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Martes 15 de Agosto de 2023. La Asunción

Martes, 15 de agosto de 2023
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1ª LECTURA

Apocalipsis 11, 19a;12,1.3-6a.10ab

Una mujer vestida del sol, la luna por pedestal

Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario apareció el arca de la alianza. Después apareció una figura portentosa en el cielo: Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas. Apareció otra señal en el cielo: Un enorme dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en las cabezas. Con la cola barrió del cielo un tercio de las estrellas, arrojándolas a la tierra. El dragón estaba enfrente de la mujer que iba a dar luz, dispuesto a tragarse el niño en cuanto naciera. Dio a luz un varón, destinado a gobernar con vara de hierro a los pueblos. Arrebataron al niño y lo llevaron junto al trono de Dios. La mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar reservado por Dios. Se oyó una gran voz en el cielo:

“Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo.

***

Salmo responsorial: 44

De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.

Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de Ofir. R.

Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu Señor. R.

Las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real. R.

***

2ª LECTURA

1Corintios 15, 20-27a

Primero Cristo como primicia; después todos los que son de Cristo

Hermanos:

Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza.

Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Porque Dios ha sometido todo bajo sus pies.

***

EVANGELIO

Lucas 1, 39-56

El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludo a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:

“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”

María dijo:

“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia para siempre.”

María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

*

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy (15 de Agosto de 1977)

***

SU CUMPLEAÑOS

… todo este gesto tan amable de su presencia y sobre todo de su oración, por este servidor de ustedes, a quien abruma este cariño del pueblo y por el cual estoy dispuesto a seguir dando los años que el Señor me conceda. Y considero como un bello regalo de cumpleaños, que la Iglesia misma se hace, este nuevo diácono que vamos a ordenar.

LA ASUNCIÓN DE MARIA

Y en el ambiente del misterio que celebramos hoy, cómo recobra encanto toda esa fiesta de la Arquidiócesis en su Catedral. La asunción en cuerpo y alma de la Virgen al cielo no es una opinión piadosa. Es un dogma de fe, el dogma diríamos, de moda, el más reciente. Fue al clausurar el año de 1950 aquel gran Año Santo, que llevaba a Roma muchedumbres y que recibía aquel gran Pontífice que fue Pío XII. Durante esos años, se hizo una consulta muy interesante a todos los obispos del Mundo: ¿Cómo estaba en el pueblo la creencia de esta verdad, de que María ha sido llevada en cuerpo y alma al cielo? Al mismo tiempo que recogía la tradición de la liturgia, de la teología, y todo lo profundo que la Iglesia tiene en sus estudios, pudo tener la seguridad, el 1º de noviembre de aquél Año Santo, de proclamar como dogma de fe, y que por tanto es obligatorio creerlo todos los católicos, que María, después de terminar su curso mortal en la tierra, fue asunta, como recogida por Dios, en cuerpo y alma. Podemos decir, hermanos, porque una verdad que corresponde a los orígenes de nuestro cristianismo, a los orígenes del mismo Cristo, apenas en nuestro tiempo se proclama dogma de fe, no es que el Papa Pío XII inventó que María ha sido llevada en cuerpo y alma, como si hubiera inventado esa verdad hoy en 1950. Los dogmas no los hace el Papa. El Papa lo que hace es poner el sello de su autoridad, de su magisterio, para darle seguridad al pueblo de que esa verdad está contenida en la divina revelación. Y lo creemos no sólo porque lo dice el Santo Padre, sino sobre todo porque lo ha dicho Dios y lo ha revelado en la Sagrada Biblia y en la tradición viviente de la Iglesia. Leer más…

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“Seguidora fiel de Jesús”. Asunción de María – C (Lucas 1,39-56)

Martes, 15 de agosto de 2023
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36343649-98FE-402D-8C73-BB8B911BC97ASanta María del Coro, San Sebastián

Los evangelistas presentan a la Virgen con rasgos que pueden reavivar nuestra devoción a María, la Madre de Jesús. Su visión nos ayuda a amarla, meditarla, imitarla, rezarla y confiar en ella con espíritu nuevo y más evangélico.

María es la gran creyente. La primera seguidora de Jesús. La mujer que sabe meditar en su corazón los hechos y las palabras de su Hijo. La profetisa que canta al Dios, salvador de los pobres, anunciado por él. La madre fiel que permanece junto a su Hijo perseguido, condenado y ejecutado en la cruz. Testigo de Cristo resucitado, que acoge junto a los discípulos al Espíritu que acompañará siempre a la Iglesia de Jesús.

Lucas, por su parte, nos invita a hacer nuestro el canto de María, para dejarnos guiar por su espíritu hacia Jesús, pues en el «Magníficat» brilla en todo su esplendor la fe de María y su identificación maternal con su Hijo Jesús.

María comienza proclamando la grandeza de Dios: «mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava». María es feliz porque Dios ha puesto su mirada en su pequeñez. Así es Dios con los sencillos. María lo canta con el mismo gozo con que bendice Jesús al Padre, porque se oculta a «sabios y entendidos» y se revela a «los sencillos». La fe de María en el Dios de los pequeños nos hace sintonizar con Jesús.

María proclama al Dios «Poderoso» porque «su misericordia llega a sus fieles de generación en generación». Dios pone su poder al servicio de la compasión. Su misericordia acompaña a todas las generaciones. Lo mismo predica Jesús: Dios es misericordioso con todos. Por eso dice a sus discípulos de todos los tiempos: «sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso». Desde su corazón de madre, María capta como nadie la ternura de Dios Padre y Madre, y nos introduce en el núcleo del mensaje de Jesús: Dios es amor compasivo.

María proclama también al Dios de los pobres porque «derriba del trono a los poderosos» y los deja sin poder para seguir oprimiendo; por el contrario, «enaltece a los humildes» para que recobren su dignidad. A los ricos les reclama lo robado a los pobres y «los despide vacíos»; por el contrario, a los hambrientos «los colma de bienes» para que disfruten de una vida más humana. Lo mismo gritaba Jesús: «los últimos serán los primeros». María nos lleva a acoger la Buena Noticia de Jesús: Dios es de los pobres.

María nos enseña como nadie a seguir a Jesús, anunciando al Dios de la compasión, trabajando por un mundo más fraterno y confiando en el Padre de los pequeños.

José Antonio Pagola

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15 de Agosto. Asunción de la Virgen María: “El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes”

Martes, 15 de agosto de 2023
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corazonmariaDe Koinonia:

Apocalipsis 11,19a;12,1.3-6a.10ab: Una mujer vestida del sol, la luna por pedestal: Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario.
Salmo responsorial: 44. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.
1Corintios 15,20-27a: Primero Cristo como primicia; después todos los que son de Cristo.
Lucas 1,39-56: El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes.

La primera lectura nos enseña a mostrar las señales con que Dios invita a la esperanza. Aparece la lucha a muerte del dragón contra la mujer y su descendencia (Cristo y los cristianos). La aparición del arca de la alianza de Dios (cf. Nm 10,33-36); 1Sam 4,6-7) señala el hoy de la presencia de Dios en medio de los seres humanos, ya derrotados el pecado y el mal (21,3). Las dos señales que aparecen en el cielo, la mujer y el dragón, deben ser interpretadas por la asamblea litúrgica en el espacio-tiempo. La mujer es el pueblo de Dios; es más, representa la asamblea del pueblo de Dios reunida ya, ahora y aquí, en la Eucaristía dominical. El dragón es el mal, que actúa insertándose en la historia humana, y sobre todo desde los centros de poder (las siete cabezas con siete diademas), para intentar destruir la unidad y la comunión de la asamblea dominical (arroja a la tierra parte de las estrellas). El poder de este mundo se opone al alumbramiento de la mujer (se opone a Cristo) y quiere destruir su fruto (los cristianos). El Cristo elevado y sentado en el Trono de Dios señala la derrota de Satanás. La Iglesia en el desierto, huye del mal y es sostenida por Dios, como Jesús. La glorificación de Cristo, una vez para siempre, es la garantía que nunca jamás nada impedirá que El sea dado a luz por la asamblea eucarística dominical en el hoy, en el espacio-tiempo, hasta su venida en la plenitud de la gloria. María asunta es figura de la Iglesia, tanto la celestial como la que camina dando a luz a Cristo para el ser humano de hoy, y prefigura la victoria final de toda la Iglesia con Cristo, por él y en él.

La segunda lectura nos presenta la afirmación central sobre la resurrección de Cristo y de los muertos: Cristo no es un cadáver que revive, sino que es le Resucitado (el vencedor de la muerte) que causa la resurrección de los muertos. Cristo ha derrotado la muerte (la vencedora de la vida) en su propio terreno, la ha destituido (le ha arrebatado todo su poder sobre la vida), a fin de liberar a todos los que estaban bajo su poder. Cristo resucitado garantiza la resurrección de todos los muertos. Conviene notar el paralelismo alternado: por un ser humano, la muerte; por otro ser humano, la resurrección de los muertos; en Adán, todos murieron; en Cristo, todos vivirán. En definitiva, Pablo afirma que el don de la vida se da en la resurrección de Cristo. María, al frente de los que son de Cristo (15,23), goza de la vida de la gloria del Reino y ya celebra la destitución del único y último enemigo: la muerte.

La escena evangélica de hoy se centra en el encuentro de las dos madres y de sus respectivos niños, en la continuidad del designio de Dios (AT y NT), une teológicamente los relatos paralelos de la infancia de Juan (el último profeta del AT) y de Jesús. Y es el Espíritu quien marca esta continuidad. Toda la escena rebosa de teología, y para que no se pierda ni un ápice, Lucas la concluye con el mutis de María (1,56). En este encuentro, Lucas pone en boca de María este himno judeocristiano (1,47-55), que se inspira en el cántico de Ana (1Sam 2,1-10) y en toda la tradición bíblica (sobre todo de los salmos). Himno que expresa la fe y la esperanza de los pobres y humildes del pueblo de Dios. Son los «hijos de Sión», «los pobres del Señor», quienes, en María y con ella, alaban a Dios por las grandes obras que ha hecho en ellos/en ella (1,46-49), por lo que hace en su favor (1,50-53) y, finalmente, por su amor misericordioso a favor de Israel, en conexión con las promesas realizadas y selladas con la bendición de Abraham y a su descendencia (1,54-55). María es también hija de Abraham. Así, en María, en este encuentro entre el AT y el NT, se une la espera con la realización y, al mismo tiempo, se manifiesta la predilección histórica del Señor de Abraham y de María por los pobres de todos los tiempos.

Hoy celebramos la «asunción gloriosa» de María. No se trata de ninguna elevación vertical, de ninguna traslación física, de ningún viaje sideral. No fue ascensión real, física, la «ascensión» de Jesús; mucho menos será asunción física la asunción de María. Esa «asunción gloriosa» es una manera de hablar, que quiere decir algo, algo importante, pero no precisamente un traslado físico, un sentido literal inmediato de las palabras. Podemos –y deberíamos– ser creyentes de hoy, maduros, conscientes del valor simbólico y metafórico de muchas de las expresiones clásicas de nuestra fe. Valor «simbólico», «metafórico», no significa, en absoluto, falta de valor, carencia de sentido, ausencia de contenido. Muy al contrario. Significa que la verdad expresada es una verdad profunda, no susceptible de ser expresada con palabras fáciles, descriptivas, meramente referenciales de lo físico o material.

Nuestra fe expresa que en María Dios ha dignificado a todos los seres humanos, en especial a las mujeres, convirtiéndolos en plenos participantes de su obra salvífica. El ser humano había echado a perder los planes de Dios con opresiones, violencias y desigualdades. Dios, en Jesús, llama el mundo al nuevo orden, donde todos los seres humanos son igualmente dignos y de este modo se inaugura una nueva era de plenitud.

La fiesta de la «asunta», como la llama el pueblo cristiano en muchos lugares de América Latina, nos invita a vivir en el presente el futuro de Dios. María vivió su existencia como una manifestación de la obra salvadora de Dios. No hubo momento de su humilde existencia en el que el amor misericordioso del padre no se hiciera solidaridad, misericordia y compasión con todas las personas que, como ella, vivían situaciones de pobreza y exclusión. María encarnó todos aquellos valores que nos permiten comprender como el futuro de Dios se manifiesta en las limitaciones de nuestro presente. María nos invita a vivir gozosamente la vida como un encuentro permanente con el Dios de la vida y la historia que realiza su obra redentora en las miserias de nuestro mundo y en las limitaciones de nuestra existencia.

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15.8. Canto de Asunción: Derriba del trono a los poderosos… (Lc 1, 39-56). Lectura socio-religiosa

Martes, 15 de agosto de 2023
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5fa5ef9f-de99-403e-a541-9c17f3899a14_219x623Del blog de Xabier Pikaza:

El evangelío de esta fiesta de la Asunción recuerda la Visita de María a sus primos sacerdotes  y se centra en el canto del Magníficat, carta-magna de la elevación de los pobres (hambrientos, humillados), a diferencia del Benedictus (Zacarías),  himno nacional de los poderosos, que quieren reinar, libres de temor, superando a sus enemigos,  como David, por encima de otros pueblos de la tierra.

Estos dos cantos han definido hasta hoy el ideario de la sociedad civil y de la iglesia:  Uno insiste en el poder político-nacional de los que quieren ser representantes terrenos del orden de Dios, el otro destaca la autoridad más alta de los pobres y humillados que apelan a la mano salvadora del Dios de la gracia y santidad universal, como este canto de Asunción.

Así lo muestra, de forma histórico-exegética, la reflexión que sigue,en la que dejo la discusión crítica (académica) para las notas finales. He puesto como imágenes de comienzo y acompañamiento unos iconos de la iglesia etíope, donde la Reina divina María (abrazada por Jesús) transmite su poder a una reina-hija o a otros personajes de Nubia.

INTRODUCCIÓN. DE JESÚS AL MAGNÍFICAT [1].

              Jesús no ha resuelto teóricamente la relación entre el triunfo nacional de Israel y la liberación de pobres en un plano económico (y político) [2], pero ha criticado de forma mesiánica (sanadora) la opresión a la que están sometidos los pobres (enfermos, marginados…) [3]. Pero, más que perdonar pecados en sentido sacerdotal (Zacarías), él ha querido sanar a los oprimidos liberándoles de la “dictadura” de Belcebú/Diablo y de Mammón/dinero, contrarios a Dios (cf. Mt 6, 24; Lc 16,13) [4].  Desde ese fondo se entiende este canto universal de Asunción/Elevación de María, que la lglesia ha  escogido para la celebración de esta fiesta.

 — El Dios de Jesús (y de María) trasciende la venganza y eltalión, conforma al mandamiento de central del evangelio (Lc 6, 35): «Habéis oído que se dijo ojo por ojo y diente por diente; habéis oído que se ha dicho amarás a tu amigo y odiarás a tu enemigo. Pues bien, yo en cambio os digo: amad a vuestros enemigos» (Mt 5,38.43-44). Ese Dios de gracia se expresa en el Magníficat, superando el nivel de oposición de lucha violenta que al fondo del Benedictus donde se habla de victoria sobre  los enemigos y sobre aquellos “que nos odian” (cf. Lc 1, 71.73) [5].

— La inversión del Magnificat se realiza en forma de transformación de gracia, no de venganza. El Dios del Magnificat no derriba a los potentados y empobrece a los ricos para someterles a su tiranía, sino para liberarles del poder destructor de su riqueza, en forma de terapia radical de humanidad [6].

Dios ofrece salvación a los pobres para que  los ricos puedan también salvarse, en la línea del Sermón de la Montaña(cf. Lc 6, 20-25). Sólo se puede ofrecer Reino a los mendigos-pordioseros si al mismo tiempo se amenaza con la ruina a los potentados/ricos, no para que mueran, sino para que puedan abrirse al Dios creador de gratuidad (cf. Lc 16, 19-31). Allí donde los pobres‒excluidos empiezan a escuchar el evangelio hay que poner en guardia a los soberbios-poderosos‒ricos, pues, cerrados en sí mismos, ellos corren el riesgo de perder su humanidad (cf. Mt 11,25-26) [7].

  Desde ese fondo debemos comparar los dos cantos vinculados en el evangelio de este día [8]: El Benedictus es la voz de un sacerdote de Jerusalén, con una ideología más sacral y nacional, centrada en la victoria y libertad del pueblo elegido; el Magníficat es vozde una mujer que pertenece al grupo de los pobres, con su esperanza y compromiso de una transformación mesiánica, de tipo personal y universal.

o1.- Benedictus, himno nacionalista judío

786000a5-519d-46aa-b09e-9755e1a78c5a_736x1189En la base de su texto actual hay un texto más antiguo (Lc 1, 68-69. 71-75): Lc 1,70 (cf. Hch 3,21),  de forma que la referencia a Juan Bautista (Lc 1,76-77) y la conclusión (Lc 1,78-79), responden a una situación posterior, propia de Lucas [9]. El texto original ofrece la visión privilegiada de una comunidad judeocristiana, vinculada al triunfo mesiánico‒patriarcal del pueblo judío y al culto del templo, en una perspectiva dominante de varones, que  divide a los hombres en amigos (israelitas) y gentes que os/nos odian (enemigos). Por eso, más que la liberación de pobres y excluidos, importa la salvación del pueblo santo. Ese himno nacional de los “poderosos” rezaba así:

‒ Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo (tô laô autou), suscitándonos una fuerza (= cuerno) de salvación, en la casa de David, su siervo; es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian.

‒ Ha realizado la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham; para concedernos que libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos en santidad y en justicia, en su presencia todos nuestros días (Lc 1,68-69.71 y Lc 1, 72-75) [10].

El poema primitivo constaba, según eso, de dos estrofas, sensiblemente paralelas, que cantan la llegada del Mesías, hijo de David, cuerno de salvación del pueblo (cf. 1 Sam 2,10; Sal 132,17; 41,14; 72,18; 106,48). Al decir, en un trasfondo cristiano, que Dios ha suscitado a su Mesías, hijo de David, en línea cristiana, el canto puede aludir a la resurrección de Jesús (con egeirein, levantar, suscitar), pero en clave de salvación de Israel, laos o pueblo santo, al que quiere liberar de los enemigos (ekhthrôn: 1, 71.73) y de las manos de aquellos que nos odian (misountôn hêmas: 1, 71), a diferencia del Magníficat que habla de la liberación de los pobres como tales.

Así entendido, el Benedictus nos sitúa un mesianismo nacional, propio de la “derecha” de Dios: Para que «libres de temor, arrancados de las manos de los enemigos y de aquellos que nos odian»; «para concedernos que libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos». En esa línea se seguían situándose aquellos que, según Lc 24, 21 y Hch 1,6, buscaban la restauración de Israel, no la liberación de los pobres y oprimidos bajo el poder de Mammón o Belzebú, a diferencia de lo que querían muchas mujeres marginadas (oprimidas, hambrientas) de Israel y de otros pueblos

La visión nacionalista (sacral) del Benedictus resulta lógica en boca de un sacerdote patriarca que ha oficiado en el templo de los levitas, poderosos liturgos, entiende el nacimiento del Mesías desde la perspectiva de los elegidos del pueblo santo (que debían liberarse ante todo de sus tradicionales enemigos, asirios, babilonios, romanos, entendidos como aquellos que les/nos odian) [11]. Así habla del triunfo de un pueblo santo (que entonces era Israel, y que después se ha podido identificar con Bizancio y Rusia, o con España, Alemania, Francia, gran Bretaña o USA.

Ciertamente, muchos “cristianos patriarcales (nacionales)” interpretaron la acción liberadora de Jesús, mesías de David, en términos sacrales en la línea del sacerdote Zacarías Ellos no eran los únicos cristianos, pues había otros universalistas como Pablo y los autores de los evangelios. Pero eran importantes y así Lucas los sitúa al principio de la Iglesia [12].

La visión de esos cristianos patriarcales/nacionales sólo ha sido destacada en el sustrato antiguo del Benedictus, pues el redactor posterior (Lucas) ha completado el canto con unos toques de tipo universal (Lc 1,70.76-79), que han hecho posible que, en su forma posterior, el Canto de Zacarías haya podido utilizarse como expresión de una fe-liturgia abierta desde Israel a todos los pueblos, en la línea del Nunc Dimittis (Lc 2,29-32) [13].

ac57861a-c8ed-4e6f-abcf-f1074e57a8a8_690x620Desde ese sustrato antiguo del Benedictus, vinculando Lc 1,32-33 con Lc 1, 68-69.71-75, podemos afirmar que en la primera comunidad pascual había “cristianos” que entendieron a Jesús en términos cercanos a un tipo de celotismo, en la línea de Pinjás (cf. Num 25), y en la de aquellos sacerdotes que, tras la guerra de los macabeos, habían defendido la pureza exclusivista, nacional y religiosa, del pueblo israelita. Más que la liberación de los pobres y excluidos (en línea de Jesús) les importaba el triunfo nacional del judaísmo [14].

Sin duda, esos cristianos más celotas, veneraban a Jesús como mesías de David resucitado, pero lo hacían en la línea de aquellos que en la misma Ascensión, sobre el Monte de los Olivos, le pedían (preguntaban) si era éste el tiempo en que debía reconstruir el reino de Israel (Hch 1, 6), que ellos aguardaban como cumplimiento de su identidad nacional. Lógicamente, esos cristianos seguían ligados al templo y se presentaban, en palabra muy significativa, como celosos de la ley (tou nomou; Hch 21,20) interpretada en términos sacrales: como restablecimiento nacional (cultual) del pueblo, en línea patriarcal (como en el primer Benedictus: Lc 1,71-75). Quizá esperaban la restauración de las doce tribus y por eso aludían al «reinado de Jesús sobre la casa de Jacob» (Lc 1,33).

 Estos cristiano-celotas creían en Jesús resucitado, pero en en línea nacional, aunque probablemente rechazaban la rebelión armada contra Roma, tema que resulta difícil precisar. Sólo sabemos que el autor de Lucas-Hechos los recuerda con respeto, aunque supera claramente su visión patriarcal y sacerdotal (representada por Zacarías) [15]. A  fin de pone eso de relieve, el mismo Lucas ha puesto en boca de María un canto no patriarcal de liberación (Lc1, 51‒53), partiendo de los pobres (no de los sacerdotes y David) aunque añadiendo que esa liberación ha de entenderse como cumplimiento de la elección de Israel, en línea de misericordia, no de poder (1, 54), conforme a la promesa de Abraham (1, 55).

02.- Magníficat, canto universal de los pobres[16].

             Desde un nivel de mesianismo intra‒israelita, el texto base del Benedictus insistía en el aspecto sagrado (socio‒nacional) de la liberación mesiánica de Jesús, en una clave cercana a la de un tipo de judaísmo sacerdotal, apelando para ello al cuerno de salvación erigido por Dios en la casa de David (cf. 1 69), en línea de mesianismo patriarcal intrajudío.

Por el contrario, en un plano que es también económico‒social, pero no nacionalista, el Magníficat destaca el aspecto socio-universal del mensaje de Jesús, partiendo de la promesa de Abraham, abierta por su “esperma mesiánico” (en fe) a todas las naciones, como ha puesto de relieve Lc 1, 55 (en la línea de la interpretación paulina de la historia; cf. Rom 4 y Gal 3).

En esa línea universal más que la libertad respecto de los enemigos nacionales, María ha destacado la elevación de los oprimidos y el enriquecimiento de los pobres (anawim) que, mirados en sí mismos, carecen de fronteras religiosas y o nacionales. María aparece como representante de unos pobres/anawim, que, siendo cd origen judíos, se sienten solidarios de todos los pobres del mundo, pues el verdadero pueblo mesiánico son todos los pobres del mundo, no nos miembros de una iglesia o nación establecido, que defiende sus pretendidos derechos en contra de otros pueblos.

En ese plano, su canto «no difiere sustancialmente de algunos salmos de alabanza recogidos en el salterio canónico del AT» pero entendidos  entenderse desde la nueva situación cristiana, y no puede explicarse ólo en clave de sumisión y docilidad interna de María, sino desde la perspectiva del gozo de los hambrientos y oprimidos (excluidos) que cantan ya la venida de la liberación universal, con y para los pobres, desde la perspectiva de María, mujer mesiánica, representante de los pobres, y no de un sacerdote patriarca como Zacarías [17].

La pobreza y hambre a la que alude María no son puramente espirituales, sino que han de entenderse en un plano de totalidad humana, económica y social, pero también de género o sexo (ella es una mujer dominada en un mundo de varones) y de opresión antropológico (la liberación que proclama el Magníficat ha de entenderse desde la perspectiva de la “lucha” de Jesús en contra de Mammón/Belcebú, tal como he destacado al comienzo de este trabajo.

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Asunción.

Martes, 15 de agosto de 2023
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30C1785A-D005-4032-A2FB-FB61499B57D0Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Misa vespertina de la vigilia

Para que una verdad sea proclamada dogma por la Iglesia católica es preciso que tenga un fundamento bíblico. En el caso de la Asunción de la Virgen es casi misión imposible, porque ningún texto del Nuevo Testamento cuenta su muerte ni su asunción. Sin embargo, con buena voluntad se encuentra un mensaje muy actual en las lecturas, especialmente en esta época de pandemia. Me limito a las de la misa de la vigilia, que me resultan más sugerentes.

El premio merecido de María (Lucas 11,27-28)

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a las gentes, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo:

– «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron». Pero él repuso:

– «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».

El dicho popular: «Bendita sea la madre que te parió» tiene en el ambiente de Jesús una formulación más completa: «Bendito sea el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron». Nuestro dicho se limita al momento del parto; el que le dirige a Jesús una mujer desconocida tiene en cuenta los meses de gestación y los años de crianza. Es todo el cuerpo de la madre, vientre y pechos, lo que recibe la bendición.

Y esta es la relación con la fiesta: el cuerpo y alma de María, tan estrechamente unidos a Jesús, debían ser glorificados, igual que él. Si echamos la vista atrás, la vida de María no fue un camino de rosas. El anciano Simeón le anunció que una espada le traspasaría el alma. Y el primero en clavársela fue su propio hijo, que a los doce años se quedó en Jerusalén sin decirles nada. «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?». «Porque tengo que estar en las cosas de mi Padre». Y eso supondrá para María un sufrimiento continuo desde que comienza la actividad pública de Jesús. Oír que a su hijo lo acusaban de endemoniado, de comilón y borracho, de amigo de ladrones y prostitutas, de blasfemo… para terminar muriendo de la manera más infame. El cuerpo y el alma de María merecían una compensación. Esa glorificación es lo que celebramos hoy.

El premio inmerecido de todos nosotros (1 Corintios 15,54-57)

El destino de María es válido para todos nosotros, aunque por motivos muy distintos. Pablo alude al primer pecado: la ley de no comer del árbol de la vida provocó el pecado y, como consecuencia, la muerte. Pero de todo ello nos ha liberado Jesucristo, y la última palabra no la tiene la muerte sino la inmortalidad.

Hermanos:

Cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita: «La muerte ha sido absorbida en la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?». El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la Ley. ¡Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!

En esta larga etapa de pandemia, donde la muerte se ha hecho tan cercana y tantos cuerpos han sufrido y siguen sufriendo las consecuencias de la enfermedad, la fiesta de la asunción nos anima y consuela sabiendo que «esto corruptible se revestirá de incorrupción, y esto mortal de inmoralidad».

Un complemento poético (1 Crónicas 15,3-4.15-16; 16,1-2)

La misa de una solemnidad debe tener tres lecturas, la primera del Antiguo Testamento. Recordando que en las letanías se invoca a María como Arca de la alianza (Foederis arca), se pensó que el texto más adecuado para esta fiesta era el que describe la entrada del arca de la alianza en Jerusalén (el templo todavía no estaba construido). De la misma forma solemne y alegre entraría María en el cielo.

 En aquellos días, David congregó en Jerusalén a todos los israelitas, para trasladar el arca del Señor al lugar que le había preparado. Luego reunió a los hijos de Aarón y a los levitas. Luego los levitas se echaron los varales a los hombros y levantaron en peso el arca de Dios, tal como había mandado Moisés por orden del Señor. David mandó a los jefes de los levitas organizar a los cantores de sus familias, para que entonasen cantos festivos acompañados de instrumentos, arpas, cítaras y platillos. Metieron el arca de Dios y la instalaron en el centro de la tienda que David le había preparado. Ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión a Dios y, cuando David terminó de ofrecerlos, bendijo al pueblo en nombre del Señor.

José Luis Sicre

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Solemnidad de la Asunción de María. 15 de Agosto de 2023

Martes, 15 de agosto de 2023
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En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: -¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”

(Lc 1, 39-56)

El evangelio de la solemnidad de la Asunción de María nos coloca en una de las escenas más alegres y llenas de color de todo el Evangelio.

El encuentro de estas dos mujeres, que están gestando en sus entrañas las más grandes promesas de Dios para la humanidad, es un canto eterno de esperanza.

Todo es tan incipiente y oculto que es difícil creer en ello, pero el encuentro de las dos experiencias deja fuera de juego a las dudas.

Isabel escucha la voz de María y la vida salta dentro de ella. Más tarde el Evangelio acabará con otro saludo, con otra voz la de Jesús que también hará saltar la vida en el corazón de María Magdalena. Podemos decir que la historia de Jesús empieza y termina (comenzando) con un salto. Primero saltó Juan, más tarde saltó María Magdalena. Son saltos de alegría y de vida porque es eso lo que nos regala Dios por medio de Jesús.

Y María aceptó ser cómplice de Dios en toda esta aventura. Dijo hágase e hizo de su vida un continuo espacio para los planes de Dios. Se atrevió con lo inesperado e incluso con lo imposible. Se puso en camino y se hizo abrazo con Isabel. Ellas dos no enseñan a ser abrazo, prolongación del abrazo que es Dios Trinidad. En ese encuentro estrecho somos la más bella imagen de nuestro Creador.

Oremos

Trinidad Santa, Abrazo Tierno, que seamos portadoras y transmisoras de abrazos, que llevemos la sorpresa de tu mensaje que hace saltar de alegría y transforma la soledad en compañía. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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La evolución es posible gracias a una involución.

Martes, 15 de agosto de 2023
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3750880Lc 1,39-56

No debemos caer en el error de considerar a María como una entidad paralela a Dios, sino como un escalón que nos facilita el acceso a Él. El cacao mental, que tenemos sobre María, se debe a que no hemos sido capaces de distinguir en ella dos aspectos: uno, la figura histórica, la mujer que vivió en un lugar y tiempo determinado y que fue la madre de Jesús; otro, la figura simbólica que hemos ido creando a través de los siglos, siguiendo los mitos ancestrales de la Diosa Madre y la Madre Virgen. Las dos figuras han sido y siguen siendo muy importantes para nosotros, pero no debemos mezclarlas.

De María real, con garantías de historici­dad no podemos decir casi nada. Los mismos evangelios son extremadamente parcos en hablar de ella. Una vez más debemos recordar que para aquella sociedad la mujer no contaba. Podemos estar completamente seguros de que Jesús tuvo una madre y además, de ella dependió totalmente su educación durante los once o doce primeros años de su vida. El padre, en la sociedad judía del aquel tiempo, se desentendía totalmente de los niños. Solo a los 12 ó 13 años, los tomaban por su cuenta para enseñarles a ser hombres, hasta entonces se consideraban un estorbo.

De lo que el subconsciente colectivo ha proyectado sobre María, podíamos estar hablando semanas. Solemos caer en la trampa de equiparar mito con mentira. Los mitos son maneras de expresar verdades a las que no podemos llegar por vía racional. Suelen ser intuiciones que están más allá de la lógica y son percibidas desde lo hondo del ser. Los mitos han sido utilizados en todos los tiempos, y son formas muy valiosas de aproximarse a las realidades más misteriosas y profundas que afectan a los seres humanos. Mientras existan realidades que no podamos comprender, existirán los mitos.

En una sociedad machista, en la que Dios es signo de poder y autoridad, el subconsciente ha encontrado la manera de hablar de lo femenino de Dios a través de una figura humana, María. No se puede prescindir de la imagen de lo femenino si queremos llegar a los entresijos de la divini­dad. Hay aspectos de Dios, que solo a través de las categorías femeninas podemos expresar. Claro que llamar a Dios Padre o Madre, son solo metáforas para poder expresarnos. Usando solo una de las dos, la idea de Dios queda falsificada porque podemos quedar atrapados en una de las categorías masculinas o femeninas.

El hecho de que la Asunción sea una de las fiestas más populares de nuestra religión es muy significativo, pero no garantiza que se haya entendido correctamente el mensaje. Todo lo que se refiere a María tiene que ser tamizado por un poco de sentido común, que ha faltado a la hora de colocarle toda clase de capisayos que la desfiguran hasta incapacitarla para ser auténtica expresión de lo divino. La mitología sobre María puede ser muy positiva, siempre que no se distorsione su figura, alejándola tanto de la realidad que la convierte en una figura inservible para un acercamiento a la divinidad.

La Asunción de María fue durante muchos años una verdad de fe aceptada por el pueblo sencillo. Solo a mediados del siglo pasado se proclamó como dogma de fe. Es curioso que, como todos los dogmas, se defina en momentos de dificultad para la Iglesia, con el ánimo de apuntalar sus privilegios, que la sociedad le estaba arrebatando.

Hay que tener en cuenta que una cosa es la verdad que se quiere definir y otra muy distinta la formulación en que se mete esa verdad. Ni Jesús ni María, ni ninguno de los que vivieron en su tiempo, hubieran entendido nada de esa definición dogmática. Sencillamente porque está hecha desde una filosofía completamente ajena a su manera de pensar. Para ellos el ser humano no es un compuesto de cuerpo y alma, sino una única realidad que se puede percibir bajo diversos aspectos, pero sin perder nunca su unidad.

La fiesta de la Asunción de María nos brinda la ocasión de profundizar en el misterio de toda vida humana. A todos nos preocupa cuál será la meta de nuestra existencia. Se trata de la aplicación a María de toda una filosofía de la vida, que puede llevarnos mucho más allá de consideraciones piadosas.

En la más clásica filosofía occidental encontramos tres conceptos que se han calificado como trascendentales: “unum”, “verum”, “bonum” (unidad, verdad y bondad). Pero la más simple lógica nos dice que, si esos conceptos se pueden aplicar a todos los seres, no hay lugar para sus contrarios: multiplicidad, falsedad y maldad. Esta contundente conclusión nos lleva a desestimar estas cualidades, contrarias y negativas, como realidades realmente existentes. Este aparente callejón sin salida nos obliga a considerar estas tres últimas realidades como apariencias sin consistencia verdadera.

Allí donde encontramos multiplicidad, falsedad, maldad, debemos profundizar hasta descubrir lo más hondo de todo ser, la unidad, la verdad y la bondad. Toda apariencia debe ser superada para encontrarnos con la auténtica realidad. Esa REALIDAD está en el origen de todo y está escondida en todo. En el momento que desaparezcan las apariencias, se manifestará toda realidad como una, verdadera y buena. Es decir, que la meta de todo ser se identificará con el origen de toda realidad.

La creación entera está en un proceso de evolución, pero aquella realidad, hacia la que tiende, es la realidad que le ha dado origen. Ninguna evolución sería posible si esa meta no estuviera ya en la realidad que va a evolucionar. Ex nihilo nihil fit, (de la nada, nada puede surgir) dice también la filosofía. Si como principio de todo lo que existe ponemos a Dios, resultaría que la meta de toda evolución sería también Dios.

Lo que queremos expresar en la celebración de una fiesta de la Asunción de María es precisamente esto. No podemos entender literalmente el dogma. Pensar que un ser físico, María, que se encuentra en un lugar, la tierra, es trasladado localmente también en el cuerpo, a otro lugar, el cielo, no tiene ni pies ni cabeza. Hace unos años se le ocurrió decir al Papa Juan Pablo II que el cielo no era un lugar, sino un estado. Pero me temo que la inmensa mayoría de los cristianos no han aceptado la explicación, aunque nunca la doctrina oficial había dicho otra cosa.

El dogma es un intento de proponer que la salvación de María fue absoluta y total, es decir, que alcanzó su plenitud. Esa plenitud solo puede consistir en una identificación con Dios. Como en el caso de la ascensión, se trata de un cambio de estado. María ha terminado el ciclo de su vida terrena y ha llegado a su plenitud. Pero no a base de añadidos externos sino por un proceso interno de identificación con Dios. En esa identificación con Dios no cabe más. Ha llegado al límite de las posibilidades. Todas las apariencias han sido superadas. Esa meta es la misma para todos. En lenguaje bíblico “cielos” significa el ámbito de lo divino, por tanto María está ya en “los cielos”.

Cuando nos dicen que fue un privilegio, porque los demás serán llevados de la misma manera al cielo, pero después del juicio final, ¿de qué están hablando? Para los que han terminado el curso de esta vida no hay tiempo. Todos los que han muerto están en la eternidad, que no es tiempo acumulado, sino un instante. Concebir el más allá, como si fuera continuación del más acá, nos ha metido en un callejón sin salida; y parece que muchos se encuentran muy a gusto en él. Del más allá no podemos saber nada. Lo único que podemos descartar es que sea prolongación de la vida del aquí.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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María, parábola de Dios.

Martes, 15 de agosto de 2023
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magnificat-wLc 1, 39-56

«Por eso desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso».

La buena Noticia es que en Jesús hemos visto que Dios es mucho mejor de lo que nadie había sido capaz de imaginar, y por eso “Abbá” es el corazón de esa buena Noticia. A Abbá le conocemos en Jesús, el hombre tan lleno de su espíritu que se le transparentaba, o dicho en lenguaje coloquial, el hijo que “había salido” a su Padre.

Pero poco les duró a los cristianos la alegría de este feliz hallazgo, pues desde época muy temprana, la teología erudita se encargó de dar un cambiazo nefasto sustituyendo a Abbá por el Dios Todopoderoso que juzga nuestros pecados. Tampoco Jesús salió bien parado de este envite, pues se convirtió en el Señor (el amo) que volverá para separar las ovejas de las cabras y enviar a las cabras al castigo eterno.

¡Había muerto la buena noticia!

Pero cuando en lo más recóndito de su ser, allá donde no llega la conciencia, los fieles  cristianos se sintieron desamparados y a expensas de un juez que iba a determinar su destino, se apresuraron a buscar una buena abogada; y no puede haber mejor abogada, mejor intercesora, que una madre, porque su amor es incondicional y no lleva cuentas del mal… Por supuesto, la mejor madre que podían encontrar era María, la madre de Jesús, así que la revistieron de los atributos más destacados de Dios-Abbá y recuperaron lo que les habían arrebatado.

La devoción a María se convirtió así en la más entrañable, y a sus devotos todo les parecía poco para adornar a la que se había convertido en su mejor garantía ante la fría justicia de Dios. Era nuestra madre amantísima, el refugio de los pecadores, el auxilio de los cristianos, la consoladora de los afligidos… Por supuesto, la madre del cielo no podía estar sometida al pecado, y nació el dogma de su Concepción Inmaculada. Tampoco podían sus restos corromperse bajo tierra como los de cualquier mortal, y eso dio lugar al dogma de su Asunción en cuerpo y alma a los cielos…

Y desde nuestra mentalidad ilustrada y pedante, todo esto nos resulta gazmoño y pueril; pensamos que ninguna persona culta del siglo XXI puede creer en estas simplezas que lo único que revelan es la inmadurez de la fe de nuestros abuelos… Pero en el fondo es una historia preciosa que muestra que el Espíritu sopla dónde y cuándo se le necesita, y muestra también que se encuentra mucho más a gusto entre la gente sencilla que entre los sabios y entendidos.

Ruiz de Galarreta llamaba a María “Parábola de Dios”, y añadía: «No hay palabras ni sentimientos capaces de agradecer suficientemente a María la salvación de todo lo que más caracteriza a la religión de Jesús, a la buena Noticia: sentirse querido, saber que alguien siempre te comprende, te perdona y te acoge, alguien a quien no temer, alguien que no lleva cuentas de mal… Eso, que debería haber sido Dios-Abbá, fue para los cristianos la madre de Jesús».

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Nuevas imágenes para la Asunción de María.

Martes, 15 de agosto de 2023
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estos_son_mi_madre_y_hermanosLa imagen de Asunción despierta imágenes de movimiento, de atracción hacia arriba, de impulso ascensional; nuestra mirada es atraída hacia la altura y vemos a María elevada hacia ese ámbito que llamamos “cielo” donde, con palabras de Pablo, están “las cosas de arriba“, por contraposición a “las cosas de abajo” (Col 3,1). Pero además de esta imagen espacial, podemos explorar otras que nos acerquen a María:

La obra terminada

Al hablar de la Asunción nos referimos al resultado final y a la culminación del proceso vital de María. Pero la meta supone siempre un camino, el fruto ha tenido una larga maduración en el árbol, la piedra preciosa ha cristalizado lentamente durante miles de años en la hondura de la roca. Cuando se emprende una obra pública de envergadura se suele construir una maqueta que muestre el proyecto que se está construyendo y se expone en un lugar visible para que todos puedan ver cómo va a ser el final: al mirarla, contemplamos e imaginamos la obra ya terminada. La Iglesia nos pone hoy ante una “maqueta” que nos muestra el resultado final de la obra de Dios en la mujer que no opuso ninguna resistencia a su acción: “Hágase en mí…”, dijo María, la mujer de la Nueva Creación, acogiendo sobre ella la presencia del mismo Espíritu que “se cernía sobre la faz de las aguas” (Gen 1,2) en la mañana de la primera creación.

El fruto de la nueva Tierra

Cuando Moisés no sabía cómo convencer a un pueblo cansado, escéptico y desmotivado para entrar en la tierra de la promesa, envió exploradores a Canaan que volvieron cargados con gigantescos racimos de uvas dulces, frescas y apetitosas: ¡Estos son los frutos de la tierra hacia la que nos dirigimos!”, dijo Moisés al mostrárselos a los israelitas (Num 13). Algo así hace la Iglesia cuando nos presenta la Asunción de María, como si nos dijera: “Mirad las primicias de la humanidad nueva, ella es el fruto ya granado de la Tierra hacia la que nos dirigimos. Dichosos vosotros por haber recibido la buena noticia del campo donde echa sus raíces el Árbol de la Vida que produce semejante fruto, compartid con otros ese secreto a voces, ese sabor del vino que llena de alegría”. La existencia ya glorificada de María y su alegría, son los únicos instrumentos de que dispone para decirnos: “Es una tierra que mana leche y miel. Vale la pena subir a conocerla”.

La casa preparada

Me voy a prepararos lugar, decía Jesús, y cuando vaya y os prepara el lugar, vendré de nuevo a llevaros a mi casa para que donde yo esté, estéis también vosotros (Jn 14, 2-3).

María, la primera en llegar a la Casa, toma parte con su Hijo en la tarea de preparar ese lugar para que un día, donde ella esté, estemos también nosotros. Ella nos espera “a mesa puesta” en ese banquete del que le gustaba hablar a su Hijo.

La meta alcanzada

La imagen es de Pablo en su carta a los Filipenses: Hermanos, yo no lo he alcanzado aún, ni he llegado ya a ser perfecto, sino que continúo mi carrera a fin de poder alcanzar a aquel por quien yo mismo fui alcanzado, Cristo Jesús. (Fil 3,12). El evangelio nos presenta a María desde el comienzo “caminando deprisa” desde Nazaret de Galilea a la sierra de Judea para llegar a casa de su prima Isabel y en aquella primera “meta” de su carrera, recibió de labios de Isabel la primera bienaventuranza: “Dichosa tú que has creído…”. Y aquello no fue sino un anticipo de la felicitación que iba a recibir en el final definitivo de su trayectoria. Toda la vida de María consistió en dirigirse apasionadamente hacia esa meta definitiva que no podía ser otra cosa que su propio Hijo. Como cuando llega la primavera y el ánade salvaje emprende el vuelo de retorno y nada puede detener su impulso ascensional.

Dolores Aleixandre

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Quien comprende es feliz

Martes, 15 de agosto de 2023
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2A8ED1C6-34B3-48EC-9575-ED8BF22B8FC9Fiesta de la Asunción

15 agosto 2023

Lc 1, 39-56

Entendida en su literalidad, la expresión “dichosa tú, que has creído” no se sostiene, porque la dicha o la felicidad no puede apoyarse en una creencia. La creencia, en cuanto constructo mental, únicamente puede ofrecer una sensación de seguridad mientras la persona mantiene su adhesión a ella. Pero, en sí misma, carece de consistencia.

 Eso mismo ocurre cuando pensamos que la felicidad es “algo” a conseguir. La convertimos así en un objeto, sin caer en la cuenta de que todo objeto es, por definición, impermanente y, por tanto, incapaz de otorgar dicha o felicidad estable.

  La felicidad no nos viene de fuera ni nos espera en el futuro. Tampoco se halla en “algo” que deberíamos alcanzar. La felicidad es una con lo que somos, es otro nombre de nuestra identidad profunda, por lo que trasciende toda circunstancia que nos pueda ocurrir.

 Al escribir esto, me vienen a la memoria las palabras de Nisargadatta: “Compare usted la conciencia y su contenido con una nube. Usted está dentro de la nube, mientras que yo la miro. Está usted perdido en ella, casi incapaz de ver la punta de sus dedos, mientras que yo veo la nube y otras muchas nubes y también el cielo azul, el sol, la luna y las estrellas. La realidad es una para nosotros dos, pero para usted es una prisión y para mí un hogar”.

 O aquellas otras de Ramana Maharshi: “Usted es ignorante de su estado de plena felicidad”. Ya somos felicidad. El problema es que nos identificamos con lo que no somos y, en esa misma medida, nos alejamos de la felicidad y, a continuación, la objetivamos en “algo” y la proyectamos “fuera”. Pero la felicidad no es un “estado de ánimo” -que puede variar-, sino un “estado de ser”, que nace justamente de la comprensión profunda y que es capaz de abrazar todos los estados de ánimo.

 De manera inmediata, nuestra mente coloca etiquetas sobre aquello que supuestamente nos haría felices y aquello otro que supuestamente nos arrebataría la felicidad. Ante esto, la pregunta decisiva es: ¿Estamos dispuestos a incluir todo tipo de situaciones dentro de la felicidad?… ¿Estamos verdaderamente dispuestos a ser felices en cualquier situación… o queremos “salirnos con la nuestra”? Eso requiere ser honestos. Al llevar la honestidad al mundo de nuestras imágenes mentales acerca de la felicidad, nos damos cuenta de que rechazamos la felicidad constantemente. Rechazamos la felicidad cada vez que el presente no se parece a nuestra imagen feliz. ¿Cómo vamos a ser felices si renunciamos a ella constantemente? Dicho de modo más simple: el mayor obstáculo para ser felices no es otro que la imagen mental que tenemos de la felicidad.

 La felicidad -no podía ser de otro modo- nace de la comprensión experiencial de lo que somos. La ignorancia introduce en la confusión y en el sufrimiento; la comprensión ilumina y nos hace reconocernos en “casa”, sea lo que sea lo que ocurra. Sin duda, solo quien comprende es feliz. Tenía razón Sócrates al afirmar que “solo hay una virtud: la sabiduría [o comprensión]; y solo hay un único vicio: la ignorancia”.

¿Qué es, para mí, la felicidad? ¿Dónde la pongo o la busco?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Asunción: Dios nos libre de quien crea que su patria última es donde ha nacido

Martes, 15 de agosto de 2023
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im22090asuncion-maria-02jpgDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- NOTA PREVIA. EL DOGMA DE LA ASUNCIÓN.

    La tradición de venerar a la Virgen proviene de la Iglesia primitiva. El Concilio de Éfeso (año 431) dijo que  María era theo-tokos: madre de Dios (la que ha dado a luz a Dios). Sin embargo la definición del dogma de la Asunción es muy reciente. Fue el papa Pío XII, quien el 1 de noviembre de 1950, María, proclamó la madre del Señor fue llevada a los cielos en cuerpo y alma.

    Aun puliendo la antropología y cosmología que subyace a esta definición: ¿Cuerpo? ¿Alma? ¿Subir? ¿Cielos espaciales? ¡Cómo no vamos a creer que María terminó con su Hijo, Jesús, en la casa del Padre, en el cielo!

Quizás sea una mera coincidencia, pero la definición de la Asunción la hizo Pío XII el 1 de noviembre, fiesta de Todos los Santos: toda la humanidad estamos llamados con JesuCristo y María a la plenitud del cielo.

La Asunción es, pues, una fiesta de honda esperanza.

02.- UNA FIESTA LLENA de VIDA y alegría.

    El relato evangélico de hoy está lleno de vida y alegría:

Isabel dice: “En cuanto vi que me visitabas, me llené de alegría”…

María canta: “se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”…

  • El encuentro de dos familias, dos mujeres que están gestando “enigmáticamente” dos nuevas vidas: (Isabel es anciana y María es madre de un modo espiritual).
  • Bendita entre las mujeres
  • La criatura salta de alegría en el seno materno de Isabel
  • María canta a Dios: Proclama mi alma
  • Se alegra mi espíritu en Dios.
  • Le felicitarán todas las generaciones.

Sabemos que la vida tiene dificultades, pero la existencia humana es encuentro, es crear vida, es bendición, es alegría, es felicitarse por las pequeñas -y las grandes- cosas que el ser humano hace. La existencia humana es esperanza.

03.- FIESTA DE ESPERANZA. Esperanza y progreso

La fiesta de la Asunción nos habla de esperanza. Nuestro futuro absoluto es el cielo.

Pensando en voz alta: nuestra civilización ha sustituido la esperanza por el progreso. Confiamos en el progreso pero no tenemos esperanza. Sin embargo el progreso, siendo bueno, no termina de dar razón a nuestras vidas y, menos, a nuestra muerte. El progreso es lo que es y da lo que da de sí. Pero no se puede decir que, porque un caníbal utilice microondas, plato, cuchillo, tenedor y servilleta haya progresado mucho la humanidad.

    El futuro absoluto está Dios, o si no, no hay un futuro dotado de sentido.

    La idea de progreso de la Ilustración “no llega” a la plenitud. El cielo, el sentido, la realización es un don que no se logra en el “más acá”, sino que es un don, un regalo que nos llega del “más allá”, de Dios.

La existencia dotada de esperanza absoluta vive no fácil, pero sí serenamente las cuestiones de la vida: la libertad, la culpa, la familia, el pueblo, el futuro.

    Nuestra meta está en el cielo de la Ascensión de Cristo y de la Asunción de María.

    Podríamos decir que la Asunción es como la resurrección de María.

04.- Fiestas de muchas ciudades y pueblos.

    Muchos pueblos y ciudades celebramos en este día la fiesta central de la vida comunitaria.

    Celebramos los contenidos de la vida: el cumpleaños, un aniversario, un éxito, quizás una guerra. Se celebran contenidos

    El mes de agosto es un mes de vacaciones [1], pero no es lo mismo estar de vacaciones –necesarias, por otra parte- que celebrar una fiesta, un contenido. Celebrar, lo que se dice celebrar, celebramos poco o nada. Tenemos más días libres que nunca, pero celebramos menos que nunca.

    La fiesta de la Asunción es el contenido de nuestras fiestas de la ciudad, aunque sean más importantes los fuegos y los piratas que la Asunción. Los cristianos disfrutamos de la vida y de las fiestas como todo ser humano, pero con un plus de contenido, de esperanza y de futuro.

05.- UN APUNTE COLATERAL

Se encuentran y se visitan dos mujeres: Isabel y María.

La mujer, la madre, ha desempeñado y desempeña un papel fundamental en la vida familiar, en la educación de los hijos, en la transmisión de la fe. ¿Cómo será la comunicación del Evangelio cuando la mujer, la madre ya no lo haga?

¿Están suficientemente planteadas y pensadas estas cosas en los movimientos feministas, en las leyes sobre la homosexualidad, en el mundo científico, en la misma Iglesia, etc.?

    Algunos obispos dicen “tonterías pontificales” cuando, en torno a estas cuestiones, dicen cosas como que “Dios no se equivoca de cuerpo”.

06.- La Asunción.

    La Virgen María, Jesús culminaron su existencia en Dios. Algo de eso es lo que significan las fiestas de la Ascensión (Jesús) y la Asunción (María). Habremos de acallar nuestra curiosidad de cómo sea ese final, el cielo. Podemos tener dificultades sobre el cómo será, dónde, cuándo, etc., pero mantengamos firme la esperanza de que “será”. Confiemos en que será.

    Nuestro final es el mismo de Jesús y de María: el cielo. También para nosotros se abrió en el cielo la casa de Dios.

[1] La palabra “vacaciones” bien del latín: vacuo: vacío.

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¿Nos animamos a ponernos en camino?

Martes, 15 de agosto de 2023
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2D162234-A166-4839-80E0-7920D20956B7Lc 1, 39-56

Celebrar hoy a María que es llevada al encuentro definitivo con Dios nos compromete a vivir, como ella, esos otros encuentros transformadores en los que compartimos y cantamos la vida que Dios nos regala.

Este domingo celebramos la fiesta de la Asunción de María. Lo normal es que acudan a nuestra mente las muchas imágenes que hemos visto de María, mirando a lo alto, con las manos juntas, rodeada de ángeles, sobre nubes que indican cómo es elevada al cielo. Es realmente una fiesta que nos habla del triunfo y la santidad de María, pero que apenas nos dice nada, si nos quedamos en las imágenes, porque nuestra propia experiencia tiene poco que ver con ellas.

Pero, como tantas veces, el evangelio de hoy nos saca de estas imágenes que nosotros mismos nos hacemos y nos presenta a María con los pies en la tierra. Viviendo salidas y encuentros que sí pueden parecerse a los nuestros. Vamos a intentar acoger toda la riqueza de este texto, precioso y claro, ayudándonos de dos imágenes que nos presenta:

1. El encuentro de dos mujeres embarazadas

Según Lucas, María acaba de recibir la noticia de que ha sido elegida para ser madre del Mesías, del Hijo de Dios, y lo que hace es “ponerse en camino” y añade el texto “con prontitud”, aunque también puede traducirse con diligencia, con empeño, con cuidado… Como una decisión que brota de su nueva condición de madre, de sentir que en sus entrañas crece la nueva vida que viene de Dios.

Dios ha salido a su encuentro y ella va al encuentro de Isabel, una mujer también embarazada. Dos embarazos que se nos invita a contemplar a la luz de la fe, porque se realizan en circunstancias que humanamente son imposibles. En el caso de María porque “no conoce varón” y en de Isabel porque es anciana, “ha concebido en la vejez”. Y es que la vida que nace de Dios, nos dice el evangelio, rompe todas las normas, supera nuestros cálculos, nos sorprende irrumpiendo con fuerza allí donde nosotros no vemos posibilidades.

Esta experiencia de que para Dios “nada hay imposible”, de que Él sale al encuentro y hace surgir vida en dos mujeres sencillas, como entre tantos pobres y humildes, es una experiencia de las primeras comunidades cristianas, pobres, pequeñas y perseguidas. ¿No puede ser hoy la nuestra? ¿No se sienten nuestras comunidades a veces como Isabel, demasiado mayores y cansadas para algo nuevo, o demasiado solas y llenas de dificultades para ello?

Dos mujeres embarazadas, que se encuentran, ¿de qué hablan? Sin duda de sus hijos, de su alegría, del futuro… En este caso nos dice el evangelio que la alegría es desbordante y contagiosa, tan honda que “el niño salta de gozo en sus entrañas” y se llena del Espíritu de Dios. Y desde este Espíritu hablan de un futuro que las transciende, que no es solo el futuro de sus hijos, es el futuro de todo el pueblo, de toda la humanidad.

La hondura de gozo y de fe hace que este encuentro adquiera otra dimensión, del encuentro de dos mujeres pasa a ser el encuentro definitivo y permanente de Dios y nuestro mundo, su mundo.

2. Una mujer que se pone a cantar a Dios y al mundo nuevo que Él hace posible

Esta es la segunda imagen, María consciente de lo que está viviendo prorrumpe en un cantico que expresa una de las imágenes de Dios más rotundas y esperanzadoras del Nuevo Testamento.

Es importante considerar cómo Lucas pone en boca de María este canto que conocemos como el Magníficat. No vamos a entrar en su origen, ni a tratar de desentrañar las imágenes del AT que evoca… Vamos a dejar que nos toque el corazón desde su sencillez y frescura, a la vez que desde su hondura y tremendas afirmaciones.

María expresa su conciencia maravillada de la acción de Dios en ella, más allá de su pequeña realidad o precisamente por ella. Descubre que Dios es grande porque actúa en su sierva pobre y sin méritos. Y afirma con contundencia que es a ella, humilde mujer nazarena, a quien todas las generaciones llamarán bienaventurada. No solo a su hijo ni a su Dios.

Y esta experiencia de que Dios hace maravillas en ella, es la razón por la que afirma que Dios es misericordioso y que esta misericordia realizada en ella, se extiende, de generación en generación, sobre los que le temen, sobre los que le toman en serio, sobre los que creen en él y le aman.

Su experiencia personal, es la que le hace descubrir cómo actúa Dios en el mundo y como está dispuesto a hacer nuevo nuestro futuro, con acciones desestabilizadoras a favor de los pequeños, de los necesitados:

“Dispersa a los soberbios de corazón, derriba a los poderosos y ensalza a los humildes. Llena de bienes a los hambrientos y despide vacios a los ricos”

Esta es la promesa de Dios para con su pueblo, la promesa que hace cantar de gozo a María. Esta es la promesa que Dios nos hace hoy a nosotros, que hace a nuestra Iglesia y a nuestro mudo.

Aclamar y celebrar hoy a María que es llevada al encuentro definitivo con Dios nos compromete a vivir, como ella, esos otros encuentros transformadores en los que compartamos y cantemos la vida que Dios, por su misericordia, derrama en nosotros, en nuestra pobre realidad. ¿Nos animamos a ponernos en camino?

¡Feliz domingo! ¡Feliz día de la Asunción de María!

Mª Guadalupe Labrador Encinas, fmmdp

Fuente Fe Adulta

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Lunes 15 de Agosto de 2022. La Asunción

Lunes, 15 de agosto de 2022
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SSCC DelegacioPlata7

 

 

1ª LECTURA

Apocalipsis 11,19a;12,1.3-6a.10ab

Una mujer vestida del sol, la luna por pedestal

Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario apareció el arca de la alianza. Después apareció una figura portentosa en el cielo: Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas. Apareció otra señal en el cielo: Un enorme dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en las cabezas. Con la cola barrió del cielo un tercio de las estrellas, arrojándolas a la tierra. El dragón estaba enfrente de la mujer que iba a dar luz, dispuesto a tragarse el niño en cuanto naciera. Dio a luz un varón, destinado a gobernar con vara de hierro a los pueblos. Arrebataron al niño y lo llevaron junto al trono de Dios. La mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar reservado por Dios. Se oyó una gran voz en el cielo:

“Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo.

*

Salmo responsorial: 44

De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.

Hijas de reyes salen a tu encuentro,

de pie a tu derecha está la reina,

enjoyada con oro de Ofir. R.

Escucha, hija, mira: inclina el oído,

olvida tu pueblo y la casa paterna;

prendado está el rey de tu belleza:

póstrate ante él, que él es tu Señor. R.

Las traen entre alegría y algazara,

van entrando en el palacio real. R.

*

2ª LECTURA

1Corintios 15,20-27a

Primero Cristo como primicia; después todos los que son de Cristo

Hermanos:

Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza.

Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Porque Dios ha sometido todo bajo sus pies.

*

EVANGELIO

Lucas 1,39-56

El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludo a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:

“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”

María dijo:

“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia para siempre.”

María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

*

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy

(15 de Agosto de 1977)

***

SU CUMPLEAÑOS

… todo este gesto tan amable de su presencia y sobre todo de su oración, por este servidor de ustedes, a quien abruma este cariño del pueblo y por el cual estoy dispuesto a seguir dando los años que el Señor me conceda. Y considero como un bello regalo de cumpleaños, que la Iglesia misma se hace, este nuevo diácono que vamos a ordenar.

LA ASUNCIÓN DE MARIA

Y en el ambiente del misterio que celebramos hoy, cómo recobra encanto toda esa fiesta de la Arquidiócesis en su Catedral. La asunción en cuerpo y alma de la Virgen al cielo no es una opinión piadosa. Es un dogma de fe, el dogma diríamos, de moda, el más reciente. Fue al clausurar el año de 1950 aquel gran Año Santo, que llevaba a Roma muchedumbres y que recibía aquel gran Pontífice que fue Pío XII. Durante esos años, se hizo una consulta muy interesante a todos los obispos del Mundo: ¿Cómo estaba en el pueblo la creencia de esta verdad, de que María ha sido llevada en cuerpo y alma al cielo? Al mismo tiempo que recogía la tradición de la liturgia, de la teología, y todo lo profundo que la Iglesia tiene en sus estudios, pudo tener la seguridad, el 1º de noviembre de aquél Año Santo, de proclamar como dogma de fe, y que por tanto es obligatorio creerlo todos los católicos, que María, después de terminar su curso mortal en la tierra, fue asunta, como recogida por Dios, en cuerpo y alma. Podemos decir, hermanos, porque una verdad que corresponde a los orígenes de nuestro cristianismo, a los orígenes del mismo Cristo, apenas en nuestro tiempo se proclama dogma de fe, no es que el Papa Pío XII inventó que María ha sido llevada en cuerpo y alma, como si hubiera inventado esa verdad hoy en 1950. Los dogmas no los hace el Papa. El Papa lo que hace es poner el sello de su autoridad, de su magisterio, para darle seguridad al pueblo de que esa verdad está contenida en la divina revelación. Y lo creemos no sólo porque lo dice el Santo Padre, sino sobre todo porque lo ha dicho Dios y lo ha revelado en la Sagrada Biblia y en la tradición viviente de la Iglesia. Leer más…

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“Seguidora fiel de Jesús”. Asunción de María – C (Lucas 1,39-56)

Lunes, 15 de agosto de 2022
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36343649-98FE-402D-8C73-BB8B911BC97ASanta María del Coro, San Sebastián

Los evangelistas presentan a la Virgen con rasgos que pueden reavivar nuestra devoción a María, la Madre de Jesús. Su visión nos ayuda a amarla, meditarla, imitarla, rezarla y confiar en ella con espíritu nuevo y más evangélico.

María es la gran creyente. La primera seguidora de Jesús. La mujer que sabe meditar en su corazón los hechos y las palabras de su Hijo. La profetisa que canta al Dios, salvador de los pobres, anunciado por él. La madre fiel que permanece junto a su Hijo perseguido, condenado y ejecutado en la cruz. Testigo de Cristo resucitado, que acoge junto a los discípulos al Espíritu que acompañará siempre a la Iglesia de Jesús.

Lucas, por su parte, nos invita a hacer nuestro el canto de María, para dejarnos guiar por su espíritu hacia Jesús, pues en el «Magníficat» brilla en todo su esplendor la fe de María y su identificación maternal con su Hijo Jesús.

María comienza proclamando la grandeza de Dios: «mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava». María es feliz porque Dios ha puesto su mirada en su pequeñez. Así es Dios con los sencillos. María lo canta con el mismo gozo con que bendice Jesús al Padre, porque se oculta a «sabios y entendidos» y se revela a «los sencillos». La fe de María en el Dios de los pequeños nos hace sintonizar con Jesús.

María proclama al Dios «Poderoso» porque «su misericordia llega a sus fieles de generación en generación». Dios pone su poder al servicio de la compasión. Su misericordia acompaña a todas las generaciones. Lo mismo predica Jesús: Dios es misericordioso con todos. Por eso dice a sus discípulos de todos los tiempos: «sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso». Desde su corazón de madre, María capta como nadie la ternura de Dios Padre y Madre, y nos introduce en el núcleo del mensaje de Jesús: Dios es amor compasivo.

María proclama también al Dios de los pobres porque «derriba del trono a los poderosos» y los deja sin poder para seguir oprimiendo; por el contrario, «enaltece a los humildes» para que recobren su dignidad. A los ricos les reclama lo robado a los pobres y «los despide vacíos»; por el contrario, a los hambrientos «los colma de bienes» para que disfruten de una vida más humana. Lo mismo gritaba Jesús: «los últimos serán los primeros». María nos lleva a acoger la Buena Noticia de Jesús: Dios es de los pobres.

María nos enseña como nadie a seguir a Jesús, anunciando al Dios de la compasión, trabajando por un mundo más fraterno y confiando en el Padre de los pequeños.

José Antonio Pagola

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15 de Agosto. Asunción de la Virgen María: “El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes”

Lunes, 15 de agosto de 2022
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corazonmariaDe Koinonia:

Apocalipsis 11,19a;12,1.3-6a.10ab: Una mujer vestida del sol, la luna por pedestalSe abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario.
Salmo responsorial: 44. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.
1Corintios 15,20-27a: Primero Cristo como primicia; después todos los que son de Cristo.
Lucas 1,39-56: El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes.

La primera lectura nos enseña a mostrar las señales con que Dios invita a la esperanza. Aparece la lucha a muerte del dragón contra la mujer y su descendencia (Cristo y los cristianos). La aparición del arca de la alianza de Dios (cf. Nm 10,33-36); 1Sam 4,6-7) señala el hoy de la presencia de Dios en medio de los seres humanos, ya derrotados el pecado y el mal (21,3). Las dos señales que aparecen en el cielo, la mujer y el dragón, deben ser interpretadas por la asamblea litúrgica en el espacio-tiempo. La mujer es el pueblo de Dios; es más, representa la asamblea del pueblo de Dios reunida ya, ahora y aquí, en la Eucaristía dominical. El dragón es el mal, que actúa insertándose en la historia humana, y sobre todo desde los centros de poder (las siete cabezas con siete diademas), para intentar destruir la unidad y la comunión de la asamblea dominical (arroja a la tierra parte de las estrellas). El poder de este mundo se opone al alumbramiento de la mujer (se opone a Cristo) y quiere destruir su fruto (los cristianos). El Cristo elevado y sentado en el Trono de Dios señala la derrota de Satanás. La Iglesia en el desierto, huye del mal y es sostenida por Dios, como Jesús. La glorificación de Cristo, una vez para siempre, es la garantía que nunca jamás nada impedirá que El sea dado a luz por la asamblea eucarística dominical en el hoy, en el espacio-tiempo, hasta su venida en la plenitud de la gloria. María asunta es figura de la Iglesia, tanto la celestial como la que camina dando a luz a Cristo para el ser humano de hoy, y prefigura la victoria final de toda la Iglesia con Cristo, por él y en él.

La segunda lectura nos presenta la afirmación central sobre la resurrección de Cristo y de los muertos: Cristo no es un cadáver que revive, sino que es le Resucitado (el vencedor de la muerte) que causa la resurrección de los muertos. Cristo ha derrotado la muerte (la vencedora de la vida) en su propio terreno, la ha destituido (le ha arrebatado todo su poder sobre la vida), a fin de liberar a todos los que estaban bajo su poder. Cristo resucitado garantiza la resurrección de todos los muertos. Conviene notar el paralelismo alternado: por un ser humano, la muerte; por otro ser humano, la resurrección de los muertos; en Adán, todos murieron; en Cristo, todos vivirán. En definitiva, Pablo afirma que el don de la vida se da en la resurrección de Cristo. María, al frente de los que son de Cristo (15,23), goza de la vida de la gloria del Reino y ya celebra la destitución del único y último enemigo: la muerte.

La escena evangélica de hoy se centra en el encuentro de las dos madres y de sus respectivos niños, en la continuidad del designio de Dios (AT y NT), une teológicamente los relatos paralelos de la infancia de Juan (el último profeta del AT) y de Jesús. Y es el Espíritu quien marca esta continuidad. Toda la escena rebosa de teología, y para que no se pierda ni un ápice, Lucas la concluye con el mutis de María (1,56). En este encuentro, Lucas pone en boca de María este himno judeocristiano (1,47-55), que se inspira en el cántico de Ana (1Sam 2,1-10) y en toda la tradición bíblica (sobre todo de los salmos). Himno que expresa la fe y la esperanza de los pobres y humildes del pueblo de Dios. Son los «hijos de Sión», «los pobres del Señor», quienes, en María y con ella, alaban a Dios por las grandes obras que ha hecho en ellos/en ella (1,46-49), por lo que hace en su favor (1,50-53) y, finalmente, por su amor misericordioso a favor de Israel, en conexión con las promesas realizadas y selladas con la bendición de Abraham y a su descendencia (1,54-55). María es también hija de Abraham. Así, en María, en este encuentro entre el AT y el NT, se une la espera con la realización y, al mismo tiempo, se manifiesta la predilección histórica del Señor de Abraham y de María por los pobres de todos los tiempos.

Hoy celebramos la «asunción gloriosa» de María. No se trata de ninguna elevación vertical, de ninguna traslación física, de ningún viaje sideral. No fue ascensión real, física, la «ascensión» de Jesús; mucho menos será asunción física la asunción de María. Esa «asunción gloriosa» es una manera de hablar, que quiere decir algo, algo importante, pero no precisamente un traslado físico, un sentido literal inmediato de las palabras. Podemos –y deberíamos– ser creyentes de hoy, maduros, conscientes del valor simbólico y metafórico de muchas de las expresiones clásicas de nuestra fe. Valor «simbólico», «metafórico», no significa, en absoluto, falta de valor, carencia de sentido, ausencia de contenido. Muy al contrario. Significa que la verdad expresada es una verdad profunda, no susceptible de ser expresada con palabras fáciles, descriptivas, meramente referenciales de lo físico o material.

Nuestra fe expresa que en María Dios ha dignificado a todos los seres humanos, en especial a las mujeres, convirtiéndolos en plenos participantes de su obra salvífica. El ser humano había echado a perder los planes de Dios con opresiones, violencias y desigualdades. Dios, en Jesús, llama el mundo al nuevo orden, donde todos los seres humanos son igualmente dignos y de este modo se inaugura una nueva era de plenitud.

La fiesta de la «asunta», como la llama el pueblo cristiano en muchos lugares de América Latina, nos invita a vivir en el presente el futuro de Dios. María vivió su existencia como una manifestación de la obra salvadora de Dios. No hubo momento de su humilde existencia en el que el amor misericordioso del padre no se hiciera solidaridad, misericordia y compasión con todas las personas que, como ella, vivían situaciones de pobreza y exclusión. María encarnó todos aquellos valores que nos permiten comprender como el futuro de Dios se manifiesta en las limitaciones de nuestro presente. María nos invita a vivir gozosamente la vida como un encuentro permanente con el Dios de la vida y la historia que realiza su obra redentora en las miserias de nuestro mundo y en las limitaciones de nuestra existencia.

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15.8.22. Asunción de María, Revelación del Espíritu Santo (Balthasar, Boff, Pikaza)

Lunes, 15 de agosto de 2022
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0654713E-84D0-43F9-9DB8-BA6DADC5D6E1Del blog de Xabier Pikaza:

La tradición ortodoxa y católica ha entendido la Asunción de la Madre de Jesús desde una perspectiva de Pentecostés, de forma que   ella aparece como revelación y presencia del  Espíritu Santo (imagen 1-2).Así lo ha mostrado Amato (N. Diccionario de Mariología, Paoline, Roma 1986 (= Diccionario de Mariología, San Pablo, Madrid 1988, 82018, 693-717).

Tras una larga reflexión bíblica, histórica y teológica, el Card. A. Amato ha condensado en esa línea el pensamiento de tres pensadores significativos: H.von Balthasar, L. Boff y X. Pikaza (pags. 707-716 (Notas y aparato crítico en edición escrita).

  H.U. VON BALTHASAR. MARIOLOGÍA PERSONALISTA

 En una obra compleja y poco sistemática como la de H. Urs Von Balthasar, ¿qué puesto ocupan el Espíritu Santo y María? Nuestro autor no ha escrito ensayos específicos sobre María y su relación con el Espíritu Santo. El se sitúa en la línea de la aproximación intuitiva y estética a la realidad del cristianismo. En tal contexto se puede decir que el Espíritu Santo y María ocupan un lugar discreto y eficaz: el Espíritu y María están íntimamente asociados al misterio central de la kenosis del Verbo.

El Espíritu, para Von Balthasar, es ante todo ese “desconocido que está más allá del Verbo”. Siguiendo a Mühlen, habla sin dudarlo del “rostro anónimo” de este Espíritu y de su última soledad. Este Espíritu, en cuanto nosotros del Padre y del Hijo, no posee siquiera un nombre propio. Sin embargo, es a este Espíritu a quien se atribuye la obra de la glorificación del Padre y la obra de la recapitulación de toda la historia, del hombre y del mundo en la persona de Cristo-pleroma, tanto que el Espíritu está en el centro de las diversas ramificaciones de la teología dogmática. En la antropología cristiana el Espíritu es la fuerza misteriosa que penetra en el corazón del hombre, lo transforma y lo redime.

En la eclesiología es el Espíritu de unidad entre iglesia jerárquica petrina e iglesia del amor. En la teología de la historia es el Espíritu el que promueve el progreso espiritual del hombre y del cosmos hacia el reino de Dios.

En relación con estas afirmaciones se pueden sistematizar también las que se refieren a María. En su visión cristiana del hombre, nuestro autor afirma que a través del fiat de María, pronunciado en nombre de toda la humanidad, se establece una relación inviolable entre Dios y la humanidad y se realiza el paso definitivo de la antigua a la nueva alianza.

En la visión teológica de la iglesia, el puesto privilegiado de María y su actitud fundamental de disponibilidad comportan una especie de eclesialización de su conciencia personal. Es la transformación de lo mío personal en mío eclesial —una especie de alma eclesiástica, de la que hablan Orígenes y Ambrosio—; esto es, el empeño de poner lo mejor que tenemos al servicio de la iglesia y de su misión. En el contexto eclesiológico esta actitud fundamental recibirá el nombre de “principio mariano”, que es el factor de “feminidad cristiana”, por medio de la cual toda la iglesia, en tanto que esposa fiel de Cristo, es totalmente receptividad y disponibilidad a la palabra.

En la teología de la historia, finalmente, esta toma de conciencia concerniente a la dimensión mariana de la existencia cristiana y de la iglesia alcanza su vértice cuando Von Balthasar presenta la relación misteriosa entre la obediencia del Hijo a la voluntad del Padre y la sumisión de María al Espíritu como el verdadero centro teológico de la historia del mundo y de la humanidad y como el lugar de integración de todo acto de obediencia cristiana ulterior en el sacrificio único de Cristo.

 María ocupa un puesto primario en el ámbito de la constelación histórica de Jesús, y mantendrá este puesto a lo largo de todo el camino histórico de la iglesia. María, para Von Balthasar, es un elemento objetivo esencial de la historia de la salvación. Por eso, su mariología está siempre situada en sentido eclesiológico y cristológico. Particularmente original —y fecundo desde un punto de vista ecuménico— es un aspecto de la mariología de Von Balthasar: su reflexión sobre el papel de María en el interior del misterio de nuestra integración en el Amor trinitario. Afirma que el hombre no ha sido creado únicamente para su felicidad, sino para glorificación del Dios de la gracia y del amor. Por eso el quehacer primero de la teología es la percepción y la acogida en la fe de este amor de Dios, soberanamente libre, que manifiesta su gloria. Ahora bien, este misterio de la glorificación del Dios trinitario es obra del Espíritu.

La presencia del Espíritu en el hombre y en el mundo, que constituye nuestra justificación en Cristo, no es una simple imputación exterior, sino una verdadera revelación del hombre al hombre. Aquí se injerta, en la teología de la integración, la doctrina católica de María y de la iglesia, que da a esta teología una calidad humana incomparable. La victoria de Cristo sobre la muerte en tanto se hace una victoria para nosotros en cuanto que de nuestra parte ponemos una medida espiritual y humana que acoge y asume esta imposible posibilidad de justificación de la humanidad entera.

Esta medida o logro perfecto es la persona de María: esta mujer acoge nuestra salvación en una respuesta perfecta a la palabra divina, que toma su carne para hacer penetrar la gracia en la humanidad y en el mundo. María se convierte así en el anillo necesario para que se pueda realizar la obra del Espíritu. Pero María no se pone jamás en el puesto del Espíritu, que es siempre anterior a la creación del mundo y a la formación del pueblo del cual surge María, como madre de Dios y de la iglesia. El hecho fundamental de la mariologia de Von Balthasar es la asociación de María al pro nobis del sacrificio único de Cristo y a la obra universalizante e interiorizante del Espíritu.

De modo que el verdadero centro de gravedad de su teología, y sobre todo de su soteriología y eclesiología, no es otro que este acto de obediencia de la virgen María, mediante el cual la iglesia y la humanidad entera son inmersas en lo más profundo del misterio de Dios, que es Amor trinitario. A través del fíat de María se realiza el paso de la Trinidad intradivina a la económica de la salvación, y se establece de manera definitiva la relación inviolable entre Dios y la humanidad.

En esta mariología se va más allá de un puro planteamiento moral, y sobre todo se supera una cierta tendencia funcional de la mariología tradicional. Se apunta, en cambio, a la valoración de una mariología personal, en la que María, como persona, es colocada en su justo puesto en la constelación histórica de Jesús, como persona de la obediencia amante y del amor obediente, que da el sentido último a toda existencia cristiana. Adoptando esta actitud fundamental, la iglesia llega a ser una iglesia estructurada marialmente, y el cristiano entra en el orden de la disponibilidad, del servicio, de la humildad y de la gratuidad, características todas del Espíritu soberanamente libre de Cristo resucitado.

LEONARDO BOFF. MARÍA, “ROSTRO MATERNO DE DIOS,

a) El redescubrimiento de lo femenino. Es indudable que nuestra época está marcada por el redescubrimiento de lo femenino. Hasta el documento de Puebla contiene la afirmación “María es mujer” (n. 299), completada por otra afirmación verdaderamente innovadora: “Desde los orígenes —en su aparición y advocación de Guadalupe— María constituyó el gran signo, de rostro maternal y misericordioso, de la cercanía del Padre y de Cristo, con quienes ella nos invita a entrar en comunión” (n. 282). Esta premisa nos puede servir de introducción para la comprensión del libro de Boff sobre el rostro materno de Dios,dedicado todo él a descifrar y a afirmar el ser de la mujer hoy día.

En la sociedad contemporánea y a nivel mundial —afirma el teólogo brasileño– existe un gran cambio histórico, señalado por el paso de una sociedad sustancialmente patriarcal, fundada sobre el predominio del varón y de la racionalidad, a una sociedad centrada sobre la persona humana en cuanto tal, y sobre el equilibrio de sus componentes masculinos y femeninos, constituidos por la racionalidad y la objetividad, así como por la intuición y la subjetividad. Se está pasando, en resumen, de una sociedad del lógos a una sociedad de la sophía.

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Asunción y pandemia.

Lunes, 15 de agosto de 2022
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30C1785A-D005-4032-A2FB-FB61499B57D0Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Misa vespertina de la vigilia

Para que una verdad sea proclamada dogma por la Iglesia católica es preciso que tenga un fundamento bíblico. En el caso de la Asunción de la Virgen es casi misión imposible, porque ningún texto del Nuevo Testamento cuenta su muerte ni su asunción. Sin embargo, con buena voluntad se encuentra un mensaje muy actual en las lecturas, especialmente en esta época de pandemia. Me limito a las de la misa de la vigilia, que me resultan más sugerentes.

El premio merecido de María (Lucas 11,27-28)

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a las gentes, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo:

– «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron». Pero él repuso:

– «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».

El dicho popular: «Bendita sea la madre que te parió» tiene en el ambiente de Jesús una formulación más completa: «Bendito sea el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron». Nuestro dicho se limita al momento del parto; el que le dirige a Jesús una mujer desconocida tiene en cuenta los meses de gestación y los años de crianza. Es todo el cuerpo de la madre, vientre y pechos, lo que recibe la bendición.

Y esta es la relación con la fiesta: el cuerpo y alma de María, tan estrechamente unidos a Jesús, debían ser glorificados, igual que él. Si echamos la vista atrás, la vida de María no fue un camino de rosas. El anciano Simeón le anunció que una espada le traspasaría el alma. Y el primero en clavársela fue su propio hijo, que a los doce años se quedó en Jerusalén sin decirles nada. «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?». «Porque tengo que estar en las cosas de mi Padre». Y eso supondrá para María un sufrimiento continuo desde que comienza la actividad pública de Jesús. Oír que a su hijo lo acusaban de endemoniado, de comilón y borracho, de amigo de ladrones y prostitutas, de blasfemo… para terminar muriendo de la manera más infame. El cuerpo y el alma de María merecían una compensación. Esa glorificación es lo que celebramos hoy.

El premio inmerecido de todos nosotros (1 Corintios 15,54-57)

El destino de María es válido para todos nosotros, aunque por motivos muy distintos. Pablo alude al primer pecado: la ley de no comer del árbol de la vida provocó el pecado y, como consecuencia, la muerte. Pero de todo ello nos ha liberado Jesucristo, y la última palabra no la tiene la muerte sino la inmortalidad.

Hermanos:

Cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita: «La muerte ha sido absorbida en la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?». El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la Ley. ¡Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!

En esta larga etapa de pandemia, donde la muerte se ha hecho tan cercana y tantos cuerpos han sufrido y siguen sufriendo las consecuencias de la enfermedad, la fiesta de la asunción nos anima y consuela sabiendo que «esto corruptible se revestirá de incorrupción, y esto mortal de inmoralidad».

Un complemento poético (1 Crónicas 15,3-4.15-16; 16,1-2)

La misa de una solemnidad debe tener tres lecturas, la primera del Antiguo Testamento. Recordando que en las letanías se invoca a María como Arca de la alianza (Foederis arca), se pensó que el texto más adecuado para esta fiesta era el que describe la entrada del arca de la alianza en Jerusalén (el templo todavía no estaba construido). De la misma forma solemne y alegre entraría María en el cielo.

 En aquellos días, David congregó en Jerusalén a todos los israelitas, para trasladar el arca del Señor al lugar que le había preparado. Luego reunió a los hijos de Aarón y a los levitas. Luego los levitas se echaron los varales a los hombros y levantaron en peso el arca de Dios, tal como había mandado Moisés por orden del Señor. David mandó a los jefes de los levitas organizar a los cantores de sus familias, para que entonasen cantos festivos acompañados de instrumentos, arpas, cítaras y platillos. Metieron el arca de Dios y la instalaron en el centro de la tienda que David le había preparado. Ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión a Dios y, cuando David terminó de ofrecerlos, bendijo al pueblo en nombre del Señor.

José Luis Sicre

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Solemnidad de la Asunción de María. 15 de Agosto de 2022

Lunes, 15 de agosto de 2022
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En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: -¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”

(Lc 1, 39-56)

El evangelio de la solemnidad de la Asunción de María nos coloca en una de las escenas más alegres y llenas de color de todo el Evangelio.

El encuentro de estas dos mujeres, que están gestando en sus entrañas las más grandes promesas de Dios para la humanidad, es un canto eterno de esperanza.

Todo es tan incipiente y oculto que es difícil creer en ello, pero el encuentro de las dos experiencias deja fuera de juego a las dudas.

Isabel escucha la voz de María y la vida salta dentro de ella. Más tarde el Evangelio acabará con otro saludo, con otra voz la de Jesús que también hará saltar la vida en el corazón de María Magdalena. Podemos decir que la historia de Jesús empieza y termina (comenzando) con un salto. Primero saltó Juan, más tarde saltó María Magdalena. Son saltos de alegría y de vida porque es eso lo que nos regala Dios por medio de Jesús.

Y María aceptó ser cómplice de Dios en toda esta aventura. Dijo hágase e hizo de su vida un continuo espacio para los planes de Dios. Se atrevió con lo inesperado e incluso con lo imposible. Se puso en camino y se hizo abrazo con Isabel. Ellas dos no enseñan a ser abrazo, prolongación del abrazo que es Dios Trinidad. En ese encuentro estrecho somos la más bella imagen de nuestro Creador.

Oremos

Trinidad Santa, Abrazo Tierno, que seamos portadoras y transmisoras de abrazos, que llevemos la sorpresa de tu mensaje que hace saltar de alegría y transforma la soledad en compañía. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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María pudo identificarse totalmente con Dios porque lo divino estaba en ella desde el principio.

Lunes, 15 de agosto de 2022
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3750880Lc 1, 39-56

No debemos caer en el error de considerar a María como una entidad paralela a Dios sino como un escalón que nos facilita el acceso a Él. El cacao mental que tenemos sobre María se debe a que no hemos sido capaces de distinguir en ella dos aspectos: uno la figura histórica, la mujer que vivió en un lugar y tiempo determinado y que fue la madre de Jesús; otro la figura simbólica que hemos ido creando a través de los siglos, siguiendo los mitos ancestrales de la Diosa Madre y la Madre Virgen. Las dos figuras han sido y siguen siendo muy importantes para nosotros, pero no debemos confundirlas.

De María real, con garantías de historici­dad, no podemos decir casi nada. Los mismos evangelios son extremadamente parcos en hablar de ella. Una vez más debemos recordar que para aquella sociedad la mujer no contaba. Podemos estar completamente seguros de que Jesús tuvo una madre y además, de ella dependió totalmente su educación durante los doce primeros años de su vida. El padre en aquel tiempo se desentendía totalmente de los niños. Solo a los 12 ó 13 años, los tomaban por su cuenta para enseñarles a ser hombres, hasta entonces se consideraban un estorbo.

De lo que el subconsciente colectivo ha proyectado sobre María, podíamos estar hablando semanas. Solemos caer en la trampa de equiparar mito con mentira. Los mitos son maneras de expresar verdades a las que no podemos llegar por vía racional. Suelen ser intuiciones que están más allá de la lógica y son percibidas desde lo hondo del ser. Los mitos han sido utilizados en todos los tiempos, y son formas muy valiosas de aproximarse a las realidades más misteriosas y profundas que afectan a los seres humanos. Mientras existan realidades que no podemos comprender, existirán los mitos.

En una sociedad machista, en la que Dios es signo de poder y autoridad, el subconsciente ha encontrado la manera de hablar de lo femenino de Dios a través de una figura humana, María. No se puede prescindir de la imagen de lo femenino si queremos llegar a los entresijos de la divini­dad. Hay aspectos de Dios que, solo a través de las categorías femeninas, podemos expresar. Claro que llamar a Dios Padre o Madre son solo metáforas para poder expresarnos. Usando solo una de las dos, la idea de Dios queda falsificada porque podemos quedar atrapados en una de las categorías masculinas o femeninas.

El hecho de que la Asunción sea una de las fiestas más populares de nuestra religión es muy significativo, pero no garantiza que se haya entendido correctamente el mensaje. Todo lo que se refiere a María tiene que ser tamizado por un poco de sentido común que ha faltado a la hora de colocarle toda clase de capisayos que la desfiguran hasta incapacitarla para ser auténtica expresión de lo divino. La mitología sobre María puede ser muy positiva, siempre que no se distorsione su figura, alejándola tanto de la realidad que la convierte en una figura inservible para un acercamiento a la divinidad.

La Asunción de María fue durante muchos años una verdad de fe aceptada por el pueblo sencillo. Solo a mediados del siglo pasado se proclamó como dogma de fe. Es curioso que, como todos los dogmas, se defina en momentos de dificultad para la Iglesia, con el ánimo de apuntalar sus privilegios que la sociedad le estaba arrebatando.

Hay que tener en cuenta que una cosa es la verdad que se quiere definir y otra la formulación en que se mete esa verdad. Ni Jesús ni María ni ninguno de los que vivieron en su tiempo, hubiera entendido nada de esa definición dogmática. Sencillamente porque está hecha desde una filosofía completamente ajena a su manera de pensar.

La fiesta de la Asunción de María nos brinda la ocasión de profundizar en el misterio de toda vida humana. A todos nos preocupa cuál será la meta de nuestra existencia. Se trata de la aplicación a María de toda una filosofía de la vida, que puede llevarnos mucho más allá de consideraciones piadosas.

Allí donde encontramos multiplicidad, falsedad, maldad, debemos profundizar hasta descubrir en lo hondo de todo ser, la unidad, la verdad y la bondad. Toda apariencia debe ser superada para encontrarnos con la auténtica realidad. Esa REALIDAD está en el origen de todo y está escondida en todo. En el momento que desaparezcan las apariencias, se manifestará toda realidad como una, verdadera y buena. Es decir que la meta de todo ser se identificará con el origen de toda realidad.

La creación entera está en un proceso de evolución, pero aquella realidad hacia la que tiende es la realidad que le ha dado origen. Ninguna evolución sería posible si esa meta no estuviera ya en la realidad que va a evolucionar. Ex nihilo nihil fit, (de la nada, nada puede surgir) dice la filosofía. Si como principio de todo lo que existe ponemos a Dios, resultaría que la meta de toda evolución sería también el mismo Dios.

Lo que queremos expresar en esta fiesta, es precisamente esto. No podemos entender literalmente el dogma. Pensar que un ser físico, María, que se encuentra en un lugar, la tierra, es trasladado localmente también en el cuerpo, a otro lugar, el cielo, no tiene ni pies ni cabeza. Hace unos años se le ocurrió decir al Papa Juan Pablo II que el cielo no era un lugar, sino un estado. Pero me temo que la inmensa mayoría de los cristianos no ha aceptado la explicación, aunque nunca la doctrina oficial había dicho otra cosa.

El dogma es un intento de proponer que la salvación de María fue absoluta y total. Esa plenitud consiste en una identificación con Dios. Como en el caso de la ascensión, se trata de un cambio de estado. María ha terminado el ciclo de su vida terrena y ha llegado a su plenitud. Pero no a base de añadidos externos sino por un proceso interno de identificación con Dios. En esa identificación con Dios no cabe más. Ha llegado al límite de las posibilidades. Esa meta es la misma para todos. “Cielos” significa lo divino.

Cuando nos dicen que fue un privilegio, porque los demás serán llevados al cielo pero después del juicio final, ¿de qué están hablando? Para los que han abandonado esta vida, no hay tiempo. Todos los que han muerto están en la eternidad, que no es tiempo acumulado, sino un instante. Concebir el más allá como continuación del más acá nos ha metido en un callejón sin salida; y muchos se encuentran muy a gusto en él.

Cuando hablamos de Jesús y de María, debemos hacer una distinción. Por ser seres humanos históricos y reales, sí podemos hablar de ellos con propiedad desde la perspectiva terrena. Pero cuando tratamos de expresar lo divino que hay en ellos, nos encontramos con el mismo problema de Dios. No podemos hablar de esa conexión con lo divino si no es por medio de metáforas y signos.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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María, parábola de Dios.

Lunes, 15 de agosto de 2022
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magnificat-wLc 1, 39-56

«Por eso desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso».

La buena Noticia es que en Jesús hemos visto que Dios es mucho mejor de lo que nadie había sido capaz de imaginar, y por eso “Abbá” es el corazón de esa buena Noticia. A Abbá le conocemos en Jesús, el hombre tan lleno de su espíritu que se le transparentaba, o dicho en lenguaje coloquial, el hijo que “había salido” a su Padre.

Pero poco les duró a los cristianos la alegría de este feliz hallazgo, pues desde época muy temprana, la teología erudita se encargó de dar un cambiazo nefasto sustituyendo a Abbá por el Dios Todopoderoso que juzga nuestros pecados. Tampoco Jesús salió bien parado de este envite, pues se convirtió en el Señor (el amo) que volverá para separar las ovejas de las cabras y enviar a las cabras al castigo eterno.

¡Había muerto la buena noticia!

Pero cuando en lo más recóndito de su ser, allá donde no llega la conciencia, los fieles  cristianos se sintieron desamparados y a expensas de un juez que iba a determinar su destino, se apresuraron a buscar una buena abogada; y no puede haber mejor abogada, mejor intercesora, que una madre, porque su amor es incondicional y no lleva cuentas del mal… Por supuesto, la mejor madre que podían encontrar era María, la madre de Jesús, así que la revistieron de los atributos más destacados de Dios-Abbá y recuperaron lo que les habían arrebatado.

La devoción a María se convirtió así en la más entrañable, y a sus devotos todo les parecía poco para adornar a la que se había convertido en su mejor garantía ante la fría justicia de Dios. Era nuestra madre amantísima, el refugio de los pecadores, el auxilio de los cristianos, la consoladora de los afligidos… Por supuesto, la madre del cielo no podía estar sometida al pecado, y nació el dogma de su Concepción Inmaculada. Tampoco podían sus restos corromperse bajo tierra como los de cualquier mortal, y eso dio lugar al dogma de su Asunción en cuerpo y alma a los cielos…

Y desde nuestra mentalidad ilustrada y pedante, todo esto nos resulta gazmoño y pueril; pensamos que ninguna persona culta del siglo XXI puede creer en estas simplezas que lo único que revelan es la inmadurez de la fe de nuestros abuelos… Pero en el fondo es una historia preciosa que muestra que el Espíritu sopla dónde y cuándo se le necesita, y muestra también que se encuentra mucho más a gusto entre la gente sencilla que entre los sabios y entendidos.

Ruiz de Galarreta llamaba a María “Parábola de Dios”, y añadía: «No hay palabras ni sentimientos capaces de agradecer suficientemente a María la salvación de todo lo que más caracteriza a la religión de Jesús, a la buena Noticia: sentirse querido, saber que alguien siempre te comprende, te perdona y te acoge, alguien a quien no temer, alguien que no lleva cuentas de mal… Eso, que debería haber sido Dios-Abbá, fue para los cristianos la madre de Jesús».

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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