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Veré por ti, confía

Domingo, 19 de marzo de 2023
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“Me desconozco”, dices; mas mira, ten por cierto
que a conocerse empieza el hombre cuando clama
me desconozco“, y llora;
entonces a sus ojos el corazón abierto
descubre de su vida la verdadera trama;
entonces es su aurora.

No, nadie se conoce, hasta que no le toca
La luz de un alma hermana que de lo eterno llega
y el fondo le ilumina;
tus íntimos sentires florecen en mi boca,
tu vista está en mis ojos, mira por mí, mi ciega,
mira por mí y camina.

“Estoy ciega”, me dices; apóyate en mi brazo
y alumbra con tus ojos nuestra escabrosa senda
perdida en lo futuro;
veré por ti, confía; tu vista es este lazo
que a ti me ató, mis ojos son para ti la prenda
de un caminar seguro.

¿Qué importa que los tuyos no vean el camino,
si dan luz a los míos y me lo alumbran todo
con su tranquila lumbre?
Apóyate en mis hombros, confíate al Destino,
Veré por ti, mi ciega, te apartaré del lodo,
te llevaré a la cumbre.

Y allí, en la luz envuelta, se te abrirán los ojos,
Verás cómo esta senda tras de nosotros lejos,
se pierde en lontananza
y en ella de esta vida los míseros despojos,
y abrírsenos radiante del cielo a los reflejos
lo que es hoy esperanza.

*

Miguel de Unamuno

***

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron:

“Maestro, ¿quien pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?”

Jesús contestó:

“Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.”

Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo:

“Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).”

Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:

“¿No es ése el que se sentaba a pedir?”

Unos decían: “El mismo.”

Otros decían:

“No es él, pero se le parece.”

Él respondía:

-“Soy yo.”

Y le preguntaban:

“¿Y cómo se te han abierto los ojos?”

Él contestó:

“Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver.”

Le preguntaron:

“¿Dónde está él?”

Contestó:

-“No sé.”

Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó:

“Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.”

Algunos de los fariseos comentaban:

-“Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.”

Otros replicaban:

“¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?”

Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:

“Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?”

Él contestó:

“Que es un profeta.”

Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron:

“¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?”

Sus padres contestaron:

“Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse.”

Sus padres respondieron así porque tenían miedo los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron:

“Ya es mayor, preguntádselo a él.”

Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron:

“Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.”

Contestó él:

“Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo.”

Le preguntan de nuevo:

-“¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?

Les contestó:

-“Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?”

Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron:

-“Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene.”

Replicó él:

“Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.”

Le replicaron:

“Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?”

Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:

-“¿Crees tú en el Hijo del hombre?”

Él contestó:

“¿Y quién es, Señor, para que crea en él?”

Jesús les dijo:

-“Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.”

Él dijo:

“Creo, señor.”

Y se postró ante él.

Jesús añadió:

-“Para un juicio he venido ya a este mundo; para que los que no ve vean, y los que ven queden ciegos.

Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron:

-“¿También nosotros estamos ciegos?”

Jesús les contestó:

“Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste.

*

Juan 9,1-41

***

 

Ciegos y sordos, debemos comenzar por escuchar lo que se nos dice, por una escucha paciente; llegar a creer, a ver la luz del día, a esperar. Esperar todo de ti significa vivir de gracia. Estoy convencido de que la Biblia es un libro de esperanza. En cuestión de esperanza, cada mañana tú eres nuestra esperanza. Aquí estamos juntos, nosotros, que esperamos conocerte un día, verte cara a cara. Y seremos iluminados con tu mirada: con-vivientes.

Tú eres nuestra esperanza: en nuestro corazón se abre un camino, una calzada de felicidad. En este tema, en cuanto puedo entenderlo, descubro una cosa: lo que entrevemos de ti entre todos, elegido, mirado, amado, soy yo. Sí, quiero […]. Sí, esperar es como reconocer ante ti lo sorprendente que soy. Cuando decía: “Que las tinieblas me encubran” la noche se hizo luz en torno a mí (cf. Sal 138). La humanidad está llamada a convertirse en rostro: “Verán tu rostro… no habrá más noche… porque el Señor Dios los alumbrará, y reinarán” (Ap 22). Cada uno oirá decir: “Álzate, revístete de luz, porque llega tu luz, y la gloria del Señor brilla sobre ti” (Is 60). Sí, nos espera un futuro de luz, y ya nos es concedido vivirlo: ya somos hijos de la luz (cf. Col 1,23). Yo… ¿Y los otros? La esperanza es la puerta que se abre a la novedad y me da un mandamiento nuevo, el mandamiento de la novedad de la que quieres hacernos cómplices, enamorados. Esperar es corrosivo […]. Sí, este siervo humilde despreciado, desfigurado, verá la luz y será colmado.

*

Frére Ch. Lebreton,
en Piü forti dell’odio. Gli scritti dei monaci trappisti uccisi in Algeria.
Cásale Monf. 1997, 1 37-143, passim.

***

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , ,

Trabajar nuestro interior

Jueves, 5 de noviembre de 2020
Comentarios desactivados en Trabajar nuestro interior

Del blog de Gabriel Mª Otalora Punto de encuentro:

pric3a8re

Jesús ora en los momentos difíciles, da gracias al Padre y le alaba por haber revelado los misterios del Reino a los pequeños; ora solicitando el perdón en la cruz para los que le crucificaron; reza en los momentos decisivos de la misión: en el bautismo, predicación, elección de los discípulos, transfiguración… Su oración contagia, despierta interés en los demás hasta el punto de que su ejemplo anima a sus amigos a pedirle que les enseñe a orar como Él porque vieron que tenía otra hondura y superaba los formulismos y las oraciones recitadas de memoria. Lo suyo era dirigirse abierto al Padre con palabras sencillas y emotivas en el lenguaje de todos los días.

Es Dios quien toma siempre la iniciativa del encuentro, el que nos busca, sobre todo después de la caída. Todo lo realmente conocido viene de experiencias personales íntimas, únicas e irrepetibles, en los acontecimientos diarios y a través del prójimo. Esta experiencia de Dios Amor nos invita al compromiso de ser gracia para otros.

Si nos abrimos al amor de Dios confiadamente, nos iluminará la existencia. Es la mejor oración de petición desde la actitud de acogida y esperanza para que nos llene de luz y de su fortaleza. Esta es nuestra lucha y nuestra misión, trabajar en nuestro interior la actitud adecuada para dar una respuesta de amor en nuestro interior y a nuestro alrededor.

Por todo ello, hoy prefiero poner voz a un gran hombre de Dios que ha hecho famosa una de las oraciones más bellas que conozco. Se trata del jesuita Pierre Teilhard de Chardin. Para quien la conozca, volver a rezar estos sentimientos le resultará reconfortante. Y para quien no la conozca… espero que sea un precioso descubrimiento:

Adora y confía.
No te inquietes por las dificultades de la vida,
por sus altibajos, por sus decepciones,
por su futuro más o menos sombrío.
Desea aquello que Dios desea.
Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades
el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo,
acepta los designios de su providencia.
Poco importa que te consideres un frustrado,
si Dios te considera plenamente realizado; a su gusto.
Entrégate confiado  ciegamente en este Dios
que te quiere para Él.
Y que llegará hasta ti, aunque no le veas nunca.
Piensa que te encuentras en sus manos,
tanto más fuertemente sostenido,
cuando más decaído y triste te encuentres.
Vive feliz. Te lo suplico.
Vive en paz. Que nada te turbe.
Que nada sea capaz de quitarte tu paz.
Ni el cansancio psíquico. Ni tus fallos morales.
Haz que brote, y conserva siempre sobre tu rostro,
una dulce sonrisa, reflejo de aquello que el Señor
continuamente te dirige.
Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada,
como fuente de energía y criterio de verdad,
todo aquello que te llene de la paz de Dios.
Recuerda: Todo aquello que te reprima e inquiete es falso.
Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida
y de las promesas de Dios.
Por eso, cuando te sientas afligido, triste,
adora y confía.

*

Pierre Teilhard de Chardiin, sj

01237

***

El padre jesuita Pierre Teilhard de Chardin esperando esa transformación positiva de la humanidad que será generada por la fuerza del amor verdadero, dice:

“El día vendrá cuando después de manejar el espacio, los vientos, las mareas y la gravitación, podremos manejar las energías del amor. Y en ese día, por segunda vez en la historia del mundo, habremos descubierto el fuego.

Por eso… ora esta hermosa reflexión de Teilhard de Chardin sobre cómo afrontar nuestro día a día, con nuestros éxitos y fracasos, con nuestras luces y sombras, con nuestras virtudes y miserias.  Apertura y vaciamiento de uno mismo, contemplación, adoración y confianza…  No te agobies, simplemente sonríe a Aquél que no deja de sonreírte a ti.

***

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Veré por ti, confía

Domingo, 22 de marzo de 2020
Comentarios desactivados en Veré por ti, confía

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“Me desconozco”, dices; mas mira, ten por cierto
que a conocerse empieza el hombre cuando clama
me desconozco“, y llora;
entonces a sus ojos el corazón abierto
descubre de su vida la verdadera trama;
entonces es su aurora.

No, nadie se conoce, hasta que no le toca
La luz de un alma hermana que de lo eterno llega
y el fondo le ilumina;
tus íntimos sentires florecen en mi boca,
tu vista está en mis ojos, mira por mí, mi ciega,
mira por mí y camina.

“Estoy ciega”, me dices; apóyate en mi brazo
y alumbra con tus ojos nuestra escabrosa senda
perdida en lo futuro;
veré por ti, confía; tu vista es este lazo
que a ti me ató, mis ojos son para ti la prenda
de un caminar seguro.

¿Qué importa que los tuyos no vean el camino,
si dan luz a los míos y me lo alumbran todo
con su tranquila lumbre?
Apóyate en mis hombros, confíate al Destino,
Veré por ti, mi ciega, te apartaré del lodo,
te llevaré a la cumbre.

Y allí, en la luz envuelta, se te abrirán los ojos,
Verás cómo esta senda tras de nosotros lejos,
se pierde en lontananza
y en ella de esta vida los míseros despojos,
y abrírsenos radiante del cielo a los reflejos
lo que es hoy esperanza.

*

Miguel de Unamuno

***

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron:

“Maestro, ¿quien pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?”

Jesús contestó:

“Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.”

Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo:

“Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).”

Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:

“¿No es ése el que se sentaba a pedir?”

Unos decían: “El mismo.”

Otros decían:

“No es él, pero se le parece.”

Él respondía:

-“Soy yo.”

Y le preguntaban:

“¿Y cómo se te han abierto los ojos?”

Él contestó:

“Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver.”

Le preguntaron:

“¿Dónde está él?”

Contestó:

-“No sé.”

Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó:

“Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.”

Algunos de los fariseos comentaban:

-“Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.”

Otros replicaban:

“¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?”

Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:

“Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?”

Él contestó:

“Que es un profeta.”

Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron:

“¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?”

Sus padres contestaron:

“Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse.”

Sus padres respondieron así porque tenían miedo los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron:

“Ya es mayor, preguntádselo a él.”

Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron:

“Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.”

Contestó él:

“Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo.”

Le preguntan de nuevo:

-“¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?

Les contestó:

-“Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?”

Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron:

-“Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene.”

Replicó él:

“Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.”

Le replicaron:

“Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?”

Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:

-“¿Crees tú en el Hijo del hombre?”

Él contestó:

“¿Y quién es, Señor, para que crea en él?”

Jesús les dijo:

-“Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.”

Él dijo:

“Creo, señor.”

Y se postró ante él.

Jesús añadió:

-“Para un juicio he venido ya a este mundo; para que los que no ve vean, y los que ven queden ciegos.

Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron:

-“¿También nosotros estamos ciegos?”

Jesús les contestó:

“Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste.

*

Juan 9,1-41

***

 

Ciegos y sordos, debemos comenzar por escuchar lo que se nos dice, por una escucha paciente; llegar a creer, a ver la luz del día, a esperar. Esperar todo de ti significa vivir de gracia. Estoy convencido de que la Biblia es un libro de esperanza. En cuestión de esperanza, cada mañana tú eres nuestra esperanza. Aquí estamos juntos, nosotros, que esperamos conocerte un día, verte cara a cara. Y seremos iluminados con tu mirada: con-vivientes.

Tú eres nuestra esperanza: en nuestro corazón se abre un camino, una calzada de felicidad. En este tema, en cuanto puedo entenderlo, descubro una cosa: lo que entrevemos de ti entre todos, elegido, mirado, amado, soy yo. Sí, quiero […]. Sí, esperar es como reconocer ante ti lo sorprendente que soy. Cuando decía: “Que las tinieblas me encubran” la noche se hizo luz en torno a mí (cf. Sal 138). La humanidad está llamada a convertirse en rostro: “Verán tu rostro… no habrá más noche… porque el Señor Dios los alumbrará, y reinarán” (Ap 22). Cada uno oirá decir: “Álzate, revístete de luz, porque llega tu luz, y la gloria del Señor brilla sobre ti” (Is 60). Sí, nos espera un futuro de luz, y ya nos es concedido vivirlo: ya somos hijos de la luz (cf. Col 1,23). Yo… ¿Y los otros? La esperanza es la puerta que se abre a la novedad y me da un mandamiento nuevo, el mandamiento de la novedad de la que quieres hacernos cómplices, enamorados. Esperar es corrosivo […]. Sí, este siervo humilde despreciado, desfigurado, verá la luz y será colmado.

*

Frére Ch. Lebreton,
en Piü forti dell’odio. Gli scritti dei monaci trappisti uccisi in Algeria.
Cásale Monf. 1997, 1 37-143, passim.

***

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Veré por ti, confía

Domingo, 26 de marzo de 2017
Comentarios desactivados en Veré por ti, confía

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“Me desconozco”, dices; mas mira, ten por cierto
que a conocerse empieza el hombre cuando clama
me desconozco“, y llora;
entonces a sus ojos el corazón abierto
descubre de su vida la verdadera trama;
entonces es su aurora.

No, nadie se conoce, hasta que no le toca
La luz de un alma hermana que de lo eterno llega
y el fondo le ilumina;
tus íntimos sentires florecen en mi boca,
tu vista está en mis ojos, mira por mí, mi ciega,
mira por mí y camina.

“Estoy ciega”, me dices; apóyate en mi brazo
y alumbra con tus ojos nuestra escabrosa senda
perdida en lo futuro;
veré por ti, confía; tu vista es este lazo
que a ti me ató, mis ojos son para ti la prenda
de un caminar seguro.

¿Qué importa que los tuyos no vean el camino,
si dan luz a los míos y me lo alumbran todo
con su tranquila lumbre?
Apóyate en mis hombros, confíate al Destino,
Veré por ti, mi ciega, te apartaré del lodo,
te llevaré a la cumbre.

Y allí, en la luz envuelta, se te abrirán los ojos,
Verás cómo esta senda tras de nosotros lejos,
se pierde en lontananza
y en ella de esta vida los míseros despojos,
y abrírsenos radiante del cielo a los reflejos
lo que es hoy esperanza.

*

Miguel de Unamuno

***

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron:

“Maestro, ¿quien pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?”

Jesús contestó:

“Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.”

Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo:

“Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).”

Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:

“¿No es ése el que se sentaba a pedir?”

Unos decían: “El mismo.”

Otros decían:

“No es él, pero se le parece.”

Él respondía:

-“Soy yo.”

Y le preguntaban:

“¿Y cómo se te han abierto los ojos?”

Él contestó:

“Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver.”

Le preguntaron:

“¿Dónde está él?”

Contestó:

-“No sé.”

Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó:

“Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.”

Algunos de los fariseos comentaban:

-“Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.”

Otros replicaban:

“¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?”

Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:

“Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?”

Él contestó:

“Que es un profeta.”

Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron:

“¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?”

Sus padres contestaron:

“Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse.”

Sus padres respondieron así porque tenían miedo los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron:

“Ya es mayor, preguntádselo a él.”

Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron:

“Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.”

Contestó él:

“Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo.”

Le preguntan de nuevo:

-“¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?

Les contestó:

-“Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?”

Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron:

-“Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene.”

Replicó él:

“Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.”

Le replicaron:

“Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?”

Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:

-“¿Crees tú en el Hijo del hombre?”

Él contestó:

“¿Y quién es, Señor, para que crea en él?”

Jesús les dijo:

-“Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.”

Él dijo:

“Creo, señor.”

Y se postró ante él.

Jesús añadió:

-“Para un juicio he venido ya a este mundo; para que los que no ve vean, y los que ven queden ciegos.

Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron:

-“¿También nosotros estamos ciegos?”

Jesús les contestó:

“Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste.

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Juan 9,1-41

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Submarinista de tí.

Viernes, 13 de enero de 2017
Comentarios desactivados en Submarinista de tí.

Del blog de Henri Nouwen:

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“Sé paciente y confía. Tienes que moverte poco a poco y cada vez con más profundidad hacia adentro de tu corazón. Allí hay un lugar muy hondo que es como un río turbulento y ese lugar te asusta.

Pero no tengas miedo. Llegará el día en que ese lugar estará en calma y en paz.”

*

Henri Nouwen

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“Cosas de hombres y de mujeres”, por Gema Juan, OCD

Miércoles, 17 de febrero de 2016
Comentarios desactivados en “Cosas de hombres y de mujeres”, por Gema Juan, OCD

21113250998_5e5a5a6778_mDe su blog Juntos Andemos:

Eso decía Gandhi, que avisaba de que Dios no ha creado las fronteras, que eso es cosa de hombres y de mujeres. Cosas de seres humanos que han olvidado lo que les define: la humanidad.

Teresa de Jesús decía que es «gran bestialidad (no) saber qué cosa somos», desconocer nuestra humanidad, olvidar que todos los seres humanos son dignos, iguales, merecedores de una vida buena sin excepción. «No entendemos la gran dignidad de nuestra alma» –decía ella–, no entendemos que somos «como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal»: fuertes, preciosos y luminosos.

Resulta una bestialidad –diría Teresa– que la fuerza, la excelencia y la luz se utilicen para cosas tan poco humanas como dibujar líneas que matan, fronteras que deciden a un lado la vida y a otro la muerte o que inventan cifras, cuotas de existencia.

¿Quiénes somos? Teresa lo vuelve a preguntar, porque ve que «no nos entendemos, ni sabemos lo que deseamos, ni atinamos lo que pedimos». Con dolor, decía: «Ahora, Señor, no se quiere ver. ¡Oh, qué mal tan incurable!». Y con conciencia de la ceguera, añadía: «¡Oh codicia del género humano, que aun tierra piensas que te ha de faltar!».

Poner fronteras, contar el número de los que caben, desalojar, impedir entrar, evaluar los costes, analizar la desestabilización, preservar la identidad… son solo formas diferentes de resolver profundos problemas del mismo modo: mirando hacia otro lado.

«Esa codicia del género humano» que quiere asegurar su pedazo de tierra y con ella su seguridad, hace olvidar algo que también dice Teresa, orando con dolor y preocupación: «Resplandezca vuestra misericordia en tan crecida maldad; mirad, Señor, que somos hechura vuestra. Válganos vuestra bondad y misericordia».

Hechura de Dios, sin excepción. Nadie está fuera de la fuente originaria de la vida: eso elimina cualquier diferencia y debería eliminar cualquier desigualdad.

Si hay tanta semejanza entre los seres humanos, se entiende la pregunta que lanzaba una conocida actriz, hablando del éxodo sirio: «¿Cuántos podríamos decir con honestidad que en su posición no haríamos lo mismo, enfrentados al miedo, la pérdida de esperanza y a una evidente falta de voluntad política internacional para acabar con el conflicto?».

Ahora se trata del conflicto sirio, pero será inevitable seguir hablando de tantos que siguen abiertos, con la violencia armada o la violencia sigilosa del hambre, que resume las carencias esenciales. Violencias que provocan éxodos, que alientan el tráfico de personas y que son alimentadas por la codicia humana, que olvida y no quiere ver.

Antes, el nobel Soljenitsin, superviviente de los campos de castigo soviéticos, decía que no se habla ni actúa de la misma manera, desde un barracón, en condiciones inhumanas, bajo vejaciones continuas y amenaza de muerte, que desde el cuarto caliente y ordenado en el que, mucho más tarde, escribía sus libros.

Tal vez, sea necesario recordar estas reflexiones y recordar con Teresa que la tierra que pisamos no es nuestra, sino recibida; la tierra y todo lo demás que, por el mero hecho de haber nacido en una latitud y en un ambiente propicio, se puede lograr.

Y recordar sus palabras, que atañen a todos: «Aquellos bienes no son suyos, sino que se los dio el Señor como a mayordomos suyos, para que partan a los pobres, y que les han de dar estrecha cuenta del tiempo que lo tienen sobrado en el arca, suspendido y entretenido a los pobres, si ellos están padeciendo».

Cuando Teresa habla de la presencia permanente de Jesús, une esa presencia a un modo muy concreto de vivir: «Querer tanto para su prójimo como para sí». Da qué pensar y da una razón imperiosa para querer menos para uno mismo: que llegue a haber para los demás. Y enlaza con lo que el Papa Francisco ha recordado: que los refugiados –y todo sufriente– son la carne de Cristo que pide acogida. Una acogida concreta que requiere criterio y responsabilidad y, también, valor.

La fuerza para acoger a Cristo, a los sufrientes de mil rostros, la da el mismo Jesús que –dice Teresa– «no hace diferencia de Él a nosotros», que ha adelantado su «Sí», para que no haya excusa para hacer diferencias. Y no ir solos, sino «hacerse espaldas», juntarnos «para procurar más su honra y gloria y algún provecho de las almas».

«Entender en obras de caridad y esperar en la misericordia de Dios, que nunca falta a los que en Él esperan», es lo que aconseja Teresa. Mirar de frente y tender la mano a quien necesita un poco de humanidad y confiar en Dios.

Obrar y confiar. También, y sobre todo, eso son cosas de hombres y de mujeres.

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“Adora y confía”

Miércoles, 12 de agosto de 2015
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Una hermosa reflexión de Teilhard de Chardin sobre cómo afrontar nuestro día a día, con nuestros éxitos y fracasos, con nuestras luces y sombras, con nuestras virtudes y miserias.  Apertura y vaciamiento de uno mismo, contemplación, adoración y confianza…  No te agobies, simplemente sonríe a Aquél que no deja de sonreírte a ti.

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No te inquietes por las dificultades de la vida,
por sus altibajos, por sus decepciones,
por su porvenir más o menos sombrío.

Quiere lo que Dios quiere.
Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades
el sacrificio de tu alma sencilla que,
pese a todo,
acepta los designios de su providencia.

Poco importa que te consideres un frustrado
si Dios te considera plenamente realizado,
a su gusto.

Piérdete confiado ciegamente en ese Dios
que te quiere para sí.
Y que llegará hasta ti, aunque jamás lo veas.
Piensa que estás en sus manos,
tanto más fuertemente cogido,
cuanto más decaído y triste te encuentres.

Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz.
Que nada te altere.
Que nada sea capaz de quitarte tu paz.
Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales.

Haz que brote,
y conserva siempre sobre tu rostro,
una dulce sonrisa,
reflejo de la que el Señor
continuamente te dirige.

Y en el fondo de tu alma coloca,
antes que nada,
como fuente de energía y criterio de verdad,
todo aquello que te llene de la paz de Dios.

Recuerda:
cuanto te deprima e inquiete es falso.
Te lo aseguro en el nombre
de las leyes de la vida
y de las promesas de Dios.

Por eso,
cuando te sientas apesadumbrado, triste,
adora y confía.

*

Pierre Theilhard de Chardin

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***

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No te inquietes… Adora y Confía.

Martes, 4 de febrero de 2014
Comentarios desactivados en No te inquietes… Adora y Confía.

No te inquietes por las dificultades de la vida
por sus altibajos, por sus decepciones,
por su povenir más o menos sombrío.
Quiere lo que Dios quiere.
Ofrécele, en medio de tu inquietudes e insatisfacciones,
El sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo,
acepta los designios de su providencia.
Poco importa que te consideres un frustrado
si Dios te considera plenamente realizado:
a su gusto.

Poco a poco Nuestro Señor te conquista y te toma para Él …
Te pido qu cuando te sientas triste,
paralizado, adora y confía.
Adora ofreciéndole a Dios tu existencia que te parece
destrozada por las circunstancias:
¡ qué homenaje más bello que esta renuncia amorosa
a lo que se habría podido ser!
Confía.

Piérdete confiado ciegamente en ese Dios
que te quiere para sí,
y que llegará hasta ti, aunque jamás lo veas.
Piensa que estás en sus manos,
tanto más fuertemente tomado
cuanto más decaído y triste te encuentres.

Vive feliz. Te lo suplico.
Vive en paz.
Que nadie te altere.
Que nadie sea capaz de quitarte tu paz.
Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales.
Haz que brote, y conserva siempre sobre tu rostro
una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor
continuamente te dirije.

Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada,
como fuente de energía y criterio de verdad
todo aquello que te llene de la paz de Dios.

Recuerda: cuanto te oprima e inquiete es falso.
Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida
y de las promesas de Dios.
Por eso, cuando te sientas apesadumbrado, triste.
ADORA Y CONFÍA…”

*

Pierre Teilhard de Chardin

***

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El padre jesuita Pierre Teilhard de Chardin esperando esa transformación positiva de la humanidad que será generada por la fuerza del amor verdadero, dice:

“El día vendrá cuando después de manejar el espacio, los vientos, las mareas y la gravitación, podremos manejar las energías del amor. Y en ese día, por segunda vez en la historia del mundo, habremos descubierto el fuego.

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