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Archivo para Domingo, 23 de septiembre de 2018

Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos.

Domingo, 23 de septiembre de 2018
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EL POETA

«El poeta es su infancia».
Y el niño Rilke lo supo.

Una infancia bien soñada.
La que soñara y no tuvo.

Todo poeta es un niño
que se niega a ser adulto.

Podrán crecerle las barbas
de la ira o del orgullo.

Y caérsele a pedazos
el corazón ya maduro.

Pero conserva los ojos
deslumbradamente puros.

*

Pedro Casaldáliga

El tiempo y la espera,
Editorial Sal Terrae.

***

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía:

“El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.”

Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó:

“¿De qué discutíais por el camino?”

Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó llamó a los Doce y les dijo:

“Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.”

Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:

“El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.”

*

Marcos 9, 30-37

***

«Surgió entre los discípulos una discusión sobre quién sería el más importante» (Lc 9,46). Sabemos bien quién es el que siembra esta discusión entre las comunidades cristianas. Pero tal vez no tengamos bastante presente que no puede formarse ninguna comunidad cristiana sin que, antes o después, nazca esta discusión en ella. En cuanto se reúnen los hombres, ya empiezan a observarse unos a otros, a juzgarse, a clasificarse según un orden determinado. Y con ello ya empieza, en el mismo nacimiento de la comunidad, una terrible, invisible y a menudo inconsciente lucha a vida o muerte.

        Lo importante es que cada comunidad cristiana sepa que, ciertamente, en algún pequeño rincón «surgirá entre sus componentes la discusión sobre quién es el más importante». Es la lucha del hombre natural por su autojustificación. Ese hombre se encuentra a sí mismo sólo en la confrontación con los otros, en el juicio, en la crítica al prójimo. La autojustificación y la crítica van siempre de la mano, lo mismo que la justificación por la gracia y el servicio van siempre unidos. Como es cierto que el espíritu de autojustificación sólo puede ser superado por el espíritu de la gracia, los pensamientos particulares dispuestos a criticar quedan limitados y sofocados si no les concedemos nunca el derecho a abrirse camino, excepto en la confesión del pecado.

        Una regla fundamental de toda vida comunitaria será prohibir al individuo hablar del hermano cuando esté ausente. No está permitido hablar a la espalda, incluso cuando nuestras palabras puedan tener el aspecto de benevolencia y de ayuda, porque, disfrazadas así, siempre se infiltrará de nuevo el espíritu de odio al hermano con la intención de hacer el mal. Allí donde se mantenga desde el comienzo esta disciplina de la lengua, cada uno de los miembros llevará a cabo un descubrimiento incomparable: dejará de observar continuamente al otro, de juzgarle, de condenarle, de asignarle el puesto preciso donde se le pueda dominar y hacerle así violencia. La mirada se le ensanchará y al mirar a los hermanos, plenamente maravillado, reconocerá por vez primera la gloria y la grandeza del Dios creador. Dios crea al otro a imagen y semejanza de su Hijo, del Crucificado: también a mí me pareció extraña esta imagen, indigna de Dios, antes de que la hubiera comprendido.

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Dietrich Bonhoeffer,
Vida en comunidad,
Ediciones Sígueme, Salamanca 1997.

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“¿Por qué lo olvidamos?”. 25 Tiempo Ordinario – B (Marcos 9,30-37)

Domingo, 23 de septiembre de 2018
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25-852861-200x300Camino de Jerusalén, Jesús sigue instruyendo a sus discípulos sobre el final que le espera. Insiste una vez más en que será entregado en manos de los hombres y estos lo matarán, pero Dios lo resucitará. Marcos dice que «no entendían lo que quería decir, pero les daba miedo preguntarle». No es difícil adivinar en estas palabras la pobreza de muchos cristianos de todos los tiempos. No entendemos a Jesús y nos da miedo ahondar en su mensaje.

Al llegar a Cafarnaún, Jesús les pregunta: «¿De qué discutíais por el camino?». Los discípulos se callan. Están avergonzados. Marcos nos dice que, por el camino, habían discutido sobre quién era el más importante. Ciertamente es vergonzoso ver a Jesús, que camina hacia la cruz, acompañado de cerca por un grupo de discípulos llenos de estúpidas ambiciones. ¿De qué discutimos hoy en la Iglesia mientras decimos seguir a Jesús?

Una vez en casa, Jesús se dispone a darles una enseñanza. La necesitan. Estas son sus primeras palabras: «Quien quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos». En el grupo que sigue a Jesús, el que quiera sobresalir y ser más que los demás ha de ponerse el último, detrás de todos; así podrá ver qué es lo que necesitan y podrá ser servidor de todos.

La verdadera grandeza consiste en servir. Para Jesús, el primero no es el que ocupa un cargo de importancia, sino quien vive sirviendo y ayudando a los demás. Los primeros en la Iglesia no son los jerarcas, sino esas personas sencillas que viven ayudando a quienes encuentran en su camino. No hemos de olvidarlo.

Para Jesús, su Iglesia debería ser un espacio donde todos piensan en los demás. Una comunidad donde estemos atentos a quien más nos pueda necesitar. No es sueño de Jesús. Para él es tan importante que les va a poner un ejemplo gráfico.

Se sienta y llama a sus discípulos. Luego acerca un niño y lo pone en medio de todos para que fijen su atención en él. En el centro de la Iglesia apostólica ha de estar siempre ese niño, símbolo de las personas débiles y desvalidas: los necesitados de acogida, apoyo y defensa. No han de estar fuera, lejos de la Iglesia de Jesús. Han de ocupar el centro de nuestra atención.

Luego Jesús abraza al niño. Quiere que los discípulos lo recuerden siempre así: identificado con los débiles. Mientras tanto les dice: «El que acoge a un niño como este en mi nombre a mí me acoge, y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado».

La enseñanza de Jesús es clara: el camino para acoger a Dios es acoger a su Hijo Jesús presente en los pequeños, los indefensos, los pobres y desvalidos. ¿Por qué lo olvidamos tanto? ¿Qué es lo que hay en el centro de la Iglesia si ya no está ese Jesús identificado con los pequeños?

José Antonio Pagola

 

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“Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos.”. Domingo 23 de septiembre de 2018. Domingo 25º ordinario

Domingo, 23 de septiembre de 2018
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52-OrdinarioB25 cerezoDe Koinonia:

Sabiduría 2, 12. 17-20: Lo condenaremos a muerte ignominiosa.
Salmo responsorial: 53: El Señor sostiene mi vida.
Santiago 3, 16-4, 3:  Los que procuran la paz están sembrando paz, y su fruto es la justicia.
Marcos 9, 30-37: El Hijo del hombre va a ser entregado. Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos.

El libro de la Sabiduría recoge la experiencia de los profetas de Israel y nos presenta a la persona «justa» como el modelo de sabiduría. El modelo de piedad no lo constituye la persona que hace sacrificios abundantes o que sigue con elegancia y delicadeza todos los pormenores de los ritos litúrgicos. La persona ideal es la que vive la justicia y muestra con sus obras que es posible realizar la voluntad de Dios en este mundo. Pero, aunque este es el camino auténtico y querido por Dios, no por ello, se puede realizar con simplicidad. La oposición no se hace esperar. Incluso, al interior de la familia o del círculo de amigos. El que tome el camino de la justicia, pronto se dará cuenta que hará el viaje en compañía de pocas personas.

La carta de Santiago nos da una explicación tan sencilla como eficaz de la causa de los conflictos en la comunidad cristiana: la ambición. En efecto, nadie roba, ni asesina ni arruina la vida ajena si no está movido por algún tipo de ambición. El deseo de ser más fuerte que los demás, de tener más capacidad económica, de asegurarse esta vida y la otra, no son sino manifestaciones de la ambición. El problema, es que las personas que piensan así, comienzan a ver al resto del mundo como un obstáculo a eliminar o como un puente sobre el cual pasar. Pero, el problema de tales conductas, animadas y patrocinadas por la sociedad, radica en que se constituyen en ideales de vida, incluso de personas que se proclaman como cristianos. La carta de Santiago nos invita a poner todas esas ideas a contraluz y a pasarlas por el inequívoco tamiz del evangelio. La codicia de dinero, prestigio y poder nos puede conducir por un camino sin regreso y nos puede alejar del cristianismo de manera irreversible, aunque nos sigamos considerando cristianos y vayamos a misa todos los días.

En el evangelio de Marcos, el «camino» representa el itinerario de formación de un buen discípulo. Jesús no quiere un grupo de fanáticos que le entonen vivas a su nombre, sino un grupo de personas responsables que sean capaces de asumir un proyecto. Por esta razón, sus esfuerzos se concentran en la enseñanza de sus seguidores. Pero, la instrucción parte de los desaciertos y de las respuestas erráticas que ellos van dando a lo largo del trayecto hacia Jerusalén.

Jesús debe superar el miedo cultural que invade a sus discípulos y que les impide dirigirse a su «Maestro» con toda confianza. Para esto utiliza una estrategia pedagógica muy ingeniosa. Retoma la discusión de los discípulos que estaban concentrados no en su enseñanza, sino en la repartición de los cargos burocráticos de un hipotético gobierno y reconduce la discusión mediante un ejemplo tomado de la vida diaria. El «niño» era una de las criaturas mas insignificantes de la cultura antigua. Por su estatura y edad no estaba en condiciones de participar en la guerra, ni en la política ni en la vida religiosa. Jesús coloca a uno de esos pequeños en medio de ellos y muestra cómo el presente y el futuro de la comunidad está en colocar en el centro no las propias ambiciones, sino las personas más postergadas y simples. Sólo así se revierte el sistema social de valores. Y sólo así, la comunidad es una alternativa ante el «mundo», que ya sabe poner en el centro a las personas adineradas. La novedad de Jesús consiste en hacer grande lo pequeño, lo doméstico e insignificante.

Eso que Jesús revelaba -con una paradoja- era muy serio: Jesús identificaba su propia suerte y la de Dios con la suerte de los niños, los que no tienen derechos ni quien mire por ellos, los últimos, los despreciados, los no tenidos en cuenta. Porque en realidad todo él se identificaba con ellos: se había puesto de su lado, había asumido su causa como propia. Por eso decía que todo servicio hecho a ellos se le hacía a él mismo y, en definitiva, al Padre. Nuevamente ponía la jerarquía de valores de la sociedad al revés o, mejor, al derecho. Una sociedad que mira sólo por los de arriba –o en la que las decisiones la toman los que están arriba o miran por los intereses de los de arriba- no garantiza ni el Reino ni la Vida; ésta sólo puede sobrevivir en un mundo que desde abajo mire por los de abajo, los que no tienen derechos. Leer más…

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23.9.12. Y abrazando al niño, les dijo… Un programa de anti-pederastia

Domingo, 23 de septiembre de 2018
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38162961_1044055222438336_2223410324671823872_nDel blog de Xabier Pikaza:

Mc 9, 33-37. Dom 25. Este evangelio recoge un tema clave de la vida y proyecto de Jesús: La prioridad del niño, en sentido social, afectivo y administrativo, y puede así centrarse en tres rasgos:

1. Un proyecto y camino social,abierto de un modo gratuito y poderoso a los últimos del mundo, en especial hacia los más pequeños y necesitados, que son los niños, carentes de abrazo. Sin solidaridad y afecto a hacia los más necesitados no existe evangelio.

2. Un proyecto afectivo, de aprendizaje de abrazo. El evangelio es un “modo de querer”, un compromiso de amor generoso. No basta la ayuda social externa, es necesario el encuentro afecto que se expresa, de un modo privilegiado en el abrazo dirigido al niño (no para utilizarle de un modo sexual, pederasta), sino para comunicarle, cuerpo a cuerpo, el cariño más hondo, haciéndole así capaz de amor

3. Un compromiso organizativo, servidores de los niños y los necesitados.. Los elementos anteriores (proyecto social, abrazo) resultan inseparables del compromiso “militante” de aquellos que quieren seguir a Jesús, que han de renunciar a todo poder de imposición, para servidores sociales y afectivos de los más pobres, siendo en especial “amigos” y maestros de amor de los niños.

Este evangelio ofrece un intenso programa social de justicia afectiva (de abrazo) y organizativa (de servicio), en gesto de entrega de la vida, no de poder y de utilización social y sexual de los otros, sino de regalo de amor concreto, para que ellos (en especial los niños) puedan sentirse amados, acogidos… y crecer en libertad y esperanza de vida . Ésta es la raíz de toda anti-pederastia: que es interés y compromiso personal de amor, superando así (por elevación, no por negación) toda utilización de los niños.

Por eso, los cristianos, seguidores de Jesús, han de ser mujeres y hombres de justicia, de madurez afectiva desbordante (de abrazo) y de compromiso concreto a favor de los demás, desde el poder de la vida (que es el poder del evangelio), no desde el dominio de unos sobre otros.

imagesJesús resuelve el tema de un modo teórico (diciendo que quien quiera ser primero ha de hacerse servidor de todo), pero sobre todo de un modo práctico: Poniendo en el centro a los niños y añadiendo que el Reino de Dios sólo es posible allí donde los importantes son los niños.

1. Éste es un evangelio de justicia, que debe sonar como dinamita en un mundo como el nuestro donde cada día mueren docenas de miles de niños de hambre, porque nosotros (los grandes) seguimos discutiendo sobre quiénes son (somos, hemos de ser), para mantenernos de esa forma los primeros (que nuestra economía sea la más poderosa del mundo).

Éste es un evangelio tierno, emocionante… pero suena como trompeta apocalíptica en un mundo (una Iglesia) donde seguimos utilizando a los niños en función de ideales sociales o sagrados, a través de diversos tipos de pederastias o paido-fobias, construyendo un mundo en el que millones de niños no podrán vivir en comunión afectiva, en esperanza de vida.

3. Este es un evangelio de transformación organizativa de la iglesia,, un evangelio dirigido a los que gobiernan las comunidades, que tienen la tentación de imponer su poder religioso sobre los demás… Pues bien, en contra de eso, en el principio de la Iglesia, Jesús nos ofrece este de transformación de la autoridad, para convertirla en servicio de justicia y de amor hacia los niños.

Buen bien de semana. Siga quien quiera entrar en tema lea el texto de Marcos, y si quiere siga después con mi comentario.

Texto: Mc 9, 33-37

(a. Introducción). Llegaron a Cafarnaúm y, una vez en casa, les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino ? Ellos callaban, pues por el camino habían discutido sobre quién era el más grande.

(b. Sentencia básica) 35 Y sentándose llamó a los Doce y les dijo: Quien quiera ser primero, sea último de todos y servidor de todos.

(c. Fundamento)Luego tomó a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: Pues quien acoja a uno de los niños como estos éstos en mi nombre, a mí me acoge; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino a Aquel que me ha enviado.


9, 33-34. Introducción. Habían discutido en el camino

Llegaron a Cafarnaúm y, una vez en casa, les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino ? Ellos callaban, pues por el camino habían discutido sobre quién era el más grande.

images-1Éste es un ejemplo claro de “disonancia” evangélica. Jesús dice una cosa, pero Pedro y los Doce entienden otra. Ellos avanzan con Jesús, y el mismo ritmo del camino (están en tê hodô, van a Jerusalén, lugar del cumplimiento mesiánico) les lleva a platear el gran problema, preguntando quién es más grande, pues el Reino debe implicar grandeza para sus portadores, es decir, un tipo de dominio sobre los demás.

Estando ya en casa, Jesús les pregunta sobre el tema del que habían discutido (dielogisesthe), pero ellos “callaban” (esiôpôn), porque se avergüenzan de aquello que habían discutido en el camino. Nos hallamos ante un proceso de ocultamiento. Jesús les habla abiertamente, pero ellos conspiran a su espalda. No conocen (no comprenden) lo que quiere Jesús, pero saben bien lo que ellos quieren. Por eso callan ante él.

–Han podido hablar de las implicaciones de su camino mesiánico (dejarlo todo y seguir a Jesús). Se les ha pedido mucho. ¿Qué se les dará? Supongamos que son padres de familia, que han dejado a sus mujeres y a sus hijos para asumir de un modo más directo el proyecto de Jesús. ¿Qué pasará con ellos y los suyos? ¿Qué ventajas podrán obtener del camino de Jesús? Por otra parte, posiblemente, Jesús les parece cada vez más “obsesionado” por el posible fracaso externo de su movimiento.

–De manera consecuente, ellos discuten sobre quién es (o ha de ser) el más grande (9, 34). El tema de la discusión podría personalizarse, diciendo que han surgido envidias, deseos de liderazgo, disputas sobre privilegios. Suele suceder. Jesús no es dictador, no impone su dominio por la fuerza; lógicamente, su movimiento tenderá a escindirse en grupitos de influjo o prestigio (como sabe la historia de los israelitas: cf. Núm. 14 y 16).

Pero también puede tratarse de una discusión de principios: precisamente allí donde Jesús, partiendo de su propia utopía sentimental, poco ajustada a la realidad, parece haberse inhibido (no organiza el poder) tienen que hacerlo ellos, sus discípulos, y por eso quieren corregir y mejorar su proyecto: Ser el más grande significa según ellos estar dispuesto a entregarse más, pero no para que les maten, sino para organizar y conquistar el reino.

Jesús había presentado su proyecto en claves de inversión de poder, abriendo un camino de Reino a través de su empeño y entrega personal. No domina, no se impone (no quiere hacerse el más grande), sino deja que los otros le acojan, le respondan (incluso que le maten), para que llegue así la humanidad de Dios, para que Dios mismo responda no en forma de venganza, sino en resurrección (9, 30-31). Quien desea instaurar el Reino debe abandonar la lucha para conseguirlo, renunciando a la violencia externa y quedando en manos de aquellos que le matan. Leer más…

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Unos discípulos torpes, miedosos y ambiciosos. Domingo 25. Ciclo B

Domingo, 23 de septiembre de 2018
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25-T.O.BDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La confesión de Pedro («Tú eres el Mesías»), que leímos el domingo pasado, marca el final de la primera parte del evangelio de Marcos. La segunda parte la estructura a partir de un triple anuncio de Jesús de su muerte y resurrección; a los tres anuncios siguen tres relatos que ponen de relieve la incomprensión de los discípulos. El domingo pasado leímos el primer anuncio y la reacción de Pedro, que rechaza la idea del sufrimiento y la muerte. Hoy leemos el segundo anuncio, seguido de la incomprensión de todos.

Segundo anuncio de la pasión y resurrección

Salieron de allí y atravesaron Galilea. Jesús no quería que se supiera, porque estaba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y, después de muerto, a los tres días resucitará». Pero ellos no entendían estas palabras y no se atrevían a preguntarle.

La actividad de Jesús entra en una nueva etapa: sigue recorriendo Galilea, pero no se dedica a anunciar a la gente la buena nueva, se centra en la formación de los discípulos. Y la primera lección que les enseña no es materia nueva, sino repetición de algo ya dicho; de forma más breve, para que quede claro: ««El hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y, después de muerto, a los tres días resucitará». En comparación con el primer anuncio, aquí no concreta quiénes serán los adversarios; en vez de sumos sacerdotes, escribas y senadores habla simplemente de «los hombres». Tampoco menciona las injurias y sufrimientos. Todo se centra en el binomio muerte-resurrec­ción. Para quienes estamos acostumbrados a relacionar la pasión y resurrección con la Semana Santa, es importante recordar que Jesús las tiene presentes durante toda su vida. Para Jesús cada día es Viernes Santo y Domingo de Resurrección.

Segunda muestra de incomprensión

Al primer anuncio, Pedro reaccionó reprendiendo a Jesús, y se ganó una dura reprimenda. No es raro que ahora todos callen, aunque siguen sin entender a Jesús: «ellos no entendían lo que les decían y temían preguntarle» (Mc 9,32). Marcos es el evangelista que más subraya la incomprensión de los discípulos, lo cual no deja de ser un consuelo para cuando no entendemos las cosas que Jesús dice y hace, o los misterios que la vida nos depara. Quien presume de entender a Jesús demuestra que no es muy listo.

La prueba más clara de que los discípulos no han entendido nada es que en el camino hacia Cafarnaúm se dedican a discutir sobre quién es el más importante. Mejor dicho, han entendido algo. Porque, cuando Jesús les pregunta de qué hablaban por el camino, se callan; les da vergüenza reconocer que el tema de su conversación está en contra de lo que Jesús acaba de decirles sobre su muerte y resurrección.

Una enseñanza breve y una acción simbólica nada romántica

Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, les preguntó: «¿Qué discutíais por el camino?». Pero ellos callaban, porque en el camino habían discutido sobre quién entre ellos sería el más grande. Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: «El que quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos». Tomó en sus brazos a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: «El que acoge a uno de estos pequeños en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no es a mí a quien acoge, sino al que me ha enviado a mí».

Para comprender la discusión de los discípulos y el carácter revolucionario de la postura de Jesús es interesante recordar la práctica de Qumrán. En aquella comunidad se prescribe lo siguien­te: «Los sacerdotes marcharán los primeros conforme al orden de su llamada. Después de ellos seguirán los levitas y el pueblo entero marchará en tercer lugar (…) Que todo israelita conozca su puesto de servicio en la comunidad de Dios, conforme al plan eterno. Que nadie baje del lugar que ocupa, ni tampoco se eleve sobre el puesto que le corresponde» (Regla de la Congrega­ción II, 19-23).

Este carácter jerarquizado de Qumrán se advierte en otro pasaje a propósito de las reunio­nes: «Estando ya todos en su sitio, que se sienten primero los sacerdotes; en segundo lugar, los ancianos; en tercer lugar, el resto del pueblo. Cada uno en su sitio» (VI, 8-9).

La discusión sobre el más importante supone, en el fondo, un desprecio al menos importante. Jesús va a dar una nueva lección a sus discípulos, de forma solemne. No les habla, sin más. Se sienta, llama a los doce, y les dice algo revolucionario en comparación con la doctrina de Qumrán: «El que quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos». (El evangelio de Juan lo visualizará poniendo como ejemplo a Jesús en el lavatorio de los pies).

A continuación, realiza un gesto simbólico, al estilo de los antiguos profetas: toma a un niño, y lo estrecha entre sus brazos. Alguno podría interpretar esto como un gesto romántico, pero las palabras que pronuncia Jesús van en una línea muy distinta: «El que acoge a uno de estos pequeños en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no es a mí a quien acoge, sino al que me ha enviado a mí». Jesús no anima a ser cariñosos con los niños, sino a recibirlos en su nombre, a acogerlos en la comunidad cristiana. Y esto es tan revolucionario como lo anterior sobre la grandeza y servicio.

El grupo religioso más estimado en Israel, que curiosamente no aparece en los evangelios, era el de los esenios. Pero no admitían a los niños. Filón de Alejandría, en su Apología de los hebreos, dice que «entre los esenios no hay niños, ni adolescentes, ni jóvenes, porque el carácter de esta edad es inconsistente e inclinado a las novedades a causa de su falta de madurez. Hay, por el contrario, hombres maduros, cercanos ya a la vejez, no dominados ya por los cambios del cuerpo ni arrastrados por las pasiones, más bien en plena posesión de la verdadera y única libertad».

El rabí Dosa ben Arkinos tampoco mostraba gran estima de los niños: «El sueño de la mañana, el vino del mediodía, la charla con los niños y el demorarse en los lugares donde se reúne el vulgo sacan al hombre del mundo» (Abot, 3,14).

En cambio, Jesús dice que quien los acoge en su nombre lo acoge a él, y, a través de él, al Padre. No se puede decir algo más grande de los niños. En ningún otro sitio del evangelio dice Jesús que quien acoge a una persona importante lo acoge a él. Es posible que este episodio, además de servir de ejemplo a los discípulos, intentase justificar la presencia de los niños en las asambleas cristianas (aunque a veces se comporten de forma algo insoportable).

Acoger, no violar

En las circunstancias actuales de la Iglesia, la acogida de los niños evoca algo menos teológico y más triste. Junto a los miles, quizá millones, de niños acogidos en nombre de Jesús a lo largo de siglos, alimentados, cuidados y educados, hay otros miles (¡ojalá no sean millones!) violados y humillados. A propósito de este segundo grupo, se podría parafrasear el evangelio: «Quien viola a un niño de estos, me viola a mí, y el que me viola a mí, viola al que me ha enviado».

[El tema de Jesús y los niños vuelve a salir más adelante en el evangelio de Marcos, cuando los bendice y los propone como modelos para entrar en el reino de Dios. Ese pasaje, por desgracia, no se lee en la liturgia dominical.]

1ª Lectura: ¿Por qué algunos quieren matar a Jesús? (Sabiduría 2,12.17-20)

            El libro de la Sabiduría es casi contemporáneo del Nuevo Testamento (entre el siglo I a.C. y el I d.C.). Al estar escrito en griego, los judíos no lo consideraron inspirado, y tampoco Lutero y las iglesias que sólo admiten el canon breve. El capítulo 2 refleja la lucha de los judíos apóstatas contra los que desean ser fieles a Dios. De ese magnífico texto, mutilándolo como de costumbre, se han elegido unos pocos versículos para relacionarlos con el anuncio que hace Jesús de su pasión y resurrección. Es una pena que del v.12 se salte al v.17, suprimiendo 13-16; los tengo en cuenta en el comentario siguiente.

En el evangelio Jesús anuncia que «el Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres». ¿Por qué? No lo dice. Este texto del libro de la Sabiduría ayuda a comprenderlo. Pone en boca de los malvados lo que les molesta de él y lo que piensan hacer con él. «Nos molesta que se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende, nos considera de mala ley; nos molesta que presuma de conocer a Dios, que se dé el nombre de hijo del Señor y que se gloríe de tener por padre a Dios». En consecuencia, ¿qué piensan hacer con él? «Lo someteremos a la afrenta y la tortura, lo condenaremos a una muerte ignominiosa. Él está convencido de que Dios lo ayudará, nosotros sabemos que no será así». Se equivocan. «Después de muerto, al tercer día resucitará».

(Dijeron los malos): Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada. Veamos la verdad de sus palabras y probemos cuál será su fin. Porque si el justo realmente es hijo de Dios, él lo protegerá y lo librará de las manos de sus adversarios. Probémoslo con ultrajes y tormentos, veamos su dulzura y pongamos a prueba su paciencia. Condenémoslo a una muerte infame, pues, según dice, habrá quien vele por él».

2ª lectura: envidias, peleas, luchas y conflictos (Carta de Santiago 3,16-4,3)

            Esta lectura puede ponerse en relación con la segunda parte del evangelio. En este caso no se trata de discutir quien es el mayor o el más importante, sino de las peleas que surgen dentro de la comunidad cristiana, que el autor de la carta atribuye al deseo de placer, la codicia y la ambición. Cuando no se consigue lo que se desea, la insatisfacción lleva a toda clase de conflictos.

Hermanos: donde hay envidia y espíritu de contradicción, allí hay desorden y toda clase de obras malas. La sabiduría de arriba, por el contrario, es ante todo pura, pacífica, condescendiente, conciliadora, llena de misericordia y de buenos frutos, imparcial, sin hipocresía. El fruto de la justicia se siembra en la paz para los que obran la paz. ¿De dónde vienen las luchas y los litigios entre vosotros? ¿No provienen acaso de vuestras pasiones, que luchan en vuestros miembros? Ambicionáis y no tenéis, entonces matáis; envidiáis y no podéis alcanzar nada, entonces combatís y os hacéis la guerra. No tenéis porque no pedís. Pedís y no recibís porque pedís para malgastarlo en vuestros caprichos.

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Domingo XXV del Tiempo Ordinario. 23 de septiembre de 2018

Domingo, 23 de septiembre de 2018
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“Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.”

(Mc 9, 30-37)

Este evangelio de hoy da para mucho, aunque solo son siete versículos. Pero nos vamos a quedar con lo que más duele, porque nos mete el dedo en el orgullo.

Todas las personas nacemos con una “inflamación” del “yo” que podemos llamar “importantitis”. Todas. Sí, tú también. Tú que estás pensando que nunca te has sentido importante. Todas.

Ciertamente a unas personas se les nota más que a otras, pero todas tenemos ese poco, o mucho, de orgullo que en algún momento nos hace sentirnos mejores que las demás. Y a veces incluso necesitamos verificarlo.

En esas andaban los discípulos cuando Jesús les pregunta. Jesús les había estado hablando de lo que iba a pasar: “el hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán…” Ellos, sin embargo, aquejados de “importantitis” no había sabido escucharle y andaban el camino contrario de su maestro.

¿El más importante?

Les pasó a aquellos primeros discípulos, y a todas las discípulas y discípulos de después nos pasa lo mismo. Queremos ser importantes y si no podemos ser de “los importantes” del mundo, al menos ser más importantes que alguien.

Dios vino a regalarnos unas relaciones horizontales para que pudiéramos mirarnos a los ojos como hermanas y hermanos. Pero nuestro orgullo se incomoda, necesita algún privilegio.

Claro que decimos que todos somos iguales y que todos tenemos los mismos derechos. Eso nos lo ha grabado a fuego nuestra civilización de los “Derechos Humanos”.

Lo decimos, sobre todo, para recordarle al resto del mundo que respete nuestro derechos. Pero cuando lo que está en juego son los derechos de otras personas, y esos derechos podrían estropearnos nuestro “bien estar”… ¡cuidado! Aquí entramos en terreno peligroso.

Aquí salen miles de ejemplos y razones que ponen de manifiesto la “importantitis” que padecemos. Especialmente en los países “enriquecidos”. Por eso nos pasamos la vida, no discutiendo, sino aseverando lo importantes que somos nosotros… a la vez que negamos cualquier responsabilidad de cara a la pobreza de los “empobrecidos”.

Pero si nos vamos al terreno doméstico nos pasa lo mismo. Nos sentimos más importantes que nuestra hermana, o que nuestra pareja, o que nuestro compañero de trabajo. Siempre tenemos a alguien al que pisar para poder sobre salir un poco.

¿Cuando descubriremos que la importancia que necesitamos no nos la dará estar por encima de nadie sino al servicio de todos?

Oración

Humildad, derrama, Trinidad Santa, tu humildad sobre nosotras, que sea bálsamo que desinflame nuestra “importantitis”.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Solo el servicio al débil me hace plenamente humano.

Domingo, 23 de septiembre de 2018
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maxresdefaultMc 9, 29-37

El tema principal que leemos hoy es el mismo que leíamos al final del domingo pasado y que no comentamos. Jesús atraviesa Galilea camino de Jerusalén, donde le espera la Cruz. El evangelio nos dice expresamente que quería pasar desapercibido, porque ahora está dedicado a la instrucción de sus discípulos. Esa nueva enseñanza tiene como centro la cruz. Trata de convencerles de que no ha venido a desplegar un mesianismo de poder sino de servicio a los demás, pero no lo consigue. Todos siguen pensando en su propia gloria.

Este segundo anuncio de la pasión es prácticamente repetición del primero. No deja lugar a dudas sobre lo que Jesús quiere transmitir. Los discípulos siguen sin comprender, a pesar de que ya el domingo pasado nos decía que se lo explicaba “con toda claridad”. Si les daba miedo preguntar es porque algo intuían que no les gustaba. Esa indicación nos muestra que más que no comprender, es que no querían entender, porque la muerte ignominiosa de Jesús significaba el fin de sus pretensiones mesiánicas. Hasta que no llegue la experiencia pascual, seguirán sin entender la parte más original del mensaje.

¿De qué discutíais por el camino? Jesús quiere que saquen a la luz sus íntimos sentimientos, pero guardan silencio porque saben que no están de acuerdo con lo que Jesús viene enseñándoles. Entre ellos siguen en la dinámica de la búsqueda del dominio y del poder. Tenemos que recordar que en aquella cultura el rango de las personas se tomaba muy a pecho, y era la clave de todas las relaciones sociales.

“Quien quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos”. Exactamente el mismo mensaje del domingo pasado. Y lo encontraremos una vez más en el episodio de la madre de los Zebedeos, pidiendo a Jesús los primeros puestos para sus hijos. No nos pide Jesús que no pretendamos ser más, al contrario, nos anima a ser el primero, pero por un camino muy distinto al que nosotros nos apuntamos. Debemos aspirar a ser todos, no sólo “primeros”, sino “únicos”. En esa posibilidad estriba la grandeza del ser humano.

Dios no quiere que renunciemos a nada. A veces los cristianos hemos dado a los de fuera la impresión de que para ser Él grande, Dios quería empequeñecidos. Jesús dice: ¿Quieres ser el primero? Muy bien. ¡Ojalá todos estuvieran en esa dinámica! Pero no lo conseguirás machacando a los demás, sino poniéndote a su servicio. Cuanto más sirvas, más señor serás. Cuanto menos domines, mayor humanidad. La sabiduría me hará ver que el bien espiritual (el mío y el del otro) está por encima del material. Si me pongo en esta perspectiva nunca haré daño al otro buscando un interés egoísta a costa de los demás.

Acercando a un niño lo abrazó y dijo. No es fácil descubrir el sentido y la conexión con lo que antecede. En tiempos de Jesús, los niños no contaban, eran utilizados como pequeños esclavos. Por otra parte, la palabra griega “paidion” que emplea el texto, es un diminutivo de “pais”, que ya significa niño y también criado y esclavo. En algún códice utiliza el artículo determinado, que indicaría “el chiquillo”, no uno cualquiera. Sería, el pequeño esclavo, el chico de los recados. En el contexto de la narración, sería el chico de los recados de la casa donde estaban o que el grupo tenía a su disposición. Aquí descubrimos la relación con el texto anterior. El niño estaría en la escala más baja de los que se dedican a servir.

El que acoge a un niño como éste, me acoge a mí. No se trata de manifestar cariño o protección al débil sino de identificarse con él. Al abrazarle, Jesús está manifestando que él y el muchacho forman una unidad, y que si quieren estar cerca de él, tienen que identificarse con el insignificante muchacho de los recados, es decir hacerse servidor de todos. Uno de los significados del verbo griego es preferir. Sería: el que prefiere ser como este niño me prefiere a mí. El que no cuenta, el utilizado por todos, pero sirve a los demás, ese es el que ha entendido el mensaje de Jesús y le sigue de verdad.

Y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado. Este paso es muy importante: acoger a Jesús es acoger al Padre. Identificarse con Jesús es identificarse con Dios. La esencia del mensaje de Jesús consiste en esta identificación. Repito, el mensaje no consiste en que debemos acoger y proteger a los débiles. Se trata de identificarnos con el más pequeño de los esclavos que sirven sin que se lo reconozcan ni le paguen por ello. Esa actitud es la que mantiene Jesús, reflejando la actitud de Dios para con todos.

Después de dos mil años seguimos sin enterarnos. Y además, como los discípulos, preferimos que no nos aclaren las cosas; porque intuimos que no iban a responder a nuestras expectativas. Ni como individuos ni como grupo (comunidad o Iglesia) hemos aceptado el mensaje del evangelio. La mayoría de nosotros seguimos luchando por el poder que nos permita utilizar a los demás en beneficio propio. Siguen siendo inmensa minoría los que ponen su vida al servicio de los demás y les ayudan a vivir sin esperar nada a cambio.

Hay dos maneras de servir: una es la del que voluntariamente se somete al poderoso para conseguir su favor y aprovechar de alguna manera su poderío. Esto no es servicio sino servidumbre, y lejos de hacer más humana a una persona la envilece. Esta actitud es muy criticada por Jesús. En torno a todo poder despótico pulula siempre una banda de aduladores que hacen posible el despotismo. La diaconía que se desarrolló en la primitiva Iglesia, significaba, en su acepción civil, “servir a la mesa”. En cristiano indicaba el servicio a los más necesitados por los que no tenían obligación de hacerlo. Este servicio es el que humaniza.

Si es la esencia del mensaje ¿Por qué ha fracasado estrepitosamente? El domingo dijimos que no podía conocer a Jesús si no me conocía a mí mismo. Dando un paso más, decimos hoy que sin ese conocimiento, es imposible llegar a ser auténtico cristiano. Ahora bien, como llegar a conocerse a sí mismo es muy difícil, la iglesia trató de racionalizar el mensaje con razones externas. Resumiendo mucho, tal vez demasiado, podíamos resumirlo en dos: 1ª Es la voluntad de Dios. 2º Si lo cumples, Dios te premiará; si no lo cumples, te castigará.

A la 1ª hay que decir: esa pretensión es tan etérea y difusa que con la mayor facilidad se puede tergiversar y deteriorar sin que tengamos posibilidad de advertirlo. Por otra parte, ¿Quién me asegura que esas exigencias son la voluntad de Dios? La 2ª es aún más burda. Bastaría caer en la cuenta de que es la misma técnica que utilizamos los seres humanos para domesticar a los animales: palo o zanahoria. ¡Cómo hemos podido llegar a pensar que Dios nos tiene que tratar como animales para que alcancemos nuestra meta!

Haríamos bien en superar la idea de un Dios antropomórfico con cualidades humanas y motivaciones exactamente iguales a las nuestras. Como no nos han conducido por el camino del conocimiento de nosotros mismos y el Dios que nos habían propuesto es absurdo, los cristianos nos hemos quedado con el culo al aire. Ni somos capaces de descubrir las exigencias del evangelio en lo hondo de nuestro propio ser, ni encontramos razones externas suficientes para que nos motiven. Hemos quedado en la inopia.

Meditación

Si me doy a los demás hasta consumirme,
¿Dónde colocaré los adornos (la gloria) que pretendo alcanzar?
Si estoy pensando en mí mismo, cuando me doy al otro,
¿Qué clase de entrega estoy llevando a cabo?
En la medida que sirva a los demás sin esperar nada a cambio,
en esa medida me estaré acercando al ideal cristiano.

 

Fray Marcos

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Instrumentos sonoros.

Domingo, 23 de septiembre de 2018
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clean-20141024-articulo-03“No se tienen dos corazones, uno para los animales y otro para los humanos. Se tiene un corazón o no se tiene” (Alphonse Lamartine)

23 de septiembre. Domingo XXV del TO

Mc 9, 30-37

“El que quiera ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos” 

El comentarista de La Biblia del pueblo, viene a decir que los discípulos tenían dificultades en asumir las enseñanzas de Jesús. Respecto al poder, sus enseñanzas son contundentes: no es la dominación sino la capacidad de servicio lo que identifica al discípulo. Ya Santiago en su Carta a la comunidad cristiana plural y extendida por todo el mundo, en 1, 22-25, dice que no sólo hay que escuchar y hablar sino, y sobre todo, cumplir.: “Sed ejecutores del mensaje y no sólo oyentes que se hacen ilusiones. Pues si uno es oyente y no ejecutor se parece aquí a aquel que se mira la cara al espejo: ese marchó y muy pronto se olvidó de cómo era. El que se inclina a mirar la ley perfecta, la de los hombres libres –ayudar a los menesterosos, escuchar a las viudas-, y se mantiene no como oyente olvidadizo, sino como ejecutor de la obra, ése será dichoso en su actividad”.

En el AT. los profetas fueron radicales a este respecto, condenando sin reparo alguno los abusos sociales y el culto de las autoridades, tanto políticas como religiosas. Por ejemplo Isaías, que no encuentra obstáculos para enfrentarse a reyes y políticos: Los jefes son bandidos… No defienden al huérfano, no se encargan de la causa de la viuda”; Amós, cuyo mensaje es de indignación y denuncia ante la explotación del pueblo humilde a manos de una minoría coligada de políticos y aristócratas, y se presenta como un león que ruge cuando se topa con un oso: “Que fluya como el agua el derecho, y la justicia como arroyo perenne”; o Elías que dijo: “¡Atrapen a los profetas de Baal! ¡Que no escape ninguno! Así que la gente los capturó y Elías los llevó al arroyo Quisón y los mató a todos”. (1 Reyes 18, 40)

Todos los grandes cantantes de la historia -Arcangelo Corelli, Madonna, Luciano Pavarotti, Kiri Te Kanawa- nos comunican, aunque no lo hagan a través de los sentidos corporales, vengan de donde vengan en el espacio o tiempo. Sus voces, dirigidas tanto al oído como al espíritu son conmovedoras.  Y lo hacen como la misma voz de Jesús, siempre acoplada a los oyentes con la gran vida del Universo. Momentos únicos en los que, como escribió en su obra Octavio Aceves: Cuando los ángeles cantan son momentos únicos “en que se toma contacto con lo invisible para encontrar un punto de apoyo y se tiene la sensación de coloquiar con Dios a través del misterio de los sonidos, los ritmos del tiempo y la resonancia de los espacios”.

El gran fabulista griego Esopo, dice en la fábula de la zorra y las uvas. Una mañana de otoño, la zorra vio unos apetitosos racimos de uvas y, deseosa de comer algo refrescante, se levantó, se remangó y se puso manos a la obra. Saltó, una y otra vez si conseguir alcanzarlos. Agotada y resignada se decidió a regresar al bosque con una mentirosa idea clara es su cabeza: “¡Están verdes!”.  En psicología, el término disonancia cognitiva hace referencia a la tensión o desarmonía interna del sistema de ideas, creencias y emociones que percibe una persona que tiene al mismo tiempo dos pensamientos que están en conflicto, todo lo cual puede impactar sobre la conducta y el comportamiento.

Lo contrario de lo que suele suceder en música. Cuando se hacen sonar las cuerdas de un violín próximo a otro, su sonido hace vibrar las cuerdas de aquel, aunque no las tañan las cuerdas de ningún otro arco. Idea similar a lo que ocurre con la telepatía. Fenómeno que consiste en la transmisión o en la coincidencia de pensamientos entre personas, generalmente distantes entre sí, que se produce sin intervención de los sentidos o de agentes físicos conocidos.

Ahora bien, ¿Qué queremos ser nosotros? ¿Violines Stradivarius tocados delicadamente por Corelli, o trompas y trombones soplados fieramente por los instrumentistas de la orquesta? Arnold Schoenberg hubiera sido feliz con esta disonancia.

¿O preferimos más bien ser la zorra de Esopo que el zorro de nuestro Poema?

EL ZORRO

Emprendiste la huida auto zorro
para salvar la vida como Elías vida,
por haber pasado
vilmente a cuchillo a los profetas.

No te desees con él la muerte.

¿Quién es dueño del suave amanecer?
¿Quién del ocaso?

Una vida que dicen que me dieron.

Me dijeron: “El Señor va a pasar”.
Un huracán que descuajaba montes,
resquebrajaba rocas y deseos.

Pero el Señor no estaba ya en el viento.

Sonó una voz lejana en la tormenta:

“¡Vuelve por tu camino hacia el desierto!”

Y yo pregunté al zorro:
“¿Qué camino? ¿Qué desierto?”

Un silencio sonoro quebró el aire.

El zorro siguió huyendo…
quizás sin saber dónde.

(NATURALIA. Los sueños de las criaturas.
Ediciones Feadulta)

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Pequeñ@s y servidor@s para fortalecer la comunidad del Reino.

Domingo, 23 de septiembre de 2018
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683f7dcfdf4f9ab12dd2d71f4614d7c7Una vez más “el profeta de Galilea” le da la vuelta a las expectativas de sus compañeros, y les propone como criterio de grandeza el servicio y de honor el cuidado de los/as pequeños/as. Esta es la lógica a la que estamos también llamadas/os los creyentes del siglo XXI, superando cualquier tentación de poder y prestigio, pues hoy como ayer seguimos con frecuencia discutiendo quien ha de ser el primero/a en la comunidad eclesial, olvidando estas palabras que Marcos hoy nos recuerda y desde las que se nos invita a construir fraternidad y sororidad de otra manera.

El relato evangélico de hoy nos sitúa en el comienzo del camino que llevará a Jesús a Jerusalén. Jesús en este momento de su vida tiene claro que las fuerzas que se oponen a la propuesta salvadora de Dios son muy fuertes y no van a claudicar en su objetivo de anular su propuesta. Él sabe que su vida comienza a estar en peligro, pero no va a ceder en su empeño de ofrecer el amor y la justicia bondadosa de Dios a los y las pequeños/as de esta tierra.

Los sinópticos expresan esta conciencia de Jesús a través de los anuncios de la pasión. Estos textos no significan que el Maestro predijera el futuro, sino que era realista al valorar las consecuencias de sus opciones. Esta conciencia le va a llevar a implicarse con intensidad en la formación de su comunidad para fortalecer sus certezas y opciones y en el caso que él falte puedan seguir adelante comprometidos/as con la causa del Reino (Mc 9, 31).

 Marcos expresa con claridad que sus compañeros/as no captan la trascendencia de las palabras de Jesús y tienen miedo de que todas sus expectativas se vengan abajo y se oscurezca el horizonte que los ha ilusionado por los caminos galileos. Ellos están lejos de entender los criterios del reino y siguen aferrados a sus ideales de éxito y poder.

Al llegar a Cafarnaúm, donde Jesús había ubicado su casa (Mc 2, 1), reúne a los doce para cuestionar sus humanas pretensiones de poder y honor (Mc 9, 33-34). Una vez más  “el profeta de Galilea” le da la vuelta a las expectativas de sus compañeros, y les propone como criterio de grandeza el servicio y de honor el cuidado de los/as pequeños/as.

El servicio, es el criterio que Jesús propone como referente en las relaciones dentro de la comunidad del Reino.  El valor central de la cultura de Jesús era el honor. Un valor que se entendía como la estima que una persona tiene a los ojos de los demás y depende de su origen familiar y del lugar social que se ocupa. Este honor se mantiene y se acrecienta con gestos públicos de beneficencia y ejemplaridad. Para Jesús sin embargo lo importante no es quien es el primero y cuales son los privilegios y estatus que ese lugar otorga. Para Jesús, por el contrario, el valor central es el servicio, pero no entendido como mera servicialidad, sino como la base de una nueva jerarquía de valores que pone en el centro a quien no cuenta inaugurando así un nuevo horizonte cargado de posibilidades inéditas de encuentro, de igualdad y de fraternidad y sororidad.

De este modo Jesús denuncia nuestras orgullosas jerarquías, nuestros planteamientos que incluyen “superiores” e “inferiores”. El servicio no es una cuestión meramente ascética, sino una propuesta profética que deslegitima cualquier pretensión de divinizar estructuras, de justificar privilegios, o pactar co l@s podero@sde este mundo.

En tiempos de Jesús los niños y niñas no tenían la visibilidad y protagonismo que tienen en los nuestros.  Los chiquillos/as eran los miembros más débiles de la sociedad. No era fácil crecer en un mundo continuamente amenazado de hambre, guerra, abusos…y llegar a la edad adulta era no era empresa fácil. Más del 60% de los niños/as morían antes de la adolescencia y pocos llegaban a adultos con ambos progenitores vivos[1]. Aunque tener hijos (especialmente varones) aseguraba la continuidad familiar, los niños/as ocupaban el último lugar en la jerarquía familiar y por eso coger a un niño/a era un gesto totalmente gratuito, pues no tenía nada que ofrecer de vuelta, no poseían bienes, ni capacidad para ofrecer honorabilidad y prestigio en su entorno.

En este contexto el hecho de que Jesús proponga a los niños como el paradigma de las relaciones de la comunidad del reino, supone un cambio de jerarquías. Se trata de identificarse con los más desfavorecidos/as, de considerar honorable lo que no cuenta. Se trata de entender que para los seguidores y seguidoras del Maestro los primeros lugares son para los últimos y no solo por un gesto de compasión, sino porque esa es la clave no solo de conducta, sino de entender a Dios.

De este modo, Jesús pone el servicio y la gratuidad en un lugar central en las relaciones dentro de la comunidad. Con su típico lenguaje provocador nos enseña a imaginar un mundo diferente. Desde su peculiar experiencia de Dios sitúa todo en otro horizonte, descubre nuevas posibilidades e introduce una lógica alternativa, la de la gratuidad y el desinterés propio. Esta es la lógica a la que estamos también llamadas/os los creyentes del siglo XXI, superando cualquier tentación de poder y prestigio, pues hoy como ayer seguimos con frecuencia discutiendo quien ha de ser el primero/a en la comunidad eclesial, olvidando estas palabras que Marcos hoy nos recuerda y desde las que se nos invita a construir fraternidad y sororidad de otra manera.

Carme Soto Varela

Fuente Fe Adulta

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El poder sirve para algunas cosas, pero no para hacer buenas a las personas.

Domingo, 23 de septiembre de 2018
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59493834-jesucristo-mosaico-del-icono-de-monrelae-catedral-palermo-italiaDel blog de Tomás Muro, La Verdad es libre:

01. DISCUSIONES ACERCA DEL PODER, V 33.

A los discípulos de Jesús les ocurría lo mismo que a nosotros: ¿De qué discutís? ¿De qué vamos hablando por la vida? Y casi siempre hablamos del poder, de quién va a ganar las elecciones, de quién tiene más poder armamentista, de quién manda en la Iglesia, de quién tiene más dinero, quien es el mejor futbolista y el equipo más poderoso; sin olvidar las pequeñas dosis de poder de la vida cotidiana en casa, en la vida matrimonial y familiar, en la vida comunitaria, en el aula con los alumnos, etc.

Los dictadores políticos y religiosos lo saben bien.

Por otra parte todos tenemos algo o mucho de dictadores en nuestro interior. ¡Cuántas afectividades mal resueltas sean en la vida matrimonial, de soltería o célibe, tratan de satisfacerse con una dosis de poder! La dosis de poderío en vena es el “orfidal” de problemas más profundos. Los sedantes no curan nada, pero te dejan adormecido.

Cuanto menos serenamente vivimos la afectividad, más despótica y tiránica se vuelve la persona. Los fanatismos tienen su cuna en una afectividad no o mal resuelta.

El poder sirve para tres o cuatro cosas: para hacer una autopista, una universidad, un hospital, etc., que no es poco; pero el poder no sirve para hacer buenas a las personas. Un partido político, una línea ideológica en la iglesia, un obispo pueden tener poder y tratarán de disponer y poner orden y concierto, pero no conseguirán nada más a golpe de poder.

Desde el Ayuntamiento o el Gobierno Vasco pueden remodelar la “Tabakalera” o rehacer el campo de fútbol de Anoeta, pero el poder no confiere bondad a las personas.

Desde el Obispado ordenarán, dispondrán, expulsarán y harán purgas “stalinianas”, pero no saldrá un hálito de bondad. Y cuidado que se manejan las diócesis, las iglesias locales desde el poder.

Entre vosotros no debe ser así, el que quiera ser el primero, que sea vuestro servidor, (Mt 20,26).

02. UN CANTO A LA IMPORTANCIA EN LA VIDA DE LOS SENCILLOS Y DE LO HUMILDE.

webcristo_humano-e5eed¿Quién es el más importante en la vida?

Enseguida pensamos en los príncipes de la tierra: pensamos en los grandes políticos, en los mitos del deporte o del cine, en los primeros rostros de las cadenas de televisión, pensamos en el papa, en los cardenales (es algo antievangélico que a los cardenales se les denomine “príncipes de la Iglesia”).

Nos gloriamos de ser amigos de tal persona importante en la sociedad o en la Iglesia, en la ciudad, etc.

Sin embargo el que quiera ser el primero es quien sirve, quien ayuda a los demás. Y ello con la sencillez de un niño.

Jesús entiende las relaciones humanas (también las eclesiales) desde el modelo de los niños: por su debilidad, fragilidad y dependencia.

Mc 10,14 Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis.

Mt 18,2-5 Llamando a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así pues, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.

8462570540_3a6131df4f_zEn la vida y en la Iglesia existen muchas personas sencillas, sin relieve social, que sirven a la familia, a la comunidad, a la sociedad. Hay personas que prestan pequeños servicios, pero que son muy importantes. Voluntarios en el campo sanitario que cuidan enfermos, personas que atienden ancianos, catequistas, laicos que colaboran en las pequeñas o grandes tareas parroquiales, quienes visitan a los encarcelados. ¡Cuántos misioneros y misioneras viven “perdidos” en la selva atendiendo humana y cristianamente a aquellas gentes!

El talante de Jesús no está en las grandes concentraciones, masas, reconocimientos de poder, etc. Lo de Jesús es lo más sencillo de la vida: curar, bendecir, dar de comer, perdonar…

–Sabéis que, entre los paganos, los jefes gobiernan con tiranía a sus súbditos y los grandes descargan sobre ellos el peso de su autoridad. Pero entre vosotros no debe ser así. Al contrario, el que entre vosotros quiera ser grande, que sirva a los demás; y el que entre vosotros quiera ser el primero, que sea vuestro esclavo., (Mt 20,25-26).

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