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“Hola: ¿podemos hablar? “, por Magdalena Bennásar.

Viernes, 27 de julio de 2018
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abueloynietoTengo que salir de viaje y aunque estaba empezando mi tiempo sagrado de silencio, he buscado en mi móvil información sobre el tiempo. Y de refilón veo un rostro ensangrentado en las noticias, un abuelo atacado…y se convierte en mi texto de oración para hoy.

La noticia está en CNN y en Washington Post… Un abuelo mexicano de 91 años que está visitando a su familia en California es atacado por una mujer que paseaba con su bebé por el mismo parque. A los gritos de “vete a México” al verle, coge un ladrillo de cemento y empieza a golpearle rompiéndole la mandíbula, huesos de las mejillas, costillas… para tener más fuerza corre a un grupo de hombres diciéndoles que el abuelo quería robarle el niño y ellos enfurecidos ayudan con la paliza.

El abuelo ni siquiera vive allí, había ido a visitar a su familia de la que posiblemente lleva muchos años separado y a pesar de la edad es él quien se desplaza para que no detengan a sus familiares más jóvenes si cruzan la frontera, según están las cosas hoy.

Pensemos como tratamos o hemos tratado a nuestros mayores y pequeños en nuestras familias. El cariño, a pesar a veces del cansancio ante innumerables situaciones que se crean en estos extremos de la vida, y que nos pillan trabajando, con situaciones familiares…pero ahí estamos, acompañando, aliviando, buscando soluciones. Si le ponemos el rostro de nuestro abuelo, o padre o madre, o bebé de la familia ¿cambia algo?

No podía creer lo que leía y veía: una mujer con un bebé atacando a un anciano débil, paseando en un parque en pleno día, sólo porque unos políticos, como en otros momentos de la historia y en la actualidad en tantos lugares, nos dicen lo que tenemos que pensar y sentir.

El abuelo mexicano puede ser el abuelo marroquí o senegalés… en nuestras calles, y tampoco sentimos, en general una gran compasión pues cada vez son más…

¡Qué fácil es interpretar! Desde nuestra orilla, siempre la buena, interpretamos lo diferente y al diferente, desde nuestros parámetros, siempre los justos a nuestros ojos no cristificados, razonados, enrarecidos por nuestros complejos o miedos…

¡Qué fácil es interpretar y no dialogar! Si interpreto, el abuelo, con rostro de Cristo ensangrentado, indefenso y malherido se convierte en un enemigo secuestrador de bebés y potencialmente un asesino, o lo que sea.

Tal vez sea de lo que más duele en las relaciones humanas, que nos interpreten pero que no dialoguen. Dialogar es de fuertes; supone quitarse la coraza y acercarse a la persona que no entiendo.

Interpretar nos hace ver fantasmas, dialogar la quita. Interpretar nos afianza en nuestro yo dialogar nos saca a la intemperie para encontrarnos a mitad de camino, sin escudos ni excusas dispuestos a comprender, a dar una oportunidad.

Si al abuelo mal herido de nuestro parque, en lugar de interpretarle, le hubieran saludado, posiblemente hubieran conseguido la sonrisa más hermosa de un rostro arrugado y envejecido por duros trabajos y pobreza. La sonrisa del noviolento que aguanta la violencia con paciencia es hermosa, recuerda la mirada reconciliadora del crucificado, que es capaz de morir perdonando, dando siempre otra oportunidad.

Interpretar la palabra de Dios puede llevarnos a fanatismos. Si dialogamos con Dios, a través de su Palabra, nos adentramos en la verdad y en el amor que todo lo cambia.

Dialogar es difícil sólo cuando tengo miedo de perder terreno. Es liberador cuando lo descubro como la herramienta de la amistad, de la no violencia, de la convivencia.

En estos días de verano en que conviviremos, tal vez, con otras personas y lugares, quisiera aprender a no interpretar porque creo que me ayudará a adentrarme en el otro, en su cultura o realidad haciendo así posible que lo que podría ser tenso o difícil sea gozoso.

Dialogar es recorrer el camino para acercarnos a la otra orilla. La orilla de la otra persona, a veces orillada por nuestras miradas que interpretan y se protegen. Y viene Jesús y se adentra en todas las orillas que los buenos y justos consideraban peligrosas, diferentes, potencialmente malas y peligrosas.

Y Jesús dialoga, y dialoga y dialoga. Y así cambia la historia, cambia la vida de la gente. Y la sigue cambiando, y ¿qué me pide? Que deje lo que me impide dialogar, mirar a la persona cara a cara, sin tapujos, que no interprete su expresión: lo que interpreto como que no le gusto igual es dolor de cabeza, o inseguridad ante mis aires de superioridad que también ella o él interpretan pero que tal vez en mí o en ti es timidez o sensación de que no le caes…

¿Sabes que te digo? Que lo mejor, con diferencia, es dialogar, aclararse y vivir dejando vivir.

Feliz Verano!!!

Magdalena Bennásar Oliver

www.espiritualidadintegradoracristiana.es

Fuente Fe Adulta

Espiritualidad ,

Obras ES /3. Consolar, soportar, dialogar

Jueves, 19 de mayo de 2016
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consolar01Del blog de Xabier Pikaza:

Termina con esta postal la exposición de las siete obras de misericordia espirituales (propias del Espíritu Santo), que he querido poner de relieve con ocasión de la fiesta de Pentecostés.

El mismo Espíritu de Dios consuela a los tristes, nos consuela y hace que nosotros podamos consolar a los demás, como dice San Pablo en Rom 8 y 2 Cor 1. Por eso le llamamos Consolador o Paráclito: Fuente y sentido de todo consuelo profundo.

Éstas son las tres últimas: consolar a los tristes, soportar las adversidades de la vida y dialogar con el misterio (esto es, pedir a Dios por vivos y difuntos), descubriendo y realizando así el sentido de la vida como diálogo con Dios, dialogando (en lo que podamos) con todos los hombres y mujeres.
Cada lector podrá destacar una de ellas.

images— Para algunos, la más importante será el consuelo, que consiste en acompañar y animar a los tristes, angustiados, abatidos, levantando la “moral” de los demás, para caminar con ellos.

— Otros insistirán en la paciencia activa, entendida como aguante en las adversidades. No se puede consolar si uno se deja hundir, si se deprime por nada, si no sabe mantenerse en un mundo cargado de riesgos.

Paciencia activa es el aguante, es decir, la resistencia , como ha puesto de relieve el libro del Apocalipsis. No es una resistencia resentida, sino un gesto de compromiso activo con la vida, a favor de los demás, en esperanza.

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— Finalmente, la más importante de todas las obras es la oración, entendida como diálogo, con Dios y con los otros. No se trata simplemente de pedir, sino de pedir y dar, de acompañar a los demás en el camino (y de un modo especial al mismo Dios).

La oración nos vincula sobre el campo de la vida, como a la pareja del cuadro de Millet, con la pareja orando al mediodía el Ángelus. Ambos dialogan así y se vinculan, no sólo con el campo en que trabajan, sino con el Dios creador, con los vivos y difuntos.

Como verá quien lea la postar entera, sigo tomando como referencia la obra que hemos escrito J. A. Pagola y un servidor con el título de Entrañable Dios. Las obras de misericordia (Verbo Divino, 2016). Allí he puesto de relieve el origen y sentido de las obras de misericordia corporales y espirituales (por utilizar este lenguaje, quizá poco apropiado, de la tradición teológica, pues también las obras llamadas corporales, tomadas de Mt 25, 31-46, son obras espirituales).

CONSOLAR AL TRISTE

El perdón era la obra central de la misericordia (era la cuarta, estaba en medio de las siete). Pues bien, tras el perdón, como despliegue ulterior del proceso educativo, viene el consuelo, en la línea de las bienaventuranzas que han sido y siguen siendo la lección más honda de la escuela de Jesús, cuando decía «felices los que lloran, porque serán consolados» (Mt 5,5). No son felices porque lloran (ni porque tienen hambre, ni son pobres…), sino porque recibirán consuelo de otros (serán saciados, heredarán el Reino).
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Esta es sin duda una obra de Dios, el gran consolador, pero es, al mismo tiempo, una obra de la comunidad cristiana, entendida como escuela de consuelo para los tristes.

En este contexto se inscriben las palabras simbólicas de Pablo, cuando afirma que la tierra entera gime, en dolores de parto, y nosotros los seres humanos gemimos con ella, esperando la liberación que proviene de Dios, viniendo de los hermanos que nos ofrecen su consuelo (Rom 8,21-24; cf. 2 Cor 1,3-7). Así lo recordaba una propuesta esencial de Ignacio de Loyola: «Mirar el oficio de consolar que Cristo Nuestro Señor trae, comparando cómo unos amigos suelen consolar a otros» (Ejercicios espirituales 224). Pero en nuestro caso no se trata solo de unos amigos que se consuelan entre sí, sino de la misma escuela cristiana entendida como tiempo y tarea de consuelo.

Los cristianos forman una comunidad de consolados y consoladores, empezando por las mujeres de Pascua (cf. Mt 28,5.9), a las que Jesús decía «no temáis, alegraos». En la base del testimonio de Jesús y de la escuela cristiana sigue estando el testimonio de aquellas mujeres de la tumba vacía, que cambiaron su oficio de plañideras por el de consoladoras, anunciando a todos que Jesús se hallaba vivo, iniciando así una obra de educación por (para) el consuelo, que han realizado y siguen realizando sobre todo las mujeres en la Iglesia.

No ha llamado Jesús a los creyentes para llorar junto a una tumba, sino para que sean testigos de la alegría de Dios, para anunciar la resurrección de su Hijo (¡la nuestra!), en la línea de las experiencias de pascua. Sin duda hay otros temas de educación pascual, pero sin consuelo acaban siendo insuficientes, de forma que la Iglesia corre el riesgo de hacerse escuela de muerte, un culto de cementerio (cf. El papa Francisco, Evangelii Gaudium —El gozo del Evangelio—, 2013). Hay momentos de tristeza, vinculados con el luto a los muertos y la opresión de los débiles, pero han de estar al servicio del consuelo más alto de pascua.

En esa línea ha de entenderse la revelación bíblica, partiendo de Ex 34,6-7, donde el mismo Dios aparece como rahum y hannun, con entrañas maternas, lleno de gracia y de consuelo. Así han de mostrarlo los creyentes, en un mundo amenazado por la tristeza, en el que muchos buscan el consuelo no solo de terapeutas profesionales, sino de augures y videntes que no logran alcanzar el fondo humano/divino del alma amenazada por la depresión, angustia y tristeza:

Depresión psicológica. Se ha venido extendiendo no solo entre los mayores, sino entre niños y adolescentes; como un bajón vital, que tiene varias causas (soledad familiar, miedo a lo desconocido, incapacidad de afrontar el futuro…) y que parece extenderse cada vez con más fuerza, pudiendo convertirse en una gran pandemia. Este es un problema universal, pero afecta especialmente a las sociedades que parecen más adelantadas. Leer más…

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