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Entradas Etiquetadas ‘Anthony de Mello’

Estar despierto

Lunes, 7 de mayo de 2018
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Del blog Pays de Zabulon:

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Una persona que no camina al ritmo de la sociedad y que baila con la música que brota de sí misma es una excelente definición de estar despierto.

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Anthony De Mello

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Anthony De Mello es un sacerdote, jesuita, nacido en Bombay en 1931 fallecido en New York en 1987. Psicoterapeuta y especialista en el acompañamiento personal, ha publicado numerosas obras de espiritualidad.

 

Fuente foto: bailarín callejero en Cuba, fotografiado por Omar Z. Robles

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Despertad

Miércoles, 14 de marzo de 2018
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Del blog Nova Bella:

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La gran tragedia de la vida no es tanto lo que sufrimos como lo que nos perdemos. Los seres humanos nacen dormidos, viven dormidos y mueren dormidos… No despertamos jamás. Y eso es justamente lo que pretende la espiritualidad: despertar.

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Anthony de Mello

mistico

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¿Dónde está Dios?

Viernes, 9 de junio de 2017
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refugiados-alambrada-2-GGabriel Mª Otalora
Bilbao (Vizcaya).

ECLESALIA, 22/05/17.- Es una constante desde los albores de la presencia humana que las personas expresen su sentido de la trascendencia con profusión de signos externos. En todas las culturas se han manifestado el deseo de trascenderse a uno mismo, de relacionarse con el Otro (religare) en una permanente búsqueda del sentido último de la existencia y del encuentro que con Alguien que dé coherencia y sentido a lo que nos ocurre; pero nada ha demostrado que Dios existe. Ni que no existe, claro. Lo cierto es que aumenta la insatisfacción de una sociedad atrapada entre sus ruidos y la crisis de principios que remeda lo peor de la Ilustración al idolatrar los saberes como fuente de seguridad humana dejando de lado casi todo lo demás, a Dios incluido. Son tiempos difíciles.

Aunque el ateísmo es un fenómeno social moderno, la historia de las religiones solo demuestra la existencia del sentimiento religioso en todas las épocas y de muy distintas maneras; sentimiento que ha convivido con otra parte más oscura, la de las tremendas confrontaciones entre personas religiosas, que han terminado en matanzas por la pretensión de imponer la idea de dios (el suyo propio) a los que sienten y viven de diferente manera demostrando que sus actos lo peor de la condición humana, lejos de mostrar una experiencia de fe religiosa. Incluso quienes creen que Dios no existe, se preguntará en alguna ocasión: los que dicen conocer de Dios, ¿dónde le ven? ¿Por qué creen? ¿Qué significa en sus vidas creer cuando llega el fracaso? ¿Qué sienten o saben? ¿Por qué tienen ese tipo de experiencias? ¿Por qué no las tengo yo?

El jesuita hindú Anthony de Mello, contaba esta parábola: “Viendo a una niña marginada, aterida y con pocas perspectivas de conseguir una comida decente, me encolericé y le dije a Dios: ¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada para solucionarlo? En pleno silencio, esa noche Él me respondió: “Ciertamente que he hecho algo. Te he hecho a ti.”

No podemos demostrar donde está Dios pero muchas personas han dado sobradas muestras de haber tenido a Dios consigo. El más original, sin duda, es el Dios de los cristianos que basa todo su mensaje en el amor. Dios está en medio -o mejor, dicho, dentro y fuera por aquello de lo inmanente y trascendente- de toda manifestación auténtica de amor que brote en cualquier persona de todo tiempo y lugar. Y ese amor-manifestación se anuncia como el motor de la historia en el sentido de ser la llave maestra para la experimentación de la plenitud humana.

Estamos ante un Dios chocante, de lo pequeño, de lo sencillo, de lo auténtico. En su pedagogía no cabe el interés calculador, como corresponde a un Dios amoroso. Es un Dios “absurdo” porque no se apoya en su poder para transformar por dentro a todos aquellos que practican su mensaje, sino que actúa respetando el buen o mal uso de la libertad de los hombres. Es alguien nada abstracto que se le siente en la humildad y en la escucha; es el Amor con mayúsculas.

Este Dios es pura pedagogía en el sentido de que nos descubre, poco a poco, trocitos de su divinidad en la medida que el ser humano se abre a la escucha, libremente. Pero Dios no es nunca comodidad sino experiencia entre claroscuros que amenazan con apagar la fragilidad de la fe. Pero esta fe no se pierda jamás por buscar sin miedo la verdad, como repetía frecuentemente Anthony de Mello.

La causa de Dios es la causa del prójimo, pasa por el próximo, por el hermano como epicentro que es de la Buena Noticia del Dios de Jesús de las bienaventuranzas. El silencio de Dios ante tanto dolor no deja de ser una llamada para que le dejemos actuar a través de nuestras manos ¿Dónde está Dios? Está dentro de nosotros manifestándose con cada gesto de amor que realizamos. Enredarnos en otras prioridades puede resultar un escándalo para tantísimos que buscan al Dios de la misericordia.

Al final, la pregunta de fondo es: ¿Creemos en alguien o creemos en algo? Amar significa dejarnos transformar por ese Alguien desde los acontecimientos de la vida, aceptar el riesgo de una nueva manera de ver y obrar, de comprender y actuar; en definitiva, de abrirnos al amor de Dios. Solo quienes se mantienen en la voluntad de avanzar en esta dirección llegan a descubrir donde está Dios: nos está esperando, a cada ser humano, junto a la inocencia que sufre.

Misterio y grandeza.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Mi pequeña verdad y la gran Verdad.

Domingo, 2 de marzo de 2014
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Del blog de Pedro Miguel Lamet:

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La pasión con que algunos defienden sus posturas religiosas en blogs, artículos y debates me ha recordado esta historia que cuenta Anthony de Mello:

En cierta ocasión salió el diablo a pasear con un amigo. De pronto vieron ante ellos a un hombre que estaba inclinado sobre el suelo tratando de recoger algo.

«¿Qué busca ese hombre?», le preguntó al diablo su amigo.

«Un trozo de Verdad», respondió el diablo.

«¿Y eso no te inquieta?», volvió a preguntar el amigo.

«Ni lo más mínimo», respondió el diablo. «Le permitiré que haga de ello una creencia religiosa».

Una creencia religiosa es como un poste indicador que señala el camino hacia la Verdad. Pero las personas que se obstinan en adherirse al indicador se ven impedidas de avanzar hacia la Verdad, porque tienen la falsa sensación de que ya la poseen.

Hay que romper cada día mi pequeña verdad para que pueda acercarme algo más a la gran Verdad.

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