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“Un humanismo radical”, por Leonardo Boff

Miércoles, 5 de julio de 2023
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Del blog de Leonardo Boff La fuerza de los pequeños:

En busca de la humanidad perdida, “rescatamos lo mejor que el mundo ya gestó”

“Uno de los problemas más angustiantes en la cultura mundial hoy en día es la falta de humanidad. No miramos a los lados para ver al otro con sus dolores, búsquedas y necesidades”

“De la misma forma agredimos a nuestra Madre Tierra hasta el punto de que el nuevo régimen climático puede poner en peligro la biodiversidad y, si el calentamiento aumenta más, afectar al destino de nuestra vida en este planeta”

“En este contexto rescatamos lo mejor que el mundo ya gestó: el Hijo del Hombre que se reveló como la presencia humana de Dios entre los humanos: Jesús de Nazaret”

“Su humanismo radical echó raíces profundas en la humanidad. Ese humanismo universal y sin ninguna discriminación podrá devolvernos nuestra humanidad”

Uno de los problemas más angustiantes en la cultura mundial hoy en día es la falta de humanidad. No miramos a los lados para ver al otro con sus dolores, búsquedas y necesidades. Consideremos cómo son tratados los emigrantes de Oriente Medio y de África que buscan a Europa por causa de guerras y de gran hambruna. Son rechazados y han hecho del Mediterráneo un verdadero cementerio. El mismo destino trágico sufren los millares de centroamericanos que buscan atravesar las fronteras de Estados Unidos. La mayoría es rechazada, algunos mueren y los niños son puestos en jaulas como si fueran pequeños animales hambrientos. Ni nos referiremos a África que vive desde hace siglos saqueada y todavía crucificada por los europeos. Ellos están yendo a Europa porque antes los europeos estuvieron allí y  ocuparon y expoliaron sus tierras. Los europeos fueron acogidos y ahora los europeos no los quieren acoger.

Tales antifenómenos muestran cuán ser crueles y sin piedad podemos ser con nuestros prójimos que, en verdad, son nuestros hermanos y hermanas. Tal vez no podamos hacer mucho, pero a veces basta una mirada compasiva, una palabra de consuelo, una sonrisa verdadera, un toque en la piel del otro para comunicarle que somos hermanos y hermanas, expresiones de la misma humanidad.

No nos tratamos humanamente. De la misma forma agredimos a nuestra Madre Tierra hasta el punto de que el nuevo régimen climático, que superará los 1,5 grados centígrados hacia 2025-2027, puede poner en peligro la biodiversidad y, si el calentamiento aumenta más, afectar al destino de nuestra vida en este planeta.

En este contexto rescatamos lo mejor que el mundo ya gestó: el Hijo del Hombre que se reveló como la presencia humana de Dios entre los humanos: Jesús de Nazaret.

Más que entregarnos verdades, Jesús nos enseñó a vivir los valores que daban cuerpo a su gran sueño, el Reino de Dios. Ese Reino no es como los Reinos de este mundo, rodeados de pompa y gloria, como recientemente vimos en la coronación del rey de Inglaterra. Es un Reino de amor incondicional, de solidaridad ilimitada, de compasión, de servicio a los más humillados y ofendidos y de apertura total a Dios-Abba (“papá”, como él lo llamaba).

refugiados-alambrada-2-GEstaba siempre al lado de aquellos que tenían menos vida, los leprosos, los ciegos, los psicológicamente afectados (en el lenguaje de la época, los poseídos del demonio), los enfermos y hasta los muertos, que él resucitó. Él mismo dijo: “vine a traer vida y vida en abundancia” (Jn 10,10). Por haberse opuesto al tipo de religión de la época, ritualista y farisaica, y por haber revelado una nueva cara de  Dios, de infinita misericordia y perdón, amando a todos, “hasta a los ingratos y malos” (Lc 6,36) lo crucificaron fuera de la ciudad, símbolo de rechazo absoluto. Dejó dicho algo extremadamente consolador “si alguien viene a mi no le diré que se vaya” (Jn 6,37), podía ser una adúltera, un hereje y gente de mala fama: a todos acogía y salían consolados.

Él mostró una humanidad radical, hasta el punto de que los apóstoles y discípulos, considerando que “pasó por la vida haciendo el bien” (Mc 7,37) y que había vencido a la muerte por su resurrección, no sabiendo cómo definirlo, acabaron diciendo: humano así como Jesús sólo Dios mismo. Y empezaron a llamarlo Hijo de Dios y Dios en nuestra carne caliente y mortal.

Su humanismo radical echó raíces profundas en la humanidad. Ese humanismo universal y sin ninguna discriminación podrá devolvernos nuestra humanidad, cubierta de cenizas por el individualismo, por el egoísmo, por la insensibilidad, por la falta de compasión y por la ausencia de cuidado de unos a otros, a nuestra Madre Tierra y a los seres que viven en ella.

“Franz Kafka: al oir hablar de Jesús y de su amor cierro los ojos para no caer como en un abismo”

Termino con dos testimonios. Uno de Franz Kafka, el gran escritor checo, que dijo: “al oir hablar de Jesús y de su amor cierro los ojos para no caer como en un abismo”. Y otro de Fiódor Dostoiévski que al dejar la Casa de los Muertos (título de su libro), la prisión con trabajos forzados en Siberia, escribió conmovedoramente:

Dostoiévski: “Creo que no existe nada más bello, más profundo, más amable, más humano y más perfecto que Cristo; me lo digo a mi mismo con un amor celoso que no existe ni puede existir. Más aún: si alguien me probase que Cristo está fuera de la verdad y que ésta no se encuentra en él, prefiero quedarme con Cristo a quedarme con la verdad”

Después de esta profesión de radical humanidad y de fe, no tengo nada más que decir.

*Leonardo Boff ha escrito Jesucristo el Liberador, Sal Terrae, muchas ediciones.

Traducción de María José Gavito Milano

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Cotidiano

Martes, 4 de julio de 2023
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Del blog Nova Bella:

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Lo cotidiano en sí mismo es ya maravilloso.

Yo no hago más que consignarlo.

*

Franz Kafka

***

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“Cuando lo pequeño es grande “

Martes, 11 de agosto de 2020
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image-53De su blog Punto de Encuentro:

Franz Kafka apuraba sus últimas semanas de vida consumido por una tuberculosis que le llevaría a la tumba. Paseando por un parque con su amada Dora Diamant vio a una niña desconsolada porque acaba de perder su muñeca. Conmovido por el llanto de la pequeña, como buen escritor que era se inventa una historia: Tranquila, le dice a la niña, tu muñeca no se ha perdido, se ha marchado de viaje y no le ha dado tiempo a despedirse. Pero me ha dejado una carta en la que te explica lo que acabo de contarte.

Con la promesa de enseñarle la carta a la niña al día siguiente, Kafka no solo escribe y lee la misiva prometida sino que le dice para consolarla que la muñeca le escribirá todos los días una carta para contarle sus andanzas. Kafka se apresta al juego ¡durante tres semanas!, en las que no falla a la cita del parque con una nueva carta diaria a pesar de la enfermedad que le consume. Finalmente, se inventa un final de cuento: la boda de la muñeca con los detalles de su nueva vida con la promesa de que, en cuanto pueda, la muñeca volverá a encontrarse con la niña.

¿Fue un detalle pequeño o fue un gran gesto? No solo Dora Diamant recogió el hecho en su diario -publicado-, sino que Paul Auster lo pone en valor en su libro Brooklyn Follies. Kafka nunca pensó que pasaría a la posteridad también por esto. 

Estamos en tiempos convulsos que demandan grandes cambios, algunos obligados y otros necesarios a pesar de las dificultades del momento. No es fácil que nadie se fije en los pequeños detalles, pero son los que construyen la cadena de valor de la existencia. En realidad, todo lo grande comienza por algo pequeñito. Dios mismo gusta hacerse presente en lo cotidiano, sin aspavientos ni atambores. Desde el mismo nacimiento de Jesús, que ya fue un hecho marginal, el evangelio tiene predilección por los efectos callados de la semilla del campo, el grano de mostaza, la siembra siempre frágil y silenciosa incluso cuando cae en terreno propicio, inapreciable hasta que llega el tiempo de la cosecha.

¿Qué vemos en una semilla, un fruto o un árbol? Un árbol, pero también puede verse un bosque, porque de la misma semilla va a salir todo. Ocurre lo mismo en la contemplación de la naturaleza, donde admiramos grandes cataratas, pero nos fijamos menos en el detalle de una sencilla flor. Depende del enfoque al que estemos dispuestos al observar la realidad. Cuántas veces pensamos en agradar a los demás buscando regalos o palabras grandilocuentes, cuando es en lo sencillo -que no simple- y en lo pequeño donde podemos acertar mejor. Esa sonrisa, ese beso, la canción que me dedican, ese consejo que buscas… tantos pequeños detalles que nos hacen felices.

Los bebés nos encandilan con gestos que son insignificantes pero que nos llenan de alegría y de felicidad. Tan importante es lo pequeño que incluso en los documentos oficiales la letra pequeña es dónde está lo relevante. Un pequeño instante de paz quizás nos llene más que un fin de semana de juerga; o una persona que nos escucha desde el corazón más que una gran charla en alguna reunión social. Lo importante es que lo pequeño sea de calidad, aunque cueste, para que se dé el bien de la otra persona.

Yo decido si veo una semilla insignificante o el potencial que ella posee. De esa decisión depende el éxito de convertir las cosas pequeñas en grandes. Y cuando vemos las cosas pequeñas que Dios nos ha dado, somos capaces de percibir lo que podemos lograr porque la realidad es paradójica, y lo pequeño suele ser lo acaba siendo grande de verdad. Todos venimos de lo pequeño, somos el producto de un diminuto esperma que luchó contra millones para encontrar un óvulo qué fecundar. Dios suele ver el potencial que las cosas tienen y no el tamaño.

De hecho, la principal virtud cristiana –la humildad- es la que nos conduce a valorar lo importante que se esconde en lo pequeño. Pero nosotros primero tratamos de entender y luego creemos. No es lo que dice el evangelio. Debemos creer a Dios: las cosas que nos ha regalado por amor podemos transformarlas en lago todavía más grande. No hay que decir “no puedo”, sino preguntar en oración humilde “como puedo hacerlo”.

Lo que hizo Kafka con esa niña exigió de su parte una renuncia pues sabiendo lo cerca que estaba su final, escribía sin parar. Tuvo que hacer un hueco diario para escribir la carta de la muñeca a aquella niña y leérsela en el parque para aliviarle su pena. Es un signo de madurez humana saber que la renuncia es una posibilidad que se ejercita con sabiduría cuando la desplegamos desde la generosidad. Sí, en lo pequeño está lo grande.

P.D.: Os animo a leer un libro delicioso:

Kafka y la muñeca viajera (Las Tres Edades nº 131)
de Jordi Sierra i Fabra

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Escucha

Jueves, 11 de octubre de 2018
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Del blog Nova Bella:

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No hace falta que salgas de la habitación. Quédate sentado a la mesa y escucha. Ni siquiera escuches, simplemente espera. Ni siquiera esperes. Quédate en silencio, en quietud y en solitario. El mundo se ofrecerá libremente a ti. Será desenmascarado, no tiene elección. Se desplegará en éxtasis a tus pies.

*

Franz Kafka

***

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