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FELGTB da a conocer las personas, entidades y obras premiadas en la XI edición de sus Plumas y Látigos

Jueves, 11 de mayo de 2017
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premios-plumas-y-latigos-2017La Gala se celebra coincidiendo con los 25 años de FELGTB

La Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) celebra próximamente la edición XI de sus Premios Plumas y Látigos 2017, que mediante la entrega de Plumas y las menciones reconocen a personas, entidades y obras que se han distinguido en la defensa de los derechos de las personas LGTBI y en la visibilidad del colectivo. Por el contrario, la entrega del Látigo busca la denuncia pública de quienes inciden en su discriminación.

En esta ocasión el acto tendrá lugar el 18 de mayo a las 18.30 horas en la Caja de Música del espacio cultural CentroCentro (Plaza de Cibeles, 1, Madrid).

Esta edición servirá a su vez para conmemorar los 25 años de FELGTB, que la organización va a celebrar durante todo 2017, así como será el primer gran acto de FELGTB previo al inicio oficial del World Pride. En esta ocasión, la Gala contará con las actuaciones de Barei y de La Prohibida. Asimismo, se espera la presencia de distintas personalidades del ámbito político, cultural, empresarial y asociativo.

FELGTB ha dado a conocer hoy el listado de las personas y entidades reconocidas en esta ocasión:

  • Látigo, a la Organización Mundial de la Salud (OMS) por mantener la transexualidad en su catálogo de enfermedades mentales, persistiendo en la estigmatización de las personas trans. (*)
  • Látigo, a la República de Chechenia y a la Federación Rusa, por la persecución sistemática hacia las personas LGTB.
  • Pluma Activismo, a Armand de Fluvià, fundador en 1970 del Movimiento Español de Liberación Homosexual, primera asociación gay de España y editor, en 1972, de AGHOIS, la primera revista de activismo LGTB en nuestro país.
  • Pluma Musical, a la canción ‘¿A quién le importa?’ de Alaska y Dinarama, por haberse convertido en el himno del colectivo LGTB en España. Recogerá el premio Alaska en nombre de Nacho Canut y Carlos Berlanga.
  • Pluma Literaria, a Eduardo Mendicutti, por su trayectoria y por su compromiso de visibilidad personal y profesional de la diversidad de las personas LGTB.
  • Pluma Mediática, a Cayetana Guillén Cuervo, por su compromiso con la defensa de los derechos del colectivo LGTB, así como por su personaje de Irene Larra en la serie de TVE ‘El Ministerio del Tiempo’.
  • Pluma Educativa, a Josefa Suárez Míguez, la seño Josefa, por su valentía a la hora de romper barreras dentro y fuera del aula y dar visibilidad a la transexualidad.
  • Pluma Acción Social, a la Coordinadora estatal de VIH y sida (CESIDA), por ser la entidad más representativa del movimiento ciudadano de VIH y sida del Estado Español, así como por tener muy presente la perspectiva LGTB en su labor.

Menciones especiales

  • A la Confederación Estatal de Personas Sordas (CNSE) y a Plena Inclusión, por su compromiso creciente en incorporar la perspectiva LGTB en su trabajo de intervención y empoderamiento con personas con discapacidad.
  • A las películas ‘Moonligth’, del director estadounidense Barry Jenkins, y Rara’, de la directora chilena Pepa San Martín, por su tratamiento de la diversidad afectivo-sexual y por la denuncia de las barreras sociales, culturales y políticas que todavía quedan por derrumbar.

Durante la Gala se hará un reconocimiento del trabajo de aquellas entidades de FELGTB que llevan más de 25 años de actividad: COGAM (Comunidad de Madrid), Col•lectiu Lambda (Comunidad Valenciana), No te Prives (Región de Murcia) y Stop Sida (Cataluña). Asimismo, se comunicarán los tres dibujos ganadores del concurso infantil ‘Esta es mi familia’.

Como ya es tradición, la Gala de los Premios Plumas y Látigos tendrá un marcado carácter solidario. Se ha creado una fila 0, gracias a la colaboración y patrocinio de PayPal, empresa con una fuerte dedicación y concienciación por la diversidad y la inclusión. La recaudación será destinada íntegramente a financiar dos de los proyectos que está llevando a cabo FELGTB: Red Educa y La Liga Arcoíris, que tienen como objetivos principales luchar contra la discriminación y la LGTBfobia en los ámbitos educativos y deportivos, respectivamente.

Fuente FELGTB

(*) Nota que recogemos de EstoyBailando:

Es verdad que la OMS no ha retirado la transexualidad de su catálogo de enfermedades pero sí que ha cambiado significativamente la definición de la transexualidad, que ha pasado de considerarse disforia de género a ser incongruencia de género (lo que podría considerarse como que ya no es una enfermedad). De hecho muchos activistas trans entendieron de forma positiva ese cambio aunque se lamentaban de que se siguiera “diagnosticando” algo que debería considerarse una expresión más de la diversidad humana; pero viviendo en una sociedad que premia lo binario hay personas trans que “desean” cambiar su apariencia y ahí es donde la OMS explica que aunque no sea una enfermedad sí se puede buscar ayuda médica.

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Oscars 2017: La ‘venganza’ del cine negro (y gay)

Viernes, 10 de marzo de 2017
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20151025_Moonlight_D10_C1_K1_0610.tifCuando se disipe la polvareda de la gala más surrealista de la historia, lo que se recordará de la 89ª edición de los Oscar será el ‘revolucionario’ triunfo de ‘Moonlight’, una película destinada a cambiar el paso de una industria dispuesta a reconocer un cine diferente.

Cuando se despeje la polvareda y Warren Beatty pida perdón a Faye Dunaway, cuando la incompetencia arrogante de PwC deje de arruinarnos la vida, cuando el presentador de TV Pablo Iglesias aprenda a pronunciar de tirón PricewaterhouseCoopers, cuando todo eso ocurra, que sucederá, entonces cobraremos consciencia del verdadero tamaño del hito alcanzado por Moonlight en la noche del domingo. A partir de ahora, para bien, los Oscar son otra cosa. Y a partir de esta misma semana, para mejor incluso, el cine es ya diferente. Diferente en el más amplio y riguroso sentido del término.

La película de Barry Jenkins no sólo consiguió romper todos los pronósticos y tendencias de los últimos años, sino que su triunfo acabó con las peores manías y obsesiones de una industria, la del cine, demasiado tiempo detenida en sí misma. En qué si no. La La Land, sin ánimo de desmerecer la melancólica sabiduría de su director, Damien Chazelle, representa la parte más amaneradamente blanca, en el peor sentido, de un Hollywood tan vanidoso que no se ha resistido a convertir cada una de sus últimas ceremonias en un homenaje a sí mismo cerca de la parodia.

En realidad, siempre ha sido así. Desde antes incluso de Eva al desnudo cada vez que una cinta ha mostrado pleitesía a todos los jubilados de Hollywood, los Oscar se han rendido a sus pies. Ocurrió recientemente con The Artist, con Birdman y, apurando, con Argo, la historia al fin y al cabo de un espía que jugaba a ser productor de cine. A todas ellas, a un lado sus méritos, les une el olor a naftalina y un cierto tufo autocomplaciente muy cerca de la arrogancia. Todo indicaba que esta vez también iba a ser así y que la aventura de un pianista blanco empeñado en rescatar a la música negra de las garras de los propios negros (es así) iba a ser la conclusión evidente a una gala fundamentalmente obvia.

Y no. Moonlight trajo al palmarés, y a la gloria que se quiera o no siempre significan los Oscar, la urgencia de un tiempo, el nuestro, que reclama para sí algo más que la necesidad de la evasión. Manchester frente al mar, Comanchería, Jackie o la ignorada Silencio habrían sido otras opciones. Todas ellas son cintas heridas que, de un modo u otro, colocan al espectador al borde de su propio vacío. Pero no sólo eso.

La película de Barry Jenkins es, además, la primera producción abiertamente gay (o LGTB) que conquista el mayor honor. Ni Milk ni Brokeback Mountain ni Dallas Buyers Club lo consiguieron con antelación. Pero, y esto es quizá lo más relevante, Moonlight es también la primera producción completamente negra que no hace de la reivindicación racial ni su prioridad ni siquiera su objetivo más visible. Desde 12 años de esclavitud a En el calor de la noche, las dos con Oscar a mejor película, son antes que nada cintas contra el horror de ser negro en un mundo blanco. Y, por ello, son trabajos a los que la izquierda progresista blanca concede el privilegio, sin duda paternalista, de la denuncia. Llamaba la atención, en la confusión de los sobres cambiados, ver sobre el escenario cómo el equipo blanquísimo de La La Land se apartaba ante los auténticos premiados. Todo un símbolo.

Y aquí conviene detenerse. Moonlight es antes que nada un ejercicio delicado, como no podía ser de otro modo, de autenticidad. Dos jóvenes pasean por la playa a la hora en la que los colores se desvanecen y cambian de forma. La piel también. Se besan. Es sólo un momento. Brillante, sutil, quizá perfecto. Y es ahí, precisamente, donde reside tal vez su encanto y precisión. Todo discurre en tres actos. Y en cada uno de ellos vemos tres formas de ser Chiron, el protagonista. De niño, de adolescente y ya de adulto. En un calculado equilibrio, todo se mueve a tientas por esos terrenos siempre desconocidos en los que la carne toma la densidad del deseo. Suena lírico y, en realidad, todo es más crudo. Por brutalmente cierto. De hecho, toda la cinta se resuelve en la certeza de la duda. Cualquiera de ellas.

Por supuesto que es una película política. Pero en su sentido más radical. No se trata sólo de una película notable, quizá memorable, sino, apurando, hasta necesaria. Y lo es por su voluntad de subvertir cada uno de los gestos aprendidos. Si el destino del cine, del auténtico, es enseñar el mundo por primera vez, Moonlight ocupa justo ese espacio, el hueco donde habita lo visto como nunca antes. Y por eso, por su voluntad universal de moverse contra los prejuicios y las barreras de los estereotipos (sean negros, hispanos o iraníes), Moonlight es ya otra cosa. Para siempre.

Si a lo anterior se suma que nunca antes en una ceremonia había habido tantos premiados afroamericanos (además, los actores Mahershala Ali y Viola Davis; el director del documental O.J.: Made in America, Ezra Edelman; y los guionistas Tarell Alvin McCraney y el propio Jenkins) y que el presupuesto de la cinta (1,5 millones de dólares) es exactamente nada comparado con los 30 millones de La La Land, el resultado de la gala bombardeada por PwC se acerca poco a poco a la revolución.

En 1969, Cowboy de medianoche abrió la industria de Hollywood a otra manera de mirar. Quién sabe si, cuando olvidemos la cantidad de consonantes que lleva PricewaterhouseCoopers, caigamos en la cuenta del milagro que acabamos de presenciar.

Fuente: El Mundo, vía SentidoG

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