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Chile: La actual y la futura vocera de Gobierno dialogan sobre derechos de la diversidad sexual y de género

Jueves, 8 de marzo de 2018
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vocerapereznarvaezEn el marco de los arreglos para el traspaso de mando. El Movilh valoró que los derechos LGBTI fuese uno de los temas debatidos y recordó que el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género son un compromiso de Estado, y en cuanto tal involucra al Gobierno.

El Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh) dijo hoy “mirar con buenos ojos” que los derechos de la diversidad sexual y de género fueran una de las temáticas abordadas ayer por la ministra vocera de gobierno, Paula Narváez, y su sucesora, Cecilia Pérez, además de recordar que “que el matrimonio igualitario es un compromiso de Estado y como tal involucra al gobierno”.

Tras la cita Narváez sostuvo que la “reunión que hemos sostenido ha sido de carácter informativo, una reunión muy fructífera, muy productiva, y hemos traspasado lo que han sido los principales elementos de la agenda ministerial, poniendo énfasis en lo que hemos avanzado en materia de diversidad sexual (…) Lo que consideramos un importante logro, el haber podido ingresar el proyecto de Ley de Matrimonio Igualitario y también haber avanzado de manera importante en la tramitación del proyecto de Ley de Identidad de Género“, informó Narváez

En tanto, Pérez señaló que “siempre ha estado en la preocupación del presidente Piñera la reivindicación de los derechos de todas las personas y por cierto de la agenda de diversidad de género, ya que le interesa poder hacer los esfuerzos para que en nuestro país vayamos avanzando en materia de discriminaciones y derechos de nuestros compatriotas”.

Añadió que “dentro del programa de gobierno de Sebastián Piñera no está el compromiso de sacar adelante el matrimonio igualitario, o de liderar su tramitación, no obstante, y tal como el presidente ha señalado, el asunto ya está en el Parlamento y son los parlamentarios quienes llevarán adelante esa discusión”.

Para el Movilh “es una buena señal para los derechos humanos de las personas lesbianas, gays, bisexuales, trans e intesex que altas autoridades del gobierno, tanto entrante como, saliente dialoguen sobre estos temas y coincidan en la necesidad de erradicar la discriminación. Esto refleja un clima país favorable a la igualdad que esperamos se siga traduciendo en políticas públicas y se ponga al día en sus graves deudas: la ley de identidad de género y el matrimonio igualitario”.

El vocero del Movilh, Oscar Rementería, enfatizó que “son graves deudas por cuanto la ley de identidad de género cumplirá cinco años de tramitación sin ser aprobada, mientras que el proyecto de ley de matrimonio igualitario no ha tenido avance alguno en el Congreso Nacional, pese a ser ambas normas compromisos internacionales que el Estado asumió en un acuerdo de Solución Amistosa (ASA) firmado con nuestra organización ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)”.

En ese sentido, es importante recalcar que “el Estado involucra a sus tres poderes, por tanto, todos éstos deben contribuir a hacer real el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. Cada autoridad debe tener una visión de Estado y por cierto un compromiso con la universalidad de los derechos humanos, lo que en este caso por cumplir el ASA. La labor del Poder Ejecutivo no se termina entonces con la sola presentación del proyecto de ley y de la Legislativo con la sola aprobación de leyes. Debe existir retroalimentación en el marco de sus compertencias”.

Fuente MOVILH

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“No se nace gay: se llega a serlo”, por Ramón Martínez

Martes, 21 de marzo de 2017
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2042946992_b975560315z-1_20150517074101_000_g2o4grj6r-3-0Leído en Cáscara amarga:

La semana del 8 de marzo debería servirnos a quienes no somos los sujetos fundamentales del Feminismo para intentar averiguar, en tanto que apoyamos la lucha de las mujeres desde una segunda fila, cómo el Feminismo puede cambiarnos la vida también a nosotros.

 Antes de ser gais, o lesbianas, o bisexuales, o transexuales, o lo que queramos afirmar que somos, no éramos nada. Así lo afirma Paco Vidarte en su Ética marica, y tiene toda la razón: antes de que se nos pudieran aplicar las categorías diferenciadoras de la orientación sexual o la identidad de género nadabamos indiferenciados en el vasto océano de la sexualidad libre. Pero entonces, mientras aprendíamos a ejercer el género y el deseo hegemónico, una interpelación con forma de injuria nos marcaba a fuego para siempre. Maricones o marimachos, nunca volveríamos a ser iguales.

Desde entonces aprenderíamos que somos diferentes y cómo debemos ejercer nuestra diferencia, cómo esconderla o visibilizarla, y, en este caso, cuál es la manera adecuada de hacernos visibles. Recientemente ha sido traducido al castellano el Cómo ser gay, de David Halperin: un gran estudio sobre los mecanismos socioculturales a través de los que se manifiesta la identidad gay. Es mediante esa enculturación -o no- en esos códigos supuestamente propios de la Diversidad Sexual y de Género, y desde los aprendizajes del niño marica y la niña marimacho, que iremos levantando una identidad a la que de un modo u otro nos destinaba aquella diferenciación primigenia que sonó como un insulto; una identidad que nos será útil para presentarnos frente al mundo como sujetos sujetados a un discurso que nos diferencia y que, quizá erróneamente, emplearemos también para levantar nuestra voz y reivindicar derechos.

La semana del 8 de marzo debería servirnos a quienes no somos los sujetos fundamentales del Feminismo para intentar averiguar, en tanto que apoyamos la lucha de las mujeres desde una segunda fila, cómo el Feminismo puede cambiarnos la vida también a nosotros.

Así, podemos recordar que hace ya casi setenta años Simone de Beauvoir escribía en El segundo sexo que «no se nace mujer: se llega a serlo». Analizaba la filósofa cómo la niña iba aprendiendo a convertirse en mujer, siendo esta una categoría construida socialmente a partir de lo que se presumen una serie de cuestiones biológicas, psíquicas, económicas, etc. con la suficiente relevancia como para diferenciar el destino de quien las porta. Me interesa, en ese pasaje de su obra, una frase que considero digna de nuestra atención como activistas por los derechos de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales: «solo la mediación ajena puede convertir un individuo en alteridad».

En este momento en que ya no solo reivindicamos derechos para las clásicas identidades LGTB, sino que ahondamos en nuestras diferencias y descubrimos nuevas categorías diferenciadoras, quizá sea necesario, si no urgente, no plantearnos únicamente los muchos y distintos parámetros que nos sirven para diferenciarnos, sino también quién controla esas diferenciaciones y a qué intereses sirven. Porque si bien el activismo identitario puede resultarnos una buena táctica de reivindicación -así nos lo han inculcado, al menos-, quizá falle estrepitosamente como estrategia, a largo plazo, porque no llega a cuestionar de una manera radical el sistema de la orientación sexual y la identidad de género que categoriza como diferentes a personas que, del mismo modo que el varón y la mujer en el pensamiento de Beauvoir, no tendrían por qué serlo.

Sabemos desde Hegel que el sujeto solo es sujeto en tanto que se erige en oposición a otro sujeto y, de este modo, para poder alzar nuestras voces nos ha sido necesario construir nuestra subjetividad oponiéndonos al sujeto heterosexual hegemónico. Pero en el camino quizá hayamos olvidado que el sujeto heterosexual también se ha construido oponiéndose a las categorías que, con un retoque de empoderamiento, ahora reivindicamos; y que, como consecuencia, quizá antes de definirnos como lesbianas, gais, bisexuales y transexuales, o como bolleras, maricones, viciosos y travelos, o como quiera que queramos definirnos, nuestra primerísima identidad era precisamente la no identidad: no ser heterosexuales, ni cualquier otra cosa. Al principio éramos sirenas en el océano, y el poder acudió a ordenar nuestros cantos.

Necesitamos un activismo radical, que en otro tiempo se llamó revolucionario, que supere las categorías de orientación sexual e identidad de género, que cuestione la construcción de la homosexualidad, la bisexualidad, la transexualidad, y de manera fundamental la propia heterosexualidad, para conseguir denunciar que nuestras diferencias no son nuestras, sino que nos han sido impuestas de una u otra manera desde aquellos insultos de la infancia. Que aunque haya quien se empeñe en descubrir los orígenes biológicos, psíquicos, etc. de nuestras diferencias la gran pregunta no es si nacemos así como somos, sino cómo hemos llegado a ser quienes somos, y qué hacer a partir de aquí.

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“Heterosexuales que parecen gais”, por Ramón Martínez

Viernes, 18 de marzo de 2016
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boda_Pedro_Sánchez_y_Albert_RiveraInteresante reflexión que publica en Cáscara amarga:

 Interpretar humorísticamente como sexual un vínculo no sexual entre dos hombres presuntamente heterosexuales es una forma de homofobia.

Hay pactos que encierran dobles interpretaciones y, desde que Pedro Sánchez anunció que para la investidura que se malogró ayer mismo contaba ya con el apoyo de Albert Rivera, las reacciones no han versado únicamente sobre lo adecuado o inadecuado de dicho acuerdo.

Se establecía un vínculo político entre dos hombres de los que por el momento sólo conocemos relaciones heterosexuales, pero se consideraba un vínculo suficiente para que el humor hiciera de las suyas: Pedro y Albert, al menos hasta ayer, eran pareja.

El Mundo Today, periódico cómico de referencia, ha venido publicando diferentes noticias sobre la investidura, empleando en todo momento para este pacto entre PSOE y Ciudadanos la metáfora de un matrimonio: Pedro Sánchez apuesta por los tonos pastel para su invitación de investidura, y Alfonso Guerra se encierra en el baño con Pedro Sánchez para hacerle la prueba del pañuelo en la mañana del 1 de marzo.

Ayer mismo Pablo Iglesias, en su intervención, siguió con “la broma” e interpeló al candidato socialista diciendo “El amor se abre paso: Pedro, sólo quedamos tú y yo”, para añadir después que el pacto de Podemos con el PSOE, que Iglesias cree que podrá posibilitar un gobierno del cambio, aunque tampoco salgan las cuentas, será “el pacto del beso”.

Interpretar humorísticamente como sexual el vínculo no sexual entre dos hombres presuntamente heterosexuales es una forma de homofobia. Sus víctimas no son lesbianas, gais, bisexuales o transexuales, sino personas supuestamente heterosexuales, porque la homofobia no es una amenaza exclusiva para la Diversidad Sexual y de Género: la homofobia compromete la libertad de toda la humanidad.

Si dos hombres heterosexuales reciben la “corrección” de su comportamiento, que se valora como demasiado afectivo, a través del humor, el modelo social que se fomenta es aquel en que no sea posible, para dos hombres heterosexuales, demostrar ninguna afectividad. “Los hombres no lloran” implica también que “los hombres no aman”, ni pueden establecer vínculos de amistad con personas de su mismo sexo. A la larga esto implica que tampoco podrán empatizar debidamente con otras personas. Y una sociedad sin empatía es una sociedad en la que difícilmente puede sostenerse la democracia.

Frente a esta parodización del vínculo político entre Pedro Sánchez y Albert Rivera, las redes sociales han vitoreado el supuesto beso en los labios de Pablo Iglesias y Xavier Doménech, aunque relamente parece que no fue tal, sino una confusión por la perspectiva, según me cuentan quienes lo vieron en directo.

No deja de ser extraño que se celebren las Nuevas Masculinidades, que dos hombres también supuestamente heterosexuales se besen en los labios sin ningún tipo de miedo o pudor, en la misma semana en que un acuerdo entre dos hombres suscita parodias burlescas.

Quizá es que en este momento en que se enfrentan la nueva y la vieja política, sin que quede claro qué partido representa cada una, haya quienes tengan la venia de la masculinidad “de abajo” para ser presentados como modelos de varones nuevos en tanto otros deban sufrir una homofobia sibilina que pone en tela de juicio su virilidad como consecuencia de un pacto político que alguien considera inadecuado.

La homofobia, como de costumbre se esconde en cualquier parte, incluso en lo que podía parecer un chiste inofensivo. No podemos permitirlo: la homofobia, ni en broma.

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“6 consejos para evitar una agresión homófoba”, por Ramón Martínez

Martes, 19 de enero de 2016
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homofobia_cerdanyolaInteresante artículo que publica en Cáscara Amarga:

Los consejos deberían ser para esas personas que no son capaces de permitir la existencia de diversidad a su alrededor, porque son ellas quienes dan comienzo a la agresión.

 2016 ha empezado con una ola de violencia. En Colonia unas cien de mujeres han sido robadas y agredidas sexualmente por un millar de hombres durante la madrugada del primero de enero. Supuestamente el grueso de la jauría lo formaban varones inmigrantes, y se ha llegado a sugerir que muchos de ellos eran refugiados sirios.

Así, ha comenzado a propagarse un discurso que emplea un supuesto feminismo como excusa para propagar el racismo y la xenofobia, incluso acusando al Feminismo de apartar la vista de estas agresiones desde pasquines ultra como InfoVaticana.

Extraño pensamiento éste que ignora que los derechos de las mujeres se defienden a diario, no cuando puede emplearse esa reivindicación para atacar la dignidad de las personas migrantes y refugiadas, forma de purplewhasing que ha denunciado muy acertadamente Brigitte Vasallo en la revista Píkara.

Este discurso me recuerda, en el caso de la Diversidad Sexual y de Género, a aquellas extrañas palabras de un responsable del partido ultra Vox durante las elecciones autonómicas en Andalucía el pasado marzo cuando señalaba que debe impedirse la inmigración de personas musulmanas para evitar “que desde la Giralda se arroje a los homosexuales“, denunciando la homofobia salvaje de DAESH pero aprovechándola como estrategia de pinkwashing para enmascarar y potenciar sus ideas contra los derechos de la diversidad étnica y de origen nacional.

Como respuesta a la oleada de agresiones machistas Henriette Reker, alcaldesa de Colonia, tuvo la poco afortunada idea de ofrecer a las mujeres de su ciudad algunos consejos para evitar los ataques. Ha sido muy comentado el que recomendaba mantener al menos un brazo de distancia con cualquier persona en la calle, si bien sus palabras han sido duramente contestadas por Heiko Maas y Manuela Schwesig, ministros de Justicia y Mujer y Familia, que le recuerdan que la responsabilidad de evitar las agresiones no es nunca de las mujeres, sino de los agresores. Además, como hace poco me comentó Eduardo García Ríos, amigo y compañero de Arcópoli, esa técnica se vuelve inútil cuando el agresor tiene el brazo más largo que tú.

También hemos sabido que en España este comienzo de año ha sido especialmente violento. A día de hoy son ya 7 las mujeres asesinadas por violencia de género, y nos hemos encontrado con un gravísimo aumento en la frecuencia de  atentados contra personas LGTB. 2016 empezó con una agresión a un joven gay en el madrileño barrio de Salamanca el mismo 1 de enero a las siete de la mañana, a la que siguieron los golpes e insultos a una pareja de hombres en el centro de Segovia.

Días después en Lavapiés una mujer trans fue brutalmente agredida por un grupo de jóvenes, que la llamaron “maricón” y dejaron inconsciente entre muchos golpes. Además, otras tres agresiones están siendo ya atendidas por Arcópoli. En total son al menos siete víctimas en dieciséis días.

Frente a esta oleada de violencia desmedida podríamos considerar necesaria una respuesta semejante a la de la alcaldesa de Colonia, y ofrecer consejos de seguridad para lesbianas, gais, bisexuales y transexuales que les sirvieran para evitar una agresión. Pero no. No es lícito responsabilizar a las personas no heterosexuales de su propia seguridad. ¿Por qué debemos tener más cuidado al ocupar un espacio público que una persona heterosexual? ¿Por qué no son los agresores los que se preocupan de dejarnos en paz, y cuando sientan ese deseo de agredirnos ponen un brazo de distancia entre ellos y el mundo civilizado? Los consejos deberían ser para esas personas que no son capaces de permitir la existencia de diversidad a su alrededor, porque son ellas quienes dan comienzo a la agresión. Las lesbianas, gais, bisexuales y transexuales simplemente estamos en la calle, igual que cualquier otra persona.

No obstante, son muchas las cosas que puedes hacer para evitar que siga habiendo agresiones homófobas -y bífobas y tránsfobas-; y quiero resumirlas en seis puntos:

1.- Exige al Gobierno de España una Ley contra los Delitos de Odio, que modifique el Código Penal para incluir expresamente el discurso de odio y las acciones que de él se derivan como delito específico.

2.- Exige al Gobierno de España una Ley para la Igualdad Efectiva de Lesbianas, Gais, Bisexuales y Transexuales y contra la Discriminación por Orientación Sexual e Identidad de Género, que ponga a disposición de las personas LGTB los mecanismos necesarios para que puedan defender sus derechos, como por ejemplo un Observatorio Nacional contra la Homofobia, Bifobia y Transfobia.

3.- Exige al Gobierno de España una Ley Integral de Transexualidad que reconozca a las personas trans su derecho a la atención sanitaria gratuita cuando sea solicitada, que responda adecuadamente a las necesidades de menores y personas migrantes y que despatologice definitivamente cualquier forma de identidad de género que se aparte de la cisexualidad.

4.- Exige al Gobierno de España que incorpore a una nueva Ley de Educación las medidas necesarias para que en todos los colegios, institutos y universidades aparezca de manera transversal la Diversidad Sexual y de Género como un valor social que proteger, y de forma específica a través de una asignatura como Educación para la Ciudadanía, además de potenciar el desarrollo de nuevas masculinidades no fundamentadas en la violencia.

5.- Exige al gobierno de tu comunidad Leyes Autonómicas que protejan y reconozcan los derechos de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales en todos los ámbitos de sus competencias.

6.- Exige a tu ayuntamiento Ordenanzas Municipales sobre Diversidad Sexual y de Género que además de garantizar los derechos de las personas no heterosexuales se comprometan a promoverlos, que conciencie a la policía local de que uno de sus deberes fundamentales es garantizar también la seguridad de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales, y que facilite el asociacionismo LGTB a través de la subvención y cesión de espacios públicos.

Todos estos puntos pueden resumirse en uno solo: para evitar que la homofobia, la bifobia y la transfobia sigan presentes en nuestras calles lo único que hace falta es que el discurso activista llegue a las instituciones, porque son ellas las que deben preocuparse por nuestra seguridad, no nosotros y nosotras. Lo único que hace falta es más activismo. Porque para acabar con la homofobia no hay que tener cuidado, hay que tener derechos.

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“¿Quién tiene la culpa de la homofobia?”, por Ramón Martínez

Lunes, 21 de septiembre de 2015
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tumblr_ljbb7pWDc71qezy3vo1_400Un buen artículo, como siempre, que hemos leído en Cáscara Amarga:

Últimamente, y no sin sorpresa, cuando me quejo de la suciedad que continúa impregnando los suelos y los cielos de Madrid o en aquellos momentos en que el servicio de BiciMad me exaspera por su característico mal funcionamiento, encuentro una respuesta habitual: se justifican estas y otras deficiencias de mi ciudad porque “la gente es muy guarra”, “hay gente que hace un uso indebido”, etc. Si bien es cierto que si nadie tirase papeles al suelo no estaría tan sucio, y si nadie tratara de robar bicicletas -y lo consiguiera- sería mejor el servicio -o no, porque es vergonzoso-, no dejo de plantearme hasta qué punto puede culparse a las personas, en tanto que individuos, de los problemas que hemos de padecer todos y todas. Del mismo modo me preocupa también cómo encontrar culpables de la homofobia -y bifobia y transfobia- con la intención, sobre todo, de conocer cuál puede ser el trabajo activista más adecuado para erradicar la discriminación contra las personas no heterosexuales.

Esta semana hemos conocido una investigación realizada en Italia en que se demuestra que la homofobia se relaciona con determinados rasgos de la personalidad, como la tendencia al psicoticismo y la presencia de unos mecanismos de defensa inmaduros. Existe, así, una “asociación notable entre los aspectos disfuncionales de la personalidad y las actitudes homofóbicas”, según señala Emmanuele A. Jannini, uno de los responsables del estudio. Y aunque resulta interesante saber que el odio hacia personas lesbianas, gais, bisexuales y transexuales puede tener un origen evitable con la adecuada medicación, no dejo de recordar uno de los gritos habituales en las manifestaciones contra la violencia de género: “No están locos, son asesinos”.

“Explicamos desafueros y maldades alegando que su causante ha perdido el uso de razón, o que es un sádico cuya enfermedad le hace cometer perversidades” dice Salvador Giner en su estudio sobre la sociodicea, la justificación de la sociedad tal como es, con sus males, o de un mal en particular por resultar necesario para otros fines o considerase inevitable. Parece así que este estudio contribuye de algún modo a la justificación de la homofobia: entendermos que las personas homófobas están enfermas, y entonces merecen nuestra lástima, nuestra preocupación por su mejora, no nuestra condena. Del mismo modo, ante el aumento de agresiones contra lesbianas, gais, bisexuales y transexuales que vemos en las noticias últimamente, no es extraño encontrarse con intentos de justificación del tipo “nuestra sociedad es así” o “siempre existirá la homofobia”. En ellas, cuando es una persona no heterosexual la que pronuncia dichas justificaciones, no puedo sino encontrar la asunción de planteamientos propios de la heterosexualidad dominante que Goffman anunciaba en su estudio sobre el estigma. Cuando es una persona heterosexual quien trata así de justificar el mal, por contra, es apreciable el intento de desinvidualizar la culpa, arrojándola de sí misma a la masa que componen todas las personas. Decir que la homofobia -y la bifobia y la transfobia- forma parte de nuestra cultura no es sino una forma de sociodicea a través de la que el individuo trata de limpiar su reputación arrojando toda sospecha a una entidad supuestamente superior en la que parece no participar. Se traslada del plano micro al plano macro, y se olvida que como individuos somos nosotros y nosotras quienes, con nuestras acciones, construimos una y otra vez esa cultura en la que todos participamos; que somos personas únicas pero estamos atravesadas por esos planteamientos de la masa que nos interrelaciona, como ha señalado Sloterdijk. Tratamos de dormir tranquilos con la excusa de la cultura y olvidamos que, dice Rapport, “culture is no excuse”.

La culpa de la homofobia -y bifobia y transfobia- es una culpa compartida. Si bien es cierto que estamos socializados en una cultura que presenta como convencionales determinadas acciones que entrañan consideraciones negativas sobre la Diversidad Sexual y de Género, depende de todos nosotros, a nivel particular, decidir si seguimos esos supuestos mandatos culturales o no lo hacemos. La cultura se compone de dos cajas de herramientas -buenas y malas- que usar frente a un estímulo, y nos es posible empezar a escoger las buenas. Si nuestra autonomía fuera imposible todo el mundo estaría agrediendo a personas heterosexuales, y todos los maridos matarían a sus mujeres. Si en lugar de justificar los males sociales como la intolerancia nos comprometemos en lo particular y desarrollamos micropolíticas que se opongan a lo “tradicional”, será posible una revolución que erradique el machismo, el toro de la Vega y, por supuesto, la homofobia -y bifobia y transfobia-. Ésa es la parte de trabajo que corresponde a los individuos. “Sé el cambio que quieres ver en el mundo”, dice la frase falsamente atribuída a Gandhi. A los poderes públicos hemos de demandarles las políticas macro que propicien, entre otras muchas cuestiones, nuestro compromiso en lo micro. Y así será más sencillo limpiar Madrid, porque lo habremos manchado menos, o que funcione BiciMad porque lo estemos usando mejor -quizá, no estoy seguro-, o que se erradique cualquier forma de discriminación.

Tan fácil como dejar de justificar el mal y no volver a insultar a un compañero de clase porque no es gay, lesbiana, bisexual o transexual. Tan fácil como que un instituto cuelgue un cartel fomentando el respeto hacia la Diversidad Sexual y de Género. De eso trata la magnífica campaña de Arcópoli Al Insti igual que tú. Porque si conseguimos que exista un solo adolescente LGTB libre, puede salvarnos a todos; puede salvar nuestra Cultura.

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