quiero misericordia, no sacrificios” nos exhorta el Señor.

Vamos a atravesar este desierto que es la cuaresma con la mirada fija en Jesús, el que inició y completa nuestra fe, como dice la carta a los Hebreos.

Y vamos a hacerlo en comunión con todos los miembros de la Iglesia, que es el Pueblo santo de Dios, con un gran amor al Papa Francisco, a nuestros Pastores, a los que viven y predican el Evangelio con sus palabras y con sus vidas, a los que están dispuestos a dar su vida por los demás.

Vamos a aprender de las mujeres creyentes, de las más pobres, de los desterrados, perseguidos, asediados, de las víctimas, de los niños, de los migrantes y refugiados, pues ellas y ellos son los preferidos del Señor y nos ayudan a orar en el Espíritu de Cristo, nos ayudan a esperar contra toda esperanza, a creer a pesar de todo.

Vamos a compartir nuestros bienes materiales y no materiales con los demás, que el ayuno y la limosna están para eso, no para presumir de religiosidad.

Recientemente el Papa Francisco nos recordó que hemos olvidado la adoración al Señor y el servicio a los demás.

¿Por qué no aprovechamos los días de la cuaresma para centrarnos en el Señor, y en consecuencia, para amar, servir y promover a los más pobres?

Entonces podremos ver hecho realidad cómo es el Señor mismo quien nos hace pasar del desierto y el egoísmo a la libertad y a la caridad fraterna que hoy tanto necesitamos personal y comunitariamente.

Josep Vicent Martínez, febrero de 2024.

Fe Adulta

Espiritualidad , ,

Libertad

Viernes, 17 de noviembre de 2023
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Del blog Nova Bella:

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Sólo el hombre que nada espera

es verdaderamente libre.

*

Edward Yong

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Lo que va de hijo a hijo.

Lunes, 2 de octubre de 2023
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Todas tus parábolas, una vez iniciadas,
tienen un final
que nos alcanza como lanza afilada.

Recogen, en síntesis, lo que es historia cotidiana
de pugna y respuesta
a tu respetuosa invitación y llamada.

Y expresan en pocas palabras humanas
nuestra rebeldía
que algo tendrá que ver con tu espíritu y semejanza.

Los hay que saben expresar muy dignamente
respeto y obediencia:
es lo que se espera de gente religiosa y prudente.

Pero se quedan en la caravana en la que estaban;
no les da la gana
de interpretar tus gestos, hechos y palabras.

Dicen sí, porque es la respuesta correcta,
pero no hacen nada
aunque la brisa sople con fuerza y en dirección buena.

Y los hay que, desde el principio, se rebelan
y no quieren ser
ni siervos, ni beatos ni hijos deudores.

Saben recapacitar para encontrar en camino,
respuesta adecuada,
para trabajar la viña y vivir como hijos.

Quizá, Señor, te agrade más la frescura y rebeldía,
nuestra libertad,
que las palabras adecuadas de una respuesta perfecta.

Quizá temas más nuestro ser e historia vacíos
de amor y vida
que todos nuestros cuestionamientos e impertinencias.

No sé lo que dije,
hace un instante…
pero he venido,
me has acogido
y estoy contento…
y muy satisfecho.

*

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

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“La Libertad empieza dentro”, por Pedro Miguel Lamet

Viernes, 4 de agosto de 2023
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IMG_0055Leído en su blog:

El escalón básico para ser libre es tener acceso a la alimentación, la habitación, la salud, la cultura, la relación humana…

Tenía razón el padre Baltasar Gracián, que sufrió los sinsabores de la persecución por sus ideas, al decir que “no hay señorío mayor que la libertad de corazón”

Al cabo de los años he descubierto que libertad es responder a lo más hondo de mí mismo, al horizonte que llevo inscrito en mi interiorLa verdadera religión hace hombres libres y quita los miedos. Permite leer de otra manera el universoEs cierto que tenemos que vivir en el mundo de la manifestación, de la apariencia, que es temporal y cambiante, pero basta con contemplar ese no sé qué que hay detrás, algo no tornadizo que llevo dentro para ser libre en cualquier estado o condición.

Ante las próximas elecciones me pregunto una vez más: ¿Qué es libertad? ¿Poder elegir lo que quiero? ¿Poder expresarme, reunirme, votar, realizarme sin restricciones?

No voy a entrar en disquisiciones filosóficas sobre el término. Me interesa la vida. Por ejemplo, el escalón básico para ser libre es tener acceso a la alimentación, la habitación, la salud, la cultura, la relación humana. En este sentido, hay un tercio de la humanidad que no disfruta de las condiciones esenciales de la libertad.

Pero, cuando tienes un plato para comer, un lecho para descansar y un libro para leer, ¿eres libre?

Cuando el adolescente pide libertad, generalmente habla de poder “hacer lo que le dé la gana”. Este tipo de libertad, si se ejerce, suele acabar con el deterioro de la persona.

Personalmente tuve experiencias muy duras respecto a la libertad de expresión que me fue coartada en varias ocasiones de mi vida. En mi caso la palabra ha sido un sacramento de liberación. Tenía razón el padre Baltasar Gracián, que sufrió los sinsabores de la persecución por sus ideas, al decir que “no hay señorío mayor que la libertad de corazón”. O cuando Shakespeare confesaba a través de uno de sus personajes que “me pueden encerrar en una nuez, pero soy dueño de los espacios infinitos”.

En aquellos tiempos difíciles para la lírica y la libertad de expresión, especialmente en la Iglesia, felizmente superados con el papa Francisco, la creación literaria ha supuesto para mí nada más y nada menos que respirar nuevos aires de libertad, trasladarme a otros mundos abiertos, y recuperar de alguna manera los horizontes del mar de mi infancia, es decir la capacidad de ver y sentir a Dios en la vida, contemplándose en el espejo de su universo.

Pero hay un paso más. Al cabo de los años he descubierto que libertad es responder a lo más hondo de mí mismo, al horizonte que llevo inscrito en mi interior. La percepción mística (no hay que asustarse del término) es directa, no es un pensamiento, está más allá del pensamiento. A veces aparece entre dos respiraciones, al escuchar una música, al leer un poema, al contemplar un árbol. Es como si captaras el ser en el Ser. No por mucho razonar se encuentra la verdad y la libertad interior. Así sucede, por ejemplo, en los momentos claves de la vida: cuando te enamoras, te nace un hijo, en un momento de gran alegría o dolor.

No depende de que seas joven o viejo, guapo o feo, sano o enfermo: siempre eres.

La verdadera religión hace hombres libres y quita los miedos. Permite leer de otra manera el universo: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré”. La verdadera religión no es una moral, ni un puñado de dogmas, sino una actitud por la que te sientes parte de un Todo. ¡Cuántos oprimidos por el sentimiento de culpa, de raza, de género, de nación, de normas absurdas, de mil sectas!

Es cierto que tenemos que vivir en el mundo de la manifestación, de la apariencia, que es temporal y cambiante, pero basta con contemplar ese no sé qué que hay detrás, algo no tornadizo que llevo dentro para ser libre en cualquier estado o condición.

Eso no quita que haya que luchar por la libertad exterior, sobre todo contra la explotación de los más esclavizados de nuestro mundo.

Pero la verdadera libertad empieza siempre dentro, y esa nada ni nadie te la puede arrebatar, es el agua de la Samaritana que quita la sed y supera incluso la muerte, que “salta a la vida eterna”.

Espiritualidad ,

Rodrigo Guerra López: Ciencia, ideología y poder.

Viernes, 23 de junio de 2023
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Investigacion-cientifica_2560553949_16548779_660x371“Por prejuicios ideológicos o intereses de poder, la libertad académica está en riesgo”

En muchos espacios y ambientes el “pensamiento débil” campea. Y el “pensamiento débil” frecuentemente está asociado a la actitud de creer saberlo todo y al fanatismo. Estudiar con método por largos años ayuda a descubrir, entre otras cosas, el tamaño de la propia ignorancia

Galileo Galilei ciertamente no murió en la hoguera, pero el hecho de que la autoridad eclesiástica obligara al anciano astrónomo a retractarse de sus teorías no fue un bello momento en la historia de la ciencia. Paul Feyerabend, en su libro “Contra el método”, ha intentado afirmar que tanto las instancias eclesiásticas como Galileo tuvieron una actitud científica en las diversas posturas que mantuvieron en su momento. Sin embargo, el “caso Galileo” ha quedado como recuerdo de que es mejor que la ciencia mantenga su independencia y libertad respecto del poder –eclesiástico, económico o estatal–.

La razón de esta anhelada independencia no es difícil de advertir: el conocimiento científico es tal si es fiel al dato ofrecido por la experiencia. Buscar que la ciencia deba responder a los dictados del poder en turno, sea cual sea, no es una pretensión científica.

 La ciencia sólo se refuta con ciencia

Todo científico lo sabe: la ciencia sólo se refuta con ciencia. Por esta razón, en todos los ámbitos del saber existe debate, verificación de resultados, publicación con arbitraje doble ciego, y un sinfín de medidas para aproximarse, en la medida de lo posible, a la exploración rigurosa de la realidad. El poder político debe brindar el espacio, la libertad y la justicia elemental para que la ciencia exista. Sin embargo, habiendo construido este espacio, todo lo demás es preciso que sea respeto. Respeto a la libertad de investigación, respeto a la dignidad de todas las personas involucradas en la actividad académica.

Hace unos días tuve la oportunidad de conversar con un conjunto de rectores, miembros de la junta directiva de ODUCAL (Organización de Universidades Católicas de América Latina y el Caribe). Esta organización reúne a 115 universidades con más de un millón y medio de alumnos. Luego de escuchar diversas informaciones sobre la vida universitaria en América Latina, tocamos brevemente el tema de la libertad e independencia de la actividad académica respecto al poder político. Con tristeza tuvimos que constatar cuan frecuente es el hostigamiento directo o indirecto de instancias no-académicas, no científicas, en la realidad universitaria contemporánea. Ya sea por prejuicios ideológicos o por intereses de poder, la libertad académica se encuentra en riesgo.

Campea el ‘pensamiento débil

Tengo la impresión de que este fenómeno, en su versión más contemporánea, hay que encuadrarlo en un contexto amplio de descrédito a la actividad intelectual, la ciencia rigurosa y la necesidad de expertos reales. En muchos espacios y ambientes el “pensamiento débil” campea. Y el “pensamiento débil” frecuentemente está asociado a la actitud de creer saberlo todo y al fanatismo. Estudiar con método por largos años ayuda a descubrir, entre otras cosas, el tamaño de la propia ignorancia.

El papa Francisco con frecuencia insiste en la importancia de mantener el “pensamiento incompleto”, la capacidad de cuestionar y de dudar, para mantener vivo el asombro sin el cual es imposible descubrir la verdad hasta el fondo. Sólo así es posible superar la fácil tentación de las ideologías que sofocan y reducen la verdad a alguno de sus aspectos. Sólo así es posible readquirir energías y creatividad para enfrentar al poder autorreferencial. La idea, de hecho, es muy antigua. Gregorio de Nisa, en el siglo IV, ya decía: “Los conceptos crean ídolos. Sólo el asombro conoce”.

Fuente Religión Digital

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Libertad

Martes, 13 de junio de 2023
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Del blog Nova Bella:

Prod DB © MGM - Pathe Entertainment / DR THELMA ET LOUISE (THELMA AND LOUISE) de Ridley Scott 1991 USA avec Susan Sarandon et Geena Davis road-movie, voiture decapotable, voiture Ford Thunderbird de 1966

 

“La libertad es siempre libertad para quien piensa diferente”

*

Rosa Luxemburgo

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La oración: Camino de Libertad.

Miércoles, 7 de junio de 2023
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Del blog de Henri Nouwen:

En oración

La oración te lleva a ver nuevos senderos y a escuchar nuevas melodías en el aire. La oración es el soplo de vida que te da libertad para ir y permanecer donde desees, para encontrar los signos nuevos que te orientan hacia una tierra nueva. La oración no es solo una parte necesaria del horario diario de un cristiano o una fuente de apoyo en un momento de necesidad, y tampoco está limitada a los domingos por la mañana o a la hora de comer. La oración impregna todos los aspectos de nuestra vida. Es el eterno reconocimiento de que Dios está dondequiera que estemos, invitándonos siempre a acercarnos más y a celebrar el divino regalo de estar vivos“.

*

Henri Nouwen

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“Jesucristo Verdaderamente Vive”

Domingo, 9 de abril de 2023
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Cristo, resucitado y glorioso
es la fuente profunda de nuestra esperanza.
Su resurrección no es algo del pasado;
Entraña una fuerza de vida
que ha penetrado el mundo.

Donde parece que todo ha muerto,
por todas partes vuelven a aparecer
Brotes de la resurrección.
Es una fuerza imparable.

Verdad que muchas veces
parece que Dios no existiera:
Vemos injusticias, maldades, indiferencias
y crueldades que no ceden.

Pero también es cierto
que en medio de la oscuridad
siempre comienza a brotar algo nuevo,
que tarde o temprano produce un fruto.

En un campo arrasado
Vuelve a aparecer la vida,
tozuda e invencible.
Habrá muchas cosas negras,
Pero el bien siempre tiende
A volver a brotar y difundirse.

Cada día en el mundo renace la belleza,
Que resucita transformada
A través de los tormentos de la historia…
esta es la fuerza de la resurrección
y cada evangelizador
es un instrumento de este dinamismo.

*

Papa Francisco

 Exhortación Apostólica  “La alegría del Evangelio” n.276.

Fuente: Red Mundial de Comunidades Eclesiales

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¡Cristo verdaderamente ha resucitado!

¡Feliz Pascua!

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***

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo a quien quería Jesús, y le dijo:

– “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.”

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro. Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no había entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

*

Juan 20, 1-9

***

En el fluir confuso de los acontecimientos hemos descubierto un centro, hemos descubierto un punto de apoyo: ¡Cristo ha resucitado!

Existe una sola verdad: ¡Cristo ha resucitado! Existe una sola verdad dirigida a todos: ¡Cristo ha resucitado!

Si el Dios-Hombre no hubiera resucitado, entonces todo el mundo se habría vuelto completamente absurdo y Pilato hubiera tenido razón cuando preguntó con desdén: «¿Qué es la verdad?». Si el Dios-Hombre no hubiera resucitado, todas las cosas más preciosas se habrían vuelto indefectiblemente cenizas, la belleza se habría marchitado de manera irrevocable. Si el Dios-Hombre no hubiera resucitado, el puente entre la tierra y el cielo se habría hundido para siempre. Y nosotros habríamos perdido la una y el otro, porque no habríamos conocido el cielo, ni habríamos podido defendernos de la aniquilación de la tierra. Pero ha resucitado aquel ante el que somos eternamente culpables, y Pilato y Caifas se han visto cubiertos de infamia.

Un estremecimiento de júbilo desconcierta a la criatura, que exulta de pura alegría porque Cristo ha resucitado y llama junto a él a su Esposa: «¡Levántate, amiga mía, hermosa mía, y ven!».

Llega a su cumplimiento el gran misterio de la salvación. Crece la semilla de la vida y renueva de manera misteriosa el corazón de la criatura. La Esposa y el Espíritu dicen al Cordero: «¡Ven!». La Esposa, gloriosa y esplendente de su belleza primordial, encontrará al Cordero.

*

Pavel Florenskij,
Il cuore cherubico,
Cásale Monferrato 1999, pp. 172-174, passim

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Ser libre.

Miércoles, 15 de febrero de 2023
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“Solamente se es de verdad libre cuando no se pesa sobre nadie; cuando no se humilla a nadie. En cada hombre están todos los hombres”.

*
María Zambrano

(Vélez-Málaga, España, 22 de Abril de 1904
Madrid, España, 6 de febrero de 1991)

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“¿Cuántos años de cárcel para un agresor sexual?”, por José Arregi

Miércoles, 15 de febrero de 2023
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B8FE7275-6AA9-4CFD-BB7D-B5BAF9C354E5Leído en su blog Umbrales de Luz:

En octubre de 2022 entró en vigor en el Estado español la “Ley Orgánica de garantía de la libertad sexual”, más conocida como “ley del solo sí es sí”. En ella, todo acto sexual sin consentimiento pasa a ser considerado delito de agresión sexual, eliminando la figura del mero “abuso”. La ley incluye todas las violencias ejercidas contra la mujer por el hecho de serlo. Refuerza las medidas de protección a las víctimas, en particular a la mujer, y se establecen medidas de protección especial para las niñas y niños. Adopta medidas de lucha contra el negocio de la prostitución. Pone el énfasis en la educación afectivo-sexual y en la efectiva igualdad de derechos, recursos y oportunidades de todas las personas independientemente de su identidad de género.

Una ley necesaria, y creo que muy acertada en su filosofía de fondo y en su articulado concreto. Una ley aprobada por una amplia mayoría del Congreso español. Una ley celebrada con práctica unanimidad por las víctimas de toda clase de violencia sexual, en particular por las mujeres, hasta que… Hasta que algunos condenados de acuerdo con la ley anterior empezaron a ver reducidas las penas o incluso a abandonar la cárcel, aprovechando un resquicio (¿inadvertido?, ¿inoportuno?) presente en la nueva ley. Y cundió la “alarma social”, torticeramente provocada o jaleada por la derecha política con todos los medios a su alcance. No le importa defender a las víctimas, sino desgastar al Gobierno de la izquierda social. La rebaja de las penas de cárcel no es más que un pretexto y una burda manipulación de las víctimas –y de los victimarios– en nombre de la justicia. Y van camino de lograr su bajo propósito.

Hay razones para estar preocupado. Como tantos ciudadanos de a pie, miro perplejo cómo unos jueces rebajan las penas y cómo otros, en casos idénticos o análogos, no lo hacen, y no puedo dejar de preguntarme: ¿será que la ley es tan torpe o será que los jueces no son tan imparciales? Tampoco acierto a ver cuál sería la mejor forma de retocar o de reformar la ley, ni siquiera estoy de la necesidad de ningún toque o reforma, salvo que sea para no proporcionar armas o argumentos a la oposición. Mientras tanto, saltan a la vista los conflictos de intereses partidistas – evidentes incluso en el seno del Gobierno de coalición, para desengaño de sus votantes, regocijo de la derecha y perjuicio del bien común de la mayoría de la gente– en esta múltiple precampaña electoral en marcha.

Sin embargo, dejo de lado todo ello, y propongo una reflexión de fondo sobre el sentido mismo de la cárcel en relación con la víctima y en relación con el victimario. Lo hago porque la alarma social y el debate político giran justamente en torno a la rebaja de las penas de cárcel. Y me pregunto: ¿quién gana qué con que un agresor sexual –así sea el violador más violento y reincidente– pase dos años o cinco o diez o veinte o los que fueren encerrado en una cárcel?

¿Gana algo la víctima? ¿Acaso se aliviarán o sanarán sus terribles heridas porque su agresor esté encarcelado? “Al menos estará segura de que no la volverá a agredir mientras se encuentre en la cárcel”, se dice, y es verdad, pero solo a medias. Sería verdad del todo si la cárcel fuera la única manera de garantizar razonablemente la seguridad de la víctima actual y de otras víctimas potenciales, y si el agresor pasara toda su vida en prisión. La persona agredida, actual o potencial, ha de ser sin duda la primera en ser cuidada y el primer criterio de todas las medidas a adoptar. Pero no puedo creer que una humanidad que invierte sumas tan colosales en inteligencia artificial y en armamentos tan sofisticados no pueda aplicar medidas para garantizar la seguridad de manera más eficiente y humana que una cárcel. Pensar lo contrario significaría renegar de la fe en la humanidad, en su inteligencia, en su sensibilidad, en el aliento vital que le habita y mueve.

¿Gana algo el agresor con pasar los días y los años en una cárcel inhalando sin cesar adrenalina, desesperación y desprecio? Pero ¿acaso ha de ganar algo? ¿No ha de perder más bien, y perderlo todo: su dignidad, sus derechos, su libertad, su vida presente y futura? ¿No es la cárcel el castigo merecido para expiar su culpa? No, no lo es. Castigo, expiación, culpa… son viejas categorías propias de hace muchos milenios, cuando se creía en el libre albedrío no condicionado y en la culpa y en la expiación religioso-metafísica del mal cometido por medio del castigo o del sufrimiento. Son categorías que ya no tienen sentido. Todas las ciencias y la filosofía y la espiritualidad nos descubren que no somos libres, sino que estamos llamados a serlo, que nadie hace el mal por ser libre de verdad, sino por no serlo. Así, en la filosofía del derecho de los últimos 200 años, la cárcel ha dejado de tener sentido punitivo, es decir, ya no vale ni se justifica como castigo por el crimen cometido, por el daño infligido. ¿Qué sentido tiene, pues, la cárcel? La Constitución Española lo dice claramente: “Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social” (Art. 25,2). No sirve para castigar al delincuente o criminal, sino para curarlo y humanizarlo.

¿Pero cree alguien que el modelo actual de cárcel sirve de verdad para reeducar, rehabilitar y reinsertar al agresor sexual o al delincuente en general? Todos los estudios del mundo dicen que no. Debieran considerarlo atentamente quienes tanto se alarman de que un preso salga de la cárcel o vea reducida su pena. Y debiéramos preguntarnos muy seriamente: ¿hay razón para alarmarse cuando una ley –como es el caso en la ley de la que hablo– dispone reducir (mínimamente, la verdad) las penas de cárcel para priorizar otras medidas más sanadoras y salvadoras, más humanas y humanizadoras? ¿A quién benefician el castigo y la alarma? ¿No debiéramos alarmarnos más bien por la funesta carencia de medidas personales y sociales que podrían contribuir a curar y reparar de verdad a las víctimas, a liberar y socializar al victimario, a humanizar a toda la sociedad?

No sé si es un sueño despierto, pero sueño que llegue el día en que ninguna persona agredida necesite que se encarcele al agresor para curar su herida, recuperar su autoestima, reparar su dignidad. Sueño el día en que nadie sea víctima de sus pulsiones físicas, sus heridas psicológicas y sus errores mentales hasta el punto de agredir a otra persona, usarla para su propio placer y dejarla tirada. Sueño el día en que nadie se alarme porque se rebajan o se eliminan las penas de cárcel, el día en que nadie, por ningún motivo, salga a la calle para gritar más castigo y venganza.

No sé si será una ensoñación, pero creo firmemente que esa posibilidad está inscrita en lo más profundo de nuestro ADN personal y colectivo, y que podemos hacerla realidad, que podemos hacer de nuestra especie una especie más humana y feliz, si de verdad lo queremos y si aplicamos, personal e institucionalmente, todas las medidas a nuestro alcance: la ciencia, la educación, la economía, la política.  Entonces habrá merecido la pena que hace 300.000 años hubiera surgido el Homo Sapiens. Entonces habremos llegado a ser humanos y sabios, humanos espirituales en la comunidad de los vivientes.

Aizarna, 11 de febrero de 2023

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“Criaturas y creadores en creación”, por José Arregi

Viernes, 11 de noviembre de 2022
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5B936102-37E0-4EC3-B78F-501B78800128De su blog Umbrales de Luz:

La sobrecogedora destrucción que se extiende en la Tierra me mueve a mirar el profundo misterio de creatividad que la habita. Somos hijos e hijas de la creatividad, y responsables de ella.

Soy criatura del aire que respiro, de la sangre que circula en todo mi cuerpo, de las sustancias que me nutren, de los átomos y moléculas, células y tejidos de que estoy hecho, de los órganos que ejercen mis funciones vitales, de los cerca de 100 mil millones de neuronas y más de 100 billones de conexiones neuronales que me hacen ser y sentirme “yo”, ser consciente de mi ser con una consciencia aún incipiente que los seres humanos Sapiens compartimos al menos con numerosas especies animales.

Y de los vegetales ¿qué diremos? Sabemos al menos que, aun sin neuronas ni cerebro, muchas plantas –o todas, cada una a su manera–, son inteligentes. Saben crear –como ningún biólogo ni ingeniero ni creador humano lo sabe hacer todavía– flores que engendran semillas de las que brotan nuevas plantas. Y todas saben nacer y crecer sin codicia, vivir sin inquietud, darse en comunión, dejarse comer, morir sin angustia y dejarse renacer en innumerables otras formas. Suprema sabiduría.

Soy criatura del óvulo materno y del espermatozoide paterno que me engendraron, de los genes que me transmitieron. Soy criatura de las relaciones y condiciones familiares, sociales, culturales, económicas o políticas que me han forjado y me siguen forjando tanto como los genes. Soy criatura de todo lo que veo, oigo, gusto, huelo, toco, de todos los sentidos que me comunican con todos los seres, próximos o lejanos, con lo otro, con todo. Soy criatura de la luz del sol que mantiene encendida la llama de la vida en todos los vivientes. Soy criatura del universo o multiverso autocreador y de sus condiciones creadoras. Y puesto que todos los seres forman parte de las condiciones creadoras del universo y todas están interrelacionadas entre sí, a la vez que criatura soy también creador, co-creador, de dichas condiciones. Cada criatura es, a su manera y en su medida, creador del universo.

También soy, sin duda, criatura de mis propias decisiones. Ahora bien, mis decisiones solo son posibles gracias a un sinfín de circunstancias y condicionamientos. Todas mis decisiones y elecciones –creadoras o destructoras– están enteramente condicionadas por infinidad de condiciones externas e internas. Pero soy yo quien las adopto, y mi decisión es única e intransferible. Y cada una de las decisiones o elecciones que adopto se convierten a su vez en factor –insignificante o decisivo ¿quién lo sabe?– de la decisión de todos los seres.

¿Todos los seres deciden acaso? Creo que se puede decir que, efectivamente, todos los seres deciden, que todos los organismos eligen, cada uno a su manera. Todo organismo obedece a la santa ley de la vida, a la maravillosa ley creadora que le guía. No puede hacer otra cosa. Pero no por ello es una obediencia ciega, sino iluminada. El girasol es capaz de orientarse al sol, de elegir el misterioso impulso vital que lo anima y lo mueve. En esa capacidad de elegir la vida consiste su libertad; la libertad consiste, en el fondo, en secundar desde dentro la poderosa creatividad que lo mueve todo, que nos mueve. Y ninguna elección es automática, tampoco la del girasol. Su elección concreta –su decisión, se podría decir análogamente– es fruto de tantas y tan complejas condiciones, ligadas a las partículas de sus átomos y a las galaxias más lejanas, que nunca es automáticamente previsible ni predecible de antemano y en detalle. En un extenso campo de girasoles recién brotados en primavera, ¿quién podrá predecir con seguridad si una cualquiera de esa plantita realizará, y en qué grado, la libertad de vivir, fructificar y darse, si llegará a crecer y florecer, si podrán germinar y si, llegado el final del verano o el comienzo del otoño, podrán madurar sus sabrosas semillas llenas de aceite?

Nosotros, los humanos de hoy, seres tan complejos y frágiles, a medio camino todavía de nuestra realización, somos especialmente criaturas de nuestras propias decisiones ineludibles. Decidimos gracias y de acuerdo a innumerables condiciones, pero decidimos. Un impulso irresistible, una maravillosa creatividad, nos empuja a elegir, a ser libre, es decir: a realizar nuestra vocación creadora, a crearnos y a crear en lugar de destruirnos y destruir. Cada uno de nosotros es el agente, único e irremplazable, de su elección. Cada uno, desde el fondo de nuestro ser, de la Tierra que nos engendra, del Universo en el que somos, escucha una voz eterna como el universo: “Ante ti están la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida y viviréis tú y tu descendencia” (libro bíblico del Deuteronomio 30,19).

Toda elección es, insisto, enteramente condicionada y, a la vez, personalmente adoptada. Y las condiciones externas e internas son tantas y tan infinitamente complejas, que nuestras opciones, aun siendo enteramente condicionadas, nunca son enteramente predecibles. La libertad no consiste en elegir sin condiciones –“libre albedrío”–, sino en hacerme sujeto responsable de las condiciones que me constituyen y de las decisiones que tomo. La libertad es la sabiduría de actuar sabiendo que dependo de todo, que me debo a todos, y es la sabiduría de decidir como si todo dependiera de mí. Humildemente, responsablemente, solidariamente.

Yo soy el agente de mi elección, el agente insustituible de mi decisión, de mi opción de abrirme o de cerrarme, de darme o de reservarme, de cuidar o de descuidar, de crear o de destruir. Yo soy agente y responsable de mis decisiones condicionadas, en relación con todo lo que me ha creado y estoy llamado a crear. Debo a la vez cuidar las condiciones que me hacen y las decisiones de las que soy agente, debo responder tanto de aquellas como de éstas, para crearme mejor. Y este deber es gracia y poder.

No estoy aún creado del todo. Tampoco lo está la especie humana Sapiens, que no es la primera ni será la última de las especies humanas. Ninguna especie, nada está creado del todo. Empujado por esa fuerza imparable de la creatividad, en un universo absolutamente dinámico, interrelacionado y evolutivo, soy criatura inacabada, criatura creándose, criatura en proceso de creación. Todo cuanto existe podría decir lo mismo de sí: “Soy creado, creador y creándose”. Creado y creando, estoy aún por crear y por crearme del todo. Justamente, el término creatura, en latín, no solo significa algo creado, sino que también es nominativo femenino del participio activo futuro del verbo creare (crear) y significa “la que va a crear”; al igual que natura no designa únicamente “naturaleza”, sino que es a la vez el nominativo femenino del participio activo futuro del verbo nascere (nacer), y significa: “la que va a nacer”. Estamos naciendo, en una Tierra que gime en dolores de parto.

El eterno Silencio que resuena, la Voz de la creatividad o de Dios que se pronuncia en el fondo de cuanto es nos dice: “Sois creaturas, sois creadores, estáis en creación. Creaos, cread”.

Oh sagrada creatividad, ábrenos a tu inspiración y guárdanos fieles a tu aliento creador.

Aizarna, 19 de octubre de 2022

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“Teresa de Jesús: mujer libre e iluminada”, por Pedro Miguel Lamet

Sábado, 5 de noviembre de 2022
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1C710CFE-ACB1-4240-9F93-249EDD8D1F11Leído en su blog:

¿Qué puede fascinar de Teresa a un joven de hoy?

“ ¡No somos tan fáciles de conocer las mujeres!, que (los hombres) muchos años las confiesan, y después ellos mismos se espantan de lo poco que han entendido”.

Lleva adelante su propio camino. Es cierto que se ayuda de confesores, sobre todo de los más ilustrados, dominicos y jesuitas, pero cambia con libertad y frecuencia, según lo necesita. Y no tiene miedo de plasmar sus experiencias en sus escritos, entre sospechas inquisitoriales de iluminismo.

En un momento como el actual de avidez de contemplación, aunque sea en calderilla, con la práctica del yoga, el zen y el mindfulness, ahondar en su autobiografía o en Las Moradas es apuntar al silencio interior, donde el ser humano puede intuir la unidad del todo y el último sentido de la vida.

Me preguntan en El Cultural qué puede fascinar de Teresa de Jesús a un joven de hoy desde la perspectiva de la fe. En las escasas líneas que me conceden, diré en primer lugar que “la mujer”. En una época de marginación absoluta de las féminas, Teresa, enorme lectora y mejor autora, funda las descalzas, se enfrenta a los calzados, se cartea con Felipe II, sortea a la Inquisición y escribe con valentía que las mujeres tienen más fe que los hombres hasta afirmar: ”¡No somos tan fáciles de conocer las mujeres!, que muchos años las confiesan, y después ellos mismos se espantan de lo poco que han entendido”.

Si Hernando de Talavera le escribe a Isabel la Católica que “comúnmente las mujeres están y fueron hechas para estar encerradas e ocupadas en su casa, y los varones para andar en procurar las cosas de fuera”, la andariega atraviesa España fundando en una carreta. Cuando escribí mi novela biográfica sobre san Juan de la Cruz, me sorprendió cómo éste estuvo siempre a sus órdenes, como toda la rama masculina del Carmelo.

No menos sorprendente es su libertad en lo espiritual. Lleva adelante su propio camino. Es cierto que se ayuda de confesores, sobre todo de los más ilustrados, dominicos y jesuitas, pero cambia con libertad y frecuencia, según lo necesita. Y no tiene miedo de plasmar sus experiencias en sus escritos, entre sospechas inquisitoriales de iluminismo.

Pero sobre todo fascina la doctora de la Iglesia (se retrasó esta proclamación hasta Pablo VI porque se pensaba que obstat sexus) como mística. En un momento como el actual de avidez de contemplación, aunque sea en calderilla, con la práctica del yoga, el zen y el mindfulness, ahondar en su autobiografía o en Las Moradas es apuntar al silencio interior, donde el ser humano puede intuir la unidad del todo y el último sentido de la vida. ”Acá no hay nada de esto, ni se ve oscuridad, sino que se representa una por una noticia del alma más clara que el sol”. Todo con los pies el suelo, sentido común y una encantadora “humildad, que es la verdad”.

 

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“Roma locuta, causa finita“, por Eduardo de la Serna

Jueves, 25 de agosto de 2022
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28945BC5-FD0E-4938-BA38-CC8B9263D2CADe su blog Un oído en el Evangelio y otro en el Pueblo: 

Sectores tradicionalistas De la Iglesia van de cacería de “palabras romanas” para después de conseguirlas hablar de “comunión y fidelidad”.

Con frecuencia “Roma habla” y la causa no es “finita” sino que cambia y vuelve a cambiar.

La centralidad de la obediencia olvida que la obediencia primera es a la conciencia y luego al Evangelio del Reino.

El dicho que encabeza estas reflexiones es casi un apotegma [tomado del sermón 131.10 de san Agustín, pero referido a los judíos], que “como corresponde, se formula en latín”. Significa que, puesto que “Roma” (= el Vaticano) ha hablado sobre un tema, ya no hay nada más que decir. El tema está terminado. Por más que la milenaria historia de la Iglesia lo ha desmentido y sigue desmintiendo, sin embargo, en ciertos ambientes eclesiales, se sigue esperando la palabra definitiva de Roma que ya no se modificará… Hasta que se modifique por el peso de la realidad.

Habitualmente suelen pronunciarlo los sectores más conservadores o tradicionalistas de la Iglesia, los que, con frecuencia, no se caracterizan por su libertad para avanzar con la osadía impulsada por el Espíritu Santo; por el contrario, suelen atarse a la ley, (por ejemplo, al Código de Derecho Canónico, o a momentos de la historia leídos sin ninguna mediación hermenéutica). Hijos o hijas del temor necesitan la seguridad que les da la ley, o la “madre” Iglesia que les da la seguridad necesaria para la vida sin zozobras. El miedo al error, por ejemplo, o a no hacer “lo debido” los o las paraliza hasta que “Roma habla” y, entonces, los o las invade una extraña paz. En ocasiones, además, algunas o algunos, después de que “Roma ha hablado”, “militan” la obediencia, la fidelidad, la “estricta observancia”, y – puesto que – según dicen – el tema está concluido por la “palabra romana” – levantan banderas religiosas de unidad, comunión, carismas, además de las mencionadas…

Se podría analizar el tema en su complejidad y preguntarnos si antes no han roto la unidad o la comunión las actitudes y acciones subrepticias, ocultas o demás mientras salen de cacería de la esperada palabra romana, luego de la cual respiran aliviados o aliviadas, y, ahora sí, visiblemente, pretenden exhibir a “los otros” como artífices de la desunión o la falta de unidad y comunión…

Por otro lado, podríamos hacer referencia a lo que Pedro Casaldáliga llamó “una rebelde fidelidad”, o – más todavía – a que muchos dudamos claramente que la “causa, realmente sea, finita”.

Empecemos señalando que nuestra primera fidelidad ha de ser a nuestra conciencia, el ámbito primero e ineludible de la obediencia. Pero luego de esta, es evidente que la obediencia fundamental y primera ha de ser al Evangelio del Reino. Obediencia que debe también “Roma”, algo que – no pocas veces – ha manifestado desconocer, aunque en ocasiones pida perdones 500 o 1000 años después.

Obedecer remite, etimológicamente (tanto en el latín como en el griego) a la audición. Se trata de una reacción ante lo que se ha escuchado (ob-audire). Una reacción acorde a lo escuchado.

Pero es importante destacar que – teniendo todo esto en cuenta – ciertamente no es lo mismo cuando la obediencia se aplica a ministros ordenados, a religiosos y religiosas y a laicos y laicas. Las y los religiosos, por ejemplo, profesan un “voto” de obediencia. Esta es a un “superior” o “superiora” (sic) y hace referencia, ciertamente, al carisma fundacional de la orden o congregación. De todos modos, ha de señalarse que, carismáticamente, no es lo mismo la obediencia entre los jesuitas que entre los franciscanos, por ejemplo. Se ha de señalar, claramente, que los votos (castidad, pobreza y obediencia) son constitutivos de la vida religiosa, aunque ciertamente estos hayan de entenderse teológicamente y antropológicamente además de carismáticamente (nunca fundamentalistamente). Otra es la obediencia de los ministros ordenados, presbíteros y diáconos, al obispo (“¿prometes respeto y obediencia?”). en este caso no se trata de un voto sino una promesa y, además, ligada al respeto. Pero no debe descuidarse lo ya dicho: también el obispo debe “respeto y obediencia” a la comunidad eclesial (también el obispo de Roma, ciertamente). Si un obispo “mandara” algo contrario al decir y sentir eclesial, ciertamente nadie estaría obligado a “obedecerlo”. Finalmente, la obediencia laical ciertamente se despliega según el propio carisma del laicado. Veamos:

Es sabido que se solía decir que había una Iglesia docente y una Iglesia discente (catecismo de Pio X [1905], nros. 181-192), es decir, una Iglesia que enseña y una que recibe la enseñanza, una que manda y una que obedece. La imagen piramidal que esto implica indicaba que el laicado debe “obedecer” a la Iglesia jerárquica. Dejamos de lado esta imagen de las y los laicos como “menores de edad” (los mismos que merecen ser alimentados con papilla, como sería un catecismo, y a quienes se les da la comunión en la boca). Esta eclesiología quedó felizmente detonada con el Concilio Vaticano II, aunque muchas y muchos que esperan que “Roma” hable, se resisten a sepultar.

Una breve nota sobre el laicado: antes del concilio, y del despliegue de la teología post-conciliar, era habitual presentar a los laicos y laicas como aquellas y aquellos que “no son” … No son religiosos, no son ministros ordenados. No están dirigidos a la perfección (vida religiosa), no son los que deben “conducir” (ministros ordenados), son quienes deben ser enseñados. Modelo de esta eclesiología eran aquellos laicos o laicas cuyo sentido estaba dado por actuar bajo la enseñanza de la jerarquía (ieros – arjé, “principio sagrado”, sic). Los modernos estudios teológicos y bíblicos llevaron a la teología (y al Concilio) a entender la Iglesia como “pueblo de Dios”, una comunidad ya no “jerárquica” sino circular (o poliédrica, como le gusta decir al papa Francisco). Un pueblo en medio de los pueblos implica la urgencia (como la levadura en medio de la masa) de “encarnarse” en la historia, en los sindicatos, la empresa, la educación, la política, los medios de comunicación, etc. Pero no como “obedientes” a una orden superior (al estilo de los antiguos partidos cristianos, empresarios cristianos, etc.) sino como fermento. Quizás hoy la pregunta no sea tanto cuál es el rol o el ser del laicado, sino el de los ministros ordenados. Pero es otro tema.

Decenas de comunidades religiosas, movimientos o instituciones laicales nacidas en la historia, han debido, con resistencias y creatividades, modelarse según la nueva vida eclesial del postconcilio. Curiosamente, hay quienes en nombre de la fidelidad se han resistido y resisten a aquel que “hace nuevas todas las cosas” (ver Ap 21,5). El ejemplo de lo ocurrido con las carmelitas descalzas ciertamente es significativo (curiosamente, en todo el proceso de renovación y división del Carmelo, “Roma” habló varias veces y se desdijo otras tantas) y – como ocurre tantas veces – hoy asistimos a dos grupos bastante diferentes entre sí y cada una afirma y se sienten las “herederas del verdadero espíritu y carisma de Teresa”. Debemos decir, además, que, en este caso, “Roma”, en lugar de ser garante de la unidad, fue artífice de la división.

Muchas palabras entran en cuestión cuando de “obediencia” se trata. Para empezar, una palabra que se escucha y ante la que se reacciona. Pero una palabra que debe “pesarse”, ya que una es la palabra que pronuncia nuestra conciencia, otra la palabra de Dios en las Escrituras, otra la palabra que la Iglesia ha pronunciado de un modo comunitario y universal (un Concilio, por ejemplo), etc. Los llamados “lugares teológicos”, codificados por Melchor Cano (1509 – 1560) pueden ser un buen punto de partida de esta “jerarquía” de “palabras”. Pero no es posible – sería teológicamente insustancial – ignorar el presente. La historia es el ámbito donde se pronuncia (o se encarna) la “palabra”. Es evidente que una palabra sabiamente pronunciada ayer, ha de mirar sabiamente el hoy antes de ser “escuchada” y “obedecida”. El fundamentalismo, una especie de “suicidio del pensamiento”, conduce a una obediencia que está lejos de la libertad, lejos de la vida y lejos de una verdadera “escucha”. Seguir “ciegamente” los textos bíblicos, conduce a una evidente deshumanización y, además, manifiesta un Dios bastante diferente al que Jesús en su vida y palabras eligió revelar. Y, ciertamente, es evidente que, si hemos de “interpretar” a los nuevos tiempos los viejos textos bíblicos, no es menos evidente que hemos de interpretar, adaptados a esos mismos nuevos tiempos, los carismas fundacionales, por ejemplo. “Roma” podrá hablar – ¡tantas veces movida por el temor, por el “siempre se hizo así” o por ideologías siempre conservadoras, cuando no por otras razones menos sanctas todavía! (y algunas canonizaciones son expresión evidente de esto) – pero, ciertamente, antes, es indispensable escuchar lo que “el Espíritu dice a las Iglesias” (Ap 2-3). “Roma habló” al hablar de Iglesia docente e Iglesia discente (algo que fue aceptado durante todo el s. XX hasta el Concilio) pero luego “Roma habló” otras palabras. Si de unidad y comunión se trata, no es esto en torno a una “palabra” fija sino en torno a un pueblo de Dios vivo, a una unidad “perijorética” (comunión en la diversidad y el amor). La comunión incluye las diferencias en la gestación de la unidad. Sin diferencias se trataría de “uniformidad”, que es algo bastante diferente… y dudosamente evangélico. Habrá quienes, desde el temor, o desde ideologías esclerosadas, salen de cacería en búsqueda de “palabras romanas”, pero habrá quienes desde el amor (que vence al temor, como se sabe; ver 1 Jn 4,18) eligen la osada escucha del Espíritu. Creo que ya sé dónde elijo estar.

Foto tomada de https://archive.org/details/CatecismoMayorDeSanPoX/mode/2up

 

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“Quiero elegir lo mejor”, por José Arregi

Sábado, 23 de julio de 2022
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ACFA71ED-7545-44AF-8D2E-4C824DE977E3Esto que vale para todo –cada bocado que como, cada paso que doy, cada mano que estrecho–, vale en particular para lo más valioso, tanto a nivel local como a nivel global, a saber: una comunidad de vida en justicia y en paz compartida, fuente y fruto a la vez de todas las elecciones personales y colectivas. El universo es un cuerpo animado por una energía, un dinamismo, una creatividad, un “espíritu que aletea o vibra” en el corazón de Todo y de cada parte. Nada respira sin Todo. La paz más plena de cada una/o es inseparable de la Paz plena de todos los vivientes, de todos los seres.

Todas mis elecciones, desde que fui un embrión único formado por la fusión de dos células diferentes, están condicionadas, podría decir incluso determinadas, por la conjunción de todas las partículas innumerables del universo sin medida o del multiverso desconocido. Pero soy sujeto de mis elecciones, soy responsable de caminar hacia mi auténtica libertad, que consiste no en elegir sin estar de alguna determinado, sino en poder determinarme mejor en mis incontables determinaciones, y en ir eligiendo lo mejor para mí que es inseparable de lo mejor para todos, aunque a menudo no sepamos exactamente qué es lo mejor. Y así hasta que este organismo del que soy sujeto se disuelva y sea en el organismo global, mi yo en la Comunión cósmica, mi conciencia en la Conciencia universal.

Quiero vivir movido por esta cosmovisión y esta conciencia inseparablemente particular y universal, individual y política, espiritual y estructural. Por ello y para ello, en este tiempo incierto y decisivo, como parte mínima y única de todos los sistemas solares y galaxias en formación, de este planeta que nos alberga y nos nutre, de la Tierra que nos engendra y que somos, que somos y que herimos, como miembro de este mi pueblo, prójimo y hermano de todos los pueblos con sus mejores anhelos comunes y sus guerras fratricidas, con sus desmesurados sufrimientos injustos y su aspiración compartida a una paz justa y común, desde mi radical limitación y desde mi responsabilidad intransferible, en diálogo abierto y en búsqueda compartida, en medio de la  incertidumbre, quiero ayudarme y ayudar a elegir lo mejor. Es decir:

  1. Quiero elegir cada día y de manera concreta la paz en la justicia, y la justicia en la paz.
  2. Quiero elegir desde mi propio lugar y poniéndome a la vez en el lugar de la otra, del otro, preguntándome siempre: “¿Cómo necesitaría ser tratada/o si me hallara en su lugar?”.
  3. Quiero elegir una memoria integral y solidaria del pasado, sin olvidar ninguna herida, ninguna injusticia, ninguna llamada ni condición de la paz común justa.
  4. Quiero elegir el alivio del dolor más que la posesión de la razón ideológica y que la implantación de un determinado proyecto político.
  5. Quiero elegir la confianza en la buena voluntad y en la capacidad de bondad del adversario o de la adversaria política, o incluso de la persona que me ha infligido un profundo sufrimiento injusto.
  6. Quiero elegir, a pesar de todo, la fe en lo más profundo de mí misma/o, en mi capacidad para sanar las heridas que he recibido y he infligido.
  7. Quiero elegir el perdón de mí misma/o y de los/las demás. El perdón: no la absolución de una supuesta “culpa” ni la exención de “castigo” supuestamente reparador, sino la confianza en el bien y la bondad como lo más profundo y real de mí mismo. La mirada al futuro y sus posibilidades más que al pasado con sus lesiones. El resentimiento, el castigo y la venganza nos encierran e hieren más. El perdón de sí y del prójimo, el perdón que ofrecemos y recibimos es lo que nos cura y devuelve la paz creadora, fruto y fuente de la justicia.
  8. Quiero elegir el pasito adelante posible, más que la meta, siempre inalcanzable.
  9. Quiero elegir encender una llamita de luz en vez de lamentarme de la oscuridad que me/nos envuelve.
  10. Quiero elegir una palabra, una mirada, un esto o una acción sencilla que contribuya a que sean posibles y se vuelvan realidad opciones mías y ajenas en favor de la paz y de la justica.

Aizarna, 7 de julio de 2022

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Opción Radical

Miércoles, 25 de mayo de 2022
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El ejemplo de Tomás Moro demuestra que le es posible a un cristiano vivir en el mundo según el Evangelio y actuar en él a imitación de Cristo; y ello en medio de su propia familia, de sus posesiones y de la vida política: es posible llevar una vida santa en medio de estas distintas situaciones, con sobriedad, sencillez y honestidad, sin caer en fanatismos ni “beaterías”, de modo serio y alegre al mismo tiempo.

¿Qué es, pues, lo más importante para un cristiano que vive en el mundo? Realizar, en la fe, una opción radical por Dios, por el Señor y por su Reino, a pesar de todas las inclinaciones pecaminosas, y conservarla intacta a través de los acontecimientos ordinarios de cada día. Conservar, viviendo en el mundo, la libertad fundamental respecto al mundo, en medio de la familia, de las posesiones y de la vida política, al servicio de Dios y de los hermanos. Poseer la alegre prontitud que permite ejercer esta libertad, en cualquier momento, a través de la renuncia, y cuando estemos llamados a hacerlo, a través de la renuncia total. Sólo en esta libertad respecto al mundo, buscada por amor a Dios, es donde el cristiano, que vive en el mundo, pero recibe la libertad como don de la gracia de Dios, encuentra la fortaleza, el consuelo, el poder y la alegría que son su victoria.

*

Hans Küng,
Liberta nel mondo. Sir Thomas More,
Brescia 1966, 44s

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Jesús, el libre…

Domingo, 3 de abril de 2022
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“Jesús fue verdaderamente libre. Su libertad estaba arraigada en su conciencia espiritual de que era el hijo amado de Dios, Sabía, en lo profundo de su ser, que pertenecía a Dios antes de nacer, que había sido enviado para proclamar el amor de Dios y que retornaría a Dios después de haber cumplido su misión. Esto le dio la libertad de hablar y obrar sin tener que complacer al mundo y el poder de responder al sufrimiento de las gentes con el amor de Dios, que sana.

Por eso dice el Evangelio : ‘Toda la multitud buscaba tocarlo, porque de él salía una virtud que sanaba a todos (Lucas 6, 19).”
*
Henri Nouwen
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Jesus y la adultera

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.

Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:

“Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?”

Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.

Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.

Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:

– “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.”

E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.

Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.

Y quedó sólo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó:

– “Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?

Ella contestó:

– “Ninguno, Señor.”

Jesús dijo:

“Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.”

*

Juan 8, 1-11

***

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Quizás no hemos comprendido que Jesús se ha revelado al más lejano, al más despreciado. Jesús no pide a la samaritana, a la adúltera o al ladrón que se confiesen. Pero cuando les mira con ternura infinita se rinden.

Pero, en el fondo, ¿qué es el pecado?, ¿en qué consiste el mal? Donde vemos una injusticia, un pecado, quizás Dios descubra sólo un sufrimiento, un grito de socorro que él escucha. ¿Es esto misericordia? ¿Es éste el motivo de su venida a nuestro mundo? Cuando Dios se hace hombre, todo el mal del mundo cae sobre sus espaldas. Y él de este mal sabe sacar sólo amor, amor que manifestará hasta su último aliento de vida, hasta la última gota de sangre, hasta experimentar el mayor sufrimiento humano: la muerte.

Pero luego resucita: el amor es más fuerte que la muerte. El sufrimiento padecido por todos los humanos, desde el del más pequeño, el más frágil, el todavía no nacido, el niño que nunca crecerá, hasta el del criminal o el del santo, él lo ha rescatado en su propia piel, lo ha transformado en puro amor para la eternidad. Basta que le sigamos por el mismo camino. Se trata de aceptar, de acoger el sufrimiento tratando de impedir que se transforme en mal. En el otro sólo debo ver el sufrimiento que hay que superar con el amor. Jesús asumió el sufrimiento de la Magdalena. Este sufrimiento que ella, por ligereza, o por venganza, o por miedo a sufrir, dejó transformar en pecado […].

El que se ha equivocado mucho contra Cristo pero percibe que él ha asumido todo su sufrimiento, se convierte en loco de amor por Dios y no ve la hora de hacer por los demás lo que Jesús ha hecho con él. Los verdaderos convertidos no pueden menos de asemejarse a Cristo, uniéndose en su lucha contra el mal, convirtiéndose en otros tantos crucificados clavados por el sufrimiento de los otros hasta hacerlo resucitar en amor. El mundo habla de arrepentimiento, de penitencia… es sólo el amor el que arde.

*

E.-M. Cinquin,
Tufti contro, meno Dios. L’utopia di Betania,
Turín 1984, 49-52, passim.

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Llegará un nuevo día.

Miércoles, 26 de enero de 2022
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Llegará un día
en el que vivir no sea una pesada carga,
que doble las espaldas
y sofoque los corazones,
sino una asombrosa experiencia de plenitud
para todas las personas,
sea cual sea su origen, color, país o religión.

Llegará un día
en el que la libertad no sea un sueño,
temeroso de ser perdido
si despierta entre nuestros frágiles brazos,
sino una alegre realidad
capaz de ilusionar y emocionar
a todos los que vivimos y soñamos.

Llegará un día
en el que la igualdad no esté en entredicho
ni necesite discriminación positiva,
sea cual sea la cultura,
la condición social,
la patria, la riqueza
o el sexo de las personas.

Llegará un día
en el que los derechos humanos
no necesiten defensores ni leyes,
pues todos los llevaremos tatuados
en nuestras entrañas
y sabremos transmitirlos
a las generaciones futuras.

Llegará un día
en el que la justicia florecerá
en todos los campos y rincones
de nuestro ser y tierra
y podremos mirar sin temor,
en cualquier dirección,
con ojos limpios y acogedores.

Llegará un día
en el que las fronteras desaparecerán,
y todos los seres humanos
podremos movernos,
sin controles ni tarjetas,
de acá para allá,
como en nuestra propia casa.

Llegará un día
en el que la fraternidad
será la mejor carta de ciudadanía,
de dignidad y de respeto,
y todas las personas serán respetadas,
sean o no compañeras, camaradas,
adversarias o amigas.

Llegará un día
en el que podremos convivir,
dialogar y enriquecernos,
amar, compartir y criticarnos,
soñar, trabajar y cantar,
y ser diferentes sin excluirnos
en la mesa, en el corazón y en la historia.

Llegará un día
en el que esta sociedad se sienta renacer
en todos los cruces y sendas,
revistas, periódicos, radios y televisiones;
y en el que la buena noticia
sea el pan nuestro cada día
para quienes aman y caminan.

¡Pronto llegará ese nuevo día, Señor,
si proclamamos sólo palabras de gracia!
¡Ya se anuncia!

*

Florentino Ulibarri
Fuente Fe Adulta

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Yo me atengo a lo dicho

Sábado, 22 de enero de 2022
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Yo me atengo a lo dicho:
la justicia,
a pesar de la ley y la costumbre,
a pesar del dinero y la limosna.
La humildad,
para ser yo verdadero.
La libertad,
para ser hombre.
Y la pobreza, para ser libre.
La fe cristiana, para andar de noche,
y, sobre todo, para andar de día.
Y en todo, hermanos,
yo me atengo a lo dicho:
¡la esperanza!

*

Pedro Casaldáliga,

Poeta, profeta y obispo de los pobres sin tierra de Brasil

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“Empatía”, por José Arregi

Lunes, 15 de noviembre de 2021
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Buen-Samaritano_2115698416_13541121_667x375De su blog Umbrales de luz:

El término empatía nació en el siglo XX para expresar la capacidad de comprender los sentimientos del otro como desde su propio interior. Se deriva del griego empatheia, aunque este término significa propiamente pasión, enfermedad (en: dentro; pathos: sentimiento, sufrimiento). El término griego para designar la empatía era sympatheia (“padecer con” el otro), que se tradujo al latín como compassio.

Quedémonos con esto: empatía, como simpatía y compasión (despojada ésta de toda connotación paternalista) evocan la capacidad de comprender y hacer propio el “sentimiento” o “pasión” (pathos) del otro (en-, sym-, com-), de modo que sus sentimientos en general (incluido el gozo profundo), y sus sufrimientos en particular, no me son ajenos, sino que puedo entenderlos desde mi propio interior, es más, desde su propio interior.

Si soy capaz de adentrarme en el fondo de mí mismo, soy capaz de adentrarme en el fondo del otro, de empatizar, simpatizar, compadecer. Y, a la vez, no podré ser yo mismo, mi verdadero ser profundo, liberado de mis máscaras, proyecciones ilusorias e intereses egoístas, sino en la medida en que ejercite cada día mi projimidad, poniéndome en el lugar del otro, preguntándome: ¿Qué le duele? ¿Qué bálsamo necesita para curar su herida? Soy en cuanto me hago prójimo.

Todas las tradiciones espirituales, religiosas o laicas, han enseñado esta empatía profunda como “Regla de oro” de nuestra realización personal y de nuestra manera de mirar y tratar a los demás. En la tradición judía, son célebres dos rabinos de escuelas opuestas, contemporáneos de Jesús: Shammai y Hillel, riguroso el primero y liberal el segundo. Cuenta el Talmud que un pagano se presentó a Shammai y le dijo: “Me convertiré si eres capaz de enseñarme toda la Torá mientras pueda sostenerme sobre un solo pie. Shammai lo expulsó airado. El pagano se presentó a Hillel con la misma propuesta y Hillel le respondió: “No hagas a tu prójimo lo que no quieras que te hagan a ti. Esto es toda la Torá, lo demás solo es comentario”. El pagano se convirtió.

Hubiera podido convertirse igualmente al hinduismo, al budismo, al confucianismo, al taoísmo, al zoroastrismo o al Islam, o a las enseñanzas de Pitágoras y Aristóteles y de tantos otros que enseñaron lo mismo. También, por supuesto, al camino de Jesús, que lo expresó en forma afirmativa: “Tratad a los demás como queráis que ellos os traten a vosotros, porque en esto consiste la Ley y los Profetas” (Mt 7,12).

Si alguien te ha hecho mucho daño, es normal que tu yo se aíre y reclame venganza o al menos derecho al rencor. Pero la venganza y el rencor no sanarán tu herida. Toma tu tiempo, pero entra más adentro en ti, entra más adentro en quien te ha hecho daño, y te encontrarás con una persona herida por alguien o por algo. Nadie hace daño por maldad, sino por sufrir carencias, errores o daños. Y mira sosegadamente en su fondo, y procura dar pasos hasta ponerte en su lugar y preguntarte: “¿Qué necesitaría yo si fuese él, ella, si estuviese en su lugar?”.

Tal vez vaya transformándose tu mirada y tu actitud ante él, ella, hasta no hacerle daño, o hasta no desearle ningún castigo, o hasta confiar en él y desearle el bien o incluso hacerle el bien. Entonces lo habrás perdonado, aunque nunca lo puedas olvidar ni ser su amigo. Cuando perdones, se habrá curado tu herida, y habrás ayudado a que se cure también la del que te hirió.

Serás como el buen samaritano. Realizarás tu ser “divino”, compasivo, para tu sanación y la salvación de todos los heridos.

(Publicado en VARIOS, Respira tu ser. Meditaciones. Espiritualidad para la vida, Ediciones Feadulta.com, Illescas, Toledo 2021, pp. 81-82)

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Jueves, 16 de septiembre de 2021
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Si no tienes la libertad interior,

¿qué otra libertad esperas poder tener?

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Arturo Graf

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