Comenzamos el tiempo Ordinario, en la primera lectura el Antiguo Testamento narra el pasaje en que el joven Samuel, que duerme en el Santuario, oye la llamada de Dios. No la reconoce. Será el anciano sacerdote Elí, quien a la tercera llamada, repara que es Dios quien se dirige a Samuel.
Nosotros también debemos estar atentos a la voz de Dios. Pero seguimos sin reconocerla, porque, a pesar de lo que nos dice claramente Jesús en el Evangelio, no acabamos de convencernos de que Dios nos habla por boca del necesitado, del perseguido, del pobre; por boca de nuestro hermano. Una voz que nos resulta molesta, por que nos saca de nuestro egoísmo. Una voz que nos empuja a compartir, a entregarnos. Una voz que debemos escuchar, si de verdad queremos ser cristianos y queremos que el Reino empiece ya en este mundo.
Escuchamos las voces de rebeldía que están brotando de las más diversas gargantas. Escuchamos la vida que hay en nuestras experiencias, y la utopía de que otra iglesia es posible por que ya la estamos construyendo.
Por el universo mundo hay brotes de cristianos gays con diferentes colores y muy vivos.Los brotes algún día se convertirán en el árbol sano y frondoso si estamos unidos y el oído abierto para no convertirnos en un rebaño de obispos sin ovejas.
fr. Bernardo YOEL. Valencia.España