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“¿Nacemos por casualidad, vivimos por inercia y morimos por accidente” (Sartre). O ponemos un principio y fundamento (S Ignacio)?

Lunes, 31 de julio de 2023
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42301465-947E-4AEF-94BA-6BE54ABEC5A6Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre: 

01.- San Ignacio y su tiempo

San Ignacio vivió en el siglo XVI, siglo y tiempos recios como decía JI Tellechea en su biografía de San Ignacio. Es la época en la que comienza la modernidad (Galileo, Copérnico…) son los tiempos de Lutero, del Concilio de Trento, de San Ignacio. En la Iglesia existía una gran corrupción y se imponía una Reforma que no terminaba de llegar desde Roma.

Finalmente la Reforma se desencadena en el norte de Europa, en Alemania, promovida por Lutero, “padre” del protestantismo naciente contra el que reaccionará Roma con su Contrarreforma tridentina.

    Como fruto de la Contrarreforma (Trento) fueron surgiendo diversos movimientos e instituciones católicas con la buena finalidad de elevar un poco el nivel de una iglesia que se encontraba en una situación peor que decadente. Surgen varios movimientos sacerdotales: los jesuitas, el oratorio de sacerdotes de San Felipe de Neri (1515-1595), un poco más tarde los sacerdotes vicencianos (San Vicente de Paúl, 1576-1660), la Escuela sacerdotal francesa de San Sulpice del padre Olier ya en el siglo XVII, el movimiento sacerdotal promovido por el cardenal Bérulle (1575-1629), a su vez impulsado por San Francisco de Sales. Los jesuitas, fundados por san Ignacio (Compañía de Jesús) contribuirán también a esta reforma en la Iglesia.

02.- Principio y fundamento

    S Ignacio contribuyó a su tiempo y a la historia de la Iglesia con los “Ejercicios Espirituales”. Sobre todo la primera meditación: principio y fundamento.

Francisco Javier y toda la espiritualidad ignaciana se cimentarán en esta Roca que es Dios.

El fundamento de la existencia es Dios.

    Hoy en día vivimos en la llamada postmodernidad: después de lo moderno, después de la modernidad. Cultualmente vivimos en una gran frivolidad, superficialidad.

Han caído lo que llamábamos “grandes relatos”: el Éxodo, la libertad, incluso la justicia, la religión, etc. Y en estos tiempos que vivimos lo que nos interesa es el “relato pequeño”. A mí dame un buen sueldo a fin de mes, unas buenas vacaciones y déjame de libertad, de justicia, de idealismos, de patria, de honradez, de Dios, etc…

Podríamos aplicarnos aquello que decía JP Sartre (1905-1980) en su novela “La Náusea”: “Nacemos por casualidad, vivimos por inercia y morimos por accidente. Somos una pasión inútil“.

Nos hemos quedado sin principio ni fundamento. No tenemos cimiento, roca en la que cimentar nuestra vida. En lenguaje coloquial podríamos decir que “no tenemos fundamento” ni en la vida ni en la muerte.

    Hace unos días decía el presidente Sánchez que su pretensión (la de su gobierno) era hacer la vida más fácil. Yo creo que se trata de hacer una vida más digna, más fundamentada, mejor anclada, con criterios idealistas sanos y fuertes. Una vida blanda no vale mucho la pena.

    La vida no es un pasatiempo. Nos hará bien fundamentarla.

03.- También hoy la Iglesia necesita una gran reforma.

 El obispo de Roma: Francisco.

    Es evidente que la iglesia actual necesita una Reforma del peso y talante de la del siglo XVI.

El papa Francisco, jesuita, intenta como buenamente puede –y le dejan-  llevar adelante otra reforma con la cuestión de la sinodalidad.

Francisco podrá hacer mucho o poco. El tiempo, la historia y el bloque de cardenales, obispos, laicos y movimientos religiosos contrarios a Francisco dirán. (Es penoso el documento sobre la sinodalidad que ha sacado la Conferencia episcopal española).

Pero los gestos y símbolos de Francisco, su Magisterio  son más evangélicos: los pobres, vivir en Santa Marta y no en las estancias pontificias, la reducción de protocolos litúrgicos y políticos, “menos doctrinarismo” y mayor acercamiento a los pobres, su preocupación continua por los emigrantes, su viaje a Canadá para pedir perdón a los indios y por la pederastia, la cuestión de los homosexuales, la empatía con la laicidad del Estado, la firme voluntad de cambio, de renovación y saneamiento de la Curia, de la Iglesia. Por otra parte, no hay homilía o discurso en el que no haya una palabra del Dios de misericordia.

    Según me parece, Francisco podrá lograr poco, por lo que, quizás, habremos de quedarnos en el buen espíritu y tono vital-eclesial del papa Francisco. En mi opinión no se conseguirá mucho, pero no perdamos la memoria de que las cosas fueron y pueden ser de otro modo.

    Hoy en día, como en tiempos de San Ignacio es necesaria una Reforma en la contrarreforma que surgió después del Concilio Vaticano II, un saneamiento a fondo de tantas cuestiones eclesiásticas que no tiene nada que ver con el Evangelio de Jesús.

Como san Ignacio habremos de volver al principio y fundamento que no es el mundo eclesiástico, sino Dios.

¿Quién podrá apartarnos del amor de Dios? (Romanos 8)

Espiritualidad , , , , , , , , , , ,

“¿Nacemos por casualidad, vivimos por inercia y morimos por accidente” (Sartre). O ponemos un principio y fundamento (S Ignacio)?

Domingo, 31 de julio de 2022
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42301465-947E-4AEF-94BA-6BE54ABEC5A6Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre: 

01.- San Ignacio y su tiempo

San Ignacio vivió en el siglo XVI, siglo y tiempos recios como decía JI Tellechea en su biografía de San Ignacio. Es la época en la que comienza la modernidad (Galileo, Copérnico…) son los tiempos de Lutero, del Concilio de Trento, de San Ignacio. En la Iglesia existía una gran corrupción y se imponía una Reforma que no terminaba de llegar desde Roma.

Finalmente la Reforma se desencadena en el norte de Europa, en Alemania, promovida por Lutero, “padre” del protestantismo naciente contra el que reaccionará Roma con su Contrarreforma tridentina.

    Como fruto de la Contrarreforma (Trento) fueron surgiendo diversos movimientos e instituciones católicas con la buena finalidad de elevar un poco el nivel de una iglesia que se encontraba en una situación peor que decadente. Surgen varios movimientos sacerdotales: los jesuitas, el oratorio de sacerdotes de San Felipe de Neri (1515-1595), un poco más tarde los sacerdotes vicencianos (San Vicente de Paúl, 1576-1660), la Escuela sacerdotal francesa de San Sulpice del padre Olier ya en el siglo XVII, el movimiento sacerdotal promovido por el cardenal Bérulle (1575-1629), a su vez impulsado por San Francisco de Sales. Los jesuitas, fundados por san Ignacio (Compañía de Jesús) contribuirán también a esta reforma en la Iglesia.

02.- Principio y fundamento

    S Ignacio contribuyó a su tiempo y a la historia de la Iglesia con los “Ejercicios Espirituales”. Sobre todo la primera meditación: principio y fundamento.

Francisco Javier y toda la espiritualidad ignaciana se cimentarán en esta Roca que es Dios.

El fundamento de la existencia es Dios.

    Hoy en día vivimos en la llamada postmodernidad: después de lo moderno, después de la modernidad. Cultualmente vivimos en una gran frivolidad, superficialidad.

Han caído lo que llamábamos “grandes relatos”: el Éxodo, la libertad, incluso la justicia, la religión, etc. Y en estos tiempos que vivimos lo que nos interesa es el “relato pequeño”. A mí dame un buen sueldo a fin de mes, unas buenas vacaciones y déjame de libertad, de justicia, de idealismos, de patria, de honradez, de Dios, etc…

Podríamos aplicarnos aquello que decía JP Sartre (1905-1980) en su novela “La Náusea”: “Nacemos por casualidad, vivimos por inercia y morimos por accidente. Somos una pasión inútil“.

Nos hemos quedado sin principio ni fundamento. No tenemos cimiento, roca en la que cimentar nuestra vida. En lenguaje coloquial podríamos decir que “no tenemos fundamento” ni en la vida ni en la muerte.

    Hace unos días decía el presidente Sánchez que su pretensión (la de su gobierno) era hacer la vida más fácil. Yo creo que se trata de hacer una vida más digna, más fundamentada, mejor anclada, con criterios idealistas sanos y fuertes. Una vida blanda no vale mucho la pena.

    La vida no es un pasatiempo. Nos hará bien fundamentarla.

03.- También hoy la Iglesia necesita una gran reforma.

 El obispo de Roma: Francisco.

    Es evidente que la iglesia actual necesita una Reforma del peso y talante de la del siglo XVI.

El papa Francisco, jesuita, intenta como buenamente puede –y le dejan-  llevar adelante otra reforma con la cuestión de la sinodalidad.

Francisco podrá hacer mucho o poco. El tiempo, la historia y el bloque de cardenales, obispos, laicos y movimientos religiosos contrarios a Francisco dirán. (Es penoso el documento sobre la sinodalidad que ha sacado la Conferencia episcopal española).

Pero los gestos y símbolos de Francisco, su Magisterio  son más evangélicos: los pobres, vivir en Santa Marta y no en las estancias pontificias, la reducción de protocolos litúrgicos y políticos, “menos doctrinarismo” y mayor acercamiento a los pobres, su preocupación continua por los emigrantes, su viaje a Canadá para pedir perdón a los indios y por la pederastia, la cuestión de los homosexuales, la empatía con la laicidad del Estado, la firme voluntad de cambio, de renovación y saneamiento de la Curia, de la Iglesia. Por otra parte, no hay homilía o discurso en el que no haya una palabra del Dios de misericordia.

    Según me parece, Francisco podrá lograr poco, por lo que, quizás, habremos de quedarnos en el buen espíritu y tono vital-eclesial del papa Francisco. En mi opinión no se conseguirá mucho, pero no perdamos la memoria de que las cosas fueron y pueden ser de otro modo.

    Hoy en día, como en tiempos de San Ignacio es necesaria una Reforma en la contrarreforma que surgió después del Concilio Vaticano II, un saneamiento a fondo de tantas cuestiones eclesiásticas que no tiene nada que ver con el Evangelio de Jesús.

Como san Ignacio habremos de volver al principio y fundamento que no es el mundo eclesiástico, sino Dios.

¿Quién podrá apartarnos del amor de Dios? (Romanos 8)

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Zen laico en el año ignaciano

Viernes, 31 de diciembre de 2021
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Maestro_Kadowakidescarga_-1De su blog Vivir y pensar en la frontera:

Kôan del Espíritu

Entre Murcia y Tokyo: Memoria del Maestro Kadowaki

12.10.2021 | Juan Masiá SJ

Entre Oriente y Occidente, via Zoom, cruzamos el ecuador del año ignaciano coincidiendo con el tercer aniversario de la entrada del Maestro Zen P. Juan Kakichi Kadowaki SJ . en la Vida de la vida.

 Las Jornadas sobreZen y Ejercicios espirituales, patrocinadas en común por el Zendo Sincronía  (en Murcia, Pedro Vidal) y el Seminario de Filosofía y Espiritualidad P.Kadowaki (en Tokyo, Juan Masiá SJ) se centraron en la obra del jesuita japonés integrador de la mística paulina e ignaciana con la tradición espiritual Zen: “Meditación y compasión con el cuerpo y espíritu enteros asentados en el Lugar del Espíritu de Vida”.

 Las ponencias siguientes enfocaron desde tres ángulos el libro póstumo del homenajeado, Aliento de Vida y Luz del Camino. El Espíritu, intérprete de la Palabra:

1.-  Cómo tratar los Kôan y ser tratado por ellos.

 En los Ejercicios espirituales del Zen laico recogemos el legado de los Maestros K. Koyama y S. Itô sobre la asimilación de los Kôan, integrándolo con la búsqueda ignaciana de los Kôan del Espíritu por parte del Maestro Kadowaki, seguidor del Maestro laico Ômori Sogen, en la línea del Zen de la escuela de Rinzai. Para el Principio y fundamento (Origen y raíz) y la   contemplación para alcanzar amor (para ser alcanzado por el amor) los kôan básicos son: “El Espíritu grita en nuestro espíritu: Abba!” (Rom 8,  ) y “Dar gracias siempre por todo sin quejarme de nada” (Ef 5, 20).  (Ponencia de Pedro Vidal, Maestro Zen laico)

2.- Despertar a la vida: caer en la cuenta de que “la Vida me vive”

 El punto de partida es siempre salir de sí y del punto de vista del yo cerebral, superficial, razonador y egocéntrico, para “despertar a la realidad de la Vida que me vive y constituye el origen y raíz de mi yo profundo que vive siempre y en todo momento presente a la Vida eterna”. En los Ejercicios ignacianos esta es la corriente de vida que circula desde el “Fundamento” hasta la “Contemplación para alcanzar amor” pasando por el descubrimiento de la “vida verdadera” que muestra el Aliento de Vida al hacerme reconocer en Jesús el Camino hacia la Luz de Abba, Fuente de la Vida. (Ponencia de Toshiro Oka SJ)

3.-  El hilo conductor de los Ejercicios ignacianos: ¿Qué dice y hace el Espíritu en nuestro espíritu cuando practicamos la meditación y la compasión?

Kadowaki no concibe la práctica de los Ejercicios ignacianos y su interpretación si no está atravesada desde el principio al fin por la escucha del Espíritu y articulada con el lenguaje del Espíritu. Los dos puntos estrella de la Segunda Semana: encuentro (llamamiento) con “el Camino” y discernimiento de los engaños y extravíos por “nuestros caminos”, se viven precisamente a la luz del Espíritu del Resucitado que hace reconocer a Jesús como Camino (1 Co 12, 3) y guía para descubrir los engaños que nos extravían, tanto cuando “pedimos señales” como cuando “buscamos saber”, sin poder comprender la “locura y la debilidad “ de una trascendencia anonadada (1 Co 1,  22-25) .

 Si Kadowaki, tanto en su manera de acompañar a los ejercitantes como en su modo de interpretar el texto ignaciano (en su traducción al japonés, publicada en la colección clásica de la prestigiosa editorial Iwanami), es capaz de trasponer el meollo de los Ejercicios en lenguaje no necesariamente teista, pero sin caer en ambigüedades monistas, es porque medita, piensa y habla el lenguaje de la vida en el Espíritu: “Ni dos separados, ni uno indiferenciado, sino dos en uno”, solía repetir el Maestro señalando el punto en que convergen la experiencia india de no-dualidad, el budismo Mahayana del Sutra del Loto y la espiritualidad cristiana, sobre todo paulina y joanea (Gal 2, 20: Vivo yo, ya no yo… Jn 14, 20: Abba en mí y yo en Él, yo en vosotros y vosotros en mí (Ponencia de J.  Masiá, SJ).

 El coloquio de la mesa redonda conclusiva giró en torno del tema paulino que sirve a Kadowaki para conjugar mística y hermenéutica más allá de los estereotipos sobre “pseudo-orientalismos exóticos” y “pseudo-occidentalismos racionalizadores”: la clave está en “interpretar espiritualmente -con el lenguaje del Espíritu- lo espiritual para personas espirituales” (1 Co 2, 13: pneumatikois pneumatiká synkrinontes).

 El discipulado hispano-japonés del Maestro Kadowaki tiene acceso a su obra en ambas lenguas. Ver: Paulo no Seirei ni yoru Seisho Kaishaku (Hermenéutica espiritual paulina), Ed. Chisen, Tokyo, 2010; Aliento de Vida y Luz del Camino. El Espíritu, intérprete de la Palabra, San Pablo, Madrid, 2020. (Ver también la página web  Zen laico. Escuela Zen Sincronía:   https://sincroniazen.com/    https://sincroniazen.com/author/pedrovidal/ )

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Agustín Moreno Fernández: Los ejercicios de Ignacio de Loyola.

Miércoles, 29 de septiembre de 2021
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F8C69C30-25F8-4C0E-8E4B-0EC2BDA90955Recensión del libro de Juan Antonio Estrada.

Este último libro de Juan Antonio Estrada viene a suponer, una vez más, una referencia ineludible en el panorama de los estudios sobre la religión en general, y entre aquellos que de forma interdisciplinar (concienzuda, fundamentada y sólidamente) entrecruzan la filosofía, la teología y otras disciplinas de las humanidades y las ciencias sociales, como la historia del cristianismo y la psicología en el volumen que nos ocupa. Muy particularmente, en esta ocasión, esta obra no puede ser obviada por quienes se interesen por la espiritualidad hoy, en concreto la cristiana y, en estas coordenadas, la de Ignacio de Loyola.

Juan Antonio Estrada. Los ejercicios de Ignacio de Loyola. Bilbao, Desclée De Brouwer, 2019

El estudio supone un comentario exhaustivo de sus ejercicios, conjugando la precisión del detalle y la visión panorámica. De la genealogía histórica a los caminos transitados por los ejercicios espirituales de san Ignacio a lo largo de los siglos, hasta llegar a la actualidad. Estos se comprenden en su integridad y en sus diversas versiones; en la plasmación de los debates interpretativos a su respecto; en la concreción de su práctica secular tanto en la Compañía de Jesús como en la Iglesia católica universal; a través de diversas ópticas, propias y ajenas, que el autor hace comunicar entre sí: de su inserción en la biografía de Ignacio y en sus coordenadas socio-históricas, culturales, religiosas, teológicas y espirituales del siglo XVI y sus antecedentes, a las interpretaciones efectuadas por planteamientos como la psicología de Jung, el estructuralismo de Barthes, o la teología de Rahner, en el siglo XX, por nombrar algunos ejemplos. A lo que hay que añadir la propia valoración experta del autor que, sin quedarse en una compilación de puntos de vista, realiza un balance crítico, ponderado, riguroso y ecuánime que posibilita el aggiornamento que él mismo propone para estos ejercicios espirituales como un clásico llamado a pervivir en el futuro más allá del contexto de la espiritualidad cristiana.

El libro Los ejercicios de Ignacio de Loyola es, pues, a un tiempo: un libro de historia, un libro de espiritualidad, un libro de teología, un libro de filosofía, una obra de carácter biográfico, psicológico, literario, amén de actual. Un estudio interdisciplinar que aborda, abarcando con una visión de 360º y de profundidad radiográfica, un texto del siglo XVI, a través de una profusa bibliografía especializada en las principales lenguas modernas, y en el que se ofrece una hermenéutica que poquísimas personas pueden forjar y aplicar, dadas las especialísimas virtudes y condiciones formativas, intelectuales y personales de su autor, como refleja su biografía pública, su trayectoria de indiscutible rigor y repercusión internacional, tanto en docencia como en investigación en filosofía y teología, y que no excluye el ámbito de los ejercicios espirituales. Entre otras virtudes, la honestidad con la verdad, la erudición al servicio de la propia creatividad y la autoexigencia, que aquí se hacen patentes, son dignas de destacar, como el hecho de que no se elude ninguna cuestión, por espinosa o prolija que pueda resultar.

El volumen se compone de siete capítulos: 1. Liberarse para encontrar a Dios. 2. Conciencia de pecado y división interna. 3. La cristología, un proyecto de sentido. 4. Discernir, buscar a Dios y elegir. 5. La crisis final del seguimiento. 6. Otra forma de ver la vida y 7. Las reglas para sentir en la Iglesia. Se va haciendo un recorrido por cada una de las cuatro semanas de las que se componen los ejercicios espirituales, considerando los diversos ejercicios, meditaciones y contemplaciones, estudiando también las reglas para el discernimiento de espíritus más propias para las dos primeras semanas. Se conjugan la exposición, el análisis y la síntesis; las referencias históricas, eruditas y multidisciplinares, que alumbran las consideraciones propias de Estrada al respecto de cada cuestión. El autor recalca que estamos ante un texto muy peculiar, el de Ignacio, que es un método más que una doctrina (aunque no esté exento de presuposiciones doctrinales de todo tipo que se elucidan sin falta); el testimonio de una experiencia espiritual, hecha instrucción y reglas para aquellos que han de dar los ejercicios, que además es sometida al escrutinio de la psicología profunda, a la interpelación de la pregunta filosófica, al cuestionamiento histórico, crítico, teológico, hermenéutico, filológico, en un rico y continuo balance de perspectivas.

Entre las tensiones y dialécticas propias de Ignacio y sus ejercicios, así como en torno a su recepción y críticas (que en ocasiones tornan lo dialéctico en dilemático), podemos subrayar las siguientes entre: antropología y teología, libertad y gracia, orden natural y gracia sobrenatural, praxis y misticismo, teocentrismo y humanismo naturalista… No resultando extrañas consecuentemente, y como se dice reiteradamente en el libro, las acusaciones a Ignacio, ora sospechoso de pelagianismo, ora de iluminismo, o a la vez de ambas cosas. Entre las amplias y diversas evaluaciones de Estrada al respecto del santo de Loyola y el mundo de referencias de su método de ejercitación espiritual, citamos algunas a modo de ejemplo. El cuestionamiento de la teología sacrificial anselmiana de la que es deudor, más paulina que jesuana, y patente tanto en lo referido a la eucaristía como a la Pasión. O los déficits en la consideración ignaciana de la naturaleza intersubjetiva y social de la persona, que no se subraya, y su paradójico prácticamente olvido del Espíritu Santo, salvo alguna excepción, incluso en el discernimiento de espíritus, interpretado por Estrada como posible cautela ante las acusaciones de hereje iluminado en su época. Otro aspecto que se cuestiona, de nuevo no ajeno al tiempo en que vive el personaje, es el de una concepción periclitada de una eclesiología en tanto que jerarcología con “tendencia papalizante”, superada al menos documentalmente por el Concilio Vaticano II. Y, junto con ella, se revisa una concepción de la obediencia en nombre de Dios que va aparejada, y a través de la que se ha ejercido la manipulación legitimando arbitrariedades de la superioridad jerárquica en la orden jesuita y en la Iglesia. Una obediencia revestida de un carácter sacrificial, dolorista y hasta sadomasoquista incluyendo un instrumentalizado sacrificio del intelecto, que confunde la fe con el mantenimiento decisionista de un subproducto ideológico; apuesta ciega, sentimiento irracional y opción irresponsable, opuesta a su carácter personal y dialogal (en términos de W. Kasper, citado en la obra). Como advierte Estrada: “¡Y qué mayor presión que hacer, querer y pensar algo, en contra de las propias evidencias, en nombre de Dios!” (p. 396). Algo de lo que se han servido no pocos corruptores eclesiales hasta en los últimos tiempos protagonizando escándalos con no pocas víctimas. El autor del libro aboga explícitamente por “corregir la regla trece desde un “disentimiento” fiel a la Iglesia, que es lo que practicó Ignacio cuando se sintió movido a dificultar las decisiones del Papa”, en un ejercicio de la libertad (ejemplificado también a continuación con una referencia a la Congregación General 32 y el desacuerdo con Pablo VI al respecto de la discusión del cuarto voto en la orden).

Entre los aspectos que hacen que la espiritualidad ignaciana cobre especial resonancia en la actualidad se encuentran su sintonía con los vigentes planteamientos que enfatizan las inteligencias emocional y espiritual. La particular atención de Ignacio al cuerpo en la dinámica de la oración, con coincidencias con modos y prácticas orientales. El carácter práctico y aplicable a la toma de decisiones de su método de discernimiento espiritual, de nuevo atento a las (e)mociones y a la propia psicología, a la búsqueda y contemplación de Dios a través de todas las cosas. La consideración como “maestro de la sospecha” cristiano, consciente de las trampas y engaños de la subjetividad. La relevancia de la distinción entre medios y fines y su jerarquización para poner los primeros al servicio de los segundos en aras de un proyecto de vida y la clarificación de la propia identidad y el camino personal, donde es clave la noción de “indiferencia”, analizada excepcionalmente por Juan Antonio Estrada.

Quien tenga curiosidad por los debates intelectuales hallará relevantes disputas de contenido ignaciano como las encarnadas por Rahner y Kolvenbach (lectura renovada de acuerdo con coordenadas teológicas actualizadas vs. lectura tradicional), o entre Cusson y Fessard (acento del papel activo de la persona como agente de la historia junto con la gracia vs. relativización de ese papel y desconsideración del valor de las criaturas por sí mismas, solo supeditadas al fin supremo divino (incluso a pesar de ser valiosas para Dios mismo). Quien tenga interés por la filosofía y la teología hallará un variadísimo y enorme plantel de autores de toda la historia del pensamiento que sobrepasa las lindes del pensar filosófico y teológico y que se patentiza de forma dinámica y en diálogo múltiple entre ellos, seña característica del profesor Estrada, tanto en sus publicaciones como en su desempeño docente. Bien hubiera merecido la pena por parte de la editorial la confección de un índice onomástico al respecto al final del volumen.

La mera introducción al libro de Estrada es ya encomiable, como precisa justificación de cómo hemos de situarnos hermenéuticamente ante los clásicos, cual lo es san Ignacio con sus ejercicios, así como muestra de los propósitos y planteamientos que aborda el autor. Pueden resultar especialmente atrayentes los capítulos primero, tercero y cuarto, en tanto que son muy destacables cuestiones fundamentales de los ejercicios y que los trascienden, como la búsqueda de Dios y el discernimiento o la libertad, que se resalta en el insoslayable comentario en torno al texto del Principio y Fundamento (capítulo primero).

Podemos afirmar que estamos ante una nueva, ambiciosa y bien lograda empresa intelectual del catedrático de la Universidad de Granada Juan Antonio Estrada. Y que es ilustrativa de una distinción de Ignacio Ellacuría, citada en el libro, según la cual algo no se conoce si no se integran las tres dimensiones que distingue entre la noética de hacerse cargo de la realidad, la ética de cargar con ella y la praxis de transformarla. En este sentido cabe aseverar que el autor se hace cargo, carga y ayuda a actualizar la realidad práctica de los ejercicios ignacianos, asumiendo toda su complejidad y ambigüedades, que conoce fehacientemente, y que comenta  situando a los lectores ante la perspectiva por él ya ganada al respecto de ellos, haciendo gala de un conocimiento no meramente teórico pero que jamás elude el componente teórico, que otros pretenderían esconder so pretexto de supuestas experiencias o revelaciones espirituales más o menos “puras”. Estrada no nos priva de nada en la exposición de todos los principios, en la letra y en el espíritu. Tanto los fundamentos y pilares de los ejercicios mismos de Ignacio, como los principios hermenéuticos. Tanto los presupuestos explícita e implícitamente asumidos por Ignacio, como los aplicados por él al analizarlos (sin eludir el principio de reflexividad), posibilitando la renovación en su aplicación práctica. Pues el estudio también se nutre –muestra de ello es además la bibliografía– de los ejercicios espirituales en sus desarrollos e interpretaciones a través de sus aplicaciones y ejercitaciones durante cinco siglos hasta llegar a nuestro hoy, en coherencia con la propuesta de la superación de límites y de reafirmación actualizada de su vigencia. Esta sería una de las mayores aportaciones del filósofo y teólogo Juan Antonio Estrada para todas aquellas personas cuya búsqueda espiritual es honesta y no están presas de la idiocia o el sectarismo teológico, espiritual, confesional, o filosófico de dogmas o escuela, incluido el dogmatismo escéptico. En particular, dado que el libro comenta el legado principal del fundador de una de las órdenes más señeras del catolicismo, la Compañía de Jesús, también será de utilidad para esta congregación. Eso sí, para quienes no entiendan que su pertenencia a ella  o a sus instituciones debe ser sinónimo de sacralización y momificación, o acrítica beatería ingenua (o cínica) del legado de los ejercicios espirituales. Su dinamismo interno experiencial, el crítico ejercicio del discernimiento y la apertura mística que no es fuga mundi (sin exención a la tentación de caer en ella), indefectiblemente ligados a la biografía y al método del fundador de los jesuitas, trascienden las coordenadas concretas de su despertar espiritual y de su elaboración creativa e innovadora plasmada en los ejercicios. Si estos superan la tentación de su fetichización o esclerotización por dogmatismos píos o escépticos, ambos en la antítesis de una genuina búsqueda espiritual, pueden seguir siendo un aldabonazo en el primer cuarto del siglo XXI del segundo milenio del cristianismo, para seguir atendiendo a los signos de los tiempos en tantos ámbitos y fronteras y ante tantas cuestiones y retos del mundo actual, dentro y fuera de la órbita ignaciana y cristiana, objeto de estudio y de interés para las humanidades, la filosofía y las ciencias sociales. La contribución de Estrada resulta en este sentido una aportación de primer orden, llamada a ser un clásico en la literatura acerca de los ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola.

Agustín Moreno Fernández

Profesor Ayudante Doctor, Universidad de Granada

Gazeta de Antropología, septiembre 2021

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“Biblia, Zen y Ejercicios en el Espíritu”, por Juan Masiá

Jueves, 25 de abril de 2019
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buddha_and_jesus1De su blog Vivir y pensar en la frontera:

De Kyoto a Ávila por Loyola y Jerusalén

Dejarse llevar por el Espíritu. Es la voz de Juan de la Cruz y Teresa de Jesús, del Maestro Zen Dôgen y de Ignacio de Loyola. De Kyoto a Ávila, por Loyola y Jerusalén, peregrinaba el P. Kadowaki, contemplando, empatizando y discerniendo.

Acaba de publcarse, en la editorial San Pablo, la nueva edición de El Zen y la Biblia, revisada por el autor en los últimos años de su vida y editada ahora póstumamente por sus discípulos.

El jesuita Maestro Zen Juan Kakichi KADOWAKI (1926-2017), profesor de Antropología filosófica, director de Ejercicios espirituales estilo Zen y oyente entrañable de la Palabra con el cuerpo entero, vivió con vocación de puente entre diversos senderos ascético-místicos que desembocan en el mar del secreto de la vida.

 Puente entre culturas, quiso que se criticasen mutuamente orientales y occidentales. Puente entre espiritualidades, quiso hermanar las místicas budista y cristiana como si fuesen siamesas unidas por un fondo común humano y espiritual, arraigado en el Aliento de Vida  que revoloteó sobre las aguas en la Creación (Gen 1, 2).

 La respiracón profunda y el “cuerpo-alma unimismados” por el soplo vivificador del Aliento de Vida son las tres claves de lectura para aprovechar el legado de la vida y obra de este jesuita japonés universal.

 Merecen aplicarse al P. Kadowaki las palabras con las que él calificaba el estilo del Maestro Zen japonés Dôgen (1200-1253): “Es posible la articulación en lenguaje poético y sugerente de lo que parece indecible. Lo inefable es sugerible...” Por eso, él persistió hasta última hora corrigiendo la versión en español aumentada y madurada de su obra El Zen y la Biblia.

 Kadowaki se reconoce discípulo del jesuita Pedro Arrupe y del maestro Zen Ômori Sôgen. Pedro Vidal -director de Ejercicios ignacianos del Zen laico-, se reconoce díscípulo del P.Kadowaki y del Maestro Koyama –promotor del Zen para el laicado en Japón-.

 El Maestro Koyama dijo a Pedro Vidal: “¿Cómo viene usted a aprender Zen en Japón, teniendo en su país la mística de Santa Teresa y San Juan de la Cruz?

El P. Kadowaki dijo a Pedro Vidal: “Ël Zen de Dôgen me ayudó a redescubrir el tesoro de los Ejercicios ignacianos según el Espírítu ”.

El P. Adolfo Nicolás elogia la integración de fe y cultura en Kadowaki diciendo: “Ha captado los tres puntos de coincidencia entre mística cristiana y budista: la contemplación, la compasión y el discernimiento”.

Los títulos de las tres partes de este libro destacan la temática central, que va de la respiración a la contemplación mediante la “escucha corporal entrañable” de la Palabra en el “lugar del Espiritu”.

 La primera parte invita a aprender del Zen: antropología de la iluminación desde la corporalidad y el silencio.

La segunda parte establece el puente entre la lectura bíblica “entrañable” y la asimilación del Kôancon cuerpo y alma unimismados”.

La tercera parte sugiere la integración de los Ejercicios Espirituales ignacianos con la mística del Zen. Se dan la mano las raices universales del místico vasco y las del contemplativo del medievo oriental. Todo ello por obra y gracia del corazón y la pluma de un jesuita japonés, precisamente oriundo de las nieves norteñas de Hokkaido.

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El papa Francisco vuelve a la carga contra la “teoría de género” y asegura ahora que hay una “guerra mundial” contra el matrimonio

Lunes, 3 de octubre de 2016
Comentarios desactivados en El papa Francisco vuelve a la carga contra la “teoría de género” y asegura ahora que hay una “guerra mundial” contra el matrimonio

preteEste hombre ha perdido el Norte, el Sur y hasta la razón… Y que haya quien todavía crea que es el papa que necesitábamos…

Cuestionado sobre los valores tradicionales y el valor del la familia durante una congregación católica en Georgia, el Papa se refirió a las teorías de género como uno de los principales enemigos del matrimonio tradicional, es más, fue más allá considerando que hay una guerra mundial (sic) para destruir el matrimonio – el matrimonio tradicional, considerado por él como la obra maestra de la sociedad – , no con armas sino con ideas, llamando a los miembros de su iglesia a defenderse para evitar la colonización ideológica. 

Pero nos queda, para desenmascararlo, San Ignacio de Loyola quien pone en sus Ejercicios Espirituales, que Bergoglio conoce bien, especial énfasis en las Reglas de Discernimiento de Espíritus para no caer en el error de ver bien, donde hay mal…

[332] La cuarta. Propio es del ángel malo, que se forma sub angelo lucis, entrar con la ánima devota y salir consigo, es a saber, traer pensamientos buenos y santos conforme a la tal ánima justa, y después poco a poco procura de salirse, trayendo a la ánima a sus engańos cubiertos y perversas intenciones.

Así, hartirtos estamos de sus gestos baratos de aparente acogida y misericordia cuando en realidad, su pensamiento se basa en la eterna homofobia eclesial…

El Papa Francisco considera que las políticas de género forman parte de la guerra mundial contra los valores

Nuevas declaraciones apocalípticas del papa Francisco contra el matrimonio igualitario y los derechos LGTB. En el segundo día de su visita a la República de Georgia, el argentino ha denunciado una supuesta “guerra mundial para destruir al matrimonio” de la mano de la “teoría de género”. “Hoy no se destruye con armas, se destruye con ideas. Es la colonización ideológica la que destruye”, aseguró.

Fue en un encuentro con religiosos y agentes pastorales laicos, todos ellos católicos, que tuvo lugar en la Catedral de la Asunción de la Virgen de Tiflis, sede de la administración apostólica latina del Cáucaso.  Una mujer, de nombre Irina, acompañada de su marido, le comentó al papa que las familias georgianas se enfrentan a los desafíos de “la globalización, que no tiene en cuenta los valores locales, nuevas visiones de la sexualidad como la teoría de género y la marginalización de la visión cristiana de la vida”. La mujer que hizo la pregunta y su marido actúan, según recoge The Catholic Herald, como consejeros para otras familias y les enseñan “planificación familiar natural”.

El papa Francisco le dio la razón. “Ha mencionado un gran enemigo del matrimonio, la teoría de género”, le respondió. Conviene recordar, en este punto, que “teoría de género” o “ideología de género” es el término que el ámbito más conservador utiliza para denigrar a buena parte de las reivindicaciones del colectivo LGTB (muy especialmente la lucha en favor de los derechos trans) y feministas. Sin profundizar demasiado, el papa añadió que hoy “existe una guerra global para acabar con el matrimonio”. “Hoy no se destruye con armas, se destruye con ideas. Es la colonización ideológica la que destruye”.

Sobre esa colonización ideológica a la que ya hizo referencia en su viaje  Filipinas, el Papa Francisco se explayó: “A veces, algunos países ricos prometen ayudas económicas y como contraprestación intentan que los países intervenidos adopten políticas sociales como el matrimonio gay”

En el mismo acto, Francisco también tuvo palabras críticas contra el divorcio. “El matrimonio es la cosa más preciosa que ha creado Dios. En el matrimonio, el hombre y la mujer se convierten en una sola carne, la imagen de Dios. Cuando uno se divorcia, está mancillando la imagen de Dios”, aseguró, entre otras declaraciones muy duras hacia los matrimonios que se divorcian. El papa también defendió el acercamiento a la Iglesia ortodoxa georgiana, abrumadoramente mayoritaria en el país.

Francisco, un tono cada vez más apocalíptico

12340_22487_gif-155396-oh-dios-el-papa-dimite-estoy-emocionalmente-inestable_360_270¿Dónde quedan ahora aquellas palabras en las que aseguraba que la Iglesia debería pedir perdón por la homofobia y la discriminación?

Poco queda ya, al menos por lo que a sus declaraciones públicas se refiere, del Francisco de la primera época, aquel del “¿quién soy yo para juzgar?” y de sus gestos mediáticos de moderada apertura a las personas LGTB.

Más de tres años y medio después de su acceso al pontificado, nada en absoluto ha cambiado en materia doctrinal, y cada vez que debe pronunciarse de forma concreta y específica más allá de palabras vacuas, lo hace siempre en contra de los derechos LGTB. Así lo hizo cuando apoyó a los partidarios de prohibir en referéndum el matrimonio igualitario en Eslovenia pocos días antes de su celebración (contribuyendo a la victoria del bando homófobo) o hace solo unos días, cuando avaló desde la Plaza de San Pedro las movilizaciones homófobas contra el matrimonio igualitario en México. Por no hablar de sus alabanzas al papel de la Iglesia católica de Eslovaquia en el referéndum homófobo celebrado en febrero del año pasado en ese país.

Pero también en sus discursos y declaraciones Francisco adopta un tono cada vez más abiertamente hostil hacia los derechos LGTB. En su ya famosa encíclica Laudato si’, Francisco vertía el que posiblemente ha sido el más importante ataque a las personas transexuales surgido del ámbito católico en los últimos años. Es, en concreto, en su punto 155, donde el papa aprovechaba para considerar que el respeto a la ecología incluye “la aceptación del propio cuerpo como don de Dios” y su “valoración en su femineidad o masculinidad” para “reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente”. Según aseguraba el papa, “cancelar la diferencia sexual” no es una actitud sana.

No era, de todas formas, su primer aviso de Francisco. “Pensemos en las armas nucleares, en su capacidad de aniquilar en unos pocos instantes un alto número de vidas humanas. Pensemos en la manipulación genética, en la manipulación de la vida, o en la teoría de género, que no reconocen el orden de la creación. Con esta actitud, el hombre comete un nuevo pecado contra Dios el Creador”, expresaba el papa solo unos meses antes de su encíclica.

Y como remate tenemos que referirnos, a las palabras del papa Francisco a un grupo de obispos polacos durante su estancia en Cracovia con ocasión de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Francisco, motu proprio y sin que nadie le preguntara por ello (respondía, en realidad, a una pregunta sobre la crisis de los refugiados), aseguró entonces que vivimos un momento de “aniquilación del hombre como imagen de Dios”, momento que relacionó con el hecho de que a los niños “se les enseñara en las escuelas” que cada uno puede “elegir su sexo”.

“Detrás de esto hay ideologías. En Europa, América, América Latina, África, en algunos países de Asia, hay verdaderas colonizaciones ideológicas. Y una de estas —lo digo claramente con «nombre y apellido»— es el gender. Hoy a los niños —a los niños— en la escuela se enseña esto: que cada uno puede elegir el sexo. ¿Por qué enseñan esto? Porque los libros son los de las personas y de las instituciones que dan el dinero. Son las colonizaciones ideológicas, sostenidas también por países muy influyentes. Y esto es terrible. Hablando con Papa Benedicto, que está bien y tiene un pensamiento claro, me decía: «Santidad, esta es la época del pecado contra Dios creador». Es inteligente. Dios ha creado al hombre y a la mujer; Dios ha creado al mundo así, así, y nosotros estamos haciendo lo contrario. Dios nos dio un estado «inculto» para que nosotros lo transformáramos en cultura; y después, con esta cultura, hacemos cosas que nos devuelven al estado «inculto». Lo que ha dicho el Papa Benedicto tenemos que pensarlo: «Es la época del pecado contra Dios creador». Esto nos ayudará”, aseguró entonces Francisco.

Dios es FamiliaClaro que es cuando echamos la vista aún más atrás y nos remontamos a la época en que Jorge Bergoglio era  arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado de la iglesia católica argentina cuando el tono apocalíptico del que es ahora papa aparece en todo su esplendor:  “No se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios. No se trata de un mero proyecto legislativo sino de una movida del Padre de la Mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios”. Así se expresaba en el verano de 2010 Bergoglio, en plena discusión sobre el proyecto de ley de matrimonio igualitario en su país… Y este Bergoglio que llegó a calificar al matrimonio igualitario, que entonces se discutía en Argentina, como “pretensión destructiva al plan de Dios” movida por el mismo demonio, sin movérsele el solideo, aseguraba después, siendo ya papa, que ”no es necesario estar hablando sin cesar” del tema. De la misma forma, pocas semanas después de recibir en el Vaticano a un católico transexual español, se conocían los detalles de una entrevista en la que el papa comparaba la “teoría de género” con las armas nucleares.

SOMOS FAMILIA. SOMOS FAMILIA. SOMOS FAMILIA

Fuente GayStarNews /Dosmanzanas/AmbienteG

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Recordatorio

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