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Antinoo, el amante del emperador Adriano, recupera su rostro

Miércoles, 28 de septiembre de 2016
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antinooEl Museo Altemps de Roma exhibía un busto de este personaje, con una cara añadida después de una fractura de la pieza.

Un egiptólogo estadounidense de visita en Italia se dio cuenta de que el añadido sustituía a una pieza conservada en Chicago.

Dos fragmentos del busto de Antinoo, el que está en Chicago y el de Roma. Dos fragmentos del busto de Antinoo, el que está en Chicago y el de Roma.

Murió en el Nilo y fue amante de un emperador, se le adoró como un dios, su fama perduró, su figura fue un canon de belleza y ahora Roma recupera su rostro con la recompo sición de un busto, el de Antinoo, que estaba partido en dos.

Como en las buenas historias de misterios arqueológicos, en la que ahora se cuenta en la capital italiana hay un egiptólogo, un anticuario, un par de museos, algunos documentos y la aportación decisiva de la tecnología moderna.

El Museo Altemps de Roma exhibe próximos el uno al otro dos fragmentos de mármol de Carrara que una vez estuvieron juntos: el busto de un joven con una cara añadida después de la fractura de la pieza y el rostro original, la cara de Antinoo.

Aunque este es en realidad el final de una historia que comenzó en 2005, cuando el egiptólogo William Raymond Johnson, de la Universidad de Chicago y con una larga carrera arqueológica en Luxor, visitaba el museo romano y analizaba un busto que le dio que pensar.

Algo había en ese rostro del joven esclavo (nacido aproximadamente en el 110 en Bitinia, actual Turquía) incorporado al busto que no le encajaba a Johnson, que sabía también del mármol conservado desde 1922 en el Art Institute de Chicago.

“Él sabía que estaba aquí, había venido a ver el Antinoo y cuando se encuentra delante de nuestro busto (…) percibe una posible correspondencia de la cabeza-retrato que está en Chicago con nuestro busto que presenta un rostro restaurado”, explica Alessandra Capodiferro, directora del Altemps.

“El caso es que llama a sus colegas de Chicago y dice: pienso que existe una posibilidad de que el rostro expuesto en Chicago pertenezca al busto expuesto en el Altemps”, recuerda Capodiferro.

“La responsable del departamento de antigüedades y arte bizantino del Art Institute de Chicago pide intervenir inmediatamente y viene de visita al museo con una reproducción en resina de la pieza de Chicago y aquí comenzamos a acercarla al busto”, continúa la también comisaria de la exposición romana.

“De pronto nos entusiasmamos”, cuenta Capodiferro al recordar cómo comprobaron que los rizos del cabello del busto de Antinoo correspondían con los del fragmento conservado en la ciudad estadounidense. Esos cabellos rizados, un elemento distintivo en la iconografía de Antinoo, sirvieron de punto de partida para elaborar un modelo en 3D que permitió unir en una reproducción las dos piezas que, por fin aunque no en el mármol original, pudieron recomponerse.

“Los rasgos respecto al canon de la representación de Antinoo son reconocibles, es decir, el peinado, pero también los labios, los ojos, ese rostro un poco con esa expresión turbada”, afirma Capodiferro.

Que la cara de Antinoo acabara en un museo de Chicago es el resultado de la venta, perfectamente legal, de la pieza a Charles Lawrence Hutchinson, primer presidente del Art Institute de esa ciudad, que en Roma lo adquiere en 1898 al anticuario Attilio Simonetti.

“Desde un punto de vista de la investigación arqueológica este caso ilustra un aspecto de la historia del coleccionismo porque esta pieza al final del siglo XIX estaba disponible para la venta en el mercado anticuario”, destaca la directora del Museo Altemps.

Ya en 1756 se tiene constancia de la existencia del busto con una cara restaurada porque el arqueólogo e historiador alemán Johann Joachim Winckelmann lo incluye en la relación de obras que encuentra en la romana Villa Ludovisi.

Las obras de la colección Boncompagni Ludovisi —incluido ese busto— pasan a formar parte del Estado italiano en 1901 (y desde 1997 se exponen en el Altemps), pero la cara de Antinoo viaja al otro lado del Atlántico y desde 1922 está en la colección del Art Institute de Chicago.

No se puede decir, sin embargo, que la imagen del Antinoo que se puede ver ahora reunida en una reproducción —aunque vecina a los fragmentos que una vez estuvieron unidos— tenga algo que ver con el joven que conquistó al emperador Adriano. “En este caso estamos frente a una idealización de la figura.

La iconografía parte de rasgos prácticamente perfectos, ya sea en lo que afecta al rostro como cuando se trata de una estatua, con un cuerpo atlético, lo que podemos inferir de la espalda del busto” del Altemps, reconoce Capodiferro.

Sobre quién fue Antinoo se sabe poquísimo, algo más solo que sus imágenes tenían el propósito de compensar una ausencia y que su representación, ecléctica, puede tener más de un rostro; en Roma ahora se puede ver dos.

Fuente Cáscara Amarga

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‘Tirar la toalla’ tenía recompensa sexual en las termas romanas

Viernes, 16 de enero de 2015
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tirar-la-toallaLos jóvenes más bellos acudían a las termas romanas en busca de mecenas, de fama y riquezas, a cambio de favores sexuales ofrecidos a los hombres más influyentes del momento.

Cuando escuchamos la expresión “tirar la toalla” automáticamente nos imaginamos un ring de boxeo, un chico en calzoncillos levantando los brazos en señal de victoria, otro sentado en un rincón con un ojo a la virulé y su entrenador lanzando la toalla a la lona para que el árbitro dé por finalizado el combate. Pero esta es sólo una de las acepciones que tiene esta expresión popular. Su simbolismo es el de la rendición, pero no sólo a nivel de solucionar un conflicto, sino también a nivel sexual.

Al parecer, hay quien apunta a que la expresión “tirar la toalla” tiene su origen mucho más atrás, en las termas de la antigua Roma. Ese era un sitio de reunión y asueto, de debate, de relax y también de encuentros sexuales. Los jóvenes más bellos acudían a las termas romanas en busca de mecenas, de fama y riquezas, a cambio de favores sexuales ofrecidos a los hombres más influyentes del momento. Según los expertos, en el siglo I d.C. existía un ritual para elegir compañero sexual en las termas romanas que tenía la toalla como principal protagonista.

Cuando cualquiera de los presentes se decidía por uno de los efebos que mostraban sus encantos impúdicamente en los baños, el elegido se colocaba delante de su pretendiente y efectuaba una de las siguientes acciones: si hacía un nuevo nudo a la toalla le indicaba que no estaba por la labor de compartir con él ningún momento íntimo. Pero si por el contrario el efebo tiraba la toalla, indicaba claramente que la petición sexual era aceptada ante el regocijo de todos que aplaudían enfervorizados por el nacimiento de una nueva relación.

Existen restos arqueológicos romanos que confirman esta teoría en la actual Turquía. Allí apareció una piedra donde se podía leer: “Hic Antinous Hadriano linteum suum”. Traducido: “Aquí fue donde Antinoo tiró su toalla a Adriano”. Sin duda, un gesto que tenía mucha importancia en la época, de ahí que apareciera en una placa conmemorativa. Además se cree que dejaron esas letras para la posteridad por el posible inicio en ese lugar de la famosa relación entre el emperador Adriano y el joven Antinoo.

Por tanto es más que comprensible que la expresión “tirar la toalla” provenga de la antigua Roma y no del mundo del boxeo, aunque el mundo pugilístico la adoptó porque en realidad ese gesto suponía rendición hacia el conquistador, que encaja perfectamente con el entorno del cuadrilátero.

Fuente Cáscara amarga

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