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“Cómo reformar la Iglesia”, por Carlos Osma

Miércoles, 31 de octubre de 2018
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ReformaiglesiaMonumento a la Reforma, Ginebra

En el Día de la Reforma, publicamos este artículo del blog Homoprotestantes:

En ocasiones escucho reflexiones, predicaciones, o leo artículos en los que se anima a reformar la Iglesia. Si además la persona que hace este llamamiento pertenece al ámbito protestante, en algún momento repite la archiconocida frase: “Una iglesia reformada, siempre reformándose”. Bien es cierto que en pocas ocasiones indica en qué debe consistir esa reforma, porqué es necesario hacerla, y qué le ha llevado a pensar así. En realidad, en la mayoría de ocasiones, creo que la frase es más bien una muletilla, un elemento de la tradición que sobrevuela el discurso para indicar que se es protestante, que no se es fundamentalista, o que se está a años luz de otras iglesias en las que no hubo reforma.

En Martín Lutero encuentro también esa voluntad de transformación, de reforma de la realidad religiosa en la que estaba inmerso, pero entiendo que esta voluntad tuvo su origen en una experiencia previa de insatisfacción real, no teórica. Lutero tenía una autocomprensión negativa de sí mismo y esto le limitaba y le producía sufrimiento. Desde muy joven le acompañó el temor a un Dios castigador que le exigía una vida de sacrificios interminables. Por eso se dedicó al ayuno, a la autoflagelación, a la confesión constante; aunque nada de todo esto le hizo sentirse reconciliado con Dios.

Siempre hay casos excepcionales, es verdad, pero el de Lutero no lo es, creo que en la mayoría de ocasiones las reformas no surgen de personas que se encuentran cómodas con el sistema en el que viven, sino de las que padecen sus consecuencias negativas. Jamás una persona satisfecha con su iglesia querrá reformarla. Jamás una persona a la que le va bien con la vida que tiene querrá que ésta cambie. Seguro que en algún momento dirán eso de que es necesario reformarse, adaptarse, transformarse… pero serán sólo palabras. La reforma nace de una insatisfacción profunda con el sistema, no de palabras huecas biensonantes.

El 31 de octubre de 1517 Lutero clavó en la puerta de la iglesia del Palacio de Wittemberg sus 95 tesis. Por aquel entonces el papa León X quería renovar la Basílica de San Pedro en Roma, y desarrolló una campaña para recaudar fondos mediante la venta de indulgencias. Los compradores recibían a cambio una reducción de sus días de castigo en el purgatorio e incluso el perdón de los pecados. Lutero podría haber colaborado con dicha campaña aunque sus planteamientos teológicos no la vieran con buenos ojos, o podría simplemente haberse callado. Pero al leer algunas de sus tesis encontramos que no fue así:

Tesis 21. “En consecuencia, yerran aquellos predicadores de indulgencias que afirman que el hombre es absuelto a la vez que salvo de toda pena, a causa de las indulgencias del Papa”.

Tesis 22. “De modo que el Papa no remite pena alguna a las almas del purgatorio que, según los cánones, ellas debían haber pagado en esta vida”.

Con sus 95 tesis Lutero convierte su insatisfacción en una denuncia. Porque la insatisfacción que es incapaz de denunciar, no puede reformar ninguna iglesia, ni ninguna vida. Hay un momento en el que la experiencia de opresión debe surgir y convertirse en algo real para que el cambio pueda ser posible. Si Martín Lutero se hubiera callado, no estaríamos hablando hoy de reforma protestante. Evidentemente la denuncia situó a Lutero en un lugar peligroso, y él lo sabía, no era un ignorante ni un loco, tenía conocimiento de lo que les había ocurrido a muchos otros reformadores anteriormente. Para que una iglesia pueda ser reformada, para que sea real la petición de una reforma constante, se necesitan personas que denuncien el status quo y que asuman las consecuencias de hacerlo. En iglesias donde todo esto es imposible, donde las voces discordantes son excomulgadas, o donde éstas no se atreven a levantar la voz por cobardía, no hay posibilidad real de reforma. El Espíritu Santo dirige la iglesia hacia la reforma a través de voces proféticas.

Cuando algunos cristianos y cristianas alaban la respuesta de Lutero ante las exigencias del papa León X para que se retractara de 41 de sus 95 tesis: “No puedo ni quiero revocar nada reconociendo que no es seguro actuar contra la conciencia”. Deberían preguntarse si alguna vez se han enfrentado a una situación como esa dentro de la iglesia, y si actuaron como Lutero, defendiendo su conciencia, o como León X, que trató a Lutero como un delincuente, prohibió la posesión o lectura de sus escritos y dio inmunidad a quien lo asesinara. ¿Dónde se alinearon? ¿Con quienes defendían la conciencia o quienes defendían la ortodoxia?

Martín Lutero vivió una experiencia opresiva y levantó la voz para oponerse a lo que él consideraba erróneo e injusto, pero no se quedó ahí. Se atrevió también a hacer una propuesta basada en la tradición bíblica y eclesial, que le liberaba de sus temores al igual que al resto de cristianos. Se atrevió a dejar sin argumentos a quienes utilizaban las condenas y el temor en beneficio propio. Y lo hizo afirmando que la salvación es un regalo de Dios, dado por gracia a través de Cristo y recibido solamente por la fe. “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo[1]”. No tenía mucho sentido el sentirse culpable, el vivir atemorizado, condenado… La liberación no se encontraba ni en la Ley ni en los dirigentes de la iglesia, sino en la fe en el Dios de Jesús. Por eso un cristiano no debía tener como sumo juez al papa, sino a Jesucristo y su Palabra en la que se revela su voluntad.

La liberación que supuso la Biblia para cristianos como Lutero es difícil de entender hoy, ya que la ortodoxia evangélica la ha petrificado y puesto al servicio de la opresión. La Biblia ya no es fuente de liberación, sino una ley que está al servicio del capricho del líder de turno que dice poseer la lectura verdadera. Las lecturas fundamentalistas han debilitado profundamente la percepción de la Biblia como lugar de liberación para los seres humanos. Las personas LGTBI somos unas de las danificadas por este proceso diabólico que pretende destruir cualquier autocomprensión positiva que podamos hacer de nosotros mismos, al mismo tiempo que exige una represión de nuestros deseos y un reconocimiento de culpabilidad por ser como somos. Sólo comprando sus indulgencias con mentiras podemos alcanzar la salvación que ellos nos otorgan.

Pero es desde esta situación opresiva desde la que las personas LGTBI podemos convertirnos en profetas que traen una nueva reforma a la iglesia. Una reforma que no nacerá del legalismo, sino de la experiencia y la liberación del texto bíblico de manos de quienes lo están adulterando. Y esto ocurrirá si nos atrevemos, como Martín Lutero y tantos otros reformadores, a levantar la voz denunciando la opresión heteronormativa aunque esto signifique nuestra expulsión de las iglesias que no dejan espacio al profetismo, y que son más sensibles a las lecturas literalistas y las tradiciones homófobas que al dolor que éstas producen. Y si partimos de nuestra experiencia y somos valientes en la denuncia, también podremos encontrar respuestas que dejen sin sentido al poder heteronormativo. En realidad no tenemos que buscar demasiado, ni ser muy originales, porque la Palabra de Dios siempre ha dado vida a quienes la han visto negada, y es por gracia que vivimos los cristianos, por medio de la fe… no por cualquier otra cualidad humana, ni siquiera la heterosexualidad.

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no es de vosotros, pues es don de Dios. No por vuestra heterosexualidad, para que nadie se gloríe[2]”.

Las cristianas y los cristianos LGTBI somos una oportunidad de reforma para la iglesia, una oportunidad para curar de heteronomatividad sus discursos, sus lecturas, su praxis. Una oportunidad, ni la primera ni la última, de hacer del evangelio una fuente de liberación para toda la Iglesia.

Carlos Osma

[1] Rm 5,1

[2] Ef 2,8-9 El texto pone “obras” donde pongo “vuestra heterosexualidad”.

Cristianismo (Iglesias), Cuáqueros, Iglesia Adventista del Séptimo Día, Iglesia Anglicana, Iglesia Bautista, Iglesia Católica, Iglesia Luterana, Iglesia Metodista, Iglesia Presbiteriana, Iglesias Evangélicas, Iglesias Reformadas (Calvinistas) , , , , , ,

“Cómo reformar la Iglesia”, por Carlos Osma

Lunes, 31 de octubre de 2016
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ReformaiglesiaMonumento a la Reforma, Ginebra

En el Día de la Reforma, volvemos a publicar este artículo del blog Homoprotestantes:

En ocasiones escucho reflexiones, predicaciones, o leo artículos en los que se anima a reformar la Iglesia. Si además la persona que hace este llamamiento pertenece al ámbito protestante, en algún momento repite la archiconocida frase: “Una iglesia reformada, siempre reformándose”. Bien es cierto que en pocas ocasiones indica en qué debe consistir esa reforma, porqué es necesario hacerla, y qué le ha llevado a pensar así. En realidad, en la mayoría de ocasiones, creo que la frase es más bien una muletilla, un elemento de la tradición que sobrevuela el discurso para indicar que se es protestante, que no se es fundamentalista, o que se está a años luz de otras iglesias en las que no hubo reforma.

En Martín Lutero encuentro también esa voluntad de transformación, de reforma de la realidad religiosa en la que estaba inmerso, pero entiendo que esta voluntad tuvo su origen en una experiencia previa de insatisfacción real, no teórica. Lutero tenía una autocomprensión negativa de sí mismo y esto le limitaba y le producía sufrimiento. Desde muy joven le acompañó el temor a un Dios castigador que le exigía una vida de sacrificios interminables. Por eso se dedicó al ayuno, a la autoflagelación, a la confesión constante; aunque nada de todo esto le hizo sentirse reconciliado con Dios.

Siempre hay casos excepcionales, es verdad, pero el de Lutero no lo es, creo que en la mayoría de ocasiones las reformas no surgen de personas que se encuentran cómodas con el sistema en el que viven, sino de las que padecen sus consecuencias negativas. Jamás una persona satisfecha con su iglesia querrá reformarla. Jamás una persona a la que le va bien con la vida que tiene querrá que ésta cambie. Seguro que en algún momento dirán eso de que es necesario reformarse, adaptarse, transformarse… pero serán sólo palabras. La reforma nace de una insatisfacción profunda con el sistema, no de palabras huecas biensonantes.

El 31 de octubre de 1517 Lutero clavó en la puerta de la iglesia del Palacio de Wittemberg sus 95 tesis. Por aquel entonces el papa León X quería renovar la Basílica de San Pedro en Roma, y desarrolló una campaña para recaudar fondos mediante la venta de indulgencias. Los compradores recibían a cambio una reducción de sus días de castigo en el purgatorio e incluso el perdón de los pecados. Lutero podría haber colaborado con dicha campaña aunque sus planteamientos teológicos no la vieran con buenos ojos, o podría simplemente haberse callado. Pero al leer algunas de sus tesis encontramos que no fue así:

Tesis 21. “En consecuencia, yerran aquellos predicadores de indulgencias que afirman que el hombre es absuelto a la vez que salvo de toda pena, a causa de las indulgencias del Papa”.

Tesis 22. “De modo que el Papa no remite pena alguna a las almas del purgatorio que, según los cánones, ellas debían haber pagado en esta vida”.

Con sus 95 tesis Lutero convierte su insatisfacción en una denuncia. Porque la insatisfacción que es incapaz de denunciar, no puede reformar ninguna iglesia, ni ninguna vida. Hay un momento en el que la experiencia de opresión debe surgir y convertirse en algo real para que el cambio pueda ser posible. Si Martín Lutero se hubiera callado, no estaríamos hablando hoy de reforma protestante. Evidentemente la denuncia situó a Lutero en un lugar peligroso, y él lo sabía, no era un ignorante ni un loco, tenía conocimiento de lo que les había ocurrido a muchos otros reformadores anteriormente. Para que una iglesia pueda ser reformada, para que sea real la petición de una reforma constante, se necesitan personas que denuncien el status quo y que asuman las consecuencias de hacerlo. En iglesias donde todo esto es imposible, donde las voces discordantes son excomulgadas, o donde éstas no se atreven a levantar la voz por cobardía, no hay posibilidad real de reforma. El Espíritu Santo dirige la iglesia hacia la reforma a través de voces proféticas.

Cuando algunos cristianos y cristianas alaban la respuesta de Lutero ante las exigencias del papa León X para que se retractara de 41 de sus 95 tesis: “No puedo ni quiero revocar nada reconociendo que no es seguro actuar contra la conciencia”. Deberían preguntarse si alguna vez se han enfrentado a una situación como esa dentro de la iglesia, y si actuaron como Lutero, defendiendo su conciencia, o como León X, que trató a Lutero como un delincuente, prohibió la posesión o lectura de sus escritos y dio inmunidad a quien lo asesinara. ¿Dónde se alinearon? ¿Con quienes defendían la conciencia o quienes defendían la ortodoxia?

Martín Lutero vivió una experiencia opresiva y levantó la voz para oponerse a lo que él consideraba erróneo e injusto, pero no se quedó ahí. Se atrevió también a hacer una propuesta basada en la tradición bíblica y eclesial, que le liberaba de sus temores al igual que al resto de cristianos. Se atrevió a dejar sin argumentos a quienes utilizaban las condenas y el temor en beneficio propio. Y lo hizo afirmando que la salvación es un regalo de Dios, dado por gracia a través de Cristo y recibido solamente por la fe. “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo[1]”. No tenía mucho sentido el sentirse culpable, el vivir atemorizado, condenado… La liberación no se encontraba ni en la Ley ni en los dirigentes de la iglesia, sino en la fe en el Dios de Jesús. Por eso un cristiano no debía tener como sumo juez al papa, sino a Jesucristo y su Palabra en la que se revela su voluntad.

La liberación que supuso la Biblia para cristianos como Lutero es difícil de entender hoy, ya que la ortodoxia evangélica la ha petrificado y puesto al servicio de la opresión. La Biblia ya no es fuente de liberación, sino una ley que está al servicio del capricho del líder de turno que dice poseer la lectura verdadera. Las lecturas fundamentalistas han debilitado profundamente la percepción de la Biblia como lugar de liberación para los seres humanos. Las personas LGTBI somos unas de las danificadas por este proceso diabólico que pretende destruir cualquier autocomprensión positiva que podamos hacer de nosotros mismos, al mismo tiempo que exige una represión de nuestros deseos y un reconocimiento de culpabilidad por ser como somos. Sólo comprando sus indulgencias con mentiras podemos alcanzar la salvación que ellos nos otorgan.

Pero es desde esta situación opresiva desde la que las personas LGTBI podemos convertirnos en profetas que traen una nueva reforma a la iglesia. Una reforma que no nacerá del legalismo, sino de la experiencia y la liberación del texto bíblico de manos de quienes lo están adulterando. Y esto ocurrirá si nos atrevemos, como Martín Lutero y tantos otros reformadores, a levantar la voz denunciando la opresión heteronormativa aunque esto signifique nuestra expulsión de las iglesias que no dejan espacio al profetismo, y que son más sensibles a las lecturas literalistas y las tradiciones homófobas que al dolor que éstas producen. Y si partimos de nuestra experiencia y somos valientes en la denuncia, también podremos encontrar respuestas que dejen sin sentido al poder heteronormativo. En realidad no tenemos que buscar demasiado, ni ser muy originales, porque la Palabra de Dios siempre ha dado vida a quienes la han visto negada, y es por gracia que vivimos los cristianos, por medio de la fe… no por cualquier otra cualidad humana, ni siquiera la heterosexualidad.

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no es de vosotros, pues es don de Dios. No por vuestra heterosexualidad, para que nadie se gloríe[2]”.

Las cristianas y los cristianos LGTBI somos una oportunidad de reforma para la iglesia, una oportunidad para curar de heteronomatividad sus discursos, sus lecturas, su praxis. Una oportunidad, ni la primera ni la última, de hacer del evangelio una fuente de liberación para toda la Iglesia.

Carlos Osma

[1] Rm 5,1

[2] Ef 2,8-9 El texto pone “obras” donde pongo “vuestra heterosexualidad”.

Cristianismo (Iglesias), General , , , , ,

“María y José: Decisiones y sueños en las familias lesbianas y gays”, por Carlos Osma

Domingo, 27 de diciembre de 2015
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paternidad1De su blog Homoprotestantes:

María y José no tenían conciencia de su orientación sexual, al menos como la tenemos hoy en día, ya que vivían en un mundo con categorías muy distintas a las nuestras. Por eso cuando nos aproximamos a ellos a través de los evangelios es tan absurdo insinuar que eran homosexuales como dar por sentada su heterosexualidad. Sin embargo, sorprende ver como las reacciones de María y José ante el ángel de Dios que les anuncia que tendrán un hijo, reflejan muchos de los miedos e inseguridades que las personas LGTBI tienen a la hora de ser madres o padres.

Cuando en el relato de la Anunciación[1], el ángel Gabriel le dice a María: “Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús”, ella responde lo que muchas mujeres lesbianas han interiorizado desde niñas: “¿Cómo será esto?, pues no conozco varón”. La maternidad parece estar ligada inevitablemente a la necesidad de un hombre, de una experiencia heterosexual, por lo que el reconocimiento de la homosexualidad lleva asociado en no pocos casos la renuncia a la maternidad.

Hay muchas mujeres que son conscientes muy pronto de los límites imaginarios con los que el patriarcalismo pretende anularlas, y otras aprenden a reconocerlos cuando deciden tomar ellas mismas la iniciativa, cuando pretenden escoger, elegir lo que desean, lo que quieren ser. En el relato de la Anunciación la divinidad elige a María y le propone ser madre, pero es María la que decide serlo. Es ella la que dice sí al ángel, la que voluntariamente y sabiendo que su decisión la enfrentará a una sociedad que le hará pagar caro su atrevimiento, elige ser madre de una forma poco convencional, poco heterosexual.

“Nada es imposible para Dios”, nada es imposible para quien decide ser madre. El hijo de Dios según la tradición no nació por un accidente, por un impulso sexual irrefrenable; nació como los hijos e hijas de las mujeres lesbianas, de una decisión libre, meditada y consciente. Nació, mirado con los ojos de la fe, del amor que Dios puso en el corazón de María, y que sigue poniendo hoy en el corazón de tantas y tantas mujeres lesbianas. Un amor para el que no hay imposibles y donde se hace presente, se encarna, Dios mismo. La salvación no vino a este mundo por vía heterosexual, sino por la voluntad de una mujer que se saltó esa lógica y eligió ser madre.

En el evangelio de Mateo[2] encontramos la reacción de José cuando el ángel le anuncia que iba a tener un hijo. Para empezar se resiste a acatar la ley[3], lo que estaba establecido, como miles y miles de hombres gays que se niegan a cumplir unas leyes patriarcales que tratan de impedir que sean padres. Tampoco quiere proteger su honor, su nombre manchado por el qué dirán. Se mueve con la determinación de quien quiere conseguir su sueño: “Quería ser padre y tener hijos, ¡mis hijos! Fue un impulso tal que la idea de vivir mi vida sin hijos fue imposible de imaginar[4]”.

Sin embargo José no fue en la dirección correcta, no se dirigió hacia el lugar donde estaba su futuro hijo, sino que huyó. No entendió en aquel momento que la paternidad no viene establecida por la sangre o el ADN, sino por el cuidado, la responsabilidad y el amor. Y mientras intentaba escapar de la voluntad divina, mientras corría hacia el lugar donde le habían dicho que era posible tener hijos, se cansó, se quedó dormido y soñó. Y en sus sueños descubrió que los hijos no se tienen, sino que se reciben, y que Dios iba a darle uno para que lo amase y le acompañase hasta que se convirtiera en un salvador.

Al despertar José se levantó y fue en busca de su hijo, como miles y miles de hombres gays que hoy van en busca de sus hijas, de manera incansable, con temor, pero con determinación. Y al final la encuentran, y ella sale disparada y se lanza en sus brazos, como si les “estuviera esperando desde que entró en el centro, esperando a alguien que la quisiera, esperando a su familia[5]”. Y ellos se dan cuenta de que hace ya mucho tiempo que Dios mismo les había hecho padre e hija.

El cristianismo nos explica que la heterosexualidad no tuvo nada que ver con el nacimiento de la salvación. Dios decidió explorar otra posibilidad para ser madre, para ser padre: el camino del amor y la libertad. El mismo camino que mujeres y hombres LGTBI escogen todos los días para hacer realidad su deseo de ser madres y padres. Y es que cuando creemos al mensajero de Dios, y cuando somos capaces de seguir nuestros sueños, la navidad es posible.

Carlos Osma

[1] Lc 1,26-38

[2] Mt 1,18-25

[3] Dt 22,23-24

[4] Borrás, V. “Familias también” (Ediciones Bellaterra. Barcelona 2014), Pág. 187.

[5] Ibíd. 113

Biblia, Espiritualidad , , , ,

“¿Qué hemos ganado (y qué hemos perdido) las personas LGTB en estas elecciones?”, por Ramón Martínez

Miércoles, 23 de diciembre de 2015
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 14498365788771Interesante Artículo que publica en Cáscara Amarga:

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La cuestión ahora no será ya qué textos legales de promoción de nuestros derechos se aprueban, sino exactamente qué incluyen y qué no incorporan esos textos.

Antes de que Esperanza Aguirre consiga convencer a Rajoy para ofrecerle la Presidencia del Gobierno a la flamenca del WhatsApp conviene detener un momento la euforia que ningún votante puede justificar, ya que ningún partido ha alcanzado los objetivos que deseaba, para considerar qué ganamos y qué perdemos lesbianas, gais, bisexuales y transexuales con los resultados de las elecciones de este 20 de diciembre.

Pocas horas después del cierre de los colegios electorales sabemos ya casi con absoluta certeza que el Partido Popular vuelve a ganar con 123 escaños, seguido del PSOE con 90, Podemos con 69 –a partir de sus 42 directos y de los obtenidos gracias a coaliciones-, Ciudadanos con 40, e Izquierda Unida con 2. Si obviamos el resto de escaños y recuperamos los compromisos de cada organización en materia de Diversidad Sexual y de Género que publicó FELGTB al comienzo de la campaña nos será posible vaticinar qué avances en derechos serán posibles en España.

Hemos de felicitarnos porque serán defendidas tanto una Ley LGTB como una Ley Trans, un Pacto por la Educación y un Pacto de Estado contra el VIH-SIDA, ya que la suma de PSOE, Podemos, Ciudadanos e IU forman un total de 201 escaños contra los que el Partido Popular no cuenta con capacidad de veto.

No obstante, como venimos señalando desde el activismo, la cuestión ahora no será ya qué textos legales de promoción de nuestros derechos se aprueban, sino exactamente qué incluyen y qué no incorporan esos textos.

Así, la Ley Integral de Transexualidad no atenderá a personas migrantes, pues ni PP ni Ciudadanos ofrecen esta medida en sus programas, como tampoco incluyen la figura de un Observatorio dentro de su modelo de Ley LGTB, en la que tampoco aparecerá la prohibición de las “terapias de conversión”, que sólo recogía Izquierda Unida, o la inversión de la carga de la prueba en las penas administrativas, a la que únicamente se comprometía el PSOE.

El Pacto por la Educación también tendrá notables carencias, pues ni Ciudadanos ni PP se plantean prevenir el acoso y la violencia LGTBófobas, ni Podemos ni PP incorporarán a su plan de educación una asignatura como la desaparecida Educación para la Ciudadanía, ni la formación y sensibilización del personal docente. Más difícil aún será precisar el contenido del Pacto contra el VIH, pues el compromiso de Ciudadanos es dudoso en algunos puntos y sólo es posible asegurar que dicho pacto tendrá lugar, no qué contenidos nos ofrecerá.

En resumen es posible confirmar que, salvo sorpresas, nos espera una legislatura llena de avances en materia LGTB, si bien con medidas de poco calado, pues los necesarios pactos para sacar adelante las distintas leyes provocarán que sus contenidos sean fundamentales y no de la profundidad necesaria para producir verdaderos cambios sociales. Cabe además preguntarnos, teniendo en cuenta que lesbianas, gais, bisexuales y transexuales formamos un 10% de la población, si entre los 350 escaños del Parlamento será posible encontrar al menos 35 diputados y diputadas no heterosexuales que legitimen las normas emanadas de la cámara baja con una representación proporcional de nuestra minoría.

Y es también preciso recordar dos cuestiones de importancia: la suma de Partido Popular y Ciudadanos posibilitará la modificación de la Ley de Violencia de Género y, con el ocasional beneplácito de Podemos, la aprobación de la regulación de la prostitución y de los vientres de alquiler.

No hemos de cansarnos de repetir que estas propuestas atroces se oponen radicalmente a los derechos de las mujeres, aun desde una perspectiva engañosamente liberal, y, como es sabido o debiera serlo ya, la protección de la libertad e igualdad de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales suele ir aparejada, precisamente, a la defensa de los derechos de las mujeres. Malo será nuestro futuro si el futuro de las mujeres empieza a oscurecerse.

En segundo lugar, no podemos engañarnos: la legislatura que ahora da comienzo tiene las horas contadas. Será realmente difícil investir un Presidente del Gobierno y no sería extraño, teniendo en cuenta los complicadísimos pactos postelectorales que permiten estos resultados, que fuera necesario repetir en breve las elecciones.

En todo caso, mientras los partidos deshojan las margaritas de los apoyos y abstenciones, recordemos que, con el arco parlamentario tal como nos lo han dejado estos comicios, lesbianas, gais, bisexuales y transexuales ganamos avances sutiles, casi sólo aparentes, en la defensa de nuestros derechos, y perdemos la oportunidad de defenderlos realmente. Quizá la próxima vez sea posible votar con mayor conciencia.

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“La Iglesia Evangélica Española tiene una orientación definida hacia la inclusividad”. Entrevista al pastor Víctor Hernández

Martes, 22 de diciembre de 2015
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VICTORH1Del blog de Carlos Osma, Homoprotestantes:

En el pasado mes de mayo los pastores y pastoras de la Iglesia Evangélica Española[1] (IEE) os encontrasteis en la Casa Mamré para celebrar vuestra reunión pastoral anual. De aquel encuentro surgió la Declaración de Mamré [2], en la que afirmabais que como pastores y pastoras estabais llamados a una pastoral inclusiva. ¿Cómo surgió la idea de hacer esta declaración y por qué?

El tema de la homosexualidad se venía trabajando desde el 2005 en la IEE. El Sínodo de 2013, celebrado en Málaga, acordó que se hiciera un trabajo bíblico-teológico sobre el tema de la homosexualidad y una comisión elaboró un material ad hoc, que se concretó en algunas ponencias y talleres impartidos por el Prof. Juan Sánchez (profesor de ética teológica en el SEUT[3]) en muchas comunidades del estado español. En Mamré (Jaca) nos reunimos los pastores y pastoras de la IEE para discutir todo ese material y dos ponencias más. Fue en esa reunión, y ante un consenso muy productivo, que decidimos redactar la declaración de Mamré para presentarla al Sínodo de la IEE, como una forma de definir una orientación hacia la inclusividad de las personas homosexuales y sus familias.

El comunicado habla de compromisos pastorales cómo “acogida de personas homosexuales y sus familias, evitar la invisibilidad y trabajar en el acompañamiento de la diversidad”. Desde tu propia experiencia, ¿cómo se lleva a la práctica todo eso?

Es algo que varía en las comunidades, por ejemplo hay comunidades donde tenemos miembros que participan plenamente en las actividades de su comunidad (en el Consejo, en tareas sociales, etc.) y que, por otro lado, participan en actividades de militancia por los derechos LGTB, sin que ello suponga dificultad alguna. En ocasiones se tiene alguna participación como cuando se ofrece el espacio del templo para celebrar algún culto especial, durante los días del Pride por ejemplo. También hay participación de pastoras o pastores de nuestra iglesia en algunas actividades donde el tema de la inclusividad es central.

Sin embargo, creo que aún queda mucho por hacer en trabajo de educación y concienciación. En especial pienso en las formas “sutiles” de la homofobia que suelen ser actitudes y prácticas que no siempre se reconocen, pero que es importante de señalar y tratar de modificar.

En el comunicado también había un compromiso por preservar la unidad, por evitar rupturas, sin que eso significase dejar de abordar un tema como el de la inclusividad. Entiendo por tanto que fue un comunicado consensuado en el que hubo concesiones por ambas partes. Personalmente ¿hubieras añadido o especificado algo más?

Quisiera precisar un par de cosas: el tema de la unidad está siempre presente, porque es una promesa y un desafío constante el lograr la unidad de todos los cristianos; pero no se trata de la unidad a cualquier precio: no se puede aceptar una unidad sin el compromiso con la justicia.

Y la segunda cosa a precisar es que nuestra reunión pastoral no consistió en debatir sobre unas concesiones “entre dos partes”. Como era un trabajo bíblico – teológico, nuestra comprensión del mensaje bíblico nos señaló una clara orientación hacia la inclusividad de todas las personas. La búsqueda de la justicia en todas las relaciones es parte central del evangelio y allí está presente la inclusión de todo ser humano.

Este tipo de declaraciones expresan el avance de un proceso, y en ese sentido marcan sólo un punto de llegada y, al mismo tiempo, un punto de partida para seguir adelante. Para mí fue muy importante la frase “evitar la invisibilidad y trabajar en el acompañamiento de la diversidad”, porque creo que es algo nuclear en la lucha contra la homofobia.

El pasado mes de octubre el Sínodo de la IEE que se celebró en Madrid aceptó y ratificó la Declaración de Mamré. Parece un gran paso hacia adelante, pero ¿qué significa en la práctica?

Creo que es un buen paso. Falta mucho por hacer, pero no se debe menospreciar este avance. ¿Qué significa en la práctica? Eso lo veremos, porque cuando hablamos de compromisos de lucha contra temas tan complejos e importantes como la homofobia, el racismo, el machismo, siempre parece insuficiente lo que logra avanzarse.

Pero insisto, no ha de subestimarse este paso. A mí me dejó muy satisfecho ver que una amplia mayoría del Sínodo, hombres y mujeres que eran delegados de sus comunidades, votaron por la ratificación de la Declaración de Mamré.

Yo he escuchado críticas de todo tipo contra las pastoras y pastores de la IEE: que no respetamos la autoridad de la Biblia, que sólo nos interesa ser progresistas o liberales, que nos hemos entregado al relativismo y el posmodernismo, cosas así. También críticas de que somos tibios o que no somos capaces de una verdadera inclusividad.

Pero una de las consecuencias prácticas que yo veo es que ahora la IEE tiene una orientación definida hacia la inclusividad, aún cuando esté muy lejos una realidad plena de la misma. A partir de esta ratificación del Síndoo, como IEE tenemos claro que no se trata de bandos: “anti-gays vs pro-gays”, puesto que la declaración de Mamré señala que el testimonio bíblico apunta sólo a la inclusividad y jamás a la exclusión de personas.

Aunque en los últimos años cristianas y cristianos LGTBI han creado comunidades inclusivas en España, la IEE es la primea iglesia histórica del Estado que da un paso como éste. En tú opinión ¿a qué crees que se debe? ¿qué características singulares tiene la IEE para que sea sensible a la necesidad de trabajar por la inclusividad?

No es fácil responder a esta pregunta, porque soy parte de la IEE y no se tiene la distancia necesaria para hacer un análisis adecuado. La IEE es una iglesia con una teología y una práctica muy sensibles a las cuestiones sociales. La IEE tiene relación con otras familias protestantes de fuera, por ejemplo en Europa, y entre ellas hay algunas que se han posicionado a favor de la inclusividad (cuando estábamos en Mamré se reunió el Sínodo de la Iglesia Protestante Unida de Francia, que aprobó el acompañamiento litúrgico del casamiento de parejas homosexuales) y algunas otras que están en contra.

También es cierto que la IEE tiene un cuerpo pastoral con una sólida formación bíblico – teológica y eso importa cuando se trabajan cuestiones complejas, como es la cuestión de la inclusividad. Por ejemplo, frente a la moralización simplista que asocia “homosexuliadad y pecado”, nosotros creemos que la enseñanza bíblica del pecado es algo más profundo, que no se debe limitar a la sexualidad y que ha de orientarse hacia la libertad responsable de cada sujeto. Pero, además, la cuestión del pecado se asocia con prácticas excluyentes, como la homofobia, que son parte de un “pecado invisible” o, como se dice en lenguaje teológico, el “pecado del mundo”.

La mayoría de las pastoras y pastores de la IEE son personas con un tremendo compromiso pastoral con gente de carne y hueso, heteros y no heteros, y creo que eso es lo que más ha pesado. Hay gente que cree que se trata de una pose de querer ser “progresistas”, pero no es así. Se trata de compromisos concretos de colaborar y acompañar a personas. Un amigo que es miembro de una de nuestras comunidades en el sur de España, me dijo al final del Sínodo: “me siento orgulloso del cuerpo pastoral de mi iglesia”, y él sabe por experiencia propia lo que significa luchar contra la homofobia.

A nivel interno, no todas las comunidades de la IEE están de acuerdo con la posición del Sínodo, y lo han hecho explícito en diferentes foros. ¿Qué se debería hacer para mantener la unidad de la IEE, sin que esto signifique abandonar una pastoral de la inclusividad dentro de ella?

La unidad de la IEE se expresa en el Sínodo, en sus debates y en los acuerdos que de allí derivan. El tema de la inclusividad tiene que ver con un proceso que todavía tiene mucho camino por recorrer, pero pensamos que una forma de ayudar es trabajar más en lo bíblico teológico, en la manera como leemos la Biblia con respecto a los desafíos contemporáneos.

El uso de la Biblia frente a las cuestiones éticas, en el mundo evangélico español, es algo que suele manejarse con fuertes acentos moralizantes y legalistas, y lo que falta es un trabajo hermenéutico adecuado y un proceso de discernimiento espiritual, que es parte esencial de una comunidad que se deja interpelar por las Escrituras[4].

Por otro lado, para las comunidades que no están de acuerdo con la resolución del Sínodo (que son una minoría), no hay una obligación o imposición sobre su vida y tareas cotidianas. Se quiere mantener el diálogo con todas las comunidades porque no se trata solamente de una libertad de conciencia que, por descontado, la hay. Pero todas las comunidades de la IEE, incluyendo las que no están de acuerdo con la Declaración de Mamré, no sólo debemos pensar en nosotros. Se tiene que pensar en quienes padecen y han padecido la exclusión de manera injusta.

Aquí hay algo muy importante: la homofobia. Nosotros, como IEE, hemos declarado que estamos en contra de estas actitudes y prácticas que se denominan homofobia, que son algo real y que muchas veces son invisibles para los heterosexuales. O si no son invisibles, están legitimadas de una manera que dificulta ver el daño que producen. Por supuesto, las víctimas de esas prácticas y actitudes son quienes las sufren.

Y lo preocupante es que muchos creyentes, y algunas comunidades, que con toda sinceridad rechazan la inclusividad o que sólo aceptan una inclusividad con condiciones puestas por las normas heterosexuales, pues participan de esa homofobia. Esto vale para todos: lo sepamos o no, lo aceptemos o no, siempre que avalamos la imposición de una normatividad heterosexual por sobre gente no heterosexual, estamos ejerciendo una violencia que se llama homofobia. Y lo peor es cuando se legitima con la Biblia y diciendo que es la voluntad de Dios.

En el cuerpo pastoral en Mamré hablamos mucho de eso, porque consideramos que la homofobia (como el racismo o el machismo) son prácticas que la Biblia considera pecado, porque son la “impiedad e injusticia que detiene con injusticia la verdad” (Rom 1:18).

Parece lógico que el cristianismo debería estar al lado de las personas que sufren discriminación, como las personas LGTBI, sin embargo en la práctica nos encontramos que la mayoría de veces esto no es así. En tu experiencia como psicólogo y también como pastor: ¿Qué hace que la mayoría de cristianos y cristianas defiendan posiciones conservadoras aunque eso signifique negar la dignidad de otras personas, y por tanto la esencia del cristianismo?

En mi experiencia como psicólogo, en el campo de la salud mental, no veo demasiada dificultad para que las personas puedan reconocer los derechos y la dignidad de personas no heterosexuales. En el psicoanálisis se asume que los comportamientos, incluyendo las conductas sexuales y las relaciones afectivas, no tienen significados unívocos (“conductas vemos, significados no sabemos”). En la privacidad del consultorio es fácil ver las dificultades y las luchas de cualquier persona por alcanzar cierto grado de felicidad en sus relaciones amorosas. Seguramente ayuda mucho no estar de “cara a la galería”, donde la gente tiene que guardar las apariencias, pues en el consultorio se opera desde una “aceptación incondicional” con respecto al otro.

Como pastor, mi experiencia es en las iglesias importan mucho más “las apariencias” y el peso de las tradiciones. Pero también he visto que las personas más legalistas, y agresivas contra quienes son distintos, cambian cuando se ven tocadas en su familia o en sus círculos más cercanos. Esto a veces genera cambios en sus actitudes e incluso la capacidad de modificar sus viejos puntos de vista. Por desgracia, hay quienes simplemente guardan las apariencias y mantienen una “doble moral” o una “vara doble para medir a los demás”.

Tu pregunta, en realidad, apunta a algo muy profundo: ¿por qué se defienden posiciones conservadoras que, en la práctica, implican hacerle daño a personas concretas? Y no siempre somos capaces de responder a eso. Porque hablamos de gente buena, de gente religiosa, de gente con estudios y con experiencias de vida y, sin embargo, hay quienes se obcecan en mantener su posición sin darse cuenta (al menos muchos no se dan cuenta) que están ejerciendo una violencia silenciosa (silenciosa para sí mismos o para su grupo de pertenencia).

Pienso que parte de la respuesta, en sentido teológico, está en lo que la Biblia llama “pecado” y que sólo se entiende desde la voz de las víctimas de la violencia y no desde la voz moralizante o legalista. El pecado tiene que ver con algo que produce y reproduce desigualdad, sufrimiento, injusticia, pero que logra imponerse como normalidad, como “lo correcto”. A veces logramos verlo mejor en el caso de la injusticia económica o la práctica del racismo, pero es igual con la homofobia.

¿Qué crees que puede aportar a las personas LGTBI a nivel emocional y espiritual vivir la fe en comunidades inclusivas?

Las comunidades cristianas tendrían que ser comunidades inclusivas desde el inicio, pero esto es una realidad muy parcial, muy incompleta. Sin embargo, es también una promesa del evangelio, de ser uno en Cristo. Y en esa promesa hallamos aliento para seguir adelante.

Creo que las comunidades como “Protestants Inclusius[5]” son un espacio estupendo para muchas personas que tienen una búsqueda espiritual y que quieren vivir su fe, sintiéndose parte de una familia en la fe. También hay personas LGTBI que están integradas en comunidades de la IEE y viven su fe y vida espiritual de manera satisfactoria, comprometidos en el anuncio del Reino de Dios.

La vida comunitaria es fundamental para crecer en lo emocional y espiritual. No se puede tener un crecimiento sin la relación con los demás, pero sobre todo sin la interpelación “del otro”, del semejante que me deja incómodo y me exige responder a la pregunta más esencial por parte de Dios: “¿dónde está tu hermano/a?”

Para terminar, y agradeciéndote tu amabilidad, me gustaría preguntarte también qué puede aportar a la IEE haber dado un paso como éste.

Espero que aporte un pequeño avance en el largo camino hacia la libertad de cada persona, hacia la liberación de toda opresión. La IEE es una iglesia histórica que tiene los mismos desafíos misioneros de todas las comunidades cristianas. La IEE es también un conjunto de pequeñas comunidades que tienen sus luchas cotidianas y que, sin embargo, han sido capaces de atender el clamor de quienes sufren la injusticia de la homofobia.

No es que hayamos solucionado nada de modo definitivo, pero la declaración de Mamré expresa la clara intención de ser fieles a la Gracia del evangelio, al llamado del Señor que nos llama a todos/as, sin excluir a nadie.

Muchas gracias.

Entrevista realizada por Carlos Osma

Víctor Hernández es pastor en la Església Evangèlica Betlem[6] de Barcelona

[1] Iglesia Protestante formada por la unión de comunidades presbiterianas, congregacionalistas, metodistas y luteranas. Fundada en el año 1869 y miembro del Consejo Mundial de Iglesias.

[2] http://www.iee-es.org/blog/blog/declaracion-de-mamre-pastoral-iee-2015/

[3] Seminario Evangélico Unido de Teología con sede en Madrid.

[4] El año próximo, en Barcelona, yo tendré a mi cargo un pequeño “Taller Teológico”, donde trabajaremos este tipo de temáticas: “La Biblia y la moral. El uso de las Escrituras en los problemas éticos contemporáneos”. Sábado 20 de febrero de 2016.

[5] http://protestantsinclusius.blogspot.com.es/

[6] http://www.esglesia-betlem.org/

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“Otra lectura de Efesios 2,1-10”, por Carlos Osma

Jueves, 3 de diciembre de 2015
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fe-en-accionLeído en su blog Homoprotestantes:

Todo el texto de Efesios 2,1-10 queda sintetizado en poco más de un versículo, concretamente en las frases: “porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no es de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe”. Donde destacan cuatro palabras sobre las que parece pivotar toda la reflexión: gracia, salvación, fe y obras. Las interpretaciones que se hacen de este texto son diversas ya que cada una de ellas nace de una pregunta distinta, y por tanto, da prioridad a una de estas palabras sobre las otras tres.

Si nos acercamos a la experiencia de la comunidad del silgo I donde nació el texto que estamos leyendo, la pregunta que parece decisiva para el autor es: ¿Quién se salva? Si los judeocristianos afirmaban que además de la fe en Jesús era necesario formar parte del pueblo de Dios, del judaísmo, y que había que cumplir la Ley; los seguidores de Pablo, como el autor de este libro, afirmaban que Jesucristo había roto la barrera que separaba al pueblo de Israel del resto de la humanidad. Dios, mediante Jesucristo, había reconciliado al mundo con Él, por eso no hacia falta que los paganos tuvieran que hacerse judíos y cumplir todas sus leyes. En resumidas cuentas: todo el mundo podía salvarse por medio de Jesucristo.

En el siglo IV Agustín, que había rechazado en principio el cristianismo con el que su madre le había educado, había pasado gran parte de su vida dejándose llevar por sus pasiones y buscando un sentido para su existencia. En esta situación se hace la pregunta: ¿Cómo puedo salvarme? Una pregunta que en aquel momento el Pelagianismo responde diciendo que depende de lo que él haga, y el Maniqueísmo diciendo que no hace falta que haga nada que todo depende de la voluntad divina. Ante esa tesitura Agustín acaba encontrando la respuesta a su pregunta afirmando que hay un camino intermedio: Aunque el ser humano es libre, el pecado original lo limita y le impide hacer el bien, por eso es necesaria la gracia de Dios que le permite recuperar el dominio perdido sobre él mismo.

En el siglo XVI Lutero, un joven al que le acompañaba el temor a un Dios castigador buscaba también la salvación, para ello era capaz de autoflagelarse buscando la reconciliación con Dios. Las propuestas que le ofrecía su entorno para encontrar la salvación era el sufrimiento o el pago de las indulgencias que le evitarían una eternidad en el purgatorio o el infierno. Ante esta experiencia Lutero también se pregunta: ¿De qué he de salvarme? Y lo tiene muy claro, tiene que salvarse del infierno que lo atormenta, de la imposición caprichosa de la iglesia, del poder de un papa inquisitorial.

Dietrich Bonhoeffer en el siglo XX vivió en un momento en el que el nazismo se apoderó de la sociedad alemana. La iglesia evangélica alemana, a la que pertenecía, simpatizó con el nazismo y él, junto a otros cristianos y cristianas se separan y crean la Iglesia Confesante. En este contexto Bonhoeffer se pregunta: ¿Para que sirve la salvación? Y su respuesta es clara: la salvación necesita concretarse en obras que se opongan al nazismo y sean capaces de abrir espacios donde todas y todos puedan vivir, también quienes no son como yo.

Cuando una persona es capaz de leer este texto desde su experiencia, el texto puede recobrar vida. Cuando somos capaces de leer desde nuestra situación, nuestras preguntas, miedos o alegrías, el texto bíblico puede convertirse en un lugar de revelación. Es desde esta convicción que me pregunto, y os animo a preguntaros: ¿Cómo puedo relacionar en mi experiencia conceptos como gracia, salvación, fe y obras?

Salvación

¿De qué hemos de salvarnos? Si una persona jamás ha tenido necesidad de salvarse de algo, es evidente que este texto sólo lo podrá leer a nivel teórico, pero no entenderá nunca lo que se está diciendo en él.

Si la respuesta que damos parte de una experiencia personal, imagino que la mayoría de nosotros puede dar una o varias respuestas claras a esta pregunta, sólo hace falta que pensemos en los momentos en los que nos hemos sentido oprimidos, en los que nos faltaba el aire, la vida. Después, podemos analizar cuales eran las razones, los mecanismos, que producían esta situación opresiva. La salvación siempre es concreta, no teórica. La mayoría de personas LGTBI podemos decir por ejemplo que la heteronormatividad ha sido el poder que nos ha producido, y sigue produciendo, opresión y angustia, y que es sobre ella sobre la que necesitamos salvarnos.

Pero la salvación no tiene únicamente una dimensión individual, de hecho la salvación debe ser colectiva para ser real. No nos libraremos de la homofobia solos, auque se necesita de nuestra determinación, acabar con la homofobia es una tarea de todas y de todos. Y esto no ocurre sólo con la homofobia sino con cualquier opresión. Nuestra sociedad entiende a menudo la salvación como una lucha de unos contra otros, mi salvación es la opresión de otros seres humanos, mi salvación es negación de otras salvaciones. Pero cuando en el cristianismo hablamos de salvación, hablamos de la salvación de todas y de todos, para todos y para todas.

¿Para qué hemos de salvarnos? Esta es otra de las posibles preguntas. Si no queremos vivir, si estamos bien tal y como estamos ahora, cualquier mensaje sobre salvación no dejará de ser un discurso falso. Quien no es consciente de que necesita ser liberado, no busca la salvación. Muchas personas LGTBI buscan amor, aceptación, comprensión… pero no buscan salvación. Están dispuestas a aceptar la discriminación que existe en sus familias, su trabajo, su iglesia, mientras no se las rechace de una manera directa. Aceptan la homofobia porque no son capaces de creer que merecen ser salvados, merecen ser libres, merecen ser tratados como cualquier otro ser humano. Queremos la salvación para vivir con dignidad.

Gracia

La gracia es un acto de amor de Dios hacia nosotros que muestra su inequívoca voluntad de salvarnos. No son nuestros méritos, buenos o malos, los que justifican la voluntad divina de salvarnos. La gracia muestra el trato misericordioso de Dios hacia nosotros no por lo que valemos o por lo que hacemos, sino por el amor incondicional de Dios hacia nosotros.

Los evangelios hablan de esta gracia de Dios manifestada en Jesucristo. Cuando la gente que necesitaba salvación se acercaba a Jesús para pedírsela, él les liberaba, les daba vida. Nunca era una acción legal que valoraba los méritos de la persona oprimida. Era por misericordia, por pura gracia.

La gracia nos habla de un Dios que no quiere nuestro sufrimiento. No tienen sentido las teologías que predican el sufrimiento, tampoco el aceptar resignadamente la opresión. Quienes nos piden en nombre de Dios que entendamos la homofobia, que aceptemos la homofobia de baja intensidad, no nos está hablando del Dios de la gracia. La gracia nos muestra a un Dios que sufre con nosotros y que está decidido a liberarnos. Nuestra fe, para ser fe cristiana, no puede estar puesta en un Dios castigador o defensor de la opresión, sino en un Dios que tiene la firme voluntad de liberarnos y de salvarnos.

Nuestra esperanza es vivir plenamente, y para eso hemos de denunciar y no aceptar todo aquello que nos resta, que nos limita. Quien nos pida aceptar la opresión, cualquier opresión, en nombre de Dios, no nos está hablando del Dios de la gracia.

Fe y obras

Muchas veces se ha percibido estas dos palabras como antagónicas: ¿Nos salvamos por fe o por obras? El autor de Efesios no está hablando con esta lógica, cuando hablaba de obras se refería a la Ley que los judíos seguían. Eran el pueblo escogido y tenían que ser fieles a la voluntad divina que se reflejaba en la Ley que Dios les había dado. Por esta razón cuando los paganos se convertían al cristianismo (todavía dentro del judaísmo), hubo una tensión. ¿Tenían que cumplir la Ley o no? Pablo y sus discípulos pensaban que no, y esa es la reflexión que encontramos en el libro de Efesios. Aquí no se está negando la importancia de la Ley, pero se está diciendo que lo que rompe cualquier barrera entre judíos y paganos es la fe en Jesucristo.

Hay muchas leyes buenas, tenemos criterios útiles para distinguir lo que es bueno y lo que no lo es, muchas veces criterios basados en el texto bíblico, otras en lo que nuestra sociedad ha ido aprendiendo a lo largo de su historia. Pero por encima de todo eso está la fe en aquel que quiere nuestra salvación. Una fe que no se basa en la creencia o afirmación de unas teologías determinadas, o unos planteamientos políticos o sociales, sino en poner la esperanza en un Dios que quiere salvarnos a todos. Y para eso tenemos que trabajar, tenemos que movernos y arriesgar, como todo el mundo que de verdad quería ser liberado ha hecho a lo largo de la historia.

En la Biblia la fe no es algo intelectual, es una forma de vida, una manera de moverse por ella. Recordad que “gracias a la fe Abraham obedeció y se fue hacia el país que tenía que recibir en herencia… gracias a la fe Moisés abandonó el país de Egipto sin temor a la indignación del rey… gracias a la fe, Rahab la prostituta, que acogió en paz a los exploradores, no murió con los que se negaron a creer…”

Cada uno ha de buscar formas y caminos que le permitan liberarse y liberar a los demás. Como comunidad cristiana también lo hemos de hacer. Es nuestra responsabilidad, lo que se espera de nosotros. No hay soluciones fáciles ni mágicas.

A modo de conclusión

No todas las salvaciones que esperamos llegaran pronto, pero la gracia de Dios nos acompaña, su voluntad de liberarnos. Si tenemos fe, si nos movemos no por la ley, o la tradición, o la verdad, sino con la determinación de acabar con todo aquello que nos oprime a nosotros, y también a los que están a nuestro lado; entonces podremos sentir en nuestra vida que tiene sentido el texto que hemos leído: “porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no es de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe”. La salvación definitiva de Dios se puede ver, se percibe cada día a nuestro alrededor, por la fe de las personas que han decidido no dejarse vencer por la opresión. Sea esta del tipo que sea.

Carlos Osma

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“Acerca tu mano y métela en mi costado”, por Carlos Osma

Miércoles, 18 de noviembre de 2015
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santo+tomasDel blog de Carlos Osma, Homoprotestantes:

Me sorprende ver tanta energía malgastada en esconder las heridas con las que la heteronormatividad nos ha marcado. Tanta sonrisa falsa, tanto discurso políticamente correcto para hacer creer que no ha ocurrido nada, que todo ha sido fácil, que se ha superado la batalla contra la heterosexualidad obligatoria sin que el dolor y el sufrimiento nos haya empujado en más de una ocasión a la desesperación. Sigo sin entender porqué del armario sólo puede salir liberación y no sufrimiento, porqué nos cuesta tanto salir enteros.

No estoy hablando de mantener discursos de victimización que nos impidan vivir una vida feliz. No hay nada más triste que ver personas que se revuelcan en su dolor sin hacer nada para superarlo. He sido testigo muchas veces de como el dolor, el pesimismo y el sufrimiento son vividos de manera enfermiza, y de cómo algunas personas intentan ganarse el favor de los demás convirtiéndose constantemente en víctimas. Es una experiencia triste, pero no estoy hablando de hacer un espectáculo con el dolor padecido, sino de mostrar la realidad de nuestra experiencia, aunque no sea atrayente y bien vista por el discurso “ I’m a happy gay”.

La experiencia de todas las personas LGTBI que he conocido pasa por un punto que podría llamarse “muerte de las esperanzas heteronormativas”. Todas y todos hemos sido educados para ser unas mujeres o unos hombres que no somos, y eso irremediablemente no ha sido fácil, sino que ha necesitado de una lucha más o menos intensa según el contexto de cada cuál, con las personas que más queríamos y que a la vez podían hacernos más daño. Todas y todos los que vivimos “fuera del armario” hemos acabado muriendo a lo que deberíamos haber sido y hemos vuelto a nacer a lo que somos ahora. Conozco a cientos de personas LGTBI, y ninguna de ellas ha tenido un proceso similar al de cualquier heterosexual para autocomprenserse, sino que todas ellas han vivido en algún momento una ruptura, una muerte a los deseos heteronormativos con los que habían sido educadas. Y antes de esa muerte, siempre ha habido heridas y sufrimiento.

Es por esta razón que las personas LGTBI cristianas nos podemos sentir identificadas con Jesús de Nazaret. Su muerte no fue una paseo triunfal, allí hubo dolor y sufrimiento real, sentimiento de abandono de Dios. Y según nos relatan los evangelios, el Jesús resucitado no escondió las marcas que la muerte había dejado en su cuerpo, de hecho, tampoco negaban su resurrección, sino que eran pruebas irrefutables de que había resucitado. Y pienso que el evangelio con esto nos está diciendo algo importante: que las marcas del dolor que un día padecimos, no dicen nada en contra de nuestra nueva vida, sino que la afirman con rotundidad. Un día fuimos crucificados, pero Dios nos levantó de la muerte, y si lo ha hecho con nosotros, lo puede hacer con todas aquellas personas que viven crucificadas por la heteronormatividad. Nuestras marcas son el signo de la nueva vida para muchas personas, son evangelio, predicación de las buenas noticias, y por eso no deben ser escondidas.

Según el evangelio de Juan, el discípulo Tomás se negó a creer en la resurrección de Jesús hasta que no viera las marcas de los clavos en las manos del resucitado. A ese discípulo Jesús se le apareció y le dijo: “Pon aquí tus dedos y mira mis manos; acerca tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente[1]”. Jesús no utilizó sus heridas para victimizarse, ni para explicar lo que había sufrido, sino como prueba de que la muerte no tiene la última palabra y la nueva vida es posible. Si queremos acabar con la incredulidad de la heteronormatividad, si queremos llamar a la fe en un Jesús para todas y todos, lo tenemos que hacer también mostrando nuestro costado herido. No por exhibicionismo, sino para anunciar la vida plena.

Del armario hay que salir enteros, y para ello no deberíamos esconder ni minimizar lo que hemos sufrido. La denuncia de la cruz no la pueden hacer personas que borran las marcas de los clavos en sus manos. Que existe vida después de la muerte heteronormativa no lo pueden anunciar quienes esconden su costado traspasado. Que Dios está con nosotros, que nos ha resucitado, no lo pueden gritar quienes esconden que un día fueron crucificados. Si de verdad fuimos azotados, golpeados, traspasados y colgados en un madero, no borremos de nuestro cuerpo la prueba del poder de Dios. No impidamos ver a los demás, que Dios puede levantarles de la muerte.

Carlos Osma

[1] Jn 20,27

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Al final del Sínodo. Más desafíos y propuestas

Lunes, 2 de noviembre de 2015
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sinodoDel blog de Xabier Pikaza:

Presenté el otro día 13 proposiciones. Pero quedaron en el tintero algunas, y hoy quiero recogerlas, mientras se están votando en el aula las proposiciones oficiales del Sínodo 2015 (sábado 24. 10. 15 por la tarde).

Lo hago con la ingenuidad del que cree que la vida empieza cada día, y con la serenidad del que ha visto caer muchas hojas en el otoño de la vida (y ahora mismo ve cómo las lleva el viento de la meseta), con esa imagen tan judía, tan cristiana, que pongo en la portada.

Ciertamente, existen otros desafíos, pero aquí quiero evocar sólo siete, de un modo condensado, desde la perspectiva de conjunto de mi libro sobre la familia, partiendo de las inquietudes y preguntas del Documento Pontificio del 2013 que nos ha venido ocupando estos dos años.

He dicho ya en este blog casi todo lo importante. Sólo me quedan algunas consideraciones finales, de tipo general, sobre el sentido de una pastoral cristiana de la familia:

1. Más que una pastoral “sobre” ha de existir una pastoral “de” familia,
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no con palabras, sino con la vida, de manera que la misma Iglesia sea escuela de familia. Ciertamente, ella debe seguir elaborando su doctrina, pero no puede contentarse con redactar documentos y escribir directrices redactadas por pastores célibes, desde fuera y por arriba, como si el tema tratara de otros, de los matrimonios laicos, y no de ellos, de los “pastores sacerdotales”.

La única pastoral realista de la familia es la misma familia: Que los cristianos, empezando por sus “pastores”, pero centrándose de un modo especial en las familias concretas (laicales) ofrezcan un testimonio y camino alternativo y fuerte (evangélicamente profundo y rompedor) de familia. No se trata ya de hablar sobre ella, dictando lecciones magisteriales, sino de hacerse y ser familia mesiánica, según el evangelio, en un mundo amenazado por una profundísima crisis de familia.

2. En principio no tenía que haber habido un Sínodo sobre la Familia

Ella tenia que haber sido incluida en el cuidado por la comunidad entera, es decir por todos los creyentes. Pero las circunstancias así lo han exigido, porque el tema de la familia había sido cerrado en falso, tanto en Humanae Vitae (Pablo VI, 1968) como en Familiaris Consortio (Juan Pablo II, 1981). No es que esos documentos fueran falsos; al contrario, ellos contienen sabias consideraciones y doctrinas en parte admirables. Pero no respondían a la dinámica esencial de nuestro tiempo, según el evangelio.

El tema no es rebajar la exigencia del matrimonio y la familia, con el cuidado de los hijos, sino todo lo contrario: Es elevarlo. No se trata de prohibir, sino de abrir caminos para un despliegue más hondo de la dinámica familiar según el evangelio, no por ley, sino por gracia; no por imposición, sino por empuje más fuerte de Reino. La “Iglesia del Sínodo” no puede tratar de la familia como si tratara de algo que concierne a otros, sino a ellos mismos, en unión con Cristo.

Como dijo Jesús tratando de esto, “quien pueda oír que oiga”. Entendida desde Cristo, la familia es objeto y tema de una revelación, como la revelación de la Santísima Trinidad. Ocuparse sólo de la ex-comunión de los divorciados y de la ex-clusión de los homosexuales es como ocuparse de las piedras de contención de un dique imaginario, y no del agua viva, que es lo que conviene.

3. El tema de todos, pero en la actualidad, por circunstancias históricas, resulta fundamental el testimonio de los “ministros”.

Ellos han ocupado un lugar preferente en la vida y misión (oficial) de la Iglesia, pero eso es preciso que empiecen siendo ejemplo central de familia, desde su celibato y/o matrimonio. En ese contexto debemos vincular el ideal mesiánico de Pablo (que quisiera que todos fueran célibes como él) y el realismo comunitario de las Pastorales (1 Tim, Tito), donde se afirma que sólo podrán ser ministros de la Iglesia los bien casados, “animadores” de familia, aquellos hombres y mujeres que sean capaces de promover espacios de comunión vinculando la intimidad familiar (esponsal, paterna) con la vida de la comunidad (entendida como gran casa patriarcal).

Mucha tinta y sangre ha corrido desde que Pablo formuló su llamada universal al celibato (¡porque el tiempo acaba!), mucha experiencia se ha dado en la Iglesia desde la propuesta de las Cartas Pastorales, con su visión patriarcalista de los ministerios. Posiblemente no se deba absolutizar una postura ni otra (ni celibato universal, ni casamiento obligado), sino una experiencia radical de familia: Sólo quien es hombre o mujer de comunión/comunidad (de un modo o de otro, en celibato o matrimonio) puede ser testimonio y estímulo en la Iglesia. Mientras ella en su conjunto no pueda presentar a sus “pastores” como ejemplo y modelo de familia no podrá hablarse en realidad de una pastoral de familia.

4. Ministerio para casados y mujeres.
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Siguiendo en esa línea, a partir de todo lo anterior, me parece que la exclusión de los casados y de las mujeres para los ministerios (para todos, desde el de asistente pastoral hasta el obispo) va en contra de la experiencia bíblica. En un contexto antiguo pudo tener un sentido la “reducción” de los ministerios, de manera que ellos que sólo podían ser ejercidos por varones célibes. Actualmente, esa reducción carece de base evangélica, fundamento social y finalidad pastoral.

Lo único que puede y debe pedirse a los ministros cristianos es que sean hombres y/o mujeres de comunión, personalmente maduros, capaces de establecer una conexión positiva con el mensaje de Jesús y de la Iglesia, en las circunstancias, actuales del mundo. No se trata de resolver el tema de la escasez de “clero ordenado” (tema del que ha de tratarse en otro espacio), sino de centrarse en el valor y exigencia de los ministerios de Jesús, según el evangelio.

No se trata de seguir diciendo que varones y mujeres son distintos (¡eso es una obviedad!), ni de seguir afirmando que son distintas las condiciones de solteros y casados (¡otra obviedad!), sino de volver a la raíz de los ministerios mesiánicos según la experiencia de Jesús y de la Iglesia primitiva. Un tipo de exégesis realizada al servicio de un sistema clerical ha sido clarividente, pero con “orejeras”, lo que le ha hecho escuchar y ver sólo algunas cosas. Quitemos las orejeras y las falsas gafas, aprendamos a oír y a ver sin atduras.

5. Un caso concreto y difícil, un tipo de pederastia clerical.

En este momento de vida de la Iglesia (2015) siguen resonando los gritos de niños que han sido violados por “pastores” pederastas célibes dentro de la Iglesia. Es evidente que el tema no se puede universalizar, pues han existido y existen cientos de miles de buenos pastores, pero en algunos casos no han sido claros los motivos de su opción por el celibato, ni fuertes los controles contra el riesgo de pederastia.

Es posible que se haya dado un “celibato demasiado fácil”, como recurso para un tipo de misión clerical, sin verdadera vocación, ni madurez humana. Sea como fuere, esa situación debe aclararse, pues como he dicho, sólo pueden ser buenos pastores de iglesia aquellos que tienen “sosegada” y resuelta, en principio, su opción afectiva, en clave de familia (de un tipo o de otro), de manera que no exista en ellos ningún riesgo apreciable de tendencia a la pederastia.

Matrimonio y celibato son opciones “secundarias”, no es una mejor que la otra, ambas pueden ser y son muy apropiadas para cumplir una misión eclesial. Lo que no puede hacerse es imponer un tipo de camino, ni aceptar en los ministerios de la iglesia, en contacto muy particular con niños, a personas que no son afectivamente maduras. Sólo allí donde se supera de raíz el riesgo de la pederastia puede hablarse de una buena familia cristiana (cf. tema 9), pues los niños son un momento esencial de la familia cristiana.

6. El tema de los homosexuales.

Pienso que la Iglesia no ha planteado tampoco todavía, en todo su rigor antropológico y cristiano, el tema de aquellas personas que tienen un tipo de sexualidad y tendencia afectiva “distinta” de la que se ha tomado como normativa. Éste es un caso que puede parecer secundario, dentro de la agenda general de las preocupaciones cristianas, pero está muy vinculado al proyecto y a la praxis de Jesús que ha estado cerca de personas de diversas orientaciones sexuales y antropológicas.

Por circunstancias diversas (de celibato y de orientación “espiritual”) parece que en la “familia eclesial” han sido y son bastante numerosos los casos de clérigos homosexuales, lo que no es un bien ni un mal, sino un hecho y una oportunidad, mientras el clero deba ser siendo celibatario, como hasta ahora. El tema no es que los haya, sino que deban mantenerse en situación de semi-clandestinidad, con un riesgo añadido por su propia condición y por el hecho de que, en conjunto, un tipo de Iglesia ministerial parece que no les acepta como tales (a pesar de que son bastante numerosos en el clero).

Lo mismo sucede con los homosexuales declarados, que acuden al matrimonio civil para legitimar de alguna forma su situación, siendo mal vistos en general por muchos miembros de la Iglesia. Éste es un tema que debe ser revisado y replanteado con urgencia, para que la Iglesia pueda presentarse y ser casa en la que puede decirse la verdad, hogar para los sin casa y familia. Y, por fin, con toda rapidez, se debe declarar que no ha sido adecuada, en línea antropológica, cristiana y pastoral, aquella norma del 2005 que prohibía el acceso de los homosexuales a los ministerios. (a) Porque es una norma “mentirosa”, pues hay muchos homosexuales en los ministerios, con todo honor, mientras no salgan del armario y no digan lo que son. (b) Porque es una norma anticristiana, pues discrimina de un modo “infantil” (maniqueo y antievangélico) a un tipo de personas.

Publiqué por entonces (año 2005) una fuerte protesta contra esa prohibición que decía (con mentira) que los homosexuales no pueden ser ministros de la Iglesia (porque lo eran de hecho). Debe andar por ahí, es fácil encontrarla con los buscadores de google. A lo mejor vuelto a publicarla uno de estos días.

7. La Iglesia está llamada a ofrecer un espacio de familia para muchos hombres y mujeres sin familia,

superando un tipo de oposición moderna entre lo privado (casa, familia) y lo público (sociedad…). Ciertamente, hay diferencias, se trata de espacios en parte distintos. Pero en sentido estricto (como en el principio de su historia) la Iglesia tiene que presentarse como “tercer género de sociedad”, entre el mundo privado de la pequeña familia (con sus principios de gratuidad personal) y el mundo público del sistema (donde domina un tipo de ley implacable de tipo capitalista). La Iglesia no es un agregado de pequeñas familias aisladas, que se reúnen para cultivar sólo su intimidad espiritual, mientras el mundo externo sigue dominado por “mamón”. Pero no es tampoco una justificación sacral del sistema capitalista, como algunos quieren.

En la línea de todo lo que he venido mostrando en este libro, la Iglesia ha de ser una comunidad que e es, al mismo tiemplo, íntima (de gratuidad) y abierta al espacio de la convivencia social, pero sin perder por ello sus principios básicos de solidaridad y de justicia. Como vengo diciendo, estamos en un momento clave de gran transición creadora. Pienso que la gran revolución social del futuro ha de ser una revolución social y personal de la familia. Con ese fin he querido escribir este libro sobre La Familia en la Biblia, en el contexto de la celebración de los Sínodos de la Familia (año 2014 y 2015).

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“Cómo reformar la Iglesia”, por Carlos Osma

Sábado, 31 de octubre de 2015
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ReformaiglesiaMonumento a la Reforma, Ginebra

En el Día de la Reforma, publicamos este artículo del blog Homoprotestantes:

En ocasiones escucho reflexiones, predicaciones, o leo artículos en los que se anima a reformar la Iglesia. Si además la persona que hace este llamamiento pertenece al ámbito protestante, en algún momento repite la archiconocida frase: “Una iglesia reformada, siempre reformándose”. Bien es cierto que en pocas ocasiones indica en qué debe consistir esa reforma, porqué es necesario hacerla, y qué le ha llevado a pensar así. En realidad, en la mayoría de ocasiones, creo que la frase es más bien una muletilla, un elemento de la tradición que sobrevuela el discurso para indicar que se es protestante, que no se es fundamentalista, o que se está a años luz de otras iglesias en las que no hubo reforma.

En Martín Lutero encuentro también esa voluntad de transformación, de reforma de la realidad religiosa en la que estaba inmerso, pero entiendo que esta voluntad tuvo su origen en una experiencia previa de insatisfacción real, no teórica. Lutero tenía una autocomprensión negativa de sí mismo y esto le limitaba y le producía sufrimiento. Desde muy joven le acompañó el temor a un Dios castigador que le exigía una vida de sacrificios interminables. Por eso se dedicó al ayuno, a la autoflagelación, a la confesión constante; aunque nada de todo esto le hizo sentirse reconciliado con Dios.

Siempre hay casos excepcionales, es verdad, pero el de Lutero no lo es, creo que en la mayoría de ocasiones las reformas no surgen de personas que se encuentran cómodas con el sistema en el que viven, sino de las que padecen sus consecuencias negativas. Jamás una persona satisfecha con su iglesia querrá reformarla. Jamás una persona a la que le va bien con la vida que tiene querrá que ésta cambie. Seguro que en algún momento dirán eso de que es necesario reformarse, adaptarse, transformarse… pero serán sólo palabras. La reforma nace de una insatisfacción profunda con el sistema, no de palabras huecas biensonantes.

El 31 de octubre de 1517 Lutero clavó en la puerta de la iglesia del Palacio de Wittemberg sus 95 tesis. Por aquel entonces el papa León X quería renovar la Basílica de San Pedro en Roma, y desarrolló una campaña para recaudar fondos mediante la venta de indulgencias. Los compradores recibían a cambio una reducción de sus días de castigo en el purgatorio e incluso el perdón de los pecados. Lutero podría haber colaborado con dicha campaña aunque sus planteamientos teológicos no la vieran con buenos ojos, o podría simplemente haberse callado. Pero al leer algunas de sus tesis encontramos que no fue así:

Tesis 21. “En consecuencia, yerran aquellos predicadores de indulgencias que afirman que el hombre es absuelto a la vez que salvo de toda pena, a causa de las indulgencias del Papa”.

Tesis 22. “De modo que el Papa no remite pena alguna a las almas del purgatorio que, según los cánones, ellas debían haber pagado en esta vida”.

Con sus 95 tesis Lutero convierte su insatisfacción en una denuncia. Porque la insatisfacción que es incapaz de denunciar, no puede reformar ninguna iglesia, ni ninguna vida. Hay un momento en el que la experiencia de opresión debe surgir y convertirse en algo real para que el cambio pueda ser posible. Si Martín Lutero se hubiera callado, no estaríamos hablando hoy de reforma protestante. Evidentemente la denuncia situó a Lutero en un lugar peligroso, y él lo sabía, no era un ignorante ni un loco, tenía conocimiento de lo que les había ocurrido a muchos otros reformadores anteriormente. Para que una iglesia pueda ser reformada, para que sea real la petición de una reforma constante, se necesitan personas que denuncien el status quo y que asuman las consecuencias de hacerlo. En iglesias donde todo esto es imposible, donde las voces discordantes son excomulgadas, o donde éstas no se atreven a levantar la voz por cobardía, no hay posibilidad real de reforma. El Espíritu Santo dirige la iglesia hacia la reforma a través de voces proféticas.

Cuando algunos cristianos y cristianas alaban la respuesta de Lutero ante las exigencias del papa León X para que se retractara de 41 de sus 95 tesis: “No puedo ni quiero revocar nada reconociendo que no es seguro actuar contra la conciencia”. Deberían preguntarse si alguna vez se han enfrentado a una situación como esa dentro de la iglesia, y si actuaron como Lutero, defendiendo su conciencia, o como León X, que trató a Lutero como un delincuente, prohibió la posesión o lectura de sus escritos y dio inmunidad a quien lo asesinara. ¿Dónde se alinearon? ¿Con quienes defendían la conciencia o quienes defendían la ortodoxia?

Martín Lutero vivió una experiencia opresiva y levantó la voz para oponerse a lo que él consideraba erróneo e injusto, pero no se quedó ahí. Se atrevió también a hacer una propuesta basada en la tradición bíblica y eclesial, que le liberaba de sus temores al igual que al resto de cristianos. Se atrevió a dejar sin argumentos a quienes utilizaban las condenas y el temor en beneficio propio. Y lo hizo afirmando que la salvación es un regalo de Dios, dado por gracia a través de Cristo y recibido solamente por la fe. “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo[1]”. No tenía mucho sentido el sentirse culpable, el vivir atemorizado, condenado… La liberación no se encontraba ni en la Ley ni en los dirigentes de la iglesia, sino en la fe en el Dios de Jesús. Por eso un cristiano no debía tener como sumo juez al papa, sino a Jesucristo y su Palabra en la que se revela su voluntad.

La liberación que supuso la Biblia para cristianos como Lutero es difícil de entender hoy, ya que la ortodoxia evangélica la ha petrificado y puesto al servicio de la opresión. La Biblia ya no es fuente de liberación, sino una ley que está al servicio del capricho del líder de turno que dice poseer la lectura verdadera. Las lecturas fundamentalistas han debilitado profundamente la percepción de la Biblia como lugar de liberación para los seres humanos. Las personas LGTBI somos unas de las danificadas por este proceso diabólico que pretende destruir cualquier autocomprensión positiva que podamos hacer de nosotros mismos, al mismo tiempo que exige una represión de nuestros deseos y un reconocimiento de culpabilidad por ser como somos. Sólo comprando sus indulgencias con mentiras podemos alcanzar la salvación que ellos nos otorgan.

Pero es desde esta situación opresiva desde la que las personas LGTBI podemos convertirnos en profetas que traen una nueva reforma a la iglesia. Una reforma que no nacerá del legalismo, sino de la experiencia y la liberación del texto bíblico de manos de quienes lo están adulterando. Y esto ocurrirá si nos atrevemos, como Martín Lutero y tantos otros reformadores, a levantar la voz denunciando la opresión heteronormativa aunque esto signifique nuestra expulsión de las iglesias que no dejan espacio al profetismo, y que son más sensibles a las lecturas literalistas y las tradiciones homófobas que al dolor que éstas producen. Y si partimos de nuestra experiencia y somos valientes en la denuncia, también podremos encontrar respuestas que dejen sin sentido al poder heteronormativo. En realidad no tenemos que buscar demasiado, ni ser muy originales, porque la Palabra de Dios siempre ha dado vida a quienes la han visto negada, y es por gracia que vivimos los cristianos, por medio de la fe… no por cualquier otra cualidad humana, ni siquiera la heterosexualidad.

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no es de vosotros, pues es don de Dios. No por vuestra heterosexualidad, para que nadie se gloríe[2]”.

Las cristianas y los cristianos LGTBI somos una oportunidad de reforma para la iglesia, una oportunidad para curar de heteronomatividad sus discursos, sus lecturas, su praxis. Una oportunidad, ni la primera ni la última, de hacer del evangelio una fuente de liberación para toda la Iglesia.

Carlos Osma

[1] Rm 5,1

[2] Ef 2,8-9 El texto pone “obras” donde pongo “vuestra heterosexualidad”.

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Primera cristiana encarcelada por no colaborar en bodas gays

Lunes, 14 de septiembre de 2015
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davis31Del blog Homoprotestantes:

La funcionaria americana kim Davis, que se ha negado a emitir licencias de matrimonio para parejas del mismo sexo, se ha convertido en el símbolo del acoso que dicen sufrir los cristianos fundamentalistas por ser fieles a su conciencia. Su encarcelación por desacato a un juez hace pensar a muchos cristianos y cristianas que quizás en poco tiempo acaben también ellas y ellos como Daniel en el foso de los leones por no transigir y respetar las leyes de Dios antes que las de los hombres.

Es difícil para mí entender toda esa victimización, y eso que he convivido mucho tiempo con el fundamentalismo. Que quienes defienden fervientemente la homofobia, es decir la discriminación y el odio hacia otras personas, se sientan víctimas porque no se les permite ejercerla, es de locos. Que alguien pueda creer que por haber aceptado una determinada ideología de odio tiene derecho a ir contra los derechos de otras personas, es totalmente incomprensible. Sólo se puede entender desde la intransigencia y la voluntad de imponer los propios principios por delante de los derechos de los demás.

No hace falta poner muchos ejemplos pero: ¿Qué ocurriría si un médico testigo de Jehová se negase a hacer una transfusión de sangre a una persona en situación crítica alegando problemas de conciencia? ¿Qué pasaría si un cocinero musulmán de una prisión se negase a hacer la comida  de los presos durante el Ramadán? ¿Qué ocurriría si un juez fundamentalista se negase a firmar sentencias de divorcio? ¿O si una policía pacifista se negase a detener a un delincuente? ¿Qué pasaría si una funcionaria lesbiana se negase a emitir licencias de matrimonio para personas de distinto sexo? Y podríamos seguir y seguir con infinidad de hipotéticas situaciones más.

Pero entonces: ¿Por qué ha sido una cristiana evangélica fundamentalista la que se ha atrevido a hacer una estupidez como esta, y por qué el lobby fundamentalista la apoya? Pues porque estos movimientos se nutren de personas que han atravesado problemas graves en su vida de toda índole y les ofrecen una verdad absoluta que ellas abrazan como un salvavidas que se niegan a soltar para no volver a su difícil vida anterior. Si todo lo que les han dicho no es verdad, vuelven a sentirse perdidas y perdidos en el mundo complicado en el que viven. Por eso son capaces de ir a la cárcel, porque la lectura fundamentalista de la Biblia es la única verdad que les permite tener una vida con sentido. Y lo que les ocurra a los demás les trae sin cuidado, el egoísmo es el único motor que mueve la experiencia religiosa fundamentalista. El prójimo sólo tiene valor en la medida que les ayuda a reforzar sus opiniones y decisiones, por eso hay gente en la puerta de la prisión para apoyar a Kim Davis . Lo que ella es como persona no les importa lo más mínimo (tampoco a ella lo que son como personas quienes están fuera apoyándola), si ella cometiese un error saltarían sobre su cuello sin pensarlo y después la abandonarían. Pero ella representa la defensa de la verdad que les da sentido, aunque esa verdad haga aguas, y aunque esa verdad vaya contra los derechos legítimos de otras personas que se aman y quieren casarse.

Me parece terrible la forma en la que está mujer lee e interpreta la Biblia, pienso que es de lo más pedante que una persona que a penas tienen conocimientos teológicos se atreva a decir qué dice la Biblia y cómo debe interpretarse de verdad. Saber leer no la convierte en teóloga, al igual que saber multiplicar no la convierte en matemática. Defiendo su derecho a leer la Biblia y sacar sus propias conclusiones, pero no a que sus interpretaciones (o las interpretaciones en las que ha sido instruida) le den carta blanca para vulnerar los derechos de otras personas. Si hoy le produce un problema emitir licencias de matrimonio a dos personas del mismo sexo, que se dedique a otra cosa. Si mañana decide pasarse del fundamentalismo, al veganismo, o al ateísmo, o mejor a un cristianismo que siga el ejemplo de un Jesús que era capaz de reconocer y respetar el amor de quienes tenía alrededor, pues que vuelva a su puesto de trabajo.

Si a esta señora firmar una licencia de matrimonio le hace tambalear el frágil mundo que a día de hoy le da sentido, pues que no las firme y se vaya a trabajar de otra cosa. Aunque quizás lo mejor sea que se atreva a construir una vida más consistente y menos fundamentalista que le permita ser más humana, y de rebote le ayude a conservar su trabajo. Si como ella ha dicho, se debe a la autoridad de “Dios” que es superior a las leyes de su país, pues que se cambie de trabajo o de país. Aunque yo no le recomendaría algunos países donde los dioses que tienen autoridad la impedirían trabajar, casarse cuatro veces, y sobre todo expresar sus opiniones.

Tampoco entiendo lo de encarcelar a esta mujer, me parece una medida desproporcionada y espero que pronto pueda salir de la prisión, al igual que espero que todas las personas del condado de Rowan puedan casarse libremente si así lo desean. Pero ya que va a estar unos días en prisión, espero que al igual que un ángel liberó a Daniel en el foso de los leones, un ángel ayude a Kim Davis a liberarse de los leones de homofobia que duermen a su lado. Quizás así encuentre al Dios de Jesús que encontramos en el evangelio. Él la puede liberar de odios y fobias, y le puede permitir ver la diversidad y el amor que tiene a su alrededor.

Carlos Osma

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Vete de tu tierra y serás bendición”, por Carlos Osma

Jueves, 27 de agosto de 2015
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Vete de tu casaDel blog Homoprotestantes:

“Un día el Señor dijo a Abram: “Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Haré de ti una nación grande, te bendeciré, engrandeceré tu nombre y serás bendición”. (Gn 12, 1-2).

Nuestra tierra, nuestra parentela, la casa de nuestro padre, el lugar del que procedemos cristianas y cristianos, está enfermo de homofobia. En el lugar donde nacimos, donde creamos nuestra identidad y se nos trasmitió la fe en un Dios de amor, se predica el odio y la discriminación hacia las personas LGTB. Puede hacerse de una forma descarada, utilizando la palabra de Dios contra el amor y la dignidad de quienes no son heterosexuales, o engañando con sermones inclusivos sobre el arcoíris que no se traducen jamás en nada real. No hay que darle más vueltas, el mundo del que nunca hubiésemos querido salir, donde viven nuestros seres más queridos, nos odia, y quiere que nosotras y nosotros nos odiemos también.

Algunas personas cristianas LGTB se engañan a sí mismas queriendo cambiar ese mundo para hacerlo realmente más evangélico y por tanto, más humano. Su vida se convierte en una batalla que pretende cambiar a quienes no tienen ninguna intención de hacerlo, a quienes se sienten a gusto con la homofobia porque la consideran divina. Es duro aceptar que tu hermano, que tu madre, que tu amiga de toda la vida te va a ver siempre como un enfermo, como una pecadora, como a alguien que arrastra una tara… o simplemente como alguien que tiene que aceptar y entender la discriminación que sufre. Es muy difícil vivir dentro de una comunidad cristiana donde en realidad no eres más que una prueba de su progresismo, o una muestra de su amor por los pecadores. Pero más difícil es abandonar ese mundo y quedarse sola o solo, sin nadie que de verdad te acompañe en el seguimiento de Jesús. Quizás sea esa la verdadera razón por la que estos cristianos y cristianas LGTB prefieren engañarse, porque no quieren salir de su mundo, el mundo del que proceden y al que siempre han pertenecido.

Pero no hay que engañarse, hay también otras razones, otras realidades que empujan a personas LGTB a permanecer dentro de comunidades y entornos familiares cristianos que predican la homofobia. Hay muchas personas LGTB que tienen responsabilidades, que son pastores, diaconas, que son directoras de alabanza, que llevan grupos de jóvenes.. hay cristianos y cristianas LGTB que viven de la iglesia, que su manutención y la de sus hijos e hijas dependen de los riesgos que estén dispuestos a correr. Hay muchas personas LGTB que son cómplices de la homofobia, y en su caso, doblemente culpables del sufrimiento de muchas personas. Demasiada gente que no quiere perder su estatus, o su dinero, o su poder… y que después dicen vivir atormentados por sus sentimientos. A todas ellas y a todos ellos, “más les valdría ser arrojados al fondo del mar con una piedra de molino atada al cuello” (Mt 18,6).

Las cristianas y cristianos LGTB que prefieren no autoengañarse, que son conscientes de que sus familias, sus iglesias, sus entornos, no les pueden ayudar en su deseo de tener una vida digna, pueden ver como el mandato que Dios dirigió a Abram se convierte en el único mandato posible que Dios les dirige hoy a ellas y ellos:“Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”. No es fácil dejar el lugar del que siempre se ha querido formar parte, pero el sistema patriarcal no es un lugar seguro para nosotros. El miedo a lo desconocido paraliza, pero la única posibilidad real que nos queda si no queremos estar toda la vida sometidos, es la que Dios pone delante nuestro: salir hacia otros mundos posibles, construirlos si es necesario, para poder ser libres. Libres para a mar a Dios, amarnos a nosotros mismos y a nuestros prójimos tal y como son. Cada día que retrasamos esa decisión es un día perdido para la vida, para nuestra vida.

La promesa que Dios le hizo a Abram es que ese lugar, esa tierra prometida, no era sólo un lugar donde refugiarse, un lugar donde huir y esconderse. La tierra prometida era un lugar con una promesa: “Haré de ti una nación grande, te bendeciré, engrandeceré tu nombre y serás bendición”. Nos movemos hacia espacios de inclusión para todas y todos, espacios que se harán reales en la medida que seamos capaces de construirlos. Podemos disfrutar de lo que otras personas han hecho, de su trabajo en momentos mucho más difíciles que el nuestro, pero no somos llamados a una tierra donde todo está hecho ya, vamos a una tierra “donde mana leche y miel”, pero tendremos que esforzarnos y ser valientes para hacerla nuestra. Así podremos ser bendición para los demás. Desde esos lugares, desde esas nuevas maneras de entendernos, de entender el mundo y a Dios, podremos ir transformando el resto del mundo para hacerlo más justo.

El reto puede dar vértigo, pero es la única posibilidad que nos queda y que realmente puede traernos vida. Salir del mundo en el que nacimos y que no nos quiere, para ir hacia otro mundo donde poder disfrutar de la dignidad que Dios nos ha dado como hijos e hijas suyos. Hay que ser muy valientes y enfrentarse a los miedos que nos atormentan cada día, pero Dios nos ofrece una promesa, él nos bendecirá, nos engrandecerá y nos permitirá ser de bendición para otras personas. El evangelio no se vive en la casa de nuestros padres, y eso lo sabemos muy bien, si queremos seguir la promesa de Dios tenemos que abandonarla. Si queremos vivir, hay que ponerse hoy mismo a caminar, con la esperanza puesta en la promesa de Dios. Quienes confiaron antes que nosotros en Dios, no han sido defraudados.

Carlos Osma

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“El Antievangelio de la Verdad”, por Carlos Osma

Jueves, 6 de agosto de 2015
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FarodestruidoDel blog Homoprotestantes:

“Conoceréis la verdad y ésta os hará libres” dice el evangelio, pero quienes han sido educados en iglesias donde se conoce “la Verdad”, saben perfectamente que la verdad absoluta es un peligro que acaba con la libertad individual. Y esto es así porque donde hay “Verdad”, hay siempre un grupo de personas expertas que dicen al resto lo que tienen que hacer y como deben comportarse. “La Verdad” es un artefacto de control que utilizan quienes no tienen capacidades, quienes no son capaces de discernir, de valorar, de acercarse a la realidad; quienes han renunciado a la vida por que les da miedo, porque son conscientes de sus limitaciones y de su cobardía.

Es absolutamente estúpido hablar hoy de “Verdad”, creer que se posee por revelación divina y predicarla a quienes no la tienen. Hay que estar muy ciego, o ser muy ignorante para hablar con otra persona con la intención de traerla a “la Verdad”. Los cristianos no tenemos “la Verdad” y nunca la hemos tenido, por la sencilla razón de que no existe. Sólo ha sido un engaño del poder para controlar y perpetuarse. Quien defienda hoy “la Verdad” cristiana no está hablando de cristianismo, sino de poder, de las estructuras de control religioso con las que se está de acuerdo. El cristianismo no nació como una filosofía sobre el conocimiento de “la Verdad”, sino en el seguimiento de Jesús de Nazaret.

Justificar el conocimiento de “la Verdad” apoyándose en la Biblia, sólo lo pueden hacer quienes prefieren olvidar que no hace mucho tiempo se condenaba a personas que, como Galileo, ayudaron a ver que la Biblia no es un libro donde encontrar “la Verdad” sobre el funcionamiento del universo. Y si hoy sabemos que Galileo tenía razón y que la Biblia no es un libro de “Verdades” astronómicas, es difícil sostener que sí lo es de “Verdades” morales, antropológicas o sexuales. Cuando los cristianos nos acercamos al texto bíblico para buscar una guía, una verdad que nos ayude, lo hacemos siempre desde una posición definida y limitada. No hay acceso posible a una supuesta “Verdad” escondida en el texto bíblico que sirva para siempre y sea inamovible. Tampoco una que esté libre de todo aquello que nos condiciona.

Cristianos y no cristianos en el siglo XXI vivimos con verdades limitadas y condicionadas, y no tenemos acceso a nada más. Cada día nuestras verdades son puestas a prueba y no siempre sobreviven… Todos hemos dejado atrás verdades que pensábamos eran absolutas, y seguimos hacia delante con otras nuevas que nos permiten explicar mejor nuestra existencia. Podemos, y debemos, defender las verdades que pensamos pueden mejorar nuestra vida y la de los demás, frente a otras verdades que consideramos que la limitan. Pero no deberíamos hacerlo otorgándonos la posesión de “la Verdad”, nuestro mundo se mueve, nuestras vidas son mejores, somos más libres, cuando tenemos la posibilidad de alcanzar una verdad que no es para siempre.

Es cierto que existen sistemas cerrados donde hay “Verdad”, donde hay buenos y malos, santos y pecadores. Sistemas donde todo tiene un lugar, un orden, un momento, unas obligaciones… Una “Verdad” en mayúsculas restringida únicamente a ese sistema cerrado con siete llaves. Muchas iglesias se han convertido en eso, en sistemas cerrados y opresivos donde existe una “Verdad” que hay que mantener frente a los ataques del exterior. Evidentemente todo el mundo tiene derecho a construir su palacio de cristal, o más bien su iglesia de hormigón, pero nada de todo esto tiene que ver con el evangelio, con la propuesta de Jesús.

El evangelio siempre ha sido más valiente, y sobre todo más abierto y más humano. La verdad se descubre andando, siguiendo al maestro libremente. Porque la verdad no es una forma de ver el mundo, unas leyes, una filosofía, una teología o una lectura determinada de la Biblia; la verdad cristiana es el mensaje de Jesús de Nazaret que puede expresarse, concretarse, vivirse de infinitas formas posibles. Un mensaje que se resume en amar al prójimo como a uno mismo, pero que tiene infinitas maneras posibles de ponerse en práctica. Y quizás esta verdad no convenza a todo el mundo, y millones de personas piensen que es irrealizable, naif, estúpida… Y tendremos que explicarles porqué esa verdad todavía tiene sentido para construir un mundo mejor para todos, y deberemos reconocer también que es una verdad demasiado elevada para nosotros a veces, y que no siempre acertamos a ponerla en práctica. Y escucharemos sus objeciones y tendremos que tenerlas en cuenta para no acabar defendiendo una verdad que no es tal.

No hay libertad donde hay “Verdad”, ni tampoco cristianismo. Quienes dicen defenderla viven engañados y sometidos, y su antievangelio no busca la liberación de los seres humanos, sino que vivan oprimidos bajo una determinada comprensión del mundo. Por eso ser cristiano hoy es, como hizo Jesús, renunciar a “la Verdad” que defienden los poderosos, e ir en libertad hacia las verdades limitadas que nos muestran nuestros prójimos o que descubrimos en nosotros mismos. El cristianismo es la religión del amor, no de “la Verdad”. No es el opio del pueblo, ni una anestesia para quienes no quieren enfrentarse a la angustia de una existencia que no logran entender. El cristianismo es una religión contranatura que pone al último el primero, que pide amar incluso a nuestro enemigo y que vive con la esperanza y el deseo de poder construir un mundo donde todos los seres humanos sean hermanos y hermanas. Y para eso, o contra eso, no hay “Verdad” que valga… Sólo el amor puede hacerlo. Esa es la verdad cristiana, una verdad siempre en minúsculas que convive con muchas otras verdades también en minúsculas. Pero en esa convivencia la fe cristiana se perfecciona, se hace mejor y más humana.

Carlos Osma

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“HomoCristianus Evolutis: ¿Hacia qué estamos evolucionando?”, por Carlos Osma

Martes, 28 de julio de 2015
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Gay-Marriage-Evolution-ChartPalabra de Dios: Del blog Homoprotestantes:

Los cristianos homosexuales son diversos, pero es fácil observar que existe una evolución en la manera en la que se entienden a sí mismos, y la forma en la que relacionan su orientación sexual con su fe. Podemos decir que actualmente cohabitan diferentes Homocristianus y que muchos de ellos están evolucionando hacia estados superiores de desarrollo. Quizás en poco tiempo algunos estados primitivos habrán ya desaparecido, y habrá otros y otras Homocristianus a los que les costará entender cuál fue la razón por la que durante tanto tiempo existieron cristianos y cristianas homosexuales que vivían su fe de otra manera.

Los primeros cristianos homosexuales no levantan la cabeza, son los Homocristianus Absconditi, que como su nombre indica viven escondidos en sus iglesias tras una imagen heterosexual que les ayuda a pasar desapercibidos. Su fe y su orientación sexual no son compatibles. Tienen una imagen negativa de si mismos, se desprecian y sueñan con que algún día el Dios del cielo les regale la heterosexualidad. Su principal característica es el sufrimiento, y vivir la sexualidad como un castigo. Muchas de estas personas, para no ser descubiertas, se casan con personas de diferente sexo y si tienen relaciones homosexuales lo hacen de manera secreta y sólo para satisfacer su instinto sexual.

La siguiente evolución son los Homocristianus Mutatis que a diferencia de los anteriores decidieron en algún momento hacer pública su orientación sexual en un entorno más o menos reducido. Su fe y su orientación sexual siguen siendo incompatibles pero están convencidos de que con una voluntad de hierro y los psicoanalistas o consejeros pastorales apropiados pueden hacer el cambio, pueden mutar hacia la tan ansiada heterosexualidad. Se pasan la vida mintiendo, de recaída en recaída, o lo que es lo mismo, haciendo evidente que lo de la mutación es un imposible. Algunas de estas personas, como perciben como incompatibles la orientación sexual y la fe cristiana, acaban por abandonar el cristianismo. Sin embargo mantienen el sentimiento de culpa en el que fueron educadas.

Cuando el cristianismo fundamentalista habla de homosexuales, lo hace exclusivamente de Homocristianus Absconditi y Homocristianus Mutatis. Esos son los homosexuales que existen en sus comunidades. A ellos va dirigido su discurso, y sólo a ellas y a ellos puede afectar lo que dicen puesto que estos Homocristianus comparten su ideología homófoba. Es sorprendente ver como unas comunidades cristianas que hablan de liberación y de vivir en la verdad, son capaces de tener sentados a tantos Homocristianus Absconditi. No sorprende tanto que este tipo de cristianismo se alinee con posturas que las principales corrientes psicológicas rechazan, puesto que en otras áreas científicas hacen lo mismo para defender sus interpretaciones teológicas. Pero si llama la atención su falta de humanidad, lo poco que les importa el sufrimiento que evidentemente saben que sufren las personas a las que engañan con sus terapias reparativas. Además el miedo a poner en duda sus planteamientos fundamentalistas se traduce en negar que las personas que padecieron su homofobia puedan expresarse.

El primer paso en cuanto a la compatibilidad de la orientación sexual y la fe lo da el Homocristianus Bíblicus cuya principal razón de ser es la justificación bíblica de la homosexualidad. Para estas cristianas y cristianos homosexuales su aceptación dentro de las iglesias pasa por demostrar que la Biblia no les condena. Su discurso esta basado en la premisa de que los textos bíblicos que tradicionalmente se han utilizado para condenarlos han sido mal interpretados. Por primera vez el Homocristianus se atreve a tomar la iniciativa y acercarse a la Biblia de forma distinta que los Heterocristianus. Es aquí donde se concentran los enfrentamientos más duros puesto que el fundamentalismo, que se ha otorgado la interpretación verdadera de la Biblia, se niega a perder su estatus. El enfrentamiento es desigual, una lucha entre David y Goliat, pero es evidente que el Homocristianus Bíblicus ha conseguido grandes avances, y ha permitido mostrar que sólo la homofobia previa del lector hacen posible las lecturas homófobas tradicionales.

En iglesias no fundamentalistas podemos encontramos al Homocristianus Juribus que no tiene problema en cuanto a la compatibilidad de la fe y la orientación sexual, pero que se reconoce discriminado dentro de la iglesia. Por esa razón trabaja desde dentro para conseguir los mismos derechos que el resto de personas de la comunidad. Aquí no hay una lucha contra el fundamentalismo, sino contra el inmovilismo y el conservadurismo. Ocurre a menudo que como dentro de estas comunidades más progresistas los homosexuales no son rechazados directamente, el Homocristianus Juribus no es bien entendido por los Heterocristianus. Su labor por tanto es evidenciar la discriminación y trabajar por su erradicación. Una tarea a largo plazo que no tiene asegurado el final feliz, pero que permite sumar a muchos Heterocristianus a la lucha por la justicia dentro de la iglesia. Ya son varias las iglesias en Europa y América que han reconocido los mismos derechos en todos los ámbitos a los Heterocristianus y los Homocristianus. Que esto pueda ocurrir en España, está por ver, pero no parece fácil a menos en un plazo razonable.

El Homocristianus Bíblicus y el Homocristianus Juribus se diferencian en que el primero todavía tiene lazos con el fundamentalismo, mientras el segundo los ha roto para siempre. Sin embargo los dos comparten la convicción de que hay que convencer al Heterocristianus, que será el que les dará el sí o el no definitivo. De alguna forma la heterosexualidad sigue sin perder su hegemonía, su poder divino que regula y ordena la iglesia, la fe y las sexualidades aceptables. No hay una mirada de igual a igual, sino que en ambas posturas el Homocristianus se somete al Dios heteronormativo. ¿A qué se debe esta necesidad de aceptación que a veces parece enfermiza? ¿Es posible que todavía exista un atisbo de culpabilidad por haber traicionado a la heteronormatividad? ¿Homofobia interiorizada? ¿O simplemente incapacidad de pensarse fuera de la teología heteronormativa?

El último escalón por el momento en esta evolución lo ocupa el Homocristianus Liberum, que se atreve a vivir su fe y su orientación sexual en continuo diálogo. Lo primero no sería convencer al Heterocristianus, sino abrirse a la fe desde la propia manera de ser y sentir, ver que aporta y de que forma puede llevarle a una mejor comprensión de lo que él o ella es. No se trata de convencer, de discutir… los Homocristianus Liberum se abren a lo que la Biblia quiere decirles tal y como son, ahora ella no es un lugar para demostrar algo a los fundamentalistas, sino el lugar donde Dios se revela. El cristianismo no consiste en luchar para conseguir unos derechos dentro de la iglesia, sino en vivir y transmitir el evangelio liberador al entorno. Y para eso el Homocristianus Liberum ya no pierde el tiempo dentro de iglesias que no son verdaderamente inclusivas. Espera que estas cambien, pero el evangelio no consiste en cambiar iglesias, sino en seguir el ejemplo de Jesús en cualquier área de la vida. Y si necesitan comunidades inclusivas, los Homocristianus Liberum las construyen, sin complejos, como millones de cristianos y cristianas lo han hecho a lo largo de la historia. La vista ahora ya no está puesta en lo que ocurre dentro de uno mismo, o en lo que piensa la heteronormatividad, sino en participar en la transformación de una sociedad que necesita el mensaje liberador de Jesús.

¿Cuál será el siguiente Homocristianus? Todavía es difícil saberlo, pero seguro que uno cuya razón de ser esté más cercana al mensaje de Jesús, y más lejos de la opresión y de la muerte. Y para eso se necesita salir a su encuentro, al encuentro del maestro, desde lo que cada uno y cada una es, sin añadir ni quitar nada. Que sea el maestro, o el seguimiento del maestro, el que lo transforme una vez más.

Carlos Osma

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“Entre el sacrificio y la esperanza”, por Carlos Osma

Lunes, 20 de julio de 2015
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sacrificioisaacDel blog Homoprotestantes:

Cuando los primeros rayos de sol rompieron la oscuridad en la que vivía empezó a caminar para satisfacer la voluntad divina. Estaba decidido a entregarlo todo y acabar con lo que más quería, lo que le hacía feliz, lo que en realidad era. El mismo dios se lo pedía, se lo ordenaba, y aunque podría haberse negado no tuvo coraje para hacerlo. ¿Quién pude enfrentarse a un dios que lo exige todo? ¿Quién puede huir de un dios sediento de sangre? Más que una petición, había recibido una orden, y se sintió incapaz de escapar a otro mundo en el que la divinidad respetase el amor que sentía. Por eso no hubo fe en su decisión, no hubo una voluntad libre que optó por confiar. Se levantó, sí, y se puso a andar, pero resignado y atemorizado.

Mientras caminaba cabizbajo junto a sus dos siervos y un asno cargado de esperanzas rotas, recordó el día en el que Dios le invitó a mirar al cielo para contar sus sueños. El día en el que le llamó para que dejase atrás lo que se esperaba de él y se dirigiese hacia lo imposible. Se preguntaba una y otra vez donde había perdido a aquel Dios que no quería sangre, ni sacrificios humanos, ni dolor; aquel Dios que le llamaba únicamente a confiar, a creer, a tener fe, y a caminar felizmente hacia la promesa. Si cerraba los ojos e intentaba evadirse de lo que estaba viviendo ahora, todavía resonaban suavemente en su interior las palabras: “Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra[1]”.

Cuando su deseo, su esperanza y su vida, le preguntó qué quería ofrecerle a Dios, levantó la cabeza y le miró a los ojos. Y en aquellas pupilas se descubrió derrotado, sometido y humillado… así que no supo que contestarle y le mintió: “Dios proveerá el cordero para el holocausto”. Sabía que estaba a punto de renunciar a lo irrenunciable, de cometer un acto contranatura, de acabar con el amor que sentía para no desobedecer el mandamiento divino. ¡Que dolor tan profundo seguir a un dios así!, se decía, pero ¿hay otro dios acaso? Hacía tanto tiempo que no caminaba hacia la promesa, que se había acostumbrado a vivir bajo el sacrificio.

No quería pensar ni dejarse llevar por la compasión, por el amor, así que al anochecer, sin titubear levantó el altar del sacrificio y puso sobre él la leña. Miró a su alrededor y descubrió millones de altares más a los que trepaban los seguidores del dios legalista que se opone a la vida. Después se subió al suyo, se puso allí, porque cuando uno pone sus entrañas, sus sueños, su vida y su deseo de amar encima del altar del sacrificio, se está poniendo todo él a disposición del cuchillo que le destrozará para siempre. Y levantó el brazo destructor para acabar consigo mismo, para arrancarse el corazón que su dios anhelaba.

Pero fue el Dios de su juventud, el Dios de los sueños y de la esperanza el que le agarró del brazo para que no acabara con la promesa. Notó perfectamente su fuerza exigiéndole el fin del sacrificio, y su suave voz que le volvía a llamar a la fe, al seguimiento hacia la vida. Y se bajo del altar, aquel no era su sitio, lo veía claro ahora. No había sido escogido para inmolarse en nombre de un dios justiciero y verdadero sediento de sangre, sino para caminar, para caer y volverse a levantar, para cansarse y casi desesperar, pero con la confianza y la fe puesta en el Dios de lo improbable, de lo diverso, de lo imposible, de la debilidad, de quienes se sitúan fuera de la ley, de los que no hacen lo que dios quiere.

No hay fe divina en el ser humano que pueda liberarse completamente de las convicciones más profundas, y a menudo más injustas y crueles, con las que ha sido educado. No hay fe verdadera, o si la hay, es una fe humana e imperfecta. Por eso no tardó en preguntarse qué debía sacrificar. Si no era su propia vida, ¿quién debía ser la víctima? Y buscó otra vida con menos valor que la suya para entregar su sangre al dios del sacrificio. Y lo hizo rápido y sin pensar, sin sentir remordimiento pero tampoco perdón ni satisfacción alguna. Lo hizo porque era lo que se tenía que hacer, las vidas que valen menos que la propia, son el sacrificio perfecto para quienes creen que es necesario pagar por la salvación y la liberación divina. Quienes no viven de la gracia, se alimentan de la ley.

Y al amanecer, sin dolor por la sangre derramada en el altar del sacrificio, bajó la montaña de nuevo hacia su casa, hacia su hogar. Llevaba el amor a su lado, en el asno del que tiraba con la cabeza bien erguida mirando las últimas estrellas que todavía se vislumbraban en el cielo. Y las contaba, y miraba a la promesa y volvía a sentirse feliz, con una fe indestructible. No sabia todavía que la fe tiene que romperse todos los días para reconstruirla de una forma más humana, no sabía tampoco que la fe se pierde a veces y se vuelve a encontrar de una forma totalmente nueva. Era todavía muy pronto para entender que la fe puede morir y resucitar al tercer día. Pero ahora todo eso no importaba demasiado, tenía el amor a su lado, podía tocarle, abrazarle y besarle… Y cuando el amor va a tu lado, la fe es indestructible y la esperanza es capaz de abrirse a lo imposible.

Carlos Osma

[1] Gn 12,3

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Protestante Digital: Del fundamentalismo al resentimiento

Jueves, 9 de julio de 2015
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colau-bandera-gaiDel blog Homoprotestantes:

Esta semana la revista fundamentalista evangélica “Protestante Digital” nos ha regalado un editorial cuyo encabezado muestra la deriva de quienes se han quedado sin argumentos: “Del nacionalcatolicismo a la bandera arco iris”. Me gustaría hacer unas cuantas observaciones sobre dicho editorial.

Para empezar la bandera del arcoíris, bandera rainbow, o bandera de la libertad, fue utilizada públicamente por primera vez como símbolo del colectivo homosexual en San Francisco en el año 1978, como homenaje al activista homosexual Harvey Milk que había sido asesinado hacía unos días. Una bandera cuyos colores intentan reflejar la diversidad de todos los seres humanos, y el deseo de ser tratados con la misma dignidad. Sin embargo no es la primera vez que el símbolo del arcoíris se utiliza  para este fin, en la historia del protestantismo también la utilizó Thomas Müntzer en la revolución campesina del siglo XVI en Alemania para denunciar el trato injusto que sufrían campesinos y artesanos por parte de los gobernantes desorientados por malos sacerdotes: “Mira, los señores y los potentados están en el origen de cada usura, de cada apropiación indebida y de cada robo”. En la ciudad alemana de Stolberg se puede visitar la estatua de este reformador sosteniendo la bandera arcoíris entre sus manos.

Es cierto que hay sectores en la sociedad española que no están por dar los mismos derechos a todas y todos, por respetar la diversidad que existe en el país. Piensan que unas personas por amar, comportarse, vestirse, pensar u opinar de una determinada manera (cada sector determina esa manera), tienen más derechos que otras. Pero eso no es lo que dice nuestra Constitución ni lo que deben defender los representantes escogidos por toda la ciudadanía. La defensa de la igualdad y el respeto a la diversidad son pilares sobre los que nos hemos propuesto construir la sociedad. Por eso no hay contradicción alguna en que una bandera arcoíris ondee en los ayuntamientos de todo el país, mostrando el compromiso político con la justicia para todas y para todos.

El problema que tienen las cruces cristianas, o la ideología que defiende el fundamentalismo, es que nuestra sociedad ha tenido que padecer sus consecuencias. La cruz ha sido utilizada demasiadas veces para dividir, para humillar, menospreciar o incluso asesinar a personas. La sospecha e inquietud que producen las religiones que quieren ocupar el espacio público, no nacieron ayer, y no deberíamos sorprendernos de que esto ocurra. Además si en los últimos años el cristianismo oficial, sea del signo que sea, ha estado más por imponer una ideología de la discriminación, y por mantener ventajas fiscales y posibilidades de influencia política para su propio beneficio, no es difícil entender que exista el recelo a que sus símbolos representen a todos. Tampoco hay que olvidar que si el colectivo LGTBI en todo el mundo lucha por vivir y por sus derechos, el cristianismo no hace lo mismo. Les recuerdo por ejemplo a los fundamentalistas evangélicos, que han sido los telepredicadores americanos evangélicos quienes han puesto el caldo de cultivo del odio con el que son tratados los homosexuales en países como Uganda. Allí, no hay banderas arcoíris en los ayuntamientos, pero si mucho dolor y sufrimiento generado por el fundamentalismo.

Me sorprende también que el editorial enfrente discriminaciones, cuando creo que son todas las discriminaciones, todo lo que limite a los seres humanos, lo que debe ser rechazado en nombre del evangelio. La vida de un cristiano decapitado en Siria vale lo mismo que la de un homosexual lanzado desde una torre en el mismo país. Es una bajeza y una falta de sensibilidad priorizar una muerte a otra. Además, si estamos hablando de nuestro país, el editorial se olvida de que hay personas como el que aquí escribe que ha sido víctima de las dos discriminaciones, una por ser gay y otra por ser protestante. Y le podría explicar donde reside la diferencia: cuando era niño y me obligaban a asistir a clases de religión católica a pesar de ser protestante o me invitaban a quedarme en el pasillo mientras el resto de mis compañeros y compañeras se quedaban en el aula, yo podía explicarles a mis padres lo que me ocurría, podía compartir con otros cristianos la situación; y sobre todo, la ley estaba de parte de mi familia. Pero cuando en mi adolescencia me dí cuenta de que era homosexual, no tuve nada de eso. No conozco ningún evangélico en este país que se haya intentado quitar la vida por la discriminación que padece, pero no puedo decir lo mismo de las personas LGTBI que conozco. Aprovecho para decir, que el colectivo LGTBI es diverso, pero jamás he sentido ningún rechazo por ser protestante, de hecho la colaboración con entidades LGTBI siempre ha sido fácil. Sin embargo el fundamentalismo es incapaz incluso de reconocer que existen evangélicos LGTBI, de sentarse para hablar y escuchar sus experiencias antes de enviarlos al infierno para siempre.

Finalmente vuelvo al encabezado del editorial: “Del nacionalcatolicismo a la bandera arco iris”. Me parece una falta de respeto utilizar a cientos de miles de desaparecidos, asesinados, torturados y encarcelados por el franquismo en un artículo como éste, creo que no hacía falta, y que esto merecería una disculpa. Entre todas esas víctimas había miles de homosexuales que fueron internados en campos de concentración para vagos y maleantes. Y también había muchos protestantes, que se opusieron a un régimen que no respetaba las libertades. Por otra parte pienso que el encabezado deja ver que el fundamentalismo vive ajeno al mundo en el que vive al hacer dicha comparación. Las personas que levantan la bandera arcoíris creen que los fundamentalistas tienen que ver respetados sus derechos en este país, todo el mundo forma parte de la sociedad diversa en la que vivimos. Lo que no creen es que puedan mandar mensajes de odio, discriminar o incitar a la violencia hacia las personas LGTBI. Y sinceramente, en este editorial, más que evangelio y amor, se transmite impotencia y resentimiento.

Decía Thomas Müntzer que cuando las autoridades no cumplen su papel “la espada les será quitada”, y quizás es eso lo que les está ocurriendo a las iglesias cristianas que dicen predicar el evangelio, la reconciliación y la liberación; que como no lo hacen, son otras instituciones, otras personas las que se encargan de levantar la bandera del arcoíris que Dios nos regaló según el libro del Génesis como signo de una sociedad que no volverá a ser destruida. Y algunas personas, entre las que me cuento, piensan que encima de ese arcoíris vuelan los azulillos, y los sueños que soñaron se pueden hacer realidad. Así que en vez de entre papeles en blanco y negro, prefieren estar en algún lugar por encima del arcoíris desafiando sueños de justicia y liberación.

Carlos Osma

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Orgullo Gay 2015 Madrid: Programación Oficial

Sábado, 27 de junio de 2015
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750x750xmadrid-orgullo-e1434919173624.jpg.pagespeed.ic.qQRpuUbyHqA falta de apenas dos semanas para la celebración del Orgullo LGBT 2015 en Madrid, la web oficial del evento ya ha publicado la programación, que nos deja alguna sorpresa.

A los habituales espacios de la Plaza de Chueca, Plaza del Rey y Plaza del Callao, se suma este año la Plaza de la Luna, que ya hace unos años fue escenario de varios conciertos y que este año se gana como espacio al Orgullo. La manifestación recorrerá por el ya conocido camino de Atocha a Colón el sábado 4 de julio.

Además, la calle Pelayo volverá a ser escenario de la célebre carrera de tacones, pero este año además se celebrará una batalla de agua, ambos eventos el jueves 2 de julio a las 18:00 y 19:00. Los niños y las mascotas también tienen espacio en la programación del mejor orgullo del mundo. Os la detallamos:

PLAZA DE CHUECA

Miércoles 1:
20:00 – La plexi presenta “El Orgullo de Chueca”
20:30 – Pregón del Orgullo con Cayetana Guillén Cuervo y Alejandro Amenabar .

Jueves 2:
11:00 – Visita guiada ofrecida por Visit Chueca

Viernes 3:
16:00 y 18:30 – Visitas guiadas ofrecidas por Visita Chueca (la primera, en inglés).

Sábado 4:
12:00 a 18:00 – Chueca Kids (Talleres, conciertos, juegos, pintacaras y un piano gigante como el de la película “Big”). Leer más…

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¡Stop bullying LGTBI! , por Carlos Osma

Viernes, 26 de junio de 2015
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bullyingDel blog Homoprotestantes:

Esta semana en Barcelona, como en muchas otras ciudades, se celebra la fiesta del Orgullo LGTBI. El lema que las entidades y asociaciones han escogido para visibilizar aspectos en los que todavía es necesario seguir avanzando, es el bullying que sufren muchas personas por ser LGTBI. Aunque este acoso puede ser padecido por cualquiera, son sobre todo menores, personas de la tercera edad, dependientes, o personas en situación de vulnerabilidad, las que están más expuestas a sufrirlo. El odio, siempre se ceba con los más débiles, porque en el fondo son los cobardes los que lo ejercen.

Comunidades cristianas como Protestants Inclusius es una de las entidades que participa en el Pride organizando una celebración ecuménica el vienes 26, o formando parte de la manifestación que recorrerá las calles de Barcelona el sábado 27 para exigir el fin del bullying LGTBI. Y es que no hay otro lugar donde pueda estar una iglesia que dice seguir al maestro, no hay otro mensaje que puedan dar las seguidoras y seguidores de Jesús, que aquel que se opone al sufrimiento de otros seres humanos. Y aquí no hay matices que valgan, puesto que cada uno de esos matices son motivos que utilizan quienes discriminan para justificarse.

No hay verdad divina que pueda mantenerse en pie si sirve para que un adolescente pueda ser golpeado o insultado por no parecer suficientemente masculino. No hay cristianismo que pueda justificar que una niña que nació en un cuerpo que no reconoce como propio, esté avocada a la marginación social. No hay Dios que pueda pedir a madres y padres, que rechacen a su hijo o hija por ser gay o lesbiana. No hay fe en Jesús de Nazaret que se aproveche de la fragilidad de ancianos LGTBI para negarles sus derechos más básicos. No hay biblia que niegue el derecho de los hijos e hijas de familias LGTBI a ser felices y recibir una educación que respete su realidad familiar. No hay iglesia, que pretenda ser evangélica, que afirme que sólo la heterosexualidad salva y que quienes no son heterosexuales no tienen nada que decirle ni que aportarle.

Una ideología que desemboca en la negación y el sufrimiento de tantas personas no puede tener cabida en una sociedad igualitaria, y mucho menos en comunidades cristianas que predican la fraternidad de todas y todos los seres humanos. La LGTBfobia no puede seguir acompañando el discurso y la praxis de las seguidoras y seguidores de Jesús. Pero la meta no es erradicarla de nuestras comunidades cristianas, sino que éstas se conviertan en motor de cambio social para que el bullying sea extirpado de la sociedad. Mientras una sola persona sufra bullying a nuestro alrededor, el Reino de Dios no habrá llegado. Mientras haya una iglesia que discrimine a las personas por su orientación sexual o de género, el nombre de Jesús será utilizado contra la vida y la justicia.

No se puede animar al silencio y a la negación a quienes no son o sienten como la mayoría. No podemos permitir que un solo adolescente se suicide por el odio de quienes se creen mejores. Y mucho menos que sea el rechazo que ha vivido dentro de comunidades cristianas el que le empuje a acabar con su vida. Queremos un mundo mejor, un mundo más libre, más justo y más feliz para todas y todos. Y lo queremos como cristianos y cristianas porque el evangelio nos habla de eso, de construir un mundo donde no sea la verdad quien triunfe, sino el amor. Donde no haya gente que tenga razón y otra que esté equivocada, sino donde haya personas que desde sus diferencias se reconozcan hermanos y hermanas. Cualquier tipo de odio, aunque sea ejercido en nombre del amor, nos divide y nos hace daño, por eso no debemos darle cobertura.

Stop al bullying LGTBI, en la escuela, en los hospitales, en los juzgados, en los hogares, en las calles, en la iglesia. Acabemos con el odio que al final acaba siempre afectando a gente que tenemos cerca o a nosotros mismos. Decidámonos ya a levantar la voz contra la injusticia, contra el sufrimiento de tanta gente. ¡Basta ya de debates teológicos y discusiones teóricas! ¡Basta de mantener un discurso religiosamente correcto que no se traduce en nada! El cristianismo es compromiso con el amor, con la justicia y con la vida. Salgamos estos días a demandar, a exigir, a decir que no estamos de acuerdo con las políticas, las costumbres, las normas, los discursos o las teologías que dan cobertura al bullying. Que se nos vea, que se nos escuche, que hay cristianas y cristianos que con orgullo y empoderamiento son capaces de pedir, de demandar, una sociedad y unas iglesias donde la gente pueda vivir tal y como se siente, que pueda amar libremente y que pueda formar, si lo desea, la familia que siempre ha soñado.

No estamos solas ni solos, hay mucha gente, asociaciones y colectivos que demandan también que termine el acoso, el sinsentido, la falta de caridad. Pero sobre todo, no estamos solos ni solas porque es Jesús quien nos acompaña en cada paso que damos a favor de la justicia. En las marchas del orgullo, Jesús estará a nuestro lado.

Carlos Osma

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Jesús, confío en ti

Lunes, 22 de junio de 2015
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Del blog Homoprotestantes:

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Jesús es mi luz y mi salvación;
ya no tengo miedo.
Jesús es la fortaleza en la que vivo seguro;
ya nada logra atemorizarme.
Cuando quienes se definían como buenos vinieron contra mí para destruirme,
ellas y ellos, mis enemigos y mis adversarias, tropezaron y cayeron.
Aunque un ejercito de homofobia y odio acampe contra mí,
no temerá mi corazón.
Aunque en mi contra se levante el odio de la ignorancia y el egoísmo,
a pesar de todo eso, yo viviré confiado.

Pues una cosa he pedido al maestro, y esa es la que buscaré sin descanso,
poder estar junto a él, en su casa, todos los días de mi vida,
para contemplar su justicia, su ejemplo, su entrega,
y poder después reflejarla en su templo y en toda la Tierra.
En el día de la angustia, Jesús me protegerá y consolará,
y en mi interior, cuando esté sólo, curará mis heridas;
después sobre una roca que nadie puede mover ni destruir, me pondrá en alto.
En ese día que ya empieza a atisbarse, quienes han olvidado el ejemplo del maestro,
se atreverán a mirarme a la cara, para ver quién soy, y pedirán perdón por su pecado.
Y allí, en el templo del maestro, en el mundo que me envuelve,
ofreceré sacrificios de alabanza;
cantaré, sí, cantaré a mi alrededor las cosas que Jesús ha hecho conmigo.

Escucha, oh Señor, mi voz cuando a ti clamo;
ten piedad de mí, respóndeme.
Cuando me dijiste: trabaja por la justicia, no te rindas. Mi corazón te respondió:
tu rostro buscaré sin cesar, e iré donde tú me pidas.
Pero no te escondas por mucho tiempo de mí;
no rechaces a tu siervo por sus imperfecciones, por sus errores;
tú siempre has sido mi ayuda.
No me abandones, no me dejes sólo,
oh Dios de mi esperanza y de mi salvación.
Aunque mi padre y mi madre me abandonen,
aunque quienes me vieron nacer y me hablaron de tu amor, me rechacen,
tú siempre me acompañas, tú siempre estás conmigo.

Vuelve a mostrarme hoy tu camino Jesús,
y llévame por una senda que sea fácil junto a otras personas que van tras de ti,
para que no me engañen quienes para defender su verdad, desean mi mal.
No me entregues a la voluntad de quienes te nombran sin conocerte,
muchos mentirosos se han levantado contra mí,
han intentado destruirme con lecturas bíblicas cargadas de violencia.
Hubiera yo desmayado, si no hubiera confiado en ver tu justicia y tu bondad
a mi alrededor, construyendo un mundo y unas iglesias más humanas.

Espero al Señor, ya no tardará,
me esfuerzo y siento su aliento en mi corazón.
Te espero, Señor.

*

Carlos Osma

***

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“Jaume Llenas. Sí, pero no.”, por Carlos Osma

Sábado, 9 de mayo de 2015
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JAUMELLENASDel blog Homoprotestantes:

Hace unos días llegó a mi página de facebook el mensaje de un amigo que decía: “Dale al link y lee el artículo Carlos, vale la pena”.  Cuando hice lo que pedía me sorprendió ir a parar a la página de la revista Protestante Digital, y mucho más a un artículo de Jaume Llenas, presidente de la Alianza Evangélica Española (AEE). Para quien lo desconozca, la AEE no es una iglesia o denominación evangélica, actualmente se comporta más bien como un lobby que intenta imponer una visión fundamentalista dentro de las entidades evangélicas en España.

El artículo llevaba el título de “Vergüenza y desvergüenza[1] y venía a denunciar de una forma clara y contundente la imposición por parte del Cardenal de Barcelona Lluís Martínez i Sistach de una ceremonia de Estado católica por las víctimas del accidente aéreo de Germanwings. Jaume Llenas afirmaba en su artículo con mucho acierto que los Estados democráticos no deberían ser confesionales, ni dar preferencia a ninguna religión en detrimento del resto. Reconocía que lo que más le dolía era la desvergüenza de la jerarquía católica, que seguía pensando que el país era suyo, y la actuación de los representantes políticos que habían acatado lo que Cardenal Sistach les imponía. Finalmente sentenciaba: “siento vergüenza de lo que veo en este país que no siente como suyo al diferente, al secular, al laico, al judío, al musulmán, al evangélico”.

Creo que la mayoría de protestantes de este país compartimos las palabras de Jaume Llenas, aunque algunos como Guillem Correa, Secretario general del Consell Evangèlic de Catalunya, se prestase por decisión propia a ser palmero del Cardenal de Barcelona en la misa que finalmente se realizó en la Sagrada Familia. Sin lugar a dudas ha sido un desprecio a las familias no católicas que han perdido a un ser querido, pero también a todas aquellas que creemos que el cristianismo debe intentar unir, y no dividir, y que los representantes políticos lo son de todas y todos, no sólo de quienes profesan la religión mayoritaria. El catolicismo ya no es como dijo el dictador Francisco Franco la única religión de la nación española, también hay desde hace cientos de años musulmanes, judíos o protestantes, por nombrar algunos. Y sobre todo, hay una mayoría de la población a la que le importa bien poco la religión.

Como me sentí bastante cercano a las palabras de Jaume Llenas, busqué otras declaraciones que había realizado anteriormente sobre temas similares, y encontré muchas que comparto: “el grado de justicia de una sociedad se mide por su respeto a las minorías”, “Debemos defender la libertad de cada uno de comportarse, creer o vestir como desee”, o “No se puede fomentar el odio, la exterminación del otro, ni hacer apología del odio o la violencia[2]”. Y volví a preguntarme qué hace el presidente de una organización fundamentalista como la AEE haciendo estas afirmaciones. ¿Era un discurso sincero, o simplemente una pose?

No me hizo falta mucho tiempo para descubrir que al enarbolar la bandera del respeto a las minorías sólo buscaba el beneficio de la comunidad evangélica, y que bien poco le interesaba el respeto a otras minorías. Su discurso eran sólo palabras, bien diferentes a las que utilizó en el año 2005 para oponerse a que los homosexuales pudiéramos alcanzar el reconocimiento como ciudadanos con los mismos derechos y obligaciones que el resto. Jaume Llenas firmó un comunicado en el que se oponía a que dos personas del mismo sexo pudieran casarse y a que sus hijos e hijas pudieran ver reconocidos legalmente a sus dos madres o padres. Es decir, se posicionó contra los derechos de otra minoría, que por cierto, es más numerosa que la evangélica en España.

En diciembre de 2014 en una entrevista que concedió a la revista Protestante Digital Jaume Llenas volvió a quitarse la careta de defensa de la libertad individual y de oposición a los discursos de odio y afirmó que no le parecía bien que las iglesias inclusivas ministraran el pecado del colectivo homosexual haciéndoles sentir bien, que lo que él quería era ministrar a este colectivo para sacarlos del lugar en el que están. La entidad que preside, la AEE, sigue promoviendo todavía hoy la idea de que el homosexual puede ser reorientado hacia la heterosexualidad con una terapia apropiada, o que debe permanecer célibe toda la vida. Esa es su idea de respeto a las minorías.

Cuando alguien habla de respeto a las minorías, lo debe hacer cuando en el seno de la entidad que preside existe ese mismo respeto. Nadie puede obligar a nadie a que piense de una determinada manera, pero cuando se silencia la experiencia de cristianos y cristianas lgtbi, cuando se niega su existencia dentro de las iglesias evangélicas, cuando se les anima a unas terapias peligrosas, o cuando se les obliga a ser como la mayoría para poder ser escuchados y tenidos en cuenta; uno queda invalidado para pedir que la minoría a la que pertenece sea tratada con respeto. También muchos cristianos y cristianas sienten vergüenza y decepción cuando ven que las iglesias evangélicas en España no sienten como suyos a los diferentes, a la lesbiana, al transexual, a la bisexual, o al gay. Si el señor Llenas cree que es un desprecio la identificación de español y católico, muchos sentimos lo mismo cuando se identifica evangélico y heterosexual. La apropiación que los heterosexuales evangélicos como Jaume Llenas han hecho de la iglesia, es una verdadera indignidad. Por lo menos el Cardenal de Barcelona Lluís Martínez i Sistach ofreció un lugar decorativo a quienes no eran católicos.

Me gustaría terminar parafraseando un párrafo del artículo “Vergüenza y desvergüenza” del señor Jaume Llenas.

“Somos una iglesia de memoria herida, somos una iglesia invertebrada, porque nuestra iglesia se construye los unos contra los otros. Somos una iglesia vergonzosa porque la heteronormatividad  la ha construido uniformizándola e imponiéndose a quienes no son heterosexuales, y se han utilizado púlpitos, iglesias, revistas, consejos evangélicos, alianzas y federaciones para reprimir, callar e incluso eliminar físicamente a quienes no eran heterosexuales”.

Carlos Osma

[1] http://protestantedigital.com/blogs/35990/verguenza_y_desverguenza

[2] http://protestantedigital.com/sociedad/31129/El_grado_de_justicia_de_una_sociedad_se_mide_por_su_respeto_a_las_minoriasrsquo

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Impurezas y posesiones diabólicas.

Lunes, 27 de abril de 2015
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mathisDel blog Homoprotestantes:

Segunda parte del estudio: Un Mesías saliendo del armario

Una lectura queer de Mc 3,20-6,6

  1. UNA CASA Y DOS LUGARES. ESTAR DENTRO Y ESTAR FUERA (3,20-3,34)
  • 1. ¿Quién está dentro?

El evangelista nos sitúa ahora dentro de una casa, probablemente la de Pedro. Jesús está allí con sus discípulos y la casa comienza a llenarse de gente. La acción no tiene lugar en Jerusalén, lo que allí ocurre está alejado del discurso religioso oficial. Estamos en los márgenes del poder, en un espacio donde éste es cuestionado. Es por eso que, como ya vimos anteriormente, los representantes religiosos reaccionan defendiendo el lugar que ocupan. Su lugar es Jerusalén, pero deciden salir de allí, para acercarse al entorno de Jesús y sus discípulos y desacreditarle. La manera es sencilla, intentan resignificar las acciones salvíficas y sanadoras de Jesús como diabólicas. Pretenden que la mirada de sus seguidoras y seguidores no se dirija hacía las acciones liberadoras de Jesús sobre las personas oprimidas, sino que se centren en un discurso teórico que condena al maestro: “los escribas que habían venido de Jerusalén decían que tenía a Beelzebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios [1]”. En otras palabras, las personas que habían sido liberadas de los poderes opresivos que las hacían sufrir, lo habían sido no por un maestro, no por voluntad divina, sino por el más grande de los poderes opresivos. Ese Jesús que daba esperanza a la gente, pero que cuestionaba la enseñanza de los religiosos, era un embaucador.

Sabemos que las mujeres y hombres de la comunidad marcana se reunían todos los domingos en una casa, no en las sinagogas, para recordar la resurrección del maestro que les había liberado; ese era su alimento. Su fe en Jesús, basada en la experiencia vivida de sentirse salvados por él, convierte al maestro en el centro de su espiritualidad, en aquel que resignifica todo discurso teórico, toda acción religiosa. Eso, hizo que el discurso oficial de la religión judía reaccionara negando el lugar que se le estaba dando a Jesús, en detrimento de la Ley y el monoteísmo. El Jesús que usurpa lo establecido por el poder religioso, aunque pueda haberse revelado como un salvador, no es más que un poder demoníaco. Un mentiroso que llevará a la perdición.

Los espacios abiertos en el mundo por las personas LGTBI para poder vivir libremente y poder dar expresión a todas sus potencialidades, son cada vez mayores, aunque no deberíamos dejarnos llevar por lo que ocurre en las grandes urbes de muchas ciudades occidentales; esos espacios, aunque ya no son anecdóticos, sólo existen para una pequeña minoría de la población LGTBI mundial. Y esos terrenos ganados a la exclusión, son para cristianas y cristianos, como la casa donde Jesús se reúne con sus discípulos y discípulas. Lugares de liberación, donde los poderes opresivos desaparecen, y donde los seres humanos se sienten a salvo. Ante eso, como el evangelio nos indica, los poderes patriarcales intentan desviar la mirada de la experiencia sanadora que han vivido las personas LGTBI que forman parte de estos espacios, para lanzar un discurso teórico que hace de nuestro Jesús liberador un demonio. Sólo el Jesús de sus leyes, el de sus dogmas, el de sus costumbres, es el verdadero. El Jesús en el que creen muchos cristianos y cristianas LGTBI es un engaño, una falacia. La justicia por la que trabajan miles de entidades LGTBI es una opresión.  Lo que la realidad muestra, sólo es un espejismo, la verdad es la de siempre: el patriarcalismo, la naturaleza y la doctrina. Y las tres dicen, que vuestro Jesús es demoníaco.

  • 2. ¿Quién está fuera?

Fuera de la casa están la madre, los hermanos y las hermanas de Jesús que han creído a los maestros de la Ley y dan por hecho que su hijo está “fuera de sí”. No hay en ellos una crítica a quienes pretenden etiquetar a su hijo como desviado, les creen a pies juntillas, no ponen en duda los poderes establecidos. Quizás porque sería poner en duda el suyo propio, y la familia tenía por aquel entonces un lugar central en la estructuración de la sociedad. A primera vista parece que la familia de Jesús actúa desde el amor y se preocupa por la salud de su hijo, por eso quieren sacarlo del lugar que ocupa en aquella casa donde predica, para situarlo en su lugar, en el hogar familiar. Pero lo que la madre, las hermanas y los hermanos de Jesús vienen a hacer, es sacar a Jesús de un espacio que les avergüenza. El comportamiento de Jesús trae la deshonra para la familia, y ante eso sólo tienen dos posibilidades: intentar convencerlo para que salga de allí o rechazarlo.

Lo que representa en el texto la familia no es más que una estructura al servicio del poder semejante a los fariseos. Pero a diferencia de la estructura religiosa, que ejerce un ataque directo a lo que Jesús es, la familia aquí representada tiene otra estrategia. Lo que parece mover su comportamiento es el amor, la responsabilidad, la preocupación por Jesús. Quieren que Jesús viva dentro de la casa familiar sin tanta estridencia, sin hacer ruido. Es evidente que la finalidad tanto de la familia como la de los fariseos es la misma: hacer callar a un Jesús que cuestiona el modelo social y religioso que ellos representan. Leer más…

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