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“Carta al obispo de Málaga”, por Benito Acosta, sacerdote.

Lunes, 2 de junio de 2014
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catala1Leído en la página web de Redes Cristianas

Málaga, 11 de Mayo de 2014

A D. Jesús Catalá, obispo de Málaga

Querido D. Jesús:

Después de seis meses de mi jubilación del ministerio parroquial y tras una etapa de médicos para mí y para un amigo que ha estado muy seriamente delicado, me encuentro más sereno para escribirle estas letras.

Tuve la suerte de cursar teología en el año 59, cuando comenzábamos a tener acceso a obras de teólogos de toda Europa y América Latina, que fueron las voces fundamentales del Vaticano II y que representaban en verdad una edad de oro de la teología. El año 62 me ordené y, desde la parroquia, en la que era coadjutor, fui siguiendo el día a día del Concilio. Vi con alegría cómo las ilusiones y esperanzas que me habían llevado a ser cura se expresaban de un modo inédito en el aula conciliar.

Desde el principio mantuve amistad con un grupo de curas que hicimos una opción por el mundo rural y, dentro de él, por los más pobres, no para ayudarles desde arriba, sino para compartir su vida y ser pobres como ellos. Y nos comprometimos a estudiar seriamente la realidad que nos rodeaba y lo que decían los teólogos y escrituristas, no para hacer carrera eclesiástica, sino para dar respuesta al mundo de hoy desde nuestra fe.

Tuvimos, como ya nos lo advirtió Jesús, toda clase de dificultades, desde policiales hasta eclesiásticas, pero como dijo Pablo a Timoteo, “de todas nos libró el Señor”. Aunque esto pueda parecer extraño a no poca gente, hubo un momento en que tuve que plantearme si podía seguir siendo cristiano siendo cura. Me ayudó a salir de este embrollo mi gran amigo Magón (Manuel González Ruiz), por entonces vicario territorial de Antequera-Archidona-Campillos. Él me brindó venirme de Badajoz a Málaga. Y me vine a vivir los mejores años de mi ministerio, junto a los magníficos compañeros que trabajaban en toda la zona.

Ha llovido mucho desde entonces y han variado mucho las cosas. Después, y ya hace tiempo, me vi desarraigado del mundo rural y he vivido en el mester de clerecía un contraconcilio a marchas forzadas. De nuevo se volvió a la caza de brujas entre los teólogos más lúcidos y un pedestre juridicismo ha ido arrebatando voz al evangelio. ¡Qué lejos quedaba la franca sonrisa del Papa Juan, que había cautivado a creyentes y no creyentes!

Un largo tiempo de proyectos de nuevas evangelizaciones y muchos nombres más para decir lo mismo de lo mismo, con palabras tan alejadas de la gente como de la garra del evangelio. Ha proliferado un clero con ganas de hacer carrera eclesiástica, se han seguido dando títulos de monseñores y cosas por el estilo y hemos podido ver en la prensa vergonzosas fotos de unos capisallos arzobispales que han hecho el furor de todos los anticlericales y la indignación de los creyentes…

La verdad es que la venida del Papa Francisco ha representado de nuevo una llamada a la sencillez y valentía del evangelio. No es que sea bueno ir al baile que nos toquen, porque el evangelio está ahí, venga quien venga; pero no deja de ser una gracia que un hombre evangélico esté al frente de nuestro peregrinaje sin bastón,ni dos túnicas, ni dinero en la faja. Y, precisamente por esta gracia que ahora vivimos, no sabemos si por largo o corto tiempo, creo que deberíamos repensar muchas cosas a la luz de muchas de las decisiones que está tomando el Papa. Se me ocurren varias cosas. No son las únicas, pero sí las que en este momento me brotan de los labios espontáneamente:

Ahora que el capitalismo muestra su rostro más feroz exigiendo que los gobiernos “le ayuden” a costa del empobrecimiento escandaloso de los más pobres, no se oye la voz de ningún obispo que diga en nombre del evangelio que esto es una situación de pecado muy grave.

Tampoco he oído voces de los pastores a propósito de los que se enriquecen fabulosamente desde sus puestos de responsabilidad.

No se hace justicia a los desalojados si simplemente los ayudamos económicamente, pues nos debe apremiar la conciencia a mostrar pública y enérgicamente nuestro desacuerdo con un sistema capaz de cometes estas atrocidades.

¿Qué protesta pública ha hecho algún obispo español de los recientes crímenes en nuestras fronteras africanas y de esascuchillas levantadas ante una muchedumbre de bravos africanos que intentan salir de sus países, porque es imposible vivir en ellos tal como los ha configurado el llamado primer mundo?

¿Qué protesta se hace ante los vertederos de basura de alto riesgo que tenemos (también española) en tantas costas africanas? ¿Y por el negocio de la venta de armas a países que está en guerras que no se acaban?

Yo he tenido, y sigo teniendo una gran amistad con africanos, sobre todo de Nigeria, sé de primera mano que muchos inocentes se pasan meses y a veces más de un año en la cárcel y la iglesia parece ignorarlo, mientras que se traga con suma facilidad el bulo de fabulosos negocios de esta gente y todo lo que propala una policía que los extorsiona a cada instante. No tengo el gusto de conocer a esos potentados de los que se habla con tanta frecuencia. La mayoría de mis amigos no tienen para el autobús, ni para la vivienda, ni saldo en su teléfono, ni, a veces, para comer. Pero sólo este tema necesitaría varios folios para desarrollarlo. Creo que es más importante ser amigo de emigrantes que todas las colectas que se hagan el “día del emigrante”. Igual que es más importante la acogida cristiana que se dé a hermanos en la fe que vienen de países que llamamos “de misión” que unas colectas por las misiones que hacemos compatibles con la desconfianza cuando no el rechazo de estos emigrantes en nuestra propia tierra.

Todo el mundo ha visto a obispos poniendo el grito en el cielo o saliendo en manifestación “pro vida” contra la interrupción del embarazo, pero nadie los ha visto hacer lo mismo cuando la gente protesta ante las muertes que acarrean las guerras, ante los recortes, sobre todo de la seguridad social, ante el paro, ante los desahucios… cosas que llegan al extremo de provocar también buen número de muertes.

También es sorprendente el desconocimiento que muestran de la homosexualidad en lamentables declaraciones públicas.Sobre todo, hay un olvido muy generalizado de aquello del sábado para el hombre y no el hombre para el sábado.

En fin, Don Jesús, no quiero ser más prolijo. En realidad, no es normativa lo que necesitamos, sino espíritu evangélico, porque es el Espíritu, no las normas, el que nos llevará a la Verdad plena.

Estoy intentando ser cristiano. De eso no quiero jubilarme. Lo deseo también de todo corazón para Ud. Y le felicito y me felicito por la presencia del Papa Francisco, gracia que todos debemos aprovechar mientras dure; que los tiempos recios pueden siempre volver.

Gracia y paz.

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