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Dom 12.8.18. Pan vivo. Todos discípulos de Dios

Domingo, 12 de agosto de 2018

38781047_1052461438264381_607642803282903040_oDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 19 B. Jn 6, 41-45. Sigue el tema del domingo anterior, sobre la auténtica comida. Frente a un pan “muerto” (que lleva al dominio de unos, con la opresión de otros, y termina en la muerte), Jesús habló en Cafarnaúm de un pan vivo que es Dios: en él vivimos, pudiendo ser también pan vivo (como él, como Jesús),dando así vida a otros.

En ese fondo presenta el evangelio una de las palabras más sorprendentes de la Biblia: ¡Todos serán discípulos (didaktoi) de Dios! “Todos” tiene un sentido universal, y significa aquellos que escuchen la voz interior, alimentados y enseñados por Dios (=que es su comida) y que así pueden y deben hacerse comida (alimento) unos para otros.

Es evidente que este evangelio puede y debe entenderse también en línea de economía material (¡que todos los hombres coman, que nadie muera de hambre!), pero ha de entenderse sobre todo en clave de “economía integral”, sabiendo que un hombre nace y vive vive de otros hombres (empezando por sus padres), y que sólo es total y plenamente humano si se vuelve alimento para otros.

38831449_1052456324931559_967970643653951488_nHay una economía que, en general, va en contra de este evangelio, pues hombres y pueblos no quieren descubrir la enseñanza de Dios ni hacerse para para los otros, sino que escuchan otras enseñanza y convierten su vida en gran lucha por el pan material, con millones de muertos materiales cada año, y con cientos de millones de muertos más hondos (carentes de verdadera humanidad).

Lógicamente, la respuesta al problema del pan no es más pan, sino más humanidad, en una línea de transformación (de meta-noia, trans-humanización). Sin un nuevo y más alto Capital Humano (sin la conversión del hombre en pan para los otros), nuestra humanidad siglo XXI no tiene salida. En esa línea quiero interpretar el texto del Evangelio de Juan. Buen fin de semana a todos.

Texto

— En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”, y decían: “No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?”

— Jesús tomó la palabra y les dijo: “No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día.

— Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.

— Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan de vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo (Juan 6, 41-51).

1. Evocaciones históricas

Este pasaje recoge y condensa toda la tradición de la Biblia, que es un libro de Comidas, esto es, de alimentación integral del hombre.

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a. En esa línea culmina la creación, cuando Dios ofrecía a Adán y Eva los frutos del jardín… (Gen 2), diciéndoles que podían comer de todo, pero sin hacerse “dioses” (es decir, sin comer del árbol del bien y del mal, que consiste en “adorar” un tipo de capital in-humano y de matarse unos a otros…). El gran pecado es la “mamona” (el capital divinizado en forma de violencia).

Frente a ese pecado está la revelación de la verdad de Dios: Que hombres y mujeres sean (se hagan) pan, unos para los otros. Para eso es preciso que todos sean “discípulos de Dios”, como Jesús.

b. Ésta es la verdad del Éxodo judío, donde se dice que Dios mismo regalaba el maná (pan del camino) para hombres y mujeres, por igual a todos, de manera que ninguno tuviera más que otros, sino todos lo bastante y suficiente para comer y para amarse (cf. Ex 16; Núm. 11).

Éste es el signo: Que todos puedan comer en fraternidad e igualdad y libertad (como dirá la Revolución francesa…). Que todos puedan comer lo que necesitan, pues lo que sobre se pudre. Se les pudre a los ricos su riqueza sobrante, es decir, aquella que no ponen al servicio de todos, y ellos mismos se pudren con ella… y así los hombres mueren también, aunque quizá de otra manera.

c. Éste es el mensaje del evangelio de este domingo, siempre que sepamos leerlo de un modo integral, aplicando a los cristianos (a los hombres y mujeres) aquello que Jesús dice de sí mismo, conforme al principio de la encarnación… Que todos podamos decir (y digamos con la vida): Yo soy pan de vida…

Como (y porque Jesús es Eucaristía) y porque compartimos su vida, como discípulos de Dios, también nosotros podemos y debemos ser pan de vida. En ese sentido, todos somos hijos de José, pan de Eucaristía, como seguiré indicando en los números que siguen.

2. Simplemente un hombre, pero un hombre hecho comida

Hemos visto en los domingos anteriores el tema de la multiplicación de los panes, con las primeras palabras de Jesús sobre el pan de vida. Avanzando en esa línea, el evangelio de Juan nos descubre el secreto más hondo de Jesús: Escuchando a Jesús podemos y debemos hacernos “discípulos de Dios”, siendo así para para los otros.

Los “judíos” (en este caso no son los “judíos de raza”) sino todos aquellos que no quieren escuchar a Jesús y le critican diciendo: «No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?».

Éste es el tema: Critican a Jesús porque no le ven suficientemente elevado, como un ángel poderoso, un emperador sobre la tierra, sino simplemente un hombre que viene de José y de María… ¿Cómo puede decir que él es pan “bajado del cielo”? ¿Cómo podemos decir igualmente nosotros que somos (¡hemos de ser!) pan de vida y de cielo para los hombres y mujeres que están a nuestro lado.

Éste es el tema: la salvación de Dios (pan del cielo) forma parte de nuestra propia historia. Jesús no es pan superior por ser un prodigio celeste, sino, porque, siendo un simple ser humano, ha querido que su vida sea pan para los otros.

3. Revelación del Padre, el verdadero Pan de vida.

Ha nacido de José y María y, sin embargo (¡por eso!), de esa forma, ha venido de Dios, porque el mismo le envía y sostiene, haciéndole pan para los otros. Es un hombre normal y, sin embargo (¡por eso!), puede ser y es Dios/pan para los otros.

Jesús hombre se hace “pan”, humanidad convertida en alimento para los demás, en la línea de aquel adagio de Plauto: “Mortalem mortali iubare, hoc est Deus”. Que un mortal (¡no un dios supereior!) ayude y alimente a otro mortal ¡eso es Dios! Que un hombre como Jesús se haga “eucaristía” (y nos capacite a todos para ser eucaristía, pan compartido): Esa es la revelación de Dios, que atrae a los hombres.

(a) Dios mismo les atrae hacia Jesús, de tal forma que pueden descubrir en él un potencial de vida que les alimenta, les emociona, les sacia. De esa forma, ellos descubren en Jesús el “poder” de Dios que se expresa en la humanidad solidaria, en la entrega de la vida por los otros.

(b) En el fondo de esta “atracción” de Jesús, y de la saciedad que brota de ella se descubre el poder de la resurrección, que consiste en descubrir y vivir ya desde aquí en el nivel más alto de la vida. A Jesús le han matado precisamente por hacerse “pan” (por regalar la vida por los otros). Pues bien, Dios mismo le ha “resucitado”, o, mejor dicho, Dios mismo es su resurrección.

4. Todos discípulos de Dios…

Jesús cita una palabra bíblica que no aparece directamente en el Antiguo Testamento, pero que está su raíz: “serán todos discípulos de (enseñados por: didaktoi) Dios”, tendrán su Espíritu, expresarán su vida, como proclama la más honda palabra de promesa de Joel, citada por Pedro en el primer sermón de la Iglesia:

En aquellos días efundiré mi espíritu sobre todo ser humano,
y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas;
vuestros ancianos tendrán sueños de vida,
y vuestros y vuestros jóvenes verán visiones nuevas (de nueva humanidad)
También sobre los siervos y siervas (esclavos/esclavas)
derramaré mi espíritu en aquellos días (Joel 2, 28- 29; Hechos de los Apóstoles (2, 17-18

Este es un texto claro de revelación del Espíritu, donde se descubre el sentido de “todos serán discípulos de Dios”, Dios mismo les dará su Espíritu para que descubran el sentido de la vida y se vuelvan pan (fuente de pan) para los otros.

“Todos” significa aquí todos, de un modo directo, acogiendo la más honda “palabra/espíritu” de Dios que les hace “discípulos” de Dios (conocedores, portadores, de su obra), para así convertir su propia vida en pan de vida para los demás.

Todos son los mayores y jóvenes, hombres y mujeres, esclavos/esclavas y libres… Todos se descubren de esa forma portadores de Dios, pan de Dios, unos para los otros, superando la división de estado, de sexo/género y de situación social. La mujer ya no es menos que hombre, ni el joven que el mayor, ni el esclavo que el libre… Aquí se revela, en la línea de Gal 3, 28, la verdadero dignidad universal del ser humano, sin jerarquías sacrales, sin dominios sacerdotales (en este contexto se sitúa lo mismo la cita original de Joel como la de Pedro)

La historia de las religiones (e incluso de la Iglesia católica) ha sido a veces una disputa de maestros y escuelas, de jerarcas buenos y falsos maestros… Pues bien, Jesús sabe que el único Maestro es Dios, de manera que todos, cada uno de los hombres y mujeres, puede recibir y recibe la palabra de Dios, como adultos, como mayores de edad.

5. Venir a Jesús, ser como Jesús: hacerse pan

El texto indica que es Dios mismo quien enseña, quien hace a todos discípulos suyos, de manera que puedan vincularse a Jesús, compartir con él la revelación de la vida, el pan compartido.

En este fondo se vinculan el “escuchar a Dios” y el “venir a Jesús”. Dios mismos nos permite descubrir su verdad en Jesús y buscarle, confiando en él… Confiar en Jesús (creer), eso es la vida eterna… Se trata de creer en otra persona, de creer en las personas… Quien cree en los demás, creyendo así en Jesús (y haciéndose pan para los otros, como Jesús), tiene ya la Vida Eterna.

Hay una vida “biológica” que pasa y se transmuta, pues todo nace y todo muere… Pero hay una “vida humana, una vida personal” que nace de Dios y nos permite creer en unos en otros. Creer en los demás, confiar en ellos, vivir para ellos: eso es la vida eterna.

Ésta es la verdad de la Eucaristía… Creer unos en otros, hacernos pan los unos para los otros. La Vida Eterna no se revela en un gesto de pura interioridad, sino en el encuentro y comunión de unos con otros… Quien creen en los demás, quien comparte con ellos la vida (haciéndose eucaristía) tiene la vida eterna, porque Dios es Comunión de Vida y porque Jesús es la revelación más alta de ese Dios entre nosotros.

6. Yo soy el pan de la vida, el que coma de este pan vivirá para siempre.

Sólo Jesús ha logrado decir estas palabras, dándoles un sentido, proclamándolas como palabras verdaderas. Pero, una vez que él las ha dicho, estas palabras se revelan como verdaderas para todos…

1. Una comida sólo corporal cerrada en sí misma, termina en la muerte… incluso la comida del “maná”, entendido por los judíos como pan religioso, pan sagrado: «Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron». Conforme al estilo de Juan (según su teología) esto significa que las religiones, cerradas en sí mismas, como sistemas de sacralidad objetivada llevan a la muerte y permanecen en ella.

2. «Yo soy el pan de vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo». Éste pan que da Jesús es la “vida de Dios, la carne de Dios”: es su misma vida hecha pan, su misma realidad personal, carne y sangre, entendimiento y voluntad, potencia engendradora y donación de vida…

Esto significa que la vida de un hombre (ser humano: hombre o mujer) es otro ser humano. El único pan que sacia a un ser humano y le da vida (palabra, amor, esperanza) es otro ser humano, sea en forma de padre o de hijo, se hija o de madre, de hermano o hermana, de novio o de novia, de esposo o de esposa, de amigo o de amiga… En sus diversas formas de manifestación y diálogo, un ser humano es “pan” para otro ser humano.

En el límite material (o simplemente vital) las realidades se agotan y mueren, en un círculo eterno (o al menos indefinido) de generación y corrupción (como sabía Aristóteles, como ha vuelto a definir Lavoisier). Pero en su dimensión humana, cada ser humano que se entrega a otro ser humano como “pan” es principio de vida eterna. Cada ser humano es “pan vivo, bajado del cielo” para otro ser humano; cada hombre o mujer es “Dios” (revelación de Dios, pan de vida eterna) para los otros. Por vivir en este nivel, por entregarse y compartir la vida en este plano, los hombres y mujeres “no mueren”, tienen vida eterna.

7. Conclusión Eucaristía, los tres panes.

(1) Pan del principio, el pan de la creación. Según la Biblia, en el principio de la creación humana estaba el pan de la gracia que Dios quiso darnos en el paraíso toda la tierra, que viene a presentarse como fruto de vida para Adán y Eva. Pero la historia (la Biblia dice el “pecado”) de los hombres ha cambiado el sentido del pan, haciendo que de ahora en adelante sea pan de los sudores y de divisiones, de manea que unos no sean pan de vida para los otros (cf. Gén 3, 19;4, 1 l6). Es el pan que Adán consigue con fatiga, trabajando con dolor sobre los campos. El pan que disputan en combate a muerte Caín y Abel, los dos hermanos. De esa forma, lo que era don de Dios se ha convertido en objeto de ansiedad y de batalla dentro de la historia.

(2) El pan del camino. Pero la historia siguió abierta y los hebreos, buscadores de la libertad, descubren nuevamente el pan (maná) de gracia mientras tienden a la tierra de sus esperanzas (cf. Ex y Núm). Ciertamente, ellos consiguen conquistar un tipo de tierra en este mundo, pero no logran compartir el pan. Pierden el maná y no logran vivir en comunión de trabajo y esperanza dentro de la historia. Por eso Jesucristo, en su oración mesiánica, nos dice que digamos: «el pan nuestro de cada día dánosle hoy». Este sigue siendo el pan nuestro, pan de todos, producto del trabajo de los hombres, que deben compartirlo sobre el mundo. Pero, al mismo tiempo, es pan de Dios; por eso lo pedimos mientras vamos buscando en esta tierra.

(3) El pan de la vida eterna, el pan que se comparte y resucita. En ese fondo puede ya entenderse mejor nuestro pasaje. Jesús, mientras predica y cura, abre a los hombres un camino de existencia compartida que se expresa en la comunicación del pan, que culmina en la comunicación de vida. Entendido de esa forma, ese pan que compartimos (que somos) con Jesús es ya principio de resurrección.

Ciertamente, Jesús quiere que todos los hombres compartan el pan y la palabra, que den de comer a los demás y se vuelvan ellos mismos comida. Hay, sin duda, un pan “material”, pero el verdadero pan es el encuentro personal, la entrega de vida. Por eso, el mismo Jesús, que es la Palabra de Dios, viene a presentarse como el Pan de vida para hombres y mujeres, para que ellos se “den y se coman en amor unos a otros. Así se revela la vida

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