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Desde el abandono.

Martes, 17 de julio de 2018
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Del Boletín Semanal Enrique Martínez Lozano:

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“No puedes saltar hacia el siguiente momento. Ya estás Aquí”

Puedes sentirte abandonado, sí.

Te puedes sentir solo, alejado del amor, de la vida y la calidez.

Otros pueden detonar sentimientos poderosos en ti, sí.

Pero haz a un lado la palabra, el concepto, la historia,

y regresa a la realidad del cuerpo vivo.

¿Cómo se siente ese abandono?

¿Cómo sabes que te han abandonado?

Pon atención a las sensaciones que surgen ahora en tu vientre, pecho, garganta.

Siente el aleteo, el pulso, la punzada de cada sensación.

Deja que crezcan en intensidad, o que se tranquilicen y se muevan.

Imprégnalas de curiosa, amorosa atención.

Ofréceles un espacio; ábrete suavemente a ellas.

Tienes que respirar en ti mismo ahora, amigo,

porque no hay nadie aquí que pueda respirar por ti,

y no podrían hacerlo, de todos modos.

El sueño del amor ha muerto;

estás despertando a la realidad del amor.

El amor no viene de fuera. Nunca lo hace.

Siempre estuvo dentro de ti. Ese fue tu poder.

Ese fue siempre tu trabajo, amarte a ti mismo,

no mendigar amor, o buscarlo externamente,

o esperarlo, o tratar de aferrarte a él,

sino empaparte con él, momento a momento precioso.

No te abandones a ti mismo cuando te sientas abandonado,

porque hay un dolor que es peor que el abandono mismo:

abandonarte a ti mismo, huir de la presencia.

La culpa no funciona aquí.

Enfócate en ‘quien te ha abandonado’, y te vuelves impotente.

Rompe el ciclo del abandono, entonces.

Enfócate en ‘el abandonado’, este precioso niño que llevas dentro.

Invita a que tu amorosa atención vaya a lo profundo de tu vientre, corazón, cabeza.

Respira en el propio suelo. Siente tu propia vitalidad.

Tú no has sido abandonado.

La vida está aquí. Tú estás aquí.

Y desde aquí, una nueva vida crece.

Y mientras aprendes a no abandonarte a ti mismo,

con el tiempo, atraerás a otros

que tampoco se abandonan a sí mismos;

otros que no te abandonarán.

Porque ahora tú no puedes ser abandonado:

Te niegas a abandonarte a ti mismo.

El abandono es una vieja palabra para ti ahora.

Demasiado dramática para tu cuerpo.

Nadie puede abandonarte:

ellos sólo pueden irse

a otro lugar,

con su dolor.

El abandono es la historia de un amor perdido,

una vieja historia, porque el amor no puede perderse,

sólo puede ser descubierto de nuevo en lo profundo de nosotros.

Eres lo suficientemente valiente para estar presente ahora.

Has roto la adicción de toda una vida:

Has descubierto la profunda alegría

de estar solo.

*

Jeff Foster

***

 

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad ,

“Somos la vida, no hay lugar para el temor”, por Enrique Martínez Lozano.

Jueves, 11 de enero de 2018
Comentarios desactivados en “Somos la vida, no hay lugar para el temor”, por Enrique Martínez Lozano.

a_14wDe las afirmaciones que hizo Jesús, cada vez me parece más luminosa aquella en que dijo: “Yo soy la Vida”.

Es una palabra plena de sabiduría, que invita a salir de nuestra ignorancia básica y a reconocer la verdad profunda de esa expresión, aplicada a todos nosotros. Todos somos –y nunca podemos dejar de ser– Vida.

La ignorancia radical es la que hace reducir nuestra identidad a nuestra personalidad, haciéndonos creer que somos un “yo particular”, separado de los demás y desgajado de la Vida.

Esta creencia errónea es la fuente de todo sufrimiento, para nosotros mismos y para los demás.

Al identificarnos con el “yo individual” y creernos separados, nos sentimos “enfrentados” a la Vida y, en cierto modo, amenazados por lo que nos pudiera ocurrir. Eso nos hace vivirnos a la defensiva y, con frecuencia, en el temor.

Basados en la creencia (errónea) de la separación, dividimos todo lo que ocurre en “bueno” y “malo”, “positivo” y “negativo”, según los criterios del “yo particular” que creemos ser. Cuando sucede algo “positivo”, entramos en euforia; cuando, por el contrario, es “negativo”, nos sentimos frustrados.

Al mismo tiempo, nos situamos ante la realidad en clave de exigencia y de “debería”. Vivimos habitualmente enfrentados a lo que es, en la convicción de lo que “debería” o “no debería” ser. Con ello, no hacemos sino generar sufrimiento inútil: porque no existe sufrimiento mayor que el de oponerse a lo que es.

No hay liberación posible sin salir de aquella falsa creencia, es decir, sin comprensión (sabiduría).

La sabiduría consiste en reconocer que no existe nada separado de nada. Y que no hay nada que no sea manifestación y expresión de la única Vida. Todo es Vida, que se despliega –se “disfraza” – en infinitas formas: el nacer y el morir, la salud y la enfermedad, el éxito y el fracaso, el “bien” y el “mal” –etiquetas mentales–…: todo son “formas” que la Vida adopta.

Nosotros mismos somos la Vida, que ha adoptado una forma particular, en la personalidad concreta que tenemos. Pero la trampa consiste en creer que somos esa forma, en lugar de reconocernos como Vida.

Cuando reconoces que eres Vida, ¿dónde queda el temor, la ansiedad, la frustración, el sufrimiento…? Quedarán como inercias de nuestro mundo mental y emocional, pero podremos salir de ellos con más facilidad. Porque no miraremos los acontecimientos ni las circunstancias –sean cuales fueren– desde el yo que creíamos ser, sino desde la Vida que somos.

Visto desde ahí, caes en la cuenta de que todo lo que ocurra es expresión de la Vida: ¿cómo va a estar “mal”? La Vida no puede equivocarse.

No cabe error alguno: lo que sucede, es lo que tiene que suceder. Nunca puedes equivocarte, porque lo que hagas es lo que la Vida está haciendo en ese preciso momento. Como recuerda con frecuencia Jeff Foster, no tienes un destino prefijado: tu camino –tu destino– es lo que sucede.

Pero esto no puede verse ni entenderse desde la mente. Ella tiene sus propios parámetros, en la creencia de que es un hacedor independiente y autónomo, que puede actuar por su cuenta al margen de la Vida. Por eso, mientras alguien crea –y esta es la paradoja- que es un “yo particular” le resultará imposible comprender lo que se esconde detrás del “gran teatro del mundo”. Es necesario tomar distancia de la mente y a acceder a otro modo de ver –el “conocimiento silencioso” de sabios y de místicos- para percibir, sin duda alguna, que todo lo que captamos no es sino expresión multiforme de la Vida una, que es nuestra verdadera identidad.

Todo lo que te ocurra –estar sano o estar enfermo, tener éxito o fracasar, sentirte mejor o peor, comprender o no comprender, aceptar o rebelarte…–, todo sin excepción es Vida. Y la Vida es todo. Míralo desde ahí. No creas que tu yo se siente amenazado; reconoce que la Vida que eres toma ahora esa forma concreta… Pero sigue siendo Vida, y siempre está a salvo. Todo es Vida en un despliegue multicolor. Si lo ves, eso es Vida que se manifiesta; pero si no lo ves, eso es también Vida que se manifiesta de forma diferente. Suceda lo que suceda y estés como estés, incluso en el lecho de muerte, solo hay Vida –es lo que eres- adoptando formas cambiantes.

Por tanto, solo hay algo que podamos hacer: reconocernos en Ella y vivirnos desde Ella. La identificación con la mente y el con el yo –de donde venimos– tendrá mucha fuerza y a veces nos sorprenderemos aún creyendo que somos esa forma; sin embargo, la práctica nos hará diestros en reconocer nuestra verdadera identidad.

A partir de ahí, ya no juzgaremos las cosas desde el yo, sino que únicamente veremos Vida en todo lo que se manifiesta.

Dejaremos de repetir el error de tomarnos todo “personalmente”, creyendo que somos la “persona” separada o “yo particular” –esta es la causa de nuestro sufrimiento– y aprenderemos a no “personalizar” nada de lo que sucede.

Y entonces también podremos estar disponibles y desapropiados para permitir que la Vida fluya sin bloqueos a través de nosotros.

Y lo que brota de ahí es Paz, Ecuanimidad y Compasión: la Vida que fluye en libertad…

Enrique Martínez Lozano

Boletín Semanal

Fuente Fe Adulta

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