La primera deja claro que en este mundo, el bien y el mal coexisten. Y si queremos eliminar el mal, corremos el riesgo de eliminar también el bien.
¿Quiénes somos nosotros para juzgar lo que es bueno y lo que es malo? Es muy fácil caer en el error de creer que lo bueno es lo nuestro y lo de los demás lo malo.
Jesús nos dice que los que son del Reino son la buena semilla. En las otras dos palabras nos dice claramente que la semilla del Reino son las más pequeñas. Que una pequeña cantidad de levadura, hace fermentar toda la masa. Queda claro que el reino es de los "pequeños". La mayoría de las personas valoramos lo grande, lo poderoso, lo espectacular. Sin embargo es la pequeña semilla y la levadura, las que dan fruto y hacen crecer el Reino.
Es muy probable que en nuestro ánimo de querer eliminar lo malo, fuese lo "pequeño" lo primero que eliminaríamos. Jesús nos pide que seamos pacientes. Que esperemos a ver los frutos.
Los fariseos pedían a Jesús una señal. No se daban cuenta que estaban ante la señal. Él es el camino, la Verdad y la Vida.
No hay otra forma de conocer a Dios. Jesús es la Palabra. Una palabra hecha carne. Una palabra vivida. Es a través de lo que vivió, de la forma en que vivió, de su entrega total en su muerte y resurrección, viviendo en cada uno de nosotros, en los humildes, la única forma como podemos llegar a Dios. Él es la señal que pedían los fariseos.
YOEL