Queridos Hermanos:
Nuevo curso, cambio de tiempo. Estamos en otoño, estación de gran belleza en la que el campo los bosques y los montes se tiñen de colores fuertes: amarillos, ocres, marrones y verdes. Salir de marcha es un goce estético.
El otoño tiempo en el que nos quedamos más tiempo en casa, días en los que se alargan las sobremesas, las tertulias en torno a un café, una cerveza o un refresco al calor del brasero, de una estufa o un radiador. Momentos en el que se disfruta de los otros, se profundiza en la amistad, en la relación de pareja y en el encuentro con nosotros mismos.
Este es el aspecto positivo de esta estación, pero hay otro ( los enfermos mentales bien lo saben) también son días de añoranza de los seres queridos y en los que nuestras carencias, nuestro traumas, frustraciones e incluso nuestros sueños inacabado resurgen. En esta época surgen sentimientos contradictorios: depresiones, ansiedad, melancolía y aridez espiritual.
Ante estos sentimientos la oración mental no nos aporta nada nuevo, tenemos la sensación de estancamiento. Aunque nos esforcemos en encontrarnos con Dios o con nosotros mismos estos sentimientos constituyen un muro, una frontera o barrera difícil de franquear.
No nos esforcemos hermanos en sacar algo desde la oración mental, volvamos a la oración sencilla que hacían nuestros abuelos, mi madre…... Ellos rezaban el rosario todos los días, incluso en familia. La oración simple, sencilla y humilde, la reiteración de las Ave Marías y del Padre Nuestro los acercaba a Dios. Mi experiencia en momentos de aridez espiritual al rezar el rosario es la de adquirir una paz interior dejando atrás un mar embravecido para entrar en un mar calmado y de brisa suave.
Un abrazo
HILARIO