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“¿Por qué aumentan las agresiones homófobas?”, por Ramón Martínez

Martes, 3 de mayo de 2016
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concentracion_madrid_abril_2016Interesante artículo que publica Cáscara Amarga:

En España estamos aún muy por debajo de lo que podría considerarse la media europea de denuncias de agresiones.

 En sólo cuatro meses se han registrado en la Comunidad de Madrid más agresiones a lesbianas, gais, bisexuales y transexuales que en todo 2015. Mientras que el Informe de Delitos de Odio del Ministerio del Interior del año pasado recoge únicamente 17 casos en Madrid y 169 en toda España, el Observatorio Madrileño contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia ha contabilizado más de sesenta agresiones desde que comenzó 2016. Este incremento en el registro de los incidentes homófobos ha recibido diferentes explicaciones, y creo necesario dedicar unas líneas a reflexionar acerca de este problema. ¿Por qué aumentan las agresiones homófobas?

Cierto sector del movimiento en defensa de los derechos de las personas no heterosexuales insiste en defender que no se está produciendo un aumento de las agresiones, argumentando que lo que ocurre es que ahora las víctimas tienen menos miedo o vergüenza a denunciar.

Es innegable que la nueva generación de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales, estos hijos e hijas del activismo de Pedro Zerolo, han crecido en un mundo algo diferente al que nos tocó conocer y padecer a quienes aceptamos nuestra heterodoxia sexual antes de que se aprobara el Matrimonio Igualitario.

Es verdad que el reconocimiento de ese derecho ha permitido el nacimiento de una nueva forma de vivir la experiencia del descubrimiento de la propia sexualidad. Pero también es cierto que con ese simple avance no termina el camino: el matrimonio no era el final de nuestra travesía, sino sólo el comienzo.

Por eso, aunque puede ser verdad que ahora consideremos más fácil la denuncia, es preciso recordar que frente a nuestros 169 casos registrados en 2015, según el Ministerio, Francia e Inglaterra recogen miles de incidentes, y que la Agencia Europea de Derechos Fundamentales considera que sólo se denuncia entre el 10% y el 20% de los casos reales.

Haciendo las cuentas pertinentes es fácil suponer que en España estamos aún muy por debajo de lo que podría considerarse la media europea de denuncias de agresiones, es decir, que denunciamos mucho menos de lo que lo hacen nuestros iguales en nuestros países vecinos. Peor aún es la situación si, en lugar de considerar los datos de los observatorio activistas, se atiende a los que ofrecen las instituciones, siempre interesadas, en mayor o menor medida, en salvaguardar su apariencia de compromiso.

Decíamos que el Observatorio Madrileño ha registrado más de sesenta casos, pero mientras tanto el Programa LGTBI de la Comunidad de Madrid, según dice su coordinador, únicamente ha atendido 17 en estos cuatro meses, apenas un tercio de los que recoge el Observatorio, lo que nos lleva a considerar seriamente la verdadera productividad de dicho Programa, cuyos trabajadores han sido premiados por su dedicación, pero que padecen una dirección política que parece más interesada en salvar las apariencias que en salvar a las víctimas.

Por otra parte suele añadirse también como argumento que lo que está sucediendo es que esta nueva generación de la diversidad “ha bajado la guardia”. Me pregunto si esta juventud de hoy camina con menos cautela que las 7.000 víctimas de ataques homófobos -62 asesinatos- que se registraron en el estado de Nueva York en 1989; y creo que con esos datos no es necesario añadir más explicaciones. P

uede ser verdad que el -escaso- reconocimiento de derechos nos haga sentir más tranquilos, y que ahora nos visibilicemos con más facilidad fuera de las zonas específicas del ambiente. Pero no me gusta, ni me interesa, una argumentación que trate de explicar la violencia partiendo del comportamiento de sus víctimas. Porque creo que las agresiones han aumentado, en sí mismas. No denunciamos más, quizá sólo un poco, no hemos “bajado la guardia”, no es culpa nuestra. Lo que sucede es que el mundo está cambiando y hay un grupo de gente que pretende que no se produzca ese cambio.

“El prejuicio de raza me parece más fuerte en los Estados que han abolido la esclavitud que en aquellos donde la esclavitud subsiste aún”, decía Tocqueville en La democracia en América. Nuestra esclavitud como lesbianas, gais, bisexuales y transexuales era la diferencia con respecto a las personas heterosexuales en cuanto a la posibilidad del matrimonio, y hemos hecho desaparecer esa distinción.

Igual que sucedió con el fin de la esclavitud, que acabó provocando la aparición del Ku Klux Klan, o con la consecución de derechos de las mujeres, que se considera uno de los motivos que agravan ahora la violencia contra ellas, en un contexto de crisis del patriarcado; es lógico suponer que el fin de las diferencias legales entre héteros y no héteros hace aumentar la violencia homófoba.

Si antes era el Estado quien perpetuaba la diferenciación, ahora que no lo hace hay determinadas personas que consideran que esa tarea se convierte en una responsabilidad suya. Ya lo indicaba Arendt: “el dominio por la pura violencia entra en juego allí donde se está perdiendo el poder”. Y deberíamos haberlo tenido en cuenta a la hora de eliminar diferencias.

La aprobación del Matrimonio Igualitario necesitaba de una serie de medidas de protección para las personas no heterosexuales, porque era esperable que a partir de entonces se agravase la violencia contra lesbianas, gais, bisexuales y transexuales; y ahora llegamos diez años tarde para paliar esta situación de incremento de las agresiones.

En un intento de dar una respuesta al problema esta misma semana el pleno del Ayuntamiento de Madrid, con los votos a favor de Ahora Madrid, PSOE y Ciudadanos, y la vergonzosa –pero no sorprendente– abstención del Partido Popular, ha aprobado una moción en la que se compromete a llevar a cabo una batería de medidas para tratar de mitigar esta situación.

Entre ellas se encuentra el compromiso de adherirse y apoyar el Observatorio que coordina Arcópoli, y espero que en esta ocasión se trate de un acuerdo verdadero, pues la Oficina de Delitos de Odio aprobada el pasado julio aún no ha visto la luz en el ayuntamiento del cambio que tarda tanto en cambiar, y no siempre para bien.

En todo caso, mientras los pasos de la política institucional avanzan lentamente, el activismo sigue caminando. Como muestra de condena ante el incremento de ataques, hoy sábado está convocada una concentración en la Puerta del Sol a las 18.00h.

Espero que todos y todas nos encontremos allí. Decía Gramsci que “el viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”. Para acabar con los monstruos que siguen comprometiendo nuestra libertad con su violencia, un primer paso es vernos esta tarde en la concentración. No faltes.

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