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Si queremos ser de Jesús.

Domingo, 3 de septiembre de 2017
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Si queremos ser de Jesús, ser de los suyos aquí abajo, y luego
en la bienaventurada eternidad del cielo, debemos seguirlo;
tomar la cruz y llevarla con él, siguiéndole:
imponer una regla a nuestra naturaleza herida por el pecado,
con el fin de que triunfe en ella el hombre nuevo, que fue
“creado a imagen de Dios en la justicia y la santidad verdaderas” (Ep 4, 24)

No nos dejemos engañar, cegar, ilusionar:
la cruz es siempre la única esperanza de salvación;
la ley de Dios siempre está presente, con sus diez mandamientos,
para recordar al mundo que sólo ella es el refugio seguro,
la muralla de las conciencias,
y que observándolos se posee el secreto de la paz y la tranquilidad de conciencia.
El que lo olvida, incluso el que aparece huir de todo compromiso serio,
Se reserva tarde o temprano la tristeza y la miseria.

*

 Juan XXIII
Alocución del 3 de abril de 1960 La documentación católica n°1330

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En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:

“¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.”

Jesús se volvió y dijo a Pedro:

“Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.

Entonces dijo a sus discípulos:

“El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.

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Mateo 16,21-27

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , ,

“Aprender a perder”. 03 de Septiembre de 2017. 22 Tiempo ordinario (A). Mateo 16, 21-27.

Domingo, 3 de septiembre de 2017
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El dicho está recogido en todos los evangelios y se repite hasta seis veces: “Si uno quiere salvar su vida, la perderá, pero el que la pierde por mí, la encontrará”. Jesús no está hablando de un tema religioso. Está planteando a sus discípulos cuál es el verdadero valor de la vida.

El dicho está expresado de manera paradójica y provocativa. Hay dos maneras muy diferentes de orientar la vida: una conduce a la salvación, la otra a la perdición. Jesús invita a todos a seguir el camino que parece más duro y menos atractivo, pues conduce al ser humano a la salvación definitiva.

El primer camino consiste en aferrarse a la vida viviendo exclusivamente para uno mismo: hacer del propio “yo” la razón última y el objetivo supremo de la existencia. Este modo de vivir, buscando siempre la propia ganancia o ventaja, conduce al ser humano a la perdición.

El segundo camino consiste en saber perder, viviendo como Jesús, abiertos al objetivo último del proyecto humanizador del Padre: saber renunciar a la propia seguridad o ganancia, buscando no solo el propio bien sino también el bien de los demás. Este modo generoso de vivir conduce al ser humano a su salvación.

Jesús está hablando desde su fe en un Dios Salvador, pero sus palabras son una grave advertencia para todos. ¿Qué futuro le espera a una Humanidad dividida y fragmentada, donde los poderes económicos buscan su propio beneficio; los países, su propio bienestar; los individuos, su propio interés?

La lógica que dirige en estos momentos la marcha del mundo es irracional. Los pueblos y los individuos estamos cayendo poco a poco en la esclavitud del “tener siempre más”. Todo es poco para sentirnos satisfechos. Para vivir bien, necesitamos siempre más productividad, más consumo, más bienestar material, más poder sobre los demás.

Buscamos insaciablemente bienestar, pero ¿no nos estamos deshumanizando siempre un poco más? Queremos “progresar” cada vez más, pero, ¿qué progreso es este que nos lleva a abandonar a millones de seres humano en la miseria, el hambre y la desnutrición? ¿Cuántos años podremos disfrutar de nuestro bienestar, cerrando nuestras fronteras a los hambrientos?

Si los países privilegiados solo buscamos “salvar” nuestro nivel de bienestar, si no queremos perder nuestro potencial económico, jamás daremos pasos hacia una solidaridad a nivel mundial. Pero no nos engañemos. El mundo será cada vez más inseguro y más inhabitable para todos, también para nosotros. Para salvar la vida humana en el mundo, hemos de aprender a perder.

José Antonio Pagola

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“El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo”. Domingo 03 de Septiembre de 2017. 22º domingo de tiempo ordinario.

Domingo, 3 de septiembre de 2017
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45-OrdinarioA22Leído en Koinonia:

Jeremías 20,7-9: La Palabra del Señor se volvió oprobio para mí
Salmo responsorial 62: Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
Romanos 12,1-2: Presentad vuestros cuerpos como hostia viva
Mateo 16,21-27: El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo

La liturgia de hoy centra la atención sobre las consecuencias dolorosas del ministerio profético y del seguimiento de Jesús. Tanto Jeremías como Mateo, llaman la atención sobre el conflicto que tienen que afrontar tanto el profeta como Jesús.

La experiencia del exilio marcó la vida del pueblo de Israel. Fue un momento muy doloroso que le exigió replantear su fe en el Dios de la Alianza. En este marco histórico se ubica el Profeta Jeremías.

Este pasaje pone de relieve el clamor del profeta porque Dios le ha seducido y le ha forzado, ha sido objeto de burla de todos y la palabra ha sido motivo de dolor y desprecio. Por eso el profeta ha querido desentenderse de la misión pero la Palabra ha sido más fuerte y, prácticamente, lo ha vencido.

La mayoría de los profetas bíblicos han sufrido experiencias similares a las de Jeremías. Son rechazados por sus propios hermanos y por las autoridades correspondientes. Muchos de ellos tuvieron que sufrir la muerte o el destierro. Pero pudo más la fidelidad a Dios y a su Pueblo que su propia seguridad y bienestar. La Palabra de Dios actúa en el profeta como un fuego abrasador que no lo deja tranquilo y lo mantiene siempre alerta en el cumplimiento de su misión.

La segunda lectura de la carta de Pablo a los cristianos de Roma utiliza un lenguaje imperativo. Estos versículos sirven de enlace entre la parte anterior de orden más indicativo. El lenguaje es exhortativo. Les habla no sólo como hermano en la fe sino con la autoridad del Apóstol. Les invita a hacer de su cuerpo una ofrenda permanente a Dios. El verdadero culto no se reduce a ritos externos sino que procede de una vida recta. El cuerpo, vehículo de la vida interior, debe ser un canto de alabanza y gratitud a Dios. En esto consiste la conversión para Pablo: en una vida totalmente transformada por el Espíritu de Dios, en el cambio de mentalidad, de valores, de horizonte. Sólo así se podrán tener los criterios de discernimiento para buscar, encontrar y realizar la voluntad de Dios.

En el evangelio nos encontramos con un bello esquema catequético «sobre el discipulado como seguimiento de Jesús hasta la cruz». Jesús pone de manifiesto a sus discípulos que el camino de la resurrección está estrechamente vinculado a la experiencia dolorosa de la cruz. El núcleo principal es el primer anuncio de la pasión. Pero los discípulos, simbolizados en la persona de Pedro, no han comprendido esta realidad. Ellos están convencidos del mesianismo glorioso de Jesús que se enmarca dentro de las expectativas mesiánicas del momento. Jesús rechaza enfáticamente esta propuesta, pues la voluntad del Padre no coincide con la expectativa de Pedro y los discípulos. Por eso Pedro aparece como instrumento de Satanás delante de Jesús para obstaculizar su misión.

El maestro invita al discípulo a continuar su camino detrás de él porque aún no ha alcanzado la madurez del discípulo. Luego Jesús se dirige a todos los discípulos para señalarles que el camino del seguimiento por parte del discípulo también comporta la cruz. No hay verdadero discipulado si no se asume el mismo camino del Maestro. El anuncio del evangelio trae consigo persecución y sufrimiento. Tomar la cruz significa participar en la muerte y resurrección de Jesús. La pérdida de la vida por la Causa de Jesús habilita al discípulo para alcanzarla en plenitud junto a Dios.

En el Bautismo hemos sido consagrados sacerdotes profetas y reyes. Por lo tanto la dimensión profética de nuestra fe es intrínseca a la consagración bautismal. Hoy no podemos prescindir del profetismo en el seguimiento de Jesús. Y sabemos que las consecuencias del profetismo, vinculado estrechamente a la misión evangelizadora, son la oposición, la persecución, el rechazo y el martirio. Muchos hombres y mujeres en distintas partes del mundo se han jugado la vida por la fe y la defensa de los valores evangélicos. Si se quiere seguir a Jesús en fidelidad tendremos que enfrentar muchas contradicciones, caminar a contravía de lo que propone el orden establecido, la cultura imperante y la globalización del mercado –que no es otra cosa que la globalización de la exclusión–.

Quisiéramos vivir un cristianismo cómodo, sin sobresaltos, sin conflictos. Pero Jesús es claro en su invitación: hay que tomar la cruz, hay que arriesgar la vida, hay que perder los privilegios y seguridades que nos ofrece la sociedad si queremos ser fieles al evangelio. ¿Cómo vivimos en la familia y en la comunidad cristiana la dimensión profética de nuestro bautismo? ¿Estamos dispuestos/as a correr los riesgos que implica el seguimiento de Jesús? ¿Conocemos personas que han vivido la experiencia del martirio por el evangelio? ¿Ya no es tiempo para mártires, o lo es para mártires de otra manera? Leer más…

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Dom 3.8.17. El Reino de Dios no se conquista con guerra

Domingo, 3 de septiembre de 2017
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9788466652827Del blog de Xabier Pikaza:

Domingo 22 tiempo ordinario. Ciclo A. Mt 16, 21-27. En días pasados he ofrecido un comentario al evangelio anterior (Mt, 16, 13-20), destacando la promesa de Jesús que dice a Simón: ¡Tú eres Petros/Piedra y sobre esa Petra/Roma edificaré mi Iglesia!

Pero la historia sigue con el evangelio de hoy (Mt 16, 21-27), y el mismo Simón cuya palabra y compromiso aparecía Roca de Cimiento (Papa, Padre) viene a presentarse ahora como Piedra de Tropiezo (Satanás, tentador/tentación, en el sentido original de “skandalon”: lo que hace caer). Estamos pues ante dos “pedros” que son uno:

— Roca de fundamento de la Iglesia, signo de las iglesia
— Piedra de escándalo (Satán), riesgo para todas las iglesias

Marcos 8 sólo citaba el primer rasgo, como si Pedro no hubiera cumplido todavía sus “deberes” de Piedra/Roma (cf. Mc 16, 7-8). Mateo 16 los une de forma sorprendente:

Entre lo más alto (ser roca de cimiento) y lo más bajo (ser piedra de escándalo satánico, riesgo de caída para el edificio) se ha dado y sigue dándose una intensa conexión que nos sitúa ante el principio, la historia y la actualidad de la Iglesia:

a. Principio. Tanto en la historia de Jesús como en el nacimiento de la Iglesia Pedro ha sido una figura ambivalente. Histórico ha sido su destino de “piedra”, pero también es histórico el “escándalo” asociado a su figura, según dice Pablo en Gal 1-2. A pesar de ello (o quizá por ello), Pedro ha sido venerado en principio de la Iglesia, como signo de humanidad ambigua al servicio del evangelio.

imagesb. Historia. A lo largo de los tiempos, la Iglesia de Roma (no así la ortodoxa ni la protestante) ha tendido a silenciar el rasgo escandaloso de Pedro, vinculado al deseo de Poder(es decir de “no sufrir”). Por eso, ella ha destacado su función de Piedra Firme… olvidando a veces que ella ha podido convertirse en “escándalo”, haciendo tropezar y caer a otros.

c. En la actualidad nos hallamos ante los dos rasgos de Pedro, tanto del Pedro histórico como de su “sucesor”, que según la Iglesia católica es el Papa, como obispo de Roma, que habría sido la sede final de Pedro (tras Jerusalén y Antioquía). El Papa actual, llamado Francisco, obispo de Roma, es un hombre privilegiado.

a. Francisco sigue siendo roca de cimiento de la Iglesia, y así le vemos muchos, no sólo entre los católicos, sino también entre los no católicos.

b. Pero, Francisco, como Papa de Roma, sigue formando parte del “escándalo” de la Iglesia, que se mantiene dividida. Es normal, también Jesús fue piedra de escándalo para muchos (como sabe Jn 8)

Ambas cosas a la vez ha sido Pedro (y puede ser actualmente Francisco de Roma), según el evangelio que vamos a leer. Ambas funciones ha cumplido en la historia, aunque una (la del Escándalo) debería desaparecer, para que podamos seguir bendiciendo a Dios por Pedro, y hoy por Francisco.

Quiero hoy rogar por el Papa de Roma, a fin de que pueda seguir siendo un signo de evangelio, de la Buena Nueva de Jesús, no sólo dentro de la Iglesia Católica, sino ante todas las iglesias y ante el mundo entero. En esa línea quieren moverse, en un plano más histórico-exegético las reflexiones que siguen. Buen domingo a todos
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Texto: Mateo 16,21-27

En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: “¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.” Jesús se volvió y dijo a Pedro: “Quítate de mi vista, Satanás, porque eres “escándalo” para mí (me haces tropezar); tú piensas como los hombres, no como Dios.”

Entonces dijo a sus discípulos: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.”

1. El Hijo de Hombre tiene que sufrir.

Después de aceptar la respuesta de Simón (¡Tú eres el Cristo!) y de llamarle Pedro (¡Piedra de la Iglesia!), Jesús profundiza en el tema y entiende (interpreta) su mesianismo (su tarea de Reino) en una línea de entrega (hasta la muerte, si hace falta) a favor de los demás. No es Mesías el que gana y se impone, sino aquel que quiere y puede dar la vida (como indicado su mensaje de no-juicio, de perdón y amor al enemigo).

El tema no es ya sólo cómo viene el Reino de Dios, sino qué hace él (Jesús) y que hace Pedro para que venga. En un momento dado, Jesús ha descubierto que él debe encarnar y cumplir en su vida la verdad de ese mensaje:

Ha de entregarse en amor, no para sufrir sin más (en gesto masoquista), sino para amar, regalando su vida hasta el final en Jerusalén y ratificando de esa forma su tarea, pues sólo así podrá hacer que llegue el Reino (de un modo distinto al que querían Pedro y los demás discípulos).

En esa línea, Jesús no aparece ya como Cristo sin más, sino como Hijo de hombre, en un sentido personal. No ha venido para instaurar un Reino por la fuerza, sino para encarnar en su vida la verdad y tarea del Reino, precisamente en Jerusalén, como quiere Pedro, pero subiendo allí sin armas, no para triunfar sin para amar (es decir, para encarnar y cumplir en su vida su propio mensaje).

Disputa con Pedro: Quítate de mi vista Satanás, pues eres escándalo para mí.

Pedro no acepta esa visión y ese proyecto de Jesús y así sigue pensando en aquello que el Reino ha de darle, atreviéndose a corregir a Jesús, en nombre de una buena tradición israelita. Pues bien, Jesús rechaza a Pedro y su manera de entender el mesianismo como triunfo propio.

En ese contexto, el evangelio recoge un duro enfrentamiento que ha debido darse al interior del grupo de Jesús, en el comienzo de la Iglesia: su proyecto de Reino resultaba discutible y ha sido discutido de hecho (en el tiempo de Jesús o en el tiempo de sus primeros discípulos). En el fondo de esa discusión se halla, sin duda, la forma en que Jesús y sus discípulos han interpretado la subida a Jerusalén y la llegada (implantación) del Reino. Leer más…

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Pedro, portavoz de Satanás, y la parábola del maletín y el joyero. Domingo 22. Ciclo A

Domingo, 3 de septiembre de 2017
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el-joyero-y-el-maletin-domingo-22-ciclo-amaletinDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

En el evangelio del domingo anterior, Pedro, inspirado por Dios, confiesa a Jesús como Mesías. Inmediatamente después, dejándose llevar por su propia inspiración, intenta apartarlo del plan que Dios le ha encomendado. El relato lo podemos dividir en tres escenas.

1ª escena: Jesús y los discípulos (primer anuncio de la pasión y resurrección)

En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.

Pedro acaba de confesar a Jesús como Mesías. Él piensa en un Mesías glorioso, triunfante. Por eso, Jesús considera esencial aclarar las ideas a sus discípulos. Se dirigen a Jerusalén, pero él no será bien recibido. Al contrario, todas las personas importantes, los políticos (“ancianos”), el clero alto (“sumos sacerdotes”) y los teólogos (“escribas”) se pondrán en contra suya, le harán sufrir mucho, y lo matarán. Es difícil poner de acuerdo a estas tres clases sociales. Sin embargo, aquí coinciden en el deseo de hacer sufrir y eliminar a Jesús. Pero todo esto, que parece una simple conjura humana, Jesús lo interpreta como parte del plan de Dios. Por eso, no dice a los discípulos: «Vamos a Jerusalén, y allí una panda de canallas me va a perseguir y matar», sino «tengo que ir» a Jerusalén a cumplir la misión que Dios me encomienda, que implicará el sufrimiento y la muerte, pero que terminará en la resurrección.

Para la concepción popular del Mesías, como la que podían tener Pedro y los otros, esto resulta inaudito. Sin embargo, la idea de un personaje que salva a su pueblo y triunfa a través del sufrimien­to y la muerte no es desconocida al pueblo de Israel. La expresó un profeta anónimo, y su mensaje ha quedado en el c.53 de Isaías sobre el Siervo de Dios.

2ª escena: Pedro y Jesús (vuelven las tentaciones)

Jesús termina hablando de resurrección, pero lo que llama la atención a Pedro es el «padecer mucho» y el «ser ejecutado». Según Mc 8,32, Pedro se puso entonces a reprender a Jesús, pero no se recogen las palabras que dijo. Mateo describe su reacción con más crudeza:

Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:

― ¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.

Jesús se volvió y dijo a Pedro:

― Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.

         Ahora no es Dios quien habla a través de Pedro, es Pedro quien se deja llevar por su propio impulso. Está dispuesto a aceptar a Jesús como Mesías victorioso, no como Siervo de Dios. Y Jesús, que un momento antes lo ha llamado «bienaventurado», le responde con enorme dureza: «¡Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar!»

Estas palabras traen a la memoria el episodio de las tentaciones a las que Satanás sometió a Jesús después del bautismo. El puesto del demonio lo ocupa ahora Pedro, el discípulo que más quiere a Jesús, el que más confía en él, el más entusiasmado con su persona y su mensaje. Y Jesús, que no vio especial peligro en las tentaciones de Satanás, ve aquí un grave peligro para él. Por eso, su reacción no es serena, como ante el demonio; no aduce tranquilamente argumentos de Escritura para rechazar al tentador, sino que está llena de violencia: «tú piensas como los hombres, no como Dios.» Los hombres tendemos a rechazar el sufrimiento y la muerte, no los vemos espontáneamente como algo de lo que se pueda sacar algún bien. Dios, en cambio, sabe que eso tan negativo puede producir gran fruto.

Esta función de tentador que desempeña Pedro en el pasaje y la reacción tan enérgica de Jesús nos recuerdan que las mayores tentaciones para nuestra vida cristiana no proceden del demonio, sino de las personas que están a nuestro lado y nos quieren. Frente a una mentalidad que mitifica y exagera el peligro del demonio en nuestra vida, es interesante recordar este episodio evangélico y unas palabras de santa Teresa que van en la misma línea. Después de contar las dudas e incerti­dumbres por las que atravesó en muchos momentos de su vida, causadas a veces por confesores que le hacían ver el demonio en todas partes, resume su experiencia final: «…tengo yo más miedo a los que tan grande le tienen al demonio que a él mismo; porque él no me puede hacer nada, y estotros, en especial si son confe­sores, inquietan mucho, y he pasado algunos años de tan gran trabajo, que ahora me espanto cómo lo he podido sufrir» (Vida, cap. 25, nn.20-22).

3ª escena: Jesús y los discípulos (parábola del maletín y el joyero)

Entonces dijo Jesús a sus discípulos:

― El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.

            No se conocían de nada, sólo les unió compartir dos asientos de primera clase. Ella colocó en el compartimento un elegante estuche con sus joyas. Él, un pesado maletín con su portátil y documentos de sumo interés. El pánico fue común al cabo de unas horas, cuando vieron arder uno de los motores y oyeron el aviso de prepararse para un aterrizaje de emergencia. Tras el terrible impacto contra el suelo, ella renunció a sus joyas y corrió hacia la salida. Él se retrasó intentando salvar sus documentos. El cadáver y el maletín los encontraron al día siguiente, cuando los bomberos consiguieron apagar el incendio. Extrañamente, ella recuperó intacto el estuche de sus joyas.

En tiempos de Jesús no había aviones, y él no pudo contar esta parábola. Pero le habría servido para explicar la enseñanza final de este evangelio. Para entender esta tercera parte conviene comenzar por el final, el momento en el que el Hijo del Hombre vendrá a pagar a cada uno según su conducta. En realidad, sólo hay dos conductas: seguir a Jesús (salvar la vida, renunciando al joyero) o seguirse a uno mismo (salvar el maletín a costa de la vida). Seguir a Jesús supone un gran sacrificio, incluso se puede tener la impresión de que uno pierde lo que más quiere. Seguirse a uno mismo resulta más importante, salvar la vida y el maletín. Pero el avión está ya ardiendo y no caben dilaciones. El que quiera salvar el maletín, perderá la vida. Paradójicamente, el que renuncia al joyero salva la vida y recupera las joyas.

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Domingo XXII del Tiempo Ordinario. 3 Septiembre, 2017

Domingo, 3 de septiembre de 2017
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Impresiona este texto del Evangelio y mucho más si lo situamos en el contexto. Echemos la mirada hacia atrás, rebobinemos unos pasos y veamos la escena con más amplitud.

Dichoso tú, Simón“… una bienaventuranza, …”porque esto te lo ha revelado mi Padre“. Simón, reconocido delante de los demás discípulos por su clarividencia, recibe una nueva identidad. Ahora es Pedro, roca. Y recibe una promesa, una profecía, ”sobre esta Piedra construiré mi Iglesia, y el imperio de la muerte no la vencerá“. Pero, como nos suele pasar a los humanos, Pedro malinterpreta su identidad… y se convierte en piedra de tropiezo. Se siente con la confianza suficiente como para llevar aparte a Jesús, y recriminarle. No quiere oír hablar de sufrimientos ni de muertes… ¡Dios nos libre! Pasamos de Pedro, la Roca, a Pedro, el tentador.

“Aléjate, Satanás”.
“Quieres hacerme caer.”
“Piensas como los hombres, no como Dios.”

Vaya impacto que el Maestro te diga semejante cosa. Y este contraste da mucho que pensar, para meditar sobre la propia vida y las propias maneras de actuar y de interpretarnos.

¿Seré también piedra para la gente cercana? Llevada por mi miedo al sufrimiento, a la muerte, con mi mejor intención, ¿manipulo y malinterpreto los acontecimientos a mi gusto? ¿Vivo bloqueando o dejando fluir?

Y Jesús se vuelve a los discípulos. Ya no es una conversación privada entre Pedro y Él. E invita, no impone ni obliga, propone:

“Si alguien quiere seguirme…”

Seguir es un verbo de movimiento, indica dinamismo y vitalidad. Y la entrega relacionada con el seguimiento también. Una entrega que no es sometimiento ni  vasallaje, sino ofrenda y renuncia. Aunque no nos guste ni oír hablar de eso de la renuncia. ¡La identificamos con falta de libertad! Podemos ser piedra que hace tropezar o piedra sobre la que construir, sobre la que cimentar. Y Jesús nos lo dice claro, ponte detrás de mí, y renuncia a la tentación de controlarlo todo, de encuadrarlo todo según tus criterios. No enganches, suelta. No bloquees, fluye.

Oración.

Me cuesta renunciar a mi,

pero quiero ser ofrenda.

Me gusta cuando lo entiendo todo,

pero, en verdad, no sé nada…

Y sigo queriendo seguirte,

aunque no me gusta queme hables de cruz ni de muerte.

No renuncio a la palabra con la que lo transformas todo:

Hágase.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Ni el placer ni el dolor deben condicionar mi plenitud.

Domingo, 3 de septiembre de 2017
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indiceMt 16, 21-27

El texto es continuación del leído el domingo pasado. Hoy en Cesarea de Filipo, también fuera del territorio de Palestina. Lo que Mt pone hoy en boca de Jesús, ni siquiera es aceptable para los seguidores. Jesús acaba de felicitar a Pedro por expresar pensamientos divinos. Ahora le critica muy duramente por pensar como los hombres. La diferencia es abismal, solo a unas líneas de distancia en el mismo evangelio. Como Pedro, los cristianos en todas las épocas, nos hemos escandalizado de la cruz. Ninguno hubiera elegido para Jesús ese camino. ¿Dónde queda la imagen de Mesías victorioso, Señor o Hijo de Dios?

A pesar de las palabras de Pedro, la actitud ante el anuncio de la muerte demuestra que, ni él ni los demás, habían entendido lo que significaba Jesús. El mayor escollo para poder aceptar lo nuevo, fue su religión. Para entender a Jesús, hay que dejar de pensar como los hombres y empezar a pensar como Dios. Pensar como Dios, es dejar de ajustarse a este mundo; es transfor­marse por la renovación de la mente (Pablo). Para aceptar el mensaje de Jesús, tenemos que cambiar radicalmente nuestra imagen de Dios.

La muerte de Jesús fue para los primeros cristianos el punto más impactante de su vida. Seguramente el primer núcleo de los evangelios lo constituyó un relato de su pasión. No nos debe extrañar que, al redactar el resto de su vida se haga desde esa perspectiva. Hasta cuatro veces anuncia Jesús su muerte en el evangelio de Mt. No hacía falta ser profeta para darse cuenta de que la vida de Jesús corría serio peligro. Lo que decía y lo que hacía estaba en contra de la doctrina oficial, y los encargados de su custodia tenían el poder suficiente para eliminar a una persona tan peligrosa para sus intereses.

Pedro responde a Jesús con toda lógica. ¿Podía Pedro dejar de pensar como judío? Incluso el día que vinieron a prenderle, Pedro saca la espada y atizó un buen golpe a Malco, para evitar que se llevaran al Maestro. Era inconcebible para un judío, que al Mesías lo mataran los más altos representantes de Dios. El texto quiere transmitirnos que la idea falsa de Dios, que manejan, hacía a Jesús inaceptable como representante de Dios. La crítica de Jesús va dirigida a los de dentro, no a los de fuera.

La respuesta de Jesús a Pedro es la misma que dio al diablo en las tentaciones. Ni a los fariseos, ni a los letrados, ni a los sacerdotes dirige Jesús palabra tan duras. Quiere indicar que la propuesta de Pedro era la gran tentación, también para Jesús. La verdadera tentación no viene de fuera, sino de dentro. Lo difícil no es vencerla sino desenmascararla y tomar conciencia de que ella es la que puede arruinar nuestra Vida. Jesús no rechaza a Pedro, pero quiere que descubra su verdadero mesianismo, que no coincide ni con el del judaísmo oficial ni con lo que esperaban los discípulos.

El seguimiento es muy importante en todos los evangelios. Se trata de abandonar cualquier otra manera de relacionarse con Dios y entrar en la dinámica espiritual que Jesús manifiesta en su vida. Es identificarse con Jesús en su entrega a los demás, sin buscar para sí poder o gloria. Negarse a sí mismo supone renunciar a toda ambición personal. El individualismo, el egoísmo, quedan descartados de Jesús y del que quiera seguirlo. Cargar con la cruz es aceptar la oposición del mundo. Se trata de la cruz que nos infligen otras personas -sean amigas o enemigas- por ser fieles al evangelio.

En tiempo de Jesús, la cruz era la manera más denigrante de ejecutar a un reo. El carácter simbólico solo llegó para los cristianos después de comprender la muerte de Jesús. Como el relato habla de la cruz en sentido simbólico, es improbable que esas palabras las pronunciara Jesús. El condenado era obligado a cargar con la parte trasversal de la cruz (patibulum). No está hablando de la cruz aceptada voluntariamente, sino de la impuesta por haber sido fiel a sí mismo y Dios. Lo que debemos buscar es la fidelidad. La cruz será consecuencia inevitable de esa fidelidad.

Jesús nos muestra el camino que nos puede llevar más lejos hacia mayor humanidad. La propuesta de Jesús es la única manera de ser humano. Todo ser humano debe aspirar a ser más; incluso a ser como Dios. Pero debe encontrar el camino que le lleve a su plenitud. Los argumentos finales dejan claro que las exigencias, que parecen tan duras, son las únicas sensatas. Lo que Jesús exige a sus seguidores es que vayan por el camino del amor, por el camino del servicio a los demás, aunque ese camino nos cueste esfuerzo. Aquí está la esencia del mensaje cristiano. No se trata de renunciar a nada, sino de elegir en cada momento lo mejor para mí. Interpretarlo como renuncia es no haber entendido ni jota.

Jesús no pretende deshumanizarnos como se ha entendido con frecuencia sino llevarnos a la verdadera plenitud humana. No se trata de sacrificarse, creyendo que eso es lo que quiere Dios. Dios quiere nuestra felicidad en todos los sentidos. Dios no puede “querer” ninguna clase de sufrimiento; Él es amor y solo puede querer para nosotros lo mejor. Nuestra limitación es la causa de que, a veces, el conseguir lo mejor exige elegir entre distintas posibilidades, y el reclamo del gozo inmediato inclina la balanza hacia lo que es menos bueno e incluso malo; entonces mi verdadero ser queda sometido al falso yo.

La mayoría de nuestras oraciones pretenden poner a Dios de nuestra parte en un afán de salvar el ego y la individualidad, exigiéndole que supere con su poder nuestras limitaciones. Lo que Jesús nos propone es alcanzar la plenitud despegándonos de todo apego. Si descubrimos lo que nos hace más humanos, será fácil volcarnos hacia esa escala de valores. En la medida que disminuyo mi necesidad de seguridades materiales, más a gusto, más feliz y más humano me sentiré. Estaré más dispuesto a dar y a darme, aunque me duela, porque eso es lo que me hace crecer en mi verdadero ser.

Una perfecta vida biológica, no supone ninguna garantía de mayor humanidad. Todo lo contrario, ganar la Vida es perder la vida, yendo más allá del hedonismo. Lo biológico es necesario, pero no es lo importante. Sin dejar de dar la importancia que tiene a la parte sensible, debes descubrir tu verdadero ser y empezar a vivir en plenitud. La muerte afecta solo a tu ser biológico, pero se pierde siempre. Si accedes a la verdadera Vida, la muerte pierde su importancia. La plenitud se encuentra más allá de lo caduco: no más allá en tiempo, sino más allá en profundidad, pero aquí y ahora.

Para ser cristiano, hay que trasformarse. Hay que nacer de nuevo. Lo natural, lo cómodo, lo que me pide el cuerpo, es acomodarme a este mundo. Lo que pide mi verdadero ser es que vaya más allá de todo lo sensible y descubra lo que de verdad es mejor para la persona entera, no para una parte de ella. Los instintos no son malos; que los sentidos quieran conseguir su objeto no es malo. Sin embargo la plenitud del ser humano está más allá de los sentidos y de los instintos. La vida humana no se nos da para que la guardemos y preservemos, sino para que la consumamos en beneficio de los demás.

Meditación

Nacer de nuevo, nacer del Espíritu, es la propuesta de Jesús.
En lo biológico estamos siempre; es el punto de partida.
Lo espiritual hay que descubrirlo y vivirlo.
Si no entro en la dinámica del Espíritu,
permaneceré en el ámbito de lo sensible
y quedará frustrado lo humano en mí.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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No ser, sino servir.

Domingo, 3 de septiembre de 2017
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22-TOA-evSolo te pido lo que quieras darme…

– Si te sobra una florecilla, dámela para mi corazón.
-¿Y si la flor tiene espinas?
-¡Dame también las espinas! (R. Tagore)

3 de septiembre. Domingo XXII del TO

Mt 16, 21-27

Quien quiera seguirme que se niegue a sí mismo

Lo que Jesús nos propone con esta invitación, no es un acto de compasión. Es una propuesta de compromiso personal con los problemas de los demás, y una empresa de transformación del mundo y de uno mismo. Estoy de acuerdo con la consideración que José Enrique Galarreta hace de Jesús cuando dice que “Hay que leer la pasión mirando el corazón de ese hombre; se queda uno pasmado del corazonazo que tiene, tan sensible y tan valiente, tan maravillosamente humano”.

Ideas plenamente bíblicas, que nos proponen el uso y el disfrute de los bienes terrenales como parte de lo divino humanamente encarnado. Solo un par de muestras. En el Sal 19, 11, dice el salmista: “Tus preceptos son mi herencia perpetua, son el gozo de mi corazón”. Y Jn 16, 24 pone en boca de Jesús estas palabras: “Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa”Alegría y gozo transformados en felicidad, e igualmente compartidos por el budismo, que nos impulsará a hacer a los demás felices. Aunque, como propone el Dalai Lama, buscándola dentro de uno mismo.

Para lograrlo, hay que vencer la tentación de utilizar la religión en provecho propio y en dominio sobre los demásNo se trata de ser, sino de servir. La magia se utilizó en ocasiones para controlar las fuerzas de la Naturaleza y las espirituales en este espurio sentido. La Iglesia lo calificó de simonía -pretensión de la compra o venta de lo espiritual por medio de bienes materiales-, uno de los principales pecados de la sociedad eclesiástica de la Edad Media: como la venta de cargos eclesiásticos, sacramentos, reliquias, etc. El nombre viene de la historia de Simón Mago, relatada en Hechos de los Apóstoles, capítulo 8.

¡Qué posición tan opuesta a la adoptada, una vez más, por la Naturaleza! Los expertos en arrecifes coralinos, dicen que los corales -en parte animal, en parte vegetal, y en parte mineral-, se embarcan en ingentes proyectos comunales de construcción que se extienden sobre muchas generaciones. Cada uno de los individuos, conocidos con el humilde nombre de pólipos, contribuye a la edificación del exoesqueleto colectivo de su colonia. En un arrecife, miles de millones de pólipos que pertenecen a un centenar de especies distintas se dedican en cuerpo y alma a esta misma tarea fundamental.

Podríamos decir que para estos pequeños organismos, el objetivo fundamental de su existencia se centra en la tarea de servir, en colaborar en la prolongación de la vida de la especie. Rabindranath Tagore lo asume en estos versos del Poema 26 de El Jardinero:

Solo te pido lo que quieras darme…
– Si te sobra una florecilla, dámela para mi corazón.
-¿Y si la flor tiene espinas?
-¡Dame también las espinas!

Lo repitió Jesús a sus discípulos: “Quien quiera ser el primero, que se haga vuestro esclavo. Lo mismo que este Hombre no vino a ser servido sino a servir: Mt. 20, 28; Mc 10, 45; Lc. 22, 27. Y el Papa Francisco, atento siempre a lo que supone donación y servicio, lo manifiesta muy poéticamente en estos versos:

“Los ríos no beben su propia agua;
los árboles no comen sus propios frutos.
El sol no brilla para sí mismo;
y las flores no esparcen su fragancia
para sí mismas.
Vivir para los otros es una regla de la naturaleza…

La vida es buena cuando tú estás feliz; pero es mucho mejor cuando los otros son felices por causa tuya”.

 

Vicente Martínez

 Fuente Fe Adulta

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La palabra seduce y crea.

Domingo, 3 de septiembre de 2017
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wp_20170802_13_59_22_pro-e1503912088272La Palabra es medio de comunicación y medio de Creación. Dios “dice y crea”, pero no de una vez para siempre, sino que en esa comunicación con lo creado se va desarrollando el fascinante universo en el que habitamos.

La Palabra cada vez es más nítida, más clara. Anuncia y denuncia porque el propósito de la Creación es la armonía entre todos los seres, el disfrute de las cosas bellas, la vida en plenitud. Sin embargo, la codicia, el orgullo, el miedo a que no haya suficiente para todos hace que los más fuertes opriman a los más débiles, que se marquen diferencias entre razas, pueblos, incluso entre religiones.

La Palabra es el medio por el que Dios se ha comunicado con su pueblo desde nuestros primeros padres y madres. Es la que sedujo a Jeremías a seguir hablando a pesar de las burlas y malos tratos. Suena fuerte la palabra pero sí, le sedujo porque la palabra no es un vocablo, es Alguien vivo, que quema en las entrañas como fuego ardiente, que aunque intentes contenerla no puedes, como dice el profeta.

La Palabra es la búsqueda del corazón humano. Con ansia, con pasión, con sed, con deseo. Si no es así no es búsqueda de verdad. Nuestra expresión verbal siempre se queda corta cuando quiere describir lo que albergamos por dentro porque es todo nuestro ser el que desea: la mente, el corazón y todo nuestro cuerpo. Desea la plenitud para la que fuimos creados, desea a Dios.

No entiende quien se para ante las contradicciones, quien busca la lógica en un lenguaje que no se atiene a las reglas establecidas. “No os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente”, dice Pablo en la carta a los Romanos. Estad atentos, escuchad con el corazón y viviréis.

La Palabra se hace uno de nosotr@s en Jesús. Muy pronto su vida se convierte en denuncia como la de los profetas. Y Él tiene que vencer no sólo su miedo a perder la vida sino también el miedo de los que le siguen. Ellos no quieren cambiar su mentalidad, en el fondo se buscan a sí mismos, no a Dios. La Palabra no ha calado en sus corazones y piensan como “todo el mundo”.

La Palabra intenta hacerse un hueco entre nosotr@s hoy después de veinte siglos. Esa Palabra sigue diciendo y creando; por nuestro lado la búsqueda y la sed están ahí como parte de nuestra identidad. Estamos sedientos de vida con sentido, de plenitud de creación, de Palabra hecha vida.

“Decir y crear” es nuestra tarea. En la comunicación con lo creado se va desarrollando el fascinante universo en el que habitamos.

Carmen Notario

www.espiritualidadintegradoracristiana.es

Fuente Fe Adulta

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Centenario de la Revolución Rusa: Los católicos rusos piden no olvidar a las víctimas del comunismo

Domingo, 3 de septiembre de 2017
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Durante la “Gran Purga” murieron 442 sacerdotes católicos y más de 100.000 ortodoxos 

Más de 900 religiosos, monjas y laicos dieron su vida a causa de su fe

Con motivo del centenario de la Revolución Rusa que se cumplirá en octubre próximo, el Secretario General de la Conferencia de los Obispos Católicos de la Federación Rusa, monseñor Igor Kovalevsky, hizo un llamado a los cristianos occidentales a mantener vivo el recuerdo de los creyentes rusos que dieron su vida bajo la persecución del régimen comunista de la Unión Soviética. Las purgas internas y el envío de los creyentes al Gulag (campo de trabajos forzados) para una ¨reeducación¨ generó una de las mayores oleadas de persecución de la historia.

Los sufrimientos en las prisiones soviéticas y los campos de trabajo siguen siendo un problema para toda la sociedad“, afirmó monseñor Kovalevsky al periódico católico inglés The Tablet. Se edificaron templos en memoria de los que murieron por la fe, que merecen ser comparados con los mártires de los primeros siglos del cristianismo”. Según el prelado, las historias del testimonio y martirio de los cristianos bajo el dominio soviético son universalmente conocidas y respetadas.

Monseñor Kovalevsky comentó que durante la llamada “Gran Purga” de la era de Stalin murieron 442 sacerdotes católicos y más de 100.000 sacerdotes ortodoxos. Además del martirio de los clérigos, los comunistas destruyeron o profanaron más de mil iglesias y capillas católicas, y las dedicaron a los usos más indignos de su carácter sagrado. Más de 900 religiosos, monjas y laicos dieron su vida a causa de su fe.

Se calcula que la persecución política después de la Revolución causó unos 21 millones de muertes entre las acciones de represión y las “hambrunas del terror”, como la que se aplicó en Ucrania. Se calcula que para 1930 más de 200 mil personas se encontraban recluidas en campos de concentración, cifra que aumentó a un millón de personas antes de la Primera Guerra Mundial y cerca de dos millones y medio de reclusos al año a inicios de los años cincuenta. Los documentos del sistema de campos de trabajo forzado dan cuenta oficial de más de un millón de víctimas fatales.

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Fuente AICA, vía Religión Digital

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