Foro Cristianos Gays » Cristianos Gays - Foro de debate

28-VIII...

(2 mensajes)
  1. Hoy la tradición romana recuerda a Agustín de Hipona y me vino a la memoria una cancioncilla que cantaba un hermano cuando yo era un jovencísimo estudiante de teología. Aquí os dejo esa canción que narra un episodio de la vida de este personaje del siglo IV:

    https://www.youtube.com/watch?v=w200nWx4OhM

    Un abrazo y feliz domingo
    D.G.;Zaragoza

    Publicado hace 7 años #
  2. Gracias, hermano, a pesar del peso negativo que ha tenido el "agustinismo", quien sabe si tergiverado, no actualizado... dando lugar a ese jansenismo (al que Teresa de Lisieux le hizo un buen corte de mangas con su "camino de infancia espiritual) tan arraigado aún en muchas comunidades cristianas... sin embargo tiene bellísimos textos que hablan de conversión y seguimiento...

    "Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti"

    ***

    ¡Tarde te amé,

    hermosura tan antigua y tan nueva,

    tarde te amé!

    Y ves que tú estabas dentro de mí y yo fuera,

    Y por fuera te buscaba;

    Y deforme como era,

    Me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste.

    Tú estabas conmigo mas yo no lo estaba contigo.

    Me retenían lejos de ti aquellas cosas

    Que, si no estuviesen en ti, no serían.

    Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera:

    Brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera;

    Exhalaste tu perfume y respiré,

    Y suspiro por ti;

    Gusté de ti, y siento hambre y sed;

    Me tocaste y me abrasé en tu paz.

    ***

    ¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad!

    Del libro de las Confesiones de san Agustín, obispo
    Libro 7, 10. 18, 27

    Habiéndome convencido de que debía volver a mí mismo, penetré en mi interior, siendo tú mi guía, y ello me fue posible porque tú, Señor, me socorriste. Entré, y vi con los ojos de mi alma, de un modo u otro, por encima de la capacidad de estos mismos ojos, por encima de mi mente, una luz inconmutable; no esta luz ordinaria y visible a cualquier hombre, por intensa y clara que fuese y que lo llenara todo con su magnitud. Se trataba de una luz completamente distinta. Ni estaba por encima de mi mente, como el aceite sobre el agua o como el cielo sobre la tierra, sino que estaba en lo más alto, ya que ella fue quien me hizo, y yo estaba en lo más bajo, porque fui hecho por ella. La conoce el que conoce la verdad.

    ¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad! Tú eres mi Dios, por ti suspiro día y noche. Y, cuando te conocí por vez primera, fuiste tú quien me elevó hacia ti, para hacerme ver que había algo que ver y que yo no era aún capaz de verlo. Y fortaleciste la debilidad de mi mirada irradiando con fuerza sobre mí, y me estremecí de amor y de temor; y me di cuenta de la gran distancia que me separaba de ti, por la gran desemejanza que hay entre tú y yo, como si oyera tu voz que me decía desde arriba: «Soy alimento de adultos: crece, y podrás comerme. Y no me transformarás en substancia tuya, como sucede con la comida corporal, sino que tú te transformarás en mí».

    Y yo buscaba el camino para adquirir un vigor que me hiciera capaz de gozar de ti, y no lo encontraba, hasta que me abracé al mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, el que está por encima de todo, Dios bendito por los siglos, que me llamaba y me decía: Yo soy el camino de la verdad, y la vida, y el que mezcla aquel alimento, que yo no podía asimilar, con la carne, ya que la Palabra se hizo carne, para que, en atención a nuestro estado de infancia, se convirtiera en leche tu sabiduría por la que creaste todas las cosas.

    ¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de tí aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti.

    San Agustín

    Publicado hace 7 años #

RSS feed for this topic

Responder

Debes conectarte para enviar un mensaje.