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La mujer que lo da todo sin pestañear

Domingo, 7 de noviembre de 2021
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“… La palabra de Jesús siempre se hace carne, en este caso en la persona de una viuda que se acerca, y aun siendo su situación histórica, religiosa y social parecida a la nuestra, ella sin dudar, sin pestañear, da todo. Realmente exagerado (..)

(…) Y Jesús la admira. Ellos dos no se conocían. Ella no es discípula, ni cristiana… ella es una mujer de pies a cabeza, que fiel a su conciencia, da todo al Templo cuyo Dios la excluye de casi todo por ser mujer, pero que suponemos, ella sabe, como Jesús, en el fondo de su entraña, que Dios no es como dicen aquellos que oprimen y aparentan…sino como dicen los profetas y los salmos…y se confía totalmente (…)

(…) Jesús, de nuevo nos pone a una mujer, pobre e insignificante, como modelo de discípulo. Mira que le gusta el tema, pero no se da cuenta de que esto no mola y que posiblemente va a acabar mal… pues sí, pero no se calla, porque hay tan poca gente que dice la verdad, que a los que la dicen les quitan de en medio. Caramba, que raro es el evangelio. ¿Y si lo contáramos así? No sé, tú, impresiona un poco. Me lo pensaré. Tal vez a los niños y jóvenes les gustaría saber como fue en realidad Jesús. Tendremos que buscar a algunas de esas “viudas” para que se lo cuente y les contagie de ese reino.”

*

Magdalena Bennásar,
Eukleria

*** 

En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo:

“¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.”

Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a los discípulos, les dijo:

“Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.”

*

Marcos 12, 38-44

***

Dios es absolutamente más rico que nadie, porque es absolutamente el más pobre. No tiene nunca nada para sí, sino siempre para el otro. El Padre para el Hijo, el Hijo para el Padre, el Padre y el Hijo para el Espíritu Santo común. Pero tampoco el Espíritu tiene nada para sí, sino todo para el Padre y para el Hijo. Esto no es tampoco un egoísmo a dos o a tres, puesto que en Dios cada uno piensa verdaderamente sólo en el otro y quiere enriquecer al otro. Y toda la riqueza de Dios consiste en este darse y recibir el Tú.

La pobre viuda, que ha dado todos sus haberes, está muy cerca de este Dios. ¿Acaso no se puede decir que Dios ha echado todos sus haberes en el cepillo de las ofrendas del mundo, cuando nos dio a aquel hombre sin apariencia, escondido, apenas localizable en la historia del mundo, llamado Jesús de Nazaret?

¿No se puede decir que en este casi nada nos ha entregado Dios más que con el rico y gigantesco universo, puesto que así nos ofreció «todo lo que necesitaba para vivir», a fin de que nosotros, aunque él muriera, pudiéramos vivir de su vida eterna?.

*

H. U. von Balthasar,
Tú coronas el año con tu gracia,
Encuentro, Madrid 1997.

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“Mala conciencia”. 32 Tiempo Ordinario – B (Marcos 12,38-44)

Domingo, 7 de noviembre de 2021
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53_32_TO_B_1480685En teoría, los pobres son para la Iglesia lo que fueron para Jesús: los preferidos, los primeros que han de atraer nuestra atención e interés. Pero es solo en teoría, pues de hecho no ocurre así. Y no es cuestión de ideas, sino de sensibilidad ante el sufrimiento de los débiles. En teoría, todo cristiano dirá que está de parte de los pobres. La cuestión es saber qué lugar ocupan realmente en la vida de la Iglesia y de los cristianos.

Es verdad –y hay que decirlo en voz alta– que en la Iglesia hay muchas, muchísimas personas, grupos, organismos, congregaciones, misioneros, voluntarios laicos, que no solo se preocupan de los pobres, sino que, impulsados por el mismo espíritu de Jesús, dedican su vida entera y hasta la arriesgan por defender la dignidad y los derechos de los más desvalidos, pero ¿cuál es nuestra actitud generalizada en las comunidades cristianas de los países ricos?

Mientras solo se trata de aportar alguna ayuda o de dar un donativo no hay problema especial. Las limosnas nos tranquilizan para seguir viviendo con buena conciencia. Los pobres empiezan a inquietarnos cuando nos obligan a plantearnos qué nivel de vida nos podemos permitir, sabiendo que cada día mueren de hambre en el mundo no menos de setenta mil personas.

Por lo general, entre nosotros no son tan visibles el hambre y la miseria. Lo más patente es la vida injustamente marginada y poco digna de los pobres. En la práctica, los pobres de nuestra sociedad carecen de los derechos que tenemos los demás; no merecen el respeto que merece toda persona normal; no representan nada importante para casi nadie. Encontrarnos con ellos nos desazona. Los pobres desenmascaran nuestros grandes discursos sobre el progreso y ponen al descubierto la mezquindad de nuestra caridad. No nos dejan vivir con buena conciencia.

El episodio evangélico en el que Jesús alaba a la viuda pobre nos deja avergonzados a quienes vivimos satisfechos en nuestro bienestar. Nosotros tal vez damos algo de lo que nos sobra, pero esta mujer que «pasa necesidad» sabe dar «todo lo que tiene para vivir». Cuántas veces son los pobres los que mejor nos enseñan a vivir de manera digna y con corazón grande y generoso.

José Antonio Pagola

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“Esa pobre viuda ha echado más que nadie”. Domingo 07 de noviembre de 2021. Domingo 32º ordinario

Domingo, 7 de noviembre de 2021
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59-ordinarioB32 cerezoLeído en Koinonia:

1Reyes 17, 10-16: La viuda hizo un panecillo y lo llevó a Elías.
Salmo responsorial: 145: Alaba, alma mía, al Señor.
Hebreos 9, 24-28: Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos.
Marcos 12, 38-44: Esa pobre viuda ha echado más que nadie.

La primera lectura tomada de 1Re nos presenta el caso de una viuda que comparte lo poco y único que tiene con el profeta Elías. El pasaje está ambientado en una sequía que el mismo profeta había pedido a Yavé para Israel. Ante una situación tan extrema, todo el mundo evita gastar lo poco que tiene como una forma de mantenerse aferrado a la vida. Eso es lo que ha hecho esta viuda. Sin embargo se ve «obligada» por el profeta a compartir con él aquello que solamente le proporcionará unas horas más de vida. Este gesto de la viuda tiene un final feliz: no faltó harina en la tinaja ni aceite en la jarra. Significa esto que cuando se comparte con generosidad lo poco que se tiene, parece que se multiplicara, y esa es una de las características principales del pobre. Donde más disponibilidad hay para compartir, donde más desprendimiento uno encuentra es entre los pobres; con toda razón se puede decir que los pobres nos evangelizan. Con razón están ellos en primer lugar en el corazón de Dios, no sólo porque es Él lo único que a ellos les queda, sino porque entre ellos, los signos de la presencia de Dios son más visibles; son ellos por medio de los cuales Dios se hace ver con mayor claridad en el mundo; ellos son el sacramento de Dios en el mundo y el testimonio permanente de cuán lejos estamos del proyecto de solidaridad y de la igualdad querido por Dios.

Nos encontramos en el reino del Norte. El país está pasando por una de las etapas más difíciles de su historia: la dinastía de Omrí ha ido dejando el país en la miseria; el último de los monarcas de esa monarquía, Ahab, gobierna veintidós años (nunca un largo gobierno es benéfico para ninguna institución, más frecuentemente termina por arruinarla), y también él ha hecho su aporte al desastre nacional: se casó con una extranjera: Jezabel, hija de Et-Baal, rey de Sidón, y acabó por adorar y rendir culto a Baal (1Re 16,29-31). Es fácil entonces imaginar el ambiente del reino en todos sus ámbitos: político, económico, social y religioso. El autor bíblico lo simboliza en una sequía que el profeta hace venir sobre Israel. En esa situación de extrema urgencia, el profeta hará ver que sólo Yavé es la salvación para el pueblo, y que esa salvación de la que está urgido el pueblo Dios la realizará con y desde los desheredados, con los pobres. En el Segundo Testamento vamos a encontrar esta misma realidad: Dios actuado en medio de los pobres, y con los pobres llama a la construcción de un orden de cosas distinto en donde los pobres parece que fueran los únicos capaces de aportar.

El evangelio de hoy nos presenta dos perícopas: la primera, todavía en conexión con la del domingo anterior sobre la declaración del mandamiento más importante o, mejor, los dos mandamientos más importantes. Jesús previene a sus discípulos para que no repitan el modo de ser de los escribas que se las dan de mucho cuando en su interior no existe ni amor a Dios ni al prójimo, sólo amor a sí mismos.

La segunda perícopa está más en consonancia con la primera lectura del primer libro de los Reyes. El dar implica renuncia, desprenderse no de lo que abunda y sobra, sino desde la misma escasez.

A Jesús, que observa cómo los fieles van pasando a depositar su ofrenda para el tesoro del templo, no lo ha impresionado, como al común de los observadores, la cantidad que cada rico ha depositado en el cofre de las ofrendas; sus criterios y parámetros de juicio son completamente diferentes a los criterios mercantilistas y economicistas que se basan en la cantidad, en el binomio inversión ganancia (costo beneficio se diría hoy).

A partir de esta imagen Jesús instruye a sus discípulos y en definitiva alecciona hoy a las iglesias. Esa viuda que a duras penas sobrevive, objeto de la caridad y del recibir, se mete a pesar de todo en la fila para dar, no desde lo que le sobra, y sin intención alguna de aparentar, todo lo contrario lo haría con cierto disimulo para que nadie viera la «cantidad» que depositó. Aún si pensáramos que ella también deposita lo que tiene con el fin de ser retribuida, y lo más seguro es que así fue porque ya la falsa religión había alienado su conciencia, aún admitiendo eso, no deja ser un caso aleccionador que Jesús no deja pasar por alto. Mientras los demás teniendo ya suficiente para vivir desean tener mucho más, para lo cual realizan la inversión que sea, esta mujer echa lo único que tiene y seguro lo ha hecho con amor, con toda seguridad no se atreve a pedirle a Dios le multiplique esa mínima cantidad, tal vez su único «interés» es que Dios no le falte con aquello con lo cual sobrevive.

Desde la óptica de Jesús, esta pobre viuda, representación de lo más pobre entre los pobres, salió del templo justificada; fue quien recibió un mayor don a cambio de su desprendimiento: la gracia divina, mas desde la óptica de un donante rico, esta mujer tendría muy poca, casi ninguna recompensa.

El reino que Jesús proclama no puede regirse por los mismos criterios de personas como los dirigentes de Israel; el reino se construye desde los criterios de la calidad y disponibilidad para aportar desde una genuina generosidad, desde las propias carencias, no desde lo superfluo.

Se necesita discernir continuamente nuestro comportamiento y actitudes con aquellas personas que dan generosas ofrendas a nuestros centros religiosos comparado con aquellos que ofrecen poco o definitivamente no tienen nada qué ofrecer, ¿quiénes son los de mayor objeto de nuestra «consideración» y aprecio? Seamos sinceros en esto y reconozcamos con humildad que las más de las veces nos sentimos muy a gusto con aquellos que dan más, que tienen más y mejores medios; y el evangelio… ¿dónde está?

La viuda del evangelio que hoy escuchamos simboliza aquella porción del Israel empobrecido, que entró en la dinámica de Jesús, que está dispuesto a dar, a darse, a entregarse con lo que tiene a la causa del reino del Padre. Esos que dedican tiempo desinteresadamente en nuestras obras nos evangelizan con su generosidad, y especialmente ellas que no escatiman nada para que la obra del reino continúe su marcha, ¿captan esas personas nuestra atención como aquella viuda a Jesús, y nos dejamos interpelar realmente por ellas?

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7.11.21. DOM 32. Religión de Escribas, Religión de Viudas (Mc 12, 38-44)

Domingo, 7 de noviembre de 2021
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20190110-Dios-o-el-dinero-mockup-final.1jpgDel blog de Xabier Pikaza:

Escribas son en general los expertos en escritura, los funcionarios de tipo político, social, cultural y religioso, que interpretan textos y aplican leyes, organizando así la vida económico-social. Empiezan siendo “administradores” buenos del capital humano (social, político, religioso)y terminan convirtiéndose en dueños, no sólo del capital, sino de las personas.

Según el evangelio de este domingo, esos escribas-funcionarios se han vuelto ministros, ejecutores y jueces de la religión, los que están en la cúpula del capital religiosos, como la primera y más importante de las “castas sociales”, con poder/dominio social y espiritual sobre el conjunto de la población.

Viudas son, en principio, las mujeres desamparadas (sin capacidad económica, ni derecho social: Sin padre, marido o hijo o conjunto social que las defienda). En la Biblia, ellas forman un tipo de “subclase”, con los huérfanos y extranjeros (sin ley que les defienda). Por eso, cuando el evangelio habla de la viuda se está refiriendo a todos excluidos, descartados y pobres de la sociedad.

Este evangelio ejemplifica la religión en estos dos personajes: Un escriba y una viuda. Al aprovecharse de la viuda (del huérfano, extranjero, pobre etc.) para así hacer carrera religiosa), el escriba (funcionario religioso) se convierte en enemigo principal y destructor de la religión. Esta es la paradoja: Como todo grupo social, la religión necesita un tipo de funcionarios (escribas, sacerdotes, expertos…); pues bien, aquellos mismos que debían estar al servicio de  la religión de todos la acaban destruyendo la acaban destruyendo, al servicio de sí mismos.

Así dice en este evangelio. Pero, en contra del escriba (funcionario religioso), Jesús se fija en una viuda (de la “clase” más baja de los de huérfanos, extranjeros, pobres…) que aparece como representante de la los verdaderos religión, “salvadora” del mundo. Así lo indicare, comentado en tres partes este evangelio: presentación del tema, profundización y aplicación más teológica.

PRESENTACIÓN. LECTURA DE MC12, 38-44

Mc 12, 38 En su enseñanza decía también: Tened cuidado con los escribas, a quienes gusta pasear con largos vestidos y ser saludados en las plazas 39 Buscan las primeras cátedras en las sinagogas y los primeros asientos en los banquetes. 40 Estos, que devoran las casas de las viudas con el pretexto de largas oraciones, tendrán un juicio muy riguroso.

 41 Y estando sentado frente gazofilacio (=al lugar de las ofrendas), observaba cómo la gente iba echando dinero en el gazofilacio. Muchos ricos depositaban en cantidad. 42 Pero llegó una viuda pobre, que echó dos moneditas (leptá), que son dos cuartos. 43 Jesús llamó entonces a sus discípulos y les dijo: Os aseguro que esa viuda pobre ha echado en el gazofilacio más que todos los demás. 44 Pues todos han echado de lo que les sobraba; ella, en cambio, ha echado de su carencia, toda su vida.(cf. Dios y dinero)

Sentido básico

 Relato complejo y duro, esperanzado y exigente, que forma como cruz y cara de una misma enseñanza mesiánica. Hay un tipo de judaísmo (y cristianismo) está reflejado en los escribas, que viven a costa de su pretendida religión, oprimiendo a los demás. Y hay otro tipo de judaísmo y de religión o humanidad universal, que se expresa en la viuda que entrega lo que tiene, convirtiéndose en parábola viviente de Jesús. Consta de dos textos complementarios:

– Un texto critica a los escribas, que pretenden ser representantes del mesianismo de David (12, 38-40), pero que sólo buscan sus ventajas y poder de grupo. No ofrecen su vida, no se hacen pan como Jesús, sino al contrario: viven del aplauso de los otros y devoran la casa de las viudas.

– Otro alaba a una viuda (12, 41-44) que aparece como el signo más perfecto de Jesús a quien el texto anterior ha llamado señor de David. No es Señor porque tiene poder para imponer sino, al contrario, porque entrega todo lo que tiene.

1.- Diatriba contra los escribas (12, 38-40).

 Su signo distintivo es la búsqueda de prestigio, interpretado como poderío. Precisamente ellos, hombres del libro, han convertido su saber (leen la Escritura, interpretan la Ley) en fuente de dominio sobre los demás. Así aparecen como representantes de la imposición sagrada: ellos expresan la patología de lo religioso, que aparece cuando un grupo utiliza su autoridad cultural, religiosa, política, social en beneficio propio.

El poder de este escriba judío (judeo-cristiana) no es en principio de tipo militar (no brota de las armas), económico (tampoco proviene en principio del dinero) o administrativo. Los escriban poseen y cultivan un poderío religioso/administrativo, fundado en la pretendida sabiduría (conocen el Libro) y en la apariencia de religión, propia de aquellos que “oran” (dicen tener relación con Dios) para provecho propio. Por eso, al fin, sin querer fundarse en el dinero, los escribas terminan haciéndose ricos, a costa de los pobres (viudas, huérfano…). Estos son sus signos:

— Largos vestidos (stolais: Mc 12, 38). No son nada en sí, no se sienten seguros en sí mismos; por eso necesitan crear una apariencia. Viven de fachada, enmascarados dentrás de unas telas y adornos que les sirven para distinguirse de los otros e imponerles su dominio. En ellos critica Jesús la mentira de las vestiduras sagradas que la Ley israelita (y las costumbres rituales de muchas iglesias, incluidas las cristianas) han preceptuado para sacerdotes y ministros religiosos. Jesús la condena como expresión de poder falso (que estaría en la línea de las purezas nacionales de 7, 3-5).

— Saludos en las plazas (12, 38). La religión les convierte en funcionarios y ellos la pervierten, haciéndola principio de autoridad pública: utilizan el Libro para representar su teatro de prestigios. Quieren ser (hacerse honrar) sobre las bases de un conocimiento religioso que utilizan para así imponerse sobre los demás. Es evidente que no viven para crear comunidad sino al contrario, para elevarse sobre ella.

‒ Las primeras cátedras (prôtokakhedrias) en las sinagogas (12, 39). Pasamos de la calle a la casa, de la plaza al recinto donde se reunen los creyentes. También en ese espacio imponen su dominio los escribas, convirtiendo el lugar comunitario de estudio y plegaria en medio para imponerse sobre los demás. Así buscan las primeras cátedras para controlar o dirigir desde allí a los inferiores, imponiéndoles su ley.

— Los primeros asientos (prôtoklisias) en los banquetes (12, 39). Jesús invitaba a comer a los demás, en grupos fraternos, ofreciéndoles los panes y los peces de su propio grupo. En contra de eso, los escribas se aprovechan de su religión (su dominio del Libro) para comer a costa de los otros. No forman iglesia, no crean verdadera comunión, sino que emplean su pretendida superioridad para vivir a costa de los demás.

 Esta es la consecuencia: ¡Devoran las casas de las viudas con pretexto de largas oraciones! (12, 40). El teatro de apariencias (vestidos, saludos, privilegios en sinagogas y mesas) se ha vuelto principio de muerte. Quien empieza aparentando de aquel modo acaba destruyendo (matando) a los más pobres.

 Ésta es la iniquidad que Mc 3, 29 interpretaba como blasfemia contra el Espíritu Santo (impedir la curación de los posesos) y Mc 9,42-47 como escándalo contra los pequeños (aprovecharse de ellos). Estos escribas de los libros de Dios, profesionales de la religión, jerarcas de la iglesia judía (o cristiana), se han vuelto principio de opres´n y muerte.

El evangelio había vinculado la oración con la misión salvadora (1, 35-39), la expulsión de los demonios (9, 29) y el perdón interhumano (11, 25). En todos estos casos, el encuentro con Dios se explicitaba en forma de comunicación, creadora de familia. En contra de eso, los escribas judíos (y quizá los cristianos que Mc critica) utilizan la oración para su servicio, se aprovechan de Dios para imponerse a los demás: comen de las viudas. Han pervertido la religión, son cueva de bandidos (cf.11, 17). (tomado de Evangelio de Marcos)

2.- Parábola de la viuda (12, 41-44).

 Invirtiendo el tema anterior, la diatriba contra los escribas se vuelve enseñanza parabólica a favor de las viudas (de los pobres en  general). Jesús se sienta ante el gazofilacio o “banco” donde los creyentes depositan las ofrendas voluntarias, planteando nuevamente el tema del dinero, esto es, de la utilización pública del dinero. Leer más…

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Viudas buenas y teólogos malos. Domingo 32 ciclo B

Domingo, 7 de noviembre de 2021
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maxresdefaultDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El evangelio del domingo anterior nos dejó en el templo de Jerusalén. Por delante de Jesús han ido desfilando autoridades religiosas, fariseos, saduceos, y un escriba que le preguntó por el mandamiento principal y terminó recibiendo un gran elogio de Jesús. Al parecer, ya no queda nadie importante a quien presentar. Sin embargo, falta el personaje más desconcertante: una viuda que no se interesa por Jesús. La primera lectura, tomada de la historia del profeta Elías, ayuda a entender y valorar la actitud de esta viuda.

Una viuda generosa y con mucha fe (1 Reyes 17,10-16)

En aquellos días, el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda, que recogía leña. La llamo y le dijo: «Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba.»

            Mientras iba a buscarla, le grito: «Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan.» Respondió ella: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda solo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.»

            Respondió Elías: «No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: “La orza de harina no se vaciara, la alcuza de aceite no se agotara, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra. Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agoto, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.

            Se trata de un relato muy sencillo, que recuerda a las leyendas sobre San Francisco de Asís (las “Florecillas”). Lo importante no es su valor histórico sino su mensaje. Destaco algunos detalles.

  1. La pobreza de los protagonistas. En el mundo antiguo, las personas con mayor peligro de marginación y miseria eran las viudas y los huérfanos de padre, al carecer de un varón que las protegiese. En nuestro relato, esta situación se ve agravada por la sequía, hasta el punto de la mujer está segura de que ni ella ni su hijo podrán sobrevivir.
  2. La fe y la obediencia de la mujer. Muchas veces, comentando este texto, se habla de su generosidad, ya que está dispuesta a dar al profeta lo poco que le queda. Pero lo que el autor del relato subraya es su fe en lo que ha dicho el Señor a propósito de la harina y el aceite, y su obediencia a lo que le manda Elías.
  3. La categoría excepcional de Elías, al que Dios comunica su palabra y a través del cual realiza un gran milagro.

Teólogos presumidos y una viuda generosa (evangelio)

El relato tiene dos partes: la primera denuncia a los escribas; la segunda alaba a una viuda. Lo que las relaciona es la actitud tan contraria de los protagonistas: los escribas “devoran los bienes de las viudas”, la viuda echa en el arca “todo lo que tenía para vivir”.

            ¡Cuidado con los escribas!

            En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.»

Los escribas eran especialistas en cuestiones religiosas, dedicados desde niños al estudio de la Torá. Tenían gran autoridad y gozaban de enorme respeto entre los judíos. Pero Jesús no se fija en su ciencia, sino en su apariencia externa y sus pretensiones. La descripción que ofrece de ellos no puede ser más irónica, incluso cruel. Forma de vestir (amplios ropajes), presunción (les gustan las reverencias en la calle), vanidad (buscan los primeros puestos en la sinagoga y en los banquetes), codicia (devoran los bienes de las viudas), hipocresía (con pretexto de largos rezos). Todo esto es completamente contrario al estilo de vida de Jesús y a lo que él desea de sus discípulos. Por eso los amonesta severamente: «¡Cuidado con los escribas!».

No es preciso añadir que los discípulos le hicieron poco caso y terminaron vistiendo como los escribas, exigiendo reverencias y besos de anillos, ocupando primeros puestos, y devorando bienes de viudas, viudos y casados. Por desgracia, de este evangelio no se puede decir: «Cualquier parecido con la realidad actual es pura coincidencia», aunque debemos reconocer que la situación ha mejorado bastante.

            Elogio de la viuda

Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echo dos leptas, que equivale a un cuadrante. Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»

            En la 1ª lectura y en esta segunda parte del evangelio tenemos personajes parecidos: una viuda y un profeta (Elías-Jesús). Pero la relación entre ellos se presenta de manera muy distinta. Basta fijarse en los siguientes detalles:

            ¿De qué hablan la viuda y el profeta? Elías y la viuda mantienen un diálogo, mientras que Jesús no dirige ni una palabra a la viuda. Cuando ve lo que ha hecho, no la llama para dialogar con ella, sino que llama a sus discípulos para darles una enseñanza. (La imagen inicial resulta engañosa porque coloca frente a frente a Jesús y a la viuda).

            ¿Qué hace la viuda por el profeta? La viuda entrega todo lo que tiene a Elías y trabaja para él; la viuda del evangelio no hace nada por Jesús.

            ¿Qué hace el profeta por la viuda? Elías hace un gran milagro para resolver el problema económico de la viuda; Jesús no le da ni un céntimo.

            La enseñanza silenciosa de la viuda

            Los relatos anteriores de Marcos (que no se han leído en las misas del domingo) hablan de una serie de personas y grupos que se presentan ante Jesús para discutir con él las cuestiones más diversas: de dónde procede su autoridad, si hay pagar tributo al César, si hay resurrección de los muertos, cuál es el mandamiento principal, etc. Al final aparece esta viuda, que no se preocupa de cuestiones teóricas ni teológicas, ni siquiera se interesa por Jesús; sólo le preocupa saber que hay gente pobre a la que ella puede ayudar con lo poco que tiene.

            La viuda es un símbolo magnífico de tantas personas de hoy día que no tienen relación con Jesús, pero que se preocupan por la gente necesitada e intentan ayudarlas, sin considerarse ni ser cristianos. Pero es importante advertir que la preocupación de la viuda no es de boquilla, entrega todo lo que tiene.

            Jesús, que no llama a la viuda para dialogar con ella ni pedirle que pase a formar parte del grupo de sus discípulos, nos puede servir de ejemplo para la actitud que debemos adoptar ante esas personas. No hay que intentar convertirlas a toda costa.

            En los tiempos que corren, de tanta necesidad para tanta gente, el evangelio de este domingo nos da mucho que pensar y que rezar.

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Domingo XXXII del Tiempo Ordinario. 07 de Noviembre de 2021

Domingo, 7 de noviembre de 2021
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“-¡Cuidado con los letrados! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos.”

(Mc 12, 38-44)

Y es así, todas tenemos el gen “letrado”. El evangelio no deja de prevenirnos acerca de lo que ocurre cuando nos dejamos llevar por él. Marcos es especialmente insistente y nos dice de una manera muy clara que ni siquiera el hecho de ser de los colaboradores más próximos a Jesús nos evita el peligro.

Nos advierte que los primeros discípulos, e incluso el mismísimo Pedro,tuvieron grandes dificultades para comprender a Jesús y seguir su camino.

Pero al mismo tiempo salpica todo su evangelio de pequeñas chispas de esperanza, cada vez que nos dice que los discípulos no entienden, o cuando nos cuenta un episodio como el de Santiago y Juan y su deseo de ser los primeros. También nos va mostrando otros personajes secundarios que son capaces, en su debilidad, de encarnar las verdaderas actitudes del discipulado.

Hace unas semanas teníamos a Bartimeo, hoy nos presenta a una viuda pobre. Pero su pobreza no le impide ser generosa.

Se acerca al Templo no con lo que tiene, sino “con TODO lo que tiene para vivir”. De hecho, para algunas personas, más que generosa puede resultar exagerada, inconsciente. Dejando en la ofrenda del Templo esas dos monedillas de escaso valor no enriquece al Templo y sin embargo ella se queda en una completa indigencia.

Ciertamente es una actitud que se escapa de toda lógica humana. No es una actitud razonada ni razonable. Nada tiene que ver con los esquemas mentales. Es una realidad, pertenece al ámbito del amor.

Esa viuda pobre hace un gesto de entrega total muy parecido al del propio Jesús. Quizá por eso Jesús se siente profundamente vinculado con esa mujer anónima. Por eso la observa y le cuenta a sus discípulos lo que ha hecho.

La entrega de Jesús, su muerte en cruz, es tan paradójica como la gestión de estas dos monedillas. Ante nuestra razón su muerte podría haberse evitado. Sin embargo, esa muerte es el más bello gesto de amor. El más sublime y gratuito.

Oración

Ayúdanos, Trinidad Santa, a entrar en la lógica del Amor que es entrega y generosidad sin límites, sin razón.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Solo la actitud interna es expresión válida de una auténtica espiritualidad.

Domingo, 7 de noviembre de 2021
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da3253a9f8751f3430b78afe36008fd4Mc 12, 41-44

Nos encontramos en los últimos versículos del c. 12. Jesús una vez más, enseña. A pesar de que el episodio que acabamos de leer se reduce a cuatro versículos, tiene una profundidad enorme. Es el mejor resumen que se puede hacer del evangelio. La simplicidad del relato esconde el más profundo mensaje de Jesús: Toda la parafernalia religiosa externa no tiene ningún valor espiritual; lo único que importa es el interior de cada persona. Muy probablemente fue en su origen una parábola que se convirtió en episodio real.

Este simple relato deja clara la crítica de Jesús a la religión de su tiempo. Señala la diferencia entre religión y religiosidad; entre cumplimiento y vivencia; entre rito y experiencia de Dios. Hoy seguimos dando más importancia a lo externo que a una actitud interior. A la religión sigue interesándole más que seamos fieles a doctrina, ritos y normas. Seguimos estando más pendientes de lo que hacemos o dejamos de hacer que de nuestra actitud vital.

Queda claro el talante de Jesús. Hoy le hubiéramos dicho a la viuda: no seas tonta; no des esas monedas a los sacerdotes; tienen más que tú. Utilízalas para comer. Pero Jesús, que acaba de criticar los trapicheos del templo, descubre la riqueza espiritual que manifiesta la viuda y reconoce que a ella sí le sirve ese modo de actuar, porque es reflejo de su actitud con Dios. Alejada de todo cálculo, se deja llevar por el sentimiento religioso más genuino.

Muchos ricos echaban cantidad. Las monedas se depositaban en una especie de embudos enormes en forma de bocina, colocados a lo largo del muro. La amplia boca de las bocinas de bronce permitía lanzar las monedas desde una distancia considerable. Los ricos podían oír con orgullo, el sonido de sus monedas al chocar con el metal. Lo que echó la viuda fueron dos monedas del más bajo valor. Hoy serían dos céntimos, cantidad ridícula.

Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. El comienzo “en verdad os digo” indica que lo que sigue es muy importante. La idea de que Dios mira más el corazón que las apariencias no es nueva en la religiosidad judía; se encuentra en muchos comentarios del AT. Jesús profundiza en la idea y se la propone a los discípulos como ejemplo de actitud religiosa. Esta es la originalidad de la propuesta de Jesús.

Dio todo lo que tenía para vivir. Para captar toda la fuerza de esta frase final, debemos tener en cuenta que en griego “bios” significa no sólo vida, sino también, modo de vida, recursos, sustento; sería el conjunto de bienes imprescindibles para la subsistencia. Hoy nosotros podíamos emplear otros términos: “víveres” o “sustento”. Dio todo lo que constituía su posibilidad de vivir. Equivaldría a poner su vida en manos de Dios.

Jesús ya había llevado a cabo la “purificación del templo”. Sabemos su opinión sobre la manera como se gestionaba el culto y su crítica al expolio de los pobres en nombre de Dios, para que los jefes religiosos vivieran como reyes. De hecho, el templo era el centro económico de todo el país. Esa economía estaba basada en la obligación de ofrecer sacrificios y de dar al templo el diezmo de todo lo que cosechaban, además de proponer encarecidamente donativos voluntarios. El Dios liberador, convertido en el dios opresor.

En contra de los que solemos pensar, el evangelio nos está diciendo que el principal valor de la limosna no es socorrer una necesidad perentoria de otra persona, sino mostrar una verdadera actitud religiosa. La limosna de la viuda, a pesar de su insignificancia, demuestra una actitud de total confianza en Dios y de total disponibilidad. En nuestra relación con Dios no sirven de nada las apariencias. La sinceridad es la única base para que la religiosidad sea efectiva. No podemos engañar a Dios ni debemos engañarnos con acciones calculadas.

No se trata directamente de generosidad, sino de desprendimiento. Lo que el evangelio deja claro es que el egoísmo y el amor son dos platillos de la misma balanza; no puede subir uno si el otro no baja. Nuestro error consiste en creer que podemos ser generosos sin dejar de ser egoístas. Lo que Jesús descubre en la viuda pobre es que, al dar todo lo que tenía, el platillo del ego bajó a cero; con lo que, el platillo del amor había subido hasta el infinito. Si mi limosna no disminuye mi egoísmo, no tiene valor espiritual.

El evangelio de hoy, ni cuestiona ni entra a valorar la limosna desde el punto de vista del necesitado, porque lo que la viuda echó en el cepillo no iba a solucionar ninguna necesidad. Se trata de valorar la limosna desde el punto de vista del que la hace. Es una perspectiva que solemos olvidar y por eso nuestros donativos terminan valorándose según la repercusión bienhechora que tengan en los destinatarios de la limosna. Es un error.

La limosna de la que hoy se habla, no es la que salva al que la recibe, sino la que salva al que la da. La diferencia es tan sutil que corremos el riesgo de hablar hoy de tanta necesidad acuciante que podemos encontrar en nuestro mundo y por tanto, de la necesidad de hacer limosna para remediar esas necesidades extremas. Hoy no se trata de eso. Se trata de dilucidar dónde ponemos nuestra confianza. Podemos ponerla en la seguridad que dan las posesiones o en Dios que no nos va a dar ninguna seguridad.

La motivación de la limosna no debe ser remediar la necesidad de otro sino el manifestar el desapego de las cosas materiales y afianzar nuestra confianza en lo que vale de verdad. La cuantía de la limosna en sí no tiene ninguna importancia; solo tendrá valor espiritual si, el hacerla, supone privarme de algo. Dar de lo que nos sobra, puede aliviar la carencia de otro, pero no tener ningún valor religioso para mí. Mi limosna valdrá solo cuando me duela.

El que recibe una limosna puede estar necesitado de lo que recibe; en ese caso, la limosna ha cumplido un objetivo social. Ese objetivo no es lo esencial. El que recibe una limosna, puede aceptarla como una lotería sin descubrir la calidad humana del que se la ha dado. O puede darse cuenta de que la actitud del otro le está invitando a ser también él más humano. Si esto segundo no sucede, es que la limosna como acto religioso ha fallado para el que la recibe. Alcanzar este último objetivo depende de la manera de hacerla.

El que la da puede dar de lo que le sobra; o puede ser que se prive de algo que necesita. En el primer caso podía demostrar la renuncia al afán de acaparar y buscar en las riquezas la única seguridad que me tranquiliza. En el segundo, entramos en una dinámica religiosa. Un necesitado podría dar una limosna al que no la necesita. En ese caso, el objetivo religioso del que la da se cumple. Sin tener esto en cuenta, con frecuencia dejamos de dar una limosna, porque pensamos que no va a utilizarse para remediar una necesidad perentoria.

Solo cuando das lo último que te queda, demuestras que confías absolutamente. El primer céntimo no indica nada; el último lo expresa todo, decía S. Ambrosio: Dios no se fija tanto en lo que damos, cuanto en lo que reservamos para nosotros. Un famoso escritor actual dijo en una ocasión: solo se gana lo que se da; lo que se guarda se pierde. La viuda, al renunciar a la más pequeña seguridad, pone de manifiesto la verdadera pobreza.

 

Meditación

No importa que sea insignificante lo que des.
Su valor está en lo más íntimo de la persona.
Mi escala de valores debe cambiar.
Debo dejar de valorar lo que se ve,
para empezar a valorar en mí y en los demás
lo que me hace más humano y más cristiano.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Los ojos de Jesús.

Domingo, 7 de noviembre de 2021
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Mc 12, 38-44

«¿Veis a aquella mujer?»

Otra escena para contemplar; para saborear.

Imaginemos el inmenso Templo abarrotado de gente. Los sacerdotes paseando en grupos de dos o tres embutidos en sus magníficas vestimentas. Los doctores de la Ley luciendo sus ostentosas túnicas a franjas. Los ricos saduceos echando con estruendo sus monedas de plata en el arca del tesoro. El mármol del Templo brillando esplendoroso bajo los rayos del sol. Sus cientos de columnas de cedro sosteniendo los pórticos interminables y proyectando su sombra sobre los suelos enlosados del mejor mosaico de la región… Todo lo que allí hay rezuma grandeza y esplendor.

Imaginemos que es media mañana. Jesús se halla desde primera hora en la escalinata del pórtico de Salomón predicando el Reino a los judíos, aunque en ese momento se ha permitido un breve descanso y está rodeado de sus discípulos. Tiene razones para estar seriamente preocupado, pues las cosas se le han puesto muy feas en Jerusalén y en cualquier momento puede aparecer un pelotón de guardias para prenderle.

Sus discípulos, galileos de pueblo, están embobados con tanto lujo, tanta magnificencia y tanto trajín, cuando Jesús les sorprende con esta pregunta. «¿Veis aquella mujer?»

Ellos buscan con la vista alguna mujer que destaque sobre las demás por su porte, su belleza, sus ricos atavíos, o que esté rodeada de un gran séquito de criados, o que tenga cualquier otro atributo capaz de llamar la atención de su amigo.

Alguien le dice: «Jesús, hay mucha gente. ¿A cuál te refieres?» … Y Jesús le responde: «A aquella que está ahora junto al arca del tesoro depositando una monedita; la que parece temerosa de que la expulsen de allí porque su dinero no vale nada».

Dirigen hacia allí su mirada y ven a una anciana (muy anciana y vestida con un humilde vestido negro) medio encorvada ante el arca. Hay cientos de personas en el templo, docenas de sacerdotes, gran cantidad de ricos ostentosos en quienes todos se fijan… y una pobre viuda que pasa desapercibida de todos… menos de Jesús. Si alguien se había fijado en ella, solo habría visto una vieja insignificante, pero Jesús mira siempre al corazón y ante esta mirada todas las apariencias se van al traste.

Van por un camino y se les acerca un leproso. Todos los que le rodean ven solo una fuente de contaminación e impureza… y se apartan. Jesús ve su amargura, su soledad… y se acerca. Entran en Jericó, encaramado a un sicómoro está Zaqueo, el jefe de los publicanos. Todos ven en él a un pecador público, al opresor amigo de los romanos… y se apartan, pero Jesús ve su marginación, el desprecio y humillación a las que le someten los tenidos por buenos… y se acerca.

¡Los ojos de Jesús!… Donde los demás vemos un sembrador que siembra, o un pastor que cuida de su rebaño, o un arbusto de mostaza, o una hogaza de pan crujiente, él ve a Dios; la mejor versión de Dios que nadie haya sido capaz de imaginar.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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La catedral de Ana.

Domingo, 7 de noviembre de 2021
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viudaMc 12, 38-44

Ahí está ella, entre los enfermos sin techo de Nueva York. Es una mujer de mi comunidad, Hermanas Para la Comunidad Cristiana (SFCC en inglés). Ella va mucho más allá de la comunidad cristiana.

Ana después de muchos años en el proyecto Sure, we Can ha discernido su llamada a crear Hogar con los más abandonados de la sociedad. Su compromiso es y de hecho ya está construyendo casitas para los más vulnerables por enfermedad y sin techo, en el centro de Nueva York, para los no queridos en ningún sitio, ni en la calle. Y sin seguro médico, por supuesto.

Se siente llamada a servir a estas personas, y a ello dedica todo su ser. Si tiene que hablar con el alcalde lo hace, si con los políticos -para conseguir ayudas y permisos- ahí va. Si tiene que sembrar tomates y construir pequeños habitáculos con voluntarios… con ellos se arremanga. Es hermana de lxs sin techo, de lxs que sus familias ignoran por adictos… de lxs leprosos de hoy.

En el corazón financiero del mundo, el corazón de una mujer late a otro ritmo.

Me recuerda el impacto del Efecto Mariposa: “el aleteo de las alas de una mariposa en Brasil puede provocar modificaciones atmosféricas hasta culminar en una tempestad en Nueva York. El presupuesto teórico es que todas las cosas están inter-ligadas y van asumiendo elementos nuevos, creando complejidades en el curso de su evolución” (Boff).

Siempre, a lo largo de la historia, hay una mujer o un grupo de mujeres que, pasando desapercibidas: cambian, transforman, proyectan y construyen el futuro.

La llaman la Dorothy Day de hoy. Es vasca y habla poco. Cuando lo hace, sonríe. Son sus gestos los que encarnan el Evangelio. (Al final hay un enlace sobre su trabajo).

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Cuando leo el texto de hoy, emergen de mi interior las Anas en el mundo -son tantas las que lo dan todo, que se exponen a tope- y lo hacen porque confían en el fiel, y en la bondad intrínseca de los humanos.

En la primera lectura ya vemos cómo a una viuda -a una persona sin recursos de ningún tipo, en aquel tiempo- se le pide que comparta todo lo que le queda; y lo hace. Y, gracias a ese abandono descubre que la fidelidad de Dios se vuelca en ella. Es la fuerza de nuestras Anas, anónima en el Evangelio y en la realidad de hoy; su fuerza es su conexión con el Todo que saca lo mejor de ellas y las impulsa al riesgo absoluto por Amor al Absoluto.

La viuda, miembro débil de la sociedad, representa a la comunidad fiel, que en medio de una realidad eclesial corrompida, como ahora, y que horroriza a tantxs, ama a Dios como compañero de camino.

Jesús nos quiere dar una enseñanza, como se la dio a sus discípulos a quienes vemos, a través de la figura del joven rico, y otros, que no quieren abandonar su riqueza, su seguridad, y les/nos dice: no son los ricos, los ordenados, los importantes… los que valen a los ojos de Dios, sino los que ponen su confianza en Abba/Amma, y no en el dinero ni en el prestigio, refugio de personajes inmaduros afectivamente, que necesitan poseer, controlar, dominar para sentirse bien. De ahí la hecatombe de instituciones que se han hecho fuertes a fuerza de explotar, dominar, violar derechos y cuerpos.

Esta confianza equivale a la del discípulo, a la de la persona que tiene una relación personal de amistad y cariño, con el Maestro, y le acompaña y sigue su proyecto.

Por ello, la viuda que contemplamos echando todo su capital en las ofrendas del Templo, encarna la antítesis de los dirigentes infieles a Dios por su amor al dinero y al poder moral sobre otros. Y Jesús flipa cuando la ve, y cuando te ve, a ti que a tu manera también lo haces: “Anas” de hoy, compartiendo todo lo que tienen con sus hijos y refugiados, acercándose en el supermercado a las marroquíes para saludar y acoger y ofrecer, como vi ayer: el barullo que montó una abuela con un grupo de mujeres muy cubiertas de telas y mascarillas que se confunden con burkas… podían ser marroquíes, pakistaníes, afganas, sirias…sus risas me hicieron notar que eran muy jóvenes. Ellas cubiertas, ellos no, claro. Sutilezas de control que empobrecen y silencian a personas que podrían ser educadoras, sanitarias…en sus países, y tienen que vivir exiladas porque en los templos de las religiones y en los palacios hay personajes mezquinos, en nómina y eméritos.

La viuda es modelo de discípula. ¿Cómo es la discípula de hoy? Como nosotras la encarnemos. Con estudios, sí, pero sobre todo alguien apasionado por el Evangelio, que como nuestras Anas, no tenga miedo a la intemperie. En unos casos, real, de no-techo, como la de Nueva York, en otros casos, la mayoría, de no-reconocimiento, de no-apoyo, como siempre en la historia.

No pretendo adivinar el futuro, pero desde la tripa al cerebro veo clarísimo que la iglesia de Jesús: las comunidades cristianas en general, sólo resucitarán, cuando las Anas de hoy formen parte -con su aleteo de mariposa- de la tormenta que Jesús provoca cuando entra en la vida de la gente. Y sepan acompañar a los nuevos miembros de comunidades alternativas a las esclerotizadas por el patriarcado dominante.

Me gusta la catedral de Ana. Muy cerquita de las majestuosas catedrales católica y episcopaliana de Nueva York.

Creo que no es el único modelo de discípula. Pero cuando Jesús la ve echando todo lo que tiene para vivir, en el limosnero…el hombre se derrite. ¡Ya lo creo! También él está hasta arriba de clericalismo, de política sucia, de abusos de poder en nombre de una religión que no existe más que en la mente de sus organizadores. Y al ver a aquella mujer, ve en ella lo que no logra despertar en ellos. Por esto, tal vez, ellos no la reciben, porque se sienten amenazados por su discipulado radical y fiel.

Conozco otras que no se llaman Ana, pero que me hablan de Evangelio puro, como mi amiga a quien ETA mató al marido en el portal de su casa, y desde entonces se dedica a hablar de reconciliación en centros educativos de todo Vizcaya. O la otra amiga, que con Parkinson y el suicidio por depresión de la hija que cuidaba como a una recién nacida, se dedica a visitar o llamar a diario a personas mayores y solas, llevándoles, con su aleteo la cercanía del que es fiel. O la que acoge en su casa a su hija, nieto, yerno a quién la pandemia ha dejado vulnerables, con inseguridad de perder todo por lo que habían trabajado muchos años, como las Anas de La Palma, cuya lava se ha llevado sus propiedades, pero no su corazón.

También ellas son viudas. Y son mujeres. Y crean a su alrededor cercanía y bondad. No entran en las papeletas de futuros Vicarios episcopales, ni generales…están ahí, dando vida, como la mariposa aleteando. Y Jesús está orgulloso de ellas, y mira a los letrados de reojo con unas ganas de mandarles a la mismísima…mientras ellos ceden sus catedrales por dinero a una vulgaridad, y ellas, las Anas, la siguen limpiando.

¿A qué también tú conoces a varias “Anas”? Es más, tal vez seas una de ellas. Por ello a todas os damos las Gracias. Nos vemos en vuestras catedrales, vuestros hogares, auténticos lugares de comunidad cristiana, donde siempre hay acogida, bizcocho y cariño. ¡Menuda Eucaristía! Aunque sea online, como ha sido últimamente para muchxs y sigue uniendo a las Anas de diferentes países y continentes, porque ellas, no paran. Son incombustibles, por eso la Comunidad Cristiana sigue en las calles, en las pantallas, en los hogares.

Ahí nos vemos hermanxs. Aunque sea Nueva York o La Palma, o tu barrio o tu pantalla.

¡Feliz Domingo!

Magda Bennásar Oliver, sfcc

espiritualidadintegradoracristiana.es

Fuente Fe Adulta

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Poder o entrega

Domingo, 7 de noviembre de 2021
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Domingo XXXII del Tiempo Ordinario

7 noviembre 2021

Mc 12, 38-44

Los letrados (escribas) y la viuda constituyen dos símbolos que encarnan maneras de vivir diametralmente opuestas.

 Los primeros se mueven por el poder, queriendo ofrecer una imagen ostentosa y persiguiendo reconocimiento, privilegios y dinero por cualquier medio. Jesús denuncia el “amplio ropaje” que suele utilizarse, en los ámbitos más dispares, como signo distintivo de superioridad. (Si se me permite un paréntesis: ¿qué sentido tiene que, todavía hoy, la jerarquía de la iglesia siga vistiendo capisayos que producen vergüenza ajena y que, para más inri, tienen su origen en los que vestían los poderosos del Imperio romano? Indudablemente, la resistencia a abandonarlos, parece indicar la necesidad, consciente o inconsciente, de manifestar una posición de poder).

 En un nivel más profundo, los “letrados” pueden verse como símbolo del ego (religioso), que se mueve en virtud de sus propias necesidades e intereses narcisistas.

 Por su parte, la imagen de la viuda, tal como es presentada en el relato, representa a la persona capaz de entregar y entregarse (“todo lo que tenía para vivir”), de manera generosa y desapropiada.

 El contraste que el relato pone de manifiesto refleja el que cada uno de nosotros vivimos en nuestro interior. En nosotros conviven, mejor o peor, y en diferentes “dosis”, tanto el “letrado” -el ego que gira constantemente en torno a sí mismo- como la “viuda” -la dimensión profunda que vive en la comprensión y se expresa en el amor que se entrega-.

 La psicología profunda nos enseña que “todos tenemos de todo” porque, más allá de la imagen que mostramos y en la que nos reconocemos, hay otra parte equivalente -la sombra- donde se albergan aspectos ocultos de signo contrario. La sombra no es mala. De hecho, en cuanto somos capaces de reconocerla y de abrazarla, la sombra nos humaniza, regalándonos, a partes iguales, humildad y compasión. Dejamos de “ver la mota en el ojo ajeno” -como diría el propio Jesús-, porque ya hemos visto la “viga” en el propio (Lc 7,41).

¿Reconozco al “letrado” y a la “viuda” que habitan en mí?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Lo que importa no es la cantidad, sino que la viuda dio todo lo que tenía para vivir

Domingo, 7 de noviembre de 2021
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53225_n_19-08-12-0-15-50Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

1.- Sentir compasión por los débiles. generosidad.

Las dos lecturas de hoy están centradas en la figura de dos mujeres viudas pobres y débiles.

Las viudas, los huérfanos y extranjeros eran los pobres de solemnidad en tiempos de Jesús (¿y hoy?)

Es muy humano muy cristiano atender a los débiles: a las viudas, a los huérfanos y extranjeros: emigrantes, enfermos…

Sentir compasión por los débiles es algo muy noble, que nos hace bien a todos.

Por otra parte, estas dos mujeres muestran una gran generosidad. La generosidad es el arte de darse a sí mismo. Más que dar cosas, se trata en la virtud de “compartir-se” uno mismo con los demás.

El que da gana más que el que recibe

2.-  Ruptura entre el Evangelio y los escribas.

Las dos pobres viudas: la de Sarepta, que da la poca harina que tenía para ella y su hijo, y la viuda que echa en el templo veinte céntimos, -también todo lo que tenía para vivir-, suponen la ruptura definitiva entre el evangelio de Jesús y el fariseísmo con los escribas. Guardaos, cuidaos de los escribas, que eran los intérpretes de la ley y se sentían muy cercanos a los fariseos.

Los escribas y fariseos eran gente de poder que se consideraban no solamente con derecho, sino con obligación de ser inflexibles  y duros en el mantenimiento de los dogmas, normas, ritos y dignidades. Les gustaba verse reconocidos, estimados por el pueblo. (Más o menos como los cardenales y obispos que hoy se oponen a una interpretación benévola de la Iglesia que promueve el papa Francisco respecto de la doctrina, de la liturgia, de la pastoral de los divorciados, homosexuales, etc. La mentalidad del escriba es presuntuosa, dura e intransigente

Las pobres viudas dan en limosna lo que tenían para vivir. Jesús no mira la cantidad que dan, sino la totalidad: lo han dado todo lo que tenían para vivir. Es como la prefiguración de Jesús, que da su vida por la humanidad.

3.- Poderosos y sencillos en la iglesia.

     Los poderosos dicen cosas incluso hasta justas, pero no las hacen. La rigidez y estrechez de mente no tienen buen corazón. Los escribas, hombres de leyes defienden la ley, la norma, la doctrina fosilizada, pero el ser humano les importa poco.

     Los escribas y prepotentes aman los primeros puestos de las sinagogas, de los cabildos de las catedrales, de los obispados, de los parlamentos, etc. Gustan de pisar alfombras rojas de festivales de cine o de aeropuertos, o de pasarelas o de simposios. A nuestro “ego” le gusta figurar, que nos saluden, que reconozcan nuestra labor, que nos inviten, etc.

La religión, los entramados religiosos: puestos, cargos, vestimentas, honores y dignidades son el tranquilizante y la seguridad de los poderosos. El cristianismo, por contraposición, es humildad, generosidad y bondad.

Cuidado también con explotar la religión para obtener beneficios, cosa que se ha dado y se da en el hábitat eclesiástico.

     Quienes tienen alguna responsabilidad en la Iglesia han de ser servidores de la comunidad. Si olvidamos esto, somos un peligro; (y lo hacemos con frecuencia).

     El gesto de las dos viudas, nos descubre que el corazón del cristianismo es un abandono y confianza en Dios, una gratuidad plena, amor solidario, generosidad. Aquellas mujeres no tienen poder alguno, ni cargos, ni poseen “dignidad eclesiástica” alguna, lo único que tienen es un corazón bueno, pero esto sirve de poco en las instituciones de poder.

     El centro de la Iglesia no es el poder ni los poderosos, sino el pueblo creyente, la fe y el buen corazón de los sencillos y misericordiosos.

4.- Evocaciones.

     La Palabra de hoy tiene evocaciones, llamadas:

  • Respeto y reconocimiento hacia los humildes: viudas, huérfanos y emigrantes, pobres, enfermos, etc. No despreciemos nunca a los débiles, a los ignorantes, a los niños, no critiquemos nunca a un mendigo, a un drogadicto, a un “maldito” de la sociedad ni a ningún marginado por la Iglesia. Cuando nos encontramos con personas en esas situaciones, es cuando más respeto hay que tener hacia el ser humano. [1] Valoremos y amemos lo sencillo y al sencillo, al humilde. Apreciemos las pequeñas cosas de la vida cotidiana, los pequeños gestos de generosidad, las tareas sencillas de casa, de la vida cotidiana, el trabajo bien hecho, la ayuda.
  • La generosidad como actitud de vida.

La generosidad en la limosna, en la dedicación del tiempo y de las cualidades (los talentos), además de hacer bien, son un buen antídoto contra la neurosis ególatra y contra el fanatismo ultraortodoxo en los diversos campos: dogmático, litúrgico, legalista, político.

Lo que es indispensable para vivir es mucho, aunque sea poco. Es el caso de la viuda del evangelio de hoy. Es la persona la que valora el don. Demos lo que somos tenemos, no de lo que nos sobra.

Los textos de hoy evocan la multiplicación de los panes, que es una variante de la Eucaristía. Si “decimos Misa” es porque queremos celebrar la Eucaristía y celebrar la Eucaristía es amasar un pan para los demás.

[1] Cuando las cosas te van bien en la vida, te conocen muchos amigos; cuando las cosas y la vida te van mal, eres tú quien conoce quiénes son tus amigos. (En la cárcel y en la cama (enfermedad) te diré quién te ama).

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La mujer que lo da todo sin pestañear

Domingo, 11 de noviembre de 2018
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“… La palabra de Jesús siempre se hace carne, en este caso en la persona de una viuda que se acerca, y aun siendo su situación histórica, religiosa y social parecida a la nuestra, ella sin dudar, sin pestañear, da todo. Realmente exagerado (..)

(…) Y Jesús la admira. Ellos dos no se conocían. Ella no es discípula, ni cristiana… ella es una mujer de pies a cabeza, que fiel a su conciencia, da todo al Templo cuyo Dios la excluye de casi todo por ser mujer, pero que suponemos, ella sabe, como Jesús, en el fondo de su entraña, que Dios no es como dicen aquellos que oprimen y aparentan…sino como dicen los profetas y los salmos…y se confía totalmente (…)

(…) Jesús, de nuevo nos pone a una mujer, pobre e insignificante, como modelo de discípulo. Mira que le gusta el tema, pero no se da cuenta de que esto no mola y que posiblemente va a acabar mal… pues sí, pero no se calla, porque hay tan poca gente que dice la verdad, que a los que la dicen les quitan de en medio. Caramba, que raro es el evangelio. ¿Y si lo contáramos así? No sé, tú, impresiona un poco. Me lo pensaré. Tal vez a los niños y jóvenes les gustaría saber como fue en realidad Jesús. Tendremos que buscar a algunas de esas “viudas” para que se lo cuente y les contagie de ese reino.”

*

Magdalena Bennásar,
Eukleria

*** 

En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo:

“¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.”

Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a los discípulos, les dijo:

“Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.”

*

Marcos 12, 38-44

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Dios es absolutamente más rico que nadie, porque es absolutamente el más pobre. No tiene nunca nada para sí, sino siempre para el otro. El Padre para el Hijo, el Hijo para el Padre, el Padre y el Hijo para el Espíritu Santo común. Pero tampoco el Espíritu tiene nada para sí, sino todo para el Padre y para el Hijo. Esto no es tampoco un egoísmo a dos o a tres, puesto que en Dios cada uno piensa verdaderamente sólo en el otro y quiere enriquecer al otro. Y toda la riqueza de Dios consiste en este darse y recibir el Tú.

La pobre viuda, que ha dado todos sus haberes, está muy cerca de este Dios. ¿Acaso no se puede decir que Dios ha echado todos sus haberes en el cepillo de las ofrendas del mundo, cuando nos dio a aquel hombre sin apariencia, escondido, apenas localizable en la historia del mundo, llamado Jesús de Nazaret?

¿No se puede decir que en este casi nada nos ha entregado Dios más que con el rico y gigantesco universo, puesto que así nos ofreció «todo lo que necesitaba para vivir», a fin de que nosotros, aunque él muriera, pudiéramos vivir de su vida eterna?.

*

H. U. von Balthasar,
Tú coronas el año con tu gracia,
Encuentro, Madrid 1997.

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“Lo mejor de la Iglesia”. 32 Tiempo Ordinario – B (Marcos 12,38-44)

Domingo, 11 de noviembre de 2018
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32-852868El contraste entre las dos escenas no puede ser más fuerte. En la primera, Jesús pone a la gente en guardia frente a los dirigentes religiosos: «¡Cuidado con los maestros de la Ley!», su comportamiento puede hacer mucho daño. En la segunda llama a sus discípulos para que tomen nota del gesto de una viuda pobre: la gente sencilla les podrá enseñar a vivir el Evangelio.

Es sorprendente el lenguaje duro y certero que emplea Jesús para desenmascarar la falsa religiosidad de los escribas. No puede soportar su vanidad y su afán de ostentación. Buscan vestir de modo especial y ser saludados con reverencia para sobresalir sobre los demás, imponerse y dominar.

La religión les sirve para alimentar su fatuidad. Hacen «largos rezos» para impresionar. No crean comunidad, pues se colocan por encima de todos. En el fondo solo piensan en sí mismos. Viven aprovechándose de las personas débiles, a las que deberían servir.

Marcos no recoge las palabras de Jesús para condenar a los escribas que había en el Templo de Jerusalén antes de su destrucción, sino para poner en guardia a las comunidades cristianas para las que escribe. Los dirigentes religiosos han de ser servidores de la comunidad. Nada más. Si lo olvidan, son un peligro para todos. Hay que reaccionar para que no hagan daño.

En la segunda escena, Jesús está sentado frente al arca de las ofrendas. Muchos ricos van echando cantidades importantes: son los que sostienen el Templo. De pronto se acerca una mujer. Jesús observa que echa dos moneditas de cobre. Es una viuda pobre, maltratada por la vida, sola y sin recursos. Probablemente vive mendigando junto al Templo.

Conmovido, Jesús llama rápidamente a sus discípulos. No han de olvidar el gesto de esta mujer, pues, aunque está pasando necesidad, «ha echado de lo que necesitaba, todo lo que tenía para vivir». Mientras los maestros viven aprovechándose de la religión, esta mujer se desprende por los demás, confiando totalmente en Dios.

Su gesto nos descubre el corazón de la verdadera religión: confianza grande en Dios, gratuidad sorprendente, generosidad y amor solidario, sencillez y verdad. No conocemos el nombre de esta mujer ni su rostro. Solo sabemos que Jesús vio en ella un modelo para los futuros dirigentes de su Iglesia.

También hoy tantas mujeres y hombres de fe sencilla y corazón generoso son lo mejor que tenemos en la Iglesia. No escriben libros ni pronuncian sermones, pero son los que mantienen vivo entre nosotros el Evangelio de Jesús. De ellos hemos de aprender los presbíteros y los obispos.

José Antonio Pagola

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“Esa pobre viuda ha echado más que nadie”. Domingo 11 de noviembre de 2018. Domingo 32º ordinario

Domingo, 11 de noviembre de 2018
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59-ordinarioB32 cerezoLeído en Koinonia:

1Reyes 17, 10-16: La viuda hizo un panecillo y lo llevó a Elías.
Salmo responsorial: 145: Alaba, alma mía, al Señor.
Hebreos 9, 24-28: Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos.
Marcos 12, 38-44: Esa pobre viuda ha echado más que nadie.

La primera lectura tomada de 1Re nos presenta el caso de una viuda que comparte lo poco y único que tiene con el profeta Elías. El pasaje está ambientado en una sequía que el mismo profeta había pedido a Yavé para Israel. Ante una situación tan extrema, todo el mundo evita gastar lo poco que tiene como una forma de mantenerse aferrado a la vida. Eso es lo que ha hecho esta viuda. Sin embargo se ve «obligada» por el profeta a compartir con él aquello que solamente le proporcionará unas horas más de vida. Este gesto de la viuda tiene un final feliz: no faltó harina en la tinaja ni aceite en la jarra. Significa esto que cuando se comparte con generosidad lo poco que se tiene, parece que se multiplicara, y esa es una de las características principales del pobre. Donde más disponibilidad hay para compartir, donde más desprendimiento uno encuentra es entre los pobres; con toda razón se puede decir que los pobres nos evangelizan. Con razón están ellos en primer lugar en el corazón de Dios, no sólo porque es Él lo único que a ellos les queda, sino porque entre ellos, los signos de la presencia de Dios son más visibles; son ellos por medio de los cuales Dios se hace ver con mayor claridad en el mundo; ellos son el sacramento de Dios en el mundo y el testimonio permanente de cuán lejos estamos del proyecto de solidaridad y de la igualdad querido por Dios.

Nos encontramos en el reino del Norte. El país está pasando por una de las etapas más difíciles de su historia: la dinastía de Omrí ha ido dejando el país en la miseria; el último de los monarcas de esa monarquía, Ahab, gobierna veintidós años (nunca un largo gobierno es benéfico para ninguna institución, más frecuentemente termina por arruinarla), y también él ha hecho su aporte al desastre nacional: se casó con una extranjera: Jezabel, hija de Et-Baal, rey de Sidón, y acabó por adorar y rendir culto a Baal (1Re 16,29-31). Es fácil entonces imaginar el ambiente del reino en todos sus ámbitos: político, económico, social y religioso. El autor bíblico lo simboliza en una sequía que el profeta hace venir sobre Israel. En esa situación de extrema urgencia, el profeta hará ver que sólo Yavé es la salvación para el pueblo, y que esa salvación de la que está urgido el pueblo Dios la realizará con y desde los desheredados, con los pobres. En el Segundo Testamento vamos a encontrar esta misma realidad: Dios actuado en medio de los pobres, y con los pobres llama a la construcción de un orden de cosas distinto en donde los pobres parece que fueran los únicos capaces de aportar.

El evangelio de hoy nos presenta dos perícopas: la primera, todavía en conexión con la del domingo anterior sobre la declaración del mandamiento más importante o, mejor, los dos mandamientos más importantes. Jesús previene a sus discípulos para que no repitan el modo de ser de los escribas que se las dan de mucho cuando en su interior no existe ni amor a Dios ni al prójimo, sólo amor a sí mismos.

La segunda perícopa está más en consonancia con la primera lectura del primer libro de los Reyes. El dar implica renuncia, desprenderse no de lo que abunda y sobra, sino desde la misma escasez.

A Jesús, que observa cómo los fieles van pasando a depositar su ofrenda para el tesoro del templo, no lo ha impresionado, como al común de los observadores, la cantidad que cada rico ha depositado en el cofre de las ofrendas; sus criterios y parámetros de juicio son completamente diferentes a los criterios mercantilistas y economicistas que se basan en la cantidad, en el binomio inversión ganancia (costo beneficio se diría hoy).

A partir de esta imagen Jesús instruye a sus discípulos y en definitiva alecciona hoy a las iglesias. Esa viuda que a duras penas sobrevive, objeto de la caridad y del recibir, se mete a pesar de todo en la fila para dar, no desde lo que le sobra, y sin intención alguna de aparentar, todo lo contrario lo haría con cierto disimulo para que nadie viera la «cantidad» que depositó. Aún si pensáramos que ella también deposita lo que tiene con el fin de ser retribuida, y lo más seguro es que así fue porque ya la falsa religión había alienado su conciencia, aún admitiendo eso, no deja ser un caso aleccionador que Jesús no deja pasar por alto. Mientras los demás teniendo ya suficiente para vivir desean tener mucho más, para lo cual realizan la inversión que sea, esta mujer echa lo único que tiene y seguro lo ha hecho con amor, con toda seguridad no se atreve a pedirle a Dios le multiplique esa mínima cantidad, tal vez su único «interés» es que Dios no le falte con aquello con lo cual sobrevive.

Desde la óptica de Jesús, esta pobre viuda, representación de lo más pobre entre los pobres, salió del templo justificada; fue quien recibió un mayor don a cambio de su desprendimiento: la gracia divina, mas desde la óptica de un donante rico, esta mujer tendría muy poca, casi ninguna recompensa.

El reino que Jesús proclama no puede regirse por los mismos criterios de personas como los dirigentes de Israel; el reino se construye desde los criterios de la calidad y disponibilidad para aportar desde una genuina generosidad, desde las propias carencias, no desde lo superfluo.

Se necesita discernir continuamente nuestro comportamiento y actitudes con aquellas personas que dan generosas ofrendas a nuestros centros religiosos comparado con aquellos que ofrecen poco o definitivamente no tienen nada qué ofrecer, ¿quiénes son los de mayor objeto de nuestra «consideración» y aprecio? Seamos sinceros en esto y reconozcamos con humildad que las más de las veces nos sentimos muy a gusto con aquellos que dan más, que tienen más y mejores medios; y el evangelio… ¿dónde está?

La viuda del evangelio que hoy escuchamos simboliza aquella porción del Israel empobrecido, que entró en la dinámica de Jesús, que está dispuesto a dar, a darse, a entregarse con lo que tiene a la causa del reino del Padre. Esos que dedican tiempo desinteresadamente en nuestras obras nos evangelizan con su generosidad, y especialmente ellas que no escatiman nada para que la obra del reino continúe su marcha, ¿captan esas personas nuestra atención como aquella viuda a Jesús, y nos dejamos interpelar realmente por ellas? Leer más…

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Dom 11.11.18. Los escribas y la viuda. Poder religioso, opresión de la mujer

Domingo, 11 de noviembre de 2018
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45539916_1109970865846771_8670478723587244032_nDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 32 tiempo ordinario. Ciclo B. Mc 12, 38-44. Este pasaje recoge dos escenas vinculadas no sólo en el imaginario religioso del judaísmo sino, de igual manera, en el cristianismo y en otras religiones:

a) Por un lado aparecen los escribas (podrían ser también sacerdotes y rabinos), es decir, los nuevos “funcionarios” de la religión, una casta de “letrados” (grammateis, hombres de letras) que se aprovechan de su “estatuto” superior (de tipo socio‒religioso) para elevarse otros, viviendo de esa forma a costa de ellos, en especial de las viudas (es decir, de las mujeres indefensas), de las que se aprovechan en plano económico y social.

b) Por otro lado está la viuda buena, que cree realmente en Dios, y que es capaz de dar por religión todo lo que tiene, aunque le engañen los escribas, de forma que, pensando que da sus bienes para Dios, aunque de hecho los para para los escribas (a quienes en diversas religiones se les llama “beneficiados”, es decir, los que viven de un beneficio eclesiástico).

Esta oposición de escribas (rabinos, sacerdotes) y de viudas (mujeres pobres) nos viene de inmediato a la mente y a los ojos de los que somos algo mayores.

Ciertamente, se han dado cientos y cientos de escribas‒sacerdotes buenoe que han ayudado a las viudas, de un modo generoso, desprendido…, en un plano espiritual y económico. Yo mismo recuerdo en tiempos no tan lejanos las asociaciones de viudas a las que se asistía en las parroquias y centros religiosos (más de una vez les he dado, en los años setenta, del siglo pasado hasta pequeños cursos de evangelio).

45687987_1109970195846838_6591839132144631808_nPero han también escribas (funcionarios sagrados) sacerdotes que se han buscado a sí mismos, creyéndose superiores a los otros, y han vivido a costa de los donativos, engaños, regalos y ofrendas de las viudas. Así lo supone Jesús, así lo resalta el evangelio de Marcos, en este relato sorprendente, lleno de ironía y de durísima condena (contra los escribas) y de simpatía inmensa hacia la viuda creyente (y quizá engañada por los escribas‒sacerdotes).

Ésta es quizá la imagen más persistente de mi catolicismo rural, espelcialmente en la Galicia marinera, con un tipo de curas/escribas con tipo de funcionarios, que mandaban sobre la mujeres pobres de negro (en gran parte viudas) que asistían a sus cultos y pagaban misas…Distingo así las dos partes del texto, un prodigio de crítica acerda contra los escribas y otra de ternura emocionada por lasa viudas pobres.

Hoy quizá las cosas son algo distintas, pero el estereotipo de esta páginas de Marcos me sigue impresionante.

MC. 12, 38-40. DIATRIBA CONTRA LOS ESCRIBAS

38 Tened cuidado con los escribas, a quienes gusta pasear con largos vestidos y ser saludados en las plazas 39 Buscan las primeras cátedras en las sinagogas y los primeros asientos en los banquetes. 40 Estos, que devoran las casas de las viudas con el pretexto de largas oraciones, tendrán un juicio muy riguroso.

a. Escribas, un riesgo.

El texto habla de escribas (grammateis, gramáticos), la clase ilustrada emergente del judaísmo galileo, de aldea, de los tiempos de Jesús y de la primera iglesia… Estos eran los equivalentes aldeanos de los sacerdotes‒rabinos, un tipo de abogados‒funcionarios religiosos dominantes que, en general, se opusieron a los cristianos. Este tipo de escribas sagrados eran el riesgo mayor de un tipo de judaísmo, y son actualmente el riesgo de un tipo de Iglesia cristiana.

45650871_1109972099179981_837338478906703872_nEran profesionales del libro, es decir, de la religión: Aquellos que debían estudiar bien la palabra para interpretarla en favor de los más pobres, y debían ser principio de bendición y ejemplo de vida entregada al servicio de los demás. Ellos eran según Jesús el mayor peligro para el judaísmo (y pueden ser hoy el mayor peligro de la Iglesia).

Pues bien, en este momento, en el final de su gran enseñanza en el templo, Jesús se dirige a los escribas de Jerusalén, y de esa forma a todos los que tienden a convertir la ley (libro-religión) en principio de poder sobre los otros, en el antiguo judaísmo o en el nuevo cristianismo. Éstos eran en aquellos tiempos sus signos distintivos (hoy pueden ser otros):

− Largos vestidos (stolais: Mc 12, 38). No son nada en sí, no se sienten seguros por dentro y por eso necesitan crear una apariencia. Viven de fachada, enmascarados detrás de unas telas y adornos que sirven para distinguirse de los otros e imponerles su dominio. En ellos critica Jesús la mentira de un tipo de vestiduras que la Ley israelita (y las costumbres rituales de muchas iglesias, incluidas las cristianas) ha preceptuado para sacerdotes y ministros religiosos (no sólo cuando ofician en el culto, sino en la vida diaria). Jesús la condena como expresión de poder falso (en la línea de 7, 3-5).

Saludos en las plazas (12, 38). La religión les convierte en funcionarios y así ellos, por oficio, la pervierten, haciéndola principio de autoridad pública: utilizan el Libro para representar su teatro de prestigios. Quieren ser superiores (y hacerse honrar) sobre las bases de un conocimiento religioso que utilizan para así imponerse sobre los demás. Es evidente que no viven para crear comunidad sino al contrario, para elevarse sobre ella.

− Las primeras cátedras
(prôtokakhedrias) en las sinagogas (12, 39). Pasamos de la calle a la casa, de la plaza al recinto donde se reúnen los creyentes. También en ese espacio imponen su dominio los escribas, convirtiendo el lugar y tiempo comunitario de estudio y plegaria en medio para imponerse sobre los demás. Así buscan las primeras cátedras (que aquí son de enseñanza, pero que podrían ser y serán pronto de “episcopado”, dentro de la Iglesia) para controlar o dirigir desde allí a los menos dignos o sometidos, imponiéndoles su ley.

Los primeros asientos (prôtoklisias) en los banquetes (12, 39). Jesús invitaba a comer a los demás, en grupos fraternos, ofreciéndoles los panes y los peces de su grupo. En contra de eso, los escribas se aprovechan de su religión (su dominio del Libro) para comer a costa de los otros. No forman iglesia, no crean verdadera comunión, sino que emplean su pretendida superioridad para vivir a costa de los demás. Leer más…

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Viudas buenas y teólogos malos. Domingo 32 ciclo B

Domingo, 11 de noviembre de 2018
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maxresdefaultDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El evangelio del domingo anterior nos dejó en el templo de Jerusalén. Por delante de Jesús han ido desfilando autoridades religiosas, fariseos, saduceos, y un escriba que le preguntó por el mandamiento principal y terminó recibiendo un gran elogio de Jesús. Al parecer, ya no queda nadie importante a quien presentar. Sin embargo, falta el personaje más desconcertante: una viuda que no se interesa por Jesús. La primera lectura, tomada de la historia del profeta Elías, ayuda a entender y valorar la actitud de esta viuda.

Una viuda generosa y con mucha fe (1 Reyes 17,10-16)

En aquellos días, el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda, que recogía leña. La llamo y le dijo: «Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba.»

            Mientras iba a buscarla, le grito: «Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan.» Respondió ella: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda solo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.»

            Respondió Elías: «No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: “La orza de harina no se vaciara, la alcuza de aceite no se agotara, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra. Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agoto, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.

            Se trata de un relato muy sencillo, que recuerda a las leyendas sobre San Francisco de Asís (las “Florecillas”). Lo importante no es su valor histórico sino su mensaje. Destaco algunos detalles.

  1. La pobreza de los protagonistas. En el mundo antiguo, las personas con mayor peligro de marginación y miseria eran las viudas y los huérfanos de padre, al carecer de un varón que las protegiese. En nuestro relato, esta situación se ve agravada por la sequía, hasta el punto de la mujer está segura de que ni ella ni su hijo podrán sobrevivir.
  2. La fe y la obediencia de la mujer. Muchas veces, comentando este texto, se habla de su generosidad, ya que está dispuesta a dar al profeta lo poco que le queda. Pero lo que el autor del relato subraya es su fe en lo que ha dicho el Señor a propósito de la harina y el aceite, y su obediencia a lo que le manda Elías.
  3. La categoría excepcional de Elías, al que Dios comunica su palabra y a través del cual realiza un gran milagro.

Teólogos presumidos y una viuda generosa (evangelio)

El relato tiene dos partes: la primera denuncia a los escribas; la segunda alaba a una viuda. Lo que las relaciona es la actitud tan contraria de los protagonistas: los escribas “devoran los bienes de las viudas”, la viuda echa en el arca “todo lo que tenía para vivir”.

            ¡Cuidado con los escribas!

            En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.»

Los escribas eran especialistas en cuestiones religiosas, dedicados desde niños al estudio de la Torá. Tenían gran autoridad y gozaban de enorme respeto entre los judíos. Pero Jesús no se fija en su ciencia, sino en su apariencia externa y sus pretensiones. La descripción que ofrece de ellos no puede ser más irónica, incluso cruel. Forma de vestir (amplios ropajes), presunción (les gustan las reverencias en la calle), vanidad (buscan los primeros puestos en la sinagoga y en los banquetes), codicia (devoran los bienes de las viudas), hipocresía (con pretexto de largos rezos). Todo esto es completamente contrario al estilo de vida de Jesús y a lo que él desea de sus discípulos. Por eso los amonesta severamente: «¡Cuidado con los escribas!».

No es preciso añadir que los discípulos le hicieron poco caso y terminaron vistiendo como los escribas, exigiendo reverencias y besos de anillos, ocupando primeros puestos, y devorando bienes de viudas, viudos y casados. Por desgracia, de este evangelio no se puede decir: «Cualquier parecido con la realidad actual es pura coincidencia», aunque debemos reconocer que la situación ha mejorado bastante.

            Elogio de la viuda

Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echo dos leptas, que equivale a un cuadrante. Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»

            En la 1ª lectura y en esta segunda parte del evangelio tenemos personajes parecidos: una viuda y un profeta (Elías-Jesús). Pero la relación entre ellos se presenta de manera muy distinta. Basta fijarse en los siguientes detalles:

            ¿De qué hablan la viuda y el profeta? Elías y la viuda mantienen un diálogo, mientras que Jesús no dirige ni una palabra a la viuda. Cuando ve lo que ha hecho, no la llama para dialogar con ella, sino que llama a sus discípulos para darles una enseñanza. (La imagen inicial resulta engañosa porque coloca frente a frente a Jesús y a la viuda).

            ¿Qué hace la viuda por el profeta? La viuda entrega todo lo que tiene a Elías y trabaja para él; la viuda del evangelio no hace nada por Jesús.

            ¿Qué hace el profeta por la viuda? Elías hace un gran milagro para resolver el problema económico de la viuda; Jesús no le da ni un céntimo.

            La enseñanza silenciosa de la viuda

            Los relatos anteriores de Marcos (que no se han leído en las misas del domingo) hablan de una serie de personas y grupos que se presentan ante Jesús para discutir con él las cuestiones más diversas: de dónde procede su autoridad, si hay pagar tributo al César, si hay resurrección de los muertos, cuál es el mandamiento principal, etc. Al final aparece esta viuda, que no se preocupa de cuestiones teóricas ni teológicas, ni siquiera se interesa por Jesús; sólo le preocupa saber que hay gente pobre a la que ella puede ayudar con lo poco que tiene.

            La viuda es un símbolo magnífico de tantas personas de hoy día que no tienen relación con Jesús, pero que se preocupan por la gente necesitada e intentan ayudarlas, sin considerarse ni ser cristianos. Pero es importante advertir que la preocupación de la viuda no es de boquilla, entrega todo lo que tiene.

            Jesús, que no llama a la viuda para dialogar con ella ni pedirle que pase a formar parte del grupo de sus discípulos, nos puede servir de ejemplo para la actitud que debemos adoptar ante esas personas. No hay que intentar convertirlas a toda costa.

            En los tiempos que corren, de tanta necesidad para tanta gente, el evangelio de este domingo nos da mucho que pensar y que rezar.

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Domingo XXXII del Tiempo Ordinario. 11 de Noviembre de 2018

Domingo, 11 de noviembre de 2018
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“-¡Cuidado con los letrados! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos.”

(Mc 12, 38-44)

Y es así, todas tenemos el gen “letrado”. El evangelio no deja de prevenirnos acerca de lo que ocurre cuando nos dejamos llevar por él. Marcos es especialmente insistente y nos dice de una manera muy clara que ni siquiera el hecho de ser de los colaboradores más próximos a Jesús nos evita el peligro.

Nos advierte que los primeros discípulos, e incluso el mismísimo Pedro, tuvieron grandes dificultades para comprender a Jesús y seguir su camino.

Pero al mismo tiempo salpica todo su evangelio de pequeñas chispas de esperanza, cada vez que nos dice que los discípulos no entienden, o cuando nos cuenta un episodio como el de Santiago y Juan y su deseo de ser los primeros. También nos va mostrando otros personajes secundarios que son capaces, en su debilidad, de encarnar las verdaderas actitudes del discipulado.

Hace unas semanas teníamos a Bartimeo, hoy nos presenta a una viuda pobre. Pero su pobreza no le impide ser generosa.

Se acerca al Templo no con lo que tiene, sino “con TODO lo que tiene para vivir”. De hecho, para algunas personas, más que generosa puede resultar exagerada, inconsciente. Dejando en la ofrenda del Templo esas dos monedillas de escaso valor no enriquece al Templo y sin embargo ella se queda en una completa indigencia.

Ciertamente es una actitud que se escapa de toda lógica humana. No es una actitud razonada ni razonable. Nada tiene que ver con los esquemas mentales. Es una realidad, pertenece al ambito del amor.

Esa viuda pobre hace un gesto de entrega total muy parecido al del propio Jesús. Quizá por eso Jesús se siente profundamente vinculado con esa mujer anónima. Por eso la observa y le cuenta a sus discípulos lo que ha hecho.

La entrega de Jesús, su muerte en cruz, es tan paradójica como la gestión de estas dos monedillas. Ante nuestra razón su muerte podría haberse evitado. Sin embargo, esa muerte es el más bello gesto de amor. El más sublime y gratuito.

Oración

Ayúdanos, Trinidad Santa, a entrar en la lógica del Amor que es entrega y generosidad sin límites, sin razón.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Solo la actitud interna es expresión válida de una auténtica espiritualidad.

Domingo, 11 de noviembre de 2018
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da3253a9f8751f3430b78afe36008fd4Mc 12, 41-44

Nos encontramos en los últimos versículos del c. 12. Jesús una vez más, enseña. A pesar de que el episodio que acabamos de leer se reduce a cuatro versículos, tiene una profundidad enorme. Es el mejor resumen que se puede hacer del evangelio. La simplicidad del relato esconde el más profundo mensaje de Jesús: Toda la parafernalia religiosa externa no tiene ningún valor espiritual; lo único que importa es el interior de cada persona. Muy probablemente fue en su origen una parábola que se convirtió en episodio real.

Este simple relato deja clara la crítica de Jesús a la religión de su tiempo. Señala la diferencia entre religión y religiosidad; entre cumplimiento y vivencia; entre rito y experiencia de Dios. Hoy seguimos dando más importancia a lo externo que a una actitud interior. A la religión sigue interesándole más que seamos fieles a doctrina, ritos y normas. Seguimos estando más pendientes de lo que hacemos o dejamos de hacer que de nuestra actitud vital.

Queda claro el talante de Jesús. Hoy le hubiéramos dicho a la viuda: no seas tonta; no des esas monedas a los sacerdotes; tienen más que tú. Utilízalas para comer. Pero Jesús, que acaba de criticar los trapicheos del templo, descubre la riqueza espiritual que manifiesta la viuda y reconoce que a ella sí le sirve ese modo de actuar, porque es reflejo de su actitud con Dios. Alejada de todo cálculo, se deja llevar por el sentimiento religioso más genuino.

Muchos ricos echaban cantidad. Las monedas se depositaban en una especie de embudos enormes en forma de bocina, colocados a lo largo del muro. La amplia boca de las bocinas de bronce permitía lanzar las monedas desde una distancia considerable. Los ricos podían oír con orgullo, el sonido de sus monedas al chocar con el metal. Lo que echó la viuda fueron dos monedas del más bajo valor. Hoy serían dos céntimos, cantidad ridícula.

Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. El comienzo “en verdad os digo” indica que lo que sigue es muy importante. La idea de que Dios mira más el corazón que las apariencias no es nueva en la religiosidad judía; se encuentra en muchos comentarios del AT. Jesús profundiza en la idea y se la propone a los discípulos como ejemplo de actitud religiosa. Esta es la originalidad de la propuesta de Jesús.

Dio todo lo que tenía para vivir. Para captar toda la fuerza de esta frase final, debemos tener en cuenta que en griego “bios” significa no sólo vida, sino también, modo de vida, recursos, sustento; sería el conjunto de bienes imprescindibles para la subsistencia. Hoy nosotros podíamos emplear otros términos: “víveres” o “sustento”. Dio todo lo que constituía su posibilidad de vivir. Equivaldría a poner su vida en manos de Dios.

Jesús ya había llevado a cabo la “purificación del templo”. Sabemos su opinión sobre la manera como se gestionaba el culto y su crítica al expolio de los pobres en nombre de Dios, para que los jefes religiosos vivieran como reyes. De hecho, el templo era el centro económico de todo el país. Esa economía estaba basada en la obligación de ofrecer sacrificios y de dar al templo el diezmo de todo lo que cosechaban, además de proponer encarecidamente donativos voluntarios. El Dios liberador, convertido en el dios opresor.

En contra de los que solemos pensar, el evangelio nos está diciendo que el principal valor de la limosna no es socorrer una necesidad perentoria de otra persona, sino mostrar una verdadera actitud religiosa. La limosna de la viuda, a pesar de su insignificancia, demuestra una actitud de total confianza en Dios y de total disponibilidad. En nuestra relación con Dios no sirven de nada las apariencias. La sinceridad es la única base para que la religiosidad sea efectiva. No podemos engañar a Dios ni debemos engañarnos con acciones calculadas.

No se trata directamente de generosidad, sino de desprendimiento. Lo que el evangelio deja claro es que el egoísmo y el amor son dos platillos de la misma balanza; no puede subir uno si el otro no baja. Nuestro error consiste en creer que podemos ser generosos sin dejar de ser egoístas. Lo que Jesús descubre en la viuda pobre es que, al dar todo lo que tenía, el platillo del ego bajó a cero; con lo que, el platillo del amor había subido hasta el infinito. Si mi limosna no disminuye mi egoísmo, no tiene valor espiritual.

El evangelio de hoy, ni cuestiona ni entra a valorar la limosna desde el punto de vista del necesitado, porque lo que la viuda echó en el cepillo no iba a solucionar ninguna necesidad. Se trata de valorar la limosna desde el punto de vista del que la hace. Es una perspectiva que solemos olvidar y por eso nuestros donativos terminan valorándose según la repercusión bienhechora que tengan en los destinatarios de la limosna. Es un error.

La limosna de la que hoy se habla, no es la que salva al que la recibe, sino la que salva al que la da. La diferencia es tan sutil que corremos el riesgo de hablar hoy de tanta necesidad acuciante que podemos encontrar en nuestro mundo y por tanto, de la necesidad de hacer limosna para remediar esas necesidades extremas. Hoy no se trata de eso. Se trata de dilucidar dónde ponemos nuestra confianza. Podemos ponerla en la seguridad que dan las posesiones o en Dios que no nos va a dar ninguna seguridad.

La motivación de la limosna no debe ser remediar la necesidad de otro sino el manifestar el desapego de las cosas materiales y afianzar nuestra confianza en lo que vale de verdad. La cuantía de la limosna en sí no tiene ninguna importancia; solo tendrá valor espiritual si, el hacerla, supone privarme de algo. Dar de lo que nos sobra, puede aliviar la carencia de otro, pero no tener ningún valor religioso para mí. Mi limosna valdrá solo cuando me duela.

El que recibe una limosna puede estar necesitado de lo que recibe; en ese caso, la limosna ha cumplido un objetivo social. Ese objetivo no es lo esencial. El que recibe una limosna, puede aceptarla como una lotería sin descubrir la calidad humana del que se la ha dado. O puede darse cuenta de que la actitud del otro le está invitando a ser también él más humano. Si esto segundo no sucede, es que la limosna como acto religioso ha fallado para el que la recibe. Alcanzar este último objetivo depende de la manera de hacerla.

El que la da puede dar de lo que le sobra; o puede ser que se prive de algo que necesita. En el primer caso podía demostrar la renuncia al afán de acaparar y buscar en las riquezas la única seguridad que me tranquiliza. En el segundo, entramos en una dinámica religiosa. Un necesitado podría dar una limosna al que no la necesita. En ese caso, el objetivo religioso del que la da se cumple. Sin tener esto en cuenta, con frecuencia dejamos de dar una limosna, porque pensamos que no va a utilizarse para remediar una necesidad perentoria.

Solo cuando das lo último que te queda, demuestras que confías absolutamente. El primer céntimo no indica nada; el último lo expresa todo, decía S. Ambrosio: Dios no se fija tanto en lo que damos, cuanto en lo que reservamos para nosotros. Un famoso escritor actual dijo en una ocasión: solo se gana lo que se da; lo que se guarda se pierde. La viuda, al renunciar a la más pequeña seguridad, pone de manifiesto la verdadera pobreza.

Meditación

No importa que sea insignificante lo que des.
Su valor está en lo más íntimo de la persona.
Mi escala de valores debe cambiar.
Debo dejar de valorar lo que se ve,
para empezar a valorar en mí y en los demás
lo que me hace más humano y más cristiano.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La viuda pobre y Elías.

Domingo, 11 de noviembre de 2018
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218900532ead951fc31d821b3697dfadGenerosidad no es que me des aquello de lo que tengo más necesidad que tú, sino que me des aquello que tú necesitas más que yo” (Jalil Gibrán)

11 de noviembre. Domingo XXXII del TO

Mc 12, 38-44

Esta viuda pobre ha echado más que nadie

En 1 Re 17, 10-16. Se relatan los hechos de la viuda que preparó una pequeña torta y se la llevó a Elías. Le dio lo poco que tenía para ella y para su hijo: un puñado de harina en el jarro y un poco de aceite en la aceitera. Entonces ella hizo lo que le dijo Elías, y el Señor de Israel cumplió con su promesa: “comieron él, ella y su hijo durante mucho tiempo. El cántaro de harina no se vació, ni la aceitera se agotó, como lo había dicho el Señor por Elías”.

La viuda, como todos nosotros, como los pueblos y sus gentes, particularmente los políticos y los mandatarios de la Iglesia, tenemos necesidad de resetear el ordenador personal de nuestra conciencia para ponerlo al día en sus funciones.

Santiago, en su primera carta, nos recuerda estas obligaciones: “Suponed que un hermano o hermana andan medio desnudos, faltos del sustento cotidiano, y uno de vosotros le dice: Id en paz, calientes y saciados, pero no le da para las necesidades corporales, ¿de qué le sirve?”.

Las puertas de mi casa se cerraron avaras, y mis ojos egoístas se quedaron dentro contemplando el ombligo de mi mundo. Contra los cristales de mis también egoístas y avaras ventanas golpearon sus alas los pájaros hambrientos y desnudos. Había heridas sangrantes en sus alas, y sus miradas solicitaban compasión y lástima, mientras yo me forraba de vinos de Borgoña, y suculentos chuletones de Ávila. La naturaleza entera esperaba que mis ventanas se abrieran en algún instante, pero yo las había cerrado a cal y canto.

Entretanto, en el cielo exterior una voz gritaba: “Generosidad no es que me des aquello de lo que tengo más necesidad que tú, sino que me des aquello que tú necesitas más que yo” (Jalil Gibrán. Aire y Espuma). Por el ojo de la cerradura de mi puerta, alguien me lanzó esta sentencia, en eco de amenaza: ¡¡Tu grito en el desierto!!

Al acostarme aquella noche mis sábanas estaban gélidas, y soñé con una viuda, su hijo, Elías y Santiago. ¿Eran acaso ellos los que gritaban por el ojo de la cerradura?

Al despertar por la mañana, mi conciencia se abrió y abrí las puertas y ventanas, e invité a sentarse en mli mesa a todos, incluidos los pájaros desnudos, a ventanas y puertas, que de nuevo de par en par se abrieron.

Salí al exterior, y grité con todas mis potencias: ¡¡¡No habrá más gritos ya en el desierto!!! Los rayos y los truenos huyeron no sé donde… y el sol brilló de nuevo en las alturas.

UN CHOPO ENAMORADO

¿Por qué el viento acaricia suspirando
la piel suave del chopo y me da celos?

¿Por qué sus verdes hojas
acarician al viento,
y mi piel y la suya estremecidas
se desmayan de gozo y de deseos?

………………….

En las aguas del río embravecido,
la corriente y el agua se dan besos.

(El legendario mundo de los sentimientos.
Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Otro modo de vivir.

Domingo, 11 de noviembre de 2018
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viudaMc 12, 38-44

Marcos sólo necesita siete versículos para mostrarnos dos realidades de alto contraste que evidencian dos formas de situarse ante la vida y la religiosidad.

Comienza el texto situando a Jesús en su rol didáctico. Enseñaba a la gente, enseñaba con honestidad y desde la libertad que le caracterizaba. En esta ocasión, su enseñanza se convierte en un consejo casi imperativo: tened cuidado con los escribas. Y da razones por las que hay que protegerse de ellos. Ciertamente los escribas eran los expertos e intérpretes oficiales y lícitos de la Escritura. Gozaban de gran autoridad. Buscaban siempre ser vistos y adorados. Vestían de forma especial. Jesús denota que les gustaba pasearse con amplio ropaje. No es casualidad que también indique que “devoran los bienes de las viudas” puesto que solían persuadirlas demostrando ser muy devotos para administrar sus bienes y aprovecharse de ellas. Posteriormente pondrá a una mujer viuda como antítesis a lo que vive este grupo religioso.

Son justo lo contrario a lo que viene predicando Jesús; el conflicto está servido. Estos líderes religiosos podrían mostrar ese nivel líquido de vivir la fe y el compromiso creyente. Una religiosidad basada en la apariencia, en la conservación de una posición socio-eclesial, en mantener un puesto visible y jerárquico, en la prioridad de mantener un ego enaltecido que conduce a vivir en modo ego-céntrico y ego-ísta. La religión, el seguimiento a Jesús en nuestro caso, es un modo de vivir, un compromiso existencial; no estamos ante una ideología o una adquisición cultural. Desde la posición de estos líderes religiosos, cualquier gesto solidario, de atención a los pequeños, de entrega de algo de uno mismo, será una exhibición, un acto público de reconocimiento para demostrar el bien que se hace. Una manera muy poco honesta de vivir lo esencial de nuestro vínculo con la Divinidad.

Marcos añade una nueva situación: la viuda que echa dos monedas y que servirá de contraste para comprender su mensaje. Jesús observa que una mujer viuda echaba dos monedas en las ofrendas. Esta mujer es mucho más que una viuda que echa una insignificancia en el cesto. Jesús realza esta figura simbólica que ha roto los esquemas patriarcales y religiosos de los poderosos judíos, teólogos judíos en este caso. Un simple gesto ha recuperado la dignidad de una mujer que, por ser mujer, no iba a ser visible de ninguna manera y por ser viuda está en una posición de indigencia absoluta según la visión judía. Si bien es verdad que la viudez la sitúa en una independencia económica (aunque sea pobre) y en una capacidad de decisión que, en aquel momento, era inviable para una mujer. Parece que esta mujer estaba liberada de los que hubieran podido administrar sus bienes o sus necesidades.

La generosidad de esta mujer no está basada en una obligación moral, ni en un gesto público para ser aplaudido, sino que se apoya en una conciencia de su dignidad que la moviliza a entregar lo que ella considera que debe donar. Jesús utiliza este ejemplo vivo para ilustrar el modo de situarse ante su seguimiento en contraste con los escribas y fariseos. Critica a estos personajes, ciertamente, pero propone una alternativa: la de una vida conectada a la dignidad y que tiene como consecuencia gestos de entrega, de sencillez y libertad. El modo de vivir la vida y la fe no es una cuestión de cantidad, de las veces que repetimos ritos, de las veces que hacemos gestos generosos, de los dineros que donamos u otros actos repetitivos que se van vaciando de sentido. Es más bien una cuestión de calidad, de una autoconciencia de percibirnos arraigados en una PRESENCIA que nos moviliza a poner toda nuestra realidad bajo la influencia de la energía creadora de Dios; La mujer viuda echa todo lo que tiene para vivir. Trascendiendo el sentido económico de este gesto, somos invitados a echar todo lo que tenemos y somos para vivir, en esta opción por seguir a Jesús, desde la autenticidad y la dignidad que nos confiere.

¡¡¡FELIZ DOMINGO!!!

Rosario Ramos

11 de Noviembre de 2018

Fuente Fe Adulta

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Recordatorio

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