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“Excomulgados” 1. Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa…

Jueves, 20 de agosto de 2015
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20130914-214945Del blog de Xabier Pikaza:

Mientras llega el Sínodo 2 Sobre la Familia (Octubre 2015) sigue en altas esferas la batalla sobre los que deben ser admitidos a la comunión (no excomulgados). En las “bajas” esferas, parroquias e iglesias que conozco (a nos ser en algunas muy “cualificadas”) nadie pregunta al que comulga si es homosexual y si “practica”, o si está divorciado y tiene una nueva relación. El problema no es ese, el problema es si cree y si quiere creer, si está dispuesto a crear comunidad con otros seguidores de Jesús.

La cuestión se ha planteado porque el Papa Francisco ha dicho que los divorciados no son excomulgados (y que por tanto pueden comulgar), y que lo mismo piensa de los homosexuales. La cuestión, según el Papa, es si los que comulgan se identifican con el proyecto y camino de Jesús, desde la situación en que se encuentran

En ese contexto quiero empezar evocando un texto clave de la liturgia, la respuesta de los “fieles” al ofrecimiento e invitación del celebrante que dice: “Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo…”. Desde el siglo XI en ciertos lugares y desde el XVI en todas las iglesias, los que van a comulgar responden: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero di una sola palabra y mi alma quedará sana” (cf. J. Jungmann, El Sacrificio de la Misa, BAC, Madrid 1953, 1060-1066).

Significativamente, esa son unas palabras que provienen de la “confesión y súplica” de un centurión pagano, de dudosa conducta, al que Jesús le dice “iré a tu casa/cuartel y curaré a tu amante/siervo enfermo”. El centurión tiene miedo de “dañar” la imagen de Jesús y le responde:

Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa (bajo mi techo),
pero di sólo una palabra y mi amante/siervo quedará sano (Mt 8, 8).

Pienso que no podían haberse escogido palabras mas adecuadas para indicar la “idoneidad” de aquel que quiere comulgar: No es mi dignidad la que me hace digno, sino la de Jesús que cura al “AMIGO” del centurión y que puede sanar también y perdonar a los comulgantes.

Ciertamente, hay diferencias en el gesto:
En el caso de centurión, Jesús cura a su siervo en cuerpo y alma, pues ambos son dignos de su Reino.
En caso del comulgante que suplica, Jesús cura “su alma”, le cura y sana, al ofrecerle su propia vida en comunión.

Desde ese fondo quiero ofrece una reflexión litúrgica y otra bíblica. Imágenes del Veronese: Domine, non sum dignus…

1. Reflexión litúrgica: El deseo de centurión pagano, la palabra de Jesús

La historia del centurión (Mt 8, 5-13), de la que he tratado alguna otra vez en este blog, es una historia de fe.

‒ Recordemos que el centurión es un ciudadano romano: un gentil, es decir, alguien que estaba excluido de las promesas que Dios había hecho a Israel, su pueblo escogido. Aun así, el centurión tenía fe en que Jesús podía sanar a su amigo/siervo.

Jesús quiere ir a casa del centurión, a pesar de que, con los criterios judíos, esta acción le dejaría impuro. Pese a ello, Jesús quiere ir a su casa… y aunque al fin no va físicamente (por respeto a la súplica del centurión) va en realidad, le acompaña y cura a su siervo/amigo.

La iglesia ha querido poner en labios de los comulgantes esta confesión (¡soy pecador!) y esta súplica (¡puedes sanar a mi amigo, me puedes sanar!) al comienzo de la comunión, pues, el celebrante retoma la palabra de Jn 1, 29 y dice, al ofrecer la eucaristía: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor”.

‒ Ésta es una palabra central, que Jesús mismo asume y reinterpreta en el mismo evangelio de Mateo diciendo: “No he hallado una fe semejante en Israel (¡en la buena Iglesia!); por eso les digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos “ (Mt 8,11-13).

‒ De esa manera, la liturgia nos invita a tener la misma fe, la misma convicción que el centurión romano tuvo en el poder sanador de Jesús…, una fe que muchos hoy, en la Iglesia del siglo XXI, que va quedando vacía de fieles antiguos no tienen (o no tenemos). En realidad, ninguno de nosotros somos dignos de la Eucaristía, pero el gesto del centurión homosexual romano y la respuesta de Jesús nos invitan a compartir la Cena del Señor, iniciando así un camino de transformación y reconciliación mesiánica

(He retomado y recreado parcialmente, introduciendo motivos nuevos que quizá el autor, D. Todd Williamson, no aprobaría del todo: http://www.pastoralliturgy.org/resources/1201ReproRsrcSP.pdf)

2. Reflexión bíblica. El centurión de Cafarnaúm y su siervo/amante (8, 5-13)

He presentado alguna vez este pasaje en mi blog, pero repito el tema de nuevo, para aquellos que quizá no lo haya leído. El centurión del puesto militara de Cafarnaúm tiene un siervo/amante enfermo (paralítico) y con grandes dolores, encerrado en “la casa/cuarten” (Mt 8,6)) y pide a Jesús que le cure. Viene el mismo centurión, porque su siervo/amante no puede venir, viene como autoridad “militar”, pero reconoce el poder “superior” (humano, religioso) de Jesús.

Es un pagano (como indicará el texto que sigue) y además, no se siente digno de que Jesús entre en su “casa” (bajo mi techo, 8, 8), porque es un militar de “ocupación” y porque su conducta “moral” no parece clara; es como el leproso, al que no se “debía” tocar, porque manchaba (en el milagro anterior: Mt 8, 1-4). Desde ese fondo se entiende esta escena que ha sido elaborada por la tradición en un contexto de apertura eclesial a los paganos, aunque en su fondo hay un relato antiguo (transmitido al menos por el Q; cf. Lc 7, 1-10; Jn 4, 46b-54).

Este centurión no se considera digno de que Jesús entre en su “cuartel”, no por un tipo de humildad intimista, sino por un realismo fuerte y consecuente de soldado, que puede conquistar el mundo con las armas, pero que sufre por la enfermedad de su siervo/amante, y no quiere crear problemas a Jesús, haciéndole entrar en su casa (pues ello le enfrentaría con los puristas judíos de la zona).

Pues bien, este Jesús de Mateo no ha satanizado a los soldados, ni ha querido combatirlos con las armas, sino que ha descubierto en ellos un tipo de fe que no se expresa en la victoria militar, sino en la curación del amigo enfermo. Está dispuesto a entrar en su casa, pero entiende y atiende la razón del centurión y no lo hace, curando al “enfermo” desde lejos:

Mt 8,5 Cuando él (Jesús) entraba en Cafarnaúm, salió a su encuentro un centurión, que le rogaba diciendo: «Señor, mi siervo/amante (pais) está postrado en casa, paralítico, gravemente afligido». 6Jesús le dijo:«Iré yo mismo, y le curaré».

7Pero el centurión le dijo: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra y mi siervo sanará, 8pues también yo soy hombre de autoridad y tengo soldados bajo mis órdenes, y digo a este “ve” y va y al otro “ven” y viene; y a mi siervo “haz esto”, y lo hace».

10Al oírlo Jesús, se maravilló y dijo a los que lo seguían: «En verdad os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. 11Os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; 12pero los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes». 13Entonces Jesús dijo al centurión: «Vete, y que se haga según tu fe». Y su amante quedó sano en aquella misma hora (Mt 8, 5-13).

Es un soldado con problemas, un profesional del orden y obediencia, en el plano civil y militar, un hombre acostumbrado a mandar y a ser obedecido. Es capaz de dirigir en la batalla a los soldados, decidiendo así sobre la vida y la muerte de los hombres. Pero, en otro nivel, es un muy vulnerable, y así padece mucho por la enfermedad de su siervo/amante, y es muy respetuoso, pues no quiere crear problemas a Jesús haciéndole que entre en su casa, cosa que estaba más vista entre judíos, pues era la casa de hombres impuros.

Desde ese fondo es preciso que nos detengamos y preguntemos sobre la identidad del siervo/amante del centurión, a quien el texto griego llama país mou (8, 6). En principio, esa palabra (pais) puede tener tres sentidos: siervo, hijo y también amante (casi siempre joven), y en ese último sentido ella puede resultar escandalosa.

‒ El texto paralelo de Jn 4, 46b evita el escándalo y pone huios (hijo), en vez de pais; pero con ello tiene que cambiar toda la escena, porque los soldados no solían vivir con la familia ni cuidar sus hijos hasta después de licenciarse; por eso, convierte al centurión en miembro de la corte real de Herodes (un basilikós).

‒ También Lc 7, 2 quiere eludir las complicaciones y presenta a ese pais de Mateo como doulos, es decir, como un simple criado, al servicio de centurión. Con eso ha resuelto un problema, pero ha creado otro: ¿Es verosímil que un soldado quiera tanto a su criado?

‒ Por su parte, el texto de Mateo distingue cuidadosamente los matices, en este mismo pasaje: al enfermo amigo del centurión le llama país (8, 5-8), mientras al criado o soldado subordinado estrictamente dicho le llama doulos (8,9).

Por eso preferimos mantener la traducción más obvia de pais dentro de su contexto militar. En principio, el centurión podría ser judío, pues está al servicio de Herodes, en el puesto de frontera de su reino o tetrarquía (Cafarnaúm). Pero el conjunto del texto le presenta como un pagano que cree en el poder sanador de Jesús, sin necesidad de convertirse al judaísmo (o cristianismo), y Jesús le pone después como ejemplo de todos los paganos que vendrán a compartir el Reino de Dios, mientras los israelitas quedarán fuera (8, 11-12).

Pues bien, como era costumbre en los cuarteles de aquel tiempo (donde los soldados no podían convivir con una esposa, ni tener familia propia), este pasaje supone que aquel oficial (centurión) tenía un criado-amante, presumiblemente más joven, que le servía de asistente y pareja sexual. Este es el sentido más verosímil de la palabra pais de Mt 8,6 en el contexto de la escena, pues no se trata, como he dicho, de un doulos/siervo (palabra que aparece en sentido propio en 8, 9). Ciertamente, en teoría, podría ser un hijo (Jn 4, 46) o criado (7, 2) del centurión, pero es mucho más verosímil suponer que ha sido un amante homosexual (como han sentido Jn y Lc cambiando la palabra país).

En ese contexto, Mateo no presenta a Jesús como alguien que está preocupado por problemas morales de este tipo, sino como un mesías capaz de comprender las debilidades y enfermedades de los hombres, empezando por los soldados de ocupación, que con frecuencia eran homosexuales (al menos durante el servicio en un cuartal o campamento). De esa forma sabe él escuchar al soldado que le pide por su amante y se dispone a venir hasta su casa-cuartel (¡bajo su techo!), para ayudarle. Así lo supone Mateo, pero el oficial no quiere que se arriesgue, pues ello podría causarle problemas: no estaba bien visto entrar bajo el techo del cuartel/campamento de un ejército, no sólo porque era un lugar odiado, sino porque se pensaba que era escenario de una conducta moral “escandalosa”.

Por eso, el centurión pide a Jesús que no entre en su casa: le basta con que diga una palabra, pues él sabe lo que vale la palabra de un hombre de “poder”, como es él mismo, que manda a sus soldados y siervos, o como es Jesús que es capaz de mandar sobre la enfermedad desde la distancia, sin necesidad de tocar al enfermo, como en el caso del leproso (8, 3). Jesús respeta las razones del soldado, acepta su fe y le ofrece su palabra, al servicio de su país homosexual, penetrando de esa forma en la intimidad afectiva de un soldado homosexual, a quien admira por su fe y a quien ayuda a creer (8, 8-10).

Este es un milagro que nos introduce en la profundidad del mundo pagano, con su gran fractura interna, situándonos así ante un centurión con su siervo/amante enfermo. Más adelante encontraremos otro milagro semejante, el de la madre cananea/pagana, con su hija enferma (15, 21-28). En ambos casos destaca Mateo la “la fe”, que vincula a judíos con paganos, hombres y/o mujeres, en una línea de Pablo ha explorado con gran profundidad, en otro contexto (especialmente en Gal y Rom).

La fe del centurión comienza siendo una confianza en el poder de Jesús que hace milagros, tomándole así como una especie un santón judío. Pero, mirada en su radicalidad, esta es una fe que se muestra como expresión y anciticpo del reino que se acerca. «No he encontrado en Israel fe semejante» (8, 10)… Por eso de oriente y occidente, vendrán de todas partes a sentarse en el banquete de las bodas, mientras los hijos (los judíos) quedarán fuera, en las tinieblas exteriores.

Tal es el sentido del milagro del centurión y de su amante enfermo. Lo importante no es el hecho externo, certificar que el siervo (amante) del centurión quedó curado, sino lo que ese hecho significa, lo que transmite desde su trasfondo. En el espejo de este hecho se refleja el gran misterio de Dios que por su Cristo llama a todos, y lo hace de tal forma que su misma llamada a los gentiles (¡que vengan todos!) es de algún modo la razón o causa de que algunos judíos “prefieran” quedar fuera.

Esta fe del centurión homosexual, signo de la Roma pagana, aparece así como principio de salvación (¡vete, que se haga cómo has creído! 8, 13) de manera que la curación de su siervo/amante viene a presentarse como signo y garantía de la llegada del reino. Ésta es una curación/perdón en el doble sentido del término. (a) Es una curación doble (la fe del centurión “cura” a su amante, de manera que ambos puedan recorrer un camino de vida en ámbito de Reino). (b) Es una curación integral, que ha de entenderse en la línea de todo el evangelio, de manera que sólo puede interpretarse a la luz del despliegue de conjunto de Mateo, que culmina en el envío de los discípulos de Jesús a todas las naciones (28, 16-20).

Fiel a su estilo narrativo, Mateo no ha sacado las “conclusiones lógicas” de este relato en clave eclesial o jurídica, sino que deja que el mismo texto hable, abriendo un espacio de fe y curación para los gentiles de oriente y occidente (no sólo de oriente, como los magos de 2,1). De esa manera, este mismo centurión que es signo del poder romano (aunque puede estar al servicio inmediato de Herodes Antipas), puede interpretarse como un compendio de todos los males del Imperio (violencia militar, homosexualidad…), siendo, al mismo tiempo, un testimonio de mayor impotencia (enfermedad del país, siervo homosexual).

En contra de lo que piensan algunos en este tiempo (año 2015), este centurión homosexual es para Jesús un hombre, un hombre capaz de “comulgar”, como seguiré destacando en nuevas postales.

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La fe del centurión homosexual cura a su amigo (Mt 8, 5-13)

Lunes, 23 de marzo de 2015
Comentarios desactivados en La fe del centurión homosexual cura a su amigo (Mt 8, 5-13)

centurionDel blog de Xabier Pikaza:

No le cura Jesús, sino la fe del centurión amigo, como dice expresamente el texto: ¡Que se haga como has creído!

No le “cura” de su condición sexual, sino de su enfermedad, y lo hace a través de la misma fe/amor homosexual del centurión.

Así lo expuse el otro día en RD (17, 3. 15), con un trabajo de A. Álvarez y otro mío . Pues bien, ayer, RD ha recogido el tema de Ariel Álvares, sin reproducir su trabajo (cf. http://www.periodistadigital.com/religion/america/2015/03/20/el-milagro-de-jesus-a-la-pareja-del-centurion-gay-iglesia-religion-dios-jesus-papa-obispo.shtml ).

En ese contexto, y para situar mejor el tema, quiero retomar nuestras contribuciones, tuvieron bastantes lectores directos (ya el primer día más de 3800), y muchos más indirectos, especialmente a través de facebook (https://www.facebook.com/xabier.pikaza ), con decenas y decenas de comentarios, muchos favorables y amistosos, pero algunos desabridos, incluso con insultos (que indican que el asunto no ha sido acogido con naturalidad, por resistencias personales y fobias).

1276378368278No he querido imponer mi visión a nadie, sino abrir una puerta de investigación bíblica y de madurez humana, leyendo el evangelio en diálogo con otros. Pienso (con otros muchos investigadores) que el motivo central de Mt 8, 5-13 par (con todas sus variantes) no es una curación más entre otras, sino la de un centurión homosexual que cura a su amigo de la enfermedad, no de la homosexualidad.

Se que han existido (y existen) escuelas y hospitales de Iglesia (¡quizá muy bien intencionados!) para “curar” la homosexualidad, para que los homosexuales dejen de serlo . Pues bien, ese camino me parece equivocado y contrario al evangelio.

Estoy convencido de que el tema no es “curar” la homosexualidad, sino a los homosexuales enfermos (que los hay, sin duda), para que se relacionen entre sí como personas, en libertad y en evangelio.

En esa línea se sitúa el decálogo que sigue (fundado en gran parte en mi libro sobre La familia en la Biblia, Verbo Divino, Estella 2014). No se trata de curar a los homosexuales enfermos desde fuera, sino que ellos mismos se curen entre sí, por fe y amor, como supone este “milagro” de Jesús.

Imagen 1: Jesús y un soldado
Imagen 2-3: terapias y pastillas para curar homosexualidad

JESÚS Y LA CURACIÓN DE LOS HOMOSEXUALES ENFERMOS, UN DECÁLOGO

Texto

Al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un centurión, que le rogaba diciendo: «Señor, mi amante (pais) está postrado en casa, paralítico, gravemente afligido».

‒ Jesús le dijo:«Yo iré y le curaré».

‒ Pero el centurión le dijo: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra y mi siervo sanará, pues también yo soy hombre bajo autoridad y tengo soldados bajo mis órdenes, y digo a este “ve” y va y al otro “ven” y viene; y a mi siervo “haz esto”, y lo hace».

Al oírlo Jesús, se maravilló y dijo a los que lo seguían:

‒ En verdad os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; pero los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes.

Entonces Jesús dijo al centurión: Vete, y que se haga según tu fe. Y su amante quedó sano en aquella misma hora (Mt 8, 5-13).

No quiero imponer ningún tipo de dogma, sino ofrecer una lectura positiva del texto de Mt 8, 5-13. Ciertamente, no todos estarán de acuerdo con lo que digo, pero me gustaría que prestaran un poco de atención a mi “argumento”. Sin duda el “pais” del pasaje, al que Jesús cura a través del Centurión, puede ser también un hijo o criado, aunque me parece mucho más probable que, dado el contexto pagano y militar en que se inscribe el texto, sea un amigo-amante homosexual, como irá indicando el “decálogo” que sigue.

1. Sentido de la palabra “pais”.

Pastillas_Gay_AwayMt 8, 5 dice que el centurión de Cafarnaúm tenía un “país” muy conocido. Pues bien, para ver el mundo de esa palabra en el helenismo y en el entorno pagano de Jesús basta mirar por arriba el Thesaurus Linguae Graecae (y Latinae) para ver que en los contextos pertinentes, ella significa amante homosexual.

Ciertamente, en la traducción de los LXX y en el griego del Nuevo Testamento (o de los Padres de la Iglesia) esa palabra (país) recibe, en general, el sentido de hijo o servidor, como indican las concordancias bíblicas y el diccionario de Lampe (Patristic Lexicon). No es necesario dar ejemplos. Pero el texto de Mateo no se limita a repetir estereotipos anteriores, sino que abre una experiencia nueva de evangelio, y así puede utilizar esa palabra en un sentido “menos bíblico”, pero más abierto a su contexto social y religioso, desde su recuerdo de Jesús y desde la comunidad en la que (y para la que) escribe, que parece ser de Antioquía.

2. Historia de Jesús.

Es difícil precisar en cada caso lo que Jesús hacía, y la gente de su compañía, pero le acusan de andar con publicanos, prostitutas y gentes de “mala vida”. En ese contexto se sitúa su relación con los soldados y en especial con los centuriones, como sabe no sólo el evangelio, sino también el libro de los Hechos, como he puesto de relieve no solo en mi Historia de Jesús, sino también en otros libros (el NT ofrece una auténtica “saga de centuriones”.

Pues bien, este Centurión de Cafarnaúm no era un cualquiera, un desconocido, sino uno de los dos hombres más conocidos del pueblo, el otro era el archisinagogo (la autoridad político-militar y la religiosa). Es significativo el hecho de que Jesús cura a sus “personas” más queridas: a la hija del archisinagogo (según Mc, Mt y Lc), y al “país” del centurión (Mt, Lc y Jn). Es muy significativo el hecho de que la curación del “país” del centurión falte en Mc, pues debía ser un tema muy conocido (creo que en mi comentario a Mc ofrezco la razones de fondo de ello, partiendo del “buen” centurión de la Cruz, que confiesa su “fe” en el Cristo crucificado).

Es, a mi fondo, evidente que en el fondo de este milagro del centurión hay un recuerdo histórico que los evangelios han interpretado de formas diversas, según su perspectiva teológica y social, un “milagro” que ha impactado poderosamente a los seguidores de Jesús, de tal forma que ellos lo han interpretado como expresión de una nueva experiencia de vida y evangelio.

3. Documento Q

Lo más sorprendente es que este milagro del Centurión y su “país” aparezca en el documento Q, que sólo recoge de hecho “palabras” de Jesús, dichos sapienciales y proféticos (sin milagros, sin relato de la pasión). Pues bien, si un texto como Q asume y presenta este relato es porque a su juicio resulta absolutamente importante, tanto por su contexto (es el milagro de un Soldado) como por su contenido (es el milagro de un “país”, de un varón con otro varón), en un contexto de misión universal de Jesús.

El texto y tradición del Q está al fondo no sólo de Mt 8, 5-13, sino también de Lc 7, 1-10 (y quizá de Jn 4, 43-53). Todo nos hace pensar que recoge una tradición poderosa de Jesús, trasmitida y recreada por sus discípulos itinerantes de Galilea, después de su muerte. Es aquí donde se debe acudir para buscar el sentido del tema, en el contexto de la relación de Jesús con los soldados, desde el trasfondo social que ello implica.

Por ahora, que yo sepa, no se ha elaborado un trabajo sistemático sobre esta perícopa o narración del Soldado con su Pais, aunque quizá se haya hecho en los últimos años (revisaré la bibliografía). De todas formas, como me han pedido que aduzca algo de bibliografía exegética en apoyo de mi “hipótesis” (¡ésta no es una tesis!), quiero citar la obra imponente de S. Schulz, Q. Die Spruchquelle der Evangelisten (TVZ, Zürich 1972), que es antigua, pero que sigue siendo autoridad fundamental sobre el tema. Cf. pág. 242, nota 443, con los autores que allí se aducen.

4. Curación de relaciones.

Jesús cura no sólo personas, sino “relaciones” personales. En ese fondo sería importante comparar el tema del “pais” del centurión con otros parientes (sobre todo hijos), a los que Jesús cura a través de otra persona. Éste es un tema que aparece sobre todo en el evangelio de Marcos:

‒ A través de la madre, Jesús cura a la hija de siro-fenicia (Mc 7),
‒ A través del padre Jesús cura a la hija del archisinagogo (Mc 5)
‒ A través del padre Jesús cura al hijo lunático del hombre poco creyente (Mc 9). Leer más…

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Jesús y el “chico” del homosexual: Mt 8, 5-13 por (Ariel Alvarez y X. Pikaza)

Sábado, 21 de marzo de 2015
Comentarios desactivados en Jesús y el “chico” del homosexual: Mt 8, 5-13 por (Ariel Alvarez y X. Pikaza)

1Tesis del exegeta Ariel Álvarez
El milagro de Jesús a la pareja del centurión gay
Sin inmiscurise en su vida privada ni censurar su actitud

 El teólogo y biblista Ariel Álvarez Valdés acaba de publicar un artículo en la revista Criterio del mes de marzo, donde afirma que Jesús habría hecho un milagro a un homosexual, sin inmiscuirse en su vida privada, ni censurarlo por su actitud.

A lo largo de su escrito, el reconocido exegeta realiza una interpretación del milagro de Jesús al centurión de Cafarnaúm, tal como aparece en el Evangelio de Mateo, y analiza el trasfondo de los términos griegos empleados en la narración, concluyendo que el joven por el cual el militar solicita un milagro era su pareja.

Luego compara este mismo relato con las versiones paralelas del milagro en los Evangelios de Lucas y de Juan, resaltando los numerosos cambios que debieron realizar estos otros autores.

El artículo analiza la composición tanto del ejército romano como del ejército herodiano, que estaban asentados en Palestina en tiempos de Jesús, y aporta testimonios literarios extrabíblicos sobre la vida de los centuriones.

Aduce también importantes testimonios arqueológicos que refrendan su postura.

Finalmente el Dr. Álvarez Valdés concluye que la Iglesia ha condenado injustamente a los colectivos homosexuales en nombre de Jesús de Nazaret, algo que no se desprende de los Evangelios.

***

Del blog de Xabier Pikaza:

RD ha publicado hace unos días la noticia de que el Papa Francisco nombrará un coordinador para la investigación de la pederastia clerical en España. En ese contexto se sigue planteando en algunos medios no sólo el tema de la pederastia (que es un crimen), sino el de la homosexualidad (que es una conducta afectiva y sexual).

En principio esos temas no tienen relación ninguna, pues la pederastia puede darse lo mismo entre homo- como entre hetero-sexuales (aunque en ciertos ambientes cerrados ha podido darse más entre homosexuales).

Pero, a fin de plantearlos mejor, en clave de evangelio, me parece conveniente recoger en este portal un trabajo que mi amigo Ariel Álvarez Valdés acaba de publicar sobre el milagro de Jesús con el “amante” del Centurión de Cafarnaúm. Es difícil mejorar lo que Ariel dice pero, dado que me cita (he desarrollado el tema en algún lugar de mi Diccionario de Biblia y en un Blog de RS21, año 206), publicaré tras el estudio de Ariel mi propio y pequeño trabajo sobre el tema.

Gracias, Ariel, una vez más, por admitir mi compañía en este portal de RD.

¿HIZO JESÚS UN MILAGRO A UN HOMOSEXUAL?

por Álvarez Valdés, Ariel. Criterio Nº 2412, Marco 2015

http://www.revistacriterio.com.ar/iglesia/%C2%BFhizo-jesus-un-milagro-a-un-homosexual/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+RevistaCriterio+%28Revista+Criterio%29

Las iglesias cristianas suelen condenar de manera terminante la práctica homosexual. La consideran un acto intrínsecamente desordenado e inaceptable. El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, por ejemplo, la califica de grave depravación, y de triste consecuencia del rechazo a Dios (nº 2357). Y algunos teólogos protestantes, como Kart Barth, la han llamado “fenómeno perverso” y “una inversión del orden natural de la creación”. A su vez, todos dicen oponerse a ella basándose en la Biblia.

Ahora bien, resulta curioso que en los Evangelios no exista ninguna frase o enseñanza de Jesús sobre el tema, algo sumamente llamativo porque la homosexualidad era un fenómeno bastante extendido en la cultura greco-romana de su tiempo. Los poetas la ensalzaban en sus obras; la sociedad la toleraba como un hecho habitual; y Palestina estaba rodeada e impregnada de esa cultura. Basta ver un mapa del país para comprobar que existían unas 30 ciudades griegas en su territorio.

¿Cómo es que Jesús no opinó o aludió nunca a esa cuestión?

Un número creciente de biblistas, como T. Horner (1978), M. Gray-Fow (1986), G. Theissen (1987), D. Mader (1992), J. E. Miller (1997), T. D. Hanks (2000), T. Jennings (2004), T. Benny Liew (2004), R. Goss, y X. Pikaza (2006), sostienen que no hallamos en los Evangelios referencias a ella porque Jesús nunca condenó expresamente la homosexualidad. Y para ilustrarlo, afirman que una vez le hizo un milagro a un homosexual sin cuestionar su condición. El favorecido fue un centurión de Cafarnaúm (Mt 8,5-13).

Tierra de dos gobiernos

Este hombre es uno de los personajes más impresionantes del Evangelio. Se trata del único militar que acude a Jesús. El único que le pide un milagro a distancia. El único que le contó una parábola. Y el único al que Jesús alabó por tener la fe “más grande” de todo Israel (Mt 8,10), colocándolo así por encima de sus discípulos y de la virgen María.

El relato comienza diciendo que cierto día en que Jesús se hallaba en Cafarnaúm, se le acercó un centurión para rogarle: “Señor, mi muchacho está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente” (Mt 8,6).

En aquella época, Palestina contaba con dos clases de ejércitos. Uno era el de Roma, ya que el país estaba sometido a su dominio desde hacía muchos años. El Nuevo Testamento menciona a varios de sus integrantes: el soldado (Mc 15,16), el centurión (Mc 15,39), el tribuno (Jn 18,12), la cohorte (Jn 18,3), la caballería (Hch 23,23). Todos ellos dependían del gobernador romano Poncio Pilato.

Pero Pilato sólo administraba el centro y sur del país (Samaria, Judea e Idumea), y sólo allí estaban sus tropas, mientras que el milagro de Jesús ocurrió en Cafarnaúm, es decir, al norte. Por lo tanto, este militar no pertenecía al ejército de Pilato. Formaba parte del regimiento provinciano de Galilea, que protegía esa región, y dependía del tetrarca Herodes Antipas. Aunque más modesto y reducido que el romano, estaba organizado a semejanza de éste, tanto en su estructura, como en su jerarquía y su disciplina. Sus integrantes eran en su mayoría paganos, y de cultura griega. De hecho, Mateo indica expresamente que el militar que fue a verlo no era judío (Mt 8,10).

Ni hijo ni sirviente

Este oficial tenía el grado de “centurión”. Así se llamaban los que estaban al frente de una centuria, es decir, cien soldados. Tenía, pues, una categoría alta dentro del ejército herodiano.

La presencia de un funcionario de esa jerarquía en Cafarnaúm es comprensible. La ciudad se hallaba en la frontera internacional, a sólo 5 kilómetros del límite entre Galilea y Galaunítide. Además, la atravesaba una de las rutas comerciales más importantes del país. Por eso estaba protegida por una centuria. El centurión era la máxima autoridad civil de la ciudad.

image004Según Mateo, el militar se presentó ante Jesús y le rogó que curara a un joven paralítico que estaba en su casa y sufría mucho. ¿Quién era el enfermo? Mateo no lo dice. Sólo lo identifica con la palabra “páis”, término griego que significa “joven”, “muchacho”. Algunas Biblias lo traducen por “sirviente”. Pero es un error, porque cuando Mateo se refiere a un sirviente usa la palabra “doúlos”. Así por ejemplo, en este mismo episodio el centurión le dice a Jesús: “cuando le pido a mi sirviente (doúlos)que haga algo, lo hace” (v.9). Evidentemente el muchacho no era un sirviente. Otras Biblias prefieren traducirlo por “hijo”. Pero tampoco es correcto, porque Mateo para hablar de un hijo emplea el término “houiós”, como se ve también en este episodio (v.12). Nunca, de las 26 veces que Mateo utiliza la palabra “páis”, se refiere a un “hijo”.

Existe además una razón histórica que impide traducirlo por “hijo”. Y es que los centuriones tenían prohibido casarse y tener hijos mientras prestaban servicio en el ejército. Sabemos que hacia el año 13 a.C. el emperador Augusto prohibió mediante una ley a los soldados que estaban por debajo del grado de oficiales senatoriales y ecuestres (incluidos los centuriones) tomar esposa y formar una familia. La prohibición fue levantada en el 197 d.C. por el emperador Septimio Severo. Por lo tanto, el muchacho paralítico no podía haber sido hijo del centurión.

Por un sueldo superior

Si el joven enfermo no era ni sirviente ni hijo del centurión, ¿qué relación tenía con él? Existe un tercer sentido de la palabra “páis” (muchacho), conocido gracias a los estudios de la literatura clásica, y es el de “amado” o “favorito” en una relación homosexual. Se lo llamaba “muchacho” afectuosamente, aun cuando fuera adulto.

En efecto, historiadores griegos como Tucídides (s.V a.C.), Jenofonte (s.IV a.C.), Calímaco (s.III a.C.), Polieno (s.II a.C.) y Plutarco (s.I), cuentan cómo ya en aquel tiempo los comandantes griegos solían tener sus jóvenes amantes (“páis”) dentro del ejército, con los cuales convivían. Algunos describen incluso las peleas que a veces se daban entre los oficiales por “algún muchacho bello en el que un soldado había puesto su corazón”. Otros autores e historiadores romanos como Plauto (s.III a.C.), Valerio Máximo (s.I), Marcial (s.I) y Tácito (s.II) narran historias de oficiales de la legión romana que tenían soldados como amantes, y dan hasta los nombres de ciertos centuriones afectos a esas prácticas.

El término “páis”, pues, en el ambiente castrense antiguo, era comúnmente utilizado para referirse al joven amante de una pareja homosexual.

Que semejante práctica se hallaba muy extendida, lo confirma un reciente estudio arqueológico realizado en un campamento romano del siglo I, en Vindolanda (Inglaterra). Los restos hallados en algunas de las habitaciones excavadas, han llevado a los arqueólogos a exclamar que éstas se asemejaban más a un burdel masculino que a un cuartel.

Esto corrobora que en el ejército romano (y sin duda también en el de Herodes) los centuriones y demás superiores convivían con jóvenes amantes; lo cual les era facilitado porque recibían una paga superior a la del resto de los soldados, y dormían en cuarteles más amplios.

Fuera de casa es mejor

Es posible, entonces, que el joven por el que viene a interceder el centurión sea su propia pareja. Si esto es así, se aclara un detalle difícil de explicar, y es por qué un militar de su rango se toma el trabajo de ir personalmente a implorar a Jesús por un simple sirviente. Pero al ser una persona afectivamente importante para él, la dificultad desaparece. Leer más…

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