Marta me pediste una postal desde mi retiro, pero correos está un tanto lejos del monasterio y aquí no tienen. Pero me prometí poder escribirte unas líneas. Fui a la librería de al lado de casa y compré uno de esos diarios con tela y flores secas, por si me apetecía escribir algo. Estoy escribiéndote estas líneas a última hora de la noche. Quiero que compartas conmigo al leer mediante estas líneas lo feliz que me he sentido aquí entre estos muros, en medio de tanta sencillez. He pensado mucho en ti.
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