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15.8.18. María (1). Mujer histórica, símbolo del cristianismo

Miércoles, 15 de agosto de 2018

39102662_1056753577835167_3360614439408631808_nDel blog de Xabier Pikaza:

Celebramos el próximo 15, el día de la “dormición” o “asunción” de María, la más importante de sus fiestas en la Iglesia de occidente.

En ese contexto, en la línea de otras postales que he dedicado en este blog a su figura, quiero presentar nuevamente algunos rasgos de su historia, como mujer concreta (madre y seguidora de Jesús) y de su memoria creyente (María de la fe) en el principio de la Iglesia, partiendo de la misma Biblia.

La visión mariana de la Iglesia ha sido obra de la gente, más que de la reflexión de los teólogos o de algún tipo de planificación jerárquica. Gran parte del pueblo cristiano antiguo (y moderno) se ha identificado de algún modo con María, la mujer histórica, la madre de Jesús, convertida en gran símbolo cristiano.

39070673_1056753837835141_4319958946191245312_nSeguirán tras esta dos “postales”, que quieren ofrecer una pequeña mariología de verano, desde la perspectiva católica, en el hemisferio norte. Irán dedicadas a todos los que, manteniendo de un modo agradecido la memoria de María, que fue una mujer “gebira” (como verá quien siga leyendo), llegando a ser quizá el signo más importante de la iglesia católica en los últimos siglos, como han dicho, con evidente exageración algunos protestantes, que nos acusan (a los católicos) de ser papistas y mariólatras.

Será bueno saber lo que puede haber detrás de esa acusación, desde una perspectiva de María. Posiblemente, los católicos debemos saber lo que implica María en nuestra forma de vida cristiana, pero también han de saberlo (y aprender) muchos protestantes. Buenos días de víspera del Día de María 2018.

Será bueno pre-sentir lo que ella (María) puede seguir ofreciendo como judía histórica y como cristiana originaria a la vida y tarea del evangelio en este siglo XXI.
Imagen 1: La Virgen de la aldea (de Chagall, pintor judío)
Imagen 2: María y el niño (una mujer oriental)

1. Quién fue, los datos principales de una vida.

Fue una mujer histórica, que vivió en Nazaret de Galilea, y después (presumiblemente), tras el asesinato de Jesús, en Jerusalén, entre el 20 a.C. y el 40/50 d.C., dentro de un contexto cultural, social y familiar muy definido. No ha sido un puro signo sagrado, una idea general (eterno femenino), ni una diosa, sino una mujer, madre discutida y seguidora de Jesús, pretendiente mesiánico judío, crucificado el año 30 d.C.

Hubo a su lado otras mujeres (en especial María Magdalena), pero sólo su recuerdo ha sido cultivado y recreado de un modo tan fuerte en la historia posterior del cristianismo. Los seguidores de Jesús no sólo la han recordado, sino que han agrandado su figura, con una intensidad única en la historia de occidente.

Tuvo una vida compleja, de manera que se relaciona no sólo con el judaísmo (en cuyo seno nace y vive), sino con la historia de Jesús (con quien se relaciona de forma materna y dramática) y con el principio de la Iglesia. No hay ningún otro personaje del Nuevo Testamento (ni siquiera Pedro, ni María Magdalena) que haya recogido (catalizado) en el arco de su vida tantos rasgos y aspectos como ella. Éstos son los datos principales de su historia:

1. Fue judía galilea, del Mediterráneo oriental, de comienzos de nuestra era, y, como otros miles de mujeres, vivió en unas condiciones de sometimiento femenino, bajo el cuidado y vigilancia de sus padres, y después de su marido. Fue creyente y encarnó su vida la tradición de las madres mesiánicas judías, que confiaron en el Dios de su pueblo y revivieron la esperanza de una salvación nacional, pero el canto de Lc 1, 47-56 la presenta vinculada con los pobres de todas las naciones. En esa línea se ha podido decir que ella ha expresado los rasgos primordiales de lo humano, en clave de mujer y de mujer judía .

2. Fue esposa de José, un “descendiente de David”, nazoreo de Galilea, un hombre comprometido al servicio de la libertad nacional de su pueblo judío, en unas condiciones duras de sometimiento social y militar, bajo el dominio de los reyes herodianos, vasallos Roma. A Jesús, el hijo de José, le llamarán “el nazoreo”, pero no directamente por su madre, sino por José, su “padre”. Vivió en ese contexto de compromiso de liberación nacional.

3. Fue madre de Jesús, pretendiente mesiánico judío, de una línea al parecer “nazorea” , pero con rasgos propios y muy significativos, dentro de un ambiente de duro enfrentamiento cultural y social. Tuvo probablemente otros hijos de los que habla Mc 6, 1-6, que al parecer no estaban de acuerdo con la pretensión mesiánica de Jesús, lo que fue causa de duros enfrentamientos en la familia. Todo nos permite suponer que estaba viuda cuando Jesús inició su vida pública, de manera que debió que actuar como “gebîra” o mujer de autoridad sobre su familia. De manera sorprendente, Mc 6, 3 llama a Jesús “el hijo de María”.

4. Su relación con Jesús fue compleja, y parece que al principio no aceptó su mesianismo, permaneciendo así al lado de sus otros hijos, que tampoco la aceptaban (como supone no sólo Mc 3, 31-35 y 6, 1-6, sino Jn 7, 1-9). En ese contexto ha de entenderse su posible presencia ante la cruz, donde Jesús murió condenado como pretendiente mesiánico (Jn 19, 25-27; cf. Mc 15, 50); sea como fuere, ella acabó siendo “cristiana”.

5. Se integró en la iglesia o comunidad de los discípulos de Jesús, con el resto de sus hijos (cf. Hch 1, 13-14), viniendo a jugar así un papel importante en la comunidad, que le recuerda de un modo crítico (rechazando su “pretensión” de imponer sus derechos sobre Jesús: cf. Mc 3, 31-35), pero también en un sentido ejemplar y edificante, de tal forma Lc 1-2 y en algún sentido Jn 19, 25-27 la presentan como modelo de cristiana.

6. Finalmente, María ha sido “creída” dentro de la iglesia. Por razones que algunos suponen evidentes, y que otros piensan que se deben precisar y justificar, ella vino a convertirse pronto en lugar de referencia o modelo para la comunidad cristiana, como testifica en perspectivas diferentes el conjunto del NT. En esa línea, Lucas le llama “gebîra”, Madre del Señor (cf. 1, 43) y afirma que la llamarán bienaventurada todas las generaciones (Lc 1, 48).

2. Historia e interpretaciones

Entre los primeros grupos que han ido formando la iglesia de Jesús, su Madre ha sido recordada e interpretada en líneas distintas, y su imagen ha quedado reflejada en algunos de los textos más significativos del Nuevo Testamento. En ese aspecto podemos hablar y hablaremos de una mariología de la historia y de varias mariologías de la fe:

− Una mariología de la historia. No son muchas las cosas que de ella sabemos en un nivel de pura historicidad factual, pero son muy importantes. Estas parecen (resumiendo lo antes dicho), las más significativas. 1) Era una mujer judía, de familia creyente y significativa, de Nazaret de Galilea; se llamaba María y estaba casada con José. 2) Fue madre de Jesús, con quien se vinculó de forma dramática; pero tuvo también una familia más extensa, compuesta por varones y mujeres que el Nuevo Testamento llama normalmente hermanos de Jesús y que parecen ser hijos de María. 3) Tras la muerte de Jesús, ella perteneció a su comunidad de seguidores, y ejerció un papel importante dentro de la iglesia, que la ha recordado.

− Varias mariologías: María de la fe. Los textos del Nuevo Testamento y de la primera iglesia no recuerdan a María por afán historicista, sino porque ha formado parte del misterio de una fe, que se centra en Jesús, su hijo, y que se expresa y configura de formas distintas en las comunidades. En principio, no existe una fe mariana (o mariología) única y normativa, que pudiera imponerse sobre todos los creyentes, sino diversas formas de mariología y fe mariana, que se diversifican según los lugares y formas de vida de las comunidades, según el Nuevo Testamento. Este fenómeno no ha sido a veces suficientemente valorado y define a nuestro juicio todo el tema. Pero esas mariologías pueden vincularse y se vinculan en el credo de la iglesia cuando afirman que Jesús “concebido por obra del Espíritu Santo y nacido de la Virgen María”.

Estos elementos (historia y fe) se encuentran vinculados, y así quiere destacarlo este trabajo. Una historia de hechos puros, sin comprensión (sin fe), no sería humana, no diría nada de lo que ha sido María. Pero tampoco bastaría una comprensión o fe cristiana sin historia, es decir, sin una implicación ‘carnal’ y social, siempre vinculadas en la figura de María. Ella, la Madre de Jesús, no es la única “norma” cristiana, pero ha jugado un papel muy importante en la tradición .

((Sólo dos personas aparecen en el credo, al lado de Jesús: María, la madre, que pertenece a la historia de la fe de Israel y se relaciona con Jesús de un modo personal, asumiendo la fe la iglesia; Poncio Pilato, el Gobernador que firma la sentencia de muerte de Jesús, actúa simplemente como parte del sistema político y social que le condena a muerte)).

2. Tendencias y comunidades

El recuerdo de María está vinculado a las diversas comunidades, que empiezo presentando de un modo muy general, que recogen tres trayectorias o tendencias principales, que puede relacionarse con los grupos que Pablo ha evocado en 1 Cor 15, 5-8 (cf. también Hch 1, 13-14). Ellas se vinculan, de un modo extenso, a tres lugares y momentos (comunidad primitiva de Jerusalén/Galilea, comunidad judeo-cristiana que empieza en Jerusalén, y misión helenista), que tienen grandes diferencias, pero dialogan entre sí, partiendo del mismo recuerdo y presencia de Jesús, a quien descubren y experimentan como resucitado y esperan, de algún modo, como salvador escatológico. Podríamos evocar también otras tendencias, vinculadas al oriente semita (Siria, Mesopotamia), con Asia Menor/Grecia) y con Egipto y Roma, pero de ellas trataremos más tarde .

1. La comunidad primitiva de Jerusalén (con los grupos de seguidores y simpatizantes de Galilea) recoge la experiencia del mensaje y de las obras del Jesús histórico. Sus representantes principales son Pedro y los Doce, que esperan en Jerusalén la venida de Jesús, las mujeres que le han seguido desde Galilea, los quinientos hermanos de 1 Cor 15, 5-6, que pueden situarse en Galilea o en Jerusalén, los primeros discípulos de Jerusalén a los que alude Hch 1-6 y los seguidores galileos de Jesús, evocados quizá por los miles hombres y mujeres a los que se refieren los relatos de las multiplicaciones (cf. Mc 6, 30-44 y 8, 1-10 par).

En este principio galileo y jerosolimitano parecen fundarse (en forma positiva o crítica) los elementos básicos de la tradición sinóptica y de otros grupos y tendencias posteriores de la Iglesia, desde el llamado documento Q hasta Marcos. No sabemos si María forma parte de esta comunidad .

2. Comunidad judeo-cristiana de Jerusalén, parientes de Jesús. A los pocos años (quizá desde el 32-33 d.C.), empezó a instituirse y dominar en Jerusalén una comunidad judeo-mesiánica, representada por Santiago y los hermanos de Jesús, partidarios de un cumplimiento más estricto de la ley. Es aquí donde empezamos a pisar suelo firme en la historia de María. La madre de Jesús, vinculada a la comunidad de los hermanos de Jesús (como supone Mc 3, 31-35), empieza a ser significativa en este contexto para la Iglesia, apareciendo como “gebîra”, madre del Señor mesiánico (Lc 1, 43), figura importante dentro de la Iglesia .

Esta comunidad de Jerusalén (quizá con alagunos centros galileos) estuvo centrada en el signo de los Doce (con Pedro), como representantes y adelantados del Israel escatológico, que debería instaurarse con la llegada triunfante de Jesús en Jerusalén. Ella debió ser importante en los años que precedieron a la guerra del 67-70 d.C. Quizá Pedro y otros de los Doce y de los primeros seguidores de Jesús, se vincularon después de diversas formas con la comunidad judeo-cristiana de Santiago y las comunidades helenistas. No sabemos el papel que en este principio jugó María.

En este contexto se va apagando el signo de los Doce y en su lugar, como representantes de Jesús se alzaron en Jerusalén sus hermanos (parientes). Según testimonio de Pablo (Gal 1-2) y Hechos 15, estos “cristianos hebreos” tuvieron gran importancia y cultivaron tradiciones cristológicas y mariológicas que después han sido acogidas y elaboradas en diversas iglesias y textos (en Mateo y Juan en Santiago y el Apocalipsis).

3. Misión helenista. Finalmente, conforme a 1 Cor 15, 5-8, Jesús se ha aparecido a todos los apóstoles, que, en principio, son los portadores de la misión helenista, que constituye el núcleo fundamental de la historia posterior de la Gran Iglesia. Ellos aparecen en Hch 6 y reinterpretan de una forma intensa la vida de Jesús y su mensaje mesiánico, creando un tipo de Iglesia universal, abierta a los gentiles. Esta tendencia se inicia en Jerusalén, como suponen Pablo y Lucas (Hechos), pero se abre desde el judaísmo helenista hacia un tipo de cristianismo ‘occidental’ (vinculado a ecumene greco-romana) que supera el judaísmo nacional de la Ley. En esta comunidad se formulan las grandes tradiciones marianas recogidas por Mateo y Lucas, partiendo de la concepción virginal .

En principio, esa tendencia (representada intensa por Pablo y por Marcos) no ha dado importancia a María. Pero poco después, diversos cristianos de esta línea han retomado elementos de la iglesia judeo-cristiana. En este contexto, en el cruce entre el contexto judeo-cristiano y el helenismo ha surgido la tradición mariana fundamental que habla de una concepción de Jesús por el Espíritu, a través de María, vinculando la pascua de Jesús con su nacimiento

3. Textos mariológicos del Nuevo Testamento.

Las tendencias anteriores podían fijarse de un modo más geográfico (Galilea/Jerusalén, Jerusalén, Misión helenista). Ahora en cambio, tras la muerte de los grandes fundadores eclesiales anteriores (Pedro, Santiago, Pablo), martirizados en los años sesenta, se inicia una época de fuertes vinculaciones y diálogo, que dan origen a las síntesis evangélicas o teológicas que fundamentan los diversos caminos del cristianismo posterior. El primero de esos textos, surgido en torno a la gran crisis judía y cristiana de los años 70 d.C., ha sido Marcos. Después vienen, relacionados con Marcos, los otros evangelios (Mateo, Lucas y Juan) y el Apocalipsis.

Ciertamente, esos textos están vinculados a las tendencias anteriores, pero las integran a partir de las opciones de sus autores y de la vida de las comunidades de las que surgen, reinterpretando de formas distintas la misión (reinterpretación) helenista del evangelio con su origen judeo-cristiano. Ellos han circulado pronto entre las comunidades, en ejercicio de ecumenismo práctico que define el origen y sentido del cristianismo como religión que se origina en Jesús para abrirse en diversas corrientes de vida que dialogan y se fecundan mutuamente:

1. Marcos ofrece la primera visión unitaria de la historia teológica de Jesús, vinculando la tradición helenista con la de Galilea, posiblemente en Siria (¿Roma?). Su proyecto cristiano está abierto a la misión universal de Jesús, y en esa línea sigue polemizando con las experiencias de Jerusalén, cuya comunidad parece aún viva en el momento en que se redacta el texto. Su evangelio evoca la figura de María en tres contextos críticos que son fundamentales para interpretar el desarrollo posterior de la iglesia.

2. Mateo asume la tradición de Marcos, en la que inscribe los textos del documento Q (de origen galileo), pero introduce además un poderoso evangelio de la infancia (Mt 1-2), donde retraduce, desde una perspectiva pascual (es decir, desde la fe en Jesús resucitado), la tradición que habla del nacimiento de Jesús por el Espíritu, que parece tener ya elementos helenistas. Mateo vincula tradiciones de Galilea y de Jerusalén y es probable que refleje las tensiones de una comunidad judeocristiana, que ha empezado siendo muy celosa de la Ley judía, para abrirse luego, dramáticamente, hacia una misión de tipo helenista (quizá también en Siria). Desde ese fondo, podemos añadir que su mariología está al servicio de una misión y conversión mesiánica abierta a todas las naciones (cf. Mt 28, 16-20), como muestra el relato de los magos (Mt 2).

3. Lucas sigue el esquema de Mateo (vincula a Marcos con el Q y con la tradición del nacimiento de Jesús por el Espíritu), pero elabora una mariología que se centra ya en la historia y figura de María, que aparece como verdadera creyente, que dialoga con Dios, y como profetisa de la salvación escatológica, asumiendo y desarrollando en línea universal diversas tradiciones de Israel y de la iglesia primitiva de Jerusalén. Ella aparece ya claramente como una mujer cristiana, de la que se habla en clave pascual. Lucas escribe desde una perspectiva geográfica difícil de precisar, posiblemente asiática (¿Éfeso?), pero su centro simbólico es Roma, capital de la ecúmene, es decir, de un imperio abierto a todos los humanos, en cuyo contexto ha querido situar el camino cristiano. Desde ese fondo ha elaborado una comprensión ‘normativa’ del cristianismo, abierta a todos los habitantes del Imperio.

4. El evangelio de Juan introduce a la Madre de Jesús en un contexto de bodas (Jn 2, 1-11) y de culminación eclesial (Jn 19, 25-27), haciendo así posible una interpretación gnóstica ortodoxa (cristiana) de su simbolismo materno-femenino y de su historia. Su libro puede tener un origen siríaco-helenista, pero recoge también el influjo de tradiciones jerosolimitanas y de un tipo especial de un judaísmo que podríamos llamar ‘heterodoxo’, que algunos han vinculado con los samaritanos. Su última redacción puede estar centrada en Asia (Éfeso), pero su evangelio se ha convertido pronto en un documento universal, que ha influido mucho en el entorno sapiencial y gnóstico de todo el oriente del Mediterráneo.

5. El Apocalipsis cambia radicalmente de perspectiva, situando a una gran Madre-Mujer en el principio de sus simbolismos cósmicos, como centro y meta de una historia interpretada en forma apocalíptica. Evidentemente, no habla en concreto de María, pero coloca su figura de Madre mesiánica en un contexto de cielo primigenio, de lucha histórica y de bodas finales que configuran de algún modo toda la mariología posterior. El autor del libro ha escrito posiblemente en un entorno asiático (Patmos, Ëfeso), en el contexto de una comunidad judeocristiana que interpreta apasionadamente el mensaje de la muerte de Jesús desde una perspectiva apocalíptica.

4. Primer despliegue eclesial.

Las mariologías anteriores no pueden unificarse de un modo sistemático, ni reducirse a un común denominador. Son distintas y como tales las acoge el Nuevo Testamento, sin querer unificarlas a la fuerza. No son simplemente vías que llevan a un desarrollo sistemático posterior donde se unifican y superan, sino modelos de comprensión cristológica y mariana del evangelio. Esas mariologías han tenido unos orígenes históricos y geográficos bien precisos, pero se han convertido pronto en textos independientes, de manera que pierden su referencia de origen y aparecen pronto como universales. Así las ha ido recibiendo la Gran Iglesia a partir del siglo II d.C., con otras obras y tradiciones que no están recogidas en el Nuevo Testamento, entre las que citamos dos que nos parecen más significativas para situar la figura de María:

1. Tenencia gnóstica. Evangelio de Tomás. Recoge muchos elementos de la tradición más antigua de la iglesia (del Q y de Lc, con elementos de la historia de Jesús), pero los interpreta en una línea de espiritualismo que tiende a volverse contrario a la carne y a la historia. Parece tener un origen siríaco, pero se ha desarrollado más en Egipto, donde obtendrá mucho influjo, extendiéndose hasta Roma, sino también en las comunidades coptas, separadas de la Gran Iglesia de Alejandría. En este contexto, la mariología cristiana, de tipo histórico, tiende a diluirse en una antropología de unificación interior, donde importa menos la “carne” (maternidad biológica) y la comunicación social estricta.

2. Tendencia histórico-eclesial. De Ignacio a Ireneo. Asumiendo muchos elementos de la gnosis, pero reaccionando en contra de ella, los representantes de la línea ‘eclesiástica’ dominante del cristianismo (lo que será la Gran Iglesia) han trazado las bases de la mariología normativa de los siglos posteriores de la iglesia occidental (helenista y romana). Ella pone de relieve la importancia de la virginidad fecunda de María (Ignacio) y su función de nueva Eva, como principio de la historia mesiánica (Justino, Ireneo).

Partiendo de las tendencias y textos anteriores podemos y debemos desarrollar hoy (siglo XXI nuestra visión de María, desde nuestra propia perspectiva histórica y social. Nuestra labor es nueva, pero no partimos de cero, sino de lo que hicieron ya las grandes tendencias y textos del Nuevo Testamento, que no ofrecen una simple ‘historia de María’, sino que interpretan su vida y figura desde las diversas experiencias eclesiales .

Estamos en una situación privilegiada, desde el punto de vista cultural y cristiano. Es como si tuviéramos que desandar cierta historia eclesial, no para negarla ni olvidarla, sino para recrearla de un modo distinto. La historia ha tendido a interpretar el mensaje de Jesús en claves de espiritualismo helenista (dualista) y de unificación romana, queriendo imponer un tipo de cristianismo sobre todos los creyentes. Por eso debemos volver a los orígenes cristianos, para recuperar el impulso originario del evangelio, como ha querido hace J. Moignt, El hombre que venía de Dios I-II, Desclée de B., Bilbao 1995, y como yo mismo he querido poner de relieve en varias entradas de mi Diccionario de la Biblia, Verbo Divino, Estella 2015.

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