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“Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.”

Domingo, 21 de enero de 2024
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Propósito

     Por fin echaré a andar…
Sólo, por donde sea,
por donde quiera Dios y su momento
y mi sinceridad.

Ya me estaba cansando
de pisarme la vida tristemente.

¡Aire, cielo, aire, mar, cielo, mar, aire!

Sólo, o con vosotros, ¡con los hombres!
¡¡ pero fuera de mí !!

*

Pedro Casaldáliga
Palabra Ungida, 1955

***

Jesús les dijo:

–  “Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.”

–  “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.”

Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron… y se marcharon con él.

*

Marcos 1, 14-20

***

Ser cristiano significa prestar atención al kairós, a este «momento especial» de la manifestación de Dios en nuestro aquí y ahora. En él se desarrolla la dimensión auténticamente profética de toda vida cristiana, en la atención […] a todos los signos de la presencia del Reino en nuestra historia. Acoger el Reino de Dios implica una conducta: «Convertíos», precepto urgente, «el tiempo se acaba» (1 Cor 7,29), que acompaña al don del Reino y engendra una nueva actitud respecto a Dios y respecto a los hermanos. Jonás recibió la misión de llamar a la conversión a Nínive, la capital del imperio enemigo de Israel. El profeta, un judío amante de su patria, se niega a realizar esta tarea, pero al final acepta la voluntad de perdón del Señor, que carece de límites raciales o religiosos. El Reino es gracia, aunque para nosotros es también un deber.

Los primeros discípulos escucharon la «Buena Noticia» y fueron llamados a asociarse a la misión de Jesús (Mc 1,16-20). El Evangelio marcó profundamente sus vidas. Así debe marcar también la nuestra.

*

Gustavo Gutiérrez,
Condividere la Parola, Brescia 1996, pp. 170ss

***

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , ,

“La pasión que animó a Jesús”. 3º Tiempo Ordinario – B (Marcos 1,14-20)

Domingo, 21 de enero de 2024
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793781-300x201Propiamente, Jesús no enseñó una «doctrina religiosa» para que sus discípulos la aprendieran y difundieran correctamente. Jesús anuncia más bien un «acontecimiento» que pide ser acogido, pues lo puede cambiar todo. Él lo está ya experimentando: «Dios se está introduciendo en la vida con su fuerza salvadora. Hay que hacerle sitio».

Según el evangelio más antiguo, Jesús proclamaba esta Buena Noticia de Dios: «Se ha cumplido el plazo. Está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia». Es un buen resumen del mensaje de Jesús: «Se avecina un tiempo nuevo. Dios no quiere dejarnos solos frente a nuestros problemas y desafíos. Quiere construir junto a nosotros una vida más humana. Cambiad de manera de pensar y de actuar. Vivid creyendo esta Buena Noticia».

Los expertos piensan que esto que Jesús llama «reino de Dios» es el corazón de su mensaje y la pasión que alienta toda su vida. Lo sorprendente es que Jesús nunca explica directamente en qué consiste el «reino de Dios». Lo que hace es sugerir en parábolas inolvidables cómo actúa Dios y cómo sería la vida si hubiera gente que actuara como él.

Para Jesús, el «reino de Dios» es la vida tal como la quiere construir Dios. Ese era el fuego que llevaba dentro: ¿cómo sería la vida en el Imperio si en Roma reinara Dios y no Tiberio?, ¿cómo cambiarían las cosas si se imitara no a Tiberio, que solo busca poder, riqueza y honor, sino a Dios, que pide justicia y compasión para los últimos?

¿Cómo sería la vida en las aldeas de Galilea si en Tiberíades reinara Dios y no Antipas?, ¿cómo cambiaría todo si la gente se pareciera no a los grandes terratenientes, que explotan a los campesinos, sino a Dios, que los quiere ver comiendo y no muertos de hambre?

Para Jesús, el reino de Dios no es un sueño. Es el proyecto que Dios quiere llevar adelante en el mundo. El único objetivo que han de tener sus seguidores. ¿Cómo sería la Iglesia si se dedicara solo a construir la vida tal como la quiere Dios, no como la quieren los amos del mundo?, ¿cómo seríamos los cristianos si viviéramos convirtiéndonos al reino de Dios?, ¿cómo lucharíamos por el «pan de cada día» para todo ser humano?, ¿cómo gritaríamos: «Venga tu reino»?

José Antonio Pagola

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“Convertíos y creed en el Evangelio”. Domingo 21 de enero de 2024. Domingo tercero del tiempo ordinario

Domingo, 21 de enero de 2024
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12-ordinarioB3 cerezoLeído en Koinonia:

Jonás 3,1-5.10: Los ninivitas se convirtieron de su mala vida.
Salmo responsorial: 24: Señor, enséñame tus caminos.
1Corintios 7,29-31: La representación de este mundo se termina.
Marcos 1,14-20: Convertíos y creced en el Evangelio

Como es sabido, en las lecturas de la liturgia de los domingos, la primera y la tercera están siempre unidas temáticamente, mientras que la segunda suele ir por caminos independientes. Hoy la pareja de lecturas principales son la de la predicación de Jonás sobre la ciudad Nínive, y la predicación de Jesús al comenzar su ministerio, precisamente «cuando arrestaron a Juan», o sea, al faltar el profeta.

La lectura sobre Jonás hoy presenta un contenido positivo: el profeta atiende el mandato de Dios que le envía a predicar, va, predica, y además tiene éxito su predicación, pues la ciudad se arrepiente.

El comentario más simple a este texto puede ir por la línea de la importancia de la predicación profética para la conversión de los que están alejados de Dios. Es un tema conocido. Y, como decíamos, hace un paralelismo con el texto del evangelio: Jesús es un nuevo profeta, que empalma con la línea de los profetas clásicos, que también se lanza por los caminos para predicar un mensaje de conversión.

Para unos oyentes más críticos, esta segunda lectura es preocupante. Porque el conjunto entero de lo que en ella se expresa pertenece a un marco de comprensión hoy insostenible: un Dios arriba, directamente imaginado como un gran rey, que envía su mensajero para predicar un mensaje de conversión, mensaje que antes no pudo surtir efecto porque el profeta no quiso ir a predicar, pero que ahora es atendido y obedecido por los ninivitas. «Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció, y se arrepintió Dios de la catástrofe con que había amenazado a Nínive, y no la ejecutó». Esta imagen de un Dios arriba, que toma decisiones, envía mensajeros, les insiste, se comunica con los seres humanos por medio de esos mensajeros profetas, y que «al ver» las obras de penitencia «se compadece y se arrepiente de la catástrofe con que había amenazado a la ciudad»… es, obviamente, humana, muy humana, demasiado humana, sin duda. Es, claramente, un «antropomorfismo». Dios no es un Señor que esté ahí «arriba, ahí afuera», ni que esté enviando mensajeros, ni es alguien que pueda amenazar, ni que se pueda arrepentir… Hoy sabemos que Dios no es así, que lo que llamamos «Dios» es en realidad un misterio que no puede ser reducido a una imagen o una imaginación antropomórfica semejante.

Sería bueno, incluso necesario, referirse a esta calidad de antropomorfismo que tiene esta lectura –como tantísimas otras–, y hacer caer en la cuenta a los oyentes que no los estamos tomando por niños, sino que, simplemente, estamos utilizando un texto compuesto hace más de veinticinco siglos, y que la imagen de Dios que aparece en él nos resulta hoy inviable. Es importante decirlo, y no es bueno darlo por sobreentendido, porque puede haber –con razón- personas que se sientan mal al escuchar estas imágenes, como si se sintieran retrotraídas al tiempo de la catequesis infantil. Y, desde luego, es recomendable abordar –en esta u otra ocasión– el tema de las imágenes de Dios, y aclarar que si somos personas de hoy, lo más probable es que no nos encaje bien el lenguaje clásico (o ancestral) sobre Dios, y que tenemos todo el derecho a ser críticos y a utilizar otro.

Éste podría ser, sin más, el buen tema de reflexión central para la homilía de hoy. Es más que suficientemente importante. Recomendamos el libro del obispo anglicano John Shelby SPONG, Un cristianismo nuevo para un mundo nuevo, colección «Tiempo axial», Abya Yala, Quito 2011, tiempoaxial.org).

La lectura de la 1ª carta de Pablo a los corintios también puede iluminarse hoy con la del evangelio de Marcos: ante el reinado de Dios que ha sido instaurado por la actuación de Jesús -su predicación, sus milagros, sus controversias, especialmente su muerte y resurrección-, todas las realidades humanas adquieren un nuevo sentido: comprar, vender, llorar, reírse, casarse o permanecer célibe, todo es diferente y su valor distinto. Lo absolutamente definitivo es el ejercicio de la voluntad salvífica de Dios que Jesús vino a poner en marcha. Por eso Pablo puede afirmar que “la presentación de este mundo se termina”, es decir, que Dios hace nuevas todas las cosas realizando la utopía de su Reino en donde pobres y tristes, enfermos y condenados, excluidos y ofendidos de la tierra son rescatados y acogidos, y en donde los ricos y los poderosos son llamados urgentemente a la conversión.

Después de narrarnos los comienzos del evangelio con Juan Bautista, con la unción mesiánica de Jesús en el río Jordán y con sus tentaciones en el desierto, Marcos nos relata, en unas frases muy condensadas, los comienzos de la actividad pública de Jesús: es el humilde carpintero de Nazaret que ahora recorre su región, la próspera pero mal–afamada Galilea, predicando en las aldeas y ciudades, en los cruces de los caminos, en las sinagogas y en las plazas. Su voz llega a quien quiera oírlo, sin excluir a nadie, sin exigir nada a cambio. Una voz desnuda y vibrante como la de los antiguos profetas. Marcos resume el entero contenido de la predicación de Jesús en estos dos momentos: el reinado de Dios ha comenzado –es que se ha cumplido el plazo de su espera– y ante el reinado de Dios sólo cabe convertirse, acogerlo, aceptarlo con fe.

Muchos reinados recordaban los judíos que escuchaban a Jesús: el muy reciente reinado de Herodes el Grande, sanguinario y ambicioso; el reinado de los asmoneos, descendientes de los libertadores Macabeos, reyes que habían ejercido simultáneamente el sumo sacerdocio y habían oprimido al pueblo, tanto o más que los ocupadores griegos, los seléucidas. Recordaban también a los viejos reyes del remoto pasado, convertidos en figuras de leyendas doradas, David y su hijo Salomón, y la lista tan larga de sus descendientes que por casi 500 años habían ejercido sobre el pueblo un poder totalitario, casi siempre tiránico y explotador. ¿De qué rey hablaba ahora Jesús? Del anunciado por los profetas y anhelado por los justos. Un rey divino que garantizaría a los pobres y a los humildes la justicia y el derecho y excluiría de su vista a los violentos y a los opresores. Un rey universal que anularía las fronteras entre los pueblos y haría confluir a su monte santo a todas las naciones, incluso a las más bárbaras y sanguinarias, para instaurar en el mundo una era de paz y fraternidad, sólo comparable a la era paradisíaca de antes del pecado.

Este «reinado de Dios» que Jesús anunciaba hace 2000 años por Galilea, sigue siendo la esperanza de todos los pobres de la tierra. Ese reino que ya está en marcha desde que Jesús lo proclamara, porque lo siguen anunciando sus discípulos, los que Él llamó en su seguimiento para confiarles la tarea de pescar en las redes del Reino a los seres humanos de buena voluntad. Es el Reino que proclama la Iglesia y que todos los cristianos del mundo se afanan por construir de mil maneras, todas ellas reflejo de la voluntad amorosa de Dios: curando a los enfermos, dando pan a los hambrientos, calmando la sed de los sedientos, enseñando al que no sabe, perdonando a los pecadores y acogiéndolos en la mesa fraterna; denunciando, con palabras y actitudes, a los violentos, opresores e injustos.

A nosotros corresponde, como a Jonás, a Pablo y al mismo Jesús, retomar las banderas del reinado de Dios y anunciarlo en nuestros tiempos y en nuestras sociedades: a todos los que sufren y a todos los que oprimen y deben convertirse, para que la voluntad amorosa de Dios se cumpla para todos los seres del universo. Leer más…

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21.1.24. Pescadores de hombres, eucaristía de peces (Dom 3 TO. Mc 1, 14-20)

Domingo, 21 de enero de 2024
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IMG_5730Del blog de Xabier Pikaza:

El domingo pasado expuse la llamada y misión de los discípulos de Jesús según Jn 1. Hoy presento la visión de Marcos.

Jesús convoca a 4 pescadores (4: todo el mundo) para la pesca universal desde el mar/lago de Galilea. En ese contexto ofrezco un excurso sobre el tema de los peces del mar (signo caótico de muerte), convertidos por Jesús en símbolo de la nueva humanidad resucitada.

En ese contexto, la eucaristía misionera no es simplemente de pan y vino de fiesta, sino de panes y peces de vida diaria. No hará falta insistir en la importancia  del tema (comida) para recuperar el sentido integral de la eucaristía. Ésta es, a mi juicio, una de las grandes lagunas y tareas de la iglesia actual (ortodoxa, católica y protestante).

LECTURA DEL TEXTO

Introducción.  

 Mc 1,  14 Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea, proclamando el evangelio de Dios.15 Y diciendo El tiempo se ha cumplido. El reino de Dios ha llegado. Convertíos y creed en el evangelio16.

  − Después que Juan fue entregado… Este dato sirve de contrapunto histórico y teológico de la historia posterior. Juan Bautista ha sido y seguirá siendo lugar de referencia. Jesús viene después (meta), en indicación más teológica que cronológica. Según Marcos, Jesús y Juan no coincidieron, no tuvieron un tiempo de actividad común (en contra de lo que afirma el evangelio de Juan). Juan ha sido un puro precursor, pero su historia es importante para entender la de Jesús, pues la entrega de Juan (paradothênai: Mc 1,14; cf. 6, 14-39) anuncia la de Jesús (cf. 9, 33; 10, 33; 14, 10-11 etc.).

Vino Jesús a Galilea. El espacio geográfico (y teológico) de Juan era el desierto con el río. El de Jesús, en cambio, es Galilea. Eso significa que, según Marcos, Jesús no tuvo un tiempo de misión en el Jordán, ni tampoco en Judea (en contra del evangelio de Juan); Galilea es, a su juicio, el lugar del evangelio. Jesús no permanecer en el lugar de la prueba (desierto), ni se instala al borde de la tierra prometida (junto al río Jordán); tampoco busca un lugar de salvación junto a los atrios de Jerusalén, en gesto de sacralidad nacional. Jesús se encuentra vinculado a la tierra y gente normal de Galilea, junto a un mar simbólicamente abierto a las naciones del entorno. Esta evocación culmina en 14, 28 y 16, 7 donde Jesús (o el joven pascual) manda a los discípulos a Galilea, lugar que será para Marcos espacio fundante y el signo duradero de la iglesia17.

Kerigma: proclamando el evangelio de Dios. La evocación de Galilea no es suficiente, ni tampoco la entrega del Bautista. Lo propio de Jesús es la “proclamación del evangelio de Dios” (algunos manuscritos ponen “del Reino”. Se cumple así lo que se había anunciado en 1, 1 (el comienzo del evangelio) y aparece Jesús como aquel que “proclama el evangelio”. Esta palabra (evangelio) proviene de la tradición profética de Isaías y quizá ha sido empleada por el mismo Jesús. Pero todo nos permite suponer que ella ha tomado una importancia centran entre los cristianos helenistas y luego en Pablo.

El progreso temático es claro: pasamos del Bautista (desierto/río) a Galilea, descubriendo allí el mensaje de Jesús, abierto a todos los humanos. No se encierra Jesús en las casas, susurrando al oído un secreto de iniciados; no se instala en la escuela, ofreciendo cursos largos de enseñanza especializada, no ofrece su palabra a la vera del templo sagrado (a los puros), ni a la orilla del río/desierto (a los especialistas de la penitencia). Viene a Galilea, ofreciendo su evangelio para todos; lo hace con claridad (que se entienda bien), en voz alta (que lo escuchen), como heraldo o pregonero de buenas noticias que deben extenderse por el pueblo.

 El evangelio de la iglesia se funda en el mensaje de Jesús: Se ha cumplido el tiempo y ha llegado el reino de Dios; convertíos y creed en el evangelio (1, 15).Esta es la palabra clave, que consta de dos frases paralelas dobles, cada una con dos partes, unidas por un kai(y). Como resulta usual en Marcos, la segunda sirve para precisar el sentido de la primera: se ha cumplido el tiempo “y” llega el reino (el reino define y da sentido al tiempo); convertíos “y” creed en el evangelio (la fe da sentido a la conversión)18.

La buena noticia o evangelio es Dios (con genitivo epexegético) o aquello que Dios hace(con genitivo de objeto). En el lugar donde estaba la conversión y penitencia del Bautista viene a situarse la buena noticia de Jesús que expande a hombres y mujeres de su tierra aquello que Dios mismo le ha dicho (¡eres mi Hijo…!) y que se expresa en la victoria sobre lo diabólico. Su experiencia es buena noticia; la palabra de su vida puede hacerse ya palabra y principio de existencia para aquellos que quieran escucharle, acompañarle. De esa forma el camino de Jesús se hace camino para todos los humanos, empezando en Galilea:

El tiempo se ha cumplido “y” ha llegado el Reino de Dios. El cielo se ha rasgado y Dios se hace presente en Jesús (1, 9-11). Por eso él puede expresar su experiencia, ofreciendo espacio de vida filial y fraterna (de amor) a quienes quieran escucharle. El Reino de Dios se identifica con aquello que Jesús ha recibido en su bautismo. Quiere que todos escuchen (escuchemos) la voz de Dios que dice (¡eres mi Hijo!, recibiéndola de forma compartida, fraterna, solidaria. Porque el reino de Dios ha llegado podemos y debemos afirmar que el tiempo se ha cumplido, han culminado las promesas de 1, 2-3.

Convertíos “y” creed en el evangelio. La pertenencia al reino no se logra por la carne y sangre, es decir, por los principios naturales de la historia (poder genealógico, imposición política) sino por meta-noia o con-versión interpretada como cambio de existencia. Superando el nivel previo de lucha, viene a desplegarse ahora un extenso y gozoso continente de existencia filial, hecha de gratuidad y expresada como fe en el evangelio, es decir, como acogida de la buena noticia de Dios. No es la conversión la que causa el evangelio sino al revés: el evangelio de Dios, que aceptamos por Jesús con fe gozosa, nos convierte, nos transforma, haciéndonos capaces de acoger y construir la familia mesiánica o iglesia19.

  Marcos ha superado el nivel biológico (no alude a la familia carnal de Jesús); también ha superado el plano cultural (no sitúa a Jesús en una escuela exegética o filosófica). El grupo cristiano empieza a surgir y se despliega allí donde varones y mujeres asumen con Jesús una experiencia de nuevo nacimiento en amor, desde Dios Padre. Juan era la línea divisoria: podía suscitar un grupo de discípulos penitentes, pero nada más: no ha visto el cielo abierto, no ha escuchado la voz ¡eres mi Hijo! Donde Juan se ha detenido sigue Jesús: ha escuchado la palabra, se ha descubierto Hijo de Dios, se ha mantenido en la prueba, ha recibido un mensaje de vida para todos. Por eso ha comenzado a expandir su experiencia, ofreciendo su evangelio universal, en el cruce de caminos de su patria, en Galilea. Él no ha pedido nada. No aparece en el texto como un suplicante que implora a Dios agua para el campo, hijos para la familia, fortuna para la casa, vida para los enfermos… Simplemente ha venido en busca de Dios, con los penitentes del Bautista y ha escuchado la voz (eres mi Hijo! empezando a reunir a los humanos20.

Pescadores de hombres. Los primeros compañeros de Jesús (1, 16-20).

(a. Simón y Andrés)16 Y pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que estaban echando las redes en el mar, pues eran pescadores. 17 Jesús les dijo: Venid en pos de mí y os haré pescadores hombre. 18 Ellos dejaron inmediatamente las redes y lo siguieron.

(b. Santiago y Juan)19 Un poco más adelante vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan. Estaban en la barca reparando las redes. 20 Jesús los llamó también; y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él21.

Jesús comienza llamando a unos colaboradores o discípulos. Como he destacado el domingo anterior, evangelio de Juan (Jn 1-3) presenta la escena de un modo más “verosímil” históricamente, situando a los primeros discípulos de Jesús en el contexto de Juan Bautista. Por el contrario, Marcos ofrece una visión mucho más simbólica (y teológica) de las cuatro primeras vocaciones de Jesús. No le interesan los elementos históricos, ni psicológicos, sino los estrictamente teológicos.   Jesús ha sentido la urgencia del reino y para suscitarlo necesita colaboradores, personas dispuestas, que sepan trabajar y le acompañen en su obra:

Pasa a la vera del mar de Galilea. Ha dejado el desierto y el río de Juan, no ha buscado en escuelas o templo. Junto al mar que es origen y meta del mundo, junto al mar donde nacen y acaban los pueblos se sitúa Jesús. Viene a observar, como dejando que la vida le sorprenda; luego llama, en vocación que es signo de todas las restantes vocaciones de la historia.

Llama a Simón y Andrés, diciendo que le sigan, para hacerles pescadores de reino. Tiene un proyecto: necesita juntar a los humanos, sacarlos del mar (lucha mutua) en que se encuentran y juntarlos en la playa de la fraternidad del reino. Necesita especialistas que dejen las redes del trabajo material del mundo (diktua) y asuman su tarea mesiánica (1, 16-17).

Llama después a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo. Parecen ricos: tienen barca propia, un padre que les guía y unos jornaleros. Por eso han de dejar más que la redes: abandonan al padre, que es autoridad, ley fundante de la vieja tierra y a los asalariados (misthôtoi), subordinados del trabajo. Padre y obreros pertenecen a este mundo viejo; quien se ponga al servicio de Jesús ha de dejarlos.

Ha buscado dos parejas de hermanos. Para seguirle han de romper los lazos más sagrados de la tierra: la autoridad paterna, la unión laboral. Así aparecen como signo de misión escatológica, parábola del reino. Les ha convocado Jesús, ofreciéndoles tarea y ellos le han seguido, poniéndose al servicio de su reino:

En el principio está Jesús, diciendo: venid en pos de mí (deute opisô mou). En lugar del padre o de las redes, del dinero y de la barca se sitúa él, como nuevo patrono que ofrece garantía de vida y trabajo a quienes llama. Tiene autoridad y así le siguen, dejándolo todo. No les reúne desde cosa alguna (enseñanza, templo, negocios…) sino en torno a su persona que es principio de nueva familia sobre el mundo22.

Son dos parejas de hermanos pescadores. Quizá representan el riesgo de la fraternidad violenta (cf. Gen 4) que debe superarse, en línea de reino. Son cuatro y parecen un signo de los puntos cardinales, columnas o pilares de la nueva humanidad reconciliada. Ellos ofrecen (antes que los doce apóstoles del nuevo Israel de 3, 14) el principio y garantía de la pesca universal, pesca de Dios, culminación escatológica. Son cuatro, los primeros pescadores misioneros, iglesia interpretada en forma de comunidad de pesca. En un sentido ellos dejan la barca (ya no trabajan con ella), pero en otro la recuperan, poniéndola al servicio de los viajes misioneros (eclesiales) de Jesús. Cuando hablemos más tarde de la iglesia como barca en plena mar (4, 35-41; 6, 46-52; 8, 14-21) recordaremos a estos cuatro.

Os haré pescadores de hombres. Así les dice (1, 17). Ellos lo dejan todo por cumplir su misión, poniendo hasta su barca al servicio de Jesús (cf. 3, 9; 4, 3-5 etc.). Habiendo aparecido aquí, al principio de Marcos, emergerán de nuevo en el último discurso de Jesús, allí donde se anuncia el fin del tiempo (13, 3) y la venida de los ángeles de Dios para reunir a los escogidos de los cuatro “vientos” o extremos de la tierra (13, 27).

Jesús no ha venido con un libro (como los escribas), enseñando las leyes de la iglesia, interpretando la Escritura de Israel o la sabiduría de los pueblos. Tampoco ha traído unos planes exclusivos, definidos de antemano, sin necesidad de personas que le siguen y acompañan en la obra de su reino. Tiene un proyecto de nueva humanidad, pero le hacen falta colaboradores; por eso ha empezado llamando a estos cuatro primeros pescadores que son signo de todos los que luego cumplen con él (por él) la tarea de convocar y reunir a los humanos para el reino.

EXCURSO. PESCA Y  PECES. EUCARISTÍA COMPLETA

(Las notas que siguen están tomadas de un trabajo que estábamos preparando el Prof. Eliseo Tourón y un servidor sobre las comidas de Jesús y de las comunidades cristianas. cf. Pikaza: Eliseo Tourón (1934-1996), 25 años (religiondigital.org) y Touron:  Comer con Jesús. Su significación escatológica y eucarística I-II, Rev.Esp.Teol 55 (1995)285-329; 429-486).

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Un comienzo sorprendente. Domingo 3º del Tiempo Ordinario. Ciclo B

Domingo, 21 de enero de 2024
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2f847-pesca_milagrosa_2bDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

EL domingo pasado, el evangelio de Juan nos contó cómo Jesús entró en contacto con algunos de los que más tarde serían sus discípulos. Este domingo volvemos al evangelio de Marcos, que será el usado básicamente durante el Ciclo B. En tres escenas, las dos últimas estrechamente relacionadas, nos cuenta la forma sorprendente en que comienza a actuar Jesús.

1ª escena: Actividad inicial de Jesús.

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:

̶  Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.

Marcos ofrece tres datos: 1) momento en que comienza a actuar; 2) lugar de su actividad; 3) contenido de su predicación.

Momento. Cuando encarcelan a Juan Bautista. Como si ese acontecimiento despertase en él la conciencia de que debe continuar la obra de Juan. Nosotros estamos acostumbrados a ver a Jesús de manera demasiado divina, como si supiese perfectamente lo que debe hacer en cada instante. Pero es muy probable que Dios Padre le hablase igual que a nosotros, a través de los acontecimientos. En este caso, el acontecimiento es la desaparición de Juan Bautista y la necesidad de llenar su vacío.

Lugar de actividad. A diferencia de Juan, Jesús no se instala en un sitio concreto, esperando que la gente venga a su encuentro. Como el pastor que busca la oveja perdida, se dedica a recorrer los pueblecillos y aldeas de Galilea, 204 según Flavio Josefo. Galilea era una región de 70 km de largo por 40 de ancho, con desniveles que van de los 300 a los 1200 ms. En tiempos de Jesús era una zona rica, importante y famosa, como afirma el libro tercero de la Guerra Judía de Flavio Josefo (BJ III, 41-43), aunque su riqueza estaba muy mal repartida, igual que en todo el Imperio romano.

Los judíos de Judá y Jerusalén no estimaban mucho a los galileos: “Si alguien quiere enriquecerse, que vaya al norte; si desea adquirir sabiduría, que venga al sur”, comentaba un rabino orgulloso. Y el evangelio de Juan recoge una idea parecida, cuando los sumos sacerdotes y los fariseos dicen a Nicodemo: “Indaga y verás que de Galilea no sale ningún profeta” (Jn 7,52).

Mensaje. ¿Qué dice Jesús a esa pobre gente, campesinos de las montañas y pescadores del lago? Su mensaje lo resume Marcos en un anuncio (“Se ha cumplido el plazo, el reinado de Dios está cerca”) y una invitación (“convertíos y creed en la buena noticia”).

El anuncio encaja en la mentalidad apocalíptica, bastante difundida por entonces en algunos grupos religiosos judíos. Ante las desgracias que ocurren en el mundo, y a las que no encuentran solución, esperan un mundo nuevo, maravilloso: el reino de Dios. Para estos autores era fundamental calcular el momento en el que irrumpiría ese reinado de Dios y qué señales lo anunciarían. Jesús no cae en esa trampa: no habla del momento concreto ni de las señales. Se limita a decir que “está cerca”.

Pero lo más importante es que vincula ese anuncio con una invitación a convertirse y a creer en la buena noticia.

Convertirse implica dos cosas: volver a Dios y mejorar la conducta. La imagen que mejor lo explica es la del hijo pródigo: abandonó la casa paterna y terminó dilapidando su fortuna; debe volver a su padre y cambiar de vida. Esta llamada a la conversión es típica de los profetas y no extrañaría a ninguno de los oyentes de Jesús (la 1ª lectura, del libro de Jonás, se centra en ese tema).

Pero Jesús invita también a “creer en la buena noticia” del reinado de Dios, aunque los romanos les cobren toda clase de tributos, aunque la situación económica y política sea muy dura, aunque se sientan marginados y despreciados. Esa buena noticia se concretará pronto en la curación de enfermos, que devuelve la salud física, y el perdón de los pecados, que devuelve la paz y la alegría interior.

2ª y 3ª escenas: llamamientos de Simón y Andrés, Santiago y Juan

Pasando junto al lado de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo:

̶  Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.

Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. 

Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.

Jesús ha pasado unas semanas, quizá meses, recorriendo él solo Galilea. Hasta que decide buscar unos discípulos que lo acompañen y continúen su obra. No los busca en Jerusalén, entre los alumnos de los grandes rabinos. Los busca entre los pescadores. Económicamente no son unos miserables, tienen barca e incluso les ayudan unos jornaleros. Pero en una sociedad agraria, como la del Imperio romano, el obrero manual estaba por debajo del campesino, y sólo por encima de las clases de la gente impura y de los despreciables.

El relato de Marcos resulta desconcertante. ¿Es posible que cuatro muchachos sigan a Jesús sin conocerlo, abandonando su familia y su trabajo? El lector moderno, buscando una respuesta, acude al cuarto evangelio, donde se dice que Jesús ya los conoció cuando el bautismo. Pero el lector antiguo, que sólo tenía a su disposición el evangelio de Marcos, se queda admirado del poder de atracción que ejerce Jesús y de la disponibilidad absoluta de los discípulos.

Estos cuatro discípulos representan el primer fruto de la predicación de Jesús: muchachos que creen en la buena noticia del Reinado de Dios, siguen a Jesús y cambian radicalmente de vida.

La conversión de los ninivitas (Jonás 3,1-5.10)

La primera lectura ha sido elegida porque los ninivitas, los nazis de aquella época, al convertirse gracias a la predicación de Jonás, nos sirven de modelo. Mucho más motivo tenemos nosotros para convertirnos al escuchar la predicación de Jesús. Sin embargo, los motivos que aducen Jesús y Jonás son muy distintos: Jesús anima anunciando la cercanía del reinado de Dios; Jonás asusta anunciando que «dentro de cuarenta días Nínive será arrasada».

El Señor dirigió la palabra a Jonás: «Ponte en marcha y ve a la gran ciudad de Nínive; allí le anunciarás el mensaje que yo te comunicaré.

Jonás se puso en marcha hacia Nínive, siguiendo la orden del Señor. Nínive era una ciudad inmensa; hacían falta tres días para recorrerla. Jonás empezó a recorrer la ciudad el primer día, proclamando:

– Dentro de cuarenta días Nínive será arrasada.

Los ninivitas creyeron en Dios, proclamaron el ayuno y se vistieron con rudo sayal, desde el más importante al menor.

Vio Dios su comportamiento, como habían abandonado el mal camino, y se arrepintió de la desgracia que había determinado enviarles. Así que no la ejecutó. 

«Señor, enséñame tus caminos» (Salmo 24)

  El salmo encaja mucho más con el evangelio que con la primera lectura. Porque Jonás no enseña nada, solo amenaza. En cambio, Jesús, proclamando el evangelio de Dios, nos enseña a caminar por el camino que Dios quiere y nos recuerda que «el Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores». Aparte de agradecérselo, debemos pedirle: «haz que camine con lealtad».

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Domingo III del Tiempo Ordinario. 21 de enero, 2024

Domingo, 21 de enero de 2024
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Pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés.”

Mc 1, 16-20

Te invito a ponerte en situación. Vas por la calle, un viernes por la tarde, por ejemplo; es una calle céntrica de tu ciudad, llena de tiendas, de cafeterías, de tráfico… y está repleta de gente. Caminas sola, e inevitablemente inmersa en tus pensamientos. Da igual cuáles sean, si son sobre tus preocupaciones o tus alegrías, incluso tus quehaceres; lo que sea, vas enfrascada. De pronto alguien te llama al mismo tiempo que te coge del brazo:  “¡Lolaaa!». Contestas un poco alterada: “¡Ay!, perdona Marta, no te había visto”.

No la habías visto. Por un momento puedes pensar en la razón de ese no ver. Había mucha gente, está claro, o tal vez por el ruido, o porque te distraen las luces de la calle, los carteles, los escaparates, los bocinazos del tráfico… bla, bla, bla, todas son razones externas a ti.

Si quieres ponte en esta otra situación. Un atardecer de invierno vas caminando sola por el paseo de la playa, del faro o del puerto, con la vista y la mente perdidas a ratos en el horizonte, a ratos en las olas. La pobre Marta aquí también te tiene que hacer parar para oírte decir lo mismo: “¡no te había visto!”.

Ahora no vale que busques echar la culpa de tu distracción a los escaparates y a los bocinazos. Piensa, más bien, en tu mirar. ¿Cómo miras para no ver?

Jesús pasa junto al lago y ve a Simón y a Andrés, a Santiago y a Juan. Ve lo que son, no su apariencia o su vestimenta. Ve lo profundo de su ser, porque él mira el corazón.

Y cuando sientes su mirada, tu corazón desnudo ante él, haces lo mismo que Simón, Andrés y tantos hombres y mujeres a lo largo de los siglos que se han encontrado con la mirada del Maestro… lo dejas todo y le sigues.

Oración

Trinidad Santa, ayúdanos a mirar con amor. Ayúdanos a mirar como tú. Amén.

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Para vivir como Jesús primero debemos pensar como él.

Domingo, 21 de enero de 2024
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Mc 1,14-20

Comenzamos el evangelio de Marcos que vamos a leer durante todo este año. Es el primero que se escribió y tiene aún la frescura de los comienzos. Es el más conciso. No tiene grandes discursos de Jesús ni cuenta muchas parábolas. Le interesa sobre todo la vida cotidiana de Jesús. Su actitud vital para con los pobres y oprimidos es la verdadera salvación. Las curaciones y la expulsión de demonios, entendidos como liberación, son la clave para comprender el mensaje de salvación de este evangelio.

Cuando arrestaron a Juan. Quiere resaltar el evangelista que Jesús va a continuar la tarea del Bautista, pero a la vez, deja clara la diferencia. ¡Recordad! Los datos cronológicos no tienen importancia en la elaboración de un “evangelio”. En el evangelio de Juan, después de haber narrado el seguimiento de los primeros discípulos, después de contarnos la boda en Caná, la purificación del templo y el encuentro con Nicodemo, nos dice que Jesús fue con sus discípulos a la región de Judea y bautizaba allí, a la vez que Juan estaba bautizando en otro lugar.

Llegó Jesús a Galilea. Está claro que el evangelista quiere desligar la predicación de Jesús de toda connotación oficial. Lejos de las autoridades religiosas, lejos del templo y de lo que significaba la institución. Galilea era tierra en gran parte habitada por gentiles. Esto para un judío era, de entrada, una descalificación, pero tenía la ventaja de menor control y mayores posibilidades de que la gente le entendiese.

Se puso a proclamar la “buena noticia” de parte de Dios. Había empezado él su evangelio diciendo que se trataba de exponer los orígenes de la “buena noticia de Jesús”. Estos textos son los que dieron origen a la palabra “evangelio”, cuyo género literario se inaugura con este escrito. No debemos confundir el concepto de buena noticia con el que hoy tenemos de evangelio. Por extraño que parezca, “euangelio” no significa “evangelio”. Hemos caído en un monumental fraude. Hemos confundido el estuche con la joya que debía contener. Aquí “euangelio” significa esa estupenda noticia que Jesús descubrió y nos comunicó de parte de Dios.

Se ha cumplido (colmado) el kairos. En la fiesta de Año Nuevo, hablamos del significado de “Cronos” y “kairos”. Aquí el texto dice kairos, es decir, se trata del tiempo oportuno para hacer algo definitivo. No hay un cronos especial. Cualquier cronos lo podemos convertir en kairos si nuestra actitud vital es adecuada. Nos está recordando que todos los Kairos se han concentrado en el que ahora está presente.

Está despuntando el Reino de Dios. Esta expresión es la clave. No se trata de que Dios reine. Se trata de que Dios se haga presente entre nosotros, gracias a las actitudes de los seres humanos. Jesús hace presente ese Reino, que es Dios, porque sus relaciones, basadas en el amor y la entrega, hacen presente en cada instante a Dios. Dios es amor, de modo que está allí donde exista una verdadera compasión. Ese Reino está ya presente en Jesús porque fue capaz de eliminar toda opresión.

¡Cambiad de mentalidad!Convertíos” no expresa bien el sentido del texto griego. ‘metanoeite’ no significa hacer penitencia ni arrepentirse sino cambiar de mentalidad, pensar de otra manera y afrontar la vida desde otra perspectiva. Lo que pide Jesús es una manera nueva de ver la realidad que no tiene por qué partir de una situación depravada. Exige una actitud que no debe abandonarse nunca.

La llamada de los discípulos a continuación les obliga a hacer su personal cambio de rumbo (metanoia): “Dejan la barca y a su padre y le siguieron”. Debemos hacer todos, un serio examen de conciencia. Cuantas veces hemos descubierto nuestros fallos y nos hemos conformado con confesarlos, pero no hemos cambiado el rumbo. ¿De qué sirve esa parafernalia, si continuamos con la misma actitud?

Confiad en la buena noticia. La traducción oficial del griego “pisteuete” nos puede llevar a engaño. No se trata de creer la noticia, sino de confiar en que es buena noticia. Tanto en el AT como en el nuevo, la fe no es el asentimiento a unas verdades, sino la confianza en una persona. Si la buena noticia que Jesús predica viene de parte de Dios, podemos tener confianza plena en que es buena.

A la llamada de Jesús que acabamos de comentar, corresponden las primeras respuestas personales, de parte de unos simples pescadores sin preparación alguna, que se fiaron y fueron detrás de Jesús. Es muy significativo que el primer instante de su andadura pública, Jesús cuenta con personas que le siguen de cerca y están dispuestas a compartir con él su manera de entender la vida. La comunidad, por reducida que sea es clave para emprender una vida cristiana.

Darse cuenta de que estamos en un camino equivocado es la única manera de evitarlo. Cada vez que rechazamos un camino falso, nos estamos acercando al verdadero. Convertirse es rectificar la dirección para apuntar mejor a la meta. Pecado en el AT era errar el blanco. Da por supuesto que intentas dar en el blanco, pero te has desviado. Somos flechas disparadas que tienden a desviase del blanco y que tienen que estar contrarrestando esa fuerza que nos distorsiona.

Convertirse no es abandonar el mal por el bien, porque el mal y el bien en el ser humano no se pueden separar nunca del todo. Para el maniqueísmo está todo demasiado claro: Son realidades opuestas que deben estar separadas. La realidad es muy distinta: ni el bien ni el mal se pueden dar químicamente puros. Siempre que trazamos una línea divisoria entre el bien y el mal, nos estamos equivocando. Lo que llamamos mal no tiene entidad propia, es solo ausencia de bien.

El mal (ausencia de perfección) no es un accidente, sino que pertenece a la misma estructura del hombre. Sin esa limitación, que hace posible el error, pero que también hace posible el crecimiento, no habría persona humana. La hondura del misterio del mal está precisamente ahí. Del mismo mal surge el bien, y el mal acompaña siempre al bien. El afán maniqueo de eliminar el mal no tiene nada de evangélico. “Si te empeñas en eliminar todos los errores dejaras fuera la verdad”.

Siempre necesitaremos la advertencia de alguien para salir del error. Aún con la mejor voluntad, podemos estar equivocados. Las mayores barbaridades de la historia de la humanidad se hicieron en nombre de Dios. Aún con la mejor intención de caminar hacia la meta, siempre estaremos necesitados de rectificar.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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¿Dejarlo todo?

Domingo, 21 de enero de 2024
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Mc 1, 14-20

«Ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él»

Después del bautismo y la cuarentena en el desierto, Jesús vuelve a Galilea y allí comienza su anuncio del Reino. Ya conocía a Juan, Simón y Andrés, y previsiblemente ellos conocían su proyecto, así que su vocación no fue un fogonazo en la oscuridad, sino que sabían en qué se embarcaban y con quién se embarcaban. Habían conocido a Jesús a orillas del Jordán, habían vuelto con él a Galilea, habían quedado fascinados y, según se desprende del texto, estaban seguros de que merecía la pena dejarlo todo por seguirle a dondequiera que les llevase.

Y ésta es una excelente metáfora del camino de la fe: conocerle, quedar fascinados y seguirle… Sus discípulos así lo hicieron y al final creyeron. No hay atajos. No es posible seguir a Jesús sin conocerle, y de ahí la importancia capital de preservar los cauces tradicionales de transmisión de la Palabra.

Volviendo al texto de hoy, en él se nos recuerda un tema esencial; estamos invitados a anunciar el Reino; estamos invitados a “seguir a Jesús dejándolo todo”. Y no sólo las personas religiosas, sino todos nosotros. Pero, ¿qué significa para un cristiano medio que va todos los días a trabajar para alimentar a su familia “dejarlo todo” por seguir de Jesús?…

Pues significa poner al servicio de la misión todos los talentos recibidos, porque para eso se nos han dado. Se nos ha podido dar salud, inteligencia, simpatía, comprensión, dinero, influencias… Todo para el Reino, nada para el simple disfrute: todo son talentos para servir. Y ésta es la renuncia: que cada uno ponga a trabajar su talento, su dinero, su salud, para el servicio, para la misión a la que libremente se ha comprometido.

Todo cristiano, la Iglesia y la humanidad entera, están en camino hacia su propia liberación, y todos estamos invitados a trabajar por la liberación de todos. Y la buena Noticia es que “eso es el Reino”. El Reino no es un parche, un añadido, un esfuerzo adicional, sino que es mi vida; es lo que hago todos los días hecho de acuerdo a los criterios de Jesús; a los criterios de Dios.

La vida es el Reino. Lo que hago todos los días no es algo vulgar ni intrascendente, es mi forma de colaborar en la obra de Dios; es la parte de la obra de Dios confiada a mí. El engaño consiste en hacernos creer que la vida es profana; que una cosa es la vida y otra el Reino; que hay cosas del César que no son de Dios. La Revelación consiste en quitar ese engaño, descubrir el valor, el sentido de todo lo que estoy haciendo, y por tanto sentirme motivado, ilusionado en hacerlo bien, porque es mi contribución al Reino.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Ponernos siempre de parte de la vida.

Domingo, 21 de enero de 2024
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jesus-y-los-nic3b1os-1Comentario Evangelio Mc 1, 14-20

El Dios de Jesús se revela en la historia, no nos habla solo en la intimidad del corazón, sino también en la densidad de los acontecimientos históricos y las relaciones. No nos invita a buscarle en el vacío (Is 45, 15-25), sino que se nos da a conocer de forma mediada. El Evangelio de este domingo se inicia con un acontecimiento que tuvo una importancia decisiva en la vida de Jesús: la detención de Juan Bautista, por causa de su profetismo incómodo y desconcertante. Hay coyunturas históricas que tienen la capacidad de movilizarnos y llevarnos a tomar decisiones significativas para nosotros mismos y para los demás, Asi le sucedió también a Jesús. El evangelio de este domingo empieza refiriéndose a uno de estos hechos: “Cuando arrestaron a Juan”. Este acontecimiento moviliza a Jesús a un nuevo profetismo, un nuevo anuncio centrado no en los sacrificios ni en el ascetismo, sino en la buena noticia de la misericordia y el amor. Convertíos y creed en la Buena Noticiaes el grito de su anuncio, que resuena en nosotras y nosotros también hoy.

En un mundo quebrado por las guerras y genocidios como el de Palestina, el Evangelio nos recuerda que nuestra conversión pasa por ponernos siempre de parte de la vida, de la alegría, de todas las iniciativas que dan prioridad al cuidado de la vida y la dignidad de las personas por encima de leyes injustas y frente a otros intereses: llámense beneficios económicos, poder o seguridad de unos pocos a costa de las vidas de muchos y muchas. El Evangelio es la Buena noticia del Amor, y el amor es siempre cuidadoso. El amor es lo más opuesto a la violencia, la intolerancia, la manipulación y la explotación de unos seres humanos sobre otros y sobre el planeta mismo. Por eso el anuncio de Jesús nos urge también a nosotros y nosotras hoy a no instalarnos en el no hay nada que hacer, ni en el lamento estéril, sino a no cesar de poner en el centro de nuestras sociedades, de la economía, y de la iglesia misma, a las personas, especialmente a las más vulneradas, hasta que la vida sea una fiesta y no una pesadilla para nadie y hasta que todas las vidas importen.

El sueño de fraternidad y la sororidad humanas que anuncia el evangelio no es una utopía abstracta, sino una utopía embarrada. Sus promesas se cumplen germinalmente en la historia si dejamos que alcancen nuestro corazón y nuestro estilo de vida, como hizo Jesús y tantos hombres y mujeres testigos que nos han precedido y que quedaron seducidos y seducidas por su proyecto. Hombres y mujeres que nos revelan, desde la profundidad y la generosidad de sus vidas que es posible vivir de otra manera. Pero para ellos hemos de transformamos también internamente, dejar que el amor vaya convirtiendo nuestra sensibilidad y conduzca nuestra mirada hacia el reverso de la historia y quienes lo transitan. Como Pedro, como Andrés, como Juan, como Magdalena, María de Nazaret, Juana de Cusa, María la de Santiago (Lc 8,1) y tantos otro y otras que nos han precedido, somos urgidos a despertar del sueño de la cruel inhumanidad, quebrar la indiferencia y ponernos de parte de la vida, la bondad, la sencillez, la hondura, la mesa común del Reino.

Pepa Torres Pérez

Fuente Fe Adulta

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¿Qué es el “Reino De Dios”?

Domingo, 21 de enero de 2024
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IMG_2432Domingo III del Tiempo Ordinario

21 enero 2024

Mc 1, 14-20

Es sabido que Jesús apenas habló de Dios. Todo su mensaje se centró en lo que él llamaba el “Reino de Dios”. Es probable que, a nuestros oídos no monárquicos y no religiosos, esta expresión les resulte completamente ajena, cuando no anacrónica, obsoleta y, por tanto, prescindible. Pero, tal vez, podamos encontrar en ella un significado en el que nos reconozcamos.

De entrada, se trata de una expresión polisémica, capaz de designar distintas realidades. Por una parte, parece significar la sociedad soñada por Jesús, un “mundo nuevo” caracterizado por la fraternidad, que nace de la comprensión de que todos somos hijos de una misma fuente (“Padre”). En este primer sentido, el “Reino de Dios” equivale al proyecto de Jesús. No extraña, por tanto, que constituya el núcleo de su mensaje.

Por otra parte, tal expresión se identifica con la metáfora del tesoro oculto: el “Reino de Dios” es el tesoro añorado que sabe a plenitud y hace desbordar de alegría. Está -decía Jesús- “dentro de vosotros”.

En este mismo sentido, la expresión puede ser otro modo de nombrar nuestra identidad profunda. El “Reino de Dios” es lo que somos, aquella dimensión de profundidad donde “todo está bien”. Por lo que, cuando se experimenta, uno descubre y vive, metafóricamente hablando, “el cielo en la tierra”.

Con todo ello, no es inadecuado afirmar que la expresión “Reino de Dios”, aun nacida en un contexto religioso teísta, es una metáfora de nuestra “casa”. Somos eso que anhelamos, en ocasiones sin ni siquiera saberlo; eso que es unidad, amor, gozo, paz…, plenitud de presencia. No habla de un “cielo” futuro ni separado, sino de la realidad atemporal, siempre a salvo. Una realidad que, más allá de los términos o expresiones que utilicemos, responde a nuestro Anhelo profundo: en ella nos encontramos con lo que realmente somos.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Señor, no te canses de mí

Domingo, 21 de enero de 2024
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Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Nínive: un breve dibujo animado, un Jonás nada católico.

         El libro de Jonás es una novela muy breve, quizás unos dibujos animados o un power point.

Dios le dice a Jonás: ve a Nínive, que allí las cosas van de mal en peor, la corrupción es enorme. El pobre Jonás no estaba para muchas filosofías y encíclicas; estaba cansado, más bien harto, de aquella postmodernidad que le tocaba vivir.

Nínive era una ciudad próspera, muy populosa, pero lamentablemente su situación humana y espiritual era peor que mala. Tal vez como nuestra postmodernidad, aunque en estos momentos estemos atrapados por la pandemia.

         Jonás quiere que le dejen de líos y se le antoja irse de vacaciones, a un crucero. Jonás se embarca en una nave y, aunque espera que el viaje transcurra como si fuese el mejor trasatlántico del mundo, sin embargo el barco de Jonás es zarandeado por el temporal y la cosa se pone mal hasta el punto de que los tripulantes le echan la culpa de la tempestad y arrojan a Jonás por la borda al mar.

         Entonces es cuando aparece la ballena (que es el mismo símbolo del arca de Noé y la barca de la iglesia), que se traga y salva así a Jonás. La ballena devuelve a Jonás a tierra firme.

Dios le llama y le dice por segunda vez a Jonás, sano y salvo: Haz el favor de ir a Nínive y proclama el mensaje de vida que yo te diré.

         Dios no deja nunca de su mano a nadie. Dios no abandona nunca la nave. Jonás se lo pensó, pero fue a Nínive, rezongando y a disgusto, y allí proclamó el mensaje de salvación.

         Y Nínive -los ninivitas- cambiaron de vida. Dios perdona siempre (Jonás 3,10). (Conversión).

Un apéndice poco -nada- cristiano

Un detalle curioso es que Jonás se enfada porque Dios ha perdonado a Nínive, a los ninivitas. Jonás dice: después de esto, que has hecho con Nínive (perdonarles), mejor morirse a seguir viviendo. (Jonás 4,3.8). Y Jonás se dijo a sí mismo: “que paren el mundo, que me bajo”, y se fue al “monte” con una tienda de campaña, se puso a la sombra de un ricino y a vivir. Pero hasta el ricino (el árbol) se le secó y Jonás se enfada hasta con aquel árbol al que un gusano había dañado

Dios le dice: ¿te enfadas ya hasta con los árboles? (Jonás 4,9).

Sí, me parece bien enfardarme hasta la muerte, responde Jonás.

Y Dios termina como lo que es, como un buen padre y un Dios, con un gran sentido común: ¿por qué no voy a tener compasión de Nínive en la que hay más de 120.000 personas que aún no distinguen entre el bien y el mal?

         La postura de Jonás es la de muchos católicos: ¿cómo va a recibir la misma recompensa ese o esa que han vivido “perdidamente” que yo, que me he privado o he sido austero, he vivido en ayunos, penitencias, con cilicios y entre liturgias. ¿Por qué esos perdidos van a recibir la misma recompensa, que yo, etc.?

         ¡Mucho cambiarían las cosas en la Iglesia, y fuera de ella, si en vez del “ordeno y mando”, viviéramos en bondad y misericordia, comprensión y libertad!

Jonás era un buen católico.

         Dios era ya un espléndido “cristiano”.

02.- De Jonás a Jesús.

         Jesús anuncia también la salvación, la vida, “el Reino de los cielos está cerca”. Y nos llama, como a los ninivitas, a creer en Él y a convertirnos. (La iniciativa salvífica siempre es de Dios).

         Conversión (metanoia) significa transformación personal, cambio de mentalidad. [1] Pero para que se dé un cambio tan profundo en mi ser, he de ver algo muy valioso que me llama con fuerza, algo que merece la pena, capaz de cambiar y mejorar mi persona, mi vida y la de mi iglesia, familia, la vida de mis conciudadanos.

         Se podría decir que la conversión “no la realizo yo”, sino que algo o Alguien me llama irresistiblemente.

         Muchas de las cosas y palabras que se barajan y presentamos en la iglesia no tienen el más mínimo interés, ni la más mínima fuerza y valor como para cambiar la vida de una persona.

         Solo el amor es digno de la fe, decía von Balthasar.

         Una iglesia que no sirve (servicio) no sirve para nada escribía, (Gaillot).

         Uno se convierte, dirige su mirada solamente al amor, a la bondad, al servicio, a la ayuda. Valores que el entramado eclesiástico actual son muy poco tenidos en cuenta. El Derecho canónico, la ley, los ritos litúrgicos convierten poco, más bien nada. Son poco más que el Código de tráfico. Una Iglesia que sirve a los pobres, pecadores, enfermos, encarcelados, adictos, que trabaja por la paz, es creíble, lo demás es papel mojado…

         Jesús trataba y comía con pecadores y publicanos, daba de comer, curaba enfermos, defendía a la mujer, sentía lástima de las gentes porque andaban como ovejas sin pastor. A Jesús nunca se le ve presidiendo una liturgia o un acto religioso en el Templo…

         Es ya clásica la afirmación del filósofo alemán M. Heidegger (1889-1976): solamente Dios puede salvarnos. Solamente el buen Dios de Jesús puede salvarnos.

03.- Conversión en la debilidad humana.

         Tal vez, por nuestra tradición tridentina frente al protestantismo naciente, en la que afirmamos nuestros méritos, pensamos que la conversión la realizamos nosotros con nuestra fuerza y nuestras capacidades.

         Nos parece que la conversión es un acto potente que yo realizo en unos Ejercicios espirituales o en un retiro, cuando en realidad el comienzo de la conversión está precisamente en nuestra incapacidad, en nuestra debilidad física, moral, espiritual, psíquica.

         El hijo pródigo recapacita cuando se ve hundido en la miseria. Seguro que al hijo perdido le vendrían a la mente unos cuantos retazos de los salmos, de la vida: Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del abismo, caí en tristeza y angustia. Invoqué el nombre del Señor: «Señor, salva mi vida», (salmo 114). Dios mío, ¡qué desgraciado soy!, (salmo 115). En estos momentos no soy nada, no tengo nada, ni fuerzas para pedirte perdón (Daniel 3). Espera en el Señor, ten ánimo, sé valiente, (salmo 26). Estando yo sin fuerzas, me salvó.

         La conversión en muchas ocasiones es únicamente ponerse como el publicano de la parábola y decir sin palabras: “Señor, ¡ten paciencia conmigo!”.

         La conversión la realiza Dios en nosotros, el Dios de Jesús, el Dios perdonador de Nínive y de San Sebastián.

Creed en la Buena nueva de Jesús

[1] Meta: más allá; nous conocimiento, mentalidad. En castellano hay algunas palabras que llevan esta componente: dia – nóus (diagnóstico), pro – nous (pronóstico).

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Los llamó y se marcharon con él.

Domingo, 21 de enero de 2024
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IMG_2492Desde el concilio Vat.II se ha dicho continuamente que la vida cristiana consiste en el seguimiento de Jesús. Ser cristiano es ser seguidor y seguidora de Jesús de Nazaret.

El evangelio que hemos leído hoy lo dice explícitamente: “Los llamó y se marcharon con él”. Dejaron todo: casa, trabajo, familia, negocio y se fueron con Jesús. Algo así solamente es posible si uno no cae bajo el hechizo de la persona de Jesús, si uno se enamora de él. De lo contrario, la fe puede ser una creencia, pero no un seguimiento.

El seguimiento de Jesús tiene dos dimensiones, una dimensión que podríamos llamar mística y otra situacional. La dimensión mística es la oración, la Palabra, los sacramentos, la Iglesia, etc. En esos lugares miramos el rostro de Jesús para quedar “colgados” de él. Y luego está el componente situacional: acoger el dolor del otro, colaborar a que brote la paz, construir la buena relación, la ciudadanía. Las dos dimensiones han de estar siempre presentes y lo más equilibradas que posible.

¿Podremos nosotros, cristianos de a pie, llamarnos y ser seguidores de Jesús? Podemos, siempre que mejoremos nuestra vida cristiana. ¿Cómo?

· Asumiendo los criterios de Jesús: Tales como: se puede estar contento sirviendo, no hay amor más grande que amar al otro, nadie tiene que reclamar nada al Dios que le da todo, perdonar es imprescindible, etc. Estos criterios tienen que cambiar nuestra manera de pensar. Seguir a Jesús siendo los mismos es un autoengaño.

· Viviendo sus actitudes: Tales como: echarse a los hombros el dolor ajeno, hacerse encontradizo de quien anda perdido, saber que toda persona es digna aunque sea un pecador, no temer mezclarse con quien lleva una estigma social. Si no descubriéramos alguna de estas actitudes en nuestro comportamiento diario estaríamos aún lejos de ser seguidores.

· Copiando sus sentimientos: Tales como: el Padre nunca nos deja solos, hay más gozo en dar que en recibir, Dios es bueno siempre con sus criaturas, el Padre cuida a justos e injustos. Si no percibimos que alguno de estos sentimientos aflora en nuestra vida, es que aún nos falta un tramo para ser seguidoras y seguidores.

Hemos de repetirlo siempre que sea necesario: tener fe no es, principalmente, asumir una serie de ideas y de comportamientos morales, aunque esto sea importante. Mucho menos, agarrarse a unas prácticas religiosas, con frecuencia insignificantes (¡cuánto se han extrañado y hasta se han molestado algunos cuando hemos cambiado la ceniza por otros signos!). Tener fe es quedar cautivados por Jesús, considerar interesante para mí su manera de pensar, tratar de poner en pie sus actitudes, sentir como él sentía. Las ideas religiosas sin todo esto se quedan en meras ideas, peligrosamente vacías.

Es posible que todo esto parezca inconcreto. Ya dice el evangelio de Juan que las cosas de la espiritualidad son como el viento, que no lo ves pero oyes su ruido. Hay que pensar en esto muchas veces. Y, poco a poco, se irá haciendo la luz. Que no renunciemos a ser, de alguna manera, como aquellos que llamó y se marcharon con él.

Fidel Aizpurúa Donazar

21 de enero 2024

Fuente Fe Adulta

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¡Solo hay un camino que llega al pozo blanco…!

Jueves, 18 de enero de 2024
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Del blog de Alfonso J. Olaz El Rincón del Peregrino:

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¡Solo hay un camino que llega al pozo blanco…

Solo hay un camino cierto, sin sendas, ni atajos, ni sobresaltos de caminantes.

Donde las hermanas serpientes no atacan y solo alaban todo el día.

Donde los árboles huelen a brezo y azahar; limoneros, naranjos, nectarina.

Un lugar donde los pájaros no se cansan de volar, y alaban, alaban.

En el que El Cielo es azul, tan azul
como la sonrisa del hijo del hortelano

¡Un camino que conduce al pozo blanco…!

En el cual nadie se cansa al andar
Nadie es caminante, nadie, nadie, nadie.
Todos son peregrinos de la confianza, todos, todos.

Nadie se equivoca al llegar, nadie, nadie.
¡Y donde los que llegan descansan…!

Camino blanco y azul,

en la ruta hacia el Paraíso que llega al pozo blanco

El que se deja guiar llega al pozo blanco,

bebe de su agua y su sed cesa para siempre.

¡Descansa para siempre…!
De desbrozar y desandar infinidad de caminos
Y ya no soñará caminos pálidos,

sino que vivirá caminos de paz y bien.

Solo hay un camino que conduce al pozo blanco
Muchos se ponen en camino, muchos, muchos
Pero pocos, muy pocos, se dejan guiar.

Un lugar Donde el cielo es azul, muy azul, tan azul cómo Él.

Tan cercano está el cielo
¡Tan cercano está…!
Como la sonrisa de Jesús,
el hijo del hortelano que nos ha pedido

de nuestra agua para saciar su sed.

Hermano, Hermana “Dame de beber

*

Alfonso Olaz

31.12.2023

***

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Los primeros discípulos.

Lunes, 15 de enero de 2024
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Todo comenzó con un encuentro fortuito
un día cualquiera
a eso de las cuatro de la tarde,
una hora sin programaciones.

Tú pasaste cerca
y alguien les dijo quién eras;
ellos te siguieron sin decir nada,
e, intrigado, les preguntaste:
¿Qué buscáis?;
y te respondieron al estilo gallego:
¿Dónde vives, Rabbí?
Tú seguiste el diálogo diciéndoles:
Venid y lo veréis.
Y en un solo día se enamoraron de ti.

Así comenzó a tejerse el tapiz de tus sueños,
y el de ellos,
y el nuestro,
y el de otros que no sabemos…

Los primeros hilos fueron dos amigos y vecinos
que compartían inquietudes y maestro,
Andrés y Juan Zebedeo;
después, el hermano de uno de ellos, Simón Pedro;
y a continuación, Felipe,
un vecino de todos conocido e inquieto,
que se lo contó a su amigo de siempre,
Natanael, que era recto y bueno
y un poco escéptico,
al cual tú ya le habías echado el ojo
viéndolo ocioso.

Así, con muchos hilos finos y gruesos,
y de colores muy diversos…
hasta llegar a nosotros.

Y gracias a este tejer, en red y gratis,
tu nombre y buena noticia resuenan todavía
en nuestro mundo e historia
como algo que merece la pena y da alegría.

Y nosotros
vamos aprendiendo a ser discípulos tuyos
en esta tierra, día a día, Señor.

*

Florentino Ulibarri
Fuente Fe Adulta

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“¡Vivir esta diversidad debería hacer que nos regocijemos!”

Lunes, 15 de enero de 2024
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IMG_2430“No hay que temer la diversidad de carismas en la Iglesia. ¡Más bien, vivir esta diversidad debería hacernos regocijarnos!”

Con estas palabras el Papa Francisco anunció su intención de oración para enero de 2024: “Por el don de la diversidad en la Iglesia”. Este mes, el Papa celebra que la Iglesia, desde los primeros cristianos hasta la actualidad, ha estado marcada tanto por la diversidad como por la unidad. El mensaje de Francisco se centra en la variedad ecuménica del cristianismo, pero sus ideas pueden aplicarse a todo tipo de diversidad eclesial, incluidas las identidades LGBTQ+.

El Papa Francisco también reconoce que siempre ha existido una tensión en la Iglesia entre diversidad y unidad. Su oración de enero para que entendamos la diversidad en la iglesia como un regalo llega en medio de un período de mayor tensión. La concesión de bendiciones por parte del Vaticano para parejas homosexuales ha perturbado a la iglesia desde hace semanas. Si bien muchas personas LGBTQ+ y aliados celebran la Fiducia Supplicans, la declaración que permite tales bendiciones, la reacción contra el documento y contra el Papa Francisco, ha sido fuerte y persistente. Los lectores de Bondings 2.0 sabrán que conferencias episcopales enteras rechazaron la declaración y prohibieron que las parejas queer fueran bendecidas, lo que llevó al Vaticano a aclarar que tales prohibiciones absolutas no estaban permitidas. Aún así, otros obispos acogieron con agrado la declaración e incluso prometieron bendecir personalmente a las parejas queer. El aluvión de estas declaraciones y comentarios continúa sin cesar.

Personalmente, sé que Fiducia Supplicans es un progreso que vale la pena celebrar. Las palabras del salmista en las lecturas litúrgicas de hoy resuenan debido a esto, con un ligero giro: “Esperé, esperé a [Dios], y [Dios] se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Y [Dios] puso en mi boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios”. Durante mucho tiempo, las personas LGBTQ+ hemos esperado que la iglesia reconozca nuestro amor. Dios estuvo con nosotros en esta espera. Es la iglesia institucional la que finalmente se agachó y escuchó. Y ahora, los católicos LGBTQ+ y sus aliados pueden cantar un nuevo himno de alabanza a Dios porque la Iglesia Católica institucional ha declarado formalmente que las relaciones entre personas del mismo género tienen algo de bueno.

En Fiducia Supplicans—y más aún en los movimientos pro-LGBTQ+ en Alemania, Flandes y otros lugares que lo generaron—veo la diversidad vivida que el Papa Francisco dice “¡debería hacernos regocijarnos!” Al exponer lo que significa “carisma” en la vida de la iglesia, el Papa dijo en 2014:

“¡La experiencia más hermosa, sin embargo,  es el descubrimiento de todos los diferentes carismas y de todos los dones de su Espíritu que el Padre derrama sobre su Iglesia! Esto no debe ser visto como motivo de confusión, de malestar: todos son dones que Dios da a la comunidad cristiana, para que crezca en armonía, en la fe y en su amor, como un solo cuerpo, el Cuerpo de Cristo. El mismo Espíritu que concede esta diversidad de carismas une a la Iglesia. Es siempre el mismo Espíritu. Ante esta multitud de carismas, nuestro corazón, por tanto, debe abrirse a la alegría y pensar: “¡Qué cosa más hermosa! Tantos dones diferentes, porque todos somos hijos de Dios, todos amados de manera única”. ¡Nunca estos regalos deben convertirse en motivo de envidia, o de división, de celos!

Sin embargo, a pesar de las exhortaciones del Papa a no permitir que la diversidad conduzca al miedo, los celos o la división, la reacción a la declaración de bendiciones ha demostrado que estas realidades existen a raudales. Hay tensiones inmensas, que algunos aventuran incluso amenazar la unidad de la Iglesia. Si bien me preocupa menos que esa posibilidad realmente suceda, estar en comunión con los católicos de todo el mundo es algo que aprecio. Vale la pena preservarlo, aunque tal vez no a costa de la justicia para los oprimidos, como a menudo se sugiere implícitamente.

¿Cómo planeo vivir una oración por el don de la diversidad en la iglesia? Imitar a Jesús, como suele ser cierto, es un buen punto de partida. En la lectura del Evangelio de hoy, cuando los futuros apóstoles Andrés y Pedro le preguntaron dónde se alojaba, Jesús responde: “Ven y verás”. Luego el Evangelio nos cuenta que los apóstoles y Jesús fueron a su alojamiento y permanecieron juntos durante el día. Del mismo modo, a las personas que no afirman y critican las identidades y el amor LGBTQ+, deberíamos, si es seguro y podemos, ofrecerles la invitación: “Ven y verás”. Y deberíamos sentarnos juntos un rato.

Afortunadamente, la iglesia está bien situada para estos encuentros gracias al Sínodo sobre la Sinodalidad, ahora en su último año. En los próximos meses, los defensores católicos LGBTQ+ deben centrarse en mostrar a nuestros correligionarios vacilantes e incluso resistentes que no hay nada que temer de una diversidad de identidades sexuales y de género, que esta diversidad es algo de lo que todos podemos y debemos regocijarnos.

El movimiento LGBTQ+ ha tenido éxito en gran parte gracias a estos encuentros personales. El eslogan inicial “¡Gay es bueno!” no fue simplemente un argumento retórico. Ha sido más poderoso cuando una persona que alguien conoce y ama sale del armario y puede ser testigo de primera mano de que ser gay es bueno. Se espera que bendecir abiertamente a las parejas queer permita que más católicos comprendan que su amor es bueno y, en términos más generales, que ser LGBTQ+ es un regalo de Dios y vale la pena celebrarlo.

En el último año del Sínodo sobre la Sinodalidad, renovemos nuestros esfuerzos para acercarnos, invitar y sentarnos con todos y cada uno, especialmente aquellos con quienes no estamos de acuerdo, para que cuando el Sínodo concluya, toda la iglesia pueda cantar junta un nuevo himno de alabanza a Dios por el glorioso don de la diversidad que nos ha sido dado.

IMG_2431Únase al New Ways Ministry para un seminario web sobre el Sínodo y las personas LGBTQ+ en 2024 con las delegadas del Sínodo Julia Oseka y la Dra. Cynthia Bailey Manns. El seminario web se llevará a cabo el martes 30 de enero de 2024 de 7:30 a 8:45 p. m. Hora del este de EE. UU. Para obtener más información y registrarse, haga clic aquí.

—Robert Shine (él/él), New WaysMinistry, 14 de enero de 2024

Fuente New Ways Ministry

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Éste es el Cordero de Dios.

Domingo, 14 de enero de 2024
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El Cordero

Oh Corderillo, ¿quién te ha hecho?
¿Aún no sabes quién te ha hecho?
Te ha dado vida y alimento
junto al arrollo y sobre el prado;
te ha dado ropas deliciosas,
suavísima lana brillante;
y te ha dado una voz tan tierna
que el valle todo se alboroza.
Oh Corderillo, ¿quién te ha hecho?
¿Aún no sabes quién te ha hecho?

Oh Cordero, yo he de decirlo,
Oh Cordero, yo he de decirlo:
se llama por tu mismo nombre,
pues que Cordero a sí se llama:
es apacible y bondadoso,
de un niño tuvo la apariencia:
a nosotros, niño y cordero,
por su nombre nos llaman todos.
Cordero que Dios te bendiga.
Cordero que Dios te bendiga.

*

William Blake
The Lamb

*

Agnus

*

Hambre de ti

«Amor de Ti nos quema,
blanco Cuerpo».
Unamuno

Hambre de Ti nos quema, Muerto vivo,
Cordero degollado en pie de Pascua.

Sin alas y sin áloes testigos,
somos llamados a palpar tus llagas.

En todos los recodos del camino
nos sobrarán Tus pies para besarlas.

Tantos sepulcros por doquier, vacíos
de compasión, sellados de amenazas.
Callados, a su entrada, los amigos,
con miedo del poder o de la nada.

Pero nos quema aun tu hambre, Cristo,
y en Ti podremos encender el alba.

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la espera.
Editorial Sal Terrae, Santander 1986

***

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice:

-“Éste es el Cordero de Dios.”

Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta:

“¿Qué buscáis?”

Ellos le contestaron:

-“Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?”

Él les dijo:

-“Venid y lo veréis.

Entonces fueron, y vivieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice:

-“Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).”

Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo:

“Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).”

*

Juan 1,35-42

***

Señor Jesús, te miro, y mis ojos están fijos en tus ojos. Tus ojos penetran el misterio eterno de lo divino y ven la gloria de Dios. Y son los mismos ojos que vieron Simón, Andrés, Natanael y Leví […]. Tus ojos, Señor, ven con una sola mirada el inagotable amor de Dios y la angustia, aparentemente sin fin, de los que han perdido la fe en este amor y son «como ovejas sin pastor».

Cuando miro en tus ojos me espantan, porque penetran como lenguas de fuego en lo más íntimo de mi ser, aunque también me consuelan, porque esas llamas son purificadoras y sanadoras. Tus ojos son muy severos, pero también muy amorosos; desenmascaran, pero protegen; penetran, pero acarician; son muy profundos, pero también muy íntimos; muy distantes, pero también invitadores.

Me voy dando cuenta poco a poco de que, más que «ver», deseo «ser visto»: ser visto por ti. Deseo permanecer solícito bajo tu morada y crecer fuerte y suave a tu vista. Señor, hazme ver lo que tú ves -el amor de Dios y el sufrimiento de la gente-, a fin de que mis ojos se vuelvan cada vez más como los tuyos, ojos que puedan sanar los corazones heridos.

*

H. J. M. Nouwen,
In cammino verso l’alba di un giorno nuovo,
Brescia 1997, pp. 88ss.

***

*

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“Seguir a Jesús”. 2 Tiempo ordinario – B (Juan 1,35-42)

Domingo, 14 de enero de 2024
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11_2-TO_B_1429673Dos discípulos, orientados por el Bautista, se ponen a seguir a Jesús. Durante un cierto tiempo caminan tras él en silencio. No ha habido todavía un verdadero contacto. De pronto, Jesús se vuelve y les hace una pregunta decisiva: «¿Qué buscáis?», ¿qué esperáis de mí?

Ellos le responden con otra pregunta: Rabí, «¿dónde vives?», ¿cuál es el secreto de tu vida?, ¿desde dónde vives tú?, ¿qué es para ti vivir? Jesús les contesta: «Venid y lo veréis». Haced vosotros mismos la experiencia. No busquéis otra información. Venid a convivir conmigo. Descubriréis quién soy y cómo puedo transformar vuestra vida.

Este pequeño diálogo puede arrojar más luz sobre lo esencial de la fe cristiana que muchas palabras complicadas. En definitiva, ¿qué es lo decisivo para ser cristiano?

En primer lugar, buscar. Cuando uno no busca nada en la vida y se conforma con «ir tirando» o ser «un vividor», no es posible encontrarse con Jesús. La mejor manera de no entender nada sobre la fe cristiana es no tener interés por vivir de manera acertada.

Lo importante no es buscar algo, sino buscar a alguien. No descartemos nada. Si un día sentimos que la persona de Jesús nos «toca», es el momento de dejarnos alcanzar por él, sin resistencias ni reservas. Hay que olvidar convicciones y dudas, doctrinas y esquemas. No se nos pide que seamos más religiosos ni más piadosos. Solo que le sigamos.

No se trata de conocer cosas sobre Jesús, sino de sintonizar con él, interiorizar sus actitudes fundamentales y experimentar que su persona nos hace bien, reaviva nuestro espíritu y nos infunde fuerza y esperanza para vivir. Cuando esto se produce, uno se empieza a dar cuenta de lo poco que creía en él, lo mal que había entendido casi todo.

Pero lo decisivo para ser cristiano es tratar de vivir como vivía él, aunque sea de manera pobre y sencilla. Creer en lo que él creyó, dar importancia a lo que se la daba él, interesarse por lo que él se interesó. Mirar la vida como la miraba él, tratar a las personas como él las trataba: escuchar, acoger y acompañar como lo hacía él. Confiar en Dios como él confiaba, orar como oraba él, contagiar esperanza como la contagiaba él. ¿Qué se siente cuando uno trata de vivir así? ¿No es esto aprender a vivir?

José Antonio Pagola

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“Vieron dónde vivía y se quedaron con él”. Domingo 14 de enero de 2023. 2º domingo de tiempo ordinario

Domingo, 14 de enero de 2024
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11-ordinario (B) cerezoLeído en Koinonia:

1Samuel 3,3b-10.19: Habla Señor, que tu siervo escucha.
Salmo responsorial: 39. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
1Corintios 6,13c-15a.17-20: Vuestros cuerpos son miembros de Cristo.
Juan 1,35-42: Vieron dónde vivía y se quedaron con él

La primera y la tercera lecturas se complementan presentándonos el tema de «la vocación»: la vocación del pequeño Samuel en la primera, y la vocación o el llamado de Jesús a sus primeros discípulos.

El libro de Samuel nos presenta la infancia del joven Samuel en el templo al cual fue consagrado por su madre en virtud de una promesa. El niño duerme, pero una voz lo llama. Creyendo que es la voz de su maestro Elí, con ingenua obediencia se levanta el niño tres veces en la noche acudiendo a su llamado. Samuel no conoce aún a Yahvé, pero sabe de la constancia en la obediencia, y sabe acudir al llamado, una vez más, aun cuando en las primeras ocasiones le parecía haberse despertado en vano. Elí comprendió que era Yahvé quien llamaba al niño y le enseñó entonces a crear la actitud de escucha: “Habla señor, que tu siervo escucha”.

La vida actual está llena de ruido, palabras que van y vienen, mensajes que se cruzan y con frecuencia los seres humanos perdemos la capacidad del silencio, la capacidad de escuchar en nuestra interioridad la voz de Dios que nos habita. Dios puede continuar siendo aquel desconocido de quien hablamos o a quien afirmamos, creer pero con quien pocas veces nos encontramos en la intimidad del corazón, para escuchar contemplativamente.

Este texto sobre Samuel niño se ha aplicado muchas veces al tema de la “vocación”, palabra que, obviamente, significa “llamado”. Toda persona, en el proceso de su maduración, llega un día –una noche- a percibir la seducción de unos valores que le llaman, que con una voz imprecisa al principio, le invitan a salir de sí y a consagrar su vida a una gran Causa. Esas voces vagas en la noche, difícilmente reconocibles, provienen con frecuencia de la fuente honda que será capaz más tarde de absorber y centrar toda nuestra vida. No hay mayor don en la vida que haber encontrado la vocación, que es tanto como haberse encontrado a sí mismo, haber encontrado la razón de la propia vida, el amor de la vida. No hay mayor infortunio que no encontrar la razón de la vida, no encontrar la Causa con la que uno vibra, la Causa por la que vivir (que siempre es, a la vez, una causa por la que incluso merece la pena morir).

Pablo, en su carta a los corintios, nos recuerda que el cuerpo es templo, y que toda nuestra vida está llamada a unirse a Cristo, por lo que es necesario discernir en todo momento, qué nos aleja y qué nos acerca al plan de Dios. Por que la relación con Dios, no hace referencia solamente a nuestra experiencia espiritual sino a toda la vida: el trabajo, las relaciones humanas, la política, el cuidado del cuerpo, la sexualidad… En todo momento en cualquier situación debemos preguntarnos si estamos actuando en unidad con Dios y en fidelidad a su plan de amor para con todo el mundo.

En el evangelio de hoy, Juan nos relata en encuentro de Jesús con los primeros discípulos que elige. Es un texto del evangelio, obviamente simbólico, no un relato periodístico o una “crónica” de aquellos encuentros. Todavía, algunos de los símbolos que contiene no sabemos interpretarlos: ¿qué quiso Juan aludir, al especificarnos que… “serían las cuatro de la tarde”? Hemos perdido el rastro de lo que pudo tener de especial aquella hora concreta como para que Juan la detalle.

Dos discípulos de Juan escuchan a su maestro expresarse sobre Jesús como el “cordero de Dios”, y sin preguntas ni vacilaciones, con la misma ingenuidad que el joven Samuel que hemos contemplado en la primera lectura, «siguen» a Jesús, es decir, se disponen a ser sus discípulos, lo que conllevará un cambio importante para sus vidas. El diálogo que se entabla entre ellos y Jesús es corto pero lleno de significado: “¿Qué buscan?”, “¿Maestro donde vives?”, ”Vengan y lo verán”. Estos buscadores desean entrar en la vida del Maestro, estar con él, formar parte de su grupo de vida. Y Jesús no se protege guardando las distancias, sino que los acoge sin trabas y los invita nada menos que a venir a su morada y quedarse con él.

Este gesto simbólico se ha comentado siempre como una de las condiciones de la evangelización: no basta dar palabras, son precisos también los hechos; no sólo teorías, sino también vivencias; no «hablar de» la buena noticia, sino mostrar cómo la vive uno mismo, en su propia carne estremecida de gozo. O sea: una evangelización completa debe incluir una visión teórica, pero sobre todo tiene que ser un testimonio. El evangelizador no es un profesor que da una lección, sino un testigo que ofrece su propio testimonio personal. El impacto del testimonio de vida del maestro, conmueve, transforma, convence a los discípulos, que se convierten en testigos mensajeros.

Seguir a Jesús, caminar con él, no puede hacerse sino por haber tenido una experiencia de encuentro con él. Las teorías habladas –incluidas las teologías–, por sí solas, no sirven. Nuestro corazón –y el de los demás– sólo se conmueve ante las teorías vividas, por la vivencia y el testimonio personal.

En la vida real el tema de la vocación no es tan fácil ni tan claro como lo solemos plantear. La mayor parte de las personas no pueden plantearse la pregunta por su vocación, no pueden «elegir su vida», sino que han de aceptar lo que la vida les presenta, y no pocas tienen que esforzarse mucho para sobrevivir apenas. El llamado de Dios es, ahí, el llamado de la vida, el misterio de la lucha por la sobrevivencia y por conseguirla del modo más humano posible. Este llamado, la «vocación» vivida en estas difíciles circunstancias de la vida, son también un verdadero llamado de Dios, que debemos valorar en toda su dignidad. Leer más…

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14.1.24. Dom 2 TO. La iglesia nació de disputas entre Juan, Jesús y Pedro (Jn 1, 35-45)

Domingo, 14 de enero de 2024
Comentarios desactivados en 14.1.24. Dom 2 TO. La iglesia nació de disputas entre Juan, Jesús y Pedro (Jn 1, 35-45)

IMG_2373Del blog de Xabier Pikaza:

Por doquier se habla actualmente de disputas de iglesia. (a) Entre el Papa y cardenales/obispos. (b) Entre grupos de poder iglesia: unos más tradicionales, otros que se llaman progresistas.

El hecho que haya discusiones y disputas es bueno. Si no las hubiera, la iglesia estaría muerta.

Juan, Jesús y Pedro fueron duros disputadores: Jesús se aprovechó de los discípulos de Juan (se supone que para bien). Pedro quiso aprovecharse de Jesús e incluso contribuyó a su muerte (pero se duce que fue para bien, pues hubo resurrección). Lo malo no es discutir, sino discutir para la muerte, sin resurrección

Texto inicial

Estando Juan Bautista con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Este es el Cordero de Dios». Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?». Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?». Él les dijo: «Venid y veréis».

Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; era como la hora décima. Andrés, hermano de Simón Pedro, que era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús, encontró primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)». Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce: Pedro)» (Jn 1, 35-45).

    Este pasaje se centra en tres personajes centrales: Juan Bautista, Jesús llamado el Mesías, y Simón llamado Pedro. Como amigos les presenta la tradición, pero como amigos discutidores. Aquí me fijaré en dos disputas: La de Juan y sus discípulo con Jesús; la de Jesús con Pedro y sus compañeros.

 PRIMERA DISPUTA: JESÚS DISCUTIÓ CON JUAN; LE QUITÓ SE DISCÍPULOS, PERO PARECE QUE FUE PARA BIEN

Jesús tuvo un maestro llamado Juan, a quien le pusieron el sobrenombre de Bautista porque ratificaba su mensaje con un rito de inmersión en el Jordán) como signo de paso a la tierra prometida y de preparación (purificación) para el juicio de Dios. Juan era profeta de frontera, desde el otro lado de la tierra prometida, introduciendo a sus seguidores en el agua del juicio, que sólo Dios puede “dividir”, para que, liberados de sus males pudieran entrar en la tierra santa, recreando el signo de Josué (apertura de las aguas, el paso del río), Dios decida y el pueblo se encuentre preparado para entrar en la tierra prometida (Jos 5).

Juan anuncia y prepara así la llegada del juicio de Dios, simbolizada por el gesto del bautismo, de manera que la tradición le llama Baptistés (=bautizador, bautista). No dice a los penitentes que se bauticen, sino que les bautiza él mismo, mostrando así su autoridad, como enviado de Dios, profeta del fin de los tiempos.

Las señales del juicio de Juan eran hacha, fuego y huracán. Su rito de bautismo retomaba imágenes de dura destrucción, que expresan el fin del mundo viejo para superar así el caos presente, como como si el mundo entero, y en especial la humanidad, debiera renacer, liberándose del abismo de muerte que le amenazaba (Mt 3, 11-12 par), de forma que el hacha-fuego-huracán pudieran convertirse en signo de presencia del Más fuerte ( entendido como Poder superior, a cuya luz quiere ponernos Juan Bautista, superando así la maldición de muerte que destruye a los hombres.

  Junto al Jordán creó Juan una comunidad de penitentes bautistas esperando el signo de Dios, a fin de pasar el río e iniciar una nueva vida en la tierra prometida. Jesús aceptó el mensaje de Juan Bautista, y esperó su signo para cruzar el río y entrar en la tierra prometida. Pero, según el evangelio, el signo esperado, no se cumplió en forma de juicio en el río (señal de Josué), sino como iluminación más honda de Jesús, a quien el mismo Dios infundió su Espíritu, a través de un bautismo superior. No sabemos si Juan y Jesús se conocían. Lc 1 supone que eran primos, pero ese parentesco parece más teológico que físico y sirve para trazar una conexión entre sus proyectos eclesiales, pero Jesús debía haber oído hablar de Juan, pues vino a formar parte de su grupo.

Por un tiempo, Jesús compartió el camino de Juan, pero después tuvo una experiencia distinta de Dios y empezó a proclamar un mensaje de Reino. No podía seguir esperando, sino que quiso comprometerse de un modo personal, poniendo su vida al servicio del Reino de Dios para impedir que la destrucción de Satán y Mammón se impusiera sobre el mundo [1].

Era ya un hombre maduro. Lc 3, 23 dice que tenía unos treinta años, edad avanzada en aquel tiempo. Había recorrido probablemente muchos caminos, pero éste era ya el definitivo.

Jesús fue por un tiempo discípulo de Juan, pero tuvo una “inspiración” especial y buscó entre sus colegas/compañeros, discípulos de Juan a varios especiales, para separarse de Juan y crean un camino propio. Entre esos compañeros, a los que Jesús llamó para que le siguieran a él, dejando a Juan está Simón Pedro, como indica el texto citado de Juan.

            Ciertos detalles de ese texto pueden ser creación del evangelista, pero  su fondo es histórico. (a) Jesús y algunos de sus seguidores habían sido previamente discípulos de Juan Bautista. (b) El movimiento de Jesús nació como una escisión del movimiento del bautista. (c) Parece que se trató de una escisión pacífica, aunque pudo haber entre los dos grupos ciertas disensiones. La mayoría de los historiadores y exegetas suponen que el bautismo en el Jordán marcó la “historia de la vida” de Jesús trazando una ruptura respecto a lo anterior y permitiendo que asumiera hasta el final (y superara) el juicio del Bautista, definiendo su opción profética y mesiánica al servicio del Reino de Dios.

El Cuarto Evangelio supone que, durante algún tiempo, Jesús fue discípulo, colega y cooperador de Juan Bautista, no sólo compartiendo su misión (iglesia), sino creando un grupo propio de discípulos…tomándonos (¿robándolos) de Juan, de manera que pudo haber competencia entre discípulos del grupo de Juan y el de Jesús:

Después de esto, Jesús fue con sus discípulos al país de Judea; y allí permanecía con ellos y bautizaba. Juan también estaba bautizando en Ainón, cerca de Salim, porque había allí mucha agua, y la gente acudía y se bautizaba. Pues todavía Juan no había sido encarcelado. Se suscitó una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación… (Jn 3, 22-25).

 Según este pasaje, Jesús creó su escuela/iglesia de “bautistas” a cierta distancia del grupo de Juan, quizá mmás al sur (en la orilla judía del río), después de haber sido bautizado por él, para ampliar y universalizar su experiencia de conversión, anunciando y adelantando el juicio de Dios. De esa forma se sitúan ambos: Juan al otro lado del río, sin entrar en la tierra de Israel; Jesús en la tierra prometida, en la zona de Judea. Según eso, los primeros seguidores de Jesús habían sido seguidores de Bautista (Jn 1, 19-51)[2].

 En este contexto, Jn 3, 25-30 habla de una discusión entre discípulos de Juan y un “judío”, que podría ser el mismo Jesús, según algunos manuscritos (cf. NT Graece, DB, Stuttgart 1993, 254). Eran disensiones normales. Si Jesús no se hubiera diferenciado del Bautista no habría creado su propio movimiento.

Dejando a un lado esa relación y el enfrentamiento entre discípulos de uno y otro, Marcos supone que Jesús no fue discípulo del Bautista, sino que vino a buscarle sólo de pasada, para dejarse bautizar por él (Mc 1, 9-11), marchando después, inmediatamente, tras una intensa experiencia de Dios (cf. Mc 1, 12-14). En contra de eso, el cuarto evangelio (Jn 1, 29-51; 3,22-30 y 4, 1-2) afirma que Jesús estuvo vinculado por un tiempo a la misión de Juan y que sólo después de un tiempo dejó a Juan, y no se fue solo él, sino con un grupo de discípulos de Juan, iniciando su propia misión de reino

Cuando supo que los fariseos habían oído que hacía más discípulos que Juan y que bautizaba [aunque él no bautizaba, sino que lo hacían sus discípulos], Jesús dejó Judea y fue de nuevo a Galilea (Jn 4, 1-2).

  Jesús no estuvo de paso con Juan Bautista, sino que formó parte de su escuela, recibió su bautismo y empezó realizando tras él (con ciertas novedades, al otro lado del río (quizá cerca de Jericó, por la zona de los vados bajos, por donde Josué había pasado a la tierra prometida) una misión y tarea distinta (de anuncio de Reino, no de bautismo). Según eso, antes de iniciar su misión propia, viniendo a Galilea, Jesús había descubierto y “madurado” su doctrina, primero bajo Juan, al otro lado del río, y después e la tierra prometida, en la zona baja de Judea.

En un principio, Jesús pudo pensar que había llegado el momento de subir directamente desde la zona de Jericó a Jerusalén, para anunciar ya directamente la llegada del reino de Dios, situando en ese contexto la tentaciones o pruebas (cf. Mc 1, 13; Mt 4; Lc 4), que la tradición posterior ha situado en esa zona. En ese contexto, Jesús pudo pensar (descubrir) que no era todavía el momento de subir a Jerusalén, que quedaban pendientes muchos temas de dinero/pan, de poder y de sacralidad.

Lo cierto es que, según la tradición, tras un tiempo, Jesús dejó la zona del bajo Jordán, en el entorno de Jericó (del paso de Josué y del ejército de Israel en la tierra prometida) y decidió volver a Galilea, su tierra, para iniciar allí su misión de Reino con algunos discípulos que él “tomó” de la escuela de Juan

SEGUNDA DISPUTA. PEDRO DISCUTIÓ CON JESÚS, PARA MAL (PERO CON HUBO RESURRCCIÒN)

      No era galileo puro, sino itureo de Betsaida, ciudad muy helenizada, del Bajo Golán que el rey Filipo había engrandecido, como “polis” helenista, segunda capital de su reino (la primera era Cesárea de Felipe), dándole además administración y nombre griego (Julia), en honor de una hija de Augusto.

Primera vocación, el Río Jordán(Jn 1, 36-42). El evangelio de Juan empieza presentando a Simón y Andrés, su hermano, como discípulos del Bautista en el Jordán. Eso supone que habían dejado la pesca (al menos por un tiempo) y se habían «liberado» para las tareas y esperanzas de la culminación escatológica de Israel, al lado del Bautista, lo mismo que Jesús, de manera que los dos (Simón y Jesús) habrían empezado siendo compañeros, discípulos “penitentes” de un mismo maestro, Juan Bautista. Su vocación y camino empezó siendo un camino de conversión para perdón de los pecados; ambos eran en un sentido “colegas”.

      Según eso, cuando Jesús recibió una vocación especial de Mesías e Hijo de Dios (Mc 1, 9-11) y quiso llamar para acompañarle a unos discípulos/compañeros, empezando por Andrés y, en especial por Simón de Betsaida, éstos no eran simples pescadores, sino hombres comprometidos en la tarea de Dios, bautistas penitente, voluntario al servicio de la transformación de Israel. Jesús se fijó en y especialmente en Simòn porque le quería (necesitaba) para la tarea de su reino y le prometió que sería Cefas/Petros, piedra/roca del nuevo edificio la iglesia mesiánica, hombre quizá problemático (como seguiré indicando), pero adecuado para liderar su movimiento de transformación mesiánica.

      Así comienza el camino de Simón/Pedro, junto al río de la conversión, un itinerario de compromiso mesiánico, desde el Jordán a los confines de la tierra (conforme a la misión final de Mt 28, 16-20). Siendo pescador de frontera (entre Betsaida y Cafarnaúm), Simón había querido dedicarse a las tareas de Dios, centrándose en la preparación del juicio (simbolizado por el hacha, huracán y el fuego: cf. Mt 3, 11-12).

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Primer profeta y primeros discípulos. 2º domingo. Ciclo B

Domingo, 14 de enero de 2024
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seguimiento-de-jesusDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo pasado leímos el relato del bautismo en el evangelio de Marcos. Si hubiéramos seguido leyendo este evangelio, hoy deberíamos leer las tentaciones de Jesús. Pero se reservan para el principio de la Cuaresma, y, en un prodigio de zapping litúrgico, cambiamos de evangelio y leemos este domingo un texto de Juan sobre la vocación de los primeros discípulos. Para ambientar este episodio, y con fuerte contraste, la primera lectura cuenta la vocación de Samuel.

La vocación de un profeta (1 Samuel 3,3b-10.19)

 En aquellos días, Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó a Samuel. Este respondió:

̶  Aquí estoy.

Corrió adonde estaba Elí y dijo:

̶  Aquí estoy, porque me has llamado.

Respondió Elí:

̶  No te he llamado; vuelve a acostarte.» 

 Fue y se acostó. El Señor volvió a llamar a Samuel.  Se levantó Samuel, fue adonde estaba Elí y dijo: 

̶  Aquí estoy, porque me has llamado. 

Respondió Elí:

̶  No te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte.

Samuel no conocía aún al Señor, ni se le había manifestado todavía la palabra del Señor. 

El Señor llamó a Samuel por tercera vez. Se levantó, fue adonde estaba Elí y dijo:

̶  Aquí estoy, porque me has llamado.

Comprendió entonces Elí que era el Señor el que llamaba al joven, y dijo a Samuel:  

̶  Ve a acostarte. Y si te llama de nuevo, di: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”

 Samuel fue a acostarse en su sitio. El Señor se presentó y le llamó como las veces anteriores:

̶  ¡Samuel, Samuel!

Respondió Samuel:

̶  Habla, que tu siervo escucha.

Samuel creció. El Señor estaba con él, y no dejó que se frustrara ninguna de sus palabras.

El autor utiliza el frecuente recurso de plantear un problema (el Señor llama a Samuel sin que éste sepa quién lo llama), con dos intentos fallidos por parte del niño (dos veces acude a Elí) y la solución en un tercer momento («Habla, Señor, que tu siervo escucha»).

De los datos que ofrece el texto, el más interesante es la explicación de por qué Samuel confunde a Yahvé con Elí. «Samuel no conocía todavía al Señor». ¿Cómo es esto posible? Su madre lo dejó en el templo cuando era todavía un niño, vive con la familia del sumo sacerdote, ha debido de oír hablar de Yahvé infinidad de veces, escuchar su nombre en cantos y salmos. Samuel debía de tener una buena formación catequética. A pesar de todo, «no conocía todavía al Señor, no se le había revelado la palabra del Señor». Una cosa es conocer a Dios de oídas, por oraciones y lecciones mejor aprendidas, y otra muy distinta ese contacto profundo con él a través de su palabra.

Cabe el peligro de centrarse en la figura de Samuel y pasar por alto lo mucho que dice el texto a propósito de Dios. Ante todo, no comunica su voluntad al pueblo directamente, se sirve de una persona concreta. Al mismo tiempo, se revela como un ser extraño, desconcertante, que elige para esta misión a un niño de pocos años y parece jugar con él al ratón y al gato, haciendo que se levante tres veces de la cama antes de hablarle con claridad.

Además, ese Dios que más tarde se revelará como un ser cercano al profeta, acompañándolo de por vida, se revela también como un ser exigente, casi cruel, que le encarga al niño una misión durísima para su edad: condenar al sacerdote con el que ha vivido desde pequeño y que ha sido para él como un padre. Esto no se advierte en la lectura de hoy porque la liturgia ha omitido esa sección para dejarnos con buen sabor de boca.

En resumen, la vocación de un profeta no sólo le cambia la vida, también nos ayuda a conocer a Dios.

La vocación de los primeros discípulos (Juan 1,35-51) 

En el cuarto evangelio, Jesús no acude a Juan para que lo bautice, sino para entrar en contacto con sus primeros discípulos. Es una pena que el evangelio de este domingo se limite al encuentro con los tres primeros, porque el conjunto ofrece un mensaje muy interesante sobre la vocación.

Andrés y el discípulo anónimo (1,35-39)

 En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice:

̶ Este es el Cordero de Dios.

Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta:

̶ ¿Qué buscáis?

Ellos le contestaron: 

̶ Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?

Él les dijo: 

̶ Venid y lo veréis.

Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; era como la hora décima [las cuatro de la tarde].

 En el primer encuentro, la iniciativa parte del Bautista que, al ver pasar a Jesús, dice de él: «Ese es el cordero de Dios». Antes había dicho algo más concreto: «Ese es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo». La referencia parece clara al personaje del que habla Isaías 53: uno que salva a su pueblo cargando con sus pecados, y que, cuando lo condenan a muerte, «como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante el esquilador, no abría la boca» (Is 53,6-7).

Las palabras de Juan, más que simple información parecen contener una invitación a sus discípulos a entrar en contacto con ese personaje misterioso. Juan, con esta actitud de desprendimiento y generosidad, está anticipando lo que dirá más tarde: «Yo no soy el Mesías, sino que me han enviado por delante de él. (…) Él debe crecer y yo disminuir»(Jn 3,28.30).

Y los dos discípulos, aunque quizá no entendieron claramente lo que significaba «Ese es el Cordero de Dios», sintieron gran curiosidad, lo siguen, y escuchan las primeras palabras que pronuncia Jesús en el evangelio: «¿Qué buscáis?» No es una pregunta trivial, suena a desafío. Es la pregunta que Jesús dirige a cualquier lector del evangelio: «¿Qué buscas?». Y el lector se siente obligado a pensar si ha buscado o busca algo en su vida, o si ha dejado de buscar. Los dos muchachos podrían decir, con el salmista: «Tu rostro buscaré, Señor. No me escondas tu rostro». Pero su respuesta es más tímida. Se dirigen a él con profundo respeto, llamándolo «rabí», y se limitan a preguntarle dónde vive. Por desgracia (y esta vez no podemos culpar a los liturgistas) no sabemos de qué hablaron desde las cuatro de la tarde en adelante.

 Andrés y Simón Pedro (1,40-42)

 Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice:

̶ Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).

Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo:

̶ Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce: Pedro).

De esa larga conversación cuyo contenido ignoramos, Andrés sacó la conclusión de que aquella persona era alguien más que el Cordero de Dios, o un rabí cualquiera. Así lo comunica entusiasmado a su hermano: «Hemos encontrado al Mesías». ¿Qué quería decir con esto? Ateniéndonos al cuarto evangelio, la mentalidad popular esperaba del Mesías que realizara numerosos milagros, como sugiere la gente de Jerusalén: «¿Cuándo venga el Cristo, hará más signos de los que este ha hecho?» (Jn 7,31). En esta línea prodigiosa, otros piensan que «el Mesías permanecerá para siempre» (Jn 12,34). Sin embargo, el título de Mesías tenía por entonces una fuerte carga política, como se advierte en los Salmos de Salomón 17 y 18, de origen fariseo, procedentes del siglo I a.C. Es posible que esto fuera lo que más entusiasmara a Andrés e intentara transmitir a su hermano Simón Pedro.

La pretensión de haber encontrado al Mesías la considerarían absurda muchos judíos. Los fariseos llevaban más de un siglo pidiendo a Dios que enviara a su Rey Mesías. ¿Iba a encontrarlo precisamente este pobre muchacho galileo? Sin embargo, su hermano le hace caso y marcha al encuentro de Jesús.

Tiene lugar entonces una de las escenas más misteriosas. Cuando Andrés y Simón Pedro llegan ante Jesús, el evangelista introduce una pausa que crea fuerte tensión: «Jesús se le quedó mirando». ¿Qué siente Jesús al ver a Simón Pedro? ¿Qué experimenta este al verse examinado por Jesús? Una vez más, el evangelista omite cualquier comentario.

Jesús no lo saluda. No le pregunta qué busca. No necesita que Andrés se lo presente. Él sabe quién es y quién es su padre. Inmediatamente, con una autoridad suprema, le cambia el nombre por Cefas, sin explicarle por qué se lo cambia ni qué significa ese nombre.

Para un judío, el nombre y la persona se identifican. Lo que advierte Simón es que ese personaje está disponiendo de él sin consultarlo ni pedirle permiso. Sin embargo, no reacciona, no pide una explicación ni se rebela. Quien no lo conozca, imaginará a Simón como un muchacho tímido y callado. Veremos que no es así.

La escena simboliza el poder de Jesús sobre Simón y una cierta predilección por él, ya que es el único al que le cambia el nombre. El lector del cuarto evangelio sabe, desde este momento, que deberá conceder gran importancia a este personaje.

Dos relatos parecidos y diversos

El contraste entre el evangelio y la vocación de Samuel es enorme. Esta ocurre en el santuario, de noche, con una voz misteriosa que se repite y un mensaje que sobrecoge. En el evangelio todo ocurre de forma muy humana, normal: un boca a boca que va centrando la atención en Jesús, cuando no es él mismo quien llama, como en el caso (que no se ha leído) de Felipe. Y las reacciones abarcan desde la simple curiosidad de los dos primeros hasta el escepticismo irónico de Natanael, pasando por el entusiasmo de Andrés y Felipe. Pero hay también elementos parecidos.

  1. En ambos relatos, la vocación cambia la vida. En adelante, «el Señor estaba con Samuel», y los discípulos estarán con Jesús. Este cambio se subraya especialmente en el caso de Pedro, al que Jesús cambia el nombre.
  2. La vocación revela a Dios en el caso de Samuel, y a Jesús en el caso de los discípulos. Cada vocación aporta un dato nuevo sobre la persona de Jesús, como distintas teselas que terminan formando un mosaico: Juan Bautista lo llama «Cordero de Dios»; los dos primeros se dirigen a él como Rabí, «maestro»; Andrés le habla a Pedro del Mesías; Felipe, a Natanael, de aquel al que describen Moisés y los profetas, Jesús, hijo de José, natural de Nazaret; y el escéptico Natanael terminará llamándolo «Hijo de Dios, rey de Israel». Es una pena que la mutilación del texto impida captar este aspecto.

La liturgia nos sitúa al comienzo de la actividad de Jesús. Lo iremos conociendo cada vez más a través de las lecturas de cada domingo. Pero no podemos limitarnos a un puro conocimiento intelectual. Como Samuel y los discípulos, debemos comprometernos con Dios, con Jesús.

«Yo esperaba con ansia al Señor» (Salmo 39)

El Salmo elegido para el día de hoy comienza con las palabras: «Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó y escuchó mi grito. Me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios» (Sal 39,2). Más que a Samuel, estas palabras se aplican a los futuros apóstoles. Esperaban con ansia al Señor, y por eso han acudido a escuchar a Juan Bautista. Pero el Señor no se ha limitado a poner en sus bocas un canto nuevo. Los ha tomado completamente a su servicio.

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