Aquella noches, tras la oración, el joven que seguía al abad Ferran le dijo:
-¿Dónde podre encontrar un lugar en que pueda gustar la alegría y la paz verdadera?
Sonrió el Abad y, tomándolo por un brazo, le hizo entrar en la penumbra de la capilla.
Luego dijo:
- Ese lugar siempre ha existido y siempre ha estado a nuestro alcance. Pero normalmente no somos capaces de entrar en él.
Cerro los ojos y luego prosiguió:
- Ese lugar es nuestro interior. Somos casa de Dios. "Si alguien me ama cumplirá mi palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él y habitaremos en él" (Jn 14,23). "Habitad en mi y yo en vosotros" (Jn 15,4).
Miró con ternura al joven y añadió:
- Lo que nos ocurre es que siempre estamos fuera de esa casa, fuera de nosotros. Nuestros pensamientos, emociones, sentimientos...nos llevan fuera de nosotros, del lugar que Dios ha escogido vivir. Incluso cuando meditamos, en lugar de quedarnos en ese lugar en el que Dios habita, salimos al exterior en busca de no se que....
Luego concluyó:
- Hemos de hacer nuestra casa allí donde Dios tiene la suya. Y Él ha escogido hacerla en el interior de cada hombre...en nuestro interior.
..fr. Bernardo YOEL. Valencia.